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La investigación científica para el desarrollo y el bienestar social


    IntroduccIón

    El programa Interinstitucional de Doctorado en Cooperación y Bienestar Social de la Universidad de Guadalajara, México, en convenio con la Universidad de Oviedo, España, presenta este libro que contiene trabajos de investigación que se han expuesto a nivel de suficiencia investigadora, o tesis doctorales así como colaboraciones de docentes en distintas temáticas, atendiendo así al objetivo del programa que es formar investigadores capaces de comprender y abordar la complejidad social con un enfoque interdisciplinario y desarrollar metodologías y programas de intervención que incidan en la cooperación y el bienestar social para el desarrollo.

    Este doctorado está inspirado en modelos internacionales de formación de investigadores de alto nivel, como el posgrado de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y alineado al Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Nuestro programa de doctorado está orientado en objetos de estudio relacionados con la cooperación y el bienestar social, con énfasis en problemas vinculados al desarrollo como pobreza, calidad de vida, trabajo, derechos humanos, minorías, género, exclusión social, salud y territorio; así, bajo esta orientación, este doctorado se aproxima metodológicamente a dichas realidades desde la interdisciplinariedad.

    Por otra parte ante la complejidad y magnitud de los problemas vinculados a la cooperación y el bienestar social para el desarrollo, se forma capital humano que lleve a cabo investigación con pertinencia regional (como se desprende del estudio Comunidad para el Desarrollo de la región Ciénega, México en www.cuci.udg.mx) y nacional (INEGI, PNUD, CEPAL), con impacto global.

    El libro está subdividido en tres partes: 1. La ciencia y sus instituciones para su desarrollo. 2. La ciencia para el desarrollo y el bienestar social, y 3. La ciencia para la cooperación y políticas públicas.

    En la primera parte del libro se aprecia la interacción de la ciencia con las instituciones educativas y sus posibilidades para el desarrollo. Se inicia con un análisis y reflexión crítica sobre qué es la ciencia. Para ello se exponen la diversidad de epistemologías, y al final se conduce a cuestionamientos éticos y morales de para qué y para quién realizamos investigación científica. Se expone la complejidad socio-cultural de las comunidades científicas dentro de la universidad pública, los aspectos que interfieren en la realización de investigación de calidad y se concluye que la cooperación de redes de investigación puede detonar desarrollo y bienestar en las regiones con competitividad global.

    En la segunda parte del libro, se presentan trabajos que se enfocan en procesos psicosociales que conducen a la inclusión o exclusión social, al deterioro social o a la calidad de vida. Para ello, se analizan detenidamente a la familia, al género, los adultos mayores, estudiantes y el desarrollo sustentable.

    Por último, en la tercera parte del libro, se enfatiza el papel sustantivo que cumple la investigación científica para diseñar políticas públicas, que apoyen la equidad de género y el acceso a la cultura local. Por otra parte, también se analiza la cooperación científica internacional con fines de intercambio para el desarrollo.

    Esperamos que este libro permita encontrar propuestas futuras de investigación encaminadas a realizar intervenciones e impactar en los entornos regionales, estatales y nacionales con estándares internacionales con el objetivo de construir un mundo mejor..

    María Elvia Edith Alanis Pérez

    prImera parte

    La cIencIa y sus InstItucIones Para eL desarroLLo

    El dEbatE sobrE la ciEncia: EpistEmologías y proyEcto social

    Raúl Medina Centeno, Esteban Agulló Tomás, Remberto Castro Castañeda y

    Esperanza Vargas Jiménez1

    Introducción

    ¿Qué es la ciencia? ¿Existe una o varias explicaciones sobre la ciencia? ¿Qué no es un conocimiento científico? ¿Qué se necesita para generar conocimiento científico? ¿Cómo sabemos que la ciencia avanza? ¿Quién decide qué es científico y qué no es y cuáles son los aspectos que toman en cuenta para tal decisión? ¿Cuál ha sido el impacto de la ciencia en la sociedad? ¿Para qué y para quién realizan los científicos una investigación científica? ¿Tiene qué ver la historia personal y familiar de los investigadores en la elección y desarrollo de un proyecto científico? ¿Cuál es la prioridad de la ciencia? ¿Cuál es su finalidad? ¿El conocimiento científico influye necesariamente en un proyecto social? ¿Quién legitima al conocimiento científico y cómo? ¿El contexto sociopolítico y económico influye en la generación de conocimiento científico?.

    El presente capítulo tiene la finalidad de responder brevemente a cada una de estas preguntas, para ello analizaremos la teoría sobre la ciencia, donde podremos observar que no existe una sola teoría unificada, sino una diversidad que expresa un rico debate. El cual condujo a una discusión sobre los usos de la ciencia: para qué y para quién. Una vieja reflexión centrada en el proyecto y pertinencia social de la ciencia y que hoy, en tiempos de crisis global, más que nunca revive.

    El debate sobre la ciencia: ontologías y epistemologías

    A principios del siglo XX, Reichengach (1953), propone realizar una distinción conceptual para el estudio de la ciencia: contexto de justificación y contexto de descubrimiento. El primero consiste en la base lógica que justifica la creencia en los hechos que se han descubierto (epistemología), y el segundo está constituido por las circunstancias psicológicas y sociales en que se hace un descubrimiento. Aunque señala que ambos contextos interactúan plenamente, los dos expresan campos de análisis distintos: el de justificación es propio de la filosofía, mientras que el segundo lo es de las ciencias sociales.

    Del Renacimiento al siglo XX: la ciencia tradicional

    La Edad Media se distinguió por el gran poder que tenía la Iglesia en las sociedades europeas, la cual impuso su conocimiento religioso a la población como el verdadero y único que explicaba los diversos fenómenos de la naturaleza. Sin embargo, los recurrentes problemas que azotaban a las sociedades europeas de aquella época, en especial los de salud, como un cólera o viruela devastaban a pueblos enteros. El conocimiento religioso imperante, aunque tenía explicaciones sobre dichos problemas, no tenía el poder de resolverlos, por lo que Europa medieval cayó en una crisis en todos los niveles.

    Este contexto de crisis permitió examinar alternativas de conocimientos y prácticas que pudieran dar respuesta pragmática a la diversidad de problemas. En torno a 1620 se inició la reflexión sobre la ciencia. De la mano de Bacon (1985) y Descartes (1979) nació lo que hoy conocemos como filosofía de la ciencia o epistemología, los esfuerzos se centraron en encontrar los principios que rigen el descubrimiento científico y fundamenta la creación tecnológica no solo para conocer el mundo sino para intervenir sobre él, lo que más tarde se denominó racionalidad científica.

    El discurso positivista de la ciencia

    El método

    "No solo es preciso investigar y recoger el mayor número de experiencias de distinto género de las que hoy poseemos, sino también emplear un método completamente diferente, y seguir otro orden y otra disposición en el encadenamiento y la gradación de las experiencias. Una experiencia vaga que no tiene otro objeto que ella misma, como ya hemos dicho, es un simple tanteo, más propio para oscurecer que para ilustrar el espíritu del hombre; pero cuando la experimentación siga reglas ciertas y avance gradualmente en un orden metódico, entonces se podrá esperar mayor resultado de las ciencias" (Bacon, 1985: 71).

    "No basta, ciertamente, tener buen entendimiento: lo principal es aplicarlo bien (…) el método es necesario para la investigación de la verdad (…) pues es segurísimo que esos estudios desordenados y esas meditaciones oscuras enturbian la luz natural y ciegan el ingenio" (Descartes, 1979: 30 y 31).

    Bacon (1985) en 1620 escribe el "Novum Organum" y Descartes (1979) en 1637 "El Discurso del Método", ambos coinciden en que el método es el camino para dirigir bien la razón y conducirnos a la verdad. A partir de ahí se inicia la discusión sobre eso que se denomina Ciencia.

    Bajo la creencia de que existe un mundo independiente de la percepción, y que está configurado en una colección de hechos individuales, la meta del científico es conocer dicho mundo y ordenar estos hechos, tarea compleja, que requiere de una destreza especial (la utilización del método empírico).

    El método es, para el discurso tradicional de la ciencia, solo uno. A través del método, cualquier creencia o teoría estará bajo el escrutinio organizado con el fin de conducirla a su verificación sistematizada ante los hechos del mundo. En términos generales, el método científico se dividió en dos: el experimental y el observacional. Con la utilización de ambos, los científicos, en un ejercicio inductivo o deductivo, se limitan a tratar de extraer y recoger regularidades de los datos, los cuales son tratados como circunstancias naturales que podrán ser ordenados de forma teórica o lógica.

    El método no solo es el camino que permite llegar a conocer los hechos y regularidades de la naturaleza, también propicia el acceso a la verificación de estos, para que los resultados adquieran el rango de conocimiento científico.

    El método científico tiene la cualidad de que puede ser aplicado en todos los tiempos, en cualquier lugar, en todas las condiciones y, principalmente, en cualquier dimensión de la realidad. El método unifica todas las disciplinas, pues a través de él adquieren su connotación de ciencia. Desde esta perspectiva, proporciona dos cualidades más al conocimiento científico: 1) el principio de la unidad de la ciencia, es decir, el monismo metodológico y, en consecuencia, 2) el principio demarcacionista que distingue a la ciencia de otros tipos de conocimientos, y califica a la ciencia como el único conocimiento racional.

    Así pues, al conocimiento científico se le consideraba "especial" y "privilegiado" en relación con otros, por el hecho de que puede acceder a los hechos de la naturaleza tal cual son. Dentro de esta declaración se asume otra creencia: la ciencia constituye la única clase de conocimiento que conduce a la verdad.

    Más adelante, bajo esta tradición, Hempel (1973) amplia el concepto de "método científico" y sus formas: todas las proposiciones científicas deben "contrastarse con los hechos de la experiencia, ellas son aceptables sólo si son propiamente soportadas por la evidencia empírica. Tal evidencia es obtenida en diferentes formas: por experimentación, por observación científica, por entrevistas o encuestas, por pruebas psicológicas o clínicas, por cuidadosa examinación de documentos, inscripciones de monedas, vestigios, etcétera" (p.1).

    Bacon y Descartes, aunque comparten la premisa del método como diferenciación de la ciencia sobre otros conocimientos, son inspiradores, desde la epistemología, de dos tradiciones metodológicas diferentes: el inductivismo y el deductivismo, respectivamente.

    El inductivismo: de la observación a la teoría y de la teoría a la observación

    "El único medio que disponemos para hacer apreciar nuestros pensamientos, es el de dirigir las inteligencias hacia el estudio de los hechos, de sus series y de sus órdenes" (Bacon,1985:41).

    Con estas palabras Bacon propone una epistemología inductivista para explicar el proceso del descubrimiento: el principio y final de una declaración científica se sustenta en los "hechos" de la naturaleza. En esta idea se advierte implícitamente la creencia de una realidad independiente de los sentidos, lo que se conoce como realismo. En esa línea, Bacon señala que "El hombre, servidor e intérprete de la naturaleza, ni obra ni comprende más que en proporción de sus descubrimientos experimentales y racionales sobre las leyes de esta naturaleza; fuera de ahí, nada sabe ni nada puede" (Bacon,1985:37).

    El deductivismo: de las hipótesis a la observación y a la teoría

    Con la publicación de "La lógica del descubrimiento científico", en 1934, K. Pooper (1962), la imagen inductivista de la ciencia fue puesta en entredicho, e incluso catalogada como un mito. La lógica inductivista, como lo hemos indicado, argumenta que el proceso de investigación científica inicia con la observación de los hechos de la naturaleza, y que la observación cuidadosa y sin prejuicios proporciona una base segura a partir de la cual se puede derivar un conocimiento científico verdadero. Mientras que la lógica deductivista, por su parte, señala que la teoría precede a la observación, aunque se sigue considerando los hechos de la experiencia el camino final donde una teoría o hipótesis debería ser conmensuradas. Es decir, sin la existencia previa de teorías, hipótesis o conjeturas deviene imposible generar una estrategia metodológica de investigación y mucho menos observar los "fenómenos" a los que referimos.

    El positivismo y empirismo lógicos

    Mientras que iban evolucionado las explicaciones sobre la ciencia, hubo varios movimientos en Europa a principios del siglo XX; a los cuales se pretendió agregar otro elemento sustantivo al discurso científico: el lenguaje matemático, en especial la lógica. La novedad de este nuevo movimiento epistemológico inicia con el trabajo de E. Mach en 1925, y lo cristalizan los integrantes del famoso Círculo de Viena (Schilick, Waismann, Neurath, Zilsel, Feigl, Juhos, Neider, Camap, Kraft, Kautmann) y de la Sociedad de Filosofía Empírica de Berlín (Kraus, Reichenbach, Herzberg, Parseval, Dubislav y Grelling).

    Entre los propósitos de estos grupos estaba vincular la lógica como sinónimo de racionalidad. El término lógica lo incorporaron a su discurso a partir de los trabajos de Frege (1984), Rusell (1975), Wittgenstein (1970) y otros estudiosos de la lógica moderna. La finalidad de tal empresa, según sus autores, era poner orden en el caótico lenguaje científico, y con ello revelar la estructura lógica de la realidad y la ciencia misma. A esta perspectiva epistemológica se le denomina positivismo o empirismo lógico.

    La versión falsacionista

    Más tarde, K. Popper (1983) propone la epistemología falsacionista de la ciencia, es un deductivismo que va en contra de la lógica de comprobar hipótesis (a esto lo denominó deductivismo ingenuo), para proponer que el conocimiento científico contiene los siguientes pasos: 1) el inicio del trabajo científico lo encuentra no en la observación de hechos, sino en la detección de problemas que nos plantean las teorías ya establecidas, pero que no explican de manera satisfactoria la naturaleza. Por lo tanto, se inventan teorías o hipótesis audaces, conjeturas que intentan resolver el problema; 2) una vez propuestas, tales conjeturas deben ser refutadas rigurosa e implacablemente mediante el método; 3) las teorías o hipótesis que no superen dichas pruebas deben ser eliminadas y reemplazadas por otras conjeturas; 4) la ciencia avanza gracias al ensayo y al error, es un proceso de conjeturar y refutar, en el que sobreviven las teorías más aptas; 5) estas últimas no se constituyen como verdaderas, sino como las mejores disponibles hasta ese momento, ya que también serán falibles y refutables, y 6) el requisito para que una teoría o hipótesis sea científica consiste en tener la cualidad de ser falseable (Popper, 1983).

    Popper contribuye aquí de forma magistral en puntualizar sobre las características de las hipótesis, para que éstas se consideren aptas para la investigación científica. Es decir, las conjeturas que se diseñen deben de ser, además de audaces, valientes y provocativas; puntuales y específicas acerca del fenómeno que intentan explicar. Es decir, la claridad y precisión de una teoría científica es importante para considerar con detalle sus descripciones y explicaciones del fenómeno en cuestión, aspecto que permitirá que sea refutada por la investigación empírica. Popper asegura que una teoría que intente explicar todo, o que oscile entre lo ambiguo o indefinido, será muy difícil de ser refutada; por lo consiguiente, carecerá de validez científica. Esto lo ejemplifica con la teoría marxista y psicoanalítica (1983:58-62).

    El avance y progreso de la ciencia, por lo tanto, se plantea como un proceso de refutación de teorías y no de comprobación.

    Conclusiones preliminares: Ontología y epistemología de la ciencia tradicional

    En resumen, las perspectivas inductivista, deductivista, positivista y empirista lógica y falsacionista de la ciencia comparten ciertos principios ontológicos y epistemológicos que las distinguen como el discurso de la ciencia tradicional:

    El principio de realismo: existe una realidad independiente del observador. La conmensurabilidad entre teorías encontradas: la entidad última que evalúa una teoría o hipótesis son los hechos de la realidad.

    La unidad del método: el método científico es el único que nos conduce a conocer los hechos.

    El representacionismo: las teorías científicas (comprobadas o refutadas ante los hechos) representan la realidad.

    La ciencia es acumulativa: los nuevos hechos son añadidos a otros y las teorías amplían y extienden su aplicación en el mundo. Por lo tanto, la ciencia es acumulativa y progresiva y representa un crecimiento sólido.

    El principio demarcacionista: la ciencia es el único conocimiento racional, cualidad que la hace distinguirse de otra clase de saberes.

    Años sesenta y setenta del siglo XX: la ciencia como estructura compleja

    Hasta los años cincuenta, la ciencia tradicional hizo una clara separación entre el contexto de justificación y descubrimiento, donde la filosofía de la ciencia daba cuenta del primero mientras que las ciencias sociales del segundo. Por lo que el análisis histórico de los filósofos de las ciencias tradicionales era secundario, prácticamente anecdótico o cronológico, ya que su objetivo, como revisamos, era establecer los axiomas que regían y justificaban la práctica científica. "Veían", sin duda, en los trabajos de Galileo, Kepler, Newton e incluso Einstein la estructura lógica y los principios epistemológicos de la imagen que sustentaban. Cada ejemplo confirmaba en los hechos lo que "debería" ser científico (Chalmers, 1990).

    Entre los años 1960 y 1975, en Europa Occidental y América, se gestaron una serie de movimientos sociales que expresaban un malestar especial a las políticas públicas y económicas de los gobiernos por no haber alcanzado el esperado desarrollo y bienestar, y sobre todo el abuso que se le había dado a los usos de la ciencia (como ejemplo la Primera y Segunda Guerras Mundiales). En especial, cabe mencionar el movimiento hippie, ciertamente anárquico, pero que sin embargo expresaba su repudio a la guerra, a la destrucción y a cualquier tecnología que pusiera en riesgo a la comunidad. Éste evolucionó, más tarde, en los movimientos pacifistas y sustentables conocidos como altermundistas. Otros fenómenos sociales de aquella época, que fueron reprimidos con golpes y muertes, fueron los movimientos estudiantiles, estos no fueron atendidos ni mucho menos escuchados por los diversos gobiernos donde se presentaron, como en Chicago, París, Londres y México; su lucha estaba dirigida a los excesos del capitalismo, que vaticinaban una crisis económica con poca esperanza de desarrollo para los jóvenes. Por último, más tarde surgió el movimiento feminista (junto con otras minorías), que reclamaba, con razón, que las políticas sociales, sustentadas en el conocimiento científico, tenían un sesgo masculino, donde no se reconocían las diferencias o necesidades de género o la gran diversidad de grupos étnicos y de clase. Este fue el caldo de cultivo social de una generación crítica que condujo a repensar la ciencia, tanto sus fundamentos epistemológicos como su propósito social.

    En esa época aparecen autores como Hanson (1985), Kuhn (1990), Feyerabend (1975) y otros quienes mostraron un especial interés en la historia como una disciplina que podía contribuir de forma sustantiva en la explicación y justificación del descubrimiento científico. En términos de análisis, consistió en hacer una convergencia más sustantiva entre filosofía e historia, lo que afectó seriamente el discurso tradicional de la ciencia que revisamos antes. La lectura de ésta a través del análisis histórico llevó a los filósofos a "observar" una serie de contradicciones declaradas por la epistemología tradicional, marcadas por una gran cantidad de dicotomías entre el contexto de justificación y el contexto de descubrimiento, hecho-teoría, sujeto-objeto, teoría-investigador, investigador-comunidad científica y comunidad científica-contexto socio-histórico-cultural y económico.

    Paradigmas: ciencia normal y cambio revolucionario

    Kuhn (1990) y Feyerabend (1975) señalan que el problema ante el cual se enfrenta la epistemología tradicional de la ciencia es la declaración de verdad y objetividad de sus teorías, esto implica reconocer un criterio trascendental de verdad; extralingüístico que permite la separación entre proposiciones verdaderas y falsas. Una lógica no sólo insostenible sino también calificada por el análisis histórico como mítica.

    Desde el punto de vista kuhniano, no hay un vocabulario trascendental o único que cumpla la función de comparar y contrastar las diversas posiciones teóricas de los científicos como mejores o peores sobre la base del sentido de verdad o realidad.

    Kuhn (1990) sugiere ver la ciencia como una actividad humana, y no como proposiciones o principios descontextualizados de quien los crea. Según él, la práctica científica no está guiada por eternos y ahistóricos cánones del método científico, sino que está fuertemente influenciada por lo que él denominó "paradigmas", a los cuales definió "como realizaciones científicas universalmente reconocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica" (1990:13).

    Los paradigmas para Kuhn los explica como una estructura compleja que gira en torno a dos aspectos: una "fe" ontológica que es irrefutable (por ejemplo, la evolución, la relatividad, causa y efecto, el inconsciente, la lucha de clases, etc.) y la organización social (comunidades de científicos, sus revistas, asociaciones, textos e instituciones donde se legitima el paradigma). Estos son la fuente de los paradigmas (ontológica y sociológica) que definen, explican y justifican todas las premisas y declaraciones epistemológicas, métodos, teorías y los procedimientos de los científicos.

    Los paradigmas proporcionan a los científicos un mapa y algunas direcciones para trazar eso que denominan realidad. Un Paradigma indica la coherencia de una perspectiva unificada que parece determinar la forma en que un científico ve el mundo y practica su oficio, lo provee de un marco moral que le da connotación de verdadero, hecho, dato y tangible a sus resultados de investigación. Y le permite comunicar a su comunidad a la que pertenece de sus "hallazgos", "comprobaciones" y "avances". Kuhn define una teoría como una red conceptual mediante la cual los científicos ven el mundo. "Los hechos y teorías no son categóricamente separables" (1990:29). Esta perspectiva histórica de Kuhn vino a redefinir la epistemología tradicional de la ciencia antes analizada; sobre todo las dicotomías: el contexto de justificación y descubrimiento, para ubicar ambos en una misma dimensión.

    Para Kuhn, la ciencia avanza en dos direcciones: los avances dentro de un mismo paradigma (ciencia normal), y los que proponen un paradigma distinto (cambio revolucionario). La primera es la "investigación basada firmemente en una o más realizaciones científicas pasadas, las que alguna comunidad científica reconoce, durante cierto tiempo, como fundamento para su práctica posterior" (Kuhn, 1990:33). Y la segunda, el avance de la ciencia se debe al cuestionamiento de la "fe" de donde parte un pensamiento y a las pericias sociales del investigador que genera este cuestionamiento. Esto conduce a enfrentamientos apasionados, desacuerdos de la manera de "ver" el mundo y, por consiguiente, en el estilo de practicar la ciencia. Todo ello provoca una crisis en el paradigma: "Al enfrentarse a anomalías o a crisis, los científicos adoptan una actitud diferente hacia los paradigmas existentes y, en consecuencia, la naturaleza de su investigación cambia. La proliferación de articulaciones en competencia, la disposición para ensayarlo todo, la expresión del descontento explícito, el recurso a la filosofía y el debate sobre los fundamentos, son síntomas de una transición de la investigación normal a la no ordinaria" (Kuhn, 1990:148).

    Esto conduce a lo que Kuhn denominó la revolución de un cambio de paradigma, considerada ésta "como aquellos episodios de desarrollo no acumulativo en que un antiguo paradigma es re-emplazado, completamente o en parte, por otro nuevo e incompatible" (1990:149). Como ejemplo de ello en la física, está la teoría aristotélica, la newtoniana y la cuántica, donde no ve en estos paradigmas un desarrollo acumulativo, sino un cambio radical en la forma de ver e intervenir sobre el mundo físico. Así, el desarrollo y progreso de la ciencia se concibe no en términos de acumulación paulatina y continua del conocimiento, sino por cambios bruscos, cortes de paradigmas, revoluciones científicas. Kuhn advierte que dichas revoluciones paradigmáticas encuentran su fuente no solo en las evidencias empírica, conceptual y teórica, sino principalmente en la lucha de grupos que defiende una u otra creencia que sustenta el paradigma. "Los efectos de cambio de paradigma son enormes, porque genera que los científicos ´vean´ el mundo de manera diferente. Podemos decir que, después de una revolución, los científicos responden a un mundo diferente" (Kuhn, 1990:176).

    Por ejemplo, si volteamos hacia arriba y miramos la luna en el marco de la teoría Tolomeica, decimos "veo" un planeta; pero si lo hacemos de acuerdo con la teoría de Copérnico, aseveramos "veo un satélite". Dos conceptos distintos ligados cada uno a sus respectivos paradigmas. No es lo mismo concebir al ser humano como producto de la creación divina que de la evolución. Todo esto condujo a replantear algunas de las premisas que sustentaban la epistemología tradicional que revisamos anteriormente, sobre todo el realismo, la objetividad y el criterio de verdad.

    Los programas de investigación

    "La filosofía de la ciencia sin la historia de la ciencia está vacía, la historia de la ciencia sin la filosofía de la ciencia está ciega" (Lakatos,1975a:456).

    Parafraseando a Kant, Imre Lakatos se suma al debate desde la historia. Aunque este autor consensa entre la filosofía positivista y la nueva epistemología que está gestando la historia de la ciencia.

    Lakatos redefine los paradigmas kuhneanos con una entidad que denomina "programas de investigación" (1983), comparte la idea de Kuhn que los programas se distinguen por un núcleo duro irrefutable y que se dan por consenso pero, por otra parte, le incluye al programa una cinturón protector donde se da el juego científico de la contrastación de hipótesis, tal y como lo argumentaba Popper. "La unidad básica de evaluación (de la ciencia) no debe ser una teoría aislada o una conjunción de teorías aisladas, sino un "programa de investigación" con un "núcleo" aceptado por convenio (y por ello "irrefutable" por decisión provisional) y con una "heurística positiva" que define problemas, traza las líneas generales de la construcción de un cinturón protector de hipótesis auxiliares, prevé anomalías y las convierte victoriosamente en ejemplos, todo ello según un plan preconcebido" (Lakatos, 1975a:465).

    Es decir, el avance de la ciencia se da cuando un programa se convierte en degenerativo, cuando el programa ha terminado de manera temporal de dar nuevas predicciones o éxitos empíricos. No obstante, a diferencia de los paradigmas de Kuhn, no es absoluta la valoración de que un programa sea progresivo o degenerativo. Lakatos señala que un programa simple podría ser progresivo en un momento en la historia, degenerativo en otro, y convertirse de nuevo en progresivo en otro tiempo (Lakatos, 1975b). Como ejemplo están las teorías de sistemas-cibernéticas, que se pueden ver en dos tiempos importantes: la de primero y segundo orden. En suma, las revoluciones científicas que sugiere Kuhn, para explicar el desarrollo de la ciencia, son redefinidas por Lakatos como "cambios progresivos y cambios degenerativos de programas" (l975a:464). Aunque también acepta la existencia simultánea de algunos programas de investigación rivales, los cuales podrían intercambiar elementos entre ellos, por lo que los programas degenerativos algunas veces son "resucitados".

    Igual que la epistemología tradicional de la ciencia, que distingue entre contexto de descubrimiento y de justificación, Lakatos diferencia una historia interna de una externa; la primera trata de las lógicas normativas de descubrimiento de los programas, mientras que la segunda representa las condiciones psicológicas y sociales que intervienen en el progreso de la ciencia. Para Lakatos la tarea sustantiva de la historia y la filosofía de la ciencia es el estudio de la historia interna, "evaluar lógicas del descubrimiento científicas rivales y, por tanto, reconstrucciones de las historias rivales" (1975a:475). Esto lo conduce a una posición racionalista y a proyectar una imagen de ciencia que encuentra su sentido en la razón lógica de los programas de investigación, la cual distingue tajantemente lo que es o no ciencia. En definitiva, continúa defendiendo un discurso realista y demarcacionista del conocimiento científico basado en la contrastación empírica.

    Sobre esta nueva forma de explicar el conocimiento científico Brown (1983) señala: "Aunque haya muchas discrepancias entre los partidarios del nuevo enfoque, existen los suficientes temas comunes como para justificar el hablar de una "nueva imagen de la ciencia" (1983:11). O, como lo señaló Lamo (1990),la epistemología "acaba por tomar como modelo no a la ciencia natural, sino a la social para explicarse a sí misma" (p.7).

    El discurso sociológico de la ciencia

    "El conocimiento científico, como lenguaje, es intrínsecamente la propiedad común de un grupo o ninguna otra cosa, en absoluto. Para comprenderlo, necesitamos conocer las características especiales de los grupos que lo crean y lo usan" (Kuhn, 1990:319)

    Con esta frase Kuhn abrió la puerta para que entrara la sociología como disciplina sustantiva para estudiar a la ciencia.

    Sin embargo, la sociología, antes de Kuhn, ya había desarrollado un área denominada sociología del conocimiento de la mano de Mannhein (1987), quien analiza los aspectos sociológicos que se ponían en juego para que una teoría científica pudiera tener más relevancia o pertinencia en un momento histórico determinado. También encontramos a Merton (1968, 1977a, 1977b, 1977c), quien proponía la creación de una subdisciplina sociológica preocupada por investigar a los científicos y sus comunidades: la sociología de la ciencia. Ambas aproximaciones sociológicas fueron de una gran riqueza conceptual y empírica, sin embargo, nunca cuestionaron el estatus trascendental que se le imputan a las teorías científicas.

    La propuesta de Kuhn condujo al estudio social de la ciencia a una transformación de corte cualitativo, donde la sociología podría contribuir sobre el contexto de justificación de la propia ciencia. Otro factor que abonó al nuevo discurso sociológico de la ciencia fue el reconocimiento a una serie de perspectivas microsociológicas que se venían desarrollando al margen de la sociología estructural-funcionalista, como el interaccionismo simbólico, la etnometodología y la sociología fenomenológica.

    Con ello emergerían diversos discursos sociales sobre la ciencia conocidas como las sociologías del conocimiento científico.

    El programa fuerte (strong programme)

    El programa fuerte nace y se desarrolla a mediados de los años sesenta en la Science Studies Unite de Edimburgo, Escocia, bajo la batuta principalmente de David Bloor (1973,1976,1981,1983) y Bany Barnes(1974,1977,1979,1980,1981). El objetivo del programa fuerte es demostrar empíricamente que existen redes de expectativas, intereses y una serie de recursos (no necesariamente metodológicos o tecnológicos) que determinan las creencias que guían la observación y que afectan los resultados de la ciencia y su evaluación.

    Al respecto, Bloor señala que "la verdad y la falsedad son cuestiones internas a un contexto, a una comunidad con sus recursos e intereses propios y a las normas y reglas de evaluación que construya. El éxito de una teoría depende en última instancia de la habilidad de sus partidarios para demostrar su superioridad en términos de los ideales, normas, mecanismos científicos aceptados por la comunidad, y esta habilidad está relacionada con el control de los recursos cognitivos, simbólicos y económicos de esa comunidad" (1976:32 y 38).

    Los relativistas

    El discurso relativista de la ciencia es propuesto principalmente por Collins (1975,1981,1985) y Pinch (1986) de la Escuela de Bath, Inglaterra. El programa relativista se centra principalmente en el estudio de los intereses cognitivos y compromisos sociales los científicos. Al respecto, Collins (1981) formula una larga lista de acciones políticas que pueden influir en el curso de una disputa de alguna teoría científica, como: a) presionar a los editores de revistas para que acepten o rechacen artículos en favor o en contra de una de las posiciones en conflicto, b) intentar aislar académicamente al rival o influir en la asignación de fondos económicos, etc. Dejando a un segundo plano, a diferencia de strong programme, el uso ideológico del control social de la naturaleza. Ante esto, el método que aplican es el análisis descriptivo y profundo de las disputas y negociaciones de grupos pequeños de especialistas en el marco de la comunidad científica.

    Los constructivistas y los estudios de laboratorio

    El interés por algunos sociólogos de la ciencia en realizar estudios en el laboratorio dio lugar a que se generara una nueva perspectiva sociológica, el Programa Constructivista. Dentro de los principales autores de este programa destacan Latour y Woolgar (1979), Woolgar (1991) y Knorr-Cetina (1981,1992,1993a,1993b,1993c). Este programa tiene como objetivo estudiar los procesos micro-sociales cotidianos de los científicos que se dan en el laboratorio.

    La argumentación que los lleva a realizar estudios de laboratorio lo presentan en tres puntos: 1) porque consideran que el laboratorio es el factor dominante en la generación de conocimiento, 2) por que la organización de los científicos en el laboratorio hace más visible la naturaleza social del conocimiento, y 3) el laboratorio permite contextualizar el conocimiento en personas, tiempo y cultura.

    Los elementos metodológicos que utilizan para los estudios de campo consisten en dos principales: 1) los etnográficos y antropológicos y 2) los análisis lingüísticos. El primero consiste en meterse en el laboratorio con el fin de observar las prácticas de los científicos, como si de otra cultura se tratara; al respecto Latour y Woolgar (1979), señalan: "Aprender como extraños aquellos aspectos de la actividad científica que suelen tomarse como garantizados" (p. 28). Mientras que el segundo elemento metodológico se vincula al primero, porque se considera que la construcción del conocimiento científico y de la misma realidad, es por, a través y en el uso del lenguaje. Al respecto, Woolgar (1991) señala: "Las prácticas representativas constituyen los objetos del mundo, en vez de ser un reflejo que proviene de ellos". (p. 103).

    El análisis del discurso científico

    Esta tradición la propone Mulkay (1981,1991) y Mulkay y Gilbert (1982), Gilbert y Mulkay (1984) su objetivo es estudiar el discurso de un científico, o de un grupo, en el ámbito del contexto de producción y articulado a su práctica cotidiana.

    En una investigación sociológica que llevaron a cabo de un material de practicantes en un área de investigación bioquímica, concluyeron que "los científicos usan distintivas formas de interpretación tal como ellos construyen sus acciones y creencias en diferentes contextos sociales" (Gilbert y Mulkay, 1984:188).

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