Escrito en el 2009 en tanto respuesta a la polémica planteada, el presente texto se publica ahora por segunda vez, pues el debate sobre la economía cubana sigue presente.
Las recientes interpretaciones del proceso revolucionario cubano exigen una disquisición más abarcadora, un tanto más profunda y multilateral que lo escuchado y leído por estos días. No me propongo resumir el debate ni pienso que toda la razón me asiste, pues "nadie tiene la verdad absoluta". Ya Protágoras, entre los sofistas, destacaba el valor epistemológico de cada opinión individual. Voltaire anotaba: "Yo desapruebo lo que Usted dice, pero defenderé hasta la muerte su derecho a decirlo". O sea que cada opinión, cada criterio, tiene un valor específico si se ofrece sin dobleces, honestamente. Además, a veces la ingenuidad nos hace tanto daño Pareciera que las actuales circunstancias nos arrastran a la "autodepredación" por nuestro propio sentido de la crítica ¿A qué me refiero?..
Recientemente, el director del periódico Granma, Lázaro Barredo Medina, publicó el 9 de octubre del 2009 un artículo titulado "Él es paternalista, tú eres paternalista, yo soy paternalista". (1) Además del paternalismo y otros errores, Barredo le señala a la sociedad cubana actual cuatro síndromes: el del pichón, el del avestruz, el del voleibol y el del obstáculo. Significaba el periodista, en una generalización inaudita, que nos habíamos acostumbrado a que nos dieran todo, como el pichón, o a meter la cabeza en un hueco como el avestruz, para no ver los problemas, y como una réplica del voleibol, lanzábamos los problemas para la otra cancha, porque supuestamente no eran nuestros problemas, sino del otro.
Este artículo provocó violentas respuestas, ofensivas incluso, que aparecieron en Internet, y otras respuestas, aprobatorias del artículo, se publicaron en el periódico Granma. Se produjo un debate sobre la situación interna en Cuba; un reflejo de las múltiples ideas, criterios y opiniones que ya habían aparecido (y siguen apareciendo) con anterioridad en ese diario. Se expuso el papel paternalista que supuestamente había jugado el estado a lo largo de 50 años; se criticaron las gratuidades, determinados subsidios y todo un paquete de supuestos errores. Señalo supuestos errores porque todos se expusieron sin aval alguno de análisis científicos, partiendo de experiencias personales y cotidianas, empíricamente. (Claro, el corto espacio de que se dispone en un periódico no permite un análisis extenso. Tampoco ahora disponemos de todo el espacio necesario.)
Pero ni el estado es tan ingenuo -persigue determinados objetivos tácticos y estratégicos-, ni nuestra sociedad civil es tan inepta o apolítica como para no legitimar y defender a ese estado. No se debe subestimar la inteligencia ni de los de arriba ni de los de abajo.
Lo cierto es que Barredo, a nuestro modesto modo de ver y por encima de su intencionalidad, había demostrado una simplicidad y una ingenuidad inméritas para un avezado periodista, inserto en la batalla de ideas en que se encuentra una sociedad de tránsito ("postcapitalista", como la llama Castells), donde se enfrentan (ahora con Lenin) dos discursos antagónicos con una pregunta en el centro: "¿Quién vence a quién?" -Si por un lado el periodista daba la posibilidad de autoanalizarnos, de lanzar una mirada hacia el interior, aunque no estuviéramos de acuerdo con él; por el otro, servía en bandeja de plata la posibilidad de "ladrar" (como recuerda a menudo Hugo Chávez) a quien mal domina el marxismo, o lo domina tan bien que aprovecha la ocasión para tratar de hacer leña del árbol enhiesto. Pues criticar y eliminar el secretismo no significa depredar ni denigrar. Cuanto desean los enemigos es precisamente eso, que les hagamos el juego y nos enfrentemos entre nosotros mismos. Así se cedió en 1878 y veinte años después, en 1898, pese a algunas voces disonantes.
No se trata hoy de buscar responsables en la historia, sino soluciones; menos aún en un artículo corto, donde no es posible una extensa disquisición sobre el tema. Obra un debate de marcada importancia para la sociedad cubana. Si bien se escuchan opiniones positivas, críticas fuertes, pero bien intencionadas, también las hay negativas, oportunistas, denigrantes, depredadoras de la sociedad. Tales como "Hicieron esto o aquello (aludiendo al estado), pero nada funciona"; e inmediatamente la alusión a la otra orilla: "Allá, donde no hay igualitarismo, o con sus defectos, pero todo funciona". Ciertamente, funciona el "sálvese quien pueda" y la escatología de Pedro Juan Gutiérrez, tan viejos que se visibilizan en la crítica del Rabelais de Gargantúa y Pantagruel, texto escrito en el siglo XVI, en una sociedad que nada tiene que ver con la nuestra.
Esgrimir, pues, un discurso polifónico para la defensa de determinada posición en el espacio del debate sobre la sociedad cubana actual, exige una integridad imposible de reflejar en este trabajo, por ello me limito al mismo propósito pero desde una línea muy específica. El análisis de la urbanización en el proceso revolucionario cubano, me permitirá defender un punto de vista que acaso se pueda generalizar si no lo está ya. Precisamente dicho debate justifica el presente trabajo. Saltan entonces diversas interrogantes: ¿Qué papel ha jugado el estado en el proceso de urbanización? ¿Cuál ha sido la política urbana (o sus logros) a lo largo de estos 50 años? ¿Qué factores han incidido en el proceso de urbanización de la Revolución Cubana? ¿Pudiera considerarse a Cuba una singularidad en el contexto de América Latina, con relación a determinados referentes de urbanización? Son solo algunas interrogantes. Veamos cuántas podemos satisfacer.
I
Para nuestra disquisición sobre la urbanización en la Cuba revolucionaria, se torna necesario refrescar algunas ideas y conceptos, que permitirán una mejor comprensión de cuanto deseamos exponer. En La cuestión urbana, Manuel Castells anota: " todo análisis sociológico debe considerar primordialmente los procesos políticos". Y más abajo: "El análisis sociológico de la cuestión urbana está en el estudio de la política urbana, es decir, de la articulación específica de los procesos designados como urbanos con el campo de la lucha de clases y, por consiguiente, con la intervención de la instancia política (aparato de Estado) -objeto, centro y blanco de la lucha política". (2)
De tales preceptos parte nuestra propuesta sobre la urbanización en el espacio de la Revolución Cubana. Es conocido además, cómo se produjo el proceso de urbanización en los países más desarrollados. La colonización de la sociedad por la industria resume el tópico. Fue la industrialización en los países desarrollados el elemento esencial del proceso de urbanización. Brian J. L. demostró la relación inversa entre progreso tecnológico y económico y las características demográficas, es decir, "a mayor nivel económico y tecnológico, menor es el crecimiento demográfico"; Berry estableció la correlación positiva entre el nivel de desarrollo económico y el grado de urbanización, y Gibbs y Martin, "la dependencia del nivel de urbanización en relación a la diversidad industrial (indicador de la división del trabajo), al desarrollo tecnológico y a la pluralidad de los intercambios exteriores de la sociedad. Cuanto más elevados son estas variables lo es también el porcentaje de la población en las zonas metropolitanas". (3) Sin embargo, no ocurre lo mismo en las regiones subdesarrolladas. Otros factores, como la dependencia, las migraciones, el crecimiento de las actividades manufactureras tecnológicamente modernas en esas regiones, signan el proceso de urbanización.
No se trata, como señala Castells, del impacto directo de la industria en la urbanización de las regiones subdesarrolladas, sino del impacto indirecto, de la incidencia del proceso de industrialización de los países desarrollados en la urbanización de los países dependientes. "Hay, pues, que establecer una relación, por una parte entre la industrialización dominante y la urbanización dependiente, y por otra, entre la urbanización y el crecimiento en el país de las actividades manufactureras tecnológicamente modernas". (4)
En fin, la industrialización en la mayoría de los países de América Latina, por ejemplo, y para acercarnos a nuestro espacio, no se articula con el proceso de industrialización en la región, como ocurrió en la mayoría de los países desarrollados, sino con el proceso de industrialización en Estados Unidos, que siempre la saqueó como su traspatio. Cuba no escapó de esa constante hasta 1959, cuando mostraba un sistema macrocéfalo, o sea, el porcentaje de la población de La Habana superaba al de la segunda aglomeración (Santiago de Cuba) en siete veces; en La Habana se concentraba el 21% de la población total del país, mientras que en Santiago de Cuba lo hacía solo el 3% de esa población.
Queda demostrada la influencia de la industrialización en el proceso de urbanización de cada país, ya sea por impacto directo como por impacto indirecto (y estos términos son nuestros, personales).
Ahora bien, cuando Castells toca la urbanización de los países socialistas y de Cuba y China, deja de lado aspectos fundamentales de la cuestión urbana, en tanto resultantes del proceso político. La extinta URSS, por ejemplo, era el país con mayor subdesarrollo en Europa, sin embargo, la planificación soviética logró magníficos resultados, pues se trataba de un inmenso territorio con inmensos recursos naturales, y la urbanización se desarrolló por la misma vía de los países capitalistas desarrollados, por impacto directo. (Por supuesto, sin saquear a los demás.) Alcanzaron, pese a la gran conflagración bélica que sufrió y las pérdidas en todos los sentidos, a desarrollar la industria pesada y cierto nivel de la ligera. También la colaboración con otros países, sobre bases justas, le permitió cierta aceleración en su desarrollo. China, pese a la influencia negativa de cierto período de errores cometidos, aplicó determinadas reformas económicas, acaso específicos mecanismos previstos por Lenin en la NEP (Nueva Política Económica), por supuesto adaptados a su especificidad, y hoy es uno de los países que más aporta al PIB global. Pero China es un país con grandes recursos económicos.
De modo que la posesión en cada país de recursos naturales y la colaboración sobre bases justas, pueden acelerar la industrialización y con ello la urbanización. Evidentemente, en la concepción sociológica del capitalismo no puede aparecer el factor de colaboración justa. Eso no opera en su naturaleza, sustentada por "el sálvese quien pueda".
Pero vayamos a nuestro caso particular, a nuestro proceso de urbanización, toda vez que disponemos de una base teórica general.
II
De 1959 en adelante el país cambió definitivamente. El análisis del proceso político del que ya reflexionamos en el epígrafe anterior es, como se señala allí, decisivo en el proceso de urbanización. La Revolución ha sido (y es) un proceso político que determina en todas las esferas de la vida del país. El espacio de la Revolución es todo el espacio y su discurso, el dominante en toda la estructura política y económica del país.
Todavía hoy la modulación de la urbanización y de la estructura social del país, que responde a la política urbana aprobada, dígase planificación y movimientos sociales urbanos, grafica un sistema macrocéfalo, donde operan con marcada vehemencia otros factores; bien que esa política urbana se articula en tanto resultante también de esos factores, por encima de las migraciones y de la desorganización de la sociedad rural. -Ciudad de La Habana, con una población de más de 2 millones de habitantes, equivalentes a casi el 20% de la población total, supera en casi cinco veces a Santiago de Cuba, que solo alcanza el 4,3% de la población total con cerca de 500 mil habitantes.
No debemos perder de vista -con Marx– que en nuestra sociedad de tránsito la propiedad privada como elemento estructural es desplazada y con ello, el papel de regulador económico del mercado, que deja de influir directamente en el proceso de urbanización. Son el estado y el partido el factor principal de la organización social. No debemos perder de vista -ahora con Lenin- que en nuestra sociedad de tránsito la política no puede no estar por encima de la economía ("lo político toma el lugar de lo económico", anota Castells). " la urbanización socialista se caracteriza por el peso decisivo de la línea política del partido, en la organización de la relación con el espacio", (5) lo cual significa la primacía de lo social, de las necesidades del hombre. Precisamente en la aplicación de las famosas reformas económicas en la URSS (ya anunciadas por Lenin bien temprano en el proceso soviético) se adulteró y se potenció lo económico por encima de lo político, lo que unido a otras contradicciones y errores, provocó el desmantelamiento del sistema socialista y la articulación de un capitalismo de mafias económicas.
Todavía en 1953, en La historia me absolverá, Fidel plantea los problemas de la salud, la educación, la tierra, el desempleo y la vivienda. Cinco problemas que signaban la estructura social de una sociedad, cuya estratificación social reflejaba la neocolonización a que estaba sometida. Una urbanización dependiente de la industrialización dominante de Estados Unidos.
De cambiar aquella situación fue de lo primero que se ocupó el gobierno revolucionario desde enero de 1959, de cumplir el Programa del Moncada. Resolver el problema de la vivienda, el desempleo, la salud, la educación, suprimir la diferencia entre el campo y la ciudad, organizar la sociedad rural, diversificar los cultivos, convertir a los campesinos en obreros agrícolas con el proceso de estatalización; en fin, con estos lineamientos se articularon las políticas sociales urbana y agraria del estado. ¿Hasta qué punto se lograron esos objetivos? Hasta donde lo permitieron las prioridades de supervivencia de la Revolución.
Si como país eminentemente agrícola se había ajustado la política social agraria después de 1975 con el Primer Congreso del Partido, en 1980 y en la década del 90, también la política social urbana se había ajustado, en sincronía con esas coyunturas políticas. Y anotémoslo ahora, de una vez por todas: los errores cometidos hasta los 80 del pasado siglo, cuando se inicia el proceso de rectificación de errores (por cierto mucho antes de que la desmantelada URSS inaugurara su "perestroika" y su "gláfnost"), no son (ni pueden ser) los responsables del actual estado de la economía cubana, como pretenden hacer ver hoy los avisados politólogos internos.
La planificación logró, en sentido general, determinada reproducción estructural del modo de producción socialista. Los logros son bien conocidos, acaso innecesarios (para algunos) en el debate actual; pero sería absurdo prescindir de ellos en su totalidad, a riesgo de parecer una "perogrullada". El Programa del Moncada se había cumplido. Procesos como la reforma agraria, la reforma urbana, la nacionalización de las empresas privadas y extranjeras, la alfabetización, la diversificación de la producción y otros muchos, articularon una determinada estructura ramal y territorial de la economía allí donde nada existía. Por ejemplo, ya en los 80 se podía resumir: en el Mariel, Nuevitas y Santiago de Cuba se desarrolló la industria básica y de materiales de construcción; en Pinar del Río, Las Tunas y Bayamo se favoreció el desarrollo agroindustrial y en Santa Clara y Holguín, la industria mecánica.
Pero si antes de los 80 se produjo un proceso de estatalización de la tierra, ya en los 90 las nuevas circunstancias exigen un proceso inverso, de desestatalización. Las coyunturas externas e internas, que no excluyen los errores cometidos que se intentaban rectificar en la década anterior, y otros cometidos durante el propio proceso de rectificación, exigen la aplicación de medidas extremas, de un Período Especial en tiempo de paz. Salvar la Patria, la Revolución y las Conquistas del Socialismo se convirtió en la única opción posible. Pero no voy a escribir la historia de Cuba. Pudiera recordar incluso el famoso debate económico de los años 60, entre los dos grupos de economistas encabezados por el Che y Carlos Rafael Rodríguez, cada uno con su propuesta económica, por cierto muy a propósito para el actual debate cubano. Pero el trabajo se tornaría muy ampuloso. Ya se sabe que existen errores e insuficiencias básicos, (6) tales como debilidad de la planificación, exceso de centralización y trámites burocráticos, cadenas productivas mal estructuradas, aplicación deficiente de la estimulación moral y material. Aspectos que fueron tocados todavía en aquel temprano debate, donde el Che articulaba su concepción del hombre nuevo. Luego la planificación había logrado una determinada estructuración de los asentamientos poblacionales:
1. La Ciudad de La Habana con más de 2 millones de habitantes- –19,8%.
2.-Las 12 cabeceras provinciales (de 80 a 400 mil habitantes)— 19,3%.
3.-Las 33 ciudades mayores y cerca de 3 mil asentamientos de base urbana y rural, con 2 millones y medio de habitantes—- 22%.
4.-Las 108 cabeceras municipales (menores de 20 mil habitantes) y 4 mil asentamientos de base urbana y rural, con 2 millones—– 38,9%.
No obstante, el país aún hoy sigue mostrando un modelo macrocéfalo. Ciudad de la Habana sigue concentrando una población casi cinco veces mayor que la de la segunda aglomeración, Santiago de Cuba. El porcentaje de la población urbana, según estimado del 2008, es del 76% y el 24% de la rural. La tasa de crecimiento es de 0,25 y la densidad de población, de 103 habitantes por kilómetro cuadrado. Tampoco ahora continuaré con esta demografía.
El rasgo más sobresaliente del proceso revolucionario cubano ha estado centrado en la atención a las necesidades crecientes de esa población, dada la naturaleza misma del propio proceso. En este sentido la política urbana, que lógicamente toca la arquitectura, sus espacios y discurso, ha desempeñado un importante papel rector, y como resultado de esa política:
se construyó el primer modelo arquitectónico de la Revolución, el conjunto urbano de La Habana del Este con sus áreas verdes y deportivas;
se aplicó la prefabricación para suplir las necesidades acuciantes de la población;
se introdujo el Gran Panel Soviético;
se creó el sistema Sandino para escuelas en el campo y la ciudad, que se extendió al sector de la vivienda;
se introdujo el sistema LH (loza hueca) de origen canadiense;
se introdujo el sistema IMS (moldes deslizantes para edificios altos) de origen yugoslavo.
Hasta llegar al sistema Girón (cubano), que permitió la construcción no solo de escuelas en el campo y vaquerías, sino muestras para embellecer las urbes como el hotel Pinar del Río, construido por ese sistema. Esa misma línea artística se encuentra en el Palacio de las Convenciones, con su notable caracterización visual: cromática, volumétrica y espacial, así como su vinculación con las áreas verdes. No se puede dejar de mencionar, como áreas de recreación y esparcimiento en función de la calidad de vida del cubano, el Parque Lenin, el Zoológico Nacional, el Palacio de los Pioneros, el Jardín Botánico. Es notable también el despegue definitivo de la recuperación del casco histórico de la capital, promovido y ejecutado por la Oficina del Historiador de La Habana, concepción y experiencias que se han extendido a otras ciudades del país, gesto que beneficia no solo a los moradores de esas ciudades, sino al país como espacio turístico. Pero no vamos a hablar del turismo y la urbanización, otro inmenso esfuerzo cuyos resultados fueron proclamados por Fidel aún en La historia me absolverá (1953).
Todo ello tiene un impacto político en la sociedad cubana, una dimensión política; es lo político, como anota Castells, que "designa la instancia por la cual una sociedad trata las contradicciones y desniveles de las diferentes instancias que la componen y reproducen, ampliándolas, las leyes estructurales, asegurando así la realización de los intereses de la clase social dominante". (7) Es decir, dichos resultados redundan en beneficios para el pueblo cubano. (Y solo he aludido a la salud y la educación, dos regiones que constituyen las banderas de la política urbana.) Baste anotar que según estimados del 2008, la esperanza de vida total es de 77,3 años; la femenina es de 79,6 años y la masculina, de 75 años; la tasa de mortalidad infantil es de 6 fallecidos por cada mil nacidos vivos; la tasa de alfabetización, es de 97,3%: la femenina de 97,2% y la masculina de 97,4%. Esos índices por supuesto, son similares a los de los países desarrollados, y para toda la población, no para determinados sectores, como ocurre en muchas de esas sociedades excluyentes.
Ahora bien, para terminar nuestra disquisición es preciso anotar los factores que han hecho posible dicha situación, positivos y negativos, y su articulación en el proceso de urbanización desde 1959. Cuanto deseamos podríamos demostrarlo a través de las estadísticas (no existe sociología sin estadística), pero ahora tratamos de resumir este trabajo.
III
La sociología urbana capitalista potencia determinados factores que inciden en el proceso de urbanización, tales como el proceso de industrialización, como ya analizamos con anterioridad, la dependencia económica, las migraciones internas, la desorganización de la sociedad rural. Evidentemente, estos factores interactúan, se concatenan y articulan la raíz de los procesos de urbanización. No todos estos factores incidieron en la urbanización durante el proceso revolucionario y otros, no anotados aquí, han tenido un mayor impacto. Por ello, como señala Castells, es sumamente importante en la cuestión urbana el análisis del proceso político.
La incidencia de factores externos ha sido decisiva en la urbanización cubana. Me refiero a las relaciones comerciales ventajosas con el desaparecido campo socialista y especialmente con la URSS. Cuba habría podido hacer bien poco sin esa incidencia. En 1959 no existía economía alguna y las arcas del estado habían sido saqueadas. La pobreza y el subdesarrollo se confabulaban en un matrimonio difícilmente salvable. Por otro lado (y anótese otro factor externo incidente), el imperio pretendía la asfixia de la Revolución con un bloqueo que se ha extendido a lo largo de todos estos años. La coyuntura indicaba, sin embargo, aferrarse a la esencia del modo de producción socialista: mantener la primacía de lo político sobre lo económico. No hubo entonces, ni ahora, como señalara el líder de la Revolución, errores estratégicos. Ni el mal llamado paternalismo, ni las gratuidades, ni los subsidios, ni la libreta de abastecimiento (todos justificados suficientemente por una realidad "otra"), ni los síndromes del pichón y el avestruz que señala Barredo, son la causa de nuestra pobreza y nuestro subdesarrollo. Vale ahora preguntarse y después continuamos (para aquello enterados, buscadores de culpables), ¿qué país sin recursos naturales, pobre y bloqueado hasta el tuétano, bajo el desequilibrio internacional que corroe permanentemente, ha logrado desarrollarse? La URSS, con un bloqueo muy particular en sus inicios, logró desarrollar la industria pesada y, después de la guerra, se convirtió en una potencia temerosa; pero tenía un gran territorio con inmensos recursos naturales. China también, un inmenso país con inmensos recursos y población, pese a los innegables errores del maoísmo, se ha convertido en uno de los motores de la economía mundial. La urbanización en estos se produjo por impacto directo de su propia industrialización, ya lo apuntamos antes.
¿De qué recursos dispone nuestro querido país? ¿Cómo pretender ser ricos en un país pobre, prácticamente sin una economía sólida y sin recursos naturales? Nuestro recurso fuerte, lo señala Fidel, es el capital humano, creado también por la Revolución como los diversos espacios y obras arquitectónicos, por lo que debemos ser (o dedicarnos a ser) un país de servicios. El desarrollo puede llegar, no niego esa posibilidad, pero a paso mucho más lento que el de los países que tienen otras condiciones.
Por otro lado, los eventos meteorológicos que nos afectan no han sido nada benévolos, sobre todo en los últimos tiempos. Me refiero a sequías, ciclones y huracanes. En los últimos años dichos eventos han provocado numerosas pérdidas. En su artículo "San Lázaro no ve sus llagas", aparecido en Internet, el Francotirador del Cauto, respondiendo al ya mencionado artículo de Lázaro Barredo, anota con un egoísmo asombroso: "Ah, y no me hablen más de huracanes. ¡Señores!, los huracanes destrozaron las flotas españolas hace cuatro siglos. Es un mal necesario porque nos llena los embalses de agua. Además, son inevitables". Pregúntesele a los que aún no tienen respuestas a las calamidades en que los sumió un huracán u otro; pregúntesele a los que perdieron sus casas o techos y todavía no tienen ni esas casas ni esos techos, si quieren o no que se siga hablando de huracanes. Lo mismo ocurre con los que no quieren que se siga hablando de bloqueo: pregúntesele a los enfermos de diabetes, que apenas si pueden consumir la necesaria insulina para su sufrimiento debido al bloqueo; pregúntesele a los enfermos de insuficiencia renal crónica si quieren o no que se siga hablando de bloqueo y agresiones al país. Recuérdese que el 70% de la población actual de Cuba nació en condiciones de bloqueo. Son situaciones escalofriantes que no admiten egoísmos estólidos.
He ahí, también, en su expresión negativa, el impacto político de los factores externos, su incidencia en la dimensión social del proceso de urbanización.
Después de un análisis sobre el proceso de urbanización en China, Castells anota, en La cuestión urbana, sobre el proceso cubano: "Algunas de estas características pueden observarse en el reciente proceso político cubano. La insistencia del gobierno para eliminar la supremacía de La Habana (centro de la contrarrevolución), en desarrollar la implantación en las zonas rurales, en extender la red de población a lo largo del territorio, se explica a la vez por las bases sociales del movimiento (los campesinos pobres), por la opción decididamente agrícola de la economía, por los preparativos militares para una eventual lucha de guerrillas y por la voluntad de limitar las diferencias sociales. (8)
Por encima de lo polémico de este párrafo, recurro a las propias conclusiones de Castells poco más abajo en esa misma página, donde recomienda "la investigación concreta", "partiendo de lo que tiene de específico" nuestro proceso urbano. Me da la impresión de que Castells conoce poco la historia de la Cuba revolucionaria, que acaso anota lo leído en la bibliografía del pie de página. Pero aceptamos el párrafo tal y como lo escribió y agregamos otras especificidades más de incidencia positiva y negativa en el proceso de urbanización después de 1959:
1.-La colaboración económica entre los países, sobre la base de la equidad y justicia. Cuba llegó a articularse en el C.A.M.E. (Consejo de Ayuda Mutua Económica) y en la actualidad, en el A.L.B.A. (Alternativa Bolivariana para las Américas.) Venezuela es hoy el primer socio comercial de Cuba, evitando una dependencia "demasiado" significativa. Un factor positivo externo.
2.-Un bloqueo económico único en la historia de la humanidad, por su dimensión que toca todas las esferas de la vida del cubano y por su longevidad.
3.-Agresiones y sabotajes durante 50 años: en lo político, lo económico y lo social; desde la simple propaganda o la calumnia hasta introducción de enfermedades; súmense las agresiones diplomáticas que han costado vidas humanas.
4.-Eventos meteorológicos que afectaron (y afectan) al país en distintas épocas del año, cuya agresividad se acrecienta con el paso de los años, dado el deterioro ecológico del planeta (períodos de largas sequías, ciclones y huracanes).
No negamos los factores que señala Castells, aunque no compartimos el enfoque de la exposición (acaso un enfoque con determinado grado de intencionalidad). Tampoco vamos a ilustrar estos cuatro, pues sería escribir la historia de Cuba. Pero nadie puede negar no solo las pérdidas millonarias que han provocado los últimos tres factores, sino además, el impacto negativo de su persistencia, de su equivalencia en costo de calidad de vida en cuanto a noción de retroceso emocional, retroceso de perspectivas de proyectos individuales; en cuanto a noción de estabilidad para el análisis de los resultados de una planificación urbana; en cuento a noción de posibilidad y seguridad de una planificación a largo plazo; sin contar con las afectaciones a la integridad humana, cuyo costo no es mensurable.
Sin dudas -y ya lo anoté con anterioridad- el impacto de estos elementos es innumerables veces superior a los errores cometidos, en su mayoría provocados por necesidades sociales y por prioridades coyunturales. Cabe también recordar, precisamente en el debate actual, las palabras del entonces Presidente de los Consejos de Estado y de Ministro, Fidel Castro, en el aniversario 60 de su incorporación a la Universidad de La Habana: "Una conclusión que he sacado al cabo de muchos años: entre los muchos errores que hemos cometido todos, el más importante error era creer que alguien sabía de cómo se construye el socialismo". (9) Por mi parte, podría preguntar también: ¿Se ha construido el socialismo en alguna parte del mundo? Luego, entonces, todo lo que se haga en esa dirección correrá el riesgo que enfrentan los experimentos. El capitalismo, en cambio, como las cucarachas, goza de casi doscientos años de probada adaptabilidad, sustentada en su egoísmo, su carácter elitista, su propia naturaleza.
Los recursos naturales poseen un peso significativo en el proceso de industrialización, que a su vez vehicula la urbanización.
El proceso de urbanización en los países socialista es favorecido, además, por la colaboración económica sobre bases de equidad y justicia.
La política urbana en el proceso revolucionario cubano ha estado signada por aspectos coyunturales que sobrepasan la perspectiva de la sociología urbana del capitalismo.
El proceso de urbanización de la Revolución Cubana no constituye una singularidad, sino un modelo para el análisis sociológico.
Los errores cometidos durante el proceso revolucionario no determinaron en el despegue, ni en el ritmo, del proceso de urbanización en el país.
(1).-Barredo Medina, Lázaro: "Él es paternalista, tú eres paternalista, yo soy paternalista". Periódico Granma. 9 de octubre del 2009.
(2).-Castells, Manuel: La cuestión urbana. Editorial Félix Varela, La Habana, 2005. pp. 289-290.
(3).-Ibídem. p. 50.
(4).-Ibídem. p. 57.
(5).-Ibídem. p. 80.
(6).-Véase "Pesca en aguas revueltas" de Heriberto Rosabal y Ariel Terrero. Revista Bohemia. 4 de diciembre del 2009. Año 101. No. 25. pp. 28-32.
(7).-Castells, Manuel: ob. Cit. p. 309.
Ibídem. pp. 88-89.
(9).-Castro Ruz, Fidel: Discurso en conmemoración al 60 Aniversario de su incorporación a la Universidad de La Habana, tabloide especial, La Habana, 2005. p. 12.
Autor:
Enrique Martínez Hernández.