El Síndrome de Burnout en trabajadores de la salud de la Atención Primaria (página 2)
Enviado por Julio Oscar Cabrera Rego
En un primer momento Maslach (1976), definía al Burnout como un estrés crónico producido por el contacto con los clientes, que los llevaba hasta la extenuación y el distanciamiento emocional en sus trabajos. Los primeros estudios empíricos sistemáticos de Maslach con ayuda de Ayala Pines tenían como objetivo el análisis de los estados emocionales de los profesionales y sus reacciones a los clientes, relacionándolos con determinadas características de su trabajo (Maslach y Pines 1977, Pines y Maslach, 1980). Tales estudios mostraron la presencia del Cansancio emocional y de la Despersonalización fenómeno del Burnout, por ello las primeras aproximaciones conceptuales incluían solo ambas dimensiones.
A partir de este momento, se asignó un programa de investigación sobre el Burnout en varias profesiones y el desarrollo de las primeras definiciones operativas. Los resultados de tales trabajos dieron lugar a la determinación de una tercera dimensión, la falta de Realización personal (Maslach y Jackson,1981), quedando descrito como un proceso que se inicia con una carga emocional y su correspondiente tensión que conduce al agotamiento del sujeto, quien comienza a exhibir conductas de distanciamiento y actitudes negativas respecto a las personas que atiende, lo cual le crea dudas con respecto a la competencia y realización profesional, acompañado de síntomas físicos cuyos componentes fueron identificados por estas autoras como: Agotamiento emocional, Despersonalización y reducida Realización personal (4,9).
La primera es el Agotamiento Emocional, que se define como cansancio o fatiga que puede manifestarse física, psíquicamente o como una combinación de ambos. Es la sensación de no poder dar más de sí mismo a los demás.
Despersonalización es la segunda dimensión y se entiende como el desarrollo de sentimientos, actitudes y respuestas negativas, distantes y frías hacia otras personas, especialmente hacia los beneficiarios del propio trabajo. Se acompaña de un incremento en la irritabilidad y una pérdida de motivación hacia él mismo. El profesional trata no sólo de distanciarse de las personas destinatarias de su trabajo sino también de los miembros del equipo con quien trabaja, mostrándose cínico, irritable, irónico e incluso utilizando etiquetas despectivas para aludir a los usuarios y tratando de hacerlos culpables de sus frustraciones y descenso del rendimiento laboral (8). Junto a estas dos dimensiones aparece una tercera, consistente en un sentimiento de bajo Logro o Realización personal y/o profesional y que surge cuando se verifica que las demandas que se le hacen, exceden su capacidad para atenderlas de forma competente. Supone respuestas negativas hacia uno mismo y hacia su trabajo, evitación de las relaciones personales y profesionales, bajo rendimiento laboral, incapacidad para soportar la presión y una baja autoestima (9).
La falta de logro personal en el trabajo se caracteriza por una dolorosa desilusión y fracaso en dar sentido personal al trabajo. Se experimentan sentimientos de fracaso personal (falta de competencia, de esfuerzos o conocimientos), carencias de expectativas o horizontes en el trabajo y una insatisfacción generalizada (8). Como consecuencia: la impuntualidad, la abundancia de interrupciones, la evitación del trabajo, el absentismo y el abandono de la profesión, son síntomas habituales y típicos de esta patología laboral. En opinión de Alvarez y Fernández (1991), el bajo logro puede también, estar encubierto por una sensación paradójica de omnipotencia. En conclusión, el enfoque psicosocial, asume que el Burnout es un síndrome de Agotamiento emocional, Despersonalización y bajo Logro o Realización personal en el trabajo (9).
Es difícil para el médico la comprensión de este síndrome, ya que muchas veces piensa que por la sola condición de ser médico estaría inmune al sufrimiento del otro. Balint (10) estudió en forma intensiva los vínculos entre los médicos y sus pacientes, no sólo para lograr mayor efectividad en el ejercicio profesional, sino para ayudarlos a solucionar situaciones conflictivas en sus tareas.
Fischer (1983), consideró el Burnout como un estado resultante del trauma narcisista que conllevaba una disminución en la autoestima de los sujetos, mientras que Pines y Aronson (1988) lo conceptualizan como un estado en el que se combinan fatiga emocional, física y mental, sentimientos de impotencia e inutilidad y baja autoestima. Iba acompañado de un conjunto de síntomas que incluía vacío físico, sentimientos de desamparo y desesperanza, desilusión y desarrollo de un autoconcepto y una actitud negativa hacia el trabajo y hacia la vida misma.
En su forma más extrema, el Burnout representa un punto de ruptura más allá del cual la capacidad de enfrentarse con el ambiente resulta severamente disminuída y es especialmente duro para personas entusiastas e idealistas (8).
Esta imagen del profesional como el héroe trágico, víctima de su propio celo e idealismo, que paga un elevado precio por su alto rendimiento, fue la primera aproximación a este fenómeno pero no se ajusta al modelo que actualmente se acepta (6,8).
Golembiewski y Cols (1986) asumen la perspectiva de Maslach y Jackson y proponen al burnout como un fenómeno multidimencional y multifacético distinguiendo dos formas: agudo y crónico. Leiter (1989) critica a los anteriores y se identifica con el modelo de Maslach y Jackson, Cherniss (1980) propone un modelo del Burnout de tres fases que se inspiran en el modelo transaccional del estrés, prestándole más importancia al estilo organizacional que a la personalidad del sujeto, este modelo no ha tenido un gran desarrollo. Mier (1983) lo concibe como un modelo cognitivo directamente relacionado con el modelo de Bandera de autoeficacia, brindándole importancia tanto a los factores institucionales como a los individuales (11).
Ealhuch y Harrison (1980) desde el punto de vista psicosocial consideran al burnout como insatisfacción laboral y proponen un modelo de 4 fases. Pines y Aroson (1981) consideran este síndrome como un fenómeno social frente a la concepción clínica e individualista de la depresión, mientras que Freudemberger (1974) considera la depresión como parte del síndrome de Burnout (9,11).
Edelwich y Brodsquy lo caracterizan por ser un proceso progresivo y estar compuesto por tres etapas diferentes. Primero de idealismo y entusiasmo, en la que el médico tiene una serie de expectativas poco realistas de lo que puede conseguir. Segunda o de estancamiento, que supone una paralización tras la constatación de que sus expectativas son irreales y una pérdida del idealismo y el entusiasmo iniciales.
La etapa siguiente es la de frustración, que es la fase central del desgaste profesional y, por último, una fase de apatía, con falta de interés y un vacío total (12,13). Chemis lo enmarca en tres etapas: primero tiene lugar un desbalance entre las demandas y los recursos, es decir, se trataría de una situación de estrés psicosocial; segundo hay un estado de tensión psicofísica; en la tercera etapa hay cambios conductuales como consecuencia de un afrontamiento de tipo defensivo y huidizo, que lo lleva a evitar las tareas estresantes y procura el alejamiento personal, por lo que hay una tendencia a tratar a los pacientes de forma distanciada, rutinaria y mecánica, anteponiendo cínicamente la gratificación de las propias necesidades al servicio que presta (4,14).
La estructura de tres factores ha sido replicada por numerosos autores en sus investigaciones (Juacnicku y Schwab, 1981; Pierce y Molly, 1989; Lee y Ashforth, 1990). En otos se ha propuesto la existencia de cuatro factores (Belcastro, Hays, 1983 ) o de dos (Brokins y Col, 1985). Caton (1988) estudió a profesionales que trabajaban en la Educación especial, encontrando una estructura de cuatro factores, tres de ellos coincidentes con el modelo de Maslach y Jackson y un cuarto que denominaron factor de sobrecarga laboral (4).
Kandolín en sus estudios propone tres factores no coincidentes con los anteriores que son: fatiga psicológica, pérdida de satisfacción laboral y endurecimiento. En España diversos estudios replican la estructura de tres componentes (Oliver y Col., 1990; Powel y Gose, 1986) (15).
Los estudios de Firth y Col (1986) con enfermeros encontraron que el cansancio emocional estaba sustantivamente relacionado con la depresión. Oliver (1993) encontró resultados semejantes en que el cansancio emocional se correlacionaba significativamente con la depresión, igual que ocurría con la realización personal (16).
Gil-Monte y Peiró (1997), han afirmado que el síndrome del ¨quemado¨ puede estudiarse desde dos perspectivas: clínica y psicosocial (17).
La perspectiva clínica asume el Burnout como un estado (concepción estática), al que llega el sujeto como consecuencia del estrés laboral, y la psicosocial la define como un proceso con una serie de etapas que se generan por interacción de las características personales y el entorno laboral. Fue precisamente Freudenberguer quien, desde una perspectiva clínica, empleó por primera vez este término (17,18).
Según este autor, es típico de las profesiones de servicio de ayuda y se caracteriza por un estado de agotamiento como consecuencia de trabajar intensamente, sin tomar en consideración las propias necesidades. Este enfoque defiende que el Burnout aparece con mayor frecuencia en los profesionales más comprometidos, entre los que trabajan con mayor intensidad ante la presión y demandas de su trabajo, poniendo en segundo término sus intereses. Se trata de una relación inadecuada entre profesionales excesivamente celosos en su trabajo y clientes excesivamente necesitados, una respuesta del personal asistencial al realizar un sobreesfuerzo (19).
En el Burnout existe una pérdida de la energía y el idealismo inicial, lo que implica ausentismo, disminución de la calidad del trabajo, frecuentes cambios de trabajo, constantes contradicciones y mutua desconfianza entre los trabajadores y la dirección y un importante decrecimiento en la calidad de vida de los servicios ofrecidos al pueblo que necesita de ellos lo mejor (Maslach y Pines, 1979). Aumentan los conflictos y las dificultades en las relaciones personales por actitudes negativas hacia el trabajo, entre colegas y con la dirección (20-22).
En el individuo pueden encontrarse diferentes síntomas que incluyen trastornos mentales, problemas psicosociales y aún el suicidio, así vemos: depresión física, fatiga crónica, dolores de cabeza, problemas del sueño, catarros frecuentes, úlcera, trastornos gastrointestinales, pérdida o aumento de peso, dolores musculares, aumento del síndrome premenstrual, aumento del consumo de cafeína, tabaco, alcohol, sobremedicación y drogas ilícitas. Sentimientos de frustración, desamparo, desesperanza, desilusión y pérdida del significado emocional del trabajo (11,12,20,21).
Entre los primeros intentos de evaluar el Burnout se encuentra el "Tedium Scale" de Pines y Kafry. Para estos el Burnout es consecuencia del tedio ocupacional, caracterizado por tres componentes principales: el cansancio emocional, el cansancio físico y el agotamiento mental. Mas tarde, con este mismo modelo teórico y similar estructura, surge el "Burnout Measure" (4).
Otras escalas fueron las desarrolladas por Pestigreu y Wolf (1981), el "Teacher Stress Measure" (TSM), en que daban gran relevancia a los factores organizacionales; el "Wilson Stress Profesor" en 1980; el "Staff Burnout Scale "de Shinn (1982); el "Teacher Stress Inventory" (TSI) de Fimian (1984). Gillespe y Nimeroff elaboraban en 1984 el GNBI. Aparece en 1987 el Teacher BO Inventory de Darquin. El SDTA elaborado en 1988 por R Hock y el Cuestionario de "Stress Ocupacional" de Raig (1990) (11).
Pero el modelo más conocido es el de Maslach y Jackson (1981), "Maslach Burnout Inventory" (MBI) que incluye tres escalas correspondientes a las tres dimensiones configuracionales propias del síndrome. Las primeras publicaciones del cuestionario, anterior a su comercialización, aparecen en 1981. Inicialmente tenían un número mayor de ítems, 47, llevándolo posteriormente a 22. Esta escala ha demostrado cumplir adecuadamente los criterios de Cambell y Ferke (1959) sobre validez convergente y divergente. Es el que más ha sido desarrollado y del que más investigaciones han demostrado su validez y fiabilidad .Es un instrumento exclusivamente para la evaluación del síndrome sin que tenga en cuenta los elementos antecedentes y factores consecuentes del proceso (4,23).
La Organización Mundial de la Salud reconoce que el "Burnout es un síndrome que se ha transformado en un grave problema enfrentado por los que cuidan la salud de las personas afectadas por enfermedades crónicas, que inciden tanto en el staff como en los miembros de una familia" (24).
Whitley realizó un estudio entre los médicos emergentólogos para medir niveles de estrés y depresión y determinar la frecuencia con que se presentaba el planteo de abandonar la especialidad (25). McCraine y Bandasma investigaron en E.E.U.U. la vulnerabilidad de los médicos al Burnout y la relación de este síndrome con la antigüedad en la profesión, con rasgos personales que determinan una inadecuada adaptación y con la exposición a factores de estrés en la práctica médica. Los mayores índices de Burnout se correlacionaban significativamente con una escasa autoestima, disforia, ansiedad, preocupación obsesiva y aislamiento (26).
En la esfera de la salud no solo los médicos están expuestos a estrés de origen asistencial (26-29). Como evidencias del trabajo de Anderson, Cooper y Willmoff, otras profesiones vinculadas a la asistencia de salud también lo están. Estos autores así lo aprecian en estudios realizados acerca de fuentes de estrés en el que incluyeron, junto a médicos y a enfermeros, científicos, técnicos, obreros de mantenimiento y a otros trabajadores del sistema de salud de Gran Bretaña (26).
La comunicación con los pacientes suele ser otra de las preocupaciones más importantes de los profesionales de la salud, llegándose a considerar una fuente en la génesis del Burnout. Las dificultades de los pacientes en expresar sus temores y dudas y la dificultad del personal sanitario para expresar humana y técnicamente unos datos, suele confundir y agravar la comunicación entre pacientes y personal médico. La comunicación de las ¨malas noticias¨ suele ser uno de los momentos delicados que provocan mayor carga de tensión y angustia, hasta el punto que puede llegar a evitarse y dejarse sin hacer (28).
Otro elemento problemático del contacto directo es el trato con los familiares de los pacientes. Frecuentemente el estado emocional de los familiares está más alterado que el del mismo paciente, por lo que cabe esperar mayor exigencia de explicaciones y justificaciones. El sentido habitual de sentirse responsables por sus enfermos lleva a la familia a presentar reclamaciones descontextualizadas (24).
Recientemente la preocupación y el miedo a la malpráctica o a la acusación de ella, es uno de los factores de estrés más específicos en los médicos. En cierta medida, el miedo a ella, ha cambiado la práctica de la medicina de forma que se está ejerciendo una medicina defensiva, una medicina de seguridades y mediaciones diagnósticas complementarias, todo lo cual lleva a un cambio de la relación médico-paciente (12,24,28).
Ciertos estudios relacionados con el estrés en los profesionales de la salud han revelado cómo sus consecuencias se revierten en un desempeño profesional inadecuado en relación con las personas que reciben sus cuidados. Richardsen y Burke encontraron en médicos canadienses que el estrés elevado se relacionaba con menos satisfacción en la práctica médica y con actitudes negativas hacia el cuidado de la salud de los pacientes (28).
Este síndrome en médicos de atención primaria ha sido objeto de numerosos estudios en los últimos años (30). El tema es motivo de preocupación por las repercusiones de ámbito personal y organizacional que se derivan, tales como absentismo laboral, disminución del nivel de satisfacción tanto de profesionales como de pacientes, riesgo de conductas adictivas, alta movilidad laboral, repercusiones en otras esferas como la familiar, etc (28). Aunque se han identificado numerosos factores estresantes crónicos del entorno laboral implicados con su producción, como la sobrecarga de trabajo, pacientes difíciles, poco tiempo por paciente, salario, calidad de las relaciones en el equipo, etc. (30) y otros sociodemográficos, caso de antigüedad de más de 10 años en el puesto de trabajo y sexo femenino, éstos, por sí solos, no explican en su totalidad el fenómeno (31).
Las consecuencias para quien padece este síndrome pueden ser graves (desmotivación, frustración, depresión, drogodependencias), pero además trasciende a sus familiares (separaciones, malos tratos), a la empresa (absentismo, reducciones importantes del rendimiento, etc.) y, lo que es más grave si cabe, a sus pacientes con iatrogenia e insatisfacción en la relación médico-paciente (32-33).
Respecto a la prevención y tratamiento del Burnout, existen intervenciones que actúan en el medio individual, laboral y social, aunque prácticamente siempre que se modifique algo en uno de estos medios va a tener repercusión en los otros dos (34). Costa Alcaraz (2004), en sus estudios para controlar el estrés laboral, refiere que entre las primeras dificultades para el tratamiento está la resistencia de los médicos para admitir problemas emocionales y adoptar el rol de pacientes y considera como métodos terapéuticos más eficaces las técnicas cognitivas conductuales y la psicoterapia brindada por Psiquiatras y Psicólogos (35). Las intervenciones terapéuticas son necesarias en varios ámbitos, pues las consecuencias se producen en diferentes direcciones:
- Intervención a nivel individual.
Según Pines y Aronson el afrontamiento exitoso al Burnout consiste en:
- Tornarse consciente del problema.
- Tomar responsabilidad para hacer algunas cosas acerca del problema.
- Alcanzar un grado de claridad cognitiva, que implica desarrollar la habilidad de discriminar qué puede cambiarse en el ambiente de trabajo y qué no puede ser cambiado. Esta habilidad permite a los trabajadores canalizar sus esfuerzos en la dirección en la cual existe la posibilidad real de un proceso significativo.
- Desarrollar nuevas herramientas de trabajo para el afrontamiento y mejorar el rango y la calidad de las viejas herramientas.
Se han utilizado numerosas técnicas, entre ellas el entrenamiento en habilidades sociales y comunicación, entrenamiento en relajación, inoculación de estrés, control de pensamientos negativos, habilidades en solución de problemas, desensibilización sistemática, manejo del tiempo, etc (35,36).
El entrenamiento en habilidades sociales es un procedimiento para mejorar los afrontamientos individuales, aumentando la competencia personal para que influya positivamente en la competencia social. En los profesionales de la salud permite optimizar la relación con los pacientes, incrementar el bienestar y la satisfacción con el trabajo y disminuir el estrés. En él se instruyen, modelan, refuerzan, ensayan y generalizan conductas alternativas ante las demandas de la vida laboral-profesional y personal (36).
- Intervención Social.
Los grupos son fuente de algunas de nuestras recompensas más significativas. Una de ellas es el propio apoyo social. Pines ha distinguido seis funciones que pueden desempeñar el apoyo social:
1) Escuchar: Oír activamente sin dar consejo o emitir juicio. Esta función facilita que el sujeto se desahogue.
2) Apoyo técnico y apreciación: se refiere a la necesidad de que el trabajador encuentre en una persona que es experta en determinado campo y que resulta confiable por su honestidad, un reconocimiento a su competencia profesional, aunque los resultados no sean aún suficientemente brillantes.
3) Desafío técnico: es la posibilidad que ofrece el grupo de trabajo de aumentar la capacitación y competencia de los trabajadores, de forma que se pueda evitar la monotonía y el tedio de la repetición mecánica del trabajo. Los individuos deberán ser capaces de identificar que pueden ser mejorados y quién puede proveer ese desafío para su beneficio y no a sus expensas.
4) Apoyo emocional: de una persona que está a nuestro lado, no importa quién. Es la aceptación del trabajador y su aprecio de forma no instrumental. Este apoyo puede darse tanto en el trabajo como en la vida íntima y personal del sujeto.
5) Reto desafío emocional: Se refiere a la necesidad que tiene un sujeto de experimentar preocupaciones que no se circunscriban a la esfera laboral, aunque también se refiere a que una persona del grupo puede ayudar al sujeto a pensar objetivamente cuando está muy comprometido emocionalmente en determinada situación.
6) Participación en la realidad social: se refiere a la vinculación del sujeto a los grupos, tareas y actividades que lo inserten un poco más en las preocupaciones sociales. A esto debe ayudarle una persona que tenga valores y prioridades similares a las del sujeto (36,37).
- Intervención a nivel organizacional.
Tanto las intervenciones individuales como sociales atenúan el impacto que el estrés produce en el trabajador, sin embargo, no influyen sobre las condiciones de trabajo que crea este estrés inicial. Para disminuirlo, por tanto, habrá que modificar las propias estructuras laborales (36).
El proceso de afrontamiento en el Burnout necesita de intervenciones dirigidas por especialistas, con el objetivo de fortalecer y crear mecanismos que resulten efectivos para las características que asuma el síndrome en cada organización particular; así como que la disminución más rápida del síndrome tiene lugar cuando el afrontamiento se realiza simultáneamente en los tres niveles, enfatizando en la intervención grupal (36-38).
Actualmente en Cuba se observa un creciente interés en este campo y se diseñan varios trabajos con los objetivos de evaluar y prevenir las reacciones del Burnout en los profesionales de la salud. En la evaluación global que se hizo del Burnout en 78 enfermeros del Hospital Oncológico de la capital, se pudo apreciar que la mayoría (44 %) puntuaba en la categoría de "moderado". El 66 % de éstos estaba moderadamente afectado en la dimensión de despersonalización (32).
Roman (2003), en un estudio realizado en Ciudad Habana en los niveles primario y secundario de atención, mostró una prevalencia del síndrome del 30% en el total de trabajadores estudiados, resultando los enfermeros y médicos del nivel primario de atención, por ese orden, los más afectados por el síndrome. Podríamos preguntarnos entonces ¿existirá el Síndrome de Burnout en los trabajadores de la salud del Municipio 10 de Octubre?, ¿cuáles serán los principales factores asociados a este síndrome?. Estas y otras interrogantes motivan el siguiente trabajo.
Objetivos.
Generales: Caracterizar el Síndrome de Burnout en trabajadores de la salud del Municipio 10 de Octubre.
Específicos:
- Determinar la presencia del Síndrome de Burnout en los trabajadores de referencia.
- Identificar los principales factores sociodemográficos asociados a la aparición de este síndrome.
- Determinar el grado de agrupación de dimensiones quemadas.
- Relacionar las dimensiones que conforman el Síndrome de Burnout con el tipo de profesión.
Material y Métodos.
El universo en estudio estuvo constituído por 439 trabajadores (médicos, técnicos y enfermeras) de los Policlínicos ¨Luis Pasteur¨, ¨Raúl Gómez García¨, ¨Turcios Lima¨ y ¨30 de Noviembre¨, laboralmente activos al momento de la encuesta.
La muestra se determinó mediante un método no probabilístico convencional y estuvo constituída por 130 trabajadores. Para su selección, se determinaron los siguientes criterios:
Criterios de inclusión:
1) Ser trabajador fijo del área en cuestión.
2) Encontrarse laborando en el período de aplicación.
3) Que tengan al menos un año de experiencia laboral en el centro.
Criterios de exclusión:
1) No desear participar en el estudio.
La información obtenida fue almacenada en una base de datos y procesados mediante el programa Microsoft Excel 2003. Se analizaron descriptivamente los datos por el método estadístico del porcentaje. Se realizó un análisis univariado mediante la prueba chi cuadrado, tomando un intervalo de confianza del 95%, con una asociación significativamente dependiente para p<0.05.
Se operacionalizaron las siguientes variables:
Variable. | Tipo de variable. | Operacionalización. | |
Escala. | Descripción. | ||
Edad | Cuantitativa Continua. | <24 24-35 36-50 >50 | Según edad en el momento de la encuesta. |
Sexo | Cualitativa nominal dicotómica. | Masculino. Femenino. | Según sexo biológico de pertenencia. |
Situación Conyugal. | Cualitativa nominal. | Soltero. Casado. Unión consensual. | Según estado civil al momento de la encuesta. |
Años de ejercicio profesional. | Cuantitativa Continua. | <10 10-20 >20 | Según años de ejercicio después de graduado. |
Años de convivencia con la pareja. | Cuantitativa Continua. | <5 5-10 >11 | Según años de convivencia con la pareja actual. |
Situación laboral de la pareja. | Cualitativa nominal dicotómica. | Trabaja. No trabaja. | Según la pareja trabaje o no. |
Presencia de hijos. | Cualitativa nominal dicotómica. | Si. No. | Según el trabajador tenga hijos o no al momento de la encuesta. |
No. de hijos. | Cuantitativa Discreta. | ≤2 >2 | Según total de hijos al momento de la encuesta. |
Profesión. | Cualitativa nominal. | Médico. Enfermera. Técnico de la salud. | Según profesión que ejerce al momento de la encuesta. En los técnicos de la salud se estudiaron las siguientes especialidades: fisioterapia, laboratorio, EKG y Rx. |
Agotamiento emocional. | Cualitativa nominal. | ≥27 Alto 19-26 Medio <19 Bajo | Según puntuación obtenida al sumar los ítems 1,2,3,6,8,13,14,16,20 del cuestionario #2. |
Despersonalización. | Cualitativa nominal. | >10 Alta 6-9 Media <6 Baja | Según puntuación obtenida al sumar los ítems 5,10,11,15,22 del cuestionario #2. |
Realización Personal. | Cualitativa nominal. | >40 Alta 34-39 Media <33 Baja | Según puntuación obtenida al sumar los ítems 4,7,9,12,17,18,19,21 del cuestionario #2. |
Presencia de Burnout.
| Cualitativa nominal dicotómica. | Sí. No. | Presentarán Burnout aquellos con 3 dimensiones altamente afectadas o al menos 2 dimensiones con nivel alto y una con nivel medio. |
Agrupación de dimensiones quemadas. | Cualitativa nominal. | Ninguna dimensión quemada. Una dimensión quemada. Dos dimensiones quemadas. Tres dimensiones quemadas. | Se denominará dimensión quemada en caso de Agotamiento Emocional y Despersonalización con altos niveles de calificación y Realización Personal con bajo nivel. Se agrupará según número de dimensiones quemadas que presente el trabajador. |
Para la realización del estudio se aplicaron dos instrumentos: una encuesta socialdemográfica y un inventario denominado Maslach Burnout Inventory (MBI). La encuesta socialdemográfica fue confeccionada por el autor teniendo en cuenta las principales variables sociodemográficas que serán estudiadas (ver Anexo 1). El MBI fue validado por Maslach y Jackson, y su versión definitiva apareció en 1986. Se utilizará la versión traducida y validada de la original al español, que ya se ha empleado en numerosos estudios realizados en España (40,41) (ver Anexo 2).
Este instrumento consta de 22 ítems o afirmaciones con 7 opciones de respuesta según frecuencia (escala Likert de 0 a 6), mediante las cuales se evalúan cada una de las tres dimensiones que conforman el síndrome (ver sistema de evaluación en operacionalización de las variables). Las Dimensiones son: a) Cansancio emocional (CE; sentimiento del sujeto respecto a encontrarse saturado emocionalmente por el trabajo); b) Despersonalización (DP; respuesta fría e impersonal hacia los pacientes) y c) Realización personal (RP; sentimientos de competencia y eficacia en la realización del trabajo).
Ambos instrumentos fueron aplicados a todos los trabajadores de referencia en el período comprendido de Enero a Marzo del 2006. Se dedicó un día para la aplicación de las encuestas en cada policlínico.
En aras de ganar mayor intimidad y anonimato se evitaron las encuestas individuales, realizándose en reuniones de grupo en el caso de médicos y enfermeras y en sus puestos de trabajo, en el caso de los técnicos que estuviesen laborando ese día. Previo a su realización, se realizó una breve explicación respecto al vaciamiento de las mismas, respetándose en todo momento la confidencialidad de los datos personales y los resultados obtenidos de ella.
Para la cumplimentación del primer objetivo se determinó la existencia de Burnout o no en cada grupo laboral y se halló la presencia del síndrome para cada caso.
Para identificar los principales factores sociodemográficos asociados con la aparición del síndrome (segundo objetivo), se relacionó la existencia o no de Burnout con cada una de las siguientes variables: edad, sexo, tipo de profesión, situación conyugal, pareja laboralmente activa, existencia de hijos, número de hijos y años de experiencia profesional.
Para determinar el grado de agrupación de dimensiones quemadas (tercer objetivo) se tuvieron en cuenta: trabajadores con ninguna dimensión quemada, con una sola dimensión quemada, con dos dimensiones quemadas y con tres dimensiones quemadas y se agruparon según el grado de asociación.
Para cumplir el cuarto objetivo se relacionaron las dimensiones que conforman el síndrome con la variable tipo de profesión.
Análisis y Discusión de los resultados.
Para cumplimentar el objetivo No.1 se muestra la Tabla No.1 y el Gráfico No.1 (ver Anexo 3. Tablas y Gráficos).
En la Tabla No.1 se aprecia la presencia del síndrome de Burnout en la muestra estudiada. De 130 trabajadores de la salud encuestados, 29 son portadores del síndrome, para un 22,3% del total. Estas cifras son ligeramente inferiores a las encontradas para médicos y enfermeros por autores nacionales e internacionales, que se ubican entre el 30 y el 45 % (11,12,15,20). Sin embargo, un estudio realizado en Cuba reporta hasta un 30% como máximo, la presencia del Burnout en profesionales de la salud (30).
No obstante, consideramos que la presencia de este síndrome por encima de un 20% es una cifra importante, no solamente porque infiere una probabilidad de un poco más de uno de cada cinco de estos profesionales de la salud a padecer el síndrome, sino porque los ajustes determinados para ubicar a un trabajador como portador de Burnout, fueron mucho mayores que los seleccionados por la mayoría de las investigaciones.
Por tanto, los trabajadores con Burnout en nuestro estudio, se encuentran afectados con un nivel de intensidad elevado en su totalidad. Adquiere mayor connotación entonces, si referimos que encontramos un 22,3% de presencia de Burnout, pero de Burnout en sujetos intensamente afectados por el síndrome. También debemos tener en cuenta, que los estudios mencionados anteriormente, no incluyeron a técnicos de la salud, en los que se ha encontrado una menor existencia del síndrome (27,39). Esto pudo haber influido en la presencia menor de Burnout encontrada en nuestro estudio (ver Gráfico No.1).
Para exponer el objetivo No.2 se muestran las Tablas No. 2 al 10 y los Gráficos No.2 al 4 (ver Anexo 3. Tablas y Gráficos).
Respecto a los grupos etáreos, el síndrome de Burnout predominó en los jóvenes de 24 a 35 años (29,3%), siendo menor en los menores de 24 (16,7%) y alcanzando valores intermedios en el resto de los grupos. Resultados similares se confirman en otras investigaciones. La edad parece desempeñar un papel moderador. De hecho, numerosos estudios refieren un menor nivel de Burnout, según avanzan los años, ya que el trabajador adquiere una mayor seguridad en las tareas que desempeña y se hace menos vulnerable al estrés laboral.
Estos estudios confirman que los jóvenes no suelen estar debidamente preparados para hacer frente a los conflictos emocionales que desde el exterior se les presentan, y tienen menos experiencia en controlar sus propios sentimientos (11,16,18,26,29). A pesar de ello, los mayores de 50 años obtuvieron el segundo lugar de importancia respecto a la presencia del Burnout, y los menores de 24 años tuvieron la menor presencia de este síndrome en el estudio.
Esto último, puede deberse a que el mayor por ciento de jóvenes menores de 24 años estuvo integrado por técnicos, los cuales sufren menos Burnout que el resto de los profesionales (29). La prueba chi tuvo un valor de 0,708 (p>0,05), resultando no significativa la asociación entre la variable edad y la aparición del síndrome (ver Tabla No.2, Gráfico No.2).
La presencia del síndrome se comportó de manera similar en ambos sexos. La existencia de Burnout para el sexo femenino fue del 22,4%, sobre el masculino con un 21,7%. Numerosos estudios han detectado el sexo femenino como un factor de riesgo, debido a su mayor presencia en la aparición del síndrome (26,32). Sin embargo, otros han detectado mayor presencia de Burnout en los varones, quienes además han sufrido mayor grado de Despersonalización (18,24,29). Tradicionalmente, se ha considerado que las mujeres pueden experimentar con más frecuencia múltiples fuentes de estrés, pero resultan consistentemente menos afectadas por el mismo (26), ya que las mujeres sobrellevan mejor que los hombres las situaciones conflictivas en el trabajo (32).
Al margen de las diferencias biológicas en la susceptibilidad al estrés, es obvio que existen diferentes roles que exponen a cada sexo a diferentes estresores y diferentes estrategias de afrontamiento (1,6). A pesar de los resultados contradictorios encontrados respecto a la influencia del género en la aparición del síndrome, un número significativo de estas investigaciones señalan que no existe asociación significativa entre esta variable y el género de los trabajadores en estudio (6,9,17,19,28). En nuestra investigación, la prueba chi tuvo un valor de 0,942 para una p>0,05 resultando también no significativa la asociación entre el género y la presencia de Burnout (ver Tabla No.3).
La presencia de Burnout según la situación conyugal del trabajador apareció en primer lugar en aquellos que tenían unión consensual con su pareja (35%). Se presentó además en un 20% de los trabajadores casados y en un 13% de los solteros. En la literatura revisada solamente encontramos un estudio en el que predominó el Burnout en trabajadores casados, con más altos niveles de cansancio emocional que el resto de los trabajadores (29).
Contrario a lo encontrado en nuestra investigación, la mayoría de la literatura reporta que los trabajadores solteros tienen mayor riesgo de sufrir el síndrome (17,18,24,36,40). Maslach y Jackson defienden que los casados experimentan niveles más bajos de los componentes del Burnout, al ser la pareja una fuente de apoyo importante (40). Ramírez y col. encontraron que ser soltero es un factor de riesgo de Burnout (36).
Según Cooper y Davidson (1988), la insuficiencia de apoyo social, especialmente del que podría esperarse de la esposa o el esposo, no sólo da lugar a problemas emocionales, sino que se ha relacionado con la aparición de enfermedades físicas, relacionadas con el estrés (24).
Respecto a la asociación de esta variable con la presencia del síndrome, algunos estudios no encuentran asociación significativa (6,29), mientras que otros sí (16,18,26).
En nuestra investigación, la prueba chi tuvo un valor de 0,062 para una p>0,05 resultando no significativa la asociación entre la situación conyugal del trabajador y la aparición del síndrome (ver Tabla No.4).
Respecto a los años de ejercicio profesional, predominó el Burnout en los trabajadores que tenían de 10 a 20 años de ejercicio laboral (28,9%), seguido de aquellos con menos de 10 años (24%). Solamente un 14,3% de los trabajadores con más de 20 años de ejercicio profesional, sufrieron Burnout. Numerosos estudios plantean que el Síndrome de Burnout es más frecuente tras los primeros años de ejercer la profesión, cuando entran en contradicción el idealismo inicial con que el individuo comienza su carrera y los resultados que realmente logra (12,13). En el nuestro, este grupo ocupa el segundo lugar en presencia de Burnout, probablemente debido, de manera similar a otras variables, a una mayor presencia de técnicos, quienes sufren menos Burnout que el resto de las profesiones estudiadas. De todas maneras, es una presencia bastante similar a aquellos con 10 a 20 años de ejercicio profesional.
Cherniss y Maslach opinan que a medida que los años avanzan, el sujeto va ganando en seguridad y experiencia en las tareas laborales y muestran una menor vulnerabilidad a la tensión laboral (40). De manera similar a lo encontrado en nuestro estudio, Moreno plantea que los sujetos con más años en la profesión, son los que menos experimentan el Burnout (38). En algunos estudios se ha encontrado relación significativa entre los años de ejercicio de la profesión y la aparición del síndrome (13,29), mientras que en otros no (6,24,32). En nuestra investigación, el valor de la prueba chi fue de 0,271 para una p>0,05 no resultando significativa la asociación entre esta variable y la aparición del síndrome (ver Tabla No.5, Gráfico No.3).
Respecto a los años de convivencia con la pareja, el comportamiento fue similar en los tres grupos estudiados. Se observó una existencia mayor de Burnout en el grupo de más de 10 años de relación (26,8%), seguido de los trabajadores con menos de 5 años de relación (25,8%).
En el grupo de 5 a 10 años de relación sólo se observó un 23% de trabajadores con el síndrome. Esta es una variable que no ha sido abordada frecuentemente en la mayoría de los estudios, que se conforman solamente con investigar la presencia de pareja o no. Un estudio realizado en médicos de la Atención Primaria en Barcelona, obtuvo los mismos resultados respecto a esta variable, encontrándose una presencia mayor de Burnout en aquellos trabajadores con más de 10 años de relación y una menor existencia del síndrome en el grupo de 5 a 10 años (26). Este estudio no encontró asociación significativa entre esta variable y la aparición del síndrome. El valor de la prueba chi fue de 0,941 para una p>0,05, no mostrando también una asociación significativa entre la variable años de convivencia con la pareja y la aparición del síndrome (ver Tabla No.6).
Respecto a la situación laboral de la pareja, es ésta también una variable poco estudiada por la mayoría de los estudios revisados. Se encontró una existencia significativa de Burnout (57,1%) en aquellos trabajadores que tenían parejas laboralmente inactivas, en oposición a un 23% de Burnout en aquellos trabajadores con pareja laboralmente activa. Solamente en un estudio (26) se analizó la asociación entre esta variable y la aparición del síndrome, resultando no significativa. En el nuestro, el valor de la prueba chi fue de 0,046 para una p<0,05, resultando significativamente dependiente la asociación entre esta variable y la aparición del síndrome (ver Tabla No.7).
En cuanto a la presencia o no de hijos, el comportamiento fue similar en ambos grupos. La existencia de Burnout fue ligeramente mayor en aquellos trabajadores que tenían hijos (22,3%), respecto a aquellos que no (18,2%). Maslach y Jackson sostienen que los individuos con hijos reportan de forma consistente niveles más bajos de Burnout (40), al igual que Moreno, que encontró mayor vulnerabilidad en sujetos sin hijos (38); este reporte coincide con otros autores (9,28,38), mientras, Cherniss refirió que, al igual que sucedió en nuestro estudio, las personas con hijos tienden a experimentar niveles más elevados de Burnout (24). En los estudios revisados no se halló asociación significativa entre esta variable y la aparición del síndrome (9,24,28,38). En el nuestro, el valor de la prueba chi fue de 0,779 para una p>0,05, encontrándose una asociación no significativa (ver Tabla No.8).
Respecto al número de hijos, se observó una mayor presencia de Burnout en aquellos trabajadores que tenían más de 2 hijos (33,3%), sobre los que tenían 2 hijos o menos (21,3%). Esta fue también una variable sociodemográfica poco utilizada en la mayoría de los estudios revisados. Solamente dos abordaron la influencia de esta variable en la aparición del síndrome. Estas investigaciones mostraron que la presencia del Burnout en ambos grupos era relativamente similar y no obtuvieron una significación estadística respecto al número de hijos, si bien la dimensión falta de Realización personal para el grupo de 3 o más hijos fue el que obtuvo medias superiores (18,26). En nuestra investigación, el valor de la prueba chi fue de 0,530 para una p>0,05, resultando no significativa la asociación entre esta variable y la aparición del síndrome (ver Tabla No.9).
En cuanto al tipo de profesión, los médicos tuvieron la mayor presencia de Burnout (30%). El grupo de enfermeras tuvo un resultado ligeramente inferior (26,7%), mientras que los técnicos tuvieron una baja presencia de Burnout (12%). Esta es considerada una de las variables sociodemográficas más importantes en el estudio del Burnout (19). En un estudio realizado en médicos y enfermeros de los niveles primario y secundario de atención en Ciudad Habana, se encontró una mayor presencia del síndrome en los enfermeros y médicos del nivel primario de atención, siendo mayor en los primeros (31). Esta investigación encontró además una asociación significativa entre la profesión y la aparición del síndrome.
Si bien algunos estudios han señalado que otras profesiones vinculadas a la asistencia de salud (no solamente médicos y enfermeros) están expuestos a estrés de origen asistencial (26-29), solamente un estudio revisado realizó un análisis comparativo entre enfermeros y técnicos de la salud (29), encontrándose una menor presencia del síndrome (de manera similar a nuestro estudio) en estos últimos. El valor de la prueba chi fue de 0,078 para una p>0,05 no encontrándose asociación significativa entre esta variable y la aparición del síndrome (ver Tabla No.10, Gráfico No.4).
Para exponer el objetivo No.3 se presentó la Tabla No.11 y el Gráfico No.5 (ver Anexo3. Tablas y Gráficos).
En cuanto al grado de asociación de dimensiones quemadas, es interesante señalar que solamente un 28,5% de la muestra tenían ninguna de las tres dimensiones quemadas, lo que equivale a decir que un 71,5% de los trabajadores presentaron, como mínimo, una dimensión altamente afectada. El 36,2% de los trabajadores tenían solamente una dimensión quemada, seguido por un 22,3% con dos dimensiones quemadas y un 13% con las tres dimensiones que conforman el síndrome altamente afectadas. Estas cifras muestran un alto grado de afectación de las dimensiones en el total de trabajadores en estudio.
Esta mirada respecto al comportamiento de las dimensiones (a nuestro juicio mucho más interesante por mostrar con mayor representatividad el alcance con que se afectaron cada una de las dimensiones que conforman el síndrome), fue tomada de un estudio español en médicos de Atención Primaria (26). En esta investigación los resultados fueron similares, aunque el por ciento de trabajadores con ninguna dimensión quemada fue mayor (26) (ver Tabla No.11, Gráfico No.5).
Para exponer el objetivo No.4 se presentaron las Tablas No. 12 a la 14 y los Gráficos No. 6 al 8 (ver Anexo 3.Tablas y Gráficos).
Respecto al comportamiento del Agotamiento emocional según el tipo de profesión, predominaron valores altos de esta dimensión en los médicos (62%), observándose un comportamiento idéntico en enfermeras y técnicos para un 40% de presencia. Los modelos teóricos y la literatura revisada coinciden en afirmar que es esta la dimensión más importante y representativa del síndrome (4,24,26). Numerosos estudios han encontrado altos niveles de Agotamiento emocional en médicos, reportando cifras entre 40 a 50% de presencia, ligeramente inferiores a la encontrada en nuestro estudio (24,26,28,33). Los menos, son contradictorios, reportando cifras tan bajas como un 16% (12). Otro estudio comparativo señala un mayor Agotamiento emocional en enfermeras respecto a médicos (17). Una investigación comparativa entre enfermeras y técnicos muestran a estos últimos con menores niveles de Agotamiento emocional (29), siendo similar la presencia en ambos grupos en nuestro trabajo. Numerosos artículos han mostrado una asociación significativa entre esta variable y el tipo de profesión (4,24,26,31), mientras que otros no (17,28). El valor de la prueba chi fue de 0,013 para una p<0,05, encontrándose una asociación significativa entre el tipo de profesión y el cansancio emocional (ver Tabla No.12, Gráfico No.6).
En cuanto a la Despersonalización, los médicos también tuvieron una mayor presencia de calificaciones altas en esta dimensión (40%), siendo menor en enfermeras y técnicos, para un 26,6% y 20% respectivamente. La mayoría de los estudios muestran una mayor Despersonalización en médicos (18,20,24,26). Los técnicos también parecen ser los menos afectados para esta dimensión (29). Se ha reportado asociación significativa entre esta variable y el tipo de profesión por algunos estudios (13,24), mientras que en otros no (18,26). En nuestra investigación el valor de la prueba chi fue de 0,051 para una p>0,05, no encontrándose asociación significativa entre esta variable y la aparición del síndrome (ver Tabla No13, Gráfico No.7).
Respecto a la Realización personal, la mitad de los médicos (50%) obtuvo calificaciones bajas, seguido por los enfermeros con un 23,3% de baja realización y los técnicos con un 20% (ver Tabla No.14, Gráfico No.8). Los resultados respecto a esta dimensión son contradictorios. Si bien algunos estudios encuentran menor Realización personal en enfermeras (20,26), otros hallan valores similares de realización entre los médicos y estas últimas (18,24). Se ha hallado también, similar a nuestro estudio, menor Realización personal en enfermeras que en técnicos (29). Son menos las investigaciones que hallan asociación significativa entre el tipo de profesión y la Realización personal (24, 31). En nuestra investigación el valor de la prueba chi fue de 0,047 para una p<0,05 encontrándose asociación significativa entre el tipo de profesión y la Realización personal.
En un análisis abarcador de los resultados de nuestro estudio, podemos decir que, en su mayoría, estos son coincidentes con los reportados por otras investigaciones. Las diferencias encontradas responden, principalmente, a un mayor ajuste en el criterio diagnóstico de Burnout y a la inclusión de técnicos de la salud en el universo a investigar.
Moreno refiere que ¨no hay dudas de que el MBI es el cuestionario más utilizado para la evaluación del Burnout y que ha sido el instrumento que ha facilitado la investigación básica sobre su teoría¨, sin embargo, este es un modelo centrado en la respuesta emocional. El Agotamiento emocional, la dimensión más representada en el número de ítems, es la escala menos específica del constructo y la que más se asocia, sin duda alguna, con los problemas generales del estrés laboral (41). Ajustar el criterio diagnóstico de Burnout ¨asegura¨, en cierta medida, identificar trabajadores verdaderamente afectados, por su elevada intensidad, con el síndrome. De esta manera el Burnout no se disuelve en el concepto generalizador de estrés laboral o estrés cotidiano, tan común en nuestros días.
La presencia del síndrome es, por tanto, importante, si se tiene en cuenta que responde a trabajadores intensamente afectados en su totalidad. A pesar de que la presencia de técnicos en nuestro estudio influyó en la aparición de ciertas discrepancias, para variables como situación conyugal o grupos etáreos jóvenes, con las referencias revisadas, la mayoría de los resultados, tanto desde el análisis descriptivo como correlacional, son coincidentes.
Abordar el síndrome desde su intimidad, es decir, analizar el comportamiento de cada una de las dimensiones que conforman este constructo, mostró resultados a la vez coincidentes y reveladores. El grado de asociación entre dimensiones quemadas fue elevado, incluso mayor que el encontrado en el estudio que adoptó este singular acercamiento al comportamiento de las dimensiones altamente afectadas.
Con esta mirada, la afectación mayor de los médicos por el síndrome, mostrada en el análisis de su presencia según tipo de profesión, cobra un rol protagónico. Es alarmante que en este estudio los médicos sean la vanguardia para cada una de las dimensiones que conforman el constructo, sobre todo si mencionamos que la presencia de Agotamiento emocional es la mayor encontrada comparativamente con el resto de las investigaciones, y que casi la mitad se encuentran intensamente afectados en Despersonalización y Baja Realización personal. Fue también coincidente que los técnicos fueran los menos afectados para todas las dimensiones.
Conclusiones.
- La presencia del síndrome, a pesar de ser inferior a la reportada por autores nacionales e internacionales, abarcó una cifra representativa de trabajadores.
- La única variable sociodemográfica que mostró asociación significativa con la aparición del síndrome fue la situación laboral de la pareja.
- La mayoría de los trabajadores tenían, al menos, una dimensión quemada, con un grado de asociación entre dimensiones altamente afectadas elevado.
- El Agotamiento emocional y la Realización personal mostraron asociación significativa con el tipo de profesión del trabajador, siendo los médicos el tipo de profesión más afectada para cada una de las dimensiones.
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