Los cruces de los oficios. Las notas periodísticas de Rodolfo Walsh entre 1966 y 1967
Enviado por César Agustín Flores
- Resumen
- Experiencia e imaginación literaria
- Reescrituras
- Cruces: antropología y microhistoria
- Bibliografía
Resumen
Este trabajo tiene como objetivo indagar los lazos entre la producción periodística de Rodolfo Walsh publicada entre abril de 1966 y diciembre de 1967 y otros planos de su escritura. Se propone un enfoque de las notas que priorice los cruces, los deslindes, el entrecruzamiento permanente de géneros discursivos (literatura, antropología, periodismo, microhistoria, relato de viaje, etc.). Se analizará de qué manera estos textos delinean un doble movimiento: por un lado, un desplazamiento de búsqueda y desborde, de pasaje hacia un plano periférico, poco explorado; por otro, un movimiento que a partir del deslinde tiende lazos, une, construye una red de historias, lugares, sujetos.
Palabras clave
Periodismo, Rodolfo Walsh, literatura, antropología, microhistoria, relato de viaje, desplazamiento, experiencia, exploración, reescrituras, géneros, Horacio Quiroga, Esteban Echeverría, investigación, ficción, leyenda, denuncia, realidades periféricas, estrategias narrativas, tradición literaria, indagación histórica, voces, cruces genéricos, identidades, matadero
Mi intención consciente y deliberada fue trabajar esas notas con el mismo cuidado y la misma preocupación con que se podía trabajar un cuento o el capítulo de una novela, es decir, dedicarle a una sola nota el trabajo de un mes.
Rodolfo Walsh, "Escribir para todos" (entrevista, Alma mater 114, 1970)
No ha sido inadvertida la cercanía de las notas que Rodolfo Walsh publica en su mayoría en Panorama, entre abril de 1966 y diciembre de 1967, y los cuentos publicados por esos años (Los oficios terrestres es de 1965 y Un kilo de oro se publica dos años después)1; incluso, se han mencionado, también, diversas características que comparten con sus textos de denuncia. Este trabajo tiene como uno de sus objetivos dar forma a un análisis que indague y exhiba, precisamente, los lazos entre la producción periodística de tal período y estos otros planos de su escritura. Es indispensable para la tarea propuesta que tal indagación se base, desde el inicio, en una postura que discuta con la configuración genérica entendida de un modo estático y concebida a priori en la comprensión de las textualidades. Lo que se propone es, más bien, una atención puesta en los cruces, en los deslindes, en el entrecruzamiento permanente de géneros discursivos (literatura, antropología, periodismo, microhistoria, relato de viaje, etc.). En este sentido, si bien es innegable que en los textos el conocimiento del referente y la experiencia vivida están puestos en un primer plano, no debe por eso dejar de señalarse (y es esta dirección la que pretende asumir el presente trabajo) como rasgos constitutivos de estas notas su despliegue de recursos narrativos, las marcas literarias que los atraviesan de múltiples maneras. La interrelación o ida y vuelta entre experiencia y escritura sostiene la construcción de sentido de estas notas.
En principio, hay un viaje y una exploración que dan lugar a la nota, pero el relato de ese traslado es además en sí mismo un desplazamiento. No solo un pasaje en el que se rescata lo olvidado o silenciado y se expone bajo una luz pública, sino, también, un movimiento en el que se establecen relaciones, redes de sentido, cruces de historias. Se trata de una doble exploración: la exploración del territorio, los modos de vida de los sujetos que lo habitan, y la exploración de la escritura, la entrada de una dimensión literaria en la apelación a diversas estrategias y recursos narrativos. Ambas formas de exploración son inescindibles a la hora de entender las notas periodísticas que publicó Walsh en este período.
Se trata, entonces, de desplazamientos y pasajes en los que se establecen puentes, cruces, redes de relaciones. Esta dinámica de pasaje y contacto se advierte en varios niveles: el genérico, en las relaciones entre sujeto y objeto (por ejemplo, la contaminación de la voz y la perspectiva del narrador con las voces y visiones de los otros) y en la base misma de la construcción de sentido de los textos: el entramado minucioso de una red de historias, identidades, memorias personales y colectivas.
Encontramos menciones de este tipo en Roberto Ferro (2010. Fusilados al amanecer. Rodolfo Walsh y el crimen de Suárez. Buenos Aires: Editorial Biblos); en los comentarios breves que intercala Daniel Link (2008, ed. En Walsh, Rodolfo. El violento oficio de escribir. Obra periodística 1953-1977. Buenos Aires: Ediciones De la Flor); en Pablo Alabarces (2000. "Walsh: dialogismos y géneros populares". En Jorge Lafforgue ed. Textos de y sobre Rodolfo Walsh, Buenos Aires, Alianza).
Experiencia e imaginación literaria
"Carnaval Caté", publicada en abril de 1966, aborda tanto los festejos y rivalidades entre las comparsas del carnaval correntino como la catástrofe que produjo, en el mismo momento en que tenía lugar la fiesta popular, la crecida del Paraná. La nota da cuenta de los acontecimientos a partir de dos líneas paralelas de desarrollo que desembocan en el apartado final. El texto presenta varias temporalidades, no es un mero registro de los acontecimientos de la actualidad: el relato pasa del carnaval presente a carnavales de años anteriores y, por momentos, retrocede aun más para narrar la historia de la formación de las comparsas. La nota no deja de explicitar los cortes que dan forma al montaje de los hechos: "Hasta aquí la historia con su germen de revisionismo" (Walsh, 2008: 158).
Luego de perfilar las diferencias entre las comparsas, el artículo vuelve nuevamente a febrero del 66 para contar cómo se desarrolla el carnaval y se reparten los premios: "De este modo empieza la gran batalla" (Walsh, 2008: 160). Pero aun más destacable es el contrapunto constante con los efectos de la inundación causada por la crecida del Alto Paraná: "chicos semidesnudos miraban con asombro el paso de las comparsas. Eran los primeros evacuados de Puerto Vilelas y Puerto Bermejo" (162). Es posible leer en la articulación de las dos líneas de acontecimientos que plantea esta nota cierta similitud con lo que propone la teoría del cuento de Ricardo Piglia (2000), donde sostiene que todo relato cuenta dos historias: una profunda y otra superficial. La historia 1 (el carnaval correntino) está narrada en primer plano, mientras que la historia 2 (la inundación) aparece de forma intermitente hasta emerger completamente hacia el final. Si para Piglia en un cuento el efecto de sorpresa irrumpe cuando asoma en la superficie el final de la historia secreta, en el artículo de Walsh lo que se logra, finalmente, es una construcción de una particular versión de lo que sucede en Corrientes, que permite a los lectores ver las dos caras de una misma región. Sin obviar las diferencias, es posible señalar la similitud de este movimiento de la escritura con el que se lee en el cuento "Nota al pie" (Walsh, 1965): un plano, que aparece contenido en breves observaciones, en un contrapunteo con el plano festivo desborda (como el río) e inunda el primer plano.
En esta nota, el recurso del contrapunto se resuelve en convergencia y cruce de los planos exhibidos también en el plano metafórico y en el uso de títulos que remiten a la serie literaria. Por ejemplo, en la imagen "una triste murga de inundados" (2008: 165) se superpone la cruda realidad del desastre con los términos que describían la fiesta. Otro ejemplo de este juego de condensación de significaciones de ambos planos retratados es el título "Final del juego" que Walsh elige para uno de los apartados de la nota. El título del libro de cuentos de Cortázar se resignifica al no señalar meramente la culminación del carnaval, sino el corte con el desarrollo de los hechos que implica la irrupción del desastre de la inundación.
En "Carnaval Caté" se puede leer algo recurrente en las notas de Walsh de esta época: su rastreo y segmentación de las múltiples dimensiones (culturales, históricas, sociales) que convergen en el acontecimiento investigado: esto se hace, por ejemplo, tanto desde el trabajo y montaje de las voces que exponen distintas posturas sobre el carnaval, como desde la estructura misma de la nota que en sus apartados aborda diferentes aspectos del mismo.
En "La isla de los resucitados", de junio del 66, la individualización de los enfermos que habitan el leprosario ubicado en las entrañas de la selva chaqueña se realiza no solo desde un rescate de sus historias personales y una descripción de sus cuerpos y actitudes, sino también desde sus voces, que se transcriben en el cuerpo del texto. El interés puesto en la palabra del otro es un factor constitutivo de las notas de Walsh, y en ésta, sobre la isla Cerrito, queda particularmente en evidencia. Algo similar ocurre en ¿Quién mató a Rosendo? con los testimonios de obreros que aparecen inscriptos en el texto, recogidos también por medio de un grabador que Walsh llevaba consigo. Estos gestos demuestran el lugar de prioridad que ocupa en su escritura la percepción atenta y el registro fiel e inmediato de los hechos y las voces. En el caso de "La isla de los resucitados", poner el discurso del enfermo es introducir una primera persona que sabe de la enfermedad desde la directa experiencia de vivirla, de sufrirla. Estas voces ofrecen un punto de vista más allá del discurso de la ciencia u otro tipo de discursos sociales que dan sus versiones sobre la enfermedad. Walsh, aquí como en otras notas, introduce voces que dialogan o confrontan y ofrecen múltiples perspectivas que convergen sobre un mismo fenómeno. Si en Operación Masacre encontramos "cuadros de costumbres", sectores del texto que reconstruyen las historias de vida que confluyen en el fusilamiento clandestino, en esta nota leemos un movimiento, en cierto modo, semejante: distintas historias de vida convergen en la enfermedad y en las penurias que conlleva, pero también presentan diferentes modos de vivir ese mal. El discurso de los médicos aparece, también, incluido en la nota integrando una tendencia a no simplemente informar sobre la enfermedad, sino más bien a desmitificar, derrumbar supersticiones, versiones infundadas.
Resulta destacable la convivencia entre esta dimensión racionalizadora, cuya búsqueda es clarificar los puntos oscuros o las interpretaciones erradas del fenómeno, con un sustrato de la escritura que evoca ciertas leyendas, supersticiones o acontecimientos reticentes a explicaciones racionales. Si bien estas historias se introducen en el artículo engrosando el caudal de historias populares y anécdotas que se cuentan en el lugar, el modo en que se presentan en la escritura no es distanciado, sino que la narración asume plenamente un porte literario para dar cuenta de esta dimensión: "siempre hay un silencio en puerta y un lugar para los fantasmas, la sangre derramada, las cosas que no volverán a ocurrir" (Walsh, 2008: 177).
Es posible observar, además, una marca retórica de lo espectral que comparte "La isla de los resucitados" (el subrayado es mío) con otra nota de noviembre de 1966: "Viaje al fondo de los fantasmas". En Fusilados al amanecer. Rodolfo Walsh y el crimen de Suárez, Roberto Ferro advierte cómo Operación Masacre no solo desde la frase "un fusilado que vive", sino desde una intertextualidad shakesperiana, recurre a la espectralidad como forma de aludir a algo que no es ni una presencia ni una ausencia, sino "un modo de persistencia irreductible" frente a la cual se entabla un imperativo de reparación. La espectralidad remite a la pervivencia de una injusticia, un fantasma frente al cual se enfrentan víctimas y culpables (Ferro, 2010: 109). En las notas, los fantasmas o resucitados tienen que ver con aquellos que fueron silenciados y olvidados, depositarios de una "verdad sepultada" que la exploración y la posterior escritura walshiana viene a rescatar.
La dimensión literaria no solo entra en el texto para dar lugar a leyendas y supersticiones de los hombres del lugar, también entra en remisiones directas a la tradición literaria argentina, como ya se vio antes en "Carnaval Caté". Que uno de los apartados de "La isla de los resucitados" tenga como título "El milagro secreto" no implica una mera cita literaria y aislada del cuento borgeano, sino un marco de comprensión para los hechos. En este apartado, el contenido que repone la información científica sobre la lepra entra en diálogo y resignifica el título elegido: lo secreto es en realidad producto de la desinformación acerca de la enfermedad (y no tanto una voluntad de ocultamiento); así, la idea de milagro se vuelve irónica porque la cura existe. La alusión literaria, entonces, es también parte de la denuncia expuesta en el texto sobre las condiciones de "miseria e ignorancia", la "legislación reaccionaria" y "una política sanitaria digna de un clásico país subdesarrollado" (Walsh, 2008: 170).
Otros de los casos en que se acentúa cierta inflexión literaria son las presentaciones con las que el narrador introduce la voz de los enfermos. Allí el lenguaje literario condensa aspectos del detentor de la voz transcripta y establece un lazo de identificación con la voz narrativa, a su vez, tendiendo, también, a extender este vínculo identificativo con el lector: "Algún día don Pedro Vallejo se decretó solo y para siempre, renunció de un golpe al amor, la dependencia, la amistad, se sumergió en los reinados inferiores: las plantas, el perro, el filo de la azada, el olor de la tierra, su roto lenguaje interior" (Walsh, 2008: 174).
La nota finaliza con un apartado que explicita las condiciones sociales, históricas y económicas vinculadas al mal en cuestión (un modo de conclusión recurrente en los artículos de este período). Una denuncia que señala la inoperancia del Estado para solucionar la problemática como una distancia o contradicción constante producida entre las políticas gubernamentales y las necesidades de la región. Si Walsh en estas notas pone el acento en los cruces y convergencias de gran cantidad de factores, en este caso (y lo hará en las sucesivas notas de esta época) señala un hiato fundamental que es preciso atender. En fin, análisis de las condiciones sociales e históricas, denuncia, transcripción de las voces de los otros, rescate de leyendas, trabajo literario en diferentes niveles, cruce de historias de vida, crónica de una cotidianeidad silenciada; "La isla de los resucitados" reúne un conjunto de características que la vuelven una nota insoslayable en el conjunto de escritos de Walsh.
También en "El expreso de la siesta", de julio de 1966, se establece un diálogo entre la tradición literaria y algún aspecto de la realidad periférica que se registra en la nota. Así como en "La isla de los resucitados" Walsh recurre al título del cuento de Borges, en este caso el punto de comparación con una parte del recorrido del tren es un pasaje del libro Confesiones de un opiómano de De Quincey: "Describe De Quincey una calle londinense, tortuosa, estrecha y tan dotada de voluntad propia que finalmente pasa por la cocina de una casa particular. Algo parecido experimenté en el trencito" (Walsh, 2008: 178). Además de acentuar la dimensión de excepcionalidad del viaje en este particular tren, con la alusión al escritor inglés propone un modo de reconstrucción de la realidad regional a partir del diálogo entre la literatura universal y la experiencia.
Otro aspecto a destacar de esta nota, en común con otras como "Viaje al fondo de los fantasmas", es el hecho de que el texto se vuelva una narración de viaje, de desplazamiento. El viaje que se cuenta en la nota del trencito adquiere características de aventura en tanto se presenta como una experiencia que rompe con lo cotidiano, lo habitual, lo rutinario.2 Constantemente, el texto acentúa el carácter excepcional que detenta el viaje en ese singular tren. Si esto es así, su descripción no va a cuadrar, entonces, con las que evocan en el ferrocarril una épica civilizatoria y lo colocan como el símbolo de la modernización. Los puntos de comparación están dados, más bien, por otros medios o modos de desplazarse: en ciertos momentos, con formas de viaje anteriores: "con velocidad y ritmo de galope" (Walsh, 2008:179); en otros, con modos totalmente inesperados: "empezamos a navegar, literalmente" (Walsh, 2008: 180).
Según Georg Simmel (2002), la aventura es una forma del experimentar que por su intensidad se diferencia de la vida cotidiana que se presenta como continuidad.
La excepcionalidad del desplazamiento en este tren implica no solo otro modo de experimentar la temporalidad, sino también otra manera de interpretar lo que uno puede encontrarse en el trayecto. Lo que serían obstáculos del camino o riesgos son en este caso motivos de diversión: "a las 8.35 se cortó el tren, al zafarse un pasador, y hubo que retroceder en busca de los vagones perdidos. La peripecia es habitual, uno de los infinitos riesgos que acechan al trencito y que tanto divierten a los correntinos" (Walsh, 2008: 179). El valor de este viaje en tren no pasa por los parámetros habituales, la velocidad o la eficiencia, sino que radica en otro tipo de encantos que la nota se encarga de registrar. El gesto que atraviesa estas notas de Walsh es el de la negativa a trasplantar parámetros forjados en otros lugares para juzgar a través de ellos los aspectos de las realidades periféricas exploradas. De lo que se trata, más bien, es de desentrañar la lógica y valoración cultural propia que tienen, sin hacer interferir en la comprensión valores ajenos. Es de destacar que mientras que el viaje en el tren da lugar a la nota, otro viaje que realizan Walsh y Pablo Alonso, en ómnibus, no genera una narración, sino un mero registro. La nota va tejiendo diálogos dispersos, fragmentos de historia, impresiones en un movimiento que, como el del tren, entrelaza paisajes inesperados. Por ejemplo, por momentos la nota desemboca en cuestiones sociales como la migración interna: "El trencito no lleva gente a estas etapas finales del campo. La saca: las sirvientitas que necesita la Capital, los peones que reclaman las fábricas, los jinetes que requieren los escuadrones de seguridad para las represiones urbanas" (Walsh, 2008: 180).
"El expreso de la siesta" trama experiencia de viaje, investigación e indagación histórica sobre los orígenes del particular trencito. Los avances en la construcción de vías, pero también las sucesivas quiebras de las empresas que encaraban el proyecto. En la nota conviven la dimensión poética, que resalta cierto carácter mágico en torno al trencito, y el plano documental e histórico de las condiciones en que ese medio de transporte se instaló y continuaba funcionando.
En el epígrafe de "Viaje al fondo de los fantasmas" de noviembre de 1966, volvemos a encontrar el elemento literario como lente para enfocar un aspecto de la referencialidad: "era un antiguo poblador de esa región, un tipo experto, con una de esas caras sacadas de un cuento de Hemingway" (Walsh, 2008: 206). De la misma manera que ocurre, por ejemplo, en la escritura que hace Sarmiento de sus viajes, en la que un "prisma de libros y lecturas" filtra su mirada (Monteleone, 1998: 16), en estas notas de Walsh las referencias a la literatura se entretejen con la experiencia constituyendo una herramienta para ilustrarla. Pero esta remisión a la literatura no implica el establecimiento de una distancia entre un narrador letrado y la realidad que contempla, ya que, recurrentemente, el enunciador de estas notas se involucra en lo que cuenta, pone el cuerpo y no esconde sus deseos de participar de situaciones que lo cautivan: "sé que tuvimos al mismo tiempo la misma idea: robarles por un rato la canoa grande a los baquianos y cazar nosotros el yacaré" (Walsh, 2008: 201). El narrador incluso es fascinado por el paisaje al punto de afectar sus sueños: "Sé que soñé y que un nuevo paisaje, laberíntico, arrasador, angélico en la tersura de sus flores y el cristal de sus aguas, demoníaco en el irresistible crecimiento de raíces, hojas, espinas, púas, dientes, había entrado para siempre en la materia de mi sueño" (Walsh, 2008: 202).
En esta nota, además de la inflexión aventurera que adquiere el viaje, como la observada en "El expreso de la siesta", el movimiento exploratorio se vuelve también desciframiento de una incógnita: "el enigma del Iberá". El recorrido del viaje emprendido por el autor al mismo tiempo se calca sobre un antecedente histórico de sucesivas expediciones ("Azara y D"Orbigny, y el capitán Uhart") que también se enfrentaron con este enigma. Walsh señala que, a pesar de tales intentos de desentrañar el misterio, este ha logrado prevalecer: "la leyenda volvió siempre a cerrarse, como la vegetación insobornable del estero" (Walsh, 2008: 203). Piglia señala que cuentos como "Fotos" o "Nota al pie" no son, desde el aspecto estructural, muy distintos a textos de investigación como Caso Satanowsky, en tanto ambas series tienen en común su yuxtaposición de datos, rastros, versiones "alrededor de un vacío, de algo enigmático que es preciso descifrar" (Piglia, 2000). En este caso, la nota también presenta tal estructura en cuyo centro encontramos un enigma por resolver. La particularidad observable en este artículo de noviembre del 66 es algo que ya se había mencionado respecto a "La isla de los resucitados": la convivencia e imbricación de una orientación racionalizadora (apartados en los que desglosa factores sociales y económicos que constituyen los fenómenos abordados, pasajes de desmitificación de muchas supersticiones y malentendidos) y una reivindicación de la leyenda y lo mágico como modo de supervivencia de ciertas historias y modos de ver el mundo. En estos artículos de Walsh la historia y la leyenda se enredan y hablan con distintas voces pero al unísono: "la Isla del Disparo se llama así porque en un tiempo vivieron tigres, y después llegaron hombres, y en el encuentro alguien disparó: unos dicen que los hombres, otros que los tigres, pero al final –como siempre– quedaron los hombres" (Walsh, 2008: 207).
El rescate de la leyenda como otro modo de la historia, más emparentado a las formas de transmisión de las regiones que Walsh visita, se agrega a la recuperación de otros saberes como el del baquiano. La actitud de valoración de la experiencia, de los saberes prácticos y oficios, es un gesto que atraviesa los textos de Walsh, incluso los textos de denuncia como Operación Masacre. Sumándose a ese "archivo" donde se cuentan las descripciones que hace Sarmiento en Facundo, Walsh se detiene en el saber no institucionalizado del singular baquiano que habita el Iberá: "En medio de esa vegetación torrencial e indiferenciada, cada mata, cada árbol distante tienen para él un significado preciso. Si se extravía, le basta observar un rato la marcha que describe la sombra de un palito" (Walsh, 2008: 205).
Walsh describe la particularidad de este hombre del Iberá sin forzarla a la imagen que la tradición literaria ha forjado de la figura del baquiano; lo hace atendiendo a los modos singulares que tal figura adopta en esta región. Este movimiento de registro de aquello inasible a rígidos esquemas clasificatorios es uno de los rasgos fundamentales que se advierten en esta nota. No solo se trata de los desconocidos modos de percepción y conocimiento de un sujeto como el baquiano, sino también de un paisaje imprevisible, móvil, que no se puede cartografiar o medir con la misma facilidad que otros lugares: islas flotantes que alimentan "la pesadilla de los agrimensores" (Walsh, 2008:205).
Hay dos notas del período estudiado que establecen un diálogo explícito con dos textos relevantes de la tradición literaria: "El matadero" de Esteban Echeverría y "Los mensú" de Horacio Quiroga.3 Tales artículos complementan su referencialidad periodística de acontecimientos sobre los que se informa con lo que se puede entender como cierta reescritura de los textos mencionados. A diferencia de las notas analizadas anteriormente, que en su mayoría remiten al mundo rural o selvático del noreste argentino, en "El matadero", publicado en Panorama en diciembre de 1967, el foco pasa a ubicarse en la ciudad.4 La relación evidente con el texto de Echeverría desde el título se hace explícita en el comentario final de la nota. Allí se refiere la incapacidad de entender de "el hombre del centro que, desde Echeverría para acá, proyectó en el hombre de cuchillo del suburbio prevenciones de violencia y de sangre que se disuelven apenas uno se para a conversar con él" (Walsh, 2008: 259). No se trata simplemente de corregir la atribución de barbarie que efectuaron aquellos que desconocían la realidad de estos hombres, sino, fundamentalmente, de elaborar una versión diferente sobre los trabajadores y sus características.
Hay una nota más, "El país de Quiroga", que remite al autor uruguayo y hace una breve alusión a algunos de sus cuentos, pero no la abordaremos en este trabajo.
En "El matadero" de Echeverría, publicado en 1871, la escena de trabajo se construye por la descripción de la barbarie de las prácticas sanguinarias que tienen lugar allí. La "chusma" (Echeverría, 2002) que trabaja con la sangre está imbuida en la fealdad y la bajeza de ese trabajo. Para el narrador unitario, lo desagradable, lo repulsivo, lo horrible de las prácticas bestiales que rigen el mundo del matadero es "el simulacro en pequeño" (Echeverría, 2000: 43) del funcionamiento de la política en el país. La propuesta de "El matadero" (la de la perspectiva liberal de la historia) consiste en la asociación del tipo de estructura económica de un país agrícola-ganadero como Argentina con el sistema político que se implementa. Si se supone que los unitarios van a llegar al poder, la tesis del texto resulta invalidada ya que no tiene en cuenta que el mero cambio político no puede modificar de un día para el otro la estructura económica del país, por lo tanto el gobierno va a ser sanguinario ya que va estar determinado por las características de la práctica económica.
Como decíamos, el punto de vista de Walsh en su artículo periodístico "El matadero" está concentrado en el trabajo humano. Si bien el espacio del matadero es del "campo en la ciudad", éste está marcado por la división del trabajo en las actividades que allí se realizan. Eso es lo que se señala como diferencia principal respecto al pasado en una de las primeras imágenes del texto: "En plena ciudad el asfalto da un hombre de a caballo y otro hombre de cuchillo, que en un tiempo fueron uno solo, que nació y murió en el campo" (Walsh, 2008: 253). La escena de trabajo, en este caso, está construida por la descripción de sucesivos pasos fijos y con un orden determinado. Casi cien años después de la publicación del texto de Echeverría, nos encontramos con un narrador-periodista que no solo tiene una perspectiva diferente sobre aquellos que trabajan en el matadero, sino que además debe dar cuenta de la fragmentación del "hombre del cuchillo" en muchos especialistas: "Después del matambrero y el garreador de pata, el balancinero vuelve a encarrilar el novillo en los rieles de la noria. Cuartero, anquero, colero, tirador de garra, cogotero…" (Walsh, 2008: 258). Frente al caos y el salvajismo del matadero que presenta el texto del escritor romántico, la nota homónima de Walsh delinea un espacio ordenado en el que se resaltan las diferentes capacidades y destrezas de los trabajadores. El relato resuelve, simultáneamente, dos planos: por un lado, informa a los lectores sobre el proceso que hay detrás de algo que es de consumo cotidiano en la ciudad y, por el otro, reescribe y desvía los modos de referir un lugar y un tópico cuya tradición se remonta a los escritos de viajeros ingleses (Prieto, 2003).
En la nota "La Argentina ya no toma mate", de diciembre de 1966, es explícito el diálogo con "Los Mensú", relato publicado por vez primera en 1914, en Fray Mocho (Lafforgue e Iglesia, 1979: 20), donde Quiroga narra las circunstancias en que los peones son reclutados para trabajar en Misiones: "Un instante después estaban borrachos y con una nueva contrata firmada. ¿En qué trabajo? ¿En dónde? No lo sabían" (Quiroga, 1999: 84). Al ser incitados a derrochar a cuenta, los mensú del cuento, Cayetano Maidana y Esteban Podeley, para compensar sus gastos se ven atrapados en un trabajo que no eligieron. Esta situación que viven los mensú es referida mediante una construcción oximorónica: "lo único que el mensú realmente posee es un desprendimiento brutal de su dinero" (Quiroga, 1999: 85). El cuento construye un ámbito en el que la imposibilidad de enfermarse para no perder el trabajo y morirse de hambre (o aun la imposibilidad de poder abandonar el ambiente para curarse) se suma a la circularidad del destino de los trabajadores. Los peones, aunque intenten escapar, terminan retornando de la misma manera que habían sido engañados la primera vez: "borracho con nueva contrata" (Quiroga, 1999: 95).
Marcelo Crespo y Germán Gómez señalan que, en Panorama, Walsh "publicó diez "grandes notas" que se dividen en dos series y que abarcan los universos rural y urbano, respectivamente" (2002, p. 14).
En su artículo, a partir del tema de la prohibición de la cosecha de yerba en un contexto de crisis de la producción yerbatera que sufre la provincia de Misiones, Walsh tiene la oportunidad de retratar la situación de aquellos que aparecen como "los herederos del mensú" de Quiroga. Su artículo no deja que los peones permanezcan en el anonimato, el narrador-periodista los individualiza y recoge sus quejas; permite que "las caras cobren nombre" (Walsh, 2008: 218). El artículo viene a afirmar que la herencia la constituyen el desamparo, el hambre, la desesperanza y las condiciones de trabajo inhumanas que pueden producir enfermedades en los peones: "el trabajo más insalubre del mundo" (Walsh, 2008: 220). También tienen en común el anhelo de escapar, el éxodo, la fuga que constituye tanto el conflicto en el relato de Quiroga como la realidad de las familias en el de Walsh.
Una de las diferencias sustanciales entre ambos textos radica en que mientras los personajes del uruguayo, Podeley y Cayé, se escapan, principalmente de las injustas condiciones de trabajo a las que se los somete, los sujetos en Walsh huyen por la ausencia de trabajo producto de la crisis que azota a la región. Otra divergencia es que si, por su parte, Quiroga presenta la situación de los mensú como un drama circular del que no pueden escapar, Walsh reflexiona hacia el final de su escrito sobre las posibles soluciones al problema. Nuevamente vemos aquí actualizada la resolución de la tensión entre dos polos: un informe sobre la realidad crítica de los habitantes de una región del país y el vínculo con una escritura literaria que abrevaba en problemáticas similares como materia para sus relatos. Se hace evidente en el texto de Walsh cómo la búsqueda de verdad en torno al objeto de la investigación no se separa de las alusiones literarias y los vínculos que se establecen con relatos de ficción.
Cruces: antropología y microhistoria
Las notas periodísticas de Walsh no son ajenas a la fusión de registros y géneros (denuncia, investigación, ensayo, relato policial, historias de vida) que atraviesa la mayor parte de su obra. Se trata de una escritura que resiste y excede una lectura anclada en taxonomías y categorías fijas. Sus textos se sostienen en el entramado, el entrecruzamiento permanente de distintas "zonas" y recursos. Se ha hecho hincapié en este trabajo sobre todo en la imbricación con estrategias literarias que se observa en la práctica periodística walshiana, pero, además, es posible evidenciar otros cruces de semejante relevancia en la producción de estas notas con disciplinas como la microhistoria y la antropología.
La particularidad de la escritura de Walsh de rescatar la historia individual y entrelazarla con los hechos históricos (la historia como convergencia de una miríada de historias) de algún modo coincide en ciertas preocupaciones y búsquedas (a las que Walsh, por supuesto, arriba por otras vías y otros medios) con una corriente de la historia social que se dio en llamar microhistoria (Carlo Ginzburg, Giovanni Levi, Robert Darnton). No es casual que estos historiadores reivindiquen el uso de técnicas narrativas en su producción (más allá de que desde una perspectiva como la de Hayden White (1998) no consideremos diferencias mayores entre el discurso literario y el de la historia). En la microhistoria la reducción de la escala, la concentración en hechos más puntuales de los que aborda en general la historia, se hace no con el mero objetivo de detenerse en una vida o un acontecimiento aislado, sino con la idea de que la "mirada microscópica" contribuye en la comprensión de un contexto histórico mayor (Levi, 1993). Este rasgo es compartido por la escritura walshiana que atiende a la experiencia individual, a las historias de vida, como focos que convergen e iluminan una experiencia colectiva y social. Se observó esto, por ejemplo, en las historias transcriptas en "La isla de los resucitados", y es además un movimiento visible en cuentos como "Cartas" y en libros como Operación Masacre y ¿Quién mató a Rosendo? Los textos de Walsh, como los trabajos de la microhistoria, toman lo particular como punto de partida y de ahí pasan al significado en un contexto mayor.
Giovanni Levi hace referencia en su texto "Sobre microhistoria" a las afirmaciones de Jacques Revel, para quien la microhistoria es "una respuesta a las limitaciones obvias de ciertas interpretaciones de la historia social que en su búsqueda de la regularidad dan preeminencia a indicadores excesivamente simples" (Levi, 1993: 142). Lo que se observa en las notas de Walsh es algo similar: una escritura que se erige para contrarrestar interpretaciones simplificadoras o taxonomías rígidas acerca de las realidades sociales, identitarias y regionales que aborda en sus artículos.
Respecto a la relación, ya advertida, de estas notas con la antropología, me interesa hacer alusión a un concepto acuñado por Clifford Geertz para dar nombre al objeto de la labor antropológica: la descripción densa. El autor la define como una "jerarquía estratificada de estructuras significativas atendiendo a las cuales se producen, se perciben y se interpretan" los hechos (Geertz, 2003: 22). Salvando las distancias con lo que sería una descripción que se corresponde con lo enunciado por Geertz, no es descabellado pensar que las capas de significación que Walsh va superponiendo en sus notas (los distintos apartados con abordajes sociales, históricos, económicos del fenómeno, la yuxtaposición de voces e historias, etc.) se asemejan a esta definición que hace el antropólogo. Otro de los puntos fundamentales que comparten los artículos de Walsh con las propuestas de Geertz para la antropología es algo que ya fue mencionado en este trabajo: su descripción de las formas culturales desde sus propios valores, desde su lógica propia y no a través de categorías y parámetros creados en una cultura ajena a la observada. En ese sentido, Walsh trama las notas sin manejar ideas previas ni imponer esquemas preconcebidos; las notas construyen un movimiento en el que un tema lleva a otro, y construye así un tejido que se guía por las relaciones motivadas en el lugar investigado y no por patrones previos. Este movimiento por eso adquiere, en muchos momentos, una inflexión exploratoria, aventurera, de descubrimiento. Un modo de entramado similar de historias, identidades y culturas silenciadas rescata muchos años después Aníbal Ford en "Desde la orilla de la ciencia. Acotaciones sobre la identidad, información y proyecto cultural en una etapa de crisis" (Ford, 1987: 17). En su texto hace hincapié en gran cantidad de elementos que son constitutivos de las notas de Walsh del período trabajado: el registro de saberes no institucionalizados; la lectura de las historias desde sus propias relaciones; la reivindicación de otras formas de comunicación y transmisión de la herencia, de la identidad; la exploración de regiones periféricas, dejadas de lado; etc.
Sin menospreciar los mencionados cruces con la antropología, es necesario al mismo tiempo mencionar algunas diferencias entre lo que hace Walsh en sus notas y lo que se suele entender por la labor de los antropólogos. Mientras que, como señala García Canclini, la etnografía suele "sobreestimar la lógica interna" de las pequeñas comunidades y "descuidar los crecientes procesos de interacción con la sociedad nacional" (García Canclini, 1990), las notas periodísticas de Walsh no dejan de lado las relaciones entre las problemáticas de estas comunidades y la política y la legislación nacional y los vínculos migratorios de los habitantes de estas regiones con Buenos Aires o con otros países. Walsh no aborda estas realidades como "sistemas cerrados" sino en sus cruces y contactos con otras culturas. Un ejemplo evidente de esta atención puesta en los cruces y los entrecruzamientos culturales es la nota "Kimonos en la tierra roja" de febrero de 1967, donde indaga las problemáticas y sueños de la inmigración proveniente de Japón instalada en Misiones. En las notas de Walsh lo popular no se trabaja desde una reivindicación melancólica de su supervivencia (lo que sería otro lugar común que afecta a ciertos trabajos de la antropología, según García Canclini), sino a partir de un conocimiento concreto no idealizado.
El abordaje de las notas de Walsh ha puesto en evidencia que son textos que delinean un doble movimiento. Por un lado, un desplazamiento de búsqueda y desborde, de pasaje hacia un plano periférico, poco explorado; por otro, un movimiento que a partir del deslinde tiende lazos, une, construye una red de historias, lugares, sujetos. La red de relaciones construida se puede advertir no solo en el trabajo minucioso de recopilación e investigación sobre las historias y problemáticas de las regiones que visita, sino también a partir de un tejido de decisiones y estrategias narrativas que hilan textos de su obra que son, generalmente, abordados por separado. Este tejido (que entrama sus distintas textualidades, pero que, también, enlaza la práctica periodística con la reescritura de la tradición literaria e, incluso, incorpora preocupaciones y enfoques similares a los de otras disciplinas) es el que impide que los textos de Walsh descansen en un mapa genérico rígido. Como las islas flotantes del Iberá, pesadilla de agrimensores, la obra de Walsh alimenta el desvelo de aquellos topógrafos literarios que intentan apresarla en fronteras fijas, en límites rigurosos y tranquilizadores.
Crespo, Marcelo y Germán Gómez. 2002. "Rodolfo Walsh, entre las palabras y las armas". Todo es historia, Buenos Aires. Año 35, n.° 416.
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Ford, Aníbal. 1987. Desde la orilla de la ciencia. Ensayos sobre identidad, cultura y territorio. Buenos Aires: Punto Sur.
García Canclini, Néstor. 1990. Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. México: Grijalbo.
Geertz, Clifford. 2003. La interpretación de las culturas. Barcelona: Gedisa. Lafforgue, Jorge (ed.), 2000. Textos de y sobre Rodolfo Walsh. Buenos Aires: Alianza.
Lafforgue J. y C. Iglesia. 1979. "Prólogo". En Quiroga, Horacio. Los desterrados, Buenos Aires: Losada.
Levi, Giovanni. 1993. "Sobre microhistoria". En Burke, Peter (ed.), Formas de hacer historia. Madrid: Alianza, pp. 119 y 143.
Monteleone, Jorge. 1998. El relato de viaje. De Sarmiento a Umberto Eco. Buenos Aires: El Ateneo.
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Prieto, Adolfo. 2003. Los viajeros ingleses y la emergencia de la literatura argentina 1820-1850. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
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White, Hayden. 1998. Metahistoria. La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
Autor:
Marcos Seifert
Licenciado y profesor en Letras (UBA). Integra el grupo UBACyT "Formas del terror en la literatura argentina". Es adscripto en la cátedra Literatura Argentina I de dicha universidad. Realiza desde 2010 una investigación sobre los viajes y desplazamientos en los textos de A. Di Benedetto bajo la dirección de Adriana Mancini como adscripto en Literatura Argentina II. Ha participado de diversos congresos como expositor y coordinador. Revista del Departamento de Letras
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