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Veneno (página 2)

Enviado por m_pucciarelli


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Son plantas que contienen sustancias que, al penetrar en el organismo provocan reacciones nocivas que causan lesiones o la muerte. Es muy posible que exista hasta un 1% de especies de plantas venenosas aunque aún no se haya reconocido esa condición en todas ellas. Las plantas peligrosas gozan de amplia distribución en bosques (hierba de San Cristóbal o actea), campos (leche de gallina), pantanos (eléboros como el vedegambre y la rosa de navidad), regiones secas (ciertos chaparros o encinos), bordes de caminos (celastráceas) y parques (kalmia), y crecen tanto silvestres (celidonia o celedonia, celidueña, hierba de la golondrina) como cultivadas (glicina o wistaria). Muchas plantas ornamentales comunes, como la adelfa o balandre, laurel rosa, blanco o colorado, la convalaria (muguete, lirio de los valles o hierba de San Juan) o el muérdago, son venenosas. Los botánicos no han fijado normas que permitan determinar con exactitud si una planta concreta es venenosa. Las especies tóxicas están dispersas, en cuanto a sus hábitats y a sus relaciones botánicas. Contienen más de veinte en especial tóxicos, en especial alcaloides, glucósidos, saponinas, resinoides, oxalatos, compuestos fotosensibilizadores y ciertos minerales, como selenio o nitratos, que toman del suelo y van acumulando. Los compuestos venenosos pueden estar distribuidos por todas las partes de la planta (cicuta) o acumularse más en unos lugares que en otros, como la raíz (tsuga), las bayas (daphne) o las hojas (laurel de montaña). La toxicidad de una planta puede variar con la edad; por lo general, la nocividad aumenta con la madurez, sin embargo, algunas especies muy tóxicas en sus fases juveniles se transforman luego en inocuas (cadillo). Ciertos principios activos provocan irritación de la piel (ortiga), mientras que otros desencadenan una reacción alérgica (hiedra venenosa). Pero casi todos los venenos deben penetrar en el organismo para actuar y, en la mayor parte de los casos, esa entrada se produce por ingestión. Por lo general, una persona adulta tendría que comer más de 60 g de la parte venenosa de la planta para intoxicarse (esta cantidad es, en proporción, menor para los niños). No obstante, algunas plantas son tóxicas en cantidades muy inferiores; así, bastan una o dos semillas de ricino (higuera, higuereta, palmacristi, tártago de Venezuela) para matar a un niño. Después de la ingestión, el veneno puede actuar inmediatamente sobre el aparato digestivo (diefembaquia, euforbia, ciertas Solanáceas) y provocar dolor abdominal agudo, vómitos e, incluso, hemorragias internas, o bien pasar al torrente sanguíneo. En este caso, primero llega al hígado, que puede resultar lesionado. Los oxalatos cristalizan en el riñón (ruibarbo) y desgarran los túbulos. Algunas plantas afectan al corazón (adelfa); ingeridas en pequeñas cantidades, algunas de estas toxinas tienen virtudes medicinales (digital o dedalera). Las especies que contienen alcaloides suelen inducir reacciones desagradables o peligrosas en el sistema nervioso. Son ejemplo la parálisis (cicuta), las alucinaciones (estramonio o toloache, hierba del diablo, o chamico) o el paro cardiaco (tejo). Algunos tóxicos actúan directamente sobre las células del organismo. El ejemplo más claro es el cianuro, liberado a partir de un glucósido vegetal (laurel cerezo), que impide que las células absorban oxígeno. Por su parte, los nitratos, que ciertas plantas contienen en concentraciones excesivas, se combinan con la hemoglobina de la sangre, que queda incapacitada para transportar oxígeno a las células. Algunas reacciones son muy específicas; así, el helecho común destruye la médula ósea, donde se forman las células hemáticas; el hipérico o hipericón contiene un veneno que, al ser ingerido por los animales, reacciona con la luz solar y provoca quemaduras y lesiones graves en la piel expuesta. Las plantas venenosas son demasiado numerosas como para pensar en erradicarlas y muchas son muy apreciadas como ornamentales de jardín o de interior. En caso de sospecha de intoxicación, hay que acudir al médico cuanto antes.

Barbitúrico Proviene de la familia de fármacos derivados del ácido barbitúrico (C4H4N2O3) (combinación de urea y ácido malónico) que producen depresión cerebral. Dependiendo de su dosis y formulación presentan un efecto sedante (tranquilizante), hipnótico (inductor del sueño), anticonvulsivo, o anestésico. Los barbitúricos de acción ultracorta, como el tiopental, se utilizan por vía intravenosa para inducir la anestesia quirúrgica. Los de acción larga, como el fenobarbital, se emplean para prevenir las crisis epilépticas. Otros barbitúricos como el secobarbital se utilizaron como ansiolíticos, fármacos que evitan los estados de ansiedad, hasta el desarrollo de los tranquilizantes (benzodiacepinas). Todavía se usan para el tratamiento del insomnio, aunque las benzodiacepinas son más aconsejables. A veces se utilizan como drogas de abuso, pues tanto por vía intravenosa como por vía oral producen síntomas similares al alcohol (borrachera barbitúrica): desinhibición, comportamiento rudo y violento, pérdida de coordinación muscular, depresión y sedación. Además, producen dependencia física y adicción. La sobredosis puede causar shock, depresión respiratoria, coma o la muerte.

Tranquilizantes Es el nombre que se aplica a un tipo de fármacos que se emplea para tratar la ansiedad y el insomnio. Al principio, el término comprendía dos grupos: los tranquilizantes mayores —las fenotiazinas, como la clorpromazina— útiles en el tratamiento de los pacientes con enfermedad mental aguda y los tranquilizantes menores —las benzodiazepinas, como el diazepan (Valium)—. Debido al uso, el término se refiere en la actualidad sólo al segundo grupo de fármacos. A principios de la década de 1980, estos tranquilizantes menores eran los medicamentos más utilizados en todo el mundo. Aunque son útiles para disminuir la ansiedad y el insomnio de forma temporal, desde 1979, se considera que no son eficaces para periodos superiores a dos semanas. Los tranquilizantes menores son seguros cuando se emplean solos, pero cuando se mezclan con alcohol en dosis suficientes pueden producir coma e incluso la muerte. La administración a largo plazo de benzodiazepinas a dosis mayores de las habituales puede producir dependencia física, con síntomas de abstinencia característicos, desde pesadillas nocturnas hasta convulsiones cuando se interrumpe la administración del fármaco.

Psicofarmacología Es estudio de la relación entre los fármacos y la función cerebral, incluyendo el estado de ánimo, el comportamiento o las percepciones. La psicofarmacología es una rama de la farmacología, ciencia que estudia la acción de los fármacos en los organismos vivos. La psicofarmacología es una herramienta de la psiquiatría, la psicología, la neurología y las especialidades médicas que estudian la función cerebral. A lo largo de la historia las diferentes culturas han buscado medios para alterar el estado de la conciencia utilizando sustancias extraídas de plantas, que son la base de los psicofármacos actuales. Algunos hitos en la historia de la psicofarmacología son el descubrimiento y el uso del alcohol, el cannabis y el opio en Europa y en Asia, y la cafeína, la nicotina, la cocaína y las plantas alucinógenas como el peyote y la psilocibina, en la América precolombina. Durante el siglo XIX los hallazgos más relevantes fueron: la extracción, a partir del opio, de un analgésico potente denominado morfina; como anestésicos, la introducción del óxido nitroso, el éter y el triclorometano (cloroformo) y, como estimulante, el uso de la cocaína. Los primeros hipnóticos sedantes, los barbitúricos, fueron descubiertos a principios del siglo XX, así como las anfetaminas (adrenalina), que empezaron a emplearse como psicoestimulantes hacia 1930; posteriormente, en 1943, un alucinógeno, la dietilamida del ácido lisérgico (LSD); en 1948, el carbonato de litio, un fármaco eficaz en el tratamiento de la psicosis maníaco- depresiva; en 1952, el fármaco antipsicótico y antiesquizofrénico clorpromacina, y, en 1957, dos fármacos para el tratamiento de la depresión: los antidepresivos tricíclicos y los inhibidores de la monoaminooxidasa (IMAO). En estos últimos años del siglo XX siguen apareciendo fármacos y drogas que pertenecen a las distintas categorías de psicofármacos. Los llamados tranquilizantes menores, o benzodiacepinas, son también agentes psicoactivos.

Psicofármacos Son sustancias químicas que alteran el comportamiento, el humor, la percepción o las funciones mentales. Las diferentes culturas a lo largo de la historia han utilizado diversas sustancias con el objetivo de cambiar el estado de consciencia. En la práctica médica actual, las sustancias psicoactivas conocidas como psicofármacos se han desarrollado para tratar a los pacientes con trastornos mentales. Los psicofármacos ejercen su acción modificando ciertos procesos bioquímicos o fisiológicos cerebrales. Los mensajes entre las distintas células nerviosas (neuronas) se transmiten a través de estímulos eléctricos o químicos. Las neuronas no entran en contacto directo entre sí; en las sinápsis (espacio entre las neuronas) el mensaje se transmite por sustancias químicas denominadas neuroreguladores o neurotransmisores. La mayoría de los psicofármacos actúan alterando el proceso de neurotransmisión. Otros, como las sales de litio, actúan modificando la permeabilidad de la membrana neuronal. Existen seis categorías principales de psicofármacos dependiendo de sus efectos psicológicos o sobre el comportamiento: hipnoticosedantes, analgésicos narcóticos, estimulantes euforizantes, alucinógenos, alcohol y agentes psicotrópicos. El alcohol ha sido la sustancia psicoactiva más utilizada. En la mayor parte de los países se trata de la única sustancia psicoactiva legalmente permitida sin receta. Los consumidores buscan relajación y bienestar, pero la intoxicación etílica altera las funciones mentales y motoras. La ingesta crónica de alcohol puede lesionar el hígado y las células cerebrales y produce adicción (dando lugar al alcoholismo); su retirada brusca produce graves cuadros (síndromes) de abstinencia. Los agentes hipnoticosedantes como los barbitúricos o el diazepán (más conocido como válium) incluyen los depresores cerebrales como los somníferos (pastillas para dormir), o los ansiolíticos (que producen relajación sin inducir sueño). La utilización de los agentes hipnoticosedantes como relajantes, tranquilizantes o euforizantes fuera de la prescripción médica es ilegal. La sobredosis puede conducir a la muerte. La mayoría producen adicción, y algunos pueden producir un grave síndrome de abstinencia al interrumpir su ingesta. Los analgésicos narcóticos (opiáceos como el opio, morfina o heroína) se utilizan como analgésicos. Debido a que el alivio del dolor es uno de los objetivos principales de la práctica médica, los opiáceos han supuesto una gran ayuda en el tratamiento de muchas situaciones. Fuera del contexto legal, la heroína es el principal analgésico narcótico empleado en inyección intravenosa para producir euforia. Los opiáceos producen dependencia física y adicción y su retirada produce un síndrome de abstinencia. Los agentes estimulantes euforizantes como las anfetaminas pueden emplearse para suprimir el apetito o en el tratamiento de los niños con síndrome de hiperactividad. En estos niños, las anfetaminas tienen un efecto relajante paradójico y pueden mejorar la falta de concentración que se asocia a la hiperactividad. En medicina, se emplea un derivado de la cocaína como anestésico local. El uso ilegal de las anfetaminas y la cocaína incluye su utilización como euforizantes, como estimulantes, para mejorar el rendimiento físico o mental en situaciones como las competiciones atléticas o los exámenes universitarios, o para prevenir el mareo. Los alucinógenos (fármacos psicodélicos) como el LSD —dietilamida del ácido lisérgico—, la mescalina, el PCP —fenciclidina— no tienen hoy ningún uso médico. Su utilización ilegal tiene por objetivo conseguir estados alterados de la conciencia. La marihuana es un alucinógeno débil de cierta utilidad médica para eliminar las náuseas producidas por los tratamientos contra el cáncer; también reduce la presión ocular en algunos casos graves de glaucoma. Los fármacos psicotrópicos se vienen empleando desde comienzos de la década de 1950. Consiguen mejorar los síntomas de los pacientes esquizofrénicos, permitiendo en muchos casos su reincorporación a la sociedad y la disminución del número de pacientes esquizofrénicos ingresados en hospitales psiquiátricos. Los fármacos antidepresivos se dividen en dos grupos principales: antidepresivos tricíclicos e inhibidores de la monoamino oxidasa (IMAO). Los dos mejoran, a veces de forma espectacular, los síntomas de la depresión. Las sales de litio se emplean en el tratamiento de la psicosis maníaco-depresiva y permiten reducir los episodios de euforia o depresión que sufren estos enfermos.

Alcaloide Grupo de compuestos débilmente alcalinos que contienen nitrógeno, y son en su mayoría de origen vegetal; poseen una complejidad molecular moderada que produce varios efectos fisiológicos en el cuerpo. Se han registrado unos 3.000 alcaloides. El primero que se preparó sintéticamente (1886) es uno de los más simples, la coniína, o 2-propil piperidina, C5H10NC3H7; es muy venenoso, una dosis menor de 0,2 g es letal. La coniína, obtenida de las semillas de la cicuta, fue el veneno utilizado en la ejecución de Sócrates. Aproximadamente 30 de los alcaloides conocidos se usan en medicina. Por ejemplo, la atropina, que se obtiene de la belladona, dilata las pupilas; la morfina es un calmante; la quinina es un remedio específico para la malaria; la nicotina es un insecticida potente y la reserpina un tranquilizador.

Arsénico Aplicaciones El arsénico se usa en grandes cantidades en la fabricación de vidrio para eliminar el color verde causado por las impurezas de compuestos de hierro. Una carga típica en un horno de vidrio contiene un 0,5 % de trióxido de arsénico. A veces se añade al plomo para endurecerlo, y también se usa en la fabricación de gases venenosos militares como la lewisita y la adamsita. Hasta la introducción de la penicilina, el arsénico era muy importante en el tratamiento de la sífilis. En otros usos médicos ha sido desplazado por las sulfamidas o los antibióticos. Los arseniatos de plomo y calcio se usan frecuentemente como insecticidas. Ciertos compuestos de arsénico, como el arseniuro de galio (GaAs), se utilizan como semiconductores. El GaAs se usa también como láser. El disulfuro de arsénico (As2S2), conocido también como oropimente rojo y rubí arsénico, se usa como pigmento en la fabricación de fuegos artificiales y pinturas. El arsénico es venenoso en dosis significativamente mayores a 65 mg, y el envenenamiento puede producirse por una única dosis alta, pero también por acumulación progresiva de pequeñas dosis repetidas, como, por ejemplo, la inhalación de gases o polvo de arsénico. Por otra parte, algunas personas, en concreto los que ingieren arsénico en las montañas del sur de Austria, han descubierto que el arsénico tiene un efecto tónico, y han desarrollado cierta tolerancia hacia él que les permite ingerir cada día una cantidad que normalmente sería una dosis fatal. Sin embargo, esta tolerancia no les protege contra la misma cantidad de arsénico administrada hipodérmicamente. A menudo es importante contar con un test fiable que detecte la presencia de cantidades pequeñas de arsénico, porque el arsénico, aun siendo un veneno violento, es ampliamente usado y, por tanto, es un contaminante muy difundido. La prueba de Marsh, llamado así por su inventor, el químico inglés James Marsh, proporciona un método simple para detectar trazas de arsénico tan mínimas que no podrían descubrirse con un análisis ordinario. La sustancia a analizar se coloca en un generador de hidrógeno, y el arsénico presente se convierte en arsenamina (AsH3), que se mezcla con el hidrógeno. Si el flujo de hidrógeno se calienta mientras pasa por un tubo de vidrio, la arsenamina se descompone, y el arsénico metálico se deposita en el tubo. Cantidades mínimas producen una mancha apreciable. Utilizando la prueba de Marsh se pueden detectar cantidades tan mínimas como 0,1 mg de arsénico o de antimonio.

Esteroides Grupo extenso de lípidos naturales o sintéticos, o compuestos químicos liposolubles, con una diversidad de actividad fisiológica muy amplia. Dentro de los esteroides se consideran determinados alcoholes (esteroles), ácidos biliares, muchas hormonas importantes, algunos fármacos naturales y los venenos hallados en la piel de algunos sapos. Varios esteroles que se encuentran en la piel de los seres humanos se transforman en vitamina D cuando son expuestos a los rayos ultravioletas del sol. Las hormonas esteroideas, que son similares pero no idénticas a los esteroles, comprenden los esteroides de la corteza de las glándulas suprarrenales, cortisol, cortisona, aldosterona, y progesterona; las hormonas sexuales masculinas y femeninas (estrógenos y testosterona); y fármacos cardiotónicos (que estimulan el corazón), como digoxina y digitoxina. El colesterol, uno de los principales responsables de la aterosclerosis, es un esterol. La mayor parte de los anticonceptivos orales son esteroides sintéticos compuestos por hormonas sexuales femeninas que inhiben la ovulación. Tal vez los esteroides con un empleo más extendido en medicina sean la cortisona y varios derivados sintéticos de esta sustancia. Dichos esteroides son fármacos que se prescriben en una variedad de afecciones cutáneas, artritis reumatoide, asma, alergias y en varias enfermedades oculares, así como en casos de insuficiencia suprarrenal o de funcionamiento inadecuado de la corteza suprarrenal. Los esteroides anabolizantes inducen al aumento de peso y de masa muscular. En su origen se desarrollaron para ayudar a los pacientes con cáncer y a las víctimas del hambre y procedían de la hormona sexual masculina testosterona. En las últimas décadas, se ha producido un abuso del empleo de esteroides por parte de muchos atletas con la esperanza de mejorar su rendimiento físico. Además de la deslealtad que supone su uso en las competencias deportivas, los esteroides pueden tener graves efectos secundarios, psicológicos y fisiológicos, incluyendo una conducta cada vez más agresiva y el cáncer hepático. En 1974, el Comité Olímpico Internacional sancionó el uso de esteroides, a partir de la disponibilidad de la prueba de cromatografía de gases para detectar su presencia. Desde entonces, algunos atletas han sido descalificados en diversas disciplinas deportivas.

Tomaínas Tipo de compuestos orgánicos nitrogenados formados por la acción de las bacterias responsables de la putrefacción sobre la materia nitrogenada. Las tomaínas son similares en sus propiedades químicas, físicas y fisiológicas a los alcaloides, que son bases vegetales nitrogenadas, a las leucomaínas, producidas normalmente en el cuerpo de los animales; y a ciertas toxinas, que son productos de secreción de animales y bacterias. La mayoría de las tomaínas son aminas y contienen el radical NH2; algunas, como la putresceína, NH2(CH2)4NH2, y la cadaverina, NH2(CH2)5NH2, comunes en la carne podrida, son diaminas y se forman en la descomposición de los aminoácidos correspondientes. Algunas tomaínas son venenosas, aunque la mayoría son inofensivas. El término tomaína se aplicaba antiguamente a todos los venenos nitrogenados, incluyendo alcaloides y toxinas. El término envenenamiento por tomaína se usa erróneamente para indicar una enfermedad que es producida (según se ha descubierto) por toxinas bacterianas.

Prozac Es el nombre comercial de un fármaco, la fluoxetina, utilizado en el tratamiento de la depresión. El Prozac fue introducido en 1986, y en 1994 más de 10 millones de personas lo han utilizado en todo el mundo. Ha sido empleado con éxito en el tratamiento de diferentes trastornos que hasta entonces se trataban con psicoterapia. Además se utiliza para el tratamiento de procesos obsesivo- compulsivos, ataques de ansiedad, miedo al rechazo, falta de autoestima y problemas similares. Se considera un gran descubrimiento, y muchos usuarios confirman sus grandes beneficios. Los efectos del Prozac tardan varias semanas en aparecer, y no se conoce del todo su mecanismo de acción. El fármaco es un inhibidor selectivo de la recaptación de serotonina en el cerebro. Actúa bloqueando el transportador de la serotonina en la membrana de las conexiones nerviosas (sinapsis). Permite pues que la serotonina permanezca durante más tiempo en el lugar donde ha sido liberada. Sin embargo, no está claro por qué un aumento de la acción de la serotonina tiene un efecto clínico beneficioso. Existen similitudes entre el Prozac y otros fármacos, como la imipramina (un antidepresivo tricíclico) que bloquea la recaptación de noradrenalina y serotonina, pero el Prozac tiene menos efectos secundarios. Los posibles efectos secundarios del Prozac incluyen náuseas, vómitos, diarrea, fiebre, ansiedad, insomnio, erupciones cutáneas y convulsiones.

Depresor Fármaco o sustancia química que disminuye la actividad de una función corporal. Se utiliza en fármacos que reducen la actividad del sistema nervioso central. Estos agentes, a dosis bajas, producen sedación o adormecimiento y disminuyen la ansiedad. Por esta razón los fármacos depresores se utilizan en medicina para tratar el insomnio, la ansiedad y el dolor. En este grupo están incluidos los barbitúricos, los tranquilizantes como el diazepam (Valium) y el meprobamato, y los narcóticos analgésicos como la morfina, la codeína, la meperidina y el propoxifeno. En dosis elevadas, los fármacos depresores producen un coma o la muerte; los opiáceos en particular pueden paralizar el centro respiratorio hasta causar la muerte. Todos estos fármacos producen dependencia física y psicológica si se toman durante demasiado tiempo, por indicación errónea o en dosis excesivas. El depresor de uso no médico más extendido es el etanol o alcohol de las bebidas alcohólicas. El efecto estimulante paradójico del etanol en dosis bajas se debe a que debilita los centros inhibidores cerebrales.

Sedante Fármaco cuyo efecto principal es reducir la tensión nerviosa o inducir el sueño. También se denominan fármacos hipnóticos. Tienen un efecto calmante y relajante sobre el sistema nervioso central y los músculos cuando la dosis es baja, y un efecto hipnótico (inductor del sueño) a dosis superiores. Durante siglos, el alcohol y el opio eran las únicas sustancias conocidas con ese efecto, pero en las últimas décadas se han descubierto más de cincuenta productos, cada uno con diferente efecto sedante. Entre los sedantes utilizados para reducir la tensión emocional, se encuentran el tranquilizante Tranxilium (clorazepato dipotásico) y el Valium (diazepam). Fármacos más utilizados como inductores del sueño en Estados Unidos son los barbitúricos como el secobarbital, pentobarbital y fenobarbital (de acción hipnótica corta, intermedia y duradera, respectivamente). En Europa se emplean mucho más los fármacos de la familia de las benzodiacepinas, cuyo espectro de acción va desde la inducción del sueño (algunos son inductores rápidos y de efectos transitorios, y otros tienen un periodo de latencia y un efecto más prolongados), hasta el efecto sedante puro. Los antihistamínicos (clorhidratos de paraldehído), y la metacualona son también fármacos hipnóticos y sedantes. Los sedantes crean dependencia psicológica, y en ocasiones serios problemas de adicción. Desde la década de 1960 son una de las familias de medicamentos utilizados en demasía, ya que se recetan con demasiada asiduidad.

3. Toxicomanía

Estado psicológico y en ocasiones físico caracterizado por la necesidad compulsiva de consumir una droga para experimentar sus efectos psicológicos. La adicción es una forma grave de dependencia en la que suele haber además una acusada dependencia física. Esto significa que el tóxico ha provocado ciertas alteraciones fisiológicas en el organismo, como demuestra la aparición del fenómeno de tolerancia (cuando son necesarias dosis cada vez más elevadas para conseguir el mismo efecto), o del síndrome de abstinencia al desaparecer los efectos. El síndrome de abstinencia se manifiesta por la aparición de náuseas, diarrea o dolor; estos síntomas son variables según el tóxico consumido. La dependencia psicológica, o habituación, consiste en una fuerte compulsión hacia el consumo de la sustancia, aunque no se desarrolle síndrome de abstinencia. Los científicos utilizan con frecuencia las pruebas en animales de laboratorio para intentar deducir la capacidad adictiva de los tóxicos: los que el animal se autoadministra repetidamente son considerados como sustancias con alto poder adictivo, ya que tienen propiedades de refuerzo positivo. Entre éstos están algunos de los tóxicos de mayor consumo: el opio, el alcohol, la cocaína y los barbitúricos. Otras drogas como la marihuana y los psicofármacos, producen hábito en los seres humanos a pesar de no tener propiedades de refuerzo positivo en los animales de experimentación. Los tóxicos de uso más frecuente, con excepción del alcohol y del tabaco, se clasifican en seis categorías principales: opioides u opiáceos, hipnótico- sedantes, estimulantes, alucinógenos, Cannabis e inhalantes.

Opiáceos La categoría de los opiáceos incluye a los derivados del opio, como la morfina, la heroína y los sustitutos sintéticos, como la metadona. Desde el punto de vista médico, la morfina es uno de los analgésicos más potentes que se conocen: de hecho se toma como referencia para valorar la potencia de otros analgésicos. Tanto el opio como sus derivados alivian la tos, disminuyen los movimientos intestinales (frenando así los procesos diarreicos) y producen un estado psicológico de indiferencia al medio. La heroína, un preparado sintetizado a partir de la morfina, fue introducido en 1898 como tratamiento para la tos y como sustituto no adictivo de la morfina. Sin embargo pronto se descubrió la intensa capacidad adictiva de la heroína, que se prohibió en muchos países incluso con fines médicos. Los consumidores refieren que la heroína produce un estado de embriaguez casi instantáneo tras su consumo. Los opiáceos tienen efectos variables en diferentes circunstancias. En su efecto influyen las experiencias previas del consumidor y sus expectativas, así como la vía de administración (intravenosa, oral o por inhalación). Los síntomas de abstinencia comprenden temblor de piernas, ansiedad, insomnio, náuseas, sudoración, calambres, vómitos, diarrea y fiebre. Durante la década de 1970 los científicos aislaron unas sustancias que denominaron encefalinas que son opiáceos naturales presentes en el cerebro. Muchos los consideran responsables del fenómeno de dependencia física a opiáceos aduciendo que éstos imitarían la acción natural de las encefalinas.

Hipnótico- sedantes Los fármacos con mayor capacidad adictiva de esta categoría son los barbitúricos, utilizados desde principios de siglo en el tratamiento de la ansiedad y como inductores del sueño. En medicina también se emplean en el tratamiento de la epilepsia. Algunos adictos consumen grandes cantidades diarias de barbitúricos sin presentar signos de intoxicación. Otros consumidores buscan un efecto similar a la borrachera alcohólica y otros potenciar los efectos de la heroína. Gran parte de los consumidores de barbitúricos, sobre todo los del primer grupo, obtienen el fármaco de recetas médicas. Los barbitúricos, además de tener efectos semejantes al alcohol, también producen, como éste, una intensa dependencia física. Su supresión abrupta produce síntomas similares a la supresión del alcohol: temblores, insomnio, ansiedad y en ocasiones, convulsiones y delirio después de su retirada. Puede sobrevenir la muerte si se suspende bruscamente su administración. Las dosis tóxicas son sólo levemente superiores a las que producen intoxicación y, por tanto, no es infrecuente que se alcancen de manera accidental. La combinación de los barbitúricos con el alcohol es muy peligrosa. Otros fármacos hipnótico- sedantes son las benzodiacepinas, cuya denominación comercial más habitual es el Valium. Estos se incluyen en el grupo de los tranquilizantes menores que se utilizan en el tratamiento de la ansiedad, el insomnio o la epilepsia. Como grupo, son más seguros que los barbitúricos ya que no tienen tanta tendencia a producir depresión respiratoria y están sustituyendo a éstos últimos. Por contrapartida, la adicción a los tranquilizantes se está convirtiendo en un problema cada vez más frecuente. La adicción al fármaco Halción, del grupo de las benzodiacepinas, ha obligado a autoridades de varios países a retirarlo del mercado.

Estimulantes Una droga de diseño, el 3, 4- metilen dioxianfetamina, también conocido como ‘éxtasis’ produce en el consumidor una intensa sensación de bienestar, de afecto hacia las personas de su entorno, de aumento de energía, y en ocasiones, alucinaciones. Los efectos adversos que provoca su consumo incluyen sensación de malestar general, pérdida de control sobre uno mismo, deshidratación, pérdida de peso y pérdida de memoria. Se han comunicado casos de muerte relacionados con el consumo incontrolado de éxtasis y otras drogas relacionadas. Otros estimulantes cuyo abuso está muy extendido son la cocaína y la familia de las anfetaminas. La cocaína, un polvo blanco y cristalino de sabor ligeramente amargo, se extrae de las hojas del arbusto de la coca, que se encuentra en América del Sur. En medicina se emplea como anestésico en cirugía de la nariz y de la garganta, y como vasoconstrictor para disminuir el sangrado en las intervenciones quirúrgicas. El abuso de estas sustancias creció mucho en la década de 1970 y es responsable de un gran número de alteraciones fisiológicas y psicológicas. El crack es un tipo de cocaína sintética muy adictiva que surgió en la década de los años ochenta. Las anfetaminas aparecieron durante la década de 1930 como tratamiento de los catarros y la fiebre del heno, y más tarde se conoció su acción sobre el sistema nervioso. Durante cierto tiempo se emplearon como adelgazantes. Su única aplicación médica hoy es el tratamiento de la narcolepsia, una alteración del sueño caracterizada por episodios diurnos de sueño incontrolables por el paciente y en el tratamiento de la hiperactividad infantil, situación en la que las anfetaminas tienen un efecto calmante paradójico. En los adultos, sin embargo, tienen un efecto acelerador que les ha valido la denominación anglosajona de speed. Las anfetaminas mantienen al consumidor despierto, mejoran su estado de ánimo y disminuyen el cansancio y la necesidad de dormir, pero a menudo la persona se vuelve más irritable y habladora. Tanto la cocaína como las anfetaminas consumidas durante periodos prolongados, pueden producir una psicosis similar a la esquizofrenia aguda. La tolerancia a los efectos euforizantes y anorexígenos (supresores del apetito) de las anfetaminas y de la cocaína aparece al poco tiempo. La interrupción del consumo de anfetaminas, sobre todo cuando se inyectan por vía intravenosa, produce una depresión tan profunda que el consumidor se ve en la necesidad de volver a consumirlas hasta llegar a situaciones límite.

Alucinógenos Los alucinógenos no tienen aplicación médica en la mayor parte de los países salvo quizás para el tratamiento de los pacientes agonizantes, pacientes con trastornos mentales, drogodependientes y alcohólicos. Entre los alucinógenos más utilizados en la década de 1960 destacan el ácido lisérgico de dietilamida, o LSD, y la mescalina, un derivado del cactus del peyote. La tolerancia hacia estas sustancias se desarrolla con rapidez, pero no aparece síndrome de abstinencia cuando dejan de consumirse. La fenciclidina, o PCP, cuyo nombre vulgar es ‘polvo de ángel’, no tiene aplicación práctica en los seres humanos, pero los cirujanos veterinarios lo emplean en ocasiones como anestésico y sedante para los animales. A finales de la década de 1970 se extendió su consumo humano, en parte por culpa de la facilidad con la que se sintetiza en laboratorio. Sus efectos difieren de los demás alucinógenos. El LSD, por ejemplo, produce distanciamiento y euforia, intensifica la visión, y produce el fenómeno conocido como cruce de los sentidos (los colores se ‘oyen’ y los sonidos se ‘ven’). El PCP sin embargo produce distanciamiento y disminución de la sensibilidad para el dolor; también provoca en ocasiones un ‘estallido’, o ataque, o una situación clínica tan semejante a un brote de esquizofrenia aguda que confundiría incluso a un psiquiatra. La combinación de este brote con la indiferencia al dolor lleva en ocasiones a alteraciones del pensamiento que pueden traducirse en violentos comportamientos destructivos.

Cannabis De la planta Cannabis sativa derivan tanto la marihuana como el hachís. La marihuana se obtiene triturando las hojas, las ramas y las flores, y el hachís es la resina concentrada. La forma más habitual de consumo es fumarlos. Tienen efectos semejantes: producen relajación, aceleración del ritmo cardiaco, alteración de la percepción del tiempo (que transcurre más despacio) y agudización de los sentidos (oído, tacto, gusto y olfato). Los efectos varían en función de la dosis consumida y de las circunstancias que rodean a su consumo. La marihuana y el hachís no producen dependencia psicológica. No obstante, su uso puede ser peligroso, sobre todo si se conduce bajo sus efectos. Aunque se desconocen los efectos a largo plazo, es muy probable que la marihuana sea nociva para los pulmones de la misma manera que lo es el tabaco. El consumo de estas sustancias por parte de los niños y adolescentes es preocupante, ya que la intoxicación altera el pensamiento e interfiere con el aprendizaje. Sobre este punto existe unidad de criterios por parte de médicos y educadores en que el consumo es pernicioso y puede interferir con el desarrollo psicológico e incluso físico. La planta Cannabis ha sido empleada como remedio popular durante siglos, pero hoy carece de aplicación médica. Hay ciertos trabajos experimentales en los que se ha utilizado su principio activo, el delta- 9- tetrahydrocannabinol (THC), para el tratamiento del alcoholismo, la epilepsia, las náuseas provocadas por los fármacos anticancerosos (quimioterapia) y el glaucoma. Su efectividad en el tratamiento de los pacientes con glaucoma parece indudable, pero sus efectos desorientadores hacen inviable su aplicación en los pacientes con cáncer.

Inhalantes Dentro de la categoría de los inhalantes se encuentran ciertas sustancias que no son consideradas drogas, como el pegamento, los disolventes y los aerosoles (productos de limpieza, por ejemplo). La mayoría de las sustancias inhaladas (esnifadas) con intención de conseguir un efecto psicológico tienen una acción depresora sobre el sistema nervioso central. En dosis bajas pueden tener un leve efecto euforizante, pero en dosis superiores el consumidor pierde el control o la conciencia. Los efectos aparecen en el acto y pueden permanecer hasta 45 minutos. El dolor de cabeza, náuseas y mareo vienen a continuación. La inhalación de estas sustancias es nociva para la visión, el pensamiento y el control de los músculos y de los reflejos. A veces se producen lesiones permanentes y algunos aerosoles concentrados pueden producir la muerte. Aunque no es probable que se desarrolle dependencia física, sí aparece tolerancia en ocasiones. Otros productos cuya generalización ha alarmado a las autoridades sanitarias son los denominados poppers, de supuesto efecto afrodisiaco, como el nitrato de isoamilo, que se emplea en medicina como dilatador de los vasos sanguíneos. La inhalación prolongada de estas sustancias puede lesionar el sistema circulatorio y tener efectos nocivos relacionados con ese sistema.

Tratamiento Excepto en el caso de la dependencia a opiáceos, las prestaciones médicas más habituales en el contexto de las toxicomanías se limitan casi siempre al manejo de los problemas de sobre dosificación, reacciones adversas a la ingesta de tóxicos o las eventuales complicaciones derivadas del consumo de drogas, como la malnutrición o las enfermedades provocadas por el uso de jeringuillas sin esterilizar. Los consumidores de barbitúricos o anfetaminas pueden precisar ingreso en un centro de desintoxicación como en el caso de los alcohólicos. Cualquiera que sea el tóxico responsable de la dependencia, el objetivo de la mayor parte de los programas de tratamiento es la abstinencia. Los programas de deshabituación a opiáceos son sobre todo de dos tipos. La filosofía de las comunidades terapéuticas es implicar al toxicómano en la resolución de su problema. Se le considera una persona inmadura emocionalmente a la que debe ofrecerse una segunda oportunidad para desarrollarse. Las situaciones conflictivas con otros miembros de la comunidad son muy frecuentes. El apoyo mutuo, el mejorar de categoría dentro de la comunidad y ciertas recompensas son los estímulos al buen comportamiento. La otra forma de deshabituación a opiáceos consiste en la administración de sustitutos de la heroína. Uno de ellos es la metadona, que tiene un efecto más retardado que ésta, pero también crea adicción. Se trata de ir abandonando el consumo de heroína mientras se elimina la necesidad de tener que conseguir la droga ‘en la calle’. Otra sustancia más reciente es la naltrexona, que no es adictiva y que bloquea el estado de embriaguez que se percibe con el uso de la heroína. Como contrapartida, no puede emplearse en pacientes con problemas de hígado, frecuentes entre los toxicómanos.

Tranquilizante Nombre que se aplica a un tipo de fármacos que se emplea para tratar la ansiedad y el insomnio. Al principio, el término comprendía dos grupos: los tranquilizantes mayores —las fenotiazinas, como la clorpromazina— útiles en el tratamiento de los pacientes con enfermedad mental aguda y los tranquilizantes menores —las benzodiazepinas, como el diazepan (Valium)—. Debido al uso, el término se refiere en la actualidad sólo al segundo grupo de fármacos. A principios de la década de 1980, estos tranquilizantes menores eran los medicamentos más utilizados en todo el mundo. Aunque son útiles para disminuir la ansiedad y el insomnio de forma temporal, desde 1979, se considera que no son eficaces para periodos superiores a dos semanas. Los tranquilizantes menores son seguros cuando se emplean solos, pero cuando se mezclan con alcohol en dosis suficientes pueden producir coma e incluso la muerte. La administración a largo plazo de benzodiazepinas a dosis mayores de las habituales puede producir dependencia física, con síntomas de abstinencia característicos, desde pesadillas nocturnas hasta convulsiones cuando se interrumpe la administración del fármaco.

Antídoto Fármaco o tratamiento que contrarresta el efecto de un veneno. El antídoto puede neutralizar químicamente al veneno, como el bicarbonato neutraliza a un veneno ácido; puede hacerlo insoluble y por tanto inocuo, como hace el sulfato de magnesio hidratado con el plomo; puede absorber el veneno, como actúa el carbón vegetal con los alcaloides, o puede recubrir la mucosa gástrica bloqueando la absorción, como el aceite de oliva en las intoxicaciones por amoniaco.

Dietilamida Del Ácido Lisérgico (Lsd) Fármaco alucinógeno potente, también llamado compuesto psicodélico o psicofármaco, sintetizado por primera vez en Suiza en 1938 a partir del ácido lisérgico. El ácido lisérgico es un componente del moho del cornezuelo del centeno, un hongo que crece sobre el grano del centeno. Este fármaco produce cambios oníricos en el humor y el pensamiento, y altera la percepción del tiempo y del espacio. El LSD induce alteraciones transitorias del pensamiento, del tipo de una sensación de omnipotencia o un estado de paranoia agudo. También se han descrito reacciones a largo plazo como psicosis persistente, depresión prolongada, o alteración del juicio, aunque no se ha podido establecer si éstas son resultado directo de su consumo. Respecto a sus efectos físicos, el LSD puede producir lesiones cromosómicas de las células de la serie blanca de la sangre; sin embargo no existe una evidencia firme de que origine defectos genéticos en los hijos de los consumidores. El LSD no produce dependencia física. En la década de 1960 su empleo se extendió entre quienes buscaban alterar e intensificar sus sentidos, alcanzar la integración con el universo, la naturaleza y ellos mismos, e intensificar los lazos emocionales con los demás. Este fármaco ha sido probado en el tratamiento del autismo infantil, el alcoholismo, y para acelerar la psicoterapia, pero no se ha establecido ninguna indicación médica. Su empleo fuera de la medicina es ilegal en la mayoría de los países del hemisferio occidental.

Estimulante Se llama estimulante a cualquiera de las sustancias que producen excitación del sistema nervioso central, aumentan el estado alerta y disminuyen la sensación de fatiga. La cafeína, la sustancia más aceptada y quizá la más utilizada, es el estimulante más importante. La cocaína y las anfetaminas producen sensaciones de euforia más intensas. Las anfetaminas, conocidas como píldoras adelgazantes, también disminuyen el apetito. La cafeína se encuentra en la misma proporción en el café y el té (entre 100 y 150 mg por taza) y en el cacao y bebidas de cola (unos 50 mg por taza). Aunque se trata de un estimulante muy suave, una sobredosis de cafeína puede producir estimulación excesiva, palpitaciones e insomnio. La cocaína, un polvo blanco derivado de las hojas de coca es inhalada o, fumada como crack, una forma más concentrada, se utiliza como euforizante. Aunque no produce dependencia física, sí da lugar a dependencia psicológica y produce adicción. Las anfetaminas son estimulantes sintéticos que tienen un efecto similar a la adrenalina sobre el sistema nervioso central. Desde 1960 se ha producido un abuso de éstas, como drogas de dispensación libre para suprimir el apetito. La fenilpropanolamina, un supresor del apetito, ha sido retirado del mercado porque produce crisis de hipertensión.

Antitoxina Anticuerpo (gammaglobulina) producido por un organismo animal como respuesta a una toxina bacteriana o a un veneno. La antitoxina neutraliza el efecto de la toxina. En 1890 el médico alemán Emil Adolph von Behring fue el primero en demostrar la existencia de las antitoxinas: los animales inmunes a la difteria presentan en su suero sanguíneo sustancias que neutralizan la toxina bacteriana del Corynebacterium diphteriae. El primer uso terapéutico de estas sustancias lo efectuó el bacteriólogo francés Pierre Paul Émile Roux en 1894. Hoy se utilizan con fines terapéuticos las gammaglobulinas (antitoxinas) específicas para las toxinas del tétanos y del botulismo. Las antitoxinas para uso humano se obtienen de suero caballar y caprino; se inyectan al animal dosis progresivas de la toxina y su sistema inmunológico produce los correspondientes anticuerpos. Se extrae sangre del animal y se procesa para fines terapéuticos. Se puede utilizar al mismo animal para producir sueros durante años sin que éste sufra ningún daño orgánico aparente.

4. Bibliografía

Enciclopedia Encarta '98 Manual Farmacoterapéutico Alfa Beta

Partes: 1, 2
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