Violencia, crimen y desarrollo social en América Latina y el Caribe
Enviado por Ing.Licdo. Yunior Andrés Castillo Silverio
- Resumen ejecutivo
- Introducción
- Marco conceptual
- La situación actual de la violencia en América Latina
- El costo socioeconómico de la violencia en América Latina
- Factores de riesgo y posibles soluciones para la violencia en América Latina y el Caribe
- Una agenda de investigación en el diseño de estrategias para combatir la violencia en América Latina
- Conclusiones
- Referencias bibliográficas y electrónicas
La región de América Latina y el Caribe registra, después de Africa Subsahariana, las tasas de homicidio más altas del planeta (Organización Mundial de la Salud, 2000). La violencia también representa costos monetarios directos para los gobiernos de la región que alcanzan varios puntos del Producto Interno Bruto. Los impactos negativos de la violencia en el desarrollo económico y social no se limitan a estos "gastos incurridos" , ocupando valiosos recursos que han podido utilizarse en proyectos de salud y educación, sino que incluyen la reducción de la productividad de la fuerza de trabajo, reducciones en la acumulación de capital humano y capital social y reducciones en las tasas de ahorro e inversión. Los objetivos de este capítulo son: – ofrecer un diagnóstico sobre la situación de la violencia en la región (sección III), -reseñar los impactos negativos de la violencia para el desarrollo (sección IV), – presentar un conjunto de políticas públicas y acciones de la sociedad civil para su prevención y su control en América Latina (sección V), – contribuir con el establecimiento de prioridades dentro de una agenda de investigación sobre la violencia en la región. Para lograr los objetivos anteriores se utiliza el marco conceptual que se resume en la sección II.
Sección II: Marco Conceptual
La violencia se define como "el uso o amenaza de uso, de la fuerza física o psicológica, con intención de hacer daño" (Buvinic, Morrison y Shifter,1999) y es un fenómeno complejo, multidimensional y que obedece a múltiples factores psicológicos, biológicos, económicos, sociales y culturales. Esta multidimensionalidad genera distintas manifestaciones de la violencia que pueden clasificarse según las víctimas (niños, mujeres, ancianos, jóvenes), agresores (pandillas, bandas, policía, etc.), naturaleza del comportamiento violento (física, psicológica y sexual), intención de la violencia (instrumental o como medio para otros fines y emocional ), lugar (urbana y rural) y la relación entre la víctima y el agresor (social o doméstica o intrafamiliar). Los principales factores de riesgo para la ocurrencia de la violencia se mencionan en el Cuadro 1.
Cuadro 1: Factores de Riesgo (Protección) para la Violencia
Individuales | Hogar | Comunidad-Sociedad |
Demográficos (edad,género) | Tamaño-Densidad del Hogar | Mercados (legales o ilegales) de armas y drogas |
| Violencia en los Medios de Comunicación | |
Exposición Temprana a la Violencia | Historia de Violencia Familiar | Efectividad Instituciones Privadas y Públicas de Control Social |
|
| |
|
| |
|
| |
| ||
| ||
|
Fuente: Banco Interamericano de Desarrollo, Buvinic y Morrison Editores (2000:Nota 3)
Sección III: Situación Actual de la Violencia en América Latina y el Caribe
La tasa de homicidios de América Latina y el Caribe es muy alta comparada con la del resto del mundo (Organización Mundial de la Salud, 2000). Las manifestaciones de la violencia en la región presentan una gran heterogeneidad de acuerdo al ámbito (urbano o rural), entre regiones, entre ciudades y dentro de las ciudades y por grupos socioeconómicos. La violencia doméstica contra la mujer cobra especial importancia en la región y en los estudios disponibles se evidencia que entre un 10% y un 36% de las mujeres, según el país, han sido objeto de violencia física o sexual. Estos indicadores son aún más graves si se considera la violencia psicológica. Se dispone de escasos datos sobre violencia social y doméstica contra los niños que muestran la existencia de 7 millones de niños de la calle y porcentajes elevados de violencia doméstica contra los niños (hasta 63% en Chile según Larraín, Vega y Delgado, 1997).
No existen indicadores específicos sobre violencia étnica en la región; sin embargo, algunos episodios de violencia étnica de carácter político han sido documentados y se evidencia un gran número de homicidios y violaciones contra poblaciones indígenas durante conflictos armados recientes.
La mayor parte de las víctimas y agresores en la región son hombres jóvenes entre 15 y 24 años de edad. Uno de los fenómeno urbanos de mayor importancia en la región es la presencia de pandillas de jóvenes y adolescentes en los barrios pobres que constituyen focos de violencia permanente.
Sección IV: El Costo Socioeconómico de la Violencia en América Latina
Hemos clasificado a los costos de la violencia, empleando un enfoque contable, en costos directos, costos no monetarios, costos económicos multiplicadores y costos sociales multiplicadores. Los costos directos incluyen el valor de los bienes y servicios utilizados para prevenir la violencia, ofrecer tratamiento a las víctimas o capturar a los agresores. Sólo en pérdidas materiales, que es la medición más conservadora, los costos directos de la violencia alcanzan cifras que representan hasta un 8,4% del Producto Interno Bruto en Colombia, magnitud similar a la de otros países de la región (Londoño y Guerrero, 2000). Los costos no monetarios incluyen impactos sobre la salud que no necesariamente generan demanda para la utilización de servicios de salud (mayor mortalidad por homicidios e incapacidad, por ejemplo). Estos costos se expresan en el número de años de vida saludable perdidos (AVISA) por concepto de la violencia, que en la región alcanza magnitudes cercanas a los 50.000 AVISA por año para la mayoría de los países y en algunos casos, como El Salvador durante 1995, pérdidas de hasta 178.000 AVISA.
Los costos económicos multiplicadores están relacionados con los impactos negativos de la violencia en la productividad, la acumulación de capital humano, el ahorro y la inversión. Todos estos impactos resultan en un menor crecimiento económico y mayores niveles de pobreza para los países de la región, que a su vez alimentan los factores de riesgo estructurales para una mayor violencia en el futuro. Por ejemplo, el impacto de la violencia doméstica contra la mujer en la productividad representa una pérdida económica de 1,6% del PIB en Nicaragua y 2% del PIB en Chile durante un año específico (Morrison y Orlando, 1999). Los costos sociales multiplicadores incluyen la transmisión intergeneracional de la violencia por medio del aprendizaje, la erosión del capital social, una calidad de vida reducida y una menor participación en los procesos democráticos.
Sección V: Factores de Riesgo y Posibles Soluciones para la Violencia en América Latina y el Caribe
El primer paso para el diseño de estrategias para la reducción de la violencia es contar con mejor información sobre la incidencia de la misma y los factores de riesgo, para lo que los Sistemas de Vigilancia Epidemiológica de la Violencia a nivel nacional , regional y local pueden contribuir significativamente. Es importante que estos sistemas brinden información oportuna sobre los factores de riesgo a nivel local. Para la prevención y el control de la violencia en América Latina es importante diseñar estrategias a largo plazo con la finalidad de combatir los factores de riesgo estructurales y sociales (desigualdad, desempleo, falta de atención post-natal a madres en pobreza crítica, educación y mensajes para la resolución no violenta de conflictos y la no tolerancia a la violencia) a nivel nacional, regional y local. Dentro de la prevención estructural figuran programas que brinden incentivos a los jóvenes para terminar la escuela secundaria, así como los programas comunitarios de tutelaje y actividades especiales para adolescentes de alto riesgo. Existen experiencias interesantes en la región en cuanto a acciones para modificar las actitudes culturales y la aceptación de la violencia y promover la resolución no violenta de conflictos tanto en la esfera social como en la doméstica, empleando campañas a través de los medios de comunicación. Por otra parte, dada la magnitud e impactos de la violencia se requieren estrategias cuyo impacto sea observable en el corto y mediano plazo con la finalidad de combatir los factores de riesgo próximos (alcohol y armas) y situacionales (iluminación, presencia policial). Para la implantación de estos programas es imprescindible que los municipios y alcaldías (u otras formas de gobierno local) sean los centros de ejecución, dada la heterogeneidad de las manifestaciones de la violencia entre localidades y para lograr una mayor efectividad en las intervenciones sobre factores próximos y situacionales. Varias alcaldías latinoamericanas han realizado esfuerzos importantes en cuanto a la prevención próxima y situacional que comprenden: controles para el porte de armas (Bogotá, Cali, San Salvador ), programas de entrega pacífica y voluntaria de armas con el uso de incentivos ( Panamá y Cali), regulación de la venta de alcohol (Bogotá y Cali) y mejoramiento del alumbrado y de los espacios públicos.
En cuanto al control de la violencia, los modelos de policía comunitaria y de resultados ya muestran impactos positivos a pesar de su reciente implantación a nivel local (estadal en Brasil y Municipal en Colombia). En cuanto al control de la violencia doméstica, el primer paso es la penalización legal de la misma, la cual todavía no se ha logrado en todos los países. Asímismo, para el control de la violencia doméstica se requiere una mayor capacidad de respuesta de los organismos policiales y de salud, empleando otras organizaciones comunitarias, líneas telefónicas de emergencia, refugios para mujeres y niños agredidos y centros de atención a las víctimas de este tipo de violencia.
Sección VI: Una Agenda de Investigación en el Diseño de Estrategias para Combatir la Violencia en América Latina
La agenda de investigación más relevante, en relación a la violencia en América Latina, es aquella que permita identificar cuáles son las intervenciones gubernamentales y de la sociedad civil que dan buenos resultados en el contexto de la región. Para lograr esta meta, futuras investigaciones deben dar énfasis a los siguientes temas:
más y mejores indicadores de violencia a nivel local, de violencia doméstica contra mujeres, niños y ancianos y de violencia según grupos étnicos y socioeconómicos;
diagnóstico de factores de riesgo a nivel local;
mejor estimación de los costos de la violencia tomando en cuenta la disponibilidad a pagar de la población;
marco institucional para el diseño e implantación de políticas de prevención y control;
impacto directo de intervenciones sobre las actitudes y el comportamiento violento;
diseminación de buenas prácticas para la prevención y el control de la violencia.
Puede concluirse, a partir de este documento, que una estrategia para el desarrollo económico y social de la región debe incluir como prioridad fundamental la reducción de la violencia. Aunque se cuenta con reportes sobre experiencias valiosas en la región, aún hay grandes carencias en relación al conocimiento sobre las políticas y programas que pueden funcionar en cada uno de los países.
La violencia se define como "el uso o amenaza de uso, de la fuerza física o psicológica, con intención de hacer daño" (Buvinic, Morrison y Shifter,1999) y en sus varias manifestaciones (homicidio, robo, secuestro, violencia doméstica) es uno de los mayores obstáculos al desarrollo y bienestar de la población de América Latina. La región registra, después de Africa Subsahariana, las tasas de homicidio más altas del planeta (Organización Mundial de la Salud, 2000). La violencia es un mal en sí mismo desde el punto de vista de los derechos humanos, la pérdida de años de vida saludable por parte de la población y de acuerdo a la opinión pública latinoamericana.
La violencia también representa costos monetarios directos para los gobiernos de la región que alcanzan hasta un 8,4% del Producto Interno Bruto en Colombia y órdenes de magnitud similares en El Salvador, Brasil, México, Perú y Venezuela (Londoño y Guerrero, 2000). Los impactos negativos de la violencia en el desarrollo económico y social no se limitan a estos "gastos incurridos" , ocupando valiosos recursos que han podido utilizarse en proyectos de salud y educación, sino que incluyen la reducción de la productividad de la fuerza de trabajo, reducciones en la acumulación de capital humano y capital social y reducciones en las tasas de ahorro e inversión. Según lo expresado anteriormente, sobran razones para considerar la reducción de los niveles de violencia como uno de los objetivos primordiales de una estrategia para el desarrollo social en América Latina. Los objetivos de este capítulo son: – ofrecer un diagnóstico sobre la situación de la violencia en la región (sección III), -reseñar los impactos negativos de la violencia para el desarrollo (sección IV), – presentar un conjunto de políticas públicas y acciones de la sociedad civil para su prevención y su control en América Latina (sección V), – contribuir con el establecimiento de prioridades dentro de una agenda de investigación sobre la violencia en la región. Para lograr los objetivos anteriores se utiliza el marco conceptual que se resume en la sección II.
En esta sección se define la violencia, se describen los distintos tipos y manifestaciones de la misma y se revisan los distintos enfoques para su estudio. Durante la década de los 90, este marco conceptual se ha utilizado como base para el análisis de la violencia en América Latina y la formulación de políticas destinadas a prevenir y controlar este fenómeno. Las distintas manifestaciones de la violencia están relacionadas, a su vez, con variables fundamentales dentro de una estrategia para el desarrollo social tales como la educación, la salud y las oportunidades económicas. 2.1.- Definición de Violencia. Diferencia entre Crimen y Violencia. Tipos de Violencia. Existe un consenso en la literatura actual sobre la violencia en cuanto a su definición como "el uso o amenaza de uso, de la fuerza física o psicológica, con intención de hacer daño" (Buvinic, Morrison y Shifter,1999). [1]Esta definición incluye tanto el uso de la fuerza como la amenaza de uso que juega un papel fundamental en las percepciones sobre la violencia y la percepción sobre seguridad en un contexto determinado. Estas percepciones son importantes pues contribuyen a las causas para otros actos de violencia. La intencionalidad de las conductas excluye de esta definición a los accidentes e incluye el uso de la agresión para resolver conflictos. Esta definición incluye el suicidio y otros fenómenos autodestructivos. Es importante notar que la violencia puede ser física o psicológica y que el uso de la fuerza para hacer daño incluye al abuso sexual. Asímismo, la violencia así definida puede darse entre extraños o conocidos e incluso entre miembros de un mismo grupo familiar (violencia doméstica o intrafamiliar).
La violencia y el crimen, definido como cierta acción ilegal según el sistema judicial, están íntimamente relacionados pero no son equivalentes. La definición de violencia hace énfasis en el uso o amenaza de uso de la fuerza con la intención de dañar, mientras que la definición del crimen presta mayor énfasis a la descripción y tipificación de ciertas conductas ilegales. Es así como existen tanto el crimen no violento (fraude, hurto, prostitución sin coerción) como la violencia no criminal (ciertos casos de violencia ejercida por el Estado y, en algunos países, la violencia doméstica aún no forma parte del sistema penal) (Buvinic, Morrison y Shifter, 1999). La violencia es un fenómeno complejo , multidimensional y que obedece a múltiples factores psicológicos, biológicos, económicos, sociales y culturales. Los fenómenos que acompañan al comportamiento violento cruzan, constantemente, las fronteras entre individuo, familia, comunidad y sociedad. A su vez, la violencia tiene consecuencias que abarcan diversos ámbitos individuales, familiares, comunales y sociales. La propia multidimensionalidad de la violencia genera distintas manifestaciones de la misma o distintos tipos de violencia. Los criterios más comunes para clasificar la violencia junto a la tipología que originan se reseñan en el Cuadro 1. La categorización de la violencia es útil para su estudio y para el diseño e implementación de políticas destinadas a la prevención y el control de uno o varios tipos combinados de violencia. Cuadro 1: Criterios para Categorizar la Violencia y Tipos de Violencia Correspondientes
Criterio | Tipos de Violencia |
Víctimas de la Violencia |
|
Agentes Violentos |
|
Naturaleza de la Violencia |
|
Intención de la Violencia |
|
Lugar |
|
Relación entre Víctima y Agresor |
|
Fuente: Elaboración propia a partir de Banco Interamericano de Desarrollo, Buvinic y Morrison Editores (2000: Nota 1) y McAlister (2000). En las secciones siguientes se analizarán los tipos de violencia que más aquejan a Latinoamérica, dada la información disponible, sobre todo las formas de violencia urbana. Otra forma de violencia prevalente en la región y que se discutirá más extensamente es la violencia doméstica. En muchos casos las situaciones violentas responden a una combinación de distintos tipos de violencia, por ejemplo, la violencia de las pandillas es mayoritariamente violencia física y psicológica instrumental con fines económicos y sociales, dentro de un contexto urbano. La violencia doméstica contra la mujer por parte de la pareja es, en ciertos casos, violencia instrumental para obtener el control de los recursos económicos del hogar o ejercer control sobre la mujer. Pero ambas formas frecuentemente también tienen un componente emocional – el hacer daño- que retroalimenta a la violencia si ella es exitosa. Adicionalmente, las distintas manifestaciones de la violencia muestran profundas interrelaciones causales. Existe evidencia teórica (modelos de aprendizaje del comportamiento) y empírica sobre la influencia determinante de la violencia doméstica sufrida o presenciada por niños sobre el desarrollo de conductas violentas diversas como adultos (Berkowitz, 1996 citado en Banco Interamericano de Desarrollo, Buvinic y Morrison Edit., 2000). 2.2.- Causas de la Violencia. Factores de Riesgo y Factores de Protección. La violencia es un fenómeno complejo que tiene múltiples causas y a la vez estas causas se relacionan entre sí. Desde el punto de vista del diseño e implantación de políticas públicas para combatir la violencia, es necesario identificar los factores de riesgo del comportamiento violento.[2] Al analizar los factores de riesgo y protección, consideramos útil distinguir aquellos que operan a los siguientes niveles: -individual, -del hogar, -comunitario o de la sociedad (ver Cuadro 2). Al analizar la conducta violenta utilizando un prisma temporal, los factores asociados a la violencia se pueden organizar en: -predisposiciones biológicas y antecedentes sociales, -características situacionales y -evento desencadenante. A continuación se resumen las principales causas de la violencia, según distintas disciplinas.
Cuadro 2: Factores de Riesgo (Protección) para la Violencia
Individuales | Hogar | Comunidad-Sociedad |
Demográficos (edad,género) | Tamaño-Densidad del Hogar | Mercados (legales o ilegales) de armas y drogas |
Biológicos | Estructura, Dinámica y Normas del Hogar | Violencia en los Medios de Comunicación |
Exposición Temprana a la Violencia | Historia de Violencia Familiar | Efectividad Instituciones Privadas y Públicas de Control Social |
|
| |
|
| |
|
| |
| ||
| ||
|
Fuente: Banco Interamericano de Desarrollo, Buvinic y Morrison Editores (2000:Nota 3)
Bases Biológicas de la Violencia: Los factores genéticos y biológicos, asi como el consumo de bebidas alcohólicas y drogas aumentan la predisposición a exhibir conductas agresivas y violentas. Se piensa que las influencias genéticas, si se documentan, involucrarán varios genes y fuertes interacciones con el medio ambiente (Reiss y Roth, 1993). Pero los estudios cada vez más demuestran que existe un vínculo entre la violencia y anomalías cerebrales y neurobiológicas, la gran mayoría de ellas prevenibles. Factores que aumentan la actividad o reactividad del cerebro (traumas) o disminuyen su capacidad moderadora de impulsos (abuso o abandono infantil, abuso de alcohol o drogas) aumentan la capacidad del individuo de responder en forma violenta (Perry, 1996). Las experiencias de la infancia temprana tienen una importancia desproporcionada en la organización del cerebro adulto. Ambas, la negligencia física y/o la emocional en las etapas prenatal y de la infancia temprana, como la exposición del infante a la violencia traumática, alteran el desarrollo del sistema nervioso central, predisponiendo a la violencia. Estos eventos también contribuyen a su aprendizaje, subrayando la interacción entre lo biológico y lo ambiental. Aun cuando el daño cerebral de por sí o el abuso infantil de por sí no conducen necesariamente a la violencia y la violencia se da sin la presencia de daño cerebral o abuso previo, la combinación de anomalías cerebrales y abuso infantil aumenta significativamente la probabilidad de una futura conducta violenta. El consumo de alcohol y ciertas drogas "modifica el procesamiento de la información y los procesos evaluativos reduciendo los umbrales, limitando la revisión de opciones e impidiendo el raciocinio" (McAlister,2000). Resultados para 16 países confirman la relación existente entre consumo de alcohol y crimen violento (ver Markowitz (b), 2000). Según Markowitz (a ) (2000) un incremento del impuesto a la cerveza reduciría la probabilidad de asaltos, mientras que la despenalización de la marihuana y una reducción en el precio de la cocaína resultarían en mayores robos y asaltos en Estados Unidos. En el caso de la cocaína, uno de los principales efectos es el incremento en robos y otros crímenes contra la propiedad que comenten los adictos con la finalidad de obtener fondos para la adquisición de la droga. Por otra parte, en el caso del crack, que es un sustituto barato de la cocaína, Grogger y Willis (1998) encuentran una relación directa entre violencia inter-personal y consumo, más no una relación lineal entre violencia contra la propiedad y consumo.
Carácter Aprendido de la Violencia: La conducta violenta se aprende y la primera oportunidad para aprender a comportarse agresivamente surge en el hogar, observando e imitando la conducta agresiva de los padres, otros familiares o incluso personajes que aparecen en programas de los medios de comunicación masiva (Bandura, 1973). Las reacciones de los padres que premian las conductas agresivas de sus hijos y el maltrato infantil por parte de ellos son algunos de los mecanismos mediante los cuales los niños aprenden ,a una temprana edad a expresarse en forma violenta (Berkowitz, 1996). El niño aprende a asociar estímulos agresivos con conductas violentas y a responder con violencia a frustraciones u otros eventos nocivos. A pesar de que los niños abusados no necesariamente crecen y repiten el tipo de abuso experimentado y los adultos violentos no necesariamente han tenido una niñez abusiva, los estudios muestran una relación significativa entre la victimización durante la niñez (tanto los niños que son abusados, como los que son testigos del abuso crónico de otros familiares) y la propensión posterior a conductas violentas (Dahlberg, 1998). La violencia también se aprende en la escuela y la calle.
Factores Demográficos: La edad, la densidad poblacional y el género influyen en la violencia a través de mecanismos distintos y pueden servir para predecir, en forma muy general, las tendencias de violencia en la sociedad. En Latinoamérica, como en otras regiones del mundo, los homicidios son perpetrados mayormente por hombres jóvenes. Entre los factores que predisponen a los jóvenes a escoger carreras violentas se encuentran las altas tasas de desempleo juvenil, la impunidad en el sistema judicial, y el acceso fácil a alcohol, las drogas y las armas de fuego. A esto se le puede añadir la cultura de violencia en los medios de comunicación, que lleva a la imitación de la violencia y a la disminución de las inhibiciones sociales. El crecimiento y aumento en la densidad poblacional, especialmente en las grandes ciudades, aumentan el estrés, la frustración y el anonimato, que instigan la conducta violenta (Calhoun,1962). Una de las pocas diferencias entre los sexos que surge antes de los dos años es la conducta agresiva. Las niñas son menos agresivas que los niños (Maccoby y Jadelin, 1974). En América Latina, patrones culturales autoritarios en la familia, derivados del Derecho Napoleónico, acentúan y refuerzan esta diferencia entre los sexos. Según éste, el pater familias es dueño de la vida de la mujer y de sus hijos, situación que lleva ambos a una gran vulnerabilidad frente a la violencia. La mujer está además condicionada por sistemas legales que protegen en forma desigual a los hombres y las mujeres. Este sesgo legal contra la mujer se convierte en un obstáculo importante para la prevención de la violencia contra ella (Mahoney, 1994).
Factores Económicos: El enfoque económico del crimen se basa en el trabajo de Becker (1968), según el cual el agresor realiza una decisión racional al incurrir en actividades ilegales o violentas, después de examinar el costo-beneficio de las mismas y tratar de maximizar su beneficio. Es decir, dadas las valoraciones y objetivos del agresor potencial, éste responde al beneficio esperado y al castigo esperado del comportamiento violento. Diversos estudios empíricos en el continente dan soporte a la afirmación de que la violencia (medida utilizando tasas de homicidio, robo y violación) responde a cambios en el castigo esperado (Ver Elrich, varios, Levitt, varios, citados en Banco Mundial, Fajnzylber, Lederman y Loayza Editores, 2001). Otro grupo de estudios económicos se concentra en los beneficios del crimen y la violencia, encontrando, en el caso de los actos violentos con motivación económica, que a mayor desigualdad de ingresos el beneficio esperado dado por la diferencia entre el ingreso de la víctima y el ingreso del agresor, y por lo tanto la probabilidad de conductas violentas, es mayor (ibidem). Aún cuando no existe evidencia empírica concluyente con respecto al impacto de la pobreza sobre la violencia, algunas condiciones que están presentes en situaciones de pobreza, tales como el hacinamiento y el desempleo, incrementan significativamente la probabilidad de violencia (ver Buvinic, Morrison y Shifter, 1999). Fajnzylber, Lederman y Loayza (2001) realizan un estudio sobre los determinantes macroeconómicos de la violencia a nivel mundial, empleando un panel de 45 países durante el período 1970-1994.[3] El modelo estimado explica gran parte de la variación de la tasa de homicidios y la variación de la tasa de robos a nivel mundial. Sus resultados indican que: la tasa de crecimiento del Producto Interno Bruto reduce la violencia, la desigualdad de ingresos incrementa significativamente la violencia y la tasa de violencia en el pasado determina en forma importante la tasa de violencia presente. Por otra parte, el nivel de ingresos promedio de cada país y la escolaridad promedio no tienen un efecto concluyente sobre los niveles de violencia a nivel de países, aunque las diferencias de ingreso y escolaridad distinguen a grupos violentos de grupos no violentos dentro de los países. Dados estos resultados, los autores concluyen que el nivel actual de desarrollo de un país no es tan importante, para explicar los niveles de violencia, como la reducción de la desigualdad, el crecimiento económico y el nivel de violencia pre-existente. La presencia empírica de inercia de la violencia comprueba el carácter aprendido de la misma (transmisión inter-generacional de la violencia), así como la interacción temporal entre distintos tipos de violencia, el entorno y las normas de una sociedad.
Factores Protectores. El Capital Social: Las instituciones efectivas de control social cumplen un papel central en disuadir el comportamiento violento. Estas instituciones incluyen la policía y el aparato judicial y penal en el sector público así como las iglesias y las organizaciones sociales y comunitarias en el sector privado. En América Latina, la debilidad de las instituciones de control social en el sector público y la consecuente impunidad de la conducta criminal es vista por muchos como uno de los factores de riesgo principales de las altas tasas de violencia criminal (Sanjuan, 1999). Aunque hay evidencia creciente de que la severidad de las penas no tiene un efecto de disuasión significativo, la probabilidad de ser aprehendido y procesado puede tener impacto y la probabilidad de actuar en forma violenta aumenta en la medida en que los costos o incentivos negativos disminuyen. Un papel similar de control social juegan las instituciones y grupos privados que fomentan lo que hoy se llama el "capital social", entendido como las características de la organización social, incluyendo la confianza, las normas y las redes sociales, que, al facilitar acciones coordinadas, pueden mejorar la eficiencia del funcionamiento social (Putnam, 1993). Por lo cual se puede concluir que las comunidades con poco o deficiente capital social deben ser más susceptibles a la violencia. Las altas tasas de migración parecen contribuir a la reducción del capital social puesto que representan una ruptura de los vínculos comunitarios. La reducción del delito puede contar con más éxito cuando las soluciones involucran la participación comunitaria. Asímismo, la atención y prevención de la violencia doméstica puede ser más efectiva cuando existen fuertes redes sociales. El estudio de la relación entre el capital social y la violencia es de carácter reciente y confronta el problema de la doble causalidad existente entre ambas variables. Estudios en Jamaica, Moser y Holland (1997), Guatemala, Moser y McIllwaine (2000 a), y Colombia, Moser y McIllwaine (2000 b), reportan que la violencia destroza el capital social. Estos estudios también evidencian que la debilidad del capital social y la existencia de capital social perverso para compensar dichas debilidades forman un ambiente propicio para el comportamiento violento.
III.- La Situación Actual de la Violencia en América Latina
Cuantificar la violencia o construir indicadores precisos de magnitud para cada una de sus múltiples manifestaciones presenta dificultades importantes. Algunas fuentes de información son los organismos de seguridad, estadísticas judiciales y las estadísticas de salud, las cuales presentan notable subregistro. Entre las estadísticas oficiales la más confiable y utilizada es la tasa anual de mortalidad bruta por homicidios por cada 100.000 habitantes. Sin embargo, las estadísticas de homicidio deben interpretarse con cautela puesto que son muy sensibles a revisiones en la metodología de recolección que han sido comunes a muchos países de la región. El homicidio es el acto violento de mayor gravedad pero su relación con otros actos violentos no es necesariamente lineal y en muchos países la incidencia de delitos contra la propiedad, sobre los que se tienen pocas estadísticas confiables en Latinoamérica, no guarda una relación directa con el homicidio. Adicionalmente, existen hechos violentos como la violación y la violencia doméstica que rara vez son denunciados, incluso si son reconocidos por el sistema legal como crímenes. La falta de denuncia se debe, en parte, a la falta de capacidad real o percibida por la población de las autoridades competentes para combatir el comportamiento violento y dar protección a la víctima contra futuras represalias por parte de los agresores. Es por ello que además de las estadísticas oficiales es necesario contar con encuestas de victimización, así como con encuestas especiales para detectar la violencia doméstica, para las que se entrevista a una muestra representativa de la población. Aunque existen pocas encuestas de victimización en la región, las que se han realizado dan fé del elevado nivel de subregistro de hechos violentos en las estadísticas oficiales. Rubio (1998) estima que en América Latina la proporción de incidentes violentos que son denunciados se encuentra apenas entre el 15% y el 30%. La falta de sistemas de información sobre la magnitud de la violencia para cada tipo de comportamiento violento en la región, tanto a nivel agregado como a nivel local, no contribuye al desarrollo de mejores intervenciones de política para su prevención y control. 3.1.- Indicadores de Violencia en América Latina y Principales Tendencias La omnipresencia y heterogeneidad de la violencia en América Latina puede constatarse tanto desde el punto de vista de las víctimas (percepción generalizada, medios de comunicación y encuestas de victimización), como desde el punto de vista de estadísticas oficiales como la tasa de homicidio. La tasa de homicidios en América Latina y el Caribe es muy alta comparada con la del resto del mundo. Para finales de los 90, según la Organización Mundial de la Salud (2002), al menos diez países en el continente americano registraron tasas de homicidio superiores a la tasa mundial de 8,9 y al menos cuatro países registraron tasas de homicidio superiores a 20, de un total de 19 países para los cuales existen datos (ver Cuadro 3). En términos absolutos, se estima que en América Latina y el Caribe mueren por homicidio entre 110.000 y 120.000 personas cada año (Concha y Villaveces, 2001).[4] La elevada tasa promedio de homicidios para América Latina oculta importantes diferencias entre países. Guatemala y el Salvador, en Centroamérica, y Colombia, en la región Andina, registraron tasas de homicidio superiores a 50 durante las décadas de los 80 y los 90. El caso opuesto es el de los países del cono sur (Argentina, Uruguay, Paraguay y Chile) que registran niveles relativamente bajos de homicidio (tasas menores a 10). Cuadro 3: Tasas de Homicidio (por cada 100.000 habitantes) en el Continente Americano. Comparación entre Países y con Tasa de Homicidio Mundial
Fin Década 70 Inicio Década 80 | Fin Década 80 Inicio Década 90 | Med.- Fin Década 90 | ||||
(a) | (a) | (b) | ||||
América Central | ||||||
Guatemala | .. | 150 | .. | |||
El Salvador | .. | 138.2 | 55.6 | |||
Nicaragua | .. | 18.3 | 8.4 | |||
Honduras | .. | 9.4 | .. | |||
Costa Rica | 5.7 | 5.6 | 5.4 | |||
Panama | 2.1 | 10.9 | 10.9 | |||
Países Andinos | ||||||
Colombia | 20.5 | 89.5 | 61.6 | |||
Venezuela | 11.7 | 15.2 | 16.0 | |||
Peru | 2.4 | 11.5 | .. | |||
Ecuador | 6.4 | 10.3 | 15.3 | |||
Brasil y Guayanas | ||||||
Brasil | 11.5 | 19.7 | 23.0 | |||
Guyana |
Página siguiente |