- El Género
- El origen del género en la sociedad
- La construcción de la identidad de género
- Mirando la desigualdad desde el género
- ¿Qué es el género?
- Bibliografía
El Género
Origen del concepto.
El género, como concepto, es de reciente incorporación al análisis científico. Se reconoce su origen en la obra de Jhon Money, psicólogo de Nueva Zelandia, quien se formara profesionalmente en las Universidades de Pittsburg y Harvard y ejerciera profesionalmente en la Clínica psicohormonal de la Universidad John Hopkins. En 1951 usa el concepto gender por primera vez para referirse al un componente cultural, fundamentalmente la influencia educativa, en la formación de la identidad sexual.
Hasta ese momento la identidad sexual era vista solo como determinada biológicamente, de ahí que el uso de este concepto para referirse a un aspecto que la cultura forma, constituye un aporte importante al conocimiento científico, que aunque magnificado en ese momento, tuvo consecuencias para lo que con posterioridad se reconoce como gender en inglés y género en español, dentro de la Teoría Feminista.
A pesar de que es en la década de los 50 en la que tiene lugar la emergencia del concepto, su contenido fue variando hasta lo que hoy podemos reconocer. En los años 60 Robert Stoller, psicoanalista elabora conceptualmente el término en su libro Sex and Gender (1967). Tanto para él como para Money se evidenciaban dos cuestiones fundamentales:[2]
Algunos individuos no podían ser clasificados en machos o hembras desde el punto de vista del dimorfismo sexual porque poseían los caracteres sexuales secundarios poco marcados.
Otras personas que morfológicamente se encontraban bien definidas sexualmente, declaraban sentirse en un cuerpo equivocado.
El análisis de estos problemas en los años 50 estaba marcado fuertemente por la biología. Estas realidades históricamente han sido interpretadas culpabilizando a las personas que la portan, más que a la sociedad y la manera en que se estructura, de ahí que la solución a esos "malestares" no pasaban por propuestas de critica a la sociedad y en consecuencia de propuestas de transformación.
Esta aportación de la Psicología no fue suficiente para el desarrollo que después tuvo este concepto, de la mano de las feministas norteamericanas en la década del 70. En este sentido le precedieron dos planteamientos significativos para una ruptura con el pensamiento que prevalecía en la ciencia acerca de la mujer.
En primer lugar la obra de la destacada antropóloga norteamericana, Margaret Mead y específicamente sus investigaciones en tres sociedades de Nueva Guinea en los años 30 del siglo XX.[3] En sus estudios ella constató que no todas las sociedades estaban organizadas de forma Patriarcal y en este sentido la distribución de los roles entre mujeres y hombres era diferente a las sociedades occidentales, con lo cual hace un primer cuestionamiento al carácter "natural" de las diferencias entre mujeres y hombres, incluyendo las físicas. Este planteamiento sin dudas significa una primera aproximación a un análisis de esta realidad asignándole responsabilidad a elementos de la cultura especifica de cada sociedad en el desarrollo de las diferencias entre mujeres y hombres y sobre todo acerca de su desempeño diferencial de funciones.
En segundo lugar la celebre frase de Simone de Boauvoir en su libro El Segundo Sexo, "una no nace, se hace mujer" que presenta la idea de una construcción de la feminidad independiente de la herencia biológica y que tuvo un importante impacto en el pensamiento feminista; baste recordar que se reconoce como el libro de la segunda mitad del siglo XX más leído por las feministas.
El origen del género en la sociedad
Muchos son los estudios que pretenden explicar el origen del género a partir de una forma específica de organización que adoptaron las diferentes sociedades en su desarrollo y que trajo consigo una División Sexual del Trabajo. En esta división le correspondió a la mujer el espacio de la casa por su capacidad para gestar y amamantar los hijos, asignándosele el cuidado de los hijos más allá del tiempo en que resultaba imprescindible su presencia, es decir, cuando ya cualquier adulto podía realizar esta función. Por proximidad espacial se ocupó de las funciones vinculadas al espacio de la casa.
Una mirada más crítica de esta realidad apunta a que la capacidad de gestar y amamantar de la mujer le confería el poder de la garantía de su continuidad como especie, lo que le estaba vedado al hombre. La inseguridad de los hombres acerca de la paternidad de los hijos y su necesidad de tener esa certeza cuando había acumulado riquezas y quería transmitirla a su descendencia, fueron condiciones que favorecieron la idea del control de la sexualidad de las mujeres a través del matrimonio y el confinamiento al espacio de la casa como garantía de seguridad de la paternidad de la descendencia y la conservación de los bienes acumulados.
La existencia de una sociedad sin género es un tema en discusión[4]sin muchas evidencias para probarlo; pero de lo que si hay un convencimiento es de que las formas en que se dan las relaciones entre mujeres y hombres y los roles asignados a cada uno, varían de una sociedad a otra, lo que apoya la idea del carácter construido por la influencia cultural de lo que denominamos género y de la necesidad de realizar el análisis de cualquier realidad a partir de lo que se denomina sistema sexo/género.
La construcción de la identidad de género
El género desde el punto de vista psicológico se refiere al conjunto de creencias compartidas por un grupo social sobre las características psicosocales, es decir, rasgos, roles , motivaciones y conductas, que se consideran propias de mujeres y hombres. (Bosch, E. Y cols 1999) De esta forma el género se relaciona con el sexo, pero no es lo mismo; su formación y desarrollo dependen de procesos culturales del entorno de desarrollo las personas desde el mismo momento de su nacimiento.
La persona desde que nace comienza a recibir una influencia social diferencial según el sexo que posea o aparenta físicamente, lo que se expresa en el proceso de toma de conciencia del género que se posee y con ello de su identidad.
Las personas nacen en un determinado contexto social (familiar) y se desarrollan en él o en otro, del que reciben un legado cultural e histórico lleno de realidades o símbolos que se expresan en tradiciones, costumbres, normas, valores, que van contribuyendo a construir en cada persona una representación de lo que se espera de ella.
El escenario en el que las personas se van desarrollando a lo largo de sus vidas va cambiando en la medida en que cambian sus realidades: crece y debe estudiar y asiste a diferentes escuelas, necesita trabajar y se emplea; su necesidad de relación (propio de los seres humanos) le lleva a establecer nuevas amistades y grupos de amigos/as. Todo este complejo entretejido social va cambiando a lo largo de la vida de las personas y le va planteando diferentes exigencias en su devenir. Cada etapa, cada momento nuevo en la vida de las personas no la encuentra como al nacer, sola con su herencia biológica, sino que ya es portadora de una subjetividad que ha ido construyendo en su relación con lo social (exigencias) y que se convierte en cada nuevo momento social, en mediatizadora de esa exigencia, posibilitándole o no recibirla activa o pasivamente, según pueda configurarse su subjetividad en cada momento previo.
El género en el nivel individual es la subjetivación de las exigencias sociales, de raza y clase, tal y como las va construyendo la persona a partir de su cuerpo y sus experiencias, no siempre conscientes, en su historia. En este sentido el género tiene contenidos particulares para cada una/o y por tanto diversas significaciones, aún cuando además tienen elementos comunes.
En la relación con las personas, la comunidad de contenidos asignados/asumidos al género que ellas portan se intercambia en las diversas maneras de comunicarse, construyendo un saber cotidiano que se constituye en Representación Social del Género, construido y compartido socialmente como toda Representación Social.
Este saber cotidiano de sentido común se expresa en la relación entre las personas que integran determinados grupos: familia, coetáneos escolares, grupos informales, comunidad, miembros de diferentes organizaciones e instituciones, constituyéndose en referentes que forman parte de las exigencias sociales a las personas que se integran a los mismos.
Es la continuidad de un proceso que contribuye a perpetuar los contenidos asignados socialmente al género, no sin sufrir los cambios que el contexto sociohistórico demande en cada período; a lo que se une además, las circunstancias de vida de cada persona. En tal sentido Fuller plantea que La construcción del Género es producto y proceso de su representación.(Fuller; N 1997 p 3 )
Del Género como Representación Social compartida, que nos va llegando a través de diversas exigencias sociales, vamos tomando elementos, algunos de los cuales asumimos de manera más intensa convirtiéndose en parte esencial de nosotras/os como características propias o como objetivos a alcanzar. Es lo que nos identifica con otras personas en cómo somos y cómo queremos ser, expresándose en nuestros proyectos personales de vida y por supuesto en nuestra identidad individual. Las definiciones atribuidas a los géneros contribuyen a la configuración de las identidades de cada una/o y entre ellas/os mismas/os.
Según Lagarde, la relación entre subjetividad, identidad y condición histórica del sujeto, sustentan la identidad de género, considera asimismo, que ella se construye en la interacción con los otros, en su actividad vincular con todo lo que le rodea y en su accionar sobre si misma, privilegiando el espacio intersubjetivo en el análisis de la misma. Identidades asignadas y experiencias vividas son aspectos esenciales en su comprensión de la identidad genérica. (Lagarde, M. 1998).
Cuando valoramos como elemento fundamental en la configuración de la identidad de género la condición histórica del sujeto, estamos reconociendo la diversidad de circunstancias, experiencias y vivencias que se pueden dar en la persona a lo largo de su vida y la multiplicidad de relaciones que puede establecer, de mayor o menor implicación personal para la misma; todo lo cual nos lleva al reconocimiento de la variedad de elementos que pueden estar presentes y reflejarse en la identidad del sujeto y también por supuesto, la diversidad de identidades que dentro de un mismo género podemos encontrar y que se expresa en su conducta en relación con los otros y consigo mismo. De lo anterior la importancia que concedemos al contexto en la formación de las identidades.
La identidad de género se asume en un contexto donde mujeres y hombres tienen asignados roles diferenciales en correspondencia con los cuales es tratado o tratada y se espera se comporte.
Acerca de la significación de los roles tradicionales asignados a la mujer, se reconocen por muchas feministas como la mayor fuente de opresión femenina y los que más sirven a la función de control social, así como uno de los principales determinantes de los problemas emocionales en la mujer.[5]
Keller atribuye al Rol Tradicional de la Mujer los siguientes contenidos:
Las inquietudes femeninas encontrarán su máxima expresión dentro del hogar, en el matrimonio y en la maternidad.
La mujer dependerá de un proveedor del sexo masculino para adquirir identidad, satus y sostener los gastos del hogar. La maternidad es un mandato.
La mujer deberá enfatizar en su conducta el cuidado de los otros, deberá satisfacer sus necesidades "después" de satisfacer las de los demás y mostrar un gran espíritu de sacrificio, amor y compasión por los demás.
Se preocupará por su belleza física, pues se espera que sea vanidosa, coqueta, que haga dietas y que torture su cuerpo en aras de la estética corporal.
La mujer evadirá la expresión directa del enojo o del poder, a menos que sea en defensa del marido y de los hijos. Igualmente acatará la prohibición tajante de tomar la iniciativa en lo concerniente a la actividad sexual.
Mirando la desigualdad desde el género
En los años 60 se produce un auge del movimiento feminista; las mujeres habían alcanzado su derecho al voto, objetivo fundamental de la Primera Ola, sin embargo la igualdad jurídica no cambió la situación que las caracterizaba, de ahí que se propongan entonces producir los cambios que hicieran posible eliminar la desigualdad. Dentro de las reivindicaciones feministas estaba el elaborar una teoría que hiciera posible explicar la situación de opresión en que se encontraban las mujeres. Sirvieron estos antecedentes para que las académicas norteamericanas en la década de los 70 retomaran el concepto gender para explicar el origen no ya de la diferencia, sino de la desigualdad entre mujeres y hombres.
En los años setenta se produce un claro reconocimiento a la existencia en todas las sociedades, de una desigualdad entre hombres y mujeres, que es el resultado de las relaciones jerárquicas entre los géneros. Es en esta década cuando Gayle Rubin publica su trabajo El tráfico de mujeres: notas sobre la economía política del sexo, a través del cual y homologándose a Marx, busca explicar al decir de ella, las relaciones sociales por las cuales una hembra de la especie se convierte en una mujer oprimida, es decir busca esencialmente explicar la opresión de las mujeres como una construcción socio cultural y lo hace a través de lo que ella denominó Sistema Sexo/Género.
El sistema sexo/genero ella lo define como:
"Conjunto de disposiciones por el cual la materia prima biológica del sexo y la procreación humanas son conformada por la intervención humana y social y satisfechas en una forma convencional, por extrañas que sean algunas de las convenciones."[6]
Este ensayo contribuyó a que se produjera un importante impulso en los estudios sobre Género dentro de las Ciencias Sociales ya que contribuyó a su reconocimiento como objeto de estudio más allá del campo de la sexualidad, incrementándose y diversificándose el debate académico en torno a este asunto. El saber humano había transmitido una visión androcéntrica de la realidad al colocar al hombre como centro y medida de todas las cosas y al unísono ha bía presentado a las mujeres en condiciones de inferioridad. Las ciencias habían dado una interpretación biológica de las diferencias entre hombres y mujeres; en ese sentido se habían visto como "naturales" y en consecuencia invariables.
El ensayo de Rubin[7]estimuló la parición de nuevos análisis y publicaciones que contribuyeron a la explicación de los procesos históricos y culturales que dieron lugar a la división sexual del trabajo y con ello a la creación de los espacios público y privado, así como a la producción y reproducción del género. Asimismo, ahondó más en el cuestionamiento acerca del carácter construido y no "natural" de las diferencias entre hombres y mujeres y a la consecuente búsqueda de la explicación científica de las mismas, que aún hoy se constatan en todos los ámbitos de la vida de las personas.
La igualdad de derechos es una condición necesaria; pero no suficiente para alcanzar una igualdad real porque los procesos generadores de desigualdad están implícitos en los valores, los símbolos, las formas específicas en que se relacionan los seres humanos en cada sociedad y que se transmiten en el proceso histórico cultural de formación subjetiva y educación de las personas desde antes de su nacimiento.
Un proceso tan complejo e invisibilizado en las múltiples formas y contenidos de la socialización no puede cambiar solo bajo los efectos de una ley; se hace necesario entonces, influir directamente en los mecanismos y factores sociales que lo generan, y orientar la acción específicamente para lograr cambios en los sectores más vulnerables, los que se encuentran más desfavorecidos por la desigualdad.
El reconocimiento de que las diferencias no obedecen a causas naturales, es lo que lleva entonces al reclamo de la igualdad entre mujeres y hombres dentro de los grupos y movimientos de mujeres. Dentro de la academia, con la emergencia del enfoque de género para analizar las causas de la desigualdad entre mujeres y hombres, se favorece una visión más centrada en las relaciones de poder, como fundantes de las relaciones jerárquicas entre los géneros, base de la desigualdad y la discriminación hacia las mujeres.
En los años 80 las feministas señalaron el carácter político de lo privado y generaron nuevas categorías de análisis que permitieron visibilizar viejos problemas: la violencia doméstica, el acoso sexual, la feminización de la pobreza, entre otros (Vargas, V) Esto favoreció el surgimiento de nuevas instituciones desde donde se identificaban y analizaban los problemas y desde donde se organizaron las nuevas demandas para revertir la situación de las mujeres.
Hay un amplio reconocimiento entre las especialistas, acerca de que "La introducción de la categoría género en el discurso académico y popular, en lo últimos 20 años, representa uno de los mayores logros de la "segunda ola" del feminismo[8]Esto es así porque desde el feminismo se pudo desmitificar las creencias acerca del carácter "natural" y por tanto invariable de las diferencias entre hombres y mujeres y se hizo asignándole a la categoría género el contenido que hoy se le reconoce en las ciencias sociales y a través del cual se puede develar lo que en cada sociedad y en cada cultura en los diferentes momentos históricos se hace para producir y reproducir las diferencias entre hombres y mujeres.
Hablo de producir porque en cada nuevo momento histórico, se dan cambios que contribuyen la emergencia de nuevas diferencias, no solo han existido diferencias en el acceso a la educación y la calificación; sino también en el acceso al mercado laboral y después diferencias salariales. Hablo también de reproducción porque una vez que se instalan las nuevas diferencias en cada época, ellas son transmitidas a otras, a través de la socialización como proceso general, apoyándose en las costumbres, las normas sociales, valores, creencias, estereotipos y prejuicios, que responden a la ideología que sustenta el interés por mantener las diferencias entre mujeres y hombres en cada momento histórico.
¿Qué es el género?
Para analizar este concepto podemos partir de dos definiciones, primero
Es el conjunto de características sociales, culturales, políticas, psicológicas, jurídicas, económicas, asignadas a las personas en forma diferenciada de acuerdo al sexo.
Hablamos de características en campos diferentes, por ejemplo desde el punto de vista psicológico se dice que las mujeres son más sensibles, más sociables, los hombres mas fuertes, mas decididos; pero también se habla de otras características en campos como el poder, las mujeres están menos representadas en espacios de toma de decisión, están menos representadas en la fuerza de trabajo, tienen salarios inferiores, no tienen todos los derechos que tienen los hombres. Es decir estas son características que se reconocen de manera diferenciada a hombres y mujeres solo por serlo.
Otra definición pudiera ser:
Es la construcción sociocultural de las diferencias entre mujeres y hombres.
Entre ambas definiciones hay una diferencia fundamental, la primera esta referida al género como producto, es decir cómo se expresa en forma de característica, en diferentes ámbitos el género, es decir el género como producto. La segunda definición enfatiza en el proceso, es decir los procesos que dan lugar a esos productos antes señalados, es decir el género como proceso.
Esta delimitación es muy importante porque para producir cambios en las desigualdades que se expresan como producto del género en la sociedad, es necesario identificar los procesos que las producen porque sobre ellos es que deben actuar las políticas, los proyectos, los programas. El producto es lo que llama la atención, lo que identificamos primero, pero son los procesos los que deben modificarse para que los productos sean otros.
El producto apunta a la relación hombre/mujer en diferentes ámbitos, cual es el lugar de cada uno en los mismos.
¿Por qué decimos que el proceso es cultural?
Porque esta referido a la participación de todo el simbolismo, relacionado con el ser mujer o ser hombre, presente en cada cultura y en cada época histórica en la reproducción y producción del género, es decir la significación que cada cultura le atribuye.
¿Por qué decimos que el proceso es social?
Porque se refiere a aspectos socioeconómicos relacionales entre hombres y mujeres que participan en la producción y reproducción del género. ¿Quién esta y quien no esta representado en algo, quien lo esta más?
Algunos ejemplos del aspecto socioeconómico relacional
División espacio público y privado
Las mujeres en la casa, los hombres fuera en espacios de desigual desarrollo.
Desigual distribución de roles domésticos
Las mujeres como máximas responsables de la reproducción de la fuerza de trabajo
Algunos ejemplos del aspecto cultural
Diferente representación en los espacios de toma de decisión.
El techo de cristal por ejemplo es uno de los aspectos que impiden la promoción de la mujer y no tiene que ver con leyes objetivas que pudieran cambiarse, sino con lo que a nivel de la subjetividad de las personas que valoran su promoción o no, esta presente como lo propio de ser mujer y de ser hombre y en ese sentido valoran sus capacidades y potencialidades para desempeñarse en esos puestos. Cuando esa valoración es tradicional se convierte en un techo que impide la promoción de la mujer.
División sexual del trabajo
La diferente participación de los hombres y las mujeres en las instituciones sociales, económicas, políticas, entre otras, tiene que ver con en las actitudes, valores y expectativas que una sociedad dada conceptualiza como femeninos o masculinos.
Resulta evidente que los aspectos subjetivos tanto individuales como sociales tienen un importante papel en la reproducción del género por ser ella la que contiene las valoraciones tradicionales y que se expresan en la ideología patriarcal presente tanto en las personas como en los grupos humanos y que se transmite a otras personas y grupos a través de la socialización en procesos de interacción y comunicación humanas. Entran en juego aquí las diferentes instituciones y grupos con los que las personas se relacionan desde el momento del nacimiento y a lo largo de toda la vida.
Bibliografía
Bosch, E. Y cols. Historia de la Misoginia. Ed Anthropos. Universidad de las Islas Baleares, España. 1999.
Fuller, N. Hojas de Warmi No.8. Ël pensamiento feminista y los estudios sobre identidad de género masculino¨. Ed Universidad de Barcelona, Barcelona España. 1997.
Lagarde, M. (1996) Género y Feminismo. Desarrollo humano y democracia. Ed Horas y Horas. Madrid España. 1996
Lagarde, M. Identidad Genérica y Feminsimo Ed IAM, Sevilla. España. 1998
Lagarde, M. El siglo de las mujeres. ¨Claves identitarias de las latinoamericanas en el umbral del milenio¨ Isis internacional. Ed de las mujeres No. 28 Chile 1999
Montecino, S. Y Rebolledo, L. Conceptos de Género y Desarrollo. ¨Devenir de una traslación: de la mujer al género o de lo universal a lo particular¨ Ed universidad de Chile, chile 1996.
Todaro, Rosalba. Equidad de Género
Vargas, Virginia. Los feminismos latinoamericanos en su tránsito al nuevo milenio. (una lectura político personal)
Vasallo, N. Panorana da Realidade Cubana. ¨Identidades en tránsito. Cubanas de tres generaciones¨. Ed UnB. Brasilia, Brasil 2002.
Autor:
Crucelda Estrada Guerra.
[1] Una version del presente trabjo fue publicado en Heterogeneidad social en la Cuba actual por el CESBH de la Universidad de La Habana en el 2004
[2] Izquierdo, Ma Jesús. El malestar en la desigualdad. Ed. Cátedra. Universidad de Valencia, España. 1998.
[3] Ver Mead, M “Sexo y Temperamento en tres socieddes primitivas” 1935
[4] Cucchiari, S. “La Revolución del Género y la transición de la horda bisexual a la banda patrilocal: los orígenes de la jerarquía del género.” En Lamas, M. El Género: La construcción cultural de la diferencia sexual. Ed PUEG, México 2003.
[5] Ver Sharratt, S. (1988) “mujer y Psicoterapia: la búsqueda de la identidad escondida” pp 89 en Burgos, N. M. , Sharratt, s. Y Trejos, L.M. La Mujer en Latinoamérica: perspectivas sociales y psicológicas. Ed HVMANITAS, Buenos aires argentina.
[6] Rubin, G. El Tráfico de mujeres: notas sobre la “Economía Política” del sexo. En Lamas, M. (compilación) El Género. La construcción cultural de la diferencia sexual. Ed. PUEG México. 2003 pp. 44
[7] Rubin, Gayle “El tráfico de mujeres: notas sobre la economía política del sexo” En Lamas, M. El Género: La construcción cultural de la diferencia sexual. Ed PUEG, México 2003.
[8] Nicholson, L. “la genealogía del género” Rev Hiparquia año 1992 Vol. V i pp28