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Retrospectiva de "En este país". El paisaje en la novela criolla venezolana (página 2)

Enviado por Leudy B�ez


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Por igual, la crisis y la problemática de aquella sociedad desorientada, obligó desesperadamente aferrarse a cualquier soporte que le impidiera su naufragio. Tal caldo de cultivo, engendró el acercamiento entre escritor y sociedad en la búsqueda de su autenticidad; encontrando el punto, donde novela y sociedad, en exclusivo matrimonio,  emprendieran el camino de la identidad, floreciendo consigo el criollismo, entendido éste como el resultado de una condición de vida para asumir la realidad y relacionarse con ella, más no como estilo literario academicista.

Ahora bien, ante aquel momento histórico que sirvió de entorno a los criollistas, y entre ellos, a Luis Manuel Urbaneja Achelpohl (1.873-1.937), máximo representante de nuestro criollismo, abonan a la naciente democracia.

Para aquellos, ya los personajes no van a ser seres neuróticos, ni escritores incomprendidos, sino más bien, estereotipos del suelo patrio engendrados de una transformación social que brotó impetuosamente, inspirándose en temas locales con personajes que actúan con psicología criolla, cuyos mensajes inician una novelística distinta, desplazando, en algunos casos, al personaje mismo, a pesar de representar su esencia interior, conduciéndolo hacia la autoexploración íntima de su conciencia.

Hoy, éste entorno renace en la inédita literatura local, retornándole al paisaje y a su gente; y por supuesto, a los neocriollistas, la posibilidad de recobrar la dormida memoria colectiva.

Ante aquel surgimiento, los escritores criollistas aprovecharon la combinación del lenguaje a emplear, uno de gran perfección formal; el otro, popular, colmado de giros rústicos del habla campesina, motivo por el cual Rufino Blanco Fombona define el criollismo como "pintura de las costumbres populares, con los tipos y en el lenguaje de bajo pueblo".

Éste estilo renace hoy con los nuevos horizontes políticos y sociales que vive el país.

Cabe destacar, que el criollismo en la literatura venezolana, se presentó ayer, al igual que se presenta hoy, como un instrumento de defensa ante lo extranjero, con el fin de "rescatar" el habla del pueblo, sus actitudes, hábito social, para explicar así, el ser venezolano. Por esta razón, el proceso de modernización de la literatura impulsada en el país, después de los años treinta, implicaba el planteamiento de una literatura al ritmo, recursos y temas de la literatura norteamericana y europea; y por tal, profesaba un urbanismo que incorporaba lo campesino y regional, sumergiendo a los escritores venezolanos en la búsqueda de diferenciación de la identidad. Vale decir, que para el país nacional, el desarrollo de esta novela llevó incluido una aspiración sociológica y política de definición de la nación.

Con referencia al paisaje, el mundo rural y la ciudad se integran detallando de manera muy definida cada uno de los elementos que conforman esos ambiente con minuciosa rigurosidad, y como herencia del romanticismo se aproxima al calor local. De allí que, es muy común el hecho que el sentimiento patrio comience por el paisaje. Por otra parte, éste es el elemento básico enfilado en la novela "En este país" (1.920) de Urbaneja, donde en ésta obra, al igual en otras, el paisaje consagra su entusiasmo, y narrar lo que les ocurre a los hombres de pueblo con quienes se tropieza en posadas de camino, a la sombra de bucares, en las estepas y al pie de las vacas. La visión de pueblo de Urbaneja Achelpohl la vemos implícita en sus palabras, cuando nos dice: "Un pueblo que no posee la manera genuina expresar sus sentimientos, no tiene derecho alguno a aspirar un puesto en la armonía universal".

Ahora, el autor en su obra, conserva el sentimiento del paisaje, la visión vivificada y personificada de la tierra, la flora, la fauna y el interés por la vida del hombre rural. Estos oficios campestres le ofrecen, por asociación, el contacto diario, íntimo y desgarrado con la Venezuela rural que tan de amplitud aparece en sus relatos. Urbaneja experimenta complacencia e interés por la gente rústicas, con quien charla por horas, sobre sus formas de vida, sus problemas, tradiciones, costumbres y consejas.

Y ante este escenario, hoy nos preguntamos ¿No es ese el mismo sentimiento que late en los neocriollistas venezolanos?.

Otro aspecto resaltante del precursor del criollismo venezolano, nos lo testifica su amigo y, en cierta medida su discípulo literario, José Rafael Pocaterra (1.888-1.955): "Acaso sólo con su alma y con su talento, por los ojos se lo entraba mejor el paisaje; y como si todo lo demás fuera un mundo de fantasmas, captaba el gañán y el predio, la yunta de bueyes y el crepúsculo, la moza y la vieja, y tal vez el campanario del pueblecito y siempre el celaje en sangre coagulada y el verde tierno de los botones de algodonero".

Por consiguiente, los temas autóctonos, opuestos al exotismo de los modernistas, orientados a la captación del paisaje criollo y de los tipos humanos característicos del país, con sus trajes, costumbres, hábitos de trabajo y formas de vida en general; así como, el uso de términos venezolanistas ("chamiza", "pichagua", "guarapo"), constituye la insistente búsqueda de Urbaneja; por ello, su énfasis por exaltar el paisaje de manera resplandeciente, de enorgullecerse como versado lírico al revelarlo ante los ojos del lector.

De igual manera, en su obra Urbaneja Achelpohl llega al más alto ambiente paradisíaco, donde Paulo y Josefina se enamoran. Siendo, en esencia, el contexto del Ávila, el punto obligado de referencia en sus novelas, por cuanto la obra desarrollada en el plano del presente, en el cálido ambiente fluvial de los llanos bajos, pero en el plano evocado del pasado torna a aparecer el Ávila. Misticismo ya observado en "El tuerto Miguel" (1.927), donde la visión del Ávila no guarda una energía secreta, sino familiar.

Si en ésta plasma el recuerdo de su infancia, en aquellas vemos descripciones rebosadas de saludo lírico del paisaje. Divagaciones y meditaciones del protagonista presente en la geografía del Ávila, no sólo como paisaje, sino como un arquetipo de la patria.

Aquí, el paisaje ejerce un papel preponderante que por su importancia en el desenvolvimiento de los conflictos humanos, toma carácter de protagonista; de allí que, el autor logra describirlo con gran maestría, paseándonos, en el inicio, desde el valle del río Tócome, en Los Dos Caminos, por los valles de Aragua y la serranía del estado Miranda, hasta adentrarse, al final de la obra, en la Caracas de los techos rojos. Inscrita en la gran tradición hispanoamericana de la novela marcada por el realismo criollista, la obra novelística del autor asocia el simbolismo de los personajes y situaciones arquetípicas a una descripción vivaz del hábitat para ofrecer la gran síntesis narrativa del mundo campestre venezolano, captado en sus contradicciones: Dominio extranjero contra la lucha nacional; Modernismo literario versus Criollismo; riquezas contra miserias desigualdad; Conservadores en oposición a Progresistas, inmoralidad contra moralidad, naturaleza y hombre. Salta a la vista el propósito de Urbaneja Achelpohl, erigir a todos estos personajes en símbolos de la Venezuela descompuesta por la ambición y las guerras civiles. Por ello, uno de los valores en ésta novela es el carácter ético.

Por su carácter, puede decirse que la citada obra, es una novela realista; en ese sentido, hay en ella una observación profunda del mundo, marcada por una desahogada descripción, procedimiento éste afín a los escritores del realismo e intención que va más allá de lo literario. Es decir, posee un fin social y sus personajes no se mueven sólo por su propia voluntad, sino que están condicionados por el medio. Su elemento, es el paisaje testimonial de una topografía, de una vegetación y de una fauna del paisaje central de Venezuela. Desde el punto de vista de la literatura, la importancia de ésta queda resumida en el concepto mismo de expresar libremente los sentimientos del ser interior del escritor, así como sus más anhelantes sensaciones.

Al indagar sobre contexto histórico de la obra, refiere Lubio Cardozo (1997) que "En este país (1.920) se cuenta entre las novelas más representativas del criollismo literario en Venezuela. Preocupado por describir nuestro paisaje, el aspecto de nuestros pueblos y los personajes que en ellos habitan, así como por transcribir sus costumbres coloquiales, Urbaneja Achelpohl nos ofrece en esta novela una extensa gama de modos de decir y de ser venezolanos".

En ella, su autor trabaja con delicada maestría, la disparidad ya clásica entre la manera de vivir en los aburguesados citadinos, la cual termina devorándose entre sí, y la vida de los aldeanos, compenetrados con el paisaje y protegidos por la apacibilidad campestre. Urbaneja pinta en su narrativa, como lo hace Gallegos, la evidencia no sólo objetiva, la exuberancia de la tierra (Ávila, valles y llanos), sino también la del hombre con su hombría y valentía.

Pedro Emilio Coll, lo recuerda así:

"Meses hacia que Urbaneja faltaba a nuestras pequeñas tertulias literarias y a los patios de la Universidad, en donde como estudiantes solíamos encontrarnos; no se le veía en calles, ni plazas; ¿En dónde diablos se había metido?. Alguien me asombró con la noticia  de que Urbaneja tenía una vaquería. No, quería convencerme por mis propios ojos. Y allá me fui. Pasé la rústica puerta de un corralón, tropecé con una carreta repleta de hierba, con varios instrumentos de labranza, con una montura desvencijada, y entre el vaho cálido del establo, acariciando con su mano el lomo de una vaca, estaba Urbaneja Achelpohl, con burdos zapatos y un kepis blanco que a duras penas le sujetaba la cabellera desordenada".

"En este país" (1.920), se adentra en los hombres que se alojan en la relativa atmósfera campestre, en las estribaciones y valles de la cordillera de la costa, cercanos al Ávila, donde la vida de los protagonistas transcurre en la hacienda "Guarimba", situada a escasa distancia de Los Dos Caminos, a orillas del río Tócome. En aquel ambiente paradisíaco, una pareja de jóvenes, Paulo y Josefina, se atraen y terminan por enamorarse, desatando pasiones. Es, en esencia, el mismo tema idílico que ya conocemos como típico en la novela hispanoamericana del siglo diecinueve y primeras décadas del siglo veinte.

Haciendo referencia a los personajes centrales de la obra, y dada la circunstancia que uno de ellos (Paulo) es un pobre peón, y el otro, ella, (Josefina) la hija de los dueños de "Guarimba", crea el conflicto, que es de orden socioeconómico. Ellos, al ser procreados claramente para protagonizar un conflicto de clases, resultan convencionales y estáticos. A lo largo de la novela, Paulo no hace sino atender a sus sentimientos por Josefina, como peón que la acompaña en sus excursiones campestres, como soldado que rechaza toda clase de peligros y cumple las mayores hazañas en su afán por hacerse general e ingresar a la clase de su amada. Desde la Independencia -recuérdese a José Antonio Páez- este fue el camino de los campesinos para superar su origen.

Josefina es la muchacha enfermiza que recuerda a las heroínas románticas, quien haciendo caso omiso de los prejuicios de su clase, se enamora de Paulo Guarimba, descendiente de esclavos, afronta la ira de sus padres, que la arrojan de la casa por considerarla indigna. En este aspecto, la novela de Urbaneja, es romántica e imaginativa.

Del mismo modo, la obra es una novela donde predomina el ambiente, es decir, existe en  ella un elemento de interés, independientemente de los otros objetivos moralista trazados por el autor, completamente desligado de los personajes y hasta de las acciones realizadas por éstos. El ambiente desborda en las descripciones y logra salir superante en su lucha con el entorno citadino. El campo adquiere una importancia dominante en esta obra y los caracteres han sido determinados por él, lo mismo que el curso de sus actos. Desde la primera página, hasta la última, está latente la fuerza inaudita de la geografía campestre, convertida en ser vivo, tentacular y vigorizante, tal en las campiñas de lo romántico.

Se puede constatar, asimismo, que todos los personajes de la novela, desde los protagonistas hasta los más insignificantes, están en cierta relación con el ambiente. Ésta determina sus efectos, sus amores, sus odios, sus ansias de riqueza y de gozo efímero, los actos más elementales como los más trascendentales de su vida y hasta de su muerte.

Más interesante es el doctor Gonzalo Ruiseñol, propietario de la hacienda "La Floresta". Graduado en Norteamérica de Ingeniero Agrónomo, regresa lleno de proyectos encaminados a lograr un mayor rendimiento de las tierras de labranza, un mejor provecho en la cría de ganado vacuno y de las aves de corral. Sus ideas progresistas chocan con la opinión adversa de los viejos agricultores, quienes llegan a juzgar al doctor Ruiseñol como un demente, un alocado o un soñador. El personaje de Urbaneja recuerda al joven ingeniero Carlos, el de Peonía, y, en alguna medida se emparenta con el futuro Santos Luzardo, de Gallegos. Otro personaje de interés, como caricatura social, es la del periodista de apellido Guaro. Hombre adulador, oportunista y reaccionario. Aquí, salta a la vista el propósito de Urbaneja. Él quiere erigir a todos estos personajes en símbolos de una Venezuela descompuesta por la ambición y las guerras civiles. Por ello, uno de los valores en esta novela es de carácter ético.

Además, se ha observado que el título "En este país!" (1920) es idéntico al de uno de los artículos de costumbres del romántico español Mariano José de Larra (1.809-1.837). Más que una simple coincidencia de títulos, hay una relación más profunda, consistente en una definida y beligerante posición de moralistas que toman las costumbres de sus pueblos, así como los personajes característicos de ambas sociedades, para ejercer una función de censores.

Esta orientación ética de Urbaneja se evidencia en la segunda y tercera parte de la novela.

La segunda parte (capítulos XII-XVII) tiene por escenario los campos de la guerra civil. Los combates, particularmente, están narrados con gran vigor y realismo, por lo que es de suponer que responden a vivencias de Urbaneja en sus andanzas revolucionarias. En esta guerra juegan su suerte Paulo Guarimba (quien pelea como recluta en las filas del gobierno), y el doctor Gonzalo Ruiseñol (quien se ha ido con los revolucionarios para salvar de la hipoteca su hacienda "La Floresta"). El bando subversivo pierde. El doctor Ruiseñol cae preso y es conducido a una tenebrosa cárcel política, a la que llega moral y materialmente destruido. De la prisión lo libera el General Paulo Guarimba, Ministro de Guerra y Marina, quien además le consigue un empleo como archivero, para que el doctor Ruiseñol viva decorosamente.

La tercera parte (capítulos XVII-XX) refiere la entrega de la hacienda "La Floresta" a don Toribio y doña Carmen Pichirre; y las bodas fastuosas del General Paulo Guarimba y Josefina Macapo, quienes cuentan ahora con la aprobación y el contento de los padres de la novia.

La novela de Urbaneja presenta el ascenso de un personaje del pueblo a las cimas del poder. En esto, el personaje de Paulo Guarimba recuerda al General Galindo, personaje de "Ídolos rotos" (1.900), quien de mayordomo de hacienda llega a Ministro de Fomento, pero Urbaneja va más allá; Guarimba, signo del pueblo, sale del anonimato y escala elevadas posiciones, pero Ruiseñol desciende de la posición de un rico terrateniente a la de un empleadillo de inferior categoría. El tema de la descomposición moral y el desmoronamiento de la vieja aristocracia terrateniente venezolana, es también materia novelística en José Rafael Pocaterra, particularmente en "Vidas oscuras"

(1.916). El tema no se queda en estos  narradores, sino que avanza hasta Rómulo Gallegos, quien lo replantea en La trepadora (1.925).

Desde el punto de vista de la temática de ésta novela se puede afirmar que su autor se muestra más preocupado por los problemas de su patria, por los hombres y el paisaje del entorno, que por las diferentes técnicas novelísticas que pueda utilizar en ella; de allí que, estos elementos hallaron en Urbaneja Achelpohl, el escritor que los mostró al mundo con un lenguaje plausible, al igual como lo hizo Andrés Bello en su oportunidad.

La  verificación de las críticas de otros autores, entre ellos, Rafael Fauquié (1.993) y Antonio López Ortega (1.998), permiten conocer hasta qué punto ésta novela ha sido leída e interpretado su contenido estructural, para lograr adquirir conocimientos que sirvan al desarrollo del problema objeto de estudio.

Nuevamente, para Lubio Cardozo, la obra se cuenta entre las novelas más representativas del criollismo literario en Venezuela. Preocupado por describir nuestro paisaje, el aspecto de nuestros pueblos y los personajes que en ellos habitan, así como por transcribir sus costumbres coloquiales, Urbaneja Achelpohl nos ofrece en esta novela una extensa gama de modos de decir y de ser venezolanos.

Aunque "En este país"(1.920) fue bien recibida por la crítica, ésta no ha producido semejante oleada de estudios halagadores. Uno de los propósitos de la actual ensayo posa precisamente en el deseo de llenar este vacío crítico, que raya casi en la injusticia, cuando se considera el peso especifico y el alcance de la novela, obra catedrática que como lo podrán comprobar los lectores de esta edición, ofrece aspectos múltiples, diversos y sigue brindándonos a los 90 años de su primera aparición, y 86 años de su segunda edición, posibilidades de nuevas lecturas, enfoques e interpretaciones, experimentando con cada nueva lectura o comentario, un nuevo nacimiento, surgiendo en toda su pujante y radiante.

En este orden de ideas, Rafael Fauquié (1.993) en su artículo "Rómulo Gallegos: La realidad, la ficción, el símbolo", al citar la obra "Todo un pueblo" de Miguel E. Pardo (1.899), en clara referencia a Caracas dice: "pueblo con pretensiones de ciudad, espacio agobiado por la pequeñez y la miseria: … "Todo es ridículo" en Villabrava; pero lo peor de ella es haberse convertido en un símbolo de la decadencia nacional".  Para Pardo -reafirma Fauquié- como de hecho para casi todos los escritores de la época, el país digno se halla muy lejos de los linderos de Villabrava.

La Venezuela ajena a la decadencia, la nación "rescatable" es ésa que existe fuera de la ciudad, muy lejos de la directa influencia del poder del caudillo, ésa que se conserva aún en las viejas haciendas de la provincia, todavía apegada a la tradición y al orgullo de viejas herencias.

La repetida imagen novelesca es que los dignos herederos de los viejos terratenientes del tiempo colonial no se acercan a la ciudad. La rechazan.

Personajes como Crisóstomo Gárate de "Vidas oscuras" (1.916) de José Rafael Pocaterra, o como el tío Pedro de "Peonía" (1.890) de Manuel Vicente Romero García, o como Gonzalo Ruiseñol de "En este país" (1.920) de Urbaneja Alchelpohl, son ejemplos de esos dignos representantes de los viejos grupos; sectores debilitados y agobiados por las deudas; permanentes víctimas de los nuevos oportunistas: políticos indignos, banqueros usureros, y, sobre todo, del gran culpable de todos los males venezolanos: el caudillo de turno que ocupa la presidencia.

Aclara asimismo Fauquié (1.993)  que: "la escritura galleguiana se vuelve contra esos códigos y abre una entrada violenta de nuevas perspectivas, de diferentes planteamientos. Sin embargo, existía una novela que parecía anunciar algunos de los itinerarios que Gallegos habría de emprender, y esta era "En este país" (1.920), de Luis Manuel Urbaneja Alchelpohl.

Advirtiéndonos, igualmente, que  ésta obra inicia el rumbo nuevo en los temas y enfoques que la literatura criollista había venido desarrollando en la Venezuela de entonces, planteando las cosas de otra manera, alterando viejos argumentos. En ella -dice- se comienza por establecer el valor de lo autóctono: un primer paso en la propuesta de que los venezolanos debíamos comenzar a aceptarnos en lo que éramos; descubrirnos más a nosotros mismos en nuestros signos y en la peculiaridad de nuestros rumbos. En un momento determinado, se dice en la novela: "Cada zona hace a su hombre y a sus enfermedades como cada sabana da su pelo y cada comarca el casco del cuadrúpedo que la ha de trajinar. Seres y cosas se hacen a la naturaleza que los circunscribe".

Remata el autor que esa planteada necesidad de autenticidad proponía, como algo absolutamente necesario, un cambio de actitud. "No se trata ya tanto de criticar y condenar como de entender y, eventualmente, de aceptar.

Aceptarnos los venezolanos en nuestra fisonomía nacional, aceptarnos en nuestra historia, aceptarnos en las peculiaridades que nos definen. Para Urbaneja Alchelpohl, la historia de nuestro país es, a fin de cuentas, un itinerario que hemos ido construyendo los propios venezolanos. No hay decadencia ni maldición en ella; como, de hecho, no existe decadencia o maldición en la historia de ningún pueblo. En palabras de Urbaneja: "No hay que tener miedo sino fe. A los pueblos los hacen sus ideas".

… "Los cambios ocurridos en el país puedan haber sido positivos. La figura del mestizo "forastero", por ejemplo, ya no es vista como un estigma. El deseo o la posibilidad de progresar ya no son entendidos como arribismo, ambición o codicia, sino como una legítima esperanza de quien nada tiene y de quien se propone prosperar en la medida de sus posibilidades. Es el caso, por ejemplo, del personaje Paulo Guarimba, mestizo peón de una hacienda, en quien encarna toda la vitalidad del valor y de la justa ambición de un noble individuo":

"Este era un hombre simple y basto, pero un hombre. En aquella alma (…) no había cabida para las mil pequeñeces de la turba de casaca y guantes blancos. ¡Si aquellos seres eran hasta ridículos, las casacas, en sus cuerpos desgarbados y enclenques, lucían desairadamente! Bien hacía Josefina en asirse a Paulo; la sutil, la graciosa y espiritual Josefina ganaba al injertar, al unir su vieja savia gestada, podrida, con el vigor y la salud que representaba aquel hombre heroico, bondadoso y bárbaro".

Recalca más adelante Rafael Fauquié (1.993)  que "En este país" (1.920) plantea que el mestizo ha pedido su calificación de "advenedizo usurpador"; que su falta de tradición ya no es lastre sino potencial; y que su acción, abierta a un porvenir construido a la medida de sus sueños, permite suponer la desaparición de viejos estereotipos carentes ya de sentido. Todo esto, está relacionado al claro ofrecimiento de Urbaneja: los protagonismos sociales deben poseer una vital correspondencia con el tiempo que los genera. Concluido ese tiempo, terminadas sus circunstancias originarias, los principios y las referencias deben modificarse".

Con relación a la obra como tal, Rafael Fauquié (1.993) dice que: "El camino que inicia Urbaneja lo continuará Gallegos hacia nuevos derroteros. Los "hallazgos" de En este país: el mestizaje como punto de partida, las nuevas condiciones sociales de Venezuela como generadoras de nuevos protagonistas y valores, habían sido el primer paso. Era, de muchos modos, el despertar de una actitud diferente: la de la aceptación de lo propio, la de la comprensión del presente histórico venezolano. A partir de allí, Gallegos irá más lejos: hasta proponer una especie de simbología de nuestra esencia nacional.

Sobre la obra de Urbaneja Achelpohl, expone Antonio Requena que "poder recorrer el folklore venezolano sin exóticos lazarillos de expresión; ser capaz, como lo fue, de bucear en el alma del pueblo y extraer de allí el caudal inagotable de una ternura típica por la fusión de razas en su formación y orígenes (…) valorar debidamente las justas proporciones ambientales, localismo y costumbre, para lograr hacerlas universales".

Edgar Martínez (2.000), nos manifiesta en "Tips antropológico sobre el desarrollo endógeno para configurar una nueva clase", que "En el caso de Venezuela, como es sabido por todos, se incorporó al mercado mundial, durante el siglo XIX y comienzos del siglo XX, mediante un impositivo esquema de dominación de explotación primaria, particularmente a través de la exportación del café y el cacao, lo que generó una nueva cultura que a su vez generó también un nuevo estilo de vida, al principio una vida "europeizante", como lo relataba Luis Manuel Urbaneja Achelpohl en su libro "En este país!…", esto significaba el cambio de una mentalidad para mantener el dominio humano y territorial mientras se consumía todo lo que era europeo: productos e ideas.

Mireya Vázquez Tortolero, en "Los problemas de construcción de un personaje" nos comenta que, con la novela "En Este País" (1.920) de Urbaneja Achelpohl, conformará los cimientos de la narrativa nacional de comienzos de siglo.

Toda esa literatura, hasta ese momento, se apoya definitivamente, en la realidad y no en la escritura, o en el juego de la imaginación y el lenguaje.

Si definimos el termino paisaje, encontramos según C. Troll (1.971) que el ambiente es "El estudio de las relaciones físico-biológicas (intra-entre), que gobiernan las diferentes unidades espaciales de una región". Por su parte, Zonneveld (1.979) lo define como "una parte del espacio sobre la superficie terrestre, la cual consiste en un complejo de sistemas, formado por actividad de la roca, del agua, del aire de las plantas, de los animales y el hombre y por su fisonomía constituye una entidad reconocible".

Ahora bien, nuestro laureado escritor, Rómulo Gallegos (1.979) se referirse al paisaje como "algo que embrutece, deshumaniza, encallece, si bien tiene la facultad de despertar las facultades líricas del alma". Este ha sido profundamente asimilado por él, y aplicado con vigor y maestría al medio físico venezolano.

Amen de las anteriores enunciaciones, diremos que la obra necesita de un espacio, de un paisaje, de un ambiente, que es el espacio general en cual se desarrolla el relato; en él, se mueven los personajes. Por lo cual, existe el ambiente físico y el ambiente psicológico.

Ahora, analizaremos algunos fragmentos.

"El gigante, la mole, el Ávila no existía. La bruma se le echó encima espesa, densa y lo borró. Garuaba, garuaba sin cesar. En los mogotes los guati-guatíes lloraban sus pesares. A ratos, en algún confín lejano, brillaba la alegría medrosa y fugaz de un rayo de sol, sobre la greña de los montes y el verdor de los cañamelares". (pág.9)

Aquí, Urbaneja Achelpohl nos evidencia reiteradamente su predilecto degustación por las descripciones y relatos de dulce sabor campestre, y en este caso especifico por la de su añorado Ávila, el cual viene a ser un punto obligado en sus novelas. Aquí, él nos describe el paisaje desnudándolo cuando nos habla de las caricias de la bruma y el rayo de sol sobre el imponente Ávila, suaves y luminosa combinaciones de coloridas líneas líricas que dan vida y alegría a la mole, a quien él le consagra estéticos y significativos párrafos como muestra de su amor a la región, la cual lo convierten aun más enigmático y elegantemente hermoso.

De igual manera, nos muestra las manifestaciones de la vida animal reflejándola en el llanto de guati-guatíes sobre los mogotes, a la vez que nos traslada, a través de los apocados y efímeros rayos del sol, por los mechones de los cañaverales del valle caraqueño; en el cual, al llegar la bruma le embelesa una serenidad abrumadora como si todos estos componentes naturales emprendieran el descanso, después de una labor cumplida. Aquí el autor logra con su descripción la transformación de un Ávila bullicioso a otro silencioso, con la vuelta a sus hogares de los guati-guatiés que componen este ambiente venezolano.

En el aspecto positivo, en este fragmento se patentiza una magnifica descripción de todos los componentes del ambiente natural del Ávila, la cual permite realzar una parte de la belleza del paisaje criollo venezolano. Así mismo, utiliza las reminiscencias de la naturaleza para manifestar la placidez de la lluvia campante en el lugar. Es el sentimiento del paisaje que plasma el autor donde radica la verdadera importancia de este párrafo, al presentar a éste como lo que verdaderamente es "un espectáculo maravilloso con un lato potencial del arte de un pintor". 1) "Sobre los campos morían las luces de la tarde. La masa colosal del Ávila levantábase a los ojos suaves, en la diafanidad  del aire".

En este párrafo se puede notar a simple vista el papel simbólico que el autor le da al paisaje campestre, a través del Ávila con la descripción que de éste hace el autor para trasmitirnos la gran majestuosidad y belleza de lugar, evidencias de un relieve, de una vegetación y de una fauna del paisaje central de Venezuela, confesado por Andrés Bello en otrora, y exaltado e enarbolado, ahora, como bandera de valoración de lo nuestro.

2) "El ambiente, refrescado por las rumorosas quebradas, impregnado de oxígeno, oliente a pezgua y parásitas, acariciaba la negra cabellera de Josefina, besuqueaba las mejillas de las morochas, se entraba en los pulmones de Paulo, ensanchándolos como un huelle; descendieron luego al valle, azotaba las frondas, maullaba como un zorro rabioso en los ahumados torreones de los trapiches; dando resoplido aventaba la hojarasca a diestro y siniestro; precipitándose en los poblados rezongaba en todos los rincones, charloteaba en los empinados campanarios, rompíase en los ángulos de las elevabas fachadas; regolfándose en estrechas callejuelas, ahogaba sollozos"…

En el fragmento antes expuesto, se puede descubrir como el paisaje, a través de la descripción que hace Urbaneja Achelpohl de éste, quiere transmitir la sensación de ensueño, delirio, fantasía y apacibilidad que invade el entorno; como serpentea sobre el resuelto y esplendoroso torrente caraqueño, hasta mostrarlo como un conocido que estimula el dominio que tiene el Ávila sobre el ambiente en sí.

Al describir las estribaciones de la mole, lo hace inspirado en la placidez que fecunda el escenario silvestre, es decir, la mansa vista que infunde a los congénitos, como si la naturaleza fuera un ser viviente la cual comparte la ternura de sus valles.

El paisaje es sentido intensamente en toda su fuerza y en toda su belleza; pero, el sentimiento va más profundo, y se siente la parte efectiva de una forma dulce en toda la descripción, mostradas con los vocablos: espléndido panorama, impetuoso torrente, espejo de la comarca, sabana esmeraldina, rosal salvaje, lienzo de matices, inmensa comba azul, la cual transmite una sensación de tranquilidad ante las fuerzas manifiestas.

La importancia del fragmento radica en la forma como el autor plasma su sentimiento, su amor, a la región, que domina los elementos presentes en este ambienta natural.

A manera de conclusión, diré que cuando se pretende realizar un estudio crítico se busca demostrar la importancia y la realidad de un autor o de su obra en relación con sus características, o a los aportes que éste haga al campo literario. Al elegir una obra se busca también descubrir los valores sociales, políticos y el compromiso histórico que ésta tenga en el pasado y el presente.

Al realizar un análisis de afirma o se niega su importancia, apartando interpretaciones objetivas y subjetivas, ya que la literatura permite múltiples y diferentes interpretaciones de acuerdo a la visión del mundo que tenga cada lector.

El criterio criollista, surgido por obras del período 1.900-1.940, busca la afirmación cultural latinoamericana y proclama su diferencia con respecto a la cultura europea y universal. La estrategia de nuestros escritores criollistas apela con ese fin al símbolo artístico de una abundancia de figuras y signos considerados característicos de un país o región; y a diferencia de los románticos e indigenistas de esa época, centran su objetivo en el paisaje antes que en los individuos. Por eso son manifiestamente descriptivos; de allí que, la categoría de paisaje o geografía prevalece sobre la del personaje.

Luis Manuel Urbaneja Achelpohl, en su obra "En este país" (1.920), llega preocupado por describir nuestro paisaje, el aspecto de nuestros pueblos y los personajes que en ellos habitan; de allí que nos presenta el fruto de su vida rural y como buen criollista llena su alma de ritmos y colores, donde sus pinceladas se muestran con variados matices palpitantes de finos colores a sabor de pueblo, reflejándonos la rica idiosincrasia nacional.

Su manejo de la lengua y conocedor a fondo del vocabulario regional, los cuales usa sin prejuicios en su obra, engalana sus personajes, donde los diálogos se caracterizan por la fidelidad del habla rural.

Finalmente, conoce a fondo la psicología de los campesinos, y los presenta con exageraciones o idealizaciones irreales en franca y tradicional narrativa como buen conocedor de su país, del paisaje de la región central, de su historia y de sus hombres.

Como el Prometeo criollo, le inyecta a sus personajes el alma venezolana, le delega esa experiencia trascendental y les hace expresar ese vivir, lo que hace que en su obra se muestre la Venezuela rural, el país campesino, enmarcado entre una democracia racial y una aristocracia beneficiaria, representada por el gobierno de Juan Vicente Gómez, dictadura venida a menos por las eventualidades de la guerra, la inestabilidades de la política o por el bravío de nuestros campos.

El propósito de Urbaneja Achelpohl es desentrañar por medio de la indagación literaria la condición humana venezolana, como se desprende de la creación de tipos y arquetipos populares y psicológicos, con el objeto de hacer una propuesta de rectificación y superación individuales que pueden surgir sólo en un estado de insatisfacción o de angustia que propicia la meditación hacia el conocimiento de sí mismo.

En esta novela, el autor resuelve la problemática de búsqueda de sí mismo: la aceptación de un destino personal y la consagración a un ideal colectivo, elección que realiza el protagonista de la obra, elemento de superación de la realidad venezolana para ese entonces. Empleando al mismo tiempo, un mensaje de liberación personal, que se traduce en la libertad nacional ante el dominio extranjero, y la lucha del progreso, para hacer de ella una civilización moderna, contra el ideal conservador del régimen de Juan Vicente Gómez, teniendo siempre en cuenta la realidad social en la cual actúa el individuo. El escritor indaga en el ser íntimo venezolano para que el individuo pueda vencer los impulsos funestos de violentos procesos sociales y políticos creados por la desorientación colectiva, persiste en la búsqueda del pasado con fines éticos.

Por demás, el rol protagónico del paisaje, que se presenta en esta novela, es el símbolo de la Venezuela donde transcurrió su vida. Mundo lleno de recuerdos rurales, rehaciéndonos con su narrativa los primorosos valles del Ávila, el aspecto de sus pueblos y la gente que en ellos habitó; ofreciéndonos sus costumbres y su habla coloquial, naturaleza muy propia de la Venezuela campestre de los primeros años del siglo XX; al mismo tiempo, que explora los rincones de la evocación en busca de las bases para la memoria colectiva venezolana, realidad histórica que desemboca en la aguda crisis de aquella sociedad desorientada, la cual demandaba emprender el camino de la identidad; contexto ajustado al quehacer diario del país de entonces, país sumergido en la desigualdad social, fracasos económicos y una marcada crisis agrícola.

El escritor, amante del medio campesino, ve ligado el despertar de su conciencia social al amor por la tierra y los hombres que la trabajan, siendo su patria su gran pasión temática. La profunda compenetración del hombre y la tierra en el medio agrícola se manifiesta repetidamente en su novela como recuerdo vivencial y rasgo pedagógico. De este modo, la experiencia de la naturaleza se incorpora a la configuración del sujeto, viniendo a ser parte esencial del universo poético.

Otro aspecto a referir es el lenguaje utilizado en la obra, donde se observa una desarrollada cadena de modos de decir y de ser venezolano, mostrando la rica idiosincrasia venezolana, la cual se engrandece con las tonalidades líricas de las descripciones del paisaje, exaltación y gala lírica que plasma Luis Manuel Urbaneja Achelpohl sobre el paisaje evocado de su obra.

Bibliografías:

·Urbaneja Achelpohl, Luis Manuel. En este país…! (1920) Monte Ávila Editores Latinoamericana. Caracas – Venezuela, 5ta. Reimpresión, 1997 ·Di Prísco, Rafael. (1969). "Acerca de los Orígenes de la Novela Venezolana".  Universidad Central de Venezuela. Caracas. ·Cosimo, Mandrillo (1992). "La Cuentística de Gustavo Solín en el Contexto de la Narrativa Venezolana". Trabajo Especial de Grado. Universidad del Zulia. Facultad de Humanidades y Educación. Maracaibo. ·Uslar Pietri, Arturo. ( 1995). Letras y Hombres de Venezuela. Monte Ávila Editores. Caracas. ·Guía: Principios para una teoría de la Novela Venezolana del siglo XIX y comienzos del siglo XX. "Literatura Lingüística N° 11". Santiago 1998 ·Decadencia, incertidumbre, irreverencia. Rafael Fauquié (1993) ·Fundación Polar (1997) Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas. Venezuela.

Leudy Báez

Carrasquero, Municipio Mara estado Zulia. Venezuela. Licenciado en Comunicación Social y Lengua y Literatura. Docente de Lengua y Literatura Venezuela – Maracaibo – 04 de agosto de 2007

Partes: 1, 2
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