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Las invasiones hacia occidente en las revoluciones del siglo XIX. Los cubanos y su relación con la sanidad militar

Enviado por Georgina Diaz


  1. Resumen
  2. Introducción
  3. La invasión frustrada. (1875)
  4. La invasión: tres meses fundamentales en una revolución anticolonial (1895)
  5. La sanidad militar en ambas guerras
  6. Conclusiones
  7. Bibliografía

Resumen

La historia no tiene como fin hacer una simple referencia del pasado ni del paso del tiempo, pues la historicidad desde nuestra concepción dialéctico-materialista, presupone la conciencia de que el pasado, presente y futuro están ligados entre sí y se condicionan mutuamente. Por tanto la historia tiene como propósito analizar de forma crítica lo ya acontecido, pues ese pasado ha conformado nuestro presente y sobre este proyectamos el futuro. Uno de los hechos históricos de relevancia en nuestro país lo es sin dudas las invasiones, cada una con su importancia. Este trabajo tiene como objetivo exponer los antecedentes y características de las dos invasiones que marcaron el desarrollo de nuestras luchas por la independencia en el siglo xix así como algunas experiencias de la organización de la Sanidad Militar y del ejercicio de la medicina militar cubana en este siglo. Las invasiones organizadas durante las guerras del 1868 y 1895 constituyen hechos históricos importantes que marcaron el desarrollo y final de al mundo la grandeza de un pueblo cuando lucha por su independencia, y la genialidad ambas guerras y la Invasión de 1895 cumplió sus objetivos militares, económicos y políticos y mostró de los líderes que lo guiaron: Antonio Maceo y Máximo Gómez

Palabras claves: Invasión, sanidad militar, independencia, historia, medicina militar

Introducción

Gómez y Maceo en la primera fila. Los estrategas y tratadistas de la guerra más reconocidos de la época se asombraron de esta hombrada y elogiaron la capacidad militar de los dos jefes mambises. Para muchos historiadores y tratadistas de la guerra, la Invasión de Gómez y Maceo es la mayor hazaña militar del siglo XIX.

El 22 de octubre de 1895 salía de los Mangos de Baraguá la columna invasora al mando del mayor general Antonio Maceo Grajales. En hermoso simbolismo, el Titán de Bronce escogió este lugar para iniciar la gloriosa marcha, pues allí precisamente había tenido lugar el último hecho heroico de la Guerra de los Diez Años: la famosa Protesta de Baraguá, protagonizada por el propio Maceo, que en nombre de lo más puro del ideal independentista, dejó claro que el machete no se envainaría hasta que Cuba no fuera independiente y libre del odioso flagelo de la esclavitud. La Invasión a Occidente partió de Baraguá dando continuidad a aquella inclaudicable decisión, y sería el golpe de muerte al colonialismo español.

No era la primera vez que los cubanos en armas intentaban similar estrategia. Para el éxito de la Guerra iniciada en 1868 se emprendió otra acción similar contra el occidente de la Isla, emporio económico de la colonia donde se concentraba el grueso de la economía y el mayor número de esclavos. De las ganancias extraídas allí, España se valía para sufragar los gastos de la guerra que sostenía contra los propios cubanos. El estado de guerra en 1873 determinó la necesidad imperiosa de extender el área de combate, Máximo Gómez al mando de Camagüey se dedicó a organizar la tropa invasora.

En este trabajo tiene como objetivo exponer los antecedentes y características de las dos invasiones que marcaron el desarrollo de nuestras luchas por la independencia en el siglo xix así como algunas experiencias de la organización de la Sanidad Militar y del ejercicio de la medicina militar cubana en este siglo.

Se pone de manifiesto cómo los cubanos en las guerras contra el colonialismo español establecieron las bases reglamentarias para la Sanidad Militar. En la Guerra de los Diez Años (1868-1878) no se logró una óptima organización de la Sanidad Militar, pero las experiencias alcanzadas fueron el cimiento para la creación del Cuerpo de Sanidad Militar en la Guerra del 95. Se puede afirmar que el meritorio desempeño de los cubanos en el ejercicio de la medicina en condiciones de campaña en las guerras por la independencia de Cuba en el siglo XIX ofrece interesantes experiencias para la medicina militar contemporánea.

No es posible entender el momento en el cual vivimos si no indagamos en las raíces que la han condicionado pues como planteó nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro: "Para nosotros, la historia, más que una minuciosa y pormenorizada crónica de la vida de un pueblo, es base y sostén para la elevación de sus valores morales y culturales, para el desarrollo de su ideología y de su conciencia, es instrumento y vehículo de la Revolución"

DESARROLLO

La invasión frustrada. (1875)

El general Máximo Gómez recibió la misión de conducir al ejército mambí en su marcha hacia Occidente, El 2 de enero de 1875 Gómez le comunica a sus oficiales el inicio de la invasión, no contando con el permiso de la cámara. Esta campaña invasora debía cumplir tres objetivos esenciales:

  • 1. Extender el teatro de operaciones mambisas, convirtiendo la guerra de liberación en un proceso verdaderamente nacional.

  • 2. Acabar, a sangre y fuego, con toda la riqueza de Occidente, que con el pago de impuestos elevados, contribuía firmemente a financiar la guerra.

  • 3. Abolir la esclavitud en la zona occidental, sumando decena de miles de esclavos al ejército libertador.

Múltiples factores se combinaron para impedir el éxito de esta imprescindible empresa militar. Por un lado, una errónea táctica llevó a Gómez a sostener en territorio camagüeyano, grandes enfrentamientos contra las tropas españolas, como la batalla de las Guásimas, que si bien fue una victoria para las armas cubanas, igualmente significó un desgaste de las fuerzas, tanto en hombres como en parque, que a la postre retrasaron la expedición. Tampoco fue efectivo, y mucho menos puntual, el apoyo del Gobierno de la República en Armas a tan importante proyecto.

Entre los jefes villareños se desarrolló un profundo espíritu localista, que los hizo negarse a ser dirigidos por oficiales de otras zonas. Organizados en una sociedad secreta (Unidad Republicana), los villareños comenzaron a desobedecer a connotados jefes militares, lo que obligó a Gómez a sustituirlos para tratar de mantener la unidad de la revolución, a tal punto que por medio del polaco Carlos Roloff le informan a Gómez que debe abandonar la región, dada su condición de no villareño. Aplastado por esta situación el jefe de la invasión redacta su carta de renuncia y abandona la zona en octubre de 1678. A partir de esta fecha, la invasión desapareció dentro del decurso de la guerra.

Pero las rémoras que decisivamente frenaron el ímpetu invasor en la Guerra de los Diez Años fueron el regionalismo y el racismo, pesados lastres de los que los cubanos no habíamos podido desprendernos a la sazón, y que impusieron su estrechez de miras, por ejemplo, en aquellos que se negaron a continuar la guerra más allá de los límites de sus comarcas, o de quienes no aceptaban subordinarse a jefe alguno que no hubiese salido de entre sus coterráneos.

El racismo también hizo mucho daño en aquella Guerra Grande, tanto, que obligó al general Maceo a renunciar al mando de tropas que participarían en la invasión, y que se negaban a ser dirigidas por un individuo de color, como se decía entonces. En fin, fracasó la necesaria invasión a Occidente por la falta de unidad entre los cubanos. A duras penas, y con poca fuerza, pudo llegar hasta las comarcas del este de Matanzas. Con ella, fracasaba también la Guerra de los Diez Años.

Pero la idea se mantuvo latente. Para cualquier intento revolucionario era indispensable extender la guerra a todo el país, lo que obligaría a España a desconcentrar sus fuerzas sobre una región determinada. Igualmente, desde el punto de vista militar, al estar la Isla completa en pie de guerra, se facilitaría el arribo de expediciones, a la vez que se engrosarían las filas del Ejército Libertador.

Así lo comprendió José Martí, quien al diseñar la Guerra Necesaria proyectó el estallido simultáneo de esta en las tres regiones de la Isla -Oriente, Centro y Occidente- conjugado con la llegada de los principales jefes en tres expediciones sincronizadas para arribar al unísono por puntos de estas tres regiones. Las adversidades, descritas en otras ocasiones, hicieron fracasar estos planes tan meticulosamente preparados, y finalmente solo Oriente cumplió el doble compromiso de reiniciar la guerra en los primeros meses de 1895 y mantenerla viva hasta la llegada de los principales jefes.

La invasión: tres meses fundamentales en una revolución anticolonial (1895)

Es así que, nuevamente, se impone la idea de la invasión, una vez naufragada la intención de levantar todo el país desde los primeros momentos. La muerte prematura de Martí le impide ver materializada la idea, y corresponde a Gómez y a Maceo encabezar la contienda. En la concepción estratégica del libertador dominicano_ cubano la invasión tenía dos objetivos fundamentales:

  • 1. Extender las operaciones militares obligando a España a pelear simultáneamente en todo el territorio nacional: convertir la guerra de regional, en nacional, incrementando su intensidad.

  • 2. Arrasar y destruir toda la riqueza, fuese de españoles o de cubanos, que le daba ganancias a la metrópoli por vía de los impuestos.

Cuando llega el 22 de octubre de 1895, ya el Titán tenía organizadas las fuerzas y su equipo de mando: el general José Miró Argenter como jefe de Estado Mayor; el general Luis de Feria, al frente de la Caballería; el general Quintín Bandera, jefe de la Infantería; el coronel Joaquín Castillo Duany, jefe de Sanidad y el coronel Pedro Vargas, a cargo de la Instrucción. Después de la salida, Maceo evita cualquier enfrentamiento con el enemigo, siempre que este significara merma de las fuerzas que se encaminaban al poniente cubano. Por ello, esquiva a las tropas numerosas que, desde Holguín, se envían para frenarlo.

El insigne Comandante de la armada invasora, a paso redoblado avanzó siempre a Occidente, dejó atrás a varias columnas españolas y solo cuando le fue cerrado el camino hubo de echar mano a su machete para rechazar a sus rivales.

Recordando las experiencias del 68, casi no combate en Oriente. Tampoco en Camagüey, adonde entra el 8 de noviembre. En territorio agramontino, específicamente en la finca La Matilde -antigua propiedad de los Simoni, la familia de Amalia, la amorosa compañera del Mayor-, Enrique Loynaz del Castillo y Dositeo Aguilera compusieron, el 15 de noviembre, el Himno Invasor, inicialmente nombrado Himno al General Maceo, pero este, enemigo de todo cuanto significara exaltación a su persona, rechazó esa denominación y sugirió para dicha composición el nombre que hoy ostenta.

El día 29 de noviembre cruzó, sin grandes contratiempos, la trocha de Júcaro a Morón y se une a Gómez en San Juan, aquí Maceo abraza a Gómez. Seguidamente, en el campamento ubicado en Lázaro López, se unen ambos afluentes y queda constituida definitivamente la fuerza invasora, a la vez que se definen los derroteros de la Invasión. En el histórico enclave de Lázaro López, Gómez pronuncia un encendido discurso en el que espolea a los mambises a "llegar a los confines de Occidente, hasta donde haya tierra española" y alerta que "el día que no haya combate será un día perdido".

Y pasan a Las Villas, donde combaten juntos, y juntos escriben páginas de gloria en La Reforma, Iguará, Los Indios, Casa de Tejas, Manacal, Manicaragua, El Quirro, Siguanea y Mal Tiempo, esta última considerada una de las principales acciones de la Invasión, en la que nuestros hombres enfrentaron la columna del teniente coronel español Narciso Rich,).

En la provincia de Matanzas tienen lugar los combates de La Colmena y Coliseo, este último (23 de diciembre de 1895) fue de poca significación desde el punto de vista militar, pero políticamente muy revelador, pues se demostró la imposibilidad de España para frenar el avance a Occidente, aun cuando sus fuerzas, esta vez, estuvieron comandadas por el propio capitán general Arsenio Martínez Campos.

De Coliseo avanzan hacia Sumidero, donde inician el llamado Lazo de la Invasión, consistente en una contramarcha, aparentemente desorganizada, y que pretendía trasmitir a los españoles la señal de retirada. Martínez Campos cae en la trampa, y pensando cortarle la retirada a los mambises, sube a sus tropas a bordo de los trenes, y se adelanta para esperar al supuesto ejército que se repliega en desbandada. Entonces, esa fuerza increíble de cubanos se reúne nuevamente, y se orienta hacia Occidente, ahora destruyendo las vías férreas para evitar que el enemigo, que inútilmente lo espera por el este, les dé alcance.

El 28 de diciembre de 1895 está la columna invasora de nuevo en Matanzas y enseguida, en las primeras horas del siguiente día, libran el combate de Calimete. Quedaba expedito el paso a la provincia  de La Habana, que acontece el 1° de enero de 1896 después de las últimas acciones en Matanzas (Isabel y El Estante). En el corazón del emporio agropecuario matancero, durante un breve descanso en el poblado de El Roque, Gómez deja un desafío a España: "Digan al general Martínez Campos que siga por el rastro de la candela si quiere seguir mi rumbo", y junto a Maceo derrotan otra vez a las falanges hispanas el 29 de diciembre en Calimete.

La entrada en la provincia habanera dispara las alarmas en la capital, pues las fuerzas colonialistas se atemorizan al tener tan cerca, como nunca antes, tal cúmulo de fuerzas mambisas, y a los dos jefes más renombrados de la guerra: Gómez y Maceo. El 5 de enero en Güira de Melena, sin embargo, la columna invasora encuentra, excepcionalmente, una fuerte resistencia por parte de los voluntarios y algunas fuerzas regulares, pero son aplastados por Maceo y sus hombres, que continuaron su avance, destruyendo a su paso la riqueza que no había querido ponerse a favor de la independencia. quien a la vez que gana un abundante material bélico, se comporta con su proverbial hidalguía con los valerosos vencidos.

El 7 de enero Maceo se había despedido de Gómez, que permaneció en La Habana para evitar que se concentraran en la estrecha Pinar del Río todas las fuerzas hispanas contra Maceo. Gómez desarrollará en esta región desconocida para él, la gloriosa Campaña de la Lanzadera, llamada así por los sistemáticos movimientos en todas direcciones para enfrentar las fuerzas y medios acumulados por el adversario, que nunca pudo descifrar la zigzagueante táctica del Viejo, que con este vaivén guerrillero los distraía con veladas amenazas de atacar La Habana, manteniendo en zozobra constante al Estado Mayor colonial.

Al día siguiente entra en la provincia de Pinar del Río. Allí, en Vueltabajo, libra con su tropa los últimos combates de la Invasión en Cabañas, San Diego, Bahía Honda, La Mulata, Viñales, Las Taironas y Tirado. El 22 de enero la Columna Invasora arribó a Mantua En los Mangos de Roque es recibido de forma oficial por las autoridades y vecinos de relieve, Maceo los atiende con caballerosidad, es un momento de júbilo en el confín más occidental del poder metropolitano, por la proeza ejecutada tan brillantemente por el caudillo invasor.

y el día 23 se levantó un acta para dar por concluido este épico episodio de la guerra, y se izó la bandera de la estrella solitaria, que le fuera obsequiada a Maceo por las damas del Camagüey. Tenía Maceo entonces 50 años de edad, y desde su salida de los Mangos de Baraguá hasta Mantua había cabalgado 424 leguas y sostenido 27 combates, en el lapso de tres meses.

Los estrategas más reconocidos de la época se asombraron de esta hombrada, y la elogiaron en términos superlativos. En efecto, la columna invasora, que en sus mejores momentos tuvo alrededor de cuatro mil hombres, enfrentó a más de 200 mil soldados enemigos y tuvo que atravesar una isla larga y estrecha, donde los españoles dominaban las vías de comunicación. Por otro lado, en Occidente se concentraban las mayores y mejores unidades de combate españolas, y los principales núcleos del integrismo.

Los resultados de la Campaña Invasora fueron magníficos: en lo militar se logró extender la guerra de liberación por el territorio nacional para obligar a los españoles a dispersar sus fuerzas, a la lucha independentista se incorporarían miles de nuevos combatientes, las expediciones que enviaba la emigración iban a poder arribar por cualquier punto de las costas cubanas y se elevó el prestigio de las armas mambisas.

En lo económico la "tea incendiaria" causó daños irreparables, afectó las fuentes de riqueza con que España financiaba sus ejércitos, fundamentalmente la zafra azucarera que descendió en más de dos tercios la producción.

En lo político se extendió el poder del Gobierno de la República en Armas a todo lo largo y ancho de Cuba y muchos pueblos y naciones del mundo apreciaron el nivel político de la Revolución y la justeza de su causa.

La Invasión a Occidente, joya del arte militar cubano, fue seguida por corresponsales de importantes diarios del mundo, y repercutió de inmediato en la prensa internacional. El periódico New York Herald dijo: "una de las más atrevidas en los designios de forzar líneas enemigas", The Sun, expresó: "La estrategia del jefe revolucionario jamás ha sido sobrepujada en una guerra, la invasión se acerca a los prodigios de la leyenda Gómez ha desplegado admirable genio militar", y el Times de Londres consideró que "la campaña de los españoles puede darse por fracasada",

Enaltecida la hazaña de los mambises a los ojos del universo, era evidente que la razón estaba de parte de la Revolución emancipadora, que el triunfo cubano era solo cuestión de tiempo, y que el enérgico proceder de Gómez y Maceo haría realidad las proféticas palabras del Mayor Ignacio Agramonte: "Un pueblo amigo de la libertad y decidido a arrostrarlo todo para tenerla, alcanza siempre el laurel inmarchitable de la victoria".

La sanidad militar en ambas guerras

El estudio de la organización de la Sanidad Militar y del trabajo médico militar en las guerras por la independencia de Cuba en el siglo XIX, ofrece una fuente de experiencias para la medicina militar contemporánea en nuestro país, de interés para las actuales generaciones de médicos militares en su preparación para el aseguramiento médico en la justa defensa de la patria, en la guerra de todo el pueblo.

La labor de los médicos cubanos en la lucha por nuestra independencia contra el colonialismo español es reconocida, en su práctica profesional y también como combatientes y políticos.1 Muchos médicos estuvieron entre los iniciadores de las luchas independentistas, poniendo sus conocimientos, talento y dedicación a la atención de los heridos y enfermos, combatientes mambises y sus familiares, que los acompañaban a la manigua para protegerse de la represión del enemigo.

En las dos guerras de los cubanos contra el colonialismo español la asistencia médica estuvo regulada por leyes de organización militar, que establecieron las bases reglamentarias para la Sanidad Militar del Ejército Libertador. El Presidente de la República en Armas, Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo, creó por Decreto en abril de 1870 el "Cuerpo de Sanidad Militar", En la Guerra de los Diez Años (1868-1878), no se logró la óptima organización de la Sanidad Militar.

En la práctica, la asistencia médica a los heridos y enfermos en las condiciones precarias de la manigua era brindada por los oficiales médicos, asignados a diferentes grupos de combatientes. Sin embargo, las experiencias y conocimientos adquiridos sentaron las bases para la formación del Cuerpo de Sanidad Militar de la Guerra que se reinició el 24 de febrero de 1895. Además, demostró el inmenso patriotismo, el valor y la entrega de los médicos cubanos en el ejercicio de la medicina militar. Durante esta etapa de la contienda bélica contra el colonialismo español murieron 13 médicos del Ejército Libertador, 6 farmacéuticos y 3 dentistas.

En la Guerra del 95 (1895-898) se organizó por el Gobierno de la República en Armas el "Cuerpo de Sanidad Militar".9 Con este propósito se reunieron en Septiembre de 1895 un grupo de personalidades médicas, entre las que se e encontraban los Doctores Joaquín Castillo Duany, Fermín Valdez Domínguez, Federico A. Incháustegui y Cabrera, Hugo Robert y Eugenio Sánchez Agramonte. Por su experiencia y capacidad fue nombrado Director Jefe del Cuerpo de Sanidad Militar el Doctor Incháustegui, si bien por su avanzada edad y enfermo, murió días después. El Doctor Joaquín Castillo Duany ocupó el cargo de Jefe del Primer Cuerpo de Sanidad, con grado de coronel.

El 28 de enero de 1896 se aprobó "La Ley de Sanidad Militar" que instauró la distribución sanitaria por ejércitos y divisiones, que incluía médicos, dentistas, farmacéuticos y estudiantes de medicina. Se organizó un sistema de transporte de los heridos para las acciones combativas de las etapas más móviles de la guerra, como en la campaña de la invasión, en que fue necesaria la evacuación de más de 400 heridos de las fuerzas mambisas, muchas veces bajo el hostigamiento de las tropas españolas.12

El Cuerpo de Sanidad logró mayor organización por la "Ley de Organización Militar" del 1ero de diciembre de 1897. El Cuerpo de Sanidad Militar se compondrá de una Plana Mayor o personal científico, compuesto de médicos y farmacéuticos y una Plana Menor o Brigada Sanitaria formada por personas que sin tener esos títulos tengan aptitud suficiente".

Las fuerzas del Ejército Libertador contaban con un servicio sanitario "móvil" para los campamentos en las marchas y en los campos de batalla y otro "fijo" en los hospitales, farmacias y comisiones especiales. También existían grupos de médicos que brindaban asistencia móvil, asignados a grupos de combatientes, y se crearon los hospitales de sangre para atender a los heridos evacuados del campo de batalla. Estos hospitales en ocasiones se ubicaban en zonas poco seguras, por lo que eran atacados por las fuerzas enemigas, que realizaban matanzas de los de los médicos y de los heridos hospitalizados.

Las estadísticas recogidas durante los cuatro años de conflagración (1895-1898) demuestran los logros de la Medicina Militar cubana en las condiciones de campaña: fueron atendidos 2 846 heridos de las tropas del General Máximo Gómez, de los que se recuperaron 2 328; en el Cuerpo de Camagüey se asintieron 527 heridos, y se reincorporaron a la guerra 434. Los datos expuestos evidencian el meritorio desempeño de los médicos mambises, que trabajaron en condiciones muy adversas. Participaron más de 130 médicos en esta etapa de las luchas por la libertad de Cuba. Ofrendaron sus vidas 14 de ellos, 10 farmacéuticos y 5 dentistas. Sus nombres junto al de Isabel Rubio, mártir de la enfermería mambisa, integran el cuadro de honor de una hermosa página épica de la medicina militar en Cuba.

En la Guerra del 95 la cirugía de campaña alcanzó muy alta calidad. El Ejército Libertador de Cuba contó en sus filas con tres personalidades de la cirugía cubana, en la cima de sus facultades quirúrgicas, los Doctores Francisco Domínguez Roldán y Enrique Núñez de Villavicencio y Palomino, que estuvieron en las primeras líneas del combate en el campo de batalla y en los hospitales militares de campaña. En la retaguardia, en los Estados Unidos, para intervenir o reintervenir a los heridos que de manera casi increíble se le hacían llegar, el Doctor Raimundo García Menocal.

El Doctor Enrique Núñez de Villavicencio y Palomino alcanzó el grado de Coronel Médico y contribuyó a la organización de los Servicios de la Sanidad Militar en la Guerra del 95 Fue incorporado con el grado de Comandante al Estado Mayor del Lugarteniente General Calixto García Iñiguez y nombrado Jefe de Sanidad Militar del 2do. Cuerpo de Ejército. Participó en todas las acciones de guerra importantes en las provincias de Oriente y Camagüey.

No solo las lesiones traumáticas producidas por los machetes, las bayonetas, las balas o la metralla del enemigo ocupó el trabajo de los médicos mambises.25 Las enfermedades infectocontagiosas y el parasitismo afectaron a las tropas, provocando bajas sanitarias y no pocas veces, la muerte de los afectados. Las condiciones de vida en la manigua, los vectores (mosquitos y otros insectos, ratas y ratones), las malas condiciones del agua, tomada directamente de ríos, lagos y charcos, eran fuente de transmisión de los gérmenes patógenos. El ejercicio de la medicina militar de los galenos cubanos en las dos guerras de independencia estuvo dirigido también al control y al tratamiento de la fiebre amarilla, la malaria, la disentería, el parasitismo intestinal, la difteria y el cólera, que estaban entre las enfermedades de mayor morbilidad y mortalidad entre las tropas mambisas.26

En la práctica de la medicina militar durante las dos guerras, algunos médicos trataron a los jefes mambises, tarea que era asignada por el Gobierno de la República en Armas y que cumplían con gran responsabilidad y sentido del deber patriótico. Ejemplo fueron los médicos que asistieron al lugarteniente general Antonio Maceo Grajales, con quienes tuvo estrechos vínculos, en algunos casos de profunda compenetración con profesionales de la medicina cubana que lo atendieron en su vida de combatiente revolucionario, en la que recibió más de 25 heridas de bala y una de sable.27

Entre los que en el ejercicio de la medicina militar cuidaron y atendieron al "Titán de Bronce" se mencionan el Doctor Félix Figueredo Díaz, su médico, consejero y amigo. Desde el inicio de la Guerra se unió a las tropas de Donato Mármol. Como médico y soldado fue activo, alcanzó el grado de General de Brigada. El Doctor Eusebio Hernández Pérez, alta personalidad de la obstetricia cubana, que llegó a sentir una gran devoción por el héroe mambí y fue su más íntimo consejero en decisiones estratégicas del movimiento revolucionario independentista entre los años 1880 a 1887.

En la invasión a Occidente uno de los oficiales más destacados junto a los generales Gómez y Maceo lo fue el estudiante de Medicina José Luis Robau López, quien obtuvo el grado de general de brigada. Otro destacado médico fue el Doctor Nicolás Alberdí Golzarri, coronel de Sanidad Militar, que actuó como hábil cirujano de campaña y soldado en las tropas del general de brigada Juan Bruno Zayas Alfonso. El general Zayas, otro médico distinguido, fue uno de los jefes más estimados por Maceo en la campaña invasora, con él llegó hasta su final. Fue uno de los dos médicos que firmaron la histórica acta de terminación de la epopeya en el Ayuntamiento de Mantua, el 23 de Enero de 1896.

Durante la campaña de Occidente se incorporan a la columna invasora dos médicos de gran prestigio, el Doctor Francisco Díaz Vivó, que se cubrió de gloria en la curación de heridos en difíciles condiciones en el combate de Ceja del Negro, ayudado por la insigne patriota, capitana Adela Azcuy Labrador y el hijo de la capitana Isabel Rubio Díaz, el Doctor Modesto Gómez Rubio, que figuró entre los ayudantes del General Maceo y culminó la guerra con el grado de coronel.

El médico de Maceo durante la campaña invasora fue el Doctor Hugo Roberts Fernández, general de brigada del Ejército Libertador. En el combate de Mal Tiempo Maceo lo ascendió a coronel y quedó como Jefe de Sanidad del Departamento Occidental al llegar la columna invasora a Mantua. El último médico del lugarteniente general Antonio Maceo Grajales fue el Doctor Máximo de Zertucha y Ojeda, que lo atendió de una herida recibida en la acción de Tapia, a solo ocho días de ser nombrado su médico. De igual modo le competió refrendar la defunción de su compañero de armas, el ayudante de campo Francisco Gómez Toro.

Como se ha observado, el aseguramiento médico de las acciones combativas constituyó uno de los elementos fundamentales para la subsistencia de las fuerzas mambisas durante las contiendas bélicas independentistas del siglo XIX. La atención médica realizada por el Cuerpo de Sanidad Militar del ejército libertador a los enfermos y a los heridos representó una de las páginas más gloriosas de la historia del arte militar cubano y aportó ricas experiencias en la solución de este complejo problema en las condiciones de un país ocupado, en esta época por los colonialistas españoles.

La contribución de los médicos cubanos a nuestra independencia se caracterizó por su patriotismo, con el que brindaron servicios a la causa independentista, en la atención en campaña de los combatientes heridos o enfermos. Por ello, es recomendable el estudio de las experiencias aportadas por los médicos militares del Ejército Mambí, porque en ellas se encuentran modelos autóctonos que contribuirán a enfrentar los problemas médicos en las condiciones concretas de la ejecución de la actividad práctica de las especialidades médicas militares y poder enfrentar de forma integral las particularidades de la aplicación de las ciencias médicas en el aseguramiento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, para dar solución a los problemas médico militares que puedan afectar la salud de los combatientes, tanto en la paz, como en los escenarios de conflictos armados. Con este trabajo se contribuye a divulgar y promover las más genuinas experiencias de la práctica médico-militar en Cuba.

Conclusiones

  • 1. Las invasiones organizadas durante las guerras del 1868 y 1895 constituyen hechos históricos importantes que marcaron el desarrollo y final de ambas guerras.

  • 2. El fracaso de la invasión a Occidente durante la guerra del 1868 lo constituyó el regionalismo y el racismo, pesados lastres de los que los cubanos no se habían podido desprender, en fin, la falta de unidad entre los cubanos los llevó al resultado de la misma.

  • 3. Con todo, la Invasión de 1895 cumplió sus objetivos militares, económicos y políticos, puso en punto de mate al colonialismo español en Cuba y mostró al mundo la grandeza de un pueblo cuando lucha por su independencia, y la genialidad de los líderes que lo guiaron: Antonio Maceo y Máximo Gómez

  • 4. El aseguramiento médico de las acciones combativas constituyó uno de los elementos fundamentales para la subsistencia de las fuerzas mambisas durante las contiendas bélicas independentistas del siglo XIX

Bibliografía

1. Delgado García G. La salud pública en Cuba durante el periodo colonial español. Conferencia Cinco. Cuaderno de Historia de la Salud Pública (La Habana). 1996; No. 81. Disponible en: http://bvs.sld.cu/revistas/his/vol_1_96/his07196.htm

2- Delgado García G. La organización de la sanidad militar española y mambisa durante las guerras independentistas. La salud pública en Cuba durante el periodo colonial español. Cuaderno de Historia de la Salud Pública (La Habana). 1996;81(1). Disponible en: http://bvs.sld.cu/revistas/his/vol_1_96/his03196.htm

3. Infante Velásquez M. La medicina militar, la guerra y las nuevas posibilidades de atención a las bajas sanitarias. Rev. Cubana Med Milit. 2007;36(1). Disponible en: http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid

4-Torres cuevas, Eduardo y Loyola Vega, Oscar: Historia de Cuba (1492-1898). Formación y liberación de la nación. Editorial Pueblo y Educación, La Habana. 2001

 

 

 

Autor:

Claudia B Morales Díaz

Beatriz Chaviano Fuentes

Yanet Castañeda Gómez

Enviado por:

GeorginaDiaz

Universidad de Ciencias Médicas de Villa Clara

"Dr. Serafín Ruiz de Zárate Ruiz"

FUM: Manicaragua

edu.red

Año: 2016

"Año 58 de la Revolución"

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