Erasmo pudo salirse con la suya y le creyeron, principalmente porque su brillante trabajo con la Biblia confirmaba su fe y su enorme difusión pública lo había convertido en un personaje querido y admirado por católicos y protestantes por igual. Sin embargo, en general Erasmo estaba de acuerdo con las ideas de Lutero, (o mejor dicho, Lutero estaba de acuerdo con las ideas de Erasmo) especialmente en las críticas sobre el modo de administrar la Iglesia. Además, Lutero y Erasmo se hicieron amigos personales, y el reformador Lutero fue una de las pocas personas a las que Erasmo reconocía públicamente admirar. El alemán, por su parte, siempre defendió las ideas de Erasmo argumentando que eran el resultado de un trabajo limpio y de una mente superior.
Pero la situación no podía durar: Lutero empezó pronto a presionar a Erasmo para que éste se presentara como la cara visible de los reformistas, a lo que el holandés se negó completamente. Por su parte, el Papa también presionaba a Erasmo para que atacara a los protestantes. La negativa de trabajar para uno u otro bando fue interpretada por ambos como cobardía y deslealtad. La Iglesia lo acusó con una frase célebre: "Usted puso el huevo y Lutero lo empolló", a lo que el teólogo respondió con la no menos conocida ironía: "Sí, pero yo esperaba un pollo de otra clase".
Sin que lo quisiera, el apoyo de Erasmo al desarrollo del Luteranismo tuvo en la religión un efecto contrario al que él deseaba. El protestantismo daba un gran impulso al interés y compromiso personal de los fieles en la religión. Pero Erasmo siempre había luchado por cambiar los abusos que los católicos hacían de las ideas cristianas, pero no las ideas mismas. Él afirmaba que la reforma podía hacerse perfectamente sin recurrir a cambios doctrinales. Sólo dos veces en su vida permitió que se lo involucrara en polémicas sobre asuntos de doctrina, ya que las consideraba ajenas a la verdadera tarea de su vida. Con el ansia de verdad científica que guiaba su obra, poco después analiza los argumentos contrarios de católicos y protestantes y termina concluyendo que ambas posturas contienen partes de verdad.
Erasmo pasó los últimos años de su vida acosado tanto por católicos como por reformadores. Esos tiempos fueron amargados por duras disputas con hombres a los que Erasmo había querido y respetado en el pasado pero que no le perdonaron el hecho de no haber querido tomar partido e intentaban desprestigiarlo en su ancianidad.
La ciudad suiza de Basilea, donde residía Erasmo, se adhirió oficialmente en 1529 a la Reforma, por lo que el sabio se alejó de allí y estableció su residencia en la ciudad imperial de Friburgo. La poblaban muchos católicos, y parece ser que resultó más fácil para Erasmo mantener su independencia intelectual allí que en Basilea.
La última obra del pensador, titulada "Preparación para la muerte", asegura que haber llevado una vida íntegra, proba, honesta es la única condición para alcanzar una "muerte feliz". Por motivos indescifrables, Erasmo se desplazó poco después de la publicación de este libro a la ciudad de Basilea una vez más. Hacía seis años que había partido, y de inmediato se acopló a la perfección con un grupo de estudiosos (anteriormente católicos) que ahora analizaban detalladamente la doctrina luterana. Fue ésta la última ruptura con el catolicismo, que Erasmo mantendría hasta el fin. Murió en Basilea en el año 1536. El lema de toda su vida fue: "Cuando tengo un poco de dinero, me compro libros. Si sobra algo, me compro ropa y comida".
Algunos historiadores han afirmado que Erasmo poseía un acentuado criterio humanista y que fue el primer intelectual que estudió la Biblia con un enfoque crítico, es decir, bajo cualquier prisma que no fuera el de considerarla un texto revelado. Sin embargo, no parece que esta alegación sea cierta de Erasmo de Rotterdam sino más bien de algunos de sus admiradores posteriores.
Tal como Erasmo se vio envuelto en una controversia religiosa sin desearlo, que se inflamó cuando los protestantes usaron su "Nuevo Testamento" traducido a las lenguas vernáculas para hacer que el público lector percibiera con claridad el censurable comportamiento del clero (a la luz comparativa de los principios rezumantes de los evangelios y de las cartas apostólicas que ahora toda persona común podía leer), es posible, igualmente, que las ideas librepensadoras de él indujeran en algunos de sus seguidores el fuerte deseo de poner en entredicho no sólo las doctrinas eclesiásticas sino también el contenido de la propia Biblia. Esto último, ajeno al pensamiento de Erasmo, fue un resultado colateral indeseable producido por el librepensamiento llevado a extremos; y, posteriormente, semejante extremismo conduciría a la denominada "alta crítica".
Alta crítica.
Según una nota de la página 38 del libro "La Biblia… ¿la Palabra de Dios, o palabra del hombre?", editado por la Sociedad Watchtower en 1989: «La "Alta crítica" (o "el método histórico-crítico") es una expresión que se usa para describir el estudio de la Biblia con el fin de averiguar detalles como quién escribió cada libro, de qué fuente vino la información y cuándo fue compuesto».
Es curioso que la "alta crítica" surgiera prácticamente en el seno del protestantismo, puesto que precisamente el movimiento protestante se amparó en la autoridad de la Biblia (usando especialmente la traducción de Erasmo de Rotterdam) para denunciar y oponerse a los desmanes del clero católico. El libro antes citado ("¿Palabra de Dios o del hombre?"), en su página 31, párrafo 14, señala: «Después de la rebelión protestante contra el poder católico romano en el siglo XVI, la misma Iglesia Católica Romana se vio obligada a producir traducciones de la Biblia en las lenguas comunes de Europa. Pero aun entonces la Biblia se asoció más con el protestantismo que con el catolicismo. Como escribió el sacerdote católico romano Edward J. Ciuba: "Hay que reconocer honradamente que una de las consecuencias más trágicas de la Reforma protestante fue que los fieles católicos descuidaron la Biblia. Aunque nunca fue olvidada por completo, para la mayoría de ellos la Biblia era un libro cerrado"»
A continuación, en los párrafos inmediatos siguientes, el mismo libro prosigue: «Pero las iglesias protestantes no están sin culpa en lo que respecta a oponerse a la Biblia. Con el transcurso de los años ciertos eruditos protestantes lanzaron otra clase de ataque contra la Biblia: un ataque intelectual. Durante los siglos XVIII y XIX desarrollaron un método de estudiar la Biblia conocido como la alta crítica. Sus exponentes enseñaban que gran parte de la Biblia se componía de leyenda y mito. Algunos hasta dijeron que Jesús nunca había existido. En vez de decir que la Biblia era la Palabra de Dios, aquellos eruditos protestantes decían que era la palabra del hombre, y, además, una palabra muy confusa.
Aunque ya no se creen las más extremas de aquellas ideas, en algunos seminarios todavía se enseña la alta crítica, y no es raro oír a clérigos protestantes negar en público la veracidad de grandes porciones de la Biblia. Así, en un periódico australiano se citaron las palabras de un clérigo anglicano que dijo que gran parte del contenido de la Biblia "sencillamente es incorrecto. Parte de la historia es incorrecta. Es obvio que algunos de los detalles han sido falsificados". Esa manera de pensar es el resultado de la alta crítica».
En las páginas 37-54, continúa, en parte:
«Considere la acusación común de que la Biblia es sólo una colección de mitos y leyendas. ¿Tienen base sólida para tal crítica los adversarios de la Biblia? Para empezar, examinemos las Escrituras Hebreas, el llamado Antiguo Testamento.
A medida que uno lee la Biblia, nota que sus enseñanzas están enlazadas sólidamente con la historia. Los mandatos de Dios se dan a un pueblo histórico, y él trata con hombres, mujeres, familias y naciones de la vida real. Los eruditos modernos que ponen en duda la historicidad de la Biblia ponen en duda también la importancia y la veracidad de su mensaje. Si la Biblia es realmente la Palabra de Dios, entonces la historia que contiene debe ser digna de confianza y no tener simplemente leyendas y mitos. ¿Tienen dichos críticos razones para desafiar la veracidad histórica de la Biblia?
La alta crítica de la Biblia empezó con ahínco durante los siglos XVIII y XIX. En la mitad posterior del siglo XIX el crítico alemán de la Biblia llamado Julius Wellhausen popularizó la teoría de que los primeros seis libros de la Biblia, entre ellos Josué, se habían escrito en el siglo V antes de la EC… unos mil años después de los sucesos descritos en ellos. No obstante, admitió que parte de su contenido se había escrito antes. Esta teoría se imprimió en la undécima edición de la Encyclopædia Britannica, publicada en 1911, que explicó: "Génesis es una obra de un tiempo posterior al exilio, compuesta de una fuente sacerdotal de ese tiempo (P) y fuentes anteriores no sacerdotales que difieren notablemente de P en lenguaje, estilo y punto de vista religioso".
De toda la historia registrada en la parte inicial de las Escrituras Hebreas, Wellhausen y sus seguidores decían que "no [era] historia literal, sino tradiciones populares del pasado". Para ellos, los primeros relatos eran sólo un reflejo de la historia posterior de Israel. Por ejemplo, decían que en realidad no hubo enemistad entre Jacob y Esaú, sino que aquello reflejó la enemistad que en tiempos posteriores hubo entre las naciones de Israel y Edom.
Así pues, aquellos críticos creían que a Moisés nunca se le mandó hacer el arca del pacto, y en su opinión nunca había existido el tabernáculo, que fue el centro de la adoración israelita en el desierto. También creían que la autoridad del sacerdocio aarónico se estableció de lleno unos cuantos años antes de la destrucción de Jerusalén por los babilonios, lo que los críticos creían que había ocurrido a principios del siglo VI antes de la EC.
¿Qué "prueba" tenían para esas ideas? Los de la alta crítica alegan que pueden dividir el texto de los primeros libros de la Biblia en unos cuantos documentos diferentes. Uno de sus principios básicos es suponer que, por lo general, cualquier versículo bíblico que usa la palabra hebrea para Dios ("Elo·hím) por sí sola provino de un escritor en particular, mientras que cualquier versículo que se refiera a Dios por su nombre, Jehová, tuvo que haberlo escrito otro… como si un solo escritor no pudiera haber usado ambos términos.
El que un acontecimiento se haya registrado más de una vez en un libro se toma también como prueba de que hubo más de un escritor implicado, aunque en la literatura semítica antigua hay ejemplos semejantes de repetición. Además, se supone que cualquier cambio de estilo significa un cambio de escritor. Sin embargo, hasta los escritores de hoy día suelen emplear estilos diferentes en diversas etapas de sus carreras, o cuando tratan materia diferente.
¿Hay prueba verdadera para esas teorías? De ninguna manera. Cierto comentarista señaló: "La crítica, hasta en su mejor expresión, es especulativa e implica tanteo, algo siempre susceptible a modificación o a ser refutado y reemplazado por otra idea. Es un ejercicio intelectual, sujeto a todas las dudas y suposiciones que son parte inseparable de tales ejercicios". Especialmente es "especulativa e implica tanteo", en sumo grado, la alta crítica de la Biblia.
Gleason L. Archer, hijo, muestra otro fallo en el razonamiento de la alta crítica. Dice que la dificultad está en que "la escuela de Wellhausen empezó con la suposición pura (que difícilmente se han molestado en demostrar) de que la religión de Israel era sólo de origen humano como cualquier otra, y que tenía que ser explicada como un simple producto de la evolución". En otras palabras, Wellhausen y sus seguidores comenzaron por suponer que la Biblia era sólo palabra del hombre, y en eso basaron sus razonamientos.
Allá en 1909 la obra de consulta judía "The Jewish Encyclopedia" señaló otros dos puntos débiles de la teoría de Wellhausen: "Los argumentos por los cuales Wellhausen casi se ha ganado por completo a todo el cuerpo de críticos contemporáneos de la Biblia se fundan en dos suposiciones: en primer lugar, que el ritual se complica a medida que la religión se desarrolla; en segundo lugar, que las fuentes más antiguas necesariamente tratan las etapas más primitivas del desarrollo ritual. La primera suposición va contra la prueba procedente de culturas primitivas, y la última no tiene apoyo de la prueba que viene de códigos rituales como los de la India".
¿Hay alguna manera de someter a prueba la alta crítica para ver si sus teorías son correctas o no? "The Jewish Encyclopedia" pasó a decir: "Los puntos de vista de Wellhausen se basan casi exclusivamente en análisis literal, y tendrán que ser complementados por un examen desde el punto de vista de la arqueología institucional". A medida que pasaron los años, ¿tendió la arqueología a confirmar las teorías de Wellhausen? "The New Encyclopædia Britannica" contesta: "La crítica arqueológica ha tendido a comprobar que los detalles históricos típicos de hasta los períodos más antiguos [de la historia bíblica] son confiables, y a desestimar la teoría de que los relatos del Pentateuco [los registros históricos de los primeros libros de la Biblia] son simplemente el reflejo de un período muy posterior".
En vista del débil apoyo con que cuenta la alta crítica, ¿por qué es tan popular entre los intelectuales de hoy? Porque les dice lo que quieren oír. Cierto erudito del siglo XIX explicó: "Personalmente acogí mejor este libro de Wellhausen que casi todos los demás; pues me pareció que al fin el problema apremiante de la historia del Antiguo Testamento se había resuelto en conformidad con el principio de la evolución humana, que me veo obligado a aplicar a la historia de toda religión". Está claro que la alta crítica concordaba con sus prejuicios de evolucionista. Y en realidad ambas teorías tienen un propósito similar. Tal como si se acepta la evolución no hay que creer en la existencia de un Creador, así el aceptar la alta crítica de Wellhausen significa no tener que creer que la Biblia fue inspirada por Dios.
En [el] siglo XX de tendencia racionalista, el suponer que la Biblia no es palabra de Dios, sino del hombre, les [pareció] plausible a los intelectuales. A ellos se les hace mucho más fácil creer que las profecías se escribieron después del tiempo de su cumplimiento que aceptarlas como genuinas. Prefieren explicar como mitos, leyendas o cuentos populares los relatos bíblicos de milagros, más bien que considerar la posibilidad de que realmente sucedieran. Pero ese punto de vista manifiesta prejuicio y no da razón sólida para rechazar la veracidad de la Biblia. La alta crítica tiene fallos serios, y su ataque contra la Biblia no ha podido demostrar que la Biblia no sea la Palabra de Dios.
¿Tiene apoyo arqueológico la Biblia? Como campo de estudio la arqueología tiene un fundamento mucho más sólido que el de la alta crítica. De muchas maneras los arqueólogos que excavan entre los vestigios de civilizaciones pasadas han aumentado nuestro entendimiento de cómo era la vida en tiempos antiguos. Por eso no sorprende que muchas veces el registro arqueológico armonice con lo que leemos en la Biblia. A veces la arqueología hasta ha mostrado que la Biblia tiene razón y sus críticos no.
Por ejemplo, según el libro de Daniel, el último gobernante de Babilonia antes de su caída en manos de los persas se llamó Belsasar (Daniel 5:1-30). Puesto que fuera de la Biblia no había ninguna mención de Belsasar, se levantó la acusación de que la Biblia estaba equivocada y que aquel hombre nunca había existido. Pero durante el siglo XIX se descubrieron en unas ruinas del sur de Irak varios cilindros pequeños con inscripciones en grafía cuneiforme. Se halló que contenían una oración por la salud del hijo mayor de Nabonido, el rey de Babilonia. ¿Cómo se llamaba este hijo? Belsasar.
¡Así que había existido un Belsasar! Pero ¿era rey cuando Babilonia cayó? La mayoría de los documentos que se hallaron más tarde lo llamaban el hijo del rey, el príncipe heredero. Pero un documento cuneiforme descrito como el "Relato en versículos de Nabonido" arrojó más luz sobre la verdadera posición que ocupaba Belsasar. Informó: "Él [Nabonido] confió el "Campamento" a su (hijo) mayor, el primogénito, ordenó que estuvieran bajo su (mando) las tropas de todas partes del país. Lo cedió (todo), confió el reinado a él". De modo que a Belsasar se le encargó el reinado. ¡Para todos los fines, eso de seguro lo hacía rey! Esta relación entre Belsasar y su padre, Nabonido, explica por qué, durante aquel último banquete en Babilonia, Belsasar dijo que haría a Daniel el tercer gobernante del reino (Daniel 5: 16). Puesto que Nabonido era el primer gobernante, Belsasar mismo era sólo el segundo gobernante de Babilonia.
Sí, muchos descubrimientos arqueológicos han demostrado la exactitud histórica de la Biblia. Por ejemplo, la Biblia informa que después que el rey Salomón hubo recibido de David su padre el reinado, Israel disfrutó de gran prosperidad. Leemos: "Judá e Israel eran muchos, como los granos de arena que están junto al mar por su multitud, y comían y bebían y se regocijaban" (1 Reyes 4:20). En apoyo de esta declaración, leemos: "La evidencia arqueológica revela que hubo una explosión demográfica en Judá durante el siglo X antes de J.C. y después, cuando la paz y prosperidad que trajo David hizo posible la edificación de muchos pueblos nuevos".
Algún tiempo después, de una sola nación se desarrollaron dos —Israel y Judá—, e Israel conquistó el vecino país de Moab. En la ocasión de una rebelión de Moab bajo el rey Mesá, Israel formó una alianza con Judá y el vecino reino de Edom para guerrear contra Moab (2 Reyes 3:4-27). Un hecho extraordinario es que en 1868, en Jordania, se descubrió una estela (una losa con inscripciones) que contenía en lenguaje moabita el propio relato de Mesá sobre aquel conflicto.
Después, en 740 antes de la EC, Dios permitió que el rebelde reino norteño, Israel, fuera destruido por los asirios (2 Reyes 17:6-18). Sobre el relato bíblico de este suceso la arqueóloga Kathleen Kenyon dice: "Pudiera sospecharse que parte de esto es hipérbole". Pero ¿es así? Ella añade: "La evidencia arqueológica de la caída del reino de Israel es casi más gráfica que la del registro bíblico. […] El arrasamiento completo de los pueblos israelitas de Samaria y Hazor y la acompañante destrucción de Meguidó es la prueba arqueológica real de que el escritor [bíblico] no exageró".
La Biblia nos dice que, más tarde todavía, los babilonios sitiaron Jerusalén, donde reinaba Joaquín, y la derrotaron. Hay un relato de este suceso en la Crónica de Babilonia, una tablilla con escritura cuneiforme descubierta por los arqueólogos. En esa crónica leemos: "El rey de Akkad [Babilonia] […] puso sitio a la ciudad de Judá (iahudu) y el rey tomó la ciudad el segundo día del mes de Addaru". Joaquín fue llevado a Babilonia y puesto en prisión. Pero la Biblia indica que algún tiempo después lo pusieron en libertad y recibió una porción designada de alimento (2 Reyes 24:8-15; 25:27-30). Hasta esto tiene el apoyo de documentos administrativos hallados en Babilonia, que indican las raciones que se dieron a "Yaukín, rey de Judá".
Respecto a la relación entre la arqueología y los relatos históricos de la Biblia, el profesor David Noel Freedman observó: "Sin embargo, en general la arqueología ha tendido a apoyar la validez histórica de la narración bíblica. El amplio esquema cronológico desde los patriarcas hasta los tiempos del N[uevo] T[estamento] está en correlación con los datos arqueológicos. […] Descubrimientos futuros probablemente sostengan la actual postura moderada de que la tradición bíblica tiene raíces históricas y ha sido transmitida fielmente, aunque no sea historia en el sentido crítico o científico".
Entonces, respecto a los esfuerzos de los representantes de la alta crítica por restar crédito a la Biblia, dice: "Las reconstrucciones de la historia bíblica que han intentado efectuar eruditos modernos — por ejemplo, el punto de vista de Wellhausen de que la edad patriarcal era un reflejo de la monarquía dividida; o el rechazamiento de la historicidad de Moisés y del éxodo y la consiguiente reorganización de la historia israelita por Noth y sus seguidores— no han sobrevivido a los hechos arqueológicos con tan buen éxito como la narración bíblica".
Las limitaciones de la arqueología [deben ser tenidas en cuenta]. Los arqueólogos mismos reconocen que su ciencia tiene limitaciones. Por ejemplo, Yohanan Aharoni explica: "En lo que se refiere a interpretación histórica o histórico-geográfica, el arqueólogo sale del ámbito de las ciencias exactas y tiene que confiar en apreciaciones e hipótesis para llegar a un cuadro histórico amplio". En cuanto a las fechas asignadas a diversos descubrimientos, añade: "Siempre debemos recordar, por lo tanto, que no todas las fechas son absolutas, y que son sospechosas en diversos grados", aunque cree que los arqueólogos de hoy día pueden confiar más en las fechas que asignan que los arqueólogos del pasado.
"The World of the Old Testament" (El mundo del Antiguo Testamento) hace la pregunta: "¿Cuán objetivo o verdaderamente científico es el método arqueológico?". Contesta: "Los arqueólogos son más objetivos cuando desentierran los hechos que cuando los interpretan. Pero sus presuposiciones humanas afectan también los métodos que usan al excavar. No pueden evitar la destrucción de sus pruebas mientras excavan en las capas de la tierra, y por eso nunca pueden someter a prueba su "experimento" repitiéndolo. Esto hace que la arqueología sea singular entre las ciencias. Además, hace que el informar sobre asuntos arqueológicos exija mucho cuidado y esté lleno de escollos".
Se ve, pues, que la arqueología puede ser muy útil, pero que también es falible, como cualquier esfuerzo humano. Aunque consideramos con interés las teorías arqueológicas, nunca debemos verlas como verdad indiscutible. Si los arqueólogos interpretan sus hallazgos de modo que parezcan contradecir la Biblia, no se debe suponer automáticamente que la Biblia esté equivocada y que los arqueólogos tengan razón.
Se ha sabido que las interpretaciones arqueológicas han cambiado.
Es interesante que en 1981 el profesor John J. Bimson reexaminó la destrucción de Jericó. Estudió cuidadosamente la destrucción por fuego de Jericó que, según Kathleen Kenyon, ocurrió a mediados del siglo XVI antes de la EC. Según él, aquella destrucción no sólo armonizaba con el relato bíblico de Josué sobre la destrucción de la ciudad; el cuadro arqueológico de Canaán en conjunto también encajaba perfectamente con la descripción bíblica de Canaán cuando los israelitas la invadieron. Por consiguiente, sugiere que la fecha arqueológica que se ha dado está equivocada, y propone que dicha destrucción realmente tuvo lugar a mediados del siglo XV antes de la EC, durante la vida de Josué.
Esto ilustra que muchas veces los arqueólogos difieren entre sí. Por eso, no sorprende que algunos no concuerden con la Biblia, pero otros sí. No obstante, entre los eruditos crece el respeto a la historicidad de la Biblia en general, si es que no en todo detalle. William Foxwell Albright representó la opinión de un grupo cuando escribió: "Generalmente se ha regresado a un aprecio de la exactitud de la historia religiosa de Israel, tanto en general como respecto a detalles de los hechos. […] En resumen, de nuevo podemos ver que desde el principio hasta el fin la Biblia es un documento auténtico de historia religiosa".
En realidad la Biblia muestra en sí misma que es historia exacta. Los sucesos se enlazan con tiempos y fechas específicos, a diferencia de los sucesos de la mayoría de los mitos y leyendas antiguos. Muchos sucesos bíblicos tienen el apoyo de inscripciones que datan de los tiempos correspondientes. Cuando hay una diferencia entre la Biblia y alguna inscripción antigua, la discrepancia frecuentemente se puede atribuir a la aversión de los gobernantes de la antigüedad a llevar registro de sus propias derrotas, y a su deseo de exagerar sus éxitos.
En efecto, muchas de aquellas inscripciones antiguas tienen menos de historia que de propaganda oficial. En contraste, los escritores de la Biblia despliegan una franqueza excepcional. Se revela a personas prominentes de la antigüedad —como a Moisés y Aarón— con todas sus debilidades y virtudes. Hasta las flaquezas del gran rey David se revelan honradamente. Las faltas de la nación en conjunto se exponen vez tras vez. La franqueza que así se manifiesta sostiene la veracidad y fiabilidad de las Escrituras Hebreas y da peso a estas palabras de Jesús al orar a Dios: "Tu palabra es la verdad" (Juan 17:17).
Albright pasó a decir: "De todos modos, por su contenido la Biblia se eleva por encima de toda literatura religiosa anterior; y del mismo impresionante modo se eleva sobre toda literatura posterior por la sencillez directa de su mensaje y la universalidad de su atractivo para hombres de todos los países y épocas". Es este "mensaje elevado", más bien que el testimonio de eruditos, lo que demuestra la inspiración de la Biblia […]. Pero señalemos aquí que los pensadores racionalistas modernos no han podido probar que las Escrituras Hebreas no sean historia verdadera, mientras que estos escritos mismos dan toda prueba de ser exactos […].
[…] Hoy día la mayoría de los intelectuales tienden a ser racionalistas. Según el diccionario, el racionalismo es un "sistema filosófico, que funda sobre la sola razón las creencias religiosas". Los racionalistas tratan de explicarlo todo en términos humanos más bien que tomar en cuenta la posibilidad de que Dios haya intervenido.
[…] "La arqueología ni prueba ni refuta la Biblia en términos concluyentes; más bien, tiene otras funciones, de considerable importancia. En cierto grado recobra el mundo material que se da por supuesto en la Biblia. Por ejemplo, el saber de qué material se construyó una casa, o la apariencia de un "lugar alto", hace que comprendamos mucho mejor el texto. En segundo lugar, rellena el registro histórico. Por ejemplo, la Estela Moabita da el otro lado de la historia de 2 Reyes 3:4 y versículos siguientes […] En tercer lugar, revela la vida y el pensar de los vecinos del Israel de la antigüedad… lo que en sí mismo es interesante e ilumina el mundo de ideas en el cual se desarrolló el pensamiento del Israel antiguo."—Ebla—A Revelation in Archaeology (Ebla… una revelación arqueológica)».
El evangelio lucasiano, cuando expone la genealogía de Jesucristo, no hace otra cosa que sintonizar en gran medida con las genealogías del Génesis respecto a todos aquellos ancestros mesiánicos que también eran antepasados de Jacob, el hijo de Isaac. Por consiguiente, podemos decir que Lucas bebió de la misma fuente genealógica que el Génesis en este sentido particular (ver Nota a continuación). Ahora bien, ¿tiene, dicha fuente primigenia (en su restringido reflejo sobre el Génesis), detractores contemporáneos?
Sí, en efecto: La Alta Crítica moderna, como hemos visto, pues al cuestionar tercamente la autenticidad del denominado "Antiguo Testamento" (Sagradas Escrituras Hebreas) también ha puesto bajo ataque la reputación del Génesis y de sus listas genealógicas. Sin embargo, al haber quedado como falsa acusadora, lo que más bien ha hecho (a pesar suyo) es otorgar ante el investigador imparcial mayor fiabilidad al relato sagrado y a sus pasajes genealógicos.
NOTA:
La revista LA ATALAYA del 1-9-1978, página 13, dice que hay cuatro listas principales de la línea de descendencia de Cristo; tres de ellas comienzan con Adán, y aparecen en la Biblia en los siguientes lugares: (1) Génesis y Rut; (2) en los capítulos 1-3 de 1 Crónicas; (3) en el capítulo 1 de Mateo; y (4) en el capítulo 3 de Lucas (Lucas en efecto retrocede desde Jesús hasta Adán).
En el capítulo 5 del Génesis se lee: « Éste es el libro de la historia de Adán . En el día que Dios creó a Adán, lo hizo a la semejanza de Dios. Macho y hembra los creó. Después los bendijo, y por nombre los llamó Hombre en el día que fueron creados. Y Adán siguió viviendo ciento treinta años. Entonces llegó a ser padre de un hijo a su semejanza, a su imagen, y lo llamó por nombre Set . Y los días de Adán después de engendrar a Set llegaron a ser ochocientos años. Entretanto, llegó a ser padre de hijos e hijas. De modo que todos los días de Adán que él vivió ascendieron a novecientos treinta años, y murió. Y Set siguió viviendo ciento cinco años. Entonces llegó a ser padre de Enós . Y después de engendrar a Enós, Set continuó viviendo ochocientos siete años. Entretanto, llegó a ser padre de hijos e hijas. De modo que todos los días de Set ascendieron a novecientos doce años, y murió. Y Enós siguió viviendo noventa años. Entonces llegó a ser padre de Quenán . Y después de engendrar a Quenán, Enós continuó viviendo ochocientos quince años. Entretanto, llegó a ser padre de hijos e hijas. De modo que todos los días de Enós ascendieron a novecientos cinco años, y murió. Y Quenán siguió viviendo setenta años. Entonces llegó a ser padre de Mahalalel . Y después de engendrar a Mahalalel, Quenán continuó viviendo ochocientos cuarenta años. Entretanto, llegó a ser padre de hijos e hijas. De modo que todos los días de Quenán ascendieron a novecientos diez años, y murió. Y Mahalalel siguió viviendo sesenta y cinco años. Entonces llegó a ser padre de Jared . Y después de engendrar a Jared, Mahalalel continuó viviendo ochocientos treinta años. Entretanto, llegó a ser padre de hijos e hijas. De modo que todos los días de Mahalalel ascendieron a ochocientos noventa y cinco años, y murió. Y Jared siguió viviendo ciento sesenta y dos años. Entonces llegó a ser padre de Enoc. Y después de engendrar a Enoc , Jared continuó viviendo ochocientos años. Entretanto, llegó a ser padre de hijos e hijas. De modo que todos los días de Jared ascendieron a novecientos sesenta y dos años, y murió. Y Enoc siguió viviendo sesenta y cinco años. Entonces llegó a ser padre de Matusalén . Y después de engendrar a Matusalén, Enoc siguió andando con el Dios [verdadero] trescientos años. Entretanto, llegó a ser padre de hijos e hijas. De modo que todos los días de Enoc ascendieron a trescientos sesenta y cinco años. Y Enoc siguió andando con el Dios [verdadero]. Entonces no fue más, porque Dios lo tomó. Y Matusalén siguió viviendo ciento ochenta y siete años. Entonces llegó a ser padre de Lamec. Y después de engendrar a Lamec, Matusalén continuó viviendo setecientos ochenta y dos años. Entretanto, llegó a ser padre de hijos e hijas. De modo que todos los días de Matusalén ascendieron a novecientos sesenta y nueve años, y murió. Y Lamec siguió viviendo ciento ochenta y dos años. Entonces llegó a ser padre de un hijo. Y procedió a llamarlo por nombre Noé, diciendo: "Éste nos traerá consuelo [aliviándonos] de nuestro trabajo y del dolor de nuestras manos que resulta del suelo que Jehová ha maldecido". Y después de engendrar a Noé, Lamec continuó viviendo quinientos noventa y cinco años. Entretanto, llegó a ser padre de hijos e hijas. De modo que todos los días de Lamec ascendieron a setecientos setenta y siete años, y murió. Y Noé llegó a tener quinientos años de edad. Después Noé llegó a ser padre de Sem, Cam y Jafet» (Génesis 5: 1-32).
Genealogía del Génesis.
A lo largo de este artículo nos hemos ido aproximando al aspecto que más nos interesa en cuanto a las genealogías, a saber, la que aparece en el capítulo 5 del Génesis; y a la vez hemos ido aportando datos que favorecían la credibilidad histórica de todas estas genealogías. ¿Qué reputación final habría que otorgar a dicha información genealógica después de examinar el peso argumental de la crítica efectuada por sus detractores y de las pruebas aportadas por sus defensores?
La pregunta ha sido contestada en gran medida, pero todavía sería conveniente apostillar un poco más en cuanto a la veracidad del Génesis y de sus listas genealógicas (especialmente la línea de descendientes de Adán que aparece en el capítulo 5). A este respecto, el tomo 2 del libro PERSPICACIA, página 417, dice: «Moisés fue el escritor del Pentateuco, los primeros cinco libros de la Biblia: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Durante toda su historia los judíos han reconocido a Moisés como el escritor de esos libros, sección de la Biblia que llaman la Torá o la Ley. Jesús y los escritores cristianos atribuyen frecuentemente la Ley [o Torá] a Moisés».
El libro TODA ESCRITURA ES INSPIRADA DE DIOS Y PROVECHOSA, editado por la Sociedad Watchtower en 1990, páginas 13 y 14, párrafos 2 a 8, explica: «"Génesis" significa "Origen; Nacimiento", y el nombre se tomó de la traducción Septuaginta (o Versión de los Setenta) griega del libro. En los manuscritos hebreos, el título consiste en la palabra inicial, Bere'·schíth, "en el principio" (griego: en ar·kjéi). Génesis es el primer libro del Pentateuco (la forma española de una palabra griega que significa "cinco rollos" o "volumen en cinco partes"). Evidentemente éste era al principio un solo libro llamado la Tora (Ley) o "el libro de la la ley de Moisés", pero más tarde fue dividido en los cinco rollos para manejarlo con mayor facilidad.
Jehová Dios es el Autor de la Biblia, pero inspiró a Moisés para que escribiera el libro de Génesis.
¿De dónde obtuvo Moisés la información que puso en Génesis? Parte de ésta pudiera haberla recibido directamente mediante revelación divina, y otra parte, bajo la dirección del espíritu santo, mediante transmisión oral. También es posible que Moisés poseyera documentos escritos que hubieran conservado sus antepasados como registros preciosos y valiosos de los orígenes de la humanidad.
Posiblemente fue en el desierto de Sinaí en 1513 antes de la EC donde Moisés, bajo inspiración, terminó de escribirlo. ¿De dónde obtuvo Moisés la información para la última parte de Génesis? Dado que su bisabuelo Leví era medio hermano de José, esos detalles se conocerían con exactitud dentro de su propia familia. La vida de Leví quizás haya traslapado la del padre de Moisés, Amram. Además, de nuevo el espíritu de Jehová garantizaría que se registrara correctamente esta porción de las Escrituras.
No hay duda sobre quién escribió Génesis. "El libro de la ley de Moisés" y referencias como ésa a los primeros cinco libros de la Biblia, de los cuales Génesis es uno, se hallan a menudo desde los tiempos del sucesor de Moisés, Josué, en adelante. De hecho, hay unas 200 referencias a Moisés en 27 de los libros posteriores de la Biblia. El que Moisés fuera el escritor nunca ha sido puesto en tela de juicio por los judíos. Las Escrituras Griegas Cristianas con frecuencia hacen mención de Moisés como el escritor de "la ley", y el testimonio supremo es el de Jesucristo. Moisés escribió por mandato directo de Jehová y bajo Su inspiración.
Algunos escépticos han preguntado: Pero ¿cómo pudieran haber escrito Moisés y sus predecesores?
¿No fue la escritura un logro humano posterior? Evidentemente la escritura tuvo su comienzo en los albores de la historia humana, quizás antes del Diluvio de los días de Noé, que ocurrió en 2370 antes de la EC.
¿Hay alguna prueba de que el hombre pudiera escribir en aquellos tiempos remotos? Aunque es cierto que unos arqueólogos han asignado fechas anteriores a 2370 antes de la EC a ciertas tablillas de arcilla halladas en excavaciones, tales fechas son simples conjeturas. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que la Biblia indica claramente que la construcción de ciudades, el desarrollo de instrumentos musicales y la forja de herramientas de metal comenzaron mucho antes del Diluvio. Por lo tanto, es razonable pensar que a los hombres no se les haya hecho difícil desarrollar un método de escritura.
En muchos otros aspectos Génesis ha resultado ser asombrosamente consecuente con los hechos comprobados. Sólo Génesis da un relato verdadero y basado en hechos sobre el Diluvio y sus sobrevivientes, aunque se hallan relatos de un diluvio y de humanos que sobrevivieron (en muchos casos a causa de haber sido conservados con vida en una embarcación) en las leyendas de muchas ramas de la familia humana. El relato de Génesis también sitúa los comienzos de las moradas de las diferentes ramas de la humanidad, que se derivan de los tres hijos de Noé: Sem, Cam y Jafet. El Dr. Melvin G. Kyle, del Seminario Teológico de Xenia, Misuri, EUA, dice: "El que de un punto central, en algún lugar de Mesopotamia, la rama camítica de la raza emigró hacia el sudoeste, la rama jafética hacia el noroeste y la rama semítica "hacia el este" a la "tierra de Sinar" es indisputable".
La autenticidad de Génesis como parte del registro divino se muestra además por su armonía interna, así como por su completa concordancia con el resto de las Escrituras inspiradas. Su candor refleja a un escritor que temía [desagradar] a Jehová y amaba la verdad, y que escribió sin titubear tanto de los pecados de la nación como de las personas prominentes de Israel. Sobre todo, la exactitud inmutable con que se han cumplido sus profecías […] marca a Génesis como un ejemplo sobresaliente de un escrito inspirado por Jehová Dios».
Conclusión.
A la luz de las genealogías, y especialmente de la línea ancestral aportada por el capítulo 5 del Génesis, se hace patente que existe una formidable discrepancia entre lo que la antropología evolutiva entiende por hombre primitivo y lo que la historia sagrada presenta como hombre primigenio. No existe reconciliación posible entre ambos conceptos, por lo que sólo cabe desprestigiar uno en beneficio del otro; y por lo que hemos podido averiguar (alimentación humana, alimentación animal, dataciones antropométricas y genealogías fundamentales o primigenias) la antropología evolutiva ciertamente lleva todas las de perder.
Sin embargo, la referencia a la lista genealógica del capítulo 5 del Génesis (que podría aunarse a la que aparece en el capítulo 11, versículos 10 a 32) suscita una nueva clase de disyunción entre la antropología evolutiva y la sagrada escritura. Se trata de visiones de la realidad histórica pasada completamente diferentes, pues la antropología evolutiva presenta a un hombre primitivo que progresa desde el estado animalesco hacia el de criatura racional (con todo lo que eso implica: aumento progresivo de la calidad mental, social, física, estética, longeva, etcétera) y el relato sagrado del Génesis muestra un proceso degenerativo global que afecta al ser humano desde sus comienzos hasta el presente (mengua de la longevidad, riesgo aumentante de arruinar la biosfera de la cual depende para su subsistencia, etc.); y en todo ello es la diametralmente diferente forma de concebir la evolución de la longevidad humana lo que se destaca como una sima infranqueable entre ambos puntos de vista.
Autor:
Jesús Castro
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