Ser cultos para ser libres, divisa de la revolución cubana (página 2)
Enviado por Camilo Rodr�guez Noriega
La ley de instrucción pública discutida en la Asamblea de Guáimaro, en la que están contenidos los gérmenes de la obra de la Revolución. ley que sentaba la gratuidad de la instrucción primaria a todos los ciudadanos, sin distinción de sexos y edad. Normaba instruir el pensamiento y la conducta con clases de lectura, escritura, aritmética, gramática, geografía, historia de Cuba y deberes y derechos del hombre, lo que era bien significativo en el marco de la misión histórica de aquellas generaciones, o el establecimiento de aulas anexas en los talleres de la República.
El magisterio de José Martí y la intensidad con que valora el lugar de la educación para preparar hombres para la vida y forjarlos cultos para que sean libres y hagan libre, por propia, humanista e inteligente su patria.
La superación del orden colonial era para Martí no solo la subversión de una estructura de dominación económica, política y social, sino también la necesidad de continuar la forja de una cultura distintiva y auténtica, radical y emancipadora como garantía del ser nacional y en capacidad para moldear el futuro de nuestro pueblo. Esta apropiación ha devenido núcleo conceptual y práctico del quehacer cultural que se inaugura en 1959.
Más, comprender que para la Revolución la lucha por el desarrollo de la cultura se instauró como divisa de su hacer y de su funcionamiento requiere considerar la situación existente en este orden durante la neocolonia.
Una valoración al respecto nos conduce, cuando menos, a reseñar que antes de 1959 el sistema educativo cubano en concordancia con el régimen socio-económico existente, se caracterizaba por la insuficiencia, la superficialidad, la anarquía y la inmoralidad en su vertiente administrativa. Tal situación era parte de una organización social falta de planeamiento y fundada en la espontaneidad. Como no existía una línea estatal de desarrollo económico y social, predominaba la anarquía en la producción y, por tanto, no existían planes educacionales vinculados al desarrollo del país. Y esta realidad se reflejaba en los niveles escolares inconexos; en los programas de las materias, en los planes de estudio y en los textos escolares, en los que se expresaba la desvinculación entre la escuela y la producción social. La escuela pública, es decir, la que el Estado sostenía, no bastaba a cubrir las necesidades de la enseñanza elemental. La enseñanza técnica y profesional se ofrecía a través de un limitado número de centros situados en la capital y algunas ciudades de provincias, y estaba circunscrita a ciertas líneas que no contribuían a la promoción del desarrollo económico de la nación. La enseñanza media, general y politécnica, y la universitaria no eran fácilmente accesibles a los pobres cuya educación, nominalmente, terminaba a los 14 años de edad y con bajos niveles de escolarización.
En cuanto a la educación concebida como influencia de las relaciones sociales sobre la formación del hombre, se destacaba el hecho de que ciertos sectores juveniles urbanos vivían bajo el signo del desempleo, la discriminación racial, y la apertura hacia los vicios; mientras en los campos el latifundismo, los "desalojos" o expulsión de la tierra de los agricultores, arrendatarios o precaristas, los largos meses de desempleo entre cosechas azucareras o tabacaleras conocidos como el "tiempo muerto", mantenían a los jóvenes en la miseria y en la ignorancia.
La cantidad de centros escolares era insuficiente, pero donde más se hacía sentir la falta de escuelas era en el campo. La escuela privada, ya fuera laica o religiosa, llenaba algún vacío en las ciudades, pero este elemento positivo se opacaba por el hecho de que propiciaba una educación de privilegio, de élite, discriminadora y, salvo excepciones muy contadas, de orientación antinacional.
Los recursos que el Estado asignaba a la educación nacional no solamente eran escasos, sino que su administración y manejo se caracterizaba por el despilfarro, la malversación y el robo abierto y sin recato alguno.
Una sociedad estructurada como la de Cuba antes de 1959, no concedía importancia, por parte de su dirigencia, a la educación del pueblo trabajador. Ello se reflejaba, naturalmente, en la desatención a la "Educación de Adultos" y en la despreocupación por la participación de las masas en el proceso educativo.
Uno de los fenómenos más señalados en el campo de la educación, fue la penetración de la ideología del imperialismo norteamericano que controló los principales medios e instrumentos de divulgación masiva del pensamiento con el objetivo de convertir a Cuba en un apéndice, no solo económico y político, sino también ideológico de la gran potencia norteña.
Desde una dimensión cuantitativa tal realidad puede medianamente ilustrarse con estadísticas como las que siguen:[5]
En 1950 a la escuela primaria asistía el 45,9% de los niños en edad escolar, ocupando Cuba el lugar 15 en América Latina en este índice.
A mediados de la década del 50, de una población de 6 800 000 habitantes había 1 millón de analfabetos absolutos y 1 millón de semianalfabetos.
La población mayor de 15 años tenía un nivel escolar promedio inferior a 3 grados.
En 1958 el presupuesto de educación, de 74 millones de pesos, no podía cubrir las demandas más elementales.
Faltaban escuelas y 10 000 maestros no tenían empleos.
En el campo el 41,7% de la población mayor de 9 años no sabía leer ni escribir.
La obra de la Revolución ofrece continuidad al espíritu con que se había incubado esta problemática en la génesis de la nación ,enriqueciéndolo, al tiempo que subvierte el estado de cosas encontrada en 1959. Una importante particularidad que acompaña las realizaciones culturales está en que éstos, en modo alguno, pueden desarticularse de los profundos cambios políticos, económicos e ideológicos y de la diversidad de indicadores sociales que ocurren en el país durante todo el período revolucionario. La marcha coherente de tales transformaciones obedecen a la organicidad de los intereses sociales que presidieron desde entonces la vida nacional y que afectarían tanto a la base económica como a los elementos superestructurales. De manera que fueron creadas las condiciones para situar en forma planificada todos los recursos posibles en función de las colosales realizaciones que habrían de convertir a un país, cuya cultura estaba marcada por el subdesarrollo, en una sociedad donde el avance cultural ha venido convirtiéndose tanto en resultado como en premisa de la tendencia progresiva del cambio y de la profundización humanista de la realidad nacional, sin obviar escollos e insalvables zig-zags históricos, encarrilados de continuo desde una perspectiva práctica e ideológica de carácter principista sobre la base de la acción unida del pueblo y de éste con las principales instituciones del poder político. Esta realidad se nos inscribe como hecho cultural que marca la marcha no solo de los acontecimientos reales sino también de los planeamientos ideales.
Con el triunfo de la Revolución la educación planeada y dirigida consciente y consecuentemente por el Estado se convierte en tarea de todo el pueblo, que se percata del imprescindible esfuerzo educacional colectivo necesario para la realización del resto de la vida social.
Esta dinámica se inaugura en el propio año 1959. Ya en los primeros meses de Revolución se adoptaron medidas para cambiar la situación existente. Por una ley promulgada en septiembre de 1959 fueron creadas 10 mil nuevas aulas, y en diciembre de ese mismo año se dispone la reforma integral de la enseñanza. Los antiguos cuarteles y residencias de los explotadores que huyeron de Cuba fueron convertidos en escuelas. La revolución abrió de par en par ante los trabajadores las puertas de los centros docentes. Al comenzar el primer año docente después del triunfo de la revolución, el número de alumnos de la escuela primaria aumentó en 350 mil, constituyendo casi 1 100 000, y el de maestros en las localidades rurales creció en 5 000.
Estos primeros pasos tuvieron gran importancia, por cuanto sentaron una sólida base y fueron el punto de partida para el colosal trabajo de reorganización y desarrollo de todo el sistema de enseñanza. El 6 de junio de 1961 se dictó la ley de nacionalización de todos los centros docentes, independientemente de su nivel y especialización. La escuela se separó definitivamente de la Iglesia, se liberó de la influencia de la ideología burguesa reinante en los centros privados. La educación se proclamó deber del Estado revolucionario que no podía transferírsela a nadie. Todo esto abrió amplias posibilidades para efectuar verdaderas transformaciones revolucionarias en esta esfera, permitió proceder a la elaboración de una política única en la educación, enlazando y coordinando sus formas, métodos y tareas con los objetivos y tareas del desarrollo político y socioeconómico del Estado.
Además, la nacionalización de los centros docentes privados tuvo un profundo carácter patriótico, fue un importante paso para erradicar la influencia ideológica de Estados Unidos.
La ley del 6 de junio de 1961 proclamó el carácter gratuito general de la enseñanza a todos los niveles, desde la escuela primaria hasta la universidad, independientemente de la forma de estudio. La juventud cubana obtuvo amplio acceso a los conocimientos, no limitado por la posición social, el nivel de ingresos ni los prejuicios raciales.
El año 1961 entró en la historia del país no solo como el de la derrota de los mercenarios en Playa Girón, sino también como Año de la Alfabetización. En respuesta al llamamiento del líder de la Revolución Cubana, destacamentos de voluntarios, integrados por 274 mil personas, marcharon a las regiones más alejadas y d difícil acceso del país. La Campaña de Alfabetización insertó una brillante página en los anales de la Revolución Cubana. Pero, aún con toda su importancia, fue sólo un primer paso en la universalización de la enseñanza.
Las tareas del desarrollo económico, político, social y cultural de la sociedad socialista en Cuba presuponían un crecimiento permanente del nivel de instrucción general y la preparación especial del pueblo.
Continuación lógica de la Campaña de 1961 fue la creación, en 1962, de un sistema de educación obrero-campesina, gracias al cual los trabajadores del país podían terminar la escuela primaria. Este sistema va extendiéndose poco a poco a grados más altos de la enseñanza escolar. Posteriormente, los cursos de superación se reorganizan en un sistema único de educación para adultos. Las batallas por el sexto grado, primero, y más tarde por el noveno grado como niveles mínimos de escolarización del pueblo se inscriben como decisivas acciones primarias de continuidad. A comienzos de los años 60 se establecieron cursos de mínimo técnico para elevar la calificación de los obreros en sus puestos de trabajo y aprender nuevas profesiones. Estos cursos dieron origen al desarrollo de un sistema de capacitación técnica y profesional. Los trabajadores pudieron seguir elevando su escolaridad gracias a la organización de secciones vespertinas y por correspondencia en los institutos tecnológicos y centros de enseñanza superior. En la segunda mitad de los años 70 las facultades obrero-campesinas graduaron decenas de miles de especialistas.
La enseñanza y la educación de la juventud ha sido objeto de especial desvelo por parte del Partido y del Gobierno. En cuanto finalizó la Campaña de Alfabetización fue publicado un amplio programa de concesión de becas a los alumnos necesitados de ellas, cuyo número fue creciendo sin cesar. Además de la educación, desde el inicio fueron y son gratuitos el suministro de manuales y materiales didácticos.
El país tuvo que vencer no pocas dificultades para solucionar los problemas y continuar avanzando. Junto a la aguda escasez de escuelas, equipos docentes y materiales didácticos, la revolución tropezó con la falta de personal pedagógico cualificado. La solución de esta dificultad la emprendió obteniendo loables resultados que hoy procuran perfeccionarse al tiempo de alimentar prácticas para satisfacer necesidades de los tiempos actuales.
Las medidas tomadas por el Gobierno Revolucionario para desarrollar y perfeccionar la base material del sistema de educación, el incremento en la construcción de nuevas escuelas y otros centros de enseñanza, el considerable aumento de la producción de manuales y la compra de equipos escolares modernos garantizaron un alto índice de escolarización.
Impresionan también los éxitos obtenidos por Cuba en la formación de cuadros cualificados para el eslabón superior. La reforma universitaria de 1962 dio inicio a la reorganización del sistema de centros de enseñanza superior con vistas a cubrir las crecientes necesidades de especialistas cualificados, facilitar el acceso de los trabajadores a dichos establecimientos, desarrollar el trabajo de investigación científica y cambiar el orden administrativo. Se introdujo la asistencia obligatoria clases. El estudio fue proclamado deber patriótico y revolucionario de los estudiantes. Adjuntas a las universidades se organizaron facultades obreras vespertinas en las que el curso de enseñanza duraba tres años.
Más tarde, en las ciudades mayores comenzaron a crearse secciones y filiales provinciales, que sirvieron de base para futuras nuevas universidades e institutos superiores, así como grupos universitarios en fábricas, empresas de servicios e instituciones de investigación científica. Poco a poco, el perfeccionamiento del proceso de estudios, de la metodología de la enseñanza y la elaboración de nuevos planes y programas de estudios permitieron unificar los centros de enseñanza universitaria del país.
El año 1971, quizás marque un importante momento de transición hacia eslabones superiores. Se celebra el Congreso Nacional de Educación y Cultura que constituyó una importante y estatégica acción de balance y proyección. A partir del curso 1971-1972 se marca un importante avance en la universalización de la educación con el ingreso de gran número de trabajadores a las universidades y la ubicación de estudiantes universitarios en centros de producción. Pero hay dos hechos que inundan de manera singular toda esta nueva etapa y marcan su historicidad. Ellos son la creación, a partir de 1971, de las escuelas secundarias básicas en el campo(ESBEC) y a partir del curso 1972/73 del Destacamento Pedagógico Universitario "Manuel Ascunce Doménech" como singular plan de formación de maestros para la enseñanza media. Con estas medidas se daba respuesta a la explosión de matrícula con que la década del 70 saludaba a la enseñanza media.
La creación de las escuelas en el campo comporta un grado importante de universalización del trabajo como recurso educativo en lo que ya se habían acumulado algunas experiencias importantes desde años anteriores, por ejemplo con la incorporación de estudiantes a la recogida de café en Oriente en el año 1962 y la instauración práctica en el año 1966 del concepto pedagógico de la escuela al campo. El proceso de creación de centros escolares de este tipo abarcó luego tanto a la enseñanza media superior como a la tecnológica.
A partir del año 1975 se genera un proceso de perfeccionamiento continuo de la educación en Cuba, respondiendo a las demandas del Primer Congreso del PCC. Durante esta etapa se profundiza la preocupación y la acción del estado, a través de la escuela, por dotar a las jóvenes generaciones de una mejor educación formal, lo que resulta una aportación cultural básica, cuya realización sigue siendo de actualidad.
Aquí también se impulsa la creación de escuelas especiales, lo que llega a su clímax en la década del 80 en una muestra singular y profundamente humanista de universalización de la educación en Cuba. La enseñanza superior se sigue ampliando y todas las provincias llegan a contar con varios centros universitarios. Se introduce el sistema de grados y títulos científicos, lo que influyó de manera particular en el mejoramiento cualitativo de la formación de cuadros docentes y en el fomento de la ciencia.
La continuidad de la revolución educacional que se da estimulada por los aprendizajes del período especial se inscribe en el ánimo y la voluntad política de radicalización de la justicia social en Cuba, presidida por la crítica a la desigualdad de oportunidades aún existente. La creación de condiciones pedagógicas más efectivas para la labor docente-educativa se convierte en factor principal para hacer protagonista a la educación masiva de un necesario proceso de ampliación de la calidad de la cultura de todo el pueblo y en especial de los niños y jóvenes.
La acción dirigida a restringir las expresiones culturales diversas que se derivan de la marginalidad y a retroalimentar permanentemente al Estado de esta situación, la pretensión del cultivo masivo de la autenticidad de la tradición cultural popular y nacional en general, la incidencia directa y diferenciada sobre las familias para apoyarlas en el proceso de educación de sus hijos y en la realización de sus vidas cotidianas, el fomento de la actividad diferenciada con cada niño y la universalización de la enseñanza superior constituyen algunas de las expresiones fundamentales que hoy ocupan el accionar educacional en Cuba y que reconfirman el inagotable y constante quehacer de la Revolución Cubana en pos de la elevación de la cultura como condición de libertad para los hombres que tienen el encargo de revolucionar, en aras del progreso humano, lo hasta aquí logrado, a sabiendas de que "…Una revolución solo puede ser hija de la cultura y las ideas"[6]
El desarrollo de la cultura general que deriva de la revolución educacional ha sido, a su vez, fundamento del despliegue gradual de una cultura científica, hoy en plena ebullición. La necesidad vital de utilizar el progreso científico-técnico y humanista con el objetivo de fortalecer el desarrollo material y espiritual de la sociedad, el imperativo de perfeccionar la sociedad a partir de un tipo de hombre superior y los avances de la educación universitaria cubana, entre otros factores, junto a la cabal comprensión de la dirección revolucionaria del papel de la ciencia para nuestro proyecto de sociedad han venido creando las condiciones para el rápido avance de la cultura científica en Cuba. Resulta correcto afirmar que la inscripción significativa de la ciencia en la dinámica vital nacional, propulsada sobre bases populares ,sucede con la Revolución.
En el campo de la cultura estético-artística los avances relacionados con la creación de las bases materiales y espirituales tanto para el acceso a la prensa, al libro o a la obra de arte responden, a la vez que lo expresan, a la erradicación del analfabetismo y la elevación de los niveles de instrucción del pueblo que crearon al lector masivo e intensificaron el ansia de conocimientos y de disfrute estético y derivan de los propios ideales que sostienen al proyecto social.
En 1967 fue creado el Instituto del Libro, que hoy posee una compleja red editorial, y que generó desde entonces un amplio plan de publicaciones que obligó en los hogares populares a concebir espacios para mini-bibliotecas que como tendencia han ido engrosándose durante estos años. La red bibliotecaria se extendió a todo el país con diferentes modalidades. El cubano medio de hoy sufre por el encarecimiento que el libro ha experimentado en las difíciles circunstancias económicas que ha vivido el país desde hace algo más de una década y saluda la iniciativa de las Bibliotecas Familiares.
Los medios de comunicación masiva se pusieron al servicio de la educación del pueblo. Ha crecido la red de emisoras radiales y las emisiones nacionales y provinciales de televisión, que hoy se enriquecen con un nuevo canal con fines educativos, llegan prácticamente a todos los rincones del territorio nacional. Después de la devaluación tecnológica de los televisores de factura soviética, que en las décadas del 70 y el 80, habían llegado a un alto número de hogares cubanos, el Estado promueve hoy un programa de sustitución o reemplazo de los equipos devaluados. El objetivo: poner en cada hogar los medios indispensables para que el cubano continúe cultivando su intelecto y su conducta en pos del proyecto social que defendemos y ante todo de su propia humanización. El programa de informatización de la sociedad cubana actual incorpora tales objetivos como parte de sus pilares.
Otras realizaciones en este campo llevan a apuntar:
La creación del Instituto Cubano de Cinematografía en fecha tan temprana como marzo de 1959.
El desarrollo de un verdadero movimiento de masas en torno al teatro. Ha progresado el teatro lírico y el teatro para niños y jóvenes. Creció el interés por la cultura musical y las manifestaciones danzarias incluidas el ballet, favorecido éste último por la merecida fama mundial de que goza el ballet clásico cubano, que es hoy considerado como una escuela constituida y sólida.
La pintura, la arquitectura y la escultura han recibido grandes posibilidades de desarrollo. Las galerías de artes plásticas se extienden a lo largo de todo el país.
La red de museos llega a todos los municipios del país y se potencia una cultura de protección y conservación del patrimonio nacional.
El fomento de un potente movimiento de aficionados apoyados por casas de cultura municipales y comunitarias e instructores de artes formados desde el inicio de la revolución y cuya preparación hoy se revitaliza con experiencias de tiempos anteriores y demandas de los actuales.
Todo esta actividad, en su versión más responsable, auténtica y mayoritaria, se ha inspirado en las mejores tradiciones de lucha y de creación del pueblo cubano y se ha inscripto coherentemente en los valores principales del proyecto revolucionario cubano.
El fomento de la cultura física ha sido igualmente otro exponente de la obra de la Revolución. En 1961 fue creado el INDER y se potenció progresivamente una red de escuelas de formación de profesores de educación física y de entrenamiento deportivo diverso. El eslogan "Listos para Vencer" con que se inscribió el masivo movimiento deportivo cubano evidencia la organicidad con que éste se instala en la vida nacional.
Para el caso que nos ocupa tan importante resultan el movimiento deportivo de alto rendimiento nacional y los éxitos competitivos como la manera en que la práctica del deporte y el ejercicio físico han calado como factor de salud física y espiritual no solo entre nuestros jóvenes sino también en un sector no despreciable de la población de la tercera edad.
Esto último resulta posible además por la expansión de una cultura sanitaria que incorpora tanto la asimilación y reclamo del derecho a la asistencia médica como la incorporación de una serie de hábitos, habilidades y conocimientos para la práctica de una vida saludable, en la que cada vez empiezan a ocupar más espacios las preocupaciones y ocupaciones que derivan de una incipiente cultura medioambiental.
En el fragor de esa forja, aún inconclusa de un nuevo ser nacional, un lugar significativo ha ocupado la cultura política porque "Es en la política donde hay que librar la batalla decisiva de carácter intelectual para poder tener una sociedad sana. La política es, en resumen, la práctica de sintetizar el pensamiento social, económico y cultural en general y de aplicarlo en el terreno social"[7].
Al respecto cabe rememorar el profundo proceso de instrucción revolucionaria que por diversas vías se ha desarrollado en nuestro país y en el que meritorio papel ocupa la labor del PCC, desde las EBIR hasta el actual Sistema de Escuelas del Partido incluyendo las diversas vías de instrucción política y las escuelas y actividad de las organizaciones de masas y sociales. El combate contra el imperialismo norteamericano que en estos 43 años no ha cejado en atacarnos y la persistente lucha por construir una sociedad mejor han sido y siguen siendo potentes armas formadoras de esa cultura política tan necesaria, como médula, a la forja del hombre-compañero sin el cual no habría socialismo posible porque éste, para ser, ha de expresarse ante todo como una potente y continua cultura de la solidaridad humana.
El empeño actual de la dirección de la Revolución de desarrollar una cultura general integral masiva expresa la manera en que la Revolución ha colocado la dialéctica cultura-libertad como divisa de su ser y de su hacer.
Desde tal perspectiva se considera que a través del desarrollo de la cultura general integral el pueblo tendrá, ha dicho Fidel, " … garantizado políticamente su futuro para siempre… y (la)… revolución una póliza de seguro de garantía total…"[8] . Tomando en consideración la autoridad de estas aseveraciones y el carácter transicional de nuestra sociedad que "…coincide con el proceso de la revolución socialista que concluye con el establecimiento de la nueva formación socioeconómica…"[9] , probablemente estemos asistiendo a un hecho trascendental en la historia de la Revolución Cubana: la transición del establecimiento político del socialismo a su establecimiento cultural, como realización más plena de aquél, lo que es igual a la transición de la elección política del sujeto político a la elección cultural del sujeto humano.
De tal modo el desarrollo de la cultura general integral debe, en mi criterio:
a.-)depositar en cada cubano una síntesis sustanciosa del ser ,el saber y el hacer nacional y universal que haga la función de referente diáfano para la asunción humana -libre y consciente- del tipo de sociedad que mejor se avenga a nuestras realidades. En este sentido es notoria la manera en que se trabaja por ampliar los accesos culturales, favoreciendo no solo aquellos que se realizan en espacios situados (instituciones culturales, docentes ,científicas, de recreación, etc) sino también a domicilio (distribución de televisores, programas "Universidad para todos", bibliotecas familiares, etc
b.-)impactar la naturaleza del proceder del cubano, jerarquizando una regulación comportamental ajustada a una perspectiva cultural que haga de cada acto humano una profunda y edificante experiencia solidaria. Para lograrlo no basta solo con la potente instauración de una actitud cultural de definidos referentes ideológico-valorativos sino se hace imprescindible alcanzar un funcionamiento cultural masivo que despliegue evidentemente, de manera continua y natural, las necesarias coherencias consuetudinarias entre los valores que defendemos y los comportamientos que asumimos. Se trata de impactar en su versión corriente y ordinaria la naturaleza del proceder en cualquiera de los ámbitos de la producción-reproducción de la sociedad: desde los patrones construidos por el influjo regulador inmediato que deriva de la naturaleza socialista de las macrorrelaciones societales (económicas, sociales, políticas e ideológicas) hasta aquellos de los que nos valemos a diario, y a toda hora y con casi todo el mundo para asumir, crear y recrear nuestra intimidad local u hogareña ( espacios asociados a la satisfacción continua de las necesidades cotidianas, el barrio, el círculo de amigos , la familia, etc). En fin, la capacidad nucleíca de la cultura que se fomenta en la actual Batalla de Ideas se expresará con mayor o menor eficacia si su establecida definición en valores -que llega cuando menos a lo referencial valorativo a nivel de sicología social y que encuentra en la ideología y la normativa político-moral y jurídica su expresión más lograda y segura- logra profundizarse y expandirse como cultura socialista del proceder, que teja de manera eficaz las conexiones orgánicas necesarias para que la voluntad política actual devenga en la necesaria transformación revolucionaria de la cotidianidad. Para ello resulta imprescindible, al menos:
lograr las coherencias necesarias entre la base jurídica real y el ejercicio amplio y efectivo por el pueblo-productor de su condición de pueblo- propietario, al tiempo de elevar los niveles de eficiencia de la actividad económica socialista, que favorezca la suficiente solvencia material de los proyectos de realización del ideal de justicia social y de dignificación humana;
reforzar el permanente compromiso con el pueblo en la gestión efectiva y práctico-cotidiana de gobierno, en particular en las instancias intermedias y de base, y el comportamiento del pueblo como sujeto del poder, con aptitud-actitud de dueño, ante todo en -y desde- las estructuras y espacios políticos participativos de la base, escalando en ellos niveles cualitativos similares al proceder verificado y verificable en los eventos de trascendencia plebiscitaria nacional e internacional (discusión-aprobación de la modificaciones constitucionales, elecciones, parlamentos obreros, debates de documentos programáticos, marchas y concentraciones populares, reconocimiento del liderazgo,etc.), en los cuales ha mostrado y deberá seguir mostrando -de manera actualizada según las exigencias del estado de la lucha de clases- su profunda aptitud y actitud político-cultural propias de su condición de sujeto del poder revolucionario;
desenajenar las gestiones de solución de los problemas asociados a la reproducción cotidiana de vida corriente del pueblo. En este ámbito particular importancia ha de prestarse al hecho real de que el cumplimiento de las tareas que emanan de la política se caricaturiza, no pocas veces, a través de obstáculos de naturaleza cultural, lo que afecta la cotidianidad, la credibilidad y desvaloriza el alcance posible de las estrategias políticas. De ahí que conviene fijar la atención en la relación que existe entre la encomienda política y los recursos culturales humanos que se despliegan para su cumplimiento -incluidos los que son propios del movimiento de la política hacia ese ámbito vital, marcados por el verticalismo y una actitud cultural de dominación – y cómo ellos se plasman en la vida cotidiana, para hacerlos afirmativos o degenerativos del proyecto social.
De ahí que al reflexionar sobre el alcance que ha de tener el desarrollo de la cultura general integral venga a la memoria aquel cuestionamiento martiano, expresado en la interrogante "¿De qué sirve tener a Darwin sobre la mesa, si tenemos todavía al mayoral en nuestras costumbres?"[10] y lleguemos apriorísticamente a una deducción: no bastará que sus resultados se expresen en claros referentes teóricos gnoseológico- valorativos; es imprescindible el referente empírico-cotidiano que vaya emergiendo de esta batalla.
Si eso es así se hace importante fundamentar el porqué la cultura general integral debe encontrar su más plena realización a nivel de cotidianidad. El sentido de justicia y humanismo que debe morar en todos los ámbitos de nuestra sociedad podrá ser definitiva y plenamente movilizado solo desde la necesidad íntima que brota de la cultura de la condición humana. El que pueda hacerse con mayor o menor plenitud es también un producto histórico y requiere condicionamientos, estímulos y la atención a múltiples mediaciones.
c.-) establecer una cultura socialista sustentada en los valores patrióticos y humanistas universales que conserve, desarrolle e innove nuestra cultura de la resistencia nacional desde el liderazgo único de la conciencia de la nación [11]para unir y discernir. Cultura que exprese la capacidad suficiente para reglar y ordenar la producción cotidiana de nación socialista como permanente experiencia solidaria y humanamente edificante y por tanto continua y ascendentemente desenajenante en términos de dignidad; que sea portada, ante todo, por los sujetos naturales y jurídicos con roles sociales movilizativos y de servicio popular, a todas las instancias, y que manifieste capacidad para desterrar la acción corrosiva de ciertas filosofías pragmático-existencialistas que se expresan tanto en los comportamientos de resistencia desde la marginalidad -que logran instalarse en cualquier estructura del tejido social, aprovechando las insuficiencias y debilidades existentes- como en aquella actitudes casi siempre intolerantes, superficiales, segregadoras y deslegitimadoras que muestran más seguridad desplegando una diatriba acusadora cuando detectan o creen detectar una incongruencia "en los otros" que cuando se enfrentan a una propuesta novedosa que brota de la inconformidad sincera , responsable, comprometida y participativa en pos de transformar determinadas insuficiencias.
Tal cultura articula la asunción crítica de la producción universal con la originalidad que deviene de la novedad del propio hecho revolucionario que la estimula y se convierte, si es tal, en base de acciones vitales y en elemento de coordinación de orden intelectual y moral de la mayoría aplastante de los implicados. En consecuencia la vitalidad del proyecto revolucionario deriva de su producción como hecho cultural distintivo, de su ordenamiento, del acople coherente de todas las partes, de su metodización, de su regularización, de la concentración cualitativa de modos propios; en fin de las fortalezas para conjugar de una manera singular – sobre bases nacionales y socialistas- unidad, diversidad voluntad, intencionalidad, actitudes, experiencias, conocimientos, valoraciones, apegos, filiaciones, reclamos, búsquedas, tenencias, disposiciones, medios, resultados, conservaciones, hallazgos, innovaciones, etc.
De tal manera las determinaciones referidas de la agenda política de la Batalla de Ideas son factibles de interpretarse como la voluntad de la dirección política de la Revolución para acelerar la fragua de la nueva cultura socialista nacional e intensificar su función en la afirmación formacional del socialismo, sobre la base de una consumación práctica superior, a lo ya logrado, de los valores de la justicia social y del humanismo revolucionario nacional y socialista.
Una idea a manera de conclusión
La lucha por la cultura ha sido incuestionablemente una divisa de la Revolución Cubana a lo largo de su historia y deberá continuar siéndolo en tanto ésta -la Revolución- se entiende como un radical proceso de manumisión nacional, social e individual. Tal proceso resulta imposible al margen de la creación de las posibilidades para que el individuo y las colectividades desplieguen sus capacidades racionales, éticas y estéticas de manera que expresen lo mejor de su condición humana, al punto de que el humanismo verdadero y actuante inunde la vida nacional. Un análisis del alcance de la Revolución Cubana no puede obviar ni la intención ni la acción y resultados en esta dirección.
BIBLIOGRAFÍA
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Autor:
M.Sc Camilo Rodríguez Noriega
[1] Martí, José; “Maestros Ambulantes”, La América, mayo 1884, Obras Completas, Tomo 8, Editorial de Ciencias Sociales , La Habana, 1975, pág. 289
[2] Martí, José; Discurso pronunciado en el Liceo Cubano, Tampa,26/11/1891, Obras Completas, Tomo 4, Editorial de Ciencias Sociales , La Habana, 1975, págs. 269-283.
[3] Castro Fidel, Discurso en el XX aniversario de la Sociedad Espeleológica de Cuba. 15 de enero de 1960, en Obras Revolucionarias, enero/1960.
[4] ________ Discurso en el Club de Leones de La Habana, 14 de febrero de 1959, citada en “En marcha con Fidel”, Editora Letras Cubanas, La Habana, Cuba, 1982, pág 98.
[5] Las fuentes utilizadas para recopilar las estadísticas son: La Historia me Absolverá, Edic. Ciencias Sociales, La Habana, 1981 y el libro “Cuba experiencia del desarrollo social”, (colectivo de autores soviéticos), Edit. Progreso, 1979
[6] Castro Fidel. Discurso en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, Caracas, 3/2/1999. Edit.Política, La Habana 1999.
[7] Hart Dávalos, Armando. Intervención en el Comité Provincial del PCC de Ciudad de la Habana, 13 de enero de 1996, MINCULT 1996, pág 18
[8] Castro Fidel, Discurso por el 40 aniversario de los CDR (28/9/2000), en Tabloide # 24, p. 8.
[9] Fung R. Thalía, Martínez B. José l. “Período de transición al Socialismo. Hipótesis y conjeturas” en “Teoría Sociopolítica; Selección de Temas”, Editora Félix Varela, La Habana, 2000; p153.
[10] Martí, José, Discurso del 10 de octubre de 1890 en Hardman Hall; Nueva York , Obras Completas, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1975, Tomo 4.
[11] Fidel expresó esta idea en su discurso en ocasión del 40 aniversario de los CDR (28/9/2000), en Tabloide # 24.
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