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Manifiesto, cartas, decretos de Simón Bolívar (página 2)

Enviado por Yibetza Romero


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No obstante su reciente experiencia, incluyendo la terrible derrota en la Puerta, Bolívar mantiene que el esclavo "ama y respeta" a su amo y que fue incorporado en las guerrillas realistas sólo por la fuerza y el terror. Nosotros sin embargo creemos que los esclavos, libertos y mulatos tenían motivos propios para combatir a los blancos que eran sus amos en actualidad o en potencia.

En general, las expresiones de Bolívar respecto al pueblo en las cartas de Jamaica son más paternales que despectivas. Pero deja claro en ellas que la libertad no es para entregársela a un pueblo que no sabrá manejarla.

Como Bolívar ha observado en estas cartas, los libertos y esclavos ahora "se han vuelto al partido de los independientes". Bajo el liderazgo de Manuel Piar, arrasan las fuerzas realistas en las grandes extensiones de la Guayana, que será donde Bolívar establecerá su nueva base de operaciones. Cuando éste hace ajusticiar a Piar, acusado de traición y deserción, elimina a un potente rival y asegura que la suya será la voz que interprete la libertad y las necesidades del pueblo. Entonces en 1819 dicta su discurso en Angostura. Hablando de la terrible violencia de los últimos años, Bolívar dice que "no he sido mas que un vil juguete del huracán revolucionario que me arrebataba como una débil paja. Pero si es cierto que no podrá suprimir la fuerza popular, tratará de encauzarla en contra de sus enemigos los españoles. El problema es que simultáneamente tiene que atender a las exigencias de los criollos blancos, en quienes pretende confiar el. gobierno. Esta contradicción da lugar a ambivalencias e inconstancias en su acción política.

En el discurso, su concepto del pueblo es sumamente despectivo, y su gran preocupación parece ser crear instituciones para controlarlo, incluyendo un Senado hereditario compuesto de los 'Libertadores', o sea, sus generales. Sin embargo, Bolívar quiere elecciones populares. ¿Por qué? Posiblemente porque considera que le darán más libertad a é1 cuando quiera refrenar a alguno de esos Libertadores en el Senado. Desde luego, la frase más extraña y más llamativa sobre la relación entre pueblo y libertad es: "Y si el pueblo de Venezuela no aplaude la elevación de sus bienhechores, es indigno de ser libre, y no lo será jamás." Para el pueblo, entonces, la libertad es para estar de acuerdo con sus dirigentes.

Seis años más tarde, después de la victoria decisiva de Ayacucho y cuando ya no hay más españoles para combatir, Bolívar crea una constitución para el país que llevará su nombre, y la presenta en su discurso ante el Congreso Constituyente de Bolivia. Su ambivalencia respecto a la ingerencia del pueblo en el ejercicio de su propia libertad está expresada claramente: "¡Legisladores! Vuestro deber os llama a resistir el choque de dos monstruosos enemigos que recíprocamente se combaten, y ambos as atacarán a la vez: la tiranía y la anarquía..." Entre las dos, é1 parece considerar más peligrosa la anarquía, que es la que imagina será el producto de las olas y huracanes populares. Así que la constitución de Bolivia puede ser vista como un proyecto para contener la fuerza del pueblo.

Está claro que "libertad" para el Libertador nunca conllevaba la idea de la soberanía popular real.

Funcionaba como un grito de guerra, y después de la guerra significaba nada mas que et recuerdo de, y la expectativa de gratitud por, la liberación. 0 sea la victoria sobre los españoles. No era un concepto que pudiera servir como premisa de un moderno estado democrático. Éste tendría que fundarse sobre un concepto muy distinto, de una libertad que permitiese su continua redefinición por el pueblo.

 Otro elemento fundamental del pensamiento de Bolívar es su esfuerzo por hacer posible la democracia en Hispanoamérica; es decir… por construir sistemas políticos nuevos y a la vez estables en las nacientes repúblicas. En realidad a esto dedicó su vida el Libertador.  Pero el esfuerzo puede ser considerado y medido desde varios ángulos.

Bolívar creyó que una garantía esencial de la supervivencia de la democracia, era la vigencia del régimen unitario.  Consideraba que el federalismo podía ser perfecto, pero  era absolutamente inconveniente para Hispanoamérica.  Con ello trató de superar una lucha feroz que desangró al Continente por casi  cincuenta años.  Pero pese a la lucidez de sus pensamientos, es evidente que las fuerzas centrifugas locales y regionales pudieron más que la voluntad unitaria.  De allí que la derrota política del Libertador, fuese también el triunfo de las posturas federalistas y separatistas, entre los diferentes discursos, cartas y decretos de Bolívar vamos a resaltar El Juramento de Roma, El Discurso de Bolívar en la Sociedad Patriótica, Decreto de Guerra a Muerte, Acta de la Independencia, Manifiesto de Cartagena, Carta de Jamaica, Ley de la Abolición de la Esclavitud, donde se demuestra el pensamiento de nuestro Libertador.

JURAMENTO DE ROMA JURAMENTO EN EL MONTE SACRO 15 DE AGOSTO DE 1805

 ¿Conque éste es el pueblo de Rómulo y Numa, de los Gracos y los Horacios, de Augusto y de Nerón, de César y de Bruto, de Tiberio y de Trajano? Aquí todas las grandezas han tenido su tipo y todas las miserias su cuna. Octavio se disfraza con el manto de la piedad pública para ocultar la suspicacia de su carácter y sus arrebatos sanguinarios; Bruto clava el puñal en el corazón de su protector para reemplazar la tiranía de César con la suya propia; Antonio renuncia los derechos de su gloria para embarcarse en las galeras de una meretriz; sin proyectos de reforma, Sila degüella a sus compatriotas, y Tiberio, sombrío como la noche y depravado como el crimen, divide su tiempo entre la concupiscencia y la matanza. Por un Cincinato hubo cien Caracallas, por un Trajano cien Caligüelas y por un Vespasiano cien Claudios.

 Este pueblo ha dado para todo; severidad para los viejos tiempos; austeridad para la República; depravación para los Emperadores; catacumbas para los cristianos; valor para conquistar el mundo entero; ambición para convertir todos los Estados de la tierra en arrabales tributarios; mujeres para hacer pasar las ruedas sacrílegas de su carruaje sobre el tronco destrozado de sus padres; oradores para conmover, como Cicerón; poetas para seducir con su canto, como Virgilio; satíricos, como Juvenal y Lucrecio; filósofos débiles, como Séneca; y ciudadanos enteros, como Catón.

Este pueblo ha dado para todo, menos para la causa de la humanidad: Mesalinas corrompidas, Agripinas sin entrañas, grandes historiadores, naturalistas insignes, guerreros ilustres, procónsules rapaces, sibaritas desenfrenados, aquilatadas virtudes y crímenes groseros; pero para la emancipación del espíritu, para la extirpación de las preocupaciones, para el enaltecimiento del hombre y para la perfectibilidad definitiva de su razón, bien poco, por no decir nada.  La civilización que ha soplado del Oriente, ha mostrado aquí todas sus fases, han hecho ver todos sus elementos; mas en cuanto a resolver el gran problema del hombre en libertad, parece que el asunto ha sido desconocido y que el despejo de esa misteriosa incógnita no ha de verificarse sino en el Nuevo Mundo.

¡Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por mi Patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español!

Simón Bolívar

Juramento hecho por Simón Bolívar en Roma el 15 de agosto de 1805, cuando era un joven de 22 años de edad. Con él estaban sus amigos Simón Rodríguez, quien contaba entonces unos 36 años y había sido su maestro en Caracas, y Fernando Rodríguez del Toro, de 32. Habían salido de París el 6 de abril anterior, y por la vía de Lyon, Chambéry, Turín, Milán, donde vieron a Napoleón coronarse como Rey de Italia, Montichiari, Venecia y Florencia, llegaron hacia el mes de julio a Roma. Ahí, según la tradición, se alojaron en una posada de la plaza España, cerca de la imponente escalinata que conduce al templo de Santa Trinitá dei Monti. Durante varias semanas recorrieron la ciudad, visitando sus monumentos y sus ruinas llenas de evocaciones históricas, testimonios de la grandeza y la decadencia de los imperios.

El 15 de agosto se dirigieron los 3 al llamado Monte Sacro, situado entonces fuera del recinto de la ciudad, a orilla del río Anio. Ese lugar era célebre en la historia de la antigua Roma, que los 3 venezolanos conocían bien, porque allí se habían retirado los plebeyos en sus desavenencias con los patricios en la época de la República. Es muy probable, como lo insinuó el mismo Bolívar años más tarde, que al dirigirse al Monte Sacro tanto él como sus compañeros tuvieran el propósito de realizar un gesto simbólico, como venezolanos que deseaban la independencia de la patria nativa y de toda la América entonces dominada por España. Ascienden por las laderas de la colina, y en la cima conversan sobre la sucesión de las civilizaciones, su apogeo y su declinación a través de los siglos. Son hombres penetrados por el espíritu de la Ilustración racionalista, que creen en el progreso indefinido del género humano, influenciados también por el nacionalismo y el romanticismo presentes ya en la Europa de aquellos años. Simón Bolívar es un joven madurado por el infortunio: la aún reciente muerte de su esposa; la presencia de su antiguo maestro, convertido ahora en consejero y amigo, es un poderoso estímulo intelectual. Simón Rodríguez Bolívar llamará más tarde «El Sócrates de Caracas», usa un método similar al de este filósofo de la Grecia antigua, basado en preguntas que poco a poco conducen a su interlocutor a descubrir las realidades.

Aquella tarde, mientras el sol se dirige a su ocaso, hablan largamente de las sociedades humanas del pasado, de las luces y las sombras de la historia, de la lucha contra la tiranía y del anhelo de libertad que ya tenían los plebeyos de Roma, 5 siglos antes de Cristo, cuando se reunieron y fortificaron en el Monte Sacro para luchar contra la injusticia; «la civilización que ha soplado del Oriente, exclama Bolívar, ha mostrado aquí (en Roma) todas sus fases, ha hecho ver todos sus elementos; mas en cuanto a resolver el gran problema del hombre en libertad, parece que el asunto ha sido desconocido, y que el despejo de esa misteriosa incógnita no ha de verificarse sino en el Nuevo Mundo?» Luego, poniéndose de pie, con un gesto firme y tono solemne, hace su juramento con la mirada fija en Simón Rodríguez: «Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor y juro por mi patria que no daré descanso a mi brazo ni reposo a mi alma hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español».

Unas semanas más tarde viajaron a París. Simón Rodríguez se quedó en Europa. Bolívar y Rodríguez del Toro regresaron por separado a Venezuela y juntos combatieron en 1811 contra la Insurrección de Valencia, donde Bolívar recibió su bautismo de fuego y su amigo fue gravemente herido y quedó inválido. Bolívar cumplió su juramento y se convirtió en el Libertador a partir de 1813. Simón Rodríguez volvió a América en 1823; cuando lo supo, el Libertador, le escribió desde Pativilca (Perú), el 19 de enero de 1824, una carta en la cual, dándole la bienvenida, le decía entre otras cosas: « ¿Se acuerda usted cuando fuimos juntos al Monte Sacro en Roma a jurar sobre aquella tierra santa la libertad de la Patria? Ciertamente no habrá usted olvidado aquel día de eterna gloria para nosotros». Entre los historiadores existe total acuerdo en cuanto a la fecha, el contenido y el significado del juramento de Bolívar en Roma; pero ha habido discrepancias en cuanto al lugar exacto. Destacados estudiosos como Caracciolo Parra Pérez, entre otros no menos notables, han sostenido que las palabras de Bolívar fueron pronunciadas en el Monte Aventino, una de las 7 colinas romanas; otros se inclinan por el Monte Palatino, que es también una de esas célebres colinas. El investigador que más profundamente ha analizado el tema, Joaquín Díaz González, sostiene que se trata del Monte Sacro, situado a orillas del Anio. Esta tesis, que es la más firme y segura, se basa en las propias palabras de Bolívar escritas en 1824: «fuimos juntos al Monte Sacro en Roma a jurar» Por esto se habla del juramento del Monte Sacro o, en términos más generales, del juramento de Roma.

DISCURSO DE BOLÍVAR ANTE LA SOCIEDAD PATRIÓTICA 4 DE JULIO DE 1811

"No es que hay dos Congresos. ¿Cómo fomentarán el cisma los que conocen más la necesidad de la unión? Lo que queremos es que esa unión sea efectiva y para animarnos a la gloriosa empresa de nuestra libertad; unirnos para reposar, para dormir en los brazos de la apatía, ayer fue una mengua, hoy es una traición. Se discute en el Congreso Nacional lo que debiera estar decidido. ¿Y qué dicen? que debemos comenzar por una confederación, como si todos no estuviésemos confederados contra la tiranía extranjera. Que debemos atender a los resultados de la política de España. ¿Qué nos importa que España venda a Bonaparte sus esclavos o que los conserve, si estamos resultados a ser libres? Esas dudas son tristes efectos de las antiguas cadenas. ¡Que los grandes proyectos deben prepararse con calma! Trescientos años de calma ¿no basta?. La Junta Patriótica respeta, como debe, al Congreso de la nación, pero el Congreso debe oír a la Junta Patriótica, centro de luces y de todos los intereses revolucionarios. Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad suramericana: vacilar es perdernos.

Que una comisión del seno de este cuerpo lleve al soberano Congreso estos sentimientos".

Con el nombre de Sociedad Patriótica se conoce a la organización revolucionaria pro independentista que realizó importantes actividades en Caracas y otras poblaciones venezolanas, durante la Primera República (1810-1812). La idea de la creación de la Sociedad Patriótica o Club Patriótico, como lo llamó luego Manuel Palacio Fajardo, ha debido ser de Miranda y Bolívar que conocieron el valor de la propagación de las ideas a través de este tipo de sociedades; sobretodo gracias a las experiencias de Miranda en el París de la Convención y del Directorio. Esto explica que un francés de apellido Leleux halla venido al país en diciembre de 1810 en para contribuir a la creación de la Sociedad Patriótica. En esta organización de carácter revolucionario figuraron como miembros (además de Miranda, Bolívar y Leleux), Antonio Muñoz, Vicente Salías, Francisco Espejo, Pedro Pellín, Casiano de Medranda, Miguel Peña, Lorenzo Burros, Francisco Antonio Paúl (llamado Coto Paúl), Pedro Pablo Díaz, José Antonio Pelgrón, Pedro Salias, Rafael Castillo, Carlos Núñez, José María Núñez, Carlos Soublette, Ramón García Cádiz, entre muchos otros. La presidencia de la Sociedad Patriótica se turnaba, y en diversos momentos se sabe que la ejercieron Francisco de Miranda, Antonio Muñoz Tébar y Francisco Espejo.

Las sesiones de la Sociedad Patriótica se llevaban a cabo durante la noche a partir de las 6 PM y a veces se extendían hasta la madrugada, participando en los mismos miembros de todas las clases sociales e incluso algunas mujeres representativas de diversos estamentos. Para mantener cierto orden en las reuniones, existía un reglamento de debates. En términos generales, los objetivos de la Sociedad consistían fundamentalmente en lograr la declaración de la Independencia de Venezuela y el establecimiento de un régimen republicano y democrático. Su órgano de difusión era El Patriota de Venezuela, cuyo primer ejemplar apareció a fines de 1810, siendo sus redactores Vicente Salias y Antonio Muñoz Tébar Durante el año de 1811 y los primeres meses de 1812 circularon 7 números. El 19 de abril de 1811, al celebrarse el primer aniversario del movimiento de 1810, los miembros de la Sociedad conmemoraron la fecha levantando un "Árbol de la Libertad" y exponiendo en la fachada de su sede, ubicada en la esquina de las Ibarras (donde antes había vivido el gobernador y capitán general Vicente Emparan) retratos de Manuel Gual y José María España, lo que identificaba a dicha organización con las ideas igualitarias de los promotores del movimiento revolucionario de 1797.

Cuando aún no se habían iniciado en el Congreso Constituyente de 1811 los debates relativos a la declaración de la Independencia de Venezuela, ya el tema había sido ampliamente discutido en la Sociedad Patriótica, por lo menos desde fines de mayo de 1811. En tal sentido, cuando algunas personas expresaron su preocupación de que la Independencia abriese la puerta Anarquía, uno de sus miembros, Francisco Antonio Paúl, manifestó que la emancipación absoluta era la única salida. Por estas razones a fines de junio de 1811, se comentaba en Caracas que existían dos congresos: el Congreso Constituyente y la Sociedad Patriótica, que supuestamente quería suplantarlo. Un hecho histórico ocurrido en el seno de la Sociedad, fue el pronunciamiento en la noche del 3 al 4 de julio, del primer discurso político conocido de Simón Bolívar, en el que se rechazaba la tesis de los 2 congresos y reafirmaba el respeto de la Sociedad patriótica hacia el Poder Legislativo, planteando además la necesidad de que éste declarase sin demora la Independencia. El 5 de julio de 1811, cuando el Congreso declaró la Independencia de Venezuela, un grupo de miembros de la Sociedad que estaban en la barra prorrumpieron en aclamaciones y encabezaron una manifestación que dirigida por Francisco de Miranda (quien también era diputado) y Francisco de Miranda, recorrió las calles y plazas de Caracas y entró al palacio arzobispal para pedirle al arzobispo Narciso Coll y Pratt que jurase la Independencia. A pocos días de declarada la Independencia, estalló una insurrección en Valencia por parte fuerzas realistas, para sofocarla fue conformada un ejército integrado por varios miembros de la Sociedad y comandada por Miranda. Uno de los miembros de la organización que marchó a Valencia, fue Lorenzo Burros, quien murió en agosto combatiendo a los insurrectos.

El 25 de agosto de 1811, fue fundada en Valencia una Sociedad Patriótica, filial de la de Caracas. Casiano de Medranda, miembro de la organización de Caracas, pronunció un discurso en el acto de instalación de la Sociedad valenciana. Sus primeros presidente y vicepresidente, fueron los presbíteros Francisco j. Narvarte y José Félix Blanco, respectivamente. Otra filial de la Sociedad se instaló en Puerto Cabello, el 26 de septiembre de 1811, siendo su presidente el coronel Manuel Ruiz. Posteriormente, siguió el 10 de octubre la de Barcelona, donde pronunció el discurso inaugural Francisco Espejo; tocándoles a los sacerdotes Manuel Antonio Pérez y Ramón Godoy, desempeñar la presidencia y la vicepresidencia. Una última Sociedad de la que se tiene testimonio de su existencia fue la de Barinas. Durante los meses finales del año 1811 y los comienzos de 1812 El Patriota de Venezuela, asumió una actitud más radical con relación a las virtudes que republicanas que debían existir para el establecimiento de un verdadero gobierno democrático. No se tienen datos precisos acerca de las actividades de la Sociedad Patriótica después del terremoto de marzo de 1812 Sin embargo, es probable que muchos de sus miembros se alistasen en el ejército de Miranda. Asimismo, cuando se acercaba el fin de la Primera República, el capitán Pedro Pellín intentó salvar los archivos de la organización, llevándolos a una hacienda de Cacao que poseía Francisco Espejo en Barlovento; desconociéndose en el presente el paradero de dichos documentos. En definitiva, la Sociedad Patriótica dejó de funcionar a mediados de 1812.

DECRETO DE GUERRA A MUERTE

SIMÓN BOLÍVAR,

Brigadier de la Unión, General en Jefe del Ejercito del Norte,

Libertador de Venezuela

A sus conciudadanos

"Venezolanos: Un ejército de hermanos, enviado por el soberano Congreso de la Nueva Granada, ha venido a libertaros, y ya lo tenéis en medio de vosotros, después de haber expulsado a los opresores de las provincias de Mérida y Trujillo.

Nosotros somos enviados a destruir a los españoles, a proteger a los americanos, y a restablecer los gobiernos republicanos que formaban la Confederación de Venezuela. Los Estados que cubren nuestras armas, están regidos nuevamente por sus antiguas constituciones y magistrados, gozando plenamente de su libertad e independencia; porque nuestra misión sólo se dirige a romper las cadenas de la servidumbre, que agobian todavía a algunos de nuestros pueblos, sin pretender dar leyes, ni ejercer actos de dominio, a que el derecho de la guerra podría autorizarnos.

Tocado de vuestros infortunios, no hemos podido ver con indiferencia las aflicciones que os hacían experimentar los bárbaros españoles, que os han aniquilado con la rapiña, y os han destruido con la muerte; que han violado los derechos sagrados de las gentes; que han infringido las capitulaciones y los tratados más solemnes; y, en fin, han cometido todos los crímenes, reduciendo la República de Venezuela a la más espantosa desolación. Así pues, la justicia exige la vindicta, y la necesidad nos obliga a tomarla. Que desaparezcan para siempre del suelo colombiano los monstruos que lo infestan y han cubierto de sangre; que su escarmiento sea igual a la enormidad de su perfidia, para lavar de este modo la mancha de nuestra ignominia, y mostrar a las naciones del universo, que no se ofende impunemente a los hijos de América.

Todo español que no conspire contra la tiranía en favor de la justa causa, por los medios más activos y eficaces, será tenido por enemigo, y castigado como traidor a la patria y, por consecuencia, será irremisiblemente pasado por las armas. Por el contrario, se concede un indulto general y absoluto a los que pasen a nuestro ejército con sus armas o sin ellas; a los que presten sus auxilios a los buenos ciudadanos que se están esforzando por sacudir el yugo de la tiranía. Se conservarán en sus empleos y destinos a los oficiales de guerra, y magistrados civiles que proclamen el Gobierno de Venezuela, y se unan a nosotros; en una palabra, los españoles que hagan señalados servicios al Estado, serán reputados y tratados como americanos.

Y vosotros, americanos, que el error o la perfidia os ha extraviado de las sendas de la justicia, sabed que vuestros hermanos os perdonan y lamentan sinceramente vuestros descarríos, en la íntima persuasión de que vosotros no podéis ser culpables, y que sólo la ceguedad e ignorancia en que os han tenido hasta el presente los autores de vuestros crímenes, han podido induciros a ellos. No temáis la espada que viene a vengaros y a cortar los lazos ignominiosos con que os ligan a su suerte vuestros verdugos. Contad con una inmunidad absoluta en vuestro honor, vida y propiedades; el solo título de americanos será vuestra garantía y salvaguardia. Nuestras armas han venido a protegeros, y no se emplearán jamás contra uno solo de nuestros hermanos.

Esta amnistía se extiende hasta a los mismos traidores que más recientemente hayan cometido actos de felonía; y será tan religiosamente cumplida, que ninguna razón, causa, o pretexto será suficiente para obligarnos a quebrantar nuestra oferta, por grandes y extraordinarios que sean los motivos que nos deis pare excitar nuestra animadversión. Españoles y Canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de América. Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables."

Cuartel General de Trujillo, 15 de junio de 1813.

Simón Bolívar.

Célebre documento dictado por Simón Bolívar y dado a conocer en la ciudad de Trujillo, el 15 de junio de 1813. La Proclama de guerra a muerte, fue la respuesta de Bolívar ante los numerosos crímenes perpetrados por Domingo de Monteverde, Francisco Cervériz, Antonio Zuazola, Pascual Martínez, Lorenzo Fernández de la Hoz, José Yánez, Francisco Rosete y otros jefes realistas luego de la caída de la Primera República. La matanza de los republicanos por parte de los jefes españoles llegó a extremos tales de provocar el rechazo de personajes adictos a la causa monárquica. Uno de ellos fue el abogado fue el abogado Francisco de Heredia, oidor y regente de la Real Audiencia de Caracas, quien pidió en distintas formas que cesaran las ejecuciones, lo cual no sucedió. Según el testimonio del propio Heredia relatado en sus Memorias, un fraile capuchino de las misiones de Apure que actuaba como uno de los partidarios de Monteverde, exhortó en una ocasión «… en alta voz a los soldados, de siete años arriba, no dejasen vivo a nadie…» Bolívar en su Campaña Libertadora de 1813 recibió información de la consumación de hechos como el relatado por Heredia, lo que le llevó a expresar el 8 de junio en Mérida: «Nuestro odio será implacable y la guerra será a muerte».

Al pronunciamiento de Bolívar del 8 de junio siguió la proclama el 15 de junio en Trujillo del Decreto a muerte el cual termina de la manera siguiente: «…Españoles y canarios, contad con la muerte, aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de Venezuela. Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables». En una primera instancia esta manifestación fue considerada por Bolívar como ley fundamental de la República, que luego ampliaría y ratificaría en el cuartel general de Puerto Cabello, mediante una proclama del 6 de septiembre del mismo año 1813, acto que según algunos historiadores puede ser considerado como un «Segundo Decreto de Guerra a Muerte». Posteriormente, cuando en el segundo semestre de 1813 aparecen en escena José Tomás Boves y Francisco Tomás Morales, la matanza se hace más intensa por parte de los realistas y la respuesta de los republicanos es radicalizar la aplicación de la «guerra a muerte». Derivado de esto se produjo la ejecución de los presos españoles y canarios de Caracas y La Guaira ordenada por Bolívar en febrero de 1814. En este último año la «guerra a muerte» se recrudece, perdiéndose numerosas vidas de ambos bandos. Asimismo, es en este contexto de destrucción en el que cae la Segunda República.

Entre los años 1815, 1816 y 1817 la «guerra a muerte» se extiende a la Nueva Granada, en donde el general Pablo Morillo la ejecuta con la mayor crueldad. Entre las numerosas víctimas de Morillo se pueden destacar el científico Francisco José de Caldas, los estadistas neogranadinos Camilo Torres y Manuel Rodríguez Torices y los patriotas venezolanos Andrés Linares y Francisco José García de Hevia. A pesar de haber sido Bolívar el autor del decreto de guerra sin cuartel, en varias ocasiones consideró la posibilidad de la derogación de dicho instrumento. En tal sentido, en su proclama de Ocumare del 6 de julio de 1816, expresó que: «…La guerra a muerte que nos han hecho nuestros enemigos cesará por nuestra parte: perdonamos a los que se rindan, aunque sean españoles. Ningún español sufrirá la muerte fuera del campo de batalla»; lo cual obviamente buscaba humanizar la contienda militar. Finalmente, el 26 de noviembre de 1820 se celebró en Trujillo, en el mismo lugar donde se proclamó la «guerra a muerte», el Tratado de Regularización de la Guerra, el cual derogaba el decreto de 1813.

ACTA DE AL INDEPENDENCIA

"En el nombre de Dios Todopoderoso, nosotros, los representantes de las Provincias Unidas de Caracas, Cumaná, Barinas, Margarita, Barcelona, Mérida y Trujillo, que forman la Confederación americana de Venezuela en el continente meridional, reunidos en Congreso, y considerando la plena y absoluta posesión de nuestros derechos, que recobramos justa y legítimamente desde el 19 de abril de 1810, en consecuencia de la jornada de Bayona y la ocupación del trono español por la conquista y sucesión de otra nueva dinastía constituida sin nuestro consentimiento, queremos, antes de usar de los derechos de que nos tuvo privados la fuerza, por más de tres siglos, y nos ha restituido el orden político de los acontecimientos humanos, patentizar al universo las razones que han emanado de estos mismos acontecimientos y autorizan el libre uso que vamos a hacer de nuestra soberanía.

No queremos, sin embargo, empezar alegando los derechos que tiene todo país conquistado, para recuperar su estado de propiedad e independencia; olvidamos generosamente la larga serie de males, agravios y privaciones que el derecho funesto de conquista ha causado indistintamente a todos los descendientes de los descubridores, conquistadores y pobladores de estos países, hechos de peor condición, por la misma razón que debía favorecerlos; y corriendo un velo sobre los trescientos años de dominación española en América, sólo presentaremos los hechos auténticos y notorios que han debido desprender y han desprendido de derecho a un mundo de otro, en el trastorno, desorden y conquista que tiene ya disuelta la nación española.

Este desorden ha aumentado los males de la América, inutilizándole los recursos y reclamaciones, y autorizando la impunidad de los gobernantes de España para insultar y oprimir esta parte de la nación, dejándola sin el amparo y garantía de las leyes.

Es contrario al orden, imposible al gobierno de España, y funesto a la América, el que, teniendo ésta un territorio infinitamente más extenso, y una población incomparablemente más numerosa, dependa y este sujeta a un ángulo peninsular del continente europeo.

Las sesiones y abdicaciones de Bayona, las jornadas del Escorial y de Aranjuez, y las órdenes del lugarteniente duque de Berg, a la América, debieron poner en uso los derechos que hasta entonces habían sacrificado los americanos a la unidad e integridad de la nación española.

Venezuela, antes que nadie, reconoció y conservó generosamente esta integridad por no abandonar la causa de sus hermanos, mientras tuvo la menor apariencia de salvación.

América volvió a existir de nuevo, desde que pudo y debió tomar a su cargo su suerte y conservación; como España pudo reconocer, o no, los derechos de un rey que había apreciado más su existencia que la dignidad de la nación que gobernaba.

Cuantos Borbones concurrieron a las inválidas estipulaciones de Bayona, abandonando el territorio español, contra la voluntad de los pueblos, faltaron, despreciaron y hollaron el deber sagrado que contrajeron con los españoles de ambos mundos, cuando, con su sangre y sus tesoros, los colocaron en el trono a despecho de la Casa de Austria; por esta conducta quedaron inhábiles e incapaces de gobernar a un pueblo libre, a quien entregaron como un rebaño de esclavos.

Los intrusos gobiernos que se abrogaron la representación nacional aprovecharon pérfidamente las disposiciones que la buena fe, la distancia, la opresión y la ignorancia daban a los americanos contra la nueva dinastía que se introdujo en España por la fuerza; y contra sus mismos principios, sostuvieron entre nosotros la ilusión a favor de Fernando, para devorarnos y vejarnos impunemente cuando más nos prometían la libertad, la igualdad y la fraternidad, en discursos pomposos y frases estudiadas, para encubrir el lazo de una representación amañada, inútil y degradante.

Luego que se disolvieron, sustituyeron y destruyeron entre sí las varias formas de gobierno de España, y que la ley imperiosa de la necesidad dictó a Venezuela el conservarse a sí misma para ventilar y conservar los derechos de su rey y ofrecer un asilo a sus hermanos de Europa contra los males que les amenazaban, se desconoció toda su anterior conducta, se variaron los principios, y se llamó insurrección, perfidia e ingratitud, a lo mismo que sirvió de norma a los gobiernos de España, porque ya se les cerraba la puerta al monopolio de administración que querían perpetuar a nombre de un rey imaginario……….."

Lo que comenzó el 19 de abril de 1810 como un movimiento autonomista por parte del Cabildo de Caracas, pero que guardaba fidelidad al rey Fernando VII; en 1811 no sólo superó el ámbito de la Provincia de Caracas al sumarse otras provincias, sino que implicó la ruptura definitiva con el nexo colonial español. Con esta finalidad se instaló en Caracas el 2 de marzo de 1811, el primer Congreso de Venezuela, con la representación de las Provincias de Caracas, Cumaná, Barinas, Margarita, Mérida, Barcelona y Trujillo. Estas siete provincias que formaban la "Confederación Americana de Venezuela en el Continente Meridional", quedaron simbolizadas en las siete estrellas de la bandera nacional venezolana. Es importante destacar que las provincias de Coro, Maracaibo y Guayana, quedaron excluidas del Congreso por estar dominadas por los españoles.

La instalación del Congreso se llevó a cabo el 2 de marzo de 1811 en la casa del Conde San Javier (hoy esquina de El Conde) en Caracas, con asistencia de la Junta Suprema. Acto seguido se eligió un Presidente provisional del Congreso y pasaron, precedidos por los miembros de la Junta a la catedral de Caracas, donde el arzobispo Narciso Coll y Pratt ofició la misa y después del evangelio los diputados prestaron juramento, bajo estos términos: "¿Juráis a Dios por los Santos Evangelios que vais a tocar, y prometéis a la Patria conservar y defender sus derechos y los del Señor Don Fernando VII, sin la menor relación o influjo con la Francia; independientes de toda forma de gobierno de la península de España; y sin otra representación que la que reside en el Congreso General de Venezuela; oponeros a toda dominación que pretendiera ejercer soberanía en estos países, o impedir su absoluta y legítima independencia cuando la Confederación de sus Provincias la juzgue conveniente…?". Dicho juramento expresa tres aspectos que son importantes destacar. El primero, es el rechazo por parte de la iglesia a la influencia de la Revolución Francesa en el proceso independentista venezolano (y en toda Hispanoamérica) dado su marcado carácter anticlerical. Segundo, la mención a la forma federativa (Confederación) de la Constitución Política, lo cual formará parte del intenso debate centralismo-federalismo que se llevará a cabo durante el Congreso, y que dominará todo el siglo XIX. Tercero, la declaración de la Independencia absoluta de Venezuela, la cual además había que proteger no sólo de España sino de las demás potencias europeas.

A medida que se fueron desarrollando las sesiones del Congreso, la idea de la Independencia fue ganando adeptos en el seno del mismo. Muchos diputados la apoyaron con apasionados alegatos, otros con argumentos históricos. Entre los diputados que se oponían a la ruptura definitiva con la corona española, se encontraba el sacerdote de La Grita, Manuel Vicente Maya, quien pronto se vio abrumado por los discursos de Fernando Peñalver, Juan Germán Roscio, Francisco de Miranda, Francisco Javier Yanez y muchos más, favorables a la idea de la Independencia absoluta. Mientras tanto, los ánimos de los jóvenes radicales se caldeaban en las reuniones de la Sociedad Patriótica, hasta llegar el momento en que Simón Bolívar lanzó—ante las dudas sobre la Independencia—su famosa pregunta: "¿Trescientos años de calma, no bastan?".

En la mañana del 5 de julio continúo el debate en el Congreso, y a comienzos de la tarde se procede a la votación; hecho el recuento de los votos, el presidente del Congreso Juan Antonio Rodríguez Domínguez, anunció solemnemente a las tres de la tarde, que quedaba proclamada la Independencia absoluta de Venezuela. De acuerdo con los testimonios de la época, luego de la proclamación se vivieron momentos de intensa emoción. Una manifestación espontánea, a la cabeza de la cual figuraba Francisco de Miranda, acompañado por miembros de la Sociedad Patriótica y del pueblo, recorrió las calles de la ciudad, ondeando banderas y gritando consignas acerca de la libertad. En la misma tarde del 5 de julio el Congreso celebró otra sesión, en la que se acordó redactar un documento, cuya elaboración fue encomendada al diputado Juan Germán Roscio y al secretario del Congreso, Francisco Isnardi. En este documento debían aparecer los motivos y causas que produjeron la Declaración de la Independencia, para que sometido a la revisión del Congreso, sirviese de Acta y pasara al Poder Ejecutivo.

Finalmente, debemos aclarar que el texto antes mencionado, el cual se conoce como el Acta de la Independencia, aunque está fechado en Caracas el 5 de julio de 1811 (porque ese día fue declarada) en realidad fue redactada en la noche del día 5 al 6 o en el transcurso del día 6, aprobado el 7 por el Congreso y presentada el 8 al Poder Ejecutivo. Las circunstancias de la guerra de emancipación, hicieron que se perdiera el manuscrito original del Acta de la Independencia, el que llevaba al pie las firmas autógrafas de 41 diputados y el sello del Congreso. Hasta el presente este documento fundamental para nuestra historia, no ha sido localizado. Sin embargo, el texto auténtico del Acta de la Independencia se conoce perfectamente gracias a su reproducción en El Publicista de Venezuela y la Gaceta de Caracas del 16 de ese mes.

MANIFIESTO DE CARTAGENA

"Libertar a la Nueva Granada de la suerte de Venezuela y redimir a ésta de la que padece, son los objetos que me he propuesto en esta memoria. Dignaos, oh mis conciudadanos, de aceptarla con indulgencia en obsequio de miras tan laudables.

Yo soy, granadinos, un hijo de la infeliz Caracas, escapado prodigiosamente de en medio de sus ruinas físicas y políticas, que siempre fiel al sistema liberal y justo que proclamó mi patria, he venido a seguir los estandartes de la independencia, que tan gloriosamente tremolan en estos Estados.

Permitidme que animado de un celo patriótico me atreva a dirigirme a vosotros, para indicaros ligeramente las causas que condujeron a Venezuela a su destrucción, lisonjiándome que las terribles y ejemplares lecciones que ha dado aquella extinguida República, persuadan a la América a mejorar su conducta, corrigiendo los vicios de unidad, solidez y energía que se notan en sus gobiernos

El más consecuente error que cometió Venezuela al presentarse en el teatro político fue, sin contradicción, la fatal adopción que hizo del sistema tolerante; sistema improbado como débil y ineficaz, desde entonces, por todo el mundo sensato, y tenazmente sostenido hasta los últimos períodos, con una ceguedad sin ejemplo.

Las primeras pruebas que dio nuestro gobierno de su insensata debilidad, las manifestó con la ciudad subalterna de Coro, que denegándose a reconocer su legitimidad, la declaró insurgente, y la hostilizó como enemigo. La Junta Suprema en lugar de subyugar aquella indefensa ciudad, que estaba rendida con presentar nuestras fuerzas marítimas delante de su puerto, la dejó fortificar y tomar una actitud tan respetable que dejó subyugar después la confederación entera, con casi igual facilidad que la que teníamos nosotros anteriormente para vencerla, fundando la Junta su política en los principios de humanidad mal entendida que no autorizan a ningún gobierno para ser por la fuerza libres a los pueblos estúpidos que desconocen el valor de sus derechos."

Cartagena de Indias, diciembre 15 de 1812. Simón Bolívar

En este manifiesto, Bolívar expone sus consideraciones sobre la situación actual de la guerra de independencia, en especial las causas que llevaron al fracaso la primera república.

Así, Bolívar destaca la adopción de un gobierno que adoptó un sistema federal con sus consecuencias fatales para los intereses de unificación de la república; por otra parte la orientación que tuvieron los magistrados para procurar el orden social quienes consideraron que el mismo se conformaba y construía con la promulgación de leyes. De manera tal, que tuvimos filósofos por gobernantes y filantropía por legislación, lo que contribuyó a la disolución total de la primera república.

Por ello, a cada conspiración y acto de corrupción y desobediencia sucedía el perdón que no hacía más que mandar a hacer el crimen, más aún cuando la república se encontraba en construcción social y política.

Contrarios a levantar tropas disciplinadas y fuertes, el gobierno procuró la instalación de soldados y demás burócratas que contrarios a defender los intereses de una república que perseguía su fortificación, contribuyeron al agotamiento del erario público.

El sistema federal adoptado por el gobierno exacerbó el caudillismo que terminó dando como resultado la rivalidad entre las provincias y ciudades de Venezuela, más aún cuando la unificación de la patria se encontraba en gestación.

Por otra parte, la adopción de una nueva y desconocida moneda que pretendía mediar la relaciones comerciales generó una gran incertidumbre que aún la población no se encontraba en capacidad de comprender como la expresión abstracta del valor de los bienes y servicios. De manera tal que, la población percibía que con la moneda se les estaba despojando del valor intrínseco (valor de uso) que poseían los bienes y servicios, aumentando así el descontento de la población ante el nuevo sistema político independiente de la corona española.

Además de todo ello, lo que más debilitó a la república fue el sistema federal que adoptó , que siguiendo las máximas exageradas de los derechos del hombre promovió la anarquía. Debido que a pesar de las bondades del sistema federal, es el más inadecuado para nuestros pueblos, dado su oposición a los intereses de unificación de una república que recién nacía.

En síntesis, Bolívar resume las causas principales que dieron al traste con la primera república expresando que en primer lugar debe colocarse la constitución federal que era tan contraria a los intereses de la república como favorable a las intenciones de los enemigos. En segundo lugar, el espíritu de misantropía que se apoderó de nuestros gobernantes. Tercero, la oposición de conformar un cuerpo de soldados con cuya fuerza pudieran replegar los ataques de los enemigos y por último, el terremoto que fue explotado por el fanatismos de la iglesia católica la cual lo utilizó para infundir miedos a la población difundiendo la creencia de que el mismo era la respuesta de dios ante los intentos de independencia de la corona española.

En este discurso Bolívar dirige sus apreciaciones y sugerencias humildes a los nuevos magistrados a quienes les transfiere el poder político. Durante el mismo, Bolívar acepta y reconoce que fuerzas irresistibles han dirigido tanto los fracasos como los aciertos de sus actos por cual sería injusto atribuírselos a él.

En este discurso, en Bolívar se evidencia la influencia del pensamiento de Aristóteles en su visión política y social, por cuanto efectúa un conjunto de apreciaciones sociológica, históricas y antropológicas sobre la conformación de esta nueva raza de hombres que constituyen las naciones americanas. Así Bolívar, expone su visión situacional que los gobiernos deben considerar al momento de decidir sus formas e instituciones políticas.

Los pueblos bolivarianos poseen características étnicas y climáticas que los diferencian en su carácter de otros pueblos, así como otras razones históricas, invitando a los legisladores a que estas sean tomadas en cuenta al construir la forma de gobierno que procure la mayor suma de felicidad posible. "… no somos europeos, no somos indios, sino una especie media entre los aborígenes y españoles".

Así, quiere evidenciar que es inapropiado pretender imponer sistemas políticos a pueblos que ni siquiera han sido soberanos para instaurar su tiranía, la cual habiendo quedado en manos de la colonia española, nos ha imposibilitado el conocimiento sobre el negocio y manejo de los asuntos públicos. De manera tal que, mal podríamos pretender que un pueblo en tales condiciones signadas históricamente por la usurpación de sus más básicos derechos, pudiera alcanzar la capacidad de procurarse las instituciones y su instauración en las mejores condiciones favorables para él. Así Bolívar expresa que "…un pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción", aunado al pensamiento de que "…un pueblo uncido al triple yugo de la ignorancia, de la tiranía, y del vicio, no ha podido adquirir, ni saber, ni poder, ni virtud"

Por último, en este discurso Bolívar denuncia lo pernicioso de que los legisladores se hayan preocupado más por tomar modelos políticos foráneos que por promover la unificación de la república, lo que contribuyen a su disolución, por cuanto los legisladores olvidan las consideraciones sociológicas, históricas y antropológicas de nuestros pueblos. De esta manera, se evidencia una vez más el carácter situacional de la visión política y social de Bolívar.

Por último, Bolívar expresa que no crean los legisladores que las repúblicas se construyen con leyes e instituciones que nada pudieran parecerse a la idiosincrasia de los pueblos y por ende representar los sentimientos de la nación y la visión sólida política sobre la unificación del república.

Partes: 1, 2, 3
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