Descargar

El periodismo en tiempos de terrorismo y otros miedos (página 2)

Enviado por Jos� Zepeda


Partes: 1, 2

Si bien es cierto que los terroristas se ensañan no pocas veces con los periodistas, he ahí los trágicos ejemplos de colegas perseguidos, secuestrados, y asesinados, también no es menos cierto, y hay que decirlo por lo alto, que la prensa puede cometer genocidio. Sin grandes aspavientos, en Arusha, una ciudad de Tanzania, lejos de la atención del mundo, los fiscales de las Naciones Unidas en el Tribunal sobre Crímenes contra la Humanidad en Ruanda, han acusado a tres hombres, antiguos ejecutivos de medios de comunicación, de genocidio e incitación al genocidio, por su uso de la radio y de la prensa durante la matanza de más de 800 mil personas en 1994 en Ruanda. Es la primera vez desde Nuremberg que varios periodistas tienen que responder por estos cargos. Una cuestión clave será la de los límites, qué discursos estarán protegidos por la libertad de expresión y cuáles no. La emisora conocida como Radio Odio, fue una pieza clave del extremismo hutu. Cuando comenzaron las matanzas, sus mensajes no podían ser más explícitos: "las tumbas no están todavía llenas", fue uno de los más repetidos.

No todo es terrorismo

El ministro de Relaciones Exteriores de Francia, Hubert Védrine ha expresado con razón su preocupación ante "un planteamiento simplista que reduce todos los problemas del mundo a la lucha contra el terrorismo".

La pretensión es desde el centro determinar qué es realidad, qué es lo que realmente importa. Se quiere, fundamentalmente a través de los medios de comunicación, señalar de manera inequívoca de qué debemos preocuparnos. Esta pretensión amenaza con opacar, muchas veces de forma interesada, problemas acuciantes que viven las naciones. En el caso concreto de América Latina, África y Asia, el tema de la pobreza es uno de ellos. Más bien tarde, los organismos internacionales han tenido que reconocer que es peligroso imaginar el progreso económico sin justicia social. El caso acuciante de Argentina, por citar el más próximo, es una prueba palpable de otros escenarios imaginables para el futuro. El neoliberalismo es utópico, porque cree que el modelo económico por sí mismo y sin control alguno permitirá combatir la pobreza. Nada ha demostrado ser más falaz.

Infortunadamente las cosas van a peor. La OCDE, Organización de Cooperación al Desarrollo ha dicho que las naciones más ricas invierten, cada día, 1.000 millones de dólares para proteger los productos agrícolas de sus países. La cantidad es seis veces superior a la que entregan en ayuda al desarrollo, a los países en desarrollo.

Otro tema crucial es el de la impunidad. Mucho terrorismo de Estado ha marcado y marca la historia y la vida de demasiada gente en América Latina. La connivencia de sectores del ejército con los grupos paramilitares es reconocida hasta por el departamento de Estado en Washington. Con ironía, pero con verdad, alguien decía que por matar a una persona uno se arriesgaba a una condena de cárcel de 20 años; por matar a cinco o a diez, a ser enviado a un hospital psiquiátrico; por matar a muchos más, a ser objeto de una amnistía o una ley de punto final.

Todo ello no puede hacernos olvidar el terrorismo de organizaciones de guerrilla que hace tiempo perdieron, por el camino, la nobleza de sus propósitos originales y han devenido en gente que secuestra, asesina, trafica con la droga, y hace volar por los aires parte de la infraestructura nacional.

Estas formas de violencia obligan a que los periodistas seamos especialmente agudos a la hora del análisis, o durante la constante formación, dejando de lado toda arrogancia. Nunca debemos creer que hemos visto todo: las violencias nos dejan, siempre, mucho que aprender.

Y qué hacer ante el miedo

Uno de los adversarios indeseados del periodismo es, por desgracia, muchas veces la llamada opinión pública. Hasta que se decida abandonar ese concepto poco claro para empezar a ver que las sociedades tienen grupos de intereses, diferentes actores que demuestran que no existe la opinión pública, tendremos que seguir soportando sus humores y sus veleidades que intentan condicionar el mensaje. Aquí otra vez, el periodista tendrá que ser un agudo detective para no confundir el todo por las partes. El ascenso de Le Pen no significa que todos los franceses, ni siquiera que una mayoría de ellos, se hayan vuelto ultraderechistas y racistas. El apresuramiento sensacionalista o comprometido puede llevarnos a ignorar los matices.

Por lo tanto, tenemos que enfrentarnos a los factores de influencia, a los grupos que crean opinión, al carácter absoluto de sus juicios, a la rapidez de los contagios, al debilitamiento o la pérdida del espíritu crítico. Como así también a la disminución o la desaparición del sentido de la responsabilidad personal, la subestimación de la fuerza del adversario, la aptitud para pasar repetidamente del horror al entusiasmo y de las aclamaciones a las amenazas de muerte.

Europa hoy exhibe en este sentido un panorama poco alentador. Neo fascistas, neo populistas logran el apoyo de electores cansados de una forma de hacer política, pero sobre todo se inclinan a favor de lo peor, porque tienen miedo. Miedo al otro, al extranjero, al inmigrante, miedo a la inseguridad surgida en el Primer Mundo que habían construido desde finales de la Segunda Guerra Mundial y que hoy se ve invadido por el Tercer Mundo que busca fuera lo que se le ha negado en casa. El miedo ha despertado los sentimientos más lóbregos en quienes por ahora son chovinistas, xenófobos y racistas vergonzantes, que votan por racistas pero que se ocultan en el anonimato y pregonan su segregación en voz baja. Pero si estos Le Pen, estos Schill, estos Pim Fortuyn, estos Haider logran llegar al poder, nada les impedirá a sus votantes exhibir desenfadadamente sus preferencias segregacionistas. Entonces estaremos otra vez de regreso ante una realidad que es tan preocupante como el peor de los terrorismos.

Frente a ellos sólo cabe el rechazo más contundente. La emergencia democrática, esta democracia con síntomas patológicos debe defenderse a través de la palabra, pero sin concesiones de ninguna especie. Me refiero, por ejemplo, a que la condena y el repudio a la xenofobia, al racismo y a la discriminación no están en discusión. Ser demócrata es oponerse a poner en debate estos asuntos, como lo desean los neo fascistas. No se puede hablar de alta cocina con antropófagos (Le Monde, editorial del 25-4-2002).

¿Cómo, desde los medios, oponerse al terrorismo?

·         Reivindicando la seguridad humana, que concibe el respeto de los derechos humanos como un elemento clave de la definición de la seguridad y que ubica al individuo, y no al Estado, en el centro del debate de la política pública.

·         Negándonos a ser parte de aquellos que preconizan la discriminación por razones étnicas, chovinistas, de género, o de cualquier otra naturaleza. Qué triste papel el de aquellos medios que fomentan el miedo y el odio al extranjero.

·         Alentando una propuesta ciudadana para establecer políticas de defensa. No hacerlo, como hasta ahora ocurre en la mayoría de los países, es mantener uno de los mayores obstáculos para el establecimiento legítimo del control civil sobre los militares, lo que constituye uno de los retos de la consolidación democrática.

·         Dando voz y tribuna a aquellos que deben convencer a las fuerzas armadas que es un error que hagan patente su satisfacción ante la idea de volver a tener un papel protagónico en la sociedad política, porque la amenaza del terrorismo no puede ser una excusa para otorgar legitimidad al empleo de la fuerza en la supuesta defensa de la patria.

·         Convenciendo a la gente de que las actividades secretas del Estado, la recolección de información sobre actores privados y el uso de esa información no son actividades militares. Son actividades policiales y deben incluir formas de control responsable por parte del Parlamento o de instancias especiales, a fin de evitar el uso político de los datos o la ilegalidad de los procedimientos.

·         Desde los medios hay que oponer la democracia a los intentos siempre latentes de la remilitarización. (Cristina Eguizábal y Rut Diamint. La guerra contra el terrorismo y el futuro de las democracias. Foreign Affairs en español. Primavera del 2002)

·         Entendiendo que nuestra labor no consiste en resolver toda la reproducción estable de la democracia, porque ella no puede ocurrir, sin graves consecuencias sólo en el mundo mediático. Es la competencia cívica la encargada de la tarea, con ciudadanos convencidos de que la democracia importa porque importan sus principios. En consecuencia, deben ser ciudadanos con un mayor sentido social, con cierto compromiso con lo público. En fin, con una vida civil más activa es como se defiende de mejor modo la institucionalidad política (Ramón Vargas Machuca Ortega, catedrático de Filosofía política)

En resumen, tiene razón el Consejo Europeo cuando afirma, tempranamente, el 21 de septiembre del 2001, que: "La eficacia de la lucha contra la lacra del terrorismo será mayor al apoyarse en un profundo diálogo político con los países y las zonas del mundo donde se desarrolla el terrorismo. La integración de todos los países en un sistema mundial equitativo de seguridad, de prosperidad y de mejor desarrollo, constituye la condición de una comunidad fuerte y duradera para luchar contra el terrorismo".

Para alcanzar ese objetivo, que no será cuestión de un día, lo mejor que puede hacer el periodismo es ser serio, formado, riguroso, creativo, crítico, incluso con el mismo periodismo sensacionalista y perverso que se extiende con rapidez. 

Ahora ya recuerdo, mientras no demos voz a la víctima, tendremos que conformarnos con la opinión del victimario.

Violencia en los medios 

Doce maneras de distorsionar la violencia*

¿En qué se equivocan los medios al ocuparse de la violencia? Este resumen nos da un punto de partida para entender la cuestión.

El profesor de estudios de paz noruego Johann Galtung ha formulado 12 puntos de preocupación donde el periodismo suele equivocarse al abordar la violencia.

Cada uno sugiere implícitamente remedios explícitos.

1. Descontextualización de la violencia: enfocarse en lo irracional sin mirar las razones de conflictos y polarización irresueltos. 2. Dualismo: reducir el número de bandos en un conflicto a dos, cuando suele haber más involucrados. Artículos que se enfocan sólo en acontecimientos internos suelen ignorar fuerzas de fuera o externas tales como gobiernos extranjeros y empresas transnacionales. 3. Maniqueísmo: retratar un lado como bueno y demonizar al otro como el mal. 4. Armageddon: presentar la violencia como inevitable, omitiendo alternativas. 5. Enfocarse en actos individuales de violencia rehuyendo a la vez causas estructurales, como pobreza, desidia gubernamental y represión militar o policial. 6. Confusión: enfocarse sólo en el escenario del conflicto (ej., el campo de batalla o el lugar de incidentes violentos) pero no en las fuerzas y factores que influyen en la violencia. 7. Excluir y omitir a los deudos, y así no explicar nunca por qué hay actos de venganza y espirales de violencia. 8. No explorar las causas de la escalada de la violencia y el impacto de la cobertura misma de los medios. 9. No explorar las metas de los intervencionistas de fuera, especialmente las grandes potencias. 10. No explorar propuestas de paz y ofrecer imágenes de resultados pacíficos. 11. Confundir ceses del fuego y negociaciones con paz verdadera.

12. Omitir la reconciliación: los conflictos tienden a resurgir si no se presta atención a curar sociedades fracturadas.

Cuando las noticias sobre intentos de resolver conflictos están ausentes, se refuerza el fatalismo. Eso puede ayudar a engendrar aún más violencia, cuando la gente no tiene imágenes o información sobre posibles resultados pacíficos y la promesa de curación.

*Fuente: http://www.wacc.org.uk/publications/accion/239/violencia_en_medios.html   Tomado de Acción 239, publicacion de la Asociación Mundial de Comunicación Cristiana (WACC por sus siglas en inglés) El articulo completo del profesor de estudios de paz Johann Galtung, de nacionalidad noruega, puede ser consultado en la siguiente pagina de la red: http://www.mediachannel.org/views/dissector/coveringviolence.shtml 

 

 

 

 

Autor:

José Zepeda

Chileno, periodista, productor radial, profesor universitario. Actual Vicepresidente de la Red Latinoamericana de Radios para una Cultura de Paz (Radipaz) y Director del Departamento Latinoamericano de Radio Nederland, Holanda

Revista Chasqui

Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para

América Latina (CIESPAL) Email: chasqui[arroba]ciespal.net      info[arroba]ciespal.net Weblog: www.revistachasqui.blogspot.com Web: www.chasqui.comunica.org Web institucional: www.ciespal.net Quito – ECUADOR

Partes: 1, 2
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente