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El periodismo en tiempos de terrorismo y otros miedos

Enviado por José Zepeda

Partes: 1, 2

    1. Responsabilidad de los medios
    2. Violencia en los medios: Doce maneras de distorsionar la violencia

    No recuerdo por qué, pero lo cierto es qa memoria un refrán africano que dice algo así como: Mientras no sepamos lo que piensa el León de la cacería, debemos conformarnos con la opinión del cazador.

    Para comenzar una convicción absoluta: nada, ni una idea política, ni ideológica, ni un rencor, ni una fe; nada, ninguna circunstancia económica o social puede justificar los atentados del 11 de septiembre del 2001 en Nueva York y Washington.

    Los autores de estos atentados no representan, como quisieran algunos, a nuevos adalides de la libertad, o representantes armados de las mejores causas del hombre. Son, hay que repetirlo siempre, xenófobos de especie asesina, arropados de hábito religioso. Sabedores de la importancia de los medios de comunicación y por ello los ataques iban dirigidos a la multitud atenta de la era mediática. El terrorismo necesita de los medios para propagar su terror. Paradójicamente, en sus países de origen pregonan el término del trato con los infieles y propician el desmonte de las "abominables antenas satelitales, transmisoras de la contaminación cultural de occidente".

    No es casual que no exista consenso sobre la definición de terrorismo: el término es tan subjetivo que está privado de cualquier significado intrínseco, y aunque todos lo sabemos es bueno reiterarlo: el lenguaje no goza de la presunción de inocencia. La palabra terrorismo es extremadamente peligrosa porque mucha gente tiende a creer que sí tiene un significado preciso; muchos otros usan y abusan del término para aplicarlo a cualquier cosa que odian; como un medio para evitar el pensamiento racional y la discusión y, con frecuencia, para justificar su propia conducta ilegal e inmoral.

    Cualquier análisis desapasionado sobre el uso de la palabra terrorismo también revela que la elección -o no- del término se basa, lamentablemente, no en el hecho mismo sino en quién está haciendo qué a quién.

    Hay quienes quieren hacernos creer que la única definición intelectual, honesta y totalmente factible de terrorismo sea una subjetiva: "terrorismo es la violencia que yo no apoyo". 

    El filósofo español Fernando Savater ha debido reconocer que, en el caso del conflicto entre israelíes y palestinos, "es casi imposible discernir, en muchas ocasiones, cuándo un mismo ejecutante tiene carácter de combatiente o de terrorista".

    Sin embargo, la palabra ha sido tan devaluada que incluso la violencia ya no es requisito esencial para su uso. Robert Mugabe acusa a muchos periodistas de terrorismo.

    La llama sagrada del periodismo es la duda

    De las vocaciones del hombre, el periodismo es aquella en la que hay menos lugar para las verdades absolutas. La raíz del periodismo debería se la duda, aunque cada vez más gente en esta profesión cree tener sólo certezas. 

    La llama sagrada del periodismo es la duda. Una llama que no debería ensimismarse en el escándalo sino en la investigación honesta, no creada a golpes de efectos sino a través de la narración de cada hecho dentro de su contexto y de sus antecedentes. Dice Kapuzcinsky que esta no es una profesión para cínicos, aunque a veces parece lo contrario. No es circo para exhibirse, ni un tribunal para juzgar, ni la asesoría para gobernantes ineptos ni vacilantes, sino un instrumento de información, una herramienta para pensar, para crear, para ayudar a la humanidad en su eterno combate por una vida más digna y menos injusta.(Eloy Martínez).

    El periodismo no es la ropa que uno se pone cuando llega la hora del trabajo, y que se saca cuando duerme. El periodismo es una segunda piel, inseparable del cuerpo y que lo determina en todo tiempo y en toda circunstancia. Por eso el periodista debe escribir su propia verdad, pero no defendiéndola como un concepto único, porque no existe la voz, sino las voces.

    La libertad de expresión es un derecho sagrado y sin ella no hay democracia, pero es insuficiente. Sin voluntad de verdad el periodismo se vuelve una parodia o solamente producto banal de mercado. La voluntad de verdad es barata porque sólo requiere honradez, lucidez y fortaleza. Por ello es desalentador comprobar que la mayoría que no posee casi nada, no tiene voz para decir su verdad, y los que tienen mucha voz, frecuentemente no están interesados en la verdad (Jon Sobrino) 

    El método es precisamente la elección de los hechos (H. Poincaré)

    Cuando el periodista opta por contar la verdad y no solo una parte, en una situación extrema como la creada por los atentados del 11 de septiembre del 2001, corre el riesgo de ser tildado de traidor, o cómplice del terrorismo. La ola nacionalista en los Estados Unidos se ensañó, por ejemplo con Peter Jennings, uno de los periodistas televisivos con más fama y prestigio en el país. Por primera vez en sus 61 años de vida recibió más de 10.000 llamadas de protesta, amenazas e insultos, por haberse atrevido a preguntar, tras las primeras horas de los atentados, dónde estaba el presidente George Bush. Era sólo el comienzo de lo que hemos vivido después. La campaña militar y política en contra del terrorismo a escala planetaria está acompañada de "una guerra informativa de gran intensidad", es decir, de grandes mentiras y desinformaciones, tan grandes que el gobierno en Washington anunció que iba a crear la Oficina de Información Estratégica, con la que el Pentágono aspiraba a intoxicar a la prensa internacional o, según el propio Secretario de Defensa Donald Rumsfeld, a "utilizar, ocasionalmente, el engaño táctico contra el enemigo". Debido a las protestas internas e internacionales, el gobierno desmintió que desinformaría, dejándonos a todos con la duda existencial de saber dónde empezaba la verdad o la mentira.

    Responsabilidad de los medios

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