El espejo que somos: Reflexión sobre la Identidad Latinoamericana (página 2)
Enviado por Driceida Pérez R.
"La literatura descubre la(s) cultura(s) e identidad(es) latinoamericana(s), y la reivindica. La autoasunción de una identidad positiva y realista latinoamericana reivindica a sus artes y su filosofía, a sus ciencias y a su pueblo. La autorreivindicación y el autoconocimiento forman un circulo virtuoso entre sí con la valoración de América Latina para otros" (p.222).
Según Fuentes (2001):
"Un hecho cultural simboliza y conjuga cada manera de ser. Una pintura, un poema, una obra cinematográfica, indican cómo somos, qué podemos hacer, qué nos falta por hacer" (p. 406).
A nuestro parecer, lo antes señalado por Fuentes es bien acertado, puesto que la cultura se expresa a través del arte, y el arte a su vez es reflejo de la cultura. Como ejemplo encontramos el tango argentino "Cambalache" y "La Comparsita" en cuyas letras se manifiesta confusión, brusquedad, depresión y violencia producto de las crisis culturales de la época, pues la primera mitad del siglo XX estuvo marcado por la anomia.
Otro ejemplo son los corridos mexicanos, que en su mayoría reflejan las actitudes y comportamientos machistas, enmascarando el dolor o sufrimiento de los hombres ante una pérdida o una pena, lo cual es característico de la cultura latinoamericana.
Ahora bien, teniendo en cuenta que el arte demuestra lo que somos, nos atreveríamos inclusive a considerarlo como una herramienta terapéutica y medio para expresar lo negado, es decir, quitarse la máscara y reconocer la sombra indígena.
A través del arte se puede dar inicio a la reivindicación de la identidad, permitiéndonos recuperar la memoria y percibir el presente tal cual es y, por ende, crear un futuro desde lo que realmente somos y llegar a ser lo que deseamos ser como continente, puesto que como señala Gissi (1993): "La memoria (recuperación del pasado) es imprescindible, también la apertura al futuro y la asunción del presente (…)" (p.103).
2. LA CONQUISTA DE AMÉRICA
2.1 Contexto histórico
La llegada de los españoles al "Nuevo Mundo" fue un hecho histórico determinante e importante en la historia de Latinoamérica por sus múltiples repercusiones humanas, sociales, económicas y culturales. La época Medieval precursora de este período, había proclamado la persecución de los infieles, con la consabida expulsión de los judíos luego de 700 años de Guerra Santa. La Inquisición, como instrumento de dominación, fue utilizada muchas veces con excesos e injusticias que luego se repetirían, mediante otros mecanismos, en la época de la Conquista. Es decir, desde entonces se niega una realidad y una tradición poli cultural.
Luego, en el Renacimiento se produce la carrera imperialista en la que España, junto a Francia e Inglaterra, las mayores potencias en la Europa de la mitad del siglo XV luchaban por el poderío económico, que se traducía en la posibilidad de extender sus territorios hacia nuevas tierras y consolidar de esta manera sus Estados nacionales. La unión de Castilla y Aragón a través del matrimonio de Fernando e Isabel, consagró la integración de España y reafirmó, como nunca antes, una visión religiosa ortodoxa (Cristiandad) y un ideal de "pureza de sangre". Esto también permitió que los reyes se aventuraran por la conquista de una ruta más rápida para las Indias, y que aceptaran de buena gana los ilusorios sueños de un marinero. Fue así, como en 1492, Cristóbal Colón emprende un viaje que les depararía muchas sorpresas tanto a España como al mundo entero.
El mal denominado "descubrimiento de América", desde una mirada etnocentrista por parte de los españoles y europeos, les hizo creer a estos que eran el centro del mundo.
Los españoles estaban realmente convencidos de su superioridad racial y moral para "conquistar" a los "indios". Este sentimiento de superioridad de los españoles sobre los aborígenes de América lo corrobora Fuentes (1992) cuando dice:
"Ciertamente, muchos colonizadores, y sus defensores antiutópicos en Europa, negarían que los aborígenes de las Américas poseían alma o que, ni siquiera, eran seres humanos" (p.134).
La llegada de los españoles a América fue para España la oportunidad que esperaba para consolidar, de una vez por todas, sus sueños de grandeza. En Relación a este punto Gissi (1989) señala:
"En toda la España del siglo XVI se consideraba legítimo, como consecuencia de haber descubierto el nuevo continente, el apropiarse de las tierras, gente y riquezas que habían en él" (p.24).
Todo estaba preparado para continuar su guerra de reconquista.
Ahora bien, el encuentro de estas dos culturas disímiles muchas veces se ha sobrevalorado y otras veces subvalorado, pero es innegable que ha sido uno de los pilares sobre el cual se ha ido construyendo la identidad latinoamericana; identidad que desde sus inicios ha sido atravesada por la ambivalencia, la confusión y el estigma.
Las grandes sociedades indígenas se encontraron de frente con una cultura totalmente distinta de la que no sabían nada, ni siquiera su origen. Los españoles se encontraron con los habitantes de la India, los "indios", que según sus esquemas eran una raza inferior, de salvajes que vivían en el pecado.
De esta forma, el ímpetu conquistador modeló el carácter de esta nueva relación, con una tradición centenaria basada en la intolerancia y el rechazo al "otro" (no español) y quizás la más particular, la lucha por el poder.
Por su parte, para poder explicarse este extraño encuentro, las sociedades indígenas recurrieron a su mitología milenaria. Cabe mencionar que la sociedad Azteca se basó en una leyenda de su dios Quetzalcóalt (el dios de la paz y de la creación, dador de la vida), el cual debía regresar para una fecha fija, Ce Ácatl, el día de la caña en el calendario Azteca. Con otros matices, esto sucedió también en otras latitudes por lo que con la llegada de los españoles se confirmaba la profecía que dictaminaba la llegada de un dios, en el caso de los aztecas rubio y barbado (Fuentes, 2001).
Así, la llegada de los españoles fue, en un principio, recibida como el regreso de los dioses esperado por ellos, lo cual se refleja al revisar fragmentos de arte latinoamericano, en este caso, la canción "La Maldición de Malinche" escrita por el artista mexicano Gabino Palomares:
Del mar los vieron llegar
mis hermanos emplumados
eran hombres barbados
de la profecía esperada.
En este fragmento el hablante menciona a los "hermanos emplumados" refiriéndose a los indígenas, que veían como llegaban a través del mar los extraños hombres con barba. Era extraño y hasta el momento totalmente nuevo, puesto que ellos, los indígenas carecían de barba. De esta manera relacionan a los extraños barbados con los dioses que ellos aseguraban volverían a sus tierras.
El miedo, el desconocimiento y la confusión se unieron en este encuentro de civilizaciones.
Para Fuentes, el encuentro entre Cortés y Monteczuma representó "uno de los más grandes choques entre civilizaciones opuestas que el mundo jamás haya visto" (Fuentes, 2001, p. 159), y esto es válido también para lo que sucedió en el resto de América. Sin embargo, tras las frecuentes batallas y atrocidades consumadas en esa época, los indígenas empezaron a dudar de que los españoles fueran los dioses esperados, pues no entendían que pudieran ser tan ambiciosos y crueles.
Efectivamente el hecho de que estos hombres no eran dioses se refleja en este verso de "La Maldición de Malinche" escrita por Palomares:
Porque los dioses no comen
ni gozan con lo robado
y cuando nos dimos cuenta
ya todo estaba acabado.
Toda esa supremacía militar y las enfermedades, traídas por los españoles para las cuales los indígenas no tenían ningún resguardo, diezmaron a la población considerablemente. Esto unido al nuevo sistema de esclavitud instaurado por los representantes de la Corona, hizo que la resistencia indígena se debilitara paulatinamente y que muchos terminaran aceptando forzosamente los preceptos de la nueva cultura.
De este modo, fue inevitable la muerte del mundo indígena como tal, e imperios tan importantes y poderosos como el Inca y el Azteca, fueron finalmente derrotados. Sin embargo, sus cenizas sirvieron para cubrir y mezclarse con la concepción de mundo traída por los españoles.
De hecho, la historia de la Malinche, la cual fue dada en ofrenda a Cortés por su propio pueblo, es un ejemplo de las complejas interacciones que se fueron gestando en este gran choque cultural: traiciones, alianzas, encuentros y desencuentros.
Además, la Malinche también es simbólicamente la madre del primer mestizo, representando esta mezcla de culturas: "Madre del primer mexicano, del primer niño de sangre española e indígena" (Fuentes, 1992, p. 125).
Los indígenas pasaron a ser una propiedad más de los españoles, y este poder les otorgaba derechos totales sobre ellos, hombres y mujeres indistintamente, lo cual conlleva a la pérdida de identidad de la cultura indígena. Sobre este hecho Gissi (1989) expresa lo siguiente:
"Junto con la pérdida de población, se perdió la independencia política económica, la tradición y la identidad cultural indígena" (p.32).
Se dan de esta manera los fenómenos de deculturación por un lado, y por el otro lado la aculturación de los pobladores de toda América, fenómenos estos que fueron impuestos, lo cuales trajeron como consecuencia la identidad ambivalente de Latinoamérica. Es así como en un mismo momento se dan dos fenómenos opuestos que ocasionan una sensación de caos e incertidumbre.
Posteriormente, al hecho de que los españoles se otorgaran el derecho sobre los indígenas americanos, la Corona trató de poner orden a través de las Leyes Indias pero los conquistadores defendieron sus "derechos adquiridos", no respetando las órdenes reales exponiéndose incluso a la pena de muerte.
Según los documentos revisados por Konetzke (1953), un medio utilizado por la R.C. (Real Cédula) para ofrecer protección a los indios fueron las ordenanzas dictadas sobre el buen tratamiento de los indios:
"Otrosí, ordenamos y mandamos que los religiosos o clérigos tengan gran cuidado y diligencia en procurar que dichos indios sean bien tratados como prójimos mirados y favorecidos y que no consientan que les sean hechas fuerzas, ni robos, daños, ni desaguisados, ni mal tratamiento alguno(…)" (p.92).
De esta manera, se generó una pugna entre los Conquistadores y la misma Corona Española, que le dio a América una singularidad y autonomía nunca antes vista.
Las violaciones de mujeres indígenas eran frecuentes, y por tanto no se reconocía el fruto de estos encuentros (¿o desencuentros?). Así, los comentarios por parte de unos de los allegados a Cortés, en Herren (1992), refiriéndose al fruto de las relaciones entre Cortés y la Malinche dicen:
"Es el primero, pero no el único vástago varón conocido del conquistador, ni será el último de los ilegítimos" (p.131).
De una manera extraordinaria la sociedad patriarcal e imperialista demostraba sus excesos e injusticias. Los mestizos, hijos de estas dos líneas, crecieron con el estigma de no saber quiénes eran.
"Muchos mestizos jamás conocieron a sus padres. Sólo conocieron a sus madres indígenas, amantes de los españoles. ( ) Pero ello no alivió la sensación de orfandad que muchos hijos de españoles y mujeres indígenas seguramente sintieron. (…) La legitimación del bastardo, la identificación del huérfano, se convirtió en uno de los problemas centrales, aunque a menudo tácitos, de la cultura latinoamericana" (Fuentes, 2001 pp. 205-206).
Desde la cita anterior se observa un frecuente cuestionamiento a cerca de nuestro origen y procedencia, quienes somos, es decir, la pregunta por el padre y por la madre se hace recurrente en la cultura latinoamericana.
Los mestizos e incluso los mismos españoles nacidos en América, fueron víctimas de segregación y la sociedad quedó dividida en castas, en las que obviamente los indígenas ocupaban uno de los últimos peldaños.
Indudablemente, la pérdida de identidad propia de Latinoamérica, da lugar a la gestación de la identidad negada y asfixiada.
En este sentido y desde la identidad latinoamericana, como mencionamos anteriormente se da entonces según Gissi (2005) una identidad ambivalente debido a que:
"(…) el yo de la mayoría de los indios y mestizos queda, después de la conquista, "débil": el indio y el mestizo se hacen inseguros, frágiles y dependientes, por motivos sociales, sin duda, pero también ante sí mismos; ellos pierden su memoria y su identidad, y readquieren una falsa memoria y una falsa identidad" (p.54).
Todo esto nos lleva a preguntarnos si: ¿el ser fruto de la inseguridad, la fragilidad y la dependencia, explica la situación actual latinoamericana, en donde impera la fragmentación y la depresión?
2. 2 El poder eclesiástico
En el ámbito formal, la religión fue institucionalizada en el sistema de Encomienda, la cual consistía en:
"(…) una institución en virtud de la cual los servicios y el tributo de los indios eran requeridos, a cambio de la protección y salvación de sus almas mediante la enseñanza religiosa. En realidad, se trataba de una forma disfrazada de esclavitud" (Fuentes, 2001, p. 178).
El catolicismo feudal se convirtió en el nuevo sistema económico instaurado en las Américas, aún desde la iglesia católica, siendo pensado por los sabios indígenas como legitimador de avasallamiento y fomentador de los sentimientos de culpa.
En este sentido Gissi (1989) manifiesta lo siguiente:
"La cultura religiosa hispánica era feudal y legitimadora de las clases de castas. Así la influencia católica en América Latina marcó las "cualidades"de obediencia y sumisión para los pobres, de orgullo y pretendida espiritualidad para los ricos. Los mensajes, el estilo y los valores del catolicismo se bifurcaron según las clases y razas" (p.64).
La tierra se convirtió en la recompensa de los españoles que se aventuraban a llevar a cabo los sueños imperiales de la Corona, disfrazados en el ímpetu evangelizador, igual que lo había sido en la España Medieval.
Cabe aclarar, que en España hasta ese momento, había existido un gobierno de carácter monárquico, el cual permitía el desarrollo de poderes locales, que bien supeditados a la Corona, contaban con los derechos de gobiernos independientes, con libertades y derechos ciudadanos.
Esta misma dinámica, así como sus contradicciones, también, se instauraron en las Américas, una vez arribados los españoles, facilitando de este modo "la destrucción y creación simultáneas de la cultura del Nuevo Mundo" (Fuentes, 2001, p. 129).
De esta manera, se fue imponiendo un sistema político y económico con grandes consecuencias sociales:
"Más y más, las comunidades rurales se fueron dividiendo en virtud de la competencia entre las aldeas puramente indígenas y las nuevas comunidades mestizas. Pero el hecho central de las relaciones de trabajo pronto se consolidó, y ello hasta nuestros propios días, en el sistema de la Hacienda, el gran dominio territorial (…)" (Fuentes, 2001, p.189).
Nuevamente se puede observar el engaño y abuso hacia los indios, siendo obligados a recibir préstamos forzados y a dar sus cosechas por precios no favorables. El incumplimiento de pago, aumentaba la deuda, creándose un círculo difícil de romper. Por otro lado, el corregidor, el recaudador de impuestos, el magistrado y el administrador, representaban la más alta corrupción durante la Colonia, cometiendo una serie de abusos de poder.
En relación a esto, Aguinis (2002) manifiesta:
"Durante la conquista y la etapa colonial los señores no trabajaban: explotaban a los indios, mestizos y negros. (…) El reparto de la tierra no correspondió a méritos vinculados con su cultivo, sino a los lazos con el poder" (p.33).
Ante los reiterados abusos de poder e hipocresía contra los indígenas, "La iglesia ofreció tanta protección como pudo" (Fuentes, 2001, p.204) pero fue superada por la realidad y le fue imposible revertir un proceso que ella misma había ayudado a iniciar. Ya el daño estaba hecho.
2.3 Co-construcción de la identidad latinoamericana
Aunque no se puede negar el dominio económico, cultural y militar de los españoles, tampoco se puede afirmar que este haya sido total, pues la influencia cultural fue mutua, lo cual queda demostrado a través de las múltiples manifestaciones de sincretismo que aún existen hoy día.
A este fenómeno se refieren Villegas y Salazar (1999) cuando señalan:
"La inserción de la sociedad ibérica en la región sur de las Américas, se realizó de forma tal que aún cuando esta tenía el control político y militar para imponer su cultura, lenguaje y religión, no exterminó o aisló completamente a los miembros de la otra sociedad y consecuentemente, no pudo escapar de la penetración de elementos culturales de los indígenas" (p.17).
En realidad, América se hizo a partir de los indios, los españoles y sus descendientes, los inmigrantes europeos, los mestizos, los criollos, y posteriormente, los negros, o sea, que cada uno de estos grupos contribuyó a la formación de la identidad latinoamericana, constituida desde la interacción y la influencia mutua. Identidad que perpetúa la idea de los criollos de creerse la cima de las sociedades locales. Así, mientras más blanca sea la piel, más se asocia al poder de las élites sociales, y mientras más rasgos de indios o negros más se asocia a la pobreza y a la ignorancia.
La clasificación en la época de la colonia se daba de acuerdo con nomenclaturas bizantinas y a menudo insultantes como por ejemplo: los criollos (en su mayoría de ascendencia española y se creían la cima de la sociedad local), el mestizo hijo de blanco y de india, el mulato (este nombre se derivaba de mula) hijo de blanco y negro, el zambo hijo de negro y de indio (Fuentes, 1992).
Es así como empieza a surgir una nueva cultura, multirracial y poli cultural, mezcla de las tradiciones nuevas y ancestrales. La religión es quizás donde más claramente se pudo apreciar esto:
"( ) el hecho es que los actos formales del catolicismo, del bautismo a la extremaunción, se convirtieron en ceremonias permanentes de la vida popular en toda la América española, y que la arquitectura eclesiástica desplegó una imaginación práctica, capaz de unir dos factores vitales para las nuevas sociedades americanas. La primera fue la necesidad de tener un sentido de parentesco, un padre y una madre. Y la segunda, fue la de contar con un espacio físico protector, donde los viejos dioses podrían ser admitidos, disfrazados, detrás de los altares de los nuevos dioses" (Fuentes, 2001, p. 205).
De esta manera, los dioses precolombinos encontraron su lugar en la santería, permitiendo cierta continuidad cultural. Por su parte, el sentimiento de orfandad fue exorcizado a través de la imagen de la Virgen María.
"De un golpe maestro, las autoridades españolas transformaron al pueblo indígena de hijos de la mujer violada en hijos de la purísima virgen" (Fuentes, 2001, p. 207).
Y por otro lado, la imagen de Cristo también sirvió de elemento unificador, pues se constituyó en "el recuerdo de que en el origen los dioses se había sacrificado en beneficio de la humanidad" (Fuentes, 2001, p.208).
Las anteriores citas nos llevan a deducir como ellos, los españoles, transformaban sus actos atroces en doctrinas aparentemente humanas y benévolas.
El resultado de todo esto fue un sincretismo magnífico, mezcla religiosa de la fe cristiana y la fe indígena, que terminó por ser absorbida por ambas culturas en el Nuevo Mundo. Esta mezcla de diversas razas, culturas y las diferentes etapas que históricamente ha vivido Latinoamérica, ha permitido, a los estudiosos del tema, poder identificar con propiedad una identidad cultural con rasgos característicos y predominantes en la región.
Al respecto Gissi, Zubieta y Páez (2002) plantean lo siguiente:
"Cinco elementos fundamentales que caracterizan la relativa homogeneidad de Latinoamérica: 1) tener una historia común en los últimos 500 años; 2) formar una clase media mundial que permite caracterizarla como "semi-occidentalizada"; 3) ser predominantemente cristiana, católica y creyente; 4) ser predominantemente mestiza; y 5) presentar una fuerte correlación raza-clase" (p.57).
Ningún otro continente en el mundo posee estas características, por lo tanto podemos manifestar que existe una identidad cultural relativamente homogénea en el continente latinoamericano.
Sin embargo, queda mucho por cambiar con respecto a la forma como nos percibimos entre los países de la región, como por ejemplo liberarnos de los tonos negativos que nos envuelven al referirnos a otros, y poder reconocer y reforzar nuestra relativa homogeneidad cultural.
A la fecha, como lo evidencian estudios realizados, es frecuente encontrase con países llenos de prejuicios respecto a otros e inclusive respecto a sí mismos, y que dan lugar a los hetereoestereotipos que serían una clase de estereotipo que un grupo tiene respecto a otro, y a los estereotipos que son imágenes que funcionan como filtro de información que nos rodea y que afecta la manera de percibir una realidad (D"Adamo y García, 1994).
Respecto a lo cual D" Adamo y García encontraron que en relación a Argentina:
"(…) un nivel de similitud tanto en relación con las auto descripciones como con las caracterizaciones hechas por sujetos de otros países: "subdesarrollado", "corrupto", "inestable" y "sobervio", fueron las elegidas con más frecuencia. Por lo menos dos de ellas ("inestables"y "sobervio") habían sido seleccionadas asiduamente en las respuestas sobre Argentina que fueron recogidas en el exterior" (D"Adamo y García, 1994. p.41).
Luego de haber presentado una panorámica general sobre el fenómeno de construcción de la identidad latinoamericana, haremos unas reflexiones en relación a la identidad en la actualidad, tomando en cuenta que esta tiene carácter dinámico y cambiante repetido.
Como hemos mencionado anteriormente, no cabe duda que la identidad actual está marcada por la llegada de los españoles a América, debido al cruce de las dos culturas, mostrando una identidad desde sus inicios, teñida por la ambivalencia, la confusión y el estigma
Es curiosa la posición actual que asumen los latinoamericanos con respecto a los Norteamericanos y a los Europeos, por una parte los admiran, los idolatran y endiosan, pero por otra los rechazan, sienten odio y resentimiento, resultando así dos fenómenos paradójicos. Hechos que son objeto de estudio de la psicohistoria.
En relación a este punto, Gissi (2003) se refiere como sigue:
"La psicohistoria en general y la latinoamericana en particular nos iluminarán de un modo nuevo los períodos críticos de las transiciones latinoamericanas, con sus choques de cultura: el trauma de la conquista, el carácter y autoritarismo colonial y sus derivados neocoloniales parcialmente presentes hasta hoy (…)" (p.36).
Aún cuando América Latina se debate entre el sentimiento de sentirse marcada por la presencia española, la cual es vista como una molestia que le dificulta lograr el ansiado avance y el deseo de ser otros, es un hecho, afirmar que tiene una identidad cultural, que podríamos decir, es característica y que posee rasgos predominantes.
En relación a estos rasgos señalados por Gissi en sus escritos podemos decir que América Latina ha vivido históricamente una serie de etapas cuya cronología es similar en todas las regiones del continente. Además, somos occidentalizados desde la percepción de asiáticos y africanos, y semi occidentalizados para Estados Unidos y Europa. Por otro lado, en América Latina la mayor parte de sus habitantes creen en una trascendencia cristiana. Además, la mayor parte de la población es mestiza debido al cruce multirracial. También, es característico en este continente que haya una correlación entre raza y clase, es decir, a una piel más clara se asocia un mayor estatus social, y a mayores rasgos indígenas o color de piel más oscura, menor estatus social.
El hecho de reconocer ésta identidad cultural relativamente homogénea es un gran avance para consolidarnos como continente identificado, y propiciar un diálogo intracontinental entre las diferentes culturas e intercambio de información, ideas, arte, costumbres y recursos. Se hace necesario entonces recordar siempre estas elocuentes palabras de García-Márquez (1971 citado por Gissi, 2002): "la interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez más menos libres, cada vez más solitarios" (p.16).
El reto para nosotros como herederos de esta identidad es reconciliarnos, fortalecernos e integrarnos, para de esta forma, valorar nuestra cultura latinoamericana y deshacernos de una vez por todas de los prejuicios racistas, clasistas y etnocentristas, que nos han llevado a través del tiempo, a ver a nuestros países hermanos como menos, y en otros casos vernos a nosotros mismos como menos en relación a los otros.
Aguinis, M. (2002). El atroz encanto de ser argentinos. Buenos Aires: Planeta.
D"Adamo, O. y García, V. (1994). El argentino feo. Buenos Aires: Losada.
Fuentes, C. (1992). El Espejo Enterrado. México: Fondo de Cultura Económica, S.A.
Fuentes, C. (2001). El Espejo Enterrado. España: Taurus.
Gissi, J. (1989). Identidad Latinoamericana: Psicología y Sociedad. 2ª. Ed. Santiago: Psico América.
Gissi, J. (1993). Psicoterapia (s) y Psicología Comunitaria. Psicología Iberoamericana, 1 (1), 98-114.
Gissi, J. (2002). Psicología e Identidad Latinoamericana: Sociopsicoanálisis de cinco Premios Nobel de Literatura. Ediciones Universidad Católica de Chile.
Gissi, J. (2003). Transdisciplinariedad, Psicología Clásica y Nuevas Formas de la Psicología de América Latina. Psykhe, 1 (12), 31-38.
Gissi, J. (2005).La Psique Latinoamericana: Breve ensayo hermenéutico desde Freud y Jung. Magistrales, 25 (12), 51-66. Edición especial anual, agosto 2004- julio 2005.
Gissi, J., Zubieta, E. y Páez, D. (2002). Cultura y valores: La identidad social y cultural de América Latina. En Morales, J., Páez, D., Kornblit, A. y Asún, D. Psicología Social. (pp.57-94). Prentice Hall y Pearson Educación.
Herren, R. (1992). Doña Marina, La Malinche. España: Editorial Planeta S. A.
Konetzke, R. (1953). Colección de Documentos para la Historia de la formación Social de Hispanoamérica 1493 – 1810. Vol. I (1493 – 1592), Madrid.
Moffat, A. (1993). Socioterapia para sectores marginados. Buenos Aires: Lumen- Humanitas.
Montero, M. (Ed.) (1987). Psicología política latinoamericana Caracas: Panapo
Villegas, J. y Salazar, J.M. (1999). Construcción de identidad supranacional en Chile y Venezuela. Revista Chilena de Psicología, 2(20), 17-23.
Autor:
Pérez R., Driceida A.
28 de noviembre de 2006.
Página anterior | Volver al principio del trabajo | Página siguiente |