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El manantial de Xancopincan, azcapotzalco (página 2)


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Este relato lo encontramos también en un antiguo documento pictográfico del siglo XVI, conocido como "La Tira de Tepechpan", que ubica los sucesos en las fechas Ce Tochtli (1 conejo) y Ome Acatl (2 caña), años 1350 y 1351 d.C. [6]También se mencionan en el Plano Jeroglífico de Sigüenza y en el llamado Códice Boturini o Tira de la Peregrinación.[7]

En una de las pictografías de este documento se observa la lucha entre dos guerreros, uno de ellos es un mexica; también se representa un templo incendiado y humeante, que simboliza la conquista del poblado de Chapultepec, indicada por el glifo del chapulín; los mexicas que son capturados son llevados como prisioneros a Culhuacan, a Xaltocan y a Azcapotzalco, mientras los demás, guiados por el caudillo Acolnahuacatl, hijo de Huehue Huitzilihuitl, se refugian en un sitio pantanoso de tulares y cañaverales llamado Acocolco Aztacalco Tullan Anepantla[8]durante algún tiempo; a este lugar se le conocería como San Cristóbal Xancopinca. En la Tira de Tepechpan aparece representado este acontecimiento, indicado por el glifo de un tular bajo el que brota un chorro de agua, y tras éste se asoma un personaje mexica temeroso, lo que sugiere que está escondido.[9]

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Expulsión de los mexicas de Chapultepec y sumisión a Cocoxtli, señor de Colhuacan. Tira de Tepechpan

Desde el tular de Acocolco ("En donde se tuerce el agua") Aztacalco ("En la casa de las garzas") partirán los mexicas refugiados a someterse a Cocoxtli, señor de Colhuacan, quien los enviará y reinstalará en Tizaapan.

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Expulsión de los mexicas de Chapultepec y ocultación en el tular de Acocolco Aztacalco. Mapa Jeroglífico de Sigüenza.

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Los mexicas escondidos en el tular de Acocolco, tras su expulsión de Chapultepec. Tira de la Peregrinación.

Según las fuentes, la antigüedad del lugar se remonta a cuando Xancopincan era la principal fuente que abastecia de agua a la ciudad de Tlatelolco; existía ya durante el gobierno de Tezozomoctzin, soberano del señorío de Azcapotzalco, entre 1343 y 1426 d.C. Tezozomoc engendró con su primer esposa Iztacxochitl a varios hijos, a quienes colocó como dirigentes de diversas ciudades tepanecas, como Cuacuauhpitzahuac, primer señor de Tlatelolco quien gobernó entre 1271 y 1353 d.C.; Acolnahuacatzin, soberano de Tlacopan; Ateyolcocuatzin, señor de Acolman; Maxtla, señor de Coyoacan; Quacuauhtzin, soberano de Tepechpan y Moquihuix, señor de Quauhnahuac.[10]

Según el cronista tezcocano, Fernando Alvarado Tezozomoc, existió un señor de Tlatelolco anterior, llamado Mixcohuatl, hijo de Acolhuacatzin y Cuetlaxochitzin, soberanos de Azcapotzalco, que gobernó a los tlatelolcas desde 1230 hasta 1271 d.C. Al morir Mixcohuatl heredó el trono tlatelolca a su hijo Cuacuauhpitzahuac, a quien enjendró con su mujer Chichimecatzihuatzin.[11]

La ciudad de Tlatelolco se asentaba sobre un montículo arenoso dentro de la laguna salobre, y las únicas fuentes de agua potable cercanas eran los manantiales que brotaban a la orilla poniente del lago, en Azcapotzalco. Uno de estos, el de Xancopincan, fue el elegido para colectar el agua hasta la sedienta ciudad, transportándola mediante un canal construido probablemente de piedra, madera y lodo.

Tiempo después, al reinar Chimalpopoca (1417-1426 d.C.) en México-Tenochtitlan, los mexicas aprovecharían también otro manantial ubicado a los pies del cerro de Chapultepec, para llevar agua mediante un canal-acueducto, al interior de la ciudad.

Después de algunos años que reinaba Chimalpopoca, muy amado del rey de Azcaputzalco su abuelo (…) los señores de México persuadieron a su rey (…) le enviase a pedir el agua de Chapultepec (…) porque la de su laguna estaba cenagosa y no la podían beber. Envió Chimalpopoca sus mensajeros a su abuelo (…) el cual viendo que no perdían en ello ni era detrimento de su república pues no se aprovechaba de ella, con sentimiento de los suyos se la dio. Los mexicanos muy alegres y contentos con el agua, comenzaron con gran cuidado y prisa a sacar céspedes de la laguna y con ellos estacas y carrizos con otros materiales, en breve tiempo trajeron el agua a México, aunque con trabajo, porque por estar todo fundado en la laguna, y el golpe del agua que venía era grande, el caño, como era de barro, se les deshacía y derrumbaba por muchas partes. [12]

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Construcción de un acueducto indígena para transportar agua. [13]

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Antigua cisterna prehispánica de Chapultepec, conocida como "Baño de Moctezuma".[14]

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Ceremonias y sacrificios realizados por los sacerdotes de Tlaloc a la fuente Acuecuexatl de Coyoacán, que llevo agua a Tenochtitlan durante el gobierno de Ahuizotl. [15]

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Construcción del acueducto de Chapultepec para llevar agua a Tenochtitlan, dirigida por Netzahualcoyotl en 1466.[16]

El manantial y el acueducto de Xancopincan continuaron abasteciendo de agua a Tlatelolco durante los siguientes siglos que duraría la cultura indígena, hasta la Conquista, al iniciar el siglo XVI, e incluso durante el Virreinato.

Después de la Conquista hacia el año de 1561, vamos a tener nuevamente noticias del manantial, debido a que por esas fechas ocurre un litigio fronterizo entre Azcapotzalco y Tlatelolco, por los derechos de posesión de una fuente, unas zanjas de agua y unos terrenos pantanosos utilizados para la pesca y la recolección de juncos. Para Azcapotzalco, el área se localizaba dentro de los límites fijados como frontera desde los tiempos de Tezozomoc, cuando colocó a Cuacuapitzahuac como señor de Tlatelolco.[17]

Al parecer, se trata de la fuente, acueducto y tular de Xancopincan, así como de las zonas pantanosas situadas entre Azcapotzalco y Santiago Tlatelolco.

En el denominado Plano de Alonso de Santa Cruz, también conocido como Plano de Uppsala de 1555, podemos observar que aparece ya el manantial de Xancopincan, rodeado de árboles, con un canal que conduce el agua a Santiago y a las tierras aledañas; también se observa otro canal que lleva agua desde Chapultepec. De igual forma, se puede identificar la Calzada de Nonoalco, que conducía a Azcapotzalco.[18]

Entre 1590 y 1592 se reconstruye el antiguo acueducto prehispánico que conducía el agua de Xancopincan a Tlatelolco, con la dirección y financiamiento del Cabildo de la Ciudad de México, construyéndose mil ochenta y siete metros de cañería, pero se derrumbaron seiscientos setenta metros al poco tiempo. En 1593 se limpió el manantial, se le revistió de piedra y se retomaron las obras de reconstrucción del acueducto, con mano de obra de los indígenas de Coyoacan, Mexicaltzingo, Iztapalapa, Tlatelolco y Tenayuca,[19] y hacia 1595 el Virrey don Luis de Velasco, el Mozo, otorga la merced de la propiedad del agua de Xancopincan a Santiago Tlatelolco, que será ratificada tiempo después por el Virrey Marqués de Guadalcázar en 1615.[20]

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Plano de Alonso de Santa Cruz, o Mapa de Upsala, del Siglo XVI

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Plano de 1545, también de Alonso de Santa Cruz. En el se observan diversos caminos y canales ubicados entre Azcapotzalco y Tlatelolco

Ya hacia finales del siglo XVI y principios del XVII, el padre Fray Juan de Torquemada nos dice que:

También (…) por esta otra parte del norte (aunque caído a poniente), había otros ojos de agua, que nacían junto a Azcaputzalco, los cuales hacían laguna todo aquel sitio, y después que se ha encañado y entra por caño en Santiago, se ha secado aquel pedazo de laguna (…) [21]

Para el siglo XVIII hacia 1721, existía ya un barrio de la provincia de Santiago llamado San Miguel, seguramente asentado sobre los terrenos pantanosos del antiguo tular, como nos señala un documento donde el Virrey concede licencia a Antonio de Santiago, vecino del barrio de San Miguel Zancopinca, de la Parcialidad de Santiago, para que pueda fabricar un temascal para su familia.[22] La ocupación del área continua y hacia 1775, el juez de Ríos denuncia en un acta el hecho de que varios particulares de la Parcialidad de Santiago se habían introducido y ocupado varios pedazos de tierra pertenecientes a la laguna de Zancopinca, por lo que pide que sean lanzados por estar dentro de las mojoneras de la ciudad.[23]

En un antiguo plano firmado por Galindo y fechado hacia el año de 1735, encontramos una buena descripción pictográfica de la zona poniente de Azcapotzalco en esta época. El documento representa el territorio del pueblo de San Juan Coacalco y el montículo de Xaltipac, así como el manantial-alberca de Xancopincan y el acueducto o cañería, con varias columnas o cajas de agua. Al oriente, Galindo representó el tular de Xancopincan, justo donde el acueducto da vuelta al sur con dirección a Tlatelolco.

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Copia basada en el Plano de Galindo, del Siglo XVIII, donde podemos apreciar al pueblo de San Juan Coacalco, la fuente, el acueducto y el tular de Xancopincan

Según una descripción de Francisco Sedano, antes del siglo XVIII el manantial de Xancopincan estaba bordeado por árboles, [24]de forma muy parecida al también antiguo manantial y paseo de los Ahuehuetes en San Juan Tlilhuacan, barrio de Azcapotzalco. Sin embargo, al construirse la cisterna de piedra alrededor del manantial, todos estos árboles fueron cortados, lo que ocasionó que la fuente de agua se fuera agotando poco a poco.

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Paseo de los Ahuehuetes en el barrio de San Juan Tlilhuacan, según un grabado en la obra de Manuel González Aparicio

Desde 1721 los indígenas de la parcialidad volvieron a levantar y reconstruir la cañería, y estacaron y empedraron la alberca con la ayuda económica del Cura de Santiago, Fr. Antonio Gutiérrez, logrando considerables beneficios en el abastecimiento del agua.[25] Sin embargo, fue por poco tiempo, ya que el manantial de Xancopincan comenzó a agotarse y Tlatelolco se vio en la necesidad de traerla de la caja de agua situada en el Puente de la Mariscala, que abastecía del líquido a México desde un manantial situado en Santa Fe.[26]

El agua que llegaba a Tlatelolco por el acueducto desde Xancopincan resultó insuficiente para abastecer a la población. Se usó solamente para regar los terrenos comunales del barrio de la Concepción, situados al oriente de la Calzada de Guadalupe.[27] Esta situación continuó empeorando a mediados del siglo XIX, y el nivel del manantial bajó tanto que el agua dejó de correr por el acueducto. Al perder su función a principios del siglo XX, comenzó a quedar abandonado y sus largos muros con sus cajas de agua comenzaron a convertirse en ruinas.

Ya en el Siglo XIX, al terminar el Virreinato y hacia 1824, siendo presidente del México independiente Guadalupe Victoria, se realizó una primera delimitación del Distrito Federal, con un perímetro redondo que incluía a todo el territorio situado a dos leguas a partir de la Plaza de Armas de la Ciudad de México; hacia 1826 se crea dentro de éste, el Municipio de Azcapotzalco. En el Plano del Distrito Federal de estas fechas, en el territorio de la Municipalidad de Azcapotzalco, vamos a encontrar de nuevo una referencia sobre la "alberca de agua dulce", situada en el plano justo al norte del Rancho de Azpeitia.

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Plano del Distrito Federal que muestra la "Alberca de agua dulce" de Zancopinca.[28]

Otro documento gráfico de este periodo es el Plano de la Municipalidad de Azcapotzalco, fechado hacia mediados del siglo XIX; en éste aparece la "Alberca de Coacalco", justo al norte del Rancho de Azpeitia.

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Plano de la Municipalidad de Azcapotzalco de mediados del siglo XIX, que muestra el Rancho de Azpeitia, la alberca de Coacalco y el acueducto.[29]

Hacia 1854 don Manuel Orozco y Berra en la obra "La Ciudad de México", al tratar sobre las aguas señala que:

En 1618, describiendo el Dr. Cisneros las aguas, asegura que: -tres fuentes principales tiene esta Ciudad de México, de cuyas aguas gozan sus vecinos, la de Chapultepec, la de Santa Fe y la de Azcapotzalco, que viene al monasterio y plaza de Santiago Tlatelolco, desde la huerta de Miguel de Alfaro.[30]

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Posible aspecto en los siglos XVI-XVII, del antiguo tular de Xancopincan y el acueducto que llevaba agua a Tlatelolco. Al fondo, los cerros del Chiquihuite, Tenayo y Santa Cecilia

A finales del Siglo XIX, en las obras de Manuel Ramírez Aparicio de 1861, y de Manuel Rivera Cambas de 1882,[31] se describen de manera romántica algunos aspectos históricos y lugares notables de Azcapotzalco, entre los que se encuentra el manantial de Xancopincan.

Si de la calle que se extiende a espaldas del convento se camina durante un cuarto de hora hacia el oriente, se llega a un sitio ameno donde yacen las ruinas de un acueducto al lado de una alberca de agua dulce y potable. Todas las apariencias inducen a creer que el acueducto sirvió para surtir a Tlatelolco, hoy barrio y en otro tiempo ciudad anexa a Tenochtitlan.

En la alberca, como en un palacio cristalino, habita la Malintzin: la Malintzin, la ninfa del Anahuac, náyade aquí, nereida allá, que aparece a la mitad del día en una de las albercas de Chapultepec, y que se ve personificada en una montaña que se sienta a pocas leguas de Puebla, y tiene su nombre.

Pero si su aparición en Chapultepec no acarrea ningún resultado funesto, no sucede otro tanto en Zancopinca, donde el desdichado que llega a ver a la ninfa queda al punto herido de amores, y avasallado por sus hechizos, tiene que seguirla a su líquida morada, de la cual jamás vuelve a salir, sino muerto.

Dotada de una hermosura divina, no es extraño que ejerza tan mágica influencia; pero tiene además, otra arma poderosa, y es una voz de sirena. ¡Oh!, ¡Cuán arriesgado es pasear por los sitios vecinos a la alberca, muy de mañana, o durante las primeras horas de la noche!. El sol acaba de ponerse: el perfil de la cima de los montes se dibuja en una cortina de ópalo; hacia el meridiano, se ven agrupadas algunas nubes de color perla, y por el oriente asoma ya la noche, cubierta de un velo melancólico, como una virgen que se separa eternamente del objeto de su cariño, le sigue, sin poder alcanzarle.

Estos son los momentos en que se deja oír el canto suavísimo de la bella habitadora de Zancopinca. Sus melodías nacen en una región misteriosa, y se propagan por la llanura, como los acentos de una antigua pasión sin consuelo, acentos tristes y sentidos como el dolor; puros, etéreos, inefables como la inocencia sin ventura, como los trinos, que suspira de noche un ave en el corazón de las selvas.

Quien ha comenzado a deleitarse en este canto, si aun no quiere desaparecer de entre los vivos, huya lo más pronto que sea dable. De lo contrario, habrá de apoderarse de sus miembros una dulce languidez, y cediendo a un imán irresistible, se verá conducido sin saber cómo ni por quién, hasta precipitarse en la alberca.

El anciano indio de Atzcapotzalco, de quien aprenderéis esta conseja, os dirá también muy al oído, y con la mayor formalidad, que el tesoro de Cuauhtemoctzin yace sin menoscabo alguno, en las profundidades de Zancopinca.[32]

Otra referencia más la encontramos en un artículo de El Nacional, del 9 de marzo de 1890:

México… tenía tres fuentes de agua fresca: Santa Fe, Chapultepec y el manantial de Xancopinca en Azcapotzalco.[33]

Según el testimonio de un viajero norteamericano que visitó Azcapotzalco en 1899:

Cerca de Azcapotzalco hay un manantial donde supuestamente Guatemotzin (sic) escondió el tesoro de la rapacidad de los españoles. Se dice que sobre el tesoro enterrado, el espíritu de la doncella india Marina hace guardia. El paciente fantasma divide su tiempo pasando parte del día en Chapultepec y parte en Azcapotzalco. Pobre Marina, decididamente es un fantasma con exceso de Trabajo.[34]

Existen también otros documentos del Archivo del Ayuntamiento del Gobierno del Distrito Federal que hacen referencia a varios asuntos relacionados con Xancopinca, y nos proporcionan valiosa información sobre la situación de la alberca durante todo el siglo XIX, cuando el manantial continuaba fluyendo abundantemente.

En 1839 se solicitó que el agua de la alberca fuera conducida a la capital de México,[35] e incluso se realizaron por parte del Ayuntamiento, varios trabajos para llevar a cabo su introducción, como la reparación del acueducto de piedra y mampostería. Sobre dichos trabajos el Gobierno solicita al Ayuntamiento un informe en 1845;[36] estas obras continuaban hacia 1861.[37] Entre éstas se encontraba la propuesta de don Benito L. Acosta, quien manifestaba en 1866, la necesidad de perforar el brocal de mampostería que circundaba la alberca.[38] Algunas personas también estuvieron interesadas en comprar el manantial, como don Manuel Cordero, quien pidió a la Municipalidad en 1857, que se le vendiera dicha alberca.[39]

Hacia 1882 el nivel del agua de Xancopinca era relativamente bajo, tanto que don Pedro Azcue y don Mariano Gómez Lijero proponen que se coloque un motor para elevar el nivel del ojo de agua; también en este año se solicitó a los Comisarios de Aguas y Obras Públicas que presentaran el presupuesto del costo por aprovechar el agua del manantial.[40] Pero en 1888 don Juan E. Maxtla de Zárate, pide que se suspendan las obras que se realizaban en los terrenos donde se encontraba la alberca de Xancopinca;[41] estos terrenos fueron sometidos a juicio y puestos en venta.[42] Maxtla de Zárate con anterioridad, entre 1870-1872 también se había quejado y opuesto a la adjudicación de un potrero conocido con el nombre de Xancopinca.[43]

Nuevamente se pensó aprovechar el agua del manantial para surtir una zona de la población, por lo que en 1891 la Municipalidad de México expone una serie de razones jurídicas para obtener la confirmación de un fallo pronunciado por el Juez Consultor Sr. Rafael Ortega, donde se declara a la ciudad dueña del manantial de Xancopinca, situado en el barrio de Huacalco de la Municipalidad de México, bajo el patrocinio del Lic. Fernando Vega.[44]

En 1892, según una copia simple de la escritura de compraventa, el Sr. Manuel Martínez del Río al Ayuntamiento de esta capital, enajena el terreno donde se encuentra situada la alberca.[45] En 1896 la Dirección del Ramo del Ayuntamiento realiza un reconocimiento de la alberca, para ver si era posible aumentar y aprovechar el agua de Xancopinca.[46] Y en 1898 se solicita un dictamen a los Directores de Aguas y Obras Públicas y al 2° Ingeniero de la Ciudad para que procedan al examen y estudio del motor que servía para elevar el agua de la alberca, que había establecido el Sr. Carlos Álvarez Rul,[47] quien ese mismo año solicita que se le conceda en arrendamiento la alberca.[48] También Don Mariano Gómez Lijero, quien en 1882 había hecho la propuesta de colocar un motor, solicita al Ayuntamiento un contrato mediante el cual se comprometía a entregar 250,000 litros de agua por un precio de $ 18,000 pesos anuales.[49]

Al iniciar el siglo XX, vamos a encontrar las últimas referencias sobre Xancopincan, como en la Guía de la Ciudad de México de 1910 donde se dice que:

(….) al Este de la villa hubo un acueducto de que se sirvió el barrio de Tlatelolco y que (…) (iniciaba) en la alberca de Xancopinca y de agua potable (…)[50]

Hacia 1916 tenemos otro testimonio de la esposa del diplomado norteamericano en México, Edith O´Shaughenessy, quien acompañada de la Sra. Tozzer y el Sr. Seeger visitan las excavaciones arqueológicas que los investigadores Alfred Tozzer y Hay realizan en Azcapotzalco.

En donde quiera que uno excave en estos suburbios, encuentra un sinnúmero de reliquias de la civilización azteca. Azcapotzalco fue en un tiempo un centro fecundo, una gran capital y había entonces, como ahora, muchos (manantiales y) cipreses. En uno de ellos, se supone que todavía se aparece el fantasma de Doña Marina, la indígena que fue el amor de Cortés.[51]

Sobre la famosa leyenda de la aparición del espíritu de la Malintzin y el tesoro escondido de Cuauhtemoc en las aguas de la alberca de Xancopincan, es al parecer durante el siglo XIX que toma forma tal y como la conocemos, aunque sus orígenes se remonten a siglos anteriores, a la época prehispánica. Esta leyenda se ha degradado tanto en este tiempo que perdió su esencia original. Aunque algunas referencias modernas asocian al manantial al culto de la diosa Malinalli y a la práctica de la hechicería, no nos fue posible localizar ningún dato anterior al siglo XIX que se refiera a este culto a la diosa hermana de Huitzilopochti; menos aún sobre el tesoro escondido en sus aguas.

Sobre su asociación con el culto a la diosa Malinzin en Xancopinca, encontramos que:

Se encontraba muy cerca del barrio de Santa María Malinalco, (Amalinalco o Amalinaltzinco: "lugar de la hierba torcida del agua") donde los antiguos tecpanecas reverenciaban a Malintzin, la diosa hermana de Huitzilopochtli, a quien éste mandó matar porque era hechicera. Malintzin personifica a la guía y protectora de las mujeres (…) En nuestro Azcapotzalco, el santuario de Malintzin era sitio de peregrinaje para las mujeres en busca de brebajes curativos y de filtros mágicos.[52]

Otra referencia se encontraba escrita en una placa en el barrio de los Reyes, en Azcapotzalco, Alameda Sur, en la cual se mencionaba que:

La Malintzin o sirena de Zancopinca (…) en cierta ocasión se robó al señor de Azcapotzalco "Tlatohuane", cuando este comía en casas reales en los Reyes Izquitlan (barrio de Azcapotzalco), dejando en pago cada año, una bandeja de frutas y legumbres a la esposa del señor, por el hombre que se había llevado.[53]

Quizá las referencias más antiguas que dieron origen a esta leyenda, ya tan difundida en la tradición oral del siglo XIX, se remontan a los primeros años de la Conquista, en las cuales se pueden ver las raíces de la historia.

Así, el padre Sahagún nos dice que:

Entre los años de 1528 a 1531, el diablo, que en figura de mujer andaba y aparecía de día y de noche y se le llamaba Cihuacoatl, comió un niño que estaba en la cuna en el pueblo de Azcapotzalco. (Sahagún, 1998:498).

Año de 1542, en toda la Nueva España, hubo grandes prodigios porque este año (…) se vio un cometa y en Ezcaputzalco manó una fuente por algunas horas. (Tello, 1973:341).[54]

Tradicionalmente se asocia a la diosa Cihuacoatl con la conocida leyenda prehispánica de la Llorona, que perduró y adquirió durante el Virreinato diversos elementos cristianos. Esta aparición también se presenta en las fuentes de agua y se transforma en una mujer bellísima que cautiva a los hombres. En Azcapotzalco, la diosa Cihuacoatl Quilaztli adquiere elementos característicos del complejo de deidades femeninas, como Coatlicue, (diosa madre de la tierra); de Mallinal Xochitl, (la hechicera hermana de Huitzilopochtli); de Ichpochtli-Xochiquetzal, (diosa del amor y las flores), elemento juvenil femenino de la diosa de la tierra, y de las Tzitzimime, entes femeninos e infernales, indígenas, aéreos, con vestidos blancos, cabello suelto, que se aparecían durante la noche y en lugares solitarios.[55]

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Diosas Cihuacoatl Quilaztli y Xochiquetzal. Fray Diego Durán.

Con el paso de los siglos, la tradición oral novohispana transformó la leyenda prehispánica, hasta convertir al complejo de diosas Cihuacoatl Quilaztli-Malinalxochitl-Xochiquetzal-Tzitzimime, en doña Marina o la Malinche, amante de Cortés, quien en castigo por ayudar al conquistador español, fue condenada a custodiar el "tesoro" de Cuauhtemoctzin, escondido en las aguas de Xancopincan, y a hechizar a los hombres que tenían la desgracia de caer en sus redes.

Los últimos años de existencia de la alberca

Durante la primera mitad del siglo XX, la alberca de Xancopincan funcionó como sitio de paseo para todos los habitantes de Azcapotzalco y sus familias, quienes llegaban a disfrutar de un día de campo o a nadar; las señoras de los barrios y colonias cercanos acudían a lavar la ropa, mientras los niños y jóvenes jugaban entre las ruinas del acueducto. Para esta época, se encontraban ya muy arraigada la leyenda de la "alberca encantada", con los elementos de la aparición y el hechizo del espíritu de la Malintzin y del tesoro azteca escondido.

Para revivir esos momentos debemos escuchar algunos de los testimonios de nuestros mayores, que en su juventud acudían al manantial. Su voz nos remonta en el tiempo al lugar tal y como lo conocieron y vivieron. Gracias a estos testimonios recogidos por la investigadora Edna Aponte, podemos saber que fue lo que ocurrió con Xancopincan antes de su destrucción.

Según nos narra la Sra. Feliza Morales viuda de Chávez, de la Unidad Cuitlahuac:

Y en la alberca había algo que no debían haber quitado, ese es el error que cometieron, le digo, era una placa en el idioma de los antiguos mexicanos, nadie le entendía pero tenía fecha en números romanos, la loza estaba grabada. Pero cuando se hizo la Unidad (…) dinamitaron la alberca, la desbarataron con una pala mecánica, pero fíjese que se le rompían los dientes a la pala, no podían. Entonces yo vivía enfrente, en Norte 71, cuando estaban aquí iniciando a fincar. Rascaron demasiado porque los cimientos estaban muy hondos, pero si usted supiera cuantos ídolos encontraron (…)

En la alberca se oía por la noche y todos los días, de las ocho de la noche ya se empezaba a oír, le digo que no había nada, todo eran llanos, se oía que estaban lavando, que lloraban, que se quejaban, pero uno ni se asomaba, daba harto miedo (…) es que dicen que en la mentada "alberca encantada" se ahogaron muchos muchachos que iban y se metían, se los jalaba el agua (…)[56]

La Sra. Caritina Pérez viuda de Vilchis, de Santa María Malinalco recuerda que:

También en lo que fue el rancho de Azpeitia, había un ojo de agua, peces, vegetación. La gente se bañaba ahí; dice la gente que en tiempo de invierno había calabazas, elotes, legumbres que no se daban en tiempo de invierno, allí se daban, pero la gente no podía cortarlas, esa era su creencia, es una leyenda, porque la gente que las cortaba se encantaba.

El ojo de agua luego tuvo un estanque, me acuerdo, también una escalera que bajaba, entonces la gente hasta allí bajaba, pero decían que la gente se ahogaba. [57]

Uno de los testimonios más destacados es el del Sr. Álvaro Pablo Saldaña (qepd), del barrio de San Marcos, quien siempre luchó por rescatar la alberca, y quien siempre de manera entusiasta y amena, relataba a todos la historia de Xancopincan. Él decía que:

En la fuente de Xancopincan una vez nos citaron a varios vecinos, para decir si sabíamos algo de ella. La alberca se encuentra en el estacionamiento poniente de la Unidad Cuitlahuac (…) yo iba ahí por instrucciones del maestro de la primaria, sacaba sanguijuelas para llevarlas a que se estudiaran.

(…) ya se ha muerto mucha gente porque había un momento en que los que nadaban y se aventaban desde algún árbol y ya en el agua, había un momento en que le faltaba agua al río subterráneo que la surtía y se llevaba la de la alberca, al llevársela se producía un remolino, al que estaba nadando lo estrellaba en una de las orillas, en unas peñas de diez metros cúbicos, estrellados se quedaban muertos (…)[58]

Otro testimonio es el de la Sra. Paz Mercado Vilchis.

allí donde ahora esta la colonia de los electricistas, había una alberca, a la cual le decían: "la alberca encantada", así que en medio de aquella extensión de tierra había una columna que tenía letras antiguas, nadie le entendía, pero la alberca era un pozo bien grande, así que muchos niños iban a nadar allí, pero siempre en el grupo de niños había uno que perecía ahogado, decían que se aventaba y yo creo que abajo había muchas raíces (…)

Contaban también algunas señoras, quien sabe si seria cierto, que ahí salía la Malinche, que a las doce de la noche salía una mujer con el cabello blanco y con el reflejo de la luna llena, pues le brillaba el pelo, pero no se le veía la cara. [59]

Según los recuerdos del Sr. Alfredo Camargo, de Clavería:

(…) unos seis o siete amigos hicimos varias excursiones al "Cenote" (sic) desde la colonia Clavería, que era donde estaban nuestras casas (…) en nuestras vacaciones escolares planeábamos el viaje, hacíamos acopio de tortas o emparedados y cantimploras con agua y tomando el camino hacia las torres de transmisión de energía eléctrica (…) Ya por las torres tomábamos hacia el oriente pues era nuestra guía para llegar al "Cenote". Al llegar a lo que creo era Camarones, entonces un camino rudimentario que llegaba de Azcapotzalco, algo estorbaba nuestro paso, recuerdo una albarrada o muro y teníamos que desviarnos un poco para sortear el obstáculo, para después retomar el amparo de las Torres. Un poco más adelante, tal vez a la altura de lo que después sería la Avenida de Las Granjas, ya se vislumbraba la construcción que era el "Cenote", y nos desviábamos hacia la derecha para llegar a nuestra meta. Esta desviación haría que nuestra meta estuviera en lo que ahora son terrenos de la Comisión Federal de Electricidad.

El "Cenote", era un estanque hecho de piedra gris, tenía forma circular y de los bordes de la periferia tenía un declive hacia el centro donde había una base que creo también era circular y donde se alzaba una columna cuadrada que era la que nos anunciaba a la distancia que ya estábamos cerca. La columna tenía grabadas unas inscripciones en tan mal estado por la intemperie, que por mucho que me afané, nunca pude saber qué estaba grabado, (…) Ahora es difícil saber cuál era el diámetro del estanque, de niños se ve todo en otra escala, tal vez eran unos diez a veinte metros de diámetro y la altura de la columna central nos sobrepasaba a todos. Recuerdo que cuando el sol calaba nos sentábamos a la sombra de la columna (…)

En ese lugar pasábamos algunas horas, jugando y persiguiendo iguanas y lagartijas que tomaban el sol en las piedras, comíamos y cuando se agotaba el agua y el sol se inclinaba al atardecer, qué azul habrá sido el cielo en esos años, regresábamos a casa cansados y asoleados; pero satisfechos de nuestra excursión.[60]

Descripción de la construcción

Veamos ahora una descripción arquitectónica de la forma y las medidas de la alberca y el acueducto de Xancopincan, antes de su destrucción a finales de la década de los años sesenta; según la arqueóloga Antonieta Espejo:

Tlatelolco (se surtía), de un ojo de agua bordeado de árboles llamado Xancopinca, situado en San Bernabé Aculnahuac, pueblecillo sujeto a la parcialidad de Santiago (…) y sobre la Calzada de Camarones.

Cubriendo una distancia de 8 000 varas[61](a), una atargea[62]de mampostería cruzaba de este a oeste desde la cerca de la iglesia de Santiago a la Capilla del Calvario donde existía una reposadera, también de mampostería (conservada todavía en 1756) y, desde allí, la atargea tomaba una dirección noroeste hasta llegar a la caja de agua, en San Bernabé, que medía media vara de alto y un tercio de ancho (b).

La alberca de Xancopinca estaba circundada por un pretil de cal y canto (c) y era (…) (d), una construcción circular de 20 metros de diámetro y 4 de profundidad, con muros de tezontle de 2.20 de grueso y escaleras circulares de piedra escuadrada en el interior.

En el centro de la Plaza Mayor del Barrio de Santiago estaba la fuente pública,[63] de muy escasa altura (casi a ras de tierra) (e). Tan antigua era que en torno de ella se tejió una leyenda, la cual refería que la Malinche llegaba al brocal de la pila pública de Santiago (f).

Tres piedras labradas en la fuente expresaban que la propiedad del agua le fue mercedada a Santiago en 1595 por el Virrey don Luis de Velasco, el Mozo y que, en 1615, a solicitud de los capitulares de la Ciudad de México, el Virrey Marques de Guadalcázar ratificó dicha merced (g).[64]

Así pues, gracias a lo que nos dicen los testimonios sabemos que la alberca de Xancopincan era una cisterna con gruesos muros de piedra de forma circular, cercada por un pretil o muro también circular, con una escalera que accedía al interior descendiendo unos metros para llegar al ojo de agua; contaba, con una antigua columna rectangular de piedra y sobre ésta se colocó una loza dedicatoria de piedra, labrada con una inscripción en lengua náhuatl y las fechas con números romanos que conmemoraban su construcción.

El acueducto de piedra y mampostería contaba con varias descansaderas rectangulares o cajas de agua a todo lo largo, que servían para desviar el agua a otros lugares y para controlar su flujo antes de llegar a Tlatelolco.

Destrucción de la alberca encantada de Xancopincan

A principios del siglo XX, Azcapotzalco conservaba prácticamente el mismo aspecto de provincia, con algunos pueblos, barrios, ranchos, haciendas y algunas colonias, dispersos a lo largo y ancho de su territorio, atravesado por caminos de terracería, vías de ferrocarril, y algunas calzadas importantes que corrían entre amplias extensiones de terrenos de cultivo, cuyos linderos sólo quedaban indicados por muros, líneas formadas de piedras amontonadas, árboles, magueyes o nopales.

Sin embargo, entre 1921 y 1936 al concluir la Revolución y con la aplicación de las nuevas leyes de Reparto Agrario, las antiguas propiedades de las grandes haciendas y ranchos son fraccionadas y convertidas en parcelas ejidales y pequeñas propiedades. Así, cientos de hectáreas de tierra de las haciendas de Careaga-El Rosario, Ahuehuetes, San Antonio Clavería, y de los ranchos de Guadalupe, San Andrés, San Pablo Amealco, El Renacimiento, Acalotenco, Camarones, Santa Cecilia, San Marcos, San Antonio Tula y San Isidro, fueron sometidas a fraccionamiento, mientras que otras más se convirtieron en zonas ejidales.[65]

Lo mismo ocurrió con las tierras del antiguo rancho de Azpeitia, en el cual se localizaba la alberca; estas comenzaron a ser fraccionadas y vendidas; pero no será sino hasta los años cuarenta y cincuenta, que inicia en todo Azcapotzalco el surgimiento de nuevas colonias sobre los terrenos fraccionados, desatándose un gran auge demográfico en toda la delegación. Así, surgen colonias proletarias como Victoria de las Democracias, Un Hogar para Cada Trabajador, Liberación, El Porvenir, Plenitud, etc.

Entre 1950 y 1960 surgen en Azcapotzalco otras colonias que agrupaban a los miembros de organizaciones gremiales, por ejemplo el Sindicato de Trabajadores Petroleros establece las colonias 18 de Marzo, La Preciosa y La Petrolera; mientras que el Sindicato de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, establece en los terrenos del rancho de Azpeitia la Colonia de los Electricistas.[66]

Entre 1960 y 1970 el Estado inicia la adquisición de los terrenos que quedaban libres, para iniciar en ellos diversos proyectos de obra pública, como escuelas, parques recreativos y conjuntos de vivienda de interés social. Así, a fines de la década se inician los proyectos de construcción de la Unidad Tlatilco, y el de 2,500 viviendas, denominado Unidad Cuitlahuac, el cual quedó concluido en el año 1967.

Los terrenos sobre los cuales se ubicaba la antigua alberca y acueducto de Xancopincan, habían sido expropiados y declarados de utilidad pública desde los años cuarenta por la Delegación Azcapotzalco, en el así denominado Plan de Xancopinca. Este planteaba el establecimiento de una colonia, tal como podemos ver en dos decretos del Diario Oficial que declaran y después confirman la expropiación de dichos terrenos, fechados el 5 de enero de 1944.[67] De igual forma, se inicia también hacia 1945-1946, la construcción de la Central de Carga de Pantaco, al norte de los terrenos ocupados por la alberca.[68]

Es así como comienza desde los años cuarenta, el inminente fin de la "alberca encantada de Xancopincan" y de su acueducto, que se ven afectados con el establecimiento de las nuevas colonias obreras y la construcción de calles y avenidas. El proceso final de destrucción de este antiguo monumento ocurrió en la segunda mitad de la década de los sesenta, cuando se inicia la construcción de la Unidad Cuitlahuac, la cual se erigió encima del área que ocupaban los inmuebles virreinales.

Según los testimonios, el terreno fue cercado; la maquinaria destruyó la antigua alberca y el acueducto; se emparejó y limpió el terreno para dar paso a la construcción de las bases para los cimientos de los nuevos edificios y estacionamientos de la Unidad Habitacional Cuitlahuac. Sin importar el valor histórico y cultural del sitio, la pala de la retroexcavadora, arrasó en su totalidad las gruesas paredes de piedra y argamasa; a partir de 1967 sólo quedaba el recuerdo de tan insigne construcción.

¿Y donde quedó la alberca de Xancopincan?

Después de su destrucción, la alberca y el acueducto, así como sus leyendas e historias, sólo quedaron como recuerdos lejanos en la mente de los habitantes de Azcapotzalco que solían pasear y visitar el sitio. Poco a poco se fue borrando de la memoria la ubicación del sitio en donde estaba la construcción. Las nuevas generaciones únicamente escucharíamos la historia de la alberca encantada de boca de unos cuantos que aún la recordaban, preguntándonos si era cierto que había existido tal lugar y en que lugar éste se encontraba.

Uno de los que la conocieron, el Sr. Álvaro Saldaña, compositor, poeta y cronista de Azcapotzalco, quien siempre planteó la idea de rescatar la alberca encantada, la situaba según su memoria, en el estacionamiento poniente de la Unidad Cuitlahuac, e incluso en sus visitas, señalaba con su dedo índice el lugar exacto donde él la recordaba, justo en la parte norte de dicho estacionamiento, en una depresión del terreno y bajo un gran árbol.

Toda la información del recuerdo, las crónicas, la tradición oral de los informantes modernos, la información registrada en diversas fuentes etno-históricas y en los documentos pictográficos como códices y planos, nos ofrecen valiosos datos sobre la desaparecida fuente. Estos testimonios nos proporcionaron una valiosa herramienta de trabajo que nos permitió conocer su forma, medidas, sistema y materiales empleados en su construcción, y también los diversos aspectos históricos y tradicionales de Xancopincan y la ubicación de la construcción tanto temporal como espacialmente.

El análisis de los planos antiguos parece indicar que efectivamente en la parte norte del estacionamiento poniente de la Unidad Cuitlahuac, se localizaba la alberca, justo en el lugar señalado por don Álvaro Saldaña, entre las calles Salónica, Norte 71 y Av. Rabaul y la Unidad Habitacional Cuitlahuac. También doña Feliza Morales la recordaba frente a la calle de Norte 71.

La única prueba física de la existencia de la alberca de Xancopincan y el acueducto, además de gran cantidad de piedras dispersas en los jardines de la Unidad Cuitlahuac, son los restos de una construcción de planta cuadrangular, hecha de piedra de tezontle y basalto, unida con argamasa de cal y arena; esta construcción aún se conserva sobre la calle Salónica, en la zona poniente de la Unidad, justo en el jardín frente a uno de los edificios habitacionales, tras el centro comercial Gigante y frente al módulo de policía.[69]

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Restos de una antigua caja de agua o reposadera del acueducto de Xancopincan,

en la Unidad Cuitlahuac

La construcción se encuentra según sus coordenadas geográficas, a 19° 28´ 18´´ Latitud Norte, y a 99° 10´ 17´´ Longitud Oeste. Está orientada con una desviación de 120° al este, con dirección noroeste-sureste. Las medidas aproximadas de la construcción son de 2.60 por 2.60 m y 1.20 m de altura; en el centro se puede observar un recuadro, posiblemente un respiradero, sobre lo que debió haber sido el cuerpo del acueducto.

Seguramente se trata de una de las cajas de agua o descansaderos que se pueden observar en el plano de Galindo del siglo XVIII, que se situaban a lo largo de todo el acueducto y que servían para controlar el flujo del agua que corría hasta Tlatelolco, ya que el cuadrete de la construcción podría usarse como compuerta, tapando uno de sus lados para que el agua se distribuyera a otros canales para el riego del terreno y para el uso local.

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Detalle del interior de la caja de agua, de piedra cortada,

que conserva una capa del aplanado de mortero original

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Caja de agua de la Ex-acienda de San Antonio Clavería

Para poder plantear la ubicación aproximada del sitio donde se ubicaba la construcción de la cisterna que albergaba al manantial de Xancopincan, además de los testimonios de los informantes y del análisis de las fuentes históricas escritas y pictóricas, utilizamos varias herramientas propias de la investigación arqueológica de un área en estudio.

Primero se aplicó el llamado "recorrido de superficie"; tras la revisión de los planos antiguos y modernos, y el análisis de las fotografías aéreas de la zona, se constató y ubicó en campo la existencia de las evidencias, como los restos de la construcción de piedra o caja de agua; esto nos dio la posible dirección del acueducto, que seguía algunas de las calles modernas al sureste de la Unidad Cuitlahuac; por su parte, los testimonios de los informantes y la dirección del acueducto nos llevaron justo a la esquina norte del estacionamiento poniente de la Unidad Cuitlahuac, frente a la calle de La Rosa y a un costado de la calle Norte 71.

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Vista de un tramo del Acueducto de Zempoala y la caja de agua en una calle de Otumba, Estado de México. Construido en el siglo XVI (1543-1560) por el padre fray Francisco de Tembleque.[70]

En este lugar se aprecia una depresión a causa de un hundimiento considerable en la esquina norte del estacionamiento, en las coordenadas 19° 28´ 21´´ Latitud Norte y 99° 10´ 24´´ Longitud Oeste, que oscila entre los 2,241 y los 2,243 m/snm. En la depresión creció un árbol. Lo anterior acusa la alteración del subsuelo por la irregularidad del terreno.

Ya con la información de campo se procedió a la realización de algunos planos que nos proporcionaron información gráfica del comportamiento del área. El primero se refiere a los niveles, alturas y depresiones del terreno; se ubicaron las zonas bajas menores a 2,243 m/snm, altura promedio del área donde se asienta la Unidad Cuitlahuac.

Como podemos observar en un sencillo plano de Curvas de Nivel, la topografía del área es un tanto irregular y justo en la parte norte del estacionamiento poniente, entre las calle Norte 71, Norte 73 y La Rosa, se ubica la depresión del terreno que desciende entre los 2,241 y 2,242 metros sobre el nivel del mar, a diferencia de otras zonas.

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Ubicación de la alberca de Xancopincan y su acueducto, según el testimonio de los informantes.[71]

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Ubicación de la Alberca de Xancopincan mediante el análisis del plano de Curvas de Nivel. Se aprecian las depresiones y las diferencias en la altura del terreno sobre el que se asienta la Unidad Cuitlahuac.

Una antigua fotografía aérea del Azcapotzalco de mediados del siglo XX, se suma a las herramientas utilizadas para la ubicación del monumento histórico. En este documento se conserva gráfica y fielmente una vista del área antes de su modificación en colonias y unidades habitacionales. La foto muestra la ubicación y forma original de la alberca, así como el lugar que ocupaba y la dirección que seguía el acueducto rumbo a Tlatelolco. En ella se observan también los pueblos de San Juan Coacalco y San Bernabé, así como el rancho de Azpeitia, el antiguo camino de los Camarones, la línea del Ferrocarril Central y la actual calle de Salónica o de Las Torres.

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Ubicación de la alberca de Xancopincan en una fotografía aérea de mediados del siglo XX. Compañía Mexicana de Aerofoto, (Archivo Histórico de Azcapotzalco)

Finalmente, con la información de la fotografía aérea antigua, se trazaron sobre una plantilla las principales referencias que se observan en la foto, como los caminos principales y los límites de los terrenos, la capilla de San Juan, el rancho de Azpeitia y la vía del ferrocarril. Ya con los puntos de referencia indicados se procedió a sobreponer la plantilla sobre una fotografía aérea moderna de la Unidad Cuitlahuac y la zona adyacente. El proceso nos permitió ubicar el lugar exacto de la antigua alberca de Xancopincan, así como el trazo que recorría el acueducto que surtía de agua a Tlatelolco.

El sitio exacto de la ubicación de la alberca encantada de Xancopincan coincide fielmente con la información de los antiguos planos y con los testimonios de los informantes, justo en el sitio que había indicado don Álvaro Saldaña.

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Ubicación de la alberca y acueducto de Xancopincan, mediante la sobreposición de puntos de referencia, como las líneas de caminos y límites de terrenos, indicados en la fotografía aérea antigua, sobre una fotografía aérea moderna.[72]

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La capilla de San Juan Evangelista Coacalco.[73]

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Glifo de Coacalco. Matrícula de los Tributos

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Vista de la Calle Salónica y los edificios de la Unidad Cuitlahuac.

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Estacionamiento Poniente de la Unidad Cuitlahuac. La esquina oeste del edificio

del fondo se ubica sobre el lugar donde existió la antigua alberca de Xancopincan.

Conclusiones

Desde la época prehispánica, los pueblos indígenas que habitaron la cuenca aprovecharon los ricos recursos que los lagos, bosques y valles de tierra firme les ofrecían para desarrollar su cultura. Sin embargo, en épocas posteriores como el Posclásico Tardío, al asentarse nuevos grupos humanos al interior de la laguna y establecerse ciudades como Tlatelolco y Tenochtitlan, los principales problemas a los que se enfrentaron fueron el reducido espacio de tierra disponible y el abastecimiento de agua para consumo de la población, ya que los mantos del interior de la laguna, resultaban de mala calidad y eran insalubres para beberse, por ubicarse en áreas pantanosas y cenagosas.

El primer problema quedó resuelto con el ingenioso sistema de construcción de chinampas o campos de tierra artificial creados para el cultivo, e incluso como soporte para la construcción de viviendas y de arquitectura mayor, tanto cívica como habitacional y religiosa. Así se le ganaría terreno a la laguna.

El segundo problema, el del abastecimiento de agua se solventó mediante la construcción de acueductos de tierra y lodo, madera, césped y también de piedra y argamasa para asegurar su durabilidad. Con estos acueductos se aprovecharía el agua de excelente calidad que brotaba en los manantiales situados al poniente de la laguna, principalmente el de Xancopincan en Azcapotzalco y el de Chapultepec.

Al caer el árbol de la civilización indígena cortado de tajo por la espada del invasor español en el siglo XVI, la cabecera de la nueva cultura novohispana, se estableció sobre los restos de las antiguas ciudades prehispánicas de Tlatelolco y Tenochtitlan, y se enfrentó a los mismos problemas que sus antecesoras, por lo que fue necesario reutilizar y reconstruir los antiguos sistemas de abastecimiento de agua potable indígenas. De nuevo se aprovecharon los antiguos manantiales, pero estos resultaron insuficientes para la ahora sobrepoblada y sedienta ciudad de los posteriores siglos XVII, XVIII y XIX, lo que obligó a la población a hacer uso de otras fuentes de agua que poco a poco fueron agotándose.

El ecocidio realizado por los habitantes de la ciudad durante los dos últimos siglos sobre la cuenca y el valle de México; la desecación de la laguna; la sobreexplotación de la tierra; la tala de los bosques; la contaminación de los ríos y la sobrepoblación, han ocasionado que el problema del abastecimiento de agua a la Ciudad de México sea hoy en el presente un problema muy alarmante.

Este trabajo de investigación nos permitió introducirnos al pasado de un sitio ya desaparecido; un lugar lleno de historia prehispánica, virreinal y moderna, y a la vez lleno de misticismo, tradición y leyenda. Un lugar real, construido con mucho esfuerzo e ingenio, que prestó un gran servicio a la población que lo utilizó durante mucho tiempo, y que sirvió de sitio de recreo a tantas generaciones de azcapotzalcas que lo visitaban y que pasaban buenos y felices momentos junto a él.

Nada quedó de la alberca, el manantial y el acueducto, excepto los recuerdos y las leyendas, aún narradas entre algunos chintololos. El espíritu que habitaba Xancopincan tuvo que irse de su hogar al no tener ya nada que proteger, al destruirse los muros de su alberca y al quedar sepultado bajo toneladas de escombros el tesoro que custodiaba.

Tal vez Xancopincan fue víctima de su propia leyenda, la que narraba que el fantasma de Malintzin custodiaba el rico tesoro perdido de los aztecas, escondido para salvarlo de la ambición de los conquistadores españoles. Tal vez esa fue la causa de su destrucción; tal vez, tan solo tal vez, esa fue la razón por la cual sus muros se derrumbaron ante el golpe de la draga y cayeron ante la mirada indiferente de aquellos que vieron la oportunidad de extraer de sus aguas los valiosos objetos escondidos. Los gruesos muros de la alberca protegían un tesoro más valioso que cualquier gema u objeto precioso de metal; un tesoro que generosamente entregaba a todos aquellos que acudían a sus orillas, sin necesidad de buscarlo, sin necesidad de pedirlo.

No era oro, ni plata, ni piedras preciosas lo que nuestros antepasados protegieron en la alberca; el verdadero tesoro de la fuente era el vital líquido que da vida y alimento a los hombres, a sus mujeres y a sus hijos, fecundando la tierra y haciéndola producir vegetación; el verdadero tesoro que guardaba Xancopincan era la preciosa agua.

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Chalchihutlicue, diosa de las aguas de los ríos, fuentes y manantiales.

Códice Borbónico, Lámina 15

A la distancia y por mi nostalgia, veo este estanque como un lugar misterioso, era una meta que cumplimos varias veces, llegar a una construcción muy antigua en medio del campo y saber que si volvíamos nos estaría esperando y que no fuimos lo suficientemente fieles que debíamos haber sido, pues nosotros fuimos los que abandonamos al "Cenote" de Xancopinca".

Palabras del Sr. Alfredo Camargo. Memoria de Azcapotzalco.

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Autor:

Gilberto Pérez Rico

[1] Mote con el que se conoce a las personas originarias de Azcapotzalco, y que significa “los de asentaderas grandes”.

[2] Todos los términos en lengua nahuatl empleados en este trabajo aparecen escritos con la grafía moderna y sin acento ortográfico; para facilitar la lectura de estos vocablos es necesario mencionar al lector que en nahuatl la mayoría de las palabras son graves y se acentúan en la penúltima sílaba.

[3] Cabrera Luis, Diccionario de aztequismos , Biblioteca del oficial mexicano, SEDENA, México, 1995.

[4] Domingo Chimalpahin, Las ocho relaciones y el Memorial de Culhuacan; Edit. Cien de México; Tomo I, 1998, p.167.

[5] Domingo Chimalpahin, ibídem; Séptima Relación; Tomo II, año 1299, p.27.

[6] El códice sitúa estos eventos 52 años después, en otra fecha tardía 2 caña. Por lo general se acepta la llegada y estancia de los mexicas en Chapultepec por 20 años, entre las fechas 9 Tecpatl y 2 Acatl (1280 a 1299 d.C.), y su estancia-refugio en Acocolco, entre los años 3 Tecpatl y 4 Calli (1300 a 1301 d. C.). Martínez Marín, Carlos, “Peregrinación de los mexica”, en Historia de México, edit. Salvat, Tomo 4, 1978, pp. 759-774.

[7] Colección de la Biblioteca Nacional de Antropología de México.

[8] Torquemada (II, c. IV, p.121) ubica Acocolco a “ legua y media o dos” al norte de Culhuacan, tal como aparece en el Plano de González Aparicio, región h-xv, sin embargo, el nombre de San Cristóbal Xancopincan lo remite a Azcapotzalco. Los vocablos tullan (en el tular) anepantla (en medio del agua), solo parecen describir el ambiente. Castillo F. Víctor, Chimalpain Cuauhtlehuanitzin. Memorial breve acerca de la fundación de la ciudad de Culhuacan; UNAM, México. 1991, p. 145.

[9] Noguez, Xavier, s/f, La Tira de Tepechpan. Códice colonial procedente del valle de México; Krismar Computación; Colegio Mexiquense.

[10] Anales de Tlatelolco, Unos Anales Históricos de la Nación Mexicana y Códice de Tlatelolco; Preparación y anotaciones de Heinrich Berlin; interpretación de Robert H. Barlow; Porrua, México. 1980; párrafo 211, p. 45. Chimalpahin, Op.cit. T. I, años 1415-1426; pp. 239-243.

[11] De Alva Ixtlilxochitl, Fernando, Obras históricas ; UNAM, IIH; T. I, 1985, p. 103,105,109,322, 535.

[12] Códice Ramírez, “Relación del origen de los indios que habitan en la Nueva España según sus historias”. SEP, 1975, Colección de documentos conmemorativos del DCL aniversario de la fundación de Tenochtitlan. Documento # 2; Méx. Pp. 38-39.

[13] SEP, Distrito Federal. Monografía Estatal, México, 1994, p. 82

[14] Ibídem, p. 73.

[15] Fray Diego de Duran, Historia de las Indias de la Nueva España.

[16] Códice Panes-Abellán, Vol. IV, Lámina 48.

[17] Archivo General de la Nación, Los naturales del pueblo de Azcapotzalco contra los de Santiago Tlatelolco, sobre propiedad de sus tierras, México, 1561. vol. 1, Exp. 1, F. 243. Cita de Begoña Arteta y Leticia Algaba, 1982, “Efemérides de Azcapotzalco” en Azcapotzalco, una historia y sus conflictos, UAM, 1982, vol. III, no. 6/7. May-dic; p. 14.

[18] Carballal Staedtlerm Margarita, et. al, “Determinación de elementos urbanos e hidráulicos en el Tlatelolco del Siglo XVI.” En Enfoques, investigaciones y obras, S.S.A, INAH, México, 1993, pp. 97-112.

[19] Citas de José Antonio González Gómez, 2000, Cronología Histórica de Azcapotzalco, documento del Archivo Histórico de Azcapotzalco; Gibson, Los aztecas bajo el dominio español, 1519-1820; Siglo XXI, México, 1967, p. 41.

[20] Archivo Municipal de México, Aguas-Cañerías, 25, expediente 39, f. 4.

[21] Torquemada, Fray Juan. 1723, Monarquía Indiana, Madrid, t. 1, 1723, pp. 308-309.

[22] AGN. Indios, 1721, vol. 45, exp. 27, foja 38-38-v.

[23] AGDF, Parcialidades, vol. 3574, exp. 11, fecha 1775.

[24] Sedano, Francisco, Noticias de México, T. I, 1880, p. 12.

[25] A.M.M., Aguas-Cañerías 25, Exp. 39, f. 4-4.

[26] A.M.M., Aguas-Cañerías 20; exp. 68, 31v. Citas de López Sarrelangue, 1954; pp.251-252.

[27] A.G.N., Historia 114, Exp. 6, F.16; idem.

[28] Tomado de J. Antonio González, 2000.

[29] Documento del Archivo Histórico de Azcapotzalco.

[30] Cita de Martín Borbóa Gómez, Breve Relación de San Juan Huacalco. Azcapotzalco, México, 2002-2003. pp.38-41.

[31] Rivera Cambas Manuel, México Pintoresco, Artístico y Monumental, Vol. 2, Méx. Imprenta de la Reforma, 1882, pp. 318-333.

[32] Ramírez Aparicio, Manuel, Los conventos suprimidos en México; Edit. Innovación, México, 1861, pp.105-106.

[33] Arteta y Algaba, Op.cit,. p. 16.

[34] Harriot Wight, Sherray, Chicago and New York- Rand MacNally and Co. Publisher, 1899, pp. 135-137. Cita de Arteta y Algaba, Op. cit. p. 30.

[35] Ayuntamiento del Gobierno del Distrito Federal, sección Alberca de Xancopinca, vol. 57, exp. 1, 1839.

[36] AGDF, vol. 1306, exp. 18, 1845.

[37] AGDF, vol. 57, exp.3, 1861.

[38] AGDF, vol. 57, exp. 4, 1866.

[39] AGDF, vol. 57, exp. 2, 1857.

[40] AGDF, vol. 57, exp.6 y 7, 1862.

[41] AGDF, vol. 57, exp.8, 1888.

[42] AGDF, vol. 57, exp.9, 1892.

[43] AGDF, vol. 3575, exp. 55, 1870-72.

[44] Fernando Vega y Rafael Ortega, 1891, Imprenta de Francisco de León, México, 1891.

[45] AGDF, vol. 2098, exp. 66, 1892.

[46] AGDF, vol. 57, exp.10, 1896.

[47] AGDF, vol. 57, exp.11, 1898.

[48] AGDF, vol. 57, exp.12, 1898.

[49] AGDF, vol. 57, exp.13, 1899.

[50] Romero, José, Guía de la Ciudad de México y demás municipalidades del D.F, Editorial Porrúa, México, 1910, pp. 47-48. Cita de Arteta y Algaba, ibídem, pp. 31-32.

[51] Edith, O´Shaughenessy, A Diplomat´s Wife in México. New York, Harperand Brothers Publishers, 1916, pp. 155-156. Cita de Arteta y Algaba, ibídem, pp. 32-33.

[52] DDF, Azcapotzalco en el Tiempo, México, 1974, pp81-82.

[53] González Gómez, J. Antonio “Mito y tradición en Azcapotzalco: el caso de la Sirena Malintzin-Cihuacoatl de los manantiales chintololos”. En Diario de Campo, No. 51, enero-febrero; CONACULTA-INAH, México, 2003, pp. 43-45.

[54] Citas de González Gómez, Op. cit.

[55] González Gómez, Ibídem.

[56] En: Aponte, Edna, Memoria de Azcapotzalco, Delegación Azcapotzalco, México, 1997-2000, p.13.

[57] En: Aponte, Op.cit. p. 24.

[58] Aponte, ibídem, pp. 30-34

[59] Aponte, ibídem, pp. 64-65.

[60] Aponte, ibídem, pp. 94-95.

[61] Vara = 885 milímetros y 9 décimas.

[62] Atargea: canal o caño de mampostería.

[63] Excavaciones recientes (2002) del Arqueólogo Salvador Guilliem Arroyo, han dado como resultado el rescate de la antigua caja de agua de Tlatelolco, inaugurada el 6 de agosto de 1536, decorada con hermosas pinturas murales que representan el simbolismo indígena y escenas lacustres del siglo XVI. Arqueóloga Patricia Ledesma Bouchan, comunicación personal, 2007; Guilliem, Salvador, “Rescate Arqueológico en el Convento de Santiago Tlatelolco”, en Arqueología Mexicana, vol. XI, no. 64, México, 2007, pp.10-12.

[64] a) A.M.M. Aguas-Cañerías, 25, exp.39, f. 4.; b) Sedano, Francisco.-Noticias de México. México, 1880. T. I, p. 12; c) A. M. M. Ríos y Acequias 2, Exp. 67, F. 29v.; d) según descripción de la Sra. Antonieta Espejo; Martínez del Río Pablo, “Notas Preliminares”, en Tlatelolco a través de los tiempos IV, México, 1954. p. 6.; e) A.A. M. Aguas y Cañerías, 25, exp. 39, f. 11v.; f) Robert Barlow ; g) A. M. M. Aguas- Cañerías 25, exp. 39, f. 4.; Citas de López Sarrelangue, Delfina, “El abastecimiento de agua en Tlatelolco de los Siglos XVIII y XIX”, en Tlatelolco a través de los tiempos 13, México, 1954, pp. 249- 261.

[65] Connolly, Priscilla, “Un hogar para cada trabajador. Notas sobre la conformación del espacio habitacional en Azcapotzalco”, en UAM, 1982, Op. cit. pp. 149.

[66] Idem, pp. 174-175.

[67] Diario Oficial, 134 (46) y 142 (4), 5 ene. 44, ibídem; p. 282.

[68] Connolly, ibídem, pp. 170-171.

[69] Sr. David Delgado Jiménez (qepd) y Sr. Alvaro Saldaña (qepd), cronistas de Azcapotzalco, 2000, Archivo Histórico, comunicación personal.

[70] Ma. Teresa García García; Gustavo Coronel Sánchez y Yalo J. Madrigal Cossío, Proyecto Rescate Arqueológico Autopista Arco Norte. Acueducto Padre Tembleque, Nopaltepec Edo. de Méx., CINAHEM, 2007. Fotos de Yalo Madrigal.

[71] Tomado de Google Earth.

[72] La inclinación de la imagen es intencional, para hacer coincidir los puntos de referencia de ambas fotos aéreas.

[73] Fotos de Judith Alva Sánchez.

Partes: 1, 2
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