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El A.T.E. “vs” la violencia


  1. Introducción
  2. Desarrollo
  3. Conclusiones

Introducción

"No es cierto que podemos hacer todo, pero tampoco es cierto que no podemos hacer nada." (Carlos Cullen)

Todos los docentes tienen la delicada y hermosa tarea de contribuir en la formación de sus alumnos tratando de cubrir las tres dimensiones que conforman a todo ser humano según la Teoría Humanista: la cognoscitiva, la física y la espiritual. Es una labor compleja que en la actualidad adquiere matices de violencia y desesperanza, aunados al bajo aprovechamiento escolar de los alumnos y a la contrariedad de los maestros ante tales escenarios.

La mayoría de las personas están conscientes de que en las escuelas se viven situaciones de bullying, muchas de ellas dadas a conocer por medios masivos de comunicación, y tantas otras calladas o simplemente ignoradas. De igual manera, saben también que la principal formación educativa está en cada hogar, en cada familia; sin embargo, la escuela sigue siendo el lugar privilegiado para contribuir a esa formación de personas íntegras, más aún, cuando en la familia no se ha recibido. Es precisamente en la dimensión espiritual donde entra la parte afectiva que todo ser humano necesita experimentar: el cariño y atención de la familia, la necesidad de ser tomado en cuenta, la amistad, el amor de las personas más próximas, etc.

El amor, la tolerancia y la esperanza (A.T.E.), son propuestas en este artículo como alternativas eficaces que el docente puede utilizar para contrarrestar las situaciones de violencia que pueda encontrar en su labor cotidiana. Tres palabras simples bien conocidas y escuchadas pero tal vez poco practicadas; ese es el reto, reajustar las concepciones sobre el A.T.E. y aprehender sobre los beneficios de vivirlos. Sólo se requiere un poco de disposición, apertura al aprendizaje de ideas renovadas, querer lograr cambios en su contexto inmediato, y principalmente cambios y/o ajustes en su concepción sobre dichos valores.

La violencia escolar en México es un tema de relevancia que más que indiferencia y esfuerzos mínimos, apremia acciones eficaces para contrarrestarla, luchando día a día por esa transformación educativa que tiene que comenzar primero, indiscutiblemente, por cambiar el paradigma en la mente de cada maestro a la par con su dimensión espiritual, para que sin simulaciones se logre impactar en el aspecto cognoscitivo y afectivo de sus alumnos.

Un aspecto fundamental para que en las escuelas se puedan vivir ambientes de armonía y los aprendizajes sean exitosos, es el trabajo en equipo. Todo el personal administrativo y académico que conforma la escuela deben de contribuir dando su máximo esfuerzo "en unidad" para combatir todos los actos de violencia que puedan presentarse en su escuela. Tal unidad deberá verse reflejada en acciones de cordialidad, atención, esfuerzo, ayuda mutua, preocupación de los unos por los otros, sabedores de que lo que afecte a uno podría llegar a afectar a todos. Atrayendo hacia sí, la atención y cooperación de los padres de familia que no objetarán en poner su parte ya que los beneficiados serán sus hijos, construyendo con ellos una alianza para abatir los brotes de violencia escolar.

Desarrollo

En la actualidad, es común observar en las escuelas de nivel básico que los alumnos interactúan entres sí a través de amenazas, un lenguaje altisonante, peleas, burlas, insultos incluso a miembros familiares, venganzas hechas por hermanos mayores, por ejemplo. Este conjunto de actitudes dentro de un salón de clases, lejos de beneficiar la sana convivencia y aportar elementos para un mejor desempeño y aprovechamiento de los alumnos, está bloqueando el desarrollo personal y social a que está comprometida la educación.

Se establecen como causas originarias de tales actitudes, la formación familiar, social, económica y cultural de los alumnos; destacando aquí el hecho de que las familias desintegradas aumentan cada vez más, y desafortunadamente, también los casos de alcoholismo y drogadicción; y qué decir de cómo afecta en los niños los contextos sociales en que se viven condiciones de inseguridad y de ilegalidad.

Por otra parte, también está la labor del docente que ante tales circunstancias, tal vez sólo se ha mantenido al margen de la situación, limitándose a tratar los contenidos programáticos y actuando de manera enérgica para controlar de cierta forma las actitudes negativas y violentas en sus alumnos, dejando a un lado la parte afectiva que es inherente a todo ser humano. Es por ello, la necesidad que tienen todos los maestros de conocer la situación personal de sus alumnos: sus metas, sus sueños, cómo es la convivencia en su familia, su situación económica, qué le causa alegría, qué lo entristece y pone violento.

Carl Rogers señala que el objetivo del ser humano es lograr la felicidad, es durante la infancia donde cobra mucha importancia que se satisfaga la necesidad de aceptación y de amor para que el individuo crezca y se pueda desenvolver sanamente en los diferentes ámbitos de su vida. Los docentes también deben lograr esta felicidad para estar en condiciones de ofrecerla a sus alumnos; una condición indispensable para la enseñanza es el amor, que se debe traducir en el deseo de seguir aprendiendo y saber encender la chispa del deseo del conocimiento en los alumnos, y claro el amor por ellos.

Para poder llegar a este nivel es indispensable el conocimiento de sí mismo, aceptando cualidades y sobre todo defectos, así como indispensable es comprender el contexto en que se vive para dejar de criticar y comenzar a crear, pero sobre todo, a tratar de llegar y llevar a los alumnos a ese nivel de comprensión que es el que puede ayudar a totalizar y a no excluir.

Desde esta perspectiva, se sugiere a los docentes que trabajen en sus aulas con las competencias del amor, de la tolerancia y de la esperanza; rompiendo todo paradigma con audacia, mediante un pensamiento crítico que se adquiere por medio de la reflexión y que a su vez, es exigida ante toda etapa de transformación.

El amor.-

Una palabra tan pequeña pero con un significado inmenso que no podríamos abarcar su total comprensión. Fromm dice que el amor es una actividad, un poder del alma, y de acuerdo con estas palabras, el amor debe ser un impulso a actuar no sólo a sentir bonito. La máxima que nos dice: "No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti", encierra mucho de este amor que debe ser traducido a la acción, no a la pasividad.

La respuesta al problema de la existencia humana: es el amor. Amar es fundamentalmente dar, no recibir. La esfera más importante del dar no es la de las cosas materiales, sino el dominio de lo específicamente humano. Una persona da a otra de sí misma, de lo más precioso que tiene, de su propia vida: de su alegría, de su interés, de su comprensión, de su conocimiento, de su humor, de su tristeza, de todas las expresiones y manifestaciones de lo que está vivo en él. (Fromm, 2013)

San Agustín por su parte declaró: "Ama y haz lo que quieras". Ya que una persona que ama no puede hacer más que el bien. Y los maestros ¿cómo enseñan a sus alumnos?, ¿cómo los corrigen?, ¿cómo les hablan?, ¿cómo los ayudan a crecer, a ser autónomos?, ¿son tolerantes con ellos?, ¿qué expectativas depositan en sus manos?…

El maestro debe encantar a los alumnos con sus palabras, con su mirada y su forma de actuar. Y una palabra clave para ser feliz es: disfrutar. Disfrutar con ellos al estudiar, al jugar, al cantar, al realizar cada actividad, de manera que se contagien de ese gusto por estar vivos. No permitir que las prisas, el estrés y los problemas cotidianos se lleven ese gratuito deleite.

Si el docente se concreta a desarrollar en sus alumnos los contenidos programáticos sin darse ni darles la oportunidad a sus alumnos de abrir un espacio donde puedan compartir y dialogar sobre lo que piensan y sienten, de provocar en su mente nuevas ideas de libertad, de esfuerzo y de amor, podría ser responsable de la destrucción de sueños de esperanza de una vida diferente y mejor. El docente debe amar su trabajo, disfrutar lo que hace, y por añadidura, el amor a sus alumnos estará implícito en sus palabras y acciones.

La tolerancia.-

La tolerancia entendida como respeto y consideración hacia la diferencia, como una disposición a admitir en los demás una manera de ser y de obrar distinta a la propia, es una condición necesaria para la paz entre los individuos, por lo que se hace indispensable el fomento de una cultura para la paz, que debe iniciar en los adultos y principalmente en todos aquellos docentes que tienen ante sí la enorme responsabilidad de formar ciudadanos.

El desarrollo personal y para la convivencia es el cuarto campo de formación contemplado en el mapa curricular de la Educación Básica del Plan de Estudios 2011, cuya finalidad es que los estudiantes aprendan a actuar con juicio crítico a favor de la democracia, la libertad, la paz, el respeto a las personas, a la legalidad y a los derechos humanos; así como manejar armónicamente las relaciones personales y afectivas para desarrollar la identidad personal y, desde ésta, construir identidad y conciencia social. (SEP, 2011).

Las escuelas están conformadas por una diversidad de alumnos provenientes de familias con diferente religión, costumbres, posición económica, ideología política, etc. Estas diferencias pueden ser causa de conflictos entre los alumnos si no se practica cotidianamente la tolerancia. La escuela tiene como compromiso promover una convivencia basada en el respeto a la integridad de las personas, además de brindarles un trato afectuoso que les ayude a restablecer su autoestima y conocer su dignidad y, con base en un trabajo educativo, posibilitar la eliminación de cualquier forma de discriminación por género, procedencia social, pertenencia religiosa, estado de salud u otro. (SEP, 2011)

Sin embargo, también en los docentes se pueden detectar comportamientos egoístas y de indiferencia entre el cuerpo académico. Y desde esta óptica podría pensarse que habría que empezar por los maestros, es decir, que son ellos quienes tienen que comenzar este proceso de formación en su propia persona, ya que el ejemplo dice más que las palabras. La primera condición es que el trabajo se comience con los docentes. Los maestros tienen que estar formados valoralmente antes de pretender formar a los alumnos en esta dimensión. (Schmelkes, 2004)

Para regular los actos de violencia entre los alumnos es preciso antes que nada, tener conocimiento de que existen dichos comportamientos, y hacerlo del conocimiento de la comunidad escolar y a los padres de familia, para que de común acuerdo se propongan estrategias que solucionen tal problemática. La existencia de normas claras y justas es una condición indispensable para construir una convivencia escolar de respeto a la dignidad humana. (Conde, 2011)

Cuando los alumnos participan en la elaboración de las normas que los han de regir, son más conscientes de sus actos y si las infringen saben que tiene que cumplir con lo dispuesto en las normas que ellos mismos aprobaron. Así mismo, los padres de familia interesados en una buena formación para sus hijos estarán en la mejor disposición de coadyuvar haciendo su parte, para que el tiempo que los alumnos comparten en la escuela sea propicio para el aprendizaje óptimo y las relaciones de una convivencia sana y agradable.

Los buenos momentos perduran para siempre así como los malos, desafortunadamente. Por esta razón y para asegurar que los alumnos vivan verdaderas experiencias de compañerismo, respeto y amistad en sus aulas, el docente debe ayudarles a reconocerse como personas importantes que valen mucho ahí en su salón y en cualquier lugar, que tienen derechos así como obligaciones, sin importar su religión, costumbres, posición económica y social. Para reafirmar tal convivencia los alumnos necesitan conocer y entender Los Derechos Humanos, cuyo principio es el de la dignidad inherente a todo ser humano, la cual implica libertad, justicia y plena igualdad de todas las personas. (Conde, 2011)

La esperanza.-

Indudablemente los niños contagian vida, alegría y esperanza. Es por ellos que los papás se esfuerzan y quieren su felicidad. Y si los maestros fueran capaces de ver a cada uno de esos pequeños como suyos, ¿se interesarían más por ellos y buscarían las estrategias necesarias para que aprendieran de una forma diferente, divertida y eficaz?, ¿las palabras que utilizarían para hablarles estarían llenas de cariño y comprensión?, y ¿las acciones que realizarían serían seleccionadas sabiendo que el impacto en cada alumno sería para ayudarles a crecer en estima y conocimiento? Y, ¿por qué no intentarlo?

Si se trata de realizar cambios significativos, de elevar la calidad educativa y por ende, que los alumnos logren los aprendizajes esperados, hay que estimular una práctica diferente, valorada y renovada. Trabajar con la infancia y la juventud es una invitación a la esperanza y al optimismo. Tienen salud, muestran una vitalidad extraordinaria, hacen proyectos, tienen la vida por delante. La distancia generacional puede crear un abismo entre docentes y alumnos, o puede invitar a construir puentes que permitan mantener el diálogo, la relación y la convivencia democrática. (Santos Guerra, 2010)

Estos puentes pueden ser el punto crucial de unión donde se unan la alegría y esperanza de la infancia y la juventud con la sabiduría de un docente dispuesto a facilitar, encauzar e impulsar hacia objetivos bien definidos los anhelos de tantos alumnos. Y esto aplica también para papás e hijos, ya que estos, con la utilización de las nuevas tecnologías parecen dejar anclados a los papás en un tiempo remoto que en algunas ocasiones viene a complicar la existencia de un diálogo y relación familiar afectiva.

A pesar de que los noticieros difundan catástrofes, actos de corrupción, vandalismo, secuestros… se debe mantener firme la esperanza y la confianza en que las cosas pueden mejorar si se trabaja en unidad, si se tiene la práctica de la reflexión antes de actuar y decidir, si se respetan los derechos de los otros, si se valora la naturaleza, si hay solidaridad entre compañeros… Estas son algunas sencillas actividades que se practican en las escuelas, por lo tanto, sí hay esperanza.

Es importante que los docentes trabajen con los niños sus proyectos de vida para que vayan visualizando qué les gustaría que ocurriera en su futuro, y de esta forma, tomen conciencia de que el futuro se logra con acciones de hoy y a través de esfuerzo y perseverancia. Los niños y adolescentes que tienen metas y que se ven a sí mismos con un futuro prometedor en el que vivan mejor que como viven ahora, les permite tomar decisiones autónomas y esforzarse por lograr sus metas. (Conde, 2011)

Para comenzar una transformación los maestros necesitan creer que esto es posible, necesitan creer y vivir en el amor, en la tolerancia y en la esperanza. Porque el creer es lo que da solidez a los pensamientos y a las acciones respaldados en una firme convicción que lleva al esfuerzo, a la perseverancia, a no dejar de intentarlo las veces que sea necesario, hasta llegar a convertirse en fuente de motivación para tantos otros que desean el cambio.

Conclusiones

Si la violencia crece ante el miedo, la injusticia y la desesperanza, se debe hacer frente con la seguridad, la justicia y la esperanza. Y los patrocinadores de estos emblemas de valor deben ser los adultos, principalmente los maestros que cotidianamente trabajan con veinte, treinta o hasta cincuenta alumnos en un salón de clases. Es una labor difícil de realizar, pero muy posible de lograrla si se trabaja con perseverancia, convicción, preparación y trabajo en equipo.

Vivimos tiempos de nuevas tecnologías, reformas educativas, políticas, económicas, etc.; y a cada uno de esos cambios podemos hacer frente si estamos bien informados y preparados. En las escuelas se encuentra una gran diversidad de ideas, costumbres, tradiciones, pensamientos y sentimientos en cada alumno que asiste a ella; diferencias que pueden chocar y provocar malentendidos o hasta peleas. Es tarea de los docentes saber aprovechar esta diversidad para que los alumnos conozcan y compartan su mundo que tal vez pueda ser diferente de acuerdo a cada forma de vida, pero igual de valiosa ante el maestro y ante todos los demás.

El conocimiento y reflexión de los Derechos Humanos puede ser la luz que muchos niños y jóvenes necesitan para que aprendan a creer en sí mismos, a valorarse a sí mismos y a cada compañero. Mucho de ello, dependerá del maestro que debe guiar y facilitar ese proceso de autoconocimiento y comprensión del contexto que envuelve, porque es posible que en muchos casos, lo que se estudia y plasma en los libros parece chocar con la realidad que se vive; lo que puede provocar coraje e indignación que mal encauzados, van directo a la violencia.

Si los docentes son los que enfrentan estas situaciones de violencia entre los alumnos, que en repetidas ocasiones suele ser por falta de tolerancia e ignorancia, necesitan estar muy bien preparados no sólo en el aspecto pedagógico, sino también contar con una inteligencia emocional que les facilite las palabras y acciones más idóneas para poder prevenir y solucionar situaciones de violencia en su salón de clases. Deben estar siempre dispuestos a buscar diferentes opciones para transformar ese ámbito de violencia e indiferencia por uno de apertura al diálogo, al respeto, a la justicia, a la dignidad y al crecimiento personal.

El colegiado de docentes de cada escuela debe de lograr un autoconocimiento y desarrollo ético profesional, que les permita interactuar en unidad para que las acciones que realicen atiendan las problemáticas de violencia entre sus alumnos, y de esta forma garantizar la integridad de todos. Asimismo, ser conscientes de que la actividad que realizan cada día debe estar encaminada a lograr un crecimiento integral en cada alumno que atienden; realizando sus actividades con amor, con tolerancia y con esperanza, para que los resultados se vean reflejados en egresados comprensivos, empáticos y constructores de sociedades más justas.

La labor docente es una oportunidad maravillosa que no debe ser desaprovechada. Cada maestro debe reconocerse como un portavoz de justicia, de verdad y de libertad; aún contra toda la crítica, contra toda la desesperanza y violencia que se pueda encontrar, su voz debe hacerse escuchar, y aún sin hablar deben escucharse sus acciones, que hablarán de que hay esperanza, de que muchos sueños pueden convertirse en realidad cuando se trabaja con esfuerzo, perseverancia e ideales firmes. Esta es finalmente la labor de todo maestro y de cada persona adulta en general, ayudar al crecimiento en la vida de otra persona.

Bibliografía

Conde, S. (2011). Entre el espanto y la ternura. Formar ciudadanos en contextos violentos. . México: Cal y arena.

Fromm, E. (2013). El arte de amar. México: Paidós.

Santos Guerra, M. Á. (2010). Invitación al optimismo. Educamérica. Secuencias didácticas .

Schmelkes, S. (2004). La formación de valores en la educación básica. México: CONALITEG.

SEP. (2011). Plan de Estudios 2011. Educación Básica. México: CONALITEG.

Autor:María de Jesús Cruz Cruz