- Introducción
- Prólogos
- Una historia de amor
- La despedida de mi amor
- Inicio de la historia
- Los besitos sonoros
- Nuestro pololeo
- La noche mágica
- El viaje a argentina
- El servicio militar
- El terremoto
- Encerrado en el ropero
- Una primera pelea
- La solicitud de tu mano
- Nuestro casamiento
- El contagio
- Los primeros tiempos
- Nuestro primer hijo
- El segundo hijo
- Un cuasi incendio
- Vacaciones frustradas
- La partida de tu padre
- Mi padre
- Nuestra única hija
- El cuarto hijo
- Nuestro hijo menor
- Los nietos y nietas
- El vuelo de un ángel o recuerdo de Fabiancito
- La partida de mi hermana
- La partida de mi padre
- La despedida de mi madre
- Epílogo
- Bibliografía
Este libro narra la historia real de un par de jóvenes, casi adolescentes; ella de diecisiete y él de diecinueve años, que deciden unir sus vidas y formar una familia , trayendo al mundo cinco hijos; cuatro varones y una niña y compartir sus experiencias durante cuarenta y cinco años, hasta convertirse en abuelos hasta que la muerte los separó. Pero, ¿los separó realmente?…
Marisita de 19 años (1963) en la casita de madera. EN MEMORIA DE MI ESPOSA MARÍA ISABEL QUE ESTÁ DISFRUTANDO DE LA COMPAÑÍA DE LOS ÁNGELES, PERO, QUE AÚN MANTIENE COMUNICACIÓN CON LOS QUE QUEDAMOS EN ESTA TIERRA
Esta historia narra las vivencias reales de un par de jóvenes, casi niños, que se atrevieron a luchar por su amor y a defender el derecho a tomar sus propias decisiones, a equivocarse, pero, por sobre todas las cosas, se comprometieron a amarse durante toda la vida y con toda el alma.
Ocurrió en Santiago de Chile, en la década de los sesenta del siglo pasado, pero, es una historia universal que podría haber acaecido en cualquier época ó lugar del mundo.
Esta historia es real, no tiene nada de ficticio o de fantasía y representa la experiencia de dos jóvenes enamorados que quisieron prolongar su amor más allá de la vida y de la muerte. Está contada con el corazón y algunas veces con los ojos llenos de lágrimas, al recordar hechos tristes o alegres de la propia vida.
Ha sido escrita por el abuelo, recordando los casi cincuenta años junto a la querida abuela que entregó su vida con fidelidad, sacrificio, lealtad profunda y mucho amor por él, por sus hijos, por sus nietos y nietas y por toda su familia.
Esta historia es verídica, algunos de los nombres de los participantes han sido cambiados, para resguardar sus identidades.
El autor.
Primero Hola Héctor Parto contándote que ayer me senté en mi computador y me dije; Ya Héctor, ahora escucharé tu historia hasta que termine de leer lo que a través de ella has querido dejar. Y así fue. Me leí completamente tu libro y para lo cual puse toda la atención que merece a fin de meterme, aunque sea un poquito, en la piel de tus sentimientos. Esos que en cada página, párrafo y frase se encargan de hacerte vivir por las intensidades que das a las realidades en que enmarcas cada uno de tus episodios vivenciales. De modo que, ya ubicada en mi butaca, me di a la tarea de levantar el telón de mi imaginación y partí contigo por esos caminos a los que conduces con tu obra. Pues siendo cada uno autor y actor de su propia historia, interesante es conocer lo que un amigo, conocido o pariente hizo del suyo a través del corto o largo recorrido que le dio su voluntad para vivir, para amar, para soñar y para construir.
Recorrido existencial, al cual como simple expectadora, me condujo a sentirme involucrada en muchos aspectos e impresionada por lo mucho que la amaste y por lo mucho, también, que lucharon ambos por sacar esa tarea que, por sus resultados como producto familiar, es digno de admirar bajo todos los puntos de vistas y en todos los aspectos. Pienso, por lo mismo, que tu querida Marisita, como le llamaban, debe haberse despedido de este mundo feliz, ya que bien sabía que no dejaba a nadie en la orfandad, como también, con su partida a nadie sacaba del mundo en que cada cual ya se había ubicado. Claro, excepto tú que quedabas desnudo en amor, porque ella se llevó tu corazón dejándote en un silencio frío por su ausencia, en muda soledad por falta de su presencia y triste pero vivificante por todo ese mundo de recuerdos lindos que te dejó como compañera maravillosa de tus días. Historia de amor y de vida que muy poco se ve y se aprecia en la época en que vivimos, y donde se nota que la pluma que usaste no fue otra que la que te dio el más puro amor y, por tinta, las imborrables huellas que dejan los sentimientos. Yo, en tu nombre no la lloraría por haberla perdido, sino que le daría mil gracias a Dios por haberla tenido.
Doctora Nancy Despouy Mira, escritora, periodista, magíster en ciencias políticas, Alemania, 2014.
Segundo
Quiero agradecer a mi amigo Héctor Bravo-Iratchet, la posibilidad de escribir este sentido prólogo acerca del amor que trasciende fronteras y dimensiones.
Este Libro habla acerca de un reencuentro después de la partida de Marisita, muchos se preguntarán ¿Cómo es posible reencontrarse y establecer contacto con esa dimensión desconocida? La respuesta se sustenta en que el amor es la energía y el nexo entre ambas dimensiones.
La Transcomunicación Instrumental es una solución terrenal, que permite la resolución de problemas que quedan pendientes entre aquellas personas que parten y aquellos que quedan en este Mundo.
Esta herramienta es la que utilizó Héctor para resolver sus problemas pendientes, que se originaron después de la partida de Marisita y que pueden servir para otras personas que se encuentren en la misma condición.
Mi pequeña contribución fue compartir la Metodología del Sistema, y que sin duda fue pieza clave en las soluciones que mi amigo requería.
A través de La Transcomunicación Instrumental y El Amor Universal se pueden llegar a todas las soluciones tanto en esta vida como en la otra. Estoy muy feliz de haber contribuido con un granito de arena, en esta historia tan hermosa donde predomina el Amor Universal Con afecto para ambos Ramón Robles Benavides, Magíster en Educación, Académico, Profesor de Estado, Experto en Medicinas Alternativas. Chile, 2014.
Hacía varios días que andabas muy callada y en cierta ocasión subiste a mi dormitorio diciéndome; "tuve un sueño terrible, pero no te lo voy a contar; cuídate cuando manejes". Venías muy helada, supongo que por las frías noches de junio, me abrazaste y lloraste diciendo "tu muñeca se murió", recordando la canción "Buenas Noches" de Camilo Sesto, te abracé y besé tus ojos húmedos de lágrimas y te dije " ¡Qué haría yo sin ti!" luego dormimos juntos y te entregué todo mi calor. Al día siguiente despertamos tranquilos y felices. Recordando algunas estrofas de esa canción:
"Buenas noches, mi amor Me decías jugando, Tu muñeca se murió Y llorabas junto a mí…" En la noche del martes 19 de junio del 2007, al regresar del trabajo y de mis clases en el doctorado, conversamos acerca de la vida y la muerte. "Presiento que me voy a morir" me dijiste luego de tomarnos una taza de café. Yo te respondí que eso nadie lo sabía, sólo Dios; "tú puedes morir esta noche o yo me puedo morir mañana, eso nadie lo sabe", contesté tranquilamente, sin pensarlo más profundamente.
Ambos estábamos muy cansados; tú habías acompañado a nuestra hija durante el día a diversos trámites y yo después de mi jornada laboral en la universidad, había asistido a mis clases del doctorado en educación que se dictaban en horario vespertino. Me pediste que te hiciera un masaje en la espalda, a lo cual accedí no de muy buenas ganas, porque estaba muy agotado y casi muerto de sueño, mientras te hacía el masaje besé tu espalda, a lo cual me replicaste. "¡No, por favor, solamente quiero masaje!". Te pregunté "¿quieres que me quede contigo? respondiste "no, ambos estamos muy cansados". Nos despedimos con beso y me pediste que dejara la puerta entreabierta de tu dormitorio. Algo noté en la mirada de tus hermosos ojos grandes y tristes, me devolví y te repetí "¿me quedo contigo?". "no, por favor, déjame la puerta junta", respondiste firmemente y nos despedimos.
Luego estuve en mi dormitorio trabajando en el computador que estaba lentísimo, al parecer lleno de virus, hasta casi las tres de la mañana y allí me venció el sueño. La mañana de ese miércoles, desperté sobresaltado ya que toda la noche había tenido pesadillas de cosas terribles. Mi hija me explicaría después que Baltasar, nuestro nieto, también había estado muy inquieto durante la noche.
Esa mañana, como a las siete me despertó mi hija- que casualmente estaba de visita en nuestra casa- pidiéndome que bajara con las llaves para abrirle la puerta a la señora Rosa, que venía a hacer el aseo y estaba golpeando desde hacía bastante rato. Bajamos la escala corriendo, yo con las llaves y mi hija entró a tu dormitorio y gritó "¡Papá, mi mamá está muerta". Entré y allí estabas, recostada en la cama, rígida y fría, con un rictus de dolor y una mano apoyada en su pecho. Yo no lo podía creer y mi hija que es médico, nada pudo hacer. Yo miraba al cielo buscando una explicación ¿cómo era posible? El amor de toda mi vida yacía inerte sobre la cama, un nudo me apretaba la garganta y quería gritar y llorar pero no podía, tenía que mostrarme fuerte ante mis hijos. "¿Por qué Dios me la había arrebatado tan pronto?", pensaba. Estaba atónito y un gran nudo apretaba mi garganta, quería gritar al cielo pidiendo una explicación y mi voz no salía, tampoco mis lágrimas.
Acompañado de otro hijo, los trámites en el hospital, la funeraria, el banco y el médico tratante nos ocuparon hasta el mediodía. Durante la mañana, la llamada por celular de un colega de la universidad preguntándome si iría a clases, quedó mudo cuando le conté mi tragedia. El dolor que atravesaba mi pecho y mi garganta era tan intenso que no podía ni siquiera derramar una lágrima. En realidad, ella sufría de asma, pero eso estaba controlado y siempre asistía a la consulta del doctor Santana y utilizaba salbutamol como inhalador.
Cuando regresamos a la casa, ya habían llegado los demás hijos y nietos, todos lloraban alrededor del lecho de la mamá y de la querida abuela. Yo quería abrazarla, besarla, pero me la arrebataron, era de ellos y no mía. Su cuerpo parecía dormido en su lecho, había adquirido una apariencia de paz y tranquilidad, mi hija la había arreglado y maquillado. Estuvo así casi todo el día recostada en su lecho, hasta que en la tarde llegaron las pompas fúnebres. Nos costó bastante desprendernos del cuerpo amado, finalmente lo depositamos en el interior de la urna.
Más tarde llegaron los familiares y amigos, mis compañeros del doctorado, se llenó la casa y todos conversaban de diferentes temas, lo que menos importaba era que mi amor estaba allí, sin vida. De pronto, en la media noche se sintió un fuerte crujido y era que se había quebrado un medallón que tenías puesto al cuello. ¿Sería la temperatura o la humedad?, o ¿sería la manera en que demostrabas tu desagrado por el gentío? Nunca fuiste muy aficionada a las reuniones sociales ni al gentío.
Estuvimos toda la noche velando tu cuerpo y al día siguiente lo trasladamos a la Iglesia del Buen Pastor, allí se hizo una misa. La música "Serenity" llenaba el ambiente de la iglesia. Asistieron muchos alumnos de mi hijo Marco, que era profesor de música en el Colegio Notre Dame. De la universidad llegaron unas pocas personas, sólo mis colegas más cercanos, algún profesor del doctorado, pero, no divisé a ningún alumno de la universidad, supongo que debido a que era época de pruebas. Muchas personas saludaron a mi otro hijo Héctor, que también trabajaba en ese entonces en Rectoría de la Universidad, asesorando como ingeniero civil.
Reflexioné, este es el "pago de Chile", después de más de treinta y cinco años como docente universitario, casi nadie me conocía. Pero eso poco o nada me importaba ante la gran tristeza que llenaba mi alma.
Después partimos al Cementerio Parque del Recuerdo, te despedí emocionado, también mis dos nietos mayores- Álvaro y Juan Sebastián- improvisaron una despedida a su querida abuelita, me sentí tocado por las palabras de estos niños de apenas doce años, que me llegaron al corazón y sentí un estremecimiento cuando lentamente el ataúd bajaba a su lugar de descanso. "Ya no la vería nunca más, jamás volvería a abrazarla ni a besar sus labios, ni a mirarme en sus cristalinos ojos", pensaba mientras mi garganta se anudaba y mi corazón se estrujaba por la pena. Trataba de aparentar serenidad, pero estaba destrozado por dentro.
Esa tarde de junio llovía a cántaros cuando mi yerno, nos invitó a almorzar a un restaurante de la ruta Sur. Yo recordaba tristemente las estrofas de la canción "Buenas Noches", que cantabas con tu preciosa voz:
"Buenas Noches mi amor, Ya no hay niños jugando, Sólo hay flores y un jardín, Tanta gente junto a mí " "Buenas noches respondían, El aire de la montaña, Una niña de mi mano, Y esas flores en la cruz".
Más de cincuenta años juntos se terminaban abruptamente, nos habíamos conocido siendo casi niños, "pololeamos" como cuatro años y siempre recordaré la fecha del 16 de Febrero de 1958 en que empezamos nuestro pololeo, tú tenías trece y yo quince años, luego nos casamos el año 1962, cuando recién cumplías diecisiete y yo solamente diecinueve, con la autorización de nuestros respectivos padres porque ambos éramos menores de edad, ya que en esa época la mayoría de edad era a los veintiuno.
A veces reñíamos, ambos teníamos fuertes personalidades y el ancestro vasco nos afloraba de vez en cuando, pero, luego nos reconciliábamos. El amor nos dio la fuerza para enfrentar la vida, gracias a tu apoyo leal, fiel, pleno de sacrificio desinteresado, pude trabajar para mantener mi familia, al principio con muchas dificultades y estrecheces, a la vez estudiar y construir nuestro destino. "El amor es más fuerte", decía nuestro querido Santo Padre Juan Pablo II, frase que se hizo realidad en nuestra vida.
Habíamos crecido y madurado juntos y ahora con poco más de sesenta y dos años, partías y me dejaba solo en este mundo, triste, dolido y desorientado. Claro que ya éramos abuelos y nuestros cinco hijos eran adultos y profesionales; los dos mayores ingenieros, la hija médico, un hijo profesor y el menor abogado. Todo esto gracias a sus propias capacidades e inteligencia y fundamentalmente a tu gran sentido de la responsabilidad y gran amor de madre, ya que siempre te preocupaste de los niños y sus tareas, puesto que yo vivía trabajando mañana, tarde y noche. Los defendías como una leona que protege a sus cachorros ante el menor peligro.
Ya teníamos diez nietos, pero uno de ellos en el cielo, la nieta mayor en tercer año en la universidad, los demás en el colegio. Cualquiera podía pensar que teníamos nuestra tarea cumplida, pero, la cosa no era así. Todavía algunos hijos nos daban preocupaciones y soñábamos con tomarnos unas largas vacaciones, conocer el Sur, visitar Europa; anhelabas recorrer los Santos Lugares.
Siempre fuiste muy devota, te apoyabas en una gran fe cristiana y tratabas de convencerme del valor que tenía para ti, la figura de Cristo. Yo era más escéptico, posición que ahora lamento; debí haberte acompañado más en tu crecimiento espiritual.
Amada mía; fuiste el apoyo de nuestra familia, siempre tenías la palabra justa y el consejo oportuno y después de criar a nuestros cinco hijos, nos diste una lección a todos; ingresaste a la universidad y obtuviste el título de profesora de estado, que nunca ejerciste. Posteriormente me acompañaste en un magíster y egresaste, con eso confirmaste a toda tu familia tu inteligencia y capacidad.
Luego estudiaste mil cosas que te gustaban; "Flores de Bach", "Magnified Healing", "Cursos de Ángeles", "Terapeuta Floral", "Reiki", etc. todos esos cursos encauzaron tu desarrollo espiritual, parecía que adivinabas que pronto tendrías que partir a otras dimensiones espirituales y para ello te estabas preparando. Siempre dijiste que partirías a los sesenta y dos años y así fue ¿cómo lo sabías? No querías envejecer y deseaba morir joven, algo similar le aconteció a tu padre que se fue intempestivamente a los cincuenta y ocho años, pero bastante envejecido, seguramente por el familión de catorce hijos que tuvo que mantener.
Cosas sorprendentes ocurrieron en los días posteriores a tu partida, allí pude dar rienda suelta a mi pena y lloré como un niño, como nunca antes lo había hecho, yo que me consideraba una persona dura, objetiva y escéptica, capaz de dominar sus emociones. El computador grande se quemó, un reloj que hacía tiempo estaba detenido comenzó a andar y anduvo dos horas, desde las cuatro y media hasta las seis y media. Otro reloj que tenías en tu dormitorio quedó detenido a las cuatro y media. ¿Era que nos informabas del tiempo que duró tu agonía? Posteriormente, conversando con un médico experimentado, me contó que generalmente esos infartos se producían entre las cuatro y cinco de la mañana.
Misteriosamente aparecieron en mi teléfono celular algunos números que yo no había marcado, varios correspondían a un centro médico, tengo que averiguar su significado.
Afortunadamente yo había comprado un "notebook" pocos días antes de tu partida. No te enojaste por el gasto, todo lo contrario, me dijiste "Que bueno, te hará falta en tu doctorado". Eras clarividente, mujercita mía, en más de una oportunidad me dijiste que te irías muy lejos, nunca entendí que tu destino era el otro mundo.
Días después de tu partida, Rosana, mi nuera, esposa de mi hijo Héctor, soñó contigo y te veía en un jardín llenos de flores- te encantaban las flores- y la mirabas diciéndole " Banco del Estado, N ° 5.20 " Rosana se despertó y alcanzó a anotar algunos números y le contó a mi hijo. Posteriormente, el hijo menor Miguel Ángel, abogado, descubrió que en el Banco del Estado había una cuenta de ahorros con cierta cantidad de dinero y los números correspondían a tu RUT.
En otra ocasión, unos días después del funeral, mi hija Ingrid ya había regresado a la ciudad de Antofagasta donde reside, me llamó por teléfono contándome un sueño contigo y que le decías; "busquen en los bolsillos izquierdos de la ropa o rincón izquierdo del "walking-closet"", busqué en todas tus ropas que aún guardo, y nada encontré.
Sin embargo, ese fin de semana llegaron mis dos hijos menores Miguel Ángel y Marco, buscaron y descubrieron que sacando un cajón del rincón izquierdo, debajo de él y sobre el piso, escondidos en una carpeta, estaban todos los papeles de los depósitos, libreta de ahorros, un certificado de otro depósito por una cantidad considerable y en otro lugar algo de dinero que yo te entregaba para los gastos de casa.
Eras bastante previsora, mujercita mía, yo no tenía idea que esos depósitos existían y tú los fuiste ahorrando pacientemente durante años. Lo interesante de todo esto es como te las ingeniaste para comunicarte con nosotros después de su partida. No quiero hablar de muerte, porque pienso que es una separación momentánea, más temprano que tarde nos reuniremos nuevamente.
Los documentos encontrados eran indispensables para los trámites posteriores, curiosamente la posesión efectiva quedó totalmente tramitada el 31 de agosto de ese año, fecha de tu cumpleaños. También se agilizaron varios trámites de una herencia eterna de tu familia, cuya parte ahora les corresponde a mis hijos.
Muchas veces te tuve y te tengo en mis sueños, "No llores tanto, pues yo nunca me he ido, siempre he estado junto a ti" me has dicho. Yo pienso: "Ojalá me esperes, mi amor, que anhelo reunirme contigo, claro que previamente tengo que dejar ordenadas mis cosas, las de mi familia; mis hijos, y mi hermano". Muchas veces siento tu presencia, como si fueran mil agujas que atraviesan mi cuerpo, provocándome escalofríos, pero me siento feliz al creer que es tu espíritu que quiere reunirse conmigo.
¿Cuántas veces jugamos a que nuestros espíritus y nuestros cuerpos se iban a fusionar en uno sólo? Entonces cruzan mis recuerdos algunas canciones de Camilo que interpretabas con tu voz cristalina:
"El silencio para mí, no es estar callado, Y es la soledad, un lujo que yo he robado. Aunque nado entre la nada, aún lucho por la vida, Ayudadme, a cambiar por rosas mis espinas, Ayudadme, a cambiar mi mundo por amor.
De espaldas a la luz, yo busco mi sombra Y quisiera creer, que mi sombra es tu persona Ayudadme" Otra canción que cantabas tan lindo, cruza mis recuerdos y llena de lágrimas mis ojos:
"El amor de mi vida has sido tú, Mi mundo era ciego hasta encontrar tu luz, Hice míos tus gestos, tu risa y tu voz Tus palabras, tu vida y tu corazón " Es increíble, yo que siempre detesté esas canciones sentimentales y plañideras, ahora me las he aprendido casi todas y a veces trato de cantarlas Pienso; "Este es otro milagro tuyo, mi amor".
Mi mente vuela hacia otros tiempos felices, cuando éramos jóvenes y llenos de entusiasmo:
"¿Te acuerdas amorcito, cuando construí nuestra primera casita de madera y vivíamos en ella con nuestros dos pequeños hijos mayores? No teníamos agua ni luz; el agua la acarreábamos diariamente de un grifo de la esquina y para obtener luz nos colgábamos con unos alambres al alumbrado público, éramos pobres pero felices con nuestros dos pequeños hijitos, el sitio era nuestro y lo estábamos pagando mes a mes. Poco después instalamos el agua y la luz.
Te prometí que algún día iba a escribir la historia de nuestra vida y nuestro amor para que la conocieran nuestros hijos y nietos, eso es lo que estoy tratando de hacer ahora con frases desordenadas y deshilachadas. Me muevo en el tiempo, presente, pasado y quizás futuro. No es una historia secuencial ni ordenada, es tal como los recuerdos me fluyen y la pena me nubla los ojos, a veces no me dejan ver la pantalla del computador, es una historia contada con el corazón, no con el cerebro.
Corría el año 1957 y casi todos los niños y jóvenes de esa época estábamos entusiasmados con la carrera espacial entre la URSS y Estados Unidos. El 4 de octubre de 1957, la URSS había lanzado exitosamente al espacio el primer satélite artificial llamado "Sputnik I" que pesaba 83 kilogramos y lo recorría en órbitas entre 938 y 214 kilómetros alrededor de la tierra. Todos mirábamos entusiasmados el cielo tratando de observar una lucecita que se movía a ciertas horas de la tarde. Poco después, los soviéticos lanzaron el "Sputnik 2" con una perrita como pasajera, llamada "Laika". Así comenzaba la carrera espacial entre U. S. A y la U. R. S. S.
Sonaba en el radio-receptor la música del "rock and roll" de Bill Halley y sus Cometas, Elvis Presley, y otros. Muchos jóvenes se vestían al estilo Presley con jopo, patillas y casaca de cuero con cuello levantado, otros éramos los "Rebeldes sin causa" con blue jeans y casaca desaliñada, al estilo James Dean, ídolo cinematográfico que estaba de moda en ese entonces. Nuestra vida fluctuaba entre las obligaciones escolares, las tareas, el fútbol que con los muchachos del barrio practicábamos defendiendo la camiseta de nuestro club llamado "Italo Chileno F.C" y las fiestas del fin de semana con las chiquillas del barrio, a las cuales raramente asistías.
En esa época, en nuestro país no había televisión, ni computadores, ni celulares, ni calculadoras de bolsillo. A los mayores les parecía que el rock and roll era música de locos, ellos cultivaban el bolero y el tango y nosotros bailábamos rabiosamente el rock and roll y otros bailes más modernos.
A María Isabel la conocí unos años antes desde pequeñita y era una linda morenita de ojos enormes entre castaños y verdosos, de unos diez años, muy paradita, no hablaba con nadie, siempre andaba muy limpiecita con cinta y soquetes blancos. Era hermana de Roberto y Osvaldo, muchachos vecinos que pretendían a mi hermana Sylvia. Ellos querían hacerme "gancho" con Marisa, a cambio de que les presentara a mi hermana. Yo tenía unos doce años y mi hermana como catorce, pero ella representaba mucho más. Finalmente Roberto fue "pololo" de Sylvia, durante un tiempo.
En cierta oportunidad Marisa andaba comprando y como yo era amigo de sus hermanos tenía acceso a su casa y me escondí entre las cortinas de la entrada, cuando ella iba entrando, no encontré nada más gracioso que imitarle a un perro ladrando, ante lo cual salió corriendo y no quería entrar a su casa hasta que yo me fuera.
Después se cambiaron de casa y al cabo de unos tres años volvieron al barrio y se compraron casa en la cuadra siguiente de la misma calle. María Isabel estaba más grande y mucho más bonita.
Como tu hermana mayor Honoria había comenzado a pololear con Julio de las Mercedes, otro muchacho del grupo– de unos veinte años- bastante mayor y experimentado que nosotros, pero, como no las dejaban salir solas, salvo a las clases de piano, necesitaban a otro compañero para que pudieran salir las dos juntas, Mercedes te presentó a varios amigos que tu rechazaste, pero cuando fui yo y me recordaste cuando niño y me aceptaste.
Cuando ustedes no podían salir nos juntábamos al fondo del sitio de su casa, ya que la casa de Mercedes daba a los pies, un sitio por medio. Nuestra primera cita fue al fondo del sitio, como no sabíamos besarnos, nuestros besos eran sonoros y se sentían "¡Chuic!". Siempre recordaré esa fecha, el 16 de febrero de 1958, tenías apenas trece años y yo sólo quince.
Me contabas después que andaba tapándote la boca y la cara porque creías que tu papá o tu mamá iban a notar las marcas de los besos en tu carita. Tan linda e ingenua eras mi amorcito. ¡Qué diferentes son las niñas hoy!
Ese 16 de febrero de 1958 es una fecha que quedó grabada en mi corazón y siempre la recordaré. Para conquistarte, te envié una carta de amor, donde saqué a relucir todos mis sentimientos y habilidades literarias, otro amigo, Fernando la leyó encontrándola demasiado romántica "Chis, si no la "estai" pidiendo en matrimonio" me dijo insensible.
Claro, yo tenía muchas facilidades para escribir, había participado con éxito en varios concursos literarios en el colegio, incluso me publicaron una poesía escrita por mí con motivo del fallecimiento del rector del liceo:
"Ha caído otro roble, la fría y cruel muerte nos lo arrebató, como un jardinero corta una flor, la más hermosa Ya no veremos más su bondadosa figura, paseando por los patios y pasillos de nuestro querido Liceo
Nos juntábamos cada vez que ustedes iban a clases de piano, las que rendían apuradas para poder reunirse con nosotros y salir a pololear. Así transcurrían las semanas y los días.
Siempre recordaré tu aroma, el sabor de tus labios y tus lindos ojos cristalinos, mezcla de verde y castaño, morenita linda. Como cuando tus hermanos menores te decían "La Pelá", porque cuando eras pequeñita tenías un pelito muy fino y escaso, y me inventaban un versillo:
"Querís café, querís cognac "Querís casarte con la Pelá" Era numerosa tu familia, Pelalila linda, catorce hermanos y hermanas entre los que ocupabas el lugar noveno. A veces comprendo a tu padre con ese familión tenía que imponer reglas y normas estrictas, además de trabajar mucho para mantenerlos, no obstante ya quedaban solamente los menores en casa.
Los dos primeros años de pololeo fueron de amor casi platónico, solamente besitos y abrazos, tomarnos la mano y quedarnos durante horas contemplando las estrellas y jurándonos amor eterno. En una oportunidad discutimos, al parecer por algo que inventó otra hermana tuya, respecto de un tal profesor Zapata, que te pretendía, asunto del cual casi no me acuerdo y por el cual estuvimos separados algunos meses. Parecía que me habían arrancado un pedazo de mi corazón cuando no podía verte.
En ese tiempo, no faltaron los pajarracos que revoloteaban cerca de ti intentando conseguirte, pero a ninguno le hiciste caso, ¡gracias a Dios!
En esa época eran contadas las familias que poseían teléfono y para conseguirlo, había una larga lista de espera en la Compañía de Teléfonos que duraba años, algo muy diferente a lo que ocurre ahora que todos tienen teléfono fijo o móvil-celular. Siempre me acordaba de ti y no podía vivir sin ti, todos se burlaban de mí al verme tan desanimado y entristecido, al parecer que tú también estabas igual por lo que me informaban algunos "pajaritos". En una oportunidad te llamé por teléfono al "94840", el número de tu casa desde la casa de la familia Maulén, que también tenían teléfono, mientras conversábamos, mis amigos pusieron en el equipo de música, un disco con la canción "Cómo antes" de los Cinco Latinos y te la dediqué al teléfono:
"Cómo antes, más que antes, te amaré " "Yo mi vida por tu vida la daré" "Será un sueño para mí, si vuelves conmigo " "Comme primma, piu di primma, t"ameron " Por fin escuchaba nuevamente tu cristalina voz; quedaste gratamente sorprendida con mi llamada y continuamos nuestro pololeo, tú me contabas que durante nuestra separación, te ibas al fondo del sitio de tu casa y te ponías a llorar recordándome, yo te contaba que sufría mucho por no verte.
Volvieron esos paseos interminables por la Quinta Normal, que duraban toda la tarde tendidos en el pasto, estudiando nuestros cuadernos y viendo el cielo o las estrellas, jurándonos amor eterno. La vida nos volvía a sonreír y éramos nuevamente felices.
Sin embargo, ocurrió algo muy penoso, una cierta tarde helada en pleno invierno, casi de noche, intentamos hacer el amor en la Quinta Normal, pero no resultó. No sé si fueron los nervios, el susto, el frío o el riesgo de que nos sorprendieran o qué se yo, la cosa es que no resultó.
Regresamos caminando tristemente y apesadumbrados porque no habíamos concretado lo que tanto anhelábamos. Fue un tiempo negro y muy triste, yo pensaba terminar con mi vida porque no podía hacer mía a la mujercita a quien tanto amaba. Amargos días transcurrieron para un muchacho de apenas dieciséis años ¿Por qué Dios no permitía que consumáramos nuestro amor?
¿Estaríamos pecando? ¿A quién confiar mi drama? ¡Si no era capaz de amarte, lo mejor era terminar con mi vida!, pensaba.
Me imagino que tú también habrás sufrido, a veces mentalmente yo me ponía plazos, esperar hasta que nos casáramos y en la tranquilidad de nuestro futuro hogar, todo saldría bien. Continuamos nuestro pololeo, pero había algo que no andaba bien, algo nos faltaba y eso era lograr consumar nuestro amor. Yo tenía alguna experiencia anterior en asuntos amorosos y todo había funcionado bien, pero, contigo no era lo mismo ¿sería que mi amor era tan grande que no quería causarte daño?
Pasaron varios meses hasta que llegó el mes de diciembre de 1959, yo había cumplido los diecisiete y tú los quince, allí gracias a la gestión de mi amigo Fernando, nos consiguió un cuarto que estaba desocupado en el cité donde él vivía y pasamos la noche juntos, poco antes de mi viaje a la Argentina.
Tampoco pudimos consumar nuestro amor, porque tú eras virgen y yo no quería causarte ningún dolor ni molestia. Pero todo fue diferente, besé apasionadamente todo tu lindo cuerpo, tu piel fina y suave, tus piernas preciosas, tus pechos, eras toda mía y te adoraba, no importaba mayormente la consumación. Tú también me besabas locamente, nos pertenecíamos el uno al otro sin concretar nuestro amor, nuestros corazones latían a un ritmo acelerado.
¡Volví a vivir! ¡Renací a los diecisiete años! ¡Atrás quedó la oscuridad y la tristeza! Todo ello fue un preámbulo a una noche maravillosa que se aprestaba a ocurrir pocos días después.
Por fin, llegó la noche mágica de Año Nuevo del 31 de diciembre de 1959, nos quedamos en casa de mis padres, después de celebrar la llegada del Nuevo Año 1960, te subí en brazos a mi pieza del segundo piso, mientras todos dormían, nos metimos a mi cama. Estábamos relajados y apasionados y allí por fin fuiste mía completamente. ¡Que felicidad más grande! ¡Por fin podía tener a mi mujercita linda, el amor de mi vida, me sentía íntegro y realizado, tus lindos ojitos tenían un brillo muy especial, éramos felices completamente, nos adorábamos! Sentía en mi mente una dulce música que inundaba todo mi ser y agradecía a Dios que por fin nos había permitido concretar lo que tanto anhelábamos.
En la otra cama dormía plácidamente mi hermano menor Juan, de nueve años, sin percatarse del gran acontecimiento que nos había ocurrido.
Al poco rato se metieron en nuestra pieza tu hermana Honoria con su pololo Mercedes y se sorprendieron mucho de vernos acostados y juntos. Ellos se quedaron en un rincón de la pieza y poco nos importaban.
El día siguiente-1° de enero de 1960- salimos a pasear juntos, con tu hermana y su pololo. Me recuerdo que estuvimos a la orilla de una laguna que se conocía como "El tranque de Barrancas". Yo te tomaba de la cintura y te colocaba sobre mis hombros, corríamos y jugábamos felices, nos besábamos y abrazábamos. Tenías una cintura de avispa, un cuerpo de reina, unos ojazos cristalinos y brillantes y unos labios dulces, amorosos y apasionados, y eras toda "¡miaaaaaaaaaa !" (MIA era la sigla de tu nombre).
Mercedes trataba de hacer lo mismo con tu hermana y apenas se la podía, obviamente tenía varios kilos más que tú, mi reina. Los copiones querían imitar nuestra felicidad y resultaba que ya eran viejos y experimentados amantes.
Como siempre tuve pasta de líder y era el presidente de mi curso en el Liceo y asumí toda la responsabilidad de llevar a mis compañeros a gira de estudios de quinto año. Juntamos fondos durante varios años, a pesar de que el tesorero del curso se gastó parte de la plata y después lo negó todo, finalmente el Centro de Padres nos financió lo que nos faltaba para realizar nuestra gira y fuimos a Buenos Aires por unos diez días en ese mes de diciembre de 1959.
El profesor jefe no pudo o no quiso acompañarnos, finalmente, quedé a cargo yo -un muchacho de diecisiete años – de todo mi curso. El día de nuestra partida en tren, esperando a que fueras a despedirme a la estación, ya que el viaje era largo, al final no pudiste salir, llegué atrasado y el tren casi se fue sin mí y yo tenía toda la documentación, autorizaciones notariales y las cédulas de identidad de mis compañeros, pero cuando llegué a última hora, todos aplaudieron aliviados.
El cruce de la cordillera de Los Andes fue maravilloso, en el Ferrocarril Trasandino que ahora ya no existe; a veces nos bajábamos del tren que subía lentamente la pendiente y nos íbamos trotando junto a él, demostrando así nuestra valentía. Después la pampa argentina interminable; el viaje fue largo y duró como dos días y una noche hasta Buenos Aires.
Allá, en Buenos Aires, Argentina, tuve una serie de problemas que resolver, nos cambiamos de hotel, la empresa de turismo "Perinetti" nos estafó; solamente había cancelado una parte de la estadía, y no había pasajes de vuelta en el ferrocarril trasandino. Todo lo logré resolver y prácticamente sólo y me lo llevé en puras diligencias entre la estaciones Belgrano y Retiro. Debo reconocer que un apoderado que viajó con nosotros, nos apoyó económicamente, pero, él no iba a cargo del curso, solamente acompañaba a su hijo. Claro que de vuelta le tuvimos que ingresar una serie de cosméticos, ropas y artículos que él compró más baratos en el vecino país, es decir, hicimos el papel de "burreros". De regreso a Chile, después de Navidad, algunos le cancelaron el dinero facilitado.
El Servicio Militar.
Al día subsiguiente- después de la noche mágica del Año Nuevo- tuve que partir a Los Andes para hacer mi Servicio Militar, porque me había inscrito para realizarlo anticipadamente como estudiante, en las vacaciones de 1960 y quedé seleccionado en el Regimiento de Infantería Reforzado N ° 18 "Guardia Vieja" de Los Andes. ¡Cómo te extrañé durante ese tiempo! Después de más de un mes en el regimiento, obtuve mi primera salida y regresé a Santiago con uniforme, tostado y muy pelado. Soñaba contigo, deseba estar junto a ti, anhelaba recibir una cartita tuya. Te daba un poco de vergüenza verme tan pelado y tostado por el sol, tan distinto al muchacho de largo pelo medio rubio y tez rosada que conocías, pero, igual salíamos juntos esos fines de semana y el domingo en la tarde tenía que regresar a la prisión que era ese regimiento.
En cierta ocasión perdí el tren del domingo en la tarde a Los Andes, por estar contigo, avisé al cuartel y llegué al día siguiente en la mañana ¡Cómo fui aporreado por el sargento instructor esa mañana! Pero, no me importaba porque las dulces horas pasadas con mi amor era impagables.
En otra oportunidad, estando en campaña, en plena cordillera, recibí una carta de otra hermana tuya, en la que me contaba que tú habías tenido una hemorragia y estabas en el hospital, pero que no me preocupara porque me querías mucho y estabas bien. ¡Cómo sufrí estando tan lejos de ti! ¡Pensaba que mil cosas te habrían ocurrido!
Como me habían pelado casi al rape, la "bocona" de mi hermana andaba diciendo que era un castigo por mi mala conducta. En realidad, la verdad fue muy distinta; cuando nos estaban cortando el pelo, un conscripto se ofreció para ayudar como peluquero; un tal Iduya – primer español que hacía el servicio militar en Chile- se las dio de "fígaro" y experimentó conmigo, me dejó horrible el corte y no quedó más remedio que pelarme al rape, el teniente a cargo me pidió que dijera que yo mismo lo había pedido así, porque se me caía el pelo, de lo contrario lo iban a amonestar. Acepté, pero el casco blanco de mi cabeza resaltaba entre un sinfín de testas de pelo oscuro del regimiento. Al tal Iduya, supuesto peluquero, también le cortaron el pelo al rape por leso.
Cuando terminó la condena del Servicio en Abril de 1960, con el grado de Sargento Primero de Reserva, regresé a mi casa, golpeé la puerta y abrió mi madre. ¿Qué desea joven? me dijo, sin reconocerme. Tan distinto estaba que ni siquiera mi madre me conocía. "Hola mamá" le dije y allí recién se dio cuenta que era yo.
Poco después de haber terminando el Servicio Militar en 1960, como éramos estudiantes "aspirantes a oficiales de reserva", nos licenciaron y algunos obtuvimos grados; yo obtuve el de sargento primero de reserva, se recibieron noticias de un gran terremoto que había asolado el Sur de Chile, especialmente las ciudades de Valdivia y Puerto Montt, había posibilidades que nos llamaran nuevamente a reconocer cuartel en el Ejército, para ayudar en la zona damnificada, pero esto no ocurrió ya que llamaron a los conscriptos del año y no a los estudiantes. El terremoto fue terrible y alcanzó la intensidad de 9,5 grados en la escala de Richter, uno de los más destructivos ocurridos en nuestro país y en la historia del mundo.
Reingresé al Liceo en Abril de 1960 para cursar mi último año, el sexto año de Humanidades. Lo único que deseaba era estar contigo, las clases poco o nada me importaban, pese a que siempre fui muy buen alumno. Muchas veces faltaba a clases por quedarme contigo, incluso estuve haciendo trámites para cambiarme a un liceo nocturno; quería entrar a trabajar y casarme pronto, mi amor Ese año 1960, fue un año loco, estábamos locos de amor. Yo quise retirarme del Liceo Amunátegui y entrar a uno nocturno, para poder trabajar y estar juntos, pero esto no resultó. Finalmente terminé el Liceo y no se cómo me dieron un premio al mejor alumno de Biología al egresar. Uno sólo de mis compañeros de curso, un verdadero amigo llamado Alberto, sabía de mi historia y me aconsejaba que tomara mis propias decisiones.
Lamentablemente, Alberto murió de cáncer antes de terminar el liceo, quizás gané un ángel en el cielo que guió mis pasos.
Ese año logré terminar el sexto y tú aprobaste el curso. Eras bien aplicada, mi amor, tanto que me contabas que una hermana mayor te robaba los certificados y los falsificaba con su nombre para mostrárselos a su papá.
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