- Introducción
- Concepto de familia
- Familia Nuclear
- Familia Monoparental
- Familia Extensa
- Familia Ensamblada o Reconstituida
- Concepción legal de Familia
- Estructura y Dinámica Familiar
- Funciones Psicológicas de la Familia
- Dinámica Familiar y su relación con el desarrollo de conductas agresivas en los hijos
- Desde el Apego a las Relaciones Vinculares
- Bibliografía
Introducción
En Chile la Institución Familiar ocupa un lugar de privilegio dentro de la estructura socio-política, es así como la Constitución Política del Estado de Chile la denomina "núcleo fundamental de la sociedad" (Art. N°1 Constitución Política del Estado Chileno), entendida gracias a las circunstancias de la historia, se sintetiza en la formación de una identidad cultural donde es aquel núcleo primario de la sociedad en el cual todos sus integrantes son participantes de su interacción cuya unión o configuración requiere del encuentro entre un hombre y una mujer y los hijos como resultado de esta relación.
Esta concepción de familia se ha modificado de manera radical en este último tiempo, tanto en su estructura[1]como en su dinámica[2]fenómeno que ha tenido indudablemente repercusiones en las tradiciones, estilos de vida familiar en la socialización parental y, por ende, en los holones familiares; proceso que perjudica la socialización individual de los seres sociales, ya que para este proceso es importante interiorizar las normas para formarse la imagen del mundo que les rodea.
Con estos cambios en la estructura familiar, se han remodelado sus funciones y roles dentro de la dinámica de ésta; es así como Rodrigo y Palacios, en Arancibia, S. (2010) enfatizan que las funciones familiares se distribuyen en tres instancias: como agentes de crianza y socialización de los hijos; padres como sujetos en proceso de desarrollo y aquellas funciones básicas prototípicas en relación con los hijos.
Desde este enfoque, cuidadores, padres y madres, al constituirse en agentes de crianza y socialización en relación a sus hijos, deben enfatizar estos contenidos de carácter psico-socio-educativos, situación que se produce con la llegada del primer hijo y continua con el proceso de crianza y socialización en etapas primarias, las que se deben transformar en el apoyo en etapas de la adolescencia y en las siguientes, para finalizar en un nuevo encuentro con los hijos a través de sus nietos. Se infiere de este modo, que el rol que cumplen los cuidadores, padres y madres significa una intensa implicancia tanto afectiva, como de protección y cuidado en el transcurrir de la propia existencia de estos niños, niñas y adolescentes y sus cuidadores, comprendiendo de este modo, las otras dos etapas mencionadas anteriormente. Desde esta perspectiva y en este continuo cuidado por parte del adulto en construcción con el niño, de manera inevitable, experimenta fases de crisis, cambios y procesos de evolución, y es en estas situaciones donde se espera que ese adulto se convierta en el protector de esa construcción, con la tarea de normar, cuidar y educar al niño (a) (Moneta; 2009).
Además de la familia consanguínea nuclear biparental modelo, formada por un padre sostenedor en la mayoría de los casos, madre e hijos, se ha expandido esta crianza a familias monoparentales, cuyo jefe de hogar puede ser el padre, madre, u otro cuidador, familias mixtas o ensambladas, familias restituidas, familias compuestas, familias extensas, familias extendidas o familias extensas o extendidas monoparentales donde el cuidador es un miembro de la familia que no es el padre, ni la madre. Son múltiples los factores que pueden influir en estas transformaciones, como la insatisfacción familiar por uno de los miembros, deslealtad familiar, deslealtad conyugal, deserción escolar en los niños, deprivación sociocultural, problemas de alcoholismo y/o drogodependencia de uno o más miembros de la familia, cesantía en uno de los cuidadores o de ambos, abandono familiar por uno de los cuidadores o padres, negligencia parental, violencia intrafamiliar, infidelidad conyugal, en la relación de pareja o delincuencia por parte de uno de los miembros de la familia[3]Con lo anterior, esta transformación en la sociedad a nivel cultural y relacional, ha conllevado a que los integrantes de las familias tengan importantes cambios conductuales, estructurales y formativos dentro de subsistemas; situación que favorece o perjudica las dinámicas internas, los estilos de crianzas y las relaciones vinculares.
Sin embargo, el estudio de los diversos factores que afectan el funcionamiento familiar es importante, pues afectará de manera positiva o negativa, según sea el caso a todo el núcleo familiar. Esto puede explicarse por los efectos negativos que conlleva un mal funcionamiento familiar en la participación efectiva de los cuidadores en la educación de los hijos, la cual comprende aspectos relativos a la crianza, relación vincular, supervisión del aprendizaje en casa y comunicación con la escuela, todos ellos limitados cuando la familia no consigue ser funcional (Valdés y Urías, 2010), situación que permite muchas veces, que el niño o niña penetrado ya con los valores y normas establecidas en sus hogares o transmitidas en su medio social, ingrese a la escuela con toda su carga de violencia aprendida con anterioridad, que solo en estos espacios, al sentirse este niño, niña o adolescente cuestionado y normad de manera diferente a la de sus cuidadores le será ajeno, extraño y de desprotección, lo que lo llevará a actuar de manera agresiva en respuesta defensiva con estos nuevos personajes extraños a su entorno cercano o de cuidados para éste mismo (Castro, 2008).
Desde esto, existen numerosos estudios sobre la influencia de las familias en el comportamiento agresivo y violento de los niños en sociedad (escuela, pares, entre otros), específicamente cuando existen episodios violentos y negligencia de cuidados dentro del núcleo familiar (Spitz, 1945 y 1986; Bowlby, 1976, 1983, 1986; Schaffer, 1983 y 1994; Krevans y Gibbs, 1996; Kochanska, 1997; Sarrado, 1997; Ferradis, 1998; Merino, 2000; Castro 2001 en Merino, 2006). Lo que manifiesta que las familias constituyen un contexto importante tanto para el aprendizaje de la violencia y como recurso para resolver los conflictos para el aprendizaje de la convivencia pacífica. Santiago, 2012
Según la Pontificia Universidad Católica de Chile (2006) la comprensión tradicional de familia se refiere a una pareja unida por el matrimonio, sus hijos y/o hijas, que cohabitaban con funciones claramente delimitadas. En la actualidad, esta comprensión ha evolucionado y la palabra familia hace referencia a variadas realidades, puesto que además de las familias nucleares clásicas, hay otras con miembros adoptivos, con cohabitación irregular, hogares unipersonales, familias monoparentales y familias reconstituidas. Con respecto a esta heterogeneidad de realidades, quienes se dedican a su estudio señalan que hay una serie de cambios sociales, económicos, culturales y tecnológicos que ha transformado no sólo su forma sino que también han afectado la organización y funcionamiento de sus miembros (Pontificia Universidad Católica de Chile, 2006).
Por otro lado, Minuchin (2003) plantea que la familia constituye un factor sumamente significativo en la formación de todo sujeto, debido a que ésta es un grupo social natural, que determina las respuestas de sus miembros por medio de estímulos desde interior del núcleo familiar y desde el exterior. Su organización y estructura califican la experiencia de los miembros de la familia, que enfrentan a nivel social una serie de tareas en desarrollo. Estas difieren de acuerdo con los parámetros culturales, pero poseen raíces universales.
Desde estas transformaciones en dichos conceptos, se plantea como definición de familia para esta investigación "la unión de personas que comparten un proyecto vital de existencia en común que se quiere duradero, en el que se generan fuertes sentimientos de pertenencia a dicho grupo, existe un compromiso personal entre sus miembros y se establecen intensas relaciones de intimidad, reciprocidad y dependencia" (Rodrigo, M.; Palacios, J.; 2003. Pag. 33). Esta definición brinda la suficiente amplitud para abarcar las diferentes estrategias de convivencia que hoy se constituyen como familias, y no considera como criterios únicos los vínculos legales y/o consanguíneos de otras definiciones.
Este tipo de familia está compuesta por ambos padres y los hijos viviendo en un mismo hogar; es la estructura familiar predominante en casi todas las sociedades occidentales. En Chile, en el año 2006, el 61,2% de las familias se conformaban por esta composición[4]Por Otro lado, Valdés, Esquivel y Artiles, en Sánchez, P (2011), plantean que crecer en este tipo de familia tiene directa asociación con ventajas para los niños (as), entre las que se consideran mayores recursos económicos, ya que se cuenta con los ingresos de ambos padres; el incremento de la posibilidad para el ejercicio de una parentalidad mas efectiva, debido a que pueden dividirse los roles en el cuidado de los hijos, lo cual representa un aumento de la cantidad y la calidad del tiempo dedicado a ellos; apoyo mutuo ante las dificultades o los retos que la crianza implica; y por último, mayor estabilidad emocional por parte de ambos padres, ocasionado por el apoyo mutuo y afecto que se brindan. Desde esto, existen varios estudios que relacionan la familia nuclear con mayor estabilidad emocional y una conducta más adecuada en los hijos (Sánchez, P., 2011) mientras otro grupo de hallazgos refiere que los hijos que crecen en este tipo de familia presentan mejores resultados académicos (White, Lynn y Rogers, 2000).
Asimismo, se encuentran subtipos de estas familias (Bruner M. P. ,2005):
Familia nuclear simple: integrada por una pareja sin hijos.
Familia nuclear monoparental: integrada por uno de los padres y uno o más hijos.
Familia nuclear biparental: integrada por el padre y la madre, con uno o más hijos.
UNICEF (2006) plantea que en el transcurso del período 1990-2006 los hogares y familias chilenas mostraron una creciente heterogeneidad, expresada en una diversidad de estructuras y modelos vigentes. Esta diversidad implica la coexistencia de diferentes tipos de hogares en el país, entres los cuales destacan familias extensas y nucleares, hogares mono o biparentales, hogares con jefaturas femeninas, hogares unipersonales, familias compuestas por una pareja unida o no en matrimonio con hijos propios o provenientes de matrimonios anteriores de uno o de ambos miembros de la pareja, entre otras modalidades presentes en la sociedad actual (CRA, 2009).
Este tipo de familia es visualizada como aquella única estructura familiar integrada por su progenitor y su progenie, donde su cuidador puede ser padre, madre u otro adulto significativo. La conformación de la familia monoparental se genera por condiciones materiales, psicológicas y sociales que viven estas familias; pueden ser causadas por viudez, por abandono de uno de los progenitores, por madres o padre solteros, por separación o divorcio del matrimonio, por adopción a cargo de una sola persona adulta o por situaciones como emigración, encarcelamiento u hospitalización de uno de los progenitores. Para el caso de Chile, según última encuesta CASEN (2006), el porcentaje de familias monoparentales alcanza un 25,6%[5].
Rodríguez y Luengo (2003) en Sánchez, P. (2011) sostienen que a pesar de sus diferencias con la familia biparental, este tipo de familia se caracteriza por tener un solo progenitor en el hogar que vive solo con los hijos; con presencia de uno o varios hijos en el hogar y dependencia económica de éstos, situación que puede mostrar efectos negativos, ocasionando dificultades en los progenitores en este tipo de familias, ya que puede afectar el ejercicio de una paternidad efectiva por parte de los mismos. De este modo, el mismo autor sostiene que madres que enfrentan la crianza de los hijos sin el apoyo de los padres tienden a sufrir con mayor frecuencia desventajas socioeconómicas, mayores problemas de ansiedad y depresión, niveles altos de estrés, mayores problemas con los hijos y perciben menor apoyo social y menores contactos con los amigos y la familia y, en el caso de padres que se ven enfrentando solo estas labores, también ocurren una serie de desventajas en relación a los cuidados y normas, mas que a desventajas socioeconómicas. Sumado a esto, se afirma que los hijos de estas familias tienen mayor probabilidad de presentar dificultades de conducta y menor desempeño académico (Sánchez, P., 2011).
Por otro lado, Barrón (2002) coincide con distintas definiciones de familia monoparental – como la descrita anteriormente – además, plantea que si bien cada una de las diferentes definiciones existentes dan prioridad a unos elementos por sobre otros (como exigencia del progenitor solo , soltería de la progenie, mayores problemas con los hijos); en todas ellas se destaca una estructura monoparental básica que deja poco espacio para profundizar sobre las características de sus integrantes y sobre otros aspectos psicológicos y sociológicos relevantes de estas familias y sus dinámicas, ya que lo que se destaca en todas las definiciones es la composición familiar y no los contenidos de las dinámicas de la monoparentalidad misma. Sostiene además, que las definiciones existentes congelan una realidad que se desconoce, entre otros muchos aspectos, como las situaciones que han originado este tipo de familias, el tipo de organización doméstica que adoptan, el tipo de vínculo que desarrollan, los roles particulares que asumen sus miembros, los potenciales integrantes del hogar, además del núcleo monoparental y la duración o cronología de los trayectos monoparentales.
La familia extensa, es conformada por tres generaciones familiares, este tipo de familia mantiene una forma bien adaptada a situaciones de estrés, ya que se trata de un modelo sumamente significativo, en el sentido que las funciones de este tipo de familias pueden ser compartidas (Minuchin; 2003).
Este tipo de familia es el modelo predominante de la sociedad pre-industrial, no desaparece con los procesos de industrialización y urbanización manteniendo una presencia significativa todavía a fines del siglo XX. Así, en la década del noventa las familias extensas representan poco menos de un cuarto de todas las familias latinoamericanas (Sunkel; 2006).
Esta tipología de familia está integrada por una pareja o uno de sus miembros, con o sin hijos, y por miembros que pueden ser parientes o no parientes. Puede tomar las siguientes formas (Parra y Zavala; 2004):
i. Familia Extensa Simple: integrada por una pareja sin hijos y por otros miembros parientes o no parientes.
ii. Familia Extensa Biparental: integrada por la madre y por el padre con uno o más hijos y por otros parientes.
iii. Familia Extensa Monoparental: integrada por uno de los miembros de la pareja, con uno o más hijos, y por otros parientes.
iv. Familia Extensa amplia o Familia Compuesta: integrada por una pareja o uno de los miembros de ésta, con uno o más hijos, y por otros miembros, parientes y no parientes.
En nuestro país, la última encuesta Casen (2006) muestra que ha habido un incremento en el porcentaje de familias extendidas desde un 16,7% en el año 1990 a un 19,3% en el año 2006 que equivale a 837.052 personas; representando casi un quinto del total. De ese porcentaje, el censo del 2002 arrojó un 14.9% de familia extensa biparental, un 7% extensa monoparental y un 3,2 % de extensa compuesta. Se observa que el tamaño de la familia extensa ha disminuido con el tiempo; de 5.9 personas en 1990 a un 5.5 personas el 2006, sin embargo, están compuestas por dos personas más que las familias nucleares[6]
Según Barrón (2002), es necesario mencionar la distinción entre núcleo, hogar y familia monoparental, donde monoparental es el grupo monoparental en sí mismo, definido como la configuración formada por un progenitor (padre o madre) con alguno de sus hijo/as soltero/as; hogar monoparental, es donde sólo reside ese núcleo monoparental y la familia monoparental; el grupo monoparental puede formar un hogar monoparental independiente o integrarse en un hogar más amplio en el que residen otros núcleos o personas.
Esta distinción evita, por un lado, confundir lo que sería el grupo familiar monoparental con su situación residencial y por otro, permite identificar los diferentes tipos de hogares en los que habitan las familias. De esta forma, un núcleo monoparental puede compartir la vivienda con otras personas (sean parientes o no) y conformar un hogar monoparental extenso, o bien ocupar la totalidad de una vivienda sin la presencia de otros núcleos o individuos, esto es, constituyéndose como hogar monoparental simple (Barrón, S.; 2002).
Familia Ensamblada o Reconstituida[7]
Se constituye después de una desintegración, reestructurando la díada conyugal-parental, a través del matrimonio o de la unión consensual integrada por una pareja donde uno de ellos o ambos, vienen de tener otras parejas y de haber disuelto su vínculo marital. En la nueva familia es frecuente que los hijos sean de diferentes padres o madres.
La familia es un grupo de personas unidas por vínculos de parentesco, ya sea consanguíneo, por matrimonio o adopción que viven juntos por un período indefinido de tiempo. Constituye la unidad básica de la sociedad. En la actualidad, destaca la familia nuclear o conyugal, la cual está integrada por el padre, la madre y los hijos a diferencia de la familia extendida que incluye los abuelos, suegros, tíos, primo.
En este núcleo familiar se satisfacen las necesidades más elementales de las personas como comer, dormir, alimentarse. Además se prodiga amor, cariño, protección y se prepara a los hijos para la vida adulta, colaborando con su integración en la sociedad.
La unión familiar asegura a sus integrantes estabilidad emocional, social y económica. Es allí donde se aprende tempranamente a dialogar, a escuchar, a conocer y desarrollar sus derechos y deberes como persona humana.
La base de la familia en Chile es el matrimonio, el cual está regulado por nuestro Código Civil.
Estructura y Dinámica Familiar
Para formar una familia nuclear, es necesaria la unión de dos sujetos para formar una pareja. En el comienzo de toda relación de pareja o matrimonio, se deben enfrentar una serie de cambios, como la acomodación de rutinas en las que se forma un proceso de transacción de éstas, formas que cada esposo estimula y controla la conducta del otro y, a su vez, es influido por la secuencia de conducta anterior. Estas pautas transaccionales constituyen una trama invisible de demandas complementarias que regulan muchas situaciones de la familia (Minuchin; 2002).
La pareja además, se enfrenta muchas veces a la tarea de separarse de la familia de origen y de negociar una relación diferente con los padres, hermanos y parientes políticos, en este sentido, las prioridades deben modificarse, ya que los deberes fundamentales de los nuevos esposos o parejas conciernen a su matrimonio o unión. Las familias de origen deben aceptar y apoyar esta ruptura. Lo mismo debe suceder con los encuentros extrafamiliares , se deben reorganizar y regular de un nuevo modo.
En el caso del nacimiento de un hijo, se señala un cambio radical en la organización de la familia; en este sentido, las funciones de los cónyuges deben diferenciarse para enfrentar a los requerimientos del niño, la atención y alimento. Por lo general, el compromiso físico y emocional con el niño requiere un cambio en las pautas transaccionales de los cónyuges. En esta nueva organización aparece un nuevo grupo de subsistema familiar, el hijo. En este caso, los niños y los padres tienen diferentes funciones. Se espera que en este periodo se produzca una renegociación de las fronteras con la familia en su conjunto y con los elementos extrafamiliares, los abuelos, tíos, tías pueden incorporarse para apoyar, orientar u organizar las nuevas funciones en la familia (Minuchin; 2003).
Por otro lado, la familia se encuentra en un constante cambio, cambios que son paralelos a los cambios de la sociedad. Se ha tenido que hacer cargo y ha abandonado en muchos casos las funciones de proteger y socializar a sus miembros como respuesta a las necesidades de la cultura. En este sentido, las funciones de la familia sirven a dos objetivos distintos: (1). El interno: protección psicosocial de sus miembros; (2). El externo: la acomodación a una cultura y la transmisión de esa cultura (Bruner; 2005).
Dentro de la estructura familiar, se entiende que es un conjunto de demandas invisibles funcionales que organizan los modos en que interactúan los miembros de una familia, que opera por medio de pautas transaccionales. Estas transacciones repetidas establecen pautas acerca de que manera, cuando y con quien relacionarse, y estas pautas apuntan al sistema familiar, regulando las conductas de los miembros de la familia. Sin embargo, estas pautas estructurales deben ser capaces de adaptarse cuando las circunstancias cambian; y es lo que permite que la existencia de una familia continúe, ya que si bien, existen pautas transaccionales en la familia, estas deben tener la flexibilidad para movilizarse cuando es necesario hacerlo. En este sentido, la familia debe responder a cambios internos y externos y, por lo tanto, debe ser capaz de transformarse de modo tal que le permita encarar nuevas circunstancias sin perder la continuidad que proporciona un marco de referencia a sus miembros.
Funciones Psicológicas de la Familia
La unidad familiar asegura a sus integrantes estabilidad emocional, social y económica. Es allí donde se aprende tempranamente a dialogar, a escuchar, a conocer y desarrollar sus derechos y deberes como persona humana, lo que se conoce como "funciones psicológicas de la familia" (Bruner M. P. ,2005). Desde este autor, se plantean funciones que se le reconoce a la familia, las que se relacionan con:
Función Educativa: tempranamente se socializa a los niños en cuanto a hábitos, sentimientos, valores, conductas, etc.
Función Económica: se satisfacen las necesidades básicas vitales tales como: hambre, sueño, sed, fatiga, techo, abrigo y salud.
Función Solidaria: se desarrollan afectos, sentimientos y pertenencia que permiten valorar el socorro mutuo y la ayuda al prójimo.
Función Protectora: se da seguridad y cuidados a los niños, a los inválidos y los ancianos.
Se plantea además que la convención sobre los derechos del niño (1990) señala en su artículo 18 " que ambos padres tienen obligaciones comunes en lo que respecta a la crianza y el desarrollo del niño ". Asimismo, plantea en artículo 27 que " a los padres u otras personas encargadas del niño, les incumbe la responsabilidad primordial de proporcionar, dentro de sus posibilidades y medios económicos, las condiciones de vida que sean necesarias para el desarrollo del niño".
Por otro lado, Montenegro (2007) plantea que una de las funciones que se espera que la familia cumpla es apoyo emocional entre sus miembros; generando un ambiente de intimidad, de encuentro básico con el otro, donde se nos otorga un nombre, una identidad y un vínculo de pertenencia. Pareciera que la familia es el único refugio que nos va quedando donde el código que rige las relaciones humanas es el código del amor y no el de competencia e individualismo que comanda relaciones humanas en otros sistemas sociales. El desarrollo de esta afectividad tiene relación con la capacidad de amar del ser humano; siendo algo que en gran medida se aprende. En este aprendizaje, los padres son los maestros y los primeros años de vida son de importancia crucial para que el niño aprenda a querer y sentir amor por otros; y para que esto suceda, tiene que haber sido querido, darse cuenta de ello y sentir ese cariño.
Con respecto a las demandas de amor, afecto y pertenencia, se sabe que el fundamento moderno de la familia es el amor. Un amor buscado, alimentado y desarrollado por una pareja que se une en matrimonio. Desde esto, se infiere que no siempre ha sido así y podría decirse que incluso ahora no lo es en su totalidad. En diversas culturas y tiempos la familia ha podido conceptualizarse como una unidad económica o de carácter político. Toda esa cultura imponía una verdadera estrategia de alianzas entre familias cuyo elemento de intercambio eran los hijos. Hoy día la situación ha cambiado aun cuando subsiste una cierta relación probabilística de matrimonios dentro de la misma clase o grupo social. Con todo, es evidente que hoy el matrimonio tiende a ser la elección que realizan libremente dos personas en mérito de un amor mutuo o en la esperanza de alcanzarlo (Satir, V., 2006).
Según Montenegro (2007) dentro los factores más importantes que garantizan el aprender a desarrollar la afectividad y las relaciones vinculares estables, se encuentra el concepto de "Paternidad Responsable del hijo deseado". Dicho concepto tiene relación con la necesidad de que ambos padres decidan en forma consciente y responsable que desean tener un hijo y desean darle el máximo de amor, bienestar, cuidados y experiencias que razonablemente puedan proporcionarles desde su nacimiento hasta edades posteriores.
El ejercicio de la autoridad en cualquier sistema social es indispensable para su funcionamiento. El concepto de autoridad en la familia está asociado al concepto de disciplina y a la necesidad de de fijar límites en la educación de los niños. Montenegro (2007) entiende por disciplina un largo proceso que se inicia en la edad preescolar a través del cual los adultos enseñan ciertas normas y los niños aprenden a desarrollar su autocontrol para comportarse en forma socialmente aceptable, adaptándose a su medio ambiente cultural sin perder su independencia y creatividad.
Entre las múltiples variables que van a influir en las características y formas con que se ejerza la autoridad en una familia, es posible distinguir entre factores históricos, culturales, nivel socioeconómico, el número de hijos, el sexo de los hijos, la edad o el período de desarrollo en que éstos se encuentren, el sexo del adulto que desempeña el rol parental, las características temperamentales y experiencias previas en las familias de origen de cada uno de los padres, las características individuales de los hijos o la etapa del ciclo familiar en que se encuentren. Este autor plantea que múltiples factores influyen en la eficiencia de la autoridad parental; sin embargo es necesario el acuerdo entre padre y madre respecto a 3 asuntos fundamentales:
1. Qué le vamos a permitir al hijo (a).
2. Qué no le vamos a permitir.
3. Qué vamos a hacer cuando transgreda la regla, orden o norma que fue claramente explicitada y conocida de antemano por el hijo(a).
Por lo tanto, es importante la consistencia en la disciplina, vale decir, van a mantener la misma actitud frente a la conducta de los hijos independientemente de sus estados de ánimo, del lugar en que se encuentren o si están solos o acompañados.
Dinámica Familiar y su relación con el desarrollo de conductas agresivas en los hijos
Dentro de la formación y estructura en todo tipo de familia, es necesario comprender los tipos de dinámicas dentro de éstas. El conocimiento de la composición de las familias y su dinámica relacional es necesario para comprender el estado de la familia y de sus integrantes. Es importante conocer y considerar dentro de una dinámica familiar las implicaciones sociales de los tipos de familias, saber en qué momento del ciclo de vida familiar se encuentran y los problemas que se están enfrentando y cuáles se irán a presentar. Es necesario tener presente que la interacción familiar influye en la formación de la persona y que se pueden hacer cambios importantes al concientizar a las familias en relación al valor de una adecuada estructuración de la familia a partir de límites claros que se marquen en las interacciones familiares y que permitan a sus miembros definirse como personas, para así saber quiénes son para el interior de la familia y qué función deben desempeñar en su contexto social (Garza y Colab.; 2009).
En relación al tipo de dinámica familiar, es necesario mencionar para que un niño desarrolle una personalidad adecuada, debe sentir, primero que todo, que en su crianza existe progreso hacia la regulación de su ambivalencia emocional. Si esto se considera en un curso favorable, este niño se desarrollará dándose cuenta de la existencia en su propio interior y dotado de una capacidad para dirigir y controlar impulsos como la ansiedad, sentimientos de culpa, confusión de emociones, entre otros. En el caso que los cuidados sean menos favorables en su progreso de estructura de personalidad, se verá acosado por impulsos que se sentirá incapaz de controlar de modo adecuado, o que no controlará en absoluto y, que en consecuencia, sufrirá ansiedades agudas respecto a la seguridad de las personas a las que ama y temerá al castigo que cree y merece. Si esto ocurre, este niño responderá a sus castigos de manera hostil, dando lugar a conductas agresivas. De este modo, se espera que un niño agresivo actúe sobre la base de que el ataque es el mejor medio de defensa. Por otro lado, el sentimiento de culpa puede conducir a una exigencia compulsiva de seguridad y manifestaciones de amor; pero al no ser estas exigencias satisfechas, se origina mas odio y en consecuencia, mayor sentimiento de culpa. En términos simples, estos serian una especie de circuitos viciosos que surgen cuando se desarrolla desfavorablemente la capacidad para la crianza de un niño (Sin autor; 2006).
Por otra parte, cuando un niño pequeño carece de confianza en su propia capacidad para controlar sus impulsos agresivos, existe el riesgo que regrese involuntariamente a manifestar conductas desadaptadas como muestra de sus mecanismos de defensas psíquicos primitivas e ineficaces, destinados a protegerse del daño que les pueda provocar un conflicto. Estas conductas desadaptadas poseen una sola cosa en común: evasión y negación de que existe un conflicto. Para que esta situación sea favorable para el niño, es necesario que cuente con la condición que siempre puede "contar" con sus padres y saber que lo aman. Si un lactante o un niño goza de amor y de compañía de sus progenitores en su infancia primaria, crecerá entonces sin una presión exagerada de ansiedad, ni una propensión al odio y por ende a conductas hostiles o agresivas. Por el contrario, si no posee dicho amor ni dicha compañía, es muy probable que se desarrolle con altos montos de ansiedad, lo que significa que estará buscando constantemente amor y afecto, mostrando para ello una tendencia asidua a odiar a aquellos que no se los proporcionan o que le parezca que no se los dan. En el caso de que un niño sea desprotegido de su madre o padre biológico, o ambos, habiendo primeramente formado algún tipo de apego con éstos, provocará efectos nocivos emocionales y por ende conductuales para este niño: "la generación de un conflicto tan grande que fallan los medios normales para su regulación" (Sin autor; 2006; p.25).
En la actualidad, parece bastante seguro que es debido a la intensidad, tanto de la demanda emocional de odio que se genera por la separación de un niño de su madre mayoritariamente y en menor grado por la separación del padre, tras haber establecido una relación emocional con éstos, que pueda resultar nocivo para el desarrollo de su personalidad; desde la intensa ansiedad que esta separación genera y la agitación conductual que se manifiesta en estos niños.
Desde el Apego a las Relaciones Vinculares
Para poder referirse a las relaciones vinculares propiamente tal, es necesario mencionar el origen de éstas, es decir, la formación de una relación de apego.
Se ha estudiado que la relación de apego comienza antes del momento de que un bebé nazca, incluso, los biólogos no saben indicar cuando nace una persona (Cyrulnik, B., 2005), ya que si bien las células sexuales se encuentran para crear un niño, ya están vivas. Pero sólo el individuo que resulte de ese encuentro va a nacer y morir y sus células sexuales van a perpetuarse en otros. Es entonces el planteamiento de que "los individuos mueren, la vida no" (Cyrulnik, B.; 2005; p.31).
Con lo anterior, la aparición del sentimiento de las personas se construye de manera lenta, ya que el bebé es imaginado antes de ser percibido y es hablado antes de ser oído. La construcción de la parentalidad y específicamente el rol de madre y el vínculo materno son formados mucho antes de que el bebé llegue a esta vida (Cyrulnik, B.; 2005). El promover conductas de apego, para posteriormente construir una relación de apego, debe existir inevitablemente la interacción entre el bebé y el cuidador primario, y que a su vez promuevan el establecimiento de un tipo particular de vínculo entre ellos (Carlson en Repetur y Quezada; 2005). Con esto, "la relación de apego actúa como un sistema de regulación emocional, cuyo objetivo principal es la experiencia de seguridad. Así, se desarrolla un sistema regulador diádico en el que las señales de cambio de los estados de los bebés son entendidas y respondidas por el cuidador, permitiendo alcanzar la regulación de esos estados" (Repetur y Quezada; 2005; p. 5).
Teoría del Apego
Es importante mencionar que el vínculo propiamente tal se limita a unos poco, y puede ser definido como un lazo afectivo que una persona o animal forma entre sí mismo y otro, lazo que los junta en el espacio y que perdura en el tiempo (Repetur y Quezada; 2005). Con este tipo de observaciones, se desarrolla la teoría del apego por el psicoanalista Inglés John Bowlby (en trilogía de Bowlby 1969, 1973 y 1980), en la que describe el efecto que producen las experiencias tempranas y la relación con la primera figura vincular en el desarrollo del niño (Moneta; M. E.; 2009).
Bowlby (1976, 1983, 1986, 1988) propuso que los patrones de interacción con los padres son la matriz desde la cual los infantes humanos construyen "modelos de trabajo internos"[8] del sí mismo y de los otros en las relaciones vinculares. La función de dichos modelos es interpretar y anticipar el comportamiento del compañero, así como planear y guiar el propio comportamiento en la relación (Bretherton, en Repetur y Quezada; 2005). Con esto, se plantea que el vínculo es la búsqueda para conseguir y mantener un cierto grado de proximidad hacia el objeto de apego, que va desde el contacto físico cercano, hasta la interacción o la comunicación a través de la distancia (Bowlby, en Repetur y Quezada, 2005). Cuando esto ocurre se dice que un niño está vinculado a su cuidador, en general la madre, ya que sus conductas de búsqueda de proximidad se organizan jerárquicamente y se dirigen activa y específicamente hacia ella (Ainsworth, en Repetur y Quezada, 2005). El vínculo permanece a través de períodos en los que ninguno de los componentes de la conducta de apego ha sido activado. Así, cuando un niño juega o se encuentra ante una separación de su figura de apego, el vínculo se mantiene pese a que las conductas de apego no se manifiesten. Desde esto, un sujeto se predispone intermitentemente a buscar proximidad hacia el objeto de apego. Esta predisposición es el vínculo. Aunque la conducta de apego puede disminuir o hasta incluso desaparecer en ocasiones de una ausencia prolongada del objeto de apego, el vínculo no necesariamente disminuye (Ainsworth, en Repetur y Quezada, 2005). El vínculo tiene aspectos de sentimientos, recuerdos, expectativas, deseos e intenciones, que son útiles para la interpretación de la experiencia interpersonal (Ainsworth, 1967, en Main, 1999, en Repetur y Quezada, 2005). El vínculo es un proceso psicológico fundamental que afecta el desarrollo humano a lo largo de la vida (Fonagy, en Repetur y Quezada, 2005)
Principios Fundamentales de la teoría del Apego
Un aspecto relevante y clave en la investigación desarrollada por colabores de Bowlby para la teoría del apego es la de "sensibilidad materna", ésta consiste en la habilidad de la madre para percibir las señales de su bebé, interpretarlas con precisión y responder de manera rápida y adecuada a las necesidades emocionales del niño (Ainsworth, Bell y Staiton 1974, en Moneta; 2009). Con esto, se ha comprobado que la seguridad del apego en el niño se relaciona con la existencia de una alta sensibilidad materna durante el primer año de su vida (Ainsworth y colab. 1978; en Moneta, 2009). Incluso, Bowlby subrayó la importancia de la mantención de una relación permanente y continua entre la madre o padre y su hijo y la relevancia de este vínculo en el desarrollo del niño (Moneta; 2009).
Como principios fundamentales se plantea (Moneta, M.; 2009):
1. El apego se considera un sistema interno autogenerado e instintivo que alcanza metas que le permiten sobrevivir a la persona, posibilitando conductas de apego (llantos, búsqueda de proximidad). Bajo condiciones como la separación, se produce una intensa activación de los mecanismos de apego, lo que lleva al niño a buscar y satisfacerse solo con la cercanía de la figura vincular.
2. En relación a los modelos internos de trabajo, es la interpretación que el niño construye en torno a sí mismo y a la figura vincular, reflejando la confianza que el niño desarrolla de sí mismo como alguien aceptable, merecedor de cuidado y protección (en caso de apego seguro), guiando a su vez la conducta futura y las representaciones internas del apego. Estos modelos, fueron definidos por Bowlby como la manera de funcionar y se generan en relación a la accesibilidad o inaccesibilidad de la figura vincular. La accesibilidad de la figura vincular o cuidador dentro de límites confortables para el bebe, provee una base más o menos segura que explicaría la ansiedad ante una eventual separación.
3. Al fracasar las conductas de apego (llantos, llamados) en la recuperación de su figura vincular, el infante se ve obligado a desarrollar estrategias defensivas que excluyan la información dolorosa de su conciencia. Es decir, el apego en niños pequeños involucra de todas formas una mantención de proximidad y una protesta frente a la separación; en el caso de la mantención de una figura de apego, se usara esta figura vincular como referencia para la exploración.
Conceptos Claves de la Teoría del Apego
Bowlby en su investigación acerca del Apego, sostuvo ciertos postulados en conjunto con sus colaboradores referidos a la sensibilidad parental, la relación de apego del niño con los padres y la representación interna del apego de los progenitores (Moneta; 2009). Desde esto, se comprobó que la seguridad del apego en el niño se relaciona con la existencia de una alta sensibilidad materna durante el primer año de vida, destacando con ello, que si bien la sensibilidad es importante, no es la condición exclusiva para establecer un apego seguro, ya que se han identificado diferentes dimensiones parentales que también juegan un papel relevante como la sincronía, la actitud positiva y el apoyo emocional (Van Ijzendoorn en Moneta; 2009)
Con el objeto de medir el apego a los 10-14 meses, se sometieron a niños con sus madres a la prueba llamada "situación extraña", creada por Mary Ainsworth y colaboradores a finales de los años 60 (Lecannelier; 2009). Esta situación extraña es una secuencia de episodios que ocurren en una sala de juegos donde existen diferentes elementos, juguetes y cosas interesantes para un niño de 12 meses. Esta evaluación o prueba involucra separación y reencuentros entre un niño de aproximadamente un año de edad, la madre o el padre, y una mujer desconocida amistosa. Desde las evaluaciones de Ainsworth, los niños se pueden dividir en tres categorías basadas en el procedimiento de la situación extraña: niños seguros (Patrón B), niños inseguros ambivalentes (Patrón C), niños inseguros evitadores (Patrón A) y un cuarto grupo fue creado posteriormente por Main y Solomon en 1986, donde afirmaban que este grupo extra de niños debía clasificarse como desorganizados (Patrón D), ya que no contaba con características de los otros tres grupos.
Estilos de Apego
De un modo clarificador, es necesario mencionar los diferentes estilos de apego englobando los criterios de conducta general de apego, procedimiento de la separación extraña, observaciones dentro de cada patrón de apego, modo de regulación y uso de la madre como base y refugio seguro (Lecannelier; 2009).
Estilo Seguro de Apego (patrón B).
Este tipo de niños tiende a mostrar una buena conducta de proximidad y búsqueda de contacto, es decir, saben usar a sus madres como una fuente de regulación de estrés y exploración del ambiente. Tienden a expresar de un modo claro sus expresiones afectivas y esperan ser reconfortados en ese aspecto. La afectividad que muestran es claramente positiva y segura en poder lograr un control de las figuras de apego y del ambiente. Por ende, sus estrategias de regulación tienden a ser efectivas en el sentido de que saben lo que quieren y consiguen. Estos niños han experimentado un patrón consistente de experiencias en donde sus necesidades han sido satisfechas y sus señales afectivas han sido claramente interpretadas y traducidas en acciones efectivas de regulación. Además, estos niños poseen un modelo mental de apego basado en la confianza de que las figuras de apego serán disponibles y responsivas, y como sus expresiones afectivas han sido correctamente interpretadas, estos niños confían en que sus emociones pueden ser expresadas de un modo adecuado, sin exagerarlas o inhibirlas, para lograr una protección de parte de sus cuidadores. De un modo conductual, pueden ser muy exploradores, sin una tendencia a mantener el contacto de una manera muy activa, pudiendo mostrar algunas conductas de evitación mezcladas con conductas de acercamiento hacia su madre, muestran conductas afectivas positivas.
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