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La controvertida misiva de San Martín a Bolívar del 29 de agosto de 1822 (página 2)

Enviado por Jorge G. Paredes M.


Partes: 1, 2, 3

Habiendo sido Gabriel Lafond de Lurcy el primero en haberla publicado, las primeras interrogantes que de inmediato se plantean son acerca de cómo llegó a tener conocimiento de ella y quién o quiénes se la proporcionaron. O acaso fue el propio Lafond quien fabricó este documento. Surge aquí el primer eslabón de las preguntas sin respuestas definitivas. Algunos sostienen (Bartolomé Mitre, el primero) que fue el propio San Martín quien se la proporcionó. Señala Mitre que él llega a esa conclusión porque, según nos dice, en una carta de Lafond a San Martín, de 2 de abril de 1840, se hace referencia a dos documentos recibidos del libertador argentino, y que después de haberlos utilizado los devuelve. Mitre supone (esa es la verdad) que uno de los dos documentos mencionados debió ser la carta del 29 de agosto de 1822. Historiadores recientes, como Arturo Ricardo Yungano sostienen una variante de esa posición, al argumentar que lo que le mostró San Marín a Lafond fue el borrador de su carta que dirigiera, en 1827, a Miller, siendo realmente J. F. Sarmiento quien difundió la controvertida carta de Lafond. Al respecto Yungano dice: "Gabriel Pedro María Lafond de Lurcy nació en París en 1801 y murió en esa misma ciudad en 1876. Prestó servicios en la marina mercante francesa y en 1821 actuó en la armada peruana por pedido de Tomás Guido (1788-1866). El 5 de septiembre de 1839, se reunió con San Martín en París para informarle sobre su obra Memoria de viajes alrededor del mundo. Se entabló entre ambos una cordial amistad y el Libertador le entregó una copia de la carta que había remitido al general Guillermo Miller (1795-1861) fechada en Bruselas, en 1827, con detalles sobre la entrevista de Guayaquil. Sarmiento difundió la carta de Lafond; sin embargo, en 1851 duda de su autenticidad -¿acaso no habría aceptado el legado del sable del libertador a Rosas?-, pero en 1857 vuelve a rectificarse y acepta la veracidad del relato original, lo cual también se patentiza en la Oración fúnebre que pronuncia en ocasión de la llegada a Buenos Aires de los restos del Libertador. (Se puede leer el discurso de Yungano de 20 de setiembre de 1995 al incorporarse como miembro de número en la Academia Sanmartiniana, en

http://www.sarmiento.org.ar/yungano.htm)

La posición de Yungano es totalmente deleznable, porque si lo que le dio San Martín fue el borrador de la misiva a Miller, por qué Lafond reprodujo otra misiva y quién se la entregó.

Otros historiadores sostienen que quien realmente se la entregó fue el ayudante y secretario de Bolívar (tal es la opinión de José Pacífico Otero y Enrique de Gandía, entre otros), pero de inmediato surge el problema de determinar cuál de los secretarios fue el supuesto dador. E. de Gandía sostiene que fue Mosquera; J. P. Otero, en cambio duda entre Mosquera y Pérez. Por otro lado, Ricardo Rojas duda entre San Martín y el secretario de Bolívar.

Colombres Mármol (h) cree que la versión de la carta dada a conocer por Lafond es del original, en tanto que la del Alberdi lo es del borrador. Por tanto, no sería, como se suponía, que Alberdi la reprodujera del libro de Lafond, sino que ambas versiones fueron independientes; esto –según el citado autor- explicaría el porqué de las diferencias entre una y otra versión. Tanto para Tomás Diego Bernard como para E. L Colombres Mármol(h) fue Mariano Balcarce (yerno de San Martín) quien mostró a Alberdi el borrador de la misiva y no el propio San Martín, el cual se encontraba de viaje el día que Alberdi llegó a visitarlo.

Para Germán Leguía, historiador peruano, la carta es auténtica sin lugar a duda alguna, existiendo la posibilidad de encontrarse extraviada en algún lugar de Colombia o haber ocurrido que recibida por Bolívar, haber sido destruida sin respuesta alguna, así como sin comentarla entre nadie y mucho menos mostrarla a ninguno de sus allegados. Consideramos que no es verosímil la segunda hipótesis (su destrucción por parte del propio Bolívar).

Para aquellos que niegan su autenticidad existe asimismo el difícil problema de responder a diversas interrogantes, tales como: ¿Quién o quiénes fueron sus falsificadores?¿Qué objetivos se perseguían con esta falsificación?¿Cómo se explica que San Martín consintiese su divulgación? Estas preguntas tampoco han sido respondidas de una única manera. Para los historiadores venezolanos, sus principales impugnadores, (Vicente Lecuna y Cristóbal L. Mendoza, los más eximios críticos de ella), perseguía esta misiva desprestigiar a Bolívar y exaltar, a costa del Libertador a San Martín, aprovechando el suceso de la entrevista de Guayaquil, para hacer aparecer a Bolívar como ambicioso, vanidoso y de un personalismo enfermizo, en tanto que a San Martín se mostraba lleno de desprendimiento, desinterés y bondad; y no sólo esto, sino que intentaba además justificar su retiro del Perú en momentos tan difíciles en la lucha de este país contra las fuerzas realistas, y no podía ser de mejor forma que echándole la culpa a Bolívar de tal decisión. Esta sería la razón por la cual San Martín consintió en su divulgación. El falsario no fue San Martín sino únicamente Lafond.

El historiador argentino A. J. Amuchástegui sostiene que los dadores de esta misiva a Lafond fueron los miembros del grupo peruanista. Para este historiador, este documento fue fraguado poco después que Bolívar abandonó definitivamente el Perú, por los miembros del grupo peruanista, que era eminentemente antibolivarista, con el fin de desprestigiar a Bolívar y tomar ellos las riendas del Estado. Lafond la recibió y viéndola interesante la publicó sin dudar de su autenticidad, pues el propio San Martín tomó conocimiento de ella al leer las pruebas de su obra (la obra de Lafond). El libertador argentino consintió su divulgación, según Amuchástegui, porque ella representaba un elemento útil y capaz de concurrir a la pacificación y orden del Perú.

Para Irrazaval Larraín, el verdadero falsificador fue el propio San Martín, con el fin de justificar su retiro del Perú. Similar posición la encontramos en Rufino Blanco Fombona, eximio historiador venezolano, quien aceptaba la autenticidad de la controvertida misiva, incluso decía: "nadie duda de que sea de San Martín. Lo que se duda es que fuera escrita y enviada en 1822". Esta interpretación Rufino Blanco Fombona la apoya en hechos de gran importancia: el no existir su original, el no existir la respuesta de Bolívar, porque, nos dice el citado historiador, si Bolívar hubiese recibido dicha misiva la hubiese respondido y por lo tanto esa respuesta se hubiera encontrado en el archivo de San Martín.

LA CARTA

Antes de analizar, con más minuciosidad, los argumentos que se han esgrimido a favor y en contra de la autenticidad de la misiva del 29 de agosto de 1822, es necesario que la conozcamos, para así poder comprender mejor las diversas argumentaciones.

"Lima, 29 de agosto de 1822

Excmo. Señor Libertador de Colombia, Simón Bolívar.

Querido General.

Dije a usted en mi última, de 23 del corriente, que habiendo reasumido el mando supremo de esta república con el fin de separar de él al débil e inepto Torre Tagle, las atenciones que me rodeaban en aquel momento no me permitían escribirle con la extensión que deseaba; ahora al verificarlo, no sólo lo haré con la franqueza de mi carácter, sino con la que exigen los grandes intereses de América.

Los resultados de nuestra entrevista no han sido los que me prometía para la pronta terminación de la guerra. Desgraciadamente, yo estoy íntimamente convencido, o que no ha creído sincero mi ofrecimiento de servir bajo sus órdenes con las fuerzas de mi mando, o que mi persona le es embarazosa. Las razones que usted me expuso, de que su delicadez no le permitiría jamás mandarme, y que, aún en el caso de que esta dificultad pudiese ser vencida, estaba seguro que el Congreso de Colombia no consentiría su separación de la República, permítame general, le diga no me han parecido plausibles. La primera se refuta por si misma. En cuanto a la segunda, estoy muy persuadido, que la menor manifestación suya al Congreso sería acogida con unánime aprobación cuando se trata de finalizar la lucha en que estamos empeñados, con la cooperación de usted y la del ejército de su mando; y que el alto honor de ponerle término refluirá tanto sobre usted como sobre la república que preside.

No se haga ilusión, General. Las noticias que tiene de las fuerzas realistas son equivocadas; ellas montan en el Alto y Bajo Perú a más de 19 000 veteranos, que pueden reunirse en el espacio de dos meses. El ejército patriota, diezmando por las enfermedades, no podrá poner en línea de batalla sino 8500 hombres, y de éstos, una gran parte reclutas. La división del general Santa Cruz (cuyas bajas según me escribe este general, no han sido reemplazadas a pesar de sus reclamaciones) en su dilatada marcha por tierra, debe experimentar una pérdida considerable, y nada podrá emprender en la presente campaña. La división de 1400 colombianos que usted envía será necesaria para mantener la guarnición del Callao y del orden de Lima. Por consiguiente, sin el apoyo del ejército de su mando, la operación que se prepara por puertos intermedios no podrá conseguir las ventajas que debían esperarse si fuerzas poderosas no llamaran la atención del enemigo por otra parte, y así la lucha se prolongará por un tiempo indefinido. Digo indefinido porque estoy íntimamente convencido, que sea cuales fueren las vicisitudes de la presente guerra, la independencia de América es irrevocable; pero también lo estoy, de que su prolongación causará la ruina de sus pueblos, y es un deber sagrado para los hombres a quienes están confiados sus destinos, evitar la continuación de tamaños males.

En fin, general; mi partido está irrevocablemente tomado. Para el 20 del mes entrante he convocado el primer congreso del Perú, y al día siguiente de su instalación me embarcaré para Chile, convencido de que mi presencia es el solo obstáculo que le impide a usted venir al Perú con el ejército de su mando. Para mí hubiese sido el colmo de la felicidad terminar la guerra de la independencia bajo las órdenes de un general a quien la América debe su libertad. El destino lo dispone de otro modo, y es preciso conformarse.

No dudando que después de mi salida del Perú, el gobierno que se establezca reclamará la activa cooperación de Colombia, y que usted no podrá negarse a tan justa exigencia, remitiré a usted una nota de todos los jefes cuya conducta militar y privada puede ser a usted de alguna utilidad su conocimiento.

El general Arenales quedará encargado del mando de las fuerzas argentinas. Su honradez, coraje y conocimientos, estoy seguro lo harán acreedor a que usted le dispense toda consideración.

Nada diré a usted sobre la reunión de Guayaquil a la República de Colombia. Permítame, general, que le diga, que creí que no era a nosotros a quienes correspondía decidir este importante asunto. Concluida la guerra, los gobiernos respectivos lo hubieran transado, sin los inconvenientes que en el día pueden resultar a los intereses de los nuevos estado de Sud América.

He hablado a usted, general, con franqueza, pero los sentimientos que exprime esta carta, quedarán sepultados en el más profundo silencio; si llegasen a traslucirse, los enemigos de nuestra libertad podrían prevalecerse para perjudicarla y los intrigantes y ambiciosos para soplar la discordia.

Con el comandante Delgado, dador de ésta, remito a usted una escopeta y un par de pistolas juntamente con un caballo de paso que le ofrecí en Guayaquil. Admita usted, general, esta memoria del primero de sus admiradores.

Con estos sentimientos y con la de desearle únicamente sea usted quien tenga la gloria de terminar la guerra de la independencia de América del Sud, se repite su afectísimo servidor.

José de San Martín" (1)

ARGUMENTOS

Veamos, en primer lugar, los argumentos esgrimidos por los impugnadores de esta denominada «carta de Lafond». V. Lecuna y C. L. Mendoza son los historiadores más representativos de este grupo. Sus argumentos son los siguientes:

1° En la carta de Lafond se dice que los españoles del Perú contaban con 19000 veteranos, y esto es falso y anacrónico, debido a que dicho número sólo fue alcanzado en 1824. Este dato equívoco demuestra que la carta fue elaborada después de que el jefe del Estado Mayor O’Connor publicó, en Potosí, el 9 de abril de 1825, la relación de los rendidos a consecuencia de la capitulación de Ayacucho, la cual arrojaba exactamente 18598 hombres. En cambio, en 1822, el número de realista era sólo de 9530. En tanto que en esa misma época el ejército patriota poseía 11000 efectivos. Por esto resulta falsa la aseveración de la inferioridad del ejercito libertador.

2° En la carta de Lafond se consigna que las bajas de la división de Santa Cruz no habían sido reemplazadas, cuando en realidad esto llegó a suceder hasta dos veces: la primera en Quito, de los prisioneros de Pichincha, y la segunda en Cuenca, con todo el batallón del Sur adiestrado por Heres.

3° La discutida carta señala que la división de Santa Cruz marchaba por tierra, cuando la verdad es que lo hizo por vía marítima.

4° La misiva hace referencia a que San Martín solicitó a Bolívar auxilio militar. Esto es falso, por tres motivos:

a) San Martín no solicitó dichos refuerzos.

b) Si admitiéramos, hipotéticamente, la posibilidad de dicha petición, el Libertador no se hubiese podido negar, existiendo ya un tratado de federación entre Perú y Colombia, suscrito de 6 de julio de 1822.

c) Admitiendo, hipotéticamente, dicha solicitud, sería inexplicable por qué no recurrió a Chile y las Provincias Unidas del Río de la Plata, donde San Martín poseía gran influencia y de cuyos gobiernos dependía la expedición libertadora del Perú.

5° La carta de Lafond es falsa, porque San Martín no podía decir que necesitaba ayuda del ejército colombiano, cuando a sus amigos les dijo que la suerte del Perú estaba asegurada. Así se los expresó al Congreso Peruano, a O’Higgins, a Toribio Luzuriaga y a Rudecindo Alvarado.

6° La versión dada por Lafond está en contradicción con la versión de Bolívar

7° Es falsa la carta porque de ser verdadera Bolívar le hubiera dado respuesta, como era su costumbre. Dicha respuesta no existe.

A. J. Amuchástegui, a pesar de ser un historiador argentino (la nacionalidad del historiador cuenta bastante en este tema, porque muchos de ellos no pueden superar el subjetivismo chovinista y el culto al héroe) también ha impugnado la autenticidad de la carta de Lafond. Su análisis tiene matices muy propios y de gran valor, difiriendo en múltiples aspectos de los argumentos utilizados por los estudiosos venezolanos. Trataremos de sintetizar, lo más fielmente posible, el análisis de Pérez Amuchástegui.

En primer lugar hace una crítica morfológica (de autenticidad) de la misiva, y ella le demuestra que: "La carta de Lafond no es ni puede ser «auténtica» por la sencilla razón de que no se trata del original ni tampoco de un duplicado ni de una copia. La carta de Lafond sería, como máximo, una eventual versión francesa de una carta escrita en castellano".

La crítica aletológica (de veracidad) también lo lleva a la conclusión de que ella es apócrifa. Señala, que si bien es verdad que San Martín conoció las cuatro primeras versiones de la carta, no es menos cierto que él no la proporcionó, limitándose tan sólo a consentir su divulgación. La crítica aletológica lleva a demostrar su apocricidad, por los siguientes hechos:

a) Es imposible que San Martín le hubiese dicho a Bolívar que en dos meses los realistas podían reunir 20000 hombres, debido a que éstos se encontraban muy dispersos.

b) San Martín no hubiera pretendido pedir que Bolívar pasase con todo su ejército al Perú, pues el territorio colombiano no estaba totalmente pacificado.

c) Los epítetos despectivos que San Martín da en esta misiva a Torre Tagle son injustificables, pues en aquella época lo tenía en muy buen concepto.

d) Es imposible que San Martín le dijera que había convocado el congreso como consecuencia de los resultados de la entrevista, pues esta convocatoria había sido realizada con cinco meses de anticipación.

e) Es inadmisible que San Martín le expresara que le había escrito una carta el 23 de agosto, pues en carta fechada desde Mendoza a 3 de agosto de 1823 le dice (a Bolívar) que hasta antes de esta última misiva le había escrito sólo otras dos: una "pocos días antes" de la salida de Lima, y la otra desde Chile. Por otro lado, si realmente le hubiera escrito esa pretendida carta del 23 de agosto, en ella debió comunicarle la pronta instalación del Congreso (que ya estaba acordado por aquel día) y no aparecer ella como primicia en la del 29 de agosto.

f) Es ilógico que San Martín se refiera a la designación de Álvarez de Arenales como comandante de las fuerzas argentinas y no a Rudecindo Alvarado que fue quien realmente quedó como jefe del ejército libertador y cuyo nombramiento se había hecho con bastante anterioridad.

La crítica axiológica (de valoración) señala que la misiva del 29 de agosto no carece de valor, pero éste sólo reside en el hecho de que San Martín entendió razonable dejarla circular "porque en sus días representaba una versión incompleta y desfigurada, pero no enteramente falsa, que, al mismo tiempo, era útil para el Perú".

Pérez Amuchástegui señala, en conclusión, que la carta de Lafond es apócrifa, pero sin que ello signifique que no contenga algunas verdades, pero que ellas distan mucho de representar la verdad de lo acontecido. La misiva fue fraguada después de 1826 por el grupo peruanista, interesado y empeñado en echar lodo sobre Bolívar, el cual recién abandonaba el Perú, pero cuya influencia se dejaba sentir. Algún «secuaz» (es el término que emplea Pérez Amuchástegui) del llamado grupo peruanista entregó a Lafond la misiva, el cual sin sospechar la superchería la llevó a Europa y la publicó, con tanto más confianza cuanto que San Martín tomó conocimiento de ella al leer las pruebas de la obra del viajero francés y no hizo la menor objeción. San Martín consintió su difusión porque ella, en su época, "representaba un elemento útil y capaz de concurrir a la pacificación y orden del Perú". Aquí estaría la explicación del por qué San Martín en un álbum entregado a Sarmiento, le dedicó el siguiente pensamiento del suizo Francisco Rodolfo de Weiss:

"Un prejuicio útil es más razonable

que la verdad que le destruye".

Los principales sostenedores de la autenticidad de la carta del 29 de agosto de 1822, que han esgrimido valiosos argumentos a favor de ella y refutado las críticas de sus impugnadores, son: los argentinos Enrique de Gandía, Ricardo Rojas y Colombres Mármol (h); el uruguayo Ariosto D. González, el paraguayo Julio César Chaves y el germano Gerhard Masur. No está demás aclarar que sólo mencionamos a los más representativos historiadores que, después de un análisis minucioso de la misiva, terminaron por pronunciarse favor de su autenticidad.

Los defensores de la autenticidad de este documento esgrimen, en la actualidad, un argumento común de muy gran peso, cual es el señalar que esta controvertida misiva está confirmada por los otros testimonios irreprochables de San Martín, cuales son las cartas a Miller (1827) y Castilla (1848).

Ya hemos señalado que, mientras que para algunos historiadores este documento posee una importancia fundamental, en cambio para otros no tiene ningún valor singular e incluso puede prescindirse de él. Mitre la bautizó como el "testamento político" de San Martín, concepto en el cual le sigue Colombres Mármol (h). Levene, por su parte, considérala como un "documento fundamental de la historia argentina y americana". En cambio Gandía y Chaves le restan total importancia. . Gandía dice que "…la carta de Lafond no es ninguna columna vertebral de la historia sanmartiniana, como alguien ha dicho, enfáticamente, sino uno de los tantos documentos del archivo de San Martín que nada agrega ni nada quita a la gloria y al conocimiento de los detalles más significativos de la vida del Gran Capitán. Más aún: esta carta, mal leída, ha sido causa del desentendimiento y del odio que ha separado, desde hace un siglo, a los historiadores sanmartinianos y a los historiadores bolivarianos". Y J.C. Chaves, sentencia: "…en el estado actual de las investigaciones para explicar el misterio de Guayaquil, carece la famosa carta de importancia, pues lo dicho en ella por San Martín lo repitió después casi con las misma palabras al General Miller y al Mariscal Castilla. Ni un ápice varía la tesis sanmartiniana si se deja de lado".

Gandía ha hecho un análisis comparativo muy cuidadoso y crítico entre el contenido de la carta de Lafond con las versiones dadas por el propio Bolívar, y ha encontrado que existe una fiel correspondencia entre ambas versiones, lo cual –según Gandía- demuestra fehacientemente la autenticidad de la carta del 29 de agosto, porque ya no sólo hay fidelidad entre ella y los otros documentos emanados del propio San Martín, sino lo que es más importante, entre ella y los propios testimonio de Bolívar.

El historiador uruguayo Ariosto D. González ha hecho un acucioso análisis del controvertido documento, pronunciándose a favor de su autenticidad. Señala los siguientes factores que deben ser tenidos en cuenta al hacer el análisis en torno a su autenticidad:

1° Las cuatro primeras ediciones de esta misiva fueron hechas en vida de San Martín y más aún, fueron conocidas por él.

2° San Martín guardaba profundos recuerdos de la entrevista de Guayaquil. Lafond, Alberdi y Sarmiento lo visitaron y recibieron confidencias de él e incluso Lafond recibió documentos. Además, San Martín conoció los trabajos de ellos y nunca rectificó lo concerniente a la carta del 29 de agosto.

3° Uno de los argumentos esgrimidos por los historiadores venezolanos para señalar su carácter apócrifo, es el de sostener que ella es lesiva a la gloria del Libertador. En realidad esto es falso, ya que la carta sólo refleja la versión de San Martín.

4° Los impugnadores señalan que San Martín no ofreció a Bolívar servir bajo su mando. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que esta misma versión que aparece en la controvertida carta, la repitió a Manuel Guerrico, a Sarmiento y a Castilla.

5° Señalan los impugnadores que San Martín no solicitó ayuda militar. Pero lo cierto es que San Martín les afirmó a Guido, Guerrico, Alberdi, Sarmiento, Miller y Castilla que él pidió a Bolívar la colaboración de todo el ejército colombiano.

6° Señalan los impugnadores que el dato consignado en la carta de Lafond de 19000 realistas, para referirse al efectivo total del ejército realista en agosto de 1822, es falso y que ha sido tomado de la relación publicada por O’Connor en Potosí, en 1825, lo cual demuestra la superchería. En realidad este argumento es sólo una suposición, la cual carece de real fundamento.

7° El hecho de que Lafond no mencione cómo obtuvo la carta (que es otro argumento en su contra) se explica en razón de que él era un simple autor de relato de viajes y no un historiador.

9° Toda falsificación persigue un fin. Pero, de ser apócrifa ella, no se encuentra qué objetivo u objetivos perseguía.

10° También sería inexplicable, de ser cierta la falsedad de la misiva, el porqué San Martín consintió que ella circulara.

Las conclusiones a que llega A. D. González, son las siguientes:

1° La carta de 29 de agosto de 1822 debe ser admitida como auténtica en cuanto a su forma externa, material, y en lo relativo a su sentido espiritual.

2° Los hechos y circunstancias afirmados en la misiva, coinciden con los sucesos ocurridos y, aunque en detalle, pueden ser discutidos y rectificados, sólo debe ser con independencia de la autenticidad física de lo escrito y de la fidelidad intelectual de lo que se quiera expresar.

3° Dado el conocimiento que el general San Martín tuvo del texto publicado por Lafond y repetido por Alberdi y Sarmiento, hay que reconocer que lo aceptaba como auténtico y verídico.

4° La coincidencia de ese documento con las manifestaciones del general San Martín al General Guido, al General Miller, a Alberdi, a Guerrico, a Sarmiento, al Mariscal Castilla y con los sucesos ocurridos, le imprimen un sello de autenticidad y hace que valga, también, y como testimonio del prócer.

J. C. Chaves ha expuesto en su trabajo titulado "El portador de la Carta Lafond" un enfoque de gran mérito, por su originalidad. Como en la misiva se hace mención al Comandante Delgado como el encargado de haberla llevado a su destino, Chaves dirigió su investigación a la identificación de este enigmático personaje, pues de haber existido realmente, sería esto un elemento más, y de gran peso, a favor de su autenticidad. Encontró Chaves que el tal comandante Delgado era el segundo jefe del Regimiento Voltíjero (ex Numancia), el colombiano Miguel Delgado. Este personaje partió para Colombia, a bordo del "Boyacá", a fines de setiembre de 1822 y llegó a Guayaquil el 13 de octubre. Chaves cita en comprobación de este dato, la carta de 14 de octubre del general Antonio Morales dirigida a Santander, y en donde le dice: "Ayer ha llegado el teniente coronel Delgado, que últimamente era comandante del Numancia; trae muchos pliegos para el Libertador, y según dice la bruja lo llama el Congreso de Lima".

Se sabe, por otra parte, que Bolívar, el 11 de octubre, encontrándose en Loja, recibió noticias del retiro de San Martín. De Loja, el Libertador volvió sobre Cuenca, donde el día 27 resolvió marchar al norte. Pero al día siguiente, 28 de octubre, intempestivamente cambió de parecer y decidió pasar al Perú. ¿Qué lo llevó a tomar esta resolución? Lo decidió el haber recibido la carta de San Martín de 29 de agosto de 1822, con el correo llegado de Guayaquil. El día 30 Bolívar le escribía a Santander: "Aseguro a Ud. que la correspondencia de Lima ha multiplicado mis cuidados y mis responsabilidad, que es lo peor. Había pensado ir a Bogotá por ceder a las instancias de Ud. y porque conocía la razón para ello; pero he cambiado de resolución y ya no pienso más que en levantar 4000 hombres para mandarlos o llevarlos al Perú. Digo llevarlos porque no sé a quien confiárselos en un país muy difícil y enredado; que no tiene que comer y es carísimo; que no tiene agua y está helado; que no tiene gobierno y todos mandan. En fin, contra un enemigo que parece terriblemente y que probablemente cambia la suerte de América si no se le opone una resistencia vigorosa".

De Cuenca Bolívar pasó a Quito, y allí Delgado se entrevistó personalmente con Bolívar, según se desprende de una carta del Libertador a Santander, en la cual le expresa: "He visto a Córdoba y a Delgado, que ha venido de Lima y no añaden ninguna noticia: sólo sí confirman todo lo que antes le he escrito a usted".

J.C. Chaves a pesar de presentar la identificación del presunto dador de la controvertida carta, sin embargo no sostiene enfáticamente su autenticidad y ello a pesar de que según él existen tres factores más que hablan a favor de ella:

1° La carta es del estilo inconfundible de San Martín.

2° San Martín conocía la versión de la carta y no la desmintió; vale decir, la ratificó.

3° En las misivas a Miller y a Castilla, San Martín dio idéntica explicación de la entrevista y su retiro del Perú.

A pesar de todo esto, Chaves cree que aún no están completos todos los elementos que acreditan sin lugar a error, la autenticidad indubitable del controvertido documento. En su obra "La Entrevista de Guayaquil", publicada en 1965, dice al respecto: "Tanto lo que creen en su autenticidad como los que la niegan, poseen argumentos convincentes que merecen consideración y respeto…" Y párrafos más adelante, concluye: "…no creemos que a esta altura de la investigación se pueda afirmar «en forma terminante» la autenticidad de la carta de Lafond. Apenas nos inclinamos a considerarla verdadera".

Tal vez haya influido para esta actitud dubitativa, pero tan llena de sinceridad y humildad intelectual (cualidades realmente raras entre muchos de los diversos estudiosos de esta carta, que llenos de vanidad, orgullo y poca modestia, niéganse a ver los aspectos positivos de aquellos que sostienen ideas contrarias a las propias, para encerrarse dentro de un círculo dogmático que es necesario salvaguardar, recurriendo a todos los medios) las atingencias que le hiciera Vicente Lecuna, en el sentido de que, por ejemplo, el presunto cambio intempestivo de Bolívar de pasar al Perú, realmente no tiene tal característica, pues el Libertador siempre estuvo alerta a la situación del Perú, como es fácil comprobar leyendo el oficio de 9 de setiembre, la carta del Libertador a Peñalver de 26 de setiembre, y las misivas a Santander de 13 de setiembre y 11 de octubre. En esta última, se lee: "Todo esto (se refiere a los inconvenientes de la guerra en el Perú, debido al «escape» de San Martín, a la poca experiencia de Rudecindo Alvarado, al inconveniente de ser el ejército la unión de efectivos de cuatro naciones, a la presencia de jefes «facciosos», al avance realista hacia Lima) me hace pensar mucho sobre lo que debo hacer. Ya yo estaba determinado por irme por enero a Bogotá, y ahora no sé lo que haré, porque las cosas se están poniendo en un estado que indispensablemente han de sufrir numerosas alteraciones, en bien o en mal; y en uno u otro caso, siempre tenemos que resistir el choque de los vecinos españoles o peruanos. En fin, dentro de quince días diré a Ud. definitivamente lo que pienso hacer. Para entonces habré recibido mi correspondencia, pues hoy no me ha venido: sólo me ha llegado una carta de cumplimiento del general La Mar. Sin duda habrán ido a Guayaquil mis pliegos". (Lecuna, V. "Cartas del Libertador", tomo III; pp.101-102).

Sostiene Lecuna que el 28 de octubre recibió el Libertador noticias sobre la crítica situación del Perú, de parte del jefe colombiano Paz del Castillo, y ello fue lo que le decidió a no marchar hacia el norte. Aquel mismo 28 le escribió a La Mar, presidente de la junta gubernativa del Perú, dándole consejos militares para el caso de que Lima fuese atacada por los realistas; le promete enviarle 6000 colombianos, aunque le hace presente que aún no había recibido respuesta a su ofrecimiento de 4000 hombres (oficio de 9 setiembre). Esta carta de 28 de octubre hace referencia a haber recibido noticias envidas por jefes colombinos: "No he recibido carta de Ud. con el correo del Perú, y escribo a Ud., sin embargo, para no perder tiempo sobre lo que he podido concebir por las correspondencias, que "últimamente he recibido de Lima, venidas por Guayaquil;. Estas correspondencias son de nuestros jefes y oficiales colombianos y ninguna del gobierno ni de Ud. " (Op. Cit.; t.III;pp.110-112).

Asimismo, Lecuna argumentaba que, de acuerdo al contexto de la carta del 29 de agosto, Delgado («dador de esta») debió entregársela personalmente a Bolívar, conjuntamente con unos pretendidos regalos; pero esto no sucedió así y el Libertador nunca recibió los regalos que la controvertida misiva menciona.

Debemos mencionar, asimismo, que incluso entre aquellos que aceptan como prueba de gran valor la identificación del presunto portador de la carta del 29 de agosto, ha surgido un pequeño problema. Para Corteaux Pellegrini y para Gandía no fue Miguel sino Ruperto Delgado el verdadero portador de la carta. Como ya sabemos, para J.C. Chaves fue Miguel Delgado. Por nuestra parte sostenemos que el comandante del Numancia que llegó a Guayaquil el 13 de octubre con pliegos del Perú fue Miguel Delgado. Veamos las pruebas.

Según la carta del general Morales a Santander de 14 de octubre, quien llegó un día antes fue el teniente coronel Delgado, "que últimamente era el comandante del Numancia". Y el comandante de este batallón (primero lo fue Tomás de Heres, al pasarse íntegro a las filas patriotas, pero éste tuvo que abandonar el Perú) lo era Miguel Delgado, según se puede comprobar leyendo, entre otros documentos, las cartas de Sucre al comandante del Numancia D. Miguel Delgado, para que éste abandonase el Perú con todo el regimiento (Ver: A.E. de la Rosa, "Firmas del Ciclo Heroico", documentos 193, 194, 195, 198 y 199). Ruperto Delgado fue también comandante del Numancia pero cuando este batallón era fiel a la causa realista y no tuvo participación (a pesar de ser amigo íntimo de Heres) en la conjura del pase a las filas patriotas, por lo que fue apresado, para luego vivir sin ser fastidiado (gracias a la intersección de T. de Heres) en Supe y viajar posteriormente a Chile y de allí a Europa. (ver:"Exposición que el General de Brigada Tomás de Heres presenta al público sobre las acusaciones que le hace D. Federico Brandsen en un impreso publicado en Santiago de Chile", en D.F. O’Leary "Historia de la Independencia Americana…;1919; pp. 474-486) Y por si esto fuera poco, debemos decir que en la Relación de Oficiales del Numancia, hecha en Huaura a 29 de marzo de 1821, no figura ningún Ruperto Delgado, y sí, en la plana mayor, el Sargento Mayor D. Miguel Delgado" (D.F. O’Leary, Op. Cit: pp. 434-435).

Colombres Mármol (h) preocupado con ardor y pasión por la entrevista de Guayaquil, así como por reivindicar la memoria de su padre (que, como veremos en el capítulo siguiente, desató una verdadera conmoción en el ámbito historiográfico al publicar un trabajo sobre la entrevista de los libertadores con documentos inéditos, que fueron tachados al poco tiempo de apócrifos), (Ver "Dos casos de falsificaciones históricas en Hispanoamérica " publicado por monografias.com; http://www.monografias.com/trabajos10/dosca/dosca.shtml)

ha expuesto una crítica seria, aunque suele dejarse llevar por el nacionalismo y el culto al héroe, sobre las conclusiones a las que llegara Pérez Amuchástegui sobre la carta de Lafond. Algunas de estas críticas están tan bien meditadas, que realmente echan por tierra las argumentaciones del autor de "La «Carta de Lafond» y la Preceptiva Historiográfica". Señalemos algunas de ellas:

1° La carta de M. Balcarce a Mitre de 8 de agosto de 1822 ha sido tendenciosamente interpretada por el profesor cordobés, en el sentido de duda sobre la existencia del borrador de la carta de 29 de agosto de 1822, cuando en realidad lo que colige del texto es sólo la duda de si San Martín envió o no dicho borrador a Guido.

2° Si el grupo peruanista fabricó esta carta después de 1826 para desprestigiar a Bolívar, es decir para cumplir un fin inmediato, ¿por qué se la entregaron a Lafond, un extranjero que tendría que hacer un largo y peligroso viaje a Europa, donde recién allí podría publicarla y en idioma francés? ¿Tendría explicación lógica esta actitud de los falsarios?

3° De haber estado comprometido Lafond en la superchería, ¿cómo se explicaría que habiendo llegado a Francia en 1833, recién en setiembre de 1839 entrase en contacto con San Martín y la publicase en 1843?

4° ¿Cómo es que pudieron estar seguros que San Martín no iba a denunciar el fraude?

5° En el período 1826-1828, fecha en la que según Pérez Amuchástegui debió ser elaborada esta carta, vivía no sólo San Martín sino también Bolívar y el comandante Delgado. ¿Cómo pudieron concebir los falsarios que ninguno de ellos la desmentiría?

6° ¿O es que acaso no tenían interés que fuese publicada de inmediato? ¿O tal vez los falsificadores contaban con que Bolívar moriría prematuramente?

En cambio, muy débil es el argumento de Colombres Mármol (h) para rebatir a Pérez Amuchástegui cuando éste sostiene que los epítetos contenidos en la carta de Lafond contra Torre Tagle («débil e inepto») no se justifican en esta época, en la cual el Protector tenía en buen concepto al que fuera Supremo Delegado del Perú. Debemos señalar que el peruano Javier Ortiz de Zevallos, que ha compilado la correspondencia entre Torre Tagle y San Martín, señala también la apocricidad de la cuestionada misiva, basado en este mismo argumento de Pérez Amuchástegui. Colombres Mármol quiere explicar y justificar diciendo que dichos epítetos no son utilizados por San Martín en forma peyorativa, ya que «débil» hace referencia a la salud resquebrajada del marqués, en tanto que «inepto» sólo señala la poca capacidad del mismo para el mando. Como se puede apreciar, estos argumentos son totalmente endebles.

Gerhard Masur ha hecho un estudio muy detenido y metódico en torno a la carta de Lafond, señalando los elementos en contra de su autenticidad, los factores que la apoyan y, por último, poderosos argumentos en contra de los impugnadores del discutido documento. Los elementos en contra de su autenticidad, según Masur, son tres:

"The arguments brought against its authenticity are: (1) the original manuscript has not yet been found, (2) it was published twenty two years after it was written, and (3) it has not been clearly established how Lafond came into possession of the letter, that is, whether he received it from one of Bolivar’s aides or directly from San Martin. But this uncertainty does not seem in itself sufficient to discredit the letter. Similar charges can be preferred against many a famous South American documental; take, for instance, Bolivar’s "Carta de Jamaica". We are, therefore, obliged to submit the letter to further examination to determine its credibility, and it seems expedient at this point to present the documents in full in order that text and analysis may be clearly followed". (Masur, G. "The Conference of Guayaquil" p. 203)

En cuanto a los factores que hablan en su favor, Masur señala:

"The are many factors which support the authenticity of this letter. Let us consider them in order: (1) Few historians before Lecuna have ever questioned the document. Even Bolivar’s most ardent partisan, as, for instance, Larrazabal or the very objective Paz Soldán, accepted it as true evidence. (2) Lafond, in whose book the letter was first published, was at the time of its writing in close contact with San Martin. He had asked the argentine for documents and information and had been supplied with both, including character sketch of Bolivar and Sucre. If the letter is not authentic we would be obliged to believe that San Martin had condoned and historical forgery in his own interest. Such an idea was alien to San Martin’s somewhat stoic and unostentatious temperament and seems incompatible with all the maims and norms which had guided him during his life. Furthermore Juan B. Alberdi, visited San Martin en 1843 and later published a biographical article about his hero including the now notorious letter as an addendum. (3) The letter of august 29 is confirmed by two other letters written at great intervals, the first one to Miller in 1827, and the second to Castilla in 1848. Both contain references to the meeting of Guayaquil which coincide with the statements made in august 1822" (Masur, G. Op. cit)

Masur, metódica y sistemáticamente pasa, en tercer lugar, a rebatir cada uno de los argumentos de los impugnadores de la controvertida misiva:

1° Que la carta de 29 de agosto contradiga la versión de Bolívar es explicable, teniendo en cuenta el carácter opuesto de los protagonistas y la naturaleza polémica de los asuntos tratados.

2° El aparente error de considerar 19000 efectivos para el ejército realista en agosto de 1822, se explica como un lapsus calami del Protector, quien en vez de escribir 10900 anotó 19000. Masur se basa, para afirmar esto, en el dato que dio Lecuna en 1945, de 10930 efectivos para el ejército realista. Pero debemos señalar que en 1949 Lecuna consignó que dicho ejército sólo llegaba a 9530 hombres.

3° La aparente contradicción de San Martín de decirle a sus íntimos de que la suerte del Perú estaba asegurada y consignar en la discutida carta que había solicitado el auxilio del ejército colombiano, se explica por una actitud lógica de justificar su retiro.

4° La división de Santa Cruz no utilizó, para su regreso a Lima, la vía marítima. Esto está confirmado por dos testimonios: una carta del Libertador a Santander de 14 de setiembre de 1822 y el testimonio dejado por M. A. López en sus "Recuerdos Históricos". Bolívar, en la citada misiva, le dice a Santander: "Hoy he visto una carta del general Santa Cruz al coronel Heres en que le dice, desde Piura, que marchaba para Lima aunque con poco gusto suyo". Manuel A. López consigna al respecto: "Luego que el Libertador tuvo conocimiento de cuanto había hecho el general Sucre, fijó su primera actuación en mandar ajustar y pagar la división del Perú, y una vez satisfecha de sus haberes, y habiendo ascendido a general de brigada a Santa Cruz, le devolvió sus tropas al gobierno peruano, haciéndolas regresar por tierra como habían venido".

Pretendemos, muy modestamente, colaborar en algo al esclarecimiento de la problemática de la denominada «carta de Lafond». Consideramos que la posición adoptada por los impugnadores en el sentido de querer negar su autenticidad porque no contiene «verdades» o porque no se ajusta a la versión de Bolívar es un criterio totalmente equívoco, pues un documento puede contener falsedades y ser auténtico. Es posible, por supuesto, llegar a la conclusión de que un documento (del cual, en este caso, no existe original ni copia) es apócrifo, por los datos contradictorios que contiene; pero no basta comprobar que contiene falsedades para de allí deducir necesariamente su inautenticidad, sino que es necesario confrontar ese presunto falso documento con otros de autenticidad indubitable pertenecientes al mismo personaje a quien se le atribuye la paternidad del cuestionado documento y apreciar si existen diferencias sustanciales entre ellos. Y en el caso de la carta de Lafond, ¿existen graves diferencias entre ella y los otros indubitables testimonios de San Martín?. Sinceramente, no. De aquí que los impugnadores no pueden dar una explicación lógica (excepción hecha de Irrazaval) a la extraordinaria coincidencia entre esta controvertida misiva y otros documentos auténticos de San Martín, además de también existir correspondencia con los testimonios que nos han dejado algunos personajes que recibieron confidencias del libertador argentino.

Analicemos, con cierto detenimiento, esta plena coincidencia.

1. San Martín sostuvo que solicitó la colaboración de todo el ejército colombiano y que se ofreció servir bajo las órdenes de Bolívar.

a) Carta de Lafond.

"Los resultados de nuestra entrevista no han sido lo que me prometía para la pronta terminación de la guerra. Desgraciadamente, yo estoy íntimamente convencido, o que no ha creído sincero mi ofrecimiento de servir bajo sus órdenes con las fuerzas de su mando, o que mi persona le es embarazosa".

"…Por consiguiente, sin el apoyo del ejército de su mando, la operación que se prepara por puertos intermedios no podrá conseguir las ventajas que debía esperarse si fuerzas poderosas no llaman la atención del enemigo por otra parte, y así la lucha se prolongará por un tiempo indefinido".

b) Carta a Miller

"En cuanto a mi viaje a Guayaquil el no tuvo otro objeto que el de reclamar del general Bolívar los auxilios que pudiera prestar para terminar la guerra del Perú…pero mis esperanzas fueron burladas al ver que en mi primera conferencia con el libertador me declaró que haciendo todos los esfuerzos posibles sólo podría desprenderse de tres batallones con la fuerza total de 1070 plazas. Estos auxilios no me parecieron suficientes para terminar la guerra, pues estaba convencido que el buen éxito de ella no podía esperarse sin la activa y eficaz cooperación de todas las fuerzas de Colombia…"

c) Carta a Castilla.

"…pero mi entrevista en Guayaquil con el general Bolívar me convenció (no obstante sus protestas) de que el solo obstáculo para su venida con el ejército de su mando, era la presencia del general San Martín, a pesar de la sinceridad con que le ofrecí ponerme bajo sus órdenes con todas las fuerzas de que yo disponía".

"…cuanto que conocía que con las fuerzas reunidas de Colombia y del Perú…".

2. San Martín señaló que se apartó del Perú a consecuencia de la entrevista de Guayaquil, convencido de que su presencia era el único obstáculo para la venida de Bolívar.

a) Carta de Lafond

"En fin, general; mi partido está irrevocablemente tomado. Para el 20 del mes de entrante he convocado el primer congreso del Perú, y al día siguiente de su instalación me embarcaré para Chile, convencido de que mi presencia es el solo obstáculo que le impide a usted venir al Perú…"

b) Carta a Miller

"… Estos auxilios no me parecen suficientes para terminar la guerra… así que mi resolución fue tomada en el acto creyendo de mi deber hacer el último sacrificio en beneficio del país. Al día siguiente y a presencia del vicealmirante Blanco, dije al Libertador que habiendo convocado el congreso para el próximo mes, el día de su instalación sería el último de mi permanencia, añadiendo: ahora le queda a usted general un nuevo campo de gloria en el que va usted a poner el sello a la libertad de América".

c) Carta a Castilla

"…pero mi entrevista en Guayaquil con el General Bolívar me convenció (no obstante sus protestas) de que el solo obstáculo para su venida al Perú con el ejército de su mando, era la presencia del General San Martín…

"Si algún servicio tiene que agradecerme la América es el de mi retirada de Lima…"

3. Consideró San Martín su retiro como un sacrificio

a) Carta de Lafond

"Para mí hubiese sido el colmo de la felicidad terminar la guerra de la independencia bajo las órdenes de un general a quien la América debe su libertad. El destino lo dispone de otro modo, y es preciso conformarse…"

b) Carta a Miller

"…creyendo de mi deber hacer el último sacrificio en beneficio del país".

c) Carta a Castilla

"Si algún servicio tiene que agradecerme la América es el de mi retirada de Lima… Pero este costoso sacrificio…"

4. San Martín señaló que era necesario guardar silencio para evitar que de lo acaecido fuesen a sacar provecho los realistas y los intrigantes.

a) Carta de Lafond

"He hablado a usted, general, con franqueza, pero los sentimientos que exprime esta carta, quedarán sepultados en el más profundo silencio; si llegase a traslucirse, los enemigos de nuestra libertad podrían prevalecerse para perjudicar y los intrigantes y ambiciosos para soplar la discordia".

b) Carta a Miller

"Pero este costoso sacrificio y el no pequeño de tener que guardar un silencio absoluto (tan necesario en aquellas circunstancias)…"

5. San Martín no dudaba que la guerra en el Perú estuviese segura, lo que él decía era que necesitaba la unión de ambos ejércitos para que dicha guerra concluyese más prontamente y sin tanto derramamiento de sangre.

a) Carta de Lafond

"…y así la lucha se prolongará por un tiempo indefinido. Digo indefinido, porque estoy íntimamente convencido que sea cuales fueren las vicisitudes de la presente guerra, la independencia de la América es irrevocable; pero también lo estoy de que su prolongación causará la ruina de sus pueblos".

b) Carta Miller

No consigna datos sobre el particular.

c) Carta a Castilla

"…sino que me era tanto más sensible (se refiere a su retiro) cuanto que conocía que con las fuerzas reunidas de Colombia y del Perú la guerra de la independencia hubiera terminado en todo el año 23".

6. San Martín refirió que le dijo a Bolívar que un nuevo campo de gloria quedaríale abierto al separarse él del Perú.

a) Carta de Lafond

"No dudando que después de mi salida del Perú, el gobierno que se establezca reclamará la activa cooperación de Colombia, y que usted no podrá negarse a tal exigencia…"

b) Carta Miller

"… dije al Libertador que habiendo convocado el Congreso para el próximo mes, el día de su instalación sería el último de mi permanencia en el Perú, añadiendo: ahora le queda a usted general un nuevo campo de gloria en el que va usted a poner el último sello a la libertad de América".

c) Carta a Castilla

No consigna nada al respecto.

Como se podrá apreciar, la correspondencia entre estos tres testimonios es absoluta. Por tanto, para esclarecer este espinoso problema sobre la autenticidad o apocricidad de la carta del 29 de agosto no debe, de ninguna manera, pasarse por alto este hecho fundamental. Casi todos los impugnadores lo han eludido, de allí que uno de los puntos más débiles de sus argumentaciones lo sea el dejar inexplicada esta correspondencia. Lecuna, por ejemplo, que tan sagazmente ha estudiado esta misiva, señala que existen ocho documentos que prueban su carácter apócrifo: cuatro bolivarianos (las dos relaciones Oficiales, la carta a Santander de 29 de agosto y el oficio de 9 de setiembre) y cuatro sanmartinianos (la exposición de San Martín al Congreso, y sus cartas a O’Higgins, Luzuriaga y Alvarado, todos ellos referentes a su confianza en la suerte de la guerra y a su retiro del Perú).

Pero Lecuna en ningún momento nos da una solución satisfactoria a la perfecta correspondencia entre la controvertida carta con las misivas dirigidas a Miller y Castilla. Queda, por tanto, su análisis incompleto. Algo más, San Martín en ningún momento expresó que la suerte del Perú estaba perdida sin la colaboración del ejército colombiano, sino que él consideraba necesario la unión de ambos ejércitos para una pronta terminación de la guerra, y esto es lo que aparece en la discutida misiva.

Cristóbal L. Mendoza, no deja de reconocer, aunque tácitamente, las similitudes entre la carta de Lafond y las dirigidas a Miller y Castilla. Pero Mendoza trata de explicar estas semejanzas diciendo que San Martín se vio en la imperiosa necesidad, debido a los reproches que recibía de sus amigos por su retiro del Perú, de inventar como excusa de su retiro la negativa de Bolívar a los auxilios militares que él fuese a solicitarle a Guayaquil. En el informe evacuado por este prestigioso historiador venezolano en torno a la discutida misiva, y sobre el particular que comentamos, leemos:

"Las cartas de San Martín para Miller y Castilla carecen de fuerza probatoria ante los documentos ya comentados y las circunstancias expuestas. Tales cartas constituyen, en efecto, una mezcla de interpretaciones ocasionales, de comentarios psicológicos y de errores evidentes que no alteran la verdad de lo ocurrido, aun cuando tienen su lógica explicación. Desde el momento mismo de su renuncia, San Martín se había visto acosado y atormentado por las recriminaciones de sus amigos y servidores, quienes le echaban en cara, casi como una traición, el que hubiese abandonado la empresa de liberación del Perú, dejándolos expuestos a los más tristes azares…

En presencia de esos ásperos ataques y duras recriminaciones, que debían conturbar hondamente su espíritu, es perfectamente explicable que San Martín hubiese recurrido al subterfugio, ante la interrogación indirecta de Miller sobre lo ocurrido en la entrevista de Guayaquil, y adujera como motivo de ésta el de los auxilios militares colombianos, aun cuando dicha cuestión, como se verá más adelante, no justificaba el viaje por sí sola…"

Como se podrá apreciar, en realidad C.L.Mendoza no enfoca directamente el problema de explicar el porqué de la correspondencia entre la misiva del 29 de agosto con las dirigidas a Miller y Castilla. Aun admitiendo, hipotéticamente, que San Martín se hubiese visto obligado a inventar falsedades para justificar su retiro del Perú, esto en nada explica el por qué de la correspondencia entre los documentos auténticos con el controvertido.

Isaac J. Barrera, impresionado por las múltiples semejanzas existentes entre estos tres documentos, considera que ello se debería a que la carta de Lafond fue elaborada por personas que conocían la misiva que San Martín le envió a Miller el 19 de abril de 1827. esta hipótesis es muy deleznable, porque supondría ver comprometido en dicha superchería a Miller, el cual, si embargo, en sus Memorias no aprovechó la versión que San Martín le diera sobre la entrevista de Guayaquil en la citada carta.

Se ha dicho que la carta de Lafond es apócrifa porque dice exactamente lo contrario de lo que dijo Bolívar sobre lo acaecido en Guayaquil. Este argumento tendría algún valor si fuera el único testimonio de San Martín, por lo que resultaría lógico pensar de inmediato en un fraude. Pero ya sabemos que esto no es así, que sus otros testimonios confirman lo que se dice en la cuestionada carta. Por otro lado, los impugnadores que emplean este argumento parten del hecho prejuicioso de que la «verdad» de lo sucedido se encuentra en la versión de Bolívar y que por lo tanto todo documento que diga otra cosa es apócrifo o por lo menos mendaz. Esto es, desde todo punto de vista, antimetodológico ya que admitiendo incluso que la versión de Bolívar fuese la que reflejara la verdad de lo acontecido, otros testimonios que digan lo contrario no serían necesariamente apócrifos, sino, en primer lugar, no veraces, sin que ello excluya, por supuesto, que profundizando el análisis pueda comprobarse que además son apócrifos. Este carácter de apocricidad no se puede determinar sólo con el análisis de veracidad hecho sobre la base del documento cuestionado (la carta de Lafond) en confrontación con los testimonios de Bolívar, sino que es fundamental confrontarlo con las versiones de autenticidad saneada del propio San Martín. Ya hemos comprobado la perfecta correspondencia que existe entre estos documentos. Pero, y aquí radica el error de los que sostienen la autenticidad de la carta de Lafond, de esto no puede colegirse la autenticidad del discutido documento, porque desde un punto de vista eminentemente metodológico, es necesario aún dar un nuevo paso en su análisis antes de arribar a una conclusión sobre su autenticidad o apocricidad. Más adelante nos detendremos en este eslabón metodológico que falta. Todavía nos queda formular y reformular algunas críticas de los impugnadores.

Señalan los impugnadores que los datos numéricos consignados en la carta de Lafond, referentes al ejército realista son falsos y anacrónicos, así como también es errado el número de hombres que dicha carta considera para el ejército patriota. La carta de Lafond atribuye a los realistas 19000 efectivos, cuando en realidad sólo tenían, por aquella época 9530 hombres. Según Lecuna la explicación de tan craso error estriba en que el falsificador consignó el dato del total del ejército realista alcanzado en 1824. El mismo Lecuna considera que en agosto de 1822 el ejército patriota alcanzaba 30000 efectivos, con lo que la superioridad patriota era bien manifiesta.

Pero, ¿son totalmente ciertos estos datos?. Realmente, no. El historiador peruano Carlos Dellepiane, tan meticuloso en el aspecto militar de la historia peruana, asigna al ejército realista al iniciarse la campaña libertadora, un total de 23000 soldados, incluyendo a los de la guarnición del Callao y las unidades que se encontraban en el Alto Perú. Otro historiador peruano, Rubén Vargas Ugarte, tan escrupuloso como documentado, también asigna este número a los realistas, basado en un documento de julio de 1820, que fuera remitido al Cónsul de España en Bruselas, y en el cual se consigna los siguientes datos:

Ejército del General D. Juan Ramírez o del Centro 7000 hombres

Vanguardia mandada por el Brigadier Olañeta 4000 "

En Arequipa, al mando del Brigadier Ricafort 3500 "

En Lima, al mando del teniente General La Serna 6000 "

En Chiloé, al mando de Quintanilla 1000 "

En Pisco, al mando de Quimper 500 "

En el Cusco 500 "

En La Paz 500 "

Total 23000 "

La retaguardia está en Oruro y Arica, el centro en Tupiza y la vanguardia en la garganta de Salta y Jujuy" (Vargas Ugarte, Rubén "Historia General del Perú", tomo VI; pp.75-76).

No está demás recordar que ya Carlos Cortés Vargas consideraba que el ejército realista al cual tuvo que enfrentarse San Martín tenía 17000 efectivos, no considerando el citado autor en este número al Ejército del Centro. Veamos los datos que consigna Cortés Vargas:

"Las tropas españolas que guarnecían el virreinato del Perú y contra las cuales iba a actuar el General San Martín, se componía de tres ejércitos:

Ejército de Lima, con un total de 8188 combatientes

Ejército de Arequipa, con 2388 "

Ejército del Alto Perú 6500 "

O sea un total de 17076 "

Lecuna, por otra parte, le signa al Ejército Libertador una superioridad extraordinaria que no tuvo en agosto de 1822, pues le llega a atribuir más de 30000 efectivos, según se desprende de los siguientes datos que consigna:

"Cuerpo de Alvarado, en Lima 7544 hombres

División Colombiana, lista pasada en Lima 1656 "

División Santa Cruz, despachada con 1700 1500 "

Ejército de San Martín 10700 "

Sin contar los batallones y un escuadrón adiestrado por el General Martínez, en Huaraz, 649 guerrilleros regimentados alrededor de Lima y en reserva 13970 milicianos en el norte y 7318 en Lima y provincias centrales, aptas para dar reemplazos rápidamente" (Lecuna, Vicente. "Nuevas versiones sobre la Entrevista de Guayaquil")

Estos datos son realmente abultados. Historiadores peruanos reconocidos por su seriedad y bien documentadas obras, tales como Nemesio Vargas y Rubén Vargas señalan que al ser revistado el Ejército Libertador, en junio de 1822, por San Martín, en el campo de San Borja, arrojaba 7491 hombres y 397 jefes y oficiales, y la Guardia Cívica un total de 7318 efectivos. Añadiendo la división de Santa Cruz, el Ejército Libertador del Perú llegaba tan sólo a 16000 efectivos, entre los cuales se contaban gran número de reclutas.

En una obra publicada por el Estado Mayor General del Ejército del Perú, se consigna, para octubre de 1822, el siguiente cuadro perteneciente al ejército patriota:

TROPAS PERUANAS

Regimiento de Infantería Legión Peruana 1275 hombres

Batallón N° 2 (antiguo Trujillo N° 2) 536 "

Batallón N° 3 333 "

Batallón N° 4 (antiguo Piura N° 4) 485 "

Batallón Cazadores del Ejército 753 "

Regimiento de Caballería Húsares a 2 escuadrones 489 "

Escuadrón Dragones de San Martín 179 "

Escuadrón Dragones de la Escolta General 293 "

Total 4344 "

TROPAS ARGENTINAS

Regimiento de Inf. Río de la Plata, a 2 batallones.

(formado por los antiguos batallones 7 y 8 que vinieron

con la Expedición Libertadora) 1100 hombres

Batallón N° 11 350 "

Regimiento de Caballería Granaderos a Caballo 509 "

Total 1959 "

TROPAS CHILENAS

Batallón N° 2 (en cuadro) 160 hombres

Batallón N° 4 700 "

Batallón N° 5 400 "

Regimiento de Artillería 282 "

Artillería volante 278 "

Total 1820 "

TROPAS COLOMBIANAS

Batallón Vencedor 572 hombres

Batallón Pichincha 573 "

Batallón Yaguachi 367 "

Batallón Voltígeros (antiguo Numancia) 618 "

Total 2230 "

RESUMEN

Tropa peruana 4343 hombres

Tropa argentina 1959 "

Tropa chilena 1820 "

Tropa colombiana 2230 "

Total 10352 "

Los impugnadores sostienen que es imposible que San Martín escribiera a Bolívar que las bajas de la división de Santa Cruz no habían sido reemplazadas, porque ello había ocurrido hasta en dos oportunidades. Tampoco San Martín hubiera expresado que dicha división se desplazaba por tierra, cuando realmente lo hizo por vía marítima. Como ya hemos señalado, ha sido G. Masur quien ha cuestionado este argumento, basado en una carta de Bolívar a Santander de 14 de setiembre de 1822 y en lo consignado por Manuel A. López sobre el particular. Nosotros queremos hacer algunos alcances sobre este punto. En primer lugar, nos encontramos con que el dato cuestionado (el no reemplazo de las bajas) se deriva, según el contexto de la carta, de una misiva dirigida por Santa Cruz al Protector. De ser verídico esto, ¿de qué fecha sería dicha correspondencia?. Sabemos que durante su permanencia en Guayaquil el Protector no se encontró con Santa Cruz, el cual tácticamente no fue enviado a dicho puerto. San Martín arribó a Lima el 19 de agosto y el 29 escribió a Bolívar, si es que realmente fuera auténtica la denominada carta de Lafond. Siempre en el terreno de las suposiciones, tendríamos que la carta de Santa Cruz debió ser de mediados o fines de julio y recibida por San Martín entre el 19 y el 29 de agosto. En segundo lugar, la documentación existente es clarísima en cuanto a que la división de Santa Cruz no utilizó la vía marítima para su regreso al Perú y que de ninguna manera pudo haber llegado, como afirman los impugnadores de la carta, a comienzos de agosto. Veamos con más detenimiento este aspecto.

Lecuna contrapuso a G. Masur afirmando, muy sagazmente, que el hecho de que Santa Cruz escribiese una carta desde Piura (a Heres) no probaba que la marcha hubiese sido por tierra, pues la escuadra tocó en ese puerto –según Lecuna- donde Santa Cruz tenía una casa montada. Lecuna, sin embargo, nada dice respecto al testimonio de Manuel A. López, esgrimido por Masur, pero en cambio señala un nuevo documento para él definitivo en la solución de este problema. El documento en cuestión es una carta de O‘Higgins a Miguel Zañartu, suscrita en Santiago de Chile el 24 de agosto de 1822 y en la cual se lee:

"He recibido la carta de García que me vino por el conducto del señor Riglos. El libertador Bolívar se halla en Guayaquil, adonde se enarboló la bandera de Colombia tres días después de su entrada y quedó incorporada a aquella república. La Prueba y escuadra de Lima se hallaban en dicho puerto y me escribe Blanco que iba a recibir y embarcar en el término de cinco días la división del Perú, que tanta parte tuvo en la victoria de Pichincha…" (Lecuna, V. "Defensa de la Crónica Razonada de las Guerra de Bolívar").

Como se podrá apreciar, en esta carta se hace referencia a que en el puerto de Guayaquil la escuadra peruana esperaba embarcar, para transportarla a Lima, a la división peruana, pero no demuestra que ello realmente sucediera así. Y de hecho, la división de Santa Cruz no se embarcó en dicha escuadra.

Lecuna y Sergio Ortiz sostienen que la división peruana se embarcó en el puerto del Naranjal, y no en Guayaquil, entre el 22 y 25 de julio y que ya a principios de agosto estaba en el Callao. Para afirmar esto último, olvidan dichos historiadores que el viaje entre Guayaquil y Lima demoraba no menos de 20 días. Suponiendo que fuera cierto que saliera entre el 22 y 25 de julio, debió llegar al Callao unos tres o cinco días antes que el Protector, el cual habiendo salido la madrugada del 28 de julio de Guayaquil, llegó al Callao el 19 de agosto, en un viaje sin inconvenientes. Si realmente Santa Cruz hubiese llegado antes del 29 de agosto, la carta de Lafond sería necesariamente apócrifa, porque para que en dicha fecha estuviese en Lima necesariamente hubiese tenido que emplear la vía marítima, y como está probado fehacientemente que habían sido reemplazadas sus bajas, no podía San Martín quejarse de que ello no había ocurrido. El contenido de la carta de Lafond implica que la división peruana al mando de Santa Cruz no había llegado a Lima hasta el 29 de agosto de 1822. Si se demostrase que Santa Cruz llegó antes de esa fecha, sería ello una prueba concluyente de su apocricidad, pues demostraría que su fabricante olvidó este detalle, Pero, ¿realmente llegó Santa Cruz con su división antes del 29 de agosto de 1822? La respuesta concluyente es, no. Los documentos prueban, sin dejar lugar a dudas, que no llegó a comienzos de agosto como suponían Lecuna y Ortiz, y ni siquiera a mediados de dicho mes. En una proclama que San Martín dirigiera al pueblo peruano, publicada en la Gaceta del Gobierno del 24 de agosto, podemos leer sobre el particular, lo siguiente:

"La libertad del país asegurada por su representación no será perturbada por nuestros enemigos. Tres batallones de los bravos de Colombia unidos a la valiente división del Perú, debe arribar a esta playas de un momento a otro a unirse a sus compañeros de armas y terminar esta guerra desoladora".

Este documento prueba fehacientemente que hasta el 24 de agosto la división de Santa Cruz, esperada con ansiedad, aún no había llegado a la capital. Prueba, asimismo, que se esperaba que dicha división viniese en la escuadra peruana conjuntamente con los auxilios colombianos. ¿Cuándo llegaron estos tres batallones de Colombia? ¿Llegó conjuntamente con ellos la división al mando de Santa Cruz?

Cortés Vargas señala que los auxilios colombianos al mando de Juan Paz del Castillo zarparon del Puerto de Puná, embarcados en la Escuadra Peruana, en los primeros días de agosto, y que las fragatas Moctezuma y Venganza, donde venía el grueso del ejército colombiano, tardó en el viaje treinta y cuatro días, en tanto que una compañía del Yaguachi empleó en el viaje sesenta días de navegación, todo esto debido a lo pésimo que fue esta travesía. Cortés Vargas supone, equivocadamente como veremos a continuación, que en esta expedición se embarcó la división de Santa Cruz.

Lo cierto es que la división colombiana no estuvo en Lima en los primeros días de agosto, sino en los primeros días de setiembre, aunque no en forma total, porque una compañía del Yaguachi tardó en el viaje nada menos que sesenta días. Veremos, a continuación, que Santa Cruz y su división llegó a Lima en octubre de 1822.

Ezequiel Márquez en un bien documentado trabajo titulado "El Coronel Don Andrés de Santa Cruz en Cuenca",nos da la clave sobre el viaje de regreso al Perú de la división peruana al mando de Santa Cruz. Este estudio de E. Márquez no suele ser tenido en cuenta, a pesar de aportar valiosos documentos. Trataremos de sintetizarlo en todo aquello que nos dé luces sobre la ruta de regreso y la época.

Santa Cruz pensaba utilizar la vía más corta de regreso: Quito-Riobamba-Guayaquil. Sin embargo el Libertador para evitar que dicha división peruana fuese a hacer algún acto de fuerza en Guayaquil a favor de la anexión de dicha provincia al Perú, decidió enviarla por la ruta Quito-Cuenca-Loja-Macará. En atención a estos acuerdos, el 18 de junio de 1822 Sucre pasó a Tomás de Heres, Gobernador de Cuenca, el siguiente oficio:

"República de Colombia.- Gobierno del departamento de Quito.- Quito, 18 de junio de 1822.- 12°.- Al Sr. Coronel Tomas Heres, Gobernador Comandante General de la Provincia de Cuenca.- Señor Coronel.- La división del Perú, que regresa a Lima, sale de esta capital con dirección a ésa, el 22 del corriente; de modo que con las detenciones y marchas de ella estará el día 8 de julio en el primer pueblo de esa provincia, a menos que suceda alguna novedad que la obligue a detenerse más de lo que yo he calculado. Todo lo que comunicará a V.S. el Gobernador de Alausí, que está prevenido de avisar a V.S. el día fijado en que deba tocar el primer punto de la provincia de Cuenca, y también el camino que lleva la tropa, para que V.S. disponga que en los pueblos de su jurisdicción, donde deba hacer parada, se le asista con todo lo necesario, teniendo entendido que la división la compondrán unos mil trescientos hombres. En Cañar deberán descansar dos o tres días, y mucho más si van por el páramo; de allí continuarán hasta esa ciudad, en donde es indispensable se detengan, también algunos días mientras son habilitados.- V.S. me avisará, volando, el dinero que tenga allí para asistir esta tropa, y dará sus órdenes anticipadas a los demás pueblos por donde deba pasar, cuando marcha a Loja y también a aquel gobierno, para que se prevenga víveres y demás necesarios a que esté muy bien cuidada y nada le falte hasta el Macará. Dios guarde a V.S. ms as .- [f] A. J. de Sucre.-

P.D. Como no sabemos los días que se detendrá la tropa en Riobamba, no es posible calcular el día que estará en el primer pueblo de la provincia.- [f] Sucre".

Sin embargo el movimiento señalado no vino a realizarse sino en el mes de julio. El 1 de julio Sucre enviaba a Heres el siguiente oficio:

"República de Colombia.- Gobierno del Departamento de Quito.- Quito, a 1 de julio de 1822.- 12°.- Al Sr. Gobernador Comandante General de Cuenca.- La división del Perú marcha para su destino y debe ser auxiliada en el presente mes que invertirá en marchas. Si de los doce mil pesos que existen en esa caja, no ha satisfecho V.S. la libranza que le giré de cuatro mil pesos, entregará al Sr. Coronel Santa Cruz diez mil pesos; pero si la libranza fue cubierta, se pondrán a su disposición los ocho mil pesos que quedan y V.S. hará sus esfuerzos para completar los diez mil que necesita.- Dios guarde a V.S. ms as [f] A. J. de Sucre".

La decisión tomada referente a la ruta de regreso que debería emplear le fue comunicada a Santa Cruz mediante oficio suscrito por Sucre. Santa Cruz, a pesar de ello, dudaba aún el 3 de julio sobre la ruta que seguiría, según se desprende de un oficio que enviara, desde Quito, con dicha fecha, a Heres:

"Por el adjunto documento que incluyo a V.S. verá que se ha destinado para auxiliar a esta división en su marcha diez mil pesos a que ella tiene opción. Como quiera que no se le ha socorrido con otra cosa desde el primero de mes, sin embargo de contar ya tres días en la ciudad, me es de necesidad adelantar por ellas al Subteniente Dn. Sebastián Fernández, para que V.S. con este conocimiento tenga a bien remitírmelos a la brevedad posible…La ruta de mi marcha que emprenderé hoy no está decidida sino hasta Riobamba; si yo debiera seguir la de Cuenca lo comunicaré a V.S. oportunamente. Dios Gde. a V.S. msas [f] Andrés de Santa Cruz".

El 11 de julio de 1822 Santa Cruz y parte de la división a su mando, la cual marchaba por escalones, llegaron a Rollo del Vecino, donde fueron recibidos por Heres, autoridades de Cuenca y vecindario. Se hospedó el jefe altoperuano en la Casa de la Contaduría Real. Exigió a Heres que se completase las bajas de la división, por deserción y muerte, lo cual fue satisfecho. También exigió la indemnización del dinero de la Caja de Guerra de la Comisaría del Perú que había sido hurtada durante el trayecto Saraguro – Cuenca.

La división peruana cometió muchos abusos contra los habitantes, por lo que el 23 de julio el Concejo Municipal, en su sesión del día, discutió sobre el particular y decidió dar aviso de ello al libertador Bolívar.

En los primeros días de agosto se despidieron, el coronel Santa Cruz y parte de su división, de la ciudad de Cuenca, "dejando recuerdos ingratos a sus hospitalarios moradores".

Como la división auxiliar peruana marchaba por escalones, los Granaderos a Caballo y Cazadores arribaron a Cuenca recién a fines de agosto, quedando aún en esta ciudad varios enfermos, a los que se atendió solícitamente.

Santa Cruz continuó su desplazamiento a marchas forzadas. Desde Piura le escribió a Bolívar pidiéndole que castigase al capitán Manuel Serrano, por haber maltratado a la división peruana en su marcha de regreso al Perú. Esta solicitud requiere una pequeña explicación, para poder conocer los hechos que la motivaron.

Cuando Santa Cruz llegó a Rollo del Vecino con parte de su división, el resto había quedado en Alausí, a donde Heres envió al capitán Manuel Serrano para recibir y atender a dichas tropas. Pero como el comportamiento de éstas fuera totalmente inconsiderado para con el pueblo, Serrano tuvo que implantar orden con toda energía. Estos abusos de la división Peruana volvieron a repetirse en la propia ciudad de Cuenca, cuando ya Santa Cruz había salido de ella, y Serrano tuvo necesariamente que actuar con fuerza. Tan graves fueron los atropellos peruanos, que el Cabildo de Cuenca se reunió y trató sobre el particular y decidió asimismo informar a Bolívar. En el acta de dicha sesión se puede leer lo siguiente:

"Hallándose juntos y congregados en esta sala para tratar y acordar los negocios tocantes al buen gobierno de la república, se tuvo a consideración el conflicto a que se hallaba reducida la provincia, especialmente este vecindario por las arbitrariedad de los Dragones Montados de la División del Perú, que se hallaba de tránsito en esta ciudad…"

Santa Cruz, informado de estos hechos, creyó necesario protestar por lo que él consideraba una inconsideración y maltrato hacia la división peruana. Bolívar, que llegó a Cuenca de visita el 8 de setiembre, se informó de esta queja y de inmediato ordenó oficiar a Heres para que investigase sobre el particular (el oficio lleva fecha de 10 de setiembre) y en caso de que se encontrase culpabilidad en Serrano se le enviase a Quito, para someterlo a consejo de guerra.

Estando en Piura, Santa Cruz fue, asimismo, informado que en Cuenca parte de su división había sido auxiliada económicamente y en vista de ello remitió desde la mencionada ciudad de Piura, con fecha 6 de setiembre, el siguiente oficio:

"Piura, setiembre 6 de 1822.- Al Gobernador de la provincia de Cuenca.- Señor Gobernador: Tengo entendido de que al paso por esa ciudad han sido auxiliados por V.S. con algún dinero los Granaderos a caballo y otra partida de Cazadores.- Sírvase V.S., si lo tiene a bien, pasarme una razón de lo que hubiese sido para mi conocimiento y los inconvenientes.- Con este motivo tengo la honra de repetirme de V.S. su más atento servidor. [f] Andrés de Santa Cruz".

Partes: 1, 2, 3
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