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La controvertida misiva de San Martín a Bolívar del 29 de agosto de 1822 (página 3)

Enviado por Jorge G. Paredes M.


Partes: 1, 2, 3

Que Santa Cruz no llegó a la capital del Perú en agosto queda totalmente comprobado con estos documentos consignados por E. Márquez. Lo mismo diremos acerca de su pretendido embarque conjuntamente con la división auxiliar colombiana. La división peruana al mando de Santa Cruz se desplazó por tierra y a escalones por territorio colombiano y al parecer el punto de reunión de toda la división fue la ciudad de Piura. Bolívar, en carta a Santander fechada en Cuenca a 14 de setiembre de 1822, escribe: "Hoy he visto una carta del general Santa Cruz al coronel Heres en que le dice, desde Piura, que marcha para Lima, aunque con poco gusto suyo,…"(Lecuna, V. "Cartas del Libertador";tomo III; p.88). Santa Cruz reinició, en la ciudad de Piura, su marcha hacia Lima, ciudad esta última donde llegó en el mes de octubre. En el acta de la sesión del Congreso Peruano de 23 de octubre de 1822, encontramos el siguiente dato: "Se leyó el oficio del Sr. General D. Andrés de Santa Cruz por el que da razón de su llegada a esta capital, y manifiesta la gloria con que mira reunido al Soberano Congreso, al que protesta subordinarse concurriendo a sostener la libertad política y civil del Estado. Fue oído con agrado".

En aquella misma sesión del 23 de octubre, el Congreso decretó, a propuesta de Luna Pizarro, conceder "al general Santa Cruz una medalla de las tres que se batieron para repartir el 28 de julio a los beneméritos de la Patria, grabándose en el reverso la siguiente inscripción: "El Congreso Constituyente del Perú al mérito: año de 1822.- 3°" y a propuesta de J. F. Sánchez Carrión el votar "una acción de gracias al mismo General Santa Cruz y su división triunfante en Pichincha". Estos decretos aparecieron publicados en La Gaceta del Gobierno, del 26 de octubre de 1822.

Demostrado que Santa Cruz no llegó en agosto de 1822 y que no utilizó la vía marítima, no puede de aquí inferirse necesariamente que sea un factor a favor de la autenticidad de la carta cuestionada, pues queda la posibilidad de pensar que, en caso de ser ella un fraude, el falsario estaba bien enterado de todos los pormenores de la época. A pesar de esta salvedad, debe reconocerse que constituye un elemento más que habla bien a las claras que lo consignado en el controvertido documento se corresponde con los hechos del momento, sin que pueda encontrarse gruesos errores o falsedades.

Los impugnadores de la carta del 29 de agosto consideran que San Martín no solicitó a Bolívar auxilio militar, y que por lo tanto como dicha misiva trae ese dato, no puede ser de San Martín. Este argumento es totalmente deleznable, porque, por un lado , considera que la verdad de la entrevista está en la versión de Bolívar, y por otro lado, nada dice respecto a que en otros documentos indubitables de San Martín, se señale dicha solicitud. Los impugnadores arguyen, asimismo, que de haber sido cierta esa solicitud, el Libertador no se hubiera podido negar, debido a que existía entre Colombia y Perú un tratado de federación, suscrito en Lima el 6 de julio de 1822. (ver el texto íntegro del tratado de unión, liga y confederación perpetua, en Leguía y Martínez, Germán, Op. Cit; tomo VII pp. 312 – 315, con su tratado adicional que se encuentra en las pp. 318-320). Este argumento es tan débil como el anterior. En primer lugar, porque dicho tratado no estaba ratificado por Colombia. Esa ratificación recién se hizo el 12 de julio de 1823, a pesar de que Torre Tagle, por el Perú, lo había ratificado el 13 de julio de 1822 y el Congreso Constituyente Peruano hizo lo propio el 12 de noviembre de 1822. El canje de las ratificaciones no se hizo, entre otras cosas porque habiendo llegado Bolívar al Perú a comienzos de setiembre de 1823, se consideró innecesario dicho acto, al ser Bolívar gobernante del Perú en calidad de dictador, cargó que le otorgó el propio congreso peruano. Y en segundo lugar, porque lo que pedía San Martín a Bolívar era la unión de ambos ejércitos y ello no estaba previsto en dicho tratado.

Un argumento aún más inconsistente que los anteriores es aquel que señala que es falso el pedido hecho a Bolívar, porque lo lógico hubiera sido que San Martín recurriese para ésto a Chile y a las Provincias Unidas del Río de la Plata y ello, según los impugnadores, no ocurrió. Argumentar así es desconocer totalmente, por ejemplo, las misiones de Antonio Gutiérrez de la Fuente en las Provincias Unidas del Río de la Plata (que fue un total fracaso) y la de José Francisco Cabero y Salazar, en Chile. Sobre estas dos misiones puede leerse en Leguía Martínez, Germán; Op. Cit; tomo VII; pp. 339-373.

El argumento de Lecuna referente a que de haber existido realmente la carta del 29 de agosto, hoy contaríamos con la respuesta de Bolívar, es de gran peso. Pero se puede pensar que tal vez exista tal respuesta y que lo que ocurre es de que no ha sido hallada. Suponer, como lo hace Lecuna, que de haber existido esta respuesta ella contendría términos duros, es pensar prejuiciosamente que San Martín escribió falsedades, cuando el problema es de un desencuentro entre los dos libertadores, cada uno con su propia óptica y su propio proyecto.

Muchos de los argumentos de Pérez Amuchástegui son totalmente endebles y algunos de ellos han sido certeramente rebatidos por Colombres Mármol (h). Nosotros queremos incidir en algunos no tocados o insuficientemente criticados, de los cuales uno es de gran peso y requiere un análisis muy cuidadoso. Los dos meses que en la carta de Lafond se dan como plazo para que los realistas pudiesen reunirse, no es extremadamente corto, si se tiene en cuenta que se habían concentrado, por esta época, en la parte central y sur del Perú y en perfecto pie de guerra. Por otra parte, que la carta de Lafond contenga términos despectivos contra Torre Tagle se pueden explicar por una actitud doble de San Martín con relación al citado marqués, al cual en sus comunicaciones trataba tan cortés y amigablemente, pero al cual, en el fondo, lo tenía en mal concepto. Recordemos al respecto que Heres contó que en cierta ocasión San Martín le dio un abrazo muy efusivo a Torre Tagle y luego le dijo a Heres, muy confidencialmente, que Tagle era una india vieja que no valía para nada. A nadie debería extrañar que esta anécdota fuera totalmente cierta, porque San Martín, como todos los grandes personajes de la historia, ha sido tan humano como cualquiera de nosotros, con numerosas y extraordinarias virtudes, pero también con defectos Por eso es que consideramos muy objetivo y razonable lo que J.L Busaniche dice al mencionar este hecho anecdótico: "A los que no creemos que San Martín naciera exento de pecado original, no nos asusta tal cosa, sobre todo si pensamos que Torre Tagle mereció efectivamente el abrazo efusivo en el Perú, pero que no valía precisamente un Perú. «Débil e inepto» le llamó San Martín en 1822, y algo peor, los mismos peruanos en 1824. Con relación a lo de «india vieja», Busaniche nos dice: "no nos compete: declaramos ignorar la edad que en aquellos momentos contaba Tagle; no recordamos tampoco su retrato y es muy fácil que no fuera un Adonis".

Pérez Amuchástegui señala que es contradictorio que en la carta de Lafond San Martín expresara a Bolívar que había escrito una misiva anterior al 23 de agosto, pues en la incontrovertible carta enviada desde Mendoza con fecha 0 3 de agosto de 1823 le dice que le había escrito sólo otras dos: una pocos días antes de su salida de Lima y la otra desde Chile y que ninguna de ellas había sido contestada. Este es un argumento que consideramos de gran peso en contra de la carta de Lafond y que los defensores de ella no han encarado en todas sus implicancias, de seguro porque resulta difícil compatibilizar lo expresado en ambas cartas con relación a misivas entre los libertadores entre setiembre de 1822 y el 3 de agosto de 1823. Pérez Amuchástegui interpreta lo escrito por San Martín en su misiva del 3 de agosto de 1823 como si única y exclusivamente San Martín hubiese escrito antes que ésta sólo dos carta entre setiembre de 1822 y agosto de 1823. En la mencionada carta del 3 de agosto San Martín le dice a Bolívar: "Pocos días antes de mi salida de esa capital (se refiere a Lima) escribí a usted; después lo volví a verificar desde Chile y no he tenido contestación alguna…"

Detengámonos un poco para analizar mejor el argumento de Pérez Amuchástegui. Sabemos que San Martín entregó el mando político del Perú al Congreso Constituyente el día de su inauguración, el 20 de setiembre de 1822. Ese mismo día abandonó la ciudad de Lima y se dirigió a Ancón, un balneario localizado a pocos kilómetros al norte de Lima. Dos días después, el 22 de setiembre, zarpaba de Ancón con destino a Chile. Como San Martín mismo dice que le escribió a Bolívar pocos días antes de abandonar el Perú, tuvo que hacerlo, si tomamos a la letra el decir de San Martín, en la segunda quincena de setiembre de 1822, pero con anterioridad al 20, es decir entre el 15 y el 19. Pero si tomamos en un sentido más flexible dicha expresión, podría como máximo retrotraerse esta fecha hasta fines de agosto. Si nos atenemos al texto de la carta de Lafond, de ser auténtica, se desprendería que inmediatamente anterior a ella (29 de agosto de 1822) le había escrito otra, fechada a 23 del mismo mes de agosto, relativamente breve, porque "las atenciones que me rodeaban en aquel momento no me permitían escribirle con la extensión que deseaba…" Lo afirmado en su misiva del 3 de agosto de 1823 parecería ser uno de los más contundentes argumentos en contra de la controvertida carta del 29 de agosto de 1822. Sin embargo, analizando con más detenimiento encontramos que el texto de la carta del 3 de agosto de 1823 no permite concluir tajantemente que San Martín le hubiese escrito a Bolívar tan sólo dos cartas con anterioridad a aquella, después de su entrevista en Guayaquil. Por lo tanto no se puede concluir que San Martín después de la mencionada entrevista sólo le escribió a Bolívar una carta desde Lima (setiembre de 1822), otra desde Chile (San Martín llegó a Valparaíso el 13 de octubre de 1822 y luego paso a Santiago, para luego emprender viaje hacia Mendoza fines de enero de 1823), y la misiva fechada desde Mendoza el 3 de agosto de 1823. No queda excluida totalmente, sin embargo, la posibilidad de otras misivas, como podría ser la controvertida misiva del 29 de agosto de 1822 y la del 23 del mismo mes, a la cual hace referencia la del 29. Consideramos que, sin embargo, nos queda una duda muy grande del porqué en la carta escrita desde Mendoza no se hizo referencia a la controvertidas misiva. Queda, innegablemente, una sensación de misterio que hace que consideremos que este argumento del número de misivas que San Martín le escribiera a Bolívar después de su regreso de Guayaquil hasta el 3 de agosto de 1823, es de suma importancia y que necesariamente debe ser evaluado desapasionadamente por aquellos que defienden la autenticidad de la llamada carta de Lafond.

Debemos señalar, asimismo, que V. Lecuna y M. F. Paz Soldán consideraban que realmente San Martín debió haberle escrito a Bolívar en setiembre de 1822, pero Lecuna consideraba que debió ser una comunicación al estilo de una proclama, la cual fue reproducida por la Gaceta del Gobierno del 22 de setiembre de 1822. Es de nuestro parecer que es realmente imposible que San Martín le enviase dicha proclama, que era dirigida al pueblo peruano, porque la carta del 3 de agosto de 1823 es bien clara al referirse al envío de dos misivas e incluso San Martín le reprocha a su par el no haber recibido respuesta de ninguna de ellas. Para mala suerte la carta escrita días antes de su salida de Lima por San Martín a Bolívar no ha aparecido entre los papeles de libertador caraqueño, lo cual es muy lamentable, porque de llegar a ser encontrada podría ser de gran importancia e inclusive podría aclarar la problemática en torno a la carta de Lafond. O tal vez, esta carta escrita "pocos días antes de mi salida de esa capital" podría ser la del 29 de agosto. En realidad no es fácil aceptar la expresión de cercanía temporal cuando hay una diferencia de 23 días, aunque no sería descabellado que así lo fuese, sobre todo considerando que la referencia a esa cercanía temporal se hacía casi un año después (agosto de 1823 con relación a agosto o setiembre de 1822). Asimismo debemos señalar que los impugnadores de la carta de Lafond argumentan que ella es falsa porque de ser verdadera Bolívar le hubiese dado respuesta, como era su costumbre, y, que es falsa porque no se encuentra ni en el ingente archivo de Bolívar ni en el de San Martín dicha respuesta. Pero, ¿existe acaso en algunos de los dos ingentes archivos de los libertadores esa carta escrita "pocos días antes" (según la expresión de san Martín) del 22 de setiembre de 1822? ¿Por qué no contestó Bolívar?. Aunque pueda ser que Bolívar sí la contestase y que ella se encuentre extraviada. Esto debe tenerse muy en cuenta para apreciar el hecho de que no porque no haya respuesta a una misiva controvertida, como la carta de Lafond, automáticamente ésta tiene que ser apócrifa, porque pueden darse diversas posibilidades para explicar la inexistencia del original y de su respuesta.¿Podría ser esa misiva la del 29 de agosto de 1822?. Sin embargo, con toda objetividad debemos reconocer que aún dándole una gran laxitud a la expresión de San Martín e identificar la carta del 29 de agosto como aquella a la cual San Martín hace referencia como la escrita pocos días antes de su retiro del Perú (22 de agosto de 1822), se produce necesariamente una seria contradicción entre la indubitable del 03 de agosto de 1823,que sólo hace referencia a una carta escrita en Lima en agosto o setiembre de 1822 y otra escrita en Chile (de mediados de octubre de 1822 a fines de enero de 1823) y la carta de Lafond, que fechada a 29 de agosto de 1822, hace referencia a una misiva breve escrita seis días antes. ¿Se olvidó San Martín, al escribir desde Mendoza, que realmente había escrito tres cartas, sin recibir respuesta de ninguna de ella? Tampoco se puede eliminar esta posibilidad.

Hemos señalado ya, que los impugnadores de la carta del 29 de agosto de 1822 tienen un punto que suele hacer muy deleznable el cuerpo de sus críticas, cual es el no poder explicar satisfactoriamente la exacta correspondencia de la controvertida carta con los otros documentos auténticos de San Martín. Señalamos, asimismo, que este inconveniente es, aparentemente, salvado por J. M. Irrazával Larraín, para el cual esta correspondencia se explica debido al de que fue el propio San Martín el falsario. Según este historiador, el libertador argentino tenía necesidad de justificar su retiro del Perú y esta necesidad lo hizo concebir un documento que crease un justificativo racional a su abandono de la gesta emancipadora del Perú. Al parecer, en un primer momento pensó entregárselo a Guido, al cual prometió (en carta de 18-12-1826) enviarle una serie de documentos que dejarían bien en claro .la verdadera razón de su retiro, pero debió desanimarse de esto y prefirió entregárselo a Lafond, quien la publicó sin dudar de su autenticidad.

Todos aquellos que vean y entiendan la Historia como búsqueda ferviente de la verdad, no pueden ruborizarse ni indignarse ante las opiniones e hipótesis más novedosas e incluso aparente o realmente fantasiosas, porque debe siempre suponerse buena fe en aquel que la enuncia, más allá de todos sus prejuicios. Suponer que San Martín fue el que fraguó la controvertida carta no es, de ninguna manera, una herejía ni una idea descabellada, porque a todas luces solucionaría el problema. Fue el propio San Martín el falsario y es por ello que existe la total correspondencia con sus documentos auténticos. Si se quiere rebatir esta hipótesis no debe recurrirse al innoble procedimiento de llenar de despectivos epítetos al historiador que la sustenta, porque con ello no se logra rebatir una idea y debe siempre tenerse presente que las ideas son dignas de respeto, por lo que las críticas y réplicas deben ser siempre con altura. Nosotros, frente a la posición de Irrazával nos preguntamos: ¿Qué pruebas, directas o indirectas, posee el citado historiador para formular tal aseveración? Con todo rigor, consideramos que ninguna, al menos de verdadera solidez. Y lo creemos así porque hay hechos que contradicen la opinión de Irrazával. Por ejemplo, ¿por qué, en este caso, San Martín no hizo que figurase entre sus papeles un borrador fraguado de dicha misiva?. Tal vez se responda, como Mitre y algunos defensores de la controvertida misiva, que si existía y que fue la que San Martín entregó a Lafond, entre los varios documentos que le proporcionó, pero que le fueron devueltos a San Martín, de conformidad a lo que Lafond le dice al libertador argentino en carta de 2 de abril de 1840. Pero, en este caso, qué pasó con el documento ya en manos de San Martín. Otra interrogante, siguiendo la misma hipótesis de San Martín como dador del documento (independientemente de si auténtico o falso) es acerca del porqué a Lafond, sabiendo que éste la publicaría en francés. Por qué, si lo que supuestamente perseguía era justificarse ante sus amigos, no se la entregó a Alberdi quien la hubiese publicado en castellano. Además, esta supuesta necesidad de justificación por su retiro del Perú no se condice con la reserva que San Martín siempre guardó acerca de la entrevista y su retiro del Perú. Por otro lado, la tesis de Irrazával significa admitir que San Martín se retiró del Perú sólo a consecuencia de la entrevista de Guayaquil y ello es falso. Consideramos que realmente San Martín no tenía nada que justificar, pues se retiró convencido (y luego las noticias que le dieron sus amigos le reafirmaron en esta convicción) de que su presencia en el Perú era inconveniente, tanto por la situación política como por la propia situación militar, donde él había perdido prestigio y generado un grupo muy hostil que le hacía imposible la dirección político-militar del Perú. Quedarse en este país le hubiera significado tener que enfrentarse con ese poderoso grupo opositor y derrumbarlo y ello, era muy probable, generaría una guerra civil o en su defecto una situación tan tirante que hubiera hecho ineficaz su gestión político-militar, en un Estado en el cual él ejercía una verdadera dictadura (en el sentido de que en sus manos se encontraban todos los poderes) bajo la denominación de Protector. Todo esto que afirmamos, brota diáfano de los documentos de la época. Es por ejemplo conocidísimo el mote de rey José que se le daba al Protector del Perú y lo es también su queja de sentirse aburrido de escuchar constantemente que quería hacerse soberano. En cambio es menos conocido que en la segunda sesión secreta del 21 de setiembre de 1822, del flamante recién instalado congreso constituyente peruano, se expresaron temores respecto a San Martín, que en la sesión secreta del 27 del mes citado se expresó el recelo de que el ex Protector tratase de apoderarse de las provincias del Alto Perú, de Arequipa y Cusco, y que en la sesión secreta del 26 de octubre fueron presentados unos pasquines a favor del rey, a favor de San Martín y contra el Congreso. (Véase: Historia del Parlamento Nacional.- Lima,1928; tomo IV).

Consideramos que no existe el menor elemento de juicio para considerar a San Martín un falsario. El Libertador Protector del Perú no tenía ningún motivo para realizar un embuste de tal calibre. No es ahistórico decir que es difícil, por no decir imposible, imaginar a San Martín, un personaje con un alto sentido del honor, del deber y la responsabilidad, dedicado a elaborar una superchería histórica. Concebir esto implica admitir a un hombre empequeñecido e inconsciente de su valía, carente de honor, de orgullo y de sólidos principios. Que sepamos, ninguna de estas características encuadran con la recia personalidad de San Martín. Por lo demás, si San Martín, admitámoslo por un momento, hubiera querido justificar su retiro del Perú como una consecuencia de su desencuentro con el libertador Bolívar en Guayaquil, no tenía que recurrir a una superchería tan pueril como fraguar una misiva; le hubiera bastado con hacer de conocimiento su visión personal de la entrevista y en ella consignar las implicancias que tuvo para su retiro del Perú. Pero sabemos, por diversos testimonios, que San Martín no le gustaba hablar al respecto.

Habíamos señalado que de la correspondencia fiel entre misiva del 29 de agosto de 1822 y las cartas a Miller y Castilla, no puede inferirse inmediata y necesariamente la autenticidad de la controvertida misiva. En primera instancia sólo comprueba que ella contiene «verdades». Pero al reflexionar sobre la mencionada correspondencia, surgen varias posibilidades que pueden explicarla, sin tener que ser necesariamente auténtica.

a) Fue fraguada por San Martín. Es la tesis de Irrazával, la cual, creemos haber demostrado, no reposa en argumentos o indicios sólidos.

b) Fue elaborada por alguna o algunas personas que estuvieron vinculados a San Martín y que se constituyeron en el grupo peruano antibolivarista Aquí podemos incluir las tesis de Pérez Amuchástegui y la de I. J. Barrera. Tampoco encontramos sólidos los argumentos esgrimidos en defensa de esta posición, aunque podría ser que en ese grupo antibolivarista se fraguara la carta. El masivo fraude de misivas supuestamente cursadas entre los libertadores que diera a luz Colombres Mármol (p) en 1940 en el libro "San Martín y Bolívar en la entrevista de Guayaquil , a la luz de nuevos documentos definitivos" y cuyo propio libro resultó, en cuanto a su autoría, también un fraude, deja una lección sobre el cuidado que hay que tener cuando sabemos que hay de por medio intereses de facciones y nacionalismos. Sobre ese fraude de misivas que fueran publicada en 1940, nos detenemos, para su análisis, en un capítulo aparte. (Ver "Dos casos de falsificaciones históricas en Hispanoamérica " publicado por monografias.com; http://www.monografias.com/trabajos10/dosca/dosca.shtml )

c) Fue fraguada por Lafond, quien habiendo estado en julio de 1822 en Guayaquil y luego pasado al Callao; que habiendo recibido documentación del propio San Martín ya en Francia, pudo estar al tanto de los pormenores de lo ocurrido en 1822. Un análisis de la posibilidad de Lafond falsario se resiste a llegar a dicha conclusión, porque sería inexplicable como pudo este francés inventar datos y apreciaciones subjetivas que coincidieran tan grandemente con los que San Martín consignó en su carta a Miller y a Castilla. Por otro lado, era difícil intentar lograr imitar el estilo de San Martín y tenía que se el obstáculo más grave para elaborar esa superchería. Que sepamos, nadie ha visto en esta discutida misiva un documento cuyo estilo no coincida con el de San Martín. Incluso J. C. Chaves ve en ella el «inconfundible estilo» del libertador argentino. Pero esto complica aún más el problema. No es de fácil análisis lo referente al «inconfundible estilo» de San Martín y por ello, consideramos, no se ha insistido mucho en ello.

Lo que al parecer si es fácil deducir es que, si se admite que ella es un fraude, tiene que aceptarse que fue elaborada no antes de 1831, porque sería ilógico pensar que el o los falsarios la fuesen a publicar antes de la muerte de Bolívar (la cual ocurrió el 17 de diciembre de 1830) o que la hubiesen elaborado aún en vida del Libertador, pero guardándola hasta que éste muriese. Pero debe recordarse que Bolívar murió prematuramente a los 47 años de edad. ¿Tendría sentido fabricar un embuste sin saber en que fecha se iba a ser público?.¿Qué fin perseguiría tan extraño proceder?. Esto es un factor que va en contra de los que argumentan que fue fabricado en el Perú por el denominado "grupo peruanista" antibolivarista. No tendría ningún sentido que este supuesto grupo, de ser cierta la hipótesis, fabricase el embuste después de 1830.

Cuando se medita sobre la posibilidad del fraude, inmediatamente se plantea o debe plantearse el problema acerca de encontrarle una lógica explicación a la actitud de San Martín en haber consentido en su difusión. En verdad no se halla un porqué indubitable a esta actitud. Tal vez sea "este el principal obstáculo con el que se enfrentan los impugnadores de la controvertida misiva. Por otro lado, el controvertido documento aparecido en 1843 no creó una versión justificativa y falaz del retiro de San Martín, porque ya San Martín se la había expresado, en 1827, a Miller y sobre la cual volvió a insistir en 1848, en la carta dirigida a Castilla.

La discutida misiva tiene algunos puntos muy oscuros e inexplicables que de ninguna manera pueden desconocerse y pasarlos por alto en cualquier análisis serio y que hacen dudar sobre la posible autenticidad de la misiva del 29 de agosto de 1822. Al menos es esa nuestra opinión. Entre lo oscuro e inexplicable de la carta de Lafond, podemos señalar lo siguiente:

a) Ella hace referencia a documentos que, misteriosamente o por rara causalidad, son hasta ahora inexistentes, tales como la misiva a Bolívar de 23 de agosto de 1822, la comunicación de Santa Cruz a San Martín en plena marcha de retorno al Perú y la prometida nota sobre jefes militares y su conducta.

b) Esta carta, como perspicazmente lo señalara Vicente Lecuna, implicaría una misiva-respuesta de Bolívar, la cual no ha sido hallada en ningún archivo.

c) Señala la carta de Lafond que el Comandante Delgado sería el portador y dador de la misiva. Sin embargo está probado que ello no fue así.

d) Habiendo sido escrita el 29 de agosto por qué, supuestamente, fue remitida recién a fines de setiembre.

e) La cuestionada misiva señala que el Comandante Delgado sería el encargado de entregar a Bolívar, en calidad de obsequio, una escopeta, un par de pistolas y un caballo de paso. Sin embargo, no existe ningún testimonio que Bolívar recibiese dichos presentes.

f) La carta de Lafond atribuye a Bolívar una minusvalía del ejército realista. Pero de los documentos de Bolívar se desprende un concepto totalmente opuesto a éste. Y no se vaya a pensar que podría ser consecuencia de la carta del 29 de agosto, porque en una misiva de Bolívar dirigida a Santander, de 3 de agosto de 1822, le dice: "A este propósito digo a Ud. que creo de necesidad se nos manden por el istmo dos mil fusiles y doscientos o trescientos quintales de plomo para armar un ejército en caso que el enemigo triunfe de San Martín, lo que, según todas las noticias, puede muy bien suceder". El propio oficio de 9 de setiembre de 1822 que por orden de Bolívar su secretario José Gabriel Pérez enviara a los Ministros de Estado y Relaciones Exteriores de Perú y Chile, habla bien a la claras de la preocupación militar de Bolívar con relación a la lucha en el Perú, prometiendo enviar cuatro mil hombres más de los ya enviados y solicitándole a Chile que envíe unos seis mil a ocho mil hombres y además que Chile tratase de persuadir al gobierno del Río de la Plata a colaborar con un ejército de unos cuatro mil efectivos. Por otra parte, Bolívar no podía saber que cuando el oficio mencionado llegase al Perú ya San Martín no iba a encontrarse en el gobierno ni en el territorio peruano.

g) Como señala Pérez Amuchástegui, de ser auténtica la misiva del 29 de agosto resultarían totalmente inexplicables los elogios y recomendaciones que San Martín hace de Arenales y no de Rudecindo Alvarado, a quien el propio San Martín lo había designado Jefe del ejército Libertador del Perú.

h) El total del ejército patriota, aunque era inferior al realista, sin embrago el número de 8500 efectivos que el controvertido documento le asigna, es muy inferior al que realmente tenía, el cual sobrepasaba, y con gran holgura, los 10000 hombres. Es difícil pensar que San Martín tratase de impresionar a Bolívar, sabiendo que éste era informado por los jefes colombianos existentes en el Perú.

Consideramos, que con un juicio desapasionado, alejado de todo dogmatismo académico chovinista, distante de todo prejuicio, con un espíritu amante de la verdad, podrá intentarse nuevas aproximaciones para la solución del problema, a medida que aparezcan nuevos elementos de juicio, y esto en la medida que se analicen paciente y meticulosamente los documentos éditos, que de una u otra manera puedan echar luces sobre este enigma, así como también los documentos inéditos que puedan reparar elementos claves para su dilucidación definitiva. El deseo de todo verdadero historiador, como lo formulara el peruano Alberto Tauro del Pino, debe ser que "emancipada de vaniloquios y falsos arrequives, la investigación histórica restablezca algún día la verdad".

BIBLIOGRAFÍA

Los estudios en torno a la carta de Lafond son abundantes. Sólo mencionaremos los trabajos citados en este trabajo.

Abreviaturas utilizadas en las citas:

ANHA: Boletín de la Academia Nacional de la Historia de Argentina

ANHV: Boletín de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela

RSBV: Revista de la Sociedad Bolivariana de Venezuela.

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Por:

Jorge G. Paredes M.

Partes: 1, 2, 3
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