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La Religión Crística a la luz de las enseñanzas originales de Jesús El Cristo (Parte IV) (página 4)


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Para inmenso número de personas, los valores negativos mencionados anteriormente constituyen el pan de cada día. Su evolución incipiente no les permite vislumbrar niveles espirituales más elevados; en verdad todos los que estamos en fase de evolución tenemos – en algún grado – insertados dentro de nosotros e instilados permanentemente por la Mente Colectiva, aquellos valores. Justamente, debido a nuestra evolución incompleta, ellos son erradamente percibidos, y muchas veces considerados como los únicos objetivos a ser alcanzados, como metas dignas de grandes esfuerzos. Esto es lógico, pues el hombre aprende a través de la experiencia, de las pruebas, del error, en el ejercicio de su libre albedrío. En consecuencia, aquellos valores pasan a ser "cosas apreciadas", fuertemente vinculadas al ególatra Yo Exterior.

Simplificando al máximo posible, la Ley del Sacrificio significa entonces la "privación de cosas apreciadas" que satisfacen nuestro Yo Exterior egoísta, introduciendo en su lugar aquellas que impregnadas de altruismo sean capaces de satisfacer la sed espiritual de nuestro Yo Interior".

Ese intercambio, puede causar dolor y sufrimiento porque el Yo Exterior no va a aceptar de forma resignada su pérdida, su derrota. Por esto, no es posible avanzar con rapidez excesiva en este campo; el progreso debe ser firme, aunque lento. Esta es la causa principal por la cual el hombre precisa disponer de múltiplas encarnaciones para su progreso evolutivo.

Como consecuencia de todo lo anteriormente expresado, ahora no es difícil comprender que la Ley del Sacrificio es el resorte propulsor de la evolución humana; privándose de cosas apreciadas por el Yo Exterior y zambullendo en las cosas apreciadas por el Yo Interior, el hombre sube la escalera de su desarrollo espiritual en dirección a su Maestría. Esta escalera no es apenas etérea o contemplativa; ella es también física, tangible, y quien asciende por sus escalones siente su progreso en esta vida en todos los niveles: material, emocional, mental y espiritual.

En verdad, cada uno estará en puntos bien diferentes de la escala evolutiva, unos más avanzados, otros más intermedios. Si estuviéramos en un nivel avanzado, habremos comprendido perfectamente que la ley del Sacrificio en su última esencia es cumplida voluntariamente y con alegría, sin pensar en intercambiar esta dedicación por una recompensa cualquiera. El sacrificio es hecho porque debe ser hecho, en armonía con el funcionamiento del Universo, como su responsabilidad personal.

Así, cada persona debe asumir voluntariamente su parte de responsabilidad como auxiliar del Altísimo, posibilitando que por su intermedio las energías cósmicas puedan reducir sus elevadísimas frecuencias y pueden llegar a otros seres – sobre todo humanos – que expuestos directamente a aquellas, serían fulminados. Así cumplimos el magnífico papel de ser transformadores cósmicos, que es, en verdad, la verdadera misión reservada a todo ser humano.

Operando en este nivel, no precisaremos esforzarnos en absoluto para transformar en una vibrante realidad el fascinante objetivo de la auto-realización, pues ya estará actuando en su misma sintonía, envuelto en un halo de plenitud, de armonía y de todas las cosas buenas que el Ser Supremo creó para nuestro deleite y nuestra auténtica felicidad.

Pero también puede acontecer que nos encontremos en un nivel intermedio de desarrollo espiritual. No adelanta querer ocultar esto o pretender auto-engañarse, creyendo estar en las cumbres de la gloria. La evolución espiritual es necesariamente lenta y no es vergonzoso reconocer que no estamos muy avanzados; es preferible ser sinceros, aceptando el hecho de que apenas estamos en el comienzo de este proceso.

En este caso, será muy difícil cambiar algo visible, tangible, que da ciertos placeres sensoriales y emocionales (aunque más o menos groseros) por simples palabras referentes a unas ciertas leyes llamadas "cósmicas". Si no fue abierta lo suficiente, la ventana del alma, no habrá luz adecuada para percibir los niveles más profundos; pero nada esta perdido, pues podremos trabajar en niveles más superficiales.

Por lo tanto, en este caso, se puede – perfectamente – actuar en términos de intercambio, tal como hacen las enseñanzas religiosas más difundidas. Usted hace mentalmente un contrato con el Altísimo. Usted se ofrece a Él como un obrero que trabaja por un salario; analicemos las características de este contrato.

El salario es su meta soñada, su deseo fascinante, su meta luminosa: su auto-realización a través de la concretización de un cierto objetivo previamente definido, por ejemplo "prosperidad y suceso" o "realización afectiva". Para el Altísimo, infinito en Riqueza, infinito en Abundancia, infinito en Amor, no hay cosa más fácil para cumplir. Pero un contrato implica en responsabilidad mutua y deberemos cumplir nuestra parte, a través de nuestro esfuerzo, de nuestro trabajo.

¿Qué trabajo es ese? ¿Cuál será el trabajo como empleado del Ser Supremo, como obrero cósmico? Exactamente aquel que está destinado para todos los seres humanos, en la medida en que ellos comprendan: transformarse en fuentes de irradiación del Padre para los hijos menos evolucionados. ¿Y como podremos transformarnos en esa fuente de luz?

Usted, yo, todos, nos podremos transformar en un foco deslumbrante de luz, amor y esperanza para toda la Humanidad, cuando iniciemos nuestro sacrificio, abandonando ideas, sentimientos, pensamientos y actitudes negativas y destructivas, basadas en las tinieblas; todo esto es muy apreciado por el Ser Exterior. En el lugar vacío irán entrando cosas buenas, positivas y constructivas: armonía, paz, amor, alegría y felicidad; por lo tanto, quedaremos armonizados con las energías divinas y la vida comenzará a mudar para mejor. Al final del mes, recibiremos el salario, pero en lugar de dinero, recibiremos aquellas cosas que son capaces de manifestar nuestro mayor ideal.

LA LEY DEL SACRIFICIO Y SU RELACIÓN CON EL MINISTERIO DE JESÚS EL CRISTO

El sacrificio de Jesús El Cristo, a través de su crucifixión, es el punto más alto, la enseñanza más avanzada que la Humanidad recibió acerca de la Ley del Sacrificio. El asunto es, en verdad, muy profundo y complejo; inclusive el autor no tiene la pretensión de tener la capacidad de comprender en toda su extensión el magno significado de aquel grandioso acontecimiento. Con todo – modestamente – nos parece posible presentar por lo menos un ángulo del mismo, que en el presente momento puede darnos bastante luz sobre aquella Ley Cósmica.

Como ya fue especificado en Capítulos anteriores, Jesús era un ser humano con elevadísimo desarrollo espiritual, seguramente el mayor de la época. Instruido por los esenios, bien versados en Sabiduría. Él llegó un punto en que debió incursionar por un campo nuevo, donde ellos poco lo podían ayudar: el Amor. Fue ahí que entró en Jesús el Principio Cósmico conocido por el Cristo, en ocasión del bautismo en el Jordán, como es descrito en los Evangelios. De este modo, se encarna el mayor Poder que la Humanidad conoció en todo su desarrollo y que aún hoy – casi 2000 años después – continúa iluminándonos con su magnífico esplendor.

La vida de Jesús, ahora el Cristo, se desarrolla a partir de este momento con el dramatismo de una auténtica pieza teatral, donde cada acto equivale a una Iniciación: Nacimiento, Bautismo, Transfiguración, Crucifixión y Resurrección. En particular, la Crucifixión es una experiencia que incluye preparación (representada por la prisión y flagelación del Cristo), desarrollo (Crucifixión propiamente dicha) y culminación ("muerte" de Cristo, que en verdad – como ya fue explicado – no existió; en su lugar, lo que aconteció fue que Jesús "entregó el Espíritu" o sea el Principio Cósmico que había encarnado en él).

La Ley del Sacrificio se presenta aquí como una gran enseñanza para la Humanidad: Jesús hace entrega – devolviendo a su Hogar Paterno – lo máximo que un hombre podía aspirar a entregar: el Principio Cósmico que estaba dentro de él y que lo había acompañado durante aquellos tres años de su Misión Divina. Es importante subrayar que la mayoría de las personas han considerado que el "gran sacrificio" de Jesús es haberse dejado crucificar; con todo, si examinamos la historia humana, veremos que muchísimos millares de hombres, han hecho sacrificios iguales o mayores. Así tenemos los propios cristianos crucificados o devorados por las fieras o las incontables personas que a través de todas las épocas han sido torturadas y asesinadas, así como a toda su familia; y no estamos hablando sólo de la antigüedad y sí de acontecimientos que tocaran recientemente muy de cerca de gran parte de los países de América Latina

Por lo tanto, ser crucificado físicamente es sin duda un gran castigo y realmente es un acto de sacrificio y de coraje aceptarlo voluntariamente; pero el caso en pauta va mucho más allá. El supremo sacrificio de Jesús es en verdad otro: aceptar voluntariamente que aquel Principio Cósmico lo abandone. En verdad, los sentimientos que este hecho puede provocar en el corazón humano escapan totalmente a nuestra comprensión, pues se trata de un acontecimiento absolutamente impar, pero nos resistimos a admitir que la amargura de Jesús en Getsemani se debía apenas a la inmolación de su cuerpo físico. En efecto, millares de personas, entre ellos muchos ateos, han enfrentado la muerte con magnífica dignidad. No sería un ser tan desarrollado espiritualmente como Jesús que iba a aflojar ante una coyuntura desfavorable y más, sabiendo el desenlace final que tendría el proceso todo.

De este modo, las palabras atribuidas a Él: "Mi alma está muy triste, hasta la muerte"… "Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como Tu" (Mateo 26:38-39) no deben referirse a una sensación de miedo físico y sí de separación o pérdida de aquel estrecho contacto que el hombre Jesús tenía con el Cristo Divino. Esto es inefable; no puede ser explicado con palabras. Para comprender más profundamente es necesario entrar en el campo de la intuición y de la Armonización Cósmica.

De cualquier forma – como también ya fue explicado – a cada acto de sacrificio humano, hecho con amor, corresponde una efusión de Energía Divina. Por lo tanto al excelso sacrificio de Jesús, no colocando ningún bloqueo o dificultad a la liberación del Principio Cósmico contenido en su interior, correspondió un flujo impresionante de Aquella, derramándose sobre la Humanidad. Pero este flujo de Energía Divina no descendió para "salvar" en forma vicaria a la especie humana a través de la simple creencia en la existencia de un Salvador.

Ella descendió sí para dar un nuevo impulso a la conciencia humana, un verdadero impulso cósmico, para hacerla reconocer que el "Salvador" está dentro de nosotros: es nuestro Ser Crístico. De esta forma, atravesamos el portal decisivo correspondiente al proceso evolutivo espiritual: dejamos atrás el Dios Trascendente del Antiguo Testamento, aquel anciano de barbas blancas, como fue visualizada la figura de Jehová y pasamos a adorar el Dios Inmanente, Aquel que habita en el fondo de nuestros corazones. Esa es la médula de la Religión Cósmica, del mismo modo que la actualmente presentada, la Religión Crística.

. LA RESURRECCIÓN DE JESÚS

La Resurrección de Jesús es un fenómeno histórico y místico de una grandiosidad extraordinaria, que ha sido analizada por diversos autores, de un modo bastante diferente entre ellos. Esto no es extraño, dada la singularidad, proyección y significado de ese acontecimiento. Sin embargo, hay algo que es completamente asustador: la forma en que varias tendencias de la religión autodenominada "cristiana" trata este asunto tan sutil.

Al respecto, Pedro, el fiel "escudero" de Jesús El Cristo, nos prevenía: "En casi todas las epístolas de nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito hablando de estas cosas, entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos(*) e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras para su propia perdición" (II Pedro 3:16).

Por ejemplo, Besant (8) presenta las opiniones de reconocidos miembros de la religión antemencionada que realmente son pavorosas:

  • "Cristo, verdadera y efectivamente experimentó, por toda la Humanidad, la cólera de Dios, la maldición y la muerte" (Lutero).

  • Fue a la cólera, a la cólera de un Dios infinito, a los tormentos del infierno que Cristo fue entregado y esto por la mano de su propio Padre" (Flavel).

  • "El pecado arrancó Dios del cielo para hacerle sufrir los horrores y los sufrimientos de la muerte. El hombre, antorcha del infierno y esclavo del diablo, fue rescatado por la muerte de su amado y único hijo; su ardiente cólera no podía ser aplacada sino por Jesús, tanto le eran agradables el sacrificio y la oblación de la vida de su hijo" (homilía anglicana) ¡Mi Dios, que Dios es ese!

  • Los sufrimientos del Cristo son una completa y valiosa compensación ofrecida a la justicia de Dios por todos los pecados de los elegidos. Él sufrió la misma punición que ellos estaban condenados a sufrir" (Owen).

  • "Cristo bebió el vaso de la cólera divina" (Strond).

  • "Sus sufrimientos fueron los de aquel a quien Dios despoja, reprueba y abandona" (Jenkyns).

  • "Él sufrió el odio y el desprecio de Dios" (Dwight).

  • "Después que el hombre hizo todo el mal que pudo, Cristo recibió toda la carga. Las nubes de la cólera divina se condensaron sobre toda la raza humana, pero la tormenta explotó sobre Jesús" (arzobispo Thompson).

Los anteriores expresiones son abrumadoras y en cierta forma son la herencia que nos dejó Pablo: "Como el pecado entró en el mundo por un hombre (Adán), al final todos, como sus descendientes, heredamos ahora la carga universal del "pecado" y precisamos alguien que nos ayude a librarnos de él" (Romanos, 5:12). O sea el "pecado original" de Adán y Eva, nos hizo a todos pecadores (por más santos que fuésemos).

Es claro que a partir de esa ideología, hay apenas un paso para que la religión institucionalizada, intermediada por los "representantes del Señor", autorizados a perdonar los pecados (los sacerdotes) estructure un dominio implacable sobre la conciencia humana, temerosa del "infierno". Una de las formas más creativas, inventadas para operacionalizar ese "perdón", era muy expeditiva y operacional: las indulgencias o bulas papales(**), que tarifaban cualquier desvío y especialmente crímenes. Si se disponía de las libras necesarias para comprarlas, ¡el "pecado era absuelto! ¡Que aberración, eso sí es pecado y mortal! ¡Que hipocresía horrorosa!

En el ítem anterior fue discutida con cierta profundidad la Ley del Sacrificio. Ahora agregamos algunos puntos de vista complementarios, según el entendimiento de Besant (1): "Un mundo no puede ser creado, mientras la Divinidad no ejecute un acto de sacrificio, siendo que este acto, consiste para la Divinidad en la limitación de sus poderes, a fin de dar los mundos a su existencia"… "La ley del Sacrificio se debería llamar más exactamente, la Ley de la Manifestación, o aún la Ley del Amor, porque en toda parte del Universo, de lo más alto a lo más bajo, él es la causa de la manifestación y de la vida" y aún: "el progreso tiene por signo esencial el sacrificio, al principio involuntario e impuesto, después voluntario y libremente aceptado".

En realidad la Resurrección de Jesús ha tenido las explicaciones más variadas y algunos autores la han negado como una ficción o metáfora. Otros como Steiner (13) o Ramacharaca (23) han dado explicaciones muy sutiles que no podemos reproducir aquí, porque sería necesario exponer una serie de conceptos complejos como el Logos, los Elohim, el Espíritu de la Tierra, Manas, Budhi, Atman (las tres últimas palabras sánscritas casi intraducibles para los lenguajes modernos), etc. (Steiner,13. Ya Ramacharaca (23), nos habla de Forma Astral, alma virgen, Principio Cristo, etc.

Este último autor, resume su pensamiento en la siguiente frase, completamente comprensible: "El sacrificio del Cristo excede mucho el sacrificio físico de Jesús, pues estando compelido a vivir en el mundo de los corazones y mentes de una Humanidad tan caída en el materialismo como nuestra raza y sabiendo de las posibilidades que las almas tendrían, si quisieran elevarse a ideales más altos, sufrió muchísimo, conociendo los pensamientos bajos carnales y los actos que de estas personas proceden".

"¿No es esto el extremo de la más refinada tortura? ¿La agonía espiritual? Condenáis la crueldad de los judíos que crucificaron su Salvador, mientras que vosotros mismos, crucificáis vuestro Salvador, con una tortura mil veces mayor, todos los días de vuestra vida, por vuestra persistencia en carnalidades y vanidades del pensamiento y acción mortales".

¡Ese Salvador crucificado todos los días, es nuestro propio Ser Crístico! ¡Aquellas frases del Yogui Ramacharaca son dignas de meditación!

Para abordar con cierto detalle el asunto en consideración, o sea la Resurrección de Jesús, lo haremos a partir del libro del Imperator de la Orden Rosacruz, H. Spencer Lewis (2), dando continuidad así al análisis del proceso de Crucifixión realizado en el Capítulo VII, bajo la inspiración del mencionado autor.

Como vimos en el Capítulo VII, según Lewis (10), Jesús no murió en la cruz. Pilatos había recibido órdenes de Roma de liberar a Jesús y someterlo a un nuevo juicio a cargo del tribuno Cireneo. En ese cambio romano fue muy importante la intervención de algunos seguidores, que no se exponían en público, como el fariseo Nicodemo, miembro del Sinedrio y José de Arimatea, hombre de grandes riquezas. También entró en consideración el hecho de que la muerte de Jesús, podría provocar una explosión mayor, si los israelitas se sublevaban. De hecho, a pesar de haber sido proclamado por algunos seguidores como "Rey de los Judíos", Él nunca había promovido la lucha armada contra Roma. La prudencia aconsejó al Emperador Tiberio a "borrar y empezar de nuevo", dejando el asunto en manos de Cireneo, en quien tenía confianza plena.

En Juan 19:32 se dice que los soldados vinieron y quebraron las piernas de los otros dos que habían sido crucificados con Él. Esta práctica era común en la época, porque de esa manera, con las piernas quebradas, el cuerpo no podía sostener la cabeza, lo que significa muerte inmediata por asfixia.

En Juan 19:33 se dice: "pero cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas"… "uno de los soldados le abrió el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua" (19:34).

Lewis (10) da una interpretación diferente a la aceptada por las Iglesias auto-denominadas de "cristianas", elaborada por Concilios bien posteriores a la época (por lo menos 500 años). Esa interpretación dice que cuando Pilatos recibió las órdenes de Tiberio, se dispuso a cumplirlas y la medida inmediata fue no quebrarle las piernas. Véase que San Juan dice: "como le vieron ya muerto" y no "Jesús estaba muerto". Tampoco ninguno de los otros evangelistas afirma esto. Por otro lado, la sangre que de Él salió no podría haber salido, si aún no estuviera vivo (Hacía varias horas que "había entregado el Espíritu").

Antes de amanecer el día siguiente, José de Arimatea y otros compañeros, que estaban ocultos en las cercanías del sepulcro, penetraron en éste y "encontraron Jesús reposando, recuperando rápidamente las fuerzas y la vitalidad"… "Jesús había usado todos los poderes de su Ser, resultantes de perfecta armonía con el Cósmico, recobrando las energías y la conciencia de su cuerpo y todas sus facultades, altamente desarrolladas" (Lewis, 2). Así, sus seguidores lo llevaron a un lugar seguro.

Esa mañana, María Magdalena fue al sepulcro y lo encontró vacío. Sorprendida, corrió y avisó a Pedro y a Juan (20: 1-10). En este punto los Evangelios tienen varias divergencias, una de ellas tiene que ver con quienes fueron las mujeres que vieron el sepulcro vacío. Como vimos, Juan habla sólo de María Magdalena. Ya Mateo (28:1) identifica dos mujeres: María Magdalena y "la otra" María. Lucas (24-10) habla de María Magdalena, Juana y María, madre de Jacobo "y las demás con ellas, quienes dijeron estas cosas a los apóstoles"; Marcos (16:1) las identifica como María Magdalena, María, la madre de Jacobo y Salomé".

Estas diferencias pueden ser entendidas fácilmente, ya que los cuatro evangelistas que escribieron sobre esto, no fueron testigos oculares. Lo importante es la reacción de los discípulos cuando les llega la noticia. En Juan no se dice nada, pero Marcos, 16:10-11, dice que estaban tristes y llorando y cuando María Magdalena les dice que lo había visto "no lo creyeron".

Esa noche, según Juan (20:19-20) "estando las puertas cerradas" en el lugar donde estaban los discípulos reunidos por miedo a los judíos, vino Jesús"… "y les mostró las manos y el costado, y los discípulos se regocijaron viendo al Señor". En ese momento Jesús, ahora un Maestro Cósmico, "sopló y les dijo: recibid el Espíritu Santo" (20:22).

Un asunto interesante en esos versículos de Juan y que se repite en versículos de los otros evangelistas es que Jesús entró en la sala donde se encontraban los apóstoles, "estando las puertas cerradas".

Para cualquier estudiante de misticismo, eso no causa ninguna extrañeza, pues existe un proceso llamado "proyección", por el cual un ser humano puede mantener su cuerpo físico en determinado lugar y proyectar su conciencia no limitada por su estructura material, a millares de kilómetros de distancia.

El hecho es que el ahora Maestro Cósmico Jesús, precisaba desarrollar sus actividades en un medio más sutil que el físico, medio que no era nuevo y que ya lo habían utilizado los Grandes Avatares del pasado, como Krishna, Buda o Zoroastro. Con todo, los discípulos sabían ser inminente un acontecimiento grandioso (la Ascensión). En efecto, Jesús tuvo varios encuentros con ellos, siendo el más significativo el último, que culmina con su Ascensión.

Jesús precisaba dejar una parte de su Energía Divina para que los doce apóstoles y los restantes discípulos (siendo 120 en total), continuasen Su Obra en la Tierra, mientras Él los estimularía desde lugares más altos.

Juan (1:32-33) coloca en la boca de Juan el Bautista estas palabras: "Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma y permaneció sobre Él(*)… y yo no lo conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre Él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo".

O sea ese bautismo especial ya estaba anunciado. Como quien dice, el bautismo con agua era como una iniciación preliminar, para hacer la cual, el Bautista estaba capacitado, pero después de cierto tiempo, Aquel sobre cuya cabeza el Espíritu Santo descendió, (o sea Jesús), a través de la experiencia que iniciaba, con la incorporación en su cuerpo físico del Principio Cósmico conocido como Cristo, tendrá condiciones de hacer un bautismo más elevado. Es a esto que el Bautista llama, metafóricamente, de bautizar con fuego.

En esa última reunión, Jesús ahora como Maestro Cósmico(*) y poseedor del dominio pleno de la Energía Divina, aún más concentrada, por efecto de su contacto estrecho con El Cristo, infunde en sus discípulos el Espíritu Santo, que había recibido en su bautismo. Ahora Él bautiza con fuego y no más con agua.

Esta infusión del Espíritu Santo, proporciona a los discípulos la identificación que todos los seres humanos espiritualizados procuran: hacerse unos con el Ser Crístico, celebrando el místicamente llamado Casamiento Alquímico, donde la Personalidad perfeccionada y purificada, se disuelve en aquel grandioso Ser.

Lamentablemente, la incomprensión y los intereses materiales fueron vaciando aquel cáliz, a través de las generaciones y El Espíritu Santo se fue escurriendo. Así llegamos al II Concilio de Constantinopla (553 D.C.), donde aquella luz derramada estaba completamente apagada en el candil de los sucesores de Pedro.

Cada tanto, o lo largo de los siglos, algunos "santos" como San Francisco de Assis o San Juan de la Cruz, muestran un Ser Crístico bien despierto. Paralelamente, pensadores inconformados con la pobreza espiritual que la Religión auto-denominada "cristiana" exhibió al mundo, durante varios siglos, llevó al Renacimiento, con un desarrollo vibrante del arte, la filosofía y finalmente la ciencia.

Es muy probable que los místicos mencionados (y otros), así como artistas, filósofos y científicos espiritualizados, sean reencarnación de los discípulos de Jesús El Cristo. Gracias a ellos, la esperanza se mantiene. Pero ahora precisamos entrar en un nivel más alto. Precisamos de un nuevo Impulso Cósmico (ver Capítulo IX).

Es extraño que el discípulo que Jesús amaba (Juan) ignora la Ascensión de Jesús, y Lucas (24:51) la reduce a apenas un versículo corto (24:51): "Y aconteció que bendiciéndolos (a los discípulos), se separó y fue llevado arriba al cielo".

8.4. LA VIDA DESCONOCIDA DE JESÚS

Este es un asunto que no podemos ignorar porque la ortodoxia religiosa lo niega. Tampoco podemos declarar como verdadera, la vida de Jesús (en cuerpo físico), después de su Ascensión. Sin embargo, teniendo un profundo respeto por el Dr. H. Spencer Lewis, haremos una breve reseña, contenido en el Capítulo XVII de su libro: "A Vida Mística de Jesús" (13).

Lewis (13) nos informa que "la Ascensión,(**) fue un acontecimiento totalmente místico y psíquico y no hay en las crónicas originales(***) que confirmen la creencia de que Jesús ascendiera físicamente, o con su cuerpo físico, en medio de una nube, en dirección a los cielos".

De la misma manera que Nicodemo (Juan 3:1-15) interpretó mal el sentido "de nacer de nuevo" en el cuerpo físico, cuando Jesús El Cristo hablaba de "nacer de nuevo", encarnado en otro cuerpo, la "ascensión" o "elevación" que también fue mencionada en Hechos (1:9) "viéndolo ellos (los Apóstoles), fue alzado y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos", tendría un significado espiritual que un estudiante de misticismo puede comprender.

Hay relatos de que grandes Avatares como Krishna, Buda y Zoroastro, entre otros, también fueron llevados por una luz, cuando se elevaban de la Tierra y retornaban al "Cielo". Agrega Lewis (13) que en numerosas crónicas antiguas, esos Avatares ascendían al "Cielo" como término de su misión terrena, pero eso no significaba que esto representase su ascensión en cuerpo físico y tampoco que cesasen su existencia en el plano terrenal.

Esto significaría, ni más ni menos, que el "desaparecimiento" de Jesús de la vista pública, encerrando su vida misionaria como El Cristo, no significaba el fin de su existencia física" (Lewis, 2).

El mencionado autor informa que en los primeros Concilios hubo "franca admisión de que Jesús vivió mismo hasta los 50, 60 o, mismo 70 años de edad"… "Las antiguas crónicas de la Gran Fraternidad Blanca y las conservadas en los archivos rosacruces muestran, con mucha claridad, que Jesús vivió por muchos años, realizando sesiones secretas con los apóstoles, proveyéndolos de doctrinas y enseñanzas que ellos deberían presentar al mundo".

De esas reuniones con los Apóstoles, surgió lo que después se llamó de Iglesia Cristiana. Aquellos, como ya informado, eran galileos y algunos, esenios. Ellos, como miembros de la Gran Fraternidad Blanca, habían usado la cruz como símbolo, originaría del tiempo de Aquenaton, aunque su formato era un poco diferente de la actual(*).

Agrega Lewis 13), que en aquella época, "la cruz no era utilizada como instrumento de suplicio y sí en el sentido místico, sugerido por un cuerpo humano con los brazos extendidos, en actitud de veneración para saludar al sol naciente, porque en esta hora, la sombra que en el suelo proyecta el cuerpo humano, en aquella actitud, adopta la forma de una cruz, y como esa sombra era pasajera e ilusoria, sugería el símbolo del cuerpo humano y de su existencia física".

Posteriormente y antes de la llegada de Jesús El Cristo, se le agregó un segundo elemento de simbología mística: la rosa, que representaba el alma humana, en virtud de su desabrochar gradual.

De esta forma, combinando la rosa con la cruz, se tenía un símbolo extraordinario: la Personalidad del ser humano (rosa), evoluciona a través de un duro pasaje por el mundo físico, poblado de dificultades, sufrimientos y obstáculos (cruz).

El progreso de la rosa superando la materialidad de la cruz, era estimulado por el Ser Crístico (El Cristo Microcósmico); cuando la rosa llegara a su maduración, el hombre entraría en el "Reino de los Cielos" donde sería un ser perfecto.

Así, dice Lewis (2): "la rosa y la cruz se tornaron la imagen de la expresión del Alma, a través de la experiencia física y humana". Varios siglos después, los concilios de los altos obispos de la nueva religión, establecieron que el símbolo del Cristianismo sería la cruz, con el cuerpo crucificado de Jesús. Esta decisión fue rechazada por grupos "herejes", que condenaban ese símbolo, porque él exhibía el suplicio del Redentor. Como eran minoritarios, esos "herejes" fueron exterminados por "los dueños de la verdad", de las formas más crueles que se puede imaginar…

Los apóstoles y otros discípulos de Jesús El Cristo (en número de 120) formaban el círculo interno y ellos se organizaron para llevar la nueva palabra a Jerusalén, Antioquia, Roma y otros lugares, como se informa profusamente en el Nuevo Testamento.

En esas circunstancias, "Jesús perfeccionaba la presentación de las doctrinas y enseñanzas que recibiera cuando El Cristo se le había incorporado, pasándolas a aquel Círculo Interno".

Lewis nos dice claramente que "Los Apóstoles y los Altos Sacerdotes de la Gran Fraternidad Blanca, preservaron la mayoría de aquellos y esos textos preservados forman un extraordinario y admirable tratado sobre leyes metafísicas y espirituales, que tal vez algún día sean traídos a la luz".

Finaliza Lewis (13) diciendo que la transición de Jesús, ocurrió en medio a mucha paz y en la presencia de los miembros de la Fraternidad en el monasterio del Monte Carmelo. Su cuerpo fue depositado en un sepulcro en aquel monasterio, hasta que después pasó a un lugar secreto, sobre la guardia y protección de aquella Fraternidad.

El autor de este texto, no tiene como probar las informaciones de Lewis contenidas en este último ítem, pero ellas son coherentes con las enseñanzas de la Religión Cósmica (ver Bonilla, 7), ahora Religión Crística, que es el título del presente libro. De cualquier manera, no se percibe en esa información, las manipulaciones que los Concilios, durante muchos siglos, impusieron para crear una nueva doctrina, bastante diferenciada de la original.

De cualquier manera, el lector hará su propio juicio y eso es lo que importa, porque el ser humano evolucionado, ya no acepta dogmas de ninguna clase, vengan de donde vengan.

Bibliografía

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(7) BONILLA J.A. El Cambio de Verdad: la Gran Utopía se transforma en Realidad, Montevideo: Nordan. 2006, 254 p.

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(9) WILLIAMSON W. Great Law. Londres: Paperback. 1899, 452 p.

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(23) RAMACHARACA. Cristianismo Místico. San Pablo: Pensamento. 1978, 187 p.

 

 

Autor:

Prof. José Antonio Bonilla Castillo

(Universidad de la República, Uruguay; Universidad Nacional de Tucumán, República Argentina, Universidad Federal de Minas Gerais, Brasil) ?????

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