Descargar

Abraham, el patriarca guerrero (página 3)


Partes: 1, 2, 3, 4

las Siete Terroríficas, [armas] sin par,

le siguieron por detrás.

El héroe llegó al Monte Más Supremo;

levantó la manoel

monte fue aplastado;

la llanura junto al Monte Más Supremo

arrasó después;

en sus bosques, no quedó en pie ni el tallo de un árbol.

Y así, el ataque nuclear, arraso el Espaciopuerto, aplastando el monte en el cual se ocultaban sus controles y asolo la llanura en donde estaban las pistas… Según atestiguan las crónicas, que llevó a cabo Ninurta (lshum).

Entonces, llegó el turno de Nergal (Erra), que dio salida a sus ansias de venganza. Desde la península del Sinaí hasta las ciudades cananeas, Erra las arrasó. Las expresiones utilizadas en la Epopeya de Erra son idénticas a las usadas en el relato bíblico de la destrucción de Sodoma y Gomorra:

Entonces, imitando a lshum, Erra siguió la Calzada del Rey.

Acabó con las ciudades,

en desolación las convirtió.

A las montañas llevó el hambre,

hizo perecer a los animales.

Los versículos siguentes describen la formación de la nueva extensión del Mar Muerto, por la ruptura de la costa meridional, y la eliminación de la vida marina que había en él:

Él cavó a través del mar,

lo dividió en su totalidad.

Todo lo que vive en él,

hasta los cocodrilos

lo marchitó.

Como con fuego abrasó a los animales,

sus cereales convirtió en polvo.

La Epopeya de Erra narra tres aspectos del acontecimiento nuclear: la destrucción del Espacio puerto del Sinaí; la aniquilación (arrasamiento en la Biblia) de las ciudades de la llanura del Jordán; y la brecha del Mar Muerto que trajo como consecuencia su extensión por el sur.

edu.red

Las Siete Terroríficas, [armas] sin par.

Oxford Editions of Cuneiform Texts, vol. VI, publica el conocido K.5001, valioso, por que está en original sumerio y además, es texto bilingüe, donde el sumerio acompaña con traducción, línea por línea, en acadio. Es Indudable que constituye uno de los textos más antiguos sobre este tema; y por sus términos, da la impresión que sirvió como fuente para el relato bíblico, dirigido a un dios cuya identidad no queda clara.

Señor, portador del Abrasador

que quema al adversario;

que aniquiló al país desobediente;

que marchitó la vida de los seguidores de la Palabra Malvada;

que hizo llover piedras y fuego sobre los adversarios.

El Texto de Codorlaomor, que si identifica a los dos dioses por sus epítetos como Ninurta y Nergal, cuenta así:

Enlil, entronizado en la nobleza,

se consumía de furia.

Los devastadores sugirieron el mal de nuevo;

el que abrasa con fuego [Ishum/Ninurta]

y el del viento maligno [Erra/Nergal]

llevaron a cabo juntos su mal.

Los dos hicieron huir a los dioses,

les hicieron huir del abrasador.

El objetivo, de donde hicieron huir a los dioses guardianes, era el Lugar de Lanzamiento:

Lo que se elevó hacia Anu

para lanzar hicieron que se marchitara;

hicieron desvanecerse su superficie,

su lugar desolaron.

Y así, el Espacio puerto, el objetivo por el cual se había llevado a cabo la Guerras de los Dioses sumerios, quedó arrasado; el Monte en el que estaban alojadas las instalaciones de control fue aplastado; las plataformas de lanzamiento se desvanecieron de la faz de la Tierra; y la llanura cuyo duro suelo habían utilizado las lanzaderas como pista, fue arrasada, no quedo ni un solo árbol en pie. Ya no se volvería a ver aquel gran lugar nunca más. Pero la cicatriz sobre la faz de la Tierra que se origino aquel día ¡aun se puede ver hasta ahora!

La inmensa cicatriz, sólo es visible desde los cielos. Fué revelado hace pocos años, cuando los satélites comenzaron a fotografiar la Tierra. Es una cicatriz que los científicos aún no hallan una explicación. Esta gran llanura de la península del Sinaí, cuyo suelo duro, sirvió de escenario para algunas batallas de tanques en la historia reciente, se puede ver en la distancia, las montañas que la rodean en forma ovalada. Las montañas de caliza blanquecina sobre el horizonte, allá donde la gran llanura central se une con la inmensa cicatriz del Sinaí, el tono negro de la llanura, crea un fuerte contraste con la blancura de los alrededores.

edu.red

Pero la cicatriz sobre la faz de la Tierra ¡aun se puede ver en nuestros días!

El negro no es un tono natural de la península del Sinaí, donde la blancura de la caliza y el tono rojizo de la arenisca se combinan con tonos que van del amarillo brillante al gris claro y el marrón oscuro, pero no el negro.

En la llanura central, al nor-noreste de la enigmática y gigantesca cicatriz, el color del suelo es negro, a causa de millones de pedazos de roca ennegrecida, como si una mano gigante lo habría esparcido por toda la región.

No hay explicación para la colosal cicatriz sobre la superficie de la península del Sinaí, observada y fotografiada por los satélites de la NASA. No hay explicación para los pedazos de roca ennegrecida que se esparcen en la llanura central. Ninguna explicación, salvo los versículos de los textos antiguos y la conclusión que expone Zecharia: en tiempos de Abraham, Nergal y Ninurta barrieron el Espacio puerto que había allí con armas nucleares.

Después de las bombas

Por mucho tiempo pensaron que los invasores barbaros habían devastado Ur, la capital de Sumer, pero no hallaron evidencia de tal invasión, entonces se descubrió un texto titulado "Lamentaciones sobre la desolación de Ur", que desconcertó a todos. El texto no lamentaba una destrucción física de Ur, sino de su "abandono": Los dioses que vivieron allí, lo abandonaron, la gente que la habito desapareció, los templos, las casas, los establos estaban intactos, en pie, pero vacios.

Una tormenta, el Viento Maligno, recorrió los cielos.

La radiación se difundio en dirección oeste, con los vientos predominantes del Mediterráneo; poco después, los augurios que predecían el fin de Sumer se hicieron realidad, todo Sumer se convirtió en la postrera víctima nuclear de las bombas detonadas.

La catástrofe que cayo a Sumer a finales del sexto año de reinado de Ibbi-Sin se describe en varios Textos de Lamentación (Largos poemas que lloran el hundimiento de la majestuosa Ur y de los otros centros de la gran civilización sumeria). Estas lamentaciones sumerias, nos recuerdan el bíblico Libro de las Lamentaciones de Jeremías, donde se llora la destrucción de Jerusalén a manos de los babilonios, que llevaron a pensar que las tradujeron de la catástrofe sumeria, y que era el resultado de una invasión, en la cual se enfrentaron tropas elamitas y amoritas.

Cuando hallaron las primeras tablillas de lamentaciones, creyeron que sólo Ur sufrio la destrucción. Pero, con el descubrimiento de más de estos textos, se entendió que Ur no había sido la única ciudad afectada, ni el punto central de la catástrofe. Las lamentaciones, eran similares por el destino de Nippur, Uruk o Eridú, además, algunos textos ofrecían listas de las ciudades afectadas; el mal comenzaba por el sudoeste y se extendía en dirección noreste, abarcando todo el sur de Mesopotamia. Una catástrofe general y repentina había caído sobre todas las ciudades, no en lenta sucesión, como sucede en el caso de una invasión, esta era simultánea, de una vez. Th. Jacobsen (The Reign of Ibbi-Sin) concluyo que los invasores bárbaros no habían tenido nada que ver con tan estremecedora catástrofe.

La desolación de la catástrofe es descrita en versos como éste:

Llevando la desolación a las ciudades,

[llevando] la desolación a las casas;

llevando la desolación a los corrales,

el vacío a los rediles;

ya no hay bueyes en los corrales de Sumer,

las ovejas ya no holgan en sus rediles;

sus ríos corren con aguas amargas,

en sus campos de cultivo crecen las malas hierbas,

en sus estepas crecen plantas que se marchitan.

En ciudades y aldeas, la madre no cuida ya de sus hijos, el padre no dice ya 'Oh, esposa mía'… los pequeños ya no crecen con las rodillas fuertes, ni las niñeras cantan sus nanas… la realeza se ha arrebatado de la tierra.

Evidentemente sobre sumeria, cayó una calamidad, desconocida para el hombre, que nunca antes se había visto, y que no se podía resistir.

La muerte no llego de manos del enemigo; era una muerte invisible, que recorre la calle, que queda suelta en el camino; se yergue junto a un hombre, y sin embargo nadie puede verla; cuando entra en una casa, nadie se entera. No había defensa contra este mal que arrazo el país como un fantasma.

La muralla más alta y los muros más gruesos, son atravesados; no hay puerta ni cerrojo que impida el paso; a través de la puerta, como una serpiente se desliza; a través de las bisagras, como el viento entra, como una inundación

Quienes se ocultaron tras las puertas, fueron muertos dentro; los que se subieron a los tejados, murieron en los tejados; los que huyeron a las calles, murieron en las calles: La tos y la flema debilitaban el pecho, la boca se llenaba de saliva y espuma. Se quedaban mudos y aturdidos, con una maligna parálisis y un dolor de cabeza, sus espíritus abandonaban sus cuerpos. La muerte era espantosa.

La gente, aterrorizada, difícilmente podía respirar;

el Viento Maligno los atenazaba,

no les concedía otro día…

Las bocas se anegaban en sangre,

las cabezas se revolcaban en sangre…

El rostro palidecía con el Viento Maligno.

Esta muerte invisible se originaba en una nube que apareció en los cielos de Sumer y cubrió el país como con un manto extendido sobre él. Cubría al sol con tonos marrones, durante el día, por la noche, luminosa en sus bordes, tapaba la Luna. No era un fenómeno natural. Era una gran tormenta enviada por Anu… había llegado desde el corazón de Enlil. Era el producto de las siete terroríficas armas.

edu.red

Las siete terroríficas armas

Un estallido maligno anunciaba la siniestra tormenta,

un estallido maligno era el precursor ,

de la siniestra tormenta;

poderosa descendencia,

hijos valientes eran los heraldos de la peste.

Los dos hijos de Anu: Ninurta y Nergal, soltaron las siete armas mortales creadas por Anu, arrasándo todo en el lugar de la explosión. Las antiguas descripciones son tan precisas como las descripciones modernas de los testigos de una explosión atómica. Cuando las terroríficas armas fueron lanzadas desde los cielos, hubo un inmenso resplandor: esparcieron impresionantes rayos hacia los cuatro puntos de la tierra, abrasándolo todo como el fuego, dice un texto; en otro, una lamentación sobre Nippur, se recuerda la tormenta, en el destello de un relámpago creada. Después, se elevó en el cielo un hongo atómico, una nube densa que trae la oscuridad, seguido de fuertes ráfagas de viento… una tempestad que abrasa furiosamente los cielos. Más tarde, los vientos predominantes, soplando de oeste a este, se pusieron a difundir el mal en Mesopotamia: las densas nubes que traen la penumbra del cielo, que llevan la penumbra de ciudad en ciudad.

Los textos describen que el Viento Maligno, que llevaba la nube de la muerte, fue generado por gigantescas explosiones en un día para el recuerdo:

En aquel día

cuando el cielo fue aplastado

y la Tierra fue herida,

su faz asolada por el remolino,

cuando los cielos se oscurecieron

y cubrieron como con una sombra…

Nippur recuerda lamentos, como éste:

En aquel día, en aquel único día; en aquella noche, en aquella única noche… la tormenta, en un destello de relámpago creada, al pueblo de Nippur dejó postrado.

El Lamento de Uruk describe la confusión tanto entre los dioses como entre el pueblo.

Los grandes dioses empalidecieron ante su inmensidad» cuando presenciaron los rayos gigantes de la explosión alcanzar el cielo [y] la tierra temblar en su centro.

Cuando el Viento Maligno inició a esparcirse por las montañas como una red, los dioses de Sumer emprendieron la huida de sus amadas ciudades. En el texto conocido como Lamentación Sobre la Destrucción de Ur se hace una relación de todos los grandes dioses y de algunos de sus más importantes hijos e hijas que abandonaron al viento las ciudades y los grandes templos de Sumer. El texto llamado Lamentación Sobre la Destrucción de Sumer y Ur añade detalles dramáticos a esta huida precipitada:

Ninharsag lloraba con amargas lágrimas cuando huyó de Isin; Nanshe gritaba, Oh, mi devastada ciudad, cuando el lugar en donde moraba cayó en la desgracia. Inanna salió apresuradamente de Uruk, navegando en dirección a África en un barco sumergible, lamentándose de haber dejado atrás sus joyas y otras posesiones. En las lamentaciónes por Uruk, Inanna/Ishtar lloraba la desolación de su ciudad y su templo, debido al Viento Maligno que en un instante, en un abrir y cerrar de ojos se había creado en el medio de las montañas, y contra el cual no había defensa alguna.

La confusión reinaba, tanto entre dioses como entre hombres, por la inminente presencia del Viento Maligno. El Lamento de Uruk, escrito años después, las deidades que vivian en Uruk al ver que los leales ciudadanos de Uruk cayeron presa del terror, hicieron sonar la alarma para que la bandonen.

¡Levantaos!, llamaron a la gente en mitad de la noche; huid, ¡ocultaos en la estepa!, les dijeron. Inmediatamente, los dioses y las deidades huyeron por senderos desconocidos.

Así, todos sus dioses evacuaron Uruk;

se mantuvieron lejos de ella;

se ocultaron en las montañas,

escaparon a las distantes llanuras.

El pueblo de Uruk, abandonado al caos, sin dirección ni ayuda, acostumbrados a las decisiones de los dioses, fue presa del pánico, que se apoderó de la muchedumbre en Uruk, su sentido común se distorsionó. Entraron en los santuarios rompiéndo todo, mientras se preguntaban: ¿Donde esta el benévolo ojo de los dioses? ¿Quién provoco todo este pesar y lamento? Sus preguntas no tuvieron respuesta; y, cuando la Tormenta Maligna pasó, los cadáveres del pueblo fue amontonado en pilas… el manto del silencio cayó sobre Uruk.

Después que la tormenta de mal salio de la ciudad, barriendo los campos, Enki entró en Eridú; encontró una ciudad cubierta por el silencio… Sus habitantes yacían amontonados. Los que se salvaron le dirigieron un lamento: ¡Oh, Enki, lloraban, tu ciudad ha sido maldecida, ha sido convertida en un territorio extraño!, y sollozaban preguntándo adonde ir y qué hacer. Aunque el Viento Maligno había pasado, el lugar era inseguro, y Enki se quedó fuera, como si se tratara de una ciudad extraña.

Enki abandono Eridú y llevó a los que habían salido de Eridú al desierto, hacia una tierra hostil; allí, utilizó sus conocimientos científicos para hacer comestible el árbol desagradable.

Desde el extremo norte de la amplia extensión que cubría el Viento Maligno, desde Babilonia, Marduk preocupado le envió a su padre Enki un mensaje urgente, ante la inminente llegada de la nube de la muerte a su ciudad:

¿Qué debo hacer?, preguntaba. El consejo de Enki, que más tarde Marduk transmitiría a sus seguidores, fue que aquéllos que pudieran abandonar la ciudad, lo hicieran, que fueran sólo hacia el norte; similar consejo que le dieron los dos emisarios a Lot, a la gente que huía de Babilonia se le aconsejó no volver ni mirar atrás. También les dijo que no llevaran consigo alimentos ni bebida, pues estos podrían haber sido tocados por el fantasma. Si no era posible la huida, Enki aconsejaba ocultarse bajo tierra: Métete en una cámara bajo la tierra, en la oscuridad, hasta que el Viento Maligno haya pasado.

Mientras partían, vieron la muerte y la desolación. La gente, como fragmentos de cerámica, llenaba las calles de la ciudad; en sus nobles puertas, allí donde iban a pasear, había cadáveres por todas partes; donde se celebraban las fiestas, yacían esparcidos; en sus plazas, donde tenían lugar las festividades de la tierra, la gente yacía amontonada. Los muertos no eran enterrados: los cadáveres, como manteca bajo el sol, se derretían por sí mismos.

Ningal eleva su lamentación por Ur:

Oh, casa de Sin en Ur,

amarga es tu desolación…

¡Oh, Ningal, cuya tierra ha perecido,

haz tu corazón como agua!

La ciudad se ha convertido en una ciudad extraña,

¿cómo se puede existir ahora?

La casa se ha convertido en casa de lágrimas,

hace mi corazón como agua…

Ur y sus templos

han sido entregados al viento.

Todo el sur de Mesopotamia quedo postrado; el suelo y las aguas envenenados por el Viento Maligno.

En las riberas del Tigris y el Eufrates, sólo crecían plantas enfermizas. En los pantanos crecían juncos enfermos que se pudrían en el hedor… En los huertos y en los jardines no había brotes nuevos, y pronto quedaron yermos… Los campos cultivados ya no se araban, ni se plantaban semillas en el suelo, ni canciones resonaban en los campos. En el campo, los animales también se afectaron. En la estepa, quedó poco ganado grande y pequeño, todas las criaturas vivas llegaron a su fin, los animales domesticos, también, fueron aniquilados. Los rediles se han entregado al viento… El ronroneo del giro de la mantequera ya no resuena en el redil… Los corrales ya no dan manteca ni queso… Ninurta ha dejado a Sumer sin leche.

La tormenta aplastó la tierra, lo barrió todo; rugía como un gran viento sobre la tierra, nadie podía escapar; asolando las ciudades, asolando las casas… Nadie recorre las calzadas, nadie busca los caminos. La desolación de Sumer era completa.

Las ciudades sumerias, una tras otra, fueron "abandonadas", sin dioses, sin gente, sin animales. ¿Cuál era la causa? La respuesta al enigma ya lo hemos descrito tal conforme los textos sumerios: Se lo llevo el viento maligno.

Un grupo internacional de siete científicos de diferentes disciplinas publicaron un trabajo titulado "El cambio climático y el derrumbamiento del imperio acadio: evidencias desde el mar profundo", en la revista científica Geology, en su edición de Abril 2,000.

En esta investigación hicieron análisis radiológicos y químicos de antiguas capas de polvo de aquel periodo, tomadas en diversos emplazamientos de Oriente Próximo, principalmente del fondo del golfo de Omán. La conclusión fue, que un inusual cambo climático en las regiones adyacentes al mar muerto, levantó grandes tormentas de polvo, y este polvo (un inusual "polvo mineral atmosférico") fue transportado por los vientos predominantes hacia el sur de Mesopotamia, y más alla, hasta el golfo Persico. ¡El mismo desarrollo del Viento Maligno de Sumer! La datación por radiocarbono de la inusual "precipitación de polvo" llevo a la conclusión de que se debió a "un extraño y dramático evento que tuvo lugar en torno a 4,025 años antes del presente". Eso en otras palabras significa 2,025 a.C.", ¡El mismo 2,024 a.C., que había indicado Zecharia Sitchin!

Para Marduk, la llegada de la nueva era zodiacal, es el error corregido, una profecía cumplida. Pero la destrucción de las ciudades, que no eran parte de ninguna profecía, lo considero, el precio pagado por su encumbramiento. La desolación de Sumer, la huida de sus dioses, la población diezmada, no fue su responsabilidad, en todo caso, los responsables se castigaron por oponerse al destino. La imprevista tormenta nuclear, el Viento Maligno, y su rumbo parecían haber sido dirigido por una mano invisible que venía a confirmar lo que los dioses proclamaban: la era de Marduk, la era del Carnero ha llegado.

edu.red

Ingreso al Templo de Karnak.

¿Había ganador en esta guerra de los dioses?

Evidentemente si, gano Marduk, que se fue a Egipto para escapar de los efectos del viento maligno, donde quedo perennizado su presencia con el cambio de "Era", en el Templo de Dendera donde la lista de las constelaciones zodiacales empieza con Aries (Carnero), mientras que las de Sumer comienzan con Taurus (Toro). También se perennizo con largas hileras de esfinges con cabeza de carnero, que flanquean las avenidas procesionales que se dirigen al templo de Karnak, cuya construcción coincide con el ascenso de Ra/Marduk a la supremacía. También lo llamaron Amon ("El Invisible") por su ausencia cuando eligió a Babilonia en Mesopotamia que fuera su ciudad eterna.

Marduk se convertía en el "Señor", tanto en el cielo como en la tierra. Su destino en el cielo, era el más grande de todos los dioses celestes, y en paralelo con esto, destinado a ser el más grande de los dioses anunnaki en la tierra. El Patriarca Abraham que lucho a órdenes de Enlil, hizo desaparecer la adoración de todos los demás dioses de la familia divina, encumbrando solo a Enlil o Yahveh. Este hecho lo transformo en el progenitor ancestral del monoteísmo que practican judíos, cristianos e islámicos, todos ellos hijos de un mismo padre en su ideología religiosa, pero a la vez, enemigos irreconciliables a través de la historia de la humanidad, que ha costado millones de vidas por reclamarse cada cual como la "verdadera y única religión".

¿Pero que paso con Sumer? Siete años después de que el Viento Maligno asolara Sumer, la vida recomenzó de nuevo en la tierra. Sumer era un país ocupado, por tropas elamitas en el sur y soldados gutios en el norte.

Isin, que nunca había sido capital, fue elegida centro administrativo temporal, y se llevó a un antiguo gobernador de Mari para que dirigiera el país. En los documentos de la época se registra la queja de que a uno que no es de simiente sumeria se le hubieran dado las riendas de Sumer.

Por su nombre semita Ishbi-Erra, era un seguidor de Nergal, y su designación debió formar parte del acuerdo entre Nergal y Ninurta.

Los historiadores denominan a las décadas siguientes del hundimiento de Ur, como la Edad Oscura de la historia de Mesopotamia. Poco se sabe de aquel tiempo difícil. Ishbi-Erra, mejoro la seguridad y restauro por aquí y por allí, intentando solidificar su autoridad secular, despidió la guarnición extranjera que controlaba Ur y, extendió su reinado hasta ella, se proclamó sucesor de los reyes de Ur; pero sólo unas cuantas ciudades rehabitadas, reconocieron su autoridad; un poderoso jefe local de Larsa lo reto, desconociendo su autoridad.

Ishbi-Erra intentó agregar a su poder, la autoridad religiosa central, asumiendo la custodia de Nippur. Levanto los emblemas sagrados de Enlil y Ninurta. Solo Ninurta le dió permiso para esta acción, y los grandes dioses de Nippur siguieron mostrándose fríos y distantes. Busco otros apoyos, Ishbi-Erra nombró a un grupo de sacerdotes y sacerdotisas para restaurar el culto a Nannar, Ningal e Inanna. Pero, los corazones de los súbditos estaban en otra parte.

Los numerosos textos Shurpu (Purificación) encontrados, dicen que Enki y Marduk, utilizando el conocimiento científico de Enki (sus poderes mágicos, a los ojos del pueblo), curaron a los afectados, purificaron las aguas e hicieron que el suelo diera una vegetación comestible de nuevo.

En el medio siglo que siguió, que abarca el reinado de dos sucesores de Ishbi-Erra en Isin, la normalidad volvió al país, poco a poco; la agricultura y la industria se recobraron, y el comercio interno y externo se reanudó.

Cuando pasaron setenta años, el mismo intervalo que se aplicaría después al profanado templo de Jerusalén, no se reconstruyó el templo de Nippur, ello lo hizo el tercer sucesor en el trono de Isin: Ishme-Dagan.

En un extenso poema de doce estrofas dedicado a Nippur, Ishme-Dagan dice que la divina pareja respondió a sus súplicas para restaurar la ciudad y su gran templo, para que el enladrillado de Nippur sea restaurado y las tablillas divinas vuelvan a Nippur.

Hubo gran júbilo en el país cuando se volvió a consagrar el gran templo a Enlil y Ninlil, en el año 1,953 a.C.; y fue entonces cuando se declaro oficialmente habitables de nuevo las ciudades de Sumer y Acad.

El retorno oficial a la normalidad sólo sirvió para reanudar las viejas rivalidades entre los dioses. El sucesor de Ishme-Dagan llevó un nombre que indicaba su fidelidad a Ishtar. Ninurta dio rápido fin a eso, y el siguiente soberano de Isin, el último en llevar un nombre sumerio, sería uno de sus seguidores. Pero las pretensiones de Ninurta sobre el restaurado país no se podía sostener: Después de todo, él había provocado, aunque fuera de forma indirecta, la destrucción de Sumer. Se buscó a Sin para que reafirmara su autoridad; pero los días de su supremacía y de la de Ur habían pasado.

edu.red

Marduk en la Estela del Código de Hammurabi

Y así, por la autoridad con la que estaban investidos, Anu y Enlil aceptaron por fin la reivindicacion de la supremacía de Marduk en Babilonia. Para conmemorar aquella decisión en el preámbulo de su código legal, el rey babilonio Hammurabi dice:

El noble Anu, señor de los

dioses que del Cielo vinieron a la Tierra,

y Enlil, señor del Cielo y la Tierra

que determina los destinos del país,

determinaron a Marduk, el primogénito de Enki,

las funciones de Enlil sobre toda la humanidad;

le hicieron grande entre los dioses que vigilan y ven,

dieron el nombre de Babilonia para que fuera exaltada,

la hicieron suprema en el mundo;

y establecieron para Marduk, en su centro,

una realeza imperecedera.

Babilonia, y después Asiria, crecieron en grandeza. Desaparecio Sumer; pero en una tierra distante, Enlil, el testigo de su legado, pasó de las manos de Abraham e Isaac su hijo, a las de Jacob, aquél al que se le llamaría Isra-El.

Guerreros como Abraham que pelearon "en nombre de dios", tuvieron que continuar con sus vidas y muchos ya no estaban convencidos con sus dioses, que los abandonado, cuando el Viento Maligno llego, "su prioridad era sobrevivir" a cualquier costo y tubo que pasar más de un siglo para que Babilonia (La Ciudad) emergiera en el escenario de la historia como la primera dinastía, como Babilonia (El Estado), cuyo Dios Marduk tutelaba su desarrollo con presencia intermitente entre Babilonia y Egipto.

Abraham tuvo un primer hijo, con una esclava egipcia de nombre Agar, antes que naciera Isaac, Yahveh le prometió ser una gran nación a este hijo llamado Ismael.

edu.red

Agar e Ismael

Enlil /Yahveh cumplió con Abraham y le dio un hijo con Sara contra toda lógica, puesto que ambos ya eran ancianos.

Génesis 21

5 Y era Abraham de cien años cuando nació Isaac su hijo. 

6 Entonces dijo Sara: Dios me ha hecho reir, y cualquiera que lo oyere, se reirá conmigo. 

7 Y añadió: ¿Quién dijera a Abraham que Sara habría de dar de mamar a hijos? Pues le he dado un hijo en su vejez

8 Y creció el niño, y fue destetado; e hizo Abraham gran banquete el día que fue destetado Isaac. 

9 Y vio Sara que el hijo de Agar la egipcia, el cual ésta le había dado a luz a Abraham, se burlaba de su hijo Isaac. 

10 Por tanto, dijo a Abraham: Echa a esta sierva y a su hijo, porque el hijo de esta sierva no ha de heredar con Isaac mi hijo. 

11 Este dicho pareció grave en gran manera a Abraham a causa de su hijo. 

12 Entonces dijo Dios a Abraham: No te parezca grave a causa del muchacho y de tu sierva; en todo lo que te dijere Sara, oye su voz, porque en Isaac te será llamada descendencia.

13 Y también del hijo de la sierva haré una nación, porque es tu descendiente. 

14 Entonces Abraham se levantó muy de mañana, y tomó pan, y un odre de agua, y lo dio a Agar, poniéndolo sobre su hombro, y le entregó el muchacho, y la despidió. Y ella salió y anduvo errante por el desierto de Beerseba. 

15 Y le faltó el agua del odre, y echó al muchacho debajo de un arbusto, 

16 y se fue y se sentó enfrente, a distancia de un tiro de arco; porque decía: No veré cuando el muchacho muera. Y cuando ella se sentó enfrente, el muchacho alzó su voz y lloró.

17 Y oyó Dios la voz del muchacho; y el ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo, y le dijo: ¿Qué tienes, Agar? No temas; porque Dios ha oído la voz del muchacho en donde está. 

18 Levántate, alza al muchacho, y sostenlo con tu mano, porque yo haré de él una gran nación. 

19 Entonces Dios le abrió los ojos, y vio una fuente de agua; y fue y llenó el odre de agua, y dio de beber al muchacho. 

20 Y Dios estaba con el muchacho; y creció, y habitó en el desierto, y fue tirador de arco. 

21 Y habitó en el desierto de Parán; y su madre le tomó mujer de la tierra de Egipto. 

22 Aconteció en aquel mismo tiempo que habló Abimelec, y Ficol príncipe de su ejército, a Abraham, diciendo: Dios está contigo en todo cuanto haces. 

23 Ahora, pues, júrame aquí por Dios, que no faltarás a mí, ni a mi hijo ni a mi nieto, sino que conforme a la bondad que yo hice contigo, harás tú conmigo, y con la tierra en donde has morado. 

24 Y respondió Abraham: Yo juraré. 

25 Y Abraham reconvino a Abimelec a causa de un pozo de agua, que los siervos de Abimelec le habían quitado. 

26 Y respondió Abimelec: No sé quién haya hecho esto, ni tampoco tú me lo hiciste saber, ni yo lo he oído hasta hoy. 

27 Y tomó Abraham ovejas y vacas, y dio a Abimelec; e hicieron ambos pacto. 

28 Entonces puso Abraham siete corderas del rebaño aparte. 

29 Y dijo Abimelec a Abraham: ¿Qué significan esas siete corderas que has puesto aparte? 

30 Y él respondió: Que estas siete corderas tomarás de mi mano, para que me sirvan de testimonio de que yo cavé este pozo. 

31 Por esto llamó a aquel lugar Beerseba; porque allí juraron ambos. 

32 Así hicieron pacto en Beerseba; y se levantó Abimelec, y Ficol príncipe de su ejército, y volvieron a tierra de los filisteos. 

33 Y plantó Abraham un árbol tamarisco en Beerseba, e invocó allí el nombre de Jehová Dios eterno. 

34 Y moró Abraham en tierra de los filisteos muchos días.

Pero su Dios le pidió a Abraham nuevamente otra prueba de fe:

Génesis 22.

1 Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí. 

2 Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré. 

3 Y Abraham se levantó muy de mañana, y enalbardó su asno, y tomó consigo dos siervos suyos, y a Isaac su hijo; y cortó leña para el holocausto, y se levantó, y fue al lugar que Dios le dijo. 

4 Al tercer día alzó Abraham sus ojos, y vio el lugar de lejos. 

5 Entonces dijo Abraham a sus siervos: Esperad aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros. 

6 Y tomó Abraham la leña del holocausto, y la puso sobre Isaac su hijo, y él tomó en su mano el fuego y el cuchillo; y fueron ambos juntos. 

7 Entonces habló Isaac a Abraham su padre, y dijo: Padre mío. Y él respondió: Heme aquí, mi hijo. Y él dijo: He aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto? 

8 Y respondió Abraham: Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío. E iban juntos. 

9 Y cuando llegaron al lugar que Dios le había dicho, edificó allí Abraham un altar, y compuso la leña, y ató a Isaac su hijo, y lo puso en el altar sobre la leña. 

10 Y extendió Abraham su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo. 

11 Entonces el ángel de Jehová le dio voces desde el cielo, y dijo: Abraham, Abraham. Y él respondió: Heme aquí. 

12 Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único. 

13 Entonces alzó Abraham sus ojos y miró, y he aquí a sus espaldas un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos; y fue Abraham y tomó el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. 

14 Y llamó Abraham el nombre de aquel lugar, Jehová proveerá. Por tanto se dice hoy: En el monte de Jehová será provisto. 

15 Y llamó el ángel de Jehová a Abraham por segunda vez desde el cielo, 

16 y dijo: Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo; 

17 de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos. 

18 En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz. 

19 Y volvió Abraham a sus siervos, y se levantaron y se fueron juntos a Beerseba; y habitó Abraham en Beerseba. 

Sara vivió 127 años y cuando murió, Abraham la enterró en Makpela en Canaán, Isaac heredo de Abraham todo, pero las tierras de sumeria y alrededores estaban estériles y las aguas contaminadas.

Génesis 26.

1 Después hubo hambre en la tierra, además de la primera hambre que hubo en los días de Abraham; y se fue Isaac a Abimelec rey de los filisteos, en Gerar. 

2 Y se le apareció Jehová, y le dijo: No desciendas a Egipto; habita en la tierra que yo te diré. 

3 Habita como forastero en esta tierra, y estaré contigo, y te bendeciré; porque a ti y a tu descendencia daré todas estas tierras, y confirmaré el juramento que hice a Abraham tu padre. 

4 Multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo, y daré a tu descendencia todas estas tierras; y todas las naciones de la tierra serán benditas en tu simiente, 

5 por cuanto oyó Abraham mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes.

6 Habitó, pues, Isaac en Gerar. 

Enlil o Yahveh protegía a su fiel servidor Abraham y a su hijo Isaac, por esta razón no permitió que desciendan a Egipto donde reinaba Marduk y les dijo que habiten en Gerar.

Realmente la vida de Abraham fue muy apasionante y polémica, cuyos ecos hasta hoy genera controversia y odios enconados entre los fieles de las religiones monoteístas que instauro.

Los descendientes del patriarca Abraham

Abraham es referido como el arranque o fuente de la religión del Antiguo Testamento cristiano, porque desde los días de Abraham, los hombres se acostumbraron a hablar de Dios como el Dios de Abraham, y no encontramos referirse en la misma forma antes de él. Antes que Abram el sumerio salga de Ur, no existía el pueblo de Israel, tampoco la biblia.

Abraham es así el inicio de la religión de los hijos de Israel por su cercana relación con Yahveh, a causa de su fidelidad, fe y obediencia. Y Yahveh, le prometió hacer de su descendencia grande.

La fe en su Dios fue demostrada cuando dejó Sumeria y viajó con su familia al país desconocido de Canaán. Fue nuevamente probada, cuando estuvo dispuesto a sacrificar a su hijo Isaac, en obediencia al mandato de su Dios.

Es a esta y otras promesas hechas tan a menudo por Dios a Israel, que los escritores del Antiguo Testamento se refieren una y otra vez en confirmación de sus privilegios como el pueblo escogido.

Estas promesas, que se registra haber sido hechas no menos de ocho veces, son que Dios dará la tierra de Canaán a Abraham y su descendencia (Génesis 12: 7); que su descendencia se acrecentará y multiplicará como las estrellas del cielo; que él mismo será bendito y que en él "serán benditas todas las naciones de la tierra" (Génesis 12:3).

Para el cristiano la importancia de Abraham es tal, que el árbol genealógico de Jesus es rastreado por San Mateo hasta Abraham. Aunque en la genealogía de Jesús, según San Lucas, él es señalado como descendiente según la carne no solo de Abraham, Noé y de Adán. No obstante, San Lucas resalta la importancia de los frutos del linaje de Abraham, atribuyéndole todas las bendiciones de Dios sobre Israel por las promesas hechas a Abraham.

Sin embargo quienes no comparten esta interpretación de la biblia, manifiestan que los Judíos no deben imaginarse que tienen derecho a poner su confianza en el hecho de su descendencia carnal de Abraham, sin nada más, para ser considerados el pueblo de dios o hijos de dios, ya que no es a la descendencia carnal de Abraham lo que le atribuye importancia; más bien, es a la práctica de las virtudes atribuidas a Abraham en el Génesis.

Así en Juan 8:39, los judíos, a quienes Nuestro Señor estaba hablando, alardean:

39 Respondieron y le dijeron: Nuestro padre es Abraham. Jesús les dijo: Si fueseis hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais. 

San Pablo, también muestra que él es hijo de Abraham y se vanagloria en ese hecho en 2da. A los Corintios 11:22, cuando exclama:

22 ¿Son hebreos? Yo también. ¿Son israelitas? Yo también. ¿Son descendientes de Abraham? También yo

Y siguiendo la enseñanza de Jesucristo, San Pablo no atribuye demasiada importancia a la descendencia carnal de Abraham; pues él dice

Gálatas 3.

29 Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa.

Nuevamente en Romanos dice:

Romanos 9.

5 de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén. 

6 No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, 

7 ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia.

8 Esto es: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes. 

9 Porque la palabra de la promesa es esta: Por este tiempo vendré, y Sara tendrá un hijo.

10 Y no sólo esto, sino también cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre. 

De manera tal que los cristianos marcan una línea divisoria entre los hijos de Abraham. No olvidemos que su hijo mayor, Ismael que nació de Agar la sirvienta egipcia, se circuncido junto a su padre Abraham en el pacto con su dios y el segundo fue Isaac que nació de Sara y que se salvo, de ser sacrificado a petición de su dios. De estos hijos los cristianos solo reconocen como el pueblo de dios a los descendientes de Isaac, y con ello se incendió la pradera en una guerra que ha cobrado miles de vidas entre los descendientes de Abraham el Patriarca que instauro el monoteísmo, el guerrero que participo en la Guerra de los Dioses conforme a las tablillas sumerias, junto a su dios Yahve (Enlil), quién recompenso su adhesión y fe, bendiciendo su descendencia. "Abraham creyó en el Señor, y el Señor lo tuvo en cuenta en su bendición".

Abraham luego de la muerte de su esposa Sara tomo otra mujer, cuyo nombre era Cetura, que también le dio hijos. Pero Abraham dio cuanto tenía a su hijo Isaac.

Génesis 25.

1 Abraham tomó otra mujer, cuyo nombre era Cetura, 

2 la cual le dio a luz a Zimram, Jocsán, Medán, Madián, Isbac y Súa. 

3 Y Jocsán engendró a Seba y a Dedán; e hijos de Dedán fueron Asurim, Letusim y Leumim.

4 E hijos de Madián: Efa, Efer, Hanoc, Abida y Elda. Todos estos fueron hijos de Cetura. 

5 Y Abraham dio todo cuanto tenía a Isaac. 

6 Pero a los hijos de sus concubinas dio Abraham dones, y los envió lejos de Isaac su hijo, mientras él vivía, hacia el oriente, a la tierra oriental. 

7 Y estos fueron los días que vivió Abraham: ciento setenta y cinco años. 

8 Y exhaló el espíritu, y murió Abraham en buena vejez, anciano y lleno de años, y fue unido a su pueblo. 

9 Y lo sepultaron Isaac e Ismael sus hijos en la cueva de Macpela, en la heredad de Efrón hijo de Zohar heteo, que está enfrente de Mamre, 

10 heredad que compró Abraham de los hijos de Het; allí fue sepultado Abraham, y Sara su mujer. 

11 Y sucedió, después de muerto Abraham, que Dios bendijo a Isaac su hijo; y habitó Isaac junto al pozo del Viviente-que-me- ve. 

12 Estos son los descendientes de Ismael hijo de Abraham, a quien le dio a luz Agar egipcia, sierva de Sara; 

13 estos, pues, son los nombres de los hijos de Ismael, nombrados en el orden de su nacimiento: El primogénito de Ismael, Nebaiot; luego Cedar, Adbeel, Mibsam, 

14 Misma, Duma, Massa, 

15 Hadar, Tema, Jetur, Nafis y Cedema. 

16 Estos son los hijos de Ismael, y estos sus nombres, por sus villas y por sus campamentos; doce príncipes por sus familias. 

17 Y estos fueron los años de la vida de Ismael, ciento treinta y siete años; y exhaló el espíritu Ismael, y murió, y fue unido a su pueblo. 

18 Y habitaron desde Havila hasta Shur, que está enfrente de Egipto viniendo a Asiria; y murió en presencia de todos sus hermanos. 

19 Estos son los descendientes de Isaac hijo de Abraham: Abraham engendró a Isaac, 

20 y era Isaac de cuarenta años cuando tomó por mujer a Rebeca, hija de Betuel arameo de Padan-aram, hermana de Labán arameo. 

21 Y oró Isaac a Jehová por su mujer, que era estéril; y lo aceptó Jehová, y concibió Rebeca su mujer. 

22 Y los hijos luchaban dentro de ella; y dijo: Si es así, ¿para qué vivo yo? Y fue a consultar a Jehová; 

23 y le respondió Jehová: Dos naciones hay en tu seno, Y dos pueblos serán divididos desde tus entrañas; El un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, Y el mayor servirá al menor. 

24 Cuando se cumplieron sus días para dar a luz, he aquí había gemelos en su vientre.

25 Y salió el primero rubio, y era todo velludo como una pelliza; y llamaron su nombre Esaú. 

26 Después salió su hermano, trabada su mano al calcañar de Esaú; y fue llamado su nombre Jacob. Y era Isaac de edad de sesenta años cuando ella los dio a luz. 

27 Y crecieron los niños, y Esaú fue diestro en la caza, hombre del campo; pero Jacob era varón quieto, que habitaba en tiendas. 

28 Y amó Isaac a Esaú, porque comía de su caza; mas Rebeca amaba a Jacob. 

29 Y guisó Jacob un potaje; y volviendo Esaú del campo, cansado, 

30 dijo a Jacob: Te ruego que me des a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy cansado. Por tanto fue llamado su nombre Edom. 

31 Y Jacob respondió: Véndeme en este día tu primogenitura. 

32 Entonces dijo Esaú: He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura? 

33 Y dijo Jacob: Júramelo en este día. Y él le juró, y vendió a Jacob su primogenitura. 

34 Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura.

Por la fe de Abraham, su Dios todopoderoso selló una alianza con el género humano, dicen sus seguidores, y Jesucristo es el cumplimiento de esa alianza dicen los cristianos. El Hijo unigénito del Padre, de su misma naturaleza, se hizo hombre para introducirnos, mediante la humillación de la cruz y la gloria de la resurrección, en la tierra de salvación que Dios, rico en misericordia, prometió a la humanidad desde el inicio.

Y consideran a María como el modelo del pueblo redimido, en camino hacia el cumplimiento de esta promesa universal, porque María es, la que creyó que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor,

Lucas 1.

31 Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS.

32 Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; 

33 y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.

María, hija de Abraham por la fe, además de serlo por la carne, compartió personalmente su experiencia.

Ella, como Abraham, aceptó la inmolación de su Hijo, pero a Abraham no se le pidió el sacrificio efectivo de Isaac, mientras que Cristo bebió el cáliz del sufrimiento hasta la última gota y murió en la cruz. Y María participó personalmente en la prueba de su Hijo, creyendo y esperando de pie junto a la cruz. Era el epílogo de una larga espera.

Las tablillas de arcilla sumerias y acadias, las bibliotecas de los templos babilónicos y asirios, los "mitos" sumerios, egipcios, hititas y cananeos, y las narraciones bíblicas forman el cuerpo principal de la memoria escrita de los asuntos de dioses y hombres. Y por primera vez en la historia, este material disperso y fragmentado ha sido reunido y utilizado, de la mano de estudiosos y eruditos, para recrear el relato presencial de Enki, los recuerdos autobiográficos y las penetrantes profecías de un dios extraterrestre.

Presentado como un texto que hubiera dictado Enki a un escriba escogido, un Libro Testimonial para ser desvelado en el momento apropiado, trae a la mente las instrucciones de Yahveh al profeta Isaías (Siglo VII a.C):

Isaias 30.

8 Ve, pues, ahora, y escribe esta visión en una tabla delante de ellos, y regístrala en un libro, para que quede hasta el día postrero, eternamente y para siempre. 

9 Porque este pueblo es rebelde, hijos mentirosos, hijos que no quisieron oír la ley de Jehová; 

10 que dicen a los videntes: No veáis; y a los profetas: No nos profeticéis lo recto, decidnos cosas halagüeñas, profetizad mentiras; 

11 dejad el camino, apartaos de la senda, quitad de nuestra presencia al Santo de Israel. 

12 Por tanto, el Santo de Israel dice así: Porque desechasteis esta palabra, y confiasteis en violencia y en iniquidad, y en ello os habéis apoyado; 

13 por tanto, os será este pecado como grieta que amenaza ruina, extendiéndose en una pared elevada, cuya caída viene súbita y repentinamente. 

14 Y se quebrará como se quiebra un vaso de alfarero, que sin misericordia lo hacen pedazos; tanto, que entre los pedazos no se halla tiesto para traer fuego del hogar, o para sacar agua del pozo. 

Al tratar el pasado, Enki percibió el futuro. La idea de que los Anunnaki, ejercitando el libre albedrio, eran señores de su suerte -así como de la suerte de la humanidad-, que desembocó, en última instancia, en la constatación de que se trataba del destino, que después de todo lo dicho y hecho, determinaba el curso de los acontecimientos; y, por tanto, como dicen los profetas hebreos, lo Primero será lo Último.

El registro de los acontecimientos dictado por Enki se convierte, así Pues, en el fundamento de la Profecía, y el Pasado se convierte en Futuro.

En las Atestaciones del escriba Endubsar se narra lo siguiente:

Palabras de Endubsar, escriba maestro, hijo de la ciudad de Eridú, sirviente del señor Enki, el gran dios.

En el séptimo año después de la Gran Calamidad, en el segundo mes, en el decimoséptimo día, fui citado por mi maestro el Señor Enki, el gran dios, benévolo creador de la Humanidad, omnipotente y misericordioso.

Yo estaba entre los supervivientes de Eridú que habían escapado a la árida estepa cuando el Viento Maligno se estaba acercando a la ciudad.

Y vagué por el desierto, buscando ramas secas para hacer fuego. Y miré hacia arriba y he aquí que un Torbellino llegó desde el sur. Tenía un resplandor rojizo, y no hacía sonido alguno. Y cuando tocó el suelo, salieron de su vientre cuatro largos pies y el resplandor desapareció. Y me arrojé al suelo y me postré, pues sabía que era una visión divina.

Y cuando levanté mis ojos, había dos emisarios divinos cerca de mí.

Y tenían rostros de hombres, y sus vestidos brillaban como metal bruñido. Y me llamaron por mi nombre y me hablaron, diciendo: Has sido citado por el gran dios, el señor Enki. No temas, pues has sido bendecido. Y estamos aquí para llevarte a lo alto, y llevarte hasta su retiro en la Tierra de Magan, en la isla en medio del Río de Magan, donde están las compuertas.

Y mientras hablaban, el Torbellino se elevó como un carro de fuego y se fue. Y me tomaron de las manos, cada uno de ellos de una mano. Y me elevaron y me llevaron velozmente entre la Tierra y los cielos, igual que se remonta el águila. Y pude ver la tierra y las aguas, y las llanuras y las montañas. Y me dejaron en la isla, ante la puerta de la morada del gran dios. Y en el momento en que me soltaron de las manos, un resplandor como nunca había visto me envolvió y me abrumó, y caí al suelo como si hubiera quedado vacío del espíritu de vida.

Mis sentidos vitales volvieron a mí, como si despertara del más profundo de los sueños, por el sonido de mi nombre al llamarme. Estaba en una especie de recinto. Estaba oscuro, pero también había un aura. Entonces, la más profunda de las voces pronunció mi nombre otra vez.

Y, aunque pude escucharla, no hubiera sabido decir de dónde venía la voz, ni pude ver quién era el que hablaba. Y dije, aquí estoy.

Entonces, la voz me dijo: Endubsar, descendiente de Adapa, te he escogido para que seas mi escriba, para que pongas por escrito mis palabras en las tablillas.

Y de pronto apareció un resplandor en una parte del recinto. Y vi un lugar dispuesto como el lugar de trabajo de un escriba: una mesa de escriba y un taburete de escriba, y había piedras finamente labradas sobre la mesa. Pero no vi tablillas de arcilla ni recipientes de arcilla húmeda. Y sobre la mesa sólo había un estilo, y éste relucía en el resplandor como no lo hubiera podido hacer ningún estilo de caña.

Y la voz volvió a hablar, diciendo: Endubsar, hijo de la ciudad de Eridú, mi fiel sirviente. Soy tu señor Enki. Te he convocado para que escribas mis palabras, pues estoy muy turbado por la Gran Calamidad que ha caído sobre la Humanidad. Es mi deseo registrar el verdadero curso de los acontecimientos, para que tanto dioses como hombres sepan que mis manos están limpias. Desde el Gran Diluvio, no había caído una calamidad tal sobre la Tierra, los dioses y los terrestres. Pero el Gran Diluvio estaba destinado a suceder, no así la gran calamidad. Ésta, hace siete años, no tenía que haber ocurrido. Se podía haber evitado, y yo, Enki, hice todo lo que pude por impedirla; pero, ¡ay!, fracasé. ¿Y fue hado o fue destino? El futuro juzgará, pues al final de los días un Día del Juicio habrá. En ese día, la Tierra temblará y los ríos cambiarán su curso, y habrá oscuridad al mediodía y un fuego en los cielos por la noche, será el día del regreso del dios celestial. Y habrá quien sobreviva y quien perezca, quien sea recompensado y quien sea castigado, dioses y hombres por igual, en ese día se descubrirá; pues lo que venga a suceder, por lo que ha sucedido será determinado; y lo que estaba destinado, en un ciclo será repetido, y lo que fue fruto del hado y ocurrió sólo por la voluntad del corazón, para bien o para mal vendrá a ser juzgado.

La voz cayó en el silencio; después, el gran señor habló de nuevo, diciendo: Es por esta razón que contaré el relato veraz de los Principios y de los Tiempos Previos y de los Tiempos de Antaño; pues, en el pasado, el futuro se halla oculto. Durante cuarenta días y cuarenta noches, yo hablaré y tú escribirás; cuarenta será la cuenta de los días y las noches de tu trabajo aquí, pues cuarenta es mi número sagrado entre los dioses. Durante cuarenta días y cuarenta noches, no comerás ni beberás; sólo esta onza de pan y agua tomarás, y te mantendrá durante todo tu trabajo.

Y la voz se detuvo, y de pronto apareció un resplandor en otra parte del recinto. Y vi una mesa y, sobre ella, un plato y una copa. Y me levan te para ir allí, y había pan en el plato y agua en la copa.

Y la voz del gran señor Enki habló de nuevo, diciendo: Endubsar, come el pan y bebe el agua, y te mantendrás durante cuarenta días y cuarenta noches. E hice como me indicó. Y después, la voz me indicó que me sentara ante la mesa de escriba, y el resplandor se intensificó allí. No pude ver ninguna puerta ni abertura donde me encontraba, sin embargo el resplandor era tan fuerte como el del sol del mediodía.

Y la voz dijo: Endubsar el escriba, ¿qué ves?

Y miré y vi el resplandor que iluminaba la mesa, las piedras y el estilo, y dije: Veo unas tablillas de piedra, y su tono es de un azul tan puro como el cielo. Y veo un estilo como nunca antes había visto, su cuerpo no parece de caña, y su punta tiene la forma de una garra de águila.

Y la voz dijo: Son éstas las tablillas sobre las cuales inscribirás mis palabras. Por expreso deseo mío, se han tallado del más fino lapislázuli, cada una de ellas con dos caras lisas. Y el estilo que ves es la obra de un dios, el cuerpo está hecho de electro y la punta de cristal divino. Se adaptará firmemente a tu mano, y te será tan fácil grabar con él como marcar sobre arcilla húmeda. En dos columnas inscribirás la cara frontal, en dos columnas inscribirás el dorso de cada tablilla de piedra.

¡No te desvíes de mis palabras y mis declaraciones!

Y hubo una pausa, y yo toqué una de las piedras, y sentí su superficie como una piel lisa, suave al tacto. Y tomé el estilo sagrado, y lo sentí como una pluma en mi mano.

Y, después, el gran dios Enki comenzó a hablar, y yo empecé a escribir sus palabras, exactamente como las decía. A veces, su voz era fuerte; a veces, casi un susurro. A veces, había gozo u orgullo en su voz; a veces, dolor o angustia. Y cuando una tablilla quedaba inscrita en todas sus caras, tomaba otra para continuar.

Y cuando fueron dichas las últimas palabras, el gran dios se detuvo, y pude escuchar un gran suspiro. Y dijo: Endubsar, mi sirviente, durante cuarenta días y cuarenta noches has anotado fielmente mis palabras. Tu trabajo aquí ha terminado. Ahora, toma otra tablilla, y en ella escribirás tu propia atestación; y al final de ella, como testigo, márcala con tu sello; y toma la tablilla y ponla junto con las otras en el cofre divino; pues, en el momento designado, los escogidos vendrán hasta aquí y encontrarán el cofre y las tablillas, y sabrán todo lo que yo te he dictado a ti; y que el relato veraz de los Principios, los Tiempos Previos, los Tiempos de Antaño y la Gran Calamidad será conocido en lo sucesivo como Las Palabras del Señor Enki. Y habrá un Libro de Testimonios del pasado, y un Libro de dicciones del futuro, pues el futuro en el pasado se halla, y lo primero también será lo último.

Y hubo una pausa, y tomé las tablillas y las puse una a una en el orden correcto dentro del cofre. Y el cofre estaba hecho de madera de acacia con incrustaciones de oro en el exterior.

Y la voz de mi señor dijo: Ahora, cierra la tapa del cofre y fija el cierre. E hice como se me indicó.

Y hubo otra pausa, y mi señor Enki dijo: Y en cuanto a ti, Endubsar, con un gran dios has hablado y, aunque no me has visto, en mi presencia has estado. Por tanto, estás bendecido, y serás mi portavoz ante el pueblo. Los amonestarás para que sean justos, pues en ello estriba una buena y larga vida. Y los confortarás, pues en el plazo de setenta años se reconstruirán las ciudades y las cosechas volverán a crecer. Habrá paz, pero también habrá guerras. Nuevas naciones se harán poderosas, reinos se elevarán y caerán. Los dioses de antaño se apartarán, y nuevos dioses decretarán los hados. Pero al final de los días prevalecerá el destino, y ese futuro se predice en mis palabras acerca del pasado. De todo ello, Endubsar, a la gente le hablarás.

Y hubo una pausa y un silencio. Y yo, Endubsar, me postré en el suelo y dije: Pero, ¿cómo sabré qué decir?

Y la voz del señor Enki dijo: Habrá señales en los cielos, y las palabras que tengas que pronunciar vendrán a ti en sueños y en visiones. Y, después de ti, habrá otros profetas escogidos. Y al final, habrá una Nueva Tierra y un Nuevo Cielo, y ya no habrá más necesidad de profetas.

Y, entonces, se hizo el silencio, y las auras se extinguieron, y el espíritu me dejó. Y cuando recobré los sentidos, estaba en los campos de los alrededores de Eridú.

Sello de Endubsar, escriba maestro

La historia narrada por las Tablillas: la guerra de los dioses y Abraham

Los teólogos reconocen a regañadientes en la actualidad, que los relatos bíblicos sobre Adán y Eva, el Jardín del Edén, el Diluvio o de la Torre de Babel se basaron en textos escritos milenios antes en Mesopotamia, en especial por los escritos en sumeria. Y éstos, afirman con claridad que obtuvieron el conocimiento de lo acontecido en el pasado, de una época anterior al comienzo de las civilizaciones, incluso anterior al nacimiento de la humanidad: de los escritos de los Anunnaki (Aquellos Que del Cielo a la Tierra Vinieron), los "dioses" de la antigüedad.

Luego de siglo y medio de descubrimientos arqueológicos, en las ruinas de las civilizaciones de Oriente Próximo, se descubrió gran número de tablillas, que revelan la existencia de numerosos libros perdidos. Estos estan mencionados en las tablillas descubiertas, o se infieren a partir de ellos, o se conoce de su existencia por haber sido catalogado en las bibliotecas reales y en la de los templos.

Parte de los "secretos de los dioses" son revelados en los relatos épicos, como la Epopeya de Gilgamesh, que narra el debate entre los dioses, para tomar la decisión de eliminar la humanidad con el Diluvio. El texto titulado Atra Hasis, recuerda el motín de los Anunnaki que trabajaban en las minas de oro, que motivo una propuesta: la creación de los Trabajadores Primitivos, los humanos cuyo destino sería servir a los dioses. Las composiciones, dictadas a un escriba, titulado La Epopeya de Erra, en el que uno de los dos dioses, desencadena la catástrofe nuclear e intenta inculpar a su adversario. En otras escribe el mismo dios, como ocurre con el Libro de los Secretos de Thot (el dios egipcio del conocimiento), que oculto en una cámara subterránea. La Biblia, también narra que Yahveh le dio los Mandamientos a su pueblo elegido, y lo escribió con su propia mano en dos tablas de piedra, que entregó a Moisés en el Monte Sinaí, después Moisés arrojara y rompe estas tablas como respuesta al incidente del becerro de oro; también habla de tablas escritas por Moisés, mientras permaneció en el monte durante cuarenta días y cuarenta noches, tomando el dictado de las palabras de Yahveh.

En un papiro de la época del faraón egipcio Khufu (Keops) se menciona al Libro de los Secretos de Thot, de no haberse conocido esto, no se sabría la existencia de ese libro. Lo mismo ocurre con las narraciones bíblicas del Éxodo y el Deuteronomio, sin las cuales nunca habríamos conocido de la existencia de las tablas divinas ni de su contenido. Son parte de la colección de libros perdidos, cuya existencia no habría salido a la luz, sino se hubieran mencionado en otros.

La Biblia menciona el Libro de las Guerras de Yahveh y del Libro de Jasher (el "Libro del Justo"). Tambien del libro del Toledoth de Adán, traducido el término Toledoth, significa "generaciones", pero es mas preciso el "registro histórico o genealógico". A lo largo de milenios, sobrevivio versiones parciales del Libro de Adán y Eva en armenio, eslavo, siriaco y etíope; el Libro de Henoc (libro apócrifo que no se incluye en la Biblia canónica), que tiene fragmentos, de un libro mucho más antiguo, el Libro de Noé, dicen los expertos.

La historia cuenta que se perdieron los libros de la famosa Biblioteca de Alejandría, en Egipto. Fundada por el general Tolomeo tras la muerte de Alejandro[10]en el 323 a.C., que contenía más de medio millón de "volúmenes", de libros escritos en diversos materiales (arcilla, piedra, papiro, pergamino). Era la gran biblioteca, donde los eruditos se reunían para estudiar el conocimiento acumulado de la humanidad, se quemó y fue destruida en las guerras entre el 48 a.C., y la conquista árabe, en el 642 d.C. Entre sus tesoros quedo una traducción al griego de los cinco primeros libros de la Biblia hebrea, y fragmentos de los escritos de algunos de los eruditos residentes de la biblioteca.

El segundo rey Tolomeo comisionó, hacia el 270 a.C., al sacerdote egipcio que los griegos llamaron Manetón, que recopilara la historia y la prehistoria de Egipto. Al principio, escribió Manetón, sólo los dioses remaron allí; luego, los semidioses y, finalmente, hacia el 3,100 a.C., comenzaron las dinastías faraónicas. Escribió que los reinados divinos comenzaron diez mil años antes del Diluvio y se prolongaron durante miles de años, presenciándose en el último período batallas y guerras entre los dioses.

En los dominios asiáticos de Alejandro, hubo empeño similar por proporcionar a los sabios griegos un registro de los acontecimientos del pasado.

El sacerdote Beroso, del dios babilónio Marduk, con acceso a las bibliotecas de tablillas, cuyo centro era la biblioteca del templo de Jarán (ahora en el sudeste de Turquía), escribió la historia de dioses y hombres en tres volúmenes que comenzaba 432,000 años antes del Diluvio, cuando los dioses llegaron a la Tierra desde los cielos.

En su lista figuran nombres y la duración de los reinados de los diez primeros comandantes anunnaki, Beroso decía que el primer líder, vestido como un pez, llegó a la costa desde el mar. Era el que dió la civilización a la Humanidad, y su nombre pasado al griego, era Oannes.

Encajan muchos detalles, de Beroso y Maneton, que relata de dioses del cielo que llegaron a la Tierra, en un tiempo en que sólo los dioses reinaban en la Tierra antes del catastrófico Diluvio.

En los trozos y fragmentos conservados (en escritos contemporáneos) de los tres volúmenes, Beroso da cuenta específica de la existencia de escritos anteriores a la Gran Inundación, tablillas de piedra que se ocultaron para salvaguardarlas en una antigua ciudad llamada Sippar, una de las ciudades originales que fundaran los antiguos dioses.

Aunque Sippar fue arrasada por el Diluvio, al igual que el resto de las ciudades antediluvianas de los dioses, apareció una referencia a los escritos en los documentos del rey asirio Assurbanipal (668-633 a.C.). Cuando, a mediados del siglo XIX, los arqueólogos descubrieron la antigua capital asiría de Nínive (hasta entonces, conocida sólo por el Antiguo Testamento), hallaron en las ruinas del palacio de Assurbanipal una biblioteca con los restos de alrededor de 25,000 tablillas de arcilla escritas. Coleccionista asiduo de "textos antiguos", Assurbanipal hacía alarde de ello: "El dios de los escribas me ha concedido el don del conocimiento de su arte; he sido iniciado en los secretos de la escritura; incluso puedo leer las intrincadas tablillas en sumerio; entiendo las palabras enigmáticas cinceladas en la piedra de los días anteriores a la Inundación".

La civilización sumeria floreció en el actual Iraq, casi un milenio antes de los inicios de la época faraónica en Egipto, y ambas serían seguidas por la civilización del Valle del Indo, en el subcontinente indio. Los sumeríos fueron los primeros en plasmar por escrito, los relatos de dioses y hombres, de los cuales todos los demás pueblos, incluido los hebreos, obtuvieron relatos de la Creación de Adán y Eva, Caín y Abel, el Diluvio y la Torre de Babel; de las guerras y los amores de los dioses, como se reflejan en los escritos y los recuerdos de los griegos, los hititas, los cananeos, los persas y los indoeuropeos. Todos estos antiguos escritos, atestiguan que sus fuentes fueron aún más antiguas; algunas descubiertas y muchas se perdieron.

Decenas de miles de tablillas de arcilla fueron descubiertos en las ruinas del Oriente Próximo, registros de la vida cotidiana, acuerdos comerciales, salarios de los trabajadores, o registros matrimoniales. Otros, principalmente de las bibliotecas palaciegas, conforman los registros Reales; los descubiertos en las ruinas de las bibliotecas de los templos o en las escuelas de escribas, conforman el grupo de textos canónicos, de literatura sagrada, que se escribieron en lengua sumeria y se tradujeron después al acadio (la primera lengua semita) y, más tarde, a otras lenguas de la antigüedad. Estos escritos primitivos, que se remontan a casi seis mil años, hacen referencia a libros que se han perdido (textos escritos en tablillas de piedra).

Entre los hallazgos de estas bibliotecas, encontraron prismas de arcilla, donde aparece información de diez soberanos antediluvianos y de sus 432,000 años de reinado, información que mencionaba Beroso, y que es conocida como la Lista de los Reyes Sumerios (exhibida en el Museo Ashmolean de Oxford, Inglaterra), sus distintas versiones no dejan duda de que los compiladores sumerios tuvieron acceso a material común o canónico de textos primitivos, junto con otros textos, igualmente antiquísimos, descubiertos en diversos estados de conservación. Estos textos sugieren inequívocamente, que el cronista original de la llegada, así como de los acontecimientos que la precedieron y le siguieron, es de uno de aquellos líderes, un participante clave, un testigo presencial, un anunnaki.

Ese testigo que estuvo presente y participo en los hechos, amerizo con el primer grupo de astronautas anunnaki. Su nombre-epíteto era E.A., "Aquel Cuyo Hogar Es Agua", que sufrió la amarga decepción de que el mando de la Misión Tierra se le diera a su hermanastro y rival EN.LIL ("Señor del Mandato"), una humillación que no quedaría mitigada con la concesión del título de EN.KI, "Señor de la Tierra". Relegado de las ciudades de los dioses y de su espaciopuerto en el E.DIN (Edén), fue enviado para supervisar la extracción de oro en el AB.ZU (África sudoriental). Ea/Enki era, un gran científico, que descubrió a los homínidos que habitaban el Africa. Y, de este modo, cuando se amotinaron y dijeron "¡Ya basta!", los Anunnaki que trabajaban en las minas de oro, fue él que pensó que la mano de obra que necesitaban se podía conseguir adelantándo la evolución genética de los homínidos existentes; y así apareció el Adam (literalmente, "El de la Tierra", el Terrestre). Como híbrido que era, el Adam no podía procrear; pero los acontecimientos de los que hace eco el relato bíblico de Adán y Eva en el Jardín del Edén, dan cuenta de una segunda manipulación genética de Enki, que añadió los genes cromosómicos extras necesarios para la procreación.

Cuando la Humanidad prolifero, resultó incomodo a lo que tenían previsto los anunnakis. Fue él, Enki, que desobedeció el plan de su hermano Enlil, dejar que la Humanidad perezca en el Diluvio, acontecimiento en que el héroe humano recibió el nombre de Noé en la Biblia, y Ziusudra en el texto sumerio original, más antiguo.

Ea/Enki era el primogénito de Anu, soberano de Nibiru, y como tal, versado en el pasado de su planeta (Nibiru) y de sus habitantes. Científico competente, legó los aspectos más importantes de los conocimientos avanzados de los Anunnaki a sus dos hijos, Marduk y Nin-gishzidda (que, como dioses egipcios, eran conocidos allí como Ra y Thot respectivamente).

También jugó un papel trascendental al compartir con la humanidad ciertos aspectos de tan avanzados conocimientos, enseñándoles a individuos seleccionados los "secretos de los dioses".

En dos ocasiones, estos iniciados plasmaron por escrito (tal como se les indicó que hicieran) aquellas enseñanzas divinas como legado de la humanidad. Uno de ellos, llamado Adapa, y probablemente hijo de Enki con una hembra humana, es conocido por haber escrito un libro titulado Escritos referentes al Tiempo, uno de los libros más antiguos que se perdió. El otro, llamado Enmeduranki, fue con toda probabilidad el prototipo del Henoc bíblico, aquel que fue elevado al cielo después de confiar a sus hijos el libro de los secretos divinos, y del cual posiblemente sobrevivio una versión en el extrabíblico Libro de Henoch que genera opiniones muy diversas.

A pesar de ser el primogénito de Anu, Enki no estaba destinado a ser el sucesor de su padre en el trono de Nibiru. Complejas normas sucesorias, reflejo de la convulsa historia de los nibiruanos, daban ese privilegio a su hermanastro Enlil. En el esfuerzo por resolver este agrio conflicto, Enki y Enlil terminaron en una misión en un planeta extraño -la Tierra-, cuyo oro necesitaban para crear un escudo que preservara la cada vez más tenue atmósfera de Nibiru. Fue en este marco, que se complicaba más con la presencia en la Tierra de su hermanastra Ninharsag (El oficial médico jefe de los Anunnaki), cuando Enki decide desafiar los planes de Enlil de hacer que la Humanidad pereciera en el Diluvio.

El conflicto entre ambos hermanastros, afecto a sus hijos y nietos; y el hecho de que todos ellos, y especialmente los nacidos en la Tierra, perdían longevidad, que el amplio período orbital de Nibiru les proporcionaba, incrementó más las angustias personales y agudizó las ambiciones. Todo esto culminó en el último siglo del tercer milenio a.C., cuando Marduk, primogénito de Enki con su esposa oficial, proclamó que él, y no el primogénito de Enlil, Ninurta, debía heredar la Tierra. Este amargo conflicto, desarrollo una serie de guerras, que concluyo con la utilización de armas nucleares, que afecto a toda la civilización sumeria, resultado que no habían planificado.

La iniciación de individuos escogidos en los "secretos de los dioses" dió el inicio del Sacerdocio, el linaje de mediadores entre los dioses y el pueblo, los transmisores de la Palabra Divina a los mortales terrestres. Los oráculos (interpretes de los pronunciamientos divinos) se mezclaban con la observación de los cielos en busca de augurios. Y a medida que la Humanidad fué arrastrada a tomar parte en los conflictos de los dioses, la Profecía comenzó a jugar su papel.

Nabih[11]era el epíteto de Nabu, hijo primogénito de Marduk, que en nombre de su padre exiliado, intentó convencer a la Humanidad de que los signos celestes indicaban la inminente supremacía de Marduk.

Esto llevó a la necesidad de diferenciar "Suerte y Destino". Las promulgaciones de Enlil, y de Anu, que habían sido incuestionables, se veían sujetas ahora al examen de la diferencia entre NAM (el Destino, como las órbitas planetarias, cuyo curso está determinado y no se puede cambiar) y NAM.TAR, literalmente, el destino, que puede ser torcido, roto, cambiado (que era la Suerte o el Hado). Revisando y rememorando la secuencia de los acontecimientos, y el paralelismo aparente entre lo que había sucedido en Nibiru y lo que ocurria en la Tierra, Enki y Enlil comenzaron a ponderar filosóficamente, lo que ciertamente, estaba destinado y no se podía evitar, y el hado que venía como consecuencia de decisiones acertadas o equivocadas del libre albedrio y que no se podían predecir. Las primeras se podían anticipar (especialmente, si eran cíclicas, como las órbitas planetarias) originando sentencias: Lo que fue, volvería a ser. Lo Primero también sera lo Último.

Las consecuencias climáticas y atmosfericas de la destrucción nuclear, de la radiactividad atómica, agudizaron el examen de conciencia entre los líderes de los Anunnaki que llevaron a la necesidad de explicar a las devastadas masas humanas, por qué había ocurrido aquello. ¿Había sido cosa del destino, o había sido el resultado de un error de los Anunnaki? ¿Había algún responsable, alguien que tuviera que rendir cuentas?

En la reunion de los Anunnaki, en víspera de la calamidad, fue Enki el único que se opuso a la utilización de las armas prohibidas. De ahí la importancia que tuvo para Enki, explicar a los supervivientes qué había sucedido en la guerra de los extraterrestres, que a pesar de sus buenas intenciones, había terminado siendo tan destructores. ¿Y quién, sino Ea/Enki, que había sido el primero en llegar y presenciar todo, era el más indicado para relatar el Pasado, con el fin de poder adivinar el Futuro? Y la mejor forma de relatar, era en un informe, escrito en primera persona por el mismo Enki.

Cierto es que hizo una autobiografía, que se deduce por ser un largo texto (se extiende al menos en doce tablillas), descubierto en la biblioteca de Nippur, donde Enki se cita diciendo: Cuando llegué a la Tierra, había mucho inundado. Cuando llegué a sus verdes praderas, montículos y cerros se levantaron a mis órdenes. En un lugar puro construí mi hogar, un nombre adecuado le di. Este largo texto continúa y dice que Ea/Enki asignó tareas a sus lugartenientes, poniendo en marcha su Misión en la Tierra.

Otros textos, relatan diversos aspectos del papel de Enki en los acontecimientos que siguieron, hay una cosmogonía, una Epopeya de la Creación, en cuyo núcleo se halla el texto de Enki, que los expertos llaman La Génesis de Eridú. En el, se incluye descripciones detalladas del diseño del Adán, y cuenta cómo otros Anunnaki, varón y hembra, llegaron hasta Enki, a su ciudad Eridú para obtener de él el ME, una especie de disco de datos donde se hallaban codificados todos los aspectos de la civilización; también hay textos de la vida privada y problemas personales de Enki, como el relato de sus intentos para tener un hijo con su hermanastra Ninharsag, sus promiscuas relaciones tanto con diosas como con las Hijas del Hombre y las imprevistas consecuencias que se derivaron de todo ello. El texto del Atra Hasis arroja luz sobre los esfuerzos de Anu por prevenir un estallido de la rivalidad entre Enki y Enlil, al dividir los dominios de la Tierra entre ellos; los textos registran acontecimientos que precedieron al Diluvio, reflejan casi palabra por palabra los debates del Consejo de los Dioses sobre la suerte de la Humanidad y el subterfugio de Enki conocido como el relato de Noé y el arca, relato conocido sólo por la Biblia, hasta que se encontró una version origina mesopotámicas en las tablillas de la Epopeya de Gilgamesh.

Partes: 1, 2, 3, 4
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente