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El milagro japonés (página 2)

Enviado por Jorge Vai


Partes: 1, 2

Desde 1912 hasta 1926 se prolonga la etapa conocida como era Taisho con Yoshihito al frente del Imperio. Empieza en este momento un cierto sentimiento de predestinación hacia grandes metas políticas y estratégicas, más aún después de la exitosa participación japonesa en la Primera Guerra Mundial (1914 – 1918). Lentamente, la antigua nobleza es desplazada por una clase militar que pugna por ganar espacio. Por otro lado, se incrementa también el poder de los "zaibatsu", es decir los grandes trusts monopólicos que se hallaban en manos de unas pocos grupos económicos como, Mitsui, Mitsubishi, Sumimoto y Yasuda. La Era Taisho fue vital para el desarrollo de la educación del Japón ya que en esta etapa el gobierno practicó la fórmula del desarrollo para su país la cual consistía en tener una población sana y educada, además de un ejército poderoso.

Siguió a Taisho, el período Showa que significa "Paz Ilustrada", nombre que abrazó el príncipe heredero Hirohito al asumir el trono como 124° emperador del Japón. Es en este momento cuando el país se vuelca abiertamente al militarismo que le costaría la vida a más de 3 millones de personas a causa de la guerra en el Pacífico. Toda oposición es eliminada y se implementa un plan de promoción del nacionalismo totalitario en todos los ámbitos de la vida japonesa, teniendo como substractum ideológico a la religión de Estado sintoísta, que preconizaba la lealtad de los súbditos hacia un emperador "divinizado". Este sistema de ideas ya había encarnado en la reforma Meiji. Nos recuerda el Prof. Arthur Tiedemann:

"El sistema de educación y los medios de propaganda utilizados tendían a adoctrinar a los japoneses en los tres dogmas básicos del culto, que son: 1) El Emperador es divino porque (…) es la extensión temporal de los cuerpos y las almas de los grandes antecesores divinos del pasado y, en particular, de los atributos físicos y espirituales de la diosa del Sol… ; 2) el Japón está bajo la especial custodia de los dioses y, por lo tanto, su suelo, su pueblo y sus instituciones son únicos y superiores a todos los demás; 3) la misión divina del Japón es poner al mundo entero bajo un solo techo y de este modo extender al resto de la humanidad las ventajas de estar gobernada por el Emperador". (3)

La guerra, aunque en un principio parecía ganada debido a los resonantes triunfos del adiestrado y disciplinado ejército nipón, con el devenir del tiempo demostró la inutilidad de los esfuerzos que el pueblo había brindado a sus líderes políticos y militares. El mismo, no salía del estupor aquél día 15 de Agosto de 1945 cuando el emperador anunciaba la capitulación incondicional tal y como lo exigía la declaración de Postdam del 26 de Julio, convencido tras los ataques atómicos devastadores, pese a algunas reticencias del grupo militar.

Reinaba un clima singularmente extraño, aunque el sentimiento preponderante era el de sorpresa y duda. Nos evoca Lucien Bianco:

"Se dice – y probablemente es verdad – que el pueblo japonés no comprendió inmediatamente el sentido exacto de los términos de la proclama imperial del 15 de Agosto de 1945, anunciando la capitulación japonesa. Por primera vez en su historia, el Japón era vencido y el extranjero iba a ocupar su territorio. Terrible prueba para un pueblo educado en la invulnerabilidad de su ejército y del carácter cuasi divino de sus orígenes nacionales". (4)

Coincide con esto Whitney Hall, al afirmar que:

"El pueblo también estaba desconcertado, emotiva e intelectualmente, tras haber sido educado en un ambiente de exagerada propaganda bélica y de valor hipernacionalistas, que se habían derrumbado ante la rendición incondicional del Japón". (5)

Luego del anuncio de la capitulación, el Imperio dispuso de quince días para reacomodar su actitud ante los "conquistadores". Durante esas dos semanas de gracia, los funcionarios se dedicaron a borrar huellas que involucraban seriamente crímenes de guerra y documentos secretos que podrían eventualmente comprometer a la cúpula del Estado. No obstante, esto no impidió que los Estados Unidos persiguieran a los responsables de los delitos perpetrados en el transcurso de la conflagración mundial como lo demostraron en Nuremberg, hecho sobre el que volveremos más adelante.

El conflicto ha concluido. De las bocas de las armas ya no se alcanza a ver humo o percibir olor a pólvora, ni carne quemada o gemidos de dolor. Luego de sendos hongos nucleares, un horror jamás visto hasta ese momento, el Emperador optó que su país había completado un ciclo y que un nuevo tiempo se avecinaba. El interrogante más perentorio era su propia figura. ¿Cuál sería el destino de Hirohito? ¿Le atribuirían los ocupantes los errores del pasado, imputándole responsabilidad directa sobre esos tristes sucesos que condujeron al Japón a un final anunciado?

La respuesta es terminante: no y esta negativa tiene un protagonista excluyente, el General Douglas MacArthur. Fue su iniciativa y su espíritu privilegiado que pudieron ir más allá de la coyuntura del momento y eludir así cualquier precipitación desatinada (6). Por otro lado, Para Lucien Bianco:

"El genio del general Douglas MacArthur consistió en comprender en seguida la mentalidad profunda de este pueblo traumatizado, del que sería fácil hacerse aceptar con tal de hacer un llamamiento a sus virtudes fundamentales. (…) Pero supo, sobre todo, comprender la inmensidad del vacío ideológico y político que era urgente colmar si se quería ganar para la democracia a un país engañado por las quimeras militaristas". (7)

El general "conquistador" no sólo preservaría el trono imperial, sino también la estructura misma del Estado japonés y serían los propios japoneses quienes llevarían adelante los asuntos estatales (8). Nos comenta Eto Jun:

"He also adopted the wise system of administerig indirectly through Japan´s existing political and administrative machinery which he had preserved" (9)

El organismo de la ocupación se llamaría "Comando Supremo de las Potencias Aliadas" (S.C.A.P. en sus siglas en inglés) y estaría a cargo del prestigioso general. Sin embargo, esto sería prácticamente un "asunto americano", pues fueron quienes debieron soportar casi la totalidad del peso de la guerra en el frente Pacífico (10).

El S.C.A.P. recibió directivas muy claras provenientes de Washington D.C. y se basaban en tres pilares: desmilitarización, democratización y rehabilitación. Los Estados Unidos prestaron especial atención a los dos primeros en un principio. El imperialismo nipón debía ser liquidado y para ello se dio el primer paso limitando la soberanía del Imperio a través de la supresión de las conquistas bélicas que redujeron el territorio del Imperio a los límites de la Era Meiji y sus cuatro islas: Hokkaido, Honshu, Shikoku y Kyushu. Asimismo se procedió a la destrucción de todo el material de guerra existente, al cierre de las fábricas productoras del mismo cuando no pudieron ser reconvertidas al servicio civil, se suprimieron los ministerios de Marina y de Guerra, se repatriaron más de 6 millones de marinos, militares y civiles japoneses asentados en las áreas conquistadas y finalmente se le dio rango constitucional al desarme absoluto del Estado acorde al art. 9 de la Constitución sancionada en 1947. El mismo reza lo siguiente:

"Aspirando sinceramente a una paz internacional basada en la justicia y el orden, el pueblo japonés renuncia para siempre a la guerra como derecho soberano de la nación, y a la amenaza o al empleo de la fuerza como medio de solucionar las disputas internacionales. Con el fin de realizar el propósito expresado en el párrafo anterior, no se mantendrán las fuerzas de tierra, mar y aire, al igual que cualquier otro potencial bélico. El derecho de beligerancia del estado no será reconocido". (11)

Podemos afirmar que el artículo precedente fue elucubrado por el mismo MacArthur y nos demuestra una vez más el manejo político de este militar – estadista tal y como lo sostiene Tiedemann (12).

Finalmente en lo atinente a este proceso de desmilitarización quedaba pendiente el procesamiento y condena de aquellos responsables de delitos de guerra. Para ello, se creó en Enero de 1946 un tribunal militar internacional análogo al de Nuremberg, siendo condenados a la pena capital a cerca de 25 altos dirigentes, entre ellos, el ex primer ministro Tojo, en 1948. Por otro lado se llevó a cabo una decisiva depuración en el resto de las áreas administrativas y estatales, destituyéndose a unas 200 mil que de una u otra forma cooperaron con el régimen vencido y compartieron sus ideales de expansión totalitaria.

Otro de los pilares en que se basaban las directivas para el Imperio era el de la "democratización". Una de las primeras medidas tomadas en este sentido fue la orden de liberar a todos los presos políticos y asegurar la libertad de palabra y de prensa a todo el pueblo japonés. En Abril de 1946 se eligieron representantes para la conformación de una nueva "Dieta" (Parlamento). La mujer alcanzó el sufragio y se bajó el límite de la edad electoral a los 20 años.

El nuevo Estado japonés necesitaba una nueva Constitución y para ello el S.C.A.P. elaboró un anteproyecto que el Japón aceptó sin vacilaciones. Nos expresa Whitney Hall:

"(…) su aceptación por los japoneses demuestra que éstos se hallaban, en buena medida, preparados para los cambios contenidos en ella. En los años siguientes a 1947 ha resistido diversos intentos de revisión, y su sistema de gobierno se ha revelado adecuado para los japoneses, y ha permitido un más amplio desarrollo del gobierno representativo". (13)

Los tres rasgos primordiales de este instrumento jurídico son: la disminución de la gravitación política de la figura del emperador (14), un sistema parlamentario y la renuncia explícita a la guerra tal y como vimos en el art. 9. Entró en vigor a contar del 3 de Mayo de 1947 y describe detalladamente los órganos representativos de los que disponen los ciudadanos, los derechos y deberes del pueblo, las enmiendas, las finanzas, etc.

La democratización corrió por diferentes carriles. Con el objeto de acelerarla, se llamó a elecciones como se ha visto y reaparecieron los partidos tradicionales, el "Seiyukai" (liberal) y el "Minseito" (Partido del Progreso), ambos conservadores. El Partido Comunista no tuvo relevancia suficiente. Suerte opuesta le cupo al Partido Socialista que logró formar gobierno en la persona de Tetsu Katayama convirtiéndose en el 46° primer ministro del Imperio y primer socialista en ser fungido en ese cargo. Pese a este triunfo socialista, la administración de este partido sería efímera y estamos en condiciones de aseverar que el gran artífice de la recuperación japonesa y de la inserción en el mundo de las naciones democráticas, por parte de la dirigencia local fue el primer ministro Shigeru Yoshida (1878 – 1967). Tenemos entonces a los dos personajes que fueron el combustible necesario para poner en marcha a un nuevo Japón, ya sin influencias militaristas nocivas, MacArthur desde Occidente y Yoshida que interpretaría estos vientos del Oeste y los conduciría por una vía lo suficientemente oriental como para que el pueblo lo aceptara de buen grado(15).

Yoshida fue elegido en varias oportunidades titular de la administración del Japón. Su mérito radica en la inteligente relación que planteó respecto a los ocupantes. Impulsó una alianza directa con los Estado Unidos y así depositar los "superfluos" costos de la defensa en el país vencedor reorientando las fuerzas internas del país hacia actividades verdaderamente productivas. Esta política de Estado permitió al nuevo Imperio "invadir" al mundo décadas más tarde, pero no ya con armas, sino con productos manufacturados, productos que aún hoy apreciamos por su diversidad y calidad, desde automotores hasta electrónica de avanzada.

Una efectiva democratización no puede sobrevivir sólo con la convocatoria regular a elecciones. Los cambios en las instituciones políticas debían ser acompañados por cambios sociales y educativos. Este punto lo comprendieron perfectamente tanto las autoridades del S.C.A.P. como los nativos del Sol Naciente. La democratización debe partir básicamente de las mentes, especialmente de las más jóvenes. La democratización ergo, apuntó al sistema educativo desde los primigenios instantes posteriores a la capitulación. Nos cuenta Bianco:

"Desmovilizado de hecho, el Japón tendría también que ser desmovilizado de espíritu (…); extirpar de la escuela y la universidad todo espíritu totalitario (…). Tradicionalmente, antes de la guerra, los libros de clase utilizados en las escuelas y los institutos japoneses eran elegidos por el Estado en función de su conformismo, sin que en ningún momento se tomara en cuenta la personalidad de los alumnos; el espíritu del nuevo sistema fue justamente lo contrario: no perder nunca de vista el carácter de cada alumno y de su medio". (16)

Se introdujo un sistema escolar subdividido en períodos de seis, tres, tres y cuatro años que culminaría en un programa preuniversitario. Se crearon asociaciones de padres y profesores y en general se suavizó el clima de las aulas. Se estaban dando grandes pasos en este sentido.

¿Qué hacer con la religión de Estado, el sintoísmo? Éste había jugado un papel negativo en las relaciones del Japón con el resto del mundo y era urgente restarle el poder que hasta ese momento disponía. Por orden del 15 de Diciembre de 1945, el gobierno del Japón debía retirar todo apoyo a los templos sintoístas y eliminar su enseñanza de las escuelas y del mismo modo amputar la idea de una supuesta superioridad del gobernante japonés por sobre los demás y de los japoneses por sobre el resto de los pueblos del planeta, evitando nuevamente la fascinación de un "destino manifiesto", perjudicial, irracional y autoritario(17).

Por fin, nos vemos compelidos a reseñar el curso que desarrollaron las actividades económicas desde la rendición hasta su despegue definitivo. Japón era un país completamente devastado y agredido por bombas convencionales y no convencionales. Era el panorama era desolador y sólo se alcanzaban a ver despojos, edificios humeantes o caminos destruidos. Hall nos dibuja un cuadro poco alentador:

"El Japón era materialmente un país arruinado. Más de dos millones de inmuebles completamente destruidos; el 40 por 100 de las zonas urbanas, totalmente paralizadas; una red de comunicaciones, pulverizada: una producción industrial que, en 1945 – después de haberse duplicado de 1930 á 1941 –, sólo representaba la séptima parte de lo que era al principio de la guerra". (18)

¿Qué debía hacerse en este campo? Las autoridades del S.C.A.P. y MacArthur creyeron que la solución era abrir un frente de combate contra ciertos males endémicos de la economía nacional como, verbigracia, la existencia de esos grupos económicos "zaibatsu", que tendían, dada su naturaleza de "trust" a la concentración de la riqueza en manos de unas pocas familias, con prácticas evidentemente oligopólicas. Además se debía trazar una coherente reforma agraria y así alejar cualquier aspiración comunista o filocomunista(19) sin olvidar la reforma sindical que aguardaba su turno.

A los zaibatsu se los controló relativamente con leyes tendientes a deducirles el poder que ostentaban. Una comisión liquidadora de las compañías que poseían el bloque mayoritario de las acciones entregaron éstas a la comisión mencionada a cambios de bonos no negociables en diez años. Otra medida consistió en prohibir a los miembros de una familia zaibatsu, asociarse con cualquiera de sus empresas anteriores, durante el transcurso de una década. Era un plan antitrust que surtió efectos parciales y no obtuvo una victoria concluyente.

"Tierra para el que la trabaja", podría rotularse el eslogan con el cual las autoridades de ocupación encararon el problema de la tenencia de la tierra y que en otro sitios y en otros continentes, como el Méjico de Porfirio Díaz y Zapata, la Rusia de los Zares y Lenin o la más cercana China de Mao, llevaría a una revolución social que daría por tierra con el sistema socioeconómico predecesor. Japoneses y estadounidenses trabajaron mancomunadamente en este delicado tema y "cosecharon" un éxito más allá de lo proyectado. En qué consistió, lo expone Hall:

"El 21 de Octubre de 1946 se promulgaba la ley que definía la nueva reforma agraria. Todo propietario absentista estaba obligado a vender al gobierno la totalidad de sus tierras cultivadas; el propietario que no explotara la tierra, pero que residiera en ella, sólo podía conservar una hectárea (excepcionalmente cuatro en el Hokkaidö), pasando también el resto al gobierno; sólo los propietarios que explotaran sus tierras estaban autorizados a conservar la tierra que cultivaban por ellos mismos, a la que podían añadir una hectárea para arrendar, sin que la totalidad pudiera sobrepasar las tres hectáreas (excepcionalmente 12 en el Hokkaidö). (…), en general la reforma agraria fue efectivamente aplicada. A finales de 1948, dos tercios de los campesinos eran propietarios y las tres cuartas partes de las tierras pertenecientes anteriormente a propietarios acomodados habían pasado a manos de colonos". (20)

Pero la reforma implicaba una contradicción fundamental: si la regla de oro sacrosanta del capitalismo era la deificación de la propiedad privada, ¿cómo era violada sistemáticamente en el ámbito rural nipón? Estamos en condiciones de manifestar abiertamente que existió en todo momento una tensión cuasi pendular entre los deseos liberales de Estados Unidos y el conservadurismo nativo y entre el intento de vigorizar las fuerzas interiores sin caer en las redes del comunismo. Para esta curiosa dialéctica, las síntesis superadoras en cada caso, resultaban eclécticas o al menos muy sui generis.

En vinculación al movimiento sindical, se prescribió en Diciembre de 1945 la libre agremiación de los trabajadores japoneses, de tratar convenios colectivos y el derecho inalienable de declarar huelgas. De esta manera el movimiento obrero cobró fuerzas en muy poco tiempo(21).

Todo lo expuesto hasta ahora nos ha guiado para constituir un ligero esquema en torno a los motivos por los cuales el Japón se convirtió con el correr del tiempo en una de las actuales potencias económicas y políticas del mundo, siendo integrante actual del Grupo de los Ocho y la segunda economía más grande del orbe luego de Estados Unidos.

A manera de conclusión:

Este pueblo disciplinado y ordenado jerárquicamente por siglos, aprendió en la praxis la inutilidad de la guerra y los beneficios de la paz. Una paz comprada con la sangre de cientos de miles de japoneses y de occidentales que ofrendaron sus vidas en la conflagración que se llevó más de 50 millones de vidas. El crecimiento del otrora Imperio autoritario Showa tuvo sus adalides como MacArthur o Yoshida, pero sin el apoyo de cada súbdito japonés y su tan particular modo de ser, cualquier intento externo por reformar a la sociedad hubiera sido tan vano como "arar en el mar" parafraseando al Libertador Simón Bolívar, como les fue infructuoso a los británicos transformar a la sociedad indostana a modo de ejemplo. Luego de la firma del Tratado de Paz de 1951 con el país ocupante y otras 47 naciones, el Japón, el nuevo Japón, se vio en la coyuntura adecuada para el inicio de su viaje hacia un destino en el que, en realidad, no se vislumbra un final, sino, largos años de crecimiento, pese a los vendavales financieros que ocasionalmente pudieran oscurecer el horizonte. Es irrefutable que el capital más importante que poseía, posee y poseerá el Imperio del Sol Naciente es el mismo pueblo japonés…

Bibliografía consultada

  • BENEDICT, Ruth. El crisantemo y la espada; Patrones de la cultura japonesa. Madrid, Alianza, 2006.

  • BIANCO, Lucien. Asia contemporánea. Buenos Aires, Siglo XXI, 2002. (Colección Historia Universal Siglo XXI, v. 33).

  • DE SALIS. J. R. Historia del mundo contemporáneo. Madrid, Guadarrama, 1961. V.3.

  • ETO, Jun. A nation reborn; a short History of Postwar Japan. Tokio (Japan), International Society for Educational Information, 1974.

  • HALL, John Whitney. El Imperio japonés. Buenos Aires, Siglo XXI, 2002. (Colección Historia Universal Siglo XXI, v. 20).

  • TIEDEMANN, Arthur E. Breve Historia del Japón moderno. Buenos Aires, El Ateneo, 1965.

edu.red

 

 

 

Autor:

Patricia A. Flores

2008

Enviado por:

JorgeVai

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