Pero su conducta es algorítmica. El principio de funcionamiento de la actividad del mono es muy simple: la actividad exterior se transforma en actividad interior (es decir, psiquismo), y ésta, a su vez, en actividad exterior. Se puede esquematizar de la forma siguiente:
Estímulo exterior – actividad interior – respuesta exterior
Se supone que el estímulo exterior es el conjunto de factores que intervienen en la configuración del psiquismo. Aquí hay que incluir desde los elementos materiales (palo, mango, etc.) que intervienen en la actividad, como la necesidad fisiológica (apetito, etc.). El estímulo exterior es el complejo (sistema) de circunstancias que intervienen en la motivación de la actividad interior. La actividad interior es la operación representatorial en la cual se proyecta psíquicamente, como actividad intelectual, lo que después el mono realizará en la realidad. El mono se representa el palo tumbando el mango y comiéndoselo. No hay porqué suponer que esta actividad psíquica se diferencia radicalmente de la actividad psíquica representatorial del hombre. Lo que llamamos imaginación en el hombre coincide (elementalmente) con el psiquismo del mono. Lo que el hombre añade al psiquismo no es la facultad de la representación, la facultad de la imaginación, sino el operar con otros signos, es decir, con los signos del lenguaje articulado, y el hacerlo lógicamente.
Al mismo tiempo, en el hombre el principio de funcionamiento de su actividad es totalmente distinto. Es evidente que la actividad exterior, que se obtiene como respuesta a la actividad interior (de la actividad de la mente), es la consecuencia de la idea que el hombre establece como principio rector de su conducta, es decir, el principio rector de la conducta del hombre es la idea de lo que el hombre quiere hacer. Según Marx, "el obrero no se limita a hacer cambiar de forma la materia que le brinda la naturaleza, sino que, al mismo tiempo, realiza en ella su fin, fin que él sabe que rige como una ley las modalidades de su actuación y al que él tiene que supeditar su voluntad.
Mientras permanezca trabajando, además de esforzar los órganos que trabajan, el obrero ha de aportar esa voluntad consciente del fin a que llamamos atención" (4). "En el animal (y también en el nivel inferior del hombre) la necesidad actúa de manera directa y la vivencia emocional se corresponde con el objeto externo. De manera específica en el hombre la necesidad es mediada por la conciencia, en el fin o proyecto, en los valores y convicciones del sujeto" (5) Esta voluntad consciente, esta atención, esta mediación es, no otra cosa, que la dialéctica de la realización de la idea.
De modo que la idea de lo que se quiere hacer es el móvil inmediato de la conducta humana. Y se trata del móvil inmediato, nada más que del inmediato. El hombre, para actuar, parte de móviles ideales. No importa que estas ideas se entiendan de distintas maneras: como ideas totalmente conscientes o como "instintos libidinosos" (como S. Freud) o como cualquier otra cosa. El resultado siempre es el mismo: el hombre para actuar parte de sus ideas.
En este punto (en los dos elementos finales de la cadena), la actividad del hombre coincide, en parte, con la modalidad de la actividad del animal superior. En el animal la actividad psíquica conduce a la respuesta exterior; en el hombre, es la idea (actividad interior) la que conduce a la respuesta exterior (conducta). Es evidente que la actividad psíquica interior es el móvil en ambos casos de la respuesta exterior. Lo que diferencia al hombre del animal superior está, entonces (por ahora), en el primer elemento de la "cadena".
Claro que en el animal no hay idea, pero hay actividad intelectual. Este es un punto de diferencia entre el animal y el hombre, pero no es sustancial aquí (por ahora). Lo que es sustancial es que el hombre para actuar no parte del estímulo exterior, al menos inmediatamente. En la actividad psíquica del hombre hay autonomía. Por ejemplo, un hombre puede sentir apetito y estar leyendo un libro. En este punto, la conducta (leer un libro) no es la respuesta directa del estímulo exterior (la necesidad de alimentarse). Es la respuesta a la idea de leer un libro. ¿Cómo es que el hombre puede regular su conducta, tomar decisiones, a partir de ideas sin tomar directamente en cuenta el estímulo exterior?
Es casi aceptado por todos que la personalidad regula la actividad de cada individuo, su conducta (6), Se entiende por personalidad –según el soviético Platonov- al hombre portador de la conciencia (7). Puede definirse, además, como la conciencia social somatizada en un individuo, es decir, el conjunto de ideas hechas soma. Comúnmente se define la actividad del hombre como el proceso de interacción consciente de éste con la realidad, originado y dirigido por la necesidad y su satisfacción (6). Esta definición necesita ser aclarada. En primer lugar, será una conducta propiamente dicha cuando los fines son concientes, aunque pudiera ser inconsciente la necesidad. Cuando no hay conciencia del fin que se quiere lograr, no puede haber autorregulación de la propia conducta y, entonces, estamos en presencia de una "conducta impulsiva" –regulada únicamente por las emociones, como la ira- y no la actividad propiamente dicha. De modo que llamamos conducta o actividad propiamente humana a la que es consciente, es decir, causada por fines prefijados, intencionados previamente (6). En segundo lugar, la necesidad no puede ser tal que transforme la conducta en "conducta animal", es decir, que nuble la razón y ciegue los sentidos. La conducta tiene que ser autorregulada. Es autorregulada porque el hombre es capaz de elegir los medios y métodos para cumplir el plan deseado, así como ir modificando sus acciones para vencer obstáculos y dificultades a fin de lograr sus metas (6). Y en tercer lugar, la conducta tiene que ser libre, es decir, sin el apremio de la necesidad. En otras palabras, interesa como conducta humana en la medida en que es independiente relativamente de la necesidad. De lo contrario se transforma en conducta animal.
Si la conducta humana está regida ciegamente por la necesidad, entonces el esquema de conducta humana coincide con la animal. Se reduce al hecho de que el estímulo exterior (en otras palabras, la necesidad) provoca la actividad psíquica interior, y ésta a su vez la respuesta exterior. La conducta humana es tal en el sentido de que es libre de la necesidad, al punto que podemos hacer abstracción de esta necesidad. Desde este punto de vista, la necesidad y su satisfacción se establece en la conducta humana en última instancia, es decir, como un (entre tantos) fin último de la conducta. Pero mientras la necesidad no acucia al hombre, mientras hay capacidad de autonomía con relación a esta necesidad, la conducta humana será puramente "lúdica". Por eso es que podemos leer un libro mientras sentimos apetito. Si queremos estudiar la conducta humana debemos hacer abstracción de la necesidad, al menos en su sentido inmediato.
Es un punto de vista difundido en la literatura el que para explicar la regulación de nuestra conducta se divide, comúnmente, el sistema de la personalidad en varios subsistemas. Estos pudieran ser (6):
– imagen del mundo: resultado del proceso cognitivo, que da una comprensión del mundo. Este conocer pasa a formar parte de nuestra personalidad y es lo que llamamos imagen del mundo. La imagen del mundo se compone de ideas, opiniones, criterios, convicciones e ideologías que posee cada sujeto sobre el significado de las cosas.
– auto imagen: es la imagen que tenemos sobre nosotros mismos, tanto la ideal (como queremos ser) como la real (como creemos que somos), recoge la auto estima y las valoraciones sobre lo que nos perjudica o nos ayuda y favorece.
– sentido personal: es el sistema de respuestas "afectivas" del sentido que tiene para nosotros las cosas
– motivación: impulso que sufre el hombre para realzar actividades que satisfacen necesidades. Las necesidades crean tensiones psicológicas que requieren de objetos para ser satisfechas. Comprende tanto las motivaciones biológicas como las sociales.
– cualidades volitivas: comprende la independencia, la firmeza, la perseverancia y el autodominio, entre otros elementos. La independencia (contrario a la dependencia) es la capacidad de tomar decisiones y ejecutar acciones por sí mismo. La firmeza (contrario de indecisión) se manifiesta cuando el hombre adopta sin vacilación sus decisiones y las lleva a cabo. La perseverancia está dada por la constancia con que se lleva a cabo el plan de acciones trazado por el sujeto. El autodominio consiste en que el sujeto es capaz de dominar su propia conducta, lo que resulta imprescindible para enfrentar con éxito los obstáculos.
Este enfoque de la regulación de la conducta (por parte de la personalidad) parte del supuesto de que la personalidad tiende a mantener el equilibrio, en una estrecha interrelación de estos subsistemas (6). Supuestamente, la modificación de cualquiera de ellos (de los subsistemas) obliga a los demás a buscar un nuevo equilibrio, lo que quiere decir que continuamente se influyen y modifican unos a otros. Desde este punto de vista, se refuerzan conductas que producen placer o satisfacción y se modifican cuando producen displacer (6). Según este criterio, es en la toma de decisiones donde mejor puede ejemplificarse la interrelación dialéctica de estos subsistemas. Este punto de vista afirma que son la imagen del mundo, la imagen personal, el sentido personal, la motivación y los estados volitivos los que dan la razón, sentido y motivo a la toma de decisión que vamos a hacer (6).
Como puede apreciarse, este enfoque de la regulación de la conducta (por parte de la personalidad) es, en parte, "biologisista". Parte del supuesto de que la personalidad es como un "organismo" que busca el equilibrio, a partir de la antítesis "placer-displacer", como una especie de "tropismo" (al estilo del fototropismo, geotropismo, etc.), sin ver que el proceso de la conducta es un proceso puramente ideal. Este enfoque, intenta explicar la conducta a partir de conceptos de la "biología". La regulación de la conducta hay que explicarla en el plano ideal.
Para regular la conducta, en el plano ideal, el hombre dispone de varios recursos, es decir, de varias estructuras de conciencia. Son el funcionamiento de las estructura de conciencia, en su interrelación, las que regulan la conducta. Si el hombre para actuar parte de sus ideas, es de esperar que sea el funcionamiento ideal de la conciencia el que regula la conducta, una vez que este funcionamiento ideal es el que produce la idea, que es el plan o proyecto de la acción.
Es imposible, aquí, enumerar todas estas estructuras de conciencia que intervienen en la regulación de la conducta. Pero podemos destacar las más importantes. Entre éstas tenemos: la voluntad, la razón, la cosmovisión, la motivación, el contacto con la realidad y el foco de conciencia. Con el uso, entre otras, de estas estructuras de conciencia el hombre evoca una idea y regula su conducta exterior a tenor de ella (de la idea).
El contacto con la realidad, es decir, el contacto entre la realidad exterior (realidad objetiva) y la realidad interior (realidad subjetiva), es una estructura de conciencia, a la par que una idea más. Todas las estructuras de conciencias son ideas somatizadas en el "cuerpo" de la psiquis (La conciencia no puede ser reducida a psiquismo. La psiquis es material; la conciencia, ideal). Este contacto con la realidad es el que posibilita que la necesidad exterior a la conciencia (necesidad fisiológica, biológica, social, espiritual, etc.) determine, en ocasiones, el contenido de la conciencia y, en particular, el del foco de conciencia.
Si no fuera por el contacto con la realidad, el pensamiento se perdería a sí mismo (se transformaría en autista, en ensimismado, etc.). Al mismo tiempo, el contacto con la realidad posibilita que el pensamiento (entiéndase por pensamiento, preliminarmente, a la actividad de la conciencia) se aparte relativamente de la realidad exterior (objetiva) y se vuelque hacia la actividad interior (subjetiva), creando un discurso relativamente independiente, discurso que el contacto con la realidad se encarga continuamente de corregir y de mantener en los límites de objetividad, de realidad, de terrenalidad.
De modo que en el hombre entre el estímulo exterior a la conciencia (realidad objetiva) y la actividad interior (realidad subjetiva) media el contacto con la realidad. Esquemáticamente, podemos representar esta lógica de la siguiente forma:
Estímulo exterior – contacto con la realidad- actividad interior – conducta
El foco (del latín "focus": hogar, fuego) de conciencia es la estructura de la mente que concentra la actividad pensante hacia una idea, que es rectora y centro de gravedad del pensamiento. Es el punto de convergencia o centro principal de la conciencia, es la idea o el complejo de ideas que es el "hogar" de lo que se está pensando. En el foco de conciencia hay que distinguir dos cosas: la estructura de conciencia que centra las ideas y la idea centrada como foco de conciencia. Pero como lo uno no puede existir sin lo otro (el foco de conciencia no puede existir sin la idea que focaliza, y la idea focalizada no puede existir sin la estructura que la focaliza), entonces se puede decir que son una y la misma cosa o el complejo de ambas. El foco de conciencia es lo que da plena autonomía a la conciencia, es lo que le da plena independencia relativa de la actividad exterior. Gracias al foco de conciencia la mente puede disociarse del mundo objetivo y crear un discurso interno, donde una idea es evocada tras otra, creando una secuencia de pensamientos del cual emerge una idea, que es el móvil inmediato de la conducta.
Desde este punto de vista, entre la actividad psíquica interior (actividad subjetiva) y la conducta exterior media el foco de conciencia. Esquemáticamente, podemos representar esta mediación de la forma siguiente:
Estímulo -Contacto con la realidad -Actividad interior -Foco de conciencia -Conducta
El contacto con la realidad y el foco de conciencia forman un par dialéctico. El uno se realiza en la negación del otro, y el uno existe en virtud de su relación con el otro. Es decir, a la par que se niegan; se presuponen. Por otra parte, son las mediaciones más significativas que encontramos en el hombre entre el estímulo exterior, el psiquismo y la conducta exterior. En el animal superior no hay mediación; en el hombre, la actividad es mediatizada por estas dos estructuras.
Pero la actividad interior, de la cual el contacto con la realidad y el foco de conciencia forman (en una proporción importante) parte, no puede existir a plenitud, al mismo tiempo, sin el concurso de otras estructuras de conciencia, en particular sin la participación de la razón, la voluntad, la cosmovisión y la motivación. Son muchas las estructuras de conciencia que participan en la configuración de la actividad interior, es decir, en la actividad pensante. Podemos hacer una lista lo suficientemente larga. Pero, por esta misma razón, debemos abreviarla.
Así, por ejemplo, la imagen del mundo, la auto-imagen y el sentido personal (de las cuales se hablaba más arriba) pueden considerarse como componentes de la cosmovisión. El sentido personal, que recogía formas afectivas, es, a la vez, conocimiento. Por eso, puede incluirse, en parte, en la cosmovisión. Al mismo tiempo, en calidad de forma afectiva, el sentido personal puede ser incluido, también, en la motivación. En la razón entra no solo el componente lógico formal, sino también la lógica de contenido, el aspecto lógico-sustancioso. Y entran en ella el resto de las facultades intelectuales, tales como la capacidad de la Conceptualización, del enjuiciamiento, del raciocinio, etc. En la voluntad entran las cualidades, como vimos, de la firmeza, de la independencia, de la perseverancia, del auto-dominio. Y entran las facultades del querer, del rehusar, etc. En la motivación se incluye, entre otras cosas -como vimos-, los impulsos y las tensiones que mueven a la satisfacción de necesidades. Se llama comúnmente motivación a la carga afectiva que nos producen los objetos que nos satisfacen las necesidades (6), tanto las biológicas como las sociales, tanto las materiales como las espirituales. Por ello, en la motivación entran todos los estados afectivos.
La voluntad y la razón forman un par dialéctico. Se niegan y excluyen mutuamente, a la par que se presuponen. No es necesario exponer aquí toda la oposición que hay entre voluntad y razón. La historia de la filosofía recoge esta oposición de una forma descarnada. Lo que hay que hacer es entenderlas en unidad dialéctica. También la cosmovisión y la motivación forman un par dialéctico. Los procesos afectivos (es decir, la motivación), y cognitivos (es decir, la cosmovisión) forman una oposición, que a la par que se excluyen mutuamente, se presuponen. A la vez, estos cuatro subsistemas, o cuatro estructuras de conciencia, forman un sistema total, una unidad integral que modula la actividad interior, es decir, la actividad pensante.
El resultado de la actividad interior (actividad pensante) es el resultado del concurso de la voluntad, la razón, la motivación y la cosmovisión. Son estas estructuras de conciencia, y no otras, las que dan sentido y motivo a la toma de decisiones que vamos a hacer. La toma de decisiones es esencialmente el producto de una actividad racional, de una actividad motivacional, de una actividad volitiva y de una actividad cosmovisiva. La toma de decisiones, la decisión, no es una estructura de conciencia, es una función.
Los conocimientos (la imagen del mundo, la imagen de uno mismo y la imagen del sentido que tiene para uno los objetos que nos rodean) son una premisa importante en la toma de decisiones. La decisión que se toma en la conducta depende de nuestros conocimientos de manera marcada. Al mismo tiempo, sin una motivación que nos compulse a la acción no hay conducta.
La conducta precisa de una "energía" para la acción que la aporta, en gran medida, la motivación. Pero la conducta es tal en la medida en que es una actividad racional. El animal no se comporta o no tiene conducta racional alguna. En el hombre, en cambio, la actividad, que es comportamiento, es racional, es decir, lógica, etc. Si lo que se va a hacer no tiene un sentido racional, el hombre no lo emprende (al menos como comportamiento). Por último, la voluntad es rasgo imperioso de la toma de decisiones. Sin los actos volitivos no hay comportamiento, pues el hombre nunca emprendería la acción o nunca llegaría a su final.
Es necesario destacar que la conducta del hombre no es, como quiere verse en ocasiones (6), una conducta totalmente adaptativa y de satisfacción de necesidades. Esta es la conducta típica de los animales, pero no lo típico en el hombre (por eso este punto de vista es totalmente biologisista). La adaptación y satisfacción de necesidades es una premisa de la conducta humana, pero no es su fin último. El hombre que se ha adaptado y ha satisfecho sus necesidades (al menos las más inmediatas) tiene un sentido de la vida, que en cada hombre es concreto (al menos la dialéctica de lo abstracto y lo concreto), y que es el fin último de su conducta. A su vez, el sentido de la vida es ideal, es decir, una idea. El sentidote la vida no es una estructura de conciencia, es más bien una función, una ley de su funcionamiento. En la elaboración de esta idea (el sentido de la vida) participan, a su vez, estas estructuras de conciencia (la voluntad, la razón, la motivación y la cosmovisión) y otras.
Pero en el hombre, el sentido de la vida no es una idea fija. Por el contrario, en el transcurso de su vida evoca y evoca una y otra idea. Si nos apartamos de la adaptación y satisfacción de necesidades, lo que induce en el hombre a determinadas ideas (al estilo de cómo la necesidad genera psiquismo en el animal); y si nos apartamos de cómo el sentido de la vida genera e induce en el hombre a determinadas ideas (al estilo de una ley de pensamiento), nos encontramos con que en el hombre hay evocación de ideas.
Evocar significa traer a colación una idea sin que medie un proceso de génesis, de condicionamiento causal de la idea en cuestión. Cuando la necesidad de comer (apetito) genera en mi la idea de comprar un pan y genera la idea del pan no hay, hablando con propiedad, verdadera evocación. Para la producción de esta idea hay un algoritmo muy marcado. De la misma forma que no la hay evocación cuando el sentido de la vida me compulsa a determinada idea. El sentido de la vida, como idea, es una ley que mueve la actividad intelectual hacia determinados pensamientos (ideas). Podemos hablar de evocación mientras y en tanto no hay un algoritmo que me genere la idea.
Es claro que la adaptación, la necesidad, el sentido de la vida, etc., son hilos que mueven las ideas. Y es claro que, en última instancia, todas las ideas son movidas por estos hilos. Pero si queremos estudiar la evocación, como tal evocación, debemos hacer abstracción de todo posible algoritmo en la gestación y atracción al foco de conciencia de las ideas. De lo contrario nos quedamos a nivel del animal y a nivel de la inteligencia artificial.
Ante la pregunta, por ejemplo, "¿cómo se llama la mujer que vive en la casa de al lado?, tenemos la respuesta (si la memoria nos acompaña) de inmediato (damos por sentado que esto es conocido para el sujeto), sin que medie un proceso algorítmico para su obtención. De igual forma, si nos preguntan ¿cómo valora Carlos Marx la esencia del hombre?, tenemos (si sabemos algo de filosofía) de golpe la respuesta. No media en este caso un proceso algorítmico para su obtención. Estas respuestas se obtuvieron por evocación. ¿Cómo es que la conciencia, es decir, el pensamiento, trae a colación una idea sin que medie un proceso algorítmico?, ¿En qué consiste el proceso de la evocación?
Suponer que las ideas vienen al foco de conciencia por un proceso de génesis, por ejemplo a partir de la necesidad fisiológica, de la necesidad de adaptación, de la necesidad de satisfacer el sentido de la vida, etc., es no entender el problema a fondo. Es suponer que hay una especie de algoritmo en la producción de la idea. Un algoritmo es, como vimos, el conjunto de operaciones y procedimientos que deben seguirse para resolver un problema. El lenguaje algorítmico es aquel por medio del cual se realiza un análisis previo del problema a resolver y encontrar un método que permita resolverlo. Al conjunto de todas las operaciones a realizar, y el orden en el que deben efectuarse, se le denomina Algoritmo Las ideas, que el hombre comúnmente trae al foco de conciencia (si nos abstraemos de las formas algorítmicas que podemos encontrar), son por evocación.
Para entender la evocación a plenitud, para entender la esencia de este proceso (el de la evocación) hay que retomar el problema de lo ideal. La evocación es un proceso ideal.
Las ideas, en lo fundamental, no existen en la cabeza del hombre, sino fuera de la cabeza del hombre. Existen objetivadas en la cultura. La idea de la silla existe, en primer lugar, objetivada en la silla física. Existe como el significado social que tiene la silla física en el sistema de relaciones sociales. El significado que tiene la silla no se reduce al que tiene para el carpintero que la fabricó, sino que contiene además el significado que tiene para el comerciante de la silla, para el niño de la escuela que usa la silla, etc. El significado social de la silla recoge el entramado de su metabolismo social. Este significado existe objetivado en la silla física. En la cabeza (entiéndase conciencia individual) lo que existe es la representación sensible del signo que designa al objeto en cuestión (es decir, la palabra "la silla") o la representación sensible de la silla física. Al mismo tiempo, esta representación es tal (tanto de la palabra como la de la silla física) que porta un significado. Es el mismo que tiene la silla física en el entramado de las relaciones sociales, el mismo que está objetivado sobre la silla física. Sólo así existe la idea de la silla en la cabeza del hombre, es decir, en la conciencia individual. ¿Cómo?, como representación sensible de su signo. Y recuérdese que el signo porta un significado.
El materialismo vulgar quiere encontrar la idea en el cerebro (y cuando decimos cerebro no nos referimos a la cabeza, sino al órgano material), quiere reducir la idea a una forma de lo material. Pero la idea, que existe en la cabeza del hombre, es ideal. Es ideal porque este significado es ideal. Consiste, esta idealidad, en la otrodad que hay en el signo. El signo (ya bien sea la representación de la palabra, ya bien sea la representación de la silla física) es el ser otro de la silla real. Por tanto, la silla está representada aquí por medio de otro. Un otro porta el significado de un primero. Esta personificación es la que hace la naturaleza de la idealidad.
El materialismo ingenuo, por su parte, quiere reducir la existencia de lo ideal a su forma subjetiva, sin reconocer la su forma objetiva. Este materialismo no ve que lo ideal tiene, además de subjetividad, objetividad. El reconocimiento de la objetividad de lo ideal no tiene nada de extraño al materialismo. Todo el mundo (se trata, en particular, de los materialista consecuentes) está de acuerdo en que los valores son objetivos. Pero el valor es, entre otras cosas, el significado social que tienen los objetos o fenómenos de la realidad para el hombre. De modo que el significado es objetivo. Este significado, representado a través de otro, es lo que se torna como idealidad. De modo que, hay que concluir, que la idealidad es objetiva. El materialismo se expresa aquí no en admitir que lo ideal existe en el cerebro del hombre, sino con ayuda de él; de que existe no únicamente en la cabeza del hombre, sino con ayuda de la cabeza.
La representación sensible del signo tiene dos planos: el plano ideal y el plano material. Como imagen sensible (como fenómeno psíquico) es material. No hay diferencia sustancial entre la representación sensible del hombre y la representación sensible del animal superior. Al mismo tiempo, no hay razones para suponer que esta representación sensible del animal sea ideal. Debemos concluir, una vez que lo ideal es propio del hombre, que la imagen representatorial sensible es material. Pero la idea de la silla que existe en la cabeza del hombre es ideal. Es ideal por su significado. El significado, aunque existe en la cabeza del hombre, existe objetivado en la cultura de forma ideal. Y existe de forma ideal en la cabeza del hombre.
El problema estriba en que psiquis y cabeza no son lo mismo. La cabeza del hombre, es decir, la conciencia individual, es ideal; la psiquis, material. La idea de la silla en la cabeza del hombre tiene por soporte material la representación sensible del signo que designa la silla real, física. Pero la idea de la silla cobra existencia, como tal idea, una vez que es incorporada a la conciencia individual.
La conciencia individual es un conjunto de ideas o sistema de ideas somatizadas en forma de estructuras de la mente en (o a partir o sobre) la psiquis humana. La psiquis humana es tan material como la psiquis de los animales superiores, pero en el proceso de filogenia sufrió un proceso de humanización, lo que le da la plasticidad necesaria para permitir que en ella se somatice la conciencia individual, es decir, este conjunto de ideas. Entre estas ideas, que son estructuras de conciencia, tenemos la voluntad, la razón, etc., y la subjetividad y el yo. La subjetividad, el yo y el resto de las estructuras de conciencia son las estructuras por medio de la cual cobran vida el resto de las ideas, que son incorporadas al contenido de la vida espiritual. Y el complejo subjetividad – yo (junto a otras estructuras) es la estructura fundamental por medio de la cual se ejecuta la evocación.
En la evocación participa toda la conciencia, en particular todos sus elementos estructurales, pero en especial las estructuras evocativas por excelencia son el yo la subjetividad (y algunas otras, que veremos después). De la misma forma que en la toma de decisiones son importantes la voluntad, la razón, la motivación y la cosmovisión; en el acto o proceso de evocación son definitorias la subjetividad y el yo. En psicología freudiana el yo se define como la parte periférica del ello, que establece el nexo entre el ello propiamente dicho y el mundo exterior (8). Lo importante aquí es que el yo es lo que establece contacto entre el contenido de conciencia (lo que en freudismo es aproximadamente el ello) y el mundo exterior, contacto que se establece por medio de la idea evocada. El yo, en comunión con la subjetividad, es la estructura que evoca (y otro par de estructuras, que veremos después). La subjetividad es una idea, una estructura de conciencia por medio de la cual el resto de las ideas cobran vida espiritual. Es la estructura que crea la realidad subjetiva. Es la estructura que trae a la luz el resto de las ideas que son contenidos de conciencia. Se comprenderá que sin el alumbramiento de la subjetividad no puede haber evocación. La evocación sólo es posible si se hace subjetiva la idea evocada. La subjetividad y el y forman un par dialéctico. A la vez que se excluyen mutuamente, se presuponen.
Sin duda que la representación nace y muere con el acto representatorial. La relación que hay entre la representación y el cerebro es la misma que hay entre la mano y la silla. La mano fabrica la silla, pero la silla se encuentra (una vez fabricada) fuera de la mano. Por más que estudiemos la mano (anatómicamente, fisiológicamente, etc.) no vamos a encontrar en ella la huella de la silla. El cerebro produce la representación (con su actividad psíquica). Pero una vez sustituida esta representación por otra, de la representación anterior no queda nada. La representación nace y muere en el acto representatorial. De la representación que muere, en el cerebro no queda nada. La representación es su función, no su estructura. La función nace y muere en el acto funcional. Sólo la estructura perdura.
Es la conciencia, por medio de la subjetividad y el yo, y del complejo de su unidad (y del resto de las estructuras), la que "ordena" que tenga lugar esta o aquella representación, es decir, son las estructuras de conciencia las que controlan y dirigen la facultad representatorial del cerebro y la psiquis. La psiquis, el psiquismo, es la función material del cerebro. Pero el psiquismo es controlado por la conciencia, o por la subjetividad y el yo (o por su complejo). Por tanto, no hay que buscar en el cerebro la causa de la evocación de una idea, sino en la subjetividad y el yo (y en el resto de las estructuras de conciencia). La psiquis, el cerebro y el psiquismo, una vez que tenemos conciencia, son regidos por las estructuras de esta (la conciencia).
Desde este punto de vista, el que nazca una representación sensible, es decir, psíquica, o muera es una cosa que depende funcionalmente de la subjetividad, del yo y del resto de las estructuras de conciencia. Y no es causa del estado material del cerebro. ¿Cómo es que, entonces, el complejo "yo – subjetividad" (y en general la conciencia) evoca?
La evocación es la función de la conciencia. La evocación es a la conciencia como la representación es al cerebro. Después del acto de la evocación, en la conciencia no queda nada. La idea evocada nace y muere en cada acto de la evocación. La evocación no es una estructura de conciencia. Entre la conciencia (individual) y el resto de ideas, que son parte de su contenido (las que pueden ser evocadas) lo que hay es una relación de contenido y forma. La conciencia es la forma; las ideas evocadas, su contenido. Evocar es transformar el contenido en forma, es decir, transformar el contenido de la conciencia en su forma. Para evocar la conciencia no requiere de un esfuerzo especial. Para que una idea sea evocada sólo vasta con que sea contenido de la conciencia que evoca.
La relación que hay entre la idea evocada y la conciencia que evoca es la misma que hay entre dos ideas cualesquiera. La conciencia es una idea más (o un complejo de ideas), lo que somatizada. Pero como ideas, la idea evocada y la conciencia que evoca se relacionan idealmente. Se relacionan como dos ideas.
Entre dos ideas cualquiera hay un complejo de relaciones o múltiples realinees. Como mínimo, hay al menos una relación (pero siempre como mínimo una relación). Entre dos ideas cualesquiera, por ejemplo"el perro" y "el número 3", hay al menos la relación que se establece en el juicio "el perro no es el número 3". Desde este punto de vista, entre la idea (que es evocada) y la conciencia (que evoca la idea en cuestión) hay una relación directa, inmediata. Todo el sistema de juicios que unen estas dos ideas son vías directas (sin que se tenga la necesidad de algún algoritmo) para poder realizar la evocación. Evocar es establecer la asociación (por ejemplo, juicio) entre la idea que es conciencia y la idea que va a ser evocada. Y esta relación es directa.
En el foco de conciencia siempre hay una idea (Un pensamiento sin ideas, sin foco de conciencia, es una abstracción vacía). Esta idea se relaciona directamente, como vimos, con cualquier otra idea. De modo que evocar la nueva idea es sustituir una idea por otra por medio de la relación que hay entre estas dos ideas. El razonamiento (por ejemplo, el silogismo) supone, por el contrario, términos medios. De aquí que, para razonar, se requiera de "tiempo" (es decir, una especie de algoritmo). La evocación se fundamenta, por el contrario, en, entre otras cosas, la capacidad del enjuiciamiento, es decir, en la relación directa que hay entre dos ideas cualesquiera. Por eso, también, una vez que razonamos la lógica de la asociación queda no ya como razonamiento, sino como relación directa (como memoria)
Notemos que estas relaciones se hayan consolidadas objetivamente en la cultura. Y la conciencia individual sólo es la expresión subjetiva, más o menos aproximada, de estas relaciones. Por eso, para establecer esta relación (la relación entre las dos ideas en cuestión) la conciencia tiene que remitirse a la cultura, como soporte objetivo de las relaciones subjetivas. Pero la conciencia individual es tal en la medida en que ha descosificado esa cultura y la ha hecho suya. Por tanto, las relaciones existen como contenido de conciencia. Lo único que tiene que hacer la conciencia es transformar su contenido en forma, lo que no es más que realizar su función.
Se supone que cada acto de evocación implica la formación de una representación psíquica o sensorial. La conciencia no puede funcionar (es decir, realizar su función) sin su soporte material. De igual forma, cada asociación ideal, es decir, cada relación que se establece entre dos o más ideas implica, a su vez, asociaciones materiales (psíquicas), es decir, representaciones sensoriales.
Sólo ahora caemos en la cuenta (es decir, sólo ahora cobra sentido hablar de) que hay dos estructura más de conciencia que participan en la evocación: la atención y la memoria. Comúnmente se define la memoria como el reflejo de lo que existe en el pasado, es lo que permite el almacenamiento y la posterior utilización de las experiencias vividas (7). Pero la memoria es más que eso. Es una estructura de conciencia, es una idea somatizada.
La memoria tiene dos formas (niveles): la memoria ideal y la memoria física (material). Idealmente, la memoria se establece en el sistema de relaciones ideales que hay entre todas y cada una de las ideas que son forma y contenido de la conciencia (individual). La conciencia (individual) por su forma y contenido es una idea (todo lo compleja que se quiera) formada por ideas y sus asociaciones (relaciones). Este sistema de relaciones entre todas y cada una de las ideas que conforman y dan contenido a la conciencia (individual) es la memoria ideal. Pero la relación entre dos ideas es una idea más. De modo que la memoria es una idea Como idea que es estructura de conciencia, se encuentra somatizada. Físicamente, la memoria es el soporte material de esta memoria ideal. Es lo que queda temporalmente en el cerebro en calidad de estructura, producto a su funcionamiento. La naturaleza y forma de esta estructura no interesa aquí. Este es un problema científico natural, es decir, de la anatomía y de la fisiología del cerebro (en particular, humano).
La atención se define comúnmente como un estado psíquico de la personalidad que se expresa en la concentración de ésta sobre algo y pone de manifiesto la actitud del sujeto hacia el objeto (7). Pero la atención es más que eso, es una estructura de conciencia (una idea somatizada) que posibilita, junto a la memoria, la evocación. Sin concentrar la atención, sin prestar atención no es posible memorizar, ni es posible evocar. Para evocar hay que atender.
La atención y la memoria forman un par dialéctico. A la par que se presuponen, se excluyen mutuamente. Sin atender, sin memorizar, sin subjetivar y sin hacer funcionar el yo (egologizar) no es posible evocar. Por medio de estas estructuras de conciencia: la atención, la memoria, el yo y la subjetividad, tiene lugar la evocación. Evocar es usar la atención, la memoria, el yo y la subjetividad en función de traer al foco de conciencia una idea (la idea evocada).
Y sólo ahora caemos en la cuenta que la lógica de la evocación, una vez que la hemos entendido como proceso autónomo y abstrayéndonos del mundo exterior, responde, en última instancia, a las leyes de la vida social del hombre, lo que implica reconocer como momentos subordinados suyos las leyes biológicas y las leyes psíquicas.
El método que hay que seguir, aquí, en el estudio de la evocación y, en general, en el estudio de la conciencia, es el de dividir los elementos del sistema "conciencia" en estructuras y funciones. En un sistema, como el de la conciencia individual o la mente, lo que no es estructura, es función (y viceversa) De modo que se puede enfocar su estudio desde el punto de vista estructuro-funcional. El problema estriba en que el órgano, es decir, la estructura, crea la función en la misma medida en que la función crea el órgano. En otras palabras, en un sistema como la mente, la estructura tiene su función en la misma proporción en que la función tiene su estructura. Según Engels, la necesidad crea el órgano (9). Y como la satisfacción de la necesidad se hace por medio de la función correspondiente, hay que concluir que, según Engels (entonces), la función crea el órgano. A esta idea de Engels, hay que añadir (para ser consecuente con la dialéctica del órgano y la función) la relación contraria, es decir, la tesis de que el órgano crea, a su vez, su función.
No hay órgano sin función así como no hay función sin órgano. A decir de Engels, toda la naturaleza orgánica es una continua prueba de la identidad y carácter inseparable de forma y contenido. Según él aquí, fenómenos morfológicos y fisiológicos, forma y función se condicionan mutuamente (10) Y lo que es válido para la materia orgánica, es válido –decimos nosotros- para la materia consciente.
En esta dialéctica, al mismo tiempo, el órgano juega el papel pasivo. Es el que más lentamente se desarrolla. La función, por el contrario, juega el papel activo. Es la que más rápidamente se desarrolla. De modo que la función arrastra al órgano. La dialéctica que hay entre el órgano y la función, es decir, entre la estructura y la función (órgano y estructura son, aquí, conceptos del mismo orden), es la misma que hay entre forma y contenido. El órgano, es decir, la estructura, es la forma; la función, el contenido. La forma es el elemento relativamente estable. Cuando es nueva, posibilita y acelera el desarrollo del contenido. Pero cuando envejece, frena el desarrollo del contenido. Tarde o temprano surge el conflicto entre ellas. El final de este conflicto, es que el contenido rompe su forma antigua y se viste de una nueva forma, que ahora cuando es nueva favorece el desarrollo del contenido pero que al envejecer, lo frena, y así sucesivamente. El estudio de la forma y el contenido, es decir, de la estructura y de la función, de la mente (la conciencia individual) posibilita entender mejor el problema de la evocación.
Bibliografía
1.- http://es.wikipedia.org/wiki/Inteligencia_artificial
2.- http://www.monografias.com/trabajos/algoritmo/algoritmo.shtml
3.- Diccionario Enciclopédico Color. Edit. Océano. España. 1998. Página 498.
4.- C. Marx. El Capital. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana. 1973. Páginas 140.
5.- Gonzáñez Sierra, Diego J. y otros. Psicología Educativa. Editorial Pueblo y Educación. La Habana. Cuba. Página 101.
6.- Núñez de Villavicencio. Psicología y Salud. La Hababa. 2001. Editorial de Ciencias Médicas. Página 41, 42., 64, 65, 53
7- Núñez de Villavicencio. Psicología Médica. Tomo I. Editorial Pueblo y Educación. La Habana. 1991. Página 127, 41, 38.
8.- Diccionario Terminológico de Ciencias Médicas. Tomado de la undécima edición española. Editorial Científico-técnica. La Habana. 1984. Página 1068.
9.- Engels, F. El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre. Obras escogidas de Marx y Engels en tres tomos. Tomo III. Editorial Progreso. Moscú. 1974. Página 69.
10.- Engels, F. Dialéctica de la Naturaleza. Editora Política. La habana. 1979. Página 263.
Biografía del autor: Mi nombre es Evelio A. Pérez Fardalez. Nací en Sancti spiritus, Cuba en el año 1959. Mis estudias iniciales fueron de economía política, los cuales desarrollé en La Universidad Central de Las Villas (Santa Claro. Cuba). Más tarde me gradué de filosofía en la Universidad Estatal de Moscú. Desde el año 1984 imparto clases de filosofía en el Instituto de Medicina de Sancti Spiritus. Cuba.
Autor:
Evelio Pérez Fardalez
Cuba. Sancti Spiritus. 5 de diciembre de 2008
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