- Enfoques de la comunicación en relación al desarrollo
- Comunicación para el desarrollo, una propuesta por construir
- Referencias bibliográficas
La relación entre comunicación y desarrollo se fundamenta en una premisa elemental: la comunicación es dimensión básica de las relaciones humanas y socioculturales y toda acción de desarrollo se sitúa en estas relaciones subjetivas, objetivas y complejas. La comunicación es necesaria para la articulación de actores sociales que protagonizan los procesos de desarrollo.
Al decir de Rosa María Alfaro (2006:79), se trata de "una comunicación viva que compromete los imaginarios y deseos de la gente en la línea de resolver sus problemas, alimentar esperanzas o sueños, generar cambios sostenibles y salir adelante, siendo protagonistas de la ruta emprendida". Si bien estas reflexiones nos ofrecen con claridad la vinculación entre comunicación y desarrollo, tal situación requiere un análisis amplio que atienda la complejidad de esta relación, la misma que no ha sido suficiente para explicar estos procesos que por añadidura son dinámicos y cambiantes.
Comunicación y Desarrollo son dos conceptos con su propio contenido epistémico que en el campo de la práctica primero, y de las ciencias sociales luego, se han ido articulando, produciendo un nivel de complejidad que ha merecido un abordaje específico en algunas cátedras universitarias y en instituciones comprometidas con acciones de cambio social.
Existe un debate teórico sobre la naturaleza de la comunicación y la definición de su campo. Del mismo modo, "la noción de desarrollo estuvo siempre en crisis, provista de reduccionismos o en proceso de modificación" (Alfaro;2006:19), es así que la reflexión sobre desarrollo se encuentra en una re-construcción permanente, según la dinámica histórico-social y las distintas posiciones teóricas e ideológicas con las que se aborda, cada una de las cuales ha elaborado sus propias propuestas y enfoques de desarrollo.
Siendo así que la comunicación y el desarrollo suponen campos de estudio particulares y pragmáticas de acción específicas, su convergencia en el plano de las ideas, las concepciones y la praxis de intervención, han hecho necesario un esfuerzo integrador en el devenir de las ciencias sociales, dando lugar a trabajos interdisciplinarios a los que la comunicación se acerca aún tímidamente.
Las reflexiones teóricas recientes sobre comunicación para el desarrollo la han rescatado de la reducción instrumentalista y han permitido que la entendamos como un proceso de diálogo privado y público, a través del cual las personas deciden quiénes son, qué quieren y cómo pueden obtenerlo. En suma, facilita que las personas vayan asumiendo protagonismo activo y consciente de los procesos de su comunidad y sean dueñas de su propio discurso personal y social.
En el Congreso Mundial de Comunicación para el Desarrollo, realizado en Roma en el 2006, se le definió como un proceso social basado en el diálogo usando un amplio abanico de instrumentos y de métodos. Requiere de la búsqueda de un cambio a diferentes niveles que incluya la escucha, la construcción de la confianza, compartir el conocimiento y las habilidades, la construcción de políticas, el debate y el aprendizaje a favor de cambios importantes y significativos.
A pesar de estas definiciones, consideramos que la comunicación para el desarrollo es una categoría en constante revisión; coincidiendo con Cristian Ozaeta, quien la considera como un constructo actual y permanente (Gularte y otros; 2008: 50).
Su definición se complejiza cuando nos preguntamos: ¿si es comunicación para el desarrollo, para qué desarrollo se implementa?, ¿qué modelo de desarrollo busca?, ¿qué comunicación es necesaria?
Las respuestas a estas interrogantes pueden ser distintas, de acuerdo al enfoque de desarrollo en el que se enmarcan las propuestas de comunicación. Por esta razón, a pesar de sostener el término de comunicación para el desarrollo, convertido en categoría, la consideramos como una comunicación para la transformación social. Es decir, no subordinada a un enfoque de desarrollo impuesto, sino como constructora de procesos endógenos – desde la concepción e intereses de las comunidades – hacia la generación de cambios significativos en las estructuras sociales y en las estructuras subjetivas de las personas.
Por esta razón, la comunicación para el desarrollo requiere no sólo una práctica metodológica, sino -ante todo- la capacidad de poner en debate las concepciones y enfoques predominantes del desarrollo, observar con rigurosidad analítica lo que hasta ahora se ha realizado, lo que se ha logrado y lo que ha resultado un fracaso; tratando de explicar los sentidos de estas intervenciones.
No se trata de acoplarnos a la renovada hegemonía del desarrollo, impulsada por organismos financieros internacionales, sino de trabajar en las posibilidades de la comunicación para la promoción de la liberación personal y de la transformación social.
Enfoques de la comunicación en relación al desarrollo
El papel que tradicionalmente se le asigna a la comunicación en los procesos de desarrollo es principalmente el de buscar cambiar comportamientos en las personas. Esta noción parte del enfoque funcionalista de la comunicación, sustentado en los modelos de teóricos estadounidenses como Wilbur Schramm, Daniel Lerner, Harold Laswell. A este último científico se le encargó el estudio de la comunicación como "arma" propagandística militar durante la II Guerra Mundial, estudiando sus efectos en las personas y los beneficios que daría su manipulación para lograr los "equilibrios sociales".
En este contexto histórico, a fines de los años 40, empiezan a germinar en EE.UU. las teorías de comunicación y los enfoques de comunicación para el desarrollo, funcionales al modelo de desarrollo de la modernización que se gestaron desde este país. De este modo, en América Latina se presentaron las primeras experiencias de comunicación para el desarrollo, usando los medios de difusión masiva, especialmente la radio, para el mejoramiento de la agricultura, salud y educación; bajo la premisa que la transferencia tecnológica y los procesos de "modernización" que siguieron los países industrializados serían la respuesta a nuestros países para salir del sub-desarrollo.
Esta propuesta tenía un diseño vertical, de transmisión de conocimientos, en el que el protagonista era el agente emisor, el "colocador" del mensaje, al que el agente receptor respondía sólo a través de la modificación de su conducta.
Este enfoque de la comunicación y sus modelos, fueron alimentados con las reflexiones teóricas que se profundizaron en la década de los cincuenta en EE.UU. Podemos mencionar por ejemplo, las tesis de Lerner y Schramm, que sirvieron de base para todo esfuerzo de la UNESCO para justificar el desarrollo de las comunicaciones como promotor del clima para el desarrollo socio-económico.
Como lo refiere Marques de Melo (2009: 63) "el modelo concebido por estos investigadores norteamericanos consistía en reproducir en los países del tercer mundo la dinámica modernizadora ocurrida históricamente en Europa Central, y más recientemente en Estados Unidos, Japón, Australia, etc." Estas tesis comunicacionales, junto con las económicas fueron descartadas y se demostró que ese "trasplante" del modelo de desarrollo occidental era inviable en Latinoamérica.
Precisamente, "fue la crítica a estos modelos tradicionales de comunicación y propaganda, lo que en su momento aportó Latinoamérica a la ciencia o estudio de la comunicación mundial, a partir de su propia experiencia y modelos basados en su propia práctica científica social" (Ozaeta, en Gularte y otros; 2008: 34).
El aporte se concretó en lo que se llamó Comunicación Alternativa, proponiendo otras formas de entender y de hacer comunicación. Este enfoque endógeno, evolucionó de la denuncia y de una comunicación de protesta, a una comunicación de propuesta, al formular nuevos modelos y nuevas prácticas comunicativas, siendo la de mayor trascendencia la propuesta de un Nuevo Orden Mundial de Información y Comunicación (NOMIC), planteado en el informe McBride (1980), que impulsó la Unesco y que paradójicamente esta misma institución, por presión estadounidense con el apoyo de Japón e Inglaterra, silenció debido a sus principios orientados a eliminar los desequilibrios tanto en el acceso a la información como en el control de los medios.
Para comprender la propuesta de la comunicación alternativa, hay que entender el contexto histórico en el que se desarrolla, que es el de la guerra fría y de la bipolaridad, clima social en el que se agudizaron las contradicciones y nos produjo un continente plagado de golpes de Estado, revoluciones, contrarrevoluciones, imposiciones económicas y políticas que agudizaron los problemas existentes de exclusión y pobreza.
En este contexto convulso y tal vez a partir de estas mismas condiciones, se produce un avance significativo en las ciencias sociales en nuestra región, influenciadas positivamente por los enfoques de la teoría de la dependencia que en los años sesenta se valida y por el aporte de la pedagogía de la liberación o de la esperanza. Es preciso mencionar también los aportes significativos de los postulados teóricos de la Escuela Crítica de Frankfurt.
En la década de los sesenta, organismos como la ONU, la Unesco, la FAO, USAID y la CEPAL se encargaron de motivar en América Latina las expectativas de superación de la pobreza y del subdesarrollo, que en ese entonces alcanzaron sus niveles más elevados.
Para los años setenta, el modelo desarrollista o de la modernización alentado por los organismos internacionales fracasa, tanto así que Celso Furtado, un importante economista brasileño, lo califica de "mito" históricamente irrealizable. Se valida entonces, la teoría latinoamericana de la dependencia, se impulsan experiencias de comunicación participativa y dialógica, en el marco de la propuesta alternativa. Se crean organizaciones profesionales de la comunicación (ALER, FELAP, ALAIC) comprometidas con un desarrollo democrático y autónomo.
Entre los setenta y noventa, según lo reseñado por Alfaro (2006), la comunicación "alter-nativa", entendida como "la otra" no comercial (…) tuvo su auge especialmente en Latinoamérica, comprometida con movimientos sociales de la época y la crítica que cuestionaba a la sociedad imperante. Había una clara y segura opción por la clase social dominada o excluida y un acercamiento cotidiano a ella. Fue una época muy fructífera en experiencias, compromisos y reflexiones. Se conoció muy de cerca el mundo popular y su importancia en la sociedad. Y la apuesta por una organización popular y democrática articulada llenó y hasta suplió las utopías políticas de ese entonces, especialmente en los ochenta. Los actores de sectores pobres se convirtieron en protagonistas y desde allí se les percibía como nuevos y auténticos gestores del cambio social.
Las propuestas de comunicación para el desarrollo, bajo la denominación de movilización comunitaria o de promoción comunicativa han recogido este quehacer dándole una base ética y metodológica altamente significativa.
Haciendo justicia a los hombres y mujeres que entre las décadas del sesenta y setenta del siglo pasado apostaron por una comunicación alternativa que responda a las condiciones y necesidades de nuestra región, tomamos la semblanza que al respecto hace Luis Ramiro Beltrán (2005: 20-21):
El impulso crítico precursor lo dio en 1963, sucinta pero sustantivamente, el venezolano Antonio Pasquali. En 1969 el pedagogo brasileño Paulo Freire, también en forma breve pero enjundiosa, criticó desde el exilio en Chile al modelo clásico en su versión de "extensión agrícola". Y entre 1972 y 1973 el estadounidense Frank Gerace hizo, desde Bolivia y Perú, el primer intento de extrapolar el pensamiento freiriano sobre "educación para la libertad" por medio de la "concientización" basada en el diálogo forjador de la "comunicación horizontal".
Así se fue constituyendo el núcleo generador de la propuesta para la democratización de la comunicación, cuyos adelantados fueron el paraguayo Juan Díaz Bordenave, el español de larga residencia en Latinoamérica Francisco Gutiérrez, la argentina María Cristina Matta y el brasileño Joao Bosco Pinto.
Al promediar la década apuntalaron ejemplarmente el emprendimiento, entre otros, el uruguayo Mario Kaplún y el argentino Daniel Prieto. Cerca del término de ella el peruano Rafael Roncagliolo y el chileno Fernando Reyes Matta entraron también en la lid con brío, haciendo valiosos aportes a la construcción de nuevos modelos. El argentino Máximo Simpson estipuló características de la "comunicación alternativa" (…) Y en 1980, recapitulando las críticas y procurando conjugar las propuestas, esbocé lineamientos para la formulación de un "modelo de comunicación horizontal" cifrado en el acceso, el diálogo y la participación entendidos como factores interdependientes".
A finales de los ochenta, terminado el debate ideológico entre el bloque soviético y el occidente capitalista, las perspectivas del desarrollo en la década del noventa se configuran con nuevas dimensiones, asentándose el modelo neoliberal. Mientras, los enfoques latinoamericanos de la comunicación resisten reafirmando sus postulados participativos y de una comunicación democrática al servicio de la transformación social. En este proceso de resistencia se habla de una comunicación para "otro" desarrollo. Se reconfiguran las nociones de comunicación y a la luz de las prácticas se enriquecen sus nociones, considerando elementos que no habían sido tenidos muy en cuenta. Precisamente, Alfaro (1993) sostiene que la comunicación es un fenómeno de relación sociocultural y no nada más un recurso tecnológico para producir efectos en el comportamiento humano, además de considerarla válida por sí misma y no simplemente como un complemento de los programas de desarrollo, sino también como un fin de éste.
Siguiendo la reseña elaborada por Luis Ramiro Beltrán (2005), la década de 1990 fue rica, especialmente en los países andinos, en creativas reflexiones sobre la comunicación relativa al desarrollo. Una de las mejores contribuciones a esta reflexión fue la del precursor venezolano Antonio Pasquali con su obra El Orden Reina dedicada a explorar las posibilidades de respuesta de los latinoamericanos a la agravada situación de la comunicación por el exponencial aumento del poderío tecnológico y económico de Estados Unidos de América y otras naciones altamente desarrolladas.
En 1992 Javier Esteinou Madrid hizo en México penetrantes análisis de los procesos de comunicación en Latinoamérica en los tiempos del libre mercado. Y en ese mismo año Washington Uranga aportó precursoras propuestas para el uso de las nuevas tecnologías. Ramiro Beltrán también destaca el aporte de la peruana Rosa María Alfaro (1993), al publicar una efectiva propuesta de "una comunicación para otro desarrollo". Coetáneamente Ivonne Cevallos, propuso en Ecuador que se viera a la comunicación no meramente como factor instrumental sino también como agente de mediación.
A mediados de la década otro admirador más de las ideas de Martín-Barbero, Segundo Armas Castañeda, propuso en Perú revalorizar la virtud estratégica de la comunicación en el proceso del desarrollo contribuyendo a construir ciudadanía y fomentando la participación protagónica del pueblo.
Cerca de fines de la década los comunicólogos colombianos José Miguel Pereira, Jorge Iván Bonilla y Julio Eduardo Benavidez propusieron que, sin perjuicio de su función de apoyo a los programas de desarrollo, la comunicación cumpliera también otros papeles como el de fortalecer la capacidad expresiva de la gente y el de facilitar los enlaces e intercambios entre individuos y agrupaciones para robustecer el tejido social en su integridad. Y otro estudioso colombiano, Carlos Cortés, hizo al mismo tiempo un perceptivo inventario de la comunicación para el desarrollo en la región. También entonces Migdalia Pineda de Alcázar hizo notar en Venezuela que ante la irrupción de las nuevas tecnologías telemáticas de comunicación el desequilibrio informativo, internacional e intranacional, se había expandido e intensificado al punto de agrandar la brecha del subdesarrollo y obligar a reformular políticas de comunicación democrática desde la perspectiva de la población marginada.
Como lo indica Beltrán (2005), a partir de los noventa, en América Latina se actualizan las reflexiones teóricas sobre comunicación para el desarrollo en congruencia con los nuevos tiempos que nuestros pueblos viven.
El siglo XXI llegó con complejos cambios económicos, culturales, valorativos y de modos de vida, que lograron "deslocalizar la producción de sentidos y sensibilidades, legitimando otros recorridos de corte internacional sobre las propuestas de cambio para el mundo, organizándose en el inicio del presente milenio como movimientos de presión mundial para influir en el campo globalizado. (…) A la par, siguieron emergiendo procesos más amplios de globalización como tendencia económica hegemónica. En el discurso se buscaba, en primer lugar, una integración social y no precisamente una oposición radical, permeando muchas mentalidades en algunos casos y en otros favoreciendo su radicalización antiglobal. Asistimos así a una época donde los sujetos, incluyendo a los comunicadores, son constreñidos al ejercicio de una gran reflexividad, en la que conviven muchos dilemas y contradicciones, los que naturalmente se mantienen en una peligrosa dinámica de olvido o de ocultamiento sin identificarlos y lidiar con ellos" (Alfaro, 2006: 112-113).
Es evidente que el proceso de globalización complejizó la sociedad y los procesos que en ella se desenvuelven; en este sentido, los aportes que realiza Edgar Morin con la epistemología de la complejidad, nos invita a un esfuerzo reflexivo que permita asumir y entender las incertidumbres que se entretejen en la relación entre comunicación y desarrollo.
Como podemos constatar, las actuales condiciones exigen a los comunicadores/as para el desarrollo una preparación multidisciplinar que salve a la comunicación de los reduccionismos instrumentalistas a los que fue reducida.
Otro aspecto a considerar en el contexto actual es el abordaje académico de la comunicación para el desarrollo desde la Universidad, a pesar de ser "aún nuevo, sustentado más en múltiples prácticas que en reflexiones o precisiones conceptuales" (Alfaro; 2006: 22), recupera este campo para el ejercicio profesional de comunicadores/as y profesionaliza las nuevas propuestas de comunicación para el desarrollo. Aunque esta formación universitaria – debemos decirlo – se limita a la oferta de una serie de cursos que no alcanzan a ofrecer el perfil de especialidad en comunicación para el desarrollo.
Este marco teórico nos pone de cara a una realidad con muchas interrogantes y demandas reflexivas que deben ser atendidas, pero también frente a un escenario de incertidumbres que no deben ser evadidas, sino por el contrario, enfrentadas y contrastadas por un compromiso teórico con la comunicación y otras disciplinas sociales que intervienen para entender el desarrollo y sus propuestas, así como con una práctica innovadora que recoja lo más útil de nuestra experiencia comunicativa y finalmente con una apuesta por la investigación interdisciplinar que nos ayude a desentrañar algo este escenario de la complejidad.
Comunicación para el desarrollo, una propuesta por construir
Las implicancias de la comunicación y el desarrollo, así como las de su interrelación, son muy dinámicas y complejas; para entenderlas necesitamos asistirnos de un pensamiento cada vez más propio, que se corresponda con los aprendizajes de las experiencias surgidas en nuestro territorio. En este acápite se recogen nuevas consideraciones sobre comunicación para el desarrollo, desde la construcción latinoamericana, que sirven de fundamento para un enfoque propio.
En este sentido, presentamos la propuesta del Centro de Comunicación para el Desarrollo de Guatemala (Gularte y otros; 2008: 28-29), en base a lo que nos dejó la comunicación alternativa y la condición de los nuevos escenarios. De estos aprendizajes proponen una comunicación para el desarrollo que:
Tenga una visión integral de lo que implica el desarrollo, desde la satisfacción de las necesidades humanas básicas hasta el pleno goce de todos los derechos, incluyendo los derechos de los pueblos a decidir sobre sus propios recursos.
Contextualizada a los procesos de los pueblos, que parta de la valoración del propio conocimiento, cosmovisión y formas de trabajar (…), por tanto, no se trata de un desarrollo desde afuera, sino de un desarrollo desde adentro.
Planteamos nuestros propios lineamientos desde nuestras propias necesidades y mucho de ello tiene que ver con la reapropiación de nuestros propios recursos.
Parta de los sectores subalternos, fortaleciendo sus capacidades como ciudadanos y ciudadanas para exigir lo que les pertenece: una vida digna.
Fortalezca también las capacidades de los actores locales del desarrollo, que los gobiernos pasen a ser protagonistas del cambio en sus municipios, en conjunto con las fuerzas organizadas de la sociedad.
Promueva todas las voces, especialmente aquellas que han sido despreciadas por el sistema neoliberal y que de hecho, son la mayoría de las voces.
Genere políticas públicas elaboradas de manera participativa y en las cuales de vean reflejados los intereses de las grandes mayorías y que promuevan verdaderos procesos de comunicación, de diálogo social.
Promueva iniciativas de comunicación comunitaria.
Promueva el desarrollo de una actitud crítica y de alerta ante los mensajes ideologizados de los medios masivos de "comunicación", que pertenecen y representan los intereses de los grupos hegemónicos.
Acompañe los procesos de organización social, los promueva y los fortalezca, para que sean sostenibles.
Promueva el mutuo conocimiento entre los actores sociales del desarrollo.
Fortalezca la responsabilidad de los pueblos frente a los recursos naturales existentes en su territorio. Donde el dinero no se sobreponga a los intereses de los pueblos.
No busca la persuasión de las personas, aún con la justificación de que "es para su bien", sino que reconoce en cada persona a un sujeto capaz de entrar en un proceso de diálogo con el cual problematiza sus propios conocimientos, actitudes y prácticas, y toma una decisión.
No desecha los aportes valiosos de las nuevas tecnologías de información, sino que las convierte en herramientas de comunicación (de intercambio horizontal).
Es capaz de hacer autocrítica, de reconocer sus errores y enmendar sus acciones.
En conclusión, estos lineamientos proponen una comunicación que no sea sólo para mitigar los efectos de las políticas, sistemas y estructuras excluyentes e injustas en las comunidades pobres, sino que contribuyan a la transformación de estas relaciones injustas; idea general con la que coincidimos plenamente.
Otros aportes valiosos que sirven de base para la construcción de un enfoque propio, son los de Rosa María Alfaro (2006), que ya hemos referido. Pero como contribución específica a esta tarea reflexiva y propositiva, destacamos sus reflexiones que nos proponen encaminarnos en este propósito. Antes que enunciados sobre lo que se debe hacer, menciona conflictos a resolver en este aterrizaje de la comunicación en el desarrollo y "nuevos retos comunicativos del desarrollo".
Dentro de los principales aspectos que desde la comunicación debemos buscar soluciones se encuentran:
La fragmentación temática de las propuestas de desarrollo con la consiguiente pérdida del sentido de integralidad que requieren las propuestas de cambio social.
La despolitización de la comunicación, que la aleja de su carácter movilizador y de su capacidad de construcción ciudadana. Así como la desconexión entre desarrollo y democracia, donde ambos aparecen como opciones diferenciadas y optativas.
Marginación de la cultura de las propuestas de comunicación y del desarrollo. Escaso conocimiento de las dinámicas culturales y de los factores que la alteran.
Práctica instrumental de la comunicación y ausencia de políticas y teorías en sus propuestas.
Carencia de una visión mundial del desarrollo económico y de las nuevas configuraciones que produce la globalización.
Vacíos y desencuentros políticos, y participación en la fragmentación.
Desconocimiento del ciudadano como público activo, complejo y heterogéneo.
Burocratización de la cooperación que empaqueta la comunicación en resultados ignorando los procesos y promueve una confusión en las mediaciones de impacto e incidencia tendiendo a culpabilizar a la comunicación de cualquier error.
Frente a estos dilemas y conflictos de la comunicación en su relación con el desarrollo, Alfaro (2006) propone algunos retos que la realidad nos obliga a los comunicadores a asumir, basados en la experiencia, la investigación y la reflexión. Para ello, debemos comprender a la comunicación, su rol y características:
La comunicación y su papel de reflexión y autocrítica, de motivación de nuevos sentidos y de articulación comunicativa entre los diferentes actores del cambio.
Una comunicación que cree y recree lo público, que promueva la esfera pública a construir desde voluntades que se proponen hacerla y que legitime el desarrollo como ética pública.
Pluralismo y comunicación intercultural que conduzca hacia un proyecto cultural incluyente.
Recuperación educativa del lenguaje y la cultura audiovisual, rescatándolos del uso instrumental que se le ha dado.
Democracia para desarrollar la sociedad y desarrollo para democratizar la convivencia. Es necesario promover desarrollo con democracia y participación, como también incluir a la democracia como una meta del desarrollo, generando condiciones y estilos de vida que lo permitan.
Intervención comunicativa múltiple, ética e integradora. Profundamente humana, la comunicación requiere concentrarse en la relación entre sujetos.
Hacia un movimiento global de la comunicación. Hace falta que esta perspectiva de mundo, desde lo local a lo global, cobre más fuerza y sentido en la comunicación en general ganado en ética y calidad, como en su vinculación con el desarrollo.
La comunicación también debe cambiar. Puesto que es también objeto de desarrollo y está inserta en un mundo de constantes desubicaciones.
Resultados e indicadores en procesos comunicativos. Se trata del aporte comunicativo a la construcción de actores como ciudadanos del desarrollo y de potenciar al mismo tiempo las intervenciones de cambio que se están implementando.
Las referencias planteadas en este ítem, acompañadas de un contraste y articulación con nuestra propia realidad, aportan en la perspectiva de construir una propuesta de comunicación para el desarrollo propia que deberá estar en constante evaluación y transformación.
Finalmente considero que la comunicación para el desarrollo en nuestros países del sur, debe ser reconstruida permanentemente por nuevas teorías, por propuestas más propias, congruentes con nuestras realidades y con las experiencias que vayamos desarrollando. Le es necesario también una dosis de doctrina disciplinar, no para sesgar los aportes que desde la investigación científica logre ni para retroceder a los purismos disciplinares, sino, para estimular su estudio y práctica, guiándola por principios de justicia, humanización, respeto, auto-determinación, equidad y participación.
Referencias bibliográficas
Alfaro, Rosa María. (2006). Otra brújula. Innovaciones en comunicación y desarrollo. Ed. Calandria. Perú.
Beltrán, Ramiro. (2005). La comunicación para el desarrollo en Latinoamérica: un recuento de medio siglo. Argentina.
Gularte, Eduardo y otros. (2008). Otra comunicación para otro desarrollo. Ed. Centro de Comunicación para el Desarrollo. Guatemala.
Marques de Melo, José. (2009). Pensamiento comunicacional latinoamericano. Entre el saber y el poder. Ed. Comunicación social. España.
Autor:
Ms. Eliana Pérez Barrenechea[1]
[1] Licenciada en Ciencias de la comunicación, maestra en administración y gestión del desarrollo humano, con experiencia profesional en el ámbito de la comunicación para el desarrollo.