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Recuerdos y vivencias del San Joaquín que yo conocí (página 3)


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Continuando con los sucesos y en particular los que entristecían, si no a toda la comunidad, a una parte de ella, fue lo acontecido un sábado por la noche, particularmente en agosto de 1949, cuando uno de los obreros, ordeñador y amansador de caballos en la Hacienda El Carmen, de nombre Antonio Vivas, quien encontrándose en el bar Tiro Fijo tuvo un pleito con otro cliente del lugar y se fueron a las manos, recibiendo por parte de su contrincante dos puñaladas en el estómago, salió herido de muerte a la calle buscando ayuda que no obtuvo, recorrió pocos metros y cayó a la orilla de la carretera, muriendo desangrado en la calle Bolívar al frente del monumento a San Joaquín.

Otro hecho doloroso acaeció en los alrededores de la Hacienda Cura, particularmente en la vía férrea, cerca de las cuatro de la tarde, hora de llegada del tren; una joven muchacha se encontraba caminando a lo largo de la vía, la joven en cuestión sufría de trastornos mentales, cuando se percató de la venida del tren se escondió en una de las alcantarillas de la línea y cuando aquél pasaba, se supone que ella asomó la cabeza y fue arrastrada por la máquina, seccionando su cuerpo en varias partes.

Un acontecimiento muy lamentable fue el de dos amigos en el botiquín del Cine, quienes empezaron a jugarse de manos con una escopeta y al ser manipulada, ésta se disparó, alcanzando en el pecho a uno de ellos, quitándole la vida de inmediato. Fueron hechos tristes que se sucedieron en la década del cuarenta, y ese fue el San Joaquín que yo conocí.

Por la destrucción del continente europeo debido a los horrendos combates y continuos bombardeos por parte de los contendientes que participaban en la Segunda Guerra Mundial, nuestro continente americano empezó a recibir personas de muchas nacionalidades, completamente diferentes a nosotros, hablaban un idioma distinto, poseían una estatura más alta que la nuestra, muy blancos, pelo amarillo y ojos azules, prácticamente fuera de grupo; a nosotros, los muchachos de esa época remota, nos causaban gran impresión.

Un día cualquiera de la semana, durante la mañana, venía uno de esos extraterrestres manejando un jeep, al sufrir un desperfecto en la dirección, impactó contra la ventana del telégrafo, hoy día casa de la familia Orellana; una gran cantidad de personas se movilizaron al sitio, no para ver el accidente, sino a ver y admirar al conductor que era de nacionalidad yugoslava; posteriormente, se vino a trabajar con su familia a la casa de la familia Pacanis.

"…Apunta Pipo…" fue una expresión que se hizo muy célebre en los canales de la televisión venezolana a mediados de los años cincuenta. Don Ovidio Loria administraba el Club Social San Joaquín, el cual operaba diagonal a la plaza (calle Bolívar con Vargas), en el mismo había un patio de bolas muy concurrido; lo clásico por parte de los jugadores era solicitar alguna bebida, como cerveza o un palito de ron y al final cancelaban la cuenta; don Ovidio muy diligente despachaba el pedido y le ordenaba a Rogelio Blondell (a) "Pipo", de la siguiente manera: "Apunta Pipo".

Para el año 1948 fue corneado de muerte en España uno de los toreros más famosos del mundo, su nombre Manuel Rodríguez Sánchez (a) Manolete, quien había toreado aquí en Venezuela con un éxito rotundo, y en una tarde Sevillana perdió la vida en los cuernos de un toro bautizado como "isleño"; traigo este comentario a colación porque a pesar de que fue un domingo, la noticia de ese lamentable suceso se conoció por boca del padre Macaya un miércoles en la tarde, podrán darse cuenta las nuevas generaciones, lo primitiva y atrasada de las comunicaciones.

Educación

San Joaquín gozaba del privilegio de poseer dos excelentes escuelas de primaria, la decano de las escuelas: la "Romero García", exclusivamente para varones, posteriormente se convirtió en escuela mixta; la misma estuvo dirigida en sus inicios por el bachiller Alfonso Jiménez, posteriormente el bachiller Jesús Andrade y luego el bachiller Antonio Gutiérrez Pérez, a este último educador se le ha rendido un tributo como epónimo de una escuela estatal en la Cabrera. Como maestros de aula podemos recordar al bachiller Marcos Colmenares, Romelia Andrade, Hercilia Castrillo, Altagracia Rodríguez, Luisa González y Valentín Hernández.

Otra unidad educativa era la Escuela Federal Graduada "Atanasio Girardot", siendo su directora la señorita Genoveva Gil Botello, posteriormente llegó a San Joaquín, procedente del Táchira, una maestra que sentó plaza en el pueblo y relevó a la primera directora, su nombre Bambina Cuevas; más tarde, con la construcción y apertura del Grupo Escolar "Rafael Pérez", fue designada directora del mismo. También funcionaban tres escuelas pequeñas, una en el Remate, otra en la Hacienda El Carmen y la de la Hacienda Cura.

Deportes

A pesar de estar viviendo la posguerra, en San Joaquín, un pequeño pueblo sin recursos, existían efímeros eventos que alegraban y divertían a los habitantes del lugar, podemos recordar aquel que San Joaquín vio y vivió como la gran Carrera Internacional de Automóviles Buenos Aires-Caracas. La calle Bolívar fue escenario de muchos de nosotros desde tempranas horas de la madrugada a esperar los bólidos, cuyos corredores en su mayoría eran argentinos, uruguayos y algunos chilenos. El primer carro que cubrió vertiginosamente la calle Bolívar oeste-este, rumbo a Caracas y a unos ciento cincuenta kilómetros por hora, fue el Nº 4 tripulado por Domingo Marimón, era un "Ford cola de pato", quien se erigió con el trofeo como ganador de esa gran carrera, secundado por Juan Gálvez, quien mantuvo la delantera hasta Ecuador y la perdió motivado al accidente que tuvo el auto de su hermano, en el cual murió.

Estos intrépidos volantes llegaron a Caracas haciendo su regreso días después, con la gran suerte para los habitantes del pueblo que a su paso por San Joaquín se detuvieron en la plaza y fueron a saciar su sed en el selecto y clásico botiquín del Cine; muchos de los habitantes nos volcamos para ver, tocar y conocer de cerca a los héroes de esa carrera; como muchachos pueblerinos nos marcó para siempre.

Otra carrera internacional fue la Caracas-Bogotá-Caracas, cuyo polo de atracción fue doña Carmen Bastidas (a) Doña Bárbara, tripulaba un Studebaker, modelo 1945, acondicionado para carreras, y también otro corredor célebre el gran Pancho Pepe Cróquer en su potente Mercedes Benz 350 sl, en cuya carrera perdió la vida, silenciando los micrófonos por mucho tiempo; el mismo tenía una forma muy peculiar para narrar el béisbol, se convirtió en un narrador famoso a escala nacional e internacional, es de recordar cuando decía: "… se prepara el pitcher para lanzar, ahí viene la Wilson y se convierte en strike…". El ganador de esta carrera fue un italiano con pocos años en Venezuela, su nombre Lino Fayen. Esto trajo como consecuencia grandes deseos de programar carreras de autos alrededor del lago, con su paso obligado por las calles de nuestro pueblo.

El béisbol, que siempre ha sido el deporte rey de Venezuela, también lo disfrutábamos en el cuadro de pelota, no se hablaba de stadium; este cuadro de pelota quedaba en los potreros norte de la Hacienda el Carmen, allí todavía existe la mata de María, donde estaba la primera base, ese sitio se llamaba rebote y estaba al frente de Coats, desapareció para dar paso a la Autopista Regional del Centro.

El desaparecido cuadro de pelota fue testigo de los emocionantes y candelosos encuentros entre el equipo local, el Unión y los Cachorros de Guacara y una que otra vez el John Deere de Mariara y el OSP de Puerto Cabello, así como otros equipos de Maracay y Valencia. Posteriormente, el pueblo contó con otro equipo de béisbol, el Boyacá, que en el juego inaugural se enfrentó al Unión, siendo el pitcher del Boyacá el finado Ramón Orellana quien perdió ese juego por paliza; el pitcher del Unión fue el zurdo Esteban Paredes. El Boyacá fue un equipo que murió al nacer, a pesar de contar en su róster con una pléyade de jugadores como Ramón Orellana, Pablo Salcedo, los triunfos siempre brillaron por su ausencia; posteriormente, se convirtió en el equipo las Águilas, pero nunca llegó a volar y desapareció sin fama y sin gloria.

El equipo del pueblo, el Unión, del cual estábamos muy orgullosos ya que era nuestra identificación regional en todo el territorio nacional, estaba conformado por los siguientes peloteros, algunos con nosotros hoy día, otros han viajado a lejanas y desconocidas dimensiones, entre ellos podemos mencionar: pitcher el zurdo Esteban Paredes; catcher Ramón (Avioneta) Vásquez; primera base Félix Falcón "Chingo cañón"; segunda base Antonio García; short stop Felipe Antonio Vásquez; tercera base José Miguel Aponte "Boca e´cloaca"; jardinero izquierdo Pablo Guerrero; jardinero central Clarito Acosta; jardinero derecho Miguel Cazorla.

Hubo otros peloteros que fueron catcher del Unión, como Rafael Camacho, Verónico Robles; también como primera base Chicho García, hubo otro pitcher como Alberto Vásquez (Bigotico); otros peloteros famosos como short stop, tercera o segunda base, entre ellos Oscar Vásquez, Vicente Hernández, el Negro Bolívar (Bolivita) y otros que se me escapan de la memoria. Si hubiesen existido oportunidades para la época, de sentar plaza en el exterior como peloteros en las ligas mayores, muchos de los mencionados anteriormente hubiesen engrosado las filas de la liga nacional o la americana en Estados Unidos.

Después del Unión, éste cedió el paso a un nuevo equipo, que resultó tan aguerrido como el primero, su nombre el Junín, prácticamente heredó y siguió con las glorias del Unión, por supuesto con sangre nueva y otros que venían del viejo Unión; entre estos noveles podemos recordar a Raúl Vásquez, Oscar Vásquez, el zurdo Paredes quien era pitcher del Unión, Paulowa, Bolivita, Oscar Vásquez y una pléyade de luminarias que a su paso por este club, dejaron huellas indelebles, ejemplo de vergüenza deportiva a las generaciones de relevo.

Para el año 1947 la escuela "Romero García", que funcionaba en la calle Bolívar frente al Banco Caribe, se convirtió en la pionera de dos equipos de voleibol, cuyo Director Técnico y entrenador era el muy apreciado y recordado bachiller de sexto grado, Marcos Colmenares. Fue nuestro maestro en quinto y sexto grado, persona muy abnegada y estoy seguro que todos aquellos muchachos y muchachas de la época, que hoy día somos profesionales algunos y otros que no lo son, le estaremos infinitamente agradecidos en cualquier sitio o dimensión en la que se encuentre, por sus enseñanzas y orientación pedagógica.

Retomando el tema, estos equipos de voleibol iban a proyectar la capacidad y el potencial deportivo en el que se iniciaba la escuela "Romero García", muy en particular en esta disciplina y en parte desconocida en el pueblo; no faltaba quienes aseguraban que ese era un juego para mujeres, razón por la cual muchos eran reacios a practicar dicho deporte, pero con la orientación del Director Técnico, esto se disipó y hasta atrajo muchas personas que querían practicar el novel deporte, pero fue la escuela "Romero García", la que introdujo y dio auge a esta disciplina deportiva en el pueblo.

Se escogió el uniforme, el cual quedó conformado por una franela blanca con la inicial al lado izquierdo, pantalón beige, botas de goma blancas y medias blancas. Toda la inversión de esta indumentaria alcanzaba a la exorbitante cifra de veintisiete bolívares; quince bolívares el par de botas, siete bolívares el pantalón, tres bolívares la franela y dos bolívares las medias, lo cual se podía cancelar en dos partes. Las damitas que conformaban su equipo también usaban un uniforme igual al nuestro.

Era lógico que nos estábamos preparando y entrenando para llevar a cabo un encuentro con algún equipo; llegó el día que hubo que probar nuestra capacidad como voleibolistas, el gran día de nuestro primer encuentro y prueba de fuego, fue una tarde en Valencia cuando enfrentamos a la escuela "Padre Alexander", este partido se escenificó en el desaparecido coso Arenas de Valencia, el cual estaba situado en el cruce de la avenida Bolívar con calle Navas Espinola; la trayectoria de esta escuela en esta disciplina era sorprendente, tenía experiencia y, por lo general, alternaba con los mejores equipos de Valencia. Nosotros, pueblerinos capochos, psicológicamente estábamos derrotados, más con un público burlista en contra nuestra.

Se inició el juego con un gran apoyo moral por parte de nuestro Director Técnico, el bachiller Colmenares; sin poder recuperarnos del miedo escénico y las pitas del público cada vez que cometíamos un error, el primer tiempo lo perdimos; el segundo lo jugamos sin importarnos el público, ni las rechiflas, nos acoplamos y les ganamos; para el tercero veníamos con la moral en alto, este tiempo fue muy candente, pero estuvimos jugando de igual a igual, al final nos alzamos con la victoria, caía la escuela "Padre Alexander" ante una escuela de pueblo, la "Romero García".

Esa tarde nos llenamos de gloria y con el orgullo de haber vencido a uno de los equipos más fuertes y de trayectoria en Valencia; posteriormente, nos enfrentamos al verdugo de los voleibolistas en el estado Carabobo, el Grupo Escolar "República del Perú", jugamos con grandes deseos de triunfo y una moral muy alta que se desbordaba; el juego se llevó a cabo en su propio patio en la Candelaria y allí, ante un nutrido público, vieron caer su invicto ante una escuela desconocida y de paso de pueblo, formada por "paneleros", tal como desde un principio nos bautizaron.

Al comenzar las acciones del primer tiempo fuimos desestimados, y las burlas a nuestro equipo no se hacían esperar, nos decían paneleros; cada vez que efectuábamos un saque el público decía en son de burla "…Ahí va un panelazo…" actitud que fue cambiando cuando rompimos el vidrio y doblegamos a los diablos rojos de la "República del Perú".

Una vez terminado el encuentro, la admiración del público hacia nosotros era completamente diferente, pasamos a ser los verdugos de la "Padre Alexander" y de la "República del Perú". Nuestra racha de triunfos fue impactante, en el poco tiempo que existió nuestro equipo, nunca saboreamos lo amargo de una derrota. De igual manera, vencimos a la "Diego Ibarra" de Guacara, la escuela "Viso" de Guigue, la escuela de Yagua, en la Quinta Pimentel, una de Mariara y otras que se me escapan de la memoria.

En conclusión, todo aquel equipo que tenía la osadía de enfrentarse a nosotros era derrotado, los integrantes de ese aguerrido equipo y que en esa disciplina colocó a la "Romero García" en un sitial de honor, estaba conformado por: Isaac Blondel, Enrique Laurentin, Domingo "Mingo" Acosta, Encarnación González, José Inés Bello, Luis Villanueva (QEPD) y Nelson Mendoza.

El otro equipo, representante del sexo débil, era muy aguerrido, tuvo varios triunfos pero saborearon algunas derrotas, o sea, no tuvieron la misma suerte que el equipo de los varones; esas abuelitas de hoy día tenían un alto espíritu deportivo, las niñas que lo conformaban: Mercedita Verenzuela, Dinorah Pérez, Josefina Marrero, Yolanda Castillo, Lilia Toro, Marina Mendoza, Ventila Flores y Rosita Alezones (QEPD). Así se proyectaba el pueblo en esta disciplina; el equipo que relevó al de los varones estuvo conformado por los siguientes alumnos: Armando "Negro" Chirivella, Remigio José Salas (Coquito), José Benigno Machado (el Zorro), el Negro Pereira (Morao), Hernán Laurentin, Luis Páez y otros que se escapan de mi memoria.

Algo muy peculiar y folclórico era el traslado desde San Joaquín al sitio donde íbamos a jugar, el cual se efectuaba en un camioncito Ford de volteo cuyo propietario era un señor de nombre Enrique Celis, quien al llegar al sitio nos bajaba del camión, levantando la batea, dejándonos deslizar como un tobogán, una vez que había quitado la compuerta trasera de la batea.

Diversiones

El San Joaquín que yo conocí, era el pueblo apacible y monótono, sin ninguna clase de diversión, ya que éstas afloraban producto de la inventiva e ingenio de los muchachos y muchachas de la época. Por lo general, los domingos en la tarde a partir de las cuatro o cinco y sin ningún tipo de planificación, surgía una reunión social pequeña, llamado picoteo (anglicismo por pick-up), o sea, una fiestecita bailable en la casa de algunas de las niñas y con invitados seleccionados; estos picoteos eran el momento obligado para que los muchachos aprendieran a bailar, porque no era de caballero ni era justificable que las damitas de la época se quedaran sentadas al comenzar a sonar la música.

Hoy, seguro estoy, que muchas abuelas que lean este relato, recordarán, unas indiferentes, otras con cierto grado de nostalgia, los pisotones recibidos por algún parejo que se iniciaba en las notas musicales y pasos de baile de un bolero, una guaracha, un mosaico y un cha-cha-cha, alternando con un merengue apambichao.

Estos picoteos, ya desaparecidos, motivado a diversos factores como la descomposición social vigente y el alto costo de la vida, sirvieron y fueron testigos del inicio de un romance de varias parejitas, hoy día muchas familias conformadas y que son parte de la comunidad sanjoaquinera, cuentan a su prole como se conocieron sus progenitores; sin olvidar aquel fondo rítmico de un "Olvídame" en la voz de José Luis Moleró, otras como "Venganza" con Daniel Santos, un "Te odio y te quiero" con Carlos Argentino y un Celio González con "Amor sin esperanza", no podía faltar "Angustia" con Bienvenido Granda; así eran las melodías que se dejaban escuchar en los mencionados románticos picoteos.

Una de las variadas diversiones improvisadas era el paseo en bicicleta alrededor del pueblo y aún más aventurados ir a los pueblos aledaños, Guacara y Mariara y de vez en cuando a Valencia o Maracay. El riesgo brillaba por su ausencia, sólo una caída o un espiche, en el trayecto se cruzaba con solo dos tres automóviles, o sea, que la carretera era nuestra. La partida, por lo general, era en las primeras horas de la mañana del domingo, se pasaba el día en el pueblo seleccionado, y luego se regresaba a contar entre los amigos lo acontecido durante el paseo o la permanencia en dicho lugar.

Uno de los más osados, el cual se constituyó en proeza, la visita en bicicleta que hicimos a Rancho Grande, cuyo promotor y líder de tal odisea fue Luis Rodríguez Álvarez, quien a la vez se llenó de gloria y admiración por tal aventura, era como ir de la Tierra a la Luna, más aún cuando su supo que bajó la cuesta Rancho Grande-Maracay con los frenos de la bicicleta dañados, y para frenar tenía que meter el pie derecho entre el caucho delantero y la horquilla.

El San Joaquín bonchón de la época, era para las personas mayores los bailes llamados de mabil, donde estas personas pagaban un medio y bailaban todo una tarde y noche con damitas de cuestionada y dudosa reputación, quienes eran importadas de Valencia o Maracay y otras venidas de la capital. Se nombraba a un encargado de supervisar y controlar la moral en el sitio. Si un muchacho menor de edad estaba haciendo acto de presencia por haberse coleado, el supervisor lo sacaba guindando por una oreja, con la consabida reprimenda y el acuse a su padre o representante para que fuese castigado.

El San Joaquín que yo conocí, era el de mi fraterno y apreciado amigo Luis Casteluche, a quien embarcaban en la plaza Bolívar en un autobús para que se fuese a Valencia, vestido con su paltó y unas medias escocesas, y al llegar al callejón del Remate, la esquina del Jobo, se bajaba, y en pareja nos íbamos rumbo al Ereigue; por esta razón muchos telegramas que tenía que repartir nunca llegaron a manos de su destinatario, testigo de estas ausencias fue la desaparecida Sabana del Ereigue; o como en otras oportunidades en el callejón del Carmen cuando traía un caballo a todo galope a la bodega de la hacienda. En el Ereigue los telegramas se mojaban y había que desecharlos, en las carreras a caballo se me salían del bolsillo del pantalón y se me perdían, falta de madurez e irresponsabilidad de muchachos.

Los domingos era obligatorio el esparcimiento y la diversión, sitio obligado el río Ereigue con su paso por el arenal, luego la pilastra, hoy día desaparecida, en ese lugar se escuchaba el caudal del río, deduciendo si estaba crecido o normal; permitía de igual manera admirar la exuberante sabana del Ereigue, donde abundaban las matas de guayabitas del Perú, bejucos de manteca e infinidad de palomas sabaneras y no podía faltar el aroma fuerte de las matas de mastranto. A la orilla del río abundaban las matas de chupa-chupa, algarrobos y merecures, así como las parchitas, las cuales crecían silvestres, no eran codiciadas por los habitantes del pueblo.

Una de las aventuras, aparte de las idas al río el Ereigüe, lo constituía el disfrute de las frías aguas del río Paraparito, entre la Hacienda Cura y Santa Clara; en épocas de lluvia crecía y aumentaba su caudal, al extremo que en la parte más llana crecía casi un metro, este río venía del Aguacate y pasaba por debajo de la carretera, y al desembocar formaba un pozo redondo de unos seis metros de diámetro, el cual por su profundidad permitía que usáramos la orilla de la carretera como trampolín; en época de sequía siempre ofrecía las bondades de su caudal de agua y lo frío de sus aguas cristalinas.

El San Joaquín que yo conocí, gozaba de tres ríos con sus pozos para el disfrute de sus visitantes, el Ereigüe, la Camachera y el de las Raíces, en este último se podía pescar guabinas y bagres, quien se erigió como el rey de esta actividad fue el desaparecido Juan Rosco (QEPD).

El caminar por el pueblo era un pasatiempo y no dejaba de ser divertido, esas soleadas y tierrosas calles del San Joaquín que yo conocí, en alpargatas de suela o goma, permitían la entrada de la arenilla y tierrita que hacían incómodo el caminar, porque el juego de éstas con la planta del pie se convertía en tortura, el asfalto y el macadán brillaban por su ausencia, que al menos minimizaran ese sufrimiento.

El tiempo transcurría en San Joaquín monótonamente, la gente tenía que buscar la diversión en cualquier sitio; es de hacer notar que en la gran mayoría de los bares existían patios de bola y bolón, allí se jugaba hasta altas horas de la noche, es lógico suponer que dichas diversiones no estaban al alcance de los muchachos por la venta del licor y la presencia de las apuestas. Muchos de estos bares tenían el privilegio de tener una rockola cuyas notas musicales exigidas por un bohemio, apaciguaban los ánimos y de vez en cuando un despechado drenaba su dolor, libando cerveza y viviendo lo que las melodías del acetato le transmitían.

Cuando alguno de estos personajes introducía dos bolívares, su intención era deleitarse con cinco hermosas melodías de la época, haciéndose presente la voz del cantor, nunca podía faltar un Daniel Santos cuando vocalizaba: "…Por algo está el cielo en el mundo, por hondo que sea el mar profundo…"; otros románticos habían conocido una damita venida a nuestro pueblo a pasar vacaciones y alguien se había enamorado de ella, a su regreso, el consuelo era la voz de Bienvenido Granda, que hacía brotar las lágrimas del despechado, cuando se oía: "…Angustia, de no tenerte a ti, tormento de no tener tu amor, angustia de no besarte más…" y este despecho lo fortalecía con la voz de Lino Frías: "…Vuelve con tus besos muñequita linda, te quiero besar con tu boca en flor…", no faltaba el enamorado solo, de un amor imposible y únicamente se conformaba con oír a Julio Gutiérrez, "…Un poquito de tu amor, un poquito nada más, una mirada de tus ojos…", y dejaba correr las notas con un Celio González, al oír: "…Pretendiendo humillarme pregonaste el haber destellado mi pasión…" y así transcurría la noche, los noctámbulos trasegando los botellones de cerveza y una que otra lágrima de despecho, ese era uno de los ambientes en los bares con una rockola "mata despecho", y ese fue el San Joaquín que yo conocí.

La calle Páez, nombre del centauro de los llanos, y que en una oportunidad sirvió como manga de coleo en las festividades a nuestra patrona del Carmen, era también el paso obligatorio de las puntas de ganado que venían del llano a los mataderos del centro, nos impresionaban los llaneros con su indumentaria, apostados en las esquinas para evitar que alguna res se escapara o saliera de la manada, aunque hubo muchas ocasiones en las cuales unas que otras reses se metían en los solares de alguna casa, lo cual para la época era un espectáculo el de las viejas metidas en un cuarto hasta que lograran sacar la res y peor si era bravo.

Mister Kamp era un norteamericano dueño de una avioneta de dos planos, amarilla, marca Stearman, la cual tenía su base de operaciones en la sabana del Ereigüe y que se utilizaba para fumigar. Mister Kamp, como lo llamábamos, fue piloto de caza en la Segunda Guerra Mundial y en más de una oportunidad nos hizo saborear las delicias del vuelo; sus ayudantes en tierra eran Ramón Orellana y Felipe Pérez. Es de hacer notar que Ramón Orellana aparte de ser un buen pitcher de béisbol, tuvo el privilegio de ser el primer fotógrafo del pueblo y su asistente y ayudante era el maestro Felipe Pérez.

Se mencionó que el Ereigüe era un sitio obligatorio de esparcimiento, éste también ofrecía sus cristalinas aguas al grupo de lavanderas de ropa del pueblo en su diario trajinar; por tanto, era común ver de lunes a viernes, las inmensas piedras del río cubiertas con todo tipo de prendas de vestir, a las cinco de la tarde iniciaban el regreso con su cargamento de ropa limpia libre de mugre, producto del trinomio músculo, jabón azul y azulillo.

Profesionales

Aunque San Joaquín no poseía institutos de educación superior, tuvo un grupo bien importante de profesionales. Podemos señalar como el primer abogado del pueblo a Justinito Marrero, egresado de la Universidad Central de Venezuela (UCV) en los años cincuenta; para el año 1949 egresaba de la UCV, promoción Pepe Izquierdo como médico, mi hermano Francisco Laurentín; como primer cadete de la Escuela de Aviación Militar, el finado Numa Arias, quien no logró graduarse; posteriormente ingresó a la Escuela Náutica; Manuel Vicente Peralta, quien se graduó como Maestre de Tercera y sirvió sus treinta años reglamentarios cumpliendo importantes servicios a la República, tanto nacional como internacionalmente.

El desaparecido poeta del pueblo Alejo Moreno, ingresó a la Escuela Técnica de las Fuerza Aérea Venezolana (FAV), graduándose entre los primeros de su promoción y con honores, tuvo que irse de baja tiempo después por una dolencia en los ojos que lo dejaron ciego. Antonio Acosta Martínez, hizo su ingreso a la Escuela Técnica FAV, se graduó de ST3 y se retiró al completar sus treinta años de servicio, cumpliendo importantes servicios en el país y en el exterior.

A la Escuela Militar ingresó Manuel Castrillo Falcón, no logró graduarse. Al culminar el bachillerato, dos hijos del pueblo ingresamos a la escuela Militar y Escuela de Aviación Militar, el primero, Manuel Enrique Ojeda se graduó de Subteniente del Ejército y se retiró de Mayor; el segundo, Juan Enrique Laurentín se graduó como subteniente y se retiró con treinta años de servicio y el grado de Coronel; otros como el Negro Pereira, José Alejo Salas, ingresaron a la escuela Técnica FAV y no culminaron.

El primer cadete de la EFOFAC, a pesar de no ser nativo de San Joaquín, vivía aquí con su familia, los Chirinos, su nombre Salomón Salazar, no culminó la carrera, hizo curso de pilotaje en la Escuela "Miguel Rodríguez" en Maracay, una vez graduado como piloto empezó a trabajar en la línea Aeropostal Venezolana, acumuló un gran número de horas de vuelo, llegó a ser Capitán de Nave, una noche despegando del Aeropuerto de la "Chinita", cargado de pasajeros, por fallas en los comandos del avión, se estrelló, pereciendo todos los ocupantes de la nave.

Carnaval

El San Joaquín de mis recuerdos y vivencias, era aquel que a partir del siete de enero se preparaba para recibir con bombos y platillos al Rey Momo, pronto a venir en febrero; festividades que revivían las alegrías de las navidades ya olvidadas, a pesar de que era una fiesta diferente, había que celebrarla por todo lo alto, motivado a que era la primera festividad del año.

Las escuelas del municipio se preparaban para seleccionar las chicas que iban a ser candidatas a reina de la escuela, lo cual se hacía con anticipación. El día de la elección, ésta se llevaba a cabo con todos los alumnos y uno que otro representante, una vez electa la reina, era llevada por el Director de la escuela al trono, allí la coronaban y se le hacía entrega del cetro que representaba poder sobre sus súbditos; inmediatamente procedía a leer la proclama, decretando el carnaval en la escuela; esta proclama era más petición que ofrecimientos, de inmediato se iniciaba una fiesta, con las melodías de la época y un picot de aguja, siendo las melodías, "El manicero", "Las pilanderas", "El muerto de las gradillas", "Ariel", "Caminito de Guarenas", entre otras, todas de Billo´s Caracas Boys, algunas veces esta fiesta era cambiada por un paseo en camión por las principales calles del pueblo, de vez en cuando se extendía a Mariara y Guacara.

Asimismo, la soberana del pueblo era escogida y elegida dentro de las damitas de la comunidad, una vez elegida como reina del pueblo era coronada y recibía su cetro de manos del Prefecto, procedía entonces a leer su proclama, decretando el carnaval en toda la jurisdicción del municipio. La plaza Bolívar era el sitio escogido para la coronación, donde esperaban los camiones que efectuarían el paseo por el pueblo, en la noche se bailaba en la plaza, al son de un conjunto o de las notas del acetato.

El martes de Carnaval, la reina del pueblo, acompañada de su séquito, se daba el tupé de mojar simbólicamente a la primera autoridad del municipio chispeándolo de agua con los dedos, la cual era un indicativo que ese día se decretaba el carnaval con agua, permitiendo mojar a cuanta alma se moviera por las calles, muchos por el temor de ser mojados se quedaban en sus casas y salían al anochecer.

En una oportunidad, una reina del pueblo, no mojó simbólicamente al Prefecto, don Clodomiro Gadea, sino que lo empapó de pies a cabeza, esta autoridad como reacción a la falta de respeto en contra de su persona, procedió a arrestar a la reina y su séquito, sentados dos horas en el banco de la policía, una vez cumplida la sanción se continuó con el juego de carnaval. En la noche el baile terminaba con una guerra de agua.

En cuanto a los disfraces, los preferidos eran los de vieja, de próceres como Sucre, Bolívar y otros, y unos más jocosos como Mario Moreno "Cantinflas", representado muy bien por Coquito Barreto; no podían faltar los de charros y uno que otro de vaquero, de las películas del Capitán Maravilla, de vez en cuando hacía su aparición Mandinga, representado por Luis Rojas, todo de rojo y un descomunal tenedor; también el Corsario Negro muy bien representado por "Cachupín" y Julio Oliveros, de paso este disfraz les costo un recuerdo de "Mano Giro". Hay que acotar, que debido a estar viviendo un gobierno dictatorial, se podía disfrazar de cualquier personaje, pero estaba terminantemente prohibido usar máscaras o antifaz.

Semana Santa

A partir del Miércoles de Cenizas, se debía esperar los cuarenta días para que la Semana Mayor nos hiciera recoger espiritualmente, era una festividad profundamente religiosa. El Domingo de Ramos se iniciaba muy similar al de hoy día, sólo que era la iglesia la que entregaba las palmas benditas, a partir de ese día se palpaba un recogimiento total, mucho respeto y la música que se escuchaba en las pocas radios existentes y cuyas ondas hertzianas llegaran aquí sin interferencia, era la música sacra; en la iglesia se deslizaban las notas del "Popule meus". Las emisoras de radio no incurrían en el sacrilegio de irrespetar las creencias y el recogimiento espiritual del venezolano como suele acontecer hoy día.

El miércoles Santo, día del Nazareo, era un gran día, se rendía culto a esta imagen, permaneciendo las puertas de la iglesia abiertas, desde ese gran día hasta el sábado en la madrugada. Muchas personas del pueblo y otras venidas de afuera, acudían con su túnica morada a pagar alguna promesa ofrecida, algunas personas imponiéndose castigos por sí mismo.

El Jueves Santo amanecían las personas en la iglesia, sobre todo aquellas que se habían impuesto un retiro espiritual, en la tarde de ese día a las cuatro, en una ceremonia, el lavado de los pies por parte del sacerdote a todos aquellos jóvenes que fungían como apóstoles; en la noche la procesión de Jesús Crucificado, con una nutrida concurrencia de fieles. El jueves las campanas tomaban un receso y sólo las matracas expandían su sonido por toda la comunidad, estas matracas desaparecieron del ritual eclesiástico, restándole en cierta forma importancia a esta gran semana.

El Viernes Santo se iniciaba con una misa de sanación, a las dos o tres de la tarde la Virgen de la Dolorosa salía en hombros de sus fieles, desde la iglesia hacia la casa de la señorita María de Jesús Alezones (QEPD), allí se efectuaba el encuentro con el féretro que contenía el cuerpo de Jesús, o sea, el Santo Sepulcro, después de recibirlo regresaba en procesión a la casa de Dios, la iglesia, llegando a ésta como a las cinco de la tarde. Ese día, la gente desempolvaba sus mejores galas para ir a la iglesia a escuchar las siete palabras por algún jerarca de la iglesia, el cual había sido invitado para que le diera cumplimiento a este mandato tradicional; una vez finalizada la misa, ya de noche, se iniciaba la procesión, la cual recorría toda la calle Bolívar y Sucre, al llegar a la calle Mariño se dirigía al Calvario donde permanecía un buen tiempo y luego regresaba a la iglesia.

Las procesiones eran muy bonitas y coloridas, por la policromía que representaban las flores que adornaban los santos, dignas de recordar, aunque nunca faltaba la presencia de Satanás que hiciera su aparición entre los fieles; por ejemplo, era común ver mujeres ancianas o ya mayores, unidas sus faldas por alfileres de ganchos, producto de las fechorías de los sayones; asimismo, los especialistas en producir flatulencias con comidas especiales que le producían nauseabundos gases que al liberarlos dentro del grupo de fieles creyentes, hacían que éstos se dispersaran dejando solos a los que estaban cargando el santo, suponiendo sus consabidas consecuencias; estas maldades aunque sanas, no dejaban de molestar e incomodar a los fieles, originándose el comentario negativo y la consabida manifestación de rabia.

El Sábado, el tañir de las campanas anunciaban la vuelta de la alegría al pueblo, en la noche se procedía a la bendición del agua; ya terminados todos los ritos de la iglesia, el Domingo de Resurrección se procedía a la quema de Judas; por lo general, este muñeco lo llenaban de pólvora, cohetes y cohetones, representaba simbólicamente a algún miembro del gobierno local, el Prefecto, el Comandante de la policía o alguien de la comunidad que se había ganado la reprimenda del pueblo por mala conducta o por un mal proceder, así se despedía la Semana Mayor.

Día del Árbol

Con la llegada del mes de mayo venían las aguas y torrenciales aguaceros que modificaban el paisaje del pueblo, era el mes de las flores, el mes de la Cruz de Mayo, las notas de los tambores y el cumaco alegraban el ambiente pueblerino, era la característica de esta fracción del año; en cada casa se adornaba la cruz y eran comunes los célebres velorios de ese importante símbolo, como era la Cruz de Mayo; de igual forma, en los barrios aledaños, el pueblo se vestía y se le rendía culto a esta tan importante y sagrada representación, se estilaba una que otra fiesta bailable en las casas de familia.

El treinta de mayo, aprovechando la fertilidad de la tierra por las caídas de agua, los niños de las escuelas se reunían en la plaza u otros sitios preseleccionados para honrar el día del árbol, cada niño tenía un arbolito para sembrarlo, una vez efectuado el acto, juraban cuidarlo y mantenerlo, luego se entonaban las notas del "…Al árbol debemos, solícito amor…", inicio de la primera estrofa que hace alusión al árbol, cuyo autor fue Alfredo Pietri.

Festividades del Carmen

Una vez pasado el mes de mayo, junio era la antesala a las festividades en honor a la Virgen del Carmen, nuestra patrona, y preparación para la culminación del año escolar. El doce de julio comenzaban a sentirse las festividades del pueblo, se ven los preparativos en la plaza y sus alrededores, los dueños de ruleta, bateas y otros juegos para llamar la atención del público, comienzan a llegar de diferentes lugares, le daban un colorido y cambio de ambiente a lo rutinario del pueblo, se repartían los programas para informar a la comunidad acerca de la realización de cada uno de los eventos a ser llevados a cabo.

Llegaban los camiones cargados de guafas y horcones, y en cada esquina colocaban lo necesario para empezar a construir la manga de coleo en la calle Sucre. Don Natividad Aponte con Moros, Néstor, Quintín y otros muchachos procedían a abrir los huecos para los horcones que servirían de soporte a las guafas como travesaños, y así transcurrían los preparativos para celebrar a todo lo grande las festividades del Carmen en honor a la patrona del pueblo; era la construcción para los toros coleados lo que en verdad le daba colorido a las fiestas.

El 14 de julio era la primera tarde de toros, el 15 y 16 de julio en la mañana se llevaba a cabo un Tedeum, donde muchas personas importantes hacían acto de presencia. Me voy a permitir incluir un comentario que me hizo mi buena amiga Hilda Núñez de Henríquez, el cual se me había escapado, y es lo relacionado con el paseo matutino al comienzo de las festividades, cuando éstas se iniciaban todos los días por la mañana antes de las seis, músicos nativos del lugar efectuaban un recorrido por todo el pueblo, iban montados en un camión y este paseo acompañado de música servía de diana para que los sanjoaquineros se levantaran y aprovecharan desde muy temprano las festividades del Carmen; no podían faltar aquellas notas que expresaban lo siguiente "… Carmen, la que contaba dieciséis años…" Así como lo celebramos hoy día, después del Tedeum, una retreta en la plaza y al final del día, la última tarde de toros coleados.

El 16 de julio, o antes, tocaban en la plaza los pioneros de los "Antaño del Stadium"; es digno de recordar que el dueño o director de este conjunto de nombre Jacobo, para la actuación de su grupo musical establecía dos precios, uno con todos los músicos y un buen repertorio, y otro donde incluía lo que él denominaba el "caramelito", se refería particularmente a su hija, para que fuese ella la que amenizara y dirigiera el conjunto, de igual manera, vocalizaba algunas canciones para el público presente, que era todo el pueblo, a estas fechas todavía disfrutamos de esa voz del San Joaquín que yo conocí.

Durante las festividades en honor a la Virgen del Carmen, la calle Sucre era el escenario obligado para llevar a cabo las anheladas y pintorescas coleaderas, acto que es sinónimo de fiestas; las mismas se iniciaban a las cuatro de la tarde hasta pasadas las seis. En cuanto a las características de la manga, ésta tenía una longitud de cinco cuadras, el corral lo construían en el cruce de la calle Sucre con Negro Primero al frente de la familia Moronta, terminaba en el cruce de la calle Miranda con Sucre, delante de la casa de la familia Villanueva, allí, al frente de la Plaza se construía el palco para las autoridades del pueblo y otros personajes venidos de afuera. Algunas ventanas eran adornadas, pero ese adorno duraba sólo el primer día de toros, el colorido de la actividad lo daban los adornos en las talanqueras de la plaza y en una que otra casa.

En las cinco cuadras de manga de coleo, el pelotón de coleadores hacía gala de sus habilidades, sólo los mejores y hábiles jinetes eran los que sobresalían del pelotón, conformado algunas veces hasta por quince o veinte participantes; no faltaban los limpia rabo, que tuvieron la suerte de agarrar el toro pero su incapacidad no les permitía tumbarlo; aquellos coleadores que se habían ganado la presea, representado en una lazo o cinta, era una recompensa bien merecida por su destreza como coleador. No podían estar ausentes las tradicionales peleas y los riendazas entre los coleadores, entre esas las de Gregorio Delgado con Luis López, frente a la plaza, de igual manera, los visitantes a las fiestas "busca pleitos" a los nativos del pueblo.

San Joaquín tuvo muy buenos coleadores, entre esos hay que rendirle tributo y reconocimiento a un Gregorio Delgado, Eduardo González, Enrique Mujica y Pablo Herrera, éste último sufrió una caída con su caballo frente a la plaza, donde fue pisoteado por el pelotón de coleadores, por fortuna salió vivo, pero se retiró de tal actividad. El caballo de Pablo Herrera era el "caraqueñito" y el de Gregorio Delgado el "cara e´queso", "carburito" el de Enrique Mujica.

Algo muy típico era el grupo de personas que seleccionaban al toro más bravo de la tarde, lo dejaban escapar hacia la plaza, de tal manera, que los ruleteros y apostadores huían despavoridos a guarnecerse de las embestidas del animal, cuyo producto en dinero era aprovechado por los más vivos, ya que más de una ruleta, bazares y bateas, volaban por los aires debida a las arremetidas del cornúpeto.

Navidades

Ya a partir de la segunda quincena del mes de noviembre, se palpaba el ambiente navideño, muchas casas de familia tenían instalado para el primero de diciembre, el nacimiento o pesebre como se llamaba; mientras otros se encargaban de adornar sus casas con motivos navideños, no se conocía el arbolito de navidad, ni se hablaba de regalos del Niño Jesús, puede ser que en otros pueblos o ciudades, porque aquí lo fuerte eran los Reyes Magos.

Diciembre era el mes de la unión, de las reconciliaciones, paz, armonía y todas esas cosas bonitas y alegres a la cual estábamos acostumbrados los sanjoaquineros y que nos hacían sentir bien, había que disfrutarlo sanamente, ya que era el mes del nacimiento del Niño Dios.

Para el quince de diciembre se daba inicio a las misas de aguinaldo; prácticamente no se dormía porque éstas comenzaban a las dos o tres de la mañana, después las patinatas en la plaza, combinado con el café caliente, las arepitas dulces y otras delicias, esto duraba hasta el veinticuatro, con la celebración de la misa de gallo; a las doce de la noche la repartición de los regalos o presentes y luego la cena con toda la familia y así se continuaba hasta el amanecer.

Algo característico de la misa de gallo era la participación de los pastores; y haciendo un paréntesis acerca de la creación de estos grupos, es conocido por todos que fue el Maestro "Chon", el padre de los pastores aquí en San Joaquín. Esta danza realiza su recorrido por las principales calles del pueblo al compás de las notas del "Villano" y culmina en la iglesia donde los pastores se tienden, simulando dormir; la misma está constituida por varios integrantes, y el acto se inicia con la aparición del Ángel Gabriel, personaje que anuncia el nacimiento del Señor; el Capataz es quien dirige al grupo de parranderos o integrantes de la parranda; el Estrellero o portador de la estrella, quien camina delante de los pastores; el Niñero, que generalmente es un niño o anciano que transporta, colgando de su cuello, la imagen del Niño Jesús; tenemos también a los Pastores que representan los antiguos pastores de ovejas de Judea, quienes están dirigidos por un Pastor Mayor y una Primera Pastorcilla, quien dirige a las pastoras.

Encontramos también entre los integrantes del conjunto al Viejo, personaje humorístico que emula al viejo de los Pastores, acompañado por la Vieja; asimismo, el Ovejo, persona vestida de blanco, en similitud a la ofrenda del blanco cordero de los Pastores al Señor; el Titiriji, personaje ya desaparecido que representaba a un pájaro (búho) que revoloteaba sobre las ovejas; el Cachero, es quien dirige la danza y controla la realización de las figuras, además permite dar cierta seguridad a los Pastores, protegiéndolos del nutrido público que siempre presencia el acto, porta en sus manos un par de cachos adornados, que ayuda en sus labores.

A las doce de la noche al grito de "…Levanten pastores que el niño nació…", se iniciaba el baile en la nave principal de la iglesia, hay que acotar que el primer ángel que tuvieron los pastores fue María del Socorro García (a) Coco.

El treinta y uno de diciembre la plaza era el sitio de reunión obligatorio para muchas personas a la espera del nuevo año, otros lo hacían en su casa de familia para darse el abrazo de año nuevo y visitar algunas amistades. Durante el mes de diciembre no podían faltar las hallacas, el pan de jamón, el pernil y la ensalada de gallina, así como las bebidas que alegraban el espíritu.

Hablando de parrandas, podemos recordar algunas de época que alegraban con sus banderas y sus estrellas el ambiente del pueblo y le daban más sabor a las festividades navideñas; entre esas parrandas célebres la llamada "La Consoladora", cuyos integrantes eran Irene Benítez, Mario Verenzuela, Máximo Rojas, Pastor Rojas, Diego Carruido, Nicanor Arcila, Matías Salazar y Andrés Molina. Otra parranda conformada en su mayoría por familiares, era la "Morenera", sus integrantes: Enrique León, Néstor Aponte, Alejandro Moreno, Jesús María Moreno, Agapito Moreno, Juan Moreno y Juan Corrales.

Una que ha perdurado en el tiempo, aún vigente, era "La Flor de Carabobo", fundada el 15 de octubre de 1942, sus integrantes y pioneros: Enrique Cardozo el viejo, Valentín Taborda, Pablo Salcedo, José Miguel Aponte, Luis Martínez, José Antonio Pantoja, Rafal Blanco (a) "Raspadura" y Néstor Aponte, esta parranda hoy día es muy conocida y, prácticamente, la única que queda es "La flor de San Joaquín"; igual a las parrandas anteriores existió otra cuyos nombre era "La flor de la mañana" y la misma estaba integrada por: Víctor Trejo, Antonio Acosta, Sebastián Vásquez, Vicentico Aguilar, Raúl Rangel, Enrique Rangel, David Acosta y José Acosta, así que ese fue el San Joaquín que yo conocí.

Información

Aunque es de reciente la data de lo que voy a narrar, acaeció en el año 1966. La administración del Municipio decidió reemplazar el busto del Libertador que por muchos años había estado en la plaza y que fue el que le dio nombre a esa alameda, el reemplazo era por una estatua de cuerpo entero, trabajo encomendado a un escultor de nombre Carlos Araujo, nacido en Guacara, pero sanjoaquinero de corazón, tuvo así la responsabilidad de vaciar y construir la estatua de nuestro máximo héroe, la que adorna hoy día nuestra Plaza Bolívar.

Una vez concluida la obra, hacía falta lo más importante, un sable o una espada para blandirla en su mano derecha; alguien, de muy buena voluntad, a quien no nombro por respeto y razones personales, sugirió donar un machete que él no usaba, pero que estaba nuevo y era un tres canales que guardaba en su casa; en realidad no lo hizo sino por ignorar lo que un sable o espada significa para un oficial como es la lealtad, el honor, la integridad y la moral, a la vez es el símbolo de mando de todo oficial de la Fuerza Armada Nacional; en vista de esta sugerencia, ofrecí donar mi sable de oficial con su dragona, la cual desapareció por lo inclemente del clima; actualmente el sable que empuña la estatua en su mano derecha fue el que doné, e incluso informé del ángulo que debería tener.

Muchos ignoran y hasta discusiones y conjeturas se forman por saber quien donó esa prenda militar, a través de este escrito o narración, para despejar dudas, ese fue mi noble obsequio a tan importante y significativa figura, así que el autor de este relato siempre estará presente y representado en la Plaza Bolívar de San Joaquín, a través del sable recibido de manos del desaparecido Presidente don Rómulo Betancourt, el ocho de julio de mil novecientos cincuenta y nueve, cuando me gradué como Subteniente de la Fuerza Aérea Venezolana.

El motivo de esta aclaratoria es que muchos, abusando del tiempo que ha transcurrido, quieren arrogarse tal donación, manifestando que dicho sable lo donaron ellos, obtenido por medio del Servicio de Intendencia de la Fuerza Aérea Venezolana, lo cual es totalmente falso de toda falsedad, porque este servicio nunca ha donado sables para oficiales, ya que éstos fueron comprados a la "Rusell C.A." USA, y pasaba a ser propiedad del oficial en la ceremonia de graduación.

Ocaso

Bien… el San Joaquín que yo conocí, con su Ereigue, sus casas coloniales, sus costumbres y muchas otras cosas, quedó en el recuerdo; hoy día muchas cosas de las que disfrutamos cuando muchachos y adolescentes han desaparecido, otras han sido destruidas o modificadas por la mano depredadora del venezolano común y hombres venidos de otras latitudes, que emulando a los conquistadores, han destruido y siguen destruyendo el patrimonio que nos legaron nuestros Libertadores y la madre naturaleza; de igual manera, muchas zonas aledañas al río Ereigue han sido depredadas ante la indiferencia de las autoridades del Municipio

Estos recuerdos y vivencias, hoy plasmados en esta narración, los viví y disfruté en carne propia, pudiendo aseverar que muchos lectores añoran y están de acuerdo conmigo en lo anteriormente narrado, porque ese fue el San Joaquín que yo conocí.

El nuevo pueblo de San Joaquín no ha escapado al irreversible proceso del progreso y desarrollo, pero también ha sufrido la inclemencia de la piqueta. Ese paraíso narrado fueron mis vivencias desde los años cuarenta, y hoy día nos damos cuenta que todo ha quedado en la mente del artista, el escultor y el pintor.

Debido a las inmigraciones y emigraciones, proceso interno de los países, Venezuela no ha escapado a ese fenómeno migratorio; quiero incluir aquí lo que mi apreciado profesor de Antropología en la Universidad de Carabobo, Aniceto Laurent Rojas decía; cito: "…La mentalidad de los hombres y mujeres del pueblo ha cambiado al extremo que los nacidos aquí, de familias sanjoaquineras, ya no piensan como sanjoaquinero, sino como habitantes del pueblo, algo grave porque desaparece la línea entre los que aquí nacieron y de los que para acá vinieron…" Fin de la cita.

En el ocaso de este relato estoy consciente que se me escaparon muchas cosas, pero, qué difícil es narrar algo que aconteció muchos años atrás, de todas maneras estoy conforme, porque traté en la medida de lo posible, abarcar y vaciar aquí todo lo recordado y la información obtenida.

Deseo y necesito enviar un mensaje a toda la juventud de este pueblo; hoy son jóvenes, mañana serán viejos, que se conviertan en celosos guardianes de aquello que constituye patrimonio histórico y público de nuestro pueblo, que igualmente es patrimonio de todos. Que no incurran en el error de quienes vivimos esa época pasada, en la que prevaleció no sólo ignorancia, sino también indiferencia, cuya consecuencia ha sido la pérdida y destrucción de grandes valores patrimoniales. Porque sería muy triste y doloroso que a la vuelta de pocos años aparezca alguien que escriba sobre la tumba de un río que se llamaba el Ereigue un epitafio que diga: "La indiferencia de nosotros ante la depredación, mató este río".

Es de ustedes la elección, de querer un pueblo pujante y desarrollado o un pueblo destruido y atrasado por la indiferencia. No me queda más que rendir un sincero tributo al San Joaquín de antaño, que me vio crecer como persona, como ciudadano y como servidor de mi país, que conoció de mis correrías de muchacho, estoicamente, hoy desaparecido. Vaya hasta él mis recuerdos, con un dejo de melancolía, que me hace añorar cada día más, aquel Joaquín que yo conocí…

AGRADECIMIENTO

A Hilda Núñez, Pablo Salcedo, El Negro Chirivella, Néstor Urena, cada uno de mis amigos que diariamente custodian con su presencia la egregia figura del Libertador en la Plaza Bolívar de nuestro pueblo, personalmente les he bautizado como los "Edecanes del Libertador…", mi más sincero agradecimiento, porque entre conversaciones sostenidas con ellos me han nutrido de mucha información relativa al pueblo y de cosas que aquí acontecieron, son historias pueblerinas que permitirán incrementar el acervo cultural de cada uno de los integrantes de las nuevas generaciones sanjoaquineros a través de lo narrado en este ensayo.

Juan Enrique Laurentín Rojas

Coronel (Av.)

DEDICATORIA

A mi querida esposa Morella y a mis hijas Jesunneth y Erika; de igual manera, a todos los habitantes de nuestro pueblo San Joaquín y en particular a todos aquellos que compartieron conmigo mucho de lo narrado en el presente ensayo.

Juan Enrique Laurentín Rojas

 

 

Autor:

Coronel (AV) Juan Enrique Laurentin Rojas

San Joaquín, Junio de 1992

Partes: 1, 2, 3
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