la esperanza!
(pervertida)
Ardiendo infinitamente
como el amante más cauto.
Murientes o deudos.
Todos metidos hasta el cuello
como el gusano que devora (la raíz)
y fragmenta
mordedura a mordedura
el quinto elemento
que John Lucas preconiza
más allá de X.
Muerte, para la raza humana,
a puro pan el cóctel de propaganda
y contra ofertas.
Por error
desatendimos la nube tóxica
y nos suicidamos en patota.
Aparentando el desierto del sur del mundo
un motor somático.
Reconcentrados entonces
con tanta pelotera
decidimos dar la lucha
y convertir el desierto de Atacama
en un gran cementerio radioactivo.
Sí, Señor.
¡Ateo fui!
¡Creyente soy!
El acto infinito
duró un par de microsegundos
hasta que vino un silencio
con rugidos de campana.
Canto para un Amor Errante
Recogimiento
Puedo retener la raíz y desbarrancarme
en tu cascarón de huevo.
Puedo mutilar un bosque de abedul
y caer con las tripas como follaje de espinas
y gritar y maldecir.
Puedo croar
como un circuito electromagnético
y cepillar mis dientes
hasta morir de frío.
Puedo reír y cantar,
puedo desnudarme,
puedo tocar tu cabello y gritar:
"¡Aquí estoy!
Un poco loco, si se quiere,
pero aquí estoy".
Requiero un vasto aeroplano
cuyo conductor
rompa la raíz de la tierra
mientras existo rodeado de edificios
y de paquidermos vestidos de frac.
¡Yo no sé!
¡Yo sólo estoy substituyendo la realidad!
Analizando cuánticamente
la estructura de la vida.
¿Quieres una noche de amor?
¿Quieres acompañarme?
Yo creo que sí.
Yo creo que el llavero loco
desnuda su canto
para que puedas besar
las posaderas a María
cuyo metadiscurso
sabe de mí,
sabe de mi afición por los niños…
mientras Alicia embetuna su cuerpo
con ciertos olores
tan pecaminosos como la vida.
¿De qué sirven las églogas y los villancicos
y las misteriosas buenas intenciones?
¡No existen cláusulas definitorias!
Soy como un durazno prisco
abanicándome
con basura radioactiva
o como una demente secretaria
clamando en lenguas
porque de suyo
ha descubierto el horror de adentro.
Ése que llevamos como un gusano
embutido al esfínter.
¡Yo no quiero morir!
No quiero que la Internet
me ponga la soga al cuello.
No quiero que cambien las rosas de piel.
Una sola carne
es una palabra ambigua
tan ambigua
como la palabra amor.
Espero retornar a la raíz
y redescubrir los sueños.
Yo no sé en que instante los perdí.
Yo no sé si soy piedra o río.
Esta noche estoy enferma,
estoy como el avestruz,
pálida,
tan pálida como la muerte.
Un poco indispuesta
si se quiere.
(¿El tiempo?
¿Existe el tiempo?)
Yo no sé,
no sé mucho,
o al menos
no sé que contestar.
Enhorabuena
¿De qué modo una ola reconoce su condición
de ola?
¿De qué modo estallan los hoyos negros?
¿Dónde lloran los amantes
las misma palabras de siempre?
¿Qué cosa es un pez?
¿Dónde busco el peso de un amor
que nos derrota cada fin de milenio?
Estoy atrincherado
entre cámaras fotográficas,
entre computadoras que brotan
como cacatúas
reconociéndome parte integral
de esta selva informática.
Una golondrina, en ciertos aspectos,
recubre mi piel de un paisaje
postergado en la infancia.
Permito que estos bosques
trepen a la copa de mi cerebro
como el canto que el mar escupe
con su pata de palo transparente.
¿De dónde,
de qué conglomerado económico,
de qué lugar sin límite,
provengo?
Estoy esperando por ti,
aúllo incesantemente,
mientras bandadas de poetas
hurgan mi piel
en busca de crisálidas.
Puedo Penetrar la Llanura Misteriosa
El otoño, como dijo el sabio,
renueva las imperiosas ganas de existir,
el otoño es la consumación de una vida
que pudo consagrarse
entre el ser y el no ser;
el otoño de las épocas,
la gran tragedia humana,
el colapso de un hemisferio,
el derrumbe de Occidente.
Vivamente observo la nube radioactiva,
el casquete penetra la nebulosa de Orión.
Luces en degradé
como opereta de teatro chino.
Consigno en un periódico local
el hecho imponente.
Navidad, pensé,
el otoño de Cristo fue invadido
por las cejas turbulentas de María.
-Oye, me dije, carajo.
¿Qué hay de nuevo en Chile?
Existen los aeropuertos y las tragedias griegas.
Los ídolos rompen las ataduras de su pueblo.
¿Patria?
-interpolé.
¿Qué es patria?
Lutero equiparó el rasgo
y tu novia te puso los cuernos.
¿Dónde cresta estamos?
-murmuró el espectro de Dios.
Fui amante de poetas y de niñas dulzonas.
Tuve que espiar los contenidos del caballo
de madera.
Busqué la realidad
y sólo hallé patatas con huevo revuelto.
Un amigo me conminó
a que le besara el príapo.
Obviamente me negué.
-Caray, me defendí,
desde que asumiste categoría divina
andas con las visiones llenas de deseo terrenal.
El otoño, como dijo el poeta,
renueva las imperiosas ganas de existir,
el otoño es el principio de un cuerpo
que pudo consagrarse
entre el ser y el no ser.
Vivamente observo la nube radioactiva.
Luces en degradé
como opereta de teatro chino.
Consigno en un periódico local
el hecho impotente.
Anagrama de Compromiso Humano
El mundo y la palabra amor
son, extrañamente,
componentes disímiles,
separados entre sí;
impone el caos su paráfrasis,
y padecer o morir, son,
componentes igualitarios
de un mismo proceso vital.
El factor: ¡ámame, ámame!
es perdurable,
y, hasta cierto modo, perdonable.
La radicalidad comparada, impone,
casuísticamente, pervertidamente,
ofuscadamente,
un originario y magnánimo principio;
una vida que da de sí
hasta reventar el corazón.
Y arder
perennes,
sofisticados sin vida,
largamente parapetados;
y arder una y otra vez.
El factor: ¡nunca importan los decires
ni las consecuencias!
El factor: ¡viviente o muriente!
El fin es una gota anestésica
que dilata las pupilas
y penetra la tierra.
El ser es portentoso
en la unilateralidad de las palabras;
el ser es cuántico, disonante, escurridizo;
contrario
a las normas jurídicas
que lo relegan
a un plano hermenéutico.
Lo soñado es soñador,
los paralelos son espigas,
el mundo es binario,
transversal, laberíntico;
perdí mi boca y la hallé.
Te digo que, en rara oportunidad,
el mundo significa
ardor o esperanza.
El mundo, ¡el mundo nuestro!,
es partidario de lapidar a héroes
y martirizar
a soñadores y poetas.
El bruto es fino y distante,
el embrutecido,
digno de páginas
y encabezados matutinos.
El soñador, es soñado,
el dormido pretende solidarizar con la iguana,
el claxon infernal penetra el cráneo:
lo boreal, lo parnasiano y lo numínico,
adquieren formas carentes de sentido práctico,
son en sí, fantasmales.
Más allá del acto creíble de existir
son videncias o sueños,
ensayos logarítmicos
de una mente (sagaz).
La miseria del hombre, sí, querido Gonzalo,
es vivida entre nosotros
para que tropecemos
con los dientes
resecos hasta la raíz (del gusano).
Cuando el Cuerpo Abandona
los Placeres Carnales
La brevedad de la vida y los contemplativos
espectros
son, evidentemente,
sujetos u objetos de veneración,
compiten en belleza y en destreza corporal.
La brevedad es inmanente a la finitud.
Los espectros
se contraponen y se complementan
los unos a los otros,
esperándose,
buscando refugio para sorprenderse,
distantes y secretos,
profanos y misteriosos.
Sorpresivos son los actos de una mente distante:
la radicalidad del impulso
vulnera toda correspondencia universal:
el uno es al otro:
como la bebida al alcohólico.
Quevedo lo dijo mejor que yo:
La brevedad de la vida:
la M de Mauricio, la U de Uribe.
¿Qué gentiles brumas?
¿Qué fantasmales sombras
nublan el encuentro
de las mentes prodigiosas?
¿Quién dirá?
«He, aquí, el hombre:
el genio que palideció ante la belleza».
El Macho que Penetra el Óvulo
y Fecunda la Vida
El imperio del orgasmo, del caótico
pero portentoso momento de la concepción,
trompas de Falopio cuya voracidad
interpretan cien mil galaxias, colapsando,
las unas contra las otras,
glándulas salivares, esternón, cóccix, la sulfatada
córnea,
que corrige los movimientos y bendice las dichas
y los ayes.
Ay, ¡qué vida!, ¡qué espléndida penetración!
El óvulo desecha a los perdedores y combate
al mediocre,
el laberinto de microorganismos es una selva
donde sobrevive el más fuerte,
túneles y desechos orgánicos,
tinajas de seda cuya piel beso apasionadamente.
María, Jazmín, Ximena, Angélica, Mónica,
Mariela, Alejandra, Pamela, Adriana.
Todas mis amantes seducidas
en un mismo y espléndido
acto corporal.
La más cauta, sonríe,
la virginal, esconde el rostro,
la venenosa, busca mis favores.
Yo nada importo,
el falo es primordial en sí mismo,
el orgasmo carece de finitud,
lo trascendental es la hembra,
su óvulo, diría yo,
la fertilización es el mecanismo divino
en cuya sustancia
la vida se celebra a sí misma.
Quién haya vivido en carne propia
el tremendo instante
donde el gameto masculino
vulnera la resistencia
del gameto femenino
comprenderá el significado
de estas palabras.
No importan los rostros,
es lo de menos,
las caderas sí qué valen,
las manos también;
y la boca
un artificio
donde el animal pierde su instinto.
El sexo es ritual, como dije,
ritual de desnudarse;
de olfatear los contornos
en cuya hendidura
el futuro nos impregna
del ser y la nada,
del instante y la creación.
No importan los rostros,
el omóplato sí qué vale,
las caderas incrementan el goce:
ay, sí, qué vida; qué vida, digo yo.
Génesis para un Diario de Vida
El primer hombre alzó las manos y halló la tierra
caliente,
recordó un sueño donde era parte integral
de la tierra,
el primer hombre
amó su rostro más que a su propia vida,
extendió la voz y dijo:
"Yahvé, Yahvé…
¿Por qué mi carne es color de selva?
¿Por qué mis ojos son el bramido de criaturas
salvajes?
¿Por qué mi piel es pegajosa como el rumor
del bosque?
Un pie o una mano,
una oreja o una uña.
¿Esto es lo que soy?
Un tobillo
como la iguana,
un dedo
como el aullido del cocodrilo;
los contornos son ficticios;
el leopardo,
amo y señor de la jungla".
El primer hombre durmió, perezosamente,
hasta que acabó el amanecer por despertarlo,
zarzas de tomate hirviente
eran el tornasol de la culebra.
Entonces, una carne prematura,
rompió el silencio.
El hombre le miró con curiosidad;
más tarde fue suya.
La primera mujer y el primer hombre,
la gran disputa genealógica,
la gallina o el macho,
la marabunta o el amo.
Yo, espectador comprometido,
humano delirante,
peniano por naturaleza,
declaro que, primero fue la mujer,
antes, el mastodonte y el bisonte,
el mono y la culebra;
las grandes transformaciones
son la práctica de lo restante.
Algunas fueron creadas
de las caderas de Adán.
Éstas son las bellas,
las inaguantables…
Vida Nueva
Un Fruto Gustoso de Condimentar
Soledad mental, soledad de los sentidos,
soledad impura,
indigna digo yo,
el acto de amar, oh, querida Teresa,
el acto de tocarnos, el de quitarnos la ropa;
el terror, que, en sí mismo se contrae,
el terror de la separación,
el terror de perdernos alegremente
desesperados,
el uno contra el otro,
gozosos, llenos de pavor,
como si el mañana no existiera,
como si el fervor de la carne
contuviera
un mísero
y espléndido
orgasmo fatal.
Soledad de los cuerpos, soledad de los sentidos,
soledad impura,
indigna digo yo;
el rito sabroso de mordisquear el tamarindo
cuya piel adormeció
el retorno de Lázaro;
el rito de la penetración profunda;
el de tocarnos lentamente,
sin que el durmiente dé tregua a sus sueños.
Loca marea desatada:
el brebaje impregnado de Teresa:
locos elementos sabrosísimos
que devoro ciegamente.
El ataque sorpresivo y la respuesta evasiva.
La espada qué desgarra y el corazón vencido.
Únete, mujer, a la briosa armazón del marido
combatiente.
Únete en la frenética arremetida de los cuerpos.
La noche es un fabricante de amores
jamás vencida.
La Vida es Hermosa
Si la oyeras hablar beberías gotas de lluvia,
sabrías que el invierno es cruel,
sabrías calmar la sed de su espíritu,
interrogarla pacientemente.
Si la oyeras hablar
dirías que estoy loco,
que lo amado involucra otras sensaciones
de las que no soy capaz de describir.
Si la oyeras cantar
sabrías que el bullicio de la urbe
es, hasta cierto modo, simpático,
adornado de claveles;
simbólicamente ataviada
de sonrisas distantes;
como si no existiera,
como si su cabello
un tanto espiritual
no fuera acariciado por mis manos,
carnales,
tan carnales…
¡Orgasmos!
¡Orgasmos y partículas filiares!
¡Orgasmos sabáticos y domingueros!
¡Orgasmos solitarios o vespertinos!
¡Nocturnos o acompañados!
¡Orgasmos legítimos o ilegítimos!
¡Cansados o vehemente!
Qué importan las variaciones del amor.
Si la oyeras cantar
sabrías de lo que hablo.
Materialidad Galáctica
El besarnos desesperadamente
es, a todas luces,
tan vulnerable
como la locura
del Eros ardiente
donde el universo extrae los decires
y los ayes
para que la vida nos propague sin ton ni son.
Ásperos y simultáneos,
carentes de lógica,
atados a la vorágine de lo tremendamente
anhelado;
la súplica de los dioses
en un mundo que padece
de artritis emocional.
El ser y la odiosidad de la existencia,
la ira y el dolor de la pérdida.
Vamos girando hacia dentro,
todopoderosos y mesiánicos,
como la madre que acaricia a sus hijos,
como la galaxia Andrómeda
precipitándose a nuestros pies.
¿Qué son entonces mis extremidades?,
sino planetas,
estrellas sexuadas, galaxias murientes;
delirando las unas contra las otras;
como si el amor (el acto genital, digo yo)
contuviera la gravitación de contornos humanos.
El hombre pudo contradecirse libremente
pero el candor de la mujer
extendió los límites
como la repulsión armónica del universo
más allá de la carne
donde nuestro ser es agobiado
de potencias unívocas.
Yo sé que los astrónomos ocultan el génesis
por temor al sin sentido.
Yo sé que Stephen Hawking comprende
a cabalidad
los balbuceos de este poeta cachondo.
Oh, mi querida Teresa,
dulce orgasmo creador,
para vos el acto de amar
fue confesarnos
hombre y mujer
de una sola carne.
Pero yo
(como toda galaxia muriente)
ansío el eco de los contornos
de la no continencia de los sentidos.
Y la nada -exclaman los físicos.
Yo digo que la nada fue un decir
donde la mujer X fue más que tú
antes de mí
preconcibiéndonos…
Para el Adiós de los Cuerpos que Gozan
Espléndidamente
¡Ay!
¡Qué brote de cuerpos!
¡Qué magnífica mordedura
de otras épocas dichosas!
La perfecta criatura,
la magnífica cuenca amazónica
donde contuve las esperanzas
de hombre carnal.
Ella fue para mí
toda la loca manera de aparearnos
libremente.
Ella hizo estallar las murallas
que me consagraban
como un monje loco.
¡Ay!
¡Qué paraíso terrenal!
¡Qué incontinencia de los sentidos!
¡Qué belleza aromática!
¿Cómo reconocerte?
¡Tantas vidas he vivido!
¿Quién eres tú?
¿Cuál de todas eres tú?
¡Cómo saberlo!
Quiera Dios
(si existe)
cuando llegue
el fin de nuestro mundo
pueda yo amar el cuerpo tuyo
y gozarnos espléndidamente
la incontinente figura
sin tregua
(un poco locos)
aspirando el flujo vaginal.
Labios de Mujer Carnosa
La vida es la sumatoria
de posibilidades incumplidas.
La muerte, el único resultado favorable.
El amor y la carnalidad
son, definitivamente,
las posibilidades infinitas
de sumas y restas.
Y el remanente de lo creado
y lo que, indefectiblemente se consume,
aquietan el cósmico respirar de la no existencia.
Los ojos y las piernas y las bocas gustadoras
son las que, humanamente,
satisfacen mi intelecto:
los destellos del iris
y la sensualidad de las formas,
la complacencia del poseer,
la complacencia del tacto y de las manos,
del todo y del infinito.
El hombre es un pedazo de razonamiento,
como la mujer
el goce de los sentidos.
Hombre y mujer.
Goce y razonamiento.
A veces es factible la mezcolanza.
A veces es dúctil la mezcolanza.
Epopeya con Variaciones Humanas
La vida es un penetrar
los estallidos de las aguas otoñales
donde el marido ausente
viste de novia
para adulterar los istmos
y los sueños por vencer.
Una mirada y una sonrisa bastan
para compenetrarnos
el uno dentro del otro.
Y no quiero que estas palabras
se mal interpreten.
Lo del pecado
nada tiene que ver conmigo
Los secretos son tuyos,
las ideas nuestras.
Algo muere entre nosotros
cuando las olas estallan,
misteriosamente,
una tras otra,
nunca superpuestas.
Yo busco lo terrenal.
Lo de sanguinario qué hay en mí.
Y no quiero pretender
con estas palabras
un idealismo abstracto
ni una ilusión de mundo.
Mi vida he maltratado,
para cerciorarme de la verdad de lo dicho.
Y me ha sangrado el rostro.
Y se han llagado mis manos.
Y una cruz ha brotado
entre mis brazos y mis pies.
Himno a la Mujer
He vivido una vida qué no cabe en sí.
Muchas alegrías
me han provocado los cuerpos femeninos.
Uno de ellos en particular.
He vivido experiencias sin límite.
También he llorado.
El cuerpo es importante,
el cuerpo femenino, digo yo,
su contextura, su aroma,
la movilidad de sus partes.
Un te quiero y una sonrisa bastan
y el amor paraliza mis funciones cardiacas.
La vida es tan inextricable
porque las mujeres son
bellas criaturas divinas:
las uñas, la boca, sus labios.
Ah, qué regios son sus labios…
Todas me gustan.
Exagero un poco.
Me gustan sólo las bellas.
Puedo soportar, eso sí,
el amor de una mujer negligente,
un poco tarada, si se quiere,
de ésas que buscan transgredir la materia.
Una de ellas vino a mi casa.
Hemos charlado estúpidamente.
Es apenas una muchacha:
candorosa y enigmática.
No posee ideas.
Pensamientos abstractos, digo yo.
Sólo buscaba saciar su instinto.
Un instinto bastante animal.
He cedido a sus pretensiones.
Acarició mi cuerpo a su antojo.
Todavía recuerdo sus manos.
No hubo amor entre nosotros.
Le atrajo el hado del poeta.
Su cabello era espeso,
tan espeso
como la noche.
Estaba loca.
Tan loca como la vida.
Este canto no es un canto de amor.
A veces divago como monje loco.
He vivido una vida qué no cabe en sí.
El sexo es importante para nosotros.
Somos vividores empedernidos.
Nos gustan los atardeceres, las estrellas,
las conversaciones boreales,
los cantos carnales y las bocas sudorosas.
Esta es la realidad
(la realidad concreta como dijo Teitelboim).
Nada de romanticismo vacuo.
Las mujeres no son cisnes
ni maniquíes de porcelana.
Me gustan los cuerpos elásticos
donde la vida brota a raudales.
Y el dolor de la separación
es el reencuentro de los cuerpos.
Me gustan las mujeres de pechos grandes,
de sonrisas alegres y lenguas besadoras.
Las ciegas y las corvadas
por el peso de un desamor
me son completamente antipáticas.
He copulado con un par de muchachas.
Eran llamadas, feas, gordas,
sin ton ni son.
Yo las encontré regias.
Sus besos todavía perfuman mi cuerpo.
La tierra se llama María, Inés, Georgiana.
Mujeres dignas de piedad.
Nada hubo entre nosotros.
Ellas eran feas, muy feas.
Pero, ¡qué manera de amar!
¡Y cómo reían!
¡Y cómo sudaban!
Yo, feliz con este cuento,
te incito a que me llames.
Estoy dispuesto a lisonjear
tus facultades humanas.
Vidas Íntimas Sueños de Amor
Yo te quiero porque formas parte de mi vida.
Te quiero para mis amores clandestinos.
Me buscas y no me encuentras.
¿Quién soy?,
sino estas palabras.
¿Qué soy?,
sino tu cuerpo.
Yo te quiero porque formas parte de mi vida
(Tengo miedo de olvidar lo que tengo).
No tengas temor de perderme.
Yo soy como el mar:
turbulento y apasionado.
Todas las noches lloro recordándote.
¿Por qué llegamos tan tarde
al encuentro de los cuerpos?
Dime, entonces,
¿qué haremos cuando tus hijos descubran
el secreto de nuestros hijos?
¡No tenemos nada, cara mía!
Yo te quiero porque formas parte de mi vida.
Tengo miedo (¡un poco!).
Tú también tienes miedo.
(Qué el miedo forme parte de nuestro amor)
¿Dónde nos amaremos, entonces?
¿Dónde nos tocaremos?
Yo sé que dirás aire donde yo tierra.
Yo sé que dirás ámame donde yo te quiero.
A Puesto mi Vida por Nombrarte
Las nervaduras de tu cuerpo
prolongándonos
infinitos y mal paridos.
Estas manos
son tus manos,
estos dedos
tu boca.
Salvajes nervaduras
impregnándonos
el canto mutuo del cuerpo.
Locos amantes trenzados
los unos a los otros,
llenos de sustancias amorosas,
esperando aplacar la sed del tiempo,
permitiéndonos existir
el uno dentro del otro.
En cada sonrisa un océano.
En cada instante el recodo del camino.
Tú eres
distancia,
yo soy
encanto,
oscuridad,
aire
y cuerpo.
La manzana rueda,
entonces,
para que tú existas
tan bella
como el cosmos.
Eléctricas nervaduras,
la carne se extiende penetrando tu carne;
dame tus ojos
para que yo persista
en esta tierra,
dame tus ansias
y los sueños incontestables,
cuya hondura es un niño triste
que besa a una niña triste como tú.
¡Qué nada nos separe, amor!
¡Qué nada nos contenga!
Dame tus manos
y juntemos los labios,
dame tu boca
y juntemos los cuerpos,
yo estoy dispuesto a entregarte mi alma,
yo sé que tú también estás dispuesta
a llenar el vacío
que nos separa.
Canción para Recordar
¿Escuchas el murmullo de las hojas
precipitándose en el viento?
¿Escuchas el estallido de las olas del mar?
¿Escuchas el instante
en cuya mordedura
el poeta carece de palabras?
Miradle tan sonriente,
miradle con la boca abierta
esputando versos de amor
en cuyo despeñadero
el yo mismo
es un cuchillo de afilados recuerdos.
Miradle tan sombrío y distante,
miradle
en un lapso ínfimo de vida,
como el canto del viejo sabio poeta
que escupe el mar
contra el roquerío de la vida.
No es que haya precipitado las cosas
en un acto rebelde e inmaduro
es sólo el resplandor
de cada uno
de nuestros actos humanos,
inmarcesibles,
crustáceos,
oceánicos.
¿Dónde me esperas entonces?
¿Dónde me llamas?
¿Qué ocultas entre tus manos?
Ah, si yo pudiera extenderme
entre las aguas y el torbellino de la vida.
Si yo pudiera extenderme
en el rito de la prolongación de tu cuerpo.
Y besar el contorno de tus pies
(otro hombre habría en mí mismo)
tal vez
más fecundo de sueños (pletóricos)
y de amores juveniles.
Oh, juventud,
eres tú
la que nos envuelve
en un capullo sabroso
de desposar.
Eres tú la que nos anticipa
las eternas transmutaciones
de la carne.
Muchacha con Sombrero
La oscura luz del himeneo
entre mi lengua
con estallidos de lámpara de fuego.
Tuya es la boca, ácida,
boca de loba devoradora.
La oscura luz del himeneo
con estallidos de lengua gustadora.
Inclino mi cabeza,
cinco dedos en tu boca.
Ésa eres tú,
boca amarga, boca de cópula salvaje.
Más allá de ti
el desbordamiento de los geranios.
Me arrodillo
para sembrar la tierra.
Tú eres los ecos
del acantilado
donde la luna prolonga
los quejidos.
Nombre extraño de mujer extraña
cuya boca escupe
los cinco dedos restantes.
Serenata y Canción de Amor
Cuerpo carnal.
Ella extiende los brazos.
Tu boca escupe el ocre de los sueños.
Nuestro cuerpo es un carnaval de manos
y de uñas y de tersas orquídeas femeninas.
Me desgranas
hurgando boca abajo
entre racimos de algas azules
para penetrar la imperiosa armonía clitoriana
en cuya hendidura
un río cenagoso
cubre el trébol
de las mil batallas de cada día.
Yo apenas conozco tus sueños,
mi sombra varonil pertenece a la quijada,
a los ovarios,
al abdomen,
al útero y a las raíces.
Tú eres pura fantasmagoría carnal,
oxigeno carnal,
metáfora y deleite carnal.
¿Qué mi boca y tu boca
nos provoquen
un atávico salvajismo desenfrenado,
acaso,
no habla bien de nosotros?
¿Acaso
no es el tiempo
tan brutal
como la cópula humana?
Yo te digo qué sí,
qué los sabores del cuerpo
pertenecen a la curva inmarcesible del tiempo.
¿Quién goza de la oquedad
cuando penetro
los labios gustosos de Eva?
¿Para qué ocultar el origen de las cosas?
Somos tú y yo
paternidad y maternidad,
abismo y montaña.
Yo no te quiero,
es cierto,
es tu boca y tus nalgas y tu pelo y tu lengua
y tu sabor a mujer
los que me vuelven loco.
Canción para una Dama Decente
Isabel penetró las raíces.
Y las lluvias torrenciales contuvieron
nuestros sueños.
Isabel imaginó que la vida era tan alegre.
Y buscó los ojos de su amante
pero la sangre despertó los secretos tabúes
de 1927.
Yo la conocí mientras divagaba
tan antigua
que apenas contenía el sabor de los besos.
Y la embriaguez del recuerdo y el sexo
maltratado
y su madre golpeando el cuerpo
del marido
que prometía casorio.
Isabel fue una irreverente muchachita
de ojos azules y cuerpo elástico.
Yo la conocí cuando su dolor
era tan antiguo
como los secretos tabúes de 1927.
Imaginé al bruto de su amante penetrándola
con furor.
Un grano de dulzura
habría significado
una hortaliza deshonrada.
Tal vez
si el recuerdo
hubiera invertido
los segmentos de la historia
yo habría acariciado la boca de Isabel,
llamándola "mi amante,
mi buena amante",
pero el tiempo es uno solo
e Isabel sonríe tan antigua
como el tiempo.
Furias de Fin de Mundo
Exterminio
Me precipito en lo que despierta
pureza y esperanza.
El amor de la hija
y la devoción del padre.
¿Qué tiempo?
¿Qué entereza nos provocan
los ojos de la madre
y los llantos de la criatura amada?
Toda la felicidad del mundo
es la súbita comprensión
de nuestra frágil vida.
¿Por qué entonces el soldado asesina
horrorosamente?
¿Por qué las ciudades son devastadas
por el musgo?
¿Por qué el hijo tuyo y la madre tuya
y el padrenuestro
y el pródigo remanente
de la heredad humana
son aniquilados por el tiempo?
Cada beso y cada esperanza,
cada novia y cada amante:
todos paridos de la misma concha,
de la misma sangre,
del mismo destino.
¿Por qué entonces nos morimos
clamando compasión?
La costumbre del hombre es la guerra,
dicen los sabios,
pero también,
el parir y el fecundar la tierra.
¿El ladrido del perro o el mugido de las vacas?
Cada uno es partícipe del otro.
No hay trucos en esta acrobacia de vivir.
El más
es menos.
¿Para qué resistirse?
Conoces las respuestas.
"Qué el hombre
es egoísta.
Qué su interés.
Qué el cuánto y el placer".
Pues bien, el hombre es así…
¿Y qué haremos
cuando el llanto de los niños
clame la destrucción?
¿Qué haremos entonces?
¿Acaso el ángel homicida
hará con nuestros huesos
una superestructura cuántica?
¿Un nuevo confín zodiacal?
Yo sólo sé que muchos de vosotros
esperáis la detonación
de la bomba de neutrones.
Yo también la espero.
¿Será la condición inestable
de nuestro conflicto terrenal?
Tal vez el más allá ni el más acá existan.
¿Acaso no son más solidarios
los elefantes que nosotros?
Tal vez ellos también tengan un Dios.
Quizá fue la hormiga,
el Dios de las hormigas,
el temible aniquilador de los dinosaurios.
Quizá el Dios de la superconductividad
acabe con nuestro Dios.
Ni Cristo ni Mahoma
ni Buda ni Quetzalcóatl
podrán salvarnos del extermino.
Tal vez esta sea la respuesta:
«El eterno retorno al polvo cósmico».
Noticiero
El inmenso poder que la bomba sindical
hizo de soslayo para patrones y autodidactas
cuya potestad hereditaria del sistema colonial
lamió doña Esperanza y doña Consolación
partidarias del cunilingüo
para la salud pública
de la flor y nata de América.
Las damas (empingorotadas)
organizaron una parrilla campestre
cuyo afinamiento político
aprovecharon los avispados sectores
de oposición.
El hombre cavó las sepulturas
de su numerosa progenie,
el cuenco salino y el tenedor magnánimo
de los partidarios del té público
fueron
(por decreto felativo)
encarcelados, maniatados,
sobornados, inculpados,
(entre bastidores)
por un verdadero escuadrón follador.
El campesinado (fatuo por afecto)
quiso montar en pelo el corsé de la patrona
pero un celoso dictamen de la Corte Suprema
impugnó supremacía racial
donde nunca hubo taras mentales
ni sindicatos poderosos.
¿Qué manifestación aplacará
el rompimiento de los labios leporinos?
¿Qué consecuencia bipolar provocarán
los sexos gustadores de pernil carnoso?
El planeta es un jolgorio de ricachones
cuyo padrenuestro
agítase inquieto
en pos de la dictadura del corazón.
Acto seguido,
el régimen democrático
indulta a un curita
que pretende solidarizar con el encaje
de doña Esperanza y doña Consolación.
El diablo es Republicano.
Los Socialistas están en el poder.
Los apóstoles fueron absueltos
bajo palabra
so pretexto de ser culpables
de tráfico de influencia.
Fuentes vinculadas al Vaticano
recomiendan alzas de avemarías.
Sorprendentes hallazgos en el inframundo
revelan grandes cuotas de prevaricación.
Todos los analistas internacionales
ratifican predicciones de hecatombe.
Unos más, unos menos,
mencionan el hecho sumariamente.
El dos mil, dicen,
para el tres o el cuatro mil.
"¡Quién sabe!
¿O acaso importa?"
Fin de Mundo
La (extemporánea) ternura
y las predicciones astrológicas
(como el cabello de San Pedro)
son originarias de un despertar sexual
donde el asco de la vida
vulnera el todo creador
cuya misericordia
es gustosa para católicos errantes.
He calculado un dos por ciento de ganancias:
"el quinto elemento
es el dólar".
Lo predijo Nostradamus.
(¿El amor?
¿Qué sufijo conlleva la palabra amor?)
¿Qué efectos contradictorios
son dos gusanos y una avestruz?
¿Dónde el coleóptero
habrá de consignar los dementes mataderos
de lombardos y jofainas venenosas?
Las directrices del Partido Consumista
son,
sumariamente,
y entiéndase
sin ganas de aplacar
la sed ecuménica
de algún retrógrado alquimista:
a) Yo profeso, dijo el confidente,
el credo que, supuestamente, dominará
el mundo.
b) Las náyades son lesbianas
por cuanto el sufijo pene
goza de un alto nivel supraterrenal.
c) La dilatación de los vasos sanguíneos,
bajo pena carcelaria,
dará pábulo
para que la comisión mixta del Senado
derogue el derecho de masturbación.
Inciso venial:
El consenso (fabricación gaseosa
de la palabra empeñada)
juzgará impropio los labios vaginales.
Cada ciudadano
portando una cédula de identidad
depondrá sus ansias gustadoras
en beneficio de la mujer del gobernador.
Las hijas de militares
y sobrinos del poder judicial
son sancionados con tres unidades tributarias.
Los hijos del burgo
carentes del don del recato
serán expulsados de la asamblea legislativa
por considerarse
de poca nobleza
el uso del preservativo anal.
Las castas superiores
como dictamina el adagio
son portadoras de la dicha.
Lo predijo Nostradamus:
"al pan pan
vino vino".
Sin más precedentes
recomiendo a la sala
"goce premenstrual".
Caballero Negro con Flores negras
Con escasos aleteos
el infortunio de un pájaro
penetró el cósmico
nunca un trigal hizo punch
pero el dentista y su marido
contuvieron la cloaca
de samaritana sexualidad:
dadme el lagarto, dije,
y lo parasitario
para insistir y gozar de la vida.
El eco del inocente espectador
(paradojal enigma de mí mismo)
contuvo
el sollozo de un trigal
que nunca paralizó el punch
de la mujer X
(imaginaria)
desde la matriz antipoética
pero cuya espina buscó el ano
donde Dios inmortalizó
la tercera ruta socialdemócrata.
Penetré el sótano entonces
cuya redondez
deshizo las sombras de opereta chinesca.
El delincuente, como todo infortunio,
busco provecho del prójimo.
El rosal y la loba
eran compinches.
El poeta
intentó materializar
un lenguaje de arcanos.
Que nuestra gran
y distinguida
Isabel Allende
compuso
como a la rápida:
"Éste, que ahora yace moribundo,
fue un buen poeta.
Su vida
un festín de muñequitas
con gomas carburadas
y sexópata consumidores
de pornografía virtual.
Éste, que yace erecto,
pálido de rostro,
podrido de entrañas,
éste, que padeció el pago mensual
de una vida de perdedores,
fue amante
de un par de muchachitas
adictas al cunilingüo.
Fue lechoso y comprometido
con los sectores pudientes
de nuestra sociedad.
Éste, que yace erecto,
me hizo una guagua
y dudo que algún día
rectifique su mal proceder".
Lenguaje de arcanos (repetí).
Oh, querida Isabelina…
¿Para qué el lóbulo de la monja?
¿Para qué su labio leporino?
El insistente pájaro
ondula
el sin sentido de la razón chilensis.
El delincuente fui yo (increpé).
El sexo que implora el amor de un siglo
envenenándose
entre aleteos cósmicos.
Un buen ejercicio de blandura
fue el hastío y el asesinato.
¡Nada de bueno hay entre rábanos coléricos!
¡El tomate es tomate hasta en mesa de pije!
¡Quién mierda dijo!
"¿Hoy es demasiado tarde
para responsos consagratorios?"
Criaturas Humanas
Un minuto duró el gélido halo de impotencia:
busqué alternativas
pero el beso
(cruel espina de Odiseo)
lamió los pórticos de la piel
donde la hembra produjo
el átomo incidente de la vida.
Un infierno de pergaminos y de retoques
de pechugas.
El coro angelical contuvo el exacto instante
donde follaba, desesperadamente, el milenio.
Incautos y drogadictos trocaron el telar divino
cuya mórbida sustancia
indujo a los EE.UU. a posponer la guerra
atómica.
Tal cual somos, expresó el celuloide,
infinitos, definitorios, carentes, simbólicos,
producto y subproducto
de una vital cadena alimentaria.
Entonces, los amantes de siempre,
fueron absorbidos por el tórrido acto
de la extinción del leopardo
cuya esperma de Odiseo
penetró la cavidad alógena
de un súper computador mortífero.
Más tarde,
entre contornos ficticios,
llevamos a cabo
el acto de reproducirnos,
tal cual somos,
entre maquinarias
que impedían el sexo
como criaturas terrestres,
tan sólo terrestres.
Bracero y Clarividencias
He llegado a querer el lapso de piedra
en cuyo laberinto
fue indistintamente el pánico
que la naturaleza nos provocaba.
La Navidad irrumpió, entonces,
solazándonos,
con los signos de bienaventuranza:
la octava nomenclatura
de las desdichas:
Ho Chi Minh, Concepción, la Habana,
Buenos Aires, Beirut.
Y los caballos patearon, entonces,
el torso podrido
de mi amante esposa.
Y los artefactos
fueron caravanas de ángeles
que giraban el amanecer.
"¡La era!",
gritaron las juventudes amodorradas,
"¡la era galáctica!,
¡el tritón magnético!"
cuya sabiduría
predice la fuerza del folladero
comunicacional.
El martirio involucra, entonces,
la necesidad de compenetrarnos
y de permanecer expectantes
a los estallidos de las galaxias
donde el hombre extiende un manto
para subsistir.
Metáforas de Autorretrato
Pesadilla y un Cliché Familiar
Agité el nacimiento y el almendral contuvo
el acto
donde Jesús lamió su boca podrida.
Los caballos giraron entonces sus colas
mientras el humus paría el canto de los bosques
ancestrales.
Y el mendrugo del tiempo
y la estúpida conexión con lo real
y sus fósiles llenos de púrpura
reptaron entre sollozos y pactos políticos.
Y las hormigas tejieron el arco iris
y el gran espíritu padeció la condena
del materialista.
Acto seguido, la noche y su ardiente tenacidad
volcaron los temores ancestrales de mi raza
y tuve miedo y el horror me paralizó
y las arañas treparon a mis ojos.
Y la culebra, que mi abuelo llamó destino,
contrajo las mandíbulas.
Y toda la cruenta verdad moscovita
huyó entre los escusados de esta nueva
Babilonia.
Y tuve asco cuando descubrí
la cola del zorzal
embutida entre mis costillas.
Y todo el oro del mundo
y las ancas de la muchachita calva
improvisaron un estupendo infortunio.
Y lloré como una Madona
mientras el quebrantado amanecer
acariciaba el vello púbico de Jesús.
Entretanto, improvisando una irreverente
carcajada,
el mismísimo omnipotente Salvador Allende
contrajo las mandíbulas
en un acto triunfal.
Y las extensas alamedas curvaron mi sueño
y los sufrimientos y las castraciones del alma
y la manzana podrida de la supervivencia
llenaron mi mente de tristeza.
¿Hasta dónde llegaremos?
-Pregunté.
No hubo respuestas.
Sólo llantos del pájaro azul.
Impura Muerte y Placeres Carnales
Mi cuerpo es uña de parias
y tengo lenguas que provocan la conquista
de América.
Estoy impedido de ser, prefiero no existir.
Mi cuerpo es uña de parias.
Y tengo hijos que abortan sus parias.
Y mis lágrimas
son el canto de los parias
que mueren como hijos de parias.
Me rasco las orejas y el universo
contiene las armaduras fálicas
que penetran mi cavidad nasal.
Y estornudo y el semen aniquila mis costillas.
Y la muchacha que hay en mí
prepara los molares.
Y el pájaro que escupe colas de fuego
es la pluralidad del sin sentido.
Y me expongo a repudio público.
Y Satán será el cabecilla de nuestras barcas
humeantes.
Y Satán reinará en tu cuerpo y en mi cuerpo.
Y me vestiré de novia
y Cristo besará mi corazón.
Retorno y Ascensión a la Democracia
Y ahora que los edecanes amanerados
flirtean con Margaret Theacher
y los que amaron el retrato del Führer
a escondidas
ocupan el tiempo libre
elucubrando los salmos
que el padre Hasbún pregona
para nuestro recóndito bien…
yo espero resucitar entre ruinas.
Y los himnos que cada maldito lunes
nuestra neurasténica infancia penetraban
y los soldaditos de plomo que con un sopapo
descabecé.
Y los ayes de mi padre y los libros que el water
tragó
no por devoción a la cultura
sino por el temor a los electrodos
y a los ratones que devoraban
los jugos intestinales.
Entonces, un niño detuvo las volteretas
de su tambor de cristal
para contenerse e inundarse de todo el amor
del mundo:
pero las réplicas del terremoto de 1973
invadieron sus afiebradas noches proféticas.
Más tarde, la lluvia atómica y los cadáveres
de los sin tumba
vagaron entre los desperdicios y los ecos
del llanto de las salitreras.
Y tuve miedo de nacer.
Y vi los tanques que penetraban las bóvedas
de la Universidad de Chile.
Y vi el cometa Halley y al gran hijo de puta
con su capa ultramarina.
Y no fue la vida lo que nuestras imaginarías
infantiles sostuvieron
ni fue Caperucita Roja ni el mentiroso Pinocho
sino el temor al exterminio
y a la sangre de la primera menstruación
de la novia fusilada.
Y ahora que los sabios hablan de revolución
pinochetista:
yo digo que este salvajismo conceptual
conmueve las tumbas de los mismos ajusticiados
de todos los tiempos:
ahora fuimos los chilenos,
ayer:
los chinos, los japoneses, los onas,
los pieles rojas, los budistas, los cristianos,
los malasios, los vascos,
los maricones y los del fbi.
Desde cema Chile hasta los tugurios de Punta
Arenas
entre los juramentos fascistas del neocapitalismo
y su extraña mixtura de zapatos de charol
y un súper conductor cerebral:
el general golpista y su carismática mujer
convencidos de la factibilidad del sistema racista
promovieron la irrupción del críquet
como pelotera nacional:
Corpus Christi
muerte muerte muerte
Corpus Christi
muerte muerte muerte
-¡Amén!
Autorretrato
Tengo 31 años y he buscado adormecerme
pero las esperanzas y los sueños
han calado profundamente en mí,
los sueños son los que, comúnmente,
olvido más rápido.
Los hijos crecen como la mala hierba,
los tiempos modernos
son verdaderas selvas informáticas.
Estamos absolutamente locos.
Buscando el éxito rápido.
Tengo 31 años y estoy consumiendo mi vida.
Los ascensores y las transformaciones culturales
han llenado mi alma de hastío:
los diez años que demoré en divisar
el ornitorrinco
fue un acto suicida
de escasa divulgación social.
Tengo 31 años y varias frustraciones a cuesta.
No hay guerras en mi patria,
tampoco sufro hambruna,
tengo un trabajo honroso,
vivo en mi propia casa,
con una buena esposa y una adorable hija.
¿Qué signos son entonces
los que me atormentan?
¿La nada?
¿La insoportable levedad del ser?
Tengo 31 años y un deseo indisoluto.
Santiago de Chile, ¡ciudad de vándalos!,
¡ciudad de trabajólicos!
Las preguntas trascendentales
son estúpidas elucubraciones
de una mente descarriada.
Cada uno de nuestros héroes
palidece nuestra condición humana.
El día de hoy es el gran mañana pulverizándose.
Tengo 31 años y un deseo inconcluso.
Ni los aeroplanos ni las musas televisivas
ni el amor ni la gesta americana
seducen mi mente.
¿Qué me queda entonces?
¿Una insana sensación de bulimia?
¿La ignorancia o la apelación a la carnalidad?
¿El metafísico pundonor de la melancolía
o la dura realidad del científico?
Ésta es la vida, sin embargo,
tan imperfecta, como uno mismo.
Epopeya del Buen Marido
Te escribo desde Mierdolandia:
un bello país para turistear.
Todo acto de escritura
es el eco de tu iris que tanto me gusta.
Te escribo desde mi propio mundo:
un bello país para turistear.
Me gustan tus palabras
y el brillo angelical de tu voz:
el profundo bosque
donde soy un eucalipto bramando
amor carnal.
Tú ya me conoces:
un cuerpo abusivo y una mente analítica.
Sé que te gustará formar parte
de mi vida,
de mi sabor estético,
de mi manera de amar.
Te escribo desde Mierdolandia:
un bello país para turistear.
Tengo preocupaciones…
El tiempo es una de ellas.
La muerte por definición me indigesta.
Qué gusto me daría
desnudarte
y encontrar tu carne
tal cual es…
con el exquisito paso del tiempo.
Tal vez tengas compasión de tu marido
y me busques
mientras escribes de madrugada.
¡Un poco de audacia nos falta
para que todo esto sea verdadero!
Pan de Tierra
Renunciación
Estos son los cantos del pájaro azul
que la lluvia o las quejumbres
o los amores solidarios de tu tribu
reparten con la quijada dormida
y los locos deseos del movimiento.
Y todo el dolor y la sangre de la conquista
y las ciudades nuestras y las tibias
que Elicura Lienlaf reparte
entre sus hermanos bilingües.
Ni Caupolicán ni el Toqui X
ni la gringa loca
pretenden dar
lo que la teoría de la relatividad
nos quitó.
La cuestión es simple.
Un vaso de vino y la semántica
adquieren goce universal.
Los muertos están bien muertos.
Los tuyos y los míos.
Te conozco al dedillo
poeta de borracheras ininteligibles.
Tan pronto como mañana
darás un discurso fúnebre:
las palabras cantadas
y el vocablo muerto de tu gente
agradecerán
tal o cual distinción.
¿Y qué historia es ésta?
-preguntarás.
¿La tuya o la mía?
Yo provengo de la oscura confusión
de una Ítaca y de una Vascongada
perdidas en el tiempo.
Y, tú, oh, fiero guerrero,
buscas la prehistoria de los tuyos
en los viejos legados
de la Biblioteca Central.
Yo no lloro por los tuyos
ni por los míos
(qué la bomba atómica
nos aniquile a todos).
Un poco de lástima
es lo que siento
no por ti ni por Fulano
ni por Gemido de León
sino por toda la grandiosa
mezcolanza humana.
Tetralogía de la Ebriedad
Me embriagué y mis camaradas
vomitaron su añoranza selvática
y la cordillera y las riveras del Bio-Bio
invocaron los sueños del pájaro azul.
Y los vómitos de mis camaradas
cubrieron la tierra
y sus cantos nasales fueron fuego
y la amenaza latente
en sus rasgos vencidos
derramaron los despojos
de los poetas muertos:
-pobres guerreros, pensé,
dispuestos a matar
por unos mendrugos de alcohol.
Ebrios, transportamos los alaridos
a las riveras del Toltem.
Y descubrí mi odio racial
y los camaradas temblaron.
Y me vi armado
con arcabuces y truenos milenarios.
Y los hipos de la borrachera
me impidieron contener
los muertos de un sólo tiempo.
Penetramos, entonces, la llanura.
Y los márgenes de la profundidad
fueron anexados
a una bravata de borrachos.
Ebrios de nostalgia,
cabalgamos entre nubes
y domamos caballos.
Y llamamos bueyes
a los asientos traseros
de la locomoción colectiva.
Y te miré y te hallé feo.
Ebrios de chauvinismo
vomitamos la noche.
Cada uno convencido
de la superioridad del otro.
Tal para cual.
Llenos de bravata e inocencia.
Meditaciones
Mis hijos son el aullido del lobo
y los hijos del lobo interpretan las estrellas
y lloran la muerte de los padres
y los padres lloran la pérdida de los hijos.
Y el amor y la separación
golpean las campanas con palabras interiores.
Yo extiendo los brazos y beso los pies
de los bosques
y la soledad es la sangre y mis lágrimas
el fuego de las estrellas.
Y el amor que brota locamente
es un canto que invoca el recuerdo
de los antepasados.
Y la luna menguante y los bosques ancestrales
y las manos musgosas y el tornasol de la culebra
cristiana
te llaman para arder y treparnos los unos
a los otros.
Y las tribus de pies cansados y de párpados
dormilones
treparon a las riveras del sagrado azul.
Y penetré el rumor del mar.
Y la multiplicación del pan nuestro
de cada día
contuvo el canto de los pájaros.
Y las aguas tempestuosas
inundaron mis ojos de melancolía.
Entonces, entre las hendiduras del bosque
infernal,
te preñé con razas híbridas
de color de holocausto.
Y la guerra de los sexos invadió la tierra.
Y todo la locura del caudal de siglos y milenios
fue la raíz unitaria del canelo.
Y mi padre fue el espejo de mi padre.
Y mi hermano fue el acto de mi hermano.
Y las hijas de mis hijos
fueron concebidas
en la tórrida frontera de lo real.
Sueño Ardiente
Y las olas del mar eran espinas
y una corona de espinas
rodó entre las olas del mar.
Y lloré sangre y la sangre era una llaga inmunda.
Y los submarinos trepaban a mi carne.
Y sumergí los pies y el mundo estalló
hacia dentro
penetrándome los dedos.
Y tuve miedo.
Y me precipité en lo sórdido de la vida.
Y te vi clavándome un puñal.
Y te dije que te amaba.
Entonces, el acto que nos vincula
a lo sagrado de la vida,
reptó como un caracol
enormemente radioactivo.
Y las garzas atómicas rompieron en lamento
y la muerte giró mi pescuezo en ciento ochenta
grados.
Y tuve miedo y me horroricé.
Y las campanas de pueblo fantasmal
retumbaron siniestramente
pariendo hijos monstruosos,
hijos de perra,
hijos del sacrificio y de las colas de neón.
Y fui otro antes de mí.
Y antes de ti fui otro.
Y los aromas del campo te excitaban
y gritaste mi nombre.
Y de tu propio coito
bebiste el licor
que fabricaron mis manos.
Y la demencia
nos cobijó entre los árboles.
Y tuvimos incesto
y fuimos atormentados.
Y de la unión carnal
nació el padre de mi padre.
Y todo el amor ardió
hasta las postrimerías del veintiuno.
Entonces, descubrí,
entre arbustos y nubes parlantes
a mi pobre amigo Efraín Pavlovich
fornicando con su querida madre.
Y tuve miedo y me horroricé
porque comprendí
el principio de la supervivencia.
Elegía al Poeta Abu Nuwas
Mil años, oh, Abu Nuwas,
y todo mortal es gusto nuestro
y te consuela el vino y el talle del gentil imberbe
y buscas los despojos de tu nombre
e intentas seducirme con el cosquilleo
de tus huesos
y ten claro que prefiero la boca ebria de la rubia
grácil
pero si me embriagas aceptaré amarte
entre ruinas.
Mil años, oh, Abu Nuwas,
y ahora que ni los rastros del polvo escancian
tu vino
ni los ayes del joven de fino talle
que tanto te gustó
ni nada de lo que tu llamaste vida, existe,
dime, oh, Abu Nuwas,
¿conoces, acaso, el destino de tus huesos?
Mil años, oh, Abu Nuwas,
y te gustará saber que el vino sigue siendo
el vino
y que los impúberes siguen soñando contigo
y que las damas buscan excusas para amarse
y que todavía hay tabernas
donde los hombres escancian el vino
envejecido en tinaja de ruinas.
Mil años, oh, Abu Nuwas,
y quisiera que fueras aquel muchachito de fino
talle
que me obsequió tus poemas
y que a mi puerta golpeara aquella grácil
dama
para que nos desnudáramos en perpetua orgía,
pero tu canto, que ahora es mi canto,
es el canto de un vivo
en palabras de un muerto resucitado.
Indecencia Religiosa
Amado Esposo
Ay de ti, pobre hombre,
¿no sabes, acaso, que los ángeles
sólo existen
en la dimensión especulativa
de Alfred Hitchcock?
Para González y para Vera
el hermano suicida
tuvo que transmutarse
en crisálida
para buscar entre los muertos
las mejillas asexuadas
del Mesías.
Treinta mil monedas
que el traidor mandó labrar
en tu corazón.
Sí, amado esposo,
cada suicida es un Judas
que rompe las verdades
que los amantes pronuncian
en voz muy baja.
No podemos ocultar el dolor de los padres
que mordisquean sus lenguas
pronunciando los salmos
del hijo desquiciado.
No podemos delirar como las abejas
dejándonos matar
por nuestros propios sueños.
Nunca más un jergón pulguiento.
Nuca más una palabra cariñosa.
¿Castigo infiel para los deudos?
¿Castigo infiel para el ahorcado?
¿Castigo intemporal
para el que negó
tres veces
el nombre de Dios?
Indecencia Religiosa
Un pájaro azul contempla el paraíso:
las cruces de los muertos
evocan el árbol del bien y del mal.
Para ti
este pájaro azul
anida entre las ramas del árbol
incandescente
(que Adán y Eva hurtaron del paraíso).
Para ti
el mismísimo hombre primogénito
descendió desde el pudridero
para romper el pacto con Dios.
Y el sacrificio será estupendo.
Y hallaremos luz
donde el alma sólo es oscuridad.
Ni una abertura cósmica
ni una gota de sangre
embriagarán nuestros sentidos.
Y por un momento
habré pronunciado
el santo y seña
que religa mi alma al todo.
Balada del Alcohólico
Subidas y bajadas, bajas y subidas al infierno,
el alcohol que bebo, en esta taza de café,
permite a mis huesos, subidas y bajas al infierno,
desvístete, para que puedas rodar locamente,
entre charcos asquerosos de pecado,
subidas y bajadas, bajas y subidas al infierno,
no hay necesidad de boletos ni de ascensores.
Éste es el infierno, el infierno nuestro de cada
día.
Subidas y bajadas, bajas y subidas al infierno,
esta es la bestial apetencia del viejo poeta
vidente,
del que cumplirá treinta y dos años de martirio,
subidas y bajadas, bajas y subidas al infierno;
esta es nuestra vida, el infierno nuestro de cada
día.
Responso
¿Por qué lloran los deudos
la muerte de sus hijos?
¿Por qué los niños habitan
la muerte negra del tiempo?
Clamor de voces, de cuerpos somnolientos,
clamor de manos, de cuerpos comatosos,
clamor del terror
a la pérdida de los seres queridos.
Clamor de gargantas,
de cuerpos desgarrados:
por el llanto
de la pérdida
de los seres queridos.
Oíd el clamor de los hijos.
Oíd el clamor de los perros
como el llanto mil veces repetido.
Yo he visto el llanto de las madres,
el puerco vil llanto de los hombres,
he visto el pequeñísimo ataúd
donde la madre y el padre
desgarraban sus cuerpos
entre los llantos de la lluvia.
He visto el rostro del ángel soporífico
con su maldita guadaña,
he visto la sangre salpicada entre las arrugas
de su frente,
he visto la muerte sucumbir al llanto
de los vivos,
he visto el aguijón del insecto
succionando la sangre,
he visto la muerte erizar el tiempo
como una gota de sal que salpica tu rostro.
He visto el cuerpo sin vida del escarabajo,
he visto la sangre entre las manos del niño
asesinado,
he visto el clamor de la muerte,
he visto el llanto de la madre,
he visto sus entrañas y su regazo cálido,
he visto sus manos y sus pies doloridos,
he visto el eco trágico del mundo
brotando entre las ruinas de la tierra.
He visto la prematura muerte de los deudos,
he visto el trizado cándido
de las astillas del tiempo,
como un rompecabezas
inconcluso,
en la muerte de nuestros hijos
inconclusos.
Cántico de Trastienda
Yo sé que las cosas son cambiantes,
un poco giratorias, diría yo.
Pero ten confianza.
Un día…
entre sombras y lunas llenas
hallarás la culebra de satín
que tanto te gustó.
Y habrá un convite para todos los sentidos.
Y buscarás los labios del pájaro azul.
Y será tu propia imagen
multiplicándose amorosamente.
Quiera el bendito, entonces,
que después de muertos,
nos abracemos dulcemente
en una cruz de sentidos contrarios.
Quiera el bendito,
que sin prejuicios ni ataduras,
toda una maldita noche
nos amemos locamente
entre los días grises
del pájaro azul.
Salmos
Esta sangre es la sangre del hombre,
comed de mi cuerpo,
yo soy el pretexto de los desposeídos,
comed de mis manos,
cumplid las viejas escrituras.
Tú y yo somos parábola.
Un río de sangre
es una ortiga que clavas en tus mejillas.
La cruz es sangrante.
Todos los hombres han muerto en la cruz.
Yo doy mi carne
para que tú bebas de mi carne.
Tócame, explora mis esencias humanas,
aprieta las mandíbulas y bésame.
Estas uvas florecen en mi costado sangrante.
Yo soy la hembra porque tú eres el macho.
A veces también soy riachuelo o raíces.
¡Cambiemos la vida!
¡Nuestros ojos están enfermos!
Apuesto mi alma
para que tú ganes
un sin fin de preguntas
inciertas.
¿Qué es Dios
sino silencio?
¿Qué es vida
sino la muerte?
¡No hay respuestas!
A veces también soy abismo.
Si quieres, bésame,
soy un campo de amapolas salvajes.
Esta es la cruz.
Este es mi propio sexo.
Para ti, hermano o hermana,
hija o hijo,
padre o madre.
Para ti
estas voces suplicantes:
"Padrenuestro
que estás en la tierra
danos las sobras de cada día,
danos la fuerza
que los débiles necesitamos".
¡Estas son palabras de verdad!
No hay otro cántico que pueda perdernos.
¡La poesía es vana!
Los salmos humanos
pueden cambiar la vida.
Canto Cósmico
Canto Cósmico
Mujer de pies diminutos como hormigas,
mujer de uñas tan distantes como planetas,
tu sangre es un río,
déjame zozobrar en tu cuerpo.
Sonrisa de pez, boca de alga marina.
Nada existe más acá de tu boca.
El espacio y el tiempo
son la extensión de tus dedos.
Yo beso tu boca
para contener la extensión
del tiempo.
Nada eres tú porque nada soy yo.
Ah, cuerpo de caracola.
Ah, ruta marina de pez carnal.
Este espacio es infinito,
estos sueños
destellos de sustancias amorosas.
Déjame penetrar la tierra.
Tú eres la hierba silvestre.
Yo soy la gota de lluvia
mil veces repetida.
Déjame extender mi cuerpo
entre las rosas.
Déjame acariciar los pétalos de tu cintura.
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