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El movimiento obrero en Argentina: entre el anarquismo y el peronismo (página 2)


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Reivindicando la fraternidad de clase, a nivel internacional, se crearon asociaciones formadas por obreros de distintos países. De esta manera, en 1864 se fundó la I Asociación Internacional de Trabajadores (A.I.T.), entre otras. En las organizaciones anarquistas específicamente políticas, en nuestro país, podría mencionarse a la Unión Socialista Libertaria (U.S.L), la Alianza Libertaria Argentina (A.L.A.) y la Federación Anarco – Comunista Argentina (F.A.C.A.)[3]. Efectivamente, el movimiento anarquista tuvo participación activa en sindicatos, cooperativas agrarias, ámbitos barriales y espacios antifascistas, con otras fuerzas políticas.

En 1915, la FORA (Federación Obrera Regional Argentina) proclamó la neutralidad ideológica, admitiendo la pluralidad de tendencias en su interior, entre ellas se destacaban el sindicalismo revolucionario y los socialistas.

Además, sostenían que el patriotismo es "el último refugio de los rufianes". Al respecto, Spies manifestaba:

"el estado de las castas y las clases, el estado en que una clase domina a la otra que vive de su trabajo –[el] orden- creo, sí, que esta forma bárbara de organización social, con su sistema de robo santificado y de asesinatos legales, está próxima a morir para ceder el puesto a una sociedad libre, a una sociedad voluntaria o hermandad universal"[4].

El anarquismo buscaba establecer un orden sin gobierno. El Estado es considerado un organismo que defiende los intereses de los sectores dominantes. No es una organización central, reguladora de la producción, sino un estado de clases. Este movimiento luchaba contra la idea de nación, que se impone sobre la lucha fraterna y no colabora con el progreso de la humanidad. De hecho, el objetivo de la A.I.T. consistía en convocar a los obreros del mundo a unirse sin distinción de banderas nacionales, en la lucha contra el sistema capitalista.

Esta doctrina político-social tuvo vigencia entre las filas de la clase obrera, hasta la llegada y consolidación del peronismo, luego del cual entró en una recta descendente (tanto numérica, política y doctrinaria).

-II-

A partir de los cambios sociales y económicos del '30, se produce una crisis del discurso político dominante, el cual se había basado en la articulación de los conceptos de liberalismo y democracia. Como consecuencia de este debilitamiento, una nueva posibilidad discursiva hace su aparición: el autoritarismo democrático. De la etapa yrigoyenista, el peronismo retoma y desarrolla hasta sus últimas consecuencias los rasgos populistas.

Así, el Estado desarrolla las tendencias intervencionistas aparecidas durante la década del "30, extendiendo su acción al ámbito de las relaciones laborales, presentándose como el árbitro inapelable de todos los conflictos e institucionalizando plenamente el movimiento obrero. El Estado se presenta como el intermediario y el protector de los sectores populares. La política estatal está destinada a proteger a los trabajadores, facilitar su organización y garantizar el empleo. Así se asiste a una pérdida de autonomía de las agrupaciones obreras, frente al Estado y al liderazgo centralizador y autoritario de Perón.

Hacia 1943, el movimiento laboral se encuentra dividido y debilitado. Existen en la Argentina cuatro centrales gremiales: la F.O.R.A.; la U.S.A. (Unión Sindical Argentina), sindicalista, y la C.G.T. (Confederación General del Trabajo), dividida en la C.G.T. Nº 1 y la C.G.T. Nº 2. La gran mayoría del proletariado industrial se encuentra al margen de cualquier organización sindical. Desde su posición como Secretario de Trabajo y, después, vicepresidente del gobierno militar, Perón atiende las preocupaciones fundamentales de la emergente fuerza laboral industrial. Al mismo tiempo, se dedica a socavar la influencia de las fuerzas de izquierda que competían con él en la esfera sindical.

El interés del Estado por el fortalecimiento de la organización sindical y el anhelo de la clase obrera de obtener ventajas concretas, económicas, determinan una rápida extensión del sindicalismo. La agremiación es acompañada por un sistema global de negociaciones colectivas. Se crea una estructura sindical específica centralizada, que abarca las ramas locales y asciende, por intermedio de federaciones nacionales hacia una única central, la Confederación General del Trabajo.

De esta manera, se suceden la gradual subordinación del movimiento sindical al Estado y la eliminación de los líderes de la vieja guardia. Los sindicatos se incorporan al movimiento peronista y son llamados a actuar como agentes del Estado ante la clase trabajadora, organizan el apoyo político a Perón y sirven como conductos que llevan la política del gobierno a los trabajadores.

La burocratización de los nuevos sindicatos impide la participación directa y continua de sus miembros. Ya no se trata de organizaciones pequeñas, con cargos ocupados por obreros militantes, sin remuneraciones y con limitada experiencia administrativa, como ocurría con los sindicatos de oficio propugnados por el anarquismo. Ahora, surge una clase profesional de líderes sindicales, dedicados exclusivamente a las funciones administrativas de la organización.

Subyace entonces la idea de que el obrero debe dedicarse a su trabajo, dejando en manos de los sindicatos estatales las negociaciones con las patronales. El obrero debe ocuparse de producir mercaderías y de convertirse en cu consumidor.

Al respecto, Perón afirma:

"Nuestra doctrina no reconoce clases y no concibe que en la comunidad justicialista puedan existir hombres aptos que no produzcan por lo menos lo que consuman"[5].

En la segunda presidencia de Perón, se perfila más claramente el Estado justicialista, con sus pretensiones corporativas de organizar y dirigir grandes esferas de la vida social, política y económica; se torna evidente el papel oficialmente asignado al movimiento sindical: incorporar a la clase trabajadora a ese Estado. Se crea una vasta red de bienestar social operada por el Ministerio de Trabajo y Previsión, la Fundación Eva Perón y los propios sindicatos.

Las ventajas económicas concretas para la clase trabajadora resultan claras e inmediatas. A medida que la industria argentina se expande, impulsada por incentivos estatales y una situación económica internacional favorable, los trabajadores se sienten beneficiados. La etapa peronista borra, así, los anteriores ideales políticos que existían en la clase obrera e implanta otros nuevos. Como veremos a continuación, en la retórica peronista, aparecen como temas fundamentales la justicia social y la soberanía nacional, neutralizando la lucha de clases, que caracterizó al movimiento obrero, en los años anteriores.

III

En todo proceso histórico, como también en toda ideología política, nos hacemos las preguntas, que en muchas oportunidades se nos hace difícil responder, preguntas que nos planteamos: ¿Qué somos, para qué estamos, qué nos pasó, por qué somos así y no como otros? La historia no contesta a todos estos interrogantes ya que no puede dar repuestas infalibles, pero nos ayuda a saber dónde estamos parados.

Comparando dos ideologías tan distintas, como el peronismo y el anarquismo, en Argentina, se puede ver su concepción de la lucha obrera y el rol del estado. Como dije anteriormente, el anarquismo se interpreta como una salvación para la masa obrera; para los anarquistas el Estado no puede tomar participación en la vida de cada ciudadano. En cambio, la otra doctrina formó todo el poder desde los sindicatos haciendo de los gremios una máquina electoral que, desde sus comienzos y, hasta nuestros días, es la columna vertebral del Movimiento Justicialista.

Desde el punto de vista de sus ideas sobre la clase obrera, los anarquistas veían que el pueblo está siempre sometido. Desde la revista Martín Fierro, ellos publicaron sus ideas, en una especie de manifiesto. Es interesante leer en la primera página del primer número cuando dice:

"Queremos encontrar el molde en que debe vaciarse el arte para hacer llegar al pueblo la verdad y la belleza. Exteriorizar la vida y la libertad verdadera que surge del ejercicio consciente de todas las energías cuando una orientación hacia la luz es energía de los actos del hombre.

"Hacer comprender á los pobres, á los humildes, á todos los tristes que ambulan llevando odios y rencores dentro del pecho sublevando por la injusticia, que una nueva aurora hace el esplendor de sus colores en el horizonte humano, porque ya es un hecho la comprobación de una fuerza desconocida hasta ayer: la fuerza de la solidaridad.

" Inculcar en el ánimo de los poderosos, por medios del razonamiento y de la critica, la necesidad de ir, sinceramente, hacia el pueblo,-y esto en nombre de la armonía de todos; Ser gestos y acción convencidos de que no es posible rehuir la lucha, base de la existencia, realizando así la tarea educadora que nuestra cultura nos depara;

"Propalar ideas, encarnadotas de las verdaderas alcanzadas hasta el presente, buscando, en todo momento, la mejor forma de hacerlas llegando á las mayorías;

"Descalificar la injuria y el insulto como contraproducente para el logro de grandes ideales, por encima siempre de toda pasión personal y como tal mezquina;

"Ofrecer una tribuna libre donde puedan ventilarse, con absoluta amplitud de criterio, todos los problemas políticos, sociológicos e intelectuales que atañen a la colectividad;

"Ser amenos y amables como el tipo de filósofo de ese símbolo del alma popular cuyo nombre nos sirve de bandera. Tener con él la ironía, la serenidad de la fuerza y la lógica, bellas armas de combate cuya misión es ir abriendo cursos fecundos sobre campos yermos y estériles".

El anarquismo toma a la revista Martín Fierro como un símbolo de la lucha: es notable observar que el gaucho, que es oprimido, y se lo trata de bárbaro, se revela, da lucha para que su clase no sea más sojuzgada. Lo que hace el anarquismo es denunciar los atropellos a los que diariamente es sometido el pueblo, (nos referimos a la clase social más baja, la obrera), rescatando las palabras de Michael Schawad

"todos los días se cometen asesinatos, los niños son sacrificados inhumanamente, las mujeres padecen a fuerza de trabajo y los hombres mueren lentamente consumidos por sus malas faenas, y no he visto jamás que las leyes castiguen estos crímenes.".

Estos hombres, como se ve, querían el poder para cambiar el mundo donde vivían, no aceptaban que la burguesía se imponga por medio de la fuerza, que no sólo es en lo militar, sino también por medio del ordenamiento jurídico del Estado Nacional. Uno de estos desafíos fue la ley 4144 (Ley de Residencia), donde contrariamente a lo que dice la Constitución Nacional, los inmigrantes eran expulsados del país, pero su compromiso con el pueblo fue más fuerte. Así, la lucha obrera se presentó como la salvación, la lucha obrera daría a las clases oprimidas la liberación, la lucha obrera es el progreso del mañana, la lucha obrera es la victoria, la revolución es el camino.

Partimos de la base de hacernos la pregunta qué es el peronismo. ¿Es un movimiento, es un partido político, es una ideología, o es un sentimiento? Perón plantea:

"El movimiento justicialista que durante diez años consecutivos ha influido profundamente en la vida argentina, no es un simple partido político como algunos creen. Es todo un movimiento doctrinario nacional que levantando la bandera de la justicia social, la independencia económica y la soberanía política ha creado un orden orgánico, estructural y funcional, mediante una profunda reforma integral que ha cambiado la vida argentina, dándole características propias y originales"[6].

Con esto, se puede observar que el peronismo construyó su poder desde tres puntos: desde la religión, lo militar y desde luego, el movimiento obrero.

Es interesante ver lo que pasó el 17 de octubre, donde utilizando el poder construido desde la CGT (cabe recordar que todo gremio que no tenía la ideología de Perón era intervenido –especialmente, los de corte anarquista, comunista y socialista-), desde luego estatizando los sindicatos, Perón, con su doctrina de péndulo, se hizo fuerte y su movimiento gobierna desde aquellos días nuestro país.

Conclusión

Tal como plantea James, la retórica peronista procuró la identificación e incorporación de la clase obrera a dicho estado y desempeñó un papel profiláctico al adelantarse a la existencia o consolidación de un gremialismo activo, autónomo y clasista.

El Peronismo fue y es, un instrumento de la burguesía. Desde este punto de vista el partido peronista silenció a la clase obrera.

Es interesante ver nuevamente el debate Rucci-Tosco; en estos dos hombres del Movimiento se puede ver cómo los conceptos de sindicatos son totalmente opuestos. En la doctrina Justicialista, no se permite que el obrero reclame sus derechos ante la patronal, sino que esa actividad es exclusiva del sindicato. Con esto, nace el sindicalista profesional, dejando atrás aquel gremialista comprometido con su colectividad.

Perón, desde la sombra y desde el poder, fue protagonista de nuestra historia por medio siglo; Perón fue el verdadero protagonista dando a este país una cultura diferente de cómo se trabaja en el Estado, pero también es el responsable de que Argentina pierda en el campo internacional un verdadero protagonismo sindical; Perón el defensor de los obreros, gobernó y construyó su movimiento bajo la Ley de Residencia[7]Tiró por la borda todos aquellos ideales que trajeron los europeos a nuestro país.

Por último, debemos rescatar la opinión de Tosco, a la cual adhiero, donde dice

"Un sindicato es o parte de la vanguardia de la clase trabajadora, o un instrumento para aquietar las masas. Es importante comprender que los sindicatos no son partidos políticos, que los dos no deben ser confundidos"[8]

Vemos así que los términos "sindicalismo, libertad, igualdad, socialismo, universalidad, eran ideas extranjerizantes; en cambio, lo auténtico argentino era aquel trabajador que no se dejaba seducir por cantos de sirena, que era sobrio porque se conformaba con poco, obediente y respetuoso con sus superiores, son un profundo amor a la Patria"[9]. Desde 1930 hasta nuestros días, los gobiernos han utilizado este discurso, dando origen así al fin de los ideales anarquistas en Argentina.

Fernando José Luchetti

Prof. En Historia

Bibliografía

Bayer, Osvaldo, La Patagonia rebelde, Buenos Aires, Planeta, 2002

El libro rojo de Perón, Buenos Aires, A. Peña Lillo Editor, 1973

http://www.libreopinion.com/members/justicialismo/libros/peron/jdp_fdb_cap5.htm – El movimiento peronista", en La fuerza es el derecho de las bestias

SÁBATO, E., Abbadon. El exterminador, Buenos Aires, Seix Barral, s/r.

SELSER, G., "Palabras del acusado Michael Schwab, de oficio encuadernador, ante el juez Joseph E. Gary", en Los mártires de Chicago, mimeo, s/r.

"Tosco. De unidad y Revolución", Revista Sudestada, Año 7, Nº 68

 

 

 

Autor:

Prof. Fernando José Luchetti

Profesor en Historia

[1] SELSER, G., "Palabras del acusado Michael Schwab, de oficio encuadernador, ante el juez Joseph E. Gary", en Los mártires de Chicago, mimeo, s/r.

[2] SÁBATO, E., Abbadon. El exterminador, mimeo, s/r.

[3] En los años 20, la creación de la A.L.A. -constituida por los militantes anarquistas que se habían separado de la F.O.R.A., hacia 1919- fue entendida como un instrumento político para la propaganda entre los obreros, para la lucha ideológica (aunque fraternal y de acción común) con los socialistas, comunistas y sindicalistas revolucionarios de la USA. Su vida fue efímera con el creciente reformismo de la central, pero fue el embrión de la constitución del C.R.R.A. (Comité Regional Relacionador Anarquista) que luego se transformó en la FACA.

[4] Ibidem

[5] El libro rojo de Perón, Buenos Aires, A. Peña Lillo Editor, 1973, p.25

[6] "El movimiento peronista", en La fuerza es el derecho de las bestias

[7] Al respecto, debemos recordar que Perón formaba parte de la Liga Patriótica, cuyo objetivo consistía en expulsar a los inmigrantes de ideología anarquista o socialista, puesto que se los consideraba un peligro para la nación.

[8] "Tosco. De unidad y Revolución", Revista Sudestada, Año 7, Nº 68, pág. 6

[9] Bayer, Osvaldo, La Patagonia rebelde, Buenos Aires, Planeta, 2002, pag. 93

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