- Introducción
- La formación de valores de identidad a través de la vinculación historia nacional-historia local
- Conclusiones
- Bibliografía
Introducción
La enseñanza de la Historia ocupa un rol esencial en la materialización de una educación conforme a valores. Esta precisión es justo asumirla como un núcleo orientador del trabajo educativo que cotidianamente realizamos en nuestras aulas e instituciones, pues -a contrapelo con la propia lógica del desarrollo humano y del devenir universal de sus realidades- los enfoques hegemonistas procedentes de círculos intelectuales primermundistas, más interesados en formar siervos que humanos, asumen el naufragio de la Historia, "por constituir un metarrelato que poco aporta al crecimiento global de nuestros pueblos" (Laurencio Leyva, Amauris. 2000: 25).
Ante esta cuestión se hace evidente el requerimiento de afrontar la lucha por reivindicar la inobjetable vitalidad de la Historia, como conocimiento del pasado, explicación del presente y previsión del futuro.
CAPÍTULO I.
La formación de valores de identidad a través de la vinculación historia nacional-historia local
I.1. Algunas consideraciones en torno al tópico de la Identidad cultural y su connotación educativa.
El estudio teórico del fenómeno de la identidad cultural revela la amplitud cosmovisiva de su esencia y lo profundamente polémico que resulta su contenido. Estas cuestiones son evidentes a partir de la diversidad de posturas intelectuales y presupuestos que asumen y defienden los estudiosos del tema. Las tendencias transitan desde el sobredimensionamiento de determinados componentes del proceso, pasando por la definición y conceptualización de la rica variedad de sus esenciales, hasta imposturas que se orientan hacia el nihilismo existencial del fenómeno, conducente a considerar innecesarias las definiciones y formulaciones teóricas en torno a este concepto.
Varios son los autores cuya dirección científica se proyecta hacia la conceptualización de la identidad, en tal sentido pudieran señalarse los casos de A. Cristóbal (1995: 97), quien esboza que "la identidad comienza a manifestarse en el momento en que nos percatamos de las diferencias". C. Torres (1995: 63), denota que "la identidad es igual al ser nacional y su imagen, sus tradiciones, su historia, raíces comunes, formas de vida, motivaciones, creencias, valores, costumbres, actitudes, conciencia de mismidad". R. Pupo (1991: 39), define a la identidad como "comunidad de aspectos sociales, culturales, étnicos, lingüísticos, económicos y territoriales; así como la conciencia histórica en que se piensa su ser social en tanto tal, incluye la auténtica realización humana y las posibilidades de originalidad y creación".
En el proceso identitario de la cultura no pueden asumirse únicamente las expresiones de los logros, realizaciones y paradigmas; junto a ellos han de situarse a las utopías racionales y los errores, que contribuyen a perfeccionar nuestro proyecto social; "ese es el proyecto: una luz desconocida. Allí podemos estrenar todos los días una décima de El Cucalambé y un pensamiento de Sócrates, la intensidad reminiscente de una danza de Lecuona y lo que gustéis ( ) el tambor batá dialoga con la guitarra de mi hijo, y eso es algo más que mestizaje, algo más que sincretismo: eso es identidad como espiral, como sorpresa, como esperanza." Cintio Vitier (1996: 40).
I.2. La enseñanza de la Historia de Cuba y su influjo en la formación de valores de identidad.
En Cuba, desde la aplicación de los programas revolucionarios en la educación, la posición filosófica, historiográfica y didáctica que ha predominado es la concepción dialéctico-materialista, que ha servido al propósito de "convertir la asignatura de Historia en un instrumento ideológico para reforzar la unidad nacional y para fomentar el patriotismo". Joaquín Prats Cuevas (1996: 29).
Ante esta lógica, se percibe una historia en construcción y reconstrucción permanente, moviéndose retrospectiva, prospectiva y perspectivamente hacia el progreso social, con lógicos momentos de virajes y retrocesos. Todo esto fortalecido con la capacidad para la aplicación del conjunto de métodos de la investigación histórica, que posibilitan la conformación de un pensamiento reflexivo y analítico.
La asignatura Historia de Cuba es una de las principales portadoras de nuestra memoria histórica, que sirve de base y refuerza nuestra cultura e identidad; ninguna otra asignatura puede suplantarla en esta tarea, aunque si pueden complementarla. La memoria histórica es el recurso para la conservación de los procesos, acontecimientos, hechos, sentimientos, ideales, normas, costumbres y valores autóctonos y genuinos, que caracterizan nuestra Nación y se materializan en la conciencia histórica de sus miembros.
Establecer criterios en torno a la Historia de Cuba y su papel en la formación de valores morales e identitarios, amerita un rigor valorativo y de análisis tal, que para no pecar de superficialidad analítica dirigiremos nuestro estudio hacia la imbricación didáctica de esta disciplina en la enseñanza media, con la cual nos identificamos por el ejercicio profesional como docentes.
La enseñanza de la Historia de Cuba ocupa un rol esencial en la formación valoral de las nuevas generaciones. Entender y asumir los valores como un sistema integrado, objetivo y dinámico, que actúa como regulador interno de la actividad humana y se institucionaliza en correspondencia con la ideología oficial, nos hace remontarnos a los principios históricos de la Revolución.
En tal sentido, resulta imposible abstraerse del influjo de hombres y mujeres, del pasado y de la contemporaneidad, que constituyen la columna vertebral de nuestra Historia y los ejemplos más notables de la eticidad de un pueblo, que luchó con armas e ideas por la defensa, la soberanía e independencia de su cultura, de su identidad y de su historia, en el ámbito del devenir universal.
Es indudable que cuando hacemos alusión a la Historia y a su papel axiológico, deviene como recurso inalienable la identidad, fenómeno cuya entropía conceptual se manifiesta en el tratamiento didáctico de sus contenidos y valores. Tanto en el orden conceptual como gnoseológico, la identidad cultural ocupa un lugar importante en la materialización didáctica y formativa de la Historia; sin embargo, tal como se evidencia en estos ámbitos, se hace necesario el establecimiento de concepciones metodológicas precisas para su concreción educativa.
La identidad es la manifestación de nuestra historia, la enseñanza de sus valores debe constituir el núcleo de su ejercicio didáctico: "la enseñanza de la Historia Nacional debe ir impregnada de asuntos patrios pues el principal objetivo de ésta es el despertar el sentimiento nacional y el amor a la patria". Joaquín Prats Cuevas (1996: 41)
La identidad es el recurso popular de mayor trascendencia, la expresión más nítida de una cultura resultante del transcurrir de los siglos, asimilada históricamente como heredad. La identidad constituye la columna vertebral de la cultura, como reflejo de la sociedad o agrupación humana que la sustenta. Desde este espacio gnóstico, a juicio de Lezama, los sujetos sociales asumen la realidad sociocultural y crean un sistema axiológico que los tipifican y distinguen en el proceso transformador del mundo circundante.
La enseñanza de nuestra historia, excesivamente idealizada, puede conducir a un influjo alienante en su asimilación y a la deshumanización de las personalidades históricas. Esto es importante conocerlo, porque la utilización dogmática y acrítica de los contenidos históricos, sin la adecuada interconexión entre el pensamiento político, la postura ideológica y el contexto social en el que se desarrollan, convierten a nuestros educandos en meros reproductores y consumidores de un contenido endeble en análisis y valoración. Algo similar ocurre cuando deshumanizamos las figuras históricas y las marmolizamos tanto, que los niños y jóvenes las ven tan lejanas e imposibles de imitar que optan por patrones más cercanos a sus posibilidades, que no siempre son paradigmas de virtud.
Con la intención de contribuir a la racionalización didáctica de la Historia de Cuba, el autor recomienda algunos criterios en torno al proceso de formación de valores en la enseñanza de dicha asignatura.
Lo primero que se hace necesario realizar, en el caso del nivel medio donde los sujetos en formación son adolescentes, es una caracterización psicopedagógica de los estudiantes en lo concerniente a la expresión en los mismos de los valores de identidad, para implementar el proceso de enseñanza-aprendizaje, que desde las perspectivas de la Historia responderá a su formación axiológico- identitaria, pues "como quiera que los adolescentes tienen la sensación de estar viviendo una especie de escisión entre la infancia y la edad adulta, las cuestiones de asociación e identidad se convierten en grandes preocupaciones para ellos." Palomares y Ball (1980: 65).
Al seguir este análisis, resulta coherente la apreciación de que, "los adolescentes buscan su identidad, y para ello deben establecer primero quiénes son, cuál es el lugar que ocupan entre sus compañeros y dónde encajan en el conjunto de la sociedad." Andy Hargreaves (1998: 123). A estas interrogantes puede dar respuesta el programa de Historia de Cuba, siempre que el mismo asuma su definición desde una óptica social-integral, concibiendo su praxis desde una lógica concepcional dialéctica y holística.
Asumir esta instrumentalidad implica la definición de ¿qué historia enseñar? En este sentido es atinado desarrollar en los alumnos los fundamentos de la construcción histórica, que contengan los elementos para explicar los fenómenos y procesos, en los cuales, el tiempo, el espacio, los mecanismos de interrelación (intencionalidad, motivos, causas, situación, etc.); son elementos que deben ser discernidos y tratados en el proceso de enseñanza-aprendizaje de la Historia.
Necesario es también el dominio de los contenidos factuales del proceso histórico, que implica, no solo la reminiscencia del pretérito, sino los fundamentos de la explicación histórica desde la óptica relacional pasado-presente-futuro (hechos, sociedades, procesos y fenómenos de diversa índole: políticos, sociales, culturales, económicos, técnicos e ideológicos).
Los educandos deben proceder operacionalmente con los métodos de lectura, interpretación e investigación de la Historia; desde el conocimiento de las fuentes históricas, hasta su estudio y utilización en la construcción del criterio cognoscitivo. Todo esto propicia la visión objetiva e integradora de los mismos en torno a la Historia en su multidimensionalidad; afianzada en la adquisición de conocimientos y habilidades, que nutren su pensamiento histórico y condicionan su desarrollo valoral y actitudinal, congruentes con nuestra identidad cultural.
Esta postura que adoptamos genera una nueva interrogante ¿cuál historia enseñar? La respuesta es tácita, se debe enseñar una historia que propenda de lo local a lo universal y viceversa, sin perder la perspectiva de relación entre lo local y lo nacional, máxime cuando se trata de nuestra historia; pues Cuba es un país mononacional, donde los mismos valores de identidad son compartidos por todo el pueblo. Las variantes regionales y locales, a la vez que presentan y conservan los valores nacionales, enriquecen los mismos con aportes particulares.
Desarrollar en los jóvenes los valores de nuestra identidad, educarlos en un medio de genuina cubanía, es imprescindible para el futuro de nuestra patria, en un mundo que se globaliza y dominan valores ajenos a nuestra esencia elaborados por los grandes centros de poder capitalistas. Educar a través de la identidad cultural en su dimensión local, permite consolidar los valores nacionales a través de elementos locales, que a la vez son nacionales y el alumno los encuentra y percibe en su medio, están a su alrededor, son parte del paisaje histórico, de la tradición y la cultura que los han acompañado desde su nacimiento.
El proponer qué y cuál historia enseñar conduce a un aspecto trascendente: ¿Cómo enseñarla? Para ello se sugiere que sea concebida didácticamente, desde la asunción de un enfoque plurimetodológico y multidisciplinar sustentado didácticamente en la integración sistémica de los paradigmas de la enseñanza y el aprendizaje, de modo tal que permita un aprovechamiento eficaz y eficiente del rigor metodológico de cada uno de estos enfoques, según las necesidades, sin desechar ni hiperbolizar alguno, pues esto limitaría las potencialidades de estas concepciones para hacer óptimo el proceso de enseñanza-aprendizaje de la disciplina.
La impartición y estudio de la Historia de Cuba son, por naturaleza, procesos de índole formativo; sin embargo, si se logra el empleo de los contenidos de la Historia Local en el estudio de la Historia Nacional, como fuente de potenciación de valores identitarios en las nuevas generaciones, se estaría dando una respuesta a la necesaria integración de la identidad en la enseñanza de nuestra Historia.
Una Historia de sociedades, culturas y hombres para contribuir al desarrollo de hombres, culturas y sociedades, sin perder los soportes axiológicos y la eticidad propia históricamente condicionada.
I.3. Potencialidades formativas de la Historia Local.
La Historia Local debe comprenderse como un recurso pedagógico que contribuye a la formación del pensamiento histórico de los escolares, a partir del logro de un acercamiento del educando a la dimensión contextual de la Historia Nacional, o sea, el estudiante constatará el influjo de los hechos, procesos, fenómenos y personalidades nacionales en la localidad y viceversa; así como se concientizará del papel de la localidad en estos acontecimientos, de forma tal que se haga evidente la relación dialéctica entre lo particular y lo general, pretensión sólo posible, a partir de la vinculación de la Historia Nacional con la Historia Local.
En este sentido se estimula el aprendizaje histórico de los escolares, quienes verán en la Historia Local, no un exacerbo de los contenidos relacionados con el contexto o la región donde habitan, sino un soporte para una comprensión más rigurosa y real de la historia de su nación; de modo tal que, lejos de fomentar un localismo acrítico y estéril, exhiba la policromía y unidad de valores históricos, económicos y sociales, que definen nuestra identidad cultural históricamente condicionada.
Sobre esta base, se procede a ofrecer algunos criterios en relación con las potencialidades formativas de la Historia Local en su vinculación con la Historia de Cuba.
Resulta atinado reconocer la enseñanza de la Historia de la Localidad como un recurso de aproximación del educando al clima peculiar del hecho, proceso, fenómeno o personalidad local o nacional que se estudia. Desde esta óptica, la proximidad tendrá como sustento el estímulo de la relación afectiva con el pasado, dimensión temporal que garantiza las explicaciones racionales en torno al presente y futuro del sujeto en formación. Este factor condiciona una visión de la Historia como lógica relación pasado-presente-futuro, de forma tal que se produzca un quebranto con la concepción retrógrada de la Historia como ciencia de un pasado estático.
Es este precisamente uno de los elementos prioritarios de la enseñanza de la Historia, demostrar la presencia del pasado en la vida actual y, en tal sentido, la Historia Local permite dar respuestas a las múltiples interrogantes que se presentan en torno a la realidad sociocultural donde el alumno se desarrolla, que son el resultado del intercambio vivencial de éste con su medio y su contestación contribuirá a hacer más significativa y propia la Historia Nacional, al reconocerse, no sólo como registradores de su tránsito por la vida social, sino como protagonistas y constructores cotidianos de la historia.
El hecho de que el estudiante comprenda que forma parte protagónica de la historia, incidirá directamente en la aprehensión de que la historia del terruño donde se nace, la historia de la comunidad o región donde se vive, son partes inalienables de una historia plural, diversa y compleja, una historia que encuentra en los términos locales importantes espacios de realización económica, política y sociocultural.
El estudio de la historia de la localidad contribuye a la conservación de la memoria histórica del conjunto de identidades fenoménicas que cimientan las culturas locales, cuya heterogeneidad y expresiones sociales hacen posible advertir la interactividad resultante de la relación entre el contexto local y el ámbito nacional en términos históricos; así se hace más loable la percepción del sentido progresivo y continuo de la historia, del conjunto de transformaciones operadas en los distintos órdenes y esferas, de la riqueza identitaria del proceso de formación etnocultural de la nación histórica.
Este elemento repercute en la actuación consciente de los sujetos sociales en armonía con las costumbres, tradiciones e idiosincrasia de su nación y en congruencia con los preceptos éticos y códigos axiológicos que distinguen la misma; se trata de utilizar los contenidos de la Historia Local en función de evidenciar la unidad del proceso histórico cubano, en contraproducensia con cualquier intento de sobredimensionar algún componente cultural, étnico o antropológico de la sociedad cubana.
Cuando el estudiante se aproxima al estudio de sus raíces y sustentos sociales e históricos, encuentra en el pasado, mediato e inmediato de su localidad, la explicación y demostración de fenómenos de diversa índole que, aunque proyectados en la actualidad, tienen sus orígenes en períodos anteriores; cuestión que genera la asunción de la enseñanza de la Historia Local como una práctica que conduce a la formación del pensamiento histórico de los estudiantes, que se valdrán de la historia para el logro de una explicación convincente del presente y el futuro de su localidad, región y nación.
El estudio de la localidad, en el plano histórico, constituye una vía para el conocimiento del conjunto de elementos que conforman la realidad existencial de los estudiantes. Este factor desemboca en la amplitud cosmovisiva de la historia, la cual, sustentada en sus diferentes tópicos, permitirá la adquisición de habilidades como el análisis, la inferencia e interpretación crítica; así como la abstracción, síntesis y valoración en el manejo de las fuentes históricas del conocimiento. De esta forma se propician experiencias útiles para el enriquecimiento de la empírea personal y la cultura general.
La enseñanza de la Historia Local ofrece las concepciones y preceptos teórico-metodológicos necesarios para construir, sobre esta base, conocimientos más complejos cuya implementación didáctica propenda a la aprehensión de una historia plural, que enseñe a los educandos, sea cual fuere su origen, a pensarse históricamente, que dé explicaciones multicausales y no azarosas o providenciales.
La posibilidad de establecer contacto con protagonistas locales de procesos históricos de trascendencia y significación social, contribuye a la formación de juicios y criterios valorativos en torno al papel de las fuerzas populares en el apoyo, desarrollo y ejecución de los grandes acontecimientos de nuestra historia y constituye un ente de humanización de las personalidades históricas, rompiendo con la anacrónica concepción de una historia de bronce, que convierte a las personalidades de relevancia que se estudian en estatuas y semidioses.
De esta forma se desvirtúa la posibilidad de la asunción, por parte de los alumnos, de que los héroes y mártires son seres humanos cuya grandeza radica en el influjo de su lucha por el bien de la humanidad y de su patria. La Historia Local es un vehículo procedente para evadir la interpretación monumental de la historia, demostrando que la primera cualidad de los grandes hombres es la de ser humanos, aspecto que acerca a los modelos y paradigmas del hombre nuevo al horizonte de expectativas de nuestros estudiantes.
La instrumentación educativa de los contenidos de Historia de la Localidad en los programas de Historia de Cuba favorece el estudio de cuestiones sociales de indiscutible valor histórico, como la historia familiar, la historia del hombre común, de las mentalidades, de la vida cotidiana, de la gente sin historia y otros elementos, que se constituyen en verdaderos pilares para la formación del pensamiento histórico de los escolares.
Un elemento digno de someterse a consideración, es aquel que se relaciona con la posibilidad que brinda la enseñanza de la Historia Local de aprovechar la interacción familiar y su incorporación en el aprendizaje histórico de los educandos. Debe tenerse en cuenta que la familia constituye un ente de conservación, trasmisión y reproducción de tradiciones, costumbres y prácticas sociales que distinguen la vida cultural de localidades y naciones.
El conocimiento de la Historia de la Localidad, a través de la familia, posibilita el acercamiento del estudiante a los valores identitarios de su hábitat sociocultural, contribuye a la formación de los mismos y evidencia la importancia de esta estructura social en la preservación y evolución de nuestra identidad local y nacional.
La Historia de la Localidad proporciona a los educandos un entendimiento claro de las fuerzas generadoras de los procesos de cambio y evolución en la sociedad. Este aspecto, que se desarrolla a partir de su constatación empírica en el propio paisaje histórico donde se desenvuelven, permite una percepción más íntegra de los fenómenos sociohistóricos que se estudian y una mayor comprensión del papel de los miembros de un territorio en el desarrollo de los mismos.
La naturaleza y complejidad de muchos de estos procesos implica, que en ocasiones estos sean vistos de manera abstracta, sin embargo, la Historia Local permite su apreciación en la dinámica de la práctica social del medio al cual conocen e identifican como propio, en el cual se desempeñan cotidianamente como entes activos de transformación socio natural. Cuando la enseñanza de la Historia logra, sin perder la perspectiva de lo nacional.
Otro aspecto interesante es el relacionado con el valor metodológico de la Historia Local para el desarrollo de la perspectiva vivencial, o sea, el estudiante logrará la aprehensión de la Historia a partir de la apreciación y el reconocimiento del influjo de la Historia Nacional en el ámbito local y viceversa. Desde esta óptica, las vivencias de los sujetos en formación se convierten en medios para una didáctica que se vale de los mismos en función de la demostración de las regularidades nacionales en la dimensión contextual de los educandos.
El estudiante aprende a relacionarse con la realidad que le rodea, a través de interpretaciones con carga valorativa, que les proporcionan la tradición y las personas de su microcontexto, fundamentalmente el familiar; pero también y cada vez más, el vecinal y el local, se trata de utilizar los objetos , símbolos, códigos, medios, técnicas y referencias, no de cualquier cultura; sino de aquella que a nuestro juicio, permite eliminar la mayor cantidad de arbitrariedad, ruido y entropía, es decir, la cultura próxima al sujeto, que converge en la perspectiva vivencial. La utilización de ideas y elementos relacionados con el ambiente sociohistórico de los educandos, constituye un elemento cuya propensión didáctica estimula la motivación en el proceso de enseñanza-aprendizaje de la Historia de Cuba. Esto resulta un factor de impulso creativo y renovador de las formas de organización, a partir del uso de métodos activos, cuyo dinamismo propenda a otorgar un rol cada vez más activo y protagónico a los estudiantes en la construcción del conocimiento histórico.
El estudio de la localidad es un acto viable para la reconstrucción del ambiente histórico. La utilización didáctica del paisaje histórico humanizado, los edificios, parques, casas, iglesias, calles, monumentos, museos, etc.; que guardan relación con los hechos, procesos y figuras de relevancia de nuestra historia, amplía el horizonte informativo de esta disciplina, al denotar y concretar la visualización de las experiencias sociales de los alumnos en la formación del sistema de conocimientos históricos.
Establecer un orden relacional entre la Historia Local y las experiencias sociales de los estudiantes constituye un proceder coherente para la formación de representaciones históricas nítidas y congruentes con la realidad sociocultural del medio.
La Historia Local cuenta con la posibilidad de influir positivamente en el logro de una mayor solidez en los conocimientos históricos. Este aspecto la convierte en un soporte significativo con respecto a las concepciones didácticas, que refrendan la fijación gnoseológica como un resultado del intercambio dialéctico entre el sujeto cognoscente y el objeto de estudio y conocimiento.
La racionalidad cognoscitiva de los estudiantes está estrechamente vinculada con la asimilación consciente y la percepción de los hechos y fenómenos históricos acaecidos en su contexto, que por las características propias de nuestra cultura, no sólo implican un conocimiento de lo local, sino que se proyectan hacia el conocimiento de la Historia Nacional.
En la investigación se asumen los valores como un sistema integrado, objetivo y dinámico de normas, requerimientos, características y cualidades, que deben cumplir y poseer los sujetos en formación, en una sociedad históricamente condicionada; en congruencia con los presupuestos valorales y posturas éticas e ideopolíticas que la misma define y refrenda. Estos actúan como reguladores internos de la personalidad y guías conductuales, derivados de la experiencia sociocultural, resultante de la interacción humana con el entorno en las perspectivas relacionales: interpersonal, natural y social.
Consideramos la identidad como la manera que tiene cada individuo, pueblo o comunidad humana, de manifestar su cultura en los distintos niveles de resolución social. Este fenómeno sociocultural emana de la propia realidad histórica en la que se han formado sus portadores. Es un proceso dialéctico de permanente producción y reproducción de valores que se objetivan en la práctica comunicacional intra e intercultural. La definición del proceso se advierte y consolida con la existencia de sujetos de identidad que asuman, defiendan y den perdurabilidad a los más genuinos valores histórico-sociales de su cultura.
Resulta improcedente la asunción de una Historia Nacional impregnada de asuntos patrios, alejada de los valores y realidades identitarias cotidianas y locales. En tal sentido, se procedió a la vinculación Historia Universal-Historia Nacional-Historia Local; como recurso metodológico y cognoscitivo para la formación de un pensamiento histórico en los escolares, sustentado en el conocimiento fáctico y lógico de los diferentes espacios de concreción sociohistórica, extendidos desde la localidad hasta la nación en su interacción global.
La estrategia que se concreta en la presente investigación, parte de la concepción del proceso de enseñanza-aprendizaje de la Historia de Cuba, desde la óptica relacional Historia Universal- Historia Nacional- Historia Local; orientado hacia la amplitud de la cosmovisión histórica de los escolares, la profundización y sistematización del estudio y conocimiento de la Historia de la localidad y la proyección axiológico-identitaria de sus contenidos. En este sentido, la estrategia está dirigida hacia la formación de valores de identidad en los estudiantes de secundaria básica. Esta propuesta, en congruencia con la naturaleza del proceso formativo, asume la relación dialéctica Instrucción-Educación-Desarrollo.
El trabajo aporta, a partir de una concepción histórica social e integral, una vía para el desarrollo de los valores de identidad en las nuevas generaciones. Aunque la funcionalidad de la propuesta se define y concreta en el proceso de enseñanza-aprendizaje de la Historia de Cuba en su vinculación con la Historia Local, ésta favorece la inclusión de otras disciplinas en el proceso, tales como: Español, Literatura, Geografía, Educación Plástica y Musical, Reflexión y Debate, etc… De esta manera se estimula la propensión interdisciplinaria del curriculum, imprescindible en el contexto de los actuales Programas de la Revolución y los nuevos proyectos de la enseñanza media.
Laurencio Leyva, Amauris: Los Modelos y su funcionalidad teórica, procedimental y axiológica para el perfeccionamiento de los sistemas educativos. Revista Cubana de Educación Superior. Vol. XXV, No.2, 2005.
Autor:
Lic. Evis Hernández Otero.
Ciudad de la Habana, Cuba. 2011.