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Leyendas Indocubanas (página 2)


Partes: 1, 2, 3, 4

El muchacho llego hasta un caney llamando al cabeza de la familia. Conversaron un rato llegando familiares de ambos quedando convenido el matrimonio. Solo necesitaban la aprobación del cacique y el behíque, además que este fijara la fecha del casamiento. Poco después se sabía la aprobación y que con la próxima luna llena llegaría la fiesta. Intensa actividad recorrió la aldea hasta la fecha. Ese día la novia estaba más hermosa que nunca. Nuevas ajorcas de cuarcita y de flores silvestres adornaban brazos y piernas. En el pelo las hermosas orquídeas parecían palidecer. El novio estaba alegre, en su mano traía la coa con la que le daría de comer a su mujer y familia. El servidor de los dioses pronunció las frases de rigor, observó los signos de la naturaleza y decreto la unión de la pareja. Comenzó la fiesta entrando al anochecer la joven esposa con su marido y los familiares masculinos de este en su caney.

  • Que indiscretos son – dijo Yunier – los recién casados deben estar solos.

  • Eso es en tu cultura – les respondió Yahima – Eso se llama ceremonia del Manicato. La novia es poseída por los familiares varones del novio y luego por este. Al terminar ella con el puño en alto debe decir "esforzada fuerte é de grande ánimo".

  • No me gusta esa costumbre. ¿Y cómo se sabe que los hijos son de él? – dijo Robertico.

  • Solo importa la herencia en el caso de los caciques y behíques. Se escogía el primogénito de la hermana. Los hijos con las esposas eran considerados ilegítimos.

  • Como estaría ahí el tarro – opinó Robertico.

  • Estás equivocado. La mujer solo conocía otros hombres el día de su casamiento. Al día siguiente se debía a un solo hombre. El adulterio se pagaba con la vida.

  • ¿Y el hombre? – preguntó Elizabeth.

  • Estaba con su mujer y con alguna muchacha que se casara con un familiar suyo, pero solo el día de la boda. Si intentaba robarle la mujer a otro o engañar alguna soltera también pagaba con su vida.

  • Pero he visto al cacique con más de una esposa – dijo Beatriz.

  • Es el único que puede casarse con más de una mujer. ¿Quieren ver un areíto?

  • Sí.

De nuevo estaban en el batey donde se veían los preparativos de una fiesta. La primavera les permitía adornar con blancas flores de baría, jagua, maboa, ocuje y las púrpuras de yaba. Las mujeres cocinaban el casabe con manteca de maní, en las ollas de barro se terminaba el ajiaco y en brasas se asaba el maíz. Se comprobaba si la chicha o vino de maíz estaba lista. Los músicos afinaban sus instrumentos. Los habitantes con bija y carbón se pintaban el cuerpo de líneas o figuras rojas y negras. Se adornaban con plumas, además de colgarse collares y ajorcas de olivas que al caminar sonaban como campanas.

  • Ya van a empezar. Robertico, coge aquella cesta con casabe, tú Yunier trae dos güiras de chicha y Elizabeth, alcánzame los tamales.

  • ¿Tienes tanta hambre?

  • No, es para ver el baile escondidos en aquel bohío. Vamos.

También llevaron ajiaco y mazorcas de maíz asadas. Ya el areíto empezaba. Los tambores mayohuacán, atabales, el bao, las flautas de cañabrava, las maracas y los guamos comenzaron a brindar su música. Los danzantes cogidos de la mano en una hilera cantaban y bailaban guiados por el tequina, quien de esa forma contaba las historias de los dioses y los taínos. El cacique, el behíque y los nitaínos, sentados en dujos, comían y bebían al igual que los otros aborígenes que se sentaban en esteras de fibras vegetales.

Los caracoles de oliva acompañaban la música que inundaba el lugar. El tequina cubría su cara con una hermosa careta de yagua adornada de plumas y pintada de rojo y negro. Todo su cuerpo estaba pintado y con brazaletes sonantes. Contaba con voz clara y profunda sobre la historia de la aldea y sus habitantes. Todos coreaban con gran fervor. Así pasaba el tiempo, por lo que Yahima los regresó.

Ya de nuevo en la acostumbrada habitación se dieron cuenta que aún continuaban llenos de lo que habían comido. Yunier estaba algo pasado, pues había bebido mucho vino, por lo que entre todos le mojaron la cabeza en la pila del patio. Ya despejado se marcharon a sus casa hasta la próxima aventura.

El surgimiento del mar

El grupo de amiguitas de Elizabeth encontraron raro que ella no quisiera acompañarlas a la playa. Hasta su madre la miró preocupada, pero la joven lo que quería era llegar rápido a la casa de su tío. Robertico estaba impaciente saliendo ambos corriendo cuando pudieron. Al llegar, ya Yunier y Beatriz estaban sentados en los butacones y Pedro no se encontraba.

  • Disculpen – dijo Elizabeth sofocada mientras Beatriz soplaba el cobo.

  • ¿Qué te paso? – pregunto Yunier.

  • Mis compañeritas querían que fuera a la playa con ellas.

  • ¿Quieren saber cómo surgió el mar? – propuso Yahima.

  • ¡Sí!

Poco después estaban en una profunda cueva. En el medio se veía una cristalina laguna. Grandes estalagmitas y estalactitas los rodeaban mientras que grupos de murciélagos volaban en el local. Antorchas de cuaba iluminaban a una especie de pétreos ídolos tallados en las rocas. Todo aquello era muy impresionante y había un silencio casi sepulcral. Al llegar al estanque, Yahima se arrodilló seguida por los demás. La aborigen los miro esperando sus preguntas.

  • ¿No íbamos a conocer el surgimiento del mar? – preguntó Elizabeth.

  • Sí, pero ahora recuerda que los dioses sí nos pueden ver, por eso hemos venido aquí. Esta es una cueva ceremonial y esta laguna es mágica. Escúchenme y no hablen, solo miren si no quieren que quien custodia la cueva nos castigue, contéstenme con la cabeza. ¿Bien?

Todos asintieron con la cabeza. Una larga figura, que se encontraba en la oscuridad, se retiro. Su sombra gigantesca era de una sierpe con largos cuernos y una espesa barba de chivo, pero por suerte solo Yahima vio sus ojos incandescentes. Tocando con el índice el agua esta se iluminó y luego mostró un bohío en la oscuridad al lado de una cueva. La tranquila voz de la narradora brotó cual manantial entre las hojas.

¨ En el principio del mundo todo era oscuridad. Los animales temían salir de sus cuevas, pues las lechuzas y las siguapas los cazaban en gran cantidad. Estas aves eran en aquella época del tamaño de un hombre y sólo los dioses con su inmenso poder salían de la cueva Iauanaboina. Yaya, el Sumo Espíritu, señor de los cemíes vivía en un bohío cerca de allí. Siempre lo acompañaba Heión Hiauna, el señor de la luz, alumbrándole el camino ¨.

¨ El gran señor tuvo un hijo de carácter inquieto y rebelde llamado Yayael. Amigo de las maldades sus mejores compañeros eran Mabuya, el mal espíritu y los cuatro hijos gemelos de Itiba Cahubaba, la madre tierra. Siempre estaba dando problemas y así creció hasta llegar a ser un jovencito encarándose a su padre ¨.

  • ¨ Padre quiero ser el cacique de los cemíes ¨.

  • ¨ Cuando llegue tu hora lo serás ¨.

  • ¨ No señor, lo seré ahora – dijo levantando una macana ¨.

¨ Con rapidez Yaya lo desarmó desterrándolo a recorrer el mundo y no regresar hasta que lo llamara. De mala gana partió. Lo acompañaron Mabuya y Baraguabael. Pero tan díscolo muchacho no podía estar tranquilo y más teniendo como compañero al espíritu maligno. Este constantemente instigaba, pues no podía ver al mundo en paz. ¨

  • ¨ Yayael, tú puedes prometer a los dioses que le darás la luz y que acabarás con la oscuridad eterna. ¨

  • ¨¿Para qué? ¨

  • ¨ Para que se unan contigo contra Yaya. ¨

  • ¨ Vamos ¨

¨ Pero Yaya ya estaba avisado por Baraguabael. Antes que llegara a la cueva su padre lo interceptó. Hacía ya cuatro meses que no se veían, pero el hijo lo que hizo fue atacarlo. Gran poder mágico tenía el Sumo Espíritu, por lo que lo encerró en una güira colgándola en lo alto de su bohío. Yayael intentó romper su prisión hasta caer agotado por el inútil esfuerzo. Entonces empezó a llorar de rabia e impotencia mientras que en aquel pequeño espacio se comenzó a formar una laguna que crecía sin cesar hasta ahogar al ocupante. ¨

¨ Un día el Sumo Espíritu quiso ver como estaba su hijo, viendo con gran dolor que estaba muerto. Convirtió sus huesos en numerosos peces que nadaban con alegría en aquel acuático y salado medio. Cocinó varios de ellos probándolos. Aquella carne era muy sabrosa, por lo que marchó satisfecho a recorrer sus conucos. ¨

¨ Pronto todos los dioses supieron del gran prodigio, pero los cuatro gemelos decidieron probar uno de aquellos peces. Llegaron hasta el bohío cuando el señor de este no se encontraba. Uno de los hermanos, llamados Deminán Caracaracol, descolgó la güira y ya iban a atrapar a uno cuando llegaba Yaya con Baraguabael. Del miedo se les cayó quebrándose. Empezó a brotar un gran río de agua salada que cubrió todos los lugares bajos del mundo, surgiendo las islas y el mar. De este último el cacique de los cemíes hizo a su compañero el amo. ¨

Mientras Yahima contaba, en el agua de la laguna como en una pantalla se veía todo. Los dioses conversaban y ellos escuchaban claramente sus palabras. Cuando terminó la historia, la india los miró y realizó los acostumbrados pases. Al desaparecer ellos, la guardiana del lugar, la madre de agua, se zambulló en el mágico estanque.

La brisa del mar despeinaba las largas cabelleras de las dos niñas mayores. El resto se había sentado en la blanca arena, mientras las incansables gaviotas cruzaban el limpio cielo azul. Ágiles cangrejos miraban con curiosidad a aquel grupo que les había llegado de sorpresa. Todos estaban silenciosos hasta que Robertico expresó:

  • Es triste esa historia.

  • Todas las leyendas tienen partes tristes. Además, tienen sus enseñanzas. – respondió Yahima.

  • La de respetar a los padres y no guiarse por malas compañías. ¿No es así?

  • En mi tribu venerábamos a los ancianos. Bueno vamos, que ya es tarde.

Luego de dejar de nuevo a la aborigen convertida en estatua cada cual partió para su casa. Elizabeth y su hermano ayudaron a su madre como nunca. Igual hicieron Beatriz ayudando con sus hermanitos chiquitos y Yunier quien buscó los mandados dejando que su abuelo descansara un rato. Los padres y otras personas también necesitan de nosotros.

El surgimiento de los taínos haitianos.

La madre de Elizabeth y Robertico estaba preocupada. Sus hijos solo querían ir a casa del tío Pedro a oír leyendas, según ellos. Pero antes, ni frente a la programación de verano se estaban quietos y ahora les gustaba encerrarse en la vieja biblioteca horas enteras. Además, como si fuera poco, siempre regresaban con Yunier. Por otro lado estaban algo más bronceados y su ropa de baño no se encontraba en su sitio. Ya pensaba prohibirles ir, cuando llegó Pedro.

  • Buenos días ¿Y los niños?

  • En el cuarto bravos porque les dije que no podían ir a tu casa.

  • ¿Y eso?

  • ¿Qué hacen ellos allá? No me mientas Pedro.

  • Nada, una amiga mía les narra leyendas indígenas, se les pone videos y vamos de excursiones a museos.

  • ¿Y a la playa?

  • Fuimos los otros días.

  • Ven acá ¿Qué pinta Yunier en todo esto?

  • Es un joven muy bueno, nos acompaña. No te preocupes no se ha propasado con la niña.

  • Es que …

  • ¿Desconfianza conmigo? Permiso.

  • ¡No tío, espera! Disculpa pero entiéndeme, son mis hijos.

  • Conmigo no tienen problema. ¿Pueden ir?

  • Si. ¡Niños el tío Pedro los espera!

Poco después los tres se dirigieron hacia la antigua casona. Los muchachos iban alegres, pues ya estaban resignados a perderse una nueva aventura por la decisión de los adultos y algunas dudas brotaban en sus cabezas.

  • Tío – dijo Elizabeth – ¿Tú sabes lo de Yahima?

  • Sí Eli. Yo también fui niño y viaje con ella por las leyendas y mitos.

  • ¿Dónde usted se esconde cuando viajamos? – preguntó Robertico.

  • No me escondo. Voy a mi cuarto a trabajar, ningún adulto puede estar presente para que se haga la magia.

  • ¿Es magia de verdad?

  • ¿Qué han sentido ustedes? ¿No han estado de verdad en esos lugares y hasta bañado al parecer? Sí, porque en mi cordel hay trusas que yo no me pongo.

  • Cierto.

Cuando ya los cuatro muchachos estaban juntos y el anciano se había retirado, Robertico toco el mágico guamo. La hermosa música brotó surgiendo la intensa luz del talismán, qué ilumino toda la instancia. Yahima bajó sonriente.

  • ¿A dónde vamos hoy?

  • A la cueva mágica para que vean otra leyenda.

  • Me da miedo – dijo Beatriz.

  • No tienes que tenerlo. Solo recuerda no hablar.

  • Bien.

Desaparecieron partiendo hacia el lugar ceremonial. Al aparecer, en la caverna, ya la madre de agua había abandonado el estanque y se había escondido en la penumbra. La niña, al igual que la otra vez, tocó con su índice el agua iluminándose esta. Mostró en esta ocasión a los cuatro gemelos hijos de Itaba Cahubaba. La voz clara de la guía surgió de la bella boca.

¨ Deminán Caracaracol y sus hermanos fueron desterrados a los cuatro extremos de la tierra. Temerosos de un castigo peor, huían con rapidez fuera del poder del colérico Yaya. Así, ya la orilla del nuevo mar, se encontraron un bohío donde vivía un cemí viejo, Bayamanacoel. Deminán dijo. ¨

  • ¨ Aquí debemos separarnos para seguir el destino. ¿Por qué no preguntamos al abuelo si tiene casabe u otro alimento para darnos? ¨

  • ¨ Sí, vamos. ¨

¨ Penetraron dentro de la habitación. El anciano dios preparaba su hamaca para descansar. Al saber el motivo de la presencia de los jóvenes les mostró una vasija de barro donde solo quedaba una torta de casabe que sería su magra comida cuando se levantara. Los hermanos salieron conversando, diciendo Deminán ya fuera del bohío: ¨

  • ¨ Esperemos a que se duerna y nos llevaremos el casabe. ¨

  • ¨ Nosotros no iremos, Bayamanacoel es un cemí muy poderoso. ¨

  • ¨ Cobardes, yo iré. ¨

¨ Poco después, Deminán Caracaracol entro con sigilo para cometer su fechoría. Poco a poco se acercó a la barbacoa y se apoderó del casabe que allí estaba. Pero el muchacho no contó con la astucia y la experiencia que dan los años a las personas. El viejo cemí, con los ojos entreabiertos, lo descubrió lanzándole la bandeja con polvo de cohoba. Esta le dio en la espalda, emitiendo el ladrón un grito y cayendo en el polvoriento suelo. ¨

¨ A duras penas salió arrastrándose del bohío mientras detrás de él se escuchaba una maldición. Sus hermanos lo recogieron llevándolo hasta la orilla del mar. Con preocupación vieron como crecía en la espalda una gran hinchazón que estaba a punto de acabar con su vida. Intentaron cortarla con un cuchillo de sílex pero no pudieron. Entonces la abrieron con un hacha petaloide viendo con gran asombro como nacía una tortuga hembra quien depositó sus huevos en la arena internándose luego en el azul océano. Los cuatro hermanos se separaron cogiendo cada uno un camino distinto convirtiéndose en los cuatro puntos cardinales. ¨

¨ De los huevos depositados en la arena nacieron una raza de hombres y mujeres. En honor a su antepasada se desfiguraban el cráneo al nacer para que se pareciera al carapacho de una caguama. Cuando un niño nacía, al poco tiempo se le ponía en la frente una tabla atada con cordeles. Debido a que los huesos de la cabeza del pequeño aún no estaban soldados se deformaban de la forma requerida. Antes que pregunten, la deformación no causaba problemas mentales. ¨

Yahima terminó la narración. La laguna volvió a la normalidad, por lo que regresaron a casa de Pedro. Ya allí viendo lo tarde que era, regresaron no sin antes despedirse del bondadoso anfitrión y de la india, la cual no respondió al ser de nuevo una bella estatua.

  • Enseña mucho esta leyenda – dijo Yunier por el camino.

  • ¿Qué cosa? – preguntó Robertico.

  • Primero respetar a los viejitos. ¿No es así? – habló Beatriz.

  • Así es. Además no robar – aclaró Elizabeth.

  • Mi hermanita. ¿Sabes una cosa? Yo tengo tus colores.

  • Yo lo sé, pero no lo hagas más. ¿Bien?

  • Prometido.

  • ¿Lo juras por Bayamanacoel? Mira que ya sabes qué le pasa al que miente – se burló Yunier.

  • Suave cuña.

  • ¡Robertico!

Así llegaron al solar despidiéndose hasta el otro día. Elizabeth ya pensaba que Yunier no era tan pesado como le había parecido al principio.

Aparecen el día y la noche

Yunier era atento y cariñoso. Siempre estaba pendiente de Elizabeth, de sus necesidades y deseos. La adolescente lo sabía creciendo en su corazón un sentimiento desconocido antes, pero tenia miedo. Nunca se había enamorado de nadie por lo que no sabia que hacer. Desconfiaba de si el muchacho la amaba de veras o solo la quería para pasar el rato. Con esos pensamientos llegó a la casa de su tío.

  • Eli, espera – dijo Yunier que llegó corriendo.

  • Los espero adentro – expresó Robertico.

  • Hoy llegaste tarde tú – dijo ella.

  • Sí, es porque te traía esto.

  • Una rosa blanca. ¡Que linda!

  • La rosa significa amor y el blanco pureza.

  • Gracias. Vamos que nos esperan.

En la habitación ya Beatriz tenía el cobo entre las manos. El viejo no estaba presente, por lo que tocaron el mágico instrumento. De nuevo se encontraban todos en la caverna ceremonial. Yahima sonriendo tocó el agua empezando a narrar.

¨ Heión Hiauna, el señor de la luz, siempre acompañaba al gran Yaya, por lo que no conocía a todos los dioses que habitaban la cueva de Iaunaboina. Solo después de la rebelión de Yayael, el Sumo Espíritu empezó a prescindir de sus servicios. Así pudo pasar más tiempo con los otros cemíes y abales. ¨

¨ Un día mientras descansaba en su hamaca vio una grácil figura que lo impresionó. Era una hermosa india adolescente de larga y negra cabellera adornada con níveas flores. Sus ajorcas y pampayina eran plateadas brillantes contrastando con su piel trigueña. Toda ella desprendía una fragancia más fuete que el galán de noche. Todos, animales y dioses caían rendidos a su paso. Era Maroya Guacatti, la diosa del amor. ¨

¨ Heión Hiauna busco las más hermosas flores. Consiguió multicolores plumas de guacamayos y las blancas de las garzas. La diosa solo tomaba lo de níveo color, pero en su corazón el fuego de la pasión se encendía a la vista del señor de la luz. Juntos pasaban largas horas conversando para envidia de todos. ¨

¨ Un día, en lo más oscuro de la gran cueva de los cemíes, sellaron su unión. Juntos yacieron sobre un lecho de orquídeas, amándose e intercambiando dulces y ardientes caricias. Desde ese día siempre se encontraron en los lugares más insospechados. Ambos temían presentarse en público, pues como se amaban en secreto podían ser malditos por el intransigente Yaya. ¨

¨ Pero nada permanece eternamente oculto. El vientre de Maroya Guacatti empezó a crecer pues dentro de este se desarrollaba un nuevo ser. Heión Hiauna no sabía que hacer, él no tenía experiencia. Por eso recurrió a la gran diosa Attabeira, segunda en poder en el panteón taíno, señora de los partos y hermana de la joven. Ella llevó a la adolescente a una galería que le pertenecía y allí la atendió con esmero. El dios le traía los alimentos que necesitaban. ¨

¨ Macacoel, el guardián de las cuevas, se moría de rabia y celos, pues él amaba a Maroya Guacatti y esta lo había despreciado. Con fervor intentaba encontrar el escondite de la pareja maquinando mil ideas para hacerles daño, pero para su desgracia no tenía ningún poder para enfrentarse a la gran diosa. Solo Yaya se podía enfrentar por lo que recurrió a él. Le contó todo lo que sabía en los colores más oscuros. No era esto necesario, pues solo de mencionar el nombre de los amantes ya la furia se mostraba en los ojos del Sumo Espíritu. ¨

¨ Cuando llegaron a la gruta de Attabeira, la adolescente había dado a luz ayudada por la gran diosa. Heión Hiauna estaba a su lado, mientras Maroya Guacatti le daba el pecho al pequeño Mautiatihuel. Ambos dioses se asustaron ante la augusta presencia. Solamente la señora del lugar cruzando los brazos se le enfrentó. ¨

  • ¨ ¿Qué maneras son, gran Yaya de entrar sin permiso en mi morada? ¨

  • ¨ Attabeira, no intentes tapar más el gran pecado que aquí se ha cometido. ¨

  • ¨¿Pecado? ¿Qué dos jóvenes se amen es pecado? ¨

  • ¨ Sí. Heión Hiauna y Maroya Guacatti son hermanos. ¨

  • ¨ ¿¡Cómo!? – preguntaron ambos. ¨

  • ¨ Son hermanos. Cuando nacieron fueron separados, pues el varón era el señor de la luz intensa, brillante y calurosa, mientras que la hembra de la luz blanca, suave y fría además del amor tierno y sincero. ¨

  • ¨ ¿ ¡Qué has hecho Yaya!? – exclamo Attabeira. ¨

  • ¨ ¿Yo? ¿Qué han hecho ellos? Tú, Heión Hiauna serás condenado a recorrer el cielo e iluminar el mundo. Crearás el día obligando a la oscuridad a replegarse a las cuevas y furnias. Tú. Maroya Guacatti, pasearás por el cielo en la noche rodeada de su negrura que tu luz blanca disipará un poco. No siempre serás igual, en ocasiones serás delgada como antes y en otra estarás grávida. Para que las tinieblas tengan su oportunidad te taparas con tus cabellos una temporada. Nunca más se volverán a encontrar. ¨

  • ¨ ¡No! Cada cierta cantidad de años se encontrarán y conversarán corto tiempo en el cielo. No será de día ni de noche. Eso se llamara eclipse – dijo Attabeira. ¨

  • ¨ Diosa ¿Por qué te entrometes? Tendrás por eso un hijo sin intervención paterna. ¨

  • ¨ Así será Espíritu Supremo, pero con eso aumentará mi poder y ese hijo va ser el Gran Cemí con tanta magia como tú. ¨

  • ¨ ¿Me enfrentas? ¨

  • ¨ No señor, simplemente también lo castigo. Ahora abandonara esta tierra y se irá a habitar el cielo junto a los otros dioses. Esta cueva solo será para que descanse Heión Hiauna, el sol y Maroya Guacatti, la luna, de su largo viaje. Su hijo Mautiatihuel la cuidará. ¨

  • ¨ Bien, así será. Pero también tú iras al cielo. ¨

¨ Desde ese día el mundo tiene días y noches. El sol sale de la cueva de Iauanaboina y recorre el cielo mientras la luna duerme. Antes de llegar de regreso Heión Hiauna, ya Maroya Guacatti sale de la caverna a cumplir su maldición. En ocasiones está delgada en los cuartos creciente y menguante o embarazada en la luna llena. Cuando se cubre con su negro pelo es la luna nueva. ¨

Luego de terminar la narración desaparecieron. Ahora estaban en un bellos jardín sentándose en el mullido césped bajo la sombra de los árboles que los cubrían de los ardientes rayos del sol. Los dos enamorados se miraban sin saber que decir. Yahima los miraba y sonreía mientras Robertico dijo:

  • ¿Yunier, tú serás hermano mío?

  • ¿Yo? No, si yo tengo a mis padres.

  • No se preocupen, ustedes no son nada. La enseñanza de esta leyenda es otra.

  • ¿Cuál?

  • Primero, los mayores ocultándonos muchas cosas en vez de ayudarnos nos dañan, no darnos la confianza necesaria para recurrir a ellos es un gran error.

  • Es cierto.

  • Pero no solo para los adultos tiene enseñanza. Aprendan que no deben mentir, pues al final siempre se descubre.

  • Hay un chismoso.

  • Cierto.

  • ¿Qué le pasó a Macacoel?

  • Eso es otra historia. Vámonos.

  • ¿Ya es tarde?

  • No. Pero me parece que nos debemos ir.

Regresaron de nuevo a la biblioteca. Robertico después de despedirse fue corriendo a jugar pelota seguido por Beatriz que quería verlo. Los dos jovencitos se sentaron en un banco a conversar sobre sus cosas. No les importaba el calor reinante, la bulla de los muchachos ni las críticas de las ancianas que solo creen que su época era la mejor. El muchacho hablaba contando sus sentimientos, todo aquello que tenia encerrado en el corazón. Ella lo escuchaba asombrada pues nunca hubiera creído que aquel muchacho que siempre estaba jugando pudiera hablar tan bonito. Poco después los labios de él encontraron los temblorosos de la adolescente.

Surge Cuba

Tan atareada estaba en la cocina que no sintió a su hija cuando se le acercó. Elizabeth se mostraba pensativa y hasta preocupada cuando tocó el brazo de su progenitora. Esta al verla le pregunto extrañada.

  • ¿Qué te pasa? ¿Te sientes mal? ¿Por qué no has ido a casa del tío Pedro?

  • Ahora voy, pero primero quiero hablar contigo.

  • Dime.

  • Mami, tú eres mi madre, pero quisiera que también fueras mi amiga.

  • ¿A que viene eso Eli? ¿Qué hiciste?

  • Me hice novia de Yunier, pero espérate, antes que me digas nada escúchame a mi. ¿Bien?

  • Adelante chiquilla.

  • En efecto, soy una niña pero para el amor no hay edad, tú misma lo has dicho. Me enamore, no lo quería pero así fue y necesito de ti.

  • ¿De mí? ¿Para que no se lo diga a tu padre?

  • No, papi ya lo sabrá, pues nada queda oculto por siempre. Necesito de ti en que yo no tengo ninguna experiencia y pienso que quien mejor me puede aconsejar como madre, amiga y mujer eres tú.

  • Es cierto mi hija, gracias por la confianza.

  • Entonces. ¿Esta noche hablamos?

  • Sí, pero ahora apúrate que tu hermano te llama.

Poco después ya estaban los cuatro jóvenes en casa del tío. La parejita, igual que un pulido diamante cuando le da la luz solar, irradiaba alegría y amor. Hasta Robertico parecía contento. Pedro miraba aquello suspirando por sus años mozos idos. Mientras los dejaba solos recordaba su juventud, sus primeros amores. El sonido del fotuto lo hizo sonreír.

  • Felicidades – dijo Yahima – ¿Ya no estás celosa conmigo? ¿O sí?

  • No, perdóname si te ofendí – se disculpó la adolescente.

  • No tiene importancia. ¿Vamos?

  • ¡Sí!

La india realizó los pases necesarios y de nuevo estuvieron en la cueva. Ya todos conocían las reglas por lo que se sentaron callados y atentos. Elizabeth y Yunier tenían sus manos tomadas mirándose en ocasiones los ojos donde brillaba la hermosa e inmensa llama del amor. La voz de la narradora empezó a brotar. En la oscuridad una atenta figura observaba el lago donde las imágenes aparecían.

¨ En la cueva Iauanaboina crecía el joven Mautiatihuel, señor del alba e hijo del sol y la luna. Siempre se encontraba alguno de sus padres con él contándole sobre el mundo y sus habitantes. El niño creció robusto y sabio. Hizo de sus dominios, lugar de descanso de los astros, un paraíso. Plantas con flores en las entradas y galerías cuyos techos tenían claraboyas. Cocuyeras y antorchas de cuaba iluminaban otras. Los cristales de roca enviaban miles de destellos por doquier. Los mismos dioses venían allí a recrearse, a probar la miel de la abeja de la tierra, disfrutar de la sabrosa carne de la iguana o escuchar las sabias lechuzas discutir con el señor de aquel edén. Así y todo este estaba triste. ¨

  • ¨ ¿Qué le pasa a mi hijo amado? – pregunto la dulce Maroya Guacatti. ¨

  • ¨ Hay madre, no sé. Siento mi corazón vacío. ¨

  • ¨ ¿Vacío? ¿Acaso el cariño de tu adorado padre y el mío no basta. ¨

  • ¨ Madre …¨

  • ¨ Si ya sé hijo. Yo tonta y egoísta queriendo que nuestro afecto te baste. Soy la diosa del amor y puedo resolver tu problema. ¨

  • ¨ ¿Puedes madre? ¨

  • ¨ ¿Acaso no soy Maroya Guacatti, la diosa del amor? Ahora verás. ¨

¨ Por la abertura del techo de la galería entraba un rayo de luz. La luna se le acercó moldeándola con sus ágiles manos. Pronto, frente a ellos, se encontraba una doncella de hermosura sin par. Un negro y lacio pelo le llegaba hasta la cintura con flores de dorado y resplandeciente color, los ojos brillaban como gotas de rocío y los rojos labios invitaban a besarlos. Collares de guanín adornaban el bello cuello, ajorcas y pampayina de hilos de algodón y oro. Su cuerpo hacía suspirar hasta las piedras. ¨

– ¨ Hijo, he aquí a Guamana, tu futura esposa. ¨

¨ Luego de solicitar la autorización de Yaya y pedir la bendición de Attabeira, se casaron ambos jóvenes. El amor vivió en ellos por toda la eternidad. Tuvieron numerosas hijas que salían de noche con su abuela a recorrer el cielo convertidas en estrellas e hijos que eran los luceros. Pero una de las hijas del gran Mautiatihuel prefería vivir en la verde tierra. Era hermosa como su madre, teniendo de amigas a Ariay, diosa de la naturaleza, Yaube, de la belleza y Tínima. Esta niña era Cuba. Junto a sus amiguitas recorrían bosques y ríos o iban al azul mar a ver a los peces. En otras ocasiones visitaban el cemí Guamorote para observar como enseñaba a los taínos la agricultura, la caza y las formas de adoración. ¨

¨ La linda doncella llegó a la adolescencia. Su cuerpo de niña se transformó en mujer. Su paso levantaba murmullos y hambrientas miradas. Sus amigas cayeron en los brazos de la pasión y la lujuria. Solo ella se mantenía pura e inabordable a pesar de las solicitudes de los cemíes. Unos, solo el voraz apetito de la carne, otros la querían como compañera eterna. La dulce e ingenua abal no sabía que hacer, por lo que se dirigió a su padre. ¨

  • ¨ Oh padre, señor del alba, ayúdame. ¨

  • ¨ ¿Qué le pasa a la flor más hermosa de mi jardín? ¨

  • ¨ Padre los dioses me solicitan como compañera. ¿Qué hago? ¨

  • ¨ ¿Cómo tú, la nieta de la diosa del amor huyes de él? ¿No quieres a nadie?¨

  • ¨ Mi corazón late con fuerza cuando veo al gran Yocahuguama. ¨

  • ¨ ¿Y él? ¨

  • ¨ Me pidió como esposa. ¨

  • ¨ ¿Qué esperas paloma mía? Ve a reunirte con tu amado. ¨

¨ La adolescente, satisfecha de que su padre hubiera aprobado su selección, partió hacia donde estaba el gran y poderoso cemí. Pero la ingenua niña no conocía la envidia y la mentira dirigiéndose hacía ella. La diosa Tínima descansaba en un claro cuando llego corriendo Cuba. La muchachita le contó a la que creía una amiga, su decisión. Esta sintió la fría e hiriente garra de los celos oprimirle el negro corazón. Con palabras empalagosas como la miel en exceso convenció a la doncella de ser su mensajera. En realidad también amaba a Yocahuguama aunque él nunca se había fijado en ella por su liviandad. ¨

¨ En lo más oscuro del bosque estaban sentados fumando tabacos Mabuya, Macacoel y Machetaurie Guaiaba. Tínima llegó, y juntos planearon abusar de la niña pura. Todos ellos eran enamorados rechazados de la bella Cuba. Pronto empezó la persecución ayudados por los hombres mortales. Una lechuza, que estaba en el lugar, sin importarle la cegadora luz del sol voló hasta la doncella dándole el aviso y luego partió hacia Iauanaboina a contarle al sabio dios. ¨

¨ Mucho corrió la adolescente, pero sus perseguidores eran más, cortándole las salidas hacia la acogedora gruta. De pronto se vio acorralada en un alto acantilado a la orilla del mar. Antes de que aquellas manos la mancillaran se lanzó al vació resignándose a morir. Pero el Supremo Espíritu, que había sido avisado por Heión Hiauna, la convirtió al tocar el mar, en una hermosa isla. ¨

Yahima terminó de narrar regresando a la biblioteca. En esta ocasión la india antes de convertirse en una estatua se sentó en un butacón. Los otros también lo hicieron preguntándole Elizabeth.

  • ¿Aquí se acaba la historia?

  • No, pero es muy larga y ya es tarde. ¿Qué enseñanza sacaron hoy?

  • Que hay que confiar en los padres.

  • ¿Y que más?

  • Que en ocasiones esa amistad en que confiamos nos traicionan.

  • En efecto. Nuestros mejores amigos son los padres. ¿No es así Elizabeth?

  • Si Yahima.

La aborigen volvió a su pedestal convirtiéndose en estatua, mientras el resto regresaba a sus casas. Buena conversación tendrían la adolescente y su madre.

El diluvio

Un ligero chubasco refrescaba aquel caluroso agosto. La lluvia era bien recibida por todos aquellos que deseaban el fin de la terrible sequía. Era un día en que las personas se quedaban en casa viendo la programación de verano. Solo los cuatro jóvenes desafiaron la inclemencia del tiempo, por lo que estaban mojados en casa del tío Pedro. Este les dio unas toallas para que se secaran prestándole también unos pulóveres.

Mientras afuera el aguacero se intensificaba con las consiguientes goteras en aquella antigua casa. Beatriz tocó en el guamo, la música que deshechizaba a la indita. Esta bajó de su pedestal sonriendo al sentir el sonido del agua correr sobre las vetustas tejas y caer en los derruidos canales. Pero pronto todo cesó al viajar en el tiempo hacia la caverna. Yahima toco con su índice el agua, la cual se iluminó.

¨ La furia de Yaya, junto a la de otros dioses, se desencadeno sobre la tierra. Machetaurie Guaiaba fue desterrado al Coaibay, tierra de los muertos, Mabuya se escondió en las profundidades del suelo aunque aun así, lo transformaron en un ser monstruoso de ojos de maja, agudos colmillos, fuertes garras, de velludo y oscuro cuerpo. Macacoel fue condenado a no abandonar jamás las negras y frías grutas. A la traidora y pérfida Tínima la desterraron a vivir en la nueva isla, sola y sin amor. ¨

¨ Pero no solo los cemíes pagaron el intento de ultrajar a la bella Cuba. La diosa Guabancex, señora del clima, recibió del Supremo Espíritu la orden de exterminar a los humanos. Fuertes huracanes arrancaban árboles y bohíos, las oscuras nubes del dios Boinayel dejaron caer lluvias torrenciales, Guataba, señor del trueno y heraldo de los dioses, con sus ígneos rayos carbonizaba a los aterrorizados taínos. Otra servidora, Coastrisquie señora de los ríos y lagunas, junto a sus ayudantes los jigües y las madres de agua retenían las corrientes fluviales para luego enviarlas en terroríficas crecidas. ¨

¨ Parecía que los hombres serían exterminados, pero el cemí Guagoinama sintió lástima de los inocentes. Encerró a los taínos en la cueva Cacibajagua, a las mujeres, niños y naborías en Amayauma. El resto fue exterminado por el pecado de ayudar en una fechoría. ¨

¨ Heión Hiauna volvió a salir tiempo después. El nivel del agua bajó mostrando una gran desolación en las tierras de Haití. Attabeira, Yocahuguama, Ariay y otros dioses partieron hacia donde estaba la doncella dormida. Ariay, hizo crecer, ayudada por la diosa madre, grandes y espesos bosques con hermosas flores, pájaros de brillantes colores y bella voz volaban por doquier. El Gran Cemí creo numerosos animales de todo tipo y Coastrisquie hizo brotar cristalinas fuentes y caudalosos ríos. ¨

Yahima termino la narración desapareciendo todos de la caverna. Ahora estaban en un hermoso bosque junto a una fresca cascada que caía sobre una profunda poza. Pronto se quedaron en trusas lanzándose de cabeza en las refrescantes ondas. Nadaron y jugaron acompañados por la taínita. Esta se divertía como hacia mucho tiempo no lo hacía. Así jugando se acercaron a la orilla.

  • ¡Qué linda es Cuba! – dijo Elizabeth.

  • Es verdad – afirmo Yunier.

  • Esta tierra es muy bonita, por eso hay que cuidarla y defenderla – dijo Yahima.

  • Es cierto – afirmo Robertico.

  • ¿Cómo lo podemos hacer Yahima? – preguntó Beatriz.

  • Cuidarla, protegiendo la flora, la fauna, los ríos de la contaminación, la caza y tala indiscriminada.

  • ¿Y defenderla?

  • Estar listo para que ningún agresor se apodere de ella y haga de sus habitantes sus nuevos esclavos.

  • No te preocupes, que los cubanos sabremos hacer morder el polvo al invasor.

  • Yo sé que al igual que los dioses vengaron a la bella doncella ustedes la defenderán y cuidarán.

Empezaron de nuevo a jugar en las cristalinas aguas asustando a las ágiles biajacas. Desde la orilla, entre el espeso follaje los contemplaban las escurridizas jutías, en el hueco de una palma los verdes y pequeños cateyes miraban curiosos. Las bulliciosas cotorras desde las matas de guayaba escandalizaban y parloteaban, mientras desde el aire un calumniado y perseguido gavilán veía algo que lo hacia alejarse del lugar.

Un perro salió de la floresta empezando a ladrarles. Poco después apareció un hombre con una escopeta de caza y una pobre jutía conga muerta. Él no podía ver a los jóvenes pero ellos a él sí. Entre todos le colocaron una liana frente a sus pies haciéndolo caer. Robertico tomó el arma pasándosela a Yunier, el cual la descargó. El cazador furtivo no se explicaba que había pasado cuando de pronto Yahima se le hizo visible.

– ¡Una aparición! ¡Pá su escopeta! – gritó ya corriendo seguido por su fiel perro.

Todos se quedaron riéndose. Ahora estaban seguros que por un tiempo los animales y el río no tendrían las molestias de cazadores y pescadores furtivos. Al lugar lo rodearía una leyenda que los campesinos, que aún eran supersticiosos, respetarían y contarían a vecinos y amigos. Algún valiente un tiempo después se acercaría para comprobar que allí no salía ningún muerto.

Por arte de magia regresaron a la biblioteca. Aún se reían de lo sucedido. En verdad era cómico recordar al hombre en estampida tropezando con piedras y raíces, enredándose en los bejucos y chocando con los troncos de los árboles. Así fueron las muchachitas a cambiarse de ropas y colgar las trusas al sol pues ya había escampado. Igual tarea les tocó después a los varones.

Guanaroca

El deseo de escuchar las leyendas que les contaba Yahima hacía que los jóvenes madrugaran. La madre de Elizabeth se asombraba, pues a sus hijos en vacaciones no era extraño que lo cogiera el mediodía en la cama. Pero a la vez se alegraba, pues venían con enseñanzas y además su hija confiaba en ella conversando como dos buenas y verdaderas amigas.

Ese día iban vestidos con la ropa de campo, pues visitarían la leyenda. Las muchachitas se volvieron a cambiar las calurosas camisas por prendas mas ligeras. Elizabeth se puso una corta blusita que le hacia resaltar su busto y Beatriz un viejo pulóver. Así listos despertaron a la guía.

Se vieron de pronto en un espeso bosque donde las altas copas de las ceibas casi no dejaban pasar la luz del sol. Por eso otros árboles se alejaron de allí, pues la necesitaban para crecer y vivir. Se sentaron en la raíz de una de las señoras del monte escuchando la interesante narración de Yahima.

¨ Heión Hiauna, el sol, junto a otros cemíes había hecho casi desaparecer a los taínos. Los pocos sobrevivientes no se atrevían salir de las cuevas porque eran terriblemente castigados. Mientras la isla de Cuba se encontraba desprovista de humana presencia. Por eso su abuelo decidió crear al hombre en ella, alguien que los adorara y viviera agradeciéndole su existencia. Pronto el primer siboney corría por los campos del futuro cacicazgo de Guamuhaya junto al río Arimao. Este se llamó Hamao. ¨

Mientras contaba vieron venir al siboney con la cabeza baja y pensativo. En su semblante se le notaba una gran tristeza. Ni el canto de los pájaros ni el aletear de bandadas de guacamayos le hacía prestar atención. Los muchachos miraron a la indígena buscando explicación pero ellos los trasladó hacia frente el bohío ya de noche. Ahí empezó de nuevo a narrar.

¨ Hamao estaba triste porque vivía solo. Entonces la dulce Maroya Guacatti Guacatti, diosa del amor, creó a la primera siboney, Guanaroca. Era muy hermosa por lo que ambos se enamoraron rápidamente. Ya compartían las alegrías y las penas así como los trabajos que llevaba la lucha por la existencia. Pronto se vieron bendecidos por Attabeira con un hijo que nombraron Inao. Pero Guanaroca, como mujer primeriza, volcó todo su amor sobre el tierno e indefenso niño. ¨

Mientras la indita contaba, los muchachos observaban lo que sucedía. No era lo mismo ver la leyenda en la laguna que estar en ella. Pero de pronto se encontraron de nuevo en la gruta sagrada. La aborigen toco con su índice el agua y continuó el cuento.

¨ El bravo siboney se sintió abandonado. La inexperta madre solo atendía al niño mientras la comida esperaba por él que la hiciera. Así paseando un día por el bosque se topo con un funesto personaje. Mabuya, que odiaba a todos, le encendió más la llama de los celos envenenándole el alma con injurias y mentiras. ¨

¨ Hamao, una noche, mientras Guanaroca dormía tomó a Inao huyendo a la selva. Pero el niño era muy tierno aún y el terrible calor reinante en la noche veraniega puso fin a su corta existencia. Su padre sintió un profundo dolor que le atravesaba el pecho. Tomó una güira y el ella depositó el cuerpo de su amado hijo, de quien había sentido celos impulsado por el cemí del mal. ¨

De nuevo los muchachos estaban en el bosque, ahora frente a la mata de güira donde estaba el niño. Vieron a Guanaroca acercándose dando grandes voces llamando a su esposo e hijo. Un cao, que estaba junto al fruto fúnebre, fue el que contestó. La siboney sintió un cruel presentimiento tomando la güira. Al ver a su hijo muerto se espantó soltándolo en medios de grandes llantos.

La güira se quebró, saliendo de ella su hijo convertido en brillantes peces que hoy llamamos rabirrubia, además de numerosas tortugas. Sus lagrimas crearon la laguna y el laberinto de Guanaroca, la mayor tortuga la península de Majagua y las otras los otros cayos que están allí ubicados. Asombrada por el portento regreso a su hogar.

Los muchachos también regresaron al suyo. Yahima les había dicho que esa leyenda aún no acababa, por lo que al otro día vinieran vestidos iguales para conocer el final de esa bella historia de nuestra Cuba.

Jagua

Fue Yunier quien más tarde llegó, pero su tardanza fue justificada por la muchachita. Un ramo de blancas rosas y un hermoso poema fue la varita mágica que obtuvo el perdón. Ya todos juntos soplaron el divino caracol que rompía el hechizo.

De nuevo estaban frente al bohío de Hamao y Guanaroca. Este, luego de muchos ruegos logró el ansiado perdón de su mujer. De verdad estaba sinceramente arrepentido de los inútiles celos y de haber seguido los funestos consejos del dios del mal. Gracias a ese perdón nació Caonao.

Los muchachos vieron la infancia de este. La madre lo amaba con fervor y el padre lo protegía de todo peligro. Guanaroca le preparaba los alimentos que mas les gustaban mientras que Hamao le enseñaba la caza y la pesca. Le mostraba los árboles como el cuaba para antorchas y el lanero para canoas. Le enseñaba el engañoso cocodrilo en los pantanos que se camuflajeaba como un tronco caído y el ladrón tiburón en las azules aguas del mar.

  • Este es feliz. ¿No es así Yahima? – dijo Beatriz.

  • Si, su niñez fue muy feliz.

  • Pero no su juventud. ¿Eso es? – dijo Yunier.

  • En efecto.

  • ¿Por qué? – pregunto Elizabeth.

  • La respuesta esta en ti misma.

  • ¿En mí?

  • ¿Eres feliz?

  • Si

  • ¿Por qué?

  • Tengo a mis padres, hermano, patria y mi novio.

  • ¿Conoces entonces el amor?

  • Si.

  • Caonao no. Miren, ya es un joven, tiene sus padres que lo aman, su patria pero está solo, le falta el amor.

  • Que se busque una novia. – dijo Robertico.

  • ¿De donde? Si te fijas bien, solo hay una mujer en Cuba y es su madre.

  • ¿Entonces?

  • Veamos.

En efecto, ya Caonao era un hombre y se sentía solo. Ya no le bastaba el afecto de sus padres. Tenía necesidad de acariciar y ser acariciado. Deseaba a alguien a quien contarle sus sueños e ilusiones, sus penas y esperanzas. Así paseando observo un árbol al que no le había prestado atención. Este era elevado y de redondeada copa pero lo más interesante eran sus frutos. Eran grandes, ovalados y de color pardusco. Varios de ellos ya maduros se habían caído al suelo mostrando una gran carnosidad sembrada de pequeñas semillas.

El muchacho observó como las aves comían de ellos por lo que no eran venenosos. Probó uno viendo que su sabor era agridulce gustándole mucho. Regreso a su bohío tomando un catauro de yagua y fue hasta el maravilloso árbol cogiendo sus frutos. Luego de llenarlo, regreso a la casa, pues ya anochecía.

Cuando Caonao los colocó en un extremo del bohío, un rayo de luz enviado por la diosa Maroya Guacatti Guacatti, dio en los frutos haciendo brotar de ellos un ser del sexo femenino. Era una mujer muy joven, alegre, de bellas formas, piel aterciopelada de color cobrizo, ojos expresivos, rojos labios y de negra, larga y copiosa cabellera. El muchacho sintió el pecho inflamado por el amor. Se caso con Jagua, que así se llamaba y fueron muy felices.

Luego de ver los jóvenes lo sucedido, escucharon a Yahima quien dijo.

¨ Del matrimonio de Hamao y Guanaroca nacieron los guerreros siboneyes y del de Caonao y Jagua, las mujeres. El árbol de cuyos frutos había surgido la muchacha se llamo igual que ella y desde ese día fue considerado como sagrado. ¨

  • Es bonita esta historia. – dijo Elizabeth.

  • Y no tiene un mal final – opinó Robertico.

  • Casi todas las leyendas tienen ese final, pues tratan de explicar las cosas además de tener una enseñanza. ¿No es así Yahima? – explicó Yunier.

  • Cierto.

  • ¿Cuál es la enseñanza de ésta? – preguntó Beatriz.

  • De que todos necesitan amor.

  • ¿Hasta tú? – dijo Robertico.

  • Si – dijo triste la indígena – algún día se romperá el hechizo para siempre, creciendo y llegando a conocer ese maravilloso sentimiento.

  • Disculpa yo…

  • No importa. Yo estoy aquí para responderles todas sus preguntas. Ahora vámonos.

De pronto se vieron de nuevo en la abarrotada biblioteca. Elizabeth regañó fuertemente a su hermano por haber herido la sensibilidad de la aborigen. Claro que esta no había podido conocer el amor por si misma, pues llevaba mas de 500 años siendo una niña. Había visto mucho desde su pedestal y viajado por las leyendas, pero su corazón aún era tierno no siendo jamás herido por los rayos de Maroya Guacatti.

Los taínos son perdonados

Cuando Yahima fue despertada lo primero que hizo Elizabeth fue pedirle disculpas en nombre de su hermano. Este le regaló un marpacífico arrancado de paso de un jardín. Mientras, Beatriz se ponía celosa para diversión de todos.

  • Hoy viajaremos de nuevo a la gruta. La leyenda que veremos es la que marca la separación entre las cubanas y las haitianas.

  • ¿Por qué?

  • Ya verán.

Regresaron a la caverna ceremonial que ya conocían. En medio de la oscuridad, la terrible figura de ofidio de la madre de agua se convertía en una muchacha. En silencio se acercó sin que la vieran para oír la historia que ya empezaba a narrar, luego de tocar con el dedo índice el agua Yahima.

¨ Heión Hiauna, a quien los siboneyes adoraban en Cuba, aún odiaba a los taínos de Haití. Por eso estos salían solo de noche a procurarse el alimento. En una ocasión un grupo de ellos se demoró, convirtiéndolo en árboles jobos. El cacique de los taínos llamado Guahayona, hijo de Heión Hiauna con una mortal, le ordenó a uno de sus naborías, nombrado Yahubaba, que buscara gueio para el rito de la cohoba para así obtener el perdón de los dioses. El pobre hombre al salir fue convertido en un pájaro que canta por las mañanas, el yahubabayael o ruiseñor. ¨

¨ Macacoel, el señor de las cuevas, fue sorprendido por Heión Hiauna, su eterno enemigo y convertido en piedra. Los otros dioses protestaron diciendo que ya era hora de perdonar a los hombres. Yaya aceptó, por lo que el cacique Guahayona partió llevándose las mujeres, a las cuales abandonó después en Matininó. Los niños pequeños que habían quedado con sus padres empezaron a llorar pidiendo el pecho de sus madres y gritando toa, toa. Así, para que no siguieran sufriendo fueron convertidos en pequeñas ranas llamadas tonas. ¨

¨ Guahayona, luego de abandonar las mujeres, se dirigió hacia Cauta. Allí, a la orilla del mar, vio a una muchacha muy bonita y coqueta llamada Guabonito. Ella le regaló varios caracoles de siguas y cobos yaciendo junto a él. Lo que no se imaginaba el taíno era que esa joven era una abal enviada por el dios del mar para castigarlo. En efecto, poco después enfermó de unas terribles llagas de las que se salvó a duras penas. Luego se cambio el nombre por el de Albeborael Guahoyona. ¨

¨ El resto de los taínos quedaron sin compañeras. Vivian solos y aburridos sin amor y cariños. Un día vieron bajar de unos árboles unos extraños seres que parecían mujeres. Trataron de atraparlas, pero eran ágiles como anguilas resbalándose. Solo con la ayuda de cuatro hombres caracaracoles pudieron atraparlas dándose cuenta que estas no tenían sexo. Al más sabio de ellos se le ocurrió amarrar a pájaros inriri o carpinteros en el lugar donde debía estar. Así lo hicieron abriendo las aves el hueco, pues creían que eran árboles. Los taínos de Haití volvieron a tener mujeres. ¨

¨ Mientras en Cuba, en el cacicazgo de Camagüey, la diosa Attabeira, celosa de la adoración de los siboneyes a la luna, creo a Tuey, el primer taíno cubano. Este vivía solo, pues los otros taínos vivían en Haití y la gran diosa le había ordenado no acercarse a los otros habitantes de la isla. Esto lo aprovecho la diosa Tínima, quien se encontraba desterrada a vivir sobre la que había traicionado. A pesar de la prohibición de volver amar hizo de Tuey su amante. ¨

¨ Entre las mujeres abandonadas en Matininó estaba una doncella de hermosura sin par; Yaube, la diosa de la belleza, le había otorgado aquellos dones que hacían palidecer a hombres y dioses. Su pelo negro y largo no necesitaba de ninguna flor que lo adornara, los ojos parecían estrellas mientras sus labios rojos como el mamey, eran codiciados por toda la grey masculina. Tenía un cuerpo escultural y una piel limpia de color canela clara. Ella había huido con las demás, pues no amaba a ningún taíno y si se quedaba tendría que complacerlos¨.

¨ Ahora estaba abandonada junto a las otras, construyendo sus bohíos y buscándose el alimento. Mientras recorría la playa buscando siguas y cobos lanzados por el mar, vio acercarse una canoa guiada por una mujer. Esta tenía las ajorcas, collares y pendiente de conchas de nácar y corales y la nagua tejida de marítimas algas. Cuando llegó junto a la bella le dijo. ¨

  • ¨ ¿Tú eres Adonaya? ¿Cierto? ¨

  • ¨ Si ¨

  • ¨ Vengo de parte del dios Baraguabael, me llamo Guabonito. ¨

  • ¨ ¿Qué quieren los cemíes de mí? – dijo la muchacha arrodillada. ¨

  • ¨ Attabeira reclama tu presencia en la isla de Cuba, monta y vámonos. ¨

¨ Adonaya montó partiendo rauda la canoa. Por ser un deseo de los dioses pronto llegaron a las costas del cacicazgo de Camagüey adentrándose en este la muchacha. Tuey, quien en sueños sintió que lo llamaban, abandonó el lecho de la traidora y salio al bosque. Poco tiempo después se encontraron los dos. En ambos el amor se encendió inmediatamente por lo que debajo de los árboles se casaron. Al mismo tiempo Tínima, quien se había despertado y buscaba al taíno, fue convertida en río. ¨

¨ Pero había uno que no estaba paseando. Era el cruel Mabuya que estaba buscando a la lujuriosa diosa. Al verla convertida en río y los nativos, tanto taínos como siboneyes felices, tomó un puñado de tierra y lanzándola al aire la convirtió en plagas de mosquitos. Pronto Attabeira lo supo y aunque ya era tarde para destruir a los molestos insectos los obligó a pedir permiso antes de picar. ¨

Terminada la narración partieron de la cueva dejando a la madre de agua nuevamente sola. Pronto llegaron a su tiempo. Robertico salió corriendo al patio y todas las latas que encontró con agua de lluvia las viró o agujereó. Así eliminaba los potenciales criadores de mosquitos. Su hermana y amigos se pusieron a ayudarlo, además de que Yunier le dio un chapeo a las altas hierbas. Cuando llegó Pedro acompañado de los padres de Elizabeth se sorprendieron al verlos tan trabajadores y atareados.

La india infiel

Luego de desayunar, la adolescente ayudó a su madre a fregar la loza mientras Robertico sacaba la basura. Desde que asistían a la casa del tío Pedro, ayudaban en todas las tareas de la casa.

  • Niña. ¿Yunier sabe algo de carpintería?

  • Creo que sí mami. ¿Por qué?

  • Cuando regresen de la casa de Pedro para que él me arregle la puertecita del aparatito de cocina.

  • Mami. ¿Y papi?

  • Tú sabes que él no sabe nada de carpintería.

  • No es eso, es…

  • No te preocupes que yo ya hablé con él.

  • Gracias. Te quiero mucho – dijo besándola.

  • Bueno ya que vas a llegar tarde.

  • Sí, es verdad.

Se toparon al tío Pedro que ya salía. Allí estaban Yunier, quien le regalo una flor mariposa a Elizabeth y Beatriz. La mágica música pronto surgió iluminándose el talismán que traía la india en el pecho. Poco después ya no era una estatua, sino la alegre niña quien ya estaba lista para partir de nuevo. Antes se colocaron las trusas, pues era posible que pudieran bañarse en el mar.

De nuevo viajaron en el tiempo, llegando al cacicazgo de Guamuhaya. Allí en una aldea taína que estaba junto a la bahía de Jagua, en un bohío estaba atareada una hermosa aborigen preparando la comida. Se llamaba Iasiga y era la esposa de un noble y buen pescador nombrado Maitio. Mujer de corazón ardiente y apasionada que aunque amaba a su esposo no le alcanzaba solo él. Por eso tenía un amante llamado Gaguiano.

La mujer, luego de terminar la comida, cogió un catauro con frutos de bagá. Los muchachos la siguieron hasta llegar a una isla junto al río Arimao. Allí la esperaba su amante, tendiéndose juntos en la playa. Yahima junto a los demás se fueron de nuevo hacia la aldea.

  • ¡Qué clase de mujer! – exclamó Yunier – Merece que la maten.

  • Suave cuña – dijo Robertico.

  • Es verdad mi hermano. Es cierto que la muerte no, pero una mujer que le es infiel a quien la ama merece algún castigo – afirmó Elizabeth.

  • ¿Y los hombres? – preguntó Beatriz.

  • Igual. La infidelidad es la cosa más sucia que puede pasar en la pareja.

  • Cuñado, estas embarcado.

  • Tu hermana tiene razón Robertico.

Yahima los miraba sonriendo. En eso vieron acercarse a Maitio el cual al encontrar el bohío vacío pregunto a los vecinos. Estos le dijeron que la observaron salir de la aldea con un catauro de bagá, señal que iba a ofrecerles alimentos a los antepasados. Pero en el pecho del bravo pescador ya había crecido la desconfianza por las continuas ausencias de la esposa. Por eso fue hasta el río tomando un cayuco.

La aborigen taína, junto a sus amigos, por arte mágico fueron hacia la caverna. Allí la laguna se iluminó viendo como una canoa llegaba hasta la isla sin que los amantes se dieran cuenta. A ver que eran Iasiga y Gaguiano se presentó frente a ellos. El cobarde huyó, mientras la aterrorizada mujer miraba al rostro desfigurado de su esposo, por la ira y el dolor, quien decía:

  • Mil veces maldita seas, mujer traidora. Que Mabuya te castigue a vagar eternamente por las costas sin esperanza de descansar de la caza del hombre ni inspirar compasión en las mujeres.

Al instante, la infiel Iasiga fue transformada en un ser marino de cara horrorosa, pechos de mujer, las manos en aletas y las piernas en una larga cola terminada en una pala. El obeso animal huye desde entonces de los hombres, pero es tan torpe que casi siempre le dan caza. Es el conocido manatí que aún se encuentra en algunas desembocaduras de ríos. Yahima dijo:

¨ Mabuya solo castigo a la mujer, pero el dios Baraguabel no quiso tener a aquel ser solitario en sus aguas. Por eso envió a la coqueta Guabonito, naboría suya, quien por engaños atrajo a Gaguiano hacia el mar. Allí fue convertido en un pez largo y plateado, gran carnicero, llamado guaguancho que ataca a todo animal que entre en su territorio emigrando el manatí hacia el interior de ríos y lagunas. ¨

Terminada la narración todos regresaron a sus hogares. Yunier acompañó a su novia hasta su casa y allí, ayudado por Robertico empezó a trabajar. El padre de los muchachos llegó en el medio de la tarea, incorporándose a esta. Luego el joven fue invitado a comer.

La comida fue agradable. Luego conversaron sobre variados temas. En un momento que estuvieron solos el padre de la adolescente y el muchacho, este le explico las buenas intenciones que tenía para su hija. El hombre le confesó que al principio tenia recelos, pero había visto el comportamiento de ambos y les había tomado confianza, que solo esperaba que no lo decepcionaran, prometiéndoselo Yunier.

Creación del venenoso guao

El día era hermoso, con un sol radiante. Solo unas pocas nubes atravesaban el azul cielo. Estos copos blancos parecían tener mucha prisa perdiéndose en el infinito firmamento. Igual apuro tenia Beatriz, pues ya llegaba tarde y no quería que partieran sin ella.

  • Por poco no llego – le dijo a Robertico que la esperaba.

  • ¿Por qué? – le preguntó.

  • Mi prima me invito a ir a una fiesta.

  • ¿Y nos dejaba esperándote? – le interrogó Elizabeth.

  • Por eso estoy aquí, no los iba a dejar embarcados.

  • Bien dicho.

Luego de despertar a Yahima partieron hacia el cacicazgo de Guamuhaya, al poblado taíno de Jagua. Allí se estaba celebrando el areíto, por lo que todos bailaban, bebían o consumían ricos alimentos. Entre los danzantes resaltaba una doncella muy linda. Pero no solo la belleza natural atraía, sino su forma de adornarse. Entre el negro pelo tenía numerosas flores de la roja yaba, el collar era de piedras de Carni y en sus ajorcas y pampayina las verdes plumas del catey, las azules del tocororo y las rojas del guacamayo sobresalían. Su voz podía competir con el sinsonte y el ruiseñor. Mientras sus ágiles piernas marcaban el paso.

Esta indígena se llamaba Aipirí. Le gustaba resaltar entre las otras mujeres, además que no se perdía ningún tipo de fiesta. Otra de sus ocupaciones era ponerse a conversar con las vecinas horas enteras mientras su madre atendía todas las tareas del hogar y su padre el conuco con sus siembras de yuca y maíz.

  • ¡Que vaga es esa muchacha! – exclamo Robertico.

  • Y fiestera.

  • ¿Tú no eres así Eli? – pregunto Yunier.

  • No, me gustan las fiestas, pero primero están los deberes y luego los placeres.

Mientras estaban allí, vieron como Aipirí se enamoraba de un bravo cazador y este de ella. En la luna llena se casaron para que Maroya Guacatti, la diosa del amor, bendijera la unión. Construyeron su bohío algo apartado del poblado en medio de la selva. Poco después recibió la unión la bendición de Attabeira, pues la muchacha quedó embarazada. Luego del nacimiento y mientras su hijo lactaba fue una buena ama de casa, pero extrañaba mucho su vida anterior de diversiones y fiestas.

  • Esta mujer dura poco aquí -dijo Yunier.

  • Eso me parece – afirmo Elizabeth.

En efecto Aipirí comenzó a abandonar a su hijo en el bohío, mientras iba a areítos y juegos de batos. El niño se quedaba llorando y gritando, pero la casa estaba lejos y los vecinos no se enteraban. Además, ella siempre regresaba antes de la llegada del esposo de la fatigosa tarea de la caza. Así siguió viviendo, aunque tuvo cinco hijos más. Los niños crecían sin educación y malcriados, llorando prácticamente todo el día.

  • Oye Yahima, esto es insoportable – dijo Robertico.

  • Suerte de que aquí no vive nadie – hablo Beatriz.

  • Eso creen ustedes. Vámonos – ordeno Yahima.

Desaparecieron del lugar encontrándose frente a la laguna de la caverna ceremonial. Allí toco la india el agua, iluminándose. Vieron como en la selva Mabuya se tapaba las puntiagudas orejas, no pudiendo soportar el ruido. Uno de los traviesos niños lo vio de espalda y tomándolo por un taíno le lanzó una pedrada. El dios enojado dijo:

  • Son demasiado flacos para devorarlos, los condeno que pierdan sus formas humanas. Serán matas raquíticas, pero venenosas que aún con sus sombras harán daño. Animales y hombres les huirán.

Los niños sintieron que sus pies quedaban clavados en la tierra por largas raíces, sus manos se convirtieron en finas ramas y en sus dedos brotaron las hojas dentadas. Poco tiempo después ya eran la tenebrosa y temida mata de guao. En eso llego la despreocupada madre, pero en vez de su bohío encontró aquellas extrañas plantas. El gran cemí Yocahuguama lo había visto todo, y antes que Mabuya hiciera algo convirtió a Aipirí en la negra mariposa tatagua la cuál aparece a las jóvenes madres para advertirle con su presencia que nunca dejen solos a sus hijos.

Ya de nuevo en la biblioteca todos quedaron pensando en cuantas personas conocían que les eran más importantes las fiestas que los deberes que tienen. Muchas parejas dejaban sus hijos a los abuelos en ocasiones por varios días, mientras de divierten. La cantidad de mariposas tatagua que necesitan esas mujeres han sido extinguidas por la contaminación del medio ambiente.

Surgen las toninas

Ropas playeras eran la que traían ese día. Yahima les había advertido que posiblemente se pasarían el día en el azul y bello mar. Habían tenido que mentir en las casas diciendo que el tío Pedro los iba a llevar a la playa. No les gustaba engañar a sus padres, pero sabían claramente que si decían la verdad eran capaces de tomarlos por locos o enfermos.

La india los volvió llevar a la aldea de Jagua que ya conocían. En esta se celebraba un areíto. Las mujeres danzaban con frenesí, mientras los hombres solo bebían y comían. Los campos estaban abandonados, se cazaba en ocasiones y la pesca no era buena. Los habitantes en lo único que pensaban era beber y emborracharse. Estaban tan débiles que ya los terribles caribes los habían atacado, atrapando a doncellas que serian sus concubinas y a baquías que comerían, pues eran caníbales.

  • Oye, parece que a esta gente les encanta las fiestas – dijo Yunier.

  • Si, es cierto.

El cacique y el behíque preocupados, realizaron el rito de la cohoba para pedirle consejo a los dioses. El gran cemí Yocahuguama les respondió que en la aldea había siete hermosas bailadoras. Estas eran las que incitaban al resto de la grey a las diversiones olvidándose del necesario trabajo. Solo matándolas la tranquilidad y el orden regresarían al poblado.

  • ¡Pobrecitas! – exclamó Beatriz.

  • Sio, vamos – dijo Yahima saliendo del cansi del cacique – Recuerden que los dioses y el behíque pueden vernos. ¿Bien?

  • Si, perdona yo …

  • A esconderse que viene el behíque – aviso Yunier.

El behíque pasó cerca de ellos sin descubrirlos. Lo siguieron a distancia viendo como reunía a las bailadoras que había dicho el dios. Eran de veras muy hermosas siendo su único adorno guirnaldas de flores y su vestido minúsculas pampayinas. Algo que les dijo el astuto anciano, que los muchachos debido a la lejanía no escucharon, las hizo brincar de alegría dirigiéndose hacia el mar.

  • ¿Qué les dijiste?- le preguntó el cacique.

  • Que vamos a celebrar una fiesta en una isla del sur en honor del dios del mar.

  • ¿Y?

  • El dios está enojado con nosotros. Por eso el mal tiempo que ves en la bahía. Si no las hace perecer en la travesía las mataremos allá.

Ese día el cielo estaba de color plomizo y fuertes ráfagas de viento agitaban las aguas de la bahía. Yahima y los niños, gracias a la magia pudieron entrar respirando debajo de ella. Allí vieron al dios Baraguabael, quien sentado en un dujo de coral, agitaba las ondas del mar. A su lado, sentada sobre una piedra, estaba la abal Guabonito.

Una canoa se atrevió a atravesar el mal tiempo existente. El cemí, como lo suponía el behíque, se enojó enviando una gran ola que la viró. Seis bellas muchachas cayeron al mar con serio peligro de ahogarse además que los voraces y sanguinarios tiburones, entre ellos las cornudas y el jaquetón, iban hacia allá. El dios sintió lástima convirtiéndolas en sirenas.

  • Gran Baraguabael. ¿No te basto yo como mujer para que las necesites a ellas? – dijo a Guabonito.

  • Guabonito, muchacha del mar, mis actos no tienes que cuestionarlos.

  • Así será, gran señor pero me marcharé a donde no me encuentres.

  • Vete si quieres.

Durante un largo tiempo el señor del mar se divirtió con las sirenas. Estas con sus cantos entretenían también a los pescadores y los ayudaban en sus pescas. En los días de tormenta aparecían jugando sobre las olas. Pronto los celos hirieron el corazón de Baraguabael obligándolas a presentarse fuera del agua solo en formas de un gran y gris ser marino. Así surgieron las toninas o delfines.

Guabonito un tiempo después regresó junto a su señor volviendo a ser la preferida. Este se olvidó de las sirenas convirtiéndolas definitavemente en toninas. Pero aún entre ellas hay algunas que recuerdan la magia para convertirse en el ser mitad humana, mitad pez.

Luego de los muchachos ver la historia emergieron a la superficie. Alegres y juguetones delfines los rodearon. Aguantándose de su aleta dorsal se dejaban remolcar levantando largas estelas de blanca espuma. Este animalito es uno de los más inteligentes del mar y es amigo del hombre aunque este en ocasiones lo mata por gusto.

Cuando salieron a la costa se sentaron un rato en la arena. El sol los calentaba dorándoles la piel. En aquella época no tenían que temer a los rayos ultravioletas, pues la atmósfera aún estaba sin ningún peligro de contaminación. Mientras observaba a los aborígenes que traían sus redes llenas de pescados.

En baños del mar y juegos en la playa llegó el momento del regreso. En casa del tío Pedro se bañaron con agua dulce lavando también sus trusas. La piel de Elizabeth estaba enrojecida, algo dorada al igual que su hermano. La de Yunier solo se oscureció un poco mientras que la de Beatriz ni pizca. Su piel negra no sintió los efectos de Heión Hiauna el dios de los indocubanos.

Aycayía

Elizabeth iba apurada junto a su hermano cuando vio algo que la molestó mucho.Yunier conversaba con una muchacha en una esquina. Ella parecía tener unos 23 años, tenía el pelo castaño y corto, los ojos oscuros y labios voluminosos, su piel era mulata. Vestía una ajustada lycra-short de color entero que hacía resaltar las anchas caderas y el buen cuerpo. Para arriba una blusa escotada que mostraba el gran busto. Parecían muy buenos amigos, pero antes de llegar hasta ellos la celosa adolescente se separaron.

  • ¿Quién es esa? – le preguntó cuándo llego hasta Yunier.

  • ¿Esa muchacha? Era la novia de mi hermano en la universidad. Ella poncho el año.

  • ¿Y eso?

  • Era muy fiestera, dice mi hermano que ella no se perdía ninguna fiesta o actividad aunque estuvieran en prueba.

  • ¿Qué les paso? – interrogó curiosa Elizabeth.

  • A mi hermano le gusta divertirse, pero es una persona responsable. La forma de ser de ellos no pegaba, así que terminaron.

  • Discúlpame amor, yo creía otra cosa.

  • ¿Qué yo andaba con ella? Mira Eli, aprende dos cosas de mí. La primera es que me gusta la fidelidad por las dos partes y la otra, no me gustan las viejas.

  • Pero ella se veía muy sata.

  • Es cierto que es coqueta, pero no se empata con cualquiera.

Ya aclarado todo, llegaron a la casa del tío Pedro donde Beatriz ya se aburría. Al entrar ellos tocó el guamo despertando a la mágica indígena, quien de nuevo los llevo al cacicazgo de Guamuhaya, a la aldea de Jagua. Allí vieron como la muchacha que no se embarcó en la canoa, por haber llegado tarde, seguía provocando problemas.

  • Oye, esa se la esta buscando – dijo Robertico.

  • Así es.

El cacique se reunió de nuevo con el behíque. La bella Aycayía se había salvado de ser convertida en sirena debido a que se había demorado arreglándose pero su suerte estaba decidida por los dioses. Por eso ambos la hicieron llamar llegando poco después al cansi del jefe de la aldea. Era muy hermosa, su pampayina era la más decorada y en su copioso y negro pelo las flores parecían palidecer. No usaba más ningún adorno, pues no lo necesitaba. Aún se mantenía doncella, porque a nadie se había entregado a pesar de amarla todos los habitantes del lugar.

  • Aycayía, los dioses ya decidieron tu destino. ¿Qué haces aquí? – pregunto el behíque.

  • Disculpa sumo señor. No fue mi culpa no acompañar a mis adoradas compañeras. Usted sabe que la canoa partió antes de yo llegara.

  • ¿Y crees que por eso te salvas?

  • Estoy dispuesta a afrontar la ira de los cemíes.

  • Bien muchacha – dijo el cacique – abandonaras esta aldea e irás a vivir en la barbacoa de la anciana Guanayoca en Punta Majagua, ayudándola.

  • Así será mi señor.

La muchacha abandonó la aldea en medio de la oscura noche. Su cayuco llegó hasta la barbacoa de la anciana y desde ese día vivió con ella ayudándola. Aunque el sitio estaba apartado, pronto todos los hombres supieron donde se encontraba la magnifica bailarina, que ahora practicaba en la soledad del bosque. De nuevo los trabajos fueron abandonados, al igual que las mujeres, solo para ver a la bella danzarina que no le entregaba su corazón a nadie.

– Gran behíque, ayúdanos a que regresen nuestros maridos y novios – dijeron las mujeres.

El behíque volvió a realizar el rito de la cohoba. Luego de realizar el vómito ritual y aspirar el alucinante polvo, logró ver a la protectora del poblado. Jagua, a quien los dioses usaban como mensajera por su origen divino, le dio al sacerdote unas semillas negras ordenándole que todas las mujeres la sembraran junto a sus hogares garantizando así la fidelidad de sus parejas.

Poco tiempo después fueron sembradas en las fértiles tierras. Pronto brotaron las plantas creciendo con rapidez. Sus hojas eran acorazonadas, el tronco gris rugoso y bellas flores que al principio son amarillas como el desprecio de quien traiciona, luego rojas como la pasión y por último bronceadas como el ser amado. Tan pronto floreció todos los hombres regresaron a sus casas siendo el árbol de la fidelidad.

  • Eso es una majagua – dijo Yunier.

  • Es cierto. ¿Pero sabes porque se llama así?

  • No.

  • Majagua significa Madre Jagua – explicó Yahima.

Los muchachos ya en trusas se metieron en el mar para no perderse el resto de la leyenda. El dios de la tempestad Caorao soltó los fuertes vientos que levantaron una gigantesca ola que arrastró la barbacoa donde vivía la bailarina con la anciana. Al caer ambas al agua, el cemí Baraguabael convirtió a la vieja Guanayoca en una gran caguama y a la bella Aycayía en una ondina que cabalgando en la tortuga soplaba su cobo cuando había tormenta.

Vieron como se alejaba la bella india montada en su rara cabalgadura. Al estar ya lejos, fueron hacia la playa donde se acostaron a coger sol. Cuando fue ya la hora regresaron a la biblioteca y de allí a sus casas.

Baiguana

En la casa estaba de visita la vecina de los altos. Era una ancianita quien tenía como entretenimiento observar por su ventana la vida de todos los del solar. Todos le temían a su lengua afilada y ponzoñosa. Pero por eso mismo, era una persona sola, sin nadie que la quisiera.

  • Pues sí mi hijita, tú has tenido suerte con tu hija, qué trabajadora es. Lástima que tenga novio tan temprano. ¿Verdad?

  • ¿Qué se va hacer? Se enamoró, pero ella me cuenta todo y sabe lo que puede y no puede hacer.

  • Eso es una madre preocupada y el muchachito parece de buena familia.

  • Así es.

  • La que no ha tenido suerte es la de los bajos, la hija de ella es candela, fíjate que en ocasiones se pierde casi la semana completa y siempre con un hombre distinto.

  • Qué se le va hacer. Discúlpame un momentico.

La madre de la adolescente fue hacia el cuarto. Sus hijos ya habían arreglado las camas y sobre la mesita de noche se veían los vasos sucios del desayuno. Lo habían tenido que comer allí, pues la chismosa se fijaba en todo.

  • ¿Ya se fue mami?

  • No, que va. Esta parqueada en la sala.

  • Como le gusta decir mentiras.

  • Bueno, lo que dijo hoy es verdad. La muchachita de los bajos es muy promiscua. ¿Qué edad tiene ella?

  • 21 años, mami.

  • Fíjate eso.

  • Oye, te estas pareciendo a la chismosa – dijo Robertico.

  • ¡Que Dios me libre!

  • Nos vamos.

  • Pórtense bien.

Los niños salieron hacia la casa del tío Pedro. Le dieron los buenos días a la viejecita. Esta se iba a parar en la puerta para ver hacia donde iban, cuando salio la madre de ellos.

  • Se levantan temprano. ¿A dónde van?

  • A la casa de su tío Pedro.

  • ¿Todavía ese solterón anda por los montes buscando piedras y muertos?

Los muchachos llegaron a la casa del tío Pedro contando lo de la sabina. El anciano se rió y les dijo que aquella vieja había sido novia de él en su juventud. Pero era una persona muy fina que odiaba el monte y solo sabia hablar de moda. Por eso aquella relación terminó. La mujer era tan insoportable que se quedo solterona, pues nunca se caso. Ahora trataba de amargarle la vida a los vecinos quedándose cada vez más sola y hasta odiada por algunos.

Luego de Pedro dejarlos solos, despertaron a la india con la música del caracol. Partieron de nuevo hacia el remoto pasado. Luces de incontables colores y asombrosa velocidad les pasaban por el lado. Aquello parecía un túnel lumínico y al final vieron una aldea taína. Cerca estaba una montaña de forma caprichosa. Yunier exclamó.

  • ¡El Pan de Matanzas!

  • Así es, estamos en las regiones del cacicazgo Habana, casi en los límites con el de Sabaneque. Esta es la aldea Yuhayo. ¿Quieren saber como se formó esta montaña?

  • ¡Si!

  • Vamos atrás en la leyenda.

Desaparecieron volviendo a la aldea en el pasado. Todo parecía igual, pero la montaña no se encontraba. En realidad había otras cosas distintas. Los conucos estaban arruinados, las redes se podrían en los postes y en el fogón no se cocinaba carne. Por falta de animales no era, pues palomas biajaní y guanicas atravesaban el azul cielo y entre los árboles corrían las jutías sin más perseguidor que el escurridizo majá.

  • ¿Qué pasa aquí? – preguntó Yunier.

  • Mira a aquellas mujeres como lloran mientras trabajan.

  • Allí hay dos hombres fajándose.

En efecto, dos taínos la habían emprendido a golpes. Las mujeres huyeron de allí mientras ellos caían en el polvoriento suelo. El cacique, acompañado por el behíque, salió de su cansi y usando una dura macana de tabla de palma los separo. Ambos se retiraron con el rencor brillando en los ojos. El cacique, que se llamaba Maguaní, miró todo entristecido, volviendo a entrar en su vivienda junto al sacerdote, para realizar el rito de la cohoba.

Los muchachos se habían escondido dentro de un caney al salir el behíque. Allí una madre que atendía el fogón, conversaba con su hija adolescente, quien tejía una hamaca. Gracias a la magia de Yahima entendían lo que decían, auque hablaban el arauco.

  • Hija, no te desesperes, ese joven ya se fijará en ti.

  • No mamá, él solo tiene ojos para Baiguana.

  • Tú también eres bella.

  • ¿Por qué todos los hombres van detrás de ella, madre?

  • Porque les regala su cuerpo, no ama a nadie y solo quiere placer.

  • ¿Eso es malo?

  • Si hija, la mujer se debe entregar solo a quien ama y le corresponde, no andar como la mariposa de flor en flor.

  • ¿Y el hombre?

  • Igual. El amor cuando es verdadero, es solo de dos, todo lo otro es lujuria.

Partes: 1, 2, 3, 4
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