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La influencia del marxismo en el pensamiento crítico ecuatoriano


  1. Algunos antecedentes: el fantasma de Carlos Marx redivivo
  2. La renovación cultural de los 60 y las primeras incursiones en el marxismo
  3. Los laboratorios del pensamiento social
  4. Entre innovaciones y polémicas
  5. Cueva y Echeverría: iguales pero distintos
  6. Conclusiones
  7. Bibliografía consultada

Algunos antecedentes: el fantasma de Carlos Marx redivivo

Del 1 al 4 de abril de 2004 se celebró en Nápoles, con el apoyo de universidades italianas, un coloquio que convocó a prestigiosos intelectuales del mundo, cuyo resultado fue la publicación del libro Tras las huellas de un fantasma: la actualidad de Carlos Marx, editado por siglo XXI en 2011. Las resonancias de esta obra ponen de manifiesto el resurgimiento del interés por el estudio del marxismo, largamente silenciado después de la caída del muro de Berlín.

En su ponencia, Marcello Musto[1]plantea la hipótesis de que la obra de Marx se encontraba a su muerte inacabada e incompleta, a pesar de lo cual las intenciones divulgativas y popularizadoras, el descuido en las ediciones destinadas al gran público, los problemas editoriales e incluso filológicos de tales ediciones, amén de los intereses ideológicos con que fue manejada, la convirtieron en un sistema de verdades universales, a contrapelo de la propia epistemología marxista que privilegia la noción de crítica frente a la de dogma, y la idea de proceso frente a la idea de acabamiento.

Ésta es una de las tantas explicaciones que dan cuenta del modo cómo fue asimilado y practicado el marxismo. De una teoría crítica de la sociedad se transformó en una doctrina universal; de un método científico, en un sistema de conocimientos aplicables al margen de las condiciones históricas. En el caso del Ecuador, los vestigios de esta tendencia pueden rastrearse en la práctica de ciertos partidos y movimientos políticos de izquierda y en algunas manifestaciones académicas, como es el caso del estudio del materialismo dialéctico y el materialismo histórico, materias creadas por Stalin[2]e introducidas en los pensum universitarios a partir de la Segunda Reforma Universitaria (1967)[3].

Ésta es, también, una de las razones que explican el declive del marxismo y la pérdida de interés por su obra. Concebido como un sistema doctrinario de principios universales, nada podía hacer o decir después de colapsar el sistema que le mantenía con vida. Sin embargo, como lo señala el mismo Musto, "… a fines del siglo XX, después de haber sido declarado desaparecido por unanimidad, Marx súbitamente reaparece en el escenario de la historia" (Musto, 2011, 44) y con él revive el interés por su obra y por la labor intelectual que a lo largo de la historia ha dado lugar a importantes producciones teóricas incorporadas en la práctica cotidiana y el quehacer político de nuestros pueblos.

Y es que, junto a esa concepción del marxismo como un sistema de principios acabados, se desarrollaron otras corrientes intelectuales que influyeron en el desarrollo de las ciencias sociales y del pensamiento crítico de izquierda, dos de cuyos más importantes representantes se recogen en la Colección del Pensamiento Político Ecuatoriano de la SNGP; me refiero a Agustín Cueva y Bolívar Echeverría, cuyos estudios introductorios han sido elaborados por Fernando Tinajero.

La renovación cultural de los 60 y las primeras incursiones en el marxismo

Sin entrar en pormenores, puesto que el tiempo no lo permite, empecemos diciendo que la década de los años sesenta constituye la antesala de la producción teórica marxista. Es un período rico en acontecimientos nacionales e internacionales que van desde la Revolución cubana (1959), pasando por la dictadura militar bajo los postulados de la Alianza para el progreso (1963-1966), el mayo francés del 68, la muerte del Che Guevara (1967), la masacre de Tlatelolco (1968) hasta el golpe militar de Pinochet en Chile (1973) que da inicio al agotamiento del movimiento armado en el Continente. Es una década de ilusiones y esperanza que contrasta con el sombrío panorama que se inicia en 1973 con la muerte de Salvador Allende.

Las producciones anteriores, salvo contadas excepciones, se encuentran ligadas a la práctica política proveniente del movimiento comunista de la III Internacional, que concibió al marxismo como un sistema doctrinario. En cambio, en esta década aparecen producciones intelectuales marcadas por el sello de la innovación y de la necesidad de liberarse del lastre de concepciones eurocentristas, de patrones culturales ajenos y de sacudirse de lineamientos políticos impuestos desde fuera.

Animados por estas premisas surgen grupos culturales como los Tzántzicos, al igual que revistas literarias como Indoamérica, Pucuna, la Bufanda del Sol, entre otras, según nos cuenta Fernando Tinajero, protagonista y al mismo tiempo estudioso de este proceso. Todos ellos abrían las puertas al pensamiento político, fuertemente influenciado por el marxismo, y animado por profundas inquietudes literarias y culturales[4]A decir de Agustín Cueva, ésta fue la "época de oro de las ciencias sociales, que por primera vez dejan de ser una mera caja de resonancia de lo que pasa en Europa o Estados Unidos"[5], refiriéndose con seguridad a la Teoría de la Dependencia que fue asumida por la nueva generación de intelectuales como un referente teórico, suscitador de grandes inquietudes y también de fuertes controversias, siendo Agustín uno de los principales protagonistas de estas últimas. No creo, ciertamente, que la Teoría de la Dependencia haya tenido una filiación marxista, pero es indudable que se desarrolla a partir de un diálogo fecundo con el marxismo.

Agustín Cueva, pues, es uno de los más importantes precursores y protagonistas de este proceso, cuya obra más antigua se titula Entre la ira y la esperanza (1967). De ella dirá, veinte años más tarde, que no se encuentra muy seguro de considerarla como una obra "verdaderamente marxista"[6], pero aquilata "el mérito de la osadía" que la caracterizó, considerando casi temeraria la empresa de repensar en tan corto espacio 200 años de devenir histórico-cultural del Ecuador. "Diría, dice Agustín, que mi proceso de adhesión al marxismo obedeció, en proporciones probablemente equiparables, tanto a una opción ético-política como a la fascinación por la única ciencia social (el materialismo histórico) que jamás pierde de vista la totalidad del hombre y su historia, que aspira siempre a reconstruir"[7].

Pero no es el único, ciertamente. La década de los años sesenta se encuentra, como dije, cargada de innovaciones y entusiasmo. Ejemplos representativos son la creación del Frente Cultural por obra de Fernando Tinajero y otros intelectuales jóvenes, quien, a propósito, publica en 1967 un libro, muy sugestivo empezando por el título, Más allá de los dogmas, obra precursora de los estudios sobre la cultura y la identidad nacionales, la misma que desgraciadamente no ha sido reeditada.

Los laboratorios del pensamiento social

La obra pionera de la joven intelectualidad marxista se prolonga durante los años setenta y alcanza a los ochenta, fraguada en lo que yo llamo verdaderos laboratorios del pensamiento social. Efectivamente, en 1975 se publica Ecuador: pasado y presente[8]considerada pionera en la historia del pensamiento político-social ecuatoriano, en la que participa también Agustín Cueva, junto a una joven intelectualidad que hizo del marxismo no solo un complejo teórico útil para pensar la realidad desde una perspectiva totalizante, sino también una herramienta práctica de compromiso político. La obra vio la luz con los auspicios de la Facultad de Economía de la Universidad Central del Ecuador, cuyas aulas se convirtieron en un verdadero laboratorio investigativo de la realidad económica del país, a la luz del El Capital de Carlos Marx.

Éste no fue el único laboratorio del pensamiento social creado bajo la influencia del marxismo. Algo similar ocurrió en la Escuela de Sociología donde Rafael Quintero, Fernando Velasco y otros intelectuales fundaron la Revista de Ciencias Sociales (1976). Fue la época en que las nuevas corrientes del pensamiento social marxista llegaban desde diferentes partes del Continente, especialmente México, Chile y Argentina; la época en que se concentró en ella lo más selecto de la intelectualidad de izquierda de aquel entonces: Fernando Velasco, Gonzalo Abad, Julio Echeverría, Javier Ponce, Dolores Padilla, Iván Carvajal, Alejandro Moreano, Milton Benítez, Simón Corral, Rafael Quintero, Érika Sylva, entre otros muchos cuyos nombres sería muy largo enumerar.

Lo mismo podría decirse, aunque en menor escala, de la recientemente creada Facultad de Ciencias Humanas de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, sede Quito, con sus departamentos de Filosofía, Antropología y Ciencias políticas, bajo la acción visionaria de Hernán Malo González (1971)[9]. Uno de los más fuertes impactos provocados a partir de la fundación de este centro de educación superior fue la difusión de la obra del sacerdote jesuita Eduardo Rubianes, Marxismo: Hombre sí, dios no (1968). Rubianes fue, además, profesor de filosofía moderna y contemporánea y como tal impartía cursos sobre Hegel y Marx, estimulando – probablemente sin proponérselo – la formación de grupos de estudio sobre El Capital de Marx por parte de alumnos y profesores de este centro universitario[10]

Entre innovaciones y polémicas

Para los años 80, el pensamiento de Agustín había trascendido las fronteras nacionales. Sus obras son ciertamente innovadoras pero también provocadoras, y las respuestas no se hicieron esperar. En 1981, Manuel Agustín Aguirre reeditó por octava ocasión su obra Lecciones de marxismo, publicada por primera vez entre 1950 y 1951, cuya finalidad era esencialmente didáctica. En ella acusa al pensamiento de Agustín Cueva de sucumbir ante la novelería de ciertas corrientes de moda atentatorias contra el marxismo[11]como es el estructuralismo del filósofo francés Louis Althusser y su discípula Martha Harnecker, quienes tuvieron gran acogida entre la intelectualidad de izquierda durante la década de los años 70, herederos todavía de la Segunda Reforma Universitaria. Cueva, que yo sepa, no se molestó en responder a la crítica, seguramente por considerarla intrascendente.

Otro frente de polémica, como lo narra Fernando Tinajero, (Tinajero, 2011, 18) tuvo lugar a raíz de la publicación de El mito del populismo en el Ecuador (1980), obra en la cual Rafael Quintero desautoriza las opiniones vertidas por Agustín Cueva en diferentes trabajos, especialmente en El proceso de dominación política en el Ecuador (1972), acerca de la naturaleza de la base social del velasquismo, cuyo caudillo ha sido considerado como el más conspicuo representante del populismo en cuanto tendencia política. En pocas palabras, Agustín Cueva considera que fue el subproletariado especialmente guayaquileño la base electoral más importante del proceso que llevó a Velasco a Ibarra al poder, dando inicio a la era velasquista. Quintero, por su parte, demuestra con la ayuda de las estadísticas electorales que tal apoyo estuvo concentrado en el campesinado de los sectores rurales de la Región Andina. La resonancia de esta polémica, a mi juicio injustificada, sirvió no obstante para afinar los instrumentos metodológicos y proceder con mayor rigor en los estudios sociológicos y con mayor cautela a la hora de hacer afirmaciones generales.

Cueva y Echeverría: iguales pero distintos

El otro pensador ecuatoriano, pionero en el desarrollo del marxismo desde una vertiente crítica, es Bolívar Echeverría. Comparte con Agustín Cueva algunos elementos comunes: ambos pertenecen a la generación de los años 60. Ambos comparten su postura crítica frente al "marxismo dogmático" de corte estalinista, aunque su formación intelectual es diferente. Mientras Agustín estudia Sociología en París, Bolívar estudia Filosofía en Alemania. Los dos sin embargo comparten inquietudes intelectuales e incluso el gusto por determinados escritores como Jean Paul Sartre. En lo particular, Cueva desmenuza en París a Raymond Aron y Maurice Duverger, mientras que Bolívar Echeverría transita desde Heidegger hasta Marx. De alguna manera el pensamiento de los dos fue convergente a través de acontecimientos puntuales como la participación en la Revista Pucuna. En cambio, su enfoque fue diferente: Bolívar Echeverría piensa la sociedad ecuatoriana, latinoamericana y el capitalismo mundial desde la Filosofía; Agustín Cueva lo hace desde la Sociología y la política. Los motivos de reflexión en Bolívar son, digamos, más especulativos o más filosóficos si se quiere. En él predominan las reflexiones sobre el destino del marxismo, su relación con la modernidad y la posmodernidad y los problemas que atañen a la reconstrucción del pensamiento crítico. Agustín se preocupa, desde una perspectiva totalizante, por los destinos de América Latina. Ambos, sin embargo, al adoptar el marxismo como teoría crítica de las sociedades dominadas por el capital, coinciden en la necesidad de un cambio profundo de estructuras y la emancipación social y nacional de los pueblos latinoamericanos y del Tercer Mundo.

Creo que los dos personajes constituyen un referente intelectual de la izquierda ecuatoriana y del pensamiento crítico debido a la agudeza y la originalidad de sus planteamientos que, en el caso de Bolívar Echeverría, se remontan más allá del marxismo clásico y del propio Marx, para abordar temas que el horizonte de comprensión del filósofo alemán le impidió visualizar. Tal el caso de sus inquietudes en torno a la posibilidad de construir una modernidad no capitalista, sobre la base de una profunda indagación de las características del ser latinoamericano que él caracteriza con la noción de ethos barroco; la formulación de la revolución como "concepto" que supera al "mito" fundacional con que ha sido tratada en la izquierda tradicional inspirada en la ilustración europea, dando origen a un radicalismo paralizante, entre otros temas.

En el caso de Agustín Cueva, aspectos relacionados con la cultura y la literatura son asumidos como expresiones de una modalidad del ser ecuatoriano; el estudio de las estructuras de dominación en el Ecuador y América latina, el fascismo y el conservadurismo, entre otros motivos de reflexión, constituyen un aporte significativo al desarrollo de las ciencias sociales y el pensamiento crítico.

Así pues, no resulta extraña la pretensión de considerar a estos dos intelectuales ecuatorianos como los fundadores de un pensamiento social "propio" modelado por la concepción materialista y dialéctica de la historia. Cabría decirse también que son pioneros en el desarrollo del marxismo en el Ecuador y América Latina. Bolívar Echeverría, según nos cuentan Gandler y Tinajero, impartió en el país azteca, mientras fuera docente de la Universidad Nacional Autónoma de México, lecciones sobre El Capital, con tanto éxito que las aulas se encontraban abarrotadas de público reunido para escuchar sus conferencias. Por su parte, Agustín Cueva publica en 1987 su libro La teoría marxista. Categorías de base y problemas actuales, como versión ampliada de una ponencia titulada "Análisis dialéctico y revolución social", presentada en el Segundo Coloquio Internacional de Filosofía realizado en Monterrey en 1977.

Conclusiones

En conclusión, tanto en su vertiente dogmática como en su vertiente crítica, no cabe duda que el marxismo ha dejado honda huella en el desarrollo de las ciencias políticas y sociales y ha configurado, al mismo tiempo, determinadas prácticas políticas, de tal manera que la historia del Ecuador, del socialismo y de la izquierda socialista, se encuentran marcados por la impronta de Carlos Marx. Ninguna historia del Ecuador que se pretenda objetiva puede desconocer este hecho, independientemente de los juicios de valor que merezcan sus contenidos filosóficos, y de la adhesión o no a sus planteos y propuestas.

Bibliografía consultada

Aguirre, Manuel Agustín, Lecciones de marxismo, Editorial Alberto Encalada, Quito, 1981

——————————- "La filosofía de la segunda reforma universitaria", en III Encuentro ecuatoriano de filosofía, Problemas actuales de la filosofía en el ámbito latinoamericano, ediciones PUCE, Quito, 1979, pp. 305 – 336

Cueva, Agustín "Veinte años después", Introducción a la 5ª. Edición de Entre la ira y la esperanza, Editorial Planeta, Quito, 1987

Harnecker, Martha La izquierda en el umbral del siglo XXI. Haciendo posible lo imposible, segunda edición española, Siglo XXI, Madrid, España, 2000,

Musto, Marcello "La Marx-Engels-Gesamtausgabe (MEGA) y el redescubrimiento de Marx", en Marcello Musto (coordinador), Tras las huellas de un fantasma: la actualidad de Karl Marx, México, Siglo XXI, 2011

Rubianes, Eduardo, Marxismo: hombre sí, Dios no, Editorial Universitaria, PUCE – Quito, 1968

Tinajero, Fernando, Estudio introductorio al pensamiento político de Agustín Cueva, Ministerio Coordinador de la Política, Quito, 2012

Varios, Ecuador, Pasado y presente, Ed. universitaria, Quito, 1975

Villamarín, Marcelo La enseñanza universitaria del marxismo (reproducción facsimilar), Facultad de Comunicación Social, Universidad Central del Ecuador, Quito, 1992

 

 

Autor:

Marcelo Villamarín

 

[1] Ver Marcello Musto “La Marx-Engels-Gesamtausgabe (MEGA) y el redescubrimiento de Marx”, en Marcello Musto (coordinador), Tras las huellas de un fantasma: la actualidad de Karl Marx, México, Siglo XXI, 2011.

[2] En realidad, fue Stalin quien declaró estas dos “ciencias”, ajenas al pensamiento de Marx, como los pilares científicos del marxismo, cuando introdujo su artículo “Sobre el materialismo histórico y el materialismo dialéctico”, en la Historia oficial del Partido Comunista Bolchevique de la URSS, una obra muy difundida aunque la edición que disponemos no cuenta con pie de imprenta.

[3] En 1967 fue nombrado Rector de la Universidad Central del Ecuador el Dr. Manuel Agustín Aguirre quien impulsó la Segunda Reforma Universitaria que consagró el libre ingreso mediante la supresión de los exámenes que seleccionaban a los candidatos a la Universidad, e implantó, entre otras reformas en el pensum, las cátedras de materialismo histórico y materialismo dialéctico.

[4] Ver Fernando Tinajero, Estudio introductorio al pensamiento político de Agustín Cueva, Ministerio Coordinador de la Política, Quito, 2012. Las mencionadas expresiones fueron vertidas por Cueva en

[5] Ver Martha Harnecker, o. c., p. 26

[6] Agustín Cueva, “Veinte años después”, Introducción a la 5ª. edición de Entre la ira y la esperanza, Editorial Planeta, Quito, 1987, p. 9.

[7] Idem

[8] Varios, Ecuador Pasado y presente, Ed. universitaria, Quito, 1975. Los autores de los ensayos publicados en este libro son los siguientes: Leonardo Mejía, Fernando Velasco, José Moncada, Alejandro Moreano, Agustín Cueva, René Báez.

[9] El Departamento de Filosofía se mantuvo, aunque con pocos estudiantes, hasta el año de 1989 en que desapareció pasando el estudio de la filosofía a formar parte del pensum de la Escuela de Filosofía de la Facultad de Ciencias filosófico-teológicas.

[10] Hasta mediados de los ochenta se publican algunas obras de clara orientación marxista, cuyo tratamiento no es motivo de este trabajo. Sin embargo, no puedo dejar de citar aquellas que versan de manera concreta sobre el marxismo: Juan Paz y Miño Cepeda, De la Filosofía de la historia al materialismo histórico (1982); Milton Benítez, Proletariado y Revolución en Marx (1983). La tarea de hacer una historia de las ciencias sociales y políticas en el ecuador se encuentra pendiente.

[11] Ver Manuel Agustín Aguirre, Lecciones de marxismo, Editorial Alberto Encalada, Quito, 1981. Es preciso reconocer que ésta no es la obra más representativa del autor. Su temprana producción, al igual que su intencionalidad divulgativa, seguramente explican que sus contenidos se desenvuelvan en la línea dogmática del marxismo ortodoxo, lo cual contrasta con muchas obras posteriores.