- El cristianismo: ética del sufrimiento.
- Definición y demostración de la única moral.
- Nietzsche no fue ateo y Dios no es creyente.
- Cuatro definiciones del amor.
- La homosexualidad como problema ético.
- Sobre el pronunciamiento de la Iglesia. Conato de polémica.
1. El cristianismo: ética del sufrimiento. El olvido y la impaciencia compendian todos los pecados capitales. El primero destruye el pasado, la segunda arruina el futuro. Peca el hombre desnudo, sin antecedentes, sin fines; el hombre sin atributos. Son pecados de olvido la avaricia, la envidia, la pereza y la soberbia. El avaro, en su afán por sí mismo, olvida a su prójimo; el envidioso, en su afán por el prójimo, se olvida a sí mismo; el perezoso, por su indolencia, olvida los derechos de la tierra; el soberbio, por su suficiencia, olvida los derechos del cielo; olvida a Dios, que es caridad. Son pecados de impaciencia la gula, la ira y la lujuria. Todo olvido es impaciente y toda impaciencia es olvidadiza. Integran un mismo acto. Sobre el olvido: No se ha sabido sufrir porque se ha cometido un yerro u omisión: hemos tomado un bien (un mal menor) por un mal. Se ha actuado, pues, demasiado deprisa, acogiéndonos a un criterio subjetivo en lugar de aceptar el precepto dado. Sobre la impaciencia: Es el deseo irracional de no sufrir, aun a expensas de pasar por sufrimientos mayores. Curiosa paradoja: la im-paciencia niega la pasión para sumergirse en ella. La paciencia, en cambio, es un sufrimiento no buscado por sí, pero preferido a otros. Es decir, consentido, aunque de intensidad o riesgo menores al que pretende evitarse. De lo que se sigue que, para no sufrir, hay que saber sufrir. Rechazar el sufrimiento (probar la manzana) es entregarse a él tarde o temprano. Quizá el eje de toda la existencia humana sea el dolor y no la felicidad, en contra de lo que se cree.
2. Definición y demostración de la única moral. Conato de polémica. I.DEFINICIÓN. Llamo moral al conjunto de actos libres conformes a un fin justo, o también: conformes a los designios de Dios. A) Es libre todo acto realizado conscientemente y sin coacción, sujeto a la contingencia. B) Es justo todo acto que no se opone a la verdad, entendiendo por ésta la no contradicción esencial entre proposiciones ciertas. Por consiguiente, el acto más justo será el que menos contradicciones entrañe, siendo Dios, acto puro y verdadero en sí y para sí, el Ser justo por excelencia. Viceversa, cuantas más contradicciones comprenda un acto y más en desacuerdo esté con la verdad, más injusto será. DEMOSTRACIÓN. Que sólo puede haber una moral queda probado en base a lo siguiente: Por el principio de no contradicción nada puede ser y no ser al mismo tiempo, aunque, por el principio de contingencia, algo pueda ser o no ser a partir de sus condiciones a priori. Así, o bien Dios existe, o bien Dios no existe, pero no es posible ni verdadero el que Dios pueda existir y no existir al mismo tiempo. Análogamente, algo *no* puede ser y no ser moral según distintas consideraciones, ya que la definición de moral (igual que la de "existencia de Dios") es idéntica para todos. Luego, la proposición "Esto es y no es un acto moral" es siempre falsa. II. Recuerdo haber dicho en el primer mensaje que entendía por verdad "la no contradicción esencial entre proposiciones ciertas". Si hubiera escrito, en lugar de "proposiciones ciertas", "proposiciones verdaderas" habría incurrido en una clara tautología. ¿Dónde está, pues, la diferencia? En que toda certeza presupone un sistema verificativo, mientras que la verdad, inagotable e infinita en su sucesión necesaria, es superior a cualquier estructura dada. De lo contrario, el progreso en las ciencias sería imposible y todo saber parcial resultaría estanco. Por lo demás, sí existe un ejemplo de proposición aislada y verdadera: A = A. Tampoco me parece que una proposición falsa, del tipo A = no A, pueda ser coherente con otra, dado que lo falso se contradice con todo. Que mi definición sea verdadera, en cambio, debe tomarse como axioma, ya que si no se sigue un absurdo. III. ER.- Yo creo que eso no sería una tautología, pues en el predicado no se dice lo mismo que en el sujeto, ni explícita ni implícitamente. Sería más bien una mala definición en la que se incluiría el definiendum en el definiens. Algo así como una petición de principio. Re: Si analizas todos los términos, verás que se trataría al fin y al cabo de una aseveración tautológica. En efecto, la verdad no puede ser jamás contradictoria y debe expresarse siempre mediante proposiciones, ya que no es un hecho. ER.- De todos modos no adelantas mucho evitando referirte a la verdad, y refiriéndote a la certeza, pues la certeza es la creencia en la verdad. O sea que es como si hubieras dicho: "la verdad es la no contradicción entre proposiciones que se cree que son verdaderas". Re: Disiento. La certeza no es "la creencia en la verdad" de algo (eso no explicaría por qué creemos una cosa más bien que otra), sino, simple y llanamente, la relación de pertenencia de una proposición X respecto a un conjunto Y que no se deriva a partir de axiomas, puesto que es aceptado de un modo inductivo y consensual. Esto es, la inclusión de aquélla en un sistema de verificación. Hay verdades que no tienen por qué resultarnos ciertas, y certezas que, al cabo, sólo son verdaderas en una pequeña parte; es decir, son falsas. "Verdad" y "certeza" actúan entre sí como diagramas de conjuntos secantes, con la peculiaridad de que toda verdad lo es por sí misma (por obediencia al principio de no contradicción) y toda certeza lo es sólo referencialmente. La proposición "A = A", entonces, es verdadera porque es coherente, y es cierta porque no conocemos nada que exista y no exista al mismo tiempo. ER.- ¿Qué "sistema verificativo" presupone la certeza del que está convencido de que la Tierra es plana? ¿Y la del que está segurísimo de que fue penalty, a pesar de que está clarísimo que no lo fue? ¿Y la del que espera ganarse un cielo lleno de huríes, si en esta vida cumple ciertos preceptos? Re: Ernesto, no suelo ser muy innovador. Estoy repitiendo la concepción de la certeza que ofrece Wittgenstein en su último escrito, On certainty. En esa época, que el hombre pudiera llegar a la luna era -así lo dice el libro– algo científicamente inconcebible. Veinte años más tarde dejaría de serlo. Como verás, resulta muy sencillo contestar a tus preguntas, ya que los errores, en tanto que verdades parciales, también tienen su propia lógica. Quien pensara que la Tierra es plana lo habría deducido, evidentemente, de que la superficie mayoritaria que se aprecia desde nuestra perspectiva lo es. Quien creyera que le esperan huríes en el otro mundo sería porque las considera una digna retribución por su fe y sus obras, siendo Dios un buen dador. Etcétera. ER.- La verdad no inagotable, ni infinita, ni sucesiva. La verdad es la forma de las proposiciones verdaderas, como la belleza es la forma de las cosas bellas, y la justicia de las justas, etc. Re: Verdad es no contradicción entre proposiciones. Hay infinitas proposiciones; luego, la verdad es infinita. ER.- Dicho de otra manera: existir, lo que se dice existir, la verdad no existe, ni le conviene la existencia; lo mismo que no existe propiamente la belleza, ni la justicia, etc. Re: La Verdad sí existe: es uno de los muchos nombres de Dios. El resto de ideas que mencionas están en su entendimiento. ER.- Lo que existen son las proposiciones verdaderas, las cosas bellas, las acciones justas, etc. Por tanto, puesto que lo agotable y lo inagotable, lo finito y lo infinito, lo sucesivo y lo simultáneo, solo se pueden predicar con sentido de ciertas cosas que existen, pero no de esas formalidades, es falso, es más: es absurdo, que la verdad sea nada de eso que dices tú que es. Re: En absoluto. Por el principio de razón suficiente, todo tiene un fundamento en el que su verdad se cifra ontológicamente. Nada puede limitar ese principio, y si opinas lo contrario te ruego que lo justifiques. ER.- Siento tener que decirte que eso no tiene pies ni cabeza. Re: Siento que pienses así. Me he limitado a constatar que si la verdad equivaliera a la certeza, y toda certeza es histórica, sería siempre la misma y no sería capaz de ampliar nuestros conocimientos. ER.- Proposiciones como esa las hay a miles; infinitas. Por ejemplo: B = B, C = C, AB = AB, etc., etc. Re: Creo que eres consciente de que se trata de la misma proposición con distinto nombre. Y suponiendo que hubiera más, que las hay, aunque dependan todas de ésa, ¿qué cambiaría? ER.- Pero ninguna de ellas es verdadera, porque en realidad no son proposiciones, sino ciertos esquemas, que no significan nada, y por tanto no pueden ser verdaderas. Re: "A es igual a A" es una oración con sujeto y predicado. ¿Por qué le niegas el carácter proposicional? Y, más sorprendente aún, ¿por qué crees que no significa nada? ER.- "A = no A" no es una proposición, y por tanto no puede ser falsa (ni verdadera). En cambio, por ejemplo, "un perro no es un perro" sí es una proposición, y además es falsa. Pero no es falsa porque no sea coherente con alguna otra proposición, o con alguna certeza, como tú dices, sino porque es imposible que si algo es un perro, no lo sea. Re: Tan imposible como que A sea y no sea A. ER.- Es decir que gracias a que las cosas son lo que son, gracias a que tienen ser, nosotros podemos conocerlas y decir la verdad sobre ellas. Re: Pero es que el ser no es sólo el "ser a la vista", como pareces presuponer. Además, tu perro genérico no tiene ningún rasgo identificativo. Es, por lo tanto, un universal. ¿Qué hace que tu postulación sea más verdadera que la mía? ER.- En cuanto a que lo falso se contradice con todo, también es falso. Por ejemplo: "2+3=6" es totalmente coherente con esto "2=3". Re: Pasando por alto que ahora das por bueno que los números sean susceptibles de verdad o falsedad, dime, ¿cómo probarías la coherencia entre esas dos falsedades? Porque si 2=3, entonces 3=2, lo que trunca tu demostración. IV. Ernesto: 1) No explicas por qué mi definición es falsa, limitándote a alegar la autoridad de Balmes, que no reconozco. Que la certeza sea "un firme asenso" no nos dice nada de sus móviles internos, como tampoco nos lo dicen la "claridad y distinción" cartesianas. En resumen, si algo no puede demostrarse, se debe justificar su postulación como axioma. 2) No está escrito en ninguna parte que la igualdad requiera cantidad. Así, por ejemplo, hablamos de dos azules idénticos, independientemente del tamaño de la mancha en que los contemplemos. De todos modos, como sin duda sabes ya, "A" también puede sustituirse por cualquier cantidad. 3) Cuando afirmo que los errores son verdades parciales indico que, en tanto que no son absurdos, participan de cierto grado de coherencia y, por consiguiente, de veracidad. Con eso no quiero dar a entender que existan medias verdades, pero sí que el error y la verdad están mezclados; o lo que es lo mismo: raras veces se muestran en puridad, como entelequias (toda contra-dicción lógica es dialéctica y parte de una tesis verdadera, a la que se opone). Para entendernos, la mejor teoría histórica -en base a unos hechos dados e indiscutibles- será siempre la más completa y coherente. Y ello pese a que ninguna aspire a la certidumbre absoluta sobre las últimas motivaciones de los actores o, por otro lado, a la determinación precisa de las circunstancias que condicionaron el desarrollo de la acción. Aún más: toda la física newtoniana descansa sobre presupuestos erróneos, pero la ciencia actual no desestima completamente sus resultados, puesto que su capacidad explicativa sigue hasta cierto punto vigente. 4) Una proposición tautológica no requiere otras para ser confirmada. Basta con que sea evidente la completa adecuación del sujeto al predicado. 5) De acuerdo contigo en que la certeza no convierte lo verdadero en falso. 6) Sigues sin fijar un límite al PRS. Para probar que el conjunto de proposiciones verdaderas es finito tendrías que localizar en el mundo una verdad que lo fuera por sí misma, esto es, un sujeto sin predicado. Ése sería el "finis terrae" que tanto anhelas. Lamento decirte que buscas en vano. 7) La noción de Dios nos resulta absolutamente paradójica, aunque necesaria. Nos exige pensar en una forma sin materia, es decir, en una forma sin "formado", forma de sí misma; pero también en una verdad sin fundamento; en una fuerza sin dirección; en una mente sin límites.
3. Nietzsche no fue ateo y Dios no es creyente. Nietzsche no fue un mero sensualista. Pensaba que eso había quedado claro con la tríada del animal-hombre-superhombre, o con la noción de valor, que en ningún caso es sensual. Aunque ésta tenga un origen fisiológico en Nietzsche, es preciso partir de una cierta elevación de miras si pretendemos una transvaloración que no sea un simple "cambiarlo todo para que nada cambie". Admito que hasta hace un año aproximadamente consideraba a Nietzsche el ateo más completo que jamás haya existido. Pero después de estudiar algo sobre la mística (Eckhart, Müntzer) cambié de parecer. Tenía dos opciones: considerar a Nietzsche como no ateo o considerar ateos a los místicos, y opté por la primera, mucho más razonable. Opino que la "muerte de Dios" es la muerte de la fe contemplativa, de la adoración del Dios-objeto que impide la verdadera vida en Dios. En realidad se trata de una reacción iconoclasta de raíz protestante, pero consciente de su propio nihilismo. El protestante diría: Si Dios lo es todo (como afirma el católico) su existencia no es en absoluto relevante para el hombre, que es en ese caso incapaz de ignorarlo. Nietzsche dice: Si Dios no es nada, su muerte no es en absoluto relevante para el hombre, que sería incapaz de sustraerse a su propia nada (recordemos que la frase "Dios ha muerto" fue pronunciada por Hegel mucho antes, con lo que el antihegelianismo de Nietzsche se extendería hasta la misma). El superhombre, pues, es el más real de los hombres, el menos etéreo, pero no sólo en un sentido materialista, sino también en su dimensión espiritual. ¿Qué son los hombres? Los hombres no existen, pasan de largo… Es la humanidad la que se desarrolla mediante sus tipos superiores: la idea de especie y evolución en Darwin. La diferencia entre Nietzsche y Hegel es que éste hace hincapié en el desarrollo del espíritu, en el progreso global, mientras que Nietzsche invierte el mecanismo del eje y lo coloca en el individuo superior, el superhombre. El "héroe" en Hegel es el instrumento del Espíritu Absoluto; en Nietzsche es el artífice del espíritu, el artista. Así pues, el nihilismo en Nietzsche (la disolución del hombre) no es un fin ni algo que mantener indefinidamente como "viaje hacia la nada" (el que se mueve sin dirección no se mueve, es movido), sino más bien algo a superar mediante la acción creadora. El superhombre es "más" que el hombre ordinario, pero no acumulativamente. El superhombre de Nietzsche no es tanto por lo que es sino por lo que renuncia a ser, y de ahí el contenido ascético de su filosofía. Dionisos renuncia a su identidad, simboliza el olvido de sí. Es el derrochador y, por consiguiente, el renunciador. El superhombre es la expresión de la moral centrípeta y al mismo tiempo derrochadora, es la mística (el vacío para llegar al lleno) pasada por la antropología. Muerte de Dios, muerte del hombre… ¿por qué no muerte de la muerte?. Creo que todo monismo vitalista que se precie (Spinoza, Nietzche) ha de afirmar la muerte de la mortalidad: la inmortalidad en sentido fuerte. La supervivencia del alma siempre será algo misterioso y ajeno al sujeto, pero la inmortalidad, su destino, le atañe sólo a él. La muerte, que es siempre una muerte en vida, puede superarse porque no todos los mortales son iguales, y es obvio que no todos la superan. Hay mortales inmortales, como bien sabían los griegos.
1. Cuatro definiciones del amor. 1) Amor significa unir lo semejante, es decir, es unidad. Amor múltiple, pues, resulta una "contradictio in adjecto". 2) El amor es una forma, una razón que mueve a actuar de un modo más bien que de otro. La pasión, en cambio, es esencialmente idéntica e indiferente en todos los hombres. 3) El sexo es amor sin consciencia, y el amor es sexo con consciencia. 4) Mientras que el amor es un fin en sí, a saber, la elevación, el sexo es siempre un medio para la satisfacción de las pasiones, esto es, para el equilibrio. El homosexual no busca la unidad en el espíritu, sino la expansión pasional; no actúa por la forma, sino que padece contra la forma; no pretende la consciencia, sino el olvido de sí; no anhela la elevación, sino el solaz hedonista, tan idealizado como se quiera.
2. La homosexualidad como problema ético. El espíritu jamás es inmanente, ni siquiera en su acto de constitución. Toda acción moral es libre, porque es enjuiciable, y toda acción libre es moral, porque tiene un fin. La moral -lato sensu- no restringe la libertad, sino que la posibilita. Ahora bien, hay actos morales -lato sensu- que son -strictu sensu- censurables, esto es, inmorales; y, por el mismo motivo, actos libres que nos conducen a la esclavitud. I. Si la homosexualidad es una tendencia innata, y por consiguiente una tendencia escogida entre otras posibles, esto es, un acto libre, ¿por qué merece una mayor aprobación que su contrario, a saber, la represión de dicha actitud, acto igualmente libre? A estos efectos os recuerdo que la libertad de un acto no lo convierte en bueno, sino en enjuiciable. Los únicos actos no enjuiciables, amorales, son los actos necesarios. El caso es que, según vuestros criterios de moralidad, ambas actitudes serían a priori igualmente honorables, aunque luego se condene al "reprimido" y se alabe al "liberado". Pues bien, yo digo que si fuerais consecuentes os mantendríais en la equidistancia y no tomaríais posición en el debate, siempre que no se vulnerara la premisa que vosotros y yo aceptamos, que es que los actos, para ser morales, deben ser libres. II. Sugiero la lectura de este link:
Concluyo: Si realmente la homosexualidad es eso, un estancamiento del aprendizaje causado por la no identificación del niño con el padre, entonces el amor homosexual no existe, no encaja como fin en sí, sino como mero medio para la satisfacción permanente de la fase anal. III. Hablando claro, si vuestro amigo os dice que quiere pervertiros (como medio para su satisfacción), se acabó la amistad (como fin en sí), o ambas entelequias, sexo y amistad, pasan a convivir parasitariamente. Y si afirma que está bajo el influjo del enamoramiento, es que además el pobre diablo no conoce el amor, cuya esencia es la entrega al otro-distinto (por lo que hablamos de unión y no de yuxtaposición o agregado) y la perpetuación material en el tiempo (a través de la descendencia). IV. Ante la réplica "el amor es un juego la naturaleza del cual radica en la imprevisibilidad de las respuestas del otro", contesto: ¿Por qué nos divertimos antes de iniciar el juego, con la sola idea del mismo? Y: ¿por qué esa diversión no resulta infinita, sino que más bien decrece a lo largo del juego? Ante la objeción "el amor es una experiencia concreta siempre distinta", respondo: ¿Por qué damos entonces el nombre de "amor" a esa serie de experiencias y no hacemos lo propio con todas las que integran la vida ordinaria? Para vosotros el amor es sólo un juego de instintos sazonado con la inteligencia, que crea expectativas. Pero el amor tiene una esencia invariable, la entendáis o no.
3. Sobre el pronunciamiento de la Iglesia. Conato de polémica. Escribieron: << El pasado lunes 2 de Febrero, se presentó en la sede de la Conferencia Episcopal el Directorio de la Pastoral Familiar de la Iglesia en España. Había cierta expectación entorno a este documento que debía presentar el obispo de Segorbe-Castellón, Juan Antonio Reig, presidente de la subcomisión de Familia y Vida, ya que respondía a las presiones que la Santa Sede está ejercitando sobre sus obispos para que estos sitúen a la familia en el centro de los intereses de la Iglesia. El documento presentaba tres partes: 1) Violencia doméstica como "fruto amargo" de la revolución sexual. 2) Denuncia de la presión de los colectivos de "gays" y lesbianas, que pretenden "reclamar derechos no legítimos, a modo de privilegio". 3) Petición al aparato judicial de la "no intervención" en asuntos de derecho matrimonial (divorcio), por cuestiones de moral personal. Creo que los puntos dos y tres no merecen comentario dado la puerilidad de su intención, pueril a la vez que estúpida, ya que parece evidente que el colectivo homosexual tiene bastante más poder a fecha de hoy que la propia Iglesia española; pese a la "pataleta" infantiloide de algunos clérigos, el avance de los derechos homosexuales es irreversible. Con respecto a la petición episcopal del punto tres, tiene nombre y apellido jurídico, se conoce como prevaricación. Bastante más siniestra me parece la principal declaración de dicha conferencia, pretender culpar a la revolución sexual de los años sesenta de la violencia doméstica es una ablación de los derechos de igualdad constituidos en nuestro sistema jurídico, y tiene una especie de eco reaccionario…"Ya os lo advertimos" muy del gusto de nuestros más ilustres inquisidores. Sin embargo no es este primer veneno, tan a la luz , el que me preocupa. Soterradas en el fondo de esa acusación, existen dos cuestiones que me asustan: En primer lugar la Iglesia pretende atormentar la conciencia y la moral femenina, de algún modo se le quiere hacer ver a la mujer que al haberse equiparado social, laboral y sobre todo sexualmente con respecto al hombre, ha desencadenado todo un conjunto de circunstancias trágicas: "…Claro, te pones guapa, falda, te pintas, vas a trabajar, los hombres te miran, utilizas anticonceptivos para no tener hijos y cuando los tienes no pasas tiempo con ellos… ¿Por qué te extrañas cuando tu seno familiar es un caos? ¿Acaso no mereces, de algún modo, la ostia que te dió ayer durante la cena, el pobre de tu marido? ¿Cómo vas a ser feliz, si eres una buscona pervertida que va provocando a los hombres, con su lujuria, a cometer adulterio?". La Iglesia, en una de sus más retorcidas actuaciones, pretende recuperar la familia como célula principal de nuestra sociedad a costa de atormentar a la mujer, considerándola responsable de que su pareja sentimental abuse de ella. Me recuerda a cuando algunos estados sureños de EEUU culpaban a los afromericanos de la caída de la bolsa por no resignarse a ejercer la esclavitud. ¡Qué vergüenza!. La segunda cuestión que me asusta es que la Iglesia, esa institución con dos mil años en su haber, confirma nuestras sospechas de cambio de lo que hasta hoy día entendíamos como familia. Por un lado me alegra saber que la Iglesia ejercía su poder basándose en el pater-familias, esa persona jurídica del derecho romano que hace valedor al hombre de los derechos económicos, y que ahora se encuentra ante una pérdida de poder. Pero por otro me tiene preocupado ,como hombre, que el mensaje que recibo sea el de la visualización de la mujer como enemigo. De algún modo esta sensación me ayuda a justificar, muy peligrosamente, el comportamiento de los maltratadores, pues no hacemos más que recibir mensajes de desprecio y rechazo hacia la mujer. Un escalofrío me recorre al adentrarme en mi conciencia y advertir que todos somos pasto de esos mensajes subliminales, maltratadores dormidos esperando ser despertados. Sufrimos una especie de dislexia y esquizofrenia cultural, en nuestra boca dentellean veinte años de democracia e igualdad, en nuestra conciencia deambulan cuarenta años de ignorancia y dictadura >>. Respondo: Lo único retorcido son tus interpretaciones de "lo que la Iglesia ha querido decir". En primer lugar, que los maltratos sean una consecuencia sociológica de la revolución sexual me parece una conclusión cuestionable (ya que aquélla afecta a un gran número de personas, mientras que los maltratos siguen siendo un problema minoritario), si bien es cierto que en la medida en que los vínculos afectivos son más débiles -y ello es propiciado por la actitud sexual promiscua- la violencia entre cónyuges tiende a irrumpir con mayor facilidad. Ahora bien, así como la liberalidad de una relación puede considerarse causa lejana de unos supuestos maltratos, son causa próxima de los mismos la escasa formación, la celotipia, el alcoholismo y los problemas laborales. ¿Cabría incluir la celotipia entre los "factores de riesgo" causados por la revolución sexual? Sin duda, en tanto que la fidelidad y la confianza mutuas se ven afectadas por ésta. Pero no porque la mujer "vista provocativa" (eso sería una consecuencia), sino porque no entra en su mentalidad -y quizá sí en la de su pareja- el permanecer unida a una persona durante toda la vida. Recordemos tan sólo el alto número de divorcios que se da en España sin necesidad de ningún maltrato. Amor y sexo luchan entre sí en un plano ideal, pues el primero es siempre amor-para-uno, mientras que el último, en cambio, se define como sexo-para-todos. Que amor y sexo converjan en una relación supone un triunfo de la virtud, pero en grado máximo y preeminente, lo es de la cultura. En segundo lugar, lo solicitado por gays y lesbianas al margen del régimen común del matrimonio es obviamente un privilegio, una legislación "ad hoc", y como tal, pensada para regularizar su situación particular (como si los menores de edad pidieran que por decreto se les considerara mayores; cosa que, por cierto, convendría mucho a los pedófilos). No son, pues, derechos de un colectivo marginado, sino de un grupo de presión intransigente y abusivo cuyo único interés común consiste en justificar y favorecer la inversión sexual. ¿Es el matrimonio, entonces, una mera unión estable de pareja, como podemos serlo mi hermano y yo si vivimos solos en un mismo domicilio? En absoluto. El matrimonio siempre ha sido -incluso en tiempos de los romanos, cuando la concepción sacramental no existía- el vínculo constante y con ánimo de permanencia mantenido entre dos personas de distinto sexo. Quedan excluidas, consiguientemente, las relaciones incapaces de formar una unidad familiar distinta de la que proceden, como es el caso de las relaciones homosexuales, a quienes la naturaleza ha negado en términos absolutos el poder engendrar hijos, razón por la que también pretenden usurpar, de modo abominable, el derecho de adopción. En tercer lugar, me parece bien que la Iglesia haya pedido a los jueces que apliquen restrictivamente los supuestos de divorcio, favoreciendo la conciliación (eso no es prevaricar), y algo ingenuo que haya hecho otro tanto con los abogados por lo que a la tramitación respecta. Ingenuo, digo, dado el volumen de negocio que les supone.
Daniel Vicente.