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El Pensamiento Lógico de Sherlock Holmes (página 3)


Partes: 1, 2, 3

-Estoy seguro de que me perdonará. Es mi oficio -dijo al soltarla-. Casi cometo el error de suponer que escribía usted a máquina. Pero se nota con toda claridad que toca un instrumento musical. ¿Se ha fijado, Watson, en que el aplastamiento de las puntas de los dedos es común a ambas profesiones? Sin embargo, el rostro expresa una espiritualidad -al decir esto, la hizo volverse hacia la luz– que la máquina de escribir no genera. Esta señorita se dedica a la música.

-Sí, señor Holmes, soy profesora de música.

-En el campo, deduzco del color de su piel.

-Sí, señor; cerca de Farnham, en los límites de Surrey.

-Una zona preciosa, llena de recuerdos interesantes. ¿Se acuerda usted, Watson, que fue cerca de allí donde agarramos a Archie Stamford, el falsificador? Y bien, señorita Violet, ¿qué es lo que leha ocurrido cerca de Farnham, en los límites de Surrey?"[32]

"-Bien. Escribió con tal frenesí que se le rompió la mina del lápiz y, como usted ya había observado, tuvo que sacarle punta. Esto es interesante, Watson. El lápiz era de marca, de tamaño más o menos normal, con mina blanda; azul por fuera, con el nombre del fabricante en letras de plata, y la parte que queda no tendrá más que una pulgada y media de longitud. Busque ese lápiz, señor Soames, y tendrá a su hombre. Como pista adicional, le diré que posee una navaja grande y muy poco afilada.

El señor Soames quedó algo abrumado por esta avalancha de información.

-Todo lo demás lo entiendo

-dijo-, pero, la verdad, ese detalle de la longitud…

Holmes esgrimió una pequeña viruta con las letras NN y un espacio en blanco detrás.

-¿Lo ve?

-No, me temo que ni aun así…

-Watson, he sido siempre injusto con usted. Hay otros iguales. ¿Qué podrían significar estas NN? Están al final de una palabra. Como todo el mundo sabe, Johann Faber es el fabricante de lápices más conocido. ¿No resulta evidente que lo que queda del lápiz es sólo lo que viene detrás de

« Johann»? -inclinó la mesita de lado para que le diera la luz eléctrica y continuó-: Confiaba en que hubiera utilizado un papel lo bastante fino como para que quedara alguna marca en esta superficie pulida. Pero no, no veo nada. No creo que saquemos nada más de aquí. Veamos ahora la mesa del centro."[33]

"Stanley Hopkins sacó de un bolsillo un paquetito envuelto en papel. Lo desenvolvió y exhibió unos lentes con montura de oro, de los que se sujetan solamente a la nariz, con dos cabos rotos de cordón de seda negra colgando de sus extremos.

-Willoughby Smith tenía una vista excelente -prosiguió-. No cabe duda de que esto fue arrancado de la cara o el cuerpo del asesino. Sherlock Holmes tomó los lentes en la mano y los examinó con la máxima atención e interés. Se los colocó en la nariz, intentó leer a través de ellos, se acercó a la ventana y miró a la calle con ellos, los inspeccionó minuciosamente a la luz de la lámpara y, por último, riéndose por lo bajo, se sentó a la mesa y escribió unas cuantas líneas en una hoja de papel, que a continuación entregó a Stanley Hopkins.

-No puedo hacer nada mejor por usted -dijo-. Quizás resulte de alguna utilidad.

El asombrado inspector leyó la nota en voz alta. Decía lo siguiente:

«Se busca mujer educada y refinada, vestida como una señora. De nariz bastante gruesa y ojos muy juntos. Tiene la frente arrugada, expresión de miope y, probablemente, hombros caídos. Hay razones para suponer que durante los últimos meses ha acudido por lo menos dos veces a un óptico.

Puesto que sus gafas son muy potentes y los ópticos no son excesivamente numerosos, no debería resultar difícil localizarla.»

El asombro de Hopkins, que también debía verse reflejado y en mi cara, hizo sonreír a Holmes.

-Estarán de acuerdo en que mis deducciones son la sencillez misma -dijo-.

Sería difícil encontrar otro objeto que se preste mejor a las inferencias que un par de gafas, y más un par de gafas tan particular como éste. Que pertenecen a una mujer se deduce de su delicadeza y también, por supuesto, de las últimas palabras del moribundo. En cuanto a lo de que se trata de una persona refinada y bien vestida…, como ven, la montura es magnífica, de oro macizo, y no cabe suponer que una persona que lleva estos lentes se muestre desaliñada en otros aspectos. Si se los pone, comprobará que la pinza es muy ancha para su nariz, lo cual indica que la dama en cuestión tiene una nariz muy ancha en la base. Esta clase de nariz suele ser corta y vulgar, pero existen excepciones lo bastante numerosas como para impedir que me ponga dogmático e insista en este aspecto de mi descripción. Yo tengo una cara bastante estrecha, y aun así no consigo que mis ojos coincidan con el centro de los cristales ni de lejos. Por tanto, nuestra dama tiene los ojos muy juntos, pegados a la nariz. Fíjese, Watson, en que los cristales son cóncavos y de potencia poco corriente. Una mujer que haya padecido toda su vida tan graves limitaciones visuales presentará, sin duda, ciertas características físicas derivadas de su mala vista, como son la frente arrugada, los párpados contraídos y los hombros cargados.

-Sí -dije yo-. Ya sigo su razonamiento. Sin embargo, confieso que no entiendo de dónde saca lo de las dos visitas al óptico.

Holmes levantó las gafas en la mano.

-Fíjese -dijo- en que las pinzas están forradas con tirillas de corcho para suavizar el roce contra la nariz. Una de ellas está descolorida y algo gastada, pero la otra está nueva. Es evidente que una tira se desprendió y hubo de poner otra nueva. Yo diría que la más vieja de las dos no lleva puesta más que unos pocos meses. Son exactamente iguales, por lo que deduzco que la señora acudió al mismo establecimiento a que le pusieran la segunda.

-¡Por San Jorge, es maravilloso! -exclamó Hopkins, extasiado de admiración-."[34]

"-Hopkins ha recurrido a mí en siete ocasiones, y en todas ellas su llamada estaba justificada -dijo Holmes- Creo que todos esos casos han pasado a formar parte de su colección, y debo reconocer, Watson, que posee un cierto sentido de la selección que compensa muchas cosas que me parecen deplorables en sus relatos. Su nefasta costumbre de mirarlo todo desde el punto de vista narrativo, en lugar de considerarlo como un ejercicio científico, ha echado a perder lo que podría haber sido una instructiva, e incluso clásica, serie de demostraciones. Pasa usted por encima de los aspectos más sutiles y refinados del trabajo, para recrearse en detalles sensacionalistas, que pueden emocionar, pero jamás instruir al lector.

-¿Por qué no los escribe usted mismo? -dije, algo picado.

-Lo haré, querido Watson, lo haré. Por el momento, como sabe, estoy demasiado ocupado, pero me propongo dedicar mis años de decadencia a la composición de un libro de texto que compendie en un solo volumen todo el arte de la investigación. La que tenemos ahora entre manos parece ser un caso se asesinato.

-Entonces, ¿cree usted que este sir Eustace está muerto?

-Yo diría que sí. La letra de Hopkins indica que se encuentra muy alterado, y no es precisamente un hombre emotivo. Sí, me da la impresión de que ha habido violencia y que no han levantado el cadáver, en espera de que lleguemos a examinarlo. No me llamaría por un simple suicidio. En cuanto a eso de dejar libre a la señora…, parece como si se hubiera quedado encerrada en una habitación durante la tragedia. Vamos a entrar en las altas esferas, Watson: papel crujiente, monograma «E.B.», escudo de armas, casa con nombre pintoresco… Creo que el amigo Hopkins estará a la altura de su reputación y nos proporcionará una interesante mañana. El crimen se cometió anoche, antes de las doce.

-¿Cómo puede saber eso?

-Echando un vistazo al horario de trenes y calculando el tiempo. Primero hubo que llamar a la policía local, ésta se puso en comunicación con Scotland Yard, Hopkins tuvo que llegar hasta allí, y luego me hizo llamar a mí. Todo eso ocupa buena parte de la noche. Bien, ya llegamos a la estación de Chislehurst, y pronto saldremos de dudas."[35]

"-Tenga la amabilidad de sentarse mister Scout Eccles -le dijo Holmes en tono tranquilizador.

Antes que nada, ¿puedo preguntarle cómo es que se ha dirigido a mí?

-Pues verá usted señor: el asunto no parecía como para llevarlo a la policía; pero, cuando usted se entere de los hechos, reconocerá que yo no podía dejar las cosas como estaban. Yo no abrigo la menor simpatía hacia los detectives particulares, considerados como una clase, pero como había oído

hablar de usted…

-Perfectamente. Y ahora, en segundo lugar, le pregunto: ¿por qué no vino inmediatamente?

-¿Qué quiere usted decir con esas palabras?

Holmes miró su reloj.

-Son las dos y cuarto -dijo -. Su telegrama fue puesto a eso de la una. Pero basta mirar sus ropas y su cabeza para darse cuenta de que sus dificultades arrancaron el instante en que usted se despertó esta mañana. Nuestro cliente alisó sus cabellos revueltos y se palpó la barbilla sin afeitar.

-Tiene razón, míster Holmes. Ni por un momento pensé en arreglarme. Lo que yo quería era salir a cualquier precio de esa casa. Pero antes de venir a usted he andado de un lado para otro haciendo averiguaciones, Fui a la agencia de alquileres y me contestaron que el señor García tenía pagados los de la casa hasta el día, y que todo estaba en orden en el pabellón Wisteria.

-Ea, ea, señor -exclamó Holmes, echándose a reír -. Se parece usted a mi amigo Watson, que acostumbra contar sus historias mal y en orden invertido. Por favor, ponga orden en sus pensamientos y expóngase en su debida secuencia los sucesos que le han impulsado a salir de casa sin peinarse ni arreglarse, con botas de paño y los botones del chaleco abrochados en ojales equivocados, para buscar consejo y ayuda.

Nuestro cliente bajó los ojos para contemplar con expresión lastimosa su extraordinaria apariencia exterior.

-Mister Holmes, estoy seguro de que produzco una impresión detestable, y no creo que en toda mi vida me haya ocurrido hasta ahora cosa semejante. Voy a contarle el rarísimo suceso y no me cabe la menor duda de que, cuando haya terminado, reconocerá usted que ha habido motivo suficiente para disculparme.

……

"-Bien detalladamente ha debido usted de registrar la casa para encontrar una bola de papel.

-Así es, mister Holmes. Es mi costumbre. ¿Quiere, mister Gregson, que la leamos?

El detective londinense asintió con la cabeza.

La carta está escrita en papel corriente color crema y no tiene filigranas. Es de tamaño cuartilla y le han dado dos cortes con unas tijeritas. Le han hecho luego tres dobleces y la han lacrado con lacre rojo, extendido apresuradamente y aplastado con algún objeto plano y ovalado. Está dirigida al señor García, pabellón Wisteria, y dice así: «Nuestros colores son verde y blanco. Verde, abierto; blanco, cerrado. Escalera principal, primer pasillo, séptima a la derecha, bayeta verde. Buen viaje. D» Es letra de mujer, escrita con pluma de punta fina, pero el sobre escrito lo ha sido con otra pluma, o por otra persona. Como ven ustedes, la letra es más gruesa y de rasgos más enérgicos.

-Es una carta muy notable -dijo Holmes, mirándola de arriba abajo -. Le felicito, mister Baynes, por el cuidado del detalle que ha demostrado en el análisis que ha hecho de ella. Podrían quizás añadirse algunos otros detalles insignificantes. El sello ovalado es, sin diputa, de un gemelo de puño ¿qué otra cosa tiene esa forma? Las tijeritas son las de uñas. A pesar de los pequeños que son los cortes, se observa claramente en ambos la misma ligera curva.

El detective campesino gorgoriteo por lo bajo y dijo:

-Creí que había oprimido totalmente el jugo, pero veo que aún quedaba un poco más. No tengo más remedio que decir que lo único que yo saco de la carta es que se traían algún asunto entre manos y que, como es corriente, en el fondo de todo anda una mujer."[36]

"Viendo que Holmes estaba demasiado abstraído para conversar, yo había echado a un lado el insulso periódico y, reclinándome en el sillón, me sumí en profundas meditaciones. De pronto la voz de mi acompañante interrumpió el curso de mis pensamientos:

-Lleva usted razón, Watson. Parece una forma absurda de dirimir una disputa.

-¡De lo más absurda!- exclamé, y de pronto, comprendiendo que Holmes se había hecho eco del pensamiento más íntimo de mi alma, me incorporé del sillón y le miré perplejo.

-¿Cómo es eso, Holmes? -grité-. Supera todo cuanto pudiera haber imaginado.

Él se rió de buena gana al observar mi perplejidad.

-Recuerde usted -me dijo- que hace algún tiempo, cuando le leí el pasaje de uno de los relatos de Poe en el que un minucioso razonador sigue los pensamientos no expresados de su compañero, usted se sintió inclinado a tratar el asunto como un mero tour de forcé del autor. Al advertirle que yo solía hacer eso constantemente, usted se mostró incrédulo.

-¡Oh, no!

-Tal vez no llegara a expresarlo en palabras, mi querido Watson, pero lo hizo sin duda con las cejas. De modo que cuando le vi tirar el periódico al suelo y ponerse a pensar, me alegré mucho de tener la oportunidad de leerle el pensamiento, y finalmente de poder interrumpirlo, demostrando así mi compenetración con usted.

Aquello no me convenció del todo.

-En el ejemplo que usted me leyó -le dije- el razonador extrajo sus conclusiones basándose en la actuación del hombre al que observaba. Si mal no recuerdo, aquel hombre tropezó con un montón de piedras, miró hacia arriba a las estrellas, etcétera. Yo, en cambio, he estado sentado en mi sillón tranquilamente, por tanto ¿qué pistas he podido darle?

-Es usted injusto consigo mismo. Las facciones le han sido dadas al hombre para poder expresar sus emociones, y las suyas cumplen ese cometido fielmente.

-¿Quiere usted decir que leyó en mis facciones el curso de mis pensamientos?

-En sus facciones y sobre todo en sus ojos. ¿Es posible que no pueda usted recordar cómo comenzaron sus ensueños?

-No, no puedo.

-Entonces se lo diré yo. Después de tirar al suelo el periódico, acto que atrajo mi atención hacia usted, estuvo sentado durante medio minuto con ex

presión ausente. Luego sus ojos se clavaron en el retrato, recientemente enmarcado, del general Gordon y por la alteración de su rostro comprendí que había vuelto a sumirse en sus pensamientos. Más eso no le condujo muy lejos. Sus ojos contemplaron fugazmente el retrato sin marco de Henry Ward Beecher, que estaba encima de sus libros. Entonces miró usted hacia arriba a la pared, y era obvio desde luego lo que eso significaba. Usted pensaba que si el retrato estuviera enmarcado cubriría exactamente ese espacio desnudo de pared, y haría juego con el retrato de Gordon que allí estaba.

-¡Me ha comprendido usted a las mil maravillas!- exclamé yo.

-Hasta ahí era poco probable que me perdiera. Pero ahora sus pensamientos volvieron a Beecher, y usted le miró con severidad como si estudiara el semblante del personaje. Entonces dejó usted de entornar los ojos, aunque sin dejar de mirar, y su rostro se quedó pensativo. Estaba usted recordando los incidentes que jalonaron la carrera de Beecher. Me daba perfecta cuenta de que usted no podía hacer eso sin pensar en la misión que emprendió durante la Guerra Civil en favor del Norte, pues recuerdo que expresó su ferviente indignación por la manera en que fue recibido por los más turbulentos compatriotas nuestros. Lo sintió usted tanto que yo sabía que le sería imposible pensar en Beecher sin acordarse también de eso. Cuando, poco después, vi que sus ojos se apartaron del retrato, sospeché que ahora volvía usted a pensaren la Guerra Civil y, cuando observé que apretaba usted los labios, que sus ojos echaban chispas, y que apretaba los puños, tuve la seguridad de que, en efecto, estaba usted pensando en el heroísmo demostrado por ambos bandos en aquella batalla sin cuartel. Pero entonces, de nuevo su rostro se puso más triste y dio usted muestras de desaprobación. Hizo usted hincapié en la tristeza, el horror y la inútil pérdida de vidas humanas. Acercó usted la mano sigilosamente a su vieja herida y una sonrisa tembló en sus labios, lo cual me indicó que el aspecto ridículo de este método de dirimir las cuestiones internacionales había afectado a su mente. En ese mismo instante estuve de acuerdo con usted en que aquello era absurdo y me alegró comprobar que todas mis deducciones habían sido correctas.

-¡Sin lugar a dudas! -dije yo-. Y ahora que me lo ha explicado usted, confieso seguir tan asombrado como antes.

-Fue un trabajo muy superficial, mi querido Watson,se lo aseguro. No me habría inmiscuido si usted no hubiese mostrado cierta incredulidad el otro día. Pero tengo ahora entre manos un pequeño problema que puede resultar más difícil de resolver que este insignificante intento mío de leer el pensamiento. ¿No ha visto usted en el periódico un breve suelto que alude al extraordinario contenido de un paquete enviado por correo a la señorita Cushing, de Cross Street, en Croydon?" [37]

"La patrona sacó un envoltorio de su bolso; de él, sacudió dos fósforos quemados y una colilla de cigarrillo, y los hizo caer en la mesa.

– Estaban en su bandeja esta mañana. Los traje porque había oído que usted sabe leer grandes cosas en cosas pequeñas.

– Aquí no hay nada -dijo-. Los fósforos, desde luego, se han usado para encender cigarrillos. Eso se ve en lo corto del lado quemado. Encendiendo una pipa o un cigarro se consume la mitad. Pero ¡caramba!, esta colilla es verdaderamente notable. ¿Dice usted que el caballero tenía barba y bigote?

– Sí, señor.

– No lo entiendo. Yo diría que sólo un hombre afeitado del todo podía haber fumado esto. Bueno, Watson, incluso su modesto bigote habría sufrido quemaduras.

– ¿Una boquilla? -sugerí.

– No, no; el extremo está aplastado. Supongo que no podría haber dos personas en sus habitaciones, señora Warren.

– No, señor. Come tan poco, que muchas veces me extraña que pueda conservar la vida de una sola persona.

– Bueno, creo que debemos esperar a tener un poco más de material. Después de todo, usted no tiene de que quejarse. Ha recibido su renta, y no es un huésped molesto, aunque ciertamente es raro. Paga bien, y si decide vivir oculto, no es asunto que le incumba directamente a usted. No tenemos excusa para invadir su vida privada mientras no tengamos razones para pensar que hay un motivo culpable. Yo acepto el asunto y no lo perderé de vista. Infórmeme si ocurre algo nuevo, y confíe en mi asistencia si hace falta.

»Ciertamente hay algunos puntos de interés en este caso, Watson -observó, cuando se marchó la patrona-. Claro que quizá sea trivial, una excentricidad individual; o quizá sea mucho más profundo de lo que parece a primera vista. Lo primero que se le ocurre a uno es la posibilidad obvia de que la persona que está ahora en las habitaciones sea diferente de la que las tomó.

– ¿Por qué piensa eso?

– Bueno, aparte de esta colilla, ¿no resulta curioso que la única vez que salió el huésped fuera inmediatamente después de tomar las habitaciones? Volvió -o alguien volvió- cuando todos los testigos estaban alejados. No tenemos pruebas de que la persona que volvió fuera la que salió. Luego, además, el hombre que tomó las habitaciones hablaba bien el inglés. Este otro, en cambio, escribe «fósforo» cuando debía ser «fósforos». Puedo imaginar que sacó la palabra de un diccionario, que da el sustantivo, pero no el plural, el estilo lacónico puede ser para ocultar la falta de conocimiento del inglés. Sí, Watson, hay buenas razones para sospechar que ha habido una sustitución de huéspedes."[38]

"-¿Pero por qué turcos precisamente? -preguntó Mr. Sherlock Holmes, clavando su mirada en mis botines. Yo estaba reclinado en una silla de respaldo de rejilla, y mis pies, que sobresalían, habían atraído su atención siempre activa.

-Ingleses -respondí, algo sorprendido-. Me los compré en Latimer"s, en la calle Oxford.

Holmes sonrió con expresión de paciencia tolerante.

-¡Los baños! -dijo-; ¡los baños! ¿Por qué los turcos relajantes y caros, en vez del estimulante artículo casero?

-Porque estos últimos días me he sentido reumático y viejo. El baño turco es lo que en Medicina llamamos alterante, un nuevo punto de partida, un purificador del sistema. >>Por cierto, Holmes -añadí-, no me cabe duda de que la relación entre mis botas y los baños turcos resulta perfectamente evidente para un cerebro lógico; no obstante, le agradecería mucho que me la explicase.

-El hilo de razonamiento no es muy oscuro, Watson -dijo Holmes, con un guiño malicioso-. Pertenece a la misma clase elemental de deducción que ilustraría si le preguntase con quien compartió el coche en su paseo de esta mañana.

-No admito que un nuevo ejemplo pueda servir de explicación -dije, con tono áspero.

-¡Bravo, Watson! Una reconvención digna y lógica. Veamos, ¿cuales eran los puntos? Empecemos por el último: el coche. Observará que tiene usted unas salpicaduras en la manga izquierda y la hombrera de su gabán. Si hubiera ido sentado en el centro de un cabriolé, probablemente no llevaría esas salpicaduras, y en el caso de que las llevase, serían sin duda simétricas. Así que está claro que ha ido sentado en uno de los lados, razón por la que queda igualmente claro que iba acompañado. -Eso es evidente.

-Absurdamente común, ¿verdad?

-¿Pero y los botines y el baño?

-Igual de pueril. Tiene usted la costumbre de abrocharse los botines de una forma determinada. En esta ocasión veo que los tiene atados con un elaborado doble lazo, que no es su método habitual de hacerlo. Por lo tanto, se los ha quitado. ¿Quién se los ha anudado? Un zapatero, o el mozo del salón de baños. Es poco probable que haya sido el zapatero, ya que sus botines están nuevos. ¿Qué queda? Los baños. ¡Que bobada! ¿Verdad? Pero en cualquier caso, el baño turco ha cumplido una finalidad." [39]

"-Por favor, siéntese -dijo Sherlock Holmes-. Deberíamos, me imagino, tener un buen trato para discutir -tomó sus hojas de papel plegado-. Usted es, por supuesto, el Sr. John Garrideb mencionado en este documento. ¿Pero seguramente habrá estado en Inglaterra algún tiempo?

-¿Por qué dice eso, Sr. Holmes? -me pareció leer una sospecha repentina en esos expresivos ojos.

-Su completa vestimenta es inglesa. El Sr. Garrideb forzó una sonrisa.

-He leído sobre sus trucos, Sr. Holmes, pero nunca pensé que sería sujeto de ellos. ¿Dónde lee eso?

-Los hombros cortados de su traje, los dedos del pie de sus botas… ¿Podría alguien dudarlo?

-Bien, bien, no tenía idea de que era tan obvio un británico. Pero los negocios me trajeron aquí hace ya bastante tiempo, y entonces, como usted dice, mi vestimenta es aproximada a la de todo Londres. Sin embargo, me imagino que su tiempo es de valor, y no nos hemos encontrado para hablar acerca del corte de mis calcetines.

………………

-Me estaba preguntando, Watson, qué cosa sobre la tierra puede ser el objeto de este hombre para decirnos tal maraña de mentiras. Estuve cerca de preguntarle… porque hubo varias veces cuando un bruto ataque frontal es la mejor acción… pero juzgué que sería mejor dejarle pensar que nos ha engañado. Aquí hay un hombre con un traje inglés raído en los codos y pantalones abultados en la rodilla con una vestimenta añeja, y aún por este documento y por su propia cuenta él es un americano provinciano que posteriormente desembarcó en Londres. No hubo ningún aviso en las columnas del diario. Usted sabe que no me pierdo nada en esa sección. Son mi abrigo favorito para ofrecer un ave, y nunca he pasado por alto un faisán como ese. Nunca conocí un Dr. Lysander Starr, de Topeka. Lo toqué donde sabía que era falso. Creo que este compañero es realmente un americano, pero ha consumido su refinado acento con años en Londres. ¿Cuál es su juego, entonces, y que motivo yace detrás de esta absurda búsqueda por

Garridebs? Vale la pena nuestra atención, porque, exceptuando que elhombre es un bribón, es también ciertamente uno complejo e ingenioso. Debemos encontrar si nuestro otro corresponsal también es un fraude. Sólo llámelo, Watson."[40]

"Yo tengo por costumbre sentarme de espaldas a la ventana y hacer sentar a mis visitas en la silla de enfrente, de modo que les de la luz en la cara. Mister James M. Dodd mostró no saber cómo empezar la conversación. No intenté acudir en ayuda suya, porque su silencio me dejaba más tiempo para observarlo a él. He comprobado que resulta hábil despertar en los clientes una sensación de poder, y por eso le hice ver algunas de las conclusiones a que yo había llegado.

-Veo, señor, que viene usted de Sudáfrica.

-Así es, mister Holmes; usted es brujo.

-Del Cuerpo de Voluntarios de Caballería Imperial, si no me equivoco. Del regimiento de Middlesex, sin duda alguna.

-Así es, mister Holmes; usted es brujo.

Me sonreí al escuchar la expresión de su asombro.

-Cuando un caballero de apariencia varonil entra en mi habitación, con el rostro de un matiz que el sol de Inglaterra no podrá darle jamás, y a eso se agrega el detalle de que lleva el pañuelo dentro de la manga, en lugar de llevarlo en el bolsillo, no resulta difícil de establecer su profesión. Lleva usted la barba corta, y ese detalle da a entender que no pertenece usted al ejército profesional. Tiene todo el aspecto de un jinete. En cuanto a situarlo en el Cuerpo de Middlesex, ya su tarjeta me ha hecho saber que es usted corredor de bolsa en la calle Thorgmorton. ¿A qué otro regimiento podía usted agregarse?

-Lo ve usted todo.

-No veo más de lo que ven todos, pero me he adiestrado en fijarme en lo que veo. Bueno, mister Dodd, usted no ha venido esta mañana a visitarme con objeto de hablar acerca de la ciencia de la observación, ¿verdad? ¿Qué es lo que le ocurre en Tuxbury Old Park?

-¡Mister Holmes … !

-No hay en ello misterio alguno, querido señor. Su carta estaba fechada en ese lugar, y como usted solicitaba esta entrevista en términos ¡muy apremiantes, resulta claro que había ocurrido algo importante de una manera repentina.

-Así es, en efecto. Pero yo escribí la carta por la tarde, y de entonces acá han ocurrido muchas cosas. Si el coronel Emsworth no me hubiese echado de allí a puntapiés…"[41]

"Hacia finales del mes de julio de 1907 hubo una fuerte borrasca huracanada que agitó el Canal, lanzando su alto oleaje contra la base de los acantilados y dejando en la playa una laguna al retirarse la marca. En la mañana de que estoy hablando, el viento había amainado, y toda la naturaleza aparecía como recién lavada y fresca. Era imposible entregarse al trabajo con día tan delicioso, y yo salí paseando para disfrutar de aquella atmósfera exquisita. Avancé por el sendero del acantilado que desemboca en la playa después de una pendiente pronunciada. De pronto oí un grito a mis espaldas, y vi a Harold Stackhurst que me saludaba alegremente con la mano.

-¡Qué mañana, mister Holmes! Tuve la idea de ir a buscarle para que saliese a dar un paseo.

-Veo que va usted a darse un chapuzón.

-Ya vuelve usted a sus antiguas mañas -me contestó, dándose palmadas en su abultado bolsillo-. Sí, mister MacPherson salió temprano y espero encontrarle allí."[42]

Conclusión

Hemos arribado al final de este trabajo de investigación, trabajo que fue un deleite, ya que ser guiado de la mano por el doctor John H. Watson, es tener como cicerone, a la persona que mejor conoció al mundialmente famoso detective Sherlock Holmes. De los caso del señor Holmes, fuimos pergeñando el pensamiento lógico, y los mismos retazos, estucamos las paredes de razonamiento, para presentar en la mente un esbozo de taracea, que nos permita tener, como en los mosaicos bizantinos, una idea policromada de la Ciencia de Deducción.

Cuando Aristóteles inventó la Lógica, de lo cual nos dejó constancia en sus Analíticos, nunca iba a imaginar, y sí que fue fecunda su imaginación, que un ser imaginario iba a embellecer el Organon, que tan qué tan árido y pesado se tornó a la sombra de muros de los conventos y monasterio en la Edad Media. Y es que en el silogismo aristotélico, donde después de dos afirmaciones, las cuales pueden ser negativas, se extrae de esas premisas una conclusión; es sacando conclusiones, haciendo deducciones, que nuestro amigo Holmes, es un verdadero maestro. Como hemos visto, por la efectividad de sus deducciones, sus conclusiones se asentaban sobre bases sólidas, ya que sus premisas se encontraban ligada a los hechos estudiados.

A manera de ejemplo, finalizamos con dos consejos dejados por el maestro de los detectives, para que de ahora en adelante, ante cualquier situación que se nos presente en la vida, no solamente sepamos cómo debemos pensar, que es el trabajo de la Lógica, sino que también hemos de ver que debemos pensar, como nos enseña la Psicología. He aquí los que nos dice Holmes:

"-A partir de una gota de agua -decía el autor-, cabría al lógico establecer la posible existencia de un océano Atlántico o unas cataratas del Niágara, aunque ni de lo uno ni de lo otro hubiese tenido jamás la más mínima noticia. La vida toda es una gran cadena cuya naturaleza se manifiesta a la sola vista de un eslabón aislado. A semejanza de otros oficios, la Ciencia de la Deducción y el Análisis exige en su ejecutante un estudio prolongado y paciente, no habiendo vida humana tan larga que en el curso de ella quepa a nadie alcanzar la perfección máxima de que el arte deductivo es susceptible. Antes de poner sobre el tapete los aspectos morales y psicológicos de más bulto que esta materia suscita, descenderé a resolver algunos problemas elementales. Por ejemplo, cómo apenas divisada una persona cualquiera, resulta hacedero inferir su historia completa, así como su oficio o profesión. Parece un ejercicio pueril, y sin embargo afina la capacidad de observación, descubriendo los puntos más importantes y el modo como encontrarles respuesta. Las uñas de un individuo, las mangas de su chaqueta, sus botas, la rodillera de los pantalones, la callosidad de los dedos pulgar e índice, la expresión facial, los puños de su camisa, todos estos detalles, en fin, son prendas personales por donde claramente se revela la profesión del hombre observado. Que semejantes elementos, puestos en junto, no iluminen al inquisidor competente sobre el caso más difícil, resulta, sin más, inconcebible."[43]

"-Ya le he explicado otras veces que en esta clase de casos lo extraordinario constituye antes que un estorbo, una fuente de indicios. La clave reside en razonar a la inversa, cosa, sea dicho de paso, tan útil como sencilla, y poquísimo practicada. Los asuntos diarios nos recomiendan proceder de atrás adelante, de donde se echa en olvido la posibilidad contraria. Por cada cincuenta individuos adiestrados en el pensamiento sintético, no encontrará usted arriba de uno con talento analítico." [44]

Las últimas palabras que se leen en Estudio en Escarlata, es cuando Watson le cita a Holmes esta frase de Horacio Flaco:

"Pierda cuidado -repuse-. He registrado todos los hechos en mi diario, y el público tendrá constancia de ellos. Entre tanto, habrá usted de conformarse con la constancia del éxito, al igual que aquel avaro romano:

"Populus me sibilat, at mihi plaudo.

Ipse domi simul ac nummos contemplar in arca."[45]

Pero yo no puedo decir lo mismo, aunque sí puedo citar al mismo Horacio a mí favor y aseverar:

Omne tulit punctum, qui miscuit utile dulci[46]

 

 

Autor:

Humberto R. Méndez B.

Santiago, República Dominicana

2014

[1] Esto lo dice Watson, porque un poca más arriba, Holmes había dicho refiriéndose a François le Villard, quien está al frente del servicio francés de Investigación Criminal: “—El valora en exceso mi ayuda —dijo Sherlock Holmes con despreocupación—. Es un hombre de capacidad notable. Posee dos de las tres cualidades necesarias al detective ideal: la facultad de observar y la facultad de deducir. Falla en cuanto a conocimientos, pero eso quizá le venga con el tiempo. En la actualidad, está traduciendo al francés mis pequeñas obras.”

[2] El signo de los cuatro, La ciencia de la deducción.

[3] Estudio en Escarlata, Míster Sherlock Holmes.

[4] Estudio en Escarlata, La ciencia de la Deducción.

[5] Estudio en Escarlata, El Misterio de Lauriston Garden.

[6] Estudio en Escarlata, El informe de John Rance.

[7] Bastón de paseo de cabeza abultada que se fabrica con el tallo de Licuala Acutifida, una palma de Asia oriental.

[8] Member of the Royal College of Surgeons (Miembro del Real Colegio de Cirujanos). Holmes me daba la espalda, y yo no le había dicho en qué me ocupaba.

[9] La deducción de Watson se explica porque la inicial H sirve en inglés tanto para la palabra hunt, una de cuyas acepciones es «asociación de cazadores», como para «hospital».

[10] El Sabueso de Baskeville, Capítulo primero: El Señor Sherlock Holmes.

[11] El Valle del Terror, Capítulo uno: La Advertencia.

[12] Las Aventuras de Sherlock Holmes, Un escándalo en Bohemia.

[13] Las Aventuras de Sherlock Holmes, La liga de los pelirrojos.

[14] Las Aventuras de Sherlock Holmes, Un caso de identidad.

[15] Las Aventuras de Sherlock Holmes, El misterio del valle Boscombe.

[16] Las Aventuras de Sherlock Holmes, Las cinco semillas de naranja.

[17] Las Aventuras de Sherlock Holmes, El carbunclo azul.

[18] Las Aventuras de Sherlock Holmes, La banda de lunares.

[19] Las Aventuras de Sherlock Holmes, El aristócrata solterón.

[20] Las Aventuras de Sherlock Holmes, La corona de berilos.

[21] Las Aventuras de Sherlock Holmes, El misterio de Copper Beechers

[22] Como en una milla hay 1760 yardas, Holmes notó que en un minuto recorrían 1, 569.333 yardas, o como es su calculo, 22.42 postes por minutos.

[23] Las Memorias de Sherlock Holmes, Estrella de Plata.

[24] Las Memorias de Sherlock Holmes, El rostro amarillo.

[25] Las Memorias de Sherlock Holmes, El oficinista del corredor de bolsa.

[26] Las Memorias de Sherlock Holmes, La Gloria Scott

[27] Las Memorias de Sherlock Holmes, El jorobado.

[28] Las Memorias de Sherlock Holmes, El paciente interno.

[29] Las Memorias de Sherlock Holmes , El interprete griego.

[30] El Retorno de Sherlock Holmes, El constructor de Norwood.

[31] El Retorno de Sherlock Holmes, Los bailarines.

[32] El Retorno de Sherlock Holmes, El ciclista solitario.

[33] El Retorno de Sherlock Holmes, Los tres estudiantes

[34] El Retorno de Sherlock Holmes, Las gafas de oro.

[35] El Retorno de Sherlock Holmes, La granja Abbey.

[36] Su último saludo, El pabellón Wisteria.

[37] Su último saludo, La caja de cartón.

[38] Su último saludo, El Círculo Rojo.

[39] Su último saludo, La desaparición de Lady Frances-Carfax.

[40] El archivo de Sherlock Holmes, Los tres Garrideb.

[41] El archivo de Sherlock Holmes, El soldado de la piel decolorada.

[42] El archivo de Sherlock Holmes, La melea del león.

[43] Estudio en Escarlata, capítulo 2: La Ciencia de la deducción.

[44] Estudio en Escarlata, capítulo 7 de a segunda parte: Conclusión.

[45] La gente me silba, pero yo me aplaudo a mí mismo en mi casa cuando contemplo el dinero en mi arca.

[46] Ha obtenido un consenso unánime quien ha integrado lo dulce y lo útil.

Partes: 1, 2, 3
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