Se acercaba nuevamente el día, que marcaba el comienzo de otra cosecha, y Don Emiliano, que junto con su familia se encontraba sentado a la mesa desayunando; dirige la mirada hacia el sitio en donde está sentada Doña Carmen, y le dice calmadamente _¡Mira Calmen!, prepárate paque te vayas mañana pedile los riale ja Güilian, polque vamo jen pezá más tempranu esti año_ _Ta bien _ Le responde Doña Carmen, a la vez que le pregunta, con duda _¿Y le vamo ja pedí cuántu esti año? Polqui acuéldate que las cosas jestán más cara; el papelón dia do centavo lo pusiero na locha , el saco di hoja pen volví hallaquita , ta do centavo ¡Y los granos ni se diga! ¡Ningún kilu e na vale menos di un centavo!, tambié nay que comprá canastos nuevos pa cosechá! ¡Y pari usté de contá! _ _ ¡Bueno!_ Le responde Don Emiliano, asintiendo con la cabeza _¡Pídele docientos pesos ma ji arreglao!… _ Y así, en la madrugada del día siguiente, salió Doña Carmen para La Guairía, acompañada de su hija Carmela ¡No sin antes!, haber dado toda clase de instrucciones en la casa ¡Sobre todo a Ernestina!. Y después de trece fatigantes horas a caballo, que era lo que duraba el viaje a través de la montaña ; y ya cuando la tarde, se entregaba tranquilamente en los brazos de la noche; llegaron a la casa de Mister Wílly, una mansión que despedía olor a riquezas, grande y bonita, ubicada en la calle principal del pueblo de La Guairía. Después de haber llamado a la puerta , ésta se abre y aparece un moreno alto, bien parecido, muy bien vestido, como de cuarenta y cinco años, quien después de haberles respondido las buenas tardes, les pregunta, con un gesto que denotaba extrañeza ¿Qué desean las damas? Respondiéndole Doña Carmen, extrañada también, ya que esperaba que quien le abriera la puerta, fuese otra persona _¡Nosotras queremo jablá con Mistel Güily!, pol favol_ Preguntándole el mayordomo, mientras mostraba una leve sonrisa _¿A quien anuncio?_ _Dígali a Mistel Gü ily_ Le responde Doña Carmen, muy seria _Que venimo je palte Miliá Noltí_ Aquiles, quien también hacía de secretario de Mister Wílly; muy amablemente las hace pasar y les dice, con cortesía _Tomen asiento por favor y esperen un momento_ Como a los cinco minutos ven aparecer por una puerta, al otro lado de la sala; a un hombre joven, alto, catire, muy bien parecido, elegantemente vestido y como de unos treinta y cinco años; que se les acercó extendiéndoles la mano, a la misma vez que les dice, sonriente y con un fuerte acento alemán ¡Buenas tardes! ¿Cómo están ustedes? ¿En qué puedo servirlas? _ A lo que le responde Doña Carmen, muy desconcertada _ Buenas talde joven, usté me va peldoná, pero yo quieru hablés con su papa ¡Polque mi magino qui usté je liju e Mistel Güilly! ¡ Y bien crecío ques ta! _ _ ¡Frau Carmen! _ Responde el joven Williams, haciendo un pequeño gesto de asombro; y después de mirar a su secretario, haciéndole una mueca interrogante, a la cual éste responde de igual forma; continúa diciendo, muy calmadamente _Permítame sacarla de su ignorancia ¡Y espero no incomodarla con esto que le voy a decir!, y es que mi padre murió hace casi un mes _ Doña Carmen, asombrada y con un rictus de dolor reflejado en el rostro, le pregunta al joven _¡No pue se! ¡Cómu e jeso posible? ¡Que nosotro no no jayamo jenterao de sa desgracia! ¡Despué je tanto saño je relacione ji amistá! ¡Con razón no jestraño que nu hemos vistu al señol Feli _ _ Yo tengo gran parte de la culpa_ Responde Mister Wílly, muy apenado_ De ustedes no me acordé ¡Y de las demás personas menos! , ya que como no me pasaba demasiado tiempo en este país , no conozco todas las relaciones de mi padre ni sus amistades y negocios, de los cuales me he ido duchando poco a poco en los últimos días ¡Y como su muerte fue de repente!, son muchas las personas que están en la misma situación de ignorancia , en que ustedes se encotraban hasta ahora_ _ ¡Aay Dios mío!_ Dice Doña Carmen de forma quejumbrosa, a la vez que pasaban por su mente las muchas dificultades que se les podían presentar, a raíz de esta nueva situación _ Mi sentío pésame, y lu acompañu en su sentimientos _ _Muchas Gracias _ Le responde Mister Wílly . Doña Carmen, que se había quedado pensantiva por un momento; se dirige de nuevo a él y le dice _¡Bueno joven! , a pesal de to, no podemos dejá di hacé lo que vinimo jacé . E lasunto que nos trajo pacá, es que llegú el momentu empezá cosechó tra ve jel café, y pes tos día, su papa nos prestaba los riale qui hacen falta pa paga la contrate pione jestra, pa lalquilel de mulas, pa compré labasto ¡Y tu esos gastos que se presentan cuando se va cosechá _ _¡Y bueno!_ Pregunta Mister Wílly, muy serio _¿Cómo era el negocio entre ustedes? _ A lo que le responde Doña Carmen con una actitud sumisa , mientras que con sus manos en el regazo; entrechocaba sus dedos nerviosamente _Bueno, tu empezó cuando no jintalamo je nesas tierra con la yude su papa , y e lempezú a prestale los riale pa lo que le dije; cuando no venía buscalo Jemiliano, el mismo Mistel Güily, calculandu el día en que si ben pezá a cosechá, ibi se lo llevaba ¡Fíjese qui algunas vece se encontraro ne nel camino!, y se regresaron pal gunu e lo dos lao . Con lo saño jempezamo ja vení una de mi cija ji yo; pol culpe los compromisos de llo ¡Y asina sio hasta hora! _ A lo que vuelve a preguntar el joven, con inquietud, ya que eso no era lo que él quería saber en realidad _¿Y cómo era el acuerdo, el trato entre ellos? ¿Había una escritura , un recibo , un pagaré o algo así!_ _¡No!_ Le responde la Doña, algo extrañada y sorprendida. Y con un dejo de preocupación en el rostro, continúa diciendo _ ¡Naa deso!, ya quen tre llo jabiu na gra namistí mucha confianza ¡Y su palabra pa ello jerun documento!,, simplemente su papa men tregaba los riales ji después mi marío venía pa ca pal pueltu y vendíel café, y despué venía pa qui le pagaba Mistel Güily _ _ Mister Wílly , después de meditar por algún rato con el ceño funcido, se levanta de su asiento, y colocándose por detrás del mismo, apoyando sus manos en el espaldar; dirige la mirada hacia donde está sentada Doña Carmen, y viéndola fijamente a los ojos, le dice de manera firme ¡Mire frau Carmen!, como usted comprenderá y se habrá dado cuenta, las cosas han cambiado, la situación ya no es la misma, ya que mi padre tenía una forma de hacer las cosas y de llevar sus negocios, y yo tengo otra muy distinta ¡Muy distinta! _ Recalca Mister Wílly con seguridad, y continúa diciendo _Yo quiero que todos mis asuntos, así como mis bienes, estén legalmente registrados, y por eso no puedo hacerles el prestamo bajo esos términos ¡A menos claro!, que se plieguen a las nuevas condiciones _ A lo que le pregunta Doña Carmen , algo temerosa y con el mismo nerviosismo evidencíado en sus manos ¿Y cuále sería nesas nuevas condiciones?_ _¡Gut! _ Le responde Mister Wílly, con serenidad _Primero que nada, su esposo tendría que venir a hablar conmigo, ya que él personalmente, tendrá que aceptar las condiciones del trato que haremos en presencia de mi abogado, o de un documento que él redacte ¡Así que por el momento!, no podemos hacer nada más _ _ Ta bien joven!_ Le responde Doña Carmen muy contristada; y mientras se levanta de su asiento , con desánimo; dice Así se lo voy a comunicá mi esposo, ques tará qui Dios mediante, pasao maña nes ta misma hora ¡Y le pido pol favol que me lu espere_ _! ¡No se preocupe frau Carmen ¡ Le dice Mister Wílly, muy condescendiente _ Lo estaré esperando . ¡Y bueno!, en vista de la hora, les ofrezco mi casa para que pasen la noche, y cualquier cosa que necesiten se la piden a mi secretario. ¡Aquiles!, quedas a las órdenes de las damas. ¡Gut!, ahora las dejo, que pasen buenas noches_ _¡¡Buenas noches!! _ Responden ellas al unísono, y Doña Carmen le dice _Nosotra vamo ja salí a compral gunas cosa ji mañana nos vamos je madrugaíti no nos vamo javé, así que muchas gracias pol to _ _¡Nein nein! ¡Ruhe! Auf nichts no se preocupe ¡Aufwiedersehen! Responde el joven, sonriente, mientras se dirige a la escalera que conduce al piso superior, acompañado de su secretario, quien le dice algunas cosas en voz baja; mientras tanto Doña Carmen, dirige la mirada hacia su hija y le dice, con cara de preocupación _ ¿Qué te parece mija lo qui ha pasao?_ _ Buenu amá_ Responde Carmela con inseguridad _Yo creo que nu es na bueno quel viejo si haiga muelto, pol que lera nuestro amigo, y co ne lijo no tenemos confianci tieni una folma di hablá que no me gusta ¡No se parecen nal pae!, e lera muy echadol de bromi amistoso _ En ese momento las interrumpe el mayordomo, diciéndoles en una forma jovíal y sonriendo _¡Bueno mis queridas damas!, estoy a sus órdenes para lo que deseen ¡Si está a mi alcance ,digo! _ Bueno_ Le dice Doña Carmen secamente _Pol lo pronto, acompañeno ja compral gunas cosa jal pueblo _ Y con la misma, salieron a la calle . La noche, que había caído completamente ; estaba acompañada por un frío libidinoso, el cual acariciaba los más recónditos lugares del cuerpo y llegaba hasta las partes óseas del mismo; y también de una fuerte brisa, que con su melodioso silbido, hacía bailar los árboles de la calle de una manera tal, que parecía que se iban a acostar a descansar en ella, a interrumpir el libre transitar de las personas; lo que hizo decir a Doña Carmen, mientras se arrebujaba temblorosa _ ¡Mira mija! , vamo jacé las compras rápido, polqués ta noches ta que no si aguanta_ Y se quedó pensativa, mientras seguía caminando. Por su parte, Carmela, acosaba a preguntas Aquiles _¿Cómo fue que se murió el viejo ? _ Bueno , él murió de un infarto_¿Y óndes tabe lijo? _ ¡Aaah!, él desde muy pequeño lo enviaron a estudíar a Alemania y muy poco venía por aquí _ ¿Y la mamon des ta?!_ _Ella murió cuando él nació _ ¿Y el señol Feli óndes ta? _ _Bueno, él sentió muy triste por la muerte del viejo, y le dijo a Mister Wílly que se iba _ ¡Y mira! ¿Tú cres que me puedas conseguí trabaju e nesa casa tan grande? ¡No sé!, habría que preguntarle al Mister_ _ ¿Pero me va jacel favol veldá?_ _¡Si!, te voy hacer el favor…_ Hicieron las compras que iban a hacer y se regresaron a la casa, y después de cenar, Aquiles las condujo a sus habitaciones, mientras les comentaba que su patrón no se encontraba en la casa, porque era el día en que se reunía con los otros miembros de la logia, a la cual pertenecía ¡Ya que supuestamente era masón!, Y Carmela le volvía a decir, insistentemente _¡Recuelda di hablá con tu patrón, pa que me ponga trabajén su casa _ ¡Sí chica ¡ Le responde Aquiles, con un dejo de fastidio _No te preocupes, que voy a tratar el asunto con él ¡Que pasen Buenas noches! _ _ ¡¡Igualmente!! _ Le responden ellas, casi al unísono… Al día siguiente, muy de madrugada; Doña Carmen y su hija Carmela emprendieron el viaje de regreso a la hacienda, y le comentaba la Doña a su hija, mientras meneaba la cabeza de un lado a otro _¡Fíjate como ses tan poniendo las cosa je cara!, siempre no jabían quitao medio reali cualtillo pol cuidá las bestia ji ahora nos cobraron dos lochas conun centavo pol ca una _ ¡Bueno! ¡Y quin polté so?_ Replica Carmela, haciendo un movimiento de hombros ¡Si tos ta umentando! ,papá umental café tambieni ya ¡O no? _ _ ¡Ay mija ¡_ Dice Doña Camen, con la preocupación que la embarga, reflejada en el rostro _Tú lo ve jací de fácil, pero las cosas no so nasina ¡Y pol to lo ques ta pasando! Yo tengu el presentimiento, que las cosas va na cambiá mucho pa nosotro jen nuestra vida_ A lo que replica Carmela, entusiasmada _ ¡Buenu amá!, yo sé que pa mí va na cambía, pol qui Aquile me prometió conseguime trabajo con Mistel Güily _ _¡CALMELA POL DIO! _ La reprende su madre, molesta _Estoy hablandu e la vide tua la familia ¡Es que no tin polta? ¿Bueno sí amá!, peru es que …_ ¡Y así!, entre comentarios, réplicas y recordatorios ¡Y cuando ya la tarde se acariciaba con la noche, para entregarse a ella!; llegaron a la hacienda. Los hijos menores al verlas, salieron corriendo a recibirlas, cuando ya pasaban por debajo del "Gran Samán", y saltaban, y gritaban, y pedían la bendición alrededor de las bestias, a la misma vez que jurungaban en éstas, para ver qué les habían traído del viaje; Doña Carmen por su parte, se los sacudía con la pañoleta, mientras les decía sonriente ¡Muchacho jel cipote!, esperen que telmine llegá ¡Dios me los bendiga!_ ¡Y así!, entre el amasijo de perros, muchachos ,bestias y polvo; llegaron cerca de los escalones del porche de la Casa Grande; Don Emiliano, que las esperaba recostado de uno de los horcones que sostenían el porche; al bajarse la Doña del caballo, la abraza y la besa a la vez que le preguntan con cariño ¡Bueno mujé! ¿Y cómo me le fue? _ Bueno _ Comienza ella a responderle , algo dudosa _ Las noticia que te traigo no son buena , y no sé cómo la jirá ja tomá tú _ _¡Pero bueno mujé! _ La apura Don Emiliano con impaciencia, y dando muestras ya de preocupación _¡Telmina di hablá di una buena vez pue! _Bueno, e lasuntu e_ Continúa la Doña, con marcado nerviosismo _Que nuestru amigo Mistel Güily se murió _¡CÓMU ES LA VAINA? _ Grita Don Emiliano, con heterogénea mueca en el rostro; la cual reflejaba a la vez, una mezcla de estupor, sorpresa y dolor… ¡Impresionaba el rostro de Don! , mientras seguía oyendo lo que Doña Carmen le decía _¡Así mismu e!, se murió e repente, di u ninfaltu al corazón _ Y la Doña, después de contarle todo los pormenores del viaje a Don Emiliano, Termina diciéndole _¡Y el joven Güily!, quiere que vaya jen pelsona tratel negociu e los ríale co nél _ ¡Que buena vaina carajo!_ Dice Don Emiliano en un tono tristón y meneando la cabeza de un lado a otro, como meciendo sus pensamientos y sin poder salir de su asombro aún _Se murió Güilian cará ¡Mi bue namigo Güilian muelto! ¡Y lo piol pa nosotros je!, que tenemos quen pezá traté nuevo ¡Y co nun sute ¡ ¿Qué quién sabe quin tenciones tendrá? , nunca pensé que Güilian se podía morí, y no me relacioné co notras pelsona… ¡Bueno! ¡Qué se va se? ¡Hay que seguí palante! Y después de refunfuñar unas cuantas groserías más, se dispuso arreglar todo, para salir de madrugada hacia La Guairía, y comenzó a gritar llamando a los muchachos _ANTONIO, RAMÓN, VENGAN PA CA!… Búsquenmi a Eliodori a Santiago, que vengan que quieru hablá co nellos_ Y los dos salieron corriendo a la vez, a cumplir el mandato de su padre; al rato aparecieron : primero Santiago y después Eliodoro; y Don Emiliano, dirigiéndose a ellos, les dice con seriedad _Mañana tengo que i al pueblu e La Guairía pa conseguí los riales pa cosechá, y ustedes do queda nencalgao je la cienda, polque mañani quén pezá preparasi no voy está pol lo meno do jo tres día, y espero qui ustede lu hagan bien _Tabie napa _ Le responden Santiago y Eliodoro, calmadamente _Santiagu y yo lu haremos como siempre ¡No se priocupe!… Luego de comer, y después de conversar por un buen rato con sus hijos mayores, el Don se fue a costar; y Eliodoro y Santiago comentaban entre sí, que a lo mejor ese año no les iba a tocar a ellos, el ir a buscar los víveres y comprar las cosas que hacian falta para el tiempo que durara la cosecha ¡Y tenían razón!, ya que Don Emiliano pensaba comprar todo de una vez, puesto que las circunstancias lo obligaban a ir a La Guairía a destiempo. ¡Y cuando ya la madrugada salía triunfante sobre la noche! , se levantó Don Emiliano, encendió un mechero de keroseno, y con él en la mano, se dirigió al sitio en donde dormía Ambrosio, despertándolo, mientras le decía _ Levántese palo di hombre pa que mi acompañe nel viaje_ Y Ambrosio, como lanzado por un fuelle, se levantó de un salto y se quedó mirando hacia el sitio en donde se encontraba parado su padre, reflejando sombras fantasmales en las paredes, a causa de la lámpara que sostenía en la mano; sintiendo que el corazón se le salía del pecho a causa de la emoción, y pensando a la vez que estaba soñando; pero de nuevo la ronca voz de su padre, le hizo sentir la realidad _¡Bueno sute! ¡Qué le pasa? ¡Muévase pue que nos vamo¡, y arréglese cinco mula, que vamo ja traé calga di allá pa ca _ Ambrosio, con una rapidez increíble; se vistió , se lavó, ensilló la mula de su padre, un caballo para él, enjalmó las otras cincos bestias, las condujo en reata y se puso a esperar en las escaleras del porche de la Casa Grande; en eso salió el Don, y al verlo, le dice sorprendido _¡Carajo! Usté si que se mueve, venga pa que tomemos café, que su mama lu acabe colá… Adiós Calmen_ _ La bendició namá _ Se despiden Don Emiliano y Ambrosio, y montando en las bestias, emprenden el viaje, mientras el Don dice entre dientes _ En el nombre Dio ji que si haga su voluntá _ Y al enfilar hacia el sendero que pasa por debajo del Gran Samán, aumentó la emoción de Ambrosio ¡A tal punto!, que quería espolear el caballo y salir en una veloz carrera , y en ese instante sintió, que esos iban a ser unos momentos que nunca olvidaría; por la alegría que sentía en su corazón regocijado, por lo que representaba para él, el poder salir por primera vez en su vida de los contornos de la hacienda de su padre, por lo feliz que estaba, de que éste lo hubiera tomado en cuenta de nuevo para algo importante ¡Y por muchas otras cosas!, que él imaginaba y presentía que iba a ver y a sentir ¡Lo que sí, no se imaginó!, fue que en el resto de su vida , serían muy pocas ¡Síno ninguna!, las veces que se sentiría de esa forma… En el camino, su padre le contaba de cosas de su juventud, de sus aventuras amorosas, anécdotas vividas, de sus derrotas, de sus victorias, de cómo había conseguido lo que tenía, y a su vez, Ambrosio aprovechaba la ocasión para acosarlo a preguntas, ávido de respuestas, ya que su padre muy pocas veces los trataba así ¡Y ni los trataría nuevamente de esa forma!, cosa que no sospechaba el muchacho _ ¡Mira pa! _ Le pregunta Ambrosio, curioso _ ¡Eso que yo li oí diciendu e lotro día, de lombre que le coltaron la cabeza! ¿Pasú así e veldá? _ ¡Claro que sí!, yo taba hi_ _ ¡Sí apá! ¿Y cómo fue eso? _ _ Eso pasú hace mucho tiempo, e nunas fiestas patronales del pueblu e Trácatra, nosotros tabamo jen la batea postando , cuandu e repenti unu e los questaba hi, si apaltu y se que du aguaitandu a otro que venía pa que se del ¡Y esi otro sacún machete quien sabe dionde¡ ¡Y sin decí ni na ni na ¡, le coltó la cabece si otro di un solo tajo , y se fui se peldiu entre la gente muy tranquilo, como que si no fuere cho na ¡Y e les cabezao dio cómo siete pasó¡, detrá jel que le diu el machetazo ¡Como que si lo fuera siguiendo!, y cayó_ ¡Y pol qué pasú eso apá?_ Pregunta Ambrosio muy impresionado _Nadie supu el polqué; pasó tan rápido; y el que matú a lotro dijeron que nu era de po raí, y que naiden lo conocía ¡Y el muelto!, aunque se la pasabe nesas fiestas, naiden sabión de vivía _ ¡Y tuavía no se sabe na pa? _ Pregunta Ambrosio, sin salir de su estupor _¡No! , hastel sol di hoy no se sabe na … ¡Y mira pa! ¿Cómo fue la suntu ese de qui ustede comieron pupú? ¡Aaah!, ese fue un desgraciao, que se nos cagó varias vece je nel manantial dion di agarrabamo je lagua pa bebé, y papá me mandú a mí a vigilel manatial pa ve quié nera ¡Y ahí tuve pol ma je cinco día!, y esperabi esperabi mientra jesperaba yo pensaba"( ese desgracio no sólo mizo comé mielda, sino que también me pusu a pasá trabaju esperándolu aquí), y esu hacia que mi arrechara más ca momento. ¡Cuando pol fi napareció!, esperí a que se bajara los calzone ji cuando ses taba agachandu e nel manantial ¡Salí de mi esconditi me le fui encima! , él tu asustao diun saltu y con la misma se subió los calzone ji salió corriendo, pero me dio tiempu e lanzali un machetazo ¡Y lul timo que vidi ante je que se peldiere nel monte!, fuel sangreru y el brazo que le colgaba di una tire pellejo, y después me fui pa la casa decili a papá quel problemas taba resuelto_ _¡Y qué pasó despué japá? ¡Se murió?_ Pregunta Ambrosio, cada vez más asombrado por las cosas que le contaba su padre _No, no se murió, polque co nel tiempu apareciu en la comalcu nombre qui apoda nel Mocho Vicente_ _¡Y el nu hizo na?_ _No_ _¿Y pol quí haría lo del manantial? ¿ Pol qué buscó que li ciera nalgu asina?_ _¡Bueno!, decían las malas lengua, quel que se cagabe nel manantial de la casi el Mocho Vicente, e rel mismu al que papá li había ganau e nuna sola noche, to los riale ji la mujé_ _¡Y cómu e jeso que le ganó la mujé?_ _ Bueno mijo, eso fue nuna paltie dao, despué que li había ganao to los riales, comu e lotro no tenía más na qui apostá ,apostú a su mujé contra los riales je papé nun lance daos; y papá le ganó _ _ ¡Y eso se pue hacé apá?_ _ ¡Bueno!, ahora no mucho, pero sí se sigui haciendo_ _¿Y quizo mi abuelo con la mujé?_ Pregunta Ambrosio, intrigado; y Don Emiliano, que fue sorprendido con esta pregunta inesperada, se puso algo nervioso y no sabía que responderle a Ambrosio, quedándose pensativo por un momento, hasta que se decidío y le dijo; mientras aminoraba el paso de Rosita _¡Sooo! ¡Bueno mijo¡ , esa pregunte jalgo complicá pa respondésela, pero voy a tratá ve si men tiende _ Y el Don comenzó, dentro de lo que le daba su capacidad para hablar respecto a lo sexual; a explicarle a Ambrosio, todo lo que tenía que ver con los hombres y las mujeres, y después de conversar sobre el asunto por un buen rato, termina diciéndole, sarcásticamente _ Yo le digo tu estas cosa, polqui usté me pusu e nese aprietu y también polque creo qui usté ya tiene bastante saños pa sabé, y ya usté ju nombre jechu y derecho ¡Y le voy a decí algo que me decía papá mencionandu a las mujere! ¡To lo qui uno jalli a travesau hay que ponelu a lo lalgo! ¡JA JA JA JA … Y así, entre anécdotas e historias por un lado y preguntas insistentes por el otro, se iban acercando al puerto de La Guairía; encontrándose ellos en ese momento en la cima de la montaña, desde donde se divisaba en el horizonte, como se abrazaban y besaban amorosamente el cielo y el mar, dibujando una hermosa pintura, a la cual el radiante sol colaboraba, vigilando desde muy cerca, el cariñoso retozo de los protagonistas de tan maravilloso espectáculo…
*
Por otro lado, en la hacienda, al enterarse Pablito que su padre se había llevado a Ambrosio, comenzó a rabiar y a maldecir, mientras buscaba a sus hermanos menores para compartir con ellos la cólera que lo embargaba, y cuando los encuentra les pregunta muy alterado _¡Ya saben lo que pasó?_ _¡Claro que sí! _ Le responde Antonio, furioso _¡Ese monito ya mes ta sacandu e quicio! _ A lo que dice Ramón, en el mismo tono de rabia _¡Y a mí ya me tienen felmo!, nu aguanto que papí mamá lo traten como sí fuerun no sé qué ¡Cómu e jeso que papá se lo llevi a conocel pueblo?, y a nosotro nos deje naquí bregando_ _ ¡Qué vamo jace?_ A lo que responde Pablito, con un extraño brillo en los ojos y mostrando una leve sonrisa sardónica _Vamos ja procurá que cuando llegue se sienta muy mal, que sufra mucho, que le duela bastante pa que no lol vide nunca _ ¿Y cómo vamo jace eso?_ Pregunta Antonio muy intrigado, mientras se acomoda mejor en el borde del bebedero, en el cual se encontraban sentados _ ¡Muy fácil!_ Le contesta Pablito, ahora con un gesto y una sonrisa malévola en su rostro _ ¡Tú Antonio!, va ja garrel mapiri ondél tiene el pocu e figuritas di animale ji hombrecitosw; los qui a tallao con la navaji se la va ja paltí toíta juna po runa ¡Y las ques tan guindá je la paré también!… ¿Si maginan? ¡Despué je tanto saño jaciendola ji de repente ya no silven! ¡Tú Ramón! , te va jen calguel loro_ ¡De Tita?_ Pregunta Ramón sorprendido _¡Sii!, de Tita, te lo lleva ji lu entierras bien lejos di aquí… ¿Si maginan?, despué je tanto tiempu enseñándolu hablí en cariñao co nel ¡Y de repente ya nu esiste!. ¡Y yo me voy encalgá¡ ¡Saben de quién me voy encalgá? _ Les pregunta Pablito, regocijádose de antemano de lo que pensaba hacer, y mirando a sus hermanos con una sonrisa de satisfacción en flor y un brillo malicioso en los ojos _ ¡¡De quién??_ Le preguntan, casi al unísono sus hermanos, intrigados y muy preocupados _¡De su querido perrito Valiente! _ ¿¡¡¿Qué –cómo?!!_ Le interrogan Antonio y Ramón, con sorpresa aterrante; pero él sigue diciendo como si nada _¡Aaah! ¡Si maginan?, despue je casi cincu año jenseñándolu a se de to ¡Hasta caza culebra jel perrito! ¡Lúnico que li hace falte jablá! ¡Y de repente ya no esiste! ¡Qué les parece mi plan?_ Termina preguntándoles Pablito a sus hermanos menores, en una forma jactanciosa y sonriendo satisfecho ¡No te parece que mucho?_ Pregunta Antonio, asustado por la forma en que hablaba su hermano Pablito; y Ramón también dice, muy temeroso _Yo creo que con lo de la figurita jes bastante! _ _¡PUES NO Y NO! _ Les responde Pablito, alzando la voz con fiereza y mirándolos fijamente a los ojos, de una manera que infundía miedo _¡Yo quieru hacelo sufrí bastante! ¡Y BUENO! ¡A ustede qué les pasa? ¡Se quieren vengá o no? _ _ ¡Sí pero!_ _ ¡PERO NADA! ¡Vamo ja celo? ¡Sí o No?_ _ Ta bien, vamo ja celo como tú digas pué_ Le responden sus hermanos sumisamente y sintiéndose impotentes para oponerse a los deseo de Pablito; éste, después de darles las últimas indicaciones, para que no se dejaran ver haciendo las cosas que iban a llevar a cabo, termina diciéndoles _Cuandu haigamo jecho to, tenemos ques ta pendiente pa cuando vengan llegandu e li papá, pa inos pa la montaña pol do jo tres día ¡Bie napeltrechaos!, pol quen lo que sen tere lo qui cimo ¡No se sabe qué nos pue hacel monito feu ese!… En La Guairía, Don Emiliano tocaba a la puerta de la casa de Mister Wílly; ésta se abre y sale Aquiles; éste, después de contestarles las buenas tardes, les pregunta ¿Qué desean?_ _ Vengu hablá co nel joven Güily, dígale pol favol que Jemiliá Noltí_ _Aaah, pase, lo está esperando…tomen asiento por favor_ Los invita Aquiles, amablemente _Voy a avisarle que usté ya llegó… Ambrosio estaba alelado y con la boca abierta, viendo dentro de esa casa; tantas cosas bellas y raras para él; comenzando por el retrato del viejo Mister Wílly que se encontraba sobre la chimenea, el cual medía dos metros de altura, por un metro cuarenta de ancho; los muebles finos, las estatuas en los rincones, semejando a mujeres y hombres desnudos; los jarrones de porcelana, la exquisita ornamentación que decoraba la casa, la lámpara central tipo araña, que majestuosamente iluminaba el impresionante salón, y que al contemplarla fíjamente, producía una fascinación seductora y aletargante, por la infinidad de matices que se desprendian de ella, debido al efecto gradante de tonalidades, que producía la luz de las bombillas, al atravesar las vítreas lágrimas que la componían. ¡De repente! Ambrosio sale de su letargo, al oír los firmes pasos de la persona que venía bajando las escaleras que conducen al piso superior de la casa, era Mister Wílly que se acercaba a ellos, dándoles las buenas noches y diciendo en tono amistoso_ ¡Cómo está usted herr Emiliano? ¡Parece mentira!, pero la última vez que lo vi, tendría yo unos quince años_ _ Así mismu e joven_ Le responde el Don ,con un dejo de amargura _¡Gut! ¡Uugh uugh! _ Dice Mister Wílly, aclarándose la garganta mientras se sentaban _A lo que estamos aquí; como le habrá comunicado su esposa, y es por eso que usted vino hoy; yo le voy a prestar el dinero que usted necesita para llevar a cabo la cosecha del café, pero tiene que firmarme un documento que ya mi abogado redactó, y lo único que le hace falta es poner la cantidad que le voy a entregar en calidad de préstamo, para así yo tener un aval de que se me reintegrará, en el tiempo prudencial que está estipulado en dicho documento_ _ Mire joven ¡Uugh uugh!_ Le responde el Don muy serio y aclarándose la garganta también _En veldá yo nos toy acostumbrau a ese tipu e negocio jasina, polque yo siempre lo je palabriau y siempre lo je cumplío sin problema ¡Y mi ha ido bien!_ _ ¡Jedoch herr Emiliano!_ Lo interrumpe Mister Wílly, algo incomodado ¡Usted tiene que comprenderme a mí¡, los tiempos han cambiado las cosas ¡Y yo ¡, como persona inexperta que soy en los negocios, tengo que asegurarme de hacerlo bien, y la manera de hacerlo bien es por la vía legal ¡Entiéndame auf gunst! ¡Y que conste¡, esto lo hago únicamente por la amistad que hubo entre usted y mi padre ¡Porque eso de prestar dinero! ¡Also como so!, no está dentro de mis planes _ ¡Ta bien!. Replica Don Emiliano desalentado; y haciendo un gesto de resignación, continúa diciendo _Qué se va se, búsquemel papé lese pa filmáselo pue_ Y mientras Don Emiliano suspiraba profundamente, Mister Wílly se levantaba de su asiento y se dirigía a la chimenea, a buscar el documento en cuestión, el cual había colocado encima de ella horas antes, y tomándolo, comenzó a hojearlo, mientras se dirigía nuevamente y con paso lento, hacia el sitio en donde se encontraba sentado Don Emiliano y su hijo Ambrosio; el cual no hacía más que escudriñar con la mirada; todo lo que ésta podía abarcar, y a la vez hacerse preguntas e intentar respondérselas ¡Abstraído totalmente en sus pensamientos¡, y sin prestar mayor atención a lo que hablaban Don Emiliano y Mister Wílly; éste le pregunta al Don, mientras se sienta de nuevo _ ¿Y qué cantidad es la que usted necesita? _ Bueno, yo necesito dos mil setecientos peso_ _ ¡Denn mann!, esa es una buena cantidad de dinero ¡Pero de todas maneras!, y para que sea una cuenta redonda, le voy a prestar tres mil pesos ¡Qué le parece?_ _ Sis ta bien pus te , ta bien pa mí _Dice Don Emiliano, casi con indiferencia. Y Mister Wílly dice, mientras se incorpora de su asiento, y habiendo asentado ya en el documento la cantidad de dinero pre_establecida _¡Gut!, estamos de acuerdo entonces, tome este bolígrafo y vaya firmando aquí, aquí y aquí, mientras yo voy a mi despacho a buscarle el dinero_ Y mientras Mister Wílly se dirigía a una de las puertas muy bien labradas y simétricamente situada en el salón, y desaparecía por ella; Don Emiliano, se queda mirando el documento por un buen rato, dudando del paso que iba a dar. Y pareciéndole que iba a firmar su sentencia de muerte, se dice _ Pa bie no pa mal toy obligau a celo_ Y sin leer el documento, procedió a firmarlo. En ese momento llegaba Mister Wílly, quien al entregarle el dinero y recibirle el documento, le decía sonriente _ Espero que todo le salga bien ¡Y si quieren pasar la noche aquí ¡, mi casa está a la orden de ustedes_ ¡No ¡, no se priocupe, y muchas gracia je tuas manera_ Le responde Don Emiliano, con un dejo de amargura _Nosotro vamo ja pasá la noche nuna posá, así miju aproveche conocí un pocu el pueblo _Decía el Don, mientras se levantaba, al mismo tiempo que se guardaba el dinero; a lo que le dice Mister Wílly _ ¡Gut!, entonces será hasta la vista, estamos a la orden por aquí ¡Aufwiedersehen herr Emiliano!_ _ ¡Adios!, y muchas gracias pol to_ Decía el Don, mientras salian a la calle, la cual estaba cubierta, al igual que las casas; por un hermoso manto platinegro, el cual era tejido armoniosamente por la niebla y la oscuridad, que tiernamente cobijaban al pueblo, y que al combinarse con las dantezcas sombras de los transeúnte, engendradas por la titilante luz de los faroles, ofrecían un entretenido espectáculo nocturno, a las personas que a esa hora recorrían el lugar. Don Emiliano y su hijo Ambrosio, caminaban, formando parte de la función ¡Y éste último no salía de una emoción! ¡Cuando ya comenzaba a sentir otra! ¡Y es que estaba sintiendo y conociendo tantas cosas que nunca había sentido y conocido!, cosas que lo maravillaban y anonadaban, porque nunca jamás se imaginó que existían, como por ejemplo: el circo, espectáculo este, que por casualidad se encontraba allí en ese momento, coincidiendo con la visita de los Ortiz, al pueblo de La Guairía; y que había originado en el lugar, una especie de pequeña feria; y mientras Ambrosio no se saciaba de conocer, de sentir, de hacer insistentes preguntas, esperando respuestas; Don Emiliano pensaba, muy contristado _¡Muchachu al fin! No si magina las cosa que se nos puen vení encima di ahora pa lante ¡To lu ha trastonao la muelte Güilian!, y mientras yos toy priocupau y molesto pol lo qui acabu e filmá, el muchacho ni se da po renterao ¡Pero bueno!, no tengo tro remedio qui unimi a su alegría; como di cel refrán ¡Al mal tiempo buena cara!_ Y con la misma, seguía respondiendo a la andanada de preguntas que le hacía Ambrosio. Así se hicieron las once de la noche, y Don Emiliano le dice a su hijo, el cual quería seguir en la feria _ Mire sute, ya ta bueno ya po roy, vamos ja dolmí, polque tenemo que levantanos temprano pa ce las compras que vamo ja ce … _ Al día siguiente se levantaron muy temprano, y pasaron el día haciendo compras, y ya en la tarde, habiéndolas depositado todas en la posada que estaba situada al lado del establo, sitio este, en donde eran cuidadas y alimentadas las bestias de los visitantes; volvieron a pasear por el pueblo, dándole a conocer Don Emiliano a su hijo, los sitios y edificaciones de relevancia histórica y cultural, del pueblo y puerto de La Guairía… Y en la noche estuvieron en la feria nuevamente. Luego de divertirse por casi dos horas, se fueron a descansar. Muy de madrugada, no habiendo cantado los primeros gallos aún, se levantaron, prepararon y cargaron las bestias y emprendieron el viaje de regreso a la hacienda . Ya en el camino, Ambrosio no salía del éxtasis, y seguía distrutando mentalmente, de las experiencias vividas en los días anteriores, dando la impresión de ser un autómata, el que cabalgaba sobre el Alazán Tostado ¡Abstrayéndose de una manera tal de la realidad!, que él sentía, el estar formando parte del destellante rocío, que escarchadamente, terminaba de embellecer el hermoso rostro de la montaña, la cual comenzaba a sentir en su verde piel, las tibias y amorosas caricias del clareante sol, que tímidamente iniciaba su iluminar de la comarca, sin haberse desperezado aún del nocturno descanso. ¡De pronto!, su padre lo saca de su ensimismamiento, al preguntarle cariñosamente _ ¡Qué le pareciu el pueblo?_ _ ¡Ah? ¡Ah?_ Pregunta Ambrosio, sorprendido; volviendo el Don a repetirle la pregunta ¿Qué qué le pareciu el pueblo? _ _ ¡Muy bonito to apá!, me gusto mucho ¡Mas que tu el cilco! _Le responde Ambrosio alegremente ¡Y de pronto!, recordando algo, le pregunta a su padre, muy intrigado y haciendo un gesto de extrañeza ¡Mira pa!, esa mujé ques taba bien bonita, que nos llamó y que pa leenu el polvení, y qui usté le dio medio rial ¡Qué fue lo que dijo que yo nuén tendí na? , qui ustí ben sillá su mula, y despué que la tuviera bien prepará, no li ba podé montá ¡Y yo!, yu y que tengo mal sinu y voy a tropezá mucho ¡Qué jeso? ¿Unén felmeda?_ A lo que le contesta Don Emiliano, simulando indiferencia, mientras palmeaba el cuello de su mula _ No li haga casua eso mijo, esa son puras pistolá, ¡Mire usté!, digami una cosa ¿Cuántas veces qui usté recuelde, yo nue podío montá mi mula? ¡Si e lúnico que pue montá Rosita soy yo!_ Y mientras el Don volvía sus pensamientos al trabajo de la cosecha, y a las dificultades que se le habían venido presentado para llevarlo a cabo; Ambrosio volvío a su ensimismamiento anterior, deleitándose mentalmente, al rememorar lo vivido ¡Sin imaginar siquiera remontamente! Lo que le esperaba en la hacienda. Y ya , cuando la expectante tarde, se despedía tímidamente de los brazos del día, ante el imponente llamado de la indecifrable noche; llegaron a la heredad, y al irse acercando a la casa, los perros salieron a recibirlos alegremente, cuando ya pasaban por debajo del Gran Samán , y éstos, ladraban, gañían, chozpaban y saltaban alrededor de las bestias, muy contentos por la llegada de su amos ¡Y de inmediato!, tanto Ambrosio como Don Emiliano, se percataron de la ausencia del líder, y en seguida el muchacho sintió en su pecho, la opresión del dolor causado por un mal presentimiento, y después de llegar a la casa, pedirle la bendición a su madre y darle un beso en la mejilla; comenzó a preguntarle a todo aquel que encontraba en su camino, ¿Qué si no habían visto a Valiente?, y al recibir sólo respuestas negativas, se fue a su aposento, brillándole ya las mejillas por las fulgurantes lágrimas, que habían comenzado a resbalar por su oscura faz ¡Y al llegar allí, y entrar¡, se quedó paralizado por un momento, al no ver sus pequeñas figuras colgadas de la pared, y con una actitud se ansiedad, se dirigió al garabato en donde estaba colgado el mapire que contenía las otras, lo tomó con ahinco, y al vaciarlo en el suelo y ver el estado en que se encontraban , notó como que le hervía la sangre, inyectándosele los ojos de la misma, y en esos momentos sintió unos deseos inmensos de matar, y con la misma, saca de debajo de la estera su machete, al cual le relumbraba el filo por ambos lados; y se dirigió a la parte de atrás de la Casa Grande, con no muy buenas intenciones, y al pasar por el aro en donde se suponía debería estar Tita y no verlo, supuso lo peor, y confirmó a la vez, que las cosas que estaban pasando tenían relación entre sí, y que eran una sucia acción de la malvada mente de su hermano Pablito, acrecentándosele el odio que sentía en ese momento, mientras intensificaba su busqueda por los alrededores de las casas, las caballerizas, las trojes de bambú, las pocílgas, los patios de café, los corrales,… Y al no encontrar a Pablito, ni tampoco a Ramón y a Antonio, supuso que como siempre, los tres estaban implicados en el caso. Los autores de la sucia acción, ya se encontraban en la montaña, porque tal como lo habían planificado, en lo que vieron a los perros correr en dirección al Gran Samán, y percatarse de quiénes eran los que venían llegando, huyeron hacia ella, a ocultarse de la furia de Ambrosio ¡E hicieron muy bien al actuar así! ,porque al hacerlo, evitaron que su hermano cometiera una horrible locura; ya que éste, cegado por la ira, el dolor y el odio que lo embargaba; después de haberlos buscados por todos los sitios posibles y no encontrarlos; se agachó a acecharlos en la pata del Gran Samán, el cual estaba ubicado al lado Este de la Casa Grande, a una distancia aproximada de ochenta metros, y de donde se divisaba a todo el que entraba y salía de ella, gracias a la luna; que esa noche estaba tan resplandeciente, que parecía desear imitar al sol ¡Y fue allí, y en la misma posición! , donde lo encontraron sus padres como a las tres de la mañana, con la misma expresión de odio de varias horas atrás, y Don Emiliano le dice, en tono amistoso _ ¡Mijo! ¡Qués lo ques ta pasando? ¡Díganos mijo! ¡Polqués to no nos ta gustando naitica! ¡Su lori su perro no lo jemos visto pol ningún lao! ¡Su jermanos Pablito, Ramón! Antoniu están desaparecío de jiayel talde! ¡ Y ustés ta sora jen la pates te palo! ¡Y co nese colegallu en la mano_¡ Doña Carmen le habla también en un tono amoroso, diciéndole _ ¡Si mijo! ¡Y mira¡, no has cambiau esa care poco jamigo que tienes de jiayel talde ¡Y ni siquiera no jatendiste!, cuando tes tabamos llamandu a gritu al ratico di habel llegao del viaje ¡Aaande mijo! ¡Cuéntenos qués lo ques ta pasando!_ Ambrosio, levantando la mirada, los ve fijamente, y con un nudo en la garganta, les pregunta con tristeza ¿Qué jice yo? ¿Tengo la culpa di habel nacío? ¿Tengo la culpa des ta vivo?_ Y con la misma, rompió en sollozos. Don Emiliano y Doña Carmen se miraron con reciprocidad, el uno al otro, confundidos, sin saber que decir ni hacer ¡Y al no comprender nada!,optaron solamente, por abrazar a su hijo y llorar con él . Allí, en ese lugar, los sorprendió el clareante día, y el Don le decía a su hijo, cariñosamente ¡Bueno mijo!, vamo, vamos pa lante, qui hay que seguí viviendo ¡Y no se men cojone carajo!, que nu hay mal que pol bien no venga_ Y la Doña le pasó el brazo por sobre los hombros y se lo llevó para la casa, y en el trayecto le decía, amorosamente _Mijo, cuandus te se sienta mejoli le de ánimo, no los cuenta to con calma…_ Los padres de Ambrosio nunca se imaginaron ¡Ni por un momento!, lo que habían hecho por sus hijos en esas horas, ya que esa demostración de amor hacía Ambrosio, había desplazado del corazón de éste , el inmenso odio que horas antes había sentido, el mismo que por un momento, lo había impelido a buscar y a acechar a sus hermanos para matarlos; y ahora por el contrario pensaba, y a la vez se hacía una promesa _Papí mamá me quieren mucho, y esi amol pague lodiu y len vidia que me tienen ni jelmano ¡ Y pol más maldades que mi hagan!, no me va na pode quita eso ¡Y e jesi amol que llos me tienen y el que yo les tengo!, lo que me va da fuelci lo que voy a tené presente di ahora palante pa seguí viviendo ¡Y esos no me va nacobaldá! Polque pol más qui hagan di ahora pa lante , no me va nacé cometí una locura que vaya se sufrí a papí mamá, y se lo jencomiendu al Dios To Poderosi a su hijo Jesú jel Cristo, ello sen calgarán de cobrale pol mí _ Sin embargo, la tristeza y el dolor no lo abandonaban; ya que las pérdidas que había sufrido le dolían mucho, y pensaba apesadumbrado_ ¡Aay Dios mío! , mis pobre janimalito ¡Qué me le jabrán hecho? Mis figuritas las puedu haci otra ve, pero mi janimalito ¿Estarán vivo? ¿Estarán sufriendo? ¿Estarán muelto? ¡Ay Dios mío!_ Esa misma mañana, Carmela le pregunta a Doña Carmen, de una manera impaciente _¡Mira ma! ¿Qué noticia trajo papá del pueblo? ¿Aquiles no me mandú a decí na? _¡Aay mija!_ Dice la Doña, con el ceño fruncido y dando muestras de desaliento _Esi hombre vino de muy ma lumol, cuando le jice pregunta, me contestó con lo mismo que yos toy sintiendo, que las cosa va nace distinta di ahora palante ¡Y cuando le dije qui hablara con su sijo del problema!, me dijo gritao ¿Qué de cuándu aqué lablau e sus negocio ja naide?, y que no tocara ma je la sunto, quel resolvería_ Carmela, haciendo gestos de disgusto, le dice con desplante, a su madre _¡Yo no sé amá! ¡Pero lo que soy yo! ¡Me voy pa La Guairía! ¡Salga sapo salga rana me voy!_ Y así lo haría en realidad, contra tormentas y corrientes; antes de que pasara un mes de haber tenido esta conversación con su madre… Ese mismo día, Pablito, Ramón y Antonio, no pudiendo aguantar ni un día completo, de los tres que tenían planeado quedarse en la sierra, se aparecieron; cuando ya la serena tarde, comenzaba a afiligranarse, para su inevitable y placentera entrega, a la insinuante noche; y Pedro, que los vió a distancia, fue a avisarle a Don Emiliano, y éste, junto con Eliodoro y Santiago, portando cada uno su bandola en la mano, los esperaron y los atraparon en el corral de ordeño, y comenzaron a darles de lastigazos; y el Don, que por la extraña desaparición de éstos desde la tarde anterior, estaba seguro de que ellos tenían la culpa de lo que había pasado; les preguntaba insistentemente ¿Qué qué era, lo que había pasado con los animales de Ambrosio?, pero gritaban, saltaban , lloraban y no contestaban a la pregunta ¡Porque Ramón! , que fue el único que lo intentó, al ver el gesto y la mirada de amenaza de su hermano Pablito, optó por callarse; ya que el miedo que éste les inspiraba, había aumentado en gran proporción, al darse cuenta, de una forma definitiva; de todo lo que era capaz de hacer su hermano, por lograr sus objetivos. Por otro lado, y en el mismo instante en que estaban sucediendo estos hechos; Ambrosio, pensativo, y todavía entristecido por las pérdidas sufridas, fue a sentarse en la pata del Gran Samán, como lo hacía todas las tardes al finalizar la jornada de trabajo; y navaja en mano, se puso a tallar y a darle forma a un pedazo de corteza de encina, como era su costumbre; y al rato de estar sentado, en una de las sobresalientes raíces de dicho árbol; sintió el ruido que producía, algo que por la maleza se acercaba ¡Y levantándose rápidamente!, se dirigió hacia el sitio de donde provenía el sonido ¡No sin antes! , haber agarrado un trozo de madera, por precaución ¡Y fue en ese momento, que lo vio!, viniendo hacia él, emitiendo una mezcla de gruñidos y gemidos casi imperceptibles, con una heterogeneidad de tristeza, dolor y alegría ¡Y apenas medio movía el rabo! _¡VALIENTE! _ Grito Ambrosio con alegría , y a la vez con dolor, ya que el estado en que apareció su amado perro era deplorable; arrastrando una de sus patas traseras; una oreja despedazada; el hocico: partido, faltándole varios dientes ; y la pelambre ; toda tiesa, empegostada por una mezcla de tierra, maleza y sangre; ¡Sangre, que debió haber brotado!, de las múltiples heridas, que tenía en su flagelado cuerpo; ¡Habiendo sobrevivido milagrosamente!, al intento que hizo Pablito de matarlo cuatro días atrás ¡De inmediato! Ambrosio lo tomó cargado y se lo llevó para la casa, y una vez allí, comenzó a curarle el lacerado cuerpo, al tiempo que lloraba, salpicándolo con gruesas lágrimas ¡Lágrimas que reflejaban un profundo dolor!, ya que se imaginaba, lo que había sufrído su fiel amigo en esos días; lo que habría padecido por las heridas; por el doloroso trayecto de regreso a la casa y por la cura, a que lo estaba sometiendo en ese momento; y le decía cariñosamente _Cálmate Valiente ¡Snif! Cálmate ques pol tu bien ¡Snif!, quédate tranquilo que te va ja curá ¡Snif!_ Y mirando al cielo, rogaba fervientemente _Que mi Dios Topoderoso y su hijo Jesú jel Cristo, le cobre nal que tizu esto_ Por otro lado, Pablito, quien se encontraba junto a Ramón y Antonio, pasando el dolor de la reciente cueriza; se enteró del regreso de Valiente, hecho este , que aumento sobre –manera , la furia que sentía en ese momento, y con gestos de rabia, se dirige a sus hermanos, diciéndoles _¡Tanto que me costó meté se perru el coñu enel saco pa llevámelo pal barrancu y tiralu al mal! , pensando que sino se moríe los golpe ju en saltau e nune las piedras puyúa, se moría hogao ¡Peru ahís ta! ¡Vivitu y coleandu el desgraciao_ Todo esto lo decía, sin pizca de remordimiento alguno ¡Fríamente! , como que si fuese algo normal lo que había hecho. En eso, le pregunta a Ramón , inquisidoramente _¿Y tú? ¡Ónde sumbatel loru espué que lo matate? _ Yo no lo maté_ Responde Ramón , tímidamente _ Yo lo quice fue que le colté la jala ji la coli lo solté ne lotro lau el río grande_ ¡Entonce je lúnico quizo bien su trabajo fue Antonio!_ Replica Pablito, aún más molesto _¡Pol quese pajarracu en cualquier momento!, si aparece po rahí diciendo: "Truuuu Ambrosio Truuuua"…
*
Al cabo de haber transcurrido algún tiempo, Mister Wílly, comenzó a recorrer las propiedades que le había dejado su padre al morir, y en el recorrido, le tocó pasar por la hacienda de Don Emiliano Ortiz; y al observar aquel paisaje de indescriptible belleza, darse cuenta de lo bién ubicada que estaba la heredad, y al ir contemplando, muy impresionado; la heterogeneidad del terreno; conformado por una planicie tipo meseta; por montañas, bosques y suaves laderas, con suficiente agua dulce y colindando con el mar; ¡La deseó para él! ¡La deseó! , como se desea a una mujer de exuberante hermosura ¡O como se desea! Una valiosa joya o una costosa obra de arte ¡Y de pronto!, en un tono solemne y con seguridad, se dirige a Aquiles, a su abogado y a las demás personas que lo acompañaban, diciéndoles_ ¡Herrs! ¡Todo esto será mío! _ Su abogado, muy sorprendido, casi encabrita la bestia que montaba, al frenarla; y con un gesto en su rostro, entre preocupado y extrañado, le replica a su jefe, diciéndole _ ¡Mister!, usté me va a perdonar, pero estas tierras son del gobierno, y por muchos años, su pisatario por enfiteusis, ha sido Don Emiliano Ortiz, quien ha venido pagando su canon religiósamente , y por ello tiene el derecho a usufructuarlas _ Diciéndole Mister Wílly, al mismo tiempo que sonreía pícaramente _ ¡Por eso es que sigues siendo mi abogado!, lo haces muy bien, y estás muy bien informado de todo ¡Y por eso debes saber también!, que para que estas tierras sean definitivamente de Don Emiliano, por el derecho de usucapión; ¡Deben pasar por lo menos tres años más! ¡Cosa que no voy a permitir!, porque tengo el suficiente dinero como para impedirlo y hacerme dueño de estas tierras ¡Y tú y tú!_ Dirigiéndose , en una forma altanera, a su secretario y a su abogado _ Me van a conseguir lo que quiero ¡Y no se paren en nada¡ ¡¿Von beschluss?! _ _ ¡Como usté diga Mister Wílly! _ Le responden éstos, casi al unísono… ¡Y efectivamente!,, tanto Aquiles, como el abogado de Mister Wílly, se movilizaron, para cumplir las órdenes de éste, y al poco tiempo, después de sortear varios escollos y comprar algunas consciencias, la hacienda de Don Emiliano Ortiz, pasó a ser propiedad privada de Williams Winckelmann, el cual era el verdadero nombre de Mister Wílly hijo, y después de haber logrado esto, él le ordenó a sus dos representantes, que se fuesen a la hacienda a comunicárselo a Don Emiliano Ortiz, mandato que obedecieron éstos en el acto; y al llegar a la casa, Los recibió Ernestina, ya que el resto de la familia, incluyendo a Doña Carmen, se encontraba en el cafetal, ayudando en la cosecha; preguntándole Aquiles a la muchacha, algo preocupado _¡Buenos días señorita! ¿Está su padre en casa? , necesitamos hablar con él _ E lesté nel cafetal_ Le contesta Ernestina, extrañada y preocupada, a lo que le dice José Santana, suspírando con alivio_ ¡Ah bueno señorita, mire!, nosotros vinimos solamente, a notificarle y a traerle esta copia del título de propiedá de esta hacienda a su padre, y también este otro documento en donde se le hace saber ,del aumento del arrendamiento por orden del nuevo dueño; nos hace el favor y se los entrega ¡Y le dice, que recuerde una cosa!, que ya está por vencerse el plazo para pagar el préstamo, y el acreedor tiene todo listo para llevar a cabo el embargo, en caso de no ser cancelada la deuda para el día fijado ¡Ya que no tendrá prórroga! ¡No se le vaya a olvidar señorita¡ por favor ¡Se lo díce así mismo¡, hasta luego_ Al despedirse, dieron vuelta a sus cabalgaduras, retirándose; y al hacerlo, iban contemplando a los peones que volteaban el café en los inmensos patios, que diagonalmente, hacían frente con la Casa Grande … Cuando llegó el Don a la casa , Ernestina le hizo entrega de los documentos y le comunicó, con todo lujo de detalles, el mensaje que le habían dejado los emisarios de Mister Wílly; éste, se puso muy serio, y después de leer los papeles en cuestión, estalló en cólera, diciendo _ ¡ESE DESGRACIAU MUCHACHO! _ ¡Yo sabía que nojiba complicá lesistencia ¡ ¡No sólo sizo dueñu e lo mío! ¡Quién sabe con cuántas maña? sino que también nos quiere cha di aquí!_ _ ¡Pero qués lo que pasa?_ Pregunta Doña Carmen, intrigada y muy preocupada; viendo la ira y el dolor reflejados en el rostro de Don Emiliano Ortiz, y éste, entregándole los documentos, dice _ ¡Mires to! ¡Qué te parece? ¡El mal parío nos quitó lo nuestru y no jaumentu e larrendamiento de veinte peso ja cincuenta! ¡Y hay que pagá lo júltimos sei mese je nestos mismos día! ¡Y el vencimientu el plazo pa paguel prestamo que no jizo lo tenemo jencima! Yo que me contenté, polque las mata jestaban calgando ma ji mejol pes ta cosecha. ¡Y eso no jesta trazando!, calculé ma lel tiempo ¡Que buena vaina carajo!, yo que nunca me priocupe puel tiempo; simplemente sen pezaba cuandu había quen pezá ¡Y se telminaba cuando se telminabi ya!_ Doña Carmen, viendo la gran preocupación de él, y sintiéndola ella misma en su ser, le dice, mientras le acaricia la espalda _Mire Miliano ¿Y pol qué no saca ja vendé lo qui has cosechao?, yal corredol ta pol ma je la mitá, y debía japrovechá, no sé _ Don Emiliano , viéndola con desilusión, le dice con tristeza ¡Ay mi amol!, tú no sabes na, ya yo tengo mi cuenta bien sacá ¡Y vendiendo tua la coseches que podemo salí del problema! ¡Y te voy esplicá pol qué.! Vendiendo tu esta cosecha ¡Que june las mejore que mos tenío! ¡Y que nos va da comunos mil docientos quintale! ¡Bueno! , vamo ja poneli uno cien quintales ma, polquen veldá que las mata si arrastran con la calga; vamo ja conseguí comunos tres mil quinientos peso majomeno _ _ ¡Y a cómos tan pagandu el kilu e café pue?_ Interrumpe la Doña, curiosa; respondiéndole el Don_ Cuandos tuven La Guairía, averigüé que li había naumentao nueve centavos ma jal quintal, así quel kilo lo deben desta pagando comu a sei céntimos.. ¡Bueno! , déjame seguites plicando. Consiguiendo tu esos pesos que te dije, es que nos pue alcanzá pa paguel préstamu y e larrendamiento, po reso nu hacemos na sacandu a vendel café que tenemos cosechao_ A lo que replica Doña Carmen , inquieta y muy preocupada ¿Y si yo voy a pedile de favo la Mistel Güily que nos dé más tiempo?_ Sugerencia, que no agradó en lo más mínimo a Don Emiliano, y lo hizo alterarse más de lo que estaba, y a la cual respondió en alta voz _ ¡YO NO LE VOY ASTA SUPLICANDU A NINGUN MOCOSO! ¡Ademá! ¡Va ja peldé tú tiempo! ¡Tú oíste lo que diju Elnestina! ¡Ahí se ven clarita la jintencione jel desgraciau ese! ¡El papa debes ta revolcándosen la tumba, al ve lo canalli malintencionao que le saliú e lijo! ¡Compra nuestra tierra, no jaumente larrendamiento, no javisa lo del préstamu y lo de lembargu y que no tengo más plazo pa pagalo! ¡No ni amol! , nos tieni amarrao sin podi hacel na ¡De tuas manera!, lúnico que podemos jace, es seguí pa lante, trabajando más fuelte, pa ve si podemo sacá con tiempo tu el café que necesitamo, pol que se muélgano me la supu hacé… Por otro lado, en el puerto de La Guairía, en la casa de Mister Wílly, éste, le decía a José Santana, su abogado y a Aquiles, su secretario _¡De manera que Don Emiliano! ¡Según me dicen ustedes! ¿No podrá sacar a vender el café a tiempo, según nuestros deseos? _¡Yo se lo puedo asegurar!_ Le responde Aquiles con firmeza _Porque según lo que hé investigado, contrató cien jornaleros, que le vienen sacando una hectárea por día ¡Un poco más un poco menos!, y según mis cálculos, no va a poder cosechar todo el café antes del plazo ¡Y además de esto! , para sacarlo a vender, necesita dar por lo menos dos o tres viajes, y eso son como seis o nueve días más, después de haber terminado de cosechar ¡A menos que intente sacarlo en un solo viaje! ¡Que no lo creo! , porque eso lo obligaría a conseguir como cuatrocientas mulas ¡Según los quintales que le montan a cada una!, y esto sería difícil para él ¡Primero!, porque hay tres o cuatro hacendados más, cosechando, y van a necesitar mulas también ¡Y segundo!, el dinero que usté le prestó lo tiene medido, y no va a poder alquilar sino las mismas ochenta o noventa que siempre alquila, que sumadas a las de él, no llegan a ciento cuarenta mulas ¡Y es por eso!, le repíto, que no lo va a lograr _ _ ¡Wunderbar! Aquiles ¡Wunderbar! _ Dice el joven Wílly, con un gesto de satisfacción, y dirigiendo la mirada hacía su abogado, le pregunta, mientras sonríe con sarcasmo _¡Y tú José Santana, ya tienes todo listo para actuar?_ _ ¡Todo listo Mister Wílly! ¡Todo listo!… ¡Y efectivamente! , al poco tiempo después , el corredor de la Casa Grande de la hacienda de Don Emiliano Ortiz, estaba repleto hasta el techo de sacos lleno de café , y no habiendo cabida para más en él, hubíeron de acondicionar algunas de las habitaciones de la casa, para colocar café, en ellas también . La casa se veía, tal y como se veía, siempre que se terminaba de cosechar en la hacienda: como mujer a punto de dar a luz; pero había una gran diferencia con otroras cosechas; en esta oportunidad, Don Emiliano Ortiz, había sido embargado días atrás, y para salir del embargo, tenía que pagar la deuda contraída con su acreedor, Williams Winckelmann(Mister Willy); y para poder pagar dicha deuda, tenía que obtener el dinero, sacando a vender el café al puerto; y para poder sacar el café a la venta, tenía que salir del embargo y Don Emiliano, impotente, rumiaba su pena interiormente y pensaba, entristecido _Me la supu hacel desgraciau ese mal parío, el trabaju e tua mi vida, mi sueño de que mi sijo vivieran pa siempri aquí, y que criara na mis nieto je nestel mosa tierra, pa que crecieran sano ji fuelte ¡Tanta jesperanza! ¡Tantas cosa jarruiná pol lan bición mezquina de una mala pelsona!_ Así, en ese estado, meditabundo y acongojado, lo encontró el compadre Asunción, sentado en una piedra en la parte de atrás de la Casa Grande, haciendo que contemplaba las caballerizas ubicadas diagonalmente, al lado Oeste de la misma ¡Tan sumido en sus pensamientos estaba!, que la presencia de su compadre no la notaba. Este , había llegado a la hacienda días atrás, para ver en qué forma podía ayudarlos, pero fue muy poco lo que pudo hacer para evitar la desgracia de los Ortiz. El compadre Asunción, acercándose un poco más a Don Emiliano, le pone una mano en el hombro, sacándolo de su ensimismamiento, y éste, sobresaltado, se queda mirándolo con ojos profundos y tristes; por lo que le dice Asunción , de una manera convincente. _ ¡Compai! ¡No mi afloje carajo! Mire que lentierru e Dios nu ha pasao, y usté y su familia es tan sano ji fueltes pa seguí pa lante ¡Mire Compai!, yo le tengo gualdu na solpresa, y se la tengo gualda, polque queriés pera hastul tima hora pa ve qué pasaba_ _ ¿ Y qué pue se sa solpresa compa?_ Pregunta Don Emiliano, con recelo y curiosidad, a lo que le responde Asunción, dando muestras de satisfacción _ ¿Usté si acuelda compai que yo li habli hace bastante tiempo ya, di unas palcela jagrícolas qui ba repaltí el Presidente La Republiquén los valle je Lestao_ _ ¡Sí compa, sí mi acueldo_ Responde Don Emiliano , desanimado; a lo que le vuelve a preguntar Asunción , más ansioso aún _¿Y también si acuelda compai, que yo le dije que li ba conseguí una pus té, pa qui usté y mi comai se fueran pa ya baju a vivi, o pa que mandaral gunu e los muchacho ja trabajala?_ Don Emiliano , mirándolo con desconsuelo, asintió con la cabeza y le respondió _Sí compa, mi acueldo. Pero también mi acueldo compa!, que le dije que no se priocupara pol nosotro, y que se la consiguieral guien que liciera falta _ _ ¡Pues yo compai!_ Dice Asunción , en forma alegre _¡Me tomé la libelti lu incribí en la lista ! ¡Y fíjese compai, que fue muy fácil!, polqui había poca gentin teresé nesas palcelas, y yu ademá je la suyi la mía, le conseguí una ca unu e mi sijo_ Don Emiliano, sorprendido, y con una luz de esperanza en sus ojos, le pregunta a Asunción, dando muestras de ansiedad_ ¿Cómu e jeso que consiguió compa?_ _ ¡Así mismo como lo yo compai!_ Le responde Asunción, con jactancia _ ¡Desdi hace ma je diez mese, el Presidente la República li asinnu al seño Lemilianu Antoni Olti ji Blanco, pol mediu e Lintitutu Agrariu y Social ¡Cincu hectaria je terreno cultivablen los valle je Lestao¡ ¡Y muy celque la zuidá!, lúnico que tiene qui hace es di a Lias, afilmá los papeles je compromiso, yo no li había avisao, polque no había puro, y tampoco li había puestu interé pa paltel tiempo pa subí pa ca; pero la cilcuntancia so notra jahora ¡Y po resos toy aquí! _ A lo que dice Don Emiliano, con los ojos brillosos de alegría y esperanza, pero mostrando preocupación a la vez _ ¿Y usté no cre compa qui ha pasao mucho tiempo ya? ¡A lo mejol ya se la diero na otro!_ _ ¡No hombre compai! _ Le responde Asunción, con seguridad y haciendo gesto de negación con las manos _Ya le dije que nu había mucha gentin teresé nesas palcela ¡Ademá!, de tuas manera yu estao muy pendiente, polque su palceles tá justicu al lau e la mía, y cualquiel cosa yo mi hubieren terao_ _¡Gracias compa!, se lo vamo ja agradecé tua la vida, y vamo jes ten deuda co nusté pa siempre, polqués to qui usté ta ciendo pol nosotros nu hay folme pagalo_ Esto lo decía Don Emiliano , muy avergonzado e incómodo; a la vez que pensaba, con nostalgia _La diferiencies bastante, de cien hectarias ja cinco, de la belleci tranquilidel campo, a lo feu y ajetriau e la zuidá; peru es más mejol tenel comu empecé nuevo, y no como tabas ta ci un rato ¡Sin na! ¡Bueno compa!_ Dice Don Emiliano, saliendo de sus pensamientos _Entonce lo que tenemos qui hacé jempezá preparanos pa inos pa ya bajo _ _ ¡Podemos jaci una cosa compai ! _ Dice Asunción, con entusiamo _ Yo me voy a di adelante con do jo tre je los muchacho, pen pezá celes el techon de va na vivi ¡Ahi hay bastante caña malgui greda!, y si cuando lleguen nu hemos telminao, se puen quedén mi casa mientras tanto ¡Y así lo hicieron!, Don Emiliano mandó a adelante, con su compadre Asunción, a Eliodoro, a Pedro y a Ambrosio, y también los acompañó Ernestina. Mientras tanto, él, junto con sus demás hijos y Doña Carmen, comenzaron los preparativos para marcharse de la hacienda, los cuales, duraron aproximadamente dos semanas. Don Emiliano, queriendo dejar todo en orden, hablaba con el capataz, y le decía _ Mire Juancho, aquí tienes tos riale, pa que le pagui a los pione jesta semana que telmina pasao mañana, e neste papel lo tiene to bie nesplicao; a los que trabajan pol tarea, usté sabe que se le pagan do céntimo ji medio pol ca mano, esu es como veinticinco pesos po lectaria, le saca bien su cuenti le reba jesto quian pediu adelantao; y a lo jolnalero semanarios, le da su riali mediu y cuartillo que le toca ca uno ¡Usté conoce cómu es to!, de tuas manera, aquí tiene diez peso je ma pol si acaso li hace falta; despue jel sabadu el que se ven calgá destu e jotro; usté sen calgues plicali a la pioná to lo ques ta pasando ¡Y que no se priocupen !, que va na seguí teniendo trabajo_ Juancho, expresando la profunda tristeza que sentía, con sus ojos, y mostrando lágrimas a punto de brotar de los mismos, le dice a Don Emiliano, con voz entrecortada _ ¿Y usté se va ir así no más? ¡Sin presentar pelea ni nada! _ A lo que le responde Don Emiliano, poniéndole una mano en el hombro y mirándolo con tristeza también _ ¡Ay Juancho!, la presentamo, cuando juntos común solon bre, tratamo je sacá la cosechan te jel vencimientu el plazo, pero lamentablemente no se pudu hace, y uno tiene que sabé retirasi al no tené ningún chance ganá, lo legá les lo legal ¡Y la ley apóyal desgraciao que me cho la vaina! _ ¡En eso!, escucharon a alguien que decía _ Truuu Ambrosio truuua_ Era tita, el loro perdido, al cual lo traía Elías; éste, lo había encontrado posado en una rama, no muy lejos de la Casa Grande; Don Emiliano, viéndolos acercarse, dice sonriente _ ¡Vaya pue!, una legrien tre tanta tristeza, lléveselu a Calmen pa que lo ponga rribu ne las mula _ Doña Carmen, al oír a Tita, se emocionó tanto, que abrazó fuertemente a Elías y le dió un beso en la mejilla, mientras decía _¡Ambrosio se va pone muy contento cuando lo vea ! _ Mire Ña Calmen _ Aprovecha de decir Elías, algo tímido _ Ambrosio me dijo, cuando nos tuvimos despidiendo, que me regalaba Valiente y que se lo cuidara mucho_ A lo que dijo la Doña, muy sorprendida por las palabras de Elías _ ¡Esu es veldá? Así te querrá comu nelmano, que te dejú a su mejo ramigo!, de tuas manera sinu es asina ¡Segurito quese vieni a buscá su perro! _ ¡Noo ña Calmen! _ Dice Elías, con gestos nerviosos _ li aseguro ques la purita veldá _ ¡Ta bien muchacho ! ¡Ta bien, te creo! _ lo tranquiliza Doña Carmen. Don Emiliano, al cerciorarse de que todo estaba listo para la partida, puso el pie en el estribo ¡Y cuando se impulsó, para montar a Rosita!, se acordó de la gitana y de lo que ésta le había dicho; y pensó con rabia, haciendo un gesto de amargura _ ¡Trabajel café, lo coseché y teniendolo to listo pala venta! ¡No lo pue sacá pa negocialo!_ Y con la rabia reflejada en el rostro, dio un fuerte grito _ ¡VAMONÓ ! ¡Y QUE SIA LO DIOS QUIERA! _ Y emprendieron el viaje, hacia los valles del Estado; solamente con sus enseres personales y de cocina ¡Y diez mulas únicamente, de toda la caballería que poseían !, fue lo único que les autorizaron sacar de la hacienda, para que cargaran sus cosas…
La travesía fue larga y trabajosa, y después de siete largos días con sus respectivas noches, llegaron a la jurisdicción de Turemo, que era el lugar, en donde estaban ubicadas las parcelas mencionadas por Asunción, quien se había esmerado en la construcción de la vivienda, con la ayuda de muchos de los otros parceleros; éste salió a recibirlos, en compañía de su mujer e hijos y de Eliodoro, Pedro, Ernestina y Ambrosio, quien, al oír a Tita llamarlo, sintió que se le salía el corazón del pecho, y después de abrazar y pedirle la bendición a sus padres, tomó a su loro y se fue a la parte de atrás de la vivienda a conversar con él. Después de los saludos y abrazos de rigor, procedieron a descargar a las bestias y a meter bajo techo los enseres de la familia Ortiz-Aponte; mientras se iban acercando otros parceleros, para conocer a la nueva familia que se venía a incorporar a la comunidad agrícola; comenzando así, una nueva etapa en la vida del Negrito Ambrosio Ortiz…
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