Ambrosio ¡Como es sabido!, en la convivencia con sus hermanos siempre llevaba las de perder; sino eran los mayores, que la emprendían en su contra por cualquier cosa; eran los menores, comandados por Pablito; que lo cayapeaban o lo enchismaban con sus padres, para que éstos lo castigaran; la tirria de éstos hacía él, aumentaba con el transcurrir de los años, y el carácter de él, se hacía más fuerte y altanero. Ambrosio no se dejaba dominar fácilmente, ¡Y menos si era él, el que tenía la razón!, pero seguía siendo obediente a sus padres, y trabajador ¡Y de los hijos de los Ortiz- Aponte!, Ambrosio, era el que les daba más muestra externas de afecto, al abrazarlos y besarlos con regularidad, demostrándoles el amor que sentía por ellos en toda oportunidad que se le presentaba; y era por ello, que éstos sentían una especial deferencia y algo de preferencia hacia el. En la parcela, Ambrosio era el primero que se levantaba, y cuando su padre se aclaraba la garganta; señal que avisaba que había que salir de la cama; ya el tenía rato merodeando por la casa; y la mayoría de las veces, tenía que luchar mucho para levantar a su hermano Pedro; ya que éste sufría de ictericia; antes de que llegara Don Emiliano a puyarlo con la chícura por las costillas; porque era ésta, la forma habitual de levantar a los que se quedaban en la cama después de la cinco de la mañana, y la misma iba acompañada de una orden emitida con ronca voz _ ¡A levantase carajo! ¡Que ya maneció! _ De los hermanos del Negrito Ambrosio, el que más demostraba su animadversión por él, seguía siendo Pablito, y era también, al que más rabia le daba, el observar la deferencia y la preferencia de sus padres para con éste, y por eso, buscaba siempre la forma de hacerle quedar mal ante ellos, o de hacerle daño de una forma u otra ¡Y como es sabido !, haciendo siempre que Ramón y Antonio, lo ayudaran en sus fines; ya que el miedo que éstos le tenían, había aumentado con el transcurrir del tiempo ¡Y se haría más firme, con el paso de los años!. Cierto día, Don Emiliano, mandó a Ambrosio a limpiar unas matas de yuca que había sembrado en un sector de la parcela, y Pablito, que se encontraba muy cerca, escuchó lo que le decía el Don al Negrito, y enseguida llamó a Antonio y lo mandó a buscar a Ramón; y en lo que estuvieron juntos los tres, comenzó a decirles, en forma burlona _ Se nos presentó tro chance pa jodi al monito feo, papá lo mandú a limpiá la yuca ¡Y nosotros lo vamo ja yudá desta manera!;cuando e laiga telminao, nosotros nos vamo ja meté nel yucal con la jescaldilla ji vamo ja sacá varias mata ¡Pero eso sí!, no tan celca, una qui otra lla _ Y así lo hicieron, pero Pablito, actuando con más mala intención que los otros dos, no solo desarraigaba las matas de yuca, sino que también las partía en dos. Cuando Don Emiliano fue a ver el trabajo hecho por Ambrosio, quedó muy sorprendido por el estado en que había quedado el sembradío, y enseguida se dirigió a buscar al Negrito, y al encontrarlo, le dijo duramente, a la vez que le daba un coscorrón _ ¡Mira muchachu el carrizo! ¡Tú como qui cistel trabaju e mala gana? ¡Taba jarrecho qué? ¡Polque yo sé que tu trabajas bien! ¡Y esa sería lúnica razón pa qui ciera jeso ! ¡Casi me destroza jel yucal! _ ¡Pero si yo lo limpié bie napá!_ Le dice Ambrosio temeroso y sin entender lo que pasaba _ ¡Aaah sí! _ Dice Don Emiliano, con un gesto despectivo, y con la misma, lo agarró por una oreja y se lo llevó hacia el sitio de los hechos, y al llegar allí, el Negrito soltó dos gruesas lágrimas de rabia e impotencia, al observar, como habían dejado al sembradío; pero no dijo nada, ya que para su padre, no había replica alguna que valiera la pena hacer; en eso, Don Emiliano le dice _ Deje mañana te va jen calgá tú solu e lo janimale _ A lo que le pregunta Ambrosio, con el ceño fruncido, ya que ésta seguía siendo la labor que realizaban los cuatros muchachos menores _¿Y hasta cuándu apá? _ _¡Hasta que yo mi acuelde!_ Le responde el Don con firmeza y viéndolo directamente a los ojos _ Ta bie napá, comus te diga _ Termina respondiendo el Negrito, y dando media vuelta, salió a buscar a los autores del hecho, puesto que él sabía a ciencia cierta, quienes habían sido los autores de la maldad, y con furia, pensaba _ Esta me la va na pagá también ¡Estos no se cansan de chame vaina carajo ! _ Al primero que encontró, fue a Antonio, quien se encontraba trepado en una mata de guayaba, y sin pensarlo dos veces, comenzó a menearla, con la fuerza que le daba la rabia que sentía en ese momento, y meneó y meneó , hasta que Antonio, que daba gritos de desespero, se desprendió del guayabo y cayó al suelo violentamente, y sin dejar que se repusiera, Ambrosio, agarró un rama seca del mismo árbol y comenzó a darle con todas sus ganas; en esos instantes llegó Pablito, atraído por los gritos de Antonio; y dice, en alta voz ¡DE JANTONIO TRANQUILO! _ Pensando, que iba a ser obedecido inmediatamente ¡Y efectivamente, fue obedecido!, pero no como él esperaba, ya que Ambrosio, al oír la voz de Pablito, saltó hacia éste como un tigre, y sin darle tiempo a reaccionar, le dio una andanada de golpes que lo llevaron al suelo, sitio en el cual, seguía recibiendo castigo de su hermano menor; Ramón, que a la distancia vio a sus hermanos y la polvareda que éstos levantaban, salió corriendo hacia el sitio, para colaborar con sus hermanos, en golpear a Ambrosio, como era normal en ellos; él, pensaba que era el Negrito, quien llevaba la peor parte, pero al llegar y ver quién era, el que estaba siendo golpeado salvajemente, se quedó como petrificado; Ambrosio, al sentir su presencia, dejo de golpear a Pablito y volteó a verlo, y Ramón, viendo lo intimidante de esta mirada, y atemorizado por la expresión del rostro de su hermano, presintió lo que le iba a pasar, e instintivamente, echó a correr hacía el potrero; Ambrosio, incorporándose rápidamente, comenzó a perseguirlo, mientras tanto, Pablito y Antonio, se sobaban sus cuerpos adoloridos, a la vez que sacudían sus ropas empolvadas, y decía el primero, con rabia_ ¡No te priocupe!, el lune je nel caminu a les cuela no la descobramo. Y él decía esto, porque en verdad, desde los primeros días en que llegaron al parcelamiento agrícola, Doña Carmen, a pesar de la férrea oposición de Don Emiliano, se enfrentó a éste y los puso a estudiar. ¡De repente ! Pablito y Antonio, oyeron unos gritos a lo lejos, los mismos eran de Ramón, el cual, apenas Ambrosio lo había agarrado por los hombros, daba alaridos cobardemente, pidiéndole ayuda a sus hermanos, y el Negrito, sacudiéndolo, le decía _ ¡A ti como que no te duelen los golpes veldá? ¡Te doy, te doy te doy sigue jechándome vaina! ¡Quién planió lo del yucal? ¡Quién fue?_ _ ¡PABLITO! ¡FUE PABLITO! ¡Pablito lu hizo to! ¡Yo lo quice fue ve deje lejito! ¡Snif !_ Le responde Ramón, todo lloroso y moqueando; a lo que le replica Ambrosio con dureza _ ¡DE TUAS MANERA! ¡Tú también lu hiciste, polque no li avisasti a papá! ¡Y como no te duelen los golpe!, te voy a du na ració nespecial _ Y con la misma, se lo llevó arrastrando hacia unas matas de Picapica que se encontraban allí cerca, y lo pasó por encima de ellas varias veces mientras le decía _ ¡Yas toy cansau e pegati nu aprendes, vamo ja ve si esto ti hace cambia y te poltas bieni no sigues dejándote llevá pol Pablito!_ Y desentendiéndose de él, lo dejó revolcándose en el suelo, gritando y llorando por la comezón. Transcurrió el día, y ya cuando la tarde caía pesadamente sobre la noche, resistiéndose ésta a soportarla; llegó el Negrito a la casa, y como siempre sucedía, Don Emiliano lo estaba esperando con la bandola en la mano, para castigarlo por lo que le había hecho a sus hermanos, y le dio varios fuetazos mientras lo reprendía e interrogaba, y Ambrosio aguantó el castigo sin llorar ni decir nada; mientras los causantes de esto, observaban y disfrutaban sonrientes a poca distancia del lugar… El día señalado, cuando Ambrosio se dirigía a la escuela, muy cansado, después de haber cumplido las tareas del castigo que le había impuesto su padre; oyó un ruido a un costado del camino, y quizo reaccionar, pero Pablito, Ramón y Antonio, quienes eran los que estaban emboscados en el matorral, no lo dejaron, y sin darle tiempo a nada, le cayeron encima, todos a la vez, emprendiéndola a golpes y a patadas en contra del Negrito, dejándolo todo maltrecho en medio del camino; éste, haciendo un esfuerzo sobre_humano, se levantó, y a duras penas, prosiguió su camino hacia la escuela, y al llegar a ésta, como pudo, se sacudió su vestimenta y se medio limpió las heridas con las hojas de un arbusto que cerca de la entrada se encontraba, dirigiéndose luego, a la puerta de su salón de clases, y entrando, dijo _ Buenas talde señorita, peldón pol llegá talde ¿Me da pelmiso pen tra?_ La maestra, al verlo llegar en semejante estado, gritó sorprendida _ ¡MUCHACHO ! ¡Qué te pasó? _ Ambrosio se le quedó mirando por un momento, pensando qué responderle; y haciendo gestos de dolor, le dice _ Me saliún perro muy grande nel camino y me brincó encimi mechú na buena revolqui despué juyo ¡Pero me las va pagá! _ Dirigiendo la mirada hacia sus hermanos mientras hablaba, los cuales sonreían en forma burlona. En eso, la maestra le dice, cariñosamente _ Mire mijo, vaya a buscar al policía escolar y le dice; que le mando a decir yo, que lo lleve para su casa, y que le explique a sus padres el porqué lo devolví_ _¡Pero maestra!_ Replica Ambrosio, no estando de acuerdo con ella _ Yos toy bieni quiero il a clase_ ¡No señor!, nada de eso Le responde la maestra, inclinándose hacia él, haciendo señales de negación con su mano y tomándolo de la barbilla con cariño _ Usté se me va para su casa a que me lo curen y a descansar ¡Además mi niño !, usté es uno de mis mejores alumnos, y como todo muchacho inteligente, va bastante adelantado con respecto a los otros, así que váyase tranquilo_ _Tabien Señorita_ Le dice Ambrosio, de manera sumisa. Mientras tanto, sus hermanos, que habían oído todas las cosas que decía la maestra acerca del Negrito, le hacían muecas y gestos de amenaza y desagrado, y el Negrito se sentía bien y sonreía, al ver que la envidia y la mala intención, los hacía sentir mal era a ellos. Al llegar a casa, Doña Carmen lo ve, y pega un grito de susto y preocupación _ ¡DIOS MÍO! ¡Qué me le pasó mijo? ¡Quién tizu esto?_ A lo que responde Gregorio por el muchacho, contándole todo y dándole el mensaje enviado por la maestra; por lo que Doña Carmen, agradecida, le da las gracias; en eso, viene llegando Don Emiliano, y pregunta, mientras ve alejarse a Gregorio, muy intrigado por la presencia del policía escolar en su casa_ ¿Qués ta pasandu aquí? _ La Doña, le cuenta al Don, todos los hechos con un dejo de preocupación, y éste, con una sonrisa irónica en flor, dice _ ¡Que raro!, que yo sepa pu ese camino nu hay naiden que tengun perro asina ¡Grande, bravu y sin colmillo! _ Diciendo esto último, mientras lo agarraba por el mentón y le examinaba el rostro. Don Emiliano, se quedó meditando por un momento, para luego dirigirse nuevamente a Ambrosio, diciéndole _ ¡Bueno!, ya ques ta ja quí, búscate la criolina, pa que leche jen la pata la vaca Zamurita, que parece que le cayó gusano, y despué _ _¡Mi Remiliano! _ Lo interrumpe Doña Carmen ¡Y sin dejar que continúe hablando!, se le pone al frente con las manos en la cintura y le dice _ ¡Al ñino lo mandó la maestra descansá! ¡No tas viendo comos ta? ¡Tu aporriao!_ ¡Mira Calmen ! _ La refuta el Don con brusquedad _ ¡Muchachu es muchacho! ¡Y a ello no les duele los rajuño ni los golpe ¡Y ademá!, tú sabes muy bien lo que yo piensu e la escuela, polque sos muchacho jen ve jesta peldiendu el tiempo, deberían pasá más tiempu en la palcela ciéndo la producí ma ¡Demasiao buenu he sío yo!, dejándolos que vaya na pelde tre ji cuatro ra sentao frenti una mujé, viéndole los justani aprendiendo no sé cuantas ñoñadas _ _ ¡Emiliano pol Dio! _ Le dice la Doña, como suplicando _¡Hazmel favol chico! ¡No sé! ¡No jallo la folma di haceten tendé¡ que su es lo mejol que podemo jacé po rellos ¡Tú tienes quen tendelo chico! _ ¡Tá bien mujé ! ¡Ta bien !_ la interrumpe Don Emiliano, haciendo gestos de hastío con los brazos _ No discutamo jotra ve pol lo mismo, tú nunca va ja da tu brazu a tolcé ¡Siempre qui hablamos des tu es la misma vaina! ¡Pero lo que jahorita, este tarajallo va se lo que le mandé! ¡Y él sabe pol qué tiene qui hacelo! Doña Carmen iba a refutar de nuevo, pero Ambrosio la interrumpe diciendo, de manera sumisa _ Ta bie namá, no se priocupe, yo ya me siento bieni casi no me duele _ A lo que dice la Doña, resignada _ ¡Bueno ! ¡Ta bién! Pero pol lo meno ven pa limpiati echati algu e nesos rajuño _ El Negrito Ambrosio, después de ser curado por su madre, cumplió las órdenes de su padre, y luego se bañó, se cambió y se dirigió al bananal; al llegar allí, se recostó de una de las matas, poniéndose a meditar _ ¿Serés ta la vida que voy a llevá siempre?, ¿Pol qué mi jelmano se polta nasí conmigo? ¡Eliodoro !, hace la del juda, jalando pon de mejol le conviene, mi haci una cara ciendo que mi apoyi ma jadelante descubro que jun falsu y que no mi apoya na; ¡Santiago!, a él le digua luna cosa qui otra, siempre tan tranquilo ¡Con tal que no se metan co nél!; ¡Pedro!, tan masilentu y tonto, que ni el mismo Pablito lo respeta; ¡Elnestina!, ni se diga; ¡Y Ramoni Antoniu y Pablito que son lo menore! ¡Y que debería llevame mejol co nellos! Mi hacen la vida dura con sus maldadi me tienen comu arrechera, ¡Bueno! Ramoni Antonio pol la cizaña que li a sembrao Pablito ¡Y que no deje regala!, polque no veo razones pa no llevanos bieni querenos cumu helmano; la veldá que si no fuera po re lamol de papí mamá, quién sabe que locura fuera cometío yo ya _ Y mientras meditaba sobre todas estas cosas, gruesas lágrimas rodaban por las mejillas del Negrito, haciéndolas purpureantes. ¡Y así transcurría la vida de Ambrosio Ortiz!; seguía siendo cíclica, la forma atípica de relación familiar entre él y sus hermanos; éstos, haciéndole maldades y buscando siempre la forma, de hacerle quedar mal ante sus padres; él, cobrando venganza contra ellos; el Don y la Doña, dándole fuetazos, por los chismes de sus hermanos, y éstos, cayapéandolo cada vez que podían ¡Hasta que un día!, creyó ver una salida a esta conflictiva y tensa situación, ya que el Sargento Torres, que era parcelero también, y que se había hecho muy amigo de la familia Ortiz-Aponte; conocía lo trabajador que era Ambrosio; y en cierta oportunidad, encontrándose de visita en casa de éstos, le pidió a Don Emiliano y a Doña Carmen, que le prestaran al Negrito, para ponerlo a trabajar en su parcela; que él se encargaría de alimentarlo y vestirlo ¡Y que si le echaba pichón!, hasta algo de dinero le daba también de vez en cuando. Ambrosio, que a pesar de encontrarse algo alejado del lugar en donde estaban conversando, ya que el estar cerca o atravesado en las conversaciones de los mayores, era severamente castigado; escuchó por casualidad, lo que decía el Sargento Torres con altisonante voz, y pensó enseguida, que eso sería lo mejor para él; irse de su casa hacia otro sitio, para así alejarse de sus hermanos y poder sentirse tranquilo, teniendo algo de libertad, sin tener que estar pendiente, de que maldad le tendrían preparada éstos, en este o en aquel momento, y rogaba a Dios, para que sus padres lo dejaran ir con el Sargento Torres. Don Emiliano, aceptó a duras penas, la petición del militar, debido a la insistencia de sus esposa, ya que no le agradaba la idea de desprenderse de Ambrosio, por las razones que ya conocemos; pero Doña Carmen, pensaba lo mismo que su hijo, en alejarlo de los otros, muy a su pesar, ya que el separarse del Negrito, le causaba un opresión en el pecho; y le pedía al militar, que se lo cuidara mucho, diciéndole a la vez, que tuviera en cuenta, que el muchacho era de un carácter fuerte ¡Y así sucedió! , el Negrito Ambrosio Ortiz, acomodó su maruza, y se fue a vivir en la casa del susodicho militar. Una vez allí, la esposa del Sargento Torres, le acomodó una estera en uno de los rincones de la vivienda, sitio que sería, durante su estadía en la misma, su habitación. Ambrosio, en su nueva ubicación, mantenía su rutina de levantarse bien temprano, como era su costumbre, y cuando el Sargento se levantaba, ya él tenía recogida su ración de frutas habitual; su faena diaria, sólo era interrumpida por las horas de escuela; trabajaba como un burro ¡Y de eso, se sentía muy feliz el Sargento!, ya que éste, pensaba que se había sacado un premio gordo con el Negrito, puesto que Ambrosio era para todo; que si echarle comida a las gallinas, que si buscarle y echarle comida a los cochinos, que si buscarle pasto a las vacas y a las bestias, halar machete y escardilla, acomodar la tierra y sembrarla, hacer los mandados, arreglar la cerca… Cierto día, luego de haber pasado varios meses en la parcela del Sargento Torres, Ambrosio, se encontraba apoyado en el almocafre, con las manos entrelazadas en el cabo, la barbilla sobre ellas y con la mirada perdida en la distancia, pensando _¡Que buena vaina!, lúnico bueno destu es que no veu a mi jelmanu y ni mi acueldu e sus maldade; polques te salgentu el demonio como que cre que se comprún esclavo, no me deja ni un momentu en pa ji la libeltá que yo creí qui había conseguío nu es veldá, polque no me deja salí pa ninguna palte, e lúnico ratu es les cuela, polque ni sábado ni domingo tengo descanso ¡Y hasta cuandus toy dolmio descansandu en mi rincón, va y me levanta pa que li haga cualquier vaina! ¡Y lo de la ropa, lo zapatu y los riale fue puru embuste!_ ¡De repente!, dentro del apacible silencio que lo rodeaba, oyó el restallar y a la vez sintió, un doloroso latigazo en la espalda, al mismo tiempo que oía, una fuerte voz que decía, en autoritario tono _ ¡Muchachu el carajo! ¡Yo no te traje pa ca pa que flojeara! _ Ambrosio reaccionó de inmediato, con la agilidad que lo caracterizaba, y con los ojos inyectados por la rabia, se abalanzó sobre el Sargento sin darle tiempo a más nada, derribándolo con el impulso y los golpes que sin tregua le lanzaba, y a la vez que lo golpeaba, le decía _ ¡AHORA SÍ QUE PASATE LOS LÍMITE DESGRACIAO! ¡A lúnico que yo li aguanto golpe ji regañu e ja papá!_ Y después de darle esa andanada de duros golpes y dejarlo aturdido en el suelo, se puso de pie, y dirigiéndose de nuevo al maltrecho, Sargento, le dice _ ¡Ahora te busca jotru esclavo sabandija, polque yo me voy pal coño! _ Y con la misma salió corriendo, pasó recogiendo su maruza y prosiguió su carrera. El Sargento, que se había recuperado, blandiendo la bandola, lo seguía muy de cerca y le gritaba, lleno de odio_ ¡PÁRATE DESGRACIAO! ¡PÁRATE PEN SEÑATI A REPETÁ LOS MAYORE ! ¡PÁRATE PUE HIJUE PUTA! ¡A ti ten tregaro na mi calgo! ¡Y voy hace que Miliano te joda bien jodío! _ Ambrosio, que en ese momento brincaba por sobre la cerca que rodeaba la parcela del militar, se proparó por un momento del otro lado y le dijo _ ¡Mira desgraciao ! ¡Así mismo lo va na sabén mi casa mi jelmano, papí mamá!, que la llamaste puta ¡Y también va na sabé que to lo que prometiste fuen buste!, y que me tratate común perru el tiempo que tuvi aquí _ Y terminando de decir esto, emprendió la carrera nuevamente, mientras el Sargento, parado del otro lado de la cerca, lo veía alejarse entre los árboles frutales, y rumiando su rabia, pensaba, mientras se sobaba el mentón _ Ahora si es veldá que la puse, me quedé sin silviente, y ni siquiera puedo ilu a busco tra ve ¡Cómo se mi ocurre llamalu hijue puta? ¡Cómo cometo la burré pegale?, ya la mama mi habíal veltío sobre su caráltel ¡Y como pegue duru el condenao!_ Y emprendiendo el camino de regreso hacia su casa, seguía meditando sobre el asunto, y continuaba sobándose la barbilla _ Todu iba tan bien co nel negro mojinu ese, mi hacía tu el trabajo ¡Y de grati !, que mala pata la mía ¡Bueno !, voy a dejá pasún tiempu y despué me le japarezco po rallá, como que sino fuera pasao na ¡Y ese mono me las va pagá ! ¡Seguro que me las paga !, polqués tos golpe no se va na queda así _ Ambrosio estuvo varios días vagando por el parcelamiento agrícola, sin rumbo fijo, temiendo volver a su casa, ya que se imaginaba, que el militar no le iba a hacer caso a las amenazas que él profirió, puesto que era su palabra contra la de él, e iba a ir a buscarlo de nuevo para llevárselo de regreso ¡Y eso le gustaba menos!, que la cueriza que le podían dar sus padres; pero al fin decidió irse a su casa, debido a las lluvias, al dormir a la interperie y a la dieta de variadas frutas a la que estaba sometido; la cual, no le estaba satisfaciendo el organismo y se sentía débil, porque el Sargento, no sólo lo trataba mal, sino que tampoco lo alimentaba bien. La mamá, que lo vio desde el lavandero, cuando saltaba la cerca que rodeaba la casa, salió a su encuentro y lo abrazó y lo besó, y contestándole la bendición, que éste, le había pedido; lo interroga _¡Dios me lo bendiga mijo ! ¡Qué me le pasó?, mi asuste lestau en que llega; to suciu y pu este lau e la casa_ _ Buenu amá, lo que pasó fue que me le vini al Salgento_ Le contestó Ambrosio, atribulado; procediendo a relatarle a su madre, incentivado por la continuidad de los porqués de ella; todo lo sucedido en la parcela del militar en cuestión, y al terminar de contarle lo acontecido,con todo lujo de detalles, Doña Carmen, se quedó pensativa por un momento, y luego de meditar bien el asunto, le dice, preocupada _ Mire mijo, ese Salgento me cuentan que tiene muy malas pulga, y a lo mejol trate vengáseme di usté; vamo japrovechá quel compai Pablu y la comai están de visiti se van mañana, pa mandalo co nello ja case su ti Ulalia, u a ve si ellos pueden tenelu a uste, mientras pasel tiempu y al Salgento se li olvide lasunto_ A Ambrosio le gustó mucho la idea de su madre, porque además de continuar alejado de sus hermanos, tendría la oportunidad de viajar y conocer la Capital, teniendo algo de la libertad por él deseada. Cuando los compadres se enteraron de lo que quería Doña Carmen, les agradó mucho, ya que así tendrían una compañía y también algo de ayuda en la casa, puesto que sus hijos ya habían hecho su vida aparte. Y así, al día siguiente, salió Ambrosio, en su edad adolescente, para la Capital, una vez allí, como muchacho obediente y respetuoso de los mayores que era, los Uzcátegui le recostaron casi todo los oficios de la casa, allí llegó a dar sus primeros pasos como cocinero; también les hacía los mandados por toda la ciudad, la mayoría de las veces a pie, razón por la cual, la llegó a conocer como a la palma de su mano. Después de un año y varios meses de haber estado en la Capital, Ambrosio enfermó gravemente, hasta el extremo de llegar a parecerse un cadáver viviente, por la deshidratación. La señora Petra se asustó mucho, al irse percatando de lo mal que estaba el muchacho, y con bastante nerviosismo, se lo comunicó a su esposo _ ¡Mira Pablo !, ese muchacho está bien feo, y no podemos dejarlo morir de mengua, mira que él está bajo nuestra responsabilidá y tenemos que entregarle buenas cuentas a los compadres _ El señor Pablo, fue a cerciorarse de lo que decía su esposa, y al comprobarlo, tomaron a Ambrosio y salieron de carrera con él, para el "Hospital Central de la Capital". Al llegar a la emergencia del centro hospitalario, las enfermeras, viendo el estado del Negrito, lo pasaron inmediatamente, para que lo atendiera el médico de guardia; al rato, salió una de las enfermeras a informarle a los Uzcátegui que estaba fuera de peligro, pero que si hubieran esperado veinte minutos más para traerlo, se hubiera muerto, la señora Petra, al oírla, pegó un gritico de susto, y persignándose, decía _ ¡Ay! ¡Dios nos libre!_ A lo que le dijo la enfermera _ No se preocupe, ya le dije que el peligro pasó, él se va a quedar hospitalizado varios días, para su recuperación _ A los dos días, lo pasaron del área de observación, para la de hospitalización, en donde pasó otros cuatro días recuperándose totalmente, y lo dieron de alta. En el camino de regreso a casa de los Uzcátegui, la señora Petra le decía a su esposo _ Mira viejo, después de este susto, yo creo que lo mejor es que le llevemos de regreso este muchacho a los compadres, no vaya a ser que sufra una recaída y sea peor – Y Ambrosio, para sus adentro, pensaba con tristeza _ Ahora sis ta nasustao, despué que de vaina no me muero pol culpa de llo, polquel doctol me dijo, que lo que me pasó fue pol no comé bien, pol nos ta bie nalimentao ¡Y eses la velda! Lo tiene na uno tu el dien la calli haciéndole diligencia, y uno llega casi de noche co ne lestomagu estragao, si nabel comio na entu el día, y no le gualda na uno ni un piazu e pan duro manquesea _ ¡Está bien chica !_ Dice el señor Pablo, bruscamente, interrumpiéndole sus pensamientos _ Mañana mismo salimos para Turemo a llevar al muchacho _ Lo que hace que Ambrosio se dirija a ellos, en un tono suplicante _ ¡Tíos ! ¿Ustede me puede naci un favol? _ _Uste dirá mijo _ Es que yo quiero que le diga na mamá, pa que me mande pa co tra ve, pa la case su helmana, mi ti Ulalia, es que yo quiero quedami aquí, en la Capital _ ¡Está bien!_ Le responde el señor Pablo _ Nosotros cumplimos con llevarte y le hacemos tu ruego, si ellos te vuelven a mandar para acá, es cosa de ellos ¡Pero eso sí !, no le digas a ellos nada de lo que pasó ¡Estamos de acuerdo? _ Di acueldo tío_ Y así pasó. Al día siguiente salieron los Uzcátegui, con el Negrito Ambrosio, hacia los valles del Estado, en donde estaba situada la jurisdicción de Turemo, y al llegar a la casa de los Ortiz-Aponte, los recibieron Doña Carmen y sus dos hijas, ya que Carmela, se había aparecido meses atrás en la parcela, con un par de hermosos muchachos, que tiraban a catire, Williams y Gregorio, hijos de Mister Willy ¡Cosa que jamás sabrían Don Emiliano y Doña Carmen por supuesto!. Cerca del lugar de recibimiento, se encontraban observando, Ramón, Antonio y Pablito, y éste le decía a sus hermanos, sarcásticamente _ Vamo ja ve qué bienvenida le preparamo ja "la cosa linde mamá", hay que pensé nalgo bueno ¡¡Ja ja ja … En eso, el señor Pablo le decía a Doña Carmen _ Mire comadre, venimos solamente a pedirle permiso para llevar a Ambrosio a vivir para la casa de Eulalia, porque nosotros nos vamos para el llano, a casa de nuestro hijo mayor, y él dice que le gusta la Capital y que quiere quedarse allá viviendo_ _Ta bien_ le responde Doña Carmen, algo insegura _ yo le mandu na caltiqueUulalia co nustedes mismo, si mi hace nel favol, mi muchacho mi hace mucha falta, pero teniéndolu aquí sufro mucho, polque lo jelmano no me le dan vida, me le tienen como tirria; teniéndolo lejo de mí también sufro, pero meno, polque sé ques ta bien cuidau y aprendiendu a vivi mejo le nesta vida_ Mientras su madre hablaba, Ambrosio esbozaba una sonrisa y pensaba _ ¡Ay mamá querida, si tú supieras!, pero prefiero mil veces pasel trabaju hereje po rallá ques ta qui_ En eso, Doña Carmen lo saca de sus pensamiento, cuando dice _ ¡Pero va na pasá la nochi aquí! Nu es bueno que cojan caminu esta hora _ Está bien comadre_ le responde el señor Pablo. A la mañana siguiente, emprendieron de nuevo el viaje de regreso, hacia la Capital, pero no sin que antes, durante la noche, Pablito y sus aliados, al no tener tiempo para prepararle un mejor recibimiento a su hermano, optaron por bañar a Ambrosio, y le echaron varios valdes de agua por encima, en el sitio en donde se encontraba durmiendo; Ambrosio, recuperándose del susto, se seco y se cambio de ropa, y no pudiendo dormir más, se dedicó, aprovechando lo resplandeciente de la luna; a recoger excrementos de cochino en un valde, ligándolos con el agua que habían dejado éstos en los comederos; le echó también tierra y bosta de ganado, agarró un trozo de madera, y tranquilamente se sentó en una piedra, que se encontraba recostada de la casa, y se puso a mezclar semejante preparado, arrugando la cara de cuando en vez, debido al fétido olor que despedía dicho mejunje; esperó que faltara poco para salir de viaje, y se fue al sitio en donde dormían plácidamente sus hermanitos, y le echó por encima a cada uno, su ración del baturrillo en cuestión… _ La bendició namá_ Decía Ambrosio, mientras abrazaba y besaba a su madre _ Que Dios me lo bendiga mijo y me lo lleve con bien _ Le respondió la doña, abrazándolo y besándolo también, procediendo luego a despedirse de sus compadres; mientras que Don Emiliano; quien se disponía a castrar las colmenas de las abejas ese día; rezongaba _ Este muchachu el carajo me lu está nalcaguetiando mucho _Y, a la vez lo abrazaba y le echaba la bendición también; mientras que Pablito, Ramón y Antonio, no muy lejos del sitio y despidiendo aún el fétido olor ¡A pesar de haberse bañado y cambiado!; lo veían con odio y proferían maldiciones en contra del Negrito Ambrosio Ortiz. Al llegar a la Capital nuevamente, los Uzcátegui pasaron dejando a Ambrosio, en casa de su tía Eulalia, entregándole también la pequeña carta y los saludos que le habían enviado _ La bendición tía _ Dice Ambrosio, muy apenado _ Dios te bendiga _ Le responde la tía, quien luego de leer la misiva, le dice _Vente por aquí para acomodarte. El único sitio en donde hay un espacio para ponerte la camita plegable es aquí, al lado del baño ¡Eso sí!, todos los días la recoges, tú veras cómo te acomodas en ese rincón _ Y como era normal en la vida de Ambrosio, le tocó la misma rutina; hacer el oficio de la casa, mientras sus primas flojeaban y fastidiaban; Ambrosio, barre, Ambrosio, limpia el piso, Ambrosio, frega, Ambrosio, anda a hacerme un mandado ¡Y para variar !, comía, si alcanzaba para él, muchas veces lo mandaban a hacer alguna diligencia, y al regresar, habiendo pasado todo el día en la calle, la tía le preguntaba muy tranquila _ ¿Quieres comer algo? ¿O ya comiste? Y Ambrosio, en su interior, pensaba con rabia _ ¿Será ques ta viejel coñu es loca? ¿Qué se pensará? ¿Será que cre que yo vivo de laire o que soy un santu e yeso? ¡Qué cachaza!, me tiene tu el dien la calle pasandu hambri haciéndole su diligencia ¡Y tiene la santas bola je preguntame! ¡Ni siquiera si acuelda que yo también como! _ Y así pasaron dos años más, en la vida del Negrito Ambrosio Ortiz, lapso en el cual, visitaría a su familia en tres oportunidades, las mismas en que su tía visitó a su hermana; ocasiones en las cuales, cuando su mamá le preguntaba qué cómo se sentía, él siempre respondió que de maravillas. Cierto día, ya cansado de la vida que llevaba con su tía y sus primas, decidió correr mundo por sí solo, y le dijo a Eulalia _ Querida tía, tin folmo que se te va tu silviente _ ¡Queé? ¡Por qué?_ Lo interroga Eulalia, sorprendida y confundida _¡Tú estás loco? ¡Tú eres menor de edá todavía y estás bajo mi cuidado! ¡No te puedes ir! _ A lo que responde Ambrosio, con otra pregunta _¡Cómo que no me puedo i? ¡Claro que me voy! ¡Y nadie me va detené! _ Y así lo hizo, recogió la poca ropa que tenía, hizo un pequeño envoltorio y agarró camino. Los primero meses estuvo durmiendo debajo de los puentes, y en cuanto a la comida, el entrenamiento que había tenido con los Uzcátegui y con su tía Eulalia, le sirvieron de algo, ya que estaba acostumbrado a comer poco o nada ¡Entrenamiento que por cierto!, le ocasionó una úlcera estomacal, que lo fastidiaría por el resto de su vida. Para sobrevivir en esta nueva situación, muchas veces, se iba de madrugada al Puerto, a las fábricas, a los mercados, a los centros de acopio, como descargador, otras veces, ayudaba en trabajos de albañilería, o limpiaba solares o pozos sépticos y letrinas; fueron muchas las clases de trabajo que realizó Ambrosio, para subsistir en esta etapa de su vida, siempre protegiéndose debajo de los puentes, en donde siempre habían otros inquilinos con quien compartir los alimentos, con quien departir, acerca de la vicisitudes de la vida y con quien consolarse y darse fuerza para seguir adelante. Cierto día, en que Ambrosio tenía varios días sin comer, por no haber conseguido nada de dinero, comenzó a sentir los dolores causados por los ácidos estomacales, ya que éstos, al no encontrar nada que procesar, comienzan a destruir las paredes del estómago; y se vio en la necesidad de entrar en un restaurant, cuyo propietario era un chinito, para ver si alguien dejaba algún sobrado y él comérselo; el dueño del establecimiento, al verle la cara y el estado en que andaba, se imaginó que era lo que le pasaba y lo llamó_ ¡Hey muchacho!, ven pa la ca, tú tené lambli yo te voy a lal comila_ Ambrosio, muy asustado y nervioso, se dejaba conducir; el chinito lo sentó en una mesa y le trajo de comer, diciéndole amigablemente _ Toma, coma testo, pelo te lo coma poca poca, pala que no ti haga laño _ _ ¡Pero señol! _ Logra decir Ambrosio, a duras penas _ Yo no tengo rial pa pagale _ _ No pliocupa _ Le dice el chinito, haciendo gestos con los brazos _ les pue paga, coma, coma tlanquilo que les pue paga _ A medida que ingería los alimentos, Ambrosio sentía que le volvía el espíritu al cuerpo, y al terminar de comer, le pidió una escoba al chinito para barrerle el negocio, pretendiendo así aportar algo a cambio de la camida, pero el chinito le volvió a decir, haciendo los mismos gestos y empujándolo hacia la salida _ ¡Nala nala!, tu te va, les pue paga _Como que si conociera a Ambrosio y la forma de proceder de éste, cosa que él le agradecería toda la vida. Al poco tiempo después de haber sucedido esto, aproximadamente dos meses después; consiguió trabajo con un señor que vendía Keroseno; su trabajo consistía en despachar el combustible, a los usuarios en los edificios, en latas de veinte litros de capacidad, recorriendo piso por piso, apartamento por apartamento; pagándole el señor, medio real por cada lata que despachaba. El Kerosenero, llegó a tomarle mucho cariño a Ambrosio, por lo responsable, respetuoso, trabajador y obediente que era, razón por la cual lo trataba muy bien, y al enterarse que su residencia era un puente, se lo llevó a vivir a su casa. En su trabajo con el señor Julio, distribuyendo Keroseno, a Ambrosio le tocaba muchas veces, comer en la calle, y él, en agradecimiento, y estuviese en donde estuviese, siempre se dirigía al restaurant del chinito, que prácticamente le salvó la vida en una oportunidad, y cierto día, que se dirigía a comer en dicho lugar, se le paró un vehículo de la policía al lado, y uno de los agentes le dice, mientras se bajaba de la unidad _ ¡Levanta las manos ! ¡Date vuelta ! ¡Pégate de la paré! _ Ambrosio, entre sorprendido y asustado, obedeció las órdenes impartidas por el agente policial, que después de requisarlo y pedirle su carnet de identidad, le dice _ ¡Súbete a la patrulla, que estás reclutado! _ ¡Pero si yo ! _ Quiso replicar Ambrosio, todo confundido, pero el agente no lo dejó, diciéndole _ ¡Sin oponer resistencia! ¡Vamonó! _ El señor Julio, el Kerosenero; preocupado por la tardanza del muchacho, comenzó a buscarlo; sabiendo que éste era muy cumplidor y puntual, se supuso que algo malo le había ocurrido, y preguntando aquí y preguntando allá, alguien le dijo Al Negrito que tú cargas de ayudante, se lo llevó la policía _ _¡La Policía! _ Replica el señor Julio, sorprendido y extrañado; y con un gesto de disgusto, se dirigió al destacamento policial, y al llegar allí, le informaron que lo buscara en la circunscripción militar, ya que había comenzado la recluta, mientras tanto, en el lugar de concentración de los conscriptos, Ambrosio, al principio, alegaba que a él no le tocaba pagar servicio todavía, que él no tenía la edad aún, y pensaba _ Ahora que creí que mesta ben pesandu a i bien, me pasés to_ Pero al oír a varios soldados y a algunos conscriptos, que conservando entre ellos; comentaban, que allí lo único que había que hacer era portarse bien y obedecer, para que no les faltara ropa, techo, comida, cama, deportes, estudios,…, además de aprender a desenvolverse en la vida; resolvió quedarse de una vez; por eso cuando el señor Julio llegó a buscarlo para sacarlo de allí, él le dijo _Muchas gracia señol Julio, pero nu haga ninguna diligencia pa sacame di aquí, polque decidio cumplí co nel selvicio milital di una ve..
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