Dos serán los vuelcos más notables de la Universidad cubana cuando inicie el siglo XXI: la informatización a gran escala de su labor formativa y de gestión, y la conversión de la educación de valores en el centro del trabajo de formación de profesionales.
Si en el tratamiento del universo de problemas de la formación de profesionales es necesario dejar esclarecido desde un inicio el fin que se persigue, es justamente en el tema de la EDUCACION EN VALORES en los predios universitarios. En esta presentación transitaremos por reflexiones conceptuales, contextuales, filosóficas y prácticas. Pero el fin no es tratar de conciliar una conceptualización, ni esclarecer una filosofía, lo cual también es importante. El fin, en este caso, y ante este tema hoy, sólo ha de ser contribuir a encontrar los caminos más expeditos para formar hombres profesionales más íntegros que son los que Cuba reclama para su desarrollo.
De las Universidades cubanas han egresado desde 1959 hasta 1995, 564 298 profesionales. En una economía con una población laboral de aproximadamente 3 millones de personas, es esta una cifra que demuestra el alto significado social que ellos poseen para la vida de la nación. Uno de cada 6 trabajadores, aproximadamente, es un profesional graduado en la Universidad cubana posterior al triunfo de la Revolución en 1959.
De ellos aproximadamente 190 000 se han graduado en el transcurso de estos años de aguda crisis económica que se ha denominado Periodo especial en tiempos de paz. Hoy están en las aulas universitarias aproximadamente 130 000 jóvenes, que se forman para ejercer su profesión en un mundo no sólo caracterizado por su elevada tecnologización, por lo que se ha dado en llamar por algunos el mundo de la REVOLUCION DEL CONOCIMIENTO, o aplicación del conocimiento al propio conocimiento, sino además por sus acompañantes contradictorios dados en las crisis ecológicas, alimentaria, laboral, energética, climatológica, financiera, económica, axiológica y la que nos parece una de las más cruciales crisis que se vive a nivel global, que podemos denominar CRISIS DE PARADIGMAS.
Es decir, crisis de modelos, de conductas, de valores, de motivos, de sistemas, de aspiraciones. El afianzamiento de la personalidad se da con su autoreproducción a nivel de individualidad, proceso regido por valores y motivos jerarquizados en la personalidad. Ellos responden a modelos, a aspiraciones a seguir, a aquello que para cada cual se constituye en un estado deseado. Y ahí es donde vemos la mayor de las crisis. Las aspiraciones que se presentan ante todos como patrones a seguir tienen que ver con el éxito económico a toda costa, no con la misma esencia de la reproducción de lo humano, lo que se subordina en nuestro mundo globalizado a la capacidad de compra de la persona. Ese es el indicador que mide la aspiración que se propone al mundo, y ese fin ha de lograrse a toda costa, empeñando sobre todo la condición humana.
Esta crisis de paradigmas impacta muy severamente la labor educativa. Y los mas afectados son los procesos de educación en las regiones tercermundistas. Distantes como nadie de alcanzar la materialidad de la cosificación de la vida humana que se ha establecido como modelo de personalidad exitosa, añorantes, pues son víctimas de una labor permanente de educación de dicho modelo consumista como aspiración individual, ven que sus sueños se alejan mucho de poder ser reales. Por otra parte, insertos, los que pueden, en procesos educativos preñados de carencias, terminan asumiendo el ciclo infernal ya identificado del paso del SINDROME DE LA PERPLEJIDAD AL SINDROME DE LA IMPOTENCIA, es decir, de la admiración por el desarrollo, a la pena por la imposibilidad de alcanzarlo. Ese camino conduce a la quiebra de valores tan necesarios para que el hombre siga siendo, ante todo, digno representante de lo humano. Y lo que es peor, a la sustitución de ellos por antivalores que comienzan a regir las conductas ciudadanas.
Las Universidades latinoamericanas no escapan de estas carencias. Aunque no resulta similar la problemática de las mayorías de las casas de altos estudios del norte desarrollado, y las del sur subdesarrollado, estas últimas concentran las penurias todas, y en la mayoría de ellas su producto final fundamental, el graduado universitario, sigue estando por debajo de las expectativas y necesidades de la sociedad para cuyo servicio se formó.
Esta problemática está en el centro de las preocupaciones de autoridades y académicos de la educación superior cubana. Aunque la situación de la Universidad de la isla dista mucho de expresar las carencias que vemos en muchas instituciones de nuestro continente.
Cuando el paradigma universal de la globalización hegemonista parece llegarnos de una brutal cosificación de lo humano, Cuba, reconociendo sus carencias formativas en lo profesional, levanta como discurso contestatario la inmensa obra de la Revolución y en el marco de su labor formativa de los futuros profesionales, el ENFOQUE INTEGRAL PARA LA LABOR EDUCATIVA Y POLÍTICO IDEOLÓGICA CON LOS ESTUDIANTES. Parte de este son los PROYECTOS EDUCATIVOS, es decir, la integración sistémica que marca la unicidad de lo curricular, extensionista, y socio político, como dimensiones que cubren todo el espectro formativo del proceso docente, visto este en su multivariedad de escenarios y la pluralidad de sus protagonistas.
Pero los jóvenes cubanos viven una realidad nacional muy compleja. Insertos en una página épica de la historia patria, son partícipes de la construcción de un proyecto social único basado en una doctrina revolucionaria de dignificación nacional, individual y social. Un proyecto hermoso pero que se enfrenta a una doctrina de anexión producida en el norte y que se acompaña además de una profunda crisis económica. Las medidas adoptadas para ir dejando atrás la crisis incorporan elementos de la lógica del mercado en la realidad nacional, tornando aún mucho mas complejo el mundo individual y social en que nuestro joven se forma como futuro profesional.
En ese entorno hay que formar a un profesional que continúe dando respuestas contundentes a los problemas tecnológicos de su profesión, que sea en fin un profesional capaz, pero que además sea una personalidad íntegramente comprometido con esa doctrina de dignificación del hombre que pasa por la independencia de la nación y el desarrollo de la identidad nacional sin que ello lo conduzca a un nacionalismo castrado.
Hoy consideramos desde la universidad cubana, que el proceso de formación de profesionales ha de conducir a la aprehensión de conocimientos en los jóvenes, el desarrollo de habilidades profesionales y la educación de su sistema de valores de manera que su formación se arraigue desde estos últimos, que afianzan lo trascendente en la personalidad.
Los valores se encuentran en la médula de la personalidad. Son como el esqueleto que sirve de sostén a todo el andamiaje ideológico de la persona, vista ella como "sistema de motivos que se expresa en concepciones, estereotipos, normas, valores y sentimientos, teniendo un conjunto de manifestaciones conscientes que definen el comportamiento ideológico intencional, así como manifestaciones inconscientes, que participan en la definición comportamental del sujeto hacia otras esferas de la vida".
Los valores están en lo mas profundo del ser, presentándose de diversas maneras y por vías disímiles, en la expresión conductual de la persona. Fundamentan juicios, respaldan conductas, se sistematizan como síntesis cuando aparecen como virtudes, cualidades de la persona. En todos, la esencia es dictada por el valor. Por tanto, el proceso a cuya responsabilidad respondemos, de formación de profesionales universitarios, alcanzará en cada joven su expresión mas completa si penetra hasta las raíces del sistema de valores de ese individuo.
En el terreno de la didáctica ha ganado reconocimiento la consideración que identifica a conocimientos y habilidades como fines del proceso docente educativo. Pero es un reclamo mundial la necesidad de repensar el escenario universitario en sus conceptos y acciones con miras a lograr profesionales verdaderamente capaces de estar a la altura del salto cognoscitivo permanente en que estamos viviendo.
En Cuba se está iniciando una nueva fase en el desarrollo de la educación universitaria. Ella aparece como reclamo del propio desarrollo. La formación de profesionales ha avanzado notoriamente, pero ese propio avance, generando soluciones a los problemas que el proceso docente educativo produce, va engendrando a su vez contradicciones que dictaminan necesidades de cambios. La respuesta, encaminada ya y convocada por la dirección central de la educación superior cubana, ha dado en llamarse PERFECCIONAMIENTO DE LOS PLANES DE ESTUDIO C (o elaboración de los planes de estudio C´ ), proceso que pudiéramos considerar como la aparición de la cuarta generación de Planes de Estudios.
Uno de sus centros principales está en la incorporación curricular de la formación de valores en todo el escenario pedagógico que sirve de marco a la formación del profesional. Esta orientación tendencial se abre paso en las definiciones de componentes importantes de los nuevos planes, tanto en el modelo del profesional como en las disciplinas y años de la carrera. A la aprehensión de nuevos conocimientos y el desarrollo de habilidades profesionales, han de añadirse los valores como motivo de reflexión y práxis universitaria.
El asunto es: ¿se forman valores en la educación universitaria o se consolidan y depuran los formados y deformados por la educación precedente?. Si al final concluimos en reconocer la responsabilidad universitaria en la formación de valores, ¿qué papel corresponde en dicho proceso a la profesión que se estudia?. Es decir, ¿existen valores de la profesión?, y por último, ¿cómo medir el desempeño, la marcha del proceso formativo para encauzar mejor las acciones?.
Si por otro lado se concluye que nos corresponde sólo reforzar o eliminar lo hecho y lo mal hecho, el valor y el antivalor respectivamente, ¿cómo lograrlo en el seno de la formación de profesionales?. Se impone aclarar que estas preguntas encuentran muy disímiles respuestas. Sólo esbozaremos apuntes para un acercamiento al tema que propicie la polémica en torno a estas cuestiones.
& 1.1.- CONCEPTUALIZANDO SOBRE EL VALOR.
Un punto de partida debe de ser la conceptualización del valor. En este sentido existen diferentes puntos de vista de los cuales expondremos algunos. En conferencia magistral dictada por el Dr. Carlos Alvarez de Zayas en la Universidad de Holguín presentaba la siguiente concepción del valor: "La significación que para el sujeto tiene un objeto determinado. El grado de significación que tiene algo para el hombre. Todos los objetos tienen valores asociados a ellos, en un plano objetivo, y al sujeto que se vincula en un plano subjetivo" Y en cuanto a su rol en el proceso de formación de profesionales planteó: "El contenido posee: 1.- El conocimiento del objeto de estudio; 2.- El vínculo entre el hombre y su objeto de estudio, es decir, la habilidad; 3.- la significación que ese objeto de estudio tiene para el estudiante, es decir, el valor."
Abordar el valor como significado no alcanza a brindar la trascendencia que el valor posee para la personalidad, pues el mismo se ubica en el ámbito de lo mas trascendente para la persona. Y no todo significado alcanza esa magnitud sociológica. Sin embargo la ubicación del nivel del valor en el proceso docente educativo, si nos parece de las mas meridiana precisión en la propuesta referida.
El mundo real SIGNIFICA para el hombre. Su autoreproducción biológica y social, su habitat, su trabajo, su vínculo social, todo el hombre lo encuentra a través de su vínculo con el mundo real, de la naturaleza, y el mundo de la sociedad y el pensamiento. Por ello SIGNIFICA, VALE, TIENE UN SENTIDO, obligadamente para él. Pero no es un valor en sí. A partir de las relaciones de la individualidad o del grupo, colectivo o sociedad, en fin, del vínculo humano entre los hombres y entre ellos y la naturaleza, aparecen criterios valorativos en un proceso de subjetivización de eso que SIGNIFICA, VALE, se compara con los indicadores o parámetros de valor que el hombre porta en su individualidad y que construyen sus juicios de valor, los juicios del bien y el mal, lo real, lo justo e injusto, que constituyen abstracciones, generalizaciones, donde los de mayor trascendencia para el hombre se elevan hasta arribar al umbral de lo mas connotado y escalar la cima que significa para el hombre su SISTEMA DE VALORES.
Desde este ángulo es que no coincidimos en la comprensión del valor como significado.
Esta visión parece surgir como interpretación de las propuestas del Dr. José R. Fabelo, quien apunta tres planos de análisis en la categoría Valor. "En el primero, es necesario entender los valores como parte constitutiva de la propia realidad social. …El segundo plano de análisis se refiere a la forma en que esa significación social, que constituye el valor objetivo, es reflejada en la conciencia individual o colectiva. Por otro lado- y este es el tercer plano de análisis- la sociedad debe siempre organizarse y funcionar en la órbita de un sistema de valores instituido y reconocido oficialmente."
Suscribo como base esta opinión, pero me inclino a subrayar que el VALOR sólo existe en la relación hombre – medio, a nivel de subjetivización del resultado de esa relación escalada a su más alto nivel de trascendencia para el hombre. El significado per se, no es valor. Valor es generalización, abstracción como proceso que opera en el hombre por canales naturales, muchas veces no concientizados. La socialización del valor es para nosotros el tercer plano.
Visto desde este plano el contenido de una disciplina no POSEE VALORES, aunque si posee significados. La comunicación con la necesaria calidad de esos contenidos de manera que trasladen al estudiante un componente que se corresponda con sus nociones de lo bueno, de lo valioso, asaltará así su sistema de valores y lo enriquecerá, consolidará, o aportará nuevos componentes. Este es, para nosotros, un punto de partida en eso que el Dr. Alvarez de Zayas ha denominado LA DIDACTICA DEL VALOR.
Por otra parte el Dr. Rugarcía, desde su experiencia rectoral e investigativa, propone entender el valor como algo a lo que vale la pena dedicar la vida o parte de ella, y hasta entregarla. Destaca al mismo tiempo dos ángulos dados en el sentido de la vida y la forma como se trata de vivir. Por último apunta que las actitudes expresan los valores de la persona.
Se destaca en esta propuesta la trascendencia del valor ubicándolo en la más alta jerarquía para la caracterización de la personalidad. Esta visión la consideramos oportuna.
&1.2 .- SOBRE UNA TIPOLOGIA DE VALORES.
Otro punto está en el esclarecimiento de la tipología de valores, pues se habla de valores morales, valores sociales, valores individuales, valores profesionales, valores antropológicos, y otros.
Cuando se habla de tipología no se trata del contenido de un valor específico, sino se refiere al objeto o relación de la vida real del cual emerge como paradigma el valor. Aclaro esto porque todo valor es moral, al igual que todo valor es social y emerge de una individualidad. Desde ese ángulo todos los valores son morales, sociales, individuales. Pero no todos refieren el mundo moral de la persona, como no todos refieren el mundo de las relaciones sociales de la persona y la sociedad como un todo y sus partes, no todos refieren la autoreproducción de lo humano, tan vital y dañado hay día.
GRAFICO 1.- PROPUESTA DE TIPOLOGIA DE VALORES.
Por tanto coincidimos en que para su estudio es un recurso metodológico importante reconocer una tipología de los valores. Y reconocemos la existencia de valores morales, individuales, sociales, profesionales y humanos o antropológicos.
No existe barrera entre ellos. Pero si existe una configuración conceptual propia en cada individuo y sociedad para evaluar e incorporar valores. Por ejemplo, somos de la opinión de que el valor rector que deberá proponerse formar toda carrera universitaria es la PROFESIONALIDAD , no como rasgo o cualidad de ejercicio profesional, sino como atributo de la conducta cotidiana de la persona. Ese nuevo valor se va configurando a partir de rasgos conductuales, aptitudes, conocimientos, cualidades, habilidades, que pasan por el tamíz de los valores individuales (que nunca existen al margen del entramado de valores de la sociedad, o lo que se conoce como LA MORAL SOCIAL), y este los considera buenos, honorables, seguros, honestos, de calidad, presentables, etc. y los va integrando a la personalidad hasta que se sistematiza y sintetiza en un nuevo valor.
De aquí se deduce que los valores no son cajas negras, cerradas y estáticas, sino que se enriquecen, nutren, amplían, diversifican etc. Pero también se deforman, o se pierden dando lugar a la aparición de un antivalor. ( Por ejemplo el rol de la honestidad en la profesionalidad del contador que luego conforma dos libros y roba).
Aunque toda enumeración siempre corre el riesgo de ser incompleta, y la presente de seguro lo es, si nos parece oportuno enunciar algunos valores en los tipos que hemos mencionado. Así, entre los morales aparecen los rectores del sistema axiológico de toda persona, lo justo, la libertad, el decoro, lo bueno, lo moral; entre los individuales el honor, la amistad, la autoestima, el respeto; entre los sociales la cultura, el trabajo, la propiedad, la convivencia, la equidad, la identidad, la pertenencia; entre los profesionales la honestidad, la eficiencia, el prestigio, la estética, la limpieza, la responsabilidad, la profesionalidad, el reconocimiento, entre los antropológicos el amor, la belleza, la dignidad y otros que de seguro la lectura de este trabajo le sugerirá.
Esta enumeración, que afilia ciertos valores a grupos de acuerdo con el aspecto de la vida social a que refieren, no nos puede conducir a dividirlos en la cosmovisión de la persona. Por el contrario, se manifiestan en la más profunda concatenación y dependencia mutua. Para ver con mayor claridad esta imbricación se requiere que incorporemos al análisis u concepto cardinal: la MORAL SOCIAL. Ella no es sumatoria, sino síntesis. Todo proyecto social critica o refrenda los preceptos de la moral social, la cual se ha ido nutriendo a lo largo de la vida nacional y ha ido conformando un cuerpo de preceptos, inicialmente no escritos, que van configurando lo que es percibido socialmente como valioso, como justo. Esos preceptos indican luego la afirmación de la legalidad, toman cuerpo jurídico muchos de ellos formando los principios máximos que conforman la nación y la nacionalidad, en fin van nutriendo la IDENTIDAD. A esa conjunción necesaria de valores de la moral social, de la individualidad, de la profesionalidad, etc. se debe responder en la labor educativa en el ámbito de la formación de profesionales.
Es bueno apuntar que los componentes de la moral social están expuestos de modo permanente a la más profunda dinámica, que incluso llega a expresarse como saltos o rompimientos en procesos de cambios generacionales o revolucionarios. Estamos viviendo en Cuba momentos de saltos, movidos por cambios generacionales y profundos cambios sociales traídos de la mano por las transformaciones sociales que se acometen. El problema cardinal es garantizar la continuidad y el enriquecimiento de los preceptos que conforman la ética social de la Revolución. Entonces hay cambios que pudieran aparecer como reclamos del desarrollo, que son consecuencia de la crisis que vivimos o de las medidas para resolver dicha crisis, y esos cambios axiológicos pueden perturbar las raíces del patriotismo, el espíritu de consagración al trabajo, la revolucionariedad de nuestros jóvenes.
Pueden hacer aparecer expresiones de tolerancia asociados a los difíciles momentos que se viven, y con ello aparecer la blandenguería, degradación, el conformismo, la tolerancia, la corrupción, la doble moral. Esos son componentes nuevos de nuestro paisaje nacional, minoritarios pero no desdeñables. Sus antídotos están claros, y en nuestras manos. El proceso de educación en valores dirigido a consolidar y formar los valores de nuestra Revolución insertos en su ámbito profesional y cotidianeidad tiene que ser el camino. Consolidar el patriotismo, la identidad, la disciplina, el cumplimiento del deber, en fin, lo que llamamos VALORES TRASCENDENTES, y que otros han llamado SUPRAVALORES Y VALORES CENTRALES. Abrazamos cualquier denominación. Eso no es lo importante. Lo importante es que quede claro que esos tienen que ser nuestros centros de atención y que ellos si encuentran, a nuestro juicio, una expresión en los predios universitarios, y ya no sólo hablando del proceso docente – educativo, añado, los procesos administrativos, de investigación, de superación posgradual, extensionistas, etc.
El centro de esa expresión lo vemos en la claridad de la trascendencia máxima que adquiere alcanzar como meta la PROFESIONALIDAD en la conducta de nuestros jóvenes.
En cuanto al valor PROFESIONALIDAD, lo consideramos un valor SINTESIS, en el cual se integran valores morales, sociales, individuales, profesionales, en fin, aquellos que tienen que ver con el perfeccionamiento de la conducta ciudadana y profesional de una persona que al culminar su carerra universitaria tiene que erguirse ante el mundo ya con una nueva visión de él, de sí mismo y de su misión social. Esa conceptualizacion de la individualidad ha de acompañarlo no sólo en su desempeño como profesional sino en toda la amplia gama de facetas que acompañan a todo ser. Se trata de un mecanismo que nos permite combatir contra el eminente cirujano que no es capaz de sostener una conversación más allá del universo de su profesión o que es capaz de maltratar de palabras a un paciente. El directivo que es horror de relaciones sociales en su habitat domicialiario por pedantería, orgullo falso o inmodestia. La profesionalidad como valor trasciende los marcos del ejercicio profesional y educa ante la vida con una posición responsable e íntegra. Ese es el ángulo desde el cual apreciamos la necesidad de reconocerlo como valor y dosificar su desarrollo en nuestros educándos.
GRAFICO 2. PROPUESTA DE COMPONENTES DEL VALOR PROFESIONALIDAD.
Otro enfoque es el intento de estigmatizar, parcelar, los valores, viéndolos como bloques que se unen y dan lugar a una pared, pero que pueden separarse deliberadamente. Una pared no es un sistema cuyos subsistemas son los bloques, el cemento no es una interrelación. Hemos encontrado disciplinas académicas que, responsabilizadas con peldaños de la formación del profesional, atribuyen a cada asignatura el desarrollo de un valor específico que no corresponderá desarrollar a la asignatura siguiente, pues se considera cumplida la misión formativa. Como un convencionalismo que sirva para organizar el proceso pudiera entenderse aunque no del todo, pero cuidado con que un profesor pretende que no ha de enriquecer con su desempeño la visión estudiantil de la honradez, pues eso le correspondió al profesor anterior.
La Disciplina debe fortalecer o formar determinados valores. Para ello ha de partir de identificarlos, definirlos y proponer el camino para lograrlo. Pero en ningún caso ese camino ha de ser la asignación a cada asignatura de la disciplina de x valores específicos que corresponden a ella y no a las otras. No se trata de dividir entre las asignaturas los valores que está llamada a desarrollar la disciplina. Se trata de que todas las asignaturas de una disciplina tienen responsabilidad en la formación o consolidación de esos valores definidos. La diferencia estará entonces en las gradaciones que cada asignatura debe alcanzar, medición que la disciplina deberá diseñar para poder precisar, entonces si, a nivel de asignatura, qué ejercicios integradores servirán para medir si se han alcanzado los grados de profundidad necesarios en la consolidación o formación de un valor determinado. Ese, para cada año, carrera, y departamento docente será el mas profundo de los análisis y la mas importante y útil de las reuniones.
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Autor:
Dr. Luis Orlando Aguilera García.
Universidad de Holguín. CUBA.