- La Reforma Católica y la teoría conciliar del Trento
- El Protestantismo
- Historia protestante
- La doctrina protestante
- Calvinismo
- Luteranismo
- Los precursores de la Reforma Evangélica o Protestante
- Difusión y escisión del movimiento protestante
La Reforma Católica y la teoría conciliar del Trento
La Reforma Católica fue posterior en el tiempo de la Reforma Protestante. El anhelo de Reforma venía ya de más atrás. Los monarcas consideraron la Reforma Eclesiástica como algo esencial de la obra general de restauración de su gobierno eligiendo como obispos a personas destacadas por su espiritualidad y ciencia. La Iglesia Española era la de mayor nivel espiritual y científico en Europa. Eso explica el papel de los teólogos españoles en el Concilio de Trento. Las inquietudes de renovación cristiana se daban también en la misma época en Italia. La fundación religiosa del siglo XVI fue la de la Compañía de Jesús, fundada por Ignacio de Loyola. Ignacio, junto con otros cinco compañeros. Hicieron votos en París y se comprometieron a peregrinar a Jerusalén y consagrarse. No pudieron pasar a Tierra Santa por lo que Ignacio y sus compañeros decidieron permanecer unidos y ponerse a disposición del Papa. En 1540, Paulo III aprobó la "Compañía de Jesús" como una orden de clérigos regulares cuya meta era la enseñanza de la fe católica y de la doctrina. La Compañía tuvo un rápido desarrollo: contaba con más de 1,000 miembros a la muerte de su fundador y 13,000 medio siglo más tarde. Los jesuitas ayudaron a la Reforma Católica con la fundación del clero, la educación de la juventud y las misiones. El Concilio de Trento Su principal objetivo era determinación definitiva de las doctrinas de la Iglesia en respuesta a las herejías de los Protestantes. Un segundo objetivo era la ejecución de una Reforma de la vida interior de la Iglesia quitando los abusos que se habían desarrollado en ella. Fue el acontecimiento principal de la Reforma Católica y su reunión marca el momento en el que el Papado tomó la dirección de la empresa renovadora de la Iglesia. No fue fácil su apertura. Los primeros que pidieron un Concilio fueron los de Alemania. "Un Concilio general, libre, cristiano, en tierra alemana" era el clamor que venía de católicos y protestantes. Carlos V deseaba la reunión del Concilio esperando que sirviera para rehacer la unidad religiosa del Imperio.
Por el otro lado, Francisco I de Francia no estaba entusiasmado por la convocatoria conciliar. El Papa Paulo III entendió que un Concilio era el único camino para llevar adelante la Reforma de la Iglesia. La elección de Trento como sede del Concilio fue una buena idea porque estaba en Italia del Norte y los protestantes no irían si estuviera en suelo papal. El Papa quería que se tratasen ante todo los temas doctrinales para fijar el dogma católico en cuestiones discutidas por protestantes. El emperador deseaba que se trataran las cuestiones disciplinares de Reforma Eclesiástica para satisfacer a los luteranos y facilitar la restauración de la Unidad Cristiana. Finalmente se trataron los decretos dogmáticos y los de Reforma. La inauguración fue el 19 de Diciembre de 1545. El 11 de Marzo de 1547 los Legados Papales decidieron el traslado del Concilio a Bolonia. En Enero de 1548, Carlos V presentó una protesta que interrumpió las sesiones conciliares en Bolonia y la suspensión del Concilio en el mes de Septiembre de 1549.
El Concilio abrió su segunda etapa en Trento el 1 de Mayo de 1551 con Julio III. Se suspendió el Concilio de nuevo por una traición al emperador del elector Mauricio de Sajonia. Fue una interrupción de 10 años. Combatir la difusión de la doctrina de Martín Lutero fue el imperativo del Estado y de la Iglesia a partir del año 1517, y Trento fue elegida la sede de un Concilio Ecuménico por su colocación estratégica en el corazón de Europa. El Concilio fue anunciado en noviembre de 1544, se inició el 13 de diciembre de 1545 y se concluyó el 14 de diciembre 1563 después de veinte años durante los cuales fue trasladado a la ciudad de Boloña y sufrió varias interrupciones de los trabajos. Durante el Concilio se enfrentaron dos líneas de pensamiento, una que promovía en primer plano la Reforma moral y disciplinar en el interior de la Iglesia corrompida, la otra dirigida solamente a la condena de la nueva doctrina de Martín Lutero. El Concilio de Trento consiguió obtener un compromiso entre los partidarios de ambas posiciones, eliminó la teoría de la justificación por la fe, y afirmó la necesidad de las obras para obtener la salvación eterna. Incluso se puso en marcha una reorganización y moralización del aparato eclesiástico y se decretaron reglas de comportamiento para los obispos y se afirmó solemnemente la indiscutible y absoluta autoridad del pontífice.
Paulo III, sin acobardarse por los sucesivos fracasos a lo largo de ocho años, emprendió una vez más la tarea de convocar el concilio.
TRENTO.
Tampoco durante otros cuatro años logró su empeño. Pero el concilio pudo reunirse al fin en diciembre de 1545, y no en Mantua o en Vicenza, sino en Trento, ciudad imperial situada justamente fuera de la frontera italiana. La reunión, además, no se debió a ningún rey o emperador. Era verdaderamente el concilio del papa; y esto porque sólo su paciencia, su habilidad diplomática y su voluntad de reforma habían hecho factible su celebración.
El emperador no deseaba excesivamente que tuviera efecto el concilio; pero lo necesitaba principalmente para poner coto a los abusos, y nada temía tanto como las definiciones claras en los puntos doctrinales controvertidos. En beneficio de la unidad política estaba dispuesto a transigir con la herejía. El papa insistió en la función dogmática del concilio y dispuso que los dos aspectos de la labor del concilio se estudiasen simultáneamente. Sólo a los obispos se les concedió voto, y el papa envió a tres cardenales para que presidieran, como legados suyos: del Monte (el futuro Julio III), Cervini (el futuro Marcelo II) y el inglés Reginald Pole. Los decretos eran redactados por comisiones de teólogos expertos. Luego pasaban a ser discutidos por los obispos en sesiones privadas y, finalmente, llegados a un acuerdo, eran solemnemente promulgados en sesión pública.
Todo el cuerpo de doctrina católica se discutió a la luz de la crítica protestante, y fue ratificado, a la vez que se publicaban edictos sobre la Sagrada Escritura, el pecado original, la justificación, los sacramentos en general, el bautismo y la confirmación. Al propio tiempo se establecieron nuevas reglas prácticas para el uso de la Biblia, para la enseñanza de la teología, para regular la predicación, en orden a la abolición del abusivo sistema del predicador de colectas para indulgencias, y una multitud de reglamentos, con penas automáticas, para la reforma de la vida episcopal y un mejor control de la vida clerical por los obispos locales.
Hasta el último momento el emperador puso reparo a los decretos dogmáticos, y sobre todo al de la justificación.
Una vez puesto en claro el abismo que separaba la doctrina católica de la teoría protestante, no podía haber esperanza de un arreglo diplomático que permitiese a católicos y protestantes ser miembros de una misma Iglesia. Algo de esta esperanza nunca dejó de perseguir la mente del emperador.
Al terminar el año 1546, los legados, incómodos por la amenaza que representaba la influencia del emperador, empezaron a pensar en trasladar el concilio a alguna ciudad de Italia. El emperador, en réplica, amenazó con ponerse por su cuenta de acuerdo con los protestantes.
Luego, en febrero de 1547, se declaró la peste en Trento y el 11 de marzo el concilio acordó, por una mayoría de dos tercios, trasladarse a Bolonia, con la enérgica protesta de los cardenales y obispos imperiales.
A Paulo III no le causó demasiada satisfacción el traslado, que, según él barruntaba, representaría una grave interrupción de la labor emprendida. Carlos v estaba furioso. Denunció el traslado como una estratagema papal y lanzó la amenaza de convocar un concilio por su cuenta y de celebrarlo en Roma.
Exactamente diez días después de esto, el emperador consiguió la gran victoria de su reinado sobre los protestantes en Mühlberg (24 de abril, 1547). Su gran enemigo, Francisco I de Francia, había muerto tres semanas antes, y Carlos era, por el momento, dueño de Europa como nadie lo había sido desde los días de Carlomagno. Si había que evitar el cisma, el papa tenía que transigir; y el fin de las largas negociaciones fue la suspensión del concilio (febrero de 1548).
Paulo III es el papa que convocó el concilio de Trento. Pero Trento nunca hubiera funcionado si el papa no hubiese creado previamente todo un cuerpo de nuevos expertos inspirados en un gran celo por la reforma, capacitado y deseoso de emprender la tarea técnica y sumamente laboriosa que implicaba la dirección del concilio. Y también, en los once años durante los cuales la tenacidad del papa batalló para que el concilio llegase a tener efecto, batalló con igual afán para reformar su propia casa y los empleados de la curia.
En los sucesivos consistorios Paulo III otorgó el capelo cardenalicio a los más distinguidos eclesiásticos de la época, incluso — en el caso de Contarini, un Tomás Moro veneciano — a un seglar. Jamás se vió un más sabio, más pronto ni más generoso reconocimiento de la síntesis de talento y virtud. Jamás el sacro colegio había ofrecido un conjunto tan destacado como durante este pontificado.
Mientras la Roma oficial soslayaba el nuevo espíritu, los nuevos cardenales trabajaban hasta presentar, en marzo de 1537, al papa su famoso informe, Dictamen de la comisión de cardenales sobre la reforma de la Iglesia, emitido por orden del papa Paulo III. Aquí se halla en embrión toda la reforma que Trento había de decretar más adelante.
Estudiar, planear y decretar la reforma era relativamente fácil. Faltaba que los decretos se cumplieran. Al mostrarse la curia reacia, como ante una táctica lenta de persuasión no queda más alternativa que la destitución, y la destitución del personal técnico sólo hubiera llevado a una paralización de toda la máquina administrativa del gobierno de la Iglesia, la reforma progresaba muy lentamente. Paulo III no se dejó vencer por el desánimo. Conocía demasiado bien a la naturaleza humana para hacerse la ilusión de que los abusos podrían remediarse por la legislación tan sólo. Advirtió a los cardenales que las dificultades serían casi insuperables. Mantuvo incesantemente la actividad reformatoria de los mismos y les daba nuevos ánimos cuando vacilaban ante la tarea que les aguardaba. Tampoco esperó el papa a que se reuniese el concilio para lanzarse a la obra de reformar la Iglesia en general. Se han hallado centenares de cartas suyas dirigiendo la reforma de monasterios y conventos en todos los lugares de Europa. La orden del propio Lutero y los dominicos fueron especialmente objeto de la vigilancia del pontífice. La nueva orden de los Teatinos, fundada por San Cayetano y por Juan Pedro Carafa, a quien Paulo III hizo cardenal, recibió el mayor estímulo y procuró al papa un ejército de hombres excelentes, a los cuales encomendó el gobierno y la reforma de las diócesis de Italia, tanto tiempo descuidadas. Alentó y consagró la gran obra de las primeras monjas Ursulinas, y bendijo los comienzos de una obra más grande aún cuando, en 1540, dió su aprobación a la Compañía de Jesús.
El futuro del catolicismo seguía aún pendiente de un hilo cuando falleció Paulo III (10 de noviembre de 1549). Su enorme influencia en pro de la reforma no había tenido aún tiempo bastante para dar sus frutos, y ahora el viejo conflicto entre los dos cabezas de la cristiandad, el papa y el emperador, amenazaba una vez más con echarlo todo a perder. El punto en litigio, suscitado por la misma convocación del concilio reformador, era el de si había que dejar al papa en libertad de elegir los medios por los cuales deberían repararse los daños de los treinta últimos años. ¿Quién había de dirigir la reforma de la Iglesia: el papa o el emperador?
El emperador Carlos v, que era también, no hay que olvidarlo, rey de España, soberano de los territorios que hoy día llamamos Bélgica y Holanda, rey de Nápoles y soberano también del sur de Italia, por la victoria de Mühlberg (1547) se había convertido recientemente, según todas las apariencias, en dueño de Alemania como no lo había sido otro emperador en el transcurso de varios siglos. ¿Aspiraba ahora a dominar a la Iglesia como dominaba al estado? No era infundado el temor que en tal sentido inquietaba al papado. Debido precisamente, en buena parte, a la política del emperador, el concilio había sido suspendido indefinidamente, hacía meses. ¿Volvería a reunirse algún día; y en este caso, sería aún católico el emperador?
El conclave que siguió a la muerte de Paulo III fue, así, uno de los más notables que conocieron muchas generaciones, debido a la hora crítica en que tuvo lugar. Fue notable, también, por el número de cardenales que tomaron parte en él, cincuenta y uno de los cincuenta y cuatro que componían el sacro colegio, y por su larga duración. Sus diez semanas de agitación interna terminaron el 8 de marzo de 1550, con la elección de Giovanni Maria del Monte, legado presidente en el concilio de Trento, que tomó el nombre de Julio III.
La figura de Julio III ocupa un elevado puesto en la historia por su gestión como reformador. En primer lugar reunió de nuevo el gran concilio, por el cual había trabajado hasta esclavizarse materialmente durante la mayor parte de tres años. Sus primeras actuaciones como papa fueron dedicadas al concilio. Conviene tener presente que la posición del nuevo papa no era nada ventajosa. No había sido el candidato del partido reformador en el conclave. No poseía, entre los cardenales, un número de adictos personales con los que poder contar. Tendría que maniobrar entre los varios partidos, sin la ayuda de ningún partido propio. Y el emperador había cursado, efectivamente, órdenes a sus súbditos, entre los cardenales, para que cerrasen el paso a del Monte. El rey de Francia no estaba, tampoco, más dispuesto a tolerarle.
Para Carlos v fue una sorpresa increíble el hecho de que el papa relegase al olvido las tormentosas escenas de Trento, donde, insultado y vilipendiado por los embajadores imperiales, había tenido que defender la libertad del concilio contra la injerencia del emperador; sorpresa increíble cuando acudió simplemente en busca de la cooperación del emperador para poner de nuevo en marcha el concilio. Carlos supo colocarse a la altura de la generosidad del papa; y, mientras el rey de Francia se negaba por adelantado a reconocer nada de lo que el concilio pudiera decretar, los preparativos se llevaron adelante con firme pulso y el 1.° de mayo de 1551 tuvo lugar la primera sesión pública de la segunda convocatoria.
No fue hasta septiembre cuando los obispos llegaron en número suficiente para que el concilio fuese una realidad; pero a partir de ese momento la labor se desarrolló admirablemente, con reuniones diarias de teólogos y canonistas para preparar el material, y de obispos para discutir y decidir lo que los expertos habían propuesto. Así fueron elaborándose gradualmente los decretos sobre la sagrada eucaristía, la penitencia, la extremaunción y toda una serie de decretos reformatorios destinados a mejorar el carácter del episcopado y robustecer la autoridad de los obispos ante el clero relajado. La experiencia de las sesiones precedentes, bajo Paulo III, hizo que el concilio se desenvolviera con mayor facilidad que antes, pero la mayor ayuda de todas, indudablemente, estaba en la presencia en la sede de San Pedro de un hombre que había sido el primer presidente del concilio. La probada sabiduría y experiencia de Julio III, la firme constancia de su guía y apoyo, su determinación de proteger la labor de los obispos, quedan bien de manifiesto en todos los pormenores de la historia del concilio.
El concilio prosiguió sus sesiones hasta dos días antes de cumplirse el año de su inauguración. En ese momento, la súbita renovación de la guerra religiosa en Alemania obligó a suspenderlo. Y ya no hubo ocasión. en vida de Julio III de reunirlo otra vez. Pero el reformador que alentaba en el pontífice no desesperó por ello. Ahora contaba sesenta y cinco años, su salud empezaba a quebrantarse y la gota le atormentaba de continuo. Además, se había visto envuelto en una pequeña pero desastrosa guerra con los Farnesios por la posesión de Parma, que había minado grandemente su prestigio y achicado sus recursos. La reforma, sin embargo, era antes que todos los demás problemas. Podía no existir la posibilidad de reunir el concilio, pero al menos la labor preparatoria podía continuar. Se creó una importante comisión de técnicos y se la mantuvo en constante actividad, estudiando y examinando los problemas teológicos y prácticos que quedaban por resolver. Estaban todavía entregados a esa labor, acumulando un vasto repertorio de conocimientos que en su día había de representar una valiosa aportación al concilio, cuando (23 de marzo de 1555) el papa sucumbió, víctima de la gota que desde tanto tiempo le venía atormentando.
Julio III, lo mismo que Paulo III, nunca llegó a despegarse por entero de los hábitos del mundo semipagano del Renacimiento en que se había formado. Su sucesor, no obstante, pertenecía al grupo de los más estrictos reformadores, era uno de aquellos a los que Paulo III había otorgado el capelo para hacer de él un jefe del movimiento reformador. Era éste el cardenal Cervini, que, junto con Julio III y Reginald Pole, había presidido el concilio. Al ser elegido papa conservó su mismo nombre de Marcelo. El júbilo que a todos produjo la nueva de su elección trocóse pronto en tristeza, pues en el plazo de un mes el nuevo papa había muerto.
Causas de la Reforma
Las causas de la Reforma son múltiples. Las más representativas fueron:
1. Cierta relajación de costumbres de no pocos seglares y aún de eclesiásticos y decaimiento generalizado de la Fe (resultado de1 humanismo).
2. Nombramiento para funciones religiosas de personas sin vocación religiosa o suficiente cultura.
3. Desprestigio de la autoridad del Papa a consecuencia del Cisma de Occidente (Un Papa en Roma y otro, el verdadero, en Avignon, Francia).
4. Rivalidad política entre los Papas y los Emperadores Alemanes.
5. La forma de predicar la concesión de indulgencias por la Iglesia Católica en Alemania. Esta causa fue la que desató el problema.
El Protestantismo
Origen del término
El término protestante deriva del latín protestari, que significa declaración pública o protesta, en la protesta de los 5 príncipes electores y 14 ciudades imperiales alemanas contra la decisión de la Dieta de Espira en 1529, que reafirmaba el edicto de la Dieta de Worms de 1521, en el que se proscribía creer y enseñar las doctrinas luteranas. El término protestante no se utilizó en su origen para describir a los reformadores, sino posteriormente para describir a los diferentes grupos disidentes de la ortodoxia católica. Desde entonces se ha utilizado en diferentes sentidos, siendo común para referirse a aquellos devotos no pertenecientes a la Iglesia católica ni a la ortodoxa.
Se trata de una de las principales divisiones de la cristiandad, junto con las Iglesias Ortodoxas orientales, las Iglesias Ortodoxas occidentales y el catolicismo. Las doctrinas de las diversas ramas protestantes varían, pero son prácticamente únanimes en la que implica una relación personal directa del individuo con Dios sin ninguna institución de por medio y la Biblia como autoridad última en asuntos de fe, conocido como Sola scriptura.
Las 95 tesis de Lutero
En 1517, Martín Lutero, un fraile agustino alemán, publicó 95 tesis, las cuales, de acuerdo con la tradición, clavó en la puerta de la Iglesia del palacio de Wittenberg, práctica común de entonces. Las tesis condenaban la avaricia y el paganismo en la Iglesia como un abuso, y pedían una disputa teológica en lo que las indulgencias podían dar. Sin embargo, en sus tesis no cuestionaba directamente la autoridad del Papa para conceder indulgencias.Lutero criticaba en particular la práctica común de aquel entonces de la venta de indulgencias, de las que la Iglesia Católica de León X hizo un uso extensivo para recaudar fondos dedicados a la construcción de la Basílica de San Pedro, algo que consideraba contra las enseñanzas bíblicas, poniendo en duda la autoridad del Papa y la doctrina del purgatorio. Lutero mantuvo que la salvación se garantizaba por la fe sola, expresando que las buenas obras y los sacramentos no eran necesarios para ser salvado, tal como lo expresan Las Escrituras mismas.Lutero envió una copia de las tesis a su obispo, el cual las re-envió a Roma.1 Tras ignorar inicialmente a Lutero,2 el Papa León X escribió una refutación académica de sus tesis. En ella mantuvo la autoridad papal sobre la Iglesia y condenó cada "desviación" como una apostasía. Lutero replicó, iniciándose una controversia que culminó con la excomunión de Lutero por el Papa León X el 3 de enero de1521 mediante la bula Decet Romanum Pontificem
Historia protestante
La Pre-reforma (1366-1517)
Debido a los errores de la Iglesia Católica, que durante mucho tiempo había estado atesorando bienes materiales y se había empeñado en una lucha por el poder terrenal, las capas sociales más bajas, campesinos, artesanos y comerciantes estaban descontentos con las jerarquías eclesiásticas, que se llevaban el diezmo de sus bienes y de los que prácticamente no recibían nada a cambio. La vida de lujo y pecado de los cardenales y obispos en Roma era bien conocida por toda la población de Europa e incluso reyes y emperadores sentían rencor hacia el Papado que interfería frecuentemente en el gobierno. Sin embargo, ya desde el siglo XIII, con San Francisco de Asís, se planteaba la cuestión de si la Iglesia debería acumular riquezas o debería repartirlas entre los pobres.
Se denomina "Período de la Pre-reforma" al movimiento iniciado por John Wyclif, un peregrino inglés que quería que las personas pudieran interpretar la biblia por sí mismas en vez de que la Iglesia tomara decisiones en el estilo de vida de esas personas. En el XIV Wyclif, en su natal Inglaterra, defendió varias opiniones que atentaban contra la autoridad de la Iglesia, criticando las riquezas del papado y las indulgencias mediante las que los ricos podían comprar el perdón para determinados pecados, incluso por anticipado. Así mismo, hizo que la Biblia se tradujera al inglés y encomendó a discípulos suyos, conocidos como Los Predicadores de los Pobres, para que predicaran en inglés, cuando el Vaticano imponía el latín en todas las predicaciones. Él, junto con William Tyndale, pudieron traducir la biblia al inglés en contra de la Iglesia Católica Romana, para que las personas pudieran leer en su lengua vernácula la biblia. De estos libros traducidos se hicieron bien pocos, por lo menos alrededor de 6,000 copias.
Después de muerto, la Iglesia lo consideró hereje e hizo que, 44 años después de su muerte, su cuerpo fuera desenterrado y quemado en la hoguera, pero sus ideas calaron hondo en el ánimo de Jan Hus, un reformista bohemio que inició una campaña contra la Iglesia. Su ejecución por hereje en 1415 provocó una guerra civil en Bohemia que fue sofocada por el emperador y el Papa. A lo largo de todo este tiempo, tanto el Movimiento Lolardo o Wycliffita, como el Movimiento Husita y la protesta místico-evangélica de Girolamo Savonarola, señalaron de manera objetiva y frontal el elevado nivel de apostasía del cristianismo medieval, dentro de una perspectiva bíblica y evangélica.
El desarrollo de la imprenta a mediados del siglo XV hizo que las ideas anticlericales tuvieran una mayor difusión y cuando Martín Lutero, en 1517, publicó sus 95 tesis contra las indulgencias papales, pudo difundir sus ideas mucho más que sus predecesores. Excomulgado por el Papa, condenado por el emperador, perseguido por ejércitos y sacerdotes, Lutero se mantuvo oculto durante más de un año traduciendo la Biblia al alemán y escribiendo panfletos que eran publicados y distribuidos masivamente. El resultado fue una revuelta de los campesinos que pensaron encontrar una liberación de la tiranía eclesiástica. Lutero, sin embargo, no pretendía causar una guerra por lo que publicó un panfleto en el que exhortaba a los campesinos a abandonar las armas. Ante esta actitud conciliadora de Lutero a dicha revuelta, muchos nobles se volvieron partidarios suyos.
Tras el fin de la revuelta, Carlos V concedió que cada estado pudiera decidir, dentro de su propio territorio, sobre cuestiones religiosas, pero en 1529 la mayoría católica hizo que se derogase esta norma. Los luteranos elevaron su más enérgica protesta, lo que les hizo ganar el antes mencionado apodo de "protestantes". Carlos V estaba empeñado en acabar con los luteranos, pero distraída su atención por varias guerras contra Francia y el Imperio Turco no pudo enviar tropas hasta quince años más tarde. Para entonces ya era tarde. El luteranismo se había convertido en la fe de más de la mitad de la población de Alemania y, aunque se perdieron batallas al principio, los luteranos consiguieron ganar la libertad religiosa.
En el plazo de dos décadas más la Reforma se había expandido por la mayor parte del noroeste de Europa. En Inglaterra el rey Enrique VIII rechazó la autoridad papal sobre la Iglesia, y la Iglesia de Inglaterra entró en una reforma que la volvió una entidad esencialmente protestante (aunque a menudo los Anglicanos, también llamados Episcopalianos, se clasifican aparte). En Suiza, Francia, partes de Alemania, de Escocia, y de los Países Bajos, comenzó una segunda corriente de reforma no luterana, influenciada principalmente por el francés convertido en ginebrino, Juan Calvino y el líder suizo Ulrich Zwingli.
Al mismo tiempo un estilo más radical de Protestantismo apareció en él ala izquierda del movimiento. Anabaptistas, Menonitas y otros rebautizaron cristianos y los iniciaron en un movimiento que rechazó drásticamente las prácticas católicas, incluso las que el Luteranismo, Calvinismo y Anglicanismo no habían rechazado.
Como se ha mencionado, la reforma se extendió desde sus bases originales a Escandinavia y Europa central, pero penetró apenas en Rusia y en el sudeste de Europa, donde prevalecía la iglesia ortodoxa, o en la Europa meridional, que seguía firmemente católica. Después de una serie de guerras religiosas desde mediados del siglo XVI hasta mediados del XVII, la mayoría de los protestantes (excepto los radicales) y los católicos adoptaron el principio de que los gobernantes de una región determinarían la religión de esa provincia o Estado. La separación de la iglesia y el Estado, un principio que otros protestantes vinieron a sostener a fines del siglo XVIII, comenzó a romper la primacía protestante en el noroeste de Europa.
En la última parte del siglo XVIII y a través del siglo XIX y hasta el presente, los misionarios protestantes extendieron el movimiento en casi todo el mundo. Los puntos de penetracion protestantes fueron muchas costas asiáticas y africanas, pero no fue sino hasta hace poco que lo fue la católica América Latina. A partir de 1607, cuando los Anglicanos llegaron a Virginia, y hasta finales del siglo XIX, luego de la inmigración en gran escala desde Europa del sur y de Irlanda, se creía que Norteamérica, menos Quebec, era territorio en gran parte protestante.3
De una forma algo más pacífica las ideas protestantes se infiltraron en muchos países europeos, unas veces apoyadas por la burguesía, otras por la nobleza, en ocasiones directamente por la monarquía. Apenas cincuenta años después de morir Lutero, el Protestantismo había cambiado por completo el mapa de la sociedad.
La idea fundamental del protestantismo es que la Biblia es la Palabra de Dios pero al contrario de lo que siempre afirmaron los católicos, cualquiera puede interpretarla y comprenderla. Así, libres de la autoridad eclesiástica, los protestantes pueden leer la Biblia y tras meditar en lo que han leído pueden sacar sus propias conclusiones, conclusiones que posteriormente podrán ser discutidas con otras personas.
Esta libertad en la interpretación bíblica ha provocado como efecto a señalar, que a lo largo de los años hayan surgido numerosas sectas, cada una con una interpretación distinta de diversos pasajes de la Biblia, pero también ha contribuido a darle un valor al pueblo, libre por fin de la autoridad religiosa, que fue el primer paso para las sociedades más democraticas. La traducción de la Biblia a los diversos idiomas europeos, favorecida también por el auge de la imprenta, ha contribuido a la difusión de la cultura, haciendo que en los países protestantes el analfabetismo descendiera de forma impresionante.
Entre los principales y más destacados personajes pre-reformadores se señalan los siguientes: Juan Wycliffe (1324-1384), William Tyndale, Jan Hus (1369-1415), y Girolamo Savonarola (1452-1498).
Causas de la Reforma
El Renacimiento, con su mentalidad crítica trajo consigo el cuestionamiento de las enseñanzas y prácticas de la Iglesia, confrontándose principios humanistas con la teología escolástica medieval.
Con la invención de la imprenta como nuevo elemento divulgador, las ideas de los reformadores se expanden con rapidez. El crecimiento de la ciudad y de su elemento intelectual, la Universidad, de la que saldrá la Reforma.
El fortalecimiento de las monarquías nacionales europeas creó una palpable fricción entre poderes. La decadencia de los postulados dogmáticos de la reforma eclesiástico-cluniacense, y más concretamente de los papas Gregorio VII, Inocencio III y Bonifacio VIII sobre el poder supremo del papado. La corrupción de la máxima cúpula del sistema jerárquico medieval desde principios del siglo XIV con los cismas de Avignon y de Occidente dieron lugar al surgimiento de exposiciones teológicas como las de Johannes Tauler, de Guillermo de Occam y de Marsilio de Padua de un trasfondo antipapal. Surge la tesis conciliarista. El creciente fervor nacionalista europeo que llevó a mirar con desconfianza y repudio el dominio papal sobre las diferentes naciones del viejo continente. Muchos monarcas vieron en la Reforma un modo de afianzar el estado nacional y su poder monárquico o imperial. En el norte de Europa hubo países como Suiza o Suecia donde la Reforma fue uno de los instrumentos más eficaces de la lucha contra los países católicos que los dominaban.[cita requerida]
Influyen también la rápida decadencia del escolasticismo y el resurgimiento de la teología agustiniana con unos caracteres renovadores, volviendo con mayor vigor la lectura y el estudio de la teología de san Agustín en detrimento de la teología tomista.
Programa reformador
Los principales reformadores, de vasta cultura teológica y humanista, se consideraban a si mismos fieles cristianos que aspiraban a regresar a las doctrinas apostólicas y a renovar la Iglesia cristiana en la práctica y doctrina.
Juan Calvino estudió en la Sorbona y su padre trabajaba con un obispo; Lutero era monje y profesor universitario de Biblia; Zuinglio era sacerdote y humanista. De acuerdo al programa de los humanistas, buscaron en las fuentes de la antigüedad cristiana las bases para una renovación. Releyeron las Sagradas Escrituras y a los Padres de la Iglesia, (especialmente a San Agustín), interpretando una visión de la fe y una doctrina más bíblica y cristocéntrica, despreciando, por otro lado, toda la tradición cultural y religiosa acumulada por la Iglesia desde los primeros siglos.
Ramificación del protestantismo a lo largo de los siglos.
Principales ramas del protestantismo:
Luteranos
Origen: siglo XVI en Alemania, con la ruptura con el Papa por parte de Martín Lutero en lo que se conoce como Reforma Protestante.
Doctrina destacada: sola scriptura, sola fide, sacerdocio universal.
Sacramentos: bautismo y eucaristía.
Implantación: 75 millones de seguidores, principalmente en Alemania y Escandinavia.
Anglicanos
Origen: siglo XVI con la ruptura con el Papa por parte de Enrique VIII de Inglaterra, creando lo que ellos denominan como Via Media del cristianismo (entre el catolicismo y el protestantismo más reformado).
Sacramentos: bautismo y eucaristía, aunque consideran de manera secundaria los demás sacramentos de la tradición apostólica (e.g. orden sacerdotal).
Implantación: 85 millones de seguidores, principalmente en Inglaterra.
Calvinistas
Origen: siglo XVI con Juan Calvino en Suiza y Francia (instituyéndose la Iglesia Reformada, que se extiende a Países Bajos), llegando a Escocia (donde a través de John Knox se institucionaliza como Iglesia Presbiteriana) e Inglaterra (dando origen a la Iglesia Congregacional).
Doctrina destacada: predestinación.
Sacramentos: bautismo y eucaristía.
Implantación: 85 millones (50 millones de presbiterianos, 30 millones de congregacionales y 5 millones de reformados), principalmente en Reino Unido,Países Bajos, Estados Unidos, Corea del Sur, Latinoamérica y África subsahariana.
Metodistas
Origen: siglo XVII con John Wesley en Inglaterra, emparentados con el calvinismo (salvo la predestinación) y el anglicanismo, extendiéndose a Estados Unidos y África, donde experimentó un gran crecimiento.
Doctrina destacada: acento en la conversión y la predicación.
Sacramentos: bautismo y eucaristía.
Implantación: 70 millones de seguidores, principalmente en Reino Unido, Estados Unidos y África subsahariana.
Bautistas
Origen: Siglo XVI en Europa, como herederos de los anabautistas. Han tenido un mayor crecimiento en Estados Unidos, donde son la rama protestante mayoritaria.
Doctrina destacada: bautismo por inmersión de los adultos.
Sacramentos: bautismo y eucaristía.
Implantación: 100 millones de seguidores, principalmente en Estados Unidos y Latinoamérica.
Pentecostales
Origen: entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, inspirados por Charles Finney y William Seymour. Está constituida principalmente por iglesias locales independientes, aunque también comprende grandes denominaciones como las Asambleas de Dios.
Doctrina destacada: glosolalia como evidencia del bautismo en el Espíritu Santo.
Sacramentos: bautismo y eucaristía.
Implantación: 250 Millones de seguidores, principalmente en Estados Unidos, Latinoamérica, África subsahariana y Corea del Sur.
La doctrina protestante
Las cinco solas
Del mismo modo que no se puede hablar de una sola iglesia protestante tampoco se puede hablar de una sola doctrina protestante coherente y cohesionada. De hecho, la variedad doctrinal que el protestantismo ha ido adoptando a lo largo de su evolución ha sido una de las causas de su fragmentación. Aún con todo, sí se puede hablar de una doctrina de mínimos que con distinta intensidad sí comparten todas las iglesias herederas de la Reforma. Tradicionalmente se suele resumir esta doctrina común en las "cinco solas", que desarrolladas comprenden el núcleo de la fe protestante:
La doctrina de la "sola scriptura", es la creencia en que toda fuente de autoridad en materia de fe debe ser extraída con exclusividad de la Palabra de Dios, la Biblia. Esta posición, común a todas las iglesias protestantes, varía en su intensidad, desde el extremo del rechazo de cualquier contenido de fe ajeno a la Biblia (protestantismo evangélico más radical) hasta la supeditación de la tradición y las costumbres a la Biblia sin que por ello sea rechazada si no se puede argumentar una incoherencia o incompatibilidad manifiesta (iglesias protestantes históricas).
La doctrina de la "sola fide", que es la creencia en que sólo mediante la fe en Cristo el hombre recibe gratuitamente la salvación. Esta fe en Cristo se describe como una fe viva que implica una conversión total en el hombre, es decir, una fe que produce una transformación que implica un cambio en las creencias, obras y aspiraciones del creyente.
La doctrina de la "sola gratia", es la creencia en que la salvación es recibida por el hombre por parte de Dios de forma gratuita sin que éste pueda merecerla o adquirirla por sus propias fuerzas. La doctrina de la gracia en el protestantismo es semejante a la doctrina agustina sin bien enfatizada o según para algunos mal entendida. El protestantismo presenta al hombre condenado e incapaz de obrar en favor de su salvación por causa del pecado original. En esta situación de depravación, el hombre necesita de Dios para su salvación desde incluso el mismo momento en que se convierte, pues sin la gracia de Dios tampoco podría recibir la gracia de la fe. Dentro del protestantismo se ha entendido esta doctrina de diversas formas. Existen algunas iglesias que defienden la idea de que el hombre es totalmente incapaz incluso de aceptar la gracia o de resistirla, de modo que su libertad queda totalmente anulada y todo depende de la elección divina (calvinismo más extremo) hasta posturas muy parecidas a la doctrina católica romana que defienden la idea de que el hombre aún no mereciendo ni pudiendo lograr por sus méritos la salvación, una vez capacitado por Dios, puede libremente aceptarla o rechazarla.
Como una consecuencia de la radicalidad de la doctrina de la gracia y la fe en el protestantismo, el papel de las obras como actos que puedan merecer la salvación, la santidad o el favor de Dios es generalmente rechazado o muy atenuado como un producto secundario de la fe. Aún así, en el protestantismo se suele argumentar que una vida de fe que no produce obras es una vida de fe muerta, es decir, no es una vida de fe.
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