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Historia de Cuba (1878-1902)

Enviado por Ramón Guerra Díaz


Partes: 1, 2

  1. Resumen
  2. Desarrollo

Resumen

Este es uno de los capítulos más importantes de la Historia de Cuba, en él se destaca el protagonismo de José Martí, junto a los prestigiosos líderes independentistas que se negaron a firmar el Pacto del Zanjón. Los acontecimientos le dieron la razón a las previsiones del Apóstol cubano sobre las apetencias anexionistas de los Estados Unidos de América. Su cierre con la proclamación de la República en 1902 no hizo más que confirmar la posposición de los ideales libertarios del pueblo cubano.

Desarrollo

El Pacto del Zanjón provoca una desilusión entre las fuerzas cubanas que habían tomado parte en la primera guerra por alcanzar la independencia lo que trajo aparejado la división entre los involucrados en aquel heroico movimiento.

Unos, tomaron el camino del exilio, intransigentes y esperanzados en volver a la lucha que estaba inconclusa, para ellos la independencia era la única solución del problema cubano. Otros desilusionados y faltos de fe en el pueblo retomaron las viejas ideas reformistas para encausar los intereses de sus grupos sociales, entre estos últimos están los representantes de la burguesía criolla, vacilante y dividida durante la guerra, desconfiada del rumbo popular que tomó la contienda en sus últimos años, indecisos entre los poderosos hacendados del occidente que durante diez años no dejaron de buscar un camino negociador con la metrópoli y que terminó aliándose a los grupos oligárquicos españoles en la isla para poner fin a la guerra sin un resultado digno para los cubanos.

Los reformistas renunciaron a la posibilidad de independencia política, a cambio negociaron un tímido programa político de reformas, con menos derechos que las provincias españolas de la península y la concesión de la metrópoli para que pudieran organizarse en un partido político que defendiera sus intereses, el Partido Liberal, fundado en agosto de 1878 y que agregaría más tarde el nombre de Autonomista (1881), como expresión de la máxima aspiración de sus líderes. Frente a ellos y de forma casi simultánea la oligarquía pro española crea el Partido Unión Constitucional con el respaldo de las autoridades coloniales.

Las demandas autonomistas se resumían en el logro de la libertad de reunión, de imprenta, de enseñanza, admisión de los cubanos en los cargos públicos, aplicación de las leyes electorales y demás legislaciones de las provincias peninsulares; separación del poder civil y militar y la aplicación en Cuba del Código Penal Español. Eran partidarios de la abolición de la esclavitud, gradual e indemnizada, por considerar que significaba un estorbo económico para los intereses de la sociedad y demandaban las rebajas de los aranceles de los productos extranjeros que se importaban a Cuba, supresión de los impuestos a los productos cubanos que se exportaban a España y la firma de tratados comerciales entre la metrópoli y los países que comerciaban con Cuba, principalmente los Estados Unidos.

La base social del autonomismo era la gran burguesía criolla de occidente, asustada por los radicales cambios que se produjeron en la conducción del movimiento independentista y aliada a sectores de la pequeña burguesía urbana y rural interesada en la estabilidad económica que les prometía el autonomismo.

El termino de la guerra había dejado un panorama desolador que ahonda mucho más las diferencias sociales y económicas entre la población de la isla y entre la zona occidental y la oriental.

La parte oriental de la isla, incluye las zonas desde la actual provincia de Sancti Spíritu hacia el este, habían sido el escenario principal de la guerra por la independencia, en ella la actividad económica casi no existía, a excepción de los grandes núcleos urbanos de la zona, y la burguesía de estos territorio estaba arruinada. Con la contienda desaparecieron más de 800 ingenios, la mayoría de los hacendados de esta parte de la isla tuvieron que arrendar sus tierras y pedir préstamos a la oligarquía comercial española, que se apodera de grandes extensiones de terrenos y propiedades de esta burguesía criolla; surgiendo de las ruinas de la guerra una burguesía agraria antinacional formada por estos comerciantes de origen español.

A pesar de la ruina de la zona oriental al término de la guerra la producción azucarera aumentó debido a que la región occidental, mejoró la tecnología en muchos de sus ingenios, lo que le permitió a ellos solo sobrepasar la producción total de azúcar de pre-guerra.

Se acentuó la concentración azucarera, disminuyendo el número de ingenios, por la tecnificación de algunos que le permitía producir a más bajo costo y provocando la ruina de los pequeños productores. Los latifundios azucareros aumentan debido al mismo fenómeno centralizador y al crecimiento de la producción. Si en 1878 los mayores ingenios necesitaban un promedio de 80 a 100 caballerías de caña, para 1890 había centrales que necesitaban 300 caballerías para su producción.

Otro proceso típico de la época y que repercute en la economía fue la separación del proceso industrial azucarero del cultivo de la caña. Surgió la figura del colono, ocupado íntegramente al proceso agrícola. En su mayoría los colonos eran antiguos dueños de ingenios arruinados y dependientes del central azucarero y de los prestamistas, lo que hacía muy difícil su existencia como productores independientes.

En 1886 se decreta la abolición de la esclavitud en Cuba, la medida beneficio a más de cien mil esclavos que representaban el 32, 4 % de la población, con ello se libera la fuerza de trabajo que ahora se vende por jornales muy precario para poder subsistir y mantener a su familia.

En este período se inicia con fuerza la penetración del capital norteamericano en la isla, principalmente en la industria azucarera, la rama tabacalera y la minería. Desde 1880 comenzaron diversos grupos de inversionistas de Estados Unidos a explotar las minas de hierro, manganeso y cromo en los alrededores de Santiago de Cuba; en 1883 compran el primer ingenio azucarero, "El Soledad" en Cienfuegos y ya en 1891 varios grupos financieros yanquis montaron ingenios en Manzanillo, Sancti-Spíritus y Trinidad, además de comenzar a invertir en la industria tabacalera.

Poco antes de comenzar la guerra del 95 las inversiones de los Estados Unidos era de alrededor de 50 millones de dólares, de los cuales unos 30 millones estaban invertido en el azúcar y otros 15 en las minas de la parte oriental del país. En el comercio la dependencia creció hasta el punto de desplazar a España como metrópoli económica de Cuba. En 1884 el 85 % de las exportaciones cubanas iban hacia los Estados Unidos y en la producción azucarera la proporción subía hasta un 94 %.[1]

En 1890 el Congreso de los Estados Unidos aprobó un arancel aduanal (Arancel McKinley), que estipulaba la entrada al país libre de impuesto a los azúcares crudos provenientes de los países que tuvieran similar gesto par la mercadería norteamericana. Esto desató una guerra arancelaria entre Estados Unidos y España por el comercio cubano, lo que provocó la unidad de todos los intereses económicos de la isla, tanto criollos como peninsulares; en la petición del establecimiento de un tratado arancelario entre ambas naciones. El denominado Movimiento Económico presionó a España que finalmente en 1891 firmó un tratado que aseguró la libertad de derechos del azúcar cubano y ventajas para el tabaco y otras producciones de la isla en el mercado estadounidense.

Esto trajo por consecuencia un salto de producción de azúcar, que de medio millón en 1890 aumentó a un millón de toneladas en 1894. La bonanza duró poco el Gobierno de los Estados Unidos anuló los convenios con España al implantar una nueva tarifa (Tarifa Wilson) en beneficio del monopolio azucarero yanqui de Havemeyer. El precio del crudo cayó a menos de un centavo por libra entre 1894 y 1895 reduciéndose las exportaciones entre un 30 y un 50 %, provocando despidos masivos de obreros, disminución de salarios y ruinas a los productores.

Junto al deterioro económico se mantuvo una desigualdad política latente que afectaba a los cubanos. En primer lugar se organiza un sistema electoral que permite votar solo a los jefes de familia, con rentas mínimas de 312 pesos mensuales, lo que dejó fuera a la mayoría de los colonos cuya renta no pasaba de 200 pesos. Se concedió el voto a los empleados públicos y a los gerentes de comercio e industria, en su mayoría peninsulares, de esta manera el gobierno colonial garantizaba el máximo de la minoría española y el mínimo de la mayoría cubana.

La falta de derechos políticos, la discriminación racial, la represión del movimiento obrero y la inseguridad económica de la pequeña burguesía, agrava la situación social y el panorama político en la isla, que se hace aún más crítico al juntarse con otros problemas, como el de la distribución presupuestaria en la administración colonial. Al contribuyente criollo se le exigía un desembolso tributario dos veces mayor que el de los españoles, para conformar un presupuesto que se distribuía de la siguiente manera: 36, 5 % para sostener el ejército, la marina y el aparato represivo de la isla; el 40 % para el pago de la deuda pública, que en 1895 era de cien millones de pesos y el resto, un 23,5 % era para los gastos de educación, obras de interés públicos y las pensiones y jubilaciones de la burocracia colonial, que absorbía unos dos millones de pesos.

Mientras, los cubanos independentistas luchaban por encontrar la necesaria unidad para reiniciar la guerra por la independencia. Para estos convencidos separatistas, fogueados en la Guerra Grande, el Pacto del Zanjón, no era el fin de sus aspiraciones sino la tregua necesaria para reorganizar a las fuerzas revolucionarias y alcanzar la separación de Cuba de la monarquía española.

Este fue un proceso largo que la historiografía cubana reconoce como la Tregua Fecunda (1878-1895) durante el cual se sacaron las lecciones de los errores cometidos en la anterior guerra y en la que se destacaron tres figuras por su persistencia, prestigio y claridad de objetivos: los dos primeros Antonio Maceo y Máximo Gómez era dos líderes que ganaron su méritos en la guerra, tanto por su capacidad militar, como su liderazgo innegable entre las clases humildes, independentistas inclaudicables, antiesclavistas y una capacidad de liderazgo ganada en su servicio a la causa de Cuba Libre.

La tercera figura que descuella en este período es un joven intelectual habanero, independentista radical y muy identificado con la causa de los humildes de su país y del mundo, para quien la guerra de independencia en Cuba no podía ser el capricho de los caudillos sino el convencimiento claro de una mayoría que aspiraba a vivir en una república libre, pero en la que fueran reconocidos los derechos de todos los nacidos en ella y se crearan las oportunidades de una vida digna para todos, sin distinción de razas y posición social, su nombre era José Martí Pérez.

Desde 1879 hubo intentos por reanudar la contienda por la independencia, en un movimiento que tuvo sus bases principalmente en la indómita región oriental en la que levantaron varios cientos de cubanos dispuestos a terminar lo que se había quedado pospuesto, la independencia y la abolición de la esclavitud. La política conciliatoria del gobierno español, más el desaliento manifiesto entre los aguerridos mambises que se unieron al movimiento hizo que en pocos meses fuera sofocada la intentona revolucionaria que hoy conocemos como, La Guerra Chiquita.

A raíz de este movimiento es que aparece por primera vez en el liderazgo político del independentismo cubano José Martí, deportado por el gobierno español en septiembre de 1879 por sospecha de conspiración y activo miembro de la Junta Revolucionaria que desde Nueva York intentó mantener viva la insurrección. El fracaso de la Guerra Chiquita dividió más a los radicales independentistas cubanos, pero sirvió para que su futuro líder comprendiera que solo con la unidad de todas las fuerzas que querían la independencia y con un claro programa de cómo alcanzarla, este anhelo era posible.

En julio de1882 José Martí le escribe al General Máximo Gómez una carta en la que expone sus ideas sobre la organización del movimiento revolucionario:

"(…) usted sabe, General, que mover un país, por pequeño que sea, es obra de gigante. Y quien no se sienta gigante de amor, o de valor, o de pensamiento, o de paciencia, no debe emprenderla (…) importa mucho que el país vea juntos, sensatos ahorradores de sangre inútil y preveedores de los problemas venideros, a los que intentan sacarlo de su quicio, y ponerlo sobre quicio nuevo.

"(…) Nuestro país no se siente aún fuerte para la guerra, y es justo, y prudente, y a nosotros mismo útil, halagar esta creencia suya, respetar este temor cierto e instintivo, y anunciarle que no intentamos llevarlo contra su voluntad a una guerra prematura, sino tenerlo todo dispuesto para cuando él se sienta ya con fuerzas para la guerra.

"Y aún hay otro peligro mayor, mayor tal vez que todos los demás peligros. En Cuba ha habido siempre un grupo importante de hombres cautelosos, bastante soberbios para abominar la dominación española, pero bastante tímidos para no exponer su bienestar personal en combatirla. Esta clase de hombres, ayudados por los que quisieran gozar de los beneficios de la libertad sin pagarlos en su sangriento precio, favorecen vehementemente la anexión de Cuba a los Estados Unidos. Todos los tímidos, todos los irresolutos, todos los observadores ligeros, todos los apegados a la riqueza, tienen tentaciones mareadas de apoyar esta solución, que creen poco costosa y fácil. Así halagan su conciencia de patriotas, y su miedo de serlo verdaderamente. Pero como ésa es la naturaleza humana, no hemos de ver con desdén estoico sus tentaciones, sino de atajarlas.

"¿A quién se vuelve Cuba, en el instante definitivo, y ya cercano, de que pierda todas las nuevas esperanzas que el término de la guerra, las promesas de España, y la política de los liberales le han hecho concebir? Se vuelve a todos los que le hablan de una solución fuera de España. Pero si no está en pie, elocuente y erguido, moderado, profundo, un partido revolucionario que inspire, por la cohesión y modestia de sus hombres, y la sensatez de sus propósitos, una confianza suficiente para acallar el anhelo del país -¿a quién ha de volverse, sino a los hombres del partido anexionista que surgirán entonces? ¿Cómo evitar que se vayan tras ellos todos los aficionados a una libertad cómoda, que creen que con esa solución salvan a la par su fortuna y su conciencia? Ese es el riesgo grave. Por eso es llegada la hora de ponemos en pie."[2]

Palabras claras en un momento que parece temprano en la radicalidad ideológica de Martí, pero que aún tendrá que esperar algunos años para su maduración. Antes se trató de organizar una nueva insurrección, auspiciada por Máximo Gómez y Antonio Maceo (1884) y hubo una tentativa de ambos de mover con su prestigio a esa masa de emigrados revolucionarios y a los anhelantes veteranos de la isla, pero ante la forma caudillezca y el modo en que se pretende atraer a los sectores nuevos que se incorporan a la lucha, Martí aclara su posición y deja el camino a ambos generales:

"(…)-¡qué pena me da tener que decir estas cosas a un hombre quien creo sincero y bueno, y en quien existen cualidades notables para llegar a ser verdaderamente grande!-Pero hay algo que está por encima de toda la simpatía personal que Vd. pueda inspirarme, y hasta de toda razón de oportunidad aparente: y es mi determinación de no contribuir en un ápice, por amor ciego a una idea en que me está yendo la vida, a traer a mi tierra a un régimen de despotismo personal, que sería más vergonzoso y funesto que el despotismo político que ahora soporta, y más grave y difícil de desarraigar, porque vendría excusado por algunas virtudes, establecido por la idea encarnada en él, y legitimado por el triunfo.

"Un pueblo no se funda, General, como se manda un campamento; y cuando en los trabajos preparativos de una revolución más delicada y compleja que otra alguna, no se muestra el deseo sincero de conocer y conciliar todas las labores, voluntades y elementos que han de hacer posible la lucha armada, mera forma del espíritu de independencia, sino la intención, bruscamente expresada a cada paso, o mal disimulada, de hacer servir todos los recursos de fe y de guerra que levante el espíritu a los propósitos cautelosos y personales de los jefes justamente afamados que se presentan a capitanear la guerra, ¿qué garantías puede haber de que las libertades públicas, único objeto digno de lanzar un país a la lucha, sean mejor respetadas mañana? ¿Qué somos, General?, ¿los servidores heroicos y modestos de una idea que nos calienta el

corazón, los amigos leales de un pueblo en desventura, o los caudillos valientes y afortunados que con el látigo en la mano y la espuela en el tacón se disponen a llevar la guerra a un pueblo, para enseñorearse después de él? ¿La fama que ganaron Vds. en una empresa, la fama de valor, lealtad y prudencia, van a perderla en otra?-Si la guerra es posible, y los nobles y legítimos prestigios que vienen de ella, es porque antes existe, trabajado con mucho dolor, el espíritu que la reclama y hace necesaria: y a ese espíritu hay que atender, y a ese espíritu hay que mostrar, en todo acto público y privado, el más profundo respeto -porque tal como es admirable el que da su vida por servir a una gran idea, es abominable el que se vale de una gran idea para servir a sus esperanzas lanzas personales de gloria o de poder, aunque por ellas exponga la vida.-El dar la vida sólo constituye un derecho cuando se la da desinteresadamente."

"A una guerra, emprendida en obediencia a los mandatos del país, en consulta con los representantes de sus intereses, en unión con la mayor cantidad de elementos amigos que pueda lograrse; a una guerra así, que venía yo creyendo-porque así se la pinté en una carta mía de hace tres años que tuvo de Vd. hermosa respuesta,-que era la que Vd. ahora se ofrecía a dirigir;-a una guerra así el alma entera he dado, porque ella salvará a mi pueblo;-pero a lo que en aquella conversación se me dio a entender, a una aventura personal, emprendida hábilmente en una hora oportuna, en que los propósitos particulares de los caudillos pueden confundirse con las ideas gloriosas que los hacen posibles; a una campaña emprendida como una empresa privada, sin mostrar más respeto al espíritu patriótico que la permite, que aquel indispensable, aunque muy sumiso a veces, que la astucia aconseja, para atraerse las personas o los elementos que puedan ser de utilidad en un sentido u otro; a una carrera de armas por más que fuese brillante y grandiosa; y haya de ir coronada por el éxito, y sea personalmente honrado el que la capitanee;-a una campaña que no dé desde su primer acto vivo, desde sus primeros movimientos de preparación, muestras de que se la intenta como un servicio al país, y no como una invasión despótica;-a una tentativa armada que no vaya pública, declarada, sincera y únicamente movida, del propósito de poner a su remate en manos del país, agradecido de antemano a sus servidores, las libertades públicas; a una guerra de baja raíz y temibles fines, cualesquiera que sean su magnitud y condiciones de éxito-y no se me oculta que tendría hoy muchas-no prestaré yo jamás mí apoyo"[3]

Su fecundo silencio no significó dejación de la idea de organizar la guerra necesaria para derrotar a España, sino proselitismo político y confianza en su pueblo, tanto el de fuera, emigrado y rebelde; como el de la isla dispuesto al sacrificio en medio de la gran propaganda reformista de los autonomistas y del férreo gobierno colonial.

En 1891 entra en contacto Martí con los emigrados revolucionarios de Tampa, lo han invitado a recordar el vigésimo aniversario del fusilamiento de los jóvenes estudiantes de medicina y en su primera comparecencia ante aquellos estoicos cubanos, en su mayoría tabaqueros, muchos combatientes de la Guerra Grande pronuncia el 26 de noviembre de 1891 un discurso que la historia de nuestro país conoce como, "Con todos y para el bien de todos" y el que traza con vehemencia el afán inconcluso del cubano por su libertad y el derecho ganado con la sangre derramada de tener patria en la que se despliegue (…) alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula de amor triunfante: "Con todos, y para el bien de todos"[4] fórmula política resumidora del programa social que la Revolución por venir quería para Cuba.

Estas visitas de Martí marcan el momento de inicio del auge del movimiento revolucionario que culminaría con la creación del PRC y la organización de la Guerra Necesaria. Su prédica revolucionaria se dejará escuchar entre los emigrados de Cayo Hueso a fines de este mismo año 91 y apoyado por sus organizaciones y líderes emprende Martí su obra mayor, la creación del Partido Revolucionario Cubano (PRC), para promover y facilitar la independencia de Cuba y de Puerto Rico.

El PRC es la coronación del trabajo político de José Martí, el Partido que no es producto de la "(…) vehemencia pasajera, ni del deseo vociferador e incapaz, ni de la combinación temible, sino del empuje de un pueblo aleccionado, que… el mismo Partido proclama, ante de la Revolución su redención de los vicios que afean al nacer la vida republicana"[5]

Ya en enero de 1892 José Martí se reúne en Nueva York con los dirigentes de la Convención Cubana, formada por Francisco Lamadriz, José Dolores Poyo y Fernando Figueredo y les presenta el borrador de las Bases del Partido Revolucionario Cubano (PRC).

Esas Bases y los Estatutos serán discutidas el 5 de enero en una reunión efectuada en Nueva York y en la que están presente los clubes de la ciudad y representantes de los clubes de Tampa y Cayo Hueso. Se aprueban las bases y los estatutos y se crea la Comisión Recomendadora de los documentos que preside el propio José Martí.

Se inicia un proceso de discusión y aprobación de los documentos del PRC en los clubes patrióticos de base que involucra a todos los que de una forma u otra anhelaban la independencia de Cuba y Puerto Rico.

Las Bases del Partido proclaman que el objetivo primero del mismo era lograr la independencia de Cuba y fomentar y auxiliar la de Puerto Rico. El ordenamiento dentro de una guerra generosa y breve, encaminada a asegurar en la paz y el trabajo, la felicidad de los habitantes de la isla. Unir a todos los revolucionarios y recaudar los fondos necesarios sin compromisos inmorales ni con hombre, ni entidad alguna. Cumplir en la vida histórica del continente, los deberes difíciles que su situación geográfica le señale. Fundar un pueblo nuevo y de sincera democracia, capaz de vencer los peligros de la libertad, restaurar la hacienda y salvar al país de los peligros internos y externos que lo amenacen.

Como se puede observar PRC, no es solo un partido para la independencia sino que además se propone impedir la anexión de Cuba a los Estados Unidos y contribuir a la creación de una República equitativa en la que se cumpliera la máxima martiana de "con todos y para el bien de todos", razón por la cual su constitución fue una factor de unidad nacional de todos los que querían no solo una patria libre, sino igualdad de derechos.

El 14 de marzo de 1892 aparece el periódico "Patria" dirigido por José Martí, tribuna de la independencia y de todos los cubanos honestos que quisieran expresarse. Jugó un importante rol en el trabajo de preparación y organización de la Revolución Liberadora Cubana convocada por el Apóstol.

A finales de marzo se acelera el trabajo de creación del PRC con la aprobación de las Bases y los Estatutos por los clubes de emigrados revolucionarios. El 8 de abril José Martí es elegido Delegado del PRC a propuesta de los clubes de Tampa, Cayo Hueso y Nueva York, acompañado por Benjamín Guerra como Tesorero. Finalmente se acuerda proclamar oficialmente al PRC el 10 de abril de 1892, en el aniversario 23 de la Asamblea de Guaimaro, que declaró la primera República en Armas en 1869.

La guerra por la independencia de Cuba se reanuda el 24 de febrero de 1895, bajo la dirección del PRC, la mayor fuerza de estos alzamiento estuvieron en la región oriental donde fuertes partidas de insurrecto se alzaron en armas en Guantánamo, Jiguaní, Baire y en la Sierra Maestra; en la parte occidental de la isla, los débiles movimientos insurrectos fueron dispersados y sus líderes apresados, entre ellos Juan Gualberto Gómez, el delegado en La Habana del PRC.

En el mes de abril de ese propio año llegan a Cuba los principales dirigentes de la Revolución Independentista, Antonio Maceo con un grupo de oficiales veteranos de la Guerra Grande desembarca por Baracoa el 1º de Abril y José Martí y Máximo Gómez, con otros cuatro compañeros arriban al sur de las costas guantanameras. La presencia de estas figuras reanima los ímpetus de lucha.

El 5 de mayo se reencuentran las tres grandes figuras de la guerra en "La Mejorana", en un intercambio que pretende dejar en claro el rumbo político de la Revolución. Maceo y Gómez partidario de organizar un Gobierno insurrecto fuerte bajo el mando del jefe militar de las fuerzas cubanas, Martí defensor de la fórmula de separación de poderes, con un gobierno civil operativo y ajustado a las circunstancias de guerra y el Ejército Libertador dirigido por su General en Jefe sin intromisión del gobierno en los asuntos militares.

El 19 de mayo de 1895 muere José Martí y al frente del PRC queda en Nueva York, Tomás Estrada Palma, un honesto patriota cubano que no comparte todas las ideas que en las bases del PRC se enuncia y que convertirá al mismo en un recaudador de fondos y organizador de expediciones para la guerra de Cuba, abandonando la labor revolucionaria del mismo, que tanto propició Martí.

El 13 de septiembre de 1895 se reunieron en el potrero de Jimaguayú[6]lugar donde había caído en combate el Mayor General Ignacio Agramonte en 1873, los representantes electos de los tres Departamentos en que se dividía la isla[7]para redactar una Constitución y crear los órganos civiles de la Revolución.

La Asamblea se inicia con la presentación por el joven abogado Rafael María Portuondo Tamayo del 3er Cuerpo de Ejército (Oriente), de un Proyecto de Constitución, cuyo punto más polémico fue su artículo 13 en el que se proponía que el Presidente y el Vice-Presidente de la Junta de Gobierno fueran el General en Jefe del Ejército Libertador y su Lugarteniente General, respectivamente.

Terminada la propuesta, Fermín Valdés Domínguez, delegado por Camagüey pidió la palabra para exponer su desacuerdo por el peligro que representaba para la futura república. Alegó que apoyaba en sentido general el proyecto presentado por los orientales, pero que se oponía rotundamente al nombramiento de Presidente y vice-presidente a los cargos de General en Jefe y Lugarteniente General.

La polémica en torno al tema fue la sustancia básica de la Asamblea y Fermín junto a Enrique Loynaz del Castillo, se erigen en líderes y defensores del Gobierno Civil como garantía contra el caudillismo. Al siguiente día el propio Fermín, preocupado porque la intensa discusión creara la división en las filas independentistas y conocedor del criterio de José Martí al respecto, pidió a la minoría que presentara una propuesta que condujera al logro de un consenso sobre el tema. Finalmente se llegó a un acuerdo basado en el principio martiano de: "El ejército libre y el país como país, y con toda su dignidad representado"[8]; el 16 de septiembre se aprueba la Carta Magna. Como Presidente de la República en Armas fue elegido Salvador Cisneros Betancourt y su vice el General Bartolomé Masó.

Para el movimiento independentista cubano y su Ejército Libertador comandados por Máximo Gómez, General en Jefe y Antonio Maceo, Lugarteniente General, no había misión más importante que extender la guerra hasta la parte occidental de la isla, más poblada, más próspera y bastión del integrismo colonial; no podía pensarse en independencia si toda Cuba no estaba incorporada a la guerra. Por eso se organizó un selecto grupo de combatientes mambises, veteranos y aguerridos que partiendo desde "Los Mangos de Baraguá" en Oriente, el 22 de octubre de 1895, llevaba la encomienda de llegar combatiendo hasta Pinar del Río. No era una empresa fácil tenían que atravesar todo el país, por terrenos llanos, erizados de fuerzas españolas que había levantado cientos de obstáculos para tratar de aislar el movimiento insurreccional. En enero de 1896 tras duras jornada de marcha y combates, Antonio Maceo llegó a Mantua dando por completado su objetivo de incorporar a todo el país a la guerra. Para que tal propósito fuera posible el General Máximo Gómez desarrolló una brillante campaña militar en la provincia de La Habana que mantuvo en jaque a buena parte de las fuerzas españolas.

Toda la isla estaba incorporada a la guerra, la "tea incendiaria mambisa"[9] hacía imposible la zafra azucarera y la recaudación de dinero para costear los gastos de guerra del gobierno colonial español, mientras la Revolución, sostenida por los fondos de los emigrados y las armas y los recursos arrebatadas al enemigo se sostenía con el apoyo mayoritario de la población humilde y otros sectores sociales de la isla.

Al iniciarse la guerra en Cuba España envió al General Arsenio Martínez Campos, con la esperanza de lograr la pacificación del país, pero las circunstancias eran otras y esta vez no pudo impedir el avance del Ejército Libertador por toda la isla siendo relevado en febrero de 1896 por el General Valeriano Weiler, tristemente célebre por la aplicación de una política de terror y tierra arrasada que pretendía dejar a la insurrección cubana sin sus bases sociales., para ello dictó su Bando de Concentración que obligó a toda la población rural a concentrase en los poblados fortificados so pena de ser considerados enemigos y pasados por las armas si eran encontrados en el campo. El resultado fue un genocidio con la población civil que por miles morían en las ciudades, atenazados por el hambre y las enfermedades, a más de provocar una mayor incorporación de combatientes a las filas del Ejército Libertador. Las fotografías y testimonios de aquel drama del pueblo cubano dan cuenta de imágenes dantescas, gente famélica pidiendo limosna, hospitales llenos de enfermos y moribundos y una altísima mortalidad.

Pese a todas estas atrocidades y al avance del Ejército Libertador, la burguesía cubana aferrada al autonomismo y aliada a la metrópoli española justifica los métodos de España y ratifica su fidelidad a la Corona.

Cuando más álgido era el movimiento revolucionario y mayor fuerza cobraban las operaciones militares contra el ejército colonial españolas se produce el intrigante intento del Presidente de la República en Armas, Salvador Císneros Betancourt por restar autoridad al Ejército Libertador y tratar de ponerlo bajo el mando del gobierno, inmiscuyéndose en los asuntos de la guerra, retardando el apoyo logístico y de hombre que debía promover y enviar a las fuerzas que combatían en Occidente, con un sentido más suicida que de patriota, intrigando y dividiendo los mandos, nombrado y quitando oficiales cuando esa no era su facultad, todo lo cual provocó un duro enfrentamiento con el General en Jefe Máximo Gómez, quien tuvo que acudir a la autoridad moral de Maceo para tratar de ponerle freno al personalismo caudillista, que no venía de los militares, sino del Presidente y su Consejo.

Convocado Maceo, deja sus fuerzas en Pinar del Río y con apenas una pequeña escolta emprende el regreso al oriente del país, los azares de la guerra hicieron que el invicto General Antonio Maceo cayera combatiendo el 7 de diciembre de 1896 en La Habana, una pérdida tan irreparable para Cuba como lo fue la de José Martí, ambos representaban el pensamiento más radical y revolucionario dentro de la Revolución Independentista, su sentido claro de la independencia y la desconfianza de ambos hacia las ambiciones hegemónicas del vecino del norte los convertían en figuras claves para el futuro de Cuba. La muerte de ambos dejó el campo abierto a las ambiciones personales, los intereses de grupos y las vacilaciones anexionistas de los grupos de poder, tanto dentro de las filas de la Revolución, como desde la burguesía autonomista, que prefería estar sin patria, pero no perder sus propiedades.

Desde el comienzo de la guerra de independencia en Cuba las autoridades norteamericanas declararon su "neutralidad" en el conflicto, neutralidad que perjudicó mucho a los revolucionarios cubanos, dificultando su avituallamiento y alijo de expediciones, en tanto el gobierno español pudo hacer compra de armamento en los Estados Unidos para combatir la insurrección.

La prensa norteamericana siguió con mucho interés los acontecimientos en Cuba, cuya causa gozaba de una gran simpatía dentro del pueblo norteamericano, en tanto los grupos de poder esperaban su momento oportuno para apoderarse de la Isla.

En las filas insurrectas tras la muerte de Maceo hubo un entendimiento entre el General en Jefe Máximo Gómez y el Consejo de Gobierno, encabezado por Cisneros Betancourt, aunque en la práctica las dificultades crecían, la guerra continuaba con diferente intensidad en todo el país y es de destacar la campaña militar llevada a cabo por Máximo Gómez en la región central de la isla, a modo de atraer sobre él el mayor número de tropas españolas, obstinado como estaba Weiler en darle caza y matarlo. Fue un momento álgido en la Revolución que desde 1897 contaba como nuevo presidente del gobierno en armas, al General Bartolomé Masó.

Intentando un cambio de política con respecto a la Isla, el gobierno español decide el 1º de enero de 1898 instaurar el régimen autonómico en Cuba, aceptado solo por la burguesía autonomista, en un intento tardío por frenar la Revolución. España había llegado al límite de sus posibilidades económicas, tenía un enorme ejército en los campos de Cuba y su derrota definitiva era cuestión de tiempo.

La instauración del régimen autonómico provocó graves disturbios en La Habana por parte de los integristas españoles que no lo aceptaban. Esto dio el pretexto al gobierno de los Estados Unidos para enviar cuatro buques cerca de las cortas de Cuba y cerca de la entrada de la bahía habanera, el 25 de enero ancla en la bahía uno de estos buques, el acorazado "Maine" en visita amistosa. Pocos días después, el 15 de febrero de 1898, se produjo una explosión en dicho navío, provocando la muerte de muchos marineros norteamericanos del mismo.

La prensa sensacionalista de los Estados Unidos aprovechó el suceso para azuzar al gobierno norteamericano a que tomara parte en la guerra y terminar aquella cruenta contienda. A esta propaganda belicista se unía el clamor del pueblo norteamericano a favor de la causa de Cuba, en tanto se preparaban los hilos de la política para no desaprovechar el suceso e intervenir en la guerra de independencia de Cuba.

El 15 de abril de 1898 el Congreso de los Estados Unidos aprueba la Resolución Conjunta de ambas Cámaras, reconociendo el derecho de los cubanos a ser libres y deja al presidente del país en la libertad de elegir las formas para lograr la paz y la salida de España, también se deja en claro la renuncia de los Estados Unidos a la anexión de Cuba. Ambos enunciados dificultarían políticamente las verdaderas intenciones de la oligarquía yanqui con respecto a Cuba: la anexión.

El 22 de abril se inicia el bloqueo naval de los puertos cubanos por la escuadra norteamericana que incluyó intensos bombardeos de las poblaciones civiles causando numerosas bajas civiles.

El 22 de junio se produce el desembarco de las tropas yanquis por la zona de Baitiquirí al sur de Santiago de Cuba, con el apoyo de los independentistas cubanos que facilitaron la derrota de las fuerzas españolas en el Caney y en la Loma de San Juan donde hombro a hombro combatieron los soldados norteamericanos con los mambises cubanos; días después fue destruida la escuadra del almirante Cervera frente al Castillo del Morro de Santiago de Cuba quedando el camino expedito para la capitulación de España que se produjo el 10 de agosto de 1898.

Los mandos norteamericanos solo habían contactado con las fuerzas cubanas que operaban en las zonas en la que esperaban desembarcar, ignorando la existencia de las instituciones creadas por el movimiento independentista cubano y negando "por razones humanitaria y para impedir exceso de las fuerzas cubanas" que entraran en las poblaciones ocupadas, empezando por Santiago de Cuba donde no pudo entrar entre los vencedores el General Calixto García.

Mientras los norteamericanos concretaban la ocupación de toda la isla y el repliegue de España en espera de la evacuación de la isla, los mambises cubanos permanecieron sin reconocimiento de estas autoridades que actuaron como si ellos no existieran.

La Asamblea de Representante de la República en Armas se constituyó en el poblado de Santa Cruz del Sur en octubre de 1898 y desde allí trató de ganar una autoridad que había salido bastante cuestionada de la guerra. Máximo Gómez en el central Najasa, de la provincia de Las Villas era el convidado de piedra, General en Jefe del Ejército Libertador, pero ninguna autoridad lo contactó en estos primeros meses de ocupación.

El 10 de diciembre de 1898 se reunieron en París los representantes de los gobiernos de España y los Estados Unidos para acordar las condiciones de paz que daba fin al imperio colonial español, dejando en manos de Estados Unidos, las posesiones de Cuba, Puerto Rico, Filipina, Guam, y Hawai, con la ausencia de los verdaderos vencedores en aquella contienda los independentistas cubanos, marginado de aquel proceso por exigencia de España y complicidad de Estados Unidos.

El 1º de diciembre de 1899 cesa la soberanía de España en Cuba, pasando esta a manos del gobierno de los Estados Unidos, quien no reconocía los organismos revolucionarios de los independentistas cubanos, limitándose al trato individual y no oficial con las figuras más importantes del movimiento.

La cruenta y heroica contienda había arruinado al país, la marcha invasora, la reconcentración de Weiler y el bloqueo naval yanqui, dejaron arrasada a la isla. Miles de personas murieron y otras miles vagaban por los campos arruinados.

La producción estaba paralizada y la población en 1899 ascendía a 1 572 000 personas, ¡60 000 personas menos que en el censo de 1887!, sin tener en cuenta el crecimiento normal de la población lo que eleva las pérdidas humanas a más de 200 000 personas.

La producción azucarera cayó de un millón de toneladas en 1895 a 250 mil toneladas en 1899. De los 1 100 centrales, ingenios y trapiches quedaban en pie apenas 207. La producción de tabaco disminuyó de 560 000 quintales en 1895 a 88 000 en 1899 y lo mismo pasó con el resto de las producciones básicas del país. La ganadería se vio reducida al 10 % , con respecto al censo de preguerra, al cuantificarse unas 300 000 cabezas de ganado y las pequeñas estancias campesinas fueron barridas por la guerra y la política de reconcentración de Weiler.

Las ? partes de las propiedades rurales estaban hipotecadas y de las 90 000 haciendas rurales existentes en 1894 solo quedaron 60 000. Las exportaciones hacia los Estados Unidos disminuyeron de 56 333 000 de pesos en 1889 a 16 233 000 en 1897.[10] Se pagaba un alto precio por la independencia que estaba en vilo por la intervención norteamericana.

Al término de la guerra existían tres organismos representativos del movimiento independentista cubano: El Partido Revolucionario Cubano, la Asamblea de Representante de la Revolución Cubana y el Ejército Libertador.

El primero de ello fue disuelto el 21 de diciembre de 1899 autoritariamente por una Circular de su "Delegado", Tomás Estrada Palma, desde Nueva York y sin consultar a las bases del partido como estaba previsto en sus estatutos, por considerar que este ya había cumplido su misión, aunque Cuba no era independiente y se albergaban muchas dudas sobre su futuro.

Partes: 1, 2
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