Los hechos fundamentales de la vida de Jesús de Nazaret, Los Evangelios, como también otros libros del Nuevo Testamento, narran los hechos de la vida de Jesús considerados más significativos por los primeros predicadores de la fe cristiana. Relatan que una virgen, llamada Maria, desposada con José del linaje de David, concibió por intervención Divina a un hijo a quién dio el nombre de Jesús. Este nació en Belén de Judá, durante el reinado del emperador Agusto. Paso su infancia y juventud en Nazaret, pequeño pueblo de Galilea, donde se le conocía como el hijo de José el carpintero. A los 30 años comenzó a recorrer Palestina. Después de haber sido bautizado por el precursor Juan el Bautista en él rió Jordán, predico en las sinagogas y ante multitudes. Debido a la oposición o la incomprensión que encontró, dirigió su enseñanza a unos grupos más reducidos: el grupo de los discípulos, de entre los cuales eligió a doce que ocuparán un lugar especial entre sus seguidores. Los Evangelios colocan la primera parte de su vida pública en Galilea, con algunas incursiones a las regiones vecinas de Fenicia y Deacápolis. Mencionan un viaje de Galilea a Jerusalén, al final de su vida publica, cuyo destino es el cumplimiento de su misión como siervo de YAHVET, que debe parecer antes de alcanzar la gloria: " Cuando se cumplían los días de su partida de este mundo, tomo la firme resolución de encaminarse a Jerusalén ", { Lucas IX, 51}. Allí predica en el templo, anuncia la ruina de este y de la ciudad Santa, su muerte, su resurrección y su retorno glorioso al final de los tiempos. El Sanedrín lo hizo arrestar, lo juzgo y lo considero reo de muerte por el delito de Blasfemia, { el Sanedrín podía condenar a muerte, pero no podía ejecutar la sentencia sin ratificación romana}. Entregaron a Jesús a las autoridades romanas, ante las que se lo acuso de poner en peligro la autoridad del Cesar y pretender ser rey. El procurador romano Poncio Pilatos ordenó su crucifixión en la colina del Gólgota, al norte de Jerusalén. A los tres días resucita y se aparece a sus discípulos durante cuarenta días, al cabo de los cuales asciende a los cielos. Pilar fundamental de la Iglesia primitiva fue la fe en la resurrección de Jesús. San Pablo dirá: " y si cristo no resucito vana es nuestra fe ", { I Cor. XVI, 17}. Diez días después de la ascensión a los cielos sus discípulos recibirán el Espíritu Santo{Pentecostés}. Iniciaran con entusiasmo y fervor la proclamación del mensaje salvador: Jesús de Nazaret fue crucificado, pero Dios lo resucito " y todo aquel que cree en él alcanzara por su nombre el perdón de los pecados ", { Hechos X, 43}. Se anuncia jubilosamente que a llegado el día anunciado por los profetas, que Jesús es el liberador o Mesías esperado por todo el pueblo, que la salvación se alcanza por la fe en su nombre. Sus discípulos lo llamaran Jesús el Cristo { Jesucristo}. Proclamar que Jesús era el Cristo, implicaba una confesión de fe en que Jesús participaba del Espíritu de Dios y tenía una misión confiada por él. El libro de los Hechos de los apóstoles nos narra la formación de la primera comunidad cristiana, pero sin ofrecer un cuadro completo de los acontecimientos. Fue un libro en griego y para griegos. Habla poco del cristianismo de lengua aramea: solo relata los primeros quince primeros años de la comunidad Madre de Jerusalén. Su finalidad fundamental fue narrar la difusión del cristianismo entre los gentiles y, en especial, la misión de Pablo. Después del Pentecostés comenzaron los apóstoles a anunciar el Evangelio en Jerusalén: exhortaban a la conversión, entendida en el sentido de reconocimiento de la divinidad de Jesús. Rápidamente se acrecentó el número de los creyentes. Esto inquieto a las autoridades Judías, las que con diversas medidas conminatorias: prisión, azotes, amenazas, intentaron terminar con la predica de los apóstoles. Como esta continua, se desato una persecución que provoco la dispersión de los cristianos. Este hecho provoca la difusión del cristianismo fuera de Jerusalén, fundamentalmente por las regiones de Judea y Samaria. La vida en la primera comunidad cristiana de Jerusalén, la fe en Jesús como Mesías salvador, de naturaleza divina, sin duda fue lo que mantuvo la cohesión de la primitiva comunidad cristiana de Jerusalén. Y lo que la separaba en el terreno de las creencias de sus hermanos judíos. No creían que esta fe lo separaba de la religión de sus padres, seguían concurriendo a orar al templo y cumpliendo con las tradiciones. Sin embargo las prácticas debieron de tener menor importancia para los Judíos convertidos a la Diáspora, y en la predicación apostólica no se señala que la adhesión a la ley fuese necesaria para alcanzar la salvación. La fe común no era algo que quedara circunscripto al terreno personal: participaban en común en las actividades religiosas de su pueblo y poseían instituciones propias. Tenían conciencia de formar una comunidad particular a la que designaban con el nombre de ECCLESIA { significa comunidad }. El vocablo designa en un principio a la Iglesia Madre de Jerusalén, más tarde designara a las Iglesias que Irán surgiendo a imitación de está. No obstante los cristianos tenían conciencia de que se trataba de una única e idéntica comunidad, presente en diversos lugares, por lo que la palabra tomo el sentido de Iglesia Universal o sea que se utilizo para designar al conjunto de comunidades o Iglesias locales. Aunque no hubo una ruptura cultural con el judaísmo aparecieron formas independientes de piedad y culto. Pese a que tomaron del medio los elementos materiales para estas nuevas formas de culto, su originalidad radico en su nuevo contenido: Se ingresaba en la comunidad por el BAUTISMO, el que ya suponía la conversión entendida en el sentido de la fe en la divinidad de Jesús y arrepentimiento de los pecados. Se administra en el nombre de Cristo, lo que significa que es de él de quien recibe su eficacia salvadora; Comporta el perdón de los pecados y la renovación interior del hombre realizada por el Espíritu Santo o sea el nacimiento de una nueva vida de carácter sobrenatural { Hechos, II, 38}. Al bautismo se le añadía a menudo una imposición de manos por la que se recibe un aumento de la vida sobrenatural: los dones del Espíritu Divino; pero esta podía realizarse separada del bautismo, { Hechos VIII, 16 a 17 }. También por medio de la imposición de manos los apóstoles entregaban poderes especiales a algunos miembros de la comunidad, { Hechos VI, 16 }.
Se reunían en casas particulares para celebrar la fracción del pan, nombre arcaico de la Eucaristía. Estas asambleas en la que se celebraba la Eucaristía, costaban de instrucción, fracción de pan y oraciones. Comenzaban por la instrucción, que podía constar de exhortaciones destinadas a fortalecer la fe y la caridad, de recuerdos o comentarios de hechos o palabras de la vida de Jesús. Seguía la fracción del pan; la persona que presidía la Eucaristía bendecía el pan y el vino, extendiendo sobre ellos sus manos y pronunciando las palabras de Jesús en la última cena celebrada con sus discípulos: " Este es mi cuerpo ". " Este es el cáliz de mi sangre ". " Cada vez que comáis este pan y bebáis este cáliz, anunciáis la muerte del Señor hasta que venga "{ Pablo I Cor. XI, 26 }. La Eucaristía iba seguida por oraciones que estaban a cargo de los apóstoles o ancianos, quienes presidían la asamblea, pero también podían realizarlas los otros miembros de la comunidad. Estas reuniones podían ir, o no, acompañadas de comidas o ágapes. Para celebrar la Eucaristía se consagraban en la noche del Sábado al Domingo, convirtiéndose así este, en el día en que la comunidad cristiana celebraba su propio culto. Posteriormente, dada la creciente tensión entre el viejo Judaísmo y la Iglesia primitiva, el domingo como día de fiesta propio de los cristianos irá imponiéndose cada vez más. La Iglesia primitiva de Jerusalén vivía muy unida practicando la comunidad de bienes: " Toda la multitud de los fieles tenían un mismo corazón y una misma alma; no había entre ellos quién considerase como suyo lo que poseían, sino que tenían las cosas en común ", { Hechos IV, 32 }. Esta comunidad desde sus orígenes fue una comunidad jerárquica, lo que significa que sus miembros, no tenían todos la misma categoría, ni desempeñaban las mismas funciones. En primer lugar se destacaban los Apóstoles, elegidos por Jesús en persona para continuar su misión. La misión de un apóstol era la de dar testimonio de la vida, muerte y resurrección de Jesús, dirigir los actos del culto; administrar el bautismo, presidir la fracción del pan, ejecutar la imposición de manos. Todas ellas eran funciones sacerdotales en la que actuaban como mediadores entre Cristo y la Comunidad. La rigen con autoridad. Controlan la pureza de la doctrina, la conducta de sus miembros, y la fundación de nuevas Iglesias. Hay otro grupo a quienes los Hechos llaman ancianos PRESBYTEROI. Era la costumbre entre los hebreos que los ancianos ocupasen cargos directivos en las organizaciones religiosas: por ejemplo en el Sanedrín y en las Sinagogas de la Diáspora. Debido al incremento de la comunidad y para aliviar a los apóstoles se eligieron a siete miembros para las tareas de beneficencia y también para ayudar en la actividad pastoral. Por su actividad se los designa con la palabra griega DIAKONEIN { servir}, de ahí que se los llama Diáconos. La existencia de personas destinadas a funciones especiales de carácter religioso, por, un lado, y la muchedumbre de los creyentes, por otro, demuestra que la Iglesia Madre de Jerusalén se daba ya la división entre clérigos y laicos. Lentamente el judeo- cristianismo se fue haciendo a la idea de que debía llevar también a los gentiles la buena nueva de la redención de Jesucristo. Las primeras conversiones de gentiles según lo relatan los Hechos fueron casos aislados acompañados de una serie de fenómenos extraordinarios que se interpretaron como expresión de la voluntad divina de su admisión a la comunidad; por ejemplo, la conversión del Centurión romano de Cesárea y la del Eunuco funcionario de la reina de Etiopía { Hechos Cap. VIII, 26 a 40 y Cap. X }. El impulso partió del grupo Judeo – helenista convertido al cristianismo que se caracterizó por un espíritu más universalista. Estos con motivo de la persecución desatada en Jerusalén, tuvieron que abandonar la ciudad y se dispersaron por Palestina y regiones vecinas. Llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía predicando el Evangelio únicamente a los Judíos, pero un grupo, oriundo de Chipre y Cirenaica, predicó en Antioquía también a los griegos: " Anunciaron a los griegos la Buena Nueva del Señor Jesús ", {Hechos XI, 19 }. Un grupo numeroso abrazó el cristianismo. Al enterarse en Jerusalén del crecido número de convertidos, decidieron enviar a uno de sus miembros, Bernabé, judío oriundo de Chipre. Esta misión demuestra la voluntad de los apóstoles de asegurar la unidad de las comunidades bajo su dirección. Una vez en Antioquía, Bernabé decidió ir a buscar a Pablo de Tarso como colaborador de su tarea misional. Pablo provenía, como Bernabé, de la Diáspora Judía, de la ciudad Tarso de Cilicia { Asia Menor}. Heredo de su padre la ciudadanía romana. Se mantenía fiel a las creencias y tradiciones del Judaísmo, pertenecía a la secta de los Fariseos. Se formo en Jerusalén, junto a Gamaliel, como doctor de la ley. Cuando allí se inició la persecución contra los cristianos Pablo tomó parte activa en ella. Al dirigirse a Damasco con la finalidad de activar dicha persecución, en el camino, según cuentan los Hechos tuvo una aparición Jesús, que cambio el curso de su vida. Después de recibir el bautismo y de pasar un corto período de tiempo en Árabia, comenzó a anunciar en las sinagogas de Damasco y más tarde en Jerusalén que " Jesús es el Mesías, Hijo de Dios ". En ambos lugares tropezó con tan violenta oposición, que por correr peligro su vida, tuvo que retirarse a Tarso, su Patria, donde lo fue a buscarlo Bernabé, quién lo había conocido en Jerusalén después de su conversión y lo había presentado a los apóstoles. Después de un año de actividad apostólica en común, queda consolidada la existencia de la primera Gran Iglesia Cristiana de la Gentilidad. Fue en Antioquia donde por primera vez se les llama KHRISTIANOI a los seguidores de Cristo. Luego Antioquia se trasformará en un foco de irradiación del cristianismo: Pablo se siente llamado a predicar el Evangelio entre los gentiles. Desde allí organizó tres viajes durante los cuales evangelizó las regiones de Asia Menor, Macedonia y Grecia. Iniciaba siempre su predica en las sinagogas de las ciudades que visitaba; allí concurrían los judíos de la Diáspora y los gentiles convertidos al judaísmo: prosélitos y temerosos de Dios. Pablo se dirigía a los dos grupos. Por lo general, la mayoría de los judíos de la Diáspora rechazaba el mensaje religioso de Pablo, y en ocasiones, con violencia. Las conversiones eran más numerosas entre los gentiles. Fueron surgiendo así comunidades cristianas e Iglesias en todas las ciudades donde predicó, que fueron como pequeños focos de los cuales se propagó el cristianismo en el ambiente pagano circundante. Cuando regresó a Antioquia, después de su primer viaje, su informe a la Iglesia de esta base misional terminaba con estas palabras: " Dios ha abierto a los gentiles las puertas de la fe ",{Hechos XIV, 27}.
Poco después de la vuelta de Pablo y Bernabé a Antioquía, llegaron algunos creyentes de Jerusalén sosteniendo que los gentiles, para llegar a ser cristianos, debían pasar por la circuncisión. Pablo y Bernabé se oponían con decisión. La cuestión, como ya hemos mencionado, se llevó a Jerusalén y, en una asamblea solemne, se escucharon los diferentes pareceres { 49 d.c.}. Pedro se pronuncio en la linia de Pablo, y también Santiago { el menor } llegó a un acuerdo, que dejaba sustancialmente libres de la observancia de la ley a los cristianos no provenientes del Judaísmo. Las decisiones fueron comunicadas a Antioquía por medio de carta Apostólica. {II}. El segundo viaje se sitúa entre los años 50 y 53. pablo se ve movido por el deseo de visitar y consolidar las comunidades fundadas durante el primer viaje. Un acontecimiento decisivo es el paso a Europa, con la fundación de las Iglesias de Macedonia y Ácaya { antiguo nombre de Grecia }. En el Arópago, la culta población Ateniense, después de un primer momento de interés, termina en la incredulidad y burlas "" Al oír las palabras " resurrección de los muertos", unos se burlaban y otros decían: " Sobre esto te vamos a escuchar otro día", "" { Hechos, 17, 16-34 }. En Corinto, en cambio, donde se detiene durante un año y medio en la casa de Alquila y Priscila, dos judíos posiblemente ya cristianos, Pablo consigue fundar una importante comunidad. Corinto tenía puerto y las personas a las que Pablo se dirige son completamente diferente a los intelectuales de Atenas. Es gente común, su vida es dura, son muy peleadores y de conducta moralmente reprensible. Con ellos Pablo cambia el método de su anuncio: " Por mi parte, hermanos, cuando los visité para anunciarles el testimonio de Dios, no llegué con el prestigio de la elocuencia o de la sabiduría. Al contrario, no quise saber nada, fuera de Jesucristo, y Jesucristo crucificado. Por eso, me presenté ante ustedes débil, temeroso y vacilante. Mi palabra y me predica no tenían nada de argumentación persuasiva de la sabiduría humana, sino que eran demostración de poder del Espíritu, para que ustedes no basaran su fe en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios ", { 1 Cor. 2, 1-5 }. El viaje de vuelta concluye de nuevo en Antioquia {Hechos. 18, 1- 22}.{ III }. Después de su tercer viaje. Pablo volvió a Jerusalén, donde un tumulto contra su persona obligó a las autoridades romanas a ponerlo bajo su custodia. Para evitar ser juzgado por el Sanedrín, Pablo, como ciudadano romano, apeló al Cesar y fue conducido a Roma por una escolta militar. Allí permaneció prisionero a la espera del proceso. Se le permitió estar en una casa particular con un soldado de guardia {Hechos XXVIII, 16 }.Desde prisión reanudó su actividad apostólica. Pablo fue liberado después de dos años y continuo con su actividad misionera y en el año 67, según la tradición, sufrió el martirio en Roma. Con la muerte del ultimo de los dirigentes de la Iglesia, contemporáneos a Jesús. El destino de la Iglesia pasa a manos de una nueva generación. Esta se sintió muy ligada a los testigos de la primera hora, a cuya autoridad apelaban como garantía de la autenticidad de su doctrina. Las figuras de gravitación de la Iglesia Postapostolica fueron los fejes de las Iglesias locales{ Policarpo de Esmirna, Clemente de Roma, Ignacio de Antioquia, etc.}. La Iglesia del periodo postapostólico tuvo, más o menos, las mismas características que la del periodo anterior. Sin embargo se perciben algunos rasgos nuevos en lo que se refiere a la organización: las comunidades locales evolucionan hacia el episcopado monárquico. No habrá más que una Iglesia en cada ciudad, es decir que la comunidad de los creyentes se agrupará bajo una misma autoridad, pero ésta no será la del colegio de los EPISCOPOI o PRESBITEROI, pasará a manos de una sola persona, para quien se reservará el nombre de EPISCOPOS {obispos}y a los que estarán subordinados el colegio de los Presbíteros y el de los Diáconos. En el Oriente, a comienzos del siglo II, y en toda la segunda mitad del mismo siglo, se encontraba ya claramente establecido el episcopado monárquico. Durante el siglo III se afianzó el prestigio del y la autoridad del obispo como rector indiscutido de la comunidad. A través de una sucesión ininterrumpida, el obispo es el heredero de los poderes que los Apóstoles, que habían recibido de Cristo, por lo que su poder se considera de origen divino. Representa ante sus fieles a Cristo, está guiado por el Espíritu Santo. El obispo es la cabeza de la comunidad, celebra el bautismo y el matrimonio, dirige la liturgia, preside los ágapes, predica la fe y vela por la pureza de la doctrina. Los obispos son los guardianes de las tradiciones apostólicas; procuran mantener sin variantes los textos de la edad apostólica. El obispo es el custodio de la disciplina interna y responsable de que la comunidad conserve el ideal de vida cristiana. Dirige el trabajo de beneficencia en la vida diaria y organiza la ayuda en momentos de necesidad y crisis. Se consolida la conciencia de la unidad y de universalidad de la Iglesia. la unidad de la Iglesia estuvo asegurada, además, por los siguientes factores: Salvaguardar la unidad doctrinal por medio de un compendio de la fe {Regula Fidel} que progresó desde fórmulas sencillas a preposiciones cada vez más precisas. En los puntos esenciales eran en todas partes igual y se enseñaba a los creyentes en el bautismo Las fórmulas del culto y de la liturgia se mantuvieron idénticas en lo fundamental; hubo variantes en lo que se refiere a su forma externa. Tanto la fe como el culto se medían constantemente por el patrón de la tradición eclesiástica. La fidelidad a la tradición era garantía de su autenticidad. Si había una tradición trasmitida de obispo en obispo hasta remontarse a un apóstol no se dudaba de su autenticidad. Había una honda preocupación por mantener en toda su integridad la tradición apostólica. También basándose en la autoridad de la tradición, se fue formando el Canon neotestamentario, es decir el índice o lista de los libros cristianos considerados como escritos sagrados { por estar inspirados por Dios }. A fines del siglo II está casi definitivamente formado. Sólo se reconocieron como Canónicos { dignos de figurar en dicha lista} aquellos escritos que se remontaban a la era apostólica y que desde muy temprano habían sido particularmente apreciados por la tradición de las Iglesias. Una iglesia por cada ciudad, un obispo por Iglesia, todas las Iglesias unidas entre sí por el intercambio constante de huéspedes, cartas, limosnas y avisos. Se veía en la unidad de la Iglesia y en el episcopado un rasgo querido por su fundador. Este organismo, la Iglesia, está animado, para los creyentes, por un principio sobrenatural de vida: Cristo el Señor. Todas las Iglesias juntas forman el Pueblo de Dios. A esta comunión de todos los fieles, Ignacio de Antioquía dio, por primera vez, el nombre de " Iglesia, cuyo obispo invisible es cristo ". En el siglo III aparecen nuevas formas de organización eclesiástica. Los oficios de obispos, presbíteros y diáconos se mantienen, pero se delimitan y amplían sus funciones. Ya mencionamos el prestigio y la autoridad que adquiere el obispo en la Iglesia. En algunos territorios hay una importancia creciente del PRESBITERADO; ya no son sólo consejeros y auxiliares de los obispos. En algunas circunstancias, éstos los autorizan a bautizar, en otras a perdonar los pecados, a presidir la celebración de la Eucaristía o regir una pequeña comunidad.
Esta importancia creciente del presbiterado tuvo diversas causas: El crecimiento de las comunidades cristianas de las Iglesias más importantes como Roma, Cartago, Alejandría, Antioquía, que comprendían a veces a varios miles de fieles. El hecho de que durante las persecuciones el obispo, por estar encarcelado haber huido, no pudiese atender por sí mismo a la Iglesia y tuviese que ser sustituido. El crecimiento del cristianismo en ambientes rurales, para los que no se nombra un obispo como pastor de la comunidad, sino sólo a un presbítero, sedentario o residente en la cede episcopal, pero sometido al obispo de la Iglesia Mayor. Estas comunidades rurales, regidas por un presbítero fijo o ambulante, son los antecedentes de las futuras parroquias. Así se inició en el siglo III una evolución que supone la extensión de la competencia del obispo sobre territorios cada vez mayores{ diócesis}. En la vida diaria de una Iglesia madia, los diáconos se presentaban aún como los auxiliares principales de los obispos, sobre todo en el cuidado de los pobres y en la administración temporal. El crecimiento de la Iglesia en el siglo III obliga también a la creación de nuevos oficios clericales inferiores al diaconado: los subdiáconos; auxiliares directos de los diáconos; los acólitos, ayudantes de los subdiáconos; los exorcistas, a cuyo cargo estaban los enfermos mentales y epilépticos; los lectores, encargados de leer en voz alta en las ceremonias del culto; Los ostarios que vigilaban el acceso a los lugares de culto y rechazaban a quienes no tenían derecho a entrar. En el siglo III se inicia una evolución que supone la extensión de la competencia de algunos obispos sobre territorios cada vez mayores; las provincias eclesiásticas surgen debido a la preeminencia que adquirieron las sedes episcopales de las capitales de provincia del Imperio Romano, por el hecho de haberse iniciado allí la evangelización y de haber sido fundadoras de las otras Iglesias de la región; las nuevas comunidades mantuvieron estrecha relación con la Iglesia Madre y se vincularon entre sí. También contribuyeron a la formación de las Iglesia provinciales las reuniones de sínodos o concilios, frecuentes desde fines del siglo III en el Oriente. Desde el siglo IV al obispo de la Iglesia Madre se le dio el nombre de metropolitano.
En Occidente no se forman Provincias eclesiásticas propiamente, sino que las cedes episcopales del Norte de África, Central Sur de Italia, están bajo la autoridad de Cartago Y Roma respectivamente, fundamentalmente porque de dichas ciudades partió la evangelización de los territorios por ellas dirigidos. Roma y Cartago eran capitales eclesiásticas de una categoría superior a una simple metrópoli eclesiástica. En oriente dos capitales, Alejandría y Antioquía, ocupan un lugar cada vez más destacado, de modo que a los titulares de ambas sedes episcopales se les reconoce mayor categoría que a los metropolitanos; fue el comienzo de la evolución hacia el futuro patriarcado. En el Imperio Romano, el pluralismo religioso del Imperio, contrastaba con su unidad Política y Cultural. Roma nuca tuvo la intención de imponer la uniformidad en el terreno religioso. Lo que caracterizó el panorama religioso del Imperio Romano, a fines del último siglo precristiano, fue la decadencia de la religión grecorromana y la difusión de diferentes formas religiosas provenientes del Oriente. Este proceso de disolución arrastrará también a la antigua religión romana, cuyos dioses, después de la segunda guerra Púnica, comenzaron a Helenizarse, junto con toda la vida romana, para luego sufrir un destino parecido al de los dioses griegos. El emperador Agusto intento detener la ruina religiosa y moral de su pueblo por medio de una serie de reformas, pero no logro injertar nueva savia a la vieja religión. Sólo tuvo largo porvenir la implementación del culto Imperial, no como medida vivificadora de la religión tradicional, sino como medida política orientada consolidar el poder soberano y la unidad del Imperio. El vacío de dejado por las viejas religiones fue llenado, principalmente, por los misterios, llegados desde Oriente. La razón del éxito de éstos se debió a que colmaban la angustia existencial de los espíritus de la época, con promesas de felicidad ultraterrena: los iniciados en dichos cultos se aseguraban una inmortalidad venturosa. Dichos misterios, por lo general, veneraban a una diosa bienhechora asociada a un dios joven, cuya muerte y resurrección se relacionaba con el morir y el renacer de la naturaleza cada año. Los misterios, llamados así por su carácter esotérico, se rodeaban de un ceremonial espectacular, que en muchos casos llegó a tener un carácter orgiástico. Los que alcanzaron mayor difusión en el Imperio fueron los de Isis y Separtis originarios de Egipto { la más civilizadas de las religiones bárbaras, este culto tenía también su origen en las antiquísimas creencias religiosas relativas a la recolección y al ciclo de las estaciones. Contrastaba con el culto de Cibeles, primitivo y violento}, Cibeles y Atis proveniente de Asia Menor { Cibeles, llamada " la gran madre " , simbolizaba la fecundidad y el poder de la naturaleza. La importación de una nueva religión nueva era signo de los tiempos: los romanos iniciaban su apertura a un horizonte internacional. Pero el senado procuró impedir a los ciudadanos romanos una participación activa en el ejercicio de este culto, en verdad demasiado exotérico} y los de Mitra de procedencia Iranea { movimiento religioso persa de fondo zoroástrico, su fuerza y poder de atracción, sobre todo entre las filas del ejército, residía en su ofrecimiento de una fuerza sacramental que capacitaría a sus iniciados para combatir victoriosamente en el campo de batalla}. Simultáneamente se difundieron diversas formas de superstición también importadas de Oriente: Astrología, Magia, Adivinación, etc.
Algunos caracteres del mudo religioso cultural grecorromano fueron un obstáculo serio a la difusión del cristianismo; otros favorecieron su propagación. Entre los primeros tenemos: el culto Imperial, pues un choque o discrepancia en ese terreno significaba poner en contra de la nueva religión todo el poder del Estado romano; la carencia de moral. La sensualidad y el formalismo que presentaron con frecuencia los misterios al llegar Roma, contribuyeron a fomentar las formas de vida religiosa carentes de hondura e interioridad; la crítica a los antiguos dioses, a veces irreverente y descarada, llevaba al escepticismo y a la subestima de lo religioso; la escala de valores del mundo pagano. El lujo, las ansias de placer, la sobrevaloración de las riquezas, la gloria y el poder, se oponía radicalmente al ideal de vida predicado por Cristo. Entre los segundos : el vacío espiritual que experimentaron muchos espíritus de la época, la atracción por los misterios pone de manifiesto ese vacío que se caracterizó fundamentalmente por un anhelo de regeneración moral e inmortalidad. Estos en la medida que alimentaron y mantuvieron vivas dichas ansias, abrieron paso al Evangelio. El cristianismo ofrecía a esos espíritus inquietos a la vez que una moral elevada, promesas de redención y vida eterna. También la tendencia al monoteísmo, que se había manifestado ya en la filosofía griega clásica y se había hecho más general en el período Helenístico, aunque no se hubiese llegado aún al concepto de un Dios personal y trascendente como en Israel. El proselitismo de los Judíos de la Diáspora preparó, igualmente, el terreno a los misioneros cristianos. Y en otro orden de cosas, también favoreció la difusión del cristianismo, la organización del Imperio Romano: paz, buenas vías de comunicación, unidad política y cultural, etc. Durante los cuatro primeros siglos de existencia, el cristianismo sufrió persecuciones de diversa índole e intensidad. Las persecuciones: lo que distingue a los tres primeros siglos de la Iglesia son las persecuciones. La persecución fue su estado normal durante los primeros 250 años de su existencia, aunque hubo periodos en que la saña de los perseguidores se hizo más intolerable. Las persecuciones oficiales fueron diez, pues diez fueron los emperadores que dieron nuevos edictos contra los cristianos o confirmaron los anteriores. Las dos primeras tuvieron lugar en el siglo I; dos en el siglo II, bajo Trajano y Marco Aurelio; cinco en el siglo III, en los días de Séptimo Severo, Máximo, Decio, Valeriano y Aureliano; y una en el siglo IV, bajo Diocleciano. Primera persecución: Ya hemos dicho qué ocurrió en tiempo de Nerón y que sus principales victimas fueron los Apóstoles S. Pedro y S. Pablo. Su edicto de persecución siguió teniendo fuerza de ley en tiempo de sus sucesores inmediatos, Galba, Otón y Vitelio y aún durante los reinados de Vespasiano y Tito, a pesar de la relativa paz que gozó su gobierno. La tradición afirma que bajo Vespasiano sufrió martirio el Papa S. Lino, primer sucesor de S. Pedro. Segunda persecución: Domociano fue uno de los grandes perseguidores de la Iglesia; hizo buscar a los descendientes y amigos de Jesús, creyendo que le iban a quitar el Imperio. Entre las víctimas de su crueldad está S. Juan evangelista y los Papas Anacleto y Clemente, autor éste de una magnifica carta de Corintos. El emperador no quiso perdonar siquiera a sus familiares, Flavio Clemente y su mujer Flavia Domitila con sus hijos que en un principio fueron designados para sucederle en el trono Imperial. Tercera persecución: El emperador Español Trajano { 98-117}, con ser uno de los mejores de Roma persiguió también a los cristianos. Una de las víctimas más ilustres fue S. Ignacio de Antioquía llevado a Roma hacia el año 107 y arrojado a los leones del Coliseo. Uno de los funcionarios de Trajano, Plinio el joven, le escribía desde Bitinia en 111; " Una multitud de gentes de todas edades, sexo y condición aparecen complicados en esta acusación de cristianismo. No sé qué hacer con tanta gente, aunque tengo la esperanza de que con el rigor se podrá remediar el mal". A esto contestó Trajano que no había que perseguir a los cristianos ni buscarlos; pero sí castigarlos, si se los denunciaba. Estas denuncias causaron víctimas en Roma, entre ellas, el Papa S, Evaristo, durante su reinado, y el de los siguientes emperadores. Cuarta persecución: Promovió la Marco Aurelio {161-180}, al determinar la línea de conducta que los gobernadores debían seguir con los cristianos que permanecían constantes aun en medio de las torturas, diciendo que se les condenase a muerte. El mártir más ilustre de esta persecución fue el apologista S. Justino, filósofo heleno, que rindió su saber antiguo a la verdad de Cristo, exclamando al abrazar el cristianismo: " Ahora soy de veras filósofo ". Quinta, Cesta, Séptima, Octava y Novena Persecución: En el siglo III fue reanudada la persecución con Séptimo Severo{193-211}, y, después de unos años de relativa calma, la vuelven a poner en vigor Máximo {235-238} y Decio {249-251}. Este Emperador emprende una tarea metódica para exterminar a los cristianos. Todos los sospechosos eran llevados a los templos de los dioses; al oír pronunciar su nombre, debían avanzar hacia el ara y ofrecer sacrificio. Si lo hacían, se les dejaba libres con un libelo o certificado; si rehusaban, se les daba muerte. Orígenes, el célebre escritor alejandrino, fue torturado en esta persecución a la edad de 70 años, muriendo, poco después, de resultas de las heridas. Algo más tarde, Valerio {253-262} cambió de táctica, atacando especialmente a los jefes de las Iglesias; los clérigos eran ejecutados; los cristianos de posición deportados. Padeció en esta persecución, asado en unas parrillas, el diácono S. Lorenzo y S. Cipriano, obispo de Cartago y escritor insigne. Sus cartas últimas son como el diario de la persecución y su interrogatorio es de los más instructivos e impresionantes. Décima persecución: Después de Valerio hubo larga paz con intermitencias de sangre en tiempo de Aureliano, quien poco antes de su muerte, publicó en 275 un nuevo edicto de persecución, que no llegó a ejecutarse, y, al fin, en el siglo IV, la última prueba, la más dura de todas. El imperio es gobernado por una tetrarquía: Diocleciano y Máximo, Constancio y Galerio. Durante diez años, de 303 a 313, los cristianos fueron apresados por centenares y, a veces, por miles, y martirizados con atroces suplicios, sobre todo en Oriente, donde Galerio arrancó Diocleciano el decreto persecutorio. En Occidente los días fueron malos desde 303 a 306; pero el gobierno más humano de Constantino Cloro, padre de Constantino, hizo que después se redujese la persecución a la destrucción de Iglesias y confiscación de libros sagrados. No obstante, en España se distinguió por su crueldad el gobernador Daciano, que recorrió las ciudades para que se aplicase el edicto Imperial con todo severidad. Víctimas suyas fueron el célebre diácono S. Vicente, Sta. Eulalia, Sta. Leocadia y Sta. Engracia. { IV }. El paganismo circundante asumió una actitud hacia la nueva religión. La iniciativa de las persecuciones no siempre partió de las autoridades; tal conducta hubiese estado en contradicción con la tolerancia practicada por Roma en materia religiosa. Sólo intervenía en ese campo cuando determinada creencia era motivo de la alteración del orden publico. Las primeras persecuciones tuvieron por causa la animosidad de la población pagana. El Estado actuaba presionado por la opinión publica o para reprimir tumultos. Esa actitud de repulsa de las masas paganas hay que atribuirla en primer lugar al carácter exclusivista de la nueva religión:: no consideraba a su Dios como un Dios particular, sino como el único Dios verdadero y condenaba como idolatría toda participación en el culto pagano. Este notorio apartamiento de todo lo que tuviera relación con el culto politeísta fue motivo de que se acusara a los cristianos de ateísmo e irreligión. Se les culpó también de muchas calamidades por negarse a participar en las ceremonias colectivas destinadas a implorar la protección de los dioses. También contribuyeron a desprestigiarlos, las versiones populares que circulaban con relación a sus ceremonias religiosas: se comentaba que adoraban a una cabeza de asno, inmolaban niños y realizaban uniones incestuosas. A partir del siglo III el cristianismo entrará en conflicto con el Estado romano cuando éste, al caer en la cuenta de que su rechazo sistemático a participar en el culto oficial, creyó ver en la nueva religión un poder que amenazaba su existencia. Durante los siglos I y II, sólo por excepción el rechazo de los cristianos a participar en el culto oficial fue motivo de persecuciones. La primera persecución desencadenada contra los cristianos fue la de Nerón, en el año 64. No fue ocasionada por ningún motivo de carácter religioso. Nerón aprovechó la hostilidad popular contra los cristianos, para acusarlos del incendio de Roma, con la intención de acallar los rumores que lo culpaban. Esta persecución tuvo como consecuencia el aumento de la desconfianza de las masas; legitima, en cierto modo, según el concepto que tenían del cristianismo. La condena moral por parte de la opinión pública tomará, poco a poco, fuerza de ley; llevará a las autoridades romanas a aceptar el hecho de que ser cristiano es algo ilícito: una conducta incompatible con el estilo de vida del Imperio Romano. El mero hecho de ser cristiano bastará para justificar la persecución por parte del Estado. Esta conducta se pone de manifiesto en la correspondencia entre el emperador Trajano y el gobernador provincial de Betinia, Plinio el joven. Luego de ser consultado por Plinio con relación a la conducta por seguir con los cristianos, Trajano le da las siguientes instrucciones: " no debe buscarse a los cristianos y las denuncias anónimas deben ser rechazadas. Pero si los acusados de cristianismo confiesan serlo. Deben ser castigados con la muerte". Este principio de que solo el hecho de ser cristianos constituía un delito fue norma general durante el siglo II. Las persecuciones que de ahí se siguieron tuvieron carácter local, surgieron esporádicamente y se dirigieron contra los cristianos como personas particulares. El número de las victimas fue relativamente escaso si se los compara con el siglo III. Durante el siglo III a pesar de que subsistieron las persecuciones esporádicas y locales, cambió la actitud del Estado romano con relación a la Iglesia. Osciló entre dos posturas opuestas: largos periodos de coexistencia pacífica, e incluso de positiva tolerancia, alternados con duras oleadas de persecuciones que ya no iban dirigidas contra los cristianos en particular, sino contra la Iglesia como institución; su fuerza interna y su organización inquietaban al Estado Romano.
Hubo durante este siglo largos períodos de paz durante los cuales no se enfrentaron la Iglesia y el Estado, salvo algunas voces discordantes, se reconoce en la autoridad del estado un poder querido por Dios, poder que tiene sus límites, no se extiende al fuero interno de la persona; la actitud de los mártires los expresa de manera inequívoca: su conducta fue la afirmación de la libertad de conciencia. El Estado. Por su parte, no desconoce la fuerza de la Iglesia. Hubo un proceso de lenta aproximación que preparó la reconciliación entre ambos. Este proceso se interrumpió rudamente en algunas oportunidades. La persecución que ocasiono mayor número de victimas fue la de Diocleciano, pero anteriormente emperadores como Séptimo Severo, Decio y Valeriano habían tomado medidas de carácter general contra la Iglesia. Diocleciano vio en el cristianismo un obstáculo para la obra de reorganización que con tanto éxito había emprendido; las medidas de violencia contra el cristianismo se orientaron al logro de la restauración de la antigua religión romana considerada necesaria para la realización completa de su programa político. Por un edicto del año 300, se inició la persecución estableciendo la obligación de que todos los miembros del ejercito, de hacer sacrificios a los dioses. Progresivamente se fueron dictando nuevas medidas contra el cristianismo: demolición de los templos, entrega y quema de libros sagrados; prohibición de realizar reuniones para la celebración de culto; prohibición de ocupar cargos oficiales; declaración de su incapacidad jurídica; obligación de todos los miembros del clero deben hacer sacrificios a los dioses. Y por último en el año 304 se extendió dicha obligación a todos los cristianos sin excepción. Esta persecución no tuvo la misma intensidad en todo el Imperio. En Occidente el número de las víctimas fue mucho menor que en Oriente, porque en general los gobernadores practicaron una política de tolerancia. La persecución cesó en el 311, con el edicto de tolerancia de Galerio, sucesor de Diocleciano. Este edicto permitió que " Haya de nuevo cristianos y celebren sus reuniones religiosas, a condición de que no maquinen nada contra el orden público. Se manda a los cristianos que rueguen a su Dios por el bien del emperador, del Estado y del suyo propio ". Por este edicto se revocaba una política religiosa hostil al cristianismo que había tenido valides práctica por más de doscientos años. Puso fin a la inseguridad jurídica en qué se encontraban los cristianos; por primera vez fueron reconocidos por un edicto Imperial. No todos los emperadores de este período de luchas internas { que se extienden desde la abdicación de Diocleciano al triunfo de Constantino} mantuvieron la misma actitud de tolerancia. Con Constantino se pone termino a las persecuciones. El hecho de la conversión de Constantino al cristianismo continúa siendo discutido. Aunque no pueda establecerse claramente cuál fue la naturaleza o grado de su adhesión interior a él, es indudable que sus actitudes externas señalan un cambio radical de la conducta Imperial en lo que se refiere a sus relaciones con la nueva religión. Cambio radical, pero no revolucionario. Los frecuentes contactos entre adeptos de la religión cristiana y representantes del poder Romano en el curso del siglo III permiten reconocer claramente una evolución que condujo a un mutuo reconocimiento.
El emperador Constantino {306 -337}. En 310 gobernaba Occidente Constantino, juntamente con Majencio. Como éste aspiraba a gobernar solo, declaró la guerra a su colega. Los dos rivales se encuentran a uno y al otro lado del puente Milvio, a la vista de Roma. La victoria se declara favorable a Constantino { 28 de octubre del año 312 }, y Majencio huye y se ahoga en el Tíber. Lantancio, escritor contemporáneo, dice que los soldados de Constantino llevaban en el lábaro el monograma de Cristo, es decir, estas dos letras griegas superpuestas: XP. Eusebio, amigo y confidente del emperador, añade que la víspera de la batalla, Constantino y sus soldados vieron una cruz luminosa en el cielo con esta inscripción. " Con este signo vencerás ". La libertad de la Iglesia. El Edicto de Milán {313} Constantino entró triunfante en Roma, y desde aquel día se hizo representar con la cruz en su diestra levantada, puso en el lábaro imperial y en las monedas el monograma de Cristo t se declaro cristiano, aunque, siguiendo una práctica de aquel tiempo, no se bautizó hasta el fin de su vida. A principios del año 313 se reunía en Milán con Licinio, emperador de Oriente y, de acuerdo con él, publicaba un edicto por el cual se reconocía la existencia legal al cristianismo y de daba plena libertad a la Iglesia, disponiendo, además, se le restituyeran, en cuanto fuera posible, los bienes que se le habían arrebatado durante las persecuciones. Al mismo tiempo, Constantino daba al Papa Silvestre su palacio de Letrán, y levantaba en el Vaticano una suntuosa basílica en honor del Príncipe de los Apóstoles. Roma se había convertido en la ciudad de San Pedro. Constantino lo comprendió así y, al quedar, por la derrota de Licinio, único emperador, eligió su capital en la antigua Bizancio, que de su nombre llamo Constantinopla. Constantino el Grande, no contento con haber dado libertad a la Iglesia, la dispensó grandes favores con sus leyes, al mandar Santificar el domingo y aboliendo el suplicio de la cruz, y con sus donaciones magníficas a favor de las basílicas romanas. Por otra parte, su madre Sta. Elena recibía su apoyo para la construcción de otras no menos suntuosas en Jerusalén y Belén, dando ocasión al descubrimiento de la Cruz en que padeció N. S. Jesucristo. La Iglesia, antes perseguida, salía de las catacumbas para manifestarse públicamente con todo el esplendor de su culto en las basílicas. Los nobles campeones de la fe volvían del destierro llenos de júbilo, celebrándose en todas partes solemnes fiestas. En las ciudades y pueblos los cristianos edificaban por su caridad y en todos parecía reinar la virtud del Espíritu Santo. Hasta los mismos paganos decían en alta voz que el Dios de los cristianos era el más grande y el único verdadero Dios.{ V }.Constantino siempre se caracterizó por su tolerancia y su repudio al empleo de la violencia en las cuestiones religiosas. A partir del siglo de la batalla del puente Milvio { que le dio el control de Occidente} se inició su acercamiento al cristianismo. En Milán, en el 313, Constantino y Licinio, que gobernaba el Oriente, llegaron a un acuerdo en para ordenar la cuestión religiosa en el sentido de la tolerancia. Tolerancia que fue mucho más allá de la establecida por Galerio y que implicaba además un claro propósito de protección a la Iglesia: Se estableció, por ejemplo, la devolución de cementerios y templos. Luego, paulatinamente, se iría realizando una unión cada vez más estrecha entre la Iglesia y el Estado. Cuando en el 324 después del triunfo de Constantino sobre Licinio, se estableció la monarquía en el Imperio, se afianzo la política de protección al cristianismo. Constantino extendió su protección a la Iglesia, hasta el extremo de intervenir en sus conflictos internos, con el ánimo de pacificarla.
Se dictaron varias leyes que fueron expresión de la dicha política { y denotaban influjo de las ideas cristianas o del deseo de otorgar poderes civiles a los clérigos}: prohibición de marcar el rostro de los condenados; autorización a los cristianos de dar, ante el obispo, libertad a sus esclavos con validez jurídica; También, validez jurídica para las decisiones de los obispos que actuasen de árbitros, a pedido de los litigantes y por encargo de un juez; exoneración de gravámenes a los solteros sin hijos { disposición orientada a no perjudicar a los que practicaban el celibato en la Iglesia}; establecimiento del descanso del domingo para los tribunales y labores manuales; autorización para legar a favor de la Iglesia; garantías para el libre ejercicio del culto cristiano. El lenguaje de estas leyes implicaba un juicio de valor sobre la religión cristiana y la pagana: se habla de los cultos paganos como supersticiones; sólo el culto cristiano es el único digno de la divinidad. Sin embargo, no se persigue a los paganos, ni se les fuerza a convertirse: " Cada uno ha de atenerse a lo que le pida su corazón ". Después de un efímero intento de restauración del paganismo, durante el reinado del emperador Juliano, Teodosio puso fin a la política de tolerancia, prohibiendo el culto pagano y estableciendo el cristianismo como la religión oficial del imperio. Juliano el Apóstata. Este entusiasta admirador del paganismo subió al trono en 361, y resolvió convertirlo de nuevo en la única religión del Imperio. Su persecución contra la Iglesia fue breve pues al cabo de dos años moría herido por una saeta en la guerra contra los partos, profiriendo estas palabras que revelan su fracaso: " Venciste Galileo ". Con él se extinguía la familia de Constantino. El imperio fue regido después por manos débiles que no pudieron evitar las primeras incursiones de los bárbaros. El emperador Valente favoreció el arrianismo y obligó a aceptarlo a los Visigodos. En cambio Graciano se mostró generoso con la Iglesia, abrogando algunos de los privilegios paganos que los gentiles conservaban en Roma, como la institución de las vestales y él titulo de Pontífice Máximo que solía llevar el emperador como feje del paganismo. Teodosio el Grande. { 379- 395 }. Con esto el gran emperador Español se impone al fin la doctrina Católica contra el arrianismo, y, merced a sus disposiciones, empieza a desaparecer rápidamente el paganismo, al ordenar la supresión del culto de los dioses. En 391 dos leyes prohíben los sacrificios y la entrada en los templos; el año siguiente otro prohibía el culto idolátrico aún en secreto. Los ídolos tuvieron todavía sus adoradores en los pagos o habitantes del campo; de ahí el nombre de paganos. A causa de unas sublevación Teodosio mandó matar a muchos de los habitantes de Tesalónica, por lo que S. Ambrosio, obispo de Milán, le negó la entrada en la Iglesia. " También David fue pecador ", repuso el emperador. " Bueno, le contestó el obispo, ya que has imitado en la culpa, imítale también en la penitencia ". Y Teodosio se sometió humildemente. { VI }. Los cristianos de entonces no vieron los peligros que entrañaba para la Iglesia la protección oficial, sólo más adelante se plantearán el problema de sus relaciones con el Estado cristiano.
3. Conclusión
En la raíz de la expansión del cristianismo se encuentra claramente algunos de sus elementos constitutivos esenciales. Ante todo, la universalidad { o Catolicidad}, basada en la abolición de las barreras sociales, étnicas, raciales; y, como consecuencia de esto, la demanda de fraternidad, que contenía un potencial de solidaridad dispuesto a realizarse en cualquier situación difícil o precaria. Pero, la característica que resulta ciertamente la más importante del cristianismo es el hecho de que se considera depositario de una Respuesta Global y Definitiva a la espera de la salvación de todos los hombres. El valor y la autoridad de esta respuesta, para los cristianos, viene de Dios, el único Dios, el que se ha hecho presente entre los hombres a través de Cristo y de la Iglesia que de Cristo ha nacido. Y es el mandato de Cristo, no otra cosa o proyecto, lo que determina el dinamismo de la misión: " Id y haced discípulos a todas las gentes " { Mt. 28, 29 }. Es la fuerza del Espíritu la que lo hace posible. Esto no quita que el contexto del Imperio Romano, en el que se realizó principalmente el gran fenómeno de la difusión del cristianismo, presenta muchos aspectos que lo facilitaron. Señalamos en particular los siguientes: la rapidez de las comunicaciones, el intenso tráfico comercial, la extraordinaria red de rutas que Roma había realizado hacia y en todos los territorios de su inmenso Imperio, que permitía llagar a todas partes por tierra, mar, ríos. Precisamente todo esto resultó un medio sumamente eficaz para la difusión del cristianismo. Además, el mensaje cristiano-entendido como anuncio, como comunicación de la palabra y de vida-determinó naturalmente la elección de los mayores centros habitados como ámbitos y base de irradiación posterior. {VII }. Sin lugar a dudas, las características de cristianismo y del Imperio Romano, anteriormente mencionadas, favorecieron y estimularon la expansión en y la difusión del Cristianismo en el mundo antiguo, durante sus primeros siglos de vida. Pese de haber sufrido secesiones o cismas en el trascurso de sus veinte siglos de historia , el Cristianismo conserva aún su vigor y vitalidad y figura entre las corrientes espirituales de mayor gravitación en el Mundo Contemporáneo.
{ I }: Ministerio de Cultura y Educación, " DE LA TIERRAS A LAS GENTES ", Asociación Civil Pro. Cu. Fe. , Thomsen-Fornari, Junio, 1997, Pág.: 5-6. { II}: Ministerio de Cultura y Educación, " DE LA TIERRA A LAS GENTES ", Asociación Civil Pro. Cu. Fe. , Thomsen-Fornari, Junio, 1997, Pág.: 51. { III }: Ministerio de Cultura y Educación, " DE LA TIERRA A LAS GENTES ", Asociación Civil Pro. Cu. Fe. , Thomsen-Fornari, Junio, 1997, Pág.: 51-52. {IV}: R. P. Bruno Ávila. O. S. B., "HISTORIA DE LA IGLESIA ", Monasterio de San Benito, Buenos Aires, 1943, Pág.: 31-34. { V }: R. P. Bruno Ávila. O. S. B., " HISTORIA DE LA IGLESIA ", Monasterio de San Benito, Buenos Aires, 1943, Pág.: 42-44. { VI }: R. P. Bruno Ávila. O. S. B. ," HISTORIA DE LA IGLESIA ", Monasterio de San Benito, Buenos Aires, 1943, Pág.: 46-47. { VII }: Ministerio de Cultura y Educación, " DE LA TIERRA A LAS GENTES ", Asociación Civil Pro. Cu. Fe., Thomsen-Fornari, Junio, 1997, Pág.: 55-56. Ministerio de Cultura y Educación, " DE LA TIERRA A LAS GENTES ", Asociación Pro. Cu. Fe., Thomsen-Fornari, Junio, 1997. Rattey B. K., " LOS HEBREOS ", Fondo de Cultura Económica, México, 1974. Hans- Geogr., y OTROS, " ROMA EL MUNDO ROMANO 2 ", Espasa-Calpe. S. A., Madrid, 1985, Págs.: 483-515. Paúl Petit, " HISTORIA DE LA ANTIGÜEDAD ", Labor Universitaria, Barcelona, 1982. La Biblia, El Nuevo Testamento. Cesar Cantu, " HISTORIA UNIVERSAL ", Tomo II, Sopena Argentina S. A., Buenos Aires, 1962. R. P. Bruno Ávila, O. S. B., " HISTORIA DE LA IGLESIA ", Monasterio de San Benito, Buenos Aires, 1943. " CRISTIANISMO ", Enciclopedia Microsoft ( R ) 99. ( C ) 1993-1998 Microsoft Corporación. Reservados todos los derechos. Pericot García, Luis y Ballester Escalas, Rafael " HISTORIA DE ROMA ", ED. Montanary- Simón, Aragón- Barcelona, 1979. M. Simón, " LOS PRIMEROS CRISTIANOS ", ED. Universitaria, Buenos Aires, 1961. Albert Dufourcq, " EL CRISTIANISMO ANTIGUO, DESDE LOS ORÍGENES HASTA EL FEUDALISMO ", Librería Hachette S.A., Buenos Aires, 1941. E. O. James, " HISTORIA DE LAS RELIGIONES ", Alianza Editorial, España, 1998.
Vocabulario Comporta: de comportar, llevar. Eucaristía: ( del Lat. Eucaristía, y del Gr. Eucharizisthá, dar gracias). F. Sacramento instituido por Jesucristo, en virtud del cual, por las palabras que pronuncia el sacerdote transubstancian el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de Cristo. Apóstol: ( del Lat. Apostulus, y este del gr. Apóstolos, enviados.). Cualquiera de los doce discípulos principales de Jesucristo, a los cuales envió por todo mundo a predicar el Evangelio. Ágapes: ( del gr. Ágape, efecto, amor.). Convite con que los primeros cristianos estrechaban la unión y concordia entre los miembros de un mismo cuerpo. Convite: ( del Lat. Convictus.). Acción y efecto de convidar. Sanedrín: ( del Rabínico sanedrín y éste del gr. Synidrión; de sin, con y edra, asiento.). consejo supremo que trataba y decidía los asuntos del Estado y de la religión entre los Judíos. Lugar donde se reunía el consejo. Diáspora: ( del gr. Diáspora, dispersión.). Dispersión dicese por antonomasia de la de los Judíos. Clérigo: ( del. Lat. Clericus. ). El que ha recibido las órdenes Sagradas. Laicos: ( del Lat. Laicus.). Aplicase a la escuela o enseñanza en que no se da instrucción religiosa. Gentilidad: ( del Lat. Gentilistas,-atis.). Falsa religión profesada por los gentiles o paganos. Prosélitos: ( del. Lat. Proselytus, y este del gr. Proílytos, extranjero domiciliado en un país, convertidos.). Persona que sé a convertido a la religión Católica, y en general a cualquier otra religión. .).Orden y forma de aprobados por la Iglesia para la celebración de los divinos oficios, y en especial para la del Santo Sacrificio de la misa. Canon: ( del Lat. Liturgia: ( del Lat. Liturgia, y este del gr. Leitourgia, servicio publico Canon, y éste del gr. Kanon, regla, modelo.). Catalogo de los libros sagrados declarados auténticos por la Iglesia Católica. Diáspora: en griego, "dispersión". La de los judíos entre los "gentiles" fuera de la Tierra Prometida (Canaán, Israel, Palestina). Espíritu de Dios, Espíritu Santo. En el judaísmo, presencia de Dios en las palabras de los profetas y otras manifestaciones divinas. Hebreo: (del hebr. "cruzar, pasar de lado"). Nombre antiguo del futuro pueblo de Israel y de su lengua. Profeta: (del griego "hablar para". El que, inspirado por Dios, habla para el pueblo. Sinagoga: (griego "reunión"). Asamblea judía tradicional en la que la comunidad de fieles ora y estudia la Escritura (v. bet midrash). En ella hay un lugar especial, para el rollo con la Torah, orientado al Templo de Jerusalén. Testamento: Se usa en el cristianismo, por traducción inadecuada, en el sentido de pacto, acuerdo (entre Dios y su pueblo): Antiguo y Nuevo Testamento. YHWH (Yahweh, Yahveh): Nombra sacro de Dios en la Escritura judía, llamado, en griego, tetragrámmaton ("las cuatro letras"). El alfabeto hebreo, relativamente reciente, no señala las vocales, por lo que no hay certeza absoluta sobre la pronunciación originaria. El judaísmo tradicional no pronuncia esta palabra, y la sustituye por "el Señor" (Adonai) u otras semejantes.
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