- Palabras del traductor
- Primeros pasos
- Ella
- Sexo
- Avante
- El valle
- Más allá del valle
- La puerta
- En el valle del mal
- Las sombras del pasado
- Lecciones desconocidas
- Los hombres
- En marcha
- Sombras del pasado
- En el valle de la muerte
- Aun en el valle
- El sanatorio
- La enfermería
- Otros enfermos
- Para el frente
- Interrogando
- Flores y plantas
- Estudiando
- El regreso
- La tierra
- Útiles esclarecimientos
- Irradiaciones
- El sueño de Elmiro
- En el umbral del submundo
- Karla
- La japonesa
- Los visitantes
- El drama
- Perversión sexual
- Nexos del pasado
- Consideraciones finales
- En el Reino de Tamerlán
- Complemento del libro
- Consideraciones. Finales
Palabras del traductor
Apreciados lectores:
Después de encontrar este precioso libro titulado Sexo Después De La Muerte, de Raniere, de manera virtual y en idioma portugués, habiéndolo leído y analizado, pensamos que valía la pena contribuir con la difusión, traduciéndolo al español a partir del 1 capítulo hasta el capítulo XXXVII, además de agregar tres capítulos sustraídos de otros tres libros, como son: Y La Vida Continua, de Chico Xavier y Andre Luiz, Sexo y destino, de Waldo Vieira y Chico Xavier, Cristo Espera por Ti, de Waldo Vieira, dictado por Balzac. Todos los temas traducidos al español y organizados a nuestro estilo literario, tratando de que sean comprendidos al máximo; esto nos obliga a hacer giros literarios, acotaciones y variación en la puntuación, también el cambio de vocablos que son contradictorios al léxico de nuestro idioma que es tan exigente. Sin embargo, nuestro propósito es el de no dejar perder en lo mínimo la idea y el contenido del mensaje por la cual fue lanzada esta extraordinaria obra.
Ahora, armando un maravilloso compendio para el deleite y aprendizaje de aquellos estudiosos cuyo raciocinio esté preparado para semejantes enseñanzas, más en estos difíciles momentos del caos moral en que vivimos.
También nos estimuló a la traducción de los textos, el hecho de corroborar en parte la temática de nuestro libro recién escrito titulado, Sexo En Dos Mundos, de la autoría de Libartm. Son nuestras experiencias como mediumns proyectivos, que también consideramos los tiempos llegados para ese tipo de revelaciones, que necesitó de romper esquemas y exponerse a la crítica de aquellos que aún no están preparados para esta importante y valiosa literatura, tan metafísica como esotérica y dentro del contexto Espirita. Esa obra ya se encuentra navegando por Internet en español.
LIBARTM
CAP. I
Primeros pasos
Mis incursiones en el mundo espiritual se realizaban de tiempos atrás. Me acostumbraba a abandonar el cuerpo al caer de la noche. Mi guía espiritual me aguardaba siempre para el paseo nocturno.
Desprenderme de los ligamentos del organismo físico se tornaba asunto resuelto, así no sea fácil en el campo de la consciencia pura. Inconscientemente, millares de seres dejan el cuerpo todas las noches y deambulan por el mundo de los Espíritus. Empero, conscientemente y con pleno conocimiento, son pocos quienes identifican esa situación; se complacen en esperar la caída de la noche para sumergirse en el otro lado de la vida. Vagan a cálculo o buscan deliberadamente determinados locales donde satisfacen sus necesidades o pasiones.
En aquella noche, estábamos citados para una visita especial.
Eleuterio fuera designado para acompañarme. Me preocupaba últimamente el desenlace final o la vuelta al mundo espiritual, y percibiendo tal vez mi inquietud los amigos de planos superiores me atendieron el justo deseo de aprendizaje.
Percibí que Eleuterio vestía ropaje de tonalidad verde oscuro, al contrario de la túnica luminosa de los Espíritus superiores. Era en la realidad como yo, una persona normal. Nada indicaba que él viniese de esfera diferente.
– Vamos – me dice el mensajero. Como debe saber recibí órdenes de acompañarlo y orientarlo en este lado de la vida. ¡Quiero cumplir fielmente mi misión!
Diciendo eso sonrió significativamente.
– Hoy visitaremos algunos amigos que sufren el dolor de las pasiones sin remedio.
Observe a Eleuterio sorprendido.
– ¿Cómo?, ¿Aquí también hay pasiones sin remedio?
– Si, aquí es donde las pasiones no tienen remedio, dice él. Aquellos que se quieren desesperadamente, buscan encontrarse a cualquier precio; y generalmente se topan, cuando vibran en el mismo plano. Aquí es más fácil vencer las convenciones sociales.
– Entonces, ¡vamos! — manifesté alegremente. Hay mucho deseo por conocer a aquellos que viven una vida diferente.
Alzamos vuelo silencioso con el simple deseo de partir. En realidad nos deslizamos en el espacio. Las cosas quedaron atrás sin que las percibiésemos detalladamente. Nos parecía un filme que se desenvolvía en nuestra mente.
En breve, penetramos en agitada avenida de la Capital bandeirante, suntuoso edificio, palacete de ricos, y buscamos la alcoba de respetable matrimonio. En el lecho, dos cuerpos reposaban y su respiración anhelante mostraba que algo especial estaba ocurriendo con ellos.
– Nos sintieran la presencia – explicó Eleuterio, y por eso se afligen debido a nuestra aproximación.
Matrimonio relativamente joven. Ella con unos treinta y cinco años y él con 45 aproximadamente.
– Busquemos al marido primero – esclareció el guía.
Observé que diciendo eso, Eleuterio tomaba en las manos con mucho cuidado, un hilo oscuro que partía de la cabeza, ligada a otro que salía del ombligo del hombre.
Los examinó y dijo:
– Sigamos en esta dirección – Lo acompañé intrigado.
Alcanzamos en breve extraño burdel, repleto de humo y bebidas, en donde criaturas decaídas se sumergían en el desvarío de las pasiones más infelices.
En una mesa, sentado con una mujer horrible, el hombre se entregaba a las más bajas y torpes actitudes.
Me asusté al verificar sus rostros desfigurados y decadentes. Los ojos un poco cerrados, las carnes del rostro flácidas, en fin, en completa y suprema decadencia moral. La mujer era una de esas infelices que aparecen en las calles de París, mendigando un poco de sexo.
– ¿Está viendo? – preguntó Eleuterio. Ese desdichado pasa la vida de esa manera. Durante el día es figura decente y respetable de la Sociedad Paulista, pero en la noche busca lugares como este para dar vía libre a su impulso de deseos y desórdenes.
Nos aproximamos a los dos para escuchar lo que hablaban.
– Como usted sabe – decía el hombre – mi vida con ella es muy desdichada. Es una mujer buena, mas no me ama ni me comprende. Durante toda mi juventud, después del matrimonio que se efectuó hace más de diez años, me negó el cariño y el afecto sexual. En los primeros tiempos reaccioné mucho y me esforcé por mantener una actitud compatible con mi posición social. Sin embargo, el hambre de sexo me conduce poco a poco a estos lugares, donde de alguna manera encuentro el placer y la alegría que ella me niega. ¿Qué debo hacer yo? traicionarla públicamente, no puedo. Me falta coraje para desafiar a la Sociedad. Aún allá respeto a los hombres. Vengo pues para esta región, donde las mujeres como usted me satisfacen las emociones de la animalidad.
Vi. que el hombre lloraba, tal vez tocado por las vibraciones de nuestra presencia. La mujer, mentalmente inferior, no comprendía bien el drama del hombre y respondió:
-No lo hace mal, ¡déjala allá! Yo estoy aquí para consolarle y darle aquí lo que necesitas!
Parece que el hombre en lo íntimo, se rebeló con la naturaleza de la mujer, porque la apartó con un gesto brusco y salió de allí tambaleante por la puerta hacia afuera.
– Volvamos – comunicó Eleuterio. Él ahora buscará la casa y retornará a las fajas del cuerpo físico.
No demoró y retornamos al interior del Palacete donde la señora dormía en paz silenciosamente. El hombre retomó el cuerpo con violencia y despertó asustado como quien presintiese a alguien en el cuarto, empero no tuvo coraje de despertar a la esposa. La observó y retornó al sueño, en adelante menos agitado.
-¿Y ahora que ocurrirá con él? – Interrogué.
– Nada, quedará en el propio cuerpo hasta despertar en definitivo – explicó el amigo espiritual; todavía, mi estimado, busquemos conocer los caminos de la mujer.
Dijo eso y salimos.
CAP. II
Ella
En breve alcanzamos una zona más escampada. En lo alto de pequeña colina, se erguía majestuoso edificio, antiguo colegio de monjas carmelitas, que pasaran la vida encarceladas en silenciosos cubículos, olvidadas del mundo.
Extrañé el lugar. Eleuterio, sin embargo me alertó.
– Aquí aún permanecen muchos Espíritus de monjas que continúan practicando el ayuno, el celibato, y los sacrificios inútiles, aliados a una renunciación ahora incomprensible para todos. Se prenden a formas de pensamientos estereotipadas, por la voluntad de alcanzar al Cristo por la renunciación mal orientada, y con eso logran lo contrario de la elevación espiritual.
Se estacionan en el tiempo como prisioneras comunes que se arrestasen por si mismas.. Jamás en esa pretensión alcanzarán el paraíso que sueñan.
Entramos. A nuestro paso, muchas de ellas se espantaban sorprendidas con nuestra presencia, que les parecía completamente incomprensible. Otras, nada percibían, tan embebidas estaban en sus oraciones. Figuras encorvadas y su piel sin color, amarillentas tal vez por el tiempo. Algunas trabajaban andando de un lado para el otro, conduciendo objetos caseros. En el salón principal de alimentación, naturalmente, lugar animado en otrora por aquellas que eran las servidoras de las encarceladas, encontramos bella figura de mujer doblada sobre pequeño mueble que simbolizaba una mesa, vestida de blanco, con sencilla ropa de Hermana de la caridad. Mantenía el pensamiento distante, tal vez en larga oración.
– No está orando, dice el benefactor. Está meditando, preocupada por el marido.
Evidentemente la manifestación de espanto expresada en mi rostro, recordó a Eleuterio que yo necesitaba de mejores esclarecimientos.
– Mí apreciado, este Espíritu es apenas la esposa de aquel hombre que visitamos. En las horas más silenciosas de la noche, deja el cuerpo y busca este recinto, donde en otrora practicó como Hermana Carmelita la más terrible renunciación. Ahora casada, no consigue aceptar al marido sexualmente, y éste, que en realidad le tiene profundo amor, empero que, por lo tanto, aún siente el hambre sexual propia de aquellos que se estacionan en ciertas fajas vibratorias, busca espiritualmente los prostíbulos y se sumerge en la lama oscura de los desvíos más terribles
– ¿Y ella? ¿No tiene responsabilidad Espiritual?
__Sí, tiene responsabilidad Espiritual muy grande. En el ministerio de evaluaciones los asentamientos relativos a ella son muy extensos. Espíritu antiquísimo, ella viene de la Grecia del Dios Orfeo y de los misterios de las más puras Sibilinas. En Roma vistió la túnica de las Vestales. De hecho, posee un pasado de pureza sexual y moral de enorme respetabilidad. A pesar de todo, asumió el compromiso de ayudar espiritualmente al compañero y defenderle la honra. Y eso solo ella podría hacerlo evitando que él venga a caer en tentación en la carne perdiéndose así. A su vez, él, Espíritu de prodigiosa fuerza de carácter, forjado en los circos de Roma, y en las luchas de los ejércitos Romanos, él mantiene en el mundo la apariencia de hombre correcto y honesto. En la noche, ya libre de los lazos que lo prenden a la carne, busca las satisfacciones más fáciles, al lado de compañías despreciables.
– ¿Y en el retorno a la carne? – interrogué. ¿El no guarda recuerdos?
– Guarda vivos recuerdos. Al despertar a veces recuerda muchos pasajes de sus orgías nocturnas, empero los toma como sueños o pesadillas. Es lógico que en la vida común de relaciones, los problemas sexuales le vengan al pensamiento, y la presencia femenina siempre lo perturba un poco.
Observé a la joven y nos aproximamos.
Un aura de relativa tranquilidad le envolvía el pensamiento. Pese a eso, cierta aprensión le dominaba el espíritu.
Eleuterio y yo, no éramos percibidos, pues nos manteníamos invisibles para ella, por última decisión del amigo espiritual. Este le aplicó pases magnéticos.
Le habíamos dado nueva dirección a nuestros pensamientos y a las fajas vibratorias de nuestro Espíritu.
Pareció sentirse bien, enseguida identificó nuestra presencia. Eleuterio le hace un gesto significativo, y ella permaneció donde estaba, aguardando tal vez sin saber nuestro pronunciamiento.
– Querida hermana – le dice él, – aquí estamos en visita fraternal.
– Pues – nos respondió educadamente – No es la primera vez que benefactores de lo alto nos visitan. ¡Estoy acostumbrada a identificar a los áAngeles del Señor!
Me impresionó el lenguaje que usaba. Intentó besar las manos de Eleuterio, mas éste se esquivó. Ella, sin embargo insistió:
– Estoy acostumbrada a besar las manos de nuestro obispo.¿Por qué, señor, no me permite ese gran honor?
– Somos criaturas como usted, querida amiga, y no vemos motivo para permitir tal cosa.
Humildemente pareció aceptar la situación.
– ¿A qué debo la honra de la visita, entonces? Quiero saber.
– Estamos en un paseo de estudio – afirmó Eleuterio- Somos aprendices de las leyes de Dios y vinimos a visitar este Colegio donde tantas hermanas practican la renunciación.
Agradeció con una mirada.
– Nos parece a pesar de todo, expresó Eleuterio, que algunas monjas llevan muy lejos la renunciación…
– ¿Cómo así? Preguntó tímidamente. ¿No somos perfectas?
– No digo eso, empero noto que algunas como usted aún
permanecen ligadas en la tierra a compromisos ineludibles.
– Realmente, eso es verdad – confirmó ella. – ¿Mas, qué vamos a hacer si cometemos un terrible error en nuestra vida?. Si no puedo deshacer los lazos que me ligan al hombre con quien me casé, procuro sin embargo huir de él para que no se consumen los actos indignos presididos por lo maligno!
Diciendo esas palabras, sus rostro se inflamara y sus ojos se fogueaban.
– ¿Entonces, usted no admite la necesidad sexual de aquellos que permanecen en la carne?
-¡No, no, y no! – golpeó ella con las manos y con los pies en una actitud enérgica de rechazo.¡ No acepto!
Eleuterio volvió a la carga.
– Mi amiga, el acto sexual entre los esposos es ley de Dios y nadie puede contrariar la naturaleza sin incurrir en penalidades rigorosas impuestas por la propia ley de evolución. Usted será llamada dentro de poco tiempo, si no en esta misma vida terrena, a rescatar con dolores su fuga.El sexo es sagrado y respetable. Nada hay que impida su pleno ejercicio dentro del sagrado instituto de la familia. Fue Dios quien creó el sexo para alegría de las criaturas y para que el propio hombre gestase las otras formas que deben habitar la tierra, colaborando de ese modo con la maravillosa obra de Dios. Nadie debe tomar como inmundo aquello que Dios santificó. ¿No fueron esas las palabras dictadas al apóstol?.
Ella se silenció pensativa. Después volvió a decir:
– Infelizmente, no puedo comprender eso. Si la virginidad y la pureza son atributos Divinos, el sexo para mi es apenas una inmundicia.
– Bien, empero usted pone en riesgo la respetabilidad de su compañero, Espíritu que reencarnó con determinado compromiso de elevado tenor espiritual y que por su falta de comprensión en el campo sexual, podrá también en la carne volver a la compañía de antiguas amistades que yacen en el fondo de los milenios..Despierto para otros amores, podría perderse a sí mismo y entonces, mi apreciada, ¡esa responsabilidad recaería sobre usted en la totalidad ya que lo abandonó a su propia suerte! –
– ¡Ah, eso no! cada uno responde por sus propios actos. Si él practica el mal, que él responda por sus propios actos. No tendré que ser yo, quien venga a ser responsabilizada por lo que él hace.
– Usted está muy engañada – reafirmó el Guía. – Su responsabilidad en este caso es de las mayores. ¿Usted ya se olvidó de los compromisos que asumió para con él? Uno de esos compromisos justamente es el de defenderlo de las fuerzas inferiores que buscaran atraerlo para su radio de actividades pecaminosas, desviándolo de los sagrados compromisos con Jesús.
Ella se silenció al escuchar el nombre de Jesús.
– Está bien. Lo voy a pensar, ¡todavía continuo creyendo firmemente que el sexo es inmundicia!
Nos despedimos, y Eleuterio golpeando levemente en mis hombros insinuó:
– No siempre la ley que nos gobierna es la ley de Dios. Ella huye de una ley, mas caerá en el dominio de otra más rigorosa. Aquellos que huyen de los compromisos de la Divina ley se precipitan vertiginosamente en los brazos del dolor, que es ley de hierro
CAP. lll
Sexo
Evidentemente, yo fui despertado para el estudio del problema sexual en aras de la espiritualización. ¡Cómo sería considerado en el plano Superior y simplemente en el plano Espiritual, el sexo?
Mis pensamientos me dominaban intensamente la casa mental. En realidad, el problema de aquellos cónyuges tal vez fuese apenas el problema de todos…
Eleuterio, Espíritu de cierta envergadura, probablemente me leía el pensamiento. Porque, repentinamente me habló:
– El problema sexual no se restringe solamente a la esfera de la carne o al mundo de la tierra. El va más allá del común entendimiento humano. Sexo, en las esferas espirituales no significa apenas macho y hembra, órganos femenino y masculino, relaciones sexuales. En nuestras esferas sexo significa un conjunto de cualidades y características femeninas o masculinas, positivas o negativas, o neutras, si así se puede decir. El acto sexual se puede procesar en otro campo de vibraciones resultado de transferencias que el hombre común todavía no conoce, en el campo del amor. Es natural que en la esfera de la carne entienda el hombre que sexo sea apenas una relación macho y hembra, de modo que todo termine en relación sexual. En tanto, en nuestro Plano, sexo significa más: buscamos la identificación de las almas y la unión de los corazones. Puede haber en el mundo sexo sin amor, en tanto que aquí, generalmente en las mentes más evolucionadas existe amor sin sexo, considerando el sexo como órganos sexuales. Eso no quiere que las almas aquí no porten los órganos sexuales. Por muchos milenios todavía ostentarán el emblema de Adán.
Sonreí ante la apreciación de Eleuterio. ¡Emblema de Adán! Solo un Espíritu de tal quilate daría ese nombre a los órganos masculinos.
CAP. IV
Avante
Las palabras de Eleuterio aún repercutían en mis oídos y mi ansiedad de saber más, se tornó insoportable. Sin embargo él agregó:
– Mi hijo, la verdad debe ser dosificada…fuera de eso, nos arriesgaremos a establecer el desorden en la casa de Dios.
Me conformé con la enseñanza. ¿Pues qué podía hacer?
– No debemos dar más de lo que la mente humana puede contener – esclareció el gran amigo.— No solo usted o yo; sino millones de criaturas en el mundo, ansían conocer más verdades, sin embargo, aún, desdichadamente, no tienen condiciones mentales para saber más. Somos obligados a aguardar el futuro. El campo sexual, desde el punto de vista espiritual, es tierra virgen; a pesar de todo, debemos ir despacio…
Proseguimos. Eleuterio me convidó a visitar desagradable colonia de mujeres perdidas.
– ¿Mas, existe eso? – me sorprendí.
– Existe mucho más de lo que usted piensa. El mundo de la muerte es apenas el mundo de la vida. ¿No es igual? y allí como aquí los sentimientos son los mismos. Nadie alcanza la santidad por el simple hecho de haber desencarnado. La muerte solamente despoja al hombre de la ropa de la carne. La santificación es obra de cada uno. Oremos, mi hijo, la oración es señal para caminos mejores. Y pidamos a Dios que no nos deje caer en tentación.
Pronunciando esas palabras, Eleuterio emitía extraña luminosidad exteriorizada en pleno pecho como estrella de la mañana.
Comprendí la elevación de su pensamiento y me admiré de que apenas en pleno siglo humano de la astronáutica viniesen los Espíritus Superiores a instruirnos sobre sexo.
La marcha se hacía ahora por región oscura y las vibraciones que llegaban hasta nosotros eran inquietantes. Yo ya había sentido cosas semejantes y hasta peores en otra oportunidad. Por lo tanto, la naturaleza de estas nuevas vibraciones me inquietaba. A mi mente comenzaban a llegar imágenes de mujeres semidesnudas, como si mi mente fuese una pantalla de televisión…Me asusté y procuré armarme con las defensas mentales constituidas por el acerbo de sentimientos cristianos que me animaban. Solo el Cristo sería capaz de salvarme, pues en verdad yo me sentía ligado prodigiosamente al campo sexual, como si allí mi Espíritu hubiese sufrido a través de los tiempos las más duras pruebas.
– "Yo tengo una espina en la carne que me fue dada por Satanás para abofetearme."
Eleuterio pronunció esas palabras del apóstol Pablo con la intención de instruirme. Las recibí con inmensa humildad y consolación
Si Pablo sentía en la carne violentamente la espina del sexo, él, que fuera apóstol del Señor y si la sintió después de haber conocido a Jesús, pues qué podría esperar yo, viejo Romano de las luchas más terribles del Imperio, y griego dedicado a la sensualidad del arte Helénico.
Es lógico que mi pensamiento aún en lucha con el sexo se armarse de la mejor buena voluntad para resistir el asedio de las sombras.
CAPT. V
El valle
Caminábamos al margen de extenso valle limitado por una cerca aparentemente igual a los alambrados que demarcan los campos de deporte, con todas las apariencias de una frontera común y natural.
Ante nuestra expresión de asombro Eleuterio esclareció:
– El parque está encerrado al estilo de las cercas comunes de la Tierra, en tanto que el material usado es otro. Es necesario eso, para que las mujeres que aquí habitan no intenten salir. El terror a la trasgresión de las normas de la Institución les acarrea intensos sufrimientos.
Aquí, como en el Mundo, criaturas de ese nivel espiritual difícilmente pueden comprender el amor. Por eso, son disciplinadas aún por el terror. En la antigüedad se decía que "el temor de Dios es el principio de toda la Sabiduría" , así hoy nosotros, estamos luchando para que "el amor de Dios sea el principio de toda la Sabiduría". Del uno al otro la distancia es muy grande. Solo el tiempo conseguirá hacer que la mente humana acepte las reglas de Jesús. Los Espíritus endeudados luchan siempre contra la aplicación y la vivencia de la Ley de Dios. En las fajas de los sub-mundos espirituales, vivir la ley es un problema complicado.
Eleuterio se silenció y nosotros comprendimos que llegaba la hora de atravesar los portones de la Institución. Allá adentro nos esperaban los Espíritus de las mujeres perdidas, recluidas allí por amor de algunos.
Aún no esbozaba bien ese pensamiento, cuando vi. a una mujer desgreñada que corría hacia nosotros. Cabellos largos desordenados sobre los hombros, vestido sucio, descalza… se agarró a la cerca y observó con mirada de fuego, llena de sensualidad tan poderosa, que sentimos que sus vibraciones nos alcanzaban vertiginosamente. Acompañándonos, al ritmo que andábamos, agarrada a la cerca, retorciéndose en manifestaciones sensuales indescriptibles, y de repente, antes de que pudiésemos prever o suponer, nos hizo un gesto grosero y violento poniendo las manos en sus órganos genitales, en una exhibición de tremenda repercusión.
Nos sonrojamos de vergüenza. Ella, sin embargo, nos sonrió como un animal desesperado que se ofrece. La furia del sexo brillaba en su mirada y el deseo más intenso se expresaba en sus manos crispadas.
Sin embargo, no tuvo el coraje de atacarnos, empero nos acompañó.
Eleuterio nos enseñó:
– Mí apreciado, prepárese para lo peor.
De hecho, una multitud de mujeres de aquel tipo asomó, surgiendo del pajonal o de los pequeños matorrales, y vinieron a saludarnos con demostraciones de sensualidad. Casi todas jóvenes y algunas realmente bonitas, exhibiendo piernas, senos y cuerpos capaces de despertar en el sexo opuesto deseos desesperados. Lo que sin embargo, más me impresionaba eran las emisiones de vibraciones en catapulta, que les surgían del organismo exaltado viniendo hacia nuestra dirección. ¿Como huirle a la carga?
– Ore intensamente, aconsejó Eleuterio.
Oramos. A pesar de todo, las fuerzas de esas vibraciones eran poderosas, inmensamente poderosas. Solo Eleuterio puede impedirnos de caer en tentación, colocando sus manos luminosas sobre nuestra cabeza y nuestro corazón. Imágenes de orden Superior pasaron a brillar en nuestra mente y entonces un fenómeno de profundo significado se desencadenó en nuestra casa mental. Todas aquellas mujeres lascivas y sensuales a nuestros ojos, se transformaban como por encanto y pasamos a verlas como hermanas bienamadas.
Un extraño coraje nos dominó el Espíritu. Nos aproximamos a ellas y conversamos con aquella mujer que nos devoraba momentos antes con la mirada.
– Mi hija – le hablamos cariñosamente. Usted es tan bella y tan pura – y diciendo eso, le alisamos los cabellos desgreñados. Tal vez tomada por aquella vibración que venía de Eleuterio a través de nosotros, se calmó, empero respondió:
-¿Usted no me reconoce? ¿No, aún no me reconoce?
La miré confuso y ella esclareció:
– Yo soy Zaira, la Judía que se perdió en Roma, en el reinado de Cesar Augusto, a quien usted recibía muchas veces, en el palacio Imperial! Desde aquella época usted me rechaza. ¡Ya deseaba ser Santo!
Antes que yo pudiese prever, completamente loca, emitió una terrible carcajada y escapó de nuestras manos:
– ¿Santo? ¿Quién es usted para ser Santo? ¡Todavía hoy anda detrás de ese Jesús que el Cesar Nerón persiguió hasta los confines del mundo! ¡Déjese de eso, usted no llegará a la santidad! ¡Y yo no quiero verlo más! ¡Estoy enojada! Hace milenios me niega el cuerpo y el alma!
Gritó tan fuerte y con expresiones tan violentas, que nos dejó profundamente conmovidos por dentro, en la intimidad de nuestro corazón. ¡Pues qué hacer! No nos recordábamos absolutamente de lo que ella decía, ni los acontecimientos referidos despertaban en nosotros cualquier recuerdo.
– ¿Y ella?- pregunté al Guía, ¿cómo puede ella recordar cosas que yo no recuerdo?
– Esas criaturas – me respondió el amigo espiritual – traen de manera aguda los recuerdos de los acontecimientos que más les preocupan. Viven día y noche rumiando el pasado. Sufren desesperadamente y se entregan a la furia sexual como si fuera tal vez, la única puerta abierta capaz de contenerlas para que no se precipiten en abismos más oscuros. Tanto aquí como en el mundo, el sexo funciona más allá de sus funciones normales, como freno de otras pasiones y violencias peores. Las almas incapaces de contener las fuerzas de las desgracias que las rodean, muchas veces se agarran en la satisfacción sexual con verdadero delirio y con eso, peores crímenes son evitados.
Eleuterio sonrió.
– El sexo en esas criaturas funciona como la válvula en la olla de presión… sino tuviese la válvula, ¡la olla explotaría!
Observamos al Espíritu con admiración. Nunca pensamos que la sabiduría de Dios controlase las fuerzas desenfrenadas de los Espíritus Inferiores, en parte a través del sexo, que mucha gente consideraba" patrimonio inmundo"
CAPT. VI
Más allá del valle
Ahora las mujeres continuaban siguiéndonos a la distancia.
El parque se extendía por entre los árboles, matorros y pajonales verdes. Sin embargo, ellas no nos perdían de vista y de repente, noté un hecho extraño: más allá de la cerca por el lado de afuera, multitud de hombres, algunos vestidos, pero la mayoría semidesnudos, se prendían a la cerca con desespero.
-¿Que es aquello? – pregunté sorprendido.
– Son Espíritus encarnados, mi hijo – dice Eleuterio – que en la noche dejan el cuerpo en el mundo, y vienen desesperados hasta aquí con el ansia incontenible de encontrarse con esas mujeres….
Frente a mi admiración, Eleuterio complementó
– Aquí, difícilmente consiguen un encuentro para el intercambio sexual de las energías, pero más allá del valle donde no hay ningún control, ellos consiguen su objetivo. Allá, donde la vigilancia de la Espiritualidad Superior aún no puede existir, estos viven en manifestaciones realmente de bajo tenor vibratorio; ¿quiere ir más allá del Valle?
Recibí la pregunta sorprendido e interesado.
– ¿No vine aquí para aprender? – respondí.
– Evidentemente, todo lo aprendido hoy es patrimonio para el mañana. Y todo conocimiento hoy es tesoro para el futuro. Espero, apenas, que usted pueda equilibrarse estudiando los desequilibrios ajenos. El peligro de ir más allá del valle es el riesgo de que nosotros también caigamos en tentación… raros son los Espíritus que renaciendo en la tierra, por más elevados que sean, no se sienten tentados aquí o allí. El mundo es de pruebas y tentaciones…
Observé a Eleuterio con cariño. Yo también poseía aún un cuerpo de carne que permanecía en el mundo como receptor y emisor de mis pobres energías.
Eleuterio prosiguió:
– El cuerpo funciona a veces como amplificador o caja de resonancia de nuestros sentimientos. Otras veces nos sirve de fortaleza defensiva. En el, los sentimientos de orden terrestre vibran siempre con gran intensidad. No hay ninguna inmundicia en el sexo. Patrimonio Sagrado de los Espíritus y de la humanidad, lo que a veces existe es solamente desequilibrio. Y este debe ser disciplinado por nosotros con el fin de que un día alcancemos la serenidad del reequilibrio. El Espíritu retorna siempre al reequilibrio de la ley, para que así en adelante el pueda recorrer rutas desconocidas y desconcertantes. Vivir la Ley no es fácil, aquella ley que nosotros llamamos por una cuestión de entendimiento Ley de Dios. El ser estará siempre viviendo en el dominio de una ley, porque el universo se rige por leyes inexorables. Cuando salimos de una, caemos en el dominio de otra. Lo que existen son leyes de equilibrio y leyes de desequilibrio. Leyes de asenso y leyes de descenso. Leyes que indican que el Espíritu sube, o leyes que indican que el espíritu desciende. Leyes que muestran que el Espíritu apenas marcha durante siglos en una misma faja, o leyes que nos esclarecen que el Espíritu apenas se estaciona en el tiempo. Leyes de integración y leyes de desintegración. El universo de Dios es un universo de leyes, o sea de hechos y fenómenos que marchan en una o en otra dirección. Una especie de grandes fuerzas vivas que orientan la marcha viva de todo lo que existe. Todo en el Universo mi hijo, es ley. Nos acostumbramos a conocer por ley de Dios la ley del Amor. En la realidad todo es Ley de Dios. Las fuerzas universales establecen ritmos tan exactos, precisos, inexorables, que paso a llamar esos acontecimientos como ley.
Eleuterio se calló y vi. que su cerebro en aquella hora estaba profundamente iluminado.
Extraña admiración me tomó el Alma.
– ¿Quién sería Eleuterio? Su simplicidad no indicaba creer a primera vista que era el sabio que demostraba ser.
Percibiendo mis indagaciones más íntimas prosiguió:
– ¡Mi apreciado, aún son tan grandes mis imperfecciones que permanezco caído en la Tierra, junto con todos los pecadores!
Comprendí la actitud de humildad del amigo y para no perturbarlo en sus más vivos sentimientos, expresé:
– ¿Iremos más allá del Valle?
– Iremos – respondió él. – ¡Espero que nosotros los dos podamos resistir el espectáculo!.
CAPT. VII
La puerta
El camino que seguíamos conducía a pequeña puerta que nos parecía a la distancia situada sobre la cerca. Descendía ahora el terreno y oíamos cantar y susurrar las aguas de un riachuelo que corría entre el follaje.
–¿Esas mujeres reciben aquí algún tratamiento? – procuré información.
— Por ahora el tratamiento de ellas consiste en vivir en plena naturaleza, apartadas un poco del mundo sexual. Es un proceso de enfriamiento… —explicó Eleuterio. Después, en instituciones más elevadas reciben tratamiento psicoterapéutico más adecuado. Quede bien claro, mi amigo, que nosotros apenas procuramos rectificar y reajustar al ser a una actividad sexual sana La Espiritualidad Superior no busca eliminar o destruir el sexo. La sexualidad es un estado necesario del Alma humana en determinadas fajas del Universo. Ley de la vida, puerta abierta a la reencarnación o instrumento para la "fabricación de formas", ¿entendió?
Sonreí debido a la última expresión de Eleuterio.
– ¿Entonces Dios tiene una fábrica de formas?
– En último análisis, así es – afirmó él.– Los mundos del tipo de la Tierra exigen formas, con el fin de que los Espíritus reencarnen y Dios hace al hombre y a la mujer con la posibilidad de reproducir las formas, de manera que a través de ellas reencarnen los Espíritus y pueda funcionar la ley de Amor. Así, mi estimado, fue Dios quien hizo el sexo. No hay inmoralidad alguna en el uso de los órganos sexuales. Lo que hay es uso indebido, con riesgo de perturbación al desenvolvimiento natural del ser. La humanidad está dejando un estado de completo atraso y va entrando en el campo científico y real de grandes conocimientos. Cuando el hombre conquista el espacio es porque ya alcanzó el derecho de libertad cósmica y evidentemente no podría continuar viviendo dentro de conceptos, muy buenos en el pasado, pero que ahora no se identifican con el avance de su inteligencia…
Caí en profundo cisma. La puerta se aproximaba y nosotros veíamos a "los hombres" que estaban más allá del valle. Fisonomías trasformadas, miradas de cupidos, sensuales, muchos de ellos se agarraban a la cerca en el desespero de ver a las mujeres.
Pregunte:
– Me admiro de que una simple cerca pueda impedir a las mujeres de pasar para allá, o a los hombres de venir para acá.
Eleuterio comprendió mi pensamiento y me orientó:
– Mi amigo, no se trata propiamente de una cerca. Lo que sucede es que aquí nosotros tenemos un campo magnético diferente que las aprisiona. Son Espíritus cautivos, no tienen condiciones de salir porque están sometidos a fuerzas de magnetismo que es propio de una esfera de tratamiento. La Ciencia Espiritual también está muy adelantada. A pesar de eso, no se eluda, de vez en cuando algunas de ellas huyen y se pierden en medio de los hombres, más allá del valle. Transcurren días o años sin retornar. Ahí, mi amigo, los hombres las persiguen como fieras y hacen con ellas todo lo que quieren, hasta que cansadas, determinan volver, locas, desesperadas, para refugiarse entre las compañeras.
– ¿y los hombres no se cansan también?
– Es más difícil, empero se cansan. Para ellos también existe local adecuado para tratamiento. Son criaturas más difíciles.
Comprendí la explicación. Pasamos más allá de la cerca. Vinieron ellos en carrera hacia nosotros. La mayoría semidesnudos. Eleuterio se iluminó intencionalmente, obligándolos, por el temor, a permanecer a distancia. Desconfiados, aterrados, nos contemplaban con curiosidad.
Muchos exhibían órganos sexuales descomunales, enormes. Cargaban aquello como si fuesen pesados instrumentos que los incomodaban brutalmente, mal podían andar con sus aberraciones. Otros mostraban millones de gérmenes o microbios de formato extraño que les cubrían los órganos
– Son enfermos, esclareció Eleuterio. Permanecen a través de los siglos tan fijados en los asuntos sexuales, que crean esas vibraciones que atraen y crían los microorganismos del sexo.
Quedé asombrado.
Jamás hubiera escuchado tal cosa. No sabía que la sensualidad por la fijación mental de la criatura, crease o atrajese formaciones de miasmas y microorganismos.
-¿Y cuál es la función de esos seres microscópicos?-Acláreme esto.
– Exaltan la sexualidad enfermiza del ser. Para liberarse de ellos, el ser necesita rectificarse mental y espiritualmente durante milenios, procurando vivir el Bien, la Verdad y el verdadero Amor. Esto, mis hijos, son aberraciones del sexo mal orientado.
Miré los hombres que ahora se constituían en millares, todos de pie, ojos fogosos, como una tribu de indios de mal aspecto.
– El tiempo que llevaron para caer será la medida del tiempo que llevarán para subir o recuperarse, – dice el Espíritu – El remedio siempre es el mismo: obedecer las determinaciones de las leyes morales, buscando el verdadero amor, la armonía interna, la verdad a todo costo, la renunciación y el entendimiento. Solo esas reglas permitirán al ser equilibrarse en el panorama cósmico. Fuera de eso, solo el mal nos arrastrará. El sexo no es un mal, el mal está en la orientación o conducción mala de los instintos sexuales
CAP. VIII
En el valle del mal
Aquella multitud de Espíritus dominados por el ansia sexual nos seguían a la distancia. Verdadero mar de conciencias en delirio.
Sus mentes despedían vibraciones sexuales que nos alcanzaban dolorosamente. Me era difícil soportar el ambiente mental. Sentí que una fuerza oculta, desconocida, comenzaba a penetrarme en lo íntimo y verifiqué que una gran euforia despertaba en mi interior. Vi formas de mujeres semidesnudas que danzaban ante mis ojos, hombres y mujeres que rodaban en la grama. Brazos sensuales que me abrazaban, labios de fuego que me besaban. El valle de repente se tornara a mis ojos lleno de belleza sensual. Por otro lado parece que yo mismo me dejaba llevar por aquellas visiones de belleza helénica. Jovencitas de una belleza envolvente venían a sonreírme en el Alma…
De súbito, sentí fuerte choque.
– ¡Despierte! ¡Despierte! – Oí poderosa voz que me llamaba. — ¡No se deje envolver por la ilusión del Valle!
Desperté. Era Eleuterio que me llamaba a la realidad. Torné a observar aquellas caras sensuales que me miraban con profunda ironía. Una de ellas gritó:
– El de atrás no es ángel, ¡no! ¡es como nosotras! ¡Vamos a arrebatarlo! ¡Vamos a arrebatarlo!
A ese grito, millares de gritos ensordecedores retumbaron por el valle y la turba avanzó hacia nosotros con las manos crispadas. Les sentí las garras feroces en los pies y en las manos. Eleuterio, sin embargo extendió la diestra y expidió fulgurantes rayos de zafirina luz que las detuvo aterrorizadas, como si la fuerza poderosa de aquellas vibraciones las inmovilizase a todas.
Respiré profundamente. Aún oí voces que murmuraban bajito:
– ¡Aquel no es ángel! ¡Aquel no es ángel! ¡Es igual que nosotras!
Comprendí mi inferioridad moral y me avergoncé de mí mismo. En verdad, lo que yo merecía era estar entre ellas, en el infierno de la sensualidad atormentada.
Eleuterio, sin embargo, leyéndome los pensamientos me abrazó y dice:
– No es verdad, usted no es uno de ellos. Usted está buscando conducirse a través del sexo disciplinado y orientado en el casamiento y en el hogar. Ya lucha consigo mismo para no volver a las fajas Inferiores…
Este Valle, mi hijo, todavía es una de las regiones en donde impera el pensamiento sensual, y son pocos los que pueden atravesarlo sin sentir desmayos, atracciones de delirio…no piense que estamos estudiando apenas el sexo en su forma equilibrada. Nuestro viaje es apenas una visión panorámica de la sensualidad en el mundo espiritual, noticia que hasta hoy los hombres nunca tuvieron. Es la primera vez que el mundo terrestre recibirá información de este tenor y nosotros nos estamos limitando a presentar apenas algunos fragmentos…
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