La comida y la bebida: Patógenos específicos en la pandemia de la obesidad (página 2)
Enviado por Felix Larocca
Así, nos hacen creer.
El chocolate, dicen los "expertos", posee atributos serotoninérgicos, lo que lo hace comida ideal para su consumo, además de que posee resveratrol — y grasa, y azúcar — lo que aparentemente, no importa, aunque los últimos ingredientes lo tornen engordante y adictivo a la vez.
Afirman los representantes de Hershey (el mayor productor de chocolates del mundo), que el chocolate, no engorda, y, que es bueno para la salud. Del mismo modo, que Wrigley, pretende usar su goma de mascar para combatir la gordura.
El niño muy joven, está confrontado en la actualidad, con dilemas de proporciones enormes.
Pirámide de la comida: Idea absurda carente de utilidad
Nunca antes en la historia de nuestro género había tanta comida y, comida, tan conspicua y abarrotada de calorías, como la que, hoy tenemos.
Además, muchas madres, por lo menos donde vivimos, aún creen que un niño gordo, es un niño saludable, por lo que insisten en que los niños coman de todo – lo bueno, y lo que, para ellos, no lo es — sin que dejen nada en sus platos.
Entonces, los chiquillos aprenden, muy temprano en sus vidas, que toda celebración se realiza alrededor de comidas que engordan.
Y, que cuando los parientes cercanos, como son abuelitos y tíos vienen a visitarnos que, lo que siempre traen para los niños, son golosinas y dulces. Entonces, aprenden, que todo en la vida se revuelve acerca del comer.
Pero, no comer las cosas que la Naturaleza dispone como estrategia para nuestro género, sino, comer de las cosas que, haciéndonos daño, nos engordan.
Para confundir más la mente de los jóvenes, se estipulan edades para hacer ciertas cosas. Se puede fumar y se puede beber a tal edad. Se puede salir en citas con amigos del sexo opuesto, siempre a una edad más temprana para el varón que para la hembra.
Del sexo, ni hablar.
Del comer, ese instinto consentido y malcriado, nada malo se dice. Por el contrario, mientras que a nadie se le ocurre hacer una ocasión memorable de la apertura del último burdel, cuando se abre un nuevo restaurante o un antro de mala muerte para vender golosinas o comidas poco saludables, la ocasión se celebra, y todos se regocijan indescriptiblemente.
De mi artículo, La comida nos come, extraemos los párrafos que siguen editados.
Mientras la carencia y el hambre castigan al mundo, es incomprensible que la calidad de la comida que en el supermercado adquirimos, no haya mejorado. Teniendo como resultado que paralelamente nuestra dieta haya igualmente empeorado. Es incongruente que el consumidor actual, desee que su comida sea suculenta (perjudicial para su salud), económica, conveniente, repleta de aditivos artificiales y que, asimismo sea "sana" — lo que no es posible.
Comida dominicana.
Uno de los grandes misterios que hoy existen en nuestro medio es cómo explicar por qué la comida autóctona, otrora saludable, se haya transformado en los desatinos que hoy consumimos. En poco tiempo, nos desplazamos, de poseer el único "pan" conocido, que no engorda (el casabe), a tener (por causa de lo que ahora comemos) una cadena de enfermos que esperan en línea a que sus estómagos sean reducidos para combatir la obesidad. Aquí estamos hablando de médicos, políticos, niños y de todos. Porque la gordura es epidémica en el mundo, del que (aunque a veces no lo parezca) constituimos parte.
La esposa local no puede ser tachada de ser responsable de lo que en la casa se come. esta ama de casa, generalmente, ni sabe dónde se encuentra la cocina. Lo que en la casa se come resta exclusivamente en el genio (o en el "fantaseo") de "la cocinera". Repetimos: la responsabilidad enorme de la nutrición familiar resta en los hombros de Fefa, Jesusa o de alguna otra empleada cuya maestría del uso del salero, acoplado con su generosidad en el uso del azúcar, y su empleo de los cubos de caldo, la torna experta en la abominación local, conocida como el "comer saludable".
¿Qué pasó con los guisos que se aderezaban con yerbas aromáticas, y se preparaban con carnes magras y víveres en abundancia; siempre acompañados de arroz blanco, aguacates y casabe (sin adulterantes)? ¿Dónde fueron a parar los plátanos asados, machacados con ajo, y rociados con un poco de aceite verde, servidos con huevos pasados por agua? Y la tallota cuya reputación proverbial fuera: "La tallota, engorda tanto a quien la coma. como a quien la vea comer." Éstas y muchas otras costumbres de la gastronomía típica de este país fueron abandonadas a favor de las invenciones exóticas que nos garantizan un futuro residual de penurias y males de salud. Por esa razón, todos siguen engordando.
Pero, lo mismo está sucediendo al portorriqueño, argentino, chileno y a todas las víctimas de esa epidemia opípara cuyo agente infeccioso se reconoce con el nombre de fast food.
Bebida sin par.
Y engordando seguiremos — todos — toditos…
El azúcar, en el hogar del pasado, nunca fue ofrecido en abundancia. Nuestros mayores no creían en su uso ilimitado por el niño. Mi abuela, centenaria, me amonestaba: "el azúcar da bichos" — parásitos. El café se consideraba (a menos que no fuera una gota del mismo, en la leche con café — no en el café con leche) una bebida de rito o de iniciación — el varón tenía que demostrar por lo menos un sueño húmedo, y la hembra su menstruación, antes de que a ellos se lo sirvieran. La gordura, entonces se consideraba como algo que fuera, a la vez, extraordinario y grosero: "Mira a fulanita, parece una vaca." Y, aunque el merengue lamenta el prospecto indeseable de casar las mujeres delgadas ("yo no me enamoro, de mujeres flacas. no voy a llevar la muerte a mi casa"). Nadie ha vivido para ver una Miss Universo que fuera gorda. por seguro, no durante el concurso — de hecho, las mujeres de sangre libanesa se veían con recelo injusto en Santiago, porque se temía que ellas poseyeran tendencia "natural a ser gordas". "Mira la mamá y verá que te espera."
Debido a los cambios drásticos que han resultado de la transformación universal de lo que se come en los últimos 40 años, el problema con la desnutrición se ha convertido en lo opuesto: el problema de la híper-nutrición — problema que sigue avanzando inexorablemente y sin conclusión visible.
Por la importancia central que ocupa en nuestras vidas (y en nuestras culturas) la comida. Ésta se ha imbuido de aspectos emocionales así como también de económicos. La comida es importante en toda celebración religiosa (obleas y vino católicos, halal mahometano, kosher judío, etc.) Por eso es que no podemos relegarla a un sitio secundario en el desarrollo de nuestras estrategias de bienestar social.
Este veneno reemplaza el agua, bebida natural.
Algunos pocos economistas, pensantes y sensitivos (cosa rara), entienden que la comida es también un elemento de estabilidad económica nacional (los subsidios agrícolas norteamericanos se basaban en esas premisas). Los sociólogos y los expertos en demografía conciben que su presencia adecuada garantiza la estabilidad y el equilibrio social.
En los últimos años dos fuentes de ansiedades han surgido en relación a lo que comemos: La Enfermedad de la Vaca Loca (Encefalopatía Espongiforme Bovina) — menos peligrosa que una noche viajando en las carreteras nuestras, con un padre embriagado al volante; y la otra es la obesidad — todavía más letal que el viaje nocturno por nuestras carreteras, combinados con la encefalopatía espongiforme bovina.
¿Ambas son infecciosas? De acuerdo a microbiólogos, la obesidad puede que pertenezca a este género de enfermedades. (Véanse dos entradas a este respecto en el blog sistema límbico en monografías.com).
Aunque nuestros gobiernos latinoamericanos (y sus primeras damas, reales o por poder) lo ignoren, la Organización Mundial de la Salud nos advierte que la obesidad es una epidemia. Así lo repetía el, pasado, Cirujano General de los Estados Unidos, David Satcher, cuando nos alarmaba con la advertencia de que la obesidad muy pronto sería la causa de muerte de tantas personas como lo es el tabaco (y no, porque la gente esté dejando de fumar).
Los monopolios internacionales de la comida rápida, favorecen el engaño, como de antes lo hicieran las compañías tabacaleras. Argumentando que ha sido la falta de ejercicio y no la cantidad innatural de comida ingerida lo que nos engordara a todos. Sin embargo, la cantidad de calorías que ingiere el americano en su dieta cotidiana aumentó de 2,080 a 2,997 calorías en menos de diez años — lo suficiente para que su efecto cumulativo en un año los engorde a todos — y ¡mucho!
"Vamos a Wendy", dicen muchachas jóvenes y esféricas en La Bolera.
Vayan y vuélvanse más enormes, si es que esto es posible, responde el amigo cínico.
Substitución absurda por comida saludable
Pero los gordos ya no son tan sólo los ricos. Los pobres están engordando asimismo de modo pasmoso, y a un ritmo que paralela al de los ricos. ¡El igualatorio ha llegado! La gordura logró, lo que la muerte nunca pudo conseguir — nos emparejó. Dentro de muy poco tiempo, todos seremos obesos. (El libro que aquí se debe leer es: Fat Land: How Americans Became the Fattest People in the World, por Greg Critser).
Todos. seremos obesos, todos, ricos y pobres. Si no por la información carente de poco valor y asimismo trivial, lean Página Social en la prensa local donde apreciarán el Fat Parade de la quincena.
Otros países "invadidos" por las cadenas de franquicias licenciadas, oriundas de Norteamérica muestran que la presencia de estos negocios tiene relación innegable con el incremento visible de los casos de la obesidad general.
China, el Japón, Rusia, Tailandia, Malasia, Australia y la Corea del Sur son ejemplos recientes del paralelismo que existe entre la llegada colonizadora del fast food y del deterioro universal de la salud y la belleza, propias del ser humano. Los jóvenes en estos países son (lo que nunca antes habían sido) panzudos y barrigones. (Léase el reporte de julio 25 del 2007, que apareciera en el Washington Post, acerca del estudio del efecto social en los americanos en la génesis de la obesidad).
Las niñas llegando a una pubertad precoz, producto del índice ponderal más elevado de la historia, se vuelven madres solteras a destiempo.
De acuerdo a los estudios conducidos por varias agencias internacionales. El fenómeno de la gordura asiática se origina en el cambio que estos países han hecho en su dieta habitual. Entre los años 1989 y 1997 las clases medias de todos esos estados redujeron el consumo de granos y verduras por un 29.8%; mientras que su consumo de carnes y grasas subió más de un sesenta por ciento, el consumo de huevos dobló y el consumo de pollos y aceites animales se triplicó.
Bebida superflua después del destete
Zhai Fengying, Sub-secretario del Instituto Chino de la Nutrición y de la Seguridad de los Alimentos nos dice lo siguiente: "Nosotros llamamos a los funcionarios encargados, para decirles que tenemos un problema muy serio en nuestras manos; pero ellos responden: "hay cosas de más importancia que hay que hacer" " — entre éstas, engordar — decimos nosotros. Fengying continúa, "una de las medidas que debieron ser abolidas en la China rural es la de servir leche a los niños campesinos — leche gratis — con las comidas." Lo dijo, porque la leche no es alimento ni esencial, ni necesario para el niño de edad escolar. Mientras los chinos retornan a sus sentidos — cortesía de nuestros gobiernos, vasallos de los intereses creados — aquí contamos con su equivalente en el chasco que conocemos como "el desayuno escolar".
Si bien es cierto (para callar a los alarmistas entre nosotros), que la gordura no mata de inmediato, también es cierto que ésta contribuye de manera alarmante a muchas complicaciones médicas, algunas, muy antiestéticas. Esta vez, en lugar de detallarlas, las resumo: El sobrepeso es una de las causas principales de las enfermedades cardiovasculares y es una causa mayor de mortalidad que existe en todo el mundo. Como ésta; la gordura, queda muy por encima de las guerras, de la malaria, del SIDA y de todos los demás "verdugos" naturales que hoy existen.
Por la boca muere el pez.
Para hacer un paréntesis y echar un vistazo dentro del escenario local. Las complicaciones de la gordura afectan más, a los orientales y a quienes no son de origen caucásico puro (confirmado, por el DNA. ¡qué triste!), y con mayor severidad de lo que lo hace en otros países. Por ejemplo, en China, los programas destinados a combatir los problemas del comer, se "comen" más de su porción justa del presupuesto designado para reducir el impacto de las enfermedades no-comunicables. La proyección es que este costo subirá.
Cuando nosotros, el público de los consumidores de las comidas sabrosas, tratamos de evadir nuestra culpa por nuestras gorduras y por la cantidad de comida que comemos, la censura la dirigimos a quienes producen esas comidas.
Madre e hijo saludable
Esta actitud es un poco injusta, ya que lo que ellos producen, nadie nos fuerza a comer. Y además, es un asunto muy poco conocido, que los fundadores originarios de los conglomerados de "alimentos rápidos" fueron visionarios sociales y reformistas ejemplares: Los Cardbury eran cuáqueros que creyeran que el chocolate era preferible al uso del alcohol (algo que muchos dudan), Dr. John Harvey Kellog era un vegetariano consumado, y la visión de Henri Nestlé fue la de encontrar un substituto adecuado para la leche materna para ofrecerlo a niños cuyas madres no tenían con qué lactarlos. Por consecuencia, todas estas compañías en la actualidad se perciben a sí mismas, no como entidades perversas, sino como agentes ecuánimes que ofrecen al público consumidor, lo que el consumidor les requiere: comidas cómodas y comidas sabrosas.
El problema es que el público en su razonamiento extravagante obedece al dictamen folklórico norteamericano, que nos alerta del hecho imposible de que algunos: "Desean (conservar) su bizcocho y (al mismo tiempo) comérselo." (To have your cake, and eat it too.). Traducido, por supuesto en "abarrótate de grasa y de azúcar pero no engordes".
La gordura, ¿adaptación descarriada?
Aunque la comida se ofrece por todas partes, aun en las más inesperadas, como sería dentro de los confines de la Plaza de San Pedro en Roma. La comida no puede culparse por sí misma por nuestras adiposidades exageradas.
Engordar, es una sola de las múltiples respuestas que nuestros cuerpos poseen en su repertorio, poco estudiado y menos entendido, para adaptarnos a la escasez natural y — de antaño — recurrente de alimentos.
Nosotros (los seres humanos, por razones no esclarecidas) poseemos diez veces más células adiposas que las que posee cualquier otro mamífero conocido — por esa razón, no toleramos bien el hambre.
Sin comentarios
La explicación hipotética para la gordura humana la concibió el genético James Neel cuando estudiaba los indios Pima de Arizona. Cuando esta tribu fue trasladada a otras regiones, debido a que la falta de agua potable y de alimentos donde entonces vivieran, los estaba diezmando rápidamente — ésta sería la excusa fabricada por quienes ansiaban usurparles sus tierras. En su nueva localidad muchos murieron de hambre pero otros sobrevivieron. Los que sobrevivieran, pensó Neel, lo hicieron porque eran proclives, genéticamente a almacenar grasa. Los que fueran muy propensos a esta disputable virtud, perecerían más tarde por la misma razón: Mucho de algo bueno, es bueno; más puede que sea mejor. pero, demasiado, en este caso, mata. (El libro aquí recomendado, es: Why Geese don"t Get Obese and We Do por Eric P. Widmaier).
La estrategia que todos invocamos con mayor facilidad y frecuencia, por ser la más simple, para explicar nuestras tendencias genéticas hacia la gordura es la siguiente: Engordamos, para almacenar las reservas extras que (necesariamente) utilizaremos cuando la comida nos falte. Pero, hay otra manera de mirar a este enigma desde otra perspectiva; basados en estadísticas recientemente publicadas. Estas últimas se fundan en el hecho de que la mosca de frutas (Drosophila melanogaster) vive más tiempo si se somete a un régimen de considerable hambre. Este mismo descubrimiento ha sido replicado en ratas de laboratorio, y en las vidas de los muchos centenarios humanos que han sido analizados cuidadosamente. ¿Qué sucede? Bueno. ¿Pudiese ser que fuera posible que la Naturaleza, favoreciera a quien puede sobrevivir, durante períodos de escasez, sin comer (o comiendo menos) — y sin engordar?
Muy posible. Ya que la Naturaleza está repleta de sistemas redundantes para garantizarnos la vida.
La explicación ofrecida, parecería obvia, a quienes usen sus mentes, para pensar, entre otras cosas.
Recordemos, que el único factor científico demostrado, asociado con la longevidad, es la malnutrición.
Comida y bebida saludables
¡Si, la malnutrición relativa! ¿Cuántos obesos centenarios conocemos?
Mensaje para los dietistas del mundo: Deploramos (con placer perverso) informarles que ni ustedes, ni nadie más, saben mucho acerca de la enfermedad que dicen tratar: la obesidad. Y que la dieta que ustedes ofrecen es la misma enfermedad que pretenden remediar.
El problema se reduce, simplemente al acto de comer como comemos, por la simple razón de que la comida que nos gusta debe de ser rica y pesada, aunque, no necesariamente saludable.
Todos observamos que la comida apetitosa de hoy es azucarada, grasosa y salada.
Otra dificultad es que el sabor intenso de las comidas que nos despiertan el gusto, a su vez, está asociado con la presencia en la sangre circulante de neurotransmisores que excitan el placer y que en modos discretos nos acostumbran a la necesidad de la exposición repetida al estímulo sensual — en otras palabras nos habitúan. Entonces comemos por el placer bioquímico generado y no porque la comida de ese tipo sea saludable.
Las comidas que nos sirve la Naturaleza en la mesa abundante de los mares, de los ríos, de los bosques y de donde quiera que las extraigamos; son comidas simples, satisfacientes y fundamentalmente equilibradas (como el aire) para proveernos, meramente, con otro elemento necesario para sostener la vida.
Pero, cuando la sal, las grasas y el azúcar entran en nuestras bocas y se ponen en contacto con nuestras lenguas, algo singularmente misterioso sucede. La presencia del triptófano circulante (precursor de la serotonina) se altera y una euforia transitoria sigue. Razón ésta porque los deprimidos buscan el chocolate, pican o hacen ambas cosas.
83 años confirmados
Otra vez, parece ser como si la Naturaleza, sabiendo que Ella nunca comenzaría a producir y a ofrecernos fast foods, que para que tuviéramos la oportunidad infrecuente de gozar un paréntesis placentero dentro de las miserias de nuestras existencias selváticas. Que gozar, entonces, del mordisco de una comida deliciosa era un favor — pero, meterse de una sentada una caja de bombones — esto, la Naturaleza, no lo había contemplado, en sus planes meticulosos.
Los aceites preferidos por la Naturaleza para incluir en nuestra dieta, son los aceites de pescado y los de vegetales. pero, los que nosotros preferimos, porque saben mejor, son los provenientes de las grasas animales (nuestros semejantes). Nadie se da harturas de ensaladas aderezadas con un chorrito de aceite de oliva. pero, ¿cuántos no sucumben a un empacho de hamburguesas, papitas fritas, una batida de chocolate y un postre?
Conozco la tía de una paciente bulímica que, pesando más de trescientos cincuenta libras, cocina el arroz que, en su mesa presenta, con tres barras de mantequilla (12 oz) y luego añade a las habichuelas, la cuarta barra. Mujer de comer escueto, sin dudas.
La sal es otro asunto. Los romanos la pagaban a los legionarios, de ahí se origina la palabra "salario". Se estima que solamente en la Gran Bretaña de hoy, la sal es responsable por unas 35,000 muertes anuales.
La sal es un electrólito (en su forma de cloruro de sodio) esencial para el balance de los fluidos responsables por nuestras vidas. Nunca fue abundante en nuestra dieta original. Ahora, no hay una mesa en el mundo donde no se la presente en su salero obligatorio.
El problema con perder de peso y con cambiar nuestras estrategias nutritivas es que a nosotros nos gusta comer. sólo, y únicamente por el placer de hacerlo. Por ello, perder de peso es algo que hacemos con poco entusiasmo y nunca logramos. Ganarlo, en cambio, nos deleita.
Úsalo con prudencia
La paradoja
Es una paradoja sin precedentes que la obesidad es la forma de malnutrición más perniciosa que ha existido en toda nuestra historia.
Es una realidad triste, aquella de que en lugar de luchar contra la obesidad y la pobreza; que los gobiernos del mundo, prefieran malgastar los recursos del estado en programas ilusorios (como lo son los juegos olímpicos) o para que los políticos y los economistas ladinos se enriquezcan a sí mismos con el engaño y la mentira.
Es un hecho aparente que los economistas de calaña local — los que no han exhibido trabajos meritorios como contribución a su arte; se puedan caracterizar como los definiera el ilustre (también) economista, John Maynard Keynes: "Si se juntan tres economistas en una habitación. ¿Qué tenemos? Cuatro opiniones distintas."
Pero algo, es aun más triste: Que la Naturaleza nos dotara con el cerebro y con la inteligencia más desarrollados en Su creación y, que durante los eones en que hemos poblado este planeta, aún no tengamos ni la idea más remota de cómo, para qué y por qué se tiene tal inteligencia.
Continuando
El propósito de esta tesis es el de resaltar el modelo de la enfermedad infecciosa para explicar la etiología de la gordura.
A veces, microorganismos inofensivos, y útiles para nuestra supervivencia, porque nos asisten en la provisión de funciones vitales, cesan de serlo por factores de oportunidad, por mutaciones o por otras causas.
Como describiera en mi artículo Descubriendo la estructura molecular del ADN, en el 1944, el científico americano Oswald Avery, fue capaz de de transmitir la habilidad de causar enfermedades, de una cepa de bacteria infecciosa, a otra que no lo era.
Herencia
Pero, no solamente fue capaz de lograr esa proeza: las bacterias que de antes fuesen inofensivas, podían pasar la nueva capacidad patógena a generaciones futuras.
Lo que Avery había estimulado fue el ácido nucleico. Lo que probó que los genes están constituidos por este mismo ácido.
Lo que este científico logró, abrió el camino para que se lograra establecer la estructura molecular del ADN.
Hoy, no sabemos, cómo procede la transmisión hereditaria de rasgos adquiridos o meméticos, usando el paradigma de Dawkins.
Lo que aquí propongo es lo siguiente, que si concebimos nuestro cuerpo como el huésped para el agente que causa la obesidad, y la comida como el patógeno que la produce, que este modelo puede explicar el proceso, y, quizás ofrezca una solución, a la epidemia de la obesidad que confrontamos.
Veamos el posible mecanismo de acción
1. El individuo saludable encuentra el patógeno: la dieta de comidas rápidas y bebidas edulcoradas (de todo tipo)
2. Siendo infectado por sus contenidos en sustancias tóxicas, hechas así por los agentes químicos añadidos, como lo indujera Avery en sus famosas bacterias.
3. Un período de incubación sigue, mientras que el organismo comienza a adquirir el gusto para preferir como alimento, algo que, finalmente, lo enfermará.
4. Finalmente, por medio de la acción poderosa de la comida en los centros cerebrales del placer, la mente pierde su capacidad de autocontrol, en la manera descrita en mi artículo: Neurociencia, epigénesis, microbios.
Rasgos heredados
5. Subsiguientemente, se induce el contagio, por medio del contacto social, la exposición a la reinfección, siguiendo el modelo del SIDA, debilitando las defensas, y resultando en las complicaciones severas que caracterizan una condición debilitante y, a menudo crónica que llamamos, la obesidad.
Cuya cura, aún no conocemos, y cuya etiología es harto conocida y, por todos ignorada.
En resumen
Para esta tesis mi propósito, ha sido el de detallar el modelo epidemiológico de la enfermedades infecciosas para explicar la epidemia de la obesidad y para proponer, no, la cirugía como tratamiento, sino la prevención al estilo de John Snow cuando interrumpiera la epidemia del cólera, condenando, en el 1854, la bomba de agua en Broad Street.
Fin de la lección
Bibliografía
Larocca, F: (2009) El chicle y la pérdida de paso: Un nuevo remedio en sistema límbico blog
Larocca, F: (2008) Neurociencia, epigénesis, microbios, la mente arrebatada y la ilusión del libre albedrío: La singularidad de la Reina Roja en Blog sistema límbico
Larocca, F: (2008) Los dietistas, quienes los siguen y el pensamiento del satírico romano, Juvenal en monografías.com
Larocca, F: (2008) La oscuridad como factor determinante, e inadvertido, en la obesidad epidémica en monografías.com
Larocca, F: (2007) Dangers of HFCS — High fructose corn syrup en monografías.com
Larocca, F: (2007) Economista: Alquemista en monografías.com
Larocca, F: (2007) Centenarios y otros temas en monografías.com
Autor:
Dr. Félix E. F. Larocca
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