- Resumen
- Introducción
- La educación ambiental
- La educación ambiental hacia el desarrollo sostenible
- La educación ambiental como parte de la formación laboral
- Consideraciones finales
- Bibliografía
Resumen
Se fundamenta que educación ambiental constituye una dimensión de la formación laboral, en el contexto de la preparación del sujeto para el trabajo activo, creador y productivo, especialmente en la esfera de la producción material. Se propone el término formación laboral ambientalista para identificar la cualidad que, producto de la interacción entre ambas, puede ser incorporada a la cultura general integral del individuo y la sociedad, a través del proceso pedagógico. Se ofrece una definición de esta última, orientada al desarrollo sostenible.
Introducción
Por lo general se acepta que la formación laboral constituye una dimensión del proceso pedagógico orientada a preparar a al sujeto para el trabajo activo, creador y productivo, especialmente en la esfera de la producción material. Pretende dotar al individuo y a la sociedad en su conjunto, de las cualidades cognitivas, motivaciones, actitudinales y procedimentales, que le permitan analizar, comprender y dar solución a los problemas de la práctica social.
La actividad del sujeto (y particularmente la laboral) se concreta en un medio ambiente determinado y el trabajo constituye, en esencia, una acción destinada a transformar a este último. Es por ello que al formar laboralmente al sujeto, hay que prepararlo también para valorar las consecuencias ambientales de su labor.
De allí la importancia que adquiere desarrollar, como parte del proceso de la formación laboral, el tratamiento del medio ambiente y la educación ambiental, tanto desde la perspectiva cognitivo -instrumental como motivacional – afectiva.
La educación ambiental
La educación ambiental sin un profundo saber ambiental, resultaría hueca, vacía; sin bases pedagógicas, sería injustificablemente espontánea y jamás lograría la efectividad necesaria como instrumento de cambio social; sin una clara definición ética, andaría a la deriva.
Uno de sus principales fundamentos epistemológicos lo constituye la concepción del ecosistema, objeto de estudio y principal aporte de la Ecología al conocimiento del medio ambiente. La educación ambiental es responsable de la enseñanza y del aprendizaje, no sólo de los componentes físicos, geológicos, geográficos, climáticos y bióticos que conforman un ambiente concreto, sino también de las interacciones que se producen entre ellos, producto de lo cual se genera y regenera constantemente un sistema organizador con capacidad para auto-producirse, auto-regularse y auto-organizarse sin un centro de control determinado. Debe a su vez, colectivizar la aplicación de esta cognición al análisis de los problemas ambientales desde una perspectiva planetaria, porque, como ha dicho Edgar Morín, "…el diagnóstico de un mal ecológico apela, no a una acción destructora sobre un blanco, sino a una acción reguladora sobre una interacción" (Morín, 1996: 5).
Resulta imprescindible superar la dicotomía sociedad – naturaleza, a la vez que se profundice en lo que distingue al hombre de su entorno. Para ello es necesario, asumir un concepto amplio de medio ambiente (entendiéndolo como "el conjunto multidimensional e integral de elementos físicos, biológicos, socioeconómicos, tecnológicos y culturales, que conforman el mundo material y espiritual del hombre" (Méndez, 2002) y de cultura (para considerar también dentro de ella al entorno natural); buscar la unidad entre las ciencias naturales y sociales, así como el enfoque social de la ciencia y de los problemas ambientales.
Se han hecho múltiples intentos por definir la educación ambiental con diferentes enfoques y puntos de vista (véase, entre otras fuentes, las siguientes: Asamblea Nacional del Poder Popular de la República de Cuba, 1997; Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente de la República de Cuba, 1997 y Novo 1998), pero por lo general se entiende como un revolucionario proceso de influencias positivas de la sociedad sobre todos los individuos, con carácter permanente, sistemático, integrado y contextualizado; para desarrollar los conocimientos, experiencias, habilidades, sensibilidad, actitudes, conciencia, hábitos, valores capacidades, competencias, voluntad de actuar, participación y desempeño, que se necesitan de cada ciudadano para avanzar en la armonización de las relaciones entre los seres humanos, y de ellos con el resto de la sociedad y la naturaleza, con vistas a asegurar su calidad de vida de manera sostenible.
La educación ambiental aspira a promover la participación ciudadana en la búsqueda e implementación de alternativas para enfrentar el deterioro del ambiente, como respuesta a "…la percepción de una situación o estado no satisfactorio con respecto a una parte o a la totalidad del medio ambiente; el empeoramiento cualitativo del entorno por causas naturales o provocado por la actividad antrópica" (Berriz y Bueno, s.a). Deberá buscar soluciones para estas urgencias en toda su diversidad, siguiendo una lógica conceptual basada en la subordinación de las manifestaciones locales a las de alcance nacional, regional y global, tanto en el plano estrictamente ambiental (contaminación, cambio climático, destrucción de la capa de ozono, degradación de los suelos, pérdida de biodiversidad y generación energética no sostenible), como en el social (explosión demográfica, hambre, insalubridad, analfabetismo, guerras, desigualdad, inequidad, injusticia y problemas relacionados con el desarrollo).
Sin embargo, aspirar únicamente a preparar la ciudadanía para la búsqueda de soluciones para las fisuras producidas en el funcionamiento del ecosistema por causas antrópicas o naturales, significaría una simplificación inaceptable de los fines de la educación ambiental; sería fijar sus objetivos en tácticas dirigidas a superar la crisis actual (causa-efecto-solución), pero descuidaría la preparación estratégica para un manejo atinado de la biosfera en cualquier circunstancia. Por tanto, le atañe también formar las competencias necesarias para una gestión racional y sostenible del entorno material y espiritual del hombre, buscando la "… creación de las condiciones materiales, culturales y espirituales que propicien la elevación de la calidad de vida de la sociedad, con un carácter de equidad, y justicia social de forma sostenida y basado en una relación armónica entre los procesos naturales y sociales, teniendo como objeto tanto las actuales generaciones como las futuras (Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente de la República de Cuba, 1997: 9), aspiraciones que sólo deben ser asumidas en el contexto de una permanente reconsideración y complejización del concepto de desarrollo humano.
El fundamento psicopedagógico de la educación ambiental debe tomar el enfoque histórico-cultural de L. S. Vigotsky (atención a la relación afectivo – cognitiva, a la diversidad y el papel del otro), la actividad protagónica del estudiante en su aprendizaje y el papel regulador del educador en la formación integral de la personalidad del individuo, concebido este último como un ser social, sin desconocer en ningún momento su componente biológico.
Según la tesis de Vigotsky, las funciones psíquicas superiores tienen un origen social, es decir, surgen de las interacciones en el proceso de comunicación entre las personas, pues cada individuo nace con aptitudes innatas para reaccionar ante los estímulos del ambiente, pero en el transcurso de su vida en sociedad incorpora determinados criterios, patrones de conducta, que entre otros modelan su modo de actuación. Posteriormente, en la conformación definitiva de la personalidad, actúan diferentes tipos de mediación, siendo las de tipo social, que se concretan por la influencia de otras personas o grupos de ellas, las de mayor significación y ello ha sido identificado de manera general como, "… el papel del otro en la formación de la conciencia individual" (Morenza, 1998: 4 ).
En este proceso de mediación debe tenerse en cuenta la denominada zona de desarrollo próximo, entendida como la distancia entre lo que puede aprender el sujeto por sí solo y con la ayuda del otro. Toda diferencia entre el conocimiento de las personas, entre sus puntos de vista con relación al medio ambiente, es suficiente para que las relaciones humanas puedan funcionar como escenarios de enseñanza y aprendizaje. Es así que la educación ambiental puede lograrse por vías formales (fundamentalmente en las relaciones educador-estudiante y estudiante-estudiante), no formales (esencialmente en las relaciones institución – comunidad – sujeto) e informales (interacciones sujeto – sujeto, fundamentalmente). La enseñanza, guía y conduce el desarrollo cultural del individuo, permite la formación de cualidades de su personalidad que modelen conductas orientadas a la conservación y al fortalecimiento de valores ambientales.
La educación ambiental debe ser vista como parte de la cultura general del ciudadano, como una dimensión de su educación integral (Asamblea Nacional del Poder Popular de la República de Cuba, 1997: 4). De acuerdo con lo planteado, se impone descartar un modelo educativo tradicionalista y asumir otro que coloque en primer plano al discente y considere, tanto los conocimientos que este adquiere, como las necesidades, motivos, sentimientos y emociones que dirigen y orientan su actuación, de modo que exista una estrecha unidad entre lo afectivo y lo cognitivo, aspecto distintivo de la función reguladora de la personalidad.
Se debe educar para la vida desde la realidad circundante, orientar a las personas en la percepción de los objetos, hechos y fenómenos, ayudarlas en la adquisición de conocimientos, en el desarrollo de sus sentimientos, lo cual contribuye significativamente al logro de una actuación y a la participación consciente con respecto al entorno de acuerdo con la edad y los contextos que le son propios.
En esta dirección resulta de especial interés el principio de la unidad entre la teoría y la práctica. El desarrollo de la educación ambiental no puede reducirse a la enseñanza en el plano teórico, sino en una estrecha vinculación con la realidad, para relacionar al discente con el medio donde desarrolla su actividad y generar experiencias de carácter participativo. La posibilidad de aplicar los conocimientos y habilidades en la solución de problemas prácticos relacionados con esta temática, consolida la teoría que posibilita una adecuada relación individuo – sociedad – naturaleza.
La educación debe tener un carácter desarrollador, a lo cual no escapa la educación ambiental. Para ello se requiere involucrar al educando en el proceso como un ente reflexivo, caracterizado por un alto protagonismo en la construcción de su conocimiento y en el autocontrol de su aprendizaje. Aspira al desarrollo integral del individuo y de su intelecto para alcanzar la creatividad, partiendo del precepto de que la educación promueve el desarrollo, al "… conducir a las personas más allá de los niveles alcanzados en un momento determinado de su vida y propiciar la realización de aprendizajes que superen las metas ya logradas" (Castellanos et al., 2002: 22).
Se necesita propiciar un nuevo saber que, potenciando la unificación de lo cognitivo y lo valorativo, propicie la sustitución del antropocentrismo desmedido que ha justificado históricamente el dominio del hombre sobre la naturaleza, por una concepción humanista que no sólo centre sus aspiraciones en proporcionar a este último mejores condiciones de existencia, sino que también lo valore como parte de su entorno, que reconozca el papel que para su supervivencia, calidad de vida y desalienación, tiene el conjunto multidimensional e integral de elementos físicos, biológicos, socioeconómicos, tecnológicos y culturales que conforman su ámbito material y espiritual.
La educación ambiental debe promover entonces la integración del conocimiento científico y la moralidad en una Bioética global que defienda la solidaridad diacrónica y la extensión de la función reguladora de la moral a las relaciones del hombre con los componentes no humanos (físicos, geológicos, geográficos, climáticos, bióticos) de los ecosistemas y con la organización constantemente generada y regenera, producto de las inter-retro-acciones que se originan entre ellos.
La educación ambiental hacia el desarrollo sostenible
"En la medida en que evolucionó el pensamiento ambiental, lo hizo también la dimensión ambiental de la educación …" (Roque, 2007: 38). En un inicio estuvo orientada hacia la protección exclusivamente de la naturaleza, pero más tarde el referente se amplió al medio ambiente en su conjunto, mientras que la aspiración evolucionó hacia la conservación[1]A partir del surgimiento del concepto de desarrollo sostenible en 1987, comenzó a hablarse de una educación para el desarrollo sostenible (Ayes, 2007), tendencia que se ha generalizado en la actualidad.
Roque (2007: 39) no considera que la educación para el desarrollo sostenible "…constituya un concepto emergente sino una orientación, una tendencia de la educación ambiental después de los 90, como un proceso lógico de su evolución…". No obstante, algunos autores han intentado aportar una definición de "educación ambiental para el desarrollo sostenible", en términos de: "Proceso educativo que incorpora de manera integrada y gradual las dimensiones económica, político-social y ecológica del desarrollo sostenible a los estudiantes y docentes del Sistema Nacional de Educación y se expresa en modos de pensar, sentir y actuar responsables ante el medio ambiente" (Santos, 2009).
Múltiples cuestionamientos pudieran realizársele a esta definición, bien sea en el orden de su redacción (redunda de manera tautológica al declarar que la educación es un proceso educativo); de su fundamento ambiental (refiere una dimensión ecológica del desarrollo sostenible, cuando en realidad, por su alcance, debe ser ambiental); de las limitaciones que evidencia en cuanto a fines (considera sólo un valor en su proyección axiológica; la responsabilidad, el cual, por importante que sea, no resulta suficiente); así como de la innecesaria limitación al sistema nacional de educación (cuando la formación para el desarrollo sostenible sobrepasa la enseñanza escolarizada y se extiende a la educación masiva, popular y comunitaria) y la ambigüedad apreciable en el uso de las categorías propias del proceso pedagógico, entre otras. Pero no obstante a ello, es ilustrativo de una tendencia actual de la reflexión pedagógica en este campo y alerta sobre un saber en construcción que avanza hacia la definición de nuevos conceptos y la complejización gradual del metalenguaje, aparentemente en busca de mayor precisión en la comunicación.
La educación ambiental como parte de la formación laboral
Grabe (1989: 29), ha asegurado que: "La educación ambiental debería ser un proceso continuo y permanente para el personal técnico". No resulta difícil comprender que esta afirmación debe ser extendida a toda la formación laboral que reciba el sujeto, con independencia de su edad, nivel académico o perfil profesional.
El autor antes citado hace referencia a que en este contexto debe prestársele atención al medio ambiente externo -el que se relaciona con el tipo de actividad que realiza el sujeto- tanto como al interno, es decir, las condiciones en que se lleva a cabo el trabajo, los principales riesgos ambientales que se presentan en ese entorno, así como las formas y medios requeridos para proteger a aquéllos que laboran en él, contra accidentes e insalubridad laboral.
En el ámbito de la carrera de agropecuaria que se oferta en las universidades de ciencias pedagógicas cubanas, la citada aspiración ha sido denominada por Pérez (2007) en términos de "formación laboral ambientalista". Dicha expresión pudiera perfectamente asumirse para identificarla, en el nuevo contexto en que se viene analizando, pero para ello se necesita de una adecuación imprescindible.
En la citada tesis no se ofrece una definición de formación laboral ambientalista. Sin embargo, existen reflexiones como la siguiente: "De lo que trata es de estimular, desde la concepción pedagógica que se propone, un aprendizaje que, en su carácter desarrollador facilite la comprensión y desarrollo de actitudes proambientales, de cara a la comprensión de la problemática ambiental, como proceso que atraviesa la sostenibilidad del desarrollo desde una visión ética que implica, compromiso y responsabilidad social en relación con la naturaleza en aras de su explotación solidaria" Pérez (2007: 44) .
Si se limitara la formación laboral ambientalista al desarrollo de actitudes, compromiso y responsabilidad, evidentemente se reduciría de manera excesiva el alcance del concepto. Por otra parte, si el autor propone, muy acertadamente además, lograr un aprendizaje desarrollador, habría que fijar los fines en cada una de las dimensiones de este último proceso, de manera tal que se hicieran coincidir con los objetivos definidos para la educación ambiental (véase Méndez 2008). Desde el punto de vista instructivo sería necesario atender además el acopio de experiencias, la consolidación de percepciones y la elevación del nivel de conocimientos. Desde una perspectiva formativa, a la regulación del comportamiento, el manejo de las motivaciones, sentimientos y conducta; así como el desarrollo de la sensibilidad, la voluntad, la conciencia, las actitudes y los valores en sentido general. Finalmente, en la esfera desarrolladora: la conformación y reafirmación de hábitos, habilidades, aptitudes, capacidades y competencias, así como la estimulación de la participación y perfeccionar el desempeño.
Otro aspecto que se declara de manera ambigua en la contribución a la definición que se viene analizando es el alcance que se le da al aspecto ambiental, a lo cual se hace referencia mediante la utilización del término "proambiental". Etimológicamente, se insta a lograr transformaciones en la educación del sujeto, en favor del medio ambiente. Evidentemente, no bastaría con desarrollar inclinaciones al respecto y si se va a ser consecuente con la evolución que ha tenido la educación ambiental durante las dos últimas décadas, habría que hacer declaración explícita del interés de contribuir por esta vía a lograr la contribución imprescindible de cada ciudadano al desarrollo sostenible.
De acuerdo con las consideraciones anteriores, pudiera definirse la formación laboral ambientalista como: aquella dimensión del proceso pedagógico orientada a preparar al sujeto para el trabajo activo, creador y productivo, especialmente en la esfera de la producción material; a dotarlo de las cualidades cognitivas, motivacional – afectivas y desarrolladoras, que le permitan analizar, comprender y dar solución a los problemas de la práctica social con vistas a propiciar, con equidad y justicia social, la elevación sostenida de la calidad de vida de la sociedad, sin alterar la relación armónica entre los procesos naturales y sociales y teniendo como objeto tanto las actuales generaciones como las futuras.
Como ha dicho Roque (2007), cuando se logre dar a la educación un enfoque verdaderamente holístico y transdiciplinar, no será necesario aclarar que es ambiental sino que por sí sola estará enfocada al desarrollo sostenible. Pudiera agregarse ahora que tampoco sería necesario especificar que es laboral. Pero todavía es preciso mantener ambas denominaciones porque existen muchos obstáculos para que a la práctica pedagógica pueda incorporarse ambas dimensiones.
Consideraciones finales
1-En tanto la actividad laboral produce siempre, en alguna medida, transformaciones en el medio ambiente, la formación laboral no puede estar separada de la valoración de las consecuencias ambientales de la actuación del sujeto.
2-La formación laboral y la educación ambiental coexisten como dimensiones de todo proceso pedagógico científicamente planificado.
3-Lejos de entrar en conflicto, se complementan simultáneamente.
4-Ambas categorías son de máxima generalidad y sólo pueden ser jerarquizada con respecto a la otra, cuando ha sido definido anteriormente el sistema en el marco del cual va a ser analizada la relación entre ambas.
5-En este caso se ha considerado a la educación ambiental como una dimensión de la formación laboral, utilizando como referente la preparación del sujeto para el trabajo activo, creador y productivo, especialmente en la esfera de la producción material. La integración de ambas se concibe a su vez como una dimensión de la educación integral.
6-Pero si se cambia de referente y se asume, por ejemplo, la preparación del sujeto para lograr la contribución imprescindible de todos para alcanzar el desarrollo sostenible, la máxima generalidad puede ser atribuida a la educación ambiental y, la formación laboral constituiría una dimensión de gran significación dentro de ella.
Bibliografía
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– Méndez, I. Hacia una concepción sistémica de los objetivos de la educación ambiental. Memorias de la VII Convención Internacional sobre Medio Ambiente y Desarrollo (En CD-ROOM, ISBN 978-959-304-003-7). La Habana. 2009.
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– Roque. M. Papel de la educación en el tránsito hacia el desarrollo sostenible desde la perspectiva cubana. En: Educación ambiental para el desarrollo sostenible [Berriz, R., Ed.]. CIGEA, UNESCO, Grupo Excelencias. La Habana. 2007. p. 35 – 43.
– Santos, I. La educación ambiental para el desarrollo sostenible; una visión desde la educación eductativa. Memorias del Panel Congreso Pedagogía 2009 [En CD ROOM, ISBN 798-959-18-0408-2]. Villa Clara. 2009.
Autor:
Isidro E. Méndez Santos
Centro de Estudios de Medio Ambiente y Educación Ambiental.
Universidad de Ciencias Pedagógicas "José Martí".
Camagüey. Cuba.
[1] Con respecto a la aspiración, el autor difiere de la citada de Roque (2007), quien define estas etapas en términos conservación de la naturaleza y protección del medio ambiente. Realmente la conservación es más abarcadora que la protección y surgió a la par del concepto de medio ambiente.