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El capital intelectual como soporte a la gestión estratégica de la organización frente a los desafíos de la sociedad del conocimiento (página 2)


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En cuanto al fortalecimiento del régimen de propiedad intelectual, cabe señalar que la propiedad intelectual es un aspecto de los derechos de propiedad que aumenta la importancia de los activos intangibles de las organizaciones. El conocimiento como activo es, a menudo, difícil de copiar, y al igual que el activo físico, algunos activos basados en el conocimiento disfrutan de la protección de las leyes de propiedad intelectual. En países desarrollados, estas leyes incluyen patentes, marcas registradas, secretos de fabricación, y los derechos de autor.

En relación con la importancia de la generación de valor, manifestar que en las últimas décadas, el desarrollo económico ha experimentado una transformación en el tratamiento de las materias primas y en las actividades de fabricación debido a la necesidad de generar procesos vinculados con el tratamiento de la información, el desarrollo, el uso, y la transferencia de conocimiento. La economía basada en la generación de valor sugiere diferentes estrategias. La estrategia implica una organización eficiente de los recursos para aprovechar las oportunidades. El uso de los sistemas multimedia, servicios ofrecidos a través de Internet y el comercio electrónico forman parte de estos recursos. La captura de oportunidades implica una identificación y la combinación de los activos complementarios relevantes necesarios para dar soporte al negocio. La alta tecnología, en raras ocasiones, es suficiente para construir ventajas competitivas a largo plazo; motivo éste por el cual las empresas con mayor nivel de éxito son las que tienen las habilidades cognoscitivas y directivas más adecuadas a la hora de actuar. Reconocer los errores estratégicos y ajustarse en el menor plazo de tiempo posible es una parte crítica en la búsqueda de una posición de generación de valor en un mercado competitivo.

En relación con los mayores flujos de información desde el flujo de bienes y servicios, reseñar que una vez que cada persona y cada negocio se unen por redes, la información fluye más fácilmente. A la negociación basada en la compra y venta de bienes y servicios se le añade la capacidad de controlar la información, al objeto de que el cliente logre disminuir costes. El conocimiento oculto dentro de la organización puede ser catalogado y transferido a otros usuarios dentro o fuera de ella, sin importar la ubicación geográfica y haciendo que los cambios organizativos sean menos formales.

Estos acontecimientos sugieren una dinámica diferente para la generación de ventajas competitivas. Se requiere un ambiente nuevo, con una dimensión crítica de la gestión del conocimiento, considerando la actividad innovadora como punto clave en dicha gestión y los sistemas de información de Capital Intelectual como medio de medición y contribución de toma de decisiones efectivas a favor de la generación de dichas ventajas competitivas.

Por las situaciones anteriormente citadas, y considerando la importancia de la gestión del Capital Intelectual dentro de la economía del conocimiento, la Contabilidad se halla ante el desafió de desarrollar nuevas herramientas que contribuyan a la medición del desempeño (Johanson et al., 2001b) y que consideren la calidad de la gestión evidente en el contexto del Capital Intelectual. Mientras tales expectativas de Contabilidad son bastante recientes, los precursores de estas ideas piden que la Contabilidad proporcione información sobre otras bases contemporáneas para la generación de ventajas competitivas como son el valor añadido, la calidad, el tiempo, la fidelización del cliente, etc. (Roslender y Fincham, 2001; Tayles et al., 2002). Herramientas como la reingeniería, la calidad total, el ABM, el target costing, la teoría de los stakeholders, el cuadro de mando integral, anteriores al Capital Intelectual y la gestión del conocimiento no han podido ser aprovechadas en toda su dimensión, porque chocan con una realidad empresarial que no se ajusta a las nuevas exigencias del entorno del siglo XXI (Álvarez y Blanco, 2000).

También resulta importante resaltar que los usuarios internos de la información, en organizaciones tanto del sector público como privado, requieren distintos tipos de información, que se extienden más allá de los informes suministrados en la práctica tradicional de la Contabilidad. En parte, para dar respuesta a estas necesidades, cabe señalar que el informe, reporte o estado de Capital Intelectual ha surgido al objeto de establecer formas de medición que pueden ser usadas para informar el valor atribuible al Capital Intelectual dentro de una organización (Mouritsen, 1998; Brennan, 2001; Guthrie, 2001; Meer-Kooistra. y Zijlstra, 2001; Mouritsen et al., 2001a; Mouritsen et al., 2001b; Mouritsen et al., 2002; Seetharaman et al, 2002; Ordóñez de Pablos, 2002; 2003).

Los motivos que se han señalado, se convierten en un impulsador del compromiso profesional, que como contables de gestión, pretendemos exponer en a presente comunicación.

CONCEPTO DE CAPITAL INTELECTUAL

Respecto a la evolución del interés por el Capital Intelectual cabe distinguir el proceso de transición desde la práctica empresarial a su formulación teórica e investigación del tema.Para Petty y Guthrie (2000) o Navas y Ortiz de Urbina (2001), el término ‘Capital Intelectual’ está siendo usado como expresión de moda con el riesgo que con el paso del tiempo sea confusa la identificación del objeto que define

Existen varias definiciones de Capital Intelectual ofrecidas en la literatura. La primera de ellas, citada en 1969 por John Kenneth Galbraith (Bontis, 1998a), considera que Capital Intelectual significa algo más que "Intelectual como puro intelecto" e incorpora un grado de "acción intelectual". Por tanto, Capital Intelectual no es sólo un activo intangible estático, per se; es decir, más que un proceso ideológico, es un medio para lograr un fin.

Hacia finales de los años ochenta, paralelamente al surgimiento de la era de la información, se origina dentro del ejercicio profesional de la consultoría, la construcción de estados que miden el Capital Intelectual (Sveiby, 1989). Es a comienzos de los años noventa, cuando empresas como Celemi, Dow Chemical, Hewlett-Packard, Hoffman La Roche, Huges Space, Nova Care, Skandia y Texas Instruments, desarrollan las primeras experiencias en torno a la medición del Capital Intelectual, entendiéndolo como "materia intelectual"; es decir, conocimiento, información, propiedad intelectual, y experiencia que ha sido formalizada, capturada y medida para producir mayor valor de los activos (Stewart, 1994).

A mediados de los años noventa, una vez consolidada la medición del Capital Intelectual en dichas empresas pioneras y evaluado el surgimiento del mayor valor del Capital Intelectual, éste es definido de manera más genérica como ‘Capital Humano’, ‘Capital Organizacional' y ‘Capital Relacional’ (Edvinsson y Malone, 1997; Roos y Roos, 1997; Sveiby, 1997), elementos de información suplementaria a la información financiera (Edvinsson, 1997). Desde un punto de vista organizacional, estas subdivisiones abarcan la inteligencia humana, las rutinas organizacionales y las relaciones en red respectivamente (Bontis, 1998a; 1998b), definiendo Capital Intelectual como la búsqueda del uso efectivo del conocimiento. Brooking (1996) separó estos tres componentes en cuatro: activo de mercado, activo humano, activo de propiedad intelectual y activo de infraestructura.

A finales de los años 90, las organizaciones profesionales interesadas en el tema plantearon sus propias definiciones. La International Federation of Accountants (IFAC, 1998) considera el Capital Intelectual como parte del inventario total de capital o como el capital social basado en el conocimiento que posee la compañía. Como tal, el capital puede ser tanto el resultado final de un proceso de transformación del conocimiento o el conocimiento mismo que es transformado en propiedad intelectual o en activos intelectuales de la empresa. Propiedad Intelectual asigna derechos de propiedad a cosas tales como patentes, marcas registradas y copyright. Los activos intelectuales son aquellos elementos basados en conocimiento, con los cuales la compañía propietaria producirá una corriente futura de beneficios para la compañía. La OECD, describe Capital Intelectual como el valor económico de dos categorías de activos intangibles de una compañía: ‘Capital Organizacional’ y ‘Capital Humano’ (Petty y Guthrie, 2000).

El ámbito universitario también demuestra su interés sobre el tema, y es así como surgen proyectos tales como Measuring Intangibles to Understand and Improve Innovation Management (MERITUM). En dicho proyecto se define Capital Intelectual como la combinación de recursos humanos, organizativos y relaciónales de una empresa. Su definición abarca todas las formas de intangibles; es decir, tanto aquellos formalmente poseídos y empleados como los informalmente movilizados (Meritum, 2002). En términos de Bueno (1998), constituyen competencias básicas distintivas de carácter intangible que permitan crear y sostener la ventaja competitiva.

Ahora bien, los conceptos de Capital Humano, Capital Estructural u Organizacional y Capital Relacional, son tratados a continuación, distinguiendo el contexto que le da cada investigador.

En relación con el Capital Humano, se han planteado diferentes definiciones o interpretaciones. Para Ulrich (1998), el Capital Intelectual es cien por cien gestión de recurso humano; y define el Capital Intelectual como la capacidad por el compromiso de los empleados.

Para quienes el Capital Humano forma parte del Capital Intelectual, éste incluye los saberes, las capacidades, experiencias y habilidades de las personas que integran la organización, tales como la capacidad de innovación, la creatividad, la capacidad de trabajar en equipo, la motivación, la satisfacción, la capacidad para aprender, la lealtad, su nivel educativo y su titulación académica (Edvinsson y Malone, 1997; Sveiby, 1997; Meritum, 2002); para otros, también incluye la actitud y la agilidad intelectual de los individuos de una organización (Roos y Roos, 1997), así como su capacidad para resolver problemas (Brooking, 1996).

Bontis (1998a; 1998b) destaca la importancia del capital humano dentro del Capital Intelectual, señalando que es una fuente de innovación y de renovación estratégica. La esencia de capital humano es la inteligencia incorporada en cada miembro de la organización. Estos poseen el conocimiento individual tácito (conocimiento subjetivo, habilidades necesarias para realizar sus funciones; es el conocimiento personalizado que no puede ser expresado en palabras y números, es decir no se encuentra codificado (Nonaka y Takeuchi, 1995)).

Para ilustrar el grado al que el conocimiento tácito caracteriza el capital humano de una organización, es útil concebir la organización como un proceso productivo que recibe entradas tangibles e informativas del ambiente, produce las salidas tangibles e informativas que entran en ambiente, y es caracterizado internamente por una serie de flujos entre una red de nodos y links.

Existen otras posiciones del concepto de capital humano como el expuesto por la OECD, quien incluye adicionalmente a los recursos humanos propios de la organización los recursos externos como clientes y proveedores, que como a continuación se expone, para otros autores están incluidos en el capital relacional de la organización.

Respecto al Capital Estructural, también denominado Organizacional, comprende las rutinas organizativas, los procedimientos, sistemas de información, cultura, bases de datos, redes de distribución y cadena de valor (Edvinsson y Malone, 1997; Sveiby, 1997; Meritum, 2002). También incluye la renovación y estrategias del desarrollo (Roos y Roos, 1997). Por ejemplo, incluye la metodología para la evaluación del riesgo, los métodos de manejar el personal de ventas, las bases de datos de información sobre el mercado o clientes, sistemas de comunicación como sistemas de organización de las teleconferencias y el correo electrónico. Tales elementos son peculiares a cada negocio, y su valor a la organización sólo puede ser medido por la revisión dentro de la organización objetivo (Bontis, 1998a).

La clasificación hecha por Brooking (1996), separa en dos el capital estructural: a) activo de propiedad intelectual, el cual contiene los mecanismos legales para la protección de la imagen corporativa y activos como el know-how, los secretos de fabricación, los derechos de autor, las patentes y derechos de diseño y comercialización, y b) el activo de infraestructura relacionado con aquellas tecnologías, metodologías y procesos que permiten a la organización funcionar, incluyendo la cultura corporativa, metodologías para la evaluación del riesgo, los métodos de manejar su fuerza de ventas, la estructura financiera, las bases de datos de información sobre el mercado o clientes, y sus sistemas de comunicación.

También, permite establecer la relación de los mecanismos y de las estructuras de la organización que pueden apoyar a los empleados en su búsqueda del funcionamiento óptimo intelectual y del funcionamiento global del negocio. Un individuo puede tener un nivel alto de intelecto, pero si la organización tiene débiles e ineficaces procedimientos de control para seguir sus acciones, el capital total intelectual no alcanzará su potencial más alto. Una organización con un fuerte capital estructural tendrá una cultura de apoyo que permite a los individuos crear cosas, fallar, aprender, e intentar otra vez. Si la cultura castiga excesivamente el fracaso, su éxito será mínimo. El capital estructural es el eslabón crítico que permite al Capital Intelectual ser medido a nivel de organización.

En cuanto al Capital Relacional, se trata del conjunto de recursos ligados a las relaciones externas de la empresa con sus clientes, sus proveedores o sus socios de I+D. Incluye tanto la relación como la percepción que estos tienen de la compañía (Edvinsson y Malone, 1997; Sveiby, 1997; Meritum, 2002). Atendiendo la clasificación realizada por Brooking (1996) según la cual uno de los componentes del Capital Intelectual es el activo de Mercado, éste lo podemos considerar dentro del capital relacional e incluye las condiciones del mercado, las marcas, los canales de distribución y los contratos y acuerdos. Es decir, el conocimiento del mercado, el cliente y las relaciones con proveedores, así como las relaciones con entidades gubernamentales o los impactos de las asociaciones especificas de la industria de la organización, son el tema principal de capital relacional.

De manera global, el Capital Intelectual lo componen las conexiones adecuadas entre estos tres elementos en la búsqueda de valor para la empresa (Edvinsson y Malone, 1997; Sveiby, 1997; Meritum, 2002). En la Tabla 1, se resumen en orden cronológico, las aportaciones hechas al concepto, distinguiendo si han sido de carácter empresarial o académico.

De lo anterior, podemos entender que el Capital Intelectual es un conjunto de recursos intangibles de los que dispone una organización en un momento determinado del tiempo, siendo dichos recursos de carácter humano, estructural y relacional, y estando todos basados en la información y el conocimiento.

Tabla 1. Aportaciones al Concepto de Capital Intelectual

CONTABILIDAD DE GESTIÓN ESTRATÉGICA VERSUS CAPITAL INTELECTUAL

El concepto de Capital Intelectual abarca todas las formas de recursos intangibles; es decir, tanto aquellos formalmente poseídos y empleados como los informalmente movilizados (Meritum, 2002, Bueno, 1998), se convierte en una herramienta de valor añadido para el ejercicio de la Contabilidad de Dirección Estratégica (Alvarez y Blanco, 2000). Cabe destacar la inclusión, en toda la extensión de su significado, del término Recursos Intangibles, que a continuación pasamos a comentar.

Desde un punto de vista financiero, Recurso Intangible, de acuerdo con la IAS 38, se define como un activo no-monetario, carente de sustancia física, poseído para uso en la producción o suministro de bienes o servicios, para alquiler a otros o para propósitos administrativos, caracterizado por: a) ser identificable; b) estar controlado por la empresa como resultado de eventos pasados; y, c) sus beneficios económicos futuros generaran flujos para la empresa. Otros autores añaden a esta definición las características de tener una vida finita y un valor de mercado separadamente de la entidad (Cañibano et al., 2000).

Además, desde este mismo punto de vista, son muchos los investigadores que han trabajado el tema de intangibles tratando aspectos como: a) las políticas contables adoptadas por las compañías para la identificación de los activos intangibles y el tratamiento del goodwill (Wines y Ferguson, 1993) y los problemas contables de los activos intangibles; b) el coste de los activos intangibles para su reconocimiento y su relación con los futuros ingresos (Sougiannis, 1994; Lev y Sougiannis, 1996; Aboody y Lev, 1999); c) el tratamiento contable de los activos intangibles como activos tangibles y su reporte en los estados financieros (Lev y Zarowin, 1999); y, d) estudios que tratan de explicar la diferencia entre el valor de mercado y el valor en libro de las organizaciones a través de los activos en investigación y desarrollo (Sougiannis, 1994; Ohlson, 1995; Lev y Sougiannis, 1996; 1999).

Otro punto de vista es el recogido por la Teoría de los Recursos, la cual se centra en el análisis de los recursos y capacidades que poseen las empresas, así como sus diferencias y la importancia de este hecho para explicar la consecución de los resultados (Wernerfelt, 1984). Los recursos tienen un papel importante para definir el ser de la empresa. Además, parte de la idea de que ante entornos en constante cambio, se debe orientar la estrategia empresarial basada en potencialidades internas. Cuanto más dinámico sea el entorno de la empresa, más sentido tiene basar la estrategia en los recursos internos, frente a hacerlo siguiendo consideraciones de tipo externo (Grant, 1991). Estos recursos pueden ser de carácter tangible e intangible. Los primeros tienen un soporte físico y los segundos están basados en la información y en el conocimiento. En esta línea, los activos intangibles han sido definidos como el resultado de la incorporación del conocimiento o intelecto a las distintas actividades productivas de la organización (Bueno, 1998).

Desde el punto de vista de la Contabilidad de Gestión Estratégica son los recursos intangibles piezas claves de su marco conceptual (AECA, 1990). El objeto de la Contabilidad de Dirección Estratégica es la provisión y análisis de la información obtenida relativa a la estrategia empresarial; y en particular, de los datos referentes a niveles y tendencias de costes, precios y cantidades, cuota de mercado, cash-flow y obtención de los recursos necesarios de la firma; considerando que el valor esencial de la información para la gestión radica en su contribución en la toma de decisiones que pueden afectar a la posición competitiva de la empresa y a la consecución de ventajas diferenciadoras respecto a las demás empresas (Simmonds, 1981). Los recursos son de carácter tangible y no tangible. Dentro de los recursos Intangibles se encuentran los relativos a la gestión enfocada hacia la satisfacción de los clientes, la motivación, participación e integración de los recursos humanos, así como la información de carácter estratégico medida a través de herramientas innovadoras de gestión, entre otros (Alvarez y Blanco, 1994).

Ahora bien, bajo la teoría de los recursos y considerando que la Contabilidad de Gestión Estratégica recibe como inputs los diversos datos e informes procedentes tanto de la propia organización como del entorno en el que se desarrolla su actividad y a su vez, estos inputs están formados por toda clase de datos cuantitativos (financieros y no financieros) y cualitativos tanto de origen interno como de procedencia exterior. Del análisis e interpretación de los inputs procesados se obtiene información relevante que, además de apoyar la adopción de decisiones estratégicas, es a su vez, la materia prima que alimenta el proceso de conocimiento el cual nutre, la formación del Capital Intelectual. La Contabilidad de Gestión Estratégica al utilizar datos cualitativos y magnitudes de índole externa, permite gestionar y valorar los diversos componentes del Capital Intelectual (Álvarez, 2000) mediante la determinación e implementación de las estrategias seleccionadas, se pueden obtener ventajas competitivas sostenibles, que mejoren el desempeño de la empresa.

CONCLUSIONES Y CUESTIONES DE DEBATE

Si bien son muchos los autores que tratan el tema de Capital Intelectual, así como numerosas las definiciones ofrecidas por la literatura (Tabla 1); a modo de compendio, proponemos la siguiente definición: el Capital Intelectual es un conjunto de recursos intangibles de los que dispone una organización en un momento determinado del tiempo, siendo dichos recursos de carácter humano, estructural y relacional, y estando todos basados en la información y el conocimiento.

Por otro lado, se pone de manifiesto la necesidad de adaptar y desarrollar herramientas innovadoras de gestión estratégica que contribuyan a mejorar la ejecución de las organizaciones dentro de la llamada Sociedad del Conocimiento. Pese a que el Capital Intelectual abarca, de manera sencilla y práctica, aspectos críticos de las organizaciones en esta sociedad, no deja de presentar dificultades para su adopción; aunque no haya sido objeto de análisis en esta comunicación estudiar el cómo se efectúa la puesta en práctica de esta herramienta, si hemos pretendido, dejar clara su definición, en la búsqueda de generar evidencia positiva o negativa de su adopción, como consecuencia de su aparente contribución a la mejora del rendimiento de las organizaciones en la Sociedad del Conocimiento.

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Notas

· [1] – La era del conocimiento, aborda la sociedad del saber y la riqueza es el conocimiento por medio del cual una persona es capaz de aplicar el saber al saber. (Drucker, 1993).

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Luz Marina Guevara Medina; José Antonio Aparisi Caudeli; Vicente Ripoll Feliu

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