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El Miedo como sobre-vulnerabilidad


  1. Introducción
  2. El dolor y el sufrimiento: la sobre-vulnerabilidad
  3. El miedo como la raíz principal del sobre-vulnerabilidad de jóvenes que viven con VIH
  4. El miedo al castigo de Dios, como realidad a trabajar desde una pastoral-curativa y sanadora
  5. Conclusiones

Introducción

El propósito que me ocupará plantear en esta breve reflexión es la de identificar algunos factores psicosociales que surgen de contextos de pobreza que hacen sobre-vulnerables a los y las jóvenes que viven con VIH. En ese sentido la reflexión surge desde las experiencias de trabajo con estos jóvenes en los barrios urbano-marginales de la Ciudad de Tegucigalpa, Capital de la República de Honduras.

Por otro lado en la convivencia, e interacción a través del acompañamiento pastoral nos damos cuenta de que subyacen motivos más profundos a la sobre-vulnerabilidad, entre ellos, el dolor, el sufrimiento y el miedo. ¿Pero el miedo a que? Esa será la pregunta que trataremos de responder en dicha reflexión.

¿Por qué? porque ha sido el concepto o la palabra que más ha surgido en las pláticas e intervenciones con estos chicos y chicas durante mí trabajo en estas comunidades.

Con el análisis de estas realidades, expondremos: la percepción social, religiosa y ética de la Iglesia y la comunidad en cuanto al tema del pecado-castigo-enfermedad desde el ámbito sexual, tratando de establecer códigos de valores y lenguajes que maneja el barrio en relación a esta población. Y las consecuencias que surgen de esta percepción equivocada.

Y por ultimo dese el análisis bíblico-teológico y pastoral presentaremos algunas propuestas para el acompañamiento a estos chicos y chicas.

El dolor y el sufrimiento: la sobre-vulnerabilidad

Una comunidad pobre urbano- marginal, de esas que existen en las periferias de las grandes ciudades latinoamericanas es candidata al tema de riesgo al contagio del VIH, porque son comunidades vulnerables.

Según la ONUSIDA en su informe del 2007, definen la vulnerabilidad frente al tema del VIH de esta manera:

La vulnerabilidad se deriva de una serie de factores fuera del control de la persona que reducen la capacidad de individuos y comunidades para evitar el riesgo de contraer el VIH. Estos factores pueden incluir: (1) falta de los conocimientos y las aptitudes requeridas para protegerse a sí mismo y a los demás; (2) factores relativos a la calidad y la cobertura de los servicios (p. ej., imposibilidad de acceder a los servicios debido a la distancia, el costo u otros factores); y (3) factores sociales como violaciones a los derechos humanos o normas sociales y culturales. Estas normas pueden incluir prácticas, creencias y leyes que estigmatizan y restan el poder a ciertas poblaciones, limitan su capacidad para acceder o usar los servicios y bienes de prevención, tratamiento, atención y apoyo. Estos factores, por sí solos o combinados, pueden crear o exacerbar la vulnerabilidad individual y colectiva al VIH. Basado en: ONUSIDA (2007a).

Entre los factores psicosociales más comunes de riesgo y contagio del VIH en estas poblaciones marginales, encontramos a nivel micro y puntualmente los siguientes: Desintegración familiar, drogadicción, y el desempleo, cada uno de ellos genera en las personas conductas de riesgo, problemas emocionales e incluso de carácter legal, por la violencia en que se vive.

Muchos personas que viven con VIH y enfermos de Sida proceden de familias desestructuradas en las cuales abunda la violencia verbal y física entre sus miembros, las separaciones, las carencias afectivas, ante este panorama, los actuales seres humanos que viven con VIH, buscan vías de escape en las drogas, en las conductas promiscuas, en la vida desordenada y descontrolada, algunos cayendo en las garras del virus, y lo que lo tienen, propagándolo más. (Sánchez 2001, 90).

La mayoría de seres humanos que son vulnerables al contagio del vih, son jóvenes entre 15 a 18 años, ya que al vivir en estos contextos deshumanizados y carecer de oportunidades de estudio y trabajo, sus vidas están prácticamente condenadas a dos cosas: a la infección y, una carrera delictiva que muchos veces los lleva a la cárcel o en el peor de los casos a la muerte. En el tema de prevención, se hace lo que se puede en estos barrios, ya que el acceso a ellos es casi imposible, pero poco o nada se hace desde el tema de intervención prácticamente se les deja a las manos de Dios.

Por otro lado desde el acompañamiento, el vivir en esas comunidades pobres, cuando no solo crees en la opción por los pobres sino estar con ellos y ellas te das cuenta de otras realidades que subyacen bajo estos factores psicosociales antes mencionados, son realidades a las que llamo sobre- vulnerabilidad que solo las puedes conocer estando y participando y celebrando con ellos y ellas. Aquí es necesario preguntarnos ¿a qué otras realidades son sobre-vulnerables los jóvenes que viven con el vih? Ellas son: el dolor y el sufrimiento.

En ese sentido haremos una aproximación de la realidad de estos jóvenes que viven con Vih, a un nivel macro para conocer sus concepciones acerca del dolor y el sufrimiento

Al respecto Mariah Cecilia Garcéz nos dice desde su experiencia de trabajo con jóvenes en similares situaciones lo siguiente:

Los problemas más graves vivenciados por estas personas proceden de cuestiones estructurales, resultantes del proceso de globalización y de las injusticias sociales a que están sometidos sobre todos los países más pobres, como la profundización de la dependencia económica e ideológica el desempleo creciente, el crecimiento de la competencia y la violencia, además de la falta de inversión en las áreas de educación, salud, nutrición, vivienda, recreación, justicia y seguridad (Garcez 2011, 103).

En consecuencia los jóvenes que surgen de estos barrios, crecen socialmente marginados y sistemáticamente excluidos de cualquier forma de participación y de accesos a los derechos sociales y peor aun si llevan consigo el estigma que les produce vivir con el VIH, el dolor y el sufrimiento cobra fuerza en sus vidas.

Lo interesante aquí es saber que es sentirse dolido para ellos: No es el dolor proveniente del estigma y la discriminación, ni el dolor del rechazo o perdida de la familia, aunque ese dolor siempre está presente y suma. Más bien es el dolor del cuerpo, del cuerpo discriminado, de ese cuerpo joven con toda una vida por delante, es el dolor del deterioro del cuerpo, el dolor colateral que produce la toma y no toma de los medicamentos, es el dolor al desprecio erótico y sexual de ese cuerpo por otras personas. Es el dolor al ejercicio corporal activo del cuerpo. Es el dolor al ver como un cuerpo joven se marchita y se anula, porque en los barrios marginales, no hay manera para que un cuerpo con el VIH pueda mejorar (las carencias de una mejor suerte es evidente) es una realidad terrible, muchos de estos jóvenes después de ser diagnosticados, su nivel de vida se reduce drásticamente. Porque en el imaginario social existe el ideal de que para un joven su cuerpo es su tarjeta de presentación, un cuerpo sano y vigoroso.

Una joven me decía, "Me quiero morir profesor, de que me sirve ser tan linda si mi cuerpo está podrido" En sus ojos pude ver tanto dolor y sufrimiento.

¿Pero que es el dolor? "El dolor es sobre todo el padecimiento producido por el impacto e invasión de una realidad que sobreviene, hiere y daña a quien afecta; es una realidad nociva" (Conde 2002, 292). En ese sentido para un joven de 18 años, el ser diagnosticado con vih cambia toda su perspectiva de vida, ya que no tiene los insumos tanto físicos, emocionales, sociales y económicos para hacerle frente a esa realidad, sumado a esto el desprecio y estigmatización que muchos de ellos y ellas sufren de su familia y comunidad, una comunidad que no responde positivamente a la realidad del vih.

Entonces estos chicos y chicas sufren una sobre-vulnerabilidad que les hace llevar a cuestas una carga muy pesada que no pueden con ella, algunos de ellos terminan suicidándose, o sobre llevan el dolor mediante el uso de drogas, otros se marchan a la calles buscando solidaridad buscando un alivio para su sufrimiento.

El sufrimiento lo entenderemos como:

La reacción dolorida que la mayoría de los y las afectadas por el dolor generan en y desde sí mismo para combatirlo hasta anularlo o, bien para intentar disminuirlo a límites tolerables, si ven que no pueden erradicarlo por completo y aceptar luego la convivencia con esa dosis de dolor, acaban intuyendo o comprobando que va ser su inevitable, aunque no deseable compañero en adelante. (Conde 2002, 293).

Es por eso que es importante destacar que en el ámbito social o en la vida de estos jóvenes que viven con el VIH el dolor siempre va a ser el protagonista principal, por los sentimientos que se generan por el padecimiento y la sobre vulnerabilidad a las que están expuestos y, expuestas.

Por otro lado en el sufrimiento "el protagonista es la persona que padeciendo el dolor no se resigna a quedarse en mero paciente sino que reacciona para combatirlo como sujeto activo" (Conde 2002, 293).

Desde esta perspectiva de él sufrimiento, pero no el sufrimiento de una persona moribunda, sino el sufrimiento como capacidad adaptativa como respuesta a la adversidad del dolor, desde la resiliencia de sus cuerpos donde el sufrimiento se convierte en una realidad concreta de cambio estos jóvenes aprenden a seguir adelante con sus vidas "el dolor desde sus orígenes se nos impone, sobre el sufrimiento podemos llegar a mandar" (Conde 2002, 294).

El dolor y el sufrimiento son realidades o factores psicosociales que subyacen en la vida de los jóvenes que conviven con el vih y que viven en situación de marginalidad, desde mi experiencia de trabajo son de las situaciones de sobre-vulnerabilidad de las que más hablan. Y con las cuales más se identifican. Algunos han buscado la calle y las drogas para sobrellevar el dolor y el sufrimiento por el desprecio de sus cuerpos jóvenes.

Otros a través del acompañamiento y los talleres han comprendido que como sujetos activos, tienen la capacidad de controlar el sufrimiento y buscar un nuevo significado a sus vidas, a pasar de las limitaciones que ya antes mencionamos.

Algunos de estos jóvenes cuando aprenden a vivir con estas adversidades llevan el mensaje de prevención a otros chicos que viven en esos barrios. Es desde esa realidad que muchos de estos jóvenes a través de estos talleres e intervenciones de acompañamiento se han desvulnerabilizando del dolor y el sufrimiento.

Porque han comprendido que:

Tanto el dolor como el sufrimiento son dos ingredientes inseparables de la condición humana, nacemos, vivimos, y morimos agredidos por el dolor y, en consecuencia generando sufrimiento sin que podamos evitarlo. Pero estos ingredientes son parte de nuestra convivencia. Ser humano implica entre otras cosas, dolerse y causar dolor, sufrir y hacer sufrir a otros (Conde 2002, 295).

En ese sentido el ser resilientes a estas adversidades les ha permitido ver un rayo de luz en ese horizonte anhelado. Del cual yo solo puedo intuir que es darle vuelta a la página y continuar con sus vidas.

El miedo como la raíz principal del sobre-vulnerabilidad de jóvenes que viven con VIH

En el primer punto de esta reflexión encontramos dos factores que subyacen a las realidades psicosociales que hacen sobre-vulnerables a los jóvenes que viven con vih en contextos de barrios urbanos –marginales, hablamos en este sentido del dolor y el sufrimiento. En este segundo punto hablaremos sobre el miedo. En la parte introductoria nos hicimos una pregunta ¿Miedo a que? Tienen los jóvenes que viven con vih.

En el trabajo de acompañamiento logramos identificar que estos jóvenes además de tener miedo a morir, al estigma, al rechazo, la naturaleza de su miedo pasan por la creencia que su situación de salud es un castigo de Dios. Tienen miedo de ir al infierno por tener vih.

Pero antes de desarrollar esta temáticas definiremos ¿Qué es el miedo?

El concepto de miedo es definido de la siguiente forma en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua (s/v): " (Del latín metus) Perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario. Recelo o aprensión que uno tiene de que le suceda una cosa contraria a lo que desea.

Partiendo de esta definición, de la cual podemos extraer que el miedo modifica nuestra forma de ser ya sea a nivel interior o exterior, real o ficcional, acudimos al Diccionario Oxford de la Mente, el cual argumenta que las causas principales del miedo serían la exposición a una estimulación traumática, la exposición repetida a una exposición subtraumática (sensibilización), la observación directa o indirecta de personas que muestran miedo y la recepción de información que lo provoca.

En ese sentido podemos establecer que la naturaleza del miedo de estos jóvenes es de índole ideológica-religiosa y cultural, al igual que su sufrimiento y dolor. Ya que la mayoría de estos jóvenes en su niñez fueron parte de la iglesia en este caso de la iglesia evangélica, esta misma iglesia que los condeno a la muerte eterna.

Al sentirse señalados y juzgados, y no aceptados ya que en sus cuerpos esta el virus del vih sumado esto la carga valorativa que se les impone, estos jóvenes son condenados al exilio incluso por sus familias. La gente les tiene miedo, los rechazan porque son pecadores. Esto sucede porque: "con relación al miedo, la timidez, las fobias sociales, la vergüenza, el ridículo, la ansiedad social, en general tienen su más probable causa, en la experiencia de interrelaciones sociales e ideologías o doctrinas religiosas" (Ramírez Villafáñez, 1995).

"Profesor no tengo miedo de morir, pero quiero que Dios me perdone por mi pecado, o si yo no hubiera cedido a los deseos de la carne, no tendría Sida. Esto es un castigo de Dios, mi familia dice que me iré al infierno"

Estos son algunos de los pensamientos que expresan estos jóvenes, cuando tocamos el tema, tienen miedo de irse al infierno.

Ya nadie me quiere, mis padres me juzgan y me miran con desprecio, soy la vergüenza de la familia, o mi novio me dejo de querer cuando se dio cuenta de mi situación, Dios ya no me ama.

El miedo a no sentirse amados, el dolor emocional por el desprecio, y los comentarios, el lenguaje que usa la comunidad para tratarlos, "miren ahí va el sidoso o la sidosa" son elementos que mantienen a estos jóvenes en un constante miedo y dolor. Y vulnerables, muchos de ellos se encierran en su casa y no salen, esperando morir en silencio.

Estas percepciones sociales o comportamientos de la misma iglesia y la comunidad son productos de una ideología patriarcal y del sistema económico deshumanizante que hoy golpea duramente a estas comunidades.

Los comportamientos son adquiridos a través de procesos de socialización, es decir por asimilación de costumbres, tradiciones, mitos y estereotipos perjudiciales tanto para los hombres como para las mujeres.

En una sociedad adultocéntrica estos comportamientos discriminatorios se dan para explicar, acentuar y mantener los estereotipos sociales, los roles y relaciones injustas entre hombres y niños, o entre hombres y jóvenes. "También las ambigüedades de la sexualidad entre el sadismo y la ternura ponen de manifiesto la vulnerabilidad humana" (Masías 2002, 274). Es por eso que para acompañar a estos jóvenes que tienen, miedo, dolor y sufrimiento emocional, lo debemos de hacer con el imperativo de rescatar su dignidad y trabajar desde su subjetividad, explicándoles que desde que nacen y crecen hay una identidad asignada por la sociedad, pero que ellos y ellas desde su corporeidad y procesos de socialización pueden asumir una nueva identidad, una identidad donde puedan hacer nuevas interpretaciones sobre el miedo.

Siguiendo la idea de Zaldívar Pérez (2003), frente a una situación novedosa y provocadora de miedo, lo más adecuado es tener la sensación de control, para ello puede ser interesante disminuir nuestra vulnerabilidad y aumentar nuestra resistencia, situación que llevamos a cabo a través del manejo de nuestros pensamientos (actitudes, distorsiones, exageraciones, creencias…) y sentimientos, así como el análisis de la situación externa a nosotros y la posibilidad de ejercer control para modificarla o ajustes internos para aceptarla y manejarnos en ello.

Me gustaría citar, las cinco verdades sobre el miedo, según Susan Jeffers (1987, 23)

El miedo nunca desaparecerá mientras, siga creciendo, La única manera de liberarse del miedo a hacer algo es hacerlo, La única manera de sentirme mejor es… enfrentarlo, No soy único sintiendo miedo en terreno poco familiar, les pasa igual a todos los demás, Vencer el miedo asusta menos que convivir con un miedo subyacente que proviene de la impotencia.

Y por otro lado para desmitificar el tema del infierno y el pecado debemos trabajar con las iglesias y comunidades, al respecto Lisandro Orlov, hace la siguiente propuesta.

Cuando nos hemos decidido a acompañar a las personas que viven con el vih sida a defender sus dignidad, es estar abiertos al dialogo y a la escucha atenta de historias de vida y de historias sociales. El dialogo abierto y, sincero con una persona estigmatizada y con una situación social y económica de exclusión nos abre la mente y el corazón hacia la dimensión del otro y la otra (Orlov 2010, 31).

En conclusión podemos decir, que los seres humanos sentimos miedo, y es normal tener miedo, cada vez que enfrentamos una situación nueva, un nuevo trabajo, una nueva relación, cuando se nos dan responsabilidades, cuando entramos en una crisis (divorcio, desempleo, drogadicción) esto es, relativamente frecuente a lo largo de la vida, luego el miedo no se supera nunca mientras sigamos viviendo, eso sí, podemos aprender a manejarlo para que no nos paralice o nos invalide.

Evidentemente existen miedos más relacionados con reacciones propias de angustia y ante estímulos muy concretos, como son las fobias, aquí necesitamos de la intervención de un profesional de la salud y tratamientos más específicos, que cuando estamos enfrentando esos miedos diarios y cotidianos que se presentan en nuestras vidas y que también, a veces, nos desbordan o desorientan. Lo importante es hacerle frente y aprender que puede ser una oportunidad para cambiar

El miedo al castigo de Dios, como realidad a trabajar desde una pastoral-curativa y sanadora

En el punto anterior a quedado evidenciado, que el miedo es una realidad con la que los jóvenes que viven con vih tienen que vivir. Como mencionamos antes muchos piensan que tienen vih por un castigo de Dios por sus comportamientos sexuales riesgosos, y como en un pasado fueron conocedores de la Palabra, sienten que ya fueron "advertidos", más cuando desde estas iglesias evangélicas, el adulterio, la fornicación, las relaciones premaritales, o extramaritales son un pecado y quien transgrede estas reglas merece todo lo que le pasa. Es por eso que el sentimiento de culpa es grande para muchos de estos jóvenes, porque sienten que se merecen ese castigo.

En ese sentido la iglesia les ha cerrado las puertas y peor si estos jóvenes tienen una orientación sexual diferente o "anormal". El estigma del pecado, los hace aun más vulnerables. La iglesia se convierte en un colectivo de vulneradores, donde no se practica la gracia de Dios, ni el perdón, ni el amor al prójimo. "no sólo somos vulnerables, sino vulneradores somos seres destructivos: capaces de destruirnos a nosotros mismos, a nuestros congéneres y al entorno" (Masías 2002, 274).

Desde esta perspectiva la iglesia y sus pastorales tienen un gran desafió, en cuanto a la apertura y aceptación de seres humanos que viven con vih y que tienen otras orientaciones sexuales, cuando me refiero a la iglesia, es definitivamente a la iglesia de corte tradicional evangélica que practica una ética deontológica, que es parte de una cultura patriarcal, machista, misógena y homofóbica. Muchas de esta iglesias se encuentran insertadas en los barrios marginales de mi cuidad, sus pastores, son pastores rurales que emigraron del campo a la ciudad y todavía siguen practicando un evangelio excluyente y androcéntrico de las cavernas.

En la actualidad ya existe un trabajo pastoral desde otras organizaciones eclesiales y ONG que trabajan en estos barrios, y se está sensibilizando a estas iglesias en temas de sexualidad, género, y vih sida. En algunas iglesias se muestran signos de apertura y en otras todo lo contrario. Se hace hincapié que en la apertura y el encuentro con estos jóvenes se construye el verdadero reino de Dios.

Esta apertura y este encuentro nos hace profundamente vulnerables, porque aceptamos ser cuestionados y convertidos. Cuanto más vulnerables nos hacemos en la escucha apasionada de vidas y circunstancias, Cristo nos acerca amorosamente a su cruz y la coloca sobre nuestras espaldas como preciosa corona ( Orlov 2010, 31).

Desde este panorama la pastoral curativa sanadora debe tener como iniciativa proponer la apertura y el encuentro desde al amor de Jesús, hacia todos y todas las personas que sufren dolor, y que tienen miedo. Por otro lado la pastoral debe tener como enseñanza primordial la desmitificación de lo que significa ser castigado por Dios más cuando se refiere a enfermedades de cualquier tipo. Una nueva relectura popular sobre el binomio castigo- enfermedad es primordial, para desmitificar en un proceso de aprendizaje que las enfermedades no son castigos de Dios sino mas bien ocurren por otros motivos, como biológicos, físicos, emocionales, y que todos y todas estamos expuestos a enfermedades o virus porque tenemos cuerpos frágiles, que están expuestos a enfermarse y deteriorarse.

Y que el vih, se adquiere, por muchos motivos, no solamente de índole sexual. En este sentido la pastoral curativa-sanadora debe elaborar un nuevo método de aprendizaje que se desprenda de elementos alienantes y deterministas y normativos sexuales hacia un aprendizaje integral donde todos los actores protagónicos de estos barrios participen, en la construcción de un evangelio social, y una ética contextual libre de especulaciones, con el fin de ir desmitificando de que el VIH es un castigo de Dios, y que no tiene nada que ver con el mito de la decadencia sexual o liberación sexual, o distorsiones ideológicas sobre el castigo de Dios. Al respecto Frank Sanders nos dice lo siguiente.

La imagen de Dios que se encuentra detrás del discurso sobre el castigo o la señal de advertencia de Dios y es transmitida a través de esas afirmaciones se presta para suscitar temores (o miedos agregado nuestro) irreales a los cuales pueden asociarse la sexualidad, tal como sucedía en otros tiempos con la amenaza de las enfermedades venéreas o el temor ante un hijo ilegitimo. Tanto entonces como hoy, el temor o miedo no crea moral alguna. En todo caso, conduce a una suerte de doble moral que produce una modificación del comportamiento exterior pero sólo mientras predomine el peligro. El temor es siempre un mal consejero. Y eso vale también para la ética teológica, pues, por regla general, el temor no conduce a un enfrentamiento interior y a una correspondiente modificación del comportamiento, puesto que el comportamiento moral se basa esencialmente en el carácter voluntario de la acción

Desde esta perspectiva entendemos que la moral cristiana que practican estas iglesias y pastores moralistas parece haberse degradado a una pura moral de los actos. Estamos de acuerdo que frente a la epidemia del vih las preguntas concernientes a una ética sexual desde la sexualidad extramatrimonial, la homosexualidad entre otros casos deben seguir en discusión, pero con independencia del vih sida.

Y más cuando hoy en la actualidad siguen existiendo afirmaciones de que el Sida es un castigo de Dios

Un juico semejante no sólo debe ser destruido teológicamente sino también desenmascarado moralmente como expresión de necesidades de venganza y castigo, de un deseo inmisericorde de expiación: en esos actos los hombres se permiten cosas malas, se abandonan –así parece-desinhibidamente a sus placeres, humores, inclinaciones y vicios, y eso no debe quedar impune. La expiación es necesaria. Una mentalidad semejante es autoritaria y dispone de manera infautada sobre los demás seres humanos.

Un último comentario sobre si el sida es un castigo de Dios lo plantea el teólogo alemán Johannes Grundel, donde nos dice lo siguiente:

Una interpretación semejante implica, ignorar el mensaje bíblico de la misericordia de Dios e invertir el mensaje gozoso del evangelio convirtiéndolo en un mensaje de amenaza, instrumentalizar a Dios como garante de las propias representaciones morales y decir más sobre sí mismo y la propia imagen de los valores y de Dios que sobre el Dios del anuncio cristiano.

Como educador social, agente pastoral que ha trabajado en estos barrios con jóvenes y personas que conviven con el VIH y conociendo como muchas iglesias instrumentalizan el mensaje de Dios, para discriminar y excluir a estas poblaciones utilizando el miedo y el castigo como la voluntad de Dios por sus "inmoralidades sexuales" desde una ética moralista viciada de una doble moral, queda como desafió desde estas prerrogativas como el dolor, el sufrimiento, el miedo y el castigo que generan una sobre-vulnerabilidad a estos jóvenes que lo único que piden es expiar sus pecados si es que los tienen, en construir y trabajar desde una pastoral inclusiva, curativa y sanadora, el tema del encuentro con el otro y la otra. En ese sentido proponemos un marco de acción pastoral que centre su reflexión bíblico y teológica en ver la enfermedad como no pecado y el amor como la máxima expresión del cristianismo

El pecado y la enfermedad: en el evangelio de San Juan encontramos una respuesta asertiva para desmitificar el vih como consecuencia del pecado y sobre todo como castigo de Dios, en ese sentido no hay por qué tener miedo, si somos hijos e hijas del Dios de la gracia.

Y sus discípulos le preguntaron diciendo: Maestro nuestro ¿Quien pecó éste o sus padres, para que naciera ciego? Jesús le contesto: ni él pecó, ni sus padres, sino que es para que se manifieste en él las obras de Dios. Juan 9: 2-3.

Desde la lectura de este texto queda claro que cualquier tipo de enfermedad que tengamos o podamos tener, no es producto del pecado, ni mucho menos castigo de Dios.

La Biblia nos enseña y nos revela que todos y todas por la gracia de Dios alcanzamos la salvación aun siendo pecadores, la misericordia de Dios nos perdona. En este punto presentamos a una iglesia que ve a los jóvenes que viven con vih como pecadores y ven la enfermedad del Sida como un castigo merecido a la sociedad que transgrede o se desvía de ciertas normativas sexuales. Es desde esos conceptos tradicionalistas donde se genera toda una campaña de miedo y exclusión hacia estos jóvenes.

Es por eso que es interesante procurar el ejerció del amor desde la pastoral curativa-sanadora para recibir sin juzgar a estos jóvenes que tanto necesitan un espacio de afecto y de dialogo. El amor nos mueve a la acción, la fe sin acción movida por el amor no es fe. De qué sirve decir que soy cristiano o cristiana o pastor o pastora si desde mi comunidad moral excluyo aquellos y aquellas que no son moralmente igual a mí, entonces todo queda en un discurso vacio, creerse cristiano es una cuestión de actitud, de acción y no de palabra, nadie puede decir que es cristiano si no está dispuesto a amar.

Concluyo con las palabras de Pablo en sus carta a los corintios 13:3 cuando nos dice "si reparto entre los pobres todo lo que poseo y aun así entrego mi propio cuerpo para tener de que enorgullecerme, pero no te amor de nada me sirve"

Conclusiones

Las realidades a las que se enfrentan los jóvenes que viven con vih, en estos barrios urbano-marginales son duras y terribles, ya que se carece de las mínimas condiciones para vivir dignamente, los gobiernos de turnos no tiene políticas que respondan preventivamente a las diferentes problemáticas que se suscitan en estas tierras suburbanas, la violencia, la drogadicción, la prostitución, y la infección al vih, solo suman más y más a las estadísticas. Al final cuando no se puede contener ya que esta situación explota diariamente en la ciudad, a través de la criminalidad, las políticas del gobierno en ese sentido se vuelven represivas y no es de extrañarse al ver las noticias como aparecen los cuerpos ejecutados extrajudicialmente en las calles, son los cuerpos de estos jóvenes que viven en estos barrios.

Jóvenes que sufren el dolor de la discriminación tanto de la sociedad como de la misma iglesia, jóvenes que viven con miedo, con vergüenza, jóvenes que necesitan sentirse escuchados y amados. La pregunta que me surge es ¿Quien lo hará? ¿Quien o quienes están dispuestos a subir esos cerros polvorientos y llegar a esos barrios mal olientes, esos barrios marginados donde la pobreza esta clavada en los ojos, de sus habitantes?

Es un desafío, es de hacerse un auto-análisis y ver si realmente tenemos o no la vocación de ser cristianos y cristianas y realmente si estamos dispuesto a hacer la praxis pastoral siguiendo el modelo de Jesús, o definitivamente hacernos la idea de que solo somos cristianos de discursos.

Mi propósito en este artículo fue presentar algunas realidades puntuales que viven estos jóvenes que llevan en su sangre el virus del vih, desde mi experiencia del trabajo. Simplemente con el fin de reflexionar y buscar nuevas líneas de acción pastoral para trabajar desde esos barrios.

 

 

Autor:

Daniel Alberto Trujillo