Las coincidencias y las simetrías revisitadas…
Navegando el Internet encontramos, de modo no muy sorprendente, la existencia de un número incalculable de libros y asimismo de sitios y publicaciones dedicadas exclusivamente a las incidencias del azar.
Una revisión somera de la historia de las ciencias y de la exploración de la Naturaleza, en todas sus magnitudes, nos indica que haber estado en "el lugar preciso, en el momento determinado" es responsable por más de los descubrimientos conocidos, que la perspectiva intelectual o la perspicacia del investigador.
Aun la historia nos enseña el paralelo misterioso del brote simultáneo de ideas, tendencias, filosofías y descubrimientos; como si algo, o "alguien" (un Ser Superior) con inteligencia, los estuviese organizando.
En sumario: que no hay coincidencias…
Los celos, no son coincidencias, ya que constituyen un elemento poderoso en nuestro desarrollo emocional y, juntos con la envidia son responsables de muchas de nuestras actividades y actitudes, tanto patológicas como saludables.
Los celos, el lado lóbrego del amor
Un reciente estudio norteamericano acaba de demostrar que más del 33% de las parejas sufre de celos y casi la mitad de los encuestados los consideran una consecuencia inevitable del amor puro — o sea, del amor verdadero.
Dice el cancionero portorriqueño de Ulpiano Herrera, o ¿es del cubano de Armando Soler?):
"La guayabita madura le dijo a la verde, verde el hombre cuando es celoso se acuesta pero no duerme, ay cholito".
El estudio al que hacemos mención, antes de nuestro interludio folklórico, se obtuvo de un total de 651 estudiantes universitarios, de los que una tercera parte confesó estar afectado por los celos en sus relaciones amorosas. Los síntomas reportados: pérdida de la autoestima, sospechas, abuso verbal, peleas violentas o pánico a ser acosado — es decir, comúnmente se manifiestan tanto en el celoso como en el celado. Sin embargo, de la misma prueba, el 46% consideró que los celos eran una necesidad resultado del amor genuino. Socióloga, Joann E. Rodgers, autor del libro Sex: A Natural History, en el que se habla del lado positivo de los celos en la relación de pareja, nos dice que los celos son tan necesarios para el hombre y la mujer como el amor y el sexo. De acuerdo con la autora, la mayoría de los celos no son patológicos, sino que son sentimientos que operan como una defensa primaria contra signos de infidelidad y abandono. Según Rodgers los celos controlados pueden enriquecer una relación, ayudar a la pasión y ampliar el compromiso. Para esta autora, la total ausencia de celos está asociada a la falta de romanticismo.
Soy más bella que tú… (¿Celos o envidia?)
Pero Rodgers, ¡Está equivocada! Si bien existen relaciones en las que uno de los dos, en la pareja, es más celoso (léase "inseguro") que el otro, la respuesta no está en la personalidad del sujeto, sino en la naturaleza de la otra persona dentro la relación. Si su pareja muestra señales de distanciamiento o si hay una unión en que uno es más valorizado o exitoso que el otro, lo más probable es que existan cuadros de celos considerables por quien se siente amenazado — Es lo normal.
El síndrome de Otelo: los celos patológicos
Si a veces, los celos pueden ser normales, comunes y naturales en la conducta humana, existe un lado oscuro en estas pasiones: los celos patológicos. ¿Qué ocurre cuando los celos se convierten en algo obsesivo y aun peligroso? Cuando la persona amada recibe una llamada y el otro siente la necesidad imperante de saber, en el acto de quién se trata; o cuando se está en grupo y éste se dedica a observar todos los movimientos del otro; cuando no se tolera que la gente sea excesivamente amable con él/ella — o si se piensa constantemente que uno no es lo suficientemente bueno para el otro. Estas situaciones, concebidas para medir si uno es – y en qué grado – celoso, abundan en los tests de las revistas para entretenimiento de los lectores, leídas en todo salón de belleza. Estas obsesiones se tornan en un pasatiempo intrascendente en torno a una emoción, inscrita en el ADN (o código genético) de los humanos, que puede desembocar en catástrofes cuando adquiere la categoría de ofuscación patológica, alimentada por otros factores como el alcoholismo, la homosexualidad latente, o el estrés. El amor se puede transformar en odio y la distorsión de la realidad puede ser un verdadero calvario para una pareja. "Nueve años seguidos quisiera estarla matando", dice Otelo, el moro, en la obra homónima de Shakespeare, cuando se cree burlado por Desdémona, su esposa. Shakespeare anticiparía, quedamente, los riesgos inherentes al mestizaje… Los expertos hablan de los celos patológicos como un trastorno bien diferente de los celos comunes entre enamorados. Este tipo de celos suele darse en personas suspicaces, escépticas, desconfiadas, que tienden a controlar excesivamente a su pareja. Los celos patológicos corresponden a personalidades inestables y pueden tener trágicas consecuencias, tanto en quien los sufre, como para el sujeto de la obcecación. Una persona patológicamente celosa cree que es dueña total de su pareja y así lo exige. La relación termina desequilibrándose, por las excesivas demandas impuestas, afectando seriamente la estabilidad mutua. Muchos profesionales opinan que la falta de amor puede generar en los niños problemas de ansiedad, lo que puede derivar en un adulto histérico y/o neurótico: creador inconsciente de celos patológicos. El celoso patológico reclama sacrificio, pero no es capaz de sacrificarse, siendo muy egoísta, porque desea ser amado incondicionalmente. De ahí que el niño necesite cariño y respaldo como fuerzas creadoras y dosificadas, para asentarse en el mundo adulto sin problemas narcisistas.
Los celos patológicos pueden tener asociados otros trastornos físicos, como pueden ser cambios en la tiroides, trastornos de tipo convulsivos, trastornos de carencias vitamínicas, uso y abuso de estupefacientes, con transformaciones drásticas del carácter y la conducta. Sin hacer mención específica de los trastornos paranoicos de personalidad.
La neurociencia nos asiste mucho, como apreciaremos en otras ponencias futuras que complementan a ésta. Pero lo más importante son las anormalidades psicológicas, entendidas como obsesiones, manías y neurosis. Entre otros trastornos mentales relacionados con los celos patológicos está el delirante paranoide que, como citamos más arriba, corresponde a un estado de elevación de la conciencia del Ego, con gran tendencia a la auto-referencia y a la proyección de las propias ideas en los demás.
Otelo en el momento de asfixiar a la esposa "infiel"
En una peligrosa forma de psicosis paranoide, el tema central lo constituyen los celos sexuales delirantes. Los celos tienen una compleja psicopatología y los celos patológicos se presentan en diversas situaciones, incluyendo la paranoia conyugal (Síndrome de Otelo), limitada al delirio de celos que involucra a la pareja. La angustia a la que se ve sometida una persona celosa deriva rápidamente en ira. La persona acusa, espía o persigue insistentemente a su pareja, con el fin de demostrar la infidelidad, llegando a inspeccionar su ropa en busca de evidencias o a malinterpretar acciones que justifiquen su sospecha. La agresión física se transforma, en estos casos, en un peligro real.
Los celos, también existen en el dominio de los animales que viven en sociedades y que compiten, de modo adaptante por los recursos, el poderío y la posibilidad de ser considerados especiales.
Aquí lo ilustramos, en: El caso de Niko (ya descrito en otra lección)
Fue un crimen de pasión. Niko, era un ser dominante y enamorador contumaz. A las hembras las sometía (como lee el lema del escudo chileno) "por la razón o la fuerza." Si ellas no sucumbían a sus requiebros, él las forzaba a satisfacer sus caprichos sexuales de cualquier manera; mientras que a compañeros de su mismo sexo los intimidaba con expresiones gráficas de su vigor salvaje. Niko no era respetado… Niko era temido y a la vez aborrecido.
"…como son las cosas, cuando son del alma…
…y una noche obscura, lo que hacen los celos…"
Nadie sabe realmente lo que ocurriera, ya que no hubo testigos de ese crimen de abominación.
Un día, cuando la alborada asomó, Niko apareció muerto en medio de un pozo de su sangre. Sus ojos habían sido enucleados y sus testículos extirpados. Ni se encontró el arma con la que el crimen se perpetrara, ni nadie admitió responsabilidad por el mismo. Sus compañeros de alojo, quienes a él resentían, afectaban una maliciosa indiferencia absoluta.
Este fue evento bizarro, que horrorizó a todos quienes regularmente frecuentaban el jardín zoológico de Ámsterdam… porque era éste el preciso lugar en donde moraba Niko, el desventurado chimpancé.
Richard Dawkins, Robert Wright, Jared Diamond y muchos otros destacados antropólogos nos instruyen, con sus entendimientos penetrantes, acerca de la capacidad sorprendente que poseen muchas especies para destruir miembros de su mismo género. En otras palabras, para asesinar. Tal cual, habitualmente, lo hace nuestro propio género, H. Sapiens sapiens.
En su obra de suma magnitud (The Selfish Gene) Dawkins describe, lo que puede que sea una de las razones por la que tantos actos de crueldad ocurran en la Naturaleza: "… [Él dice que es] para garantizar la propagación exitosa de los genes… [de una especie]."
El ser humano, habiendo conquistado la actividad sexual con fines de supervivencia (como lo ha hecho también con la comida y con la bebida) hoy se dedica (cual lo hacen otros simios) a practicar el sexo con objetivos primordialmente placenteros o hedonistas.
Del mismo modo, el ser humano, como parece que sea el caso con algunas otras especies, trata de impresionar a la hembra codiciada con expresiones ostensibles de poder, inteligencia, tenacidad, solvencia y reputación. Virtudes las cuales pueden concisamente ser traducidas en la posesión de riquezas.
En los Estados Unidos, nación que se destaca por sus excesos en muchas áreas, el sueño de todo muchacho joven, habitante de los barrios pobres, nido de los prejuicios raciales y sede del rechazo social, es el de resaltar en los deportes para así lograr la posesión de fortunas inmensas. De ese mismo país también es oriunda la paradoja, de que entre los seres más renombrados estén los atletas, quienes también resultan siendo las personas con la menor educación.
Generalmente, el atleta norteamericano, usualmente de origen africano (de donde se sabe todos procediéramos), procura adquirir tantas mujeres blancas como pueda lograr seducir… para… ¿qué más?… para propagar sus genes, y para validar su ego.
Pero en esta situación hay un detalle peculiar y problemático; detalle el cual reside en la esencia de la siguiente interrogación (la cual carece de respuesta satisfactoria): "¿Si yo no fuera quien yo soy, y, si yo no tuviera tanto dinero… tú, como mujer, te asociarías conmigo?…" (Quizás sí… quizás no…)
El imperativo animal en Norteamérica está supeditado a las fuerzas abrumadoras de los prejuicios raciales de una nación la cual está irremisiblemente fraccionada y socialmente polarizada. Por esa misma causa, no toma mucho tiempo para que el atleta descubra que sus "hembras" (mujeres blancas, en la mayoría de los casos), no desean precisamente la recepción de sus genes, si no que lo que ansían, en lugar de éstos, es lograr un acceso ilimitado a sus cuentas bancarias. Esto, al atleta, consecuentemente, le menoscaba la autoestima y desencadena tendencias primitivas, que en círculos freudianos se conocen como la expresión de la "rabia narcisista" ("narcissistic rage").
El atleta, o el político, cuyos logros físicos, pecuniarios y de publicidad, han sobrepasado, en exceso, sus alcances culturales e intelectuales; trata de disminuir el trauma penoso a su ego; que les ocasiona su falta de educación, de abolengo y de oportunidades culturales; engañándose a sí mismo con la falsa creencia de que él está dotado con atributos de omnipotencia, confiando de ese modo que todo (no importa cuan descabellado sea) lo que haga, le saldrá bien.
Sin embargo, los resentimientos engendrados (¿ven?… el gen otra vez) por la evidencia ostensible y amarga de las ventajas que el usufructo injusto de sus éxitos han proporcionado a cualquier mujer (a quien él crea desleal) pueden guiarlo a cometer crímenes de punición. Esto, se entiende en círculos darvinistas, que él lo hace para proteger "la transmisión exitosa de sus genes"… ¡Cosa triste! …
Y eso puede que así sea… por lo menos, en algunos casos… ¿Puede alguien recordar alguno?
En resumen
Los celos pueden ser otra expresión de las presiones sociales bajo las cuales todos vivimos, asimismo pueden ser manifestaciones de psicopatologías paranoicas severas, como pueden ser trastornos orgánico-funcionales, como pueden ser tendencias genéticas o aprendidas del entorno.
Quizás ser un poquito celoso es gracioso — pero los celos excesivos son problema serio…
Ahora, consideremos el otro lado de la misma moneda
Amor y odio, pasiones poco entendidas
Dr. Félix E. F. Larocca
En una previa ponencia: Amor y celos, discutimos esa pasión tan responsable por tantas miserias humanas. Aquí añadimos el elemento del odio… Otra de nuestras pasiones intensas.
Todo lo que nos acontece y todo a lo que respondemos son parte de nuestro legado genético, hormonal, sexual. Todo.
No podemos concebir que un evento tan natural como lo es parir, pueda existir sin que un concierto de hormonas acompañadas de neurotransmisores lo controle y lo hagan posible.
No olviden revisar las lecciones que nos explican los efectos neuroquímicos de ciertas hormonas — de la oxitocina en especial.
Una mujer sin gordura, perfectamente feliz con los contornos de su anatomía. Orgullosa del impacto que su cuerpo y sus proyecciones sensuales hace a ambos sexos, decide que para ser exitosa no debe engordar, renunciando a los dulces — ¿está loca?
NO. Por supuesto que no lo está. La gordura y el azúcar son enemigos del sexo. (Véase la lección de este mismo título).
Bueno, entonces, ¿son el amor y los odios anormales?
NO. No, porque a veces se confunden entre sí. Esto sucede porque el amor y los odios son caras de la misma moneda.
Como son caras de la misma moneda la gordura y la belleza.
Las contribuciones de la neurociencia
Hace muchos años que descubriera en Saint Louis que los "expertos" no son (a menudo) muy expertos y que para que el conocimiento y el futuro de la ciencia avancen, uno debe de estar dotado de un instinto iconoclasta. Un instinto que rechaza el status quo que todos parecen preferir.
Actualmente nos encontramos en la encrucijada forzosa que Bush (el peor de los presidentes norteamericanos) ha creado, fomentando el odio entre pueblos que otrora fuesen hermanos.
EL AMOR Y EL ODIO
Amor es una de esas palabras disipadas, que para muchos seres descaminados, sólo significa sexo.
Amor es una de esas grandes fuerzas de la vida.
Pero Amor- Odio es un binomio que comparten muchos nombres. Son un par de fuerzas en equilibrio, en el proceso de la evolución humana.
Al comienzo, una situación de amor posible, ofrece las siguientes alternativas: Indiferencia o Interés.
Una vez que nos produce interés, la relación entre los seres presenta: atracción o rechazo que en sus expresiones máximas son Amor, Indiferencia o Desdén.
El actual individualismo requiere una permanente lucha por el equilibrio de estas fuerzas en conflicto.
Toda relación entre parejas, pasa por las dos primeras fases: Indiferencia o Interés.
En la propaganda, en las relaciones personales, en la consecución de un trabajo, en la relación de negocios, en el cortejo, en todo en nuestras vidas.
Primero tenemos que despertar un interés en el participante, después la corriente debe inclinarse hacia el lado amor, atracción, desear aquello que ofrecemos.
Cuanto más reforcemos la atracción más multiplica la fuerza que une. Esto en cualquier área: propaganda, ventas, ayuda, caridad, empleo, filantropía, lo que sea. Pasa con animales y humanos.
Cuanto más profundo es nuestro amor más dolorosa es nuestra pérdida. Se trata de la distribución de vectores de componentes narcisistas. De lo que antes hemos hablado en previas lecciones.
El objeto que amamos está dotado por fuerzas emocionales que provienen de nuestras reservas emotivas. Cuando mucho amor sentimos, mucho de nuestras reservas narcisistas son entregamos a la persona amada.
Cuando esa persona nos decepciona, nos abandona o nos traiciona. Esas fuerzas psicológicas retornan a nuestro Ego con un impacto profundo de pérdida, de trauma y de dolor.
Esta condición resulta en la llamada rabia narcisista de la que ya hemos hablado y la que está reventando con sentimientos sórdidos de venganza — así se explican las acciones de Niko y las de los atletas que antes estudiáramos en esta ponencia.
El amor y el odio ying y yang de nuestros sentimientos.
En resumen
El amor y el odio, existen, y deben de existir en balance, para permitirnos el privilegio de gozar de lo que experimentamos y de lo que heredáramos de nuestro pasado paleolítico y evolutivo.
Y, con la ponencia que sigue, completamos esta trilogía del amor, como pasión humana… Ya que estudiaremos el amor y su parte más controversial: El sexo, como su expresión — lo que, a menudo, deja de serlo…
Amor y sexo, en polos opuestos del cerebro
Dr. Félix E. F. Larocca
Esto ocurre en los primeros momentos del enamoramiento:
El enamoramiento sume al que lo siente en algo que parece una enfermedad mental –mezcla de manía, demencia y obsesión que aparta a la gente de sus amigos y de su familia, y que produce un comportamiento extraño: llamadas telefónicas constantes, vigilias secretas, poesías compuestas, canciones inspiradas…, tan intenso, que podría confundirse con una pesadilla.
Ahora los neurocientíficos han producido imágenes cerebrales de esta actividad antes de que se asiente en la etapa del romance de vino y rosas o en la rutina del compromiso de larga duración. En un análisis de las imágenes publicado en la revista The Journal of Neurophysiology, investigadores de Nueva York y Nueva Jersey argumentan que el amor romántico es un impulso biológico distinto de la excitación sexual.
Es más: según afirman los investigadores, está más próximo a fuerzas como el hambre, la sed o la adicción a las drogas que a estados emocionales como la inquietud o el entusiasmo. La investigación ayuda a explicar por qué el amor produce esas emociones disparatadas que van de la euforia a la rabia y de la rabia a la ansiedad, y por qué parece hacerse incluso más intenso cuando se termina.
"Cuando alguien está en las garras de este amor romántico es irracional, va al gimnasio a las seis de la mañana… ¿Por qué? Porque él, o ella, está ahí", dijo la doctora Helen Fisher, antropóloga de la Universidad Rutgers y coautora del análisis. "Y cuando uno es rechazado, puede contemplar la posibilidad de acosar a su amada, tanto con el homicidio o aun con el suicidio. Esta compulsión hacia el amor romántico puede ser más fuerte todavía que las propias ansias de vivir". (Consulten aquí: Anatomy of Love: The Natural History of Monogamy, Adultery and Divorce por H. Fisher).
La tecnología de imágenes cerebrales no puede leer la mente, advierten los especialistas, y un fenómeno tan complejo y socialmente determinado como el amor trasciende gráficos de computadora como los producidos por la técnica utilizada en el estudio, llamada resonancia magnética funcional. Sin embargo, según el investigador Hans Breiter, director de la Colaboración en Neurociencias de Motivación y Emoción del Massachusetts General Hospital, "este estudio realmente mueve el marcador en términos de entender la emoción romántica".
Recompensa y aversión
"Los hallazgos concuerdan con un cuerpo creciente de literatura científica que describe un sistema de recompensa y aversión, y ponen esta construcción intelectual del amor sobre el mismo eje de recompensas como el comer, el calor o la adicción a las drogas", afirmó Breiter.
En el estudio antes mencionado, las doctoras Fisher y Lucy Brown, del Albert Einstein College of Medicine, del Bronx, y el doctor Arthur Aaron, psicólogo de la Universidad Estatal de Nueva York, en Stony Brook, condujeron a un equipo que analizó alrededor de 2500 imágenes pertenecientes a 17 estudiantes universitarios que se habían enamorado hacía semanas o unos meses.
Los estudiantes observaron una foto de su amada/o mientras una máquina de resonancia magnética escaneaba su cerebro. Los investigadores luego compararon las imágenes con otras tomadas mientras los estudiantes miraban la foto de un conocido. La tecnología de resonancia magnética funcional detecta incrementos o descensos del flujo de sangre en el cerebro que reflejan cambios en la actividad del cerebro.
En el estudio, un mapa generado por computadora de las áreas particularmente activas mostró puntos calientes en áreas de localización profundas, por debajo de la conciencia, en áreas como el núcleo caudado y el área tegmental ventral, que se comunican entre sí como parte de un circuito altamente emocional.
Estas regiones tienen un denso contenido de células que producen o reciben un químico llamado dopamina, que circula activamente cuando las personas desean algo o anticipan una recompensa. En estudios en jugadores, consumidores de cocaína e incluso gente que apuesta a juegos de computadora por pequeñas cantidades de dinero, estos sitios dopaminérgicos se activan extremadamente cuando ganan.
Sin embargo, enamorarse está entre los comportamientos humanos más irracionales, no sólo es cuestión de una pequeña satisfacción o de ganar una recompensa. Los investigadores encontraron que un punto en particular, en el núcleo caudado, estaba especialmente activo en personas que obtenían altas marcas en un cuestionario que mide el amor apasionado.
Esta región, vinculada con la pasión, está en el lado opuesto del área que registra la atracción física, descubrieron los científicos, y pareció estar fusionada con el deseo y la inexplicable pulsión que la gente siente hacia una persona en particular entre otros que la atraen.
Esta distinción entre encontrar atractivo a alguien y desearlo, entre gustar y querer, "ocurre en una zona del cerebro de los mamíferos que se ocupa de funciones básicas, como comer, beber, mover los ojos, todos en un nivel inconsciente, y no creo que nadie esperara que estuviera tan especializada", dijo Brown.
La intoxicación de un nuevo amor se amortigua con el tiempo, por supuesto, y las imágenes reflejan evidencias de este cambio, recalcó Fisher.
En un estudio anterior, publicado en el año 2000, y que nosotros reportáramos para la UD cuando se publicara, investigadores de la Universidad de Londres monitorearon la actividad cerebral de hombres y mujeres jóvenes que habían tenido una relación durante dos años. Las imágenes mostraban activación en muchas de las mismas zonas, pero significativamente menos en la región relacionada con el amor apasionado, explicó.
En el nuevo estudio, los investigadores también detectaron diferencias individuales en su grupo basadas en el tiempo transcurrido desde el comienzo de la relación romántica. Comparados con los que se encontraban en las primeras semanas de su amor, aquellos que ya habían pasado más de un año mostraban significativamente mayor actividad en una zona del cerebro ligada con el compromiso de largo plazo. (Para un estudio detallado de estos conceptos, consulten: What’s Love Got to Do with It: The Evolution of Human Mating por M. F. Small).
El amor reciente es tan incierto, por el temor siempre presente de que no sea enteramente correspondido, y por la posibilidad de que el sueño termine súbitamente.
Fenómeno frustración-atracción
En otro experimento, los científicos descubrieron que cuando una persona es rechazada, se activa la zona del cerebro vinculada con el amor apasionado. "Se trata de un fenómeno que llamo frustración-atracción", dijo Fisher.
Una de las voluntarias del estudio fue la neoyorquina Susanna Katz, de 22 años, que desde hacía tres años había finalizado una relación con su novio. Katz dijo que se había vuelto hiperactiva para distraer su atención luego de la separación, pero que también sufría en ciertos momentos de un estado físico similar al de la abstinencia.
En otros estudios, investigadores descubrieron que, entre otros procesos, un nuevo amor involucra la internalización psicológica de la figura del enamorado, absorbiendo elementos de las opiniones de la otra persona, sus hobbies, sus expresiones, su carácter como así también compartir los propios.
Freud lo anticiparía cuando hablaba de identificaciones con "el agresor", aquí siendo la persona responsable por nuestra amargura.
"La expansión del ego ocurre rápidamente -dijo el doctor Aaron, co-autor del estudio-. Es una de las experiencias más excitantes, y lejos de amenazar nuestra supervivencia, es una de las experiencias que más nos motivan".
Pero, tener que vivir todo esto de una sola vez, mientras uno está enamorado, se enreda con las emociones o áreas más profundas del cerebro. Inevitablemente, la actividad en esas áreas, se calma y los circuitos del encéfalo relacionados con la pasión quedan intactos hasta que un nuevo amor se cruce por el camino, concluyen los investigadores.
En resumen
Gracias al campo nuevo de la neurociencia asistida por la imaginería cerebral computarizada (ICC), algunos conocimientos básicos de nuestras funciones innatas continúan siendo elucidadas y, más o menos, entendidas, sino bien explicadas.
Muchos de los conocimientos de laboratorio en que confiamos son simple confirmaciones de lo que ya descubrimos a través del estudio directo de los comportamientos humanos durante la psicoterapia emotiva/racional.
Pero, a un nivel más fructífero, sería útil distinguir los elementos que entran en juego, cuando lo natural (como el amor) se altera, conduciendo a los celos agresivos; y el hambre a la gordura, la bulimia, o a la anorexia; y la sed al consumo de líquidos que nos enferman.
Piensen…
Fin de la lección.
Bibliografía
Suministrada por solicitud.
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