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Trilogía del Amor: El Amor, el Odio y los Celos

Enviado por Felix Larocca


Partes: 1, 2

    1. Las coincidencias y las simetrías revisitadas…
    2. Los celos, el lado lóbrego del amor
    3. El síndrome de Otelo: los celos patológicos
    4. Alteraciones asociadas
    5. Aquí lo ilustramos, en: El caso de Niko (ya descrito en otra lección)
    6. En resumen
    7. Amor y odio, pasiones poco entendidas
    8. Las contribuciones de la neurociencia
    9. Amor y sexo, en polos opuestos del cerebro
    10. Recompensa y aversión
    11. Fenómeno frustración-atracción

    Hablamos del amor estas y en otras lecciones — Pero, ¿y los celos? — ¿Quién los entiende?

    ¿Matar por amor? ¿Morir por amor? ¿Cómo es posible? Pero, esto sucede, y pasa mucho… pasa tanto, que algunas naciones justifican este tipo de homicidio como un acto de autodefensa, ya que es la salvaguarda del "honor" — Este último concepto es simultáneamente, en nuestra opinión, concepto nomotético e idiográfico, imbricado al concepto de la Ley Natural.

    Para quienes sean curiosos acerca de la Ley Natural, como nosotros la hemos desarrollado, invitamos su atención a nuestras ponencias al respecto.

    Para quienes desean saber más acerca de los vocablos que en el segundo párrafo de esta ponencia imbricamos a la Ley Natural, aquí reproducimos la explicación suministrada por la Enciclopedia Symploké:

    "Idiográfico/Nomotético:

    "De Enciclopedia Symploké, la Enciclopedia Libre.

    "Distinción acuñada por Guillermo Windelband para distinguir los diversos dominios de las ciencias. Así, las ciencias nomotéticas son aquellas que tienen por objeto las leyes lógicas, es decir, las ciencias de la naturaleza, que buscan estudiar procesos causales e invariables. Por contra, las ciencias cuyo objeto es el estudio de los sucesos cambiantes, como la Economía, el Derecho o la Historia, son ciencias idiográficas. Esta distinción fue básica en la Escuela de Baden, proseguida por Enrique Rickert".

    Prosigamos con nuestra faena de hoy…

    ¿Recuerdan ese poema antiguo, El Duelo del Mayoral? Del mismo extraemos unas estrofas, para ilustrar como operan los sentimientos del hombre que cela:

    "…Y tuve celos, señora, del que así me hablaba y tuve celos de aquel que moría y aun muriendo la amaba… Y la sangre cegó mis pupilas y el machete en la mano tembló me con rabia y lo hundí en su pecho con odio y con furia y rasgué su carne buscándole el alma… Porque en el alma se llevaba mi hembra

    y yo no quería que se la llevara…"

    Pero, recordemos que esta serie de lecciones están íntimamente superpuestas con la existencia incuestionable, de los llamados "accidentes", que como hechos, a menudo, nos visitan en la vida.

    Los celos, no existen por accidente, como el amor no es circunstancia fortuita de la condición humana. Para entenderlos, debemos de examinar de nuevo lo que, a penas conocemos de nuestro pasado prehistórico, investigar las tendencias culturales y eventualmente considerar las teorías que explican nuestro desarrollo psicológico — porque tanto el amor como los celos son asuntos que forman parte fundamental de nuestra naturaleza.

    Desde el punto de vista religioso, la tradición judeocristiana nos enseña que Caín tuvo celos de Abel, a quien eliminara. Que Dios, al principio de los Tiempos, era un Ser agitado, enfadado, bipolar, impulsivo y celoso. Que Sara acechaba a Hagar y que Saúl tenía celos de David.

    Con respecto a los celos, las mitologías griegas y las hindúes son muy prolíficas en historias acerca de éstos. Y para no ser menos, Shakespeare, cuyas obras, a menudo, celebran el amor y sus miserias en todas sus formas; en Otelo, especialmente nos consagra el personaje trágico cuyo nombre se diera al síndrome de los celos patológicos.

    ¿Quién las envió?

    Freud descubrió la rivalidad celosa entre hermanos mientras que el santo/filósofo, San Agustín, en sus Confesiones, lo hiciera con muchos años de anticipación al advenimiento del psicoanálisis.

    Mientras que Jesús, amonesta a sus discípulos por tener celos de María Magdalena —

    …y así nuestra historia prosigue.

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