- Autoestima: una constelación conceptual y afectiva
- Narcisismo: entre el alpinismo y el trekking
- Los malestares de la autocrítica
- Bibliografía
Los discípulos deben a sus maestros sólo una fe temporal y una suspensión del propio juicio hasta tanto no hayan recibido una instrucción completa, pero no una disminución absoluta ni un cautiverio perpetuo de su mente. Así, pues, dejemos que los grandes autores reciban el tributo que les corresponda, sin que el tiempo, que es el autor de todos los autores, se vea privado del suyo, el cual consiste en avanzar ininterrumpidamente en el descubrimiento de la verdad.
Francis Bacón.
Autoestima: una constelación conceptual y afectiva
El autor quiere dilucidar la autoestima. ¿Por qué negarlo? dilucidar es "aclarar y explicar un asunto, especialmente si es confuso o controvertido, para su posible resolución". Quiero aclarar y explicar. Quiero pasar a la acción, resolver, evitando la especulación inconducente. Si en mis escritos anteriores he evitado una teoría monolítica, sería demasiada mala suerte que no la evite en éste. Ni teoría dogmática ni pobreza teórica: "constelación conceptual" (Horstein, 2011).
Freud usa en el alemán la palabra Selbstgefühl y puntualiza que tiene dos significados. Uno es la conciencia de una persona respecto de sí misma (sentimiento de sí) y el otro es la vivencia del otro valor respecto de un sistema de ideales (sentimiento de estima de sí). Como "sentimiento de estima de sí" es una expresión demasiado larga en español, la reemplazaré por autoestima (más coloquial). Ella puede ser vivenciada como positiva (orgullo, vitalidad) o como negativa (culpa, vergüenza, inferioridad) (Horstein, 2011).
En los últimos años se ha registrado una explosión discursiva en torno del concepto de autoestima, y ha sido sometida a una crítica minuciosa por varias disciplinas. La autoestima no señala un núcleo estable. Está sujeta a un constante proceso de cambio y transformación.
"Disciplina" tiene dos significados. Ya sea una área que se ocupa de una práctica específica, ya sea la obediencia al paradigma "propio". Ese encierro disciplinario es uno de los obstáculos para repensar las relaciones entre valores sociales y autoestima. Se trata de aportar herramientas intelectuales, relacionales y afectivas en un abordaje multidimensional (Horstein, 2011).
Más adelante hablaré del cristal y el humo, cuando veamos cuánto hay de determinismo y de azar en las ciencias, tanto en las exactas como en las humanas y, por supuesto, también en la historia personal. Ahora recurro a otra metáfora: constelación conceptual (Horstein, 2011).
Como los batallones en regimientos, las ideas se organizan. Pero menos militarmente, porque las ideas son menos susceptibles de disciplina que los soldados. Nunca pueden ser domesticadas. Hay una jerarquía de las ideas, que supone cierta arquitectura, pero no deberíamos metaforizarla con un edificio sino con el firmamento. como si conformaran una constelación de estrellas. Las estrellas están relacionadas entre sí.
Entonces, en vez de teoría monolítica, "constelación conceptual". ¿A qué constelación conceptual echar mano para dilucidar la autoestima?
El meollo está en la relación entre el yo, los valores y las metas interiorizadas. La persona incrementa su autoestima en la medida en que se siente más próxima a los proyectos que demandan sus ideales. Una frustración narcisista puede precipitar una depresión al producir un colapso parcial o completo de la autoestima si el sujeto se siente incapaz de vivir acorde con sus aspiraciones. Esas aspiraciones pueden estar a años luz o relativamente cercanas. Cuanto más lejos estén, más recursos se dedicaran a disimular ese hiato (Horstein, 2011).
¿En qué lugar nos colocamos al escribir? El peligro es demostrar lo que se quería demostrar, terminar dónde se empezó, en las propias ideas, incapaces de aceptar razonamientos ajenos, ideas nuevas. El núcleo de las firmes convicciones es lisa y llanamente pereza[1]
Pierre Bourdieu advirtió sobre la tendencia de los intelectuales al "esteticismo filosófico" y también advirtió sobre otra tentación: la "esloganización" típica de los opinologos que se quieren hacer pasar por sabios. El intelectual critico está en las antípodas de ambas actitudes. Debe comportarse como un explorador con varios desafíos: encontrar la verdad, hacer una traducción que vuelva sensibles las cuestiones abstractas, destruir la falsedad y hallar los instrumentos que le den fuerza a esa verdad (Horstein, 2011).
Toda lengua humana desafía la realidad. Se escinde en dialectos y los factores de diferenciación funcionan entre clases sociales, ideologías explicitas o sumergidas, credos, profesiones. La jerga puede variar. Muchas veces, hombres y mujeres no quieren decir lo mismo cuando escriben la misma palabra. Como señala George Steiner en Los libros que he escrito, en ciertos momentos estos cambios pueden tornarse espectaculares en nuestro acelerado presente.
El academicismo es la sumisión exagerada a las reglas de la escuela o la tradición, en detrimento de la libertad, la originalidad, la invención y la audacia. Es el gusto inmoderado por el estilo culto o universitario: una forma de dirigirse a la propia parroquia antes que el lector interesado en el tema opuesto.
Un buen psicoanalista no escucha lo que quiere escuchar sino lo que el paciente dice. Un buen lector lee libros que le contradicen, se obliga a ocuparse de temas que a él no se le hubieran ocurrido. Un buen investigador no tiene miedo de perder el rumbo si mira alrededor. Abordaremos la complejidad de lo real sin reducirla con prejuicios o intereses (Horstein, 2011).
Hemos entrado en la era de la información, o mejor dicho en la evolución de las informaciones. Hay que salir del aturdimiento. Los mensajes que recibimos muchas veces son spam. La historia no es un conjunto indiscriminado de noticias sino una organización de las noticias. Las certezas viejas han desaparecido y no hemos alumbrado todavía certezas nuevas. La sociedad se ha hecho contradictoria, vivimos entre paradojas que resultan difíciles de manejar. Quizás no recuperemos nunca ese tipo de certezas y, al final y al cabo, en la edad adulta tampoco recuperamos las certezas infantiles (Horstein, 2011).
Nuestra cultura se está descascarando. La cáscara es protección. Están naciendo nuevos frutos con nuevos envoltorios. Surgen nuevas formas de vida afectiva, de relaciones de pareja, de organizaciones familiares.
El obstinado rigor de Leonardo. Como vamos a hablar del rigor científico y la palabra "rigor" es una palabra antipática, mejor es que comencemos con la advocación de Leonardo da Vinci, con el paraguas Leonardo. Fue un genio en el arte y en la ingeniería. Su obra combinaba audacia y obstinado rigor (Horstein, 2011).
Se puede postular una escala don-talento-genio. El don es una felicidad para aprender. El talento, una potencia para crear. El talento está relacionado con una autoestima suficiente (por lo menos en el aspecto en que se es talentoso) y productiva.
La técnica se distingue del arte, incluso de la artesanía, por su eficiencia impersonal: un mismo objeto técnico puede ser fabricado idénticamente por todos los individuos competentes y convenientemente equipados; una obra de arte, no. Por eso el arte y la (psicoterapia) son singulares (Horstein, 2011).
La del rigor es una gimnasia interminable. El que se siente en los laureles abandonará la búsqueda para pasar a predicar su verdad revelada. Y usted advertirá fácilmente cuando el rigor es un pretexto y pura rigidez, puro dogmatismo.[2]
La crítica consiste en someter nuestros conocimientos, valores y creencias al tribunal de la razón. La razón se juzga, pues, a sí misma, lo que hace de la crítica algo necesario (una razón que no se examine peca contra la razón).
Existen estrechos vínculos entre las posiciones teóricas y metodológicas y las implicaciones afectivas, ideológicas, económicas e institucionales del investigador. En el terreno del arte es lo que Sartre denomino compromiso, refiriéndose a su aspecto más explícito. El artista comprometido, más que dejar fluir su arte, debía encaminar por la buena senda (Horstein, 2011).
Hablaremos de "condicionamientos" por lo general implícitos o disimulados. La idea de neutralidad del investigador es dejada de lado para dar lugar al análisis de su compromiso. Reconocerlo no significa admitir una impotencia. Significa, por el contrario, abrir nuevas vías de investigación que no consisten en erradicar la subjetividad sino en analizar en qué medida interviene en el proceso de construcción y adquisición del conocimiento (Horstein, 2011).
La teoría psicoanalítica describe las vicisitudes de la autoestima según la relación entre el yo y sus ideales.[3] Estos se convierten en los depositarios de la omnipotencia narcisista original y el yo disfruta de autoestima en la medida en que su representación de sí se acerca a sus valores éticos y estéticos. Ellos contienen múltiples identificaciones con los padres, así como identificaciones posteriores con hermanos, contemporáneos y adultos admirados (Horstein, 2011).
Se dice que el psicoanálisis ya no interesa, que no es contemporáneo. Y otros, en cambio, ni deprimidos ni eufóricos, están luchando con los nuevos desafíos clínicos, teóricos y transdiciplinarios. Una vez apareció en un periódico que Mark Twain había muerto. El escritor, que estaba vivo y con el humor siempre despierto, les mando un telegrama: "Noticia de deceso muy exagerada". Twan no dijo "falsa", dijo "exagerada". Observen ese matiz (Horstein, 2011).
Las neurociencias y las ciencias sociales cuestionan al psicoanálisis. La causalidad biológica y cultural pueden confluir con la causalidad psíquica pero no reemplazarla. Esto vale tanto para el psicoanálisis como para las neurociencias. Allí no abunda la biografía sino el desafío de creerla. El intercambio es más necesario que nunca, para evitar cierto discurso psicoanalítico autosuficiente que pretendió sentarse en sus laureles viviendo a costillas del pasado (Horstein, 2011).
Fundamentarse en Freud no es buscar garantía en él ni menos que atarse a él. En la actualidad estamos obligados a pensar el psicoanálisis con la física, lo biología, las neurociencias, las ciencias sociales; la epistemología de hoy (Horstein, 2011).
Duplicar un tema es tomar el toro por los cuernos. El primer intento consistirá en abordar, como mencioné en trabajos anteriores, la relación yo/superyó[4]los baluartes narcisistas, los vínculos significativos, la forma de elaborar ciertas pérdidas y traumas[5]pasados y presentes, los efectos de los logros y de las metas futuras en las valoraciones del yo.
Si predomina la vulnerabilidad de la autoestima, las personas se tornan especialmente sensibles a los fracasos y a las desilusiones. Se centran en sí mismas y dependen mucho del reconocimiento y la admiración de los otros. El yo es un sitio virtual. "Tiene" representaciones y posesiones. Las "posesiones del yo" son como páginas de un sitio en la web. Páginas con relaciones con los otros reales, pensados y fantaseados. La autoestima es resultante de un devenir de las relaciones acordes con la constelación de ideales así como con el abanico de vínculos. Los factores de la realidad que influyen en la autoestima son las relaciones satisfactorias con los otros y los logros acordes con aspiraciones del ideal[6](Horstein, 2011).
La autoestima es inestable. La hacen fluctuar las experiencias gratificantes o frustrantes en las relaciones con otros, la sensación de ser estimado o rechazado, el modo como cada persona evalúa su distancia con sus metas y aspiraciones[7]por un lado, y los logros y el éxito por el otro. La hacen fluctuar también las exigencias de sus ideales: cuanto más estrictos son más afectan la autoestima (Horstein, 2011).
Y la apuntalan aquellos otros significativos que ratifican su amor. La satisfacción de los deseos la eleva. Así como la imagen de un cuerpo saludable y agradable estéticamente.
Resumiendo: el investimento[8]de la autoestima es afectada por la pérdida de fuentes externas de amor, por exigencias exacerbadas, por la incapacidad de satisfacer las expectativas del ideal, por la frustración de los deseos, por enfermedades o por cambios corporales indeseados.[9]
Narcisismo: entre el alpinismo y el trekking
El pensamiento es un escalar y en eso se parece al alpinismo. Y a medida que ascendemos vamos perdiendo aire. El trabajo de pensamiento, a medida que avanza, pierde asideros, esos asideros que nos esclavizan pero nos dan un sentido. El aire se enrarece (Horstein, 2011).
El pensamiento, como el alpinista, no sólo sube sino que también baja. Construimos modelos para entender la realidad, pero la realidad nunca coincide totalmente con los modelos. En nuestro trekking no vamos por una avenida, vamos por senderos tortuosos. Paramos cuando estamos fatigados. Retrocedemos cuando sentimos miedo.
La organización psíquica tiene subestructuras. No son innatas. El yo, el ello y el superyó se construyeron y se siguen construyendo. Podemos describir su construcción, es un camino de ida y vuelta (Horstein, 2011).
El yo permite distinguir entre yo y lo otro, lo que no es yo. Antes del yo, el cachorro humano vive en un mundo indiferenciado, relativamente indiferenciado, porque siente los distintos ritmos de su cuerpo, el frío, el calor. Está indefenso. Si se lo deja sólo, abandonado en la montaña, morirá. Pero no lo sabe. Sus necesidades son cubiertas por los adultos.
En esta historia con muchos protagonistas, también del lado de los padres ocurren cosas. El bebé va dejando de ser una novedad, el milagro de que en un lugar vació ahora hay alguien y muy importante. El padre y los hermanos, si los tiene, reclaman más atención de la madre. La madre echa de menos lo que era ser mujer sin ser madre (Horstein, 2011).
El "edificio psíquico" nunca está terminado. Se le derrumban paredes o techos. Se hacen obras de mantenimiento y obras de ampliación. Durante su larga existencia pasa por distintas etapas de habitabilidad. Los conflictos neuróticos perturban los vínculos, es decir, las realimentaciones. Perturban también los proyectos.
Cuando aumenta la autoestima, aumenta la capacidad de dar y de amar, de sentir y de expresar gratitud, de preocuparse por los demás. Solo el millonario puede ser filántropo. pero la voluntaria de hospital, sin ser millonaria, también da. Damos porque nos sobra… y porque también algo nos falta (Horstein, 2011).
La etapa del narcicismo es idílica. Uno está inmerso en el mundo. Ni siquiera sabe que existe el mundo. Un día el niño es echado del paraíso. Y entra en la sociedad humana, en el "se puede/no se puede". El ideal del yo rescata todo lo que le es posible del naufragio del narcisismo. Como si tomara fuerzas de la nostalgia que siente por la época en que era para sí su propio ideal. buscar y encontrar nuevos proyectos es investir el futuro.[10]
"No está muerto quien pelea" y hay un narcisismo sobreviviente. Es lo que mantiene la cohesión, la estabilidad (relativa) la identidad y la autoestima.
El narcisismo integra diversas corrientes: la de la búsqueda de la autonomía y la autosuficiencia con respecto a los otros, la pretensión de dominar y negar a los otros, el predominio de la fantasía sobre la realidad. Por eso el término "narcicismo" posee varios sentidos: por una parte, la indiscriminación entre el yo y el otro, por la otra, la regulación de la autoestima, así como el interés exacerbado por la identidad (Horstein, 2011).
El narcisismo patológico consiste, más que en un exceso de amor propio, en su falta crónica. Por ello, el narcisista realiza esfuerzos insaciables por sustituirlo por la admiración externa. El déficit produce un yo amenazado por la desintegración, la desvalorización o por una sensación de vacío interior. En el narcisismo patológico hay un interés excesivo por uno mismo, mientras que en el trófico ese interés está diversificado en otras metas y actividades. Esas actividades conciernen a las ambiciones, los ideales, el compromiso con los otros, y ya no importa casi mantener y promover la identidad y la autoestima, ahora convertidos en productos colaterales de tales actividades. Alcanzada cierta cohesión de la identidad y de la autoestima, la persona es más libre para orientar su vida no por motivos narcisistas, sino por la realización de deseos y proyectos (Horstein, 2011).
En la época de los discos de pasta, también en la de los vinilo, los discos ya rayaban de tanto pasarlos, y entonces repetían infernalmente la misma musiquita. Algo de eso es la repetición en la vida. El molde del pasado por momentos la aplasta. Pero los atisbos de creatividad le dan alas. Hay reconocimiento entre pasado y presente. Los otros tienen vida propia, lo que implica sufrimiento. Hay que confrontar y asumir la decepción ante una pérdida, o responder con una defensiva indiferencia a las afrentas procedentes del otro y de la realidad (Horstein, 2011).
LOS CUATRO MODELOS DISTINTIVOS PARA UN SÓLO NARCISISMO[11]
No es que a usted o a mi nos corresponda un sólo modelo. Todos tenemos algo de 1)malestares de la identidad, 2)de la propia valía, 3) de la relación con los otros, y 4)un cierto vacío.
En la 1 está amenazada la identidad. El conflicto se sitúa en una identidad que se teme perder a cada cambio, que parece no estar, y que es buscada en la encarnizada lucha. Como si se me negara el derecho a ser. Usted encontrará, lector, algunos autores que hablan con desdén de la identidad, como si ella fuese el encorsetamiento de vaya a saber que gozosas disponibilidades. La identidad no nos acuña, no nos convierte en moneda. La identidad es una historiadora que va escribiendo algo de altorrelieve. Las montañas del alto relieve ofrecen ciertos puntos de reparto al huracán de desorganizantes angustias (Horstein, 2011).
¿Por qué en algunos sujetos, ante determinadas situaciones, su identidad entra en crisis? ¿Y cómo son esas crisis? No es poco lo que sabemos. En las organizaciones bordeline, hay un yo con límites borrosos. En la paranoia, un yo en peligro de fragmentación. En la esquizofrenia, un yo que se fragmenta (Horstein, 2011).
Dicho de otra manera, la identidad es un tejido de lazos complejos variables en donde se articulan narcisismo, identificaciones, conflictos, versión actual de la historia, la repetición y todo aquello que participa en la integración del sujeto. Identidad remite a una experiencia interior que requiere la presencia de ciertos puntos de referencia.[12]
En 2, lo que cuenta es el valor del yo. Me pregunto a cada rato: "¿Cuánto valgo?". Mis actividades, mis vínculos, mi vida todo tiene como eje el problema del valor. En todas las depresiones está este modelo 2 (Horstein, 2011).
En 3 se ve borrosa la turbia frontera entre el otro real y el otro fantaseado-pensado. No está en juego la organización psíquica sino la percepción de la alteridad. Junto con el yo se construye el otro. Aceptar la alteridad es un proceso de duelo que no se realiza sin secuelas. Es problemática narcisista porque lo que está en juego es la fantasía de autosuficiencia y porque no hay reconocimiento del otro como otro (Horstein, 2011).
En 4 no se han construido ciertas funciones yoicas o han sido arrasadas por exceso de sufrimiento. Prevalece el vació cuando el sufrimiento prolongado produce desinterés. Ante el sufrimiento, la persona empobrece sus relaciones (Horstein, 2011).
Los malestares de la autocrítica
La autocrítica (superyo) es la internalización de deseos y tabúes, anhelos y prohibiciones. Tiene historia, es cambiante. Día a día va haciéndose cargo del "mundo externo" y, particularmente, de los valores de la cultura como un todo. El niño y el adulto necesitan ser amados por su superyó, como también necesitan ser amados por las personas de su entorno y necesitan que sus logros sean respetados por la cultura (o por su microcultura o cultura alternativa) (Horstein, 2011).
Los malestares del superyó (su angustia) están en relación con los malestares sociales, pero no son específicamente ellos. Una serie de acontecimientos, no todos fechables, le dieron al superyó una fuerza centrífuga. Y un trabajo de simbolización lo personalizó al alejarlo de los objetos parentales. El superyó es transgeneracional. El tratamiento de quien tiene afectada su autoestima no consiste en corroborar su hipercrítica, en darle la razón, sino en darle batalla. Se trata de desmontar este superyó hostil (Feud, 1930), que mira con desprecio y con furia todo lo que hacemos y haremos.
Tenga a mano, mientras está leyendo, la teoría de la complejidad porque vamos a ocuparnos de la complejidad del superyó. La complejidad es vieja como el mundo, pero la teoría es bastante reciente.
El superyó "alberga la conciencia moral, la auto observación y el ideal del yo", escribió Freud en 1932. Hace juicios, distingue entre "bueno" y "malo". Y no cuenta para hacerlo con ninguna facultad "natural". El niño se somete al dictamen. Y no sólo por miedo: el que lo dicta es aquel que lo socorre en su amparo. Apenas nacemos distinguimos entre "frio" y "caliente". Pero la distinción ética es un invento humano. En algunos hogares está mal comer caramelos antes del almuerzo o la cena. En todos, "hacerse encima" a partir de cierta edad. La importancia infantil es la condición de la posibilidad de la omnipotencia parental. Desde la primera vez el dictamen externo va internalizando (Horstein, 2011).
Las aspiraciones acerca de lo que se debe ser y tener (ideal del yo), así como las consignas acerca de lo que no se debe hacer (conciencia moral) están conformadas por las aspiraciones parentales y sus sustitutos. La amenaza de la perdida de amor está siempre flotando.
El camello, el león y el niño. Según Nietzsche, el hombre pasa por tres estadios. En el primero, el hombre es un "camello", carga con puros "tú debes". En el segundo, ha descubierto su "yo quiero" y la lucha contra un león contra el "tú debes" pero sin poder zafar. Hay todavía demasiadas cuentas pendientes (duelos sin tramite) que impiden la soltura del poder creador y la autonomía consecuente. Esto se logra cundo se logra ser niño y se consigue la espontaneidad.
Lo que nos ama es lo mismo que puede, llegar el caso, dejar de amarnos. Eso que nos ama no es una persona sino un lugar psíquico. Que no es para nada neutral, por más que empleemos "lo", que gramaticalmente es un artículo neutro. Ejemplo: Digo que papá me ama. A lo largo de mi vida y la suya, papá fue cambiando en muchas cosas, seguramente también en su amor hacia mí. Y yo fui cambiando la recepción que hacía de su amor. Tengo alguna idea de si fue mucho o si fue poco. Pero lo objetivo nunca lo sabré totalmente. Tampoco sabré que ocurrió entre Zapata y Villa luego que toman la silla presidencial: Sólo hay hipótesis posibles.
¿Quién es ese personaje, "papá", cuando lo recuerdo, cuando sueño con él? Es imposible diferenciar entre el superyó y el yo en pocas palabras. Intentemos una aproximación. Lo que se tiene se puede perder. Juan puede perder. Perder el trabajo, el amor de Alicia, el respeto de sus vecinos. La pérdida del amor del superyó es más avasallante. Es el individuo que dice y siente: "Lo he perdido todo". La pérdida de su amor nos convierte en parias, en excluidos psíquicos. Si lo he perdido todo es que se ha perdido el amor del superyó. El superyó amenaza, amenaza con dejar de querernos (Horstein, 2011).
ATLAN, Henri. 1979. Entre le cristal et la fumée. Seuil. París, Francia; Entre el cristal y el humo. Debate. Madrid, España. 1990.
BALANDIER, Georges. 1993. El desorden. Gedisa. Barcelona, España.
FREUD, Sigmund. 1930 (1979). "El malestar en la cultura", en Obras completas, t. XXI. Amarrotu. Buenos Aires, Argentina.
HORSTEIN Luis. 2006. Las depresiones. Paídos. Buenos aires. Argentina.
HORSTEIN Luis. 2011. Autoestima e Identidad: Narcicismo y valores sociales. 1ra edición. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires, Argentina.
HORSTEIN Luis. 2011. Narcisismo: autoestima, identidad y alteridad. Paídos. Buenos aires. Argentina.
ROTHER HORNTEIN, María Cristina. 2006. Adolescencia trayectorias turbulentas. Paídos. Buenos Aires, Argentina.
STEINER, George. 2008. Los libros que he escrito, Fondo de Cultura Económica-Ciruela.
TAILOR, Charles (2006). Fuentes del yo. Paidós. Buenos Aires, Argentina.
Autor:
José Luis Villagrana Zúñiga.
Maestro en Economía de la Empresa por la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ), Licenciado en Economía (UAZ), … y curioso por naturaleza.
Zacatecas, México. 5 de noviembre de 2015.
[1] Es necesario vencer el obst?culo de las certidumbres compartidas, los presentimientos intelectuales, las opiniones establecidas y las evidencias incuestionables. Todas estas soluciones ya dadas encubren carencias.
[2] El dogma es una verdad que alguien se arroga e impone en los dem?s. Se distingue en esto de la evidencia (que se impone por s? misma) y del esp?ritu cr?tico (que implica la duda). Un dogma es un ejercicio de clausura y nace de la ansiedad ante la incertidumbre y de un anhelo de seguridad en la choza de lo absoluto. Un dogma no es una simple creencia, ya que quien dice "creo" reconoce cierta incertidumbre (Horstein, 2000).
[3] Para un desarrollo m?s extenso del tema revisar a Horstein (narcisismo: autoestima, identidad y alteridad y las depresiones).
[4] En el modelo freudiano de aparato ps?quico hay una trinidad. El ello es el socio industrial, el que pone el lomo. El yo es el que decide, hasta cierto punto, que hace con la materia prima. Y el supery?, el que valora y eventualmente critica. A esta trinidad se agrega la realidad.
[5] El trauma es un golpe que dej? fuera de combate al individuo.
[6] Dicho m?s sencillamente: no se puede vivir con poco y tener bien la autoestima. Se puede vivir con lo que otros consideran poco. Fulano dej? de ser un alto ejecutivo para irse a vivir a San Miguel de Allende, no para huir de los trabajos complejos sino para disfrutar de una vida con todas las complejidades de la naturaleza y de la interacci?n de fulano con ella. Mengano no es masoquista porque hace una huelga de hambre. Para ?l es un modo de defender sus ideales.
[7] Las metas son m?s concretas que las aspiraciones: tengo la meta de ganar el premio tal de poes?a; y aspiro a ser un buen poeta.
[8] Investir es dotar de intensidad. As? las personas queridas est?n muy investidas, mientras que las indiferentes, poco o nada. El investimento es como la carga que realizamos en una pila recargable.
[9] El aparato ps?quico es como los taxis que trabajan las 24 horas: cuando se baja un chofer, sube el otro. El aparato ps?quico, incluso el del perezoso, siempre est? andando. Y aqu? termina la analog?a con el autom?vil, porque el auto no tiene la posibilidad de destruirse a s? mismo que si tiene el psiquismo. Un auto se desgasta, no se autodestruye. Pero no olvidemos que el aparato ps?quico tambi?n se reconstruye y se autoconstruye.
[10] Tambi?n vale para la teor?a. Un nuevo proyecto, un proyecto permanente, renueva los conceptos e inventa nuevos en las fronteras. No por milagro o capricho sino por el apremio de la realidad.
[11] Vease Luis Hiortein, 2006.
[12] V?ase Mar?a Cristina Rother Hornstein, 2006.