«Pues si de Cristo se predica que ha resucitado de los muertos, ¿cómo entre vosotros dicen algunos que no hay resurrección de los muertos? Si la resurrección de los muertos no se da, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación. Vana nuestra fe. Seremos falsos testigos de Dios, porque contra Dios testificamos que ha resucitado a Cristo, a quien no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, ni Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vana es vuestra fe, aún estáis en vuestros pecados.» (1 Corintios 15, 12-17)
En cambio, los apóstoles predicaban lo que Jesucristo respondía cuando le interrogaban acerca de la resurrección:
"Los que experimentan la resurrección son más parecidos a los ángeles del cielo, sin las necesidades de la carne, nunca mueren y son eternamente los hijos de Dios; son los hijos de la luz, resucitados al progreso de la vida eterna. Así pues, yo declaro que nuestro Padre no es el Dios de los muertos sino el de los vivos. En Él todos nosotros vivimos y nos reproducimos y poseemos nuestra existencia mortal. Recordad siempre que los resucitados son como ángeles que ni se casan ni son dados en matrimonio, porque son inmateriales, criaturas puramente espirituales. La resurrección de los muertos, con la misma carne que tenían mientras vivían, no es posible en las esferas celestiales; y menos en la existencia mortal.
Obviamente, esto lo afirma el evangelio del apóstol Andrés, que no fue incluido dentro de los 4, seleccionados en el mencionado concilio. En otro documento ignorado, se afirma que Pedro, en una reunión, presentó a Jesús después de la crucifixión, con los siguientes términos:
«Afirmamos que Jesús de Nazaret no murió en la cruz, declaramos que ha sobrevivido a la crucifixión; y para felicidad de todos nosotros, hoy estará aquí: Queridas hermanas y hermanos, mi maestro, el Maestro de todos»
Pablo, al afirmar: "Si la resurrección de los muertos no se da, tampoco Cristo resucitó" está dejando bien claro que los apóstoles de Jesucristo no creen en la resurrección de la carne después de la muerte. Los apóstoles, testigos directos de los hechos reales, sabían que Jesús no murió en la cruz; de hecho, celebraron varias reuniones con él, y le vieron comer y beber como a cualquier humano. Si se lee el Nuevo Testamento, sin el adoctrinamiento, literalmente afirma que Jesucristo únicamente se le presentó a los suyos mientras huía camino a Damasco, para partir hacia el exterior. Si Él realmente hubiese resucitado en cuerpo astral, no hubiese necesitado comer y beber durante los 40 días que transcurrieron después de la crucifixión, antes de partir al exterior, lejos de sus enemigos. En el Título Última semana de Pascua, podrá leerse lo que verdaderamente sucedió, teniendo en cuenta los documentos rechazados en el Concilio de Nicea I.
Saulo Pablo discutía a menudo con Simón Pedro: «Pero cuando Cefas (Pedro) fue a Antioquía, en su misma cara le resistí, porque se había hecho reprendible.» (Galatas 2,11)
«Pero, cuando yo vi que no caminaban rectamente según la verdad del Evangelio, dije a Cefas (Pedro) delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como gentil y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar? (Galatas 2,14)
"…Según la verdad del evangelio…", ¿de cuál evangelio? Del evangelio según Saulo-Pablo. ¿Cuál verdad? Si Pablo no conoció ni escuchó directamente a Jesús.
A p a r t i r d e l p r i m e r C o n c i l i o Nacional Cristiano, realizado cuando aún vivían los apóstoles y demás leales discípulos de Jesucristo, Saulo Pablo fue el responsable del primer cisma o división en el seno de la comunidad religiosa cristiana. Y lo sigue siendo hasta nuestros días; como se demostrará en este primer capítulo y en el cuarto.
Hugh J. Schonfield, reconocido y respetado estudioso bíblico en el ámbito mundial, afirma textualmente en la i n t r o d u c c i ó n d e s u l i b r o N u e v o Testamento ORIGINAL, lo siguiente: "Hemos de ver en el Nuevo Testamento no un libro planeado en frío, como si unos cuantos individuos hubieran sido invitados a contribuir a su redacción, sino un compendio de las tradiciones representativas tenidas por más fiables (creíbles) acerca de Jesús y sus primeros seguidores, las cuales podían ejercer un influjo unificador. Con vistas a esto último se incluyeron los Hechos de los Apóstoles y la Segunda Epístola de Pedro, tendientes a reconciliar las posiciones conflictivas de Pedro y Pablo…" "Mas había también un segundo aspecto en la controversia. Pedro guerrero Mitra también era considerado un ungido (Cristo en griego). Ya lo veremos con mayor precisión en el capítulo cuarto: CRISTIANISMO O PAULISMO. Si deseamos rescatar el verdadero cristianismo, es necesario convocar el CONCILIO ECUMÉNICO No. 22. Esto no es un capricho, es una necesidad en honor a la verdad. Será muy diferente lo acordado, porque ya no se haría con una espada romana en el pecho de los cristianos; y se podrá tener en cuenta los más de 80 documentos cristianos, desechados en dicho concilio. Y como dice Schonfiel en su mencionado libro: "Según se pensaba en el siglo II, la selección de los cuatro Evangelios contenidos en el Nuevo Testamento fue debida en parte a una respetable tradición, y en parte a que así quedaba bien representados los cuatro extremos del propio Imperio Romano: Marcos representaba el Oeste, Mateo el Sur, Lucas el Norte y Juan representaba la tesis de un Jesús humano el Este.
"…La opinión ponderada del que había colmado las esperanzas mesiánicas de Israel, mientras a Pablo le interesaba sobre todo un Mesías místico cuya aparición en la tierra como «Segundo Adán» era esencial." "Pablo había terminado ya con el Jesús humano…"
Por ser Saulo Pablo de nacionalidad romana, y usar un lenguaje más familiar para los gentiles paganos romanos y egipcios, terminó imponiendo sus prédicas; acogidas por el emperador romano Constantino I, y los conciliares nicenos (asistentes al Concilio de Nicea I), la mayoría provenientes de países muy lejanos, que estaban familiarizados con la teología pagana en todo lo que tenía que ver con el dios Mitra hijo del gran dios Sol. Importantes teólogos aseguran que Saulo Paulo, para propagar su doctrina pagana, simplemente cambió la palabra Mitra por la de Cristo; al fin y al cabo, el joven autor de las presentes líneas es que el Evangelio de Marcos se compuso en Italia, el de Mateo en Egipto, el de Lucas en Grecia y el de Juan en Asia Menor"
Muchos de los sacerdotes y obispos, presentes en el Concilio de Nicea I, se conocían de oídas o por correspondencia esporádica, con intervalos de meses entre correo y correo. Pero ahora, por primera vez en la historia de la iglesia, podían tener una visión de la universalidad de su fe; que de universal tenía muy poco, porque no todos los obispos disponían de los documentos provenientes del Consejo Cristiano de Jerusalén, que hablaban de un Jesús humano.
Primer borrador del Testamento Paulino.
La propuesta de la divinización de Jesús empezó a consolidarse en el siglo II de nuestra era, a través de Ireneo, Obispo de Lyon. Alrededor del año 180 de nuestra era, un decidido propagador de la doctrina de Saulo-Pablo. Ireneo se dedicó, tal vez más que otros Padres de la Iglesia, a darle a la Teología Paulina una forma estable y coherente. Consiguió esto con su voluminosa obra "Libros Quinque Adversus Hereses" ("Cinco libros contra herejías"). En su exhaustivo estudio, Ireneo catalogó todas las desviaciones de la ortodoxia, aún gestándose en ese entonces, y las condenó con vehemencia, deplorando la diversidad. Declaró que debía haber una sola Iglesia válida, y que fuera de ella, no habría salvación. Cualquiera que desafiara esta afirmación, era declarado herético por Ireneo, debía ser expulsado y, de ser posible, eliminado. El primer destacado pro paulista, 145 años antes del concilio de Nicea I, fue definitivamente el obispo Ireneo.
Entre las numerosas manifestaciones de la Cristiandad antigua, el Gnosticismo (Del griego 'Gnosis', traducido como 'Conocimiento') sería el blanco de los más f u r i o s o s a t a q u e s d e I r e n e o . E l Gnosticismo se basaba en la experiencia personal, en la comunión del individuo con lo divino. Para Ireneo, esto disminuía la autoridad de los sacerdotes y obispos, obstaculizando el intento de imponer la uniformidad religiosa. Por ello, Ireneo dedicó todos sus esfuerzos para suprimir el gnosticismo. Para esto, se hizo necesario apartar a la gente de la especulación individual; debía enseñárseles a no cuestionar la fe en dogmas fijos.
Se hizo necesario tener un sistema teológico, una estructura de principios ordenados que no den al individuo la oportunidad de desarrollar su interpretación personal. En oposición a la experiencia personal y la Gnosis, Ireneo insistió en una Iglesia Única y 'Católica' (Universal) basada en los fundamentos de Saulo Pablo, que sí escribía en un griego más gramatical, y promulgaba un dogma de fe. Para implementar la creación de tal Iglesia, Ireneo reconoció que se debía disponer de un canon definitivo, una lista fija de escrituras aceptadas oficialmente. Con este fin, compiló su Canon, eligiendo entre las obras a su disposición, incluyendo algunas y excluyendo otras. Ireneo es el primer autor cuyo NUEVO EVANGELIO canónico concuerda, en esencia, con el nacido, compilado formalmente en el Concilio de Nicea I.
Sin embargo, tales medidas no evitaron la aparición de tempranas «Herejías»; por el contrario, éstas continuaron floreciendo en Palestina, donde predicaban los apóstoles de Jesús. Pero la Ortodoxia, que Ireneo promovió, asumió una forma estable, que le aseguró la supervivencia y la victoria.No sería irracional, afirmar que Ireneo abrió las puertas para lo que luego sucedería en el Concilio de Nicea I; elaboró un borrador para lo que sería el Nuevo Testamento Niceno.
Herejías según los seguidores de la doctrina de Saulo-Pablo
Pero veamos cuales eran las herejías que persistieron durante los siglos II y III, a la que se refería Irineo. En el año 190 de nuestra Era, ya, Teódoto, el Curtidor, predicaba la siguiente doctrina en Roma: "Jesús es un ser humano, elevado a categoría divina por designio de Dios por su adopción, o bien al ser concebido, o en algún momento a lo largo de su vida, o tras su muerte"
Pablo de Samosata, nacido en el año 200 y muerto en 272, elegido Obispo hacia el año 260 como sucesor de Demetriano para la sede de Antioquía, parte de la base de un Modalismo de tipo monarquiano, según el cual, «en Dios no hay más que una persona que constituye la única esencia divina; y Jesucristo es un hombre, nacido de María; pero en él habitó el Logos o Sabiduría de Dios que lo mueve y lo inspira y lo eleva por encima de los profetas y de todos los hombres»
Para Pablo de Samosata, Cristo es un hombre, elevado o adoptado por la fuerza o dínamis divina, y como resultado de esta adopción o elevación, realiza su misión divina. Samosata afirma, además, que Cristo no es Dios por naturaleza, pero llega, por su virtud, a una especie de divinidad, y que el Espíritu Santo ejerce sobre él su mayor influjo desde el bautismo en el Jordán, por lo cual, alcanza la mayor perfección moral y una verdadera impecabilidad, y con esto se realiza unión indisoluble con Dios. Agrega que por los sufrimientos de su pasión en la cruz se le concede «un nombre sobre todo nombre»; se le nombra «juez de vivos y muertos», y llega a una especie de divinidad, por lo cual, podemos designarlo como Dios por ampliación. Este obispo acepta que es posible hablar, de algún modo, de su preexistencia, porque, aunque no preexistía en sustancia, había sido predestinado por Dios y anunciado por los profetas. Tanto Teódoto, el Curtidor, como Pablo de Samosata, son tildados de adopcionistas y hacen parte de los llamados herejes, según los seguidores del Obispo Ireneo, abiertamente defensor de la doctrina de SauloPablo.
Quinto Septimio Florente Tertuliano, más conocido como Tertuliano, nacido en el año 160 y muerto en el 220 de nuestra Era, fue un líder de la Iglesia y un prolífico escritor. Nació, vivió y murió en Cartago, actual Túnez. Fue ordenado presbítero en la Iglesia de Cartago, estando casado (el celibato pasó a ser obligatorio varios siglos más tarde); este hecho está bien confirmado por sus dos libros dedicados a su esposa. Tertuliano interpreta, de manera muy particular, lo dicho en Juan 10:30: «Yo y el Padre somos uno» Tertuliano afirma que, en este pasaje, Jesús habla de dos: «Yo y el Padre», y al aplicarle el plural «somos», inaplicable a una sola persona, se está refiriendo a dos seres distintos, y que Jesús no quiso afirmar que él y Dios era una misma persona.
Podría citar cientos de testimonios, de decenas de padres de la iglesia, antes del siglo III, que afirmaban la naturaleza humana de Jesús, y que si hubiesen estado en el Concilio de Nicea no hubiesen votado a favor del credo niceno: "Creemos en un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador de todas las cosas visibles e invisibles; y en un solo Señor Jesucristo, el unigénito del Padre, esto es, de la sustancia del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre…" Con este credo se establecía oficialmente la divinización de Jesús, la afirmación de que Jesús era el mismísimo Dios, y que encarnado en humano seguía siendo Dios.
8. El Arrianismo se opone al paulismo
El sacerdote Arrio, nacido en el 256 y muerto en el 336, fue un presbítero de Alejandría-Egipto; sostenía que no hay tres personas en Dios, sino una sola persona: El Padre.
Afirmaba que Jesucristo no es Dios, sino que fue creado por Dios de la nada como punto de apoyo para su plan; por lo tanto, debía entenderse que fue una criatura que tuvo un principio, y en este sentido hubo un tiempo en que él no existía.
En momentos de gran tolerancia dogmática, Arrio aceptaba que se podía llamar Dios a Jesús pero sólo como una extensión del lenguaje, por su particular relación íntima con Dios, por ser una criatura más excelsa que todas las otras; elegido, ungido (Cristo) como un sincero profeta, con una especial misión divina para su tiempo.
Arrio fue un hombre estudioso y culto, a la vez que impetuoso y apasionado. Tenía la palabra elocuente y gozaba de un notable poder persuasivo. Hacia el año 315 comenzó a desplegar una enorme actividad en Egipto, y sus prédicas resumidas, más dialécticas, unidas a su gran capacidad de convicción, le atrajeron rápidamente numerosos admiradores para dar nacimiento a la doctrina, ampliamente divulgada antes, durante y después del Concilio de Nicea I, conocida como arrianismo, y que algunos historiadores sobre la religión sintetizan así: "Jesús no era realmente Dios. Era sí, un ser extraordinario, maravilloso, grandioso humano, una criatura muy cerca de la perfección, pero no era Dios mismo. Dios lo había creado para que lo ayudara a re direccionar a la humanidad. No fue verdadero Dios desde su nacimiento, sino que llegó a serlo por extensión del lenguaje gracias a su misión divina cumplida en la tierra."
La teoría de Arrio, soportada y ampliamente sustentada con documentos, apocalipsis (revelaciones), epístolas y evangelios escritos por los apóstoles hombres y mujeres que escucharon las enseñanzas de boca de Jesús, fascinó la inteligencia de muchos, especialmente de la gente sencilla, para quien era más comprensible la idea de que Jesús fuera elevado por sus méritos a la categoría de un especial Hijo de Dios, pero que él no era el mismísimo Dios.
Eran tan lógicas y racionales las afirmaciones de Arrio, que le abrieron fácilmente camino entre las grandes masas y, pudo extenderse rápidamente a los territorios aledaños; hasta donde lo permitía el precario desarrollo de las comunicaciones, los medios de transporte y la escritura.
La habilidad dialéctica de Arrio y su fogosa oratoria logró convencer, no sólo al pueblo simple, sino también a numerosos sacerdotes y al brillante obispo Eusebio de Nicomedia; quien expuso la doctrina arriana en el Concilio de Nicea I; ya que Arrio, como sacerdote, tenía voz; aunque no voto para decidir.
La prédica de Arrio desató una fuerte discusión religiosa dentro de los obispos que sólo disponían de las enseñanzas particulares de Saulo Pablo e ignoraban que los apóstoles de Jerusalén lo tildaban de loco y mentiroso. La cristiandad pronto se vio dividida por una dolorosa guerra interna. Todo esto sucedía antes del concilio niceno. Fue una lucha general: emperadores, obispos, diáconos y sacerdotes, intervinieron tempestuosamente en el conflicto. El mismo pueblo, en su época, participaba ardorosamente en disputas y riñas callejeras. Unos decían:
«Jesús no es Dios», y otros contestaban con vehemencia: «Sí, Jesús sí es Dios». Y todo porque Saulo-Pablo así lo afirmaba.
La doctrina de Arrio se expandió de tal manera que san Jerónimo llegó a exclamar: «el mundo se ha despertado arriano»; por esto, 5 años antes del Concilio de Nicea I, es decir, en el año 320 de nuestra Era, Alejandro, obispo de Alejandría, convoca, en acuerdo con obispos de Egipto y Libia, a una gran reunión, a la que asisten un poco más de 100 obispos, para discutir las posiciones teológicas del sacerdote Arrio; pero Alejandro no logró derrotarle porque el número de seguidores era mayor al de opositores. La mayoría de los obispos asistentes a este concilio también disponían de los mismos documentos que tenía el sacerdote Arrio y el obispo Eusebio de Nicomedia; es decir, los escritos procedentes del cristianismo apostólico de Jerusalén, escritos en arameo, hebreo y uno que otro en griego popular.
Sin embargo, Alejandro de Alejandría logra, temporalmente, la revancha cinco años después, al imponerse en el Concilio de Nicea I. Hay que decirlo que fue temporal; porque, años después, los mismos que votaron la tesis contraria se unieron a los arrianistas. La verdad se impone de nuevo, gana la verdadera doctrina predicada directamente por Jesús y transmitida por todos sus asociados directos y presenciales; que más tarde serían llamados arrianistas. Ahora si veamos el desarrollo del concilio.
9. Desarrollo del Concilio de Nicea I
Origen del N.T. –
Para este concilio, se reunió todo lo que había escrito sobre la religión profesada por el emperador, quien por derecho propio, presidió como sumo sacerdote de su particular religión, y lo que existiese del cristianismo, tanto apostólico como paulista. Líderes religiosos de ambos sectores, asistieron bien documentados.
Este concilio ecuménico fue copresidido por el obispo Osio de Córdoba, y a él asistieron 318 obispos (de más de 1500). Las actas finales no la firmaron más de 90 obispos asistentes, por no haber estado de acuerdo con lo decidido.
Los concilios nacionales o plenarios son aquellos que, a diferencia de los ecuménicos, no son convocados directamente por el obispo de Roma (actualmente Papa), aunque sí con su autorización; participando en ellos sólo el episcopado de un continente, estado, nación o región.
Los católicos reconocen veintiún (21) concilios ecuménicos; empezando por el Concilio de Nicea I, en el año 325 de nuestra era, que duró 65 días, y terminando con el Concilio Vaticano II.
Es importante resaltar que el último Concilio Vaticano II fue iniciado el 11 de octubre de 1962 por el papa Juan XXIII, quien murió en el año siguiente; y Juan Pablo VI lo continúo hasta su última sesión celebrada el 8 de diciembre de 1965, es decir, que duró más de 3 años; en cambio, el Concilio de Nicea I, durante el cual se compiló el Nuevo Testamento tradicional, duró menos de 3 meses. Esto explica en parte sus inexactitudes y por qué tuvo tantos obispos, diáconos y sacerdotes opositores.
Cuarenta y siete (47) años después, es hora de que comencemos a pensar en la r e a l i z a c i ó n d e l C O N C I L I O ECUMÉNICO No. 22; pero, esta vez, hagámoslo bien. Al final de este documento, encontrará una propuesta para que evitemos los errores de los anteriores concilios.
En el rápido concilio, realizado desde el 20 de mayo hasta el 25 de julio del año 325 de nuestra era, con la asistencia de menos del 30% de los obispos de todo el mundo, en Nicea, ciudad de la antigua Bitinia, hoy Iznik, Turquía, en el Asía Menor y cerca de Constantinopla, decidieron incluir tan sólo 4 evangelios (Mateo, Marcos, Lucas y Juan), un apocalipsis, algunos hechos de los evangelistas, y muchas epístolas paulinas, para conformar los 27 libros "canónicos" que constituyen el Nuevo Testamento tradicional de la iglesia católica romana.
Es importante resaltar que no todas las Biblias o libros sagrados de las organizaciones religiosas cristianas, comparten el mismo contenido.
El concilio celebró reuniones menos solemnes, en ausencia del emperador, hasta el 14 de junio, fecha en la que, tras la llegada de éste, comenzaron las sesiones propiamente dichas y se formuló el credo o dogma de fe Niceno el 19 de junio, después de lo cual, se trataron diversas cuestiones.
La elección de la ciudad de Nicea fue positiva para facilitar la asistencia de un importante número de obispos de tierras lejanas. Era fácilmente accesible para los obispos de casi todas las provincias, pero especialmente para los de Asia, Siria, Palestina, Egipto, Grecia y Tracia. Las sesiones se celebraron en el salón central del palacio imperial. Verdaderamente, era necesario un gran espacio para recibir a una asamblea tan numerosa integrada por obispos, sacerdotes, diáconos y acólitos que, según se sabe, también estaban presentes en gran número. Pocos días después de aquellos días de persecución y castigos, todos estos obispos eran invitados a reunirse y el emperador cubría todos sus gastos.
En su escrito "Vida de Constantino I" Eusebio de Cesarea nos describe la escena:
"Allí se reunieron los más distinguidos ministros de Dios, de Europa, Libia África y Asia. Una sola casa de oración, como si hubiera sido ampliada por obra de Dios, cobijaba a sirios y cilicios, fenicios y árabes, delegados de la Palestina y del Egipto, tebanos y libios, junto a los que venían de la región de Mesopotamia. Había también un obispo persa, y tampoco faltaba un escita en la asamblea. El Ponto, Galicia, Panfilia, Capadocia, Asia y Frigia enviaron a sus obispos más distinguidos, juntos a los que vivían en las zonas más recónditas de Tracia, Macedonia, Acaya y el Epiro. Hasta de la misma Espafía, uno de gran fama Osio de Córdoba se sentó como miembro de la gran asamblea. El obispo de la ciudad imperial Roma no pudo asistir debido a su avanzada edad, pero s u s p re s b í t e ro s l o re p re s e n t a ro n . Constantino I es el primer príncipe de todas las edades en haber juntado semejante guirnalda mediante el vínculo de la paz, y habérsela presentado a su Salvador como ofrenda de gratitud por las victorias que había logrado sobre todos sus enemigos"
Durante todo el concilio existió el peligro de que semejante guirnalda fuese un exquisito banquete para las fieras del circo romano si Constantino I no hubiese logrado su objetivo propuesto.
La mayoría de los obispos estaban más familiarizados con la teología predicada en griego por Saulo Paulo (Pablo). Entre los miembros figuraba un joven sacerdote, Atanasio de Alejandría, para quien este Concilio fue el preludio de una vida de conflictos y de gloria futura. Atanasio, menciona explícitamente 318 obispos asistentes con voz y voto, acompañados de sacerdotes y diáconos. Esta cifra está aceptada casi universalmente y la última palabra la tiene el Vaticano cuando comparta la información contenida en sus archivos secretos. Según muchas fuentes históricas, se habla que para la época existían entre 1500 y 1800 obispos, lo que quiere decir que asistieron menos de un treinta por ciento (30%) para compilar el NUEVO TESTA-MENTO tradicional y de manera bastante incompleta.
La mayor parte de los obispos presentes provenían de tierras lejanas, y por lo tanto pocos leían los escritos originales en arameo, lengua natal de los apóstoles de Jesucristo que integraban el Consejo Cristiano de Jerusalén. Entre los asistentes, los más destacados fueron: Osio de Córdoba, Eusebio de Nicomedia, Eusebio de Cesarea, Alejandro de Alejandría, Eustasio de Antioquía, Macario de Jerusalén, Nicolás de Myra, Cecilio de Cartago, Marcos de Calabria, Nicasio de Dijon, Dono de Estridón, y por
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