La mayoría de los livres de raison son, en su aspecto primero y más elemental, libros de cuentas y cuando están más desarrollados, más elaborados y contienen más información, siguen articulándose y construyéndose a partir de la cuenta. Escritos al día, con la inmediata trascripción cotidiana, se elaboran según un esquema simple, el de la vida diaria, con su ritmo, sus aspectos materiales más prosaicos y sus actividades más corrientes, que son consignadas día tras día mediante una expresión escrita elemental, en fórmulas repetidas. El diario y el livre de raison dividen la duración y la acción en una serie de instantes inmediatos cuya unidad máxima es al transcurso del día. Esta aprehensión del tiempo fragmenta la acción, le quita su unidad en una yuxtaposición de pinceladas que no se hallan relacionadas entre sí por ninguna forma literaria. La narración, la descripción y las demás cualidades del estilo quedan excluidas en esta forma elemental de escritura[6].
El cuerpo en los livre de raison fue objeto de múltiple tratamiento y modos de presentación, pero señalaremos dos modalidades, hasta cierto punto, contrapuestas que reflejan sus principales características: Una, la de Gilles de Gouverville, que podemos caracterizar como "victoriana" en cuanto a la descripción de sus males y necesidades. Estar enfermo, esta vaga expresión suele bastar a Gilles de Gouverville, pero a veces, llama a la enfermedad por su nombre: Trastornos benignos, catarros frecuentes, dolores de cabeza, pesadez de estómago que produce vómitos, desarreglos intestinales, cólicos. En varias ocasiones se ve aquejado de enfermedades más largas: "Estuve muy enfermo, sin moverme de la cama", "violentísimo dolor de muelas", "me entró frío, me vi forzado a vomitar y estuve muy enfermo todo el día, de la cabeza y del estómago, con bascas". No hay análisis del mal, no hay relato. Aunque está enfermo de sífilis, jamás pronunciará esta palabra; son los tratamientos, los baños, fumigaciones y compras de mercurio los que permiten al lector distinguir el mal[7].
Otra la de Jean de Maillefer quien ejercita un retrato de sí mismo en su obra "Paralelo con Montaigne" y la comparación con este prestigioso modelo es la que le permite definirse, con su repugnancia a dormir demasiado y a quedarse mucho tiempo en la mesa, su voluntad de "dejar obrar a la naturaleza en la enfermedad", su ánimo ante la adversidad. Las miserias del cuerpo se convierten en objeto de escritura y son ellas las que posibilitan el paso del livre de raison al escrito íntimo, con lo que éste pueda tener de complacencia y de impudor[8].
De fines del Siglo XVII y comienzos del XVIII, data la disimulación de lo orgánico: Reglas nuevas que organizan los usos que se observan en la mesa; nuevos comportamientos sexuales mediante los cuales la sexualidad se instala en lo secreto de las alcôves y de las conciencias. Los manuales de urbanidad sirven a la vez para imponer nuevas conductas a través de modelos a los que se concede gran valor, y para excluir obligatoriamente del espacio público comportamientos que antaño se hallaban incluidos en el mismo. La voluntad de conseguir una mutación y una uniformidad que transmiten los códigos de urbanidad, su proyecto de modificar costumbres que se consideran groseras o arcaicas llevan forzosamente a excluir del espacio social público comportamientos que, sin embargo, son naturales[9].
Hay por lo menos dos maneras de interpretar este surgimiento: Si pensamos en Foucault para interpretar estas "reglas de urbanidad" -que excluyen necesariamente la exhibición de lo orgánico- diremos que en ese tiempo se cruzaron las dos ideas que no estaban destinadas a cruzarse, que bien pudieron no cruzarse jamás y que son aquellas destinadas a significar "lo público" como sinónimo de "lo destacable", "lo imitable", "lo trascendente", en suma "lo significante" en contraposición a lo privado entendido como "lo vulgar", "de mal gusto", "lo digno de permanecer lejos de la mirada"; esto con toda la carga de significación individual de cada concepto.
Desde el punto de vista psicológico -aún cuando podamos encontrar otras implicancias- podemos decir que resulta de interés del poder público contar con individuos predecibles, fácilmente manipulables, sin necesidad de recurrir a demasiadas investigaciones. De modo que, un sujeto que se comporta de determinada manera de algún modo se está presentando, se está "etiquetando" dentro de un grupo o dentro de otro. En literatura sólo excepcionalmente se vuelve la mirada a "otros valores" imperceptibles desde lo exterior como es el caso de la obra de Víctor Hugo, "El Jorobado de Notre Dame".
Autobiografía, define Philippe Lejeune, es el relato retrospectivo en prosa que alguien hace de su propia existencia insistiendo principalmente en su vida individual, sobre todo en la historia de su personalidad[10].
Las memorias responden al espacio público; la autobiografía, a la esfera íntima y privada. Por un lado el ámbito del tener; por el otro, el del ser.
Nunca se terminaría de contraponer la autobiografía a las memorias a partir de la contraposición de lo público y de lo privado. Digamos, que frente a la coherencia de la escritura de las memorias –discurso de lo público, constitución del individuo mediante el espacio social, exhibición de las acciones– es preciso admitir la paradoja de la autobiografía, que revela lo íntimo y lleva lo privado a la plaza pública. El hecho de poner al lector por testigo representa una especie de negación del secreto que valoriza y define lo privado y lo íntimo.
El pacto autobiográfico -tan pertinentemente analizado por Lejeune- mediante el cual el lector acepta bajo palabra la veracidad de la autobiografía (dudar de la misma sería negar el relato autobiográfico), plantea la necesidad del lector. Pero ¿acaso el vínculo que se establece con el autor al rechazar toda prueba y al confiar en la sinceridad de quien escribe no es la imagen anodina, pero real, de esa transparencia de los corazones que Rousseau considera la marca de las sociedades primitivas y aún no corrompidas? Hay que admitir que la lectura a que incita la autobiografía se presenta como una privatización excesiva del acto de leer. Y tal vez sea ésta su más honda razón de ser[11].
Asumimos que la vida produce la autobiografía como un acto produce sus consecuencias, pero ¿no podemos sugerir, con igual justicia, que tal vez el proyecto autobiográfico determina la vida y que lo que el escritor hace está, de hecho, gobernado por los requisitos técnicos del autorretrato y está, por lo tanto determinado, en todos sus aspectos, por los recursos de su medio? Y puesto que la mimesis que se asume como operante en la autobiografía es un modo de figuración entre otros ¿es el referente quien determina la figura o al revés? ¿No será que la ilusión referencial proviene de la estructura de la figura, es decir, que no hay clara y simplemente un referente en absoluto, sino algo similar a una ficción, la cual, sin embargo, adquiere a su vez cierto grado de productividad referencial?[12].
Podríamos sugerir también que escritor y referente conforman dos figuras que se alimentan mutuamente, que crecen y desarrollan juntas, pero mueren por separado. Por otra parte y sin alejarse de la credibilidad que posee la autobiografía por el solo hecho de ser tal, puede surgir, con independencia de la voluntad del escritor, una suerte de hibridación, es decir, la descripción de un "yo ideal", que no responde a un "yo real", en función del nivel de compromiso (implicación psicológica) del escritor con el referente.
El momento autobiográfico tiene lugar como una alineación entre los dos sujetos implicados en el proceso de lectura, en el cual se determinan mutuamente por una sustitución reflexiva mutua. La estructura implica tanto diferenciación como similitud, puesto que ambos dependen de un intercambio sustitutivo que constituye al sujeto. Esta estructura especular está interiorizada en todo texto en el que el autor se declara sujeto de su propio entendimiento, pero esto meramente hace explícita la reivindicación de autor-idad que tiene lugar siempre que se dice que un texto es de alguien y se asume que es inteligible por esa misma razón. Lo que equivale a decir que todo libro con una página titular inteligible es, hasta cierto punto, autobiográfico[13].
Más aún, desde el punto de vista psicológico podemos afirmar que todo texto es autobiográfico: Vivimos tal cual somos; nos vestimos tal cual somos; hablamos tal cual somos ¿Cuál sería la razón de negar que también escribimos tal cual somos? Es una práctica bastante frecuente el hecho de encontrar algún que otro texto escrito por nosotros mismos tiempo atrás y advertir los cambios que se han producido en nuestra manera de pensar y al mismo tiempo, reconocer las razones que fundamentaron esos cambios. Lo mismo ocurre respecto de los terceros, en las monografías, notas a fallo, sentencias, etc., es posible advertir cambios en la personalidad del escritor que en algunos casos ha llevado a la necesidad de justificarlos para no ser juzgados como contradictorios.
Durante el Clasicismo, se mantiene el clima de tensión. Lo que define ante todo la edad del clasicismo es el proceso de ocultación de lo privado y de lo íntimo. Es aprehendido como un arte que está codificado estéticamente, es decir, que sólo de manera accidental remite a algo distinto de sí mismo, y que sobre todo se halla separado de lo cotidiano y de la organización del tiempo de la vida real. Pese a las declaraciones de los eruditos, su objeto es estético y sólo secundariamente, moral y religioso[14].
El proceso de ocultación de lo privado, del dolor y del sufrimiento, so capa de la dignidad y de la resignación, es a la par negativa a exhibir lo que el tiempo presente quiere que asuma no ya la comunidad, sino el individuo en su fuero interno y en su intimidad y exaltación de lo universal y de lo general[15]. Esto significa que también la literatura se ajusta a las nuevas doctrinas de urbanidad que hacen de la discreción, de la reserva y de la adecuación a la norma un ideal de sociabilidad[16].
En adelante, lo excrementicio, al quedar confinado en el ámbito privado, pertenece al terreno de lo oculto, de lo vergonzoso y de lo que se calla…..La novela barroca puede leerse también como una supervivencia nostálgica porque la ocultación del cuerpo orgánico, máquina de secreción de ruidos y de olores, lugar de placeres, acompaña a la de lo íntimo, que se ha convertido en privado[17].
En las últimas dos décadas podemos destacar tres perspectivas que aluden a la relación público-privado. Para Hannah Arendt en la modernidad lo público comprende dos registros en cierta disyunción: Lo social y lo político. A su vez lo privado se afirma en lo doméstico y lo íntimo. Entonces lo privado, en tanto espacio de contención de lo íntimo, no se advertirá ya en contraposición a lo político, sino a lo social, esfera con la cual se halla auténticamente emparentado. Pero hay además otro rasgo paradójico: Esa reciente esfera de la intimidad sólo logrará materializarse a través de su despliegue público. Se afirmaba así el carácter "devorador" de lo público moderno, el hecho de subsumir en sí mismo existencia y apariencia[18].
Para Habermas, el surgimiento de esa esfera privada donde se perfilaba la naciente subjetividad de lo íntimo, tiene asimismo un papel decisivo en su estudio sobre la configuración de la espera pública burguesa. En efecto, los "públicos raciocinantes" del Siglo XVIII, cuya asociación en ámbitos de conversación (cafés, clubes, pubs, salones, casas de refrigerio, etc.), da lugar al concepto mismo de opinión pública. No solamente ejercitaban allí un "raciocinio político" para poner coto al poder absolutista, sino de modo indisociable, un "raciocinio literario", alimentado por las nuevas formas autobiográficas (la novela en primera persona, el género epistolar), de circulación en libros, periódicos, semanarios morales, donde los tipos de lectores encontraban un nuevo y apasionante tema de ilustración: La representación de sí mismos en las costumbres cotidianas.
El descubrimiento intersubjetivo de una nueva afectividad, de otro tipo de relaciones entre las personas, de una moral menos ligada a lo teologal, se unía entonces al hábito de la polémica y la discusión política, preanunciando los espacios futuros de representación: "No se sabe bien si las personas privadas se ponen de acuerdo qua hombres en el raciocinio literario acerca de las experiencias de subjetividad, o bien las personas privadas se ponen de acuerdo qua propietarios en el raciocinio político acerca de la regulación de su esfera privada"[19].
Individuo y sociedad constituyen en la obra de Elías dos aspectos interdependientes y no enfrentados. Así lo relegado al mundo privado, lo es en el marco de un autocontrol pulsional, de un dispositivo interior de censura frente a la imagen de una sociedad hostil, pero en la medida en que la mostración pública de las conductas, a través de diferentes registros, desde códigos y normativas hasta la literatura o la poesía, funciona como reinstitucionalización catártica de límites, el "refugio" de la intimidad tampoco se sustrae a las reglas comunes[20].
Desde un punto de vista particular, tomando datos de nuestra historia contemporánea advertimos que desde la Década del "60 y puntualmente a partir del advenimiento de la televisión se ha instalado en nuestra sociedad la cultura del éxito, aunque podría caracterizarse también como el culto al éxito. En su consecuencia se desarrolló la educación para el éxito haciendo de éste un sinónimo de felicidad. En tal sentido los medios de comunicación destacaron las cualidades de determinados "modelos exitosos" como era el caso del presidente John F. Kennedy "modelo de presidente" (en lo público); "modelo de padre y marido" (en lo privado) aún cuando se le concediera ser al mismo tiempo "modelo de amante".
La cultura del éxito nos coloca en las puertas de un problema ético insalvable, referido a los medios para lograrlo: Éxito a costa de una sobre-exposición corporal y verbal en el espacio público; éxito a costa del escándalo; en suma éxito de algún modo vinculado a los medios de comunicación de modo tal de lograr "ser visto", salir del anonimato, de la esfera del ciudadano común. Pero al mismo tiempo cuando se ha logrado ingresar al espacio público de un modo tal que no queda espacio privado, surge el anhelo de la vuelta a lo cotidiano, a "lo normal", a "lo común".
No resulta apropiada a nuestro juicio, una relación dicotómica entre lo público y lo privado, partiendo de la unidad inescindible del sujeto y al mismo tiempo concordando con Elías en cuanto a que no hay posibilidad de afirmación de la subjetividad sin intersubjetividad y por ende, toda biografía, todo relato de la experiencia es, en un punto, colectivo, expresión de una época, de un grupo, de una generación, de una clase, de una narrativa común de identidad[21].
Contrariamente aceptamos la coexistencia de diversos espacios públicos y privados, divergentes o convergentes, de ningún modo antagónicos y cuya integración definitiva dependerá de la aceptación de un nuevo paradigma, que postule a cualquiera de ellos, como espacios viables para lograr la felicidad del ser humano.
[1] GOULEMOT, Jean Marie "Las prácticas literarias o la publicidad de lo privado", pág. 386.
[2] GOULEMOT, Jean Marie "Las prácticas literarias o la publicidad de lo privado", pág. 371
[3] FOISIL, Madelaine "La escritura del ámbito privado" pág. 333.
[4] GOULEMOT, Jean Marie, ob. Cit. pág. 390.
[5] GOULEMOT, Jean Marie, ob. Cit. pág. 392.
[6] FOISIL, Madelaine, ob. Cit. pág. 334.
[7] FOISIL, Madelaine, ob. Cit. pág. 356.
[8] FOISIL, Madelaine, ob. Cit. pág. 359.
[9] GOULEMOT, Jean Marie , ob. Cit. pág. 372.
[10] FOISIL, Madelaine ob. Cit. pág. Cit.
[11] GOULEMOT, Jean Marie, ob. Cit. pág. 401.
[12] DE MAN, Paul "La autobiografía como desfiguración", pág. 113.
[13] DE MAN, Paul ob. Cit. pág. 114.
[14] GOULEMOT, Jean Marie , ob. Cit. pág. 380.
[15] GOULEMOT, Jean Marie , ob. Cit. pág. 383.
[16] GOULEMOT, Jean Marie , ob. Cit. pág. 384.
[17] GOULEMOT, Jean Marie , ob. Cit. pág. 385.
[18] ARFUCH, Leonor "Lo público y lo privado en la escena contemporánea: Política y subjetividad".
[19] ARFUCH, Leonor , ob. Cit.
[20] ARFUCH, Leonor , ob. Cit.
[21] ARFUCH, Leonor , ob. Cit.
Autora:
Dra. María de las Mercedes Suárez Mansilla
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